Preludios: La Guerra Civil Española: 1.1 Sublevación, Guerra, Revolución
Preludios: La Guerra Civil Española: 1.1 Sublevación, Guerra, Revolución
Preludios: La Guerra Civil Española: 1.1 Sublevación, Guerra, Revolución
La Guerra Civil se inició el 17 de julio de 1936 con la sublevación del ejército español
destinado en el protectorado de Marruecos. Al día siguiente, el general Francisco Franco llegó
a este país desde Canarias para ponerse al mando. El golpe de Estado fue preparado y
secundado por una parte del Ejército y por la mayoría de la oposición al Gobierno del Frente
Popular, la coalición electoral que había vencido en las elecciones generales de febrero de
1936.
Las milicias obreras vencieron a los golpistas en Madrid, Valencia y Barcelona, con gran
protagonismo anarquista. Desde estas capitales se organizaron columnas que se dirigieron a
ciudades en las que se había impuesto la sublevación. Se dibujaron así los primeros frentes
de guerra. España había quedado dividida en dos. Las zonas más industriales y pobladas del
país se mantuvieron fieles al Gobierno de la República. El bando sublevado, también
denominado nacional o franquista, controló las áreas agrícolas de la mitad norte del país.
Tanto el golpe de Estado, con el consiguiente colapso de las instituciones, como la reacción
obrera produjeron un vacío de poder. En diversas zonas, las milicias y organizaciones
obreras llevaron a cabo una revolución social colectivizando el campo y las fábricas. A la
larga, el Gobierno republicano tendría que hacer frente al Ejército amotinado y a la población
revolucionaria, quienes a menudo desobedecían sus órdenes.
La intervención extranjera
El ejército franquista se lanzó al asedio de Madrid desde la submeseta norte y, desde el sur,
conquistando Andalucía, Extremadura y Toledo. En noviembre de 1936 las tropas insurrectas
iniciaron la toma de la ciudad. El Gobierno abandonó la capital estableciéndola en Valencia. A
pesar de todo, Madrid resistiría hasta el final de la guerra defendida por el ejército
republicano, las milicias y las Brigadas Internacionales. A partir de este momento se
sucedieron una serie de batallas que definirían el desenlace final del conflicto:
En febrero y marzo de 1937 las tropas franquistas fracasaron en su intento de aislar Madrid
en las Batallas del Jarama y de Guadalajara. Ante esta resistencia de la capital, el bando
nacional inició una ofensiva sobre la cornisa Cantábrica.
Entre diciembre de 1937 y febrero de 1938 tuvo lugar la Batalla de Teruel. El ejército
republicano se hizo con la ciudad aragonesa, pero el ejército franquista contratacó
recuperándola. Después, prosiguió su ofensiva hasta alcanzar la costa mediterránea.
En abril de 1938 las tropas nacionales conquistaron Vinaroz (Castellón) y dejaron aislada
Cataluña.
A principios de 1939 miles de personas huyeron por los Pirineos y fueron confinadas en
campos de refugiados del sur de Francia.
Abril de 1938
Febrero de 1939
El general Francisco Franco
Los militares que conspiraron y llevaron a cabo el golpe de 1936 crearon una Junta Militar para dirigir
las operaciones. La reacción popular a la sublevación y la estabilización de los frentes de guerra los
llevaron a elegir a uno de ellos como mando único. El 1 de octubre escogieron al general Francisco
Franco, que desde entonces se erigió en líder de la España nacional.
A diferencia de pronunciamientos como el de Miguel Primo de Rivera en 1921 o los del siglo XIX, el
golpe de 1936 provocó una profunda fractura entre la España republicana y la autodenominada
«España nacional».
La España nacional
Entre los sectores que más simpatizaron con la sublevación, se contaban los siguientes:
Medianos propietarios agrícolas y parte de las clases medias urbanas: fueron la base
social de la sublevación. Los primeros predominaban en el medio rural de la mitad norte de la
Península.
José Millán Astray, fundador de la Legión Española. Entre la sublevación militar, destacaron la
oficialidad que había luchado en el protectorado de Marruecos, y la Legión, creada en ese
mismo contexto.
La España republicana
El Gobierno de la República contó con el apoyo de las masas obreras, republicanas y del nacionalismo
catalán y vasco. Además, recibió la colaboración de parte de las clases medias y del Ejército, si bien la
oficialidad fue el sector militar que menos apoyo prestó al Gobierno legítimo.
En algunos lugares controlados por las milicias obreras, especialmente en Aragón, Cataluña y
Valencia, se produjo una revolución. Se colectivizaron fábricas y tierras y se gestionaron mediante
comités revolucionarios en los que tuvieron protagonismo sindicatos y fuerzas anarquistas.
El nacionalismo vasco logró la aprobación del Estatuto de Autonomía de Euskadi en octubre de 1936.
El apoyo a la República causó una gran controversia en el Partido Nacionalista Vasco (PNV) debido a
su naturaleza conservadora y católica.
A su vez, ante el vacío de poder se desató una explosión de terror revolucionario contra
representantes del clero, de la patronal, terratenientes y dirigentes derechistas con el argumento de
que apoyaban la insurrección o por considerarlos enemigos del pueblo. Hubo matanzas como las de
Paracuellos del Jarama y la Cárcel Modelo (Madrid), aunque en su mayoría fueron ejecuciones sin
ningún tipo de control. El total de las personas asesinadas en zona republicana rondó las 50 000.
Además, se persiguió a las consideradas como enemigas políticas internándolas en centros de
detención conocidos como «checas».
La rivalidad entre las dos tendencias condujo al enfrentamiento armado en el seno del bando
republicano en los sucesos de Barcelona de abril de 1937. Finalmente, anarquistas y trotskistas
depusieron las armas, y las organizaciones trotskistas fueron duramente perseguidas por el PCE.
El Partido Comunista de España (PCE) creció notablemente debido al prestigio que ganó por la ayuda
soviética a la República, la formación de las Brigadas Internacionales –organizadas por la
Internacional Comunista– y la combatividad de sus unidades militares.
1.4 LAS CONSECUENCIAS DE LA GUERRA
Entre los dos bandos murieron unas 500 000 personas contando a las caídas en combate, a
las causadas por los bombardeos aéreos y a las asesinadas en la retaguardia. Miles de
simpatizantes de la República tuvieron que huir para salvar su vida y exiliarse en países como
Francia, México y Argentina. En la posguerra, el régimen de Franco prosiguió la represión
desarrollada durante la contienda, ahondando en el horror y la división ideológica del país.