Todos los derechos reservados. A Cristo Rey, Señor de la Historia.
A Nuestra Señora, la Virgen María, Madre de la Iglesia,
Auxilio de los cristianos, Vencedora de todas las batallas.
A los islotes de sentido que resisten.
A nuestras familias.
A los cristianos de los Últimos Tiempos, quienes
resistirán al propio Anticristo. LA NADIVERSIDAD
U na conversación se mantenía en una de las mesas del bar de
la esquina de la Nadiversidad Neocatólica de Beata Fe: —Bueno, ahora me queda claro. En un proceso judicial sólo se puede llegar a la verdad procesal, no a la verdad real —dijo Andre- sito. —Sí —dijo Tomasito—. Menos mal que vinimos a la gran diser- tación del prestigioso Sr. Juez de la Corte Suprema de la Región Agraria de aquello que se llamó La Argentina, el Dr. Honoris Causa Wenceslao V. Ersero. Te digo la verdad, Andresito, yo vine a la conferencia porque quiero tener el presente, y así poder aprobar la materia. Si por mí fuera, me hubiera quedado mirando Netflix, en mi monoambiente. En ese momento ingresó un viejo exalumno de dicha institu- ción. —Hola muchachos, ¿cómo andan? —¿Qué hacés por acá, Sheriff? Hace mucho que no te veía —di- jo Tomasito simulando alegría por el reencuentro. —Sí, desde que terminé de cursar, no volví a pasar cerca de este antro. ¿Ustedes qué hacen por acá? ¿Les queda alguna materia para recibirse? Andresito, tomando la palabra contestó: —Sólo Filosofía del Derecho. Recién salimos de una clase ma- gistral dictada por el Dr. Ersero. Comentábamos sobre la cuestión de la existencia de las dos verdades, y el… La Opción Santa Bohemia 7
En ese preciso instante, el Sheriff interrumpió con una risa que
escondía una tragicomedia. —¿No me digan que este impresentable sigue currando con eso? Es un sofista más de los tantos que hay especialmente por esta zo- na. No pierdan tiempo, eso se llama «El mito de las dos verdades», y como ya escucharon, es simplemente un mito. Un mito peligroso. »Miren, les recomiendo que lean el libro «Verdad y Crisis del Proceso. El mito de las dos verdades». Allí, un gran amigo ha desa- rrollado el tema en detalle. Y como frutilla del postre, la obra está prologada por el Dr. Héctor H. Hernández. No dejen de leerlo. Al menos que quieran ser como Wenceslao V. Ersero, un “hombre ju- rídico” de manual. “Hombre jurídico” le decían a aquellos típicos profesores de De- recho que ante el auditorio repiten como loros, ideas y frases he- chas, totalmente aisladas o, lo que es peor, contradictorias con la realidad. Sumado a una característica cercana a la bipolaridad: que ellos, en su fuero íntimo, no suelen creer en lo que enseñan a sus propios alumnos. —Me suena el nombre de ese filósofo que nombraste —dijo To- masito. —Claro que tenés que acordate de él. Es el mismo que te aclaró el tema del liberalismo cuando creías que habías perdido libertad por casarte y tener hijos —acotó el Sheriff. —¡Ah, sí, sí! —recordó rápidamente— ¿Y por qué no da clases en esta Universidad? El Sheriff, con un poco de desgano, pero con el deber de tener que «hacer verdad», se metió de lleno en otro tema polémico.
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—¿Universidad? No, ya no hay Universidad. Lo que queda es
una parodia. Yo le digo la Nadiversidad. Acá sólo te dan instruc- ción, y un libro triste para que puedas hacer algo de plata en el fu- turo, pero no se aprende nada de lo importante. Les digo más mu- chachos, parafraseando a San Atanasio, y haciendo una analogía con su famosa sentencia «ellos tiene los templos, nosotros la Fe», podemos decir que en el caso del que venimos hablando, «ellos tie- nen las aulas, nosotros la Universidad». Andresito, un poco molesto por la situación, cuestionó: —¿Quiénes tienen la Universidad? ¿Dónde? —No hay que sorprenderse tanto. Hace años que los maestros vienen siendo excluidos de las cátedras de las grandes instituciones, ¿y qué piensan ustedes? ¿que se van a quedar sin enseñar? No, eso es imposible, porque cuando se conoce la verdad, el deseo de trans- mitirla no puede contenerse. Por eso, existieron y existen, las lla- madas «cátedras privadas», donde estos maestros continúan su gran labor universitaria. Un ejemplo de ello fue Jordán Bruno Gen- ta que tuvo su cátedra más importante en su propia casa. Quienes fueron partícipes de ese privilegio, dicen que lo dejarían todo para poder volver a compartir aquellas clases. El Sheriff, continuó citando ejemplos, y entre éstos les dijo: —Otro fue Carlos Alberto Sacheri, quien también tenía sus dis- cípulos fuera del ámbito académico institucional. Y miren qué de- talle: los dos fueron asesinados por odio a la Fe. Son mártires. »Como estos casos que les cuento, hay varios en el país. Y ahora, con la tecnología, se puede acceder fácilmente a escuchar a verda- deros maestros. La semana pasada presencié una clase virtual sobre
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literatura. Fue sublime. Les aseguro que en una hora se aprende
más que en todo el paso por la Nadiversidad. Tomasito y su amigo quedaron sorprendidos. Eran buenos, pe- ro no entendían del todo la modernidad, por eso les costaba dar el salto. Eran los típicos que preferían seguir perdidos en el laberinto, para mantenerse adentro, porque… afuera hace frío. No se anima- ban a mirar hacia las alturas, y ver que, como nos enseñaba Leopol- do Marechal, «de todo laberinto se sale por arriba». Ya era hora de despedirse, por lo que nuestro amigo el Sheriff se puso el sombrero y les dedicó unas palabras finales. —Recuerden que las deficiencias que pueda tener una persona para llegar a conocer la realidad no autoriza a decir que la verdad no existe o a definir como verdad lo que no lo es. Mientras se cerraba la puerta de aquel bar, se oyó un susurro desde la mesa donde estaban sentados Andresito y Tomasito: —Pobre, todavía sigue con sus utopías medievalistas... No aprendió que el principio de no contradicción atrasa... —Tal cual —dijo Tomasito—. Además, ¿Qué es la verdad?
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SE DIFUNDE EN FORMATO ELECTRÓNICO EL DÍA 20 DE NOVIEMBRE DE 2024, EN QUE LA SANTA MADRE IGLESIA CONMEMORA LA FIESTA DE SAN EDMUNDO, REY DE LOS ANGLOS Y MÁRTIR DEL SIGLO IX.