0% encontró este documento útil (0 votos)
24 vistas9 páginas

Fragmentos (9) - Buenos Relatos

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1/ 9

3 FEBRERO, 20203 FEBRERO, 2020 BUENOSRELATOS ERÓTICOS

Fragmentos (9)

QUISPIAM

Capítulo 9: ¿Nada es real?

-David… David…

La voz de Sandra no dejaba de llamarme, despertándome del leve y sutil sueño en el que me
había sumido.

-David… por favor, David… -su voz sonaba cansada, triste.

A pesar de eso, me resistía a salir y escapar del sueño. Me encontraba tan relajado, tan libre
de los quebraderos de cabeza que mi vida recién descubierta me estaba provocando…

-David… -notaba el dolor en sus palabras, como rendía sus fuerzas y otro sonido que no
lograba identificar. ¿Sollozos, hipidos? ¿Estaba Sandra llorando?

Mi mano se movió hasta encontrar la suya que reposaba junto a la cama, dando un respingo
al notar el contacto con la mía pero sin apartarla, inclinando su cabeza hasta dejarla reposar
sobre nuestras manos unidas donde continuó dando rienda suelta a su llanto descontrolado.

Moví la otra mano con soltura, sin dolor alguno, hasta alcanzar su cabeza donde la acaricié
con cariño, mesando su cabellera pelirroja, intentando aliviar aquel dolor que no comprendía
a qué se debía. Aún podía sentir el calor de su cuerpo junto al mío, cuando la había follado en
el despacho. ¿Había sido un sueño o bien había sido real? Poco me importaba, la verdad. El
mero recuerdo de lo ocurrido, del placer disfrutado… era más que suficiente para mí.

-Por fin, David… por fin… -dijo entre sollozos- no sabes lo mal que lo he pasado durante todo
este tiempo…

¿De qué coño hablaba? Si acababa de despertarme y solo había pasado un día desde nuestro
último encuentro…

-¿No habías renunciado a mi terapia? –Le pregunté- pensaba que no querías saber nada más
de mí después de lo que ocurrió entre nosotros…

-¿Terapia? ¿Qué terapia? –me preguntó ella alzando su cabeza y yo abriendo los ojos para
encontrarme con los suyos, dándome cuenta que aquella no era Sandra sino Sonia- nunca has
hecho ningún tipo de terapia, David…

-Pero… no entiendo… -dije confuso, desorientado.

-Han pasado muchas cosas durante este tiempo que has estado en coma… -me dijo dejándome
en estado de shock. ¿De qué me estaba hablando? No comprendía nada.
-¿En coma? –dije alzándome de la cama casi de un salto y comprobando al hacerlo que los
vendajes de mi pecho habían desaparecido, que mi pierna se movía de forma libre sin la
atadura del yeso- ¿cuánto tiempo?

Mi corazón palpitaba a mil por hora mientras observaba, expectante, la respuesta de Sonia,
casi temiendo escuchar lo que iba a salir de su boca.

-Un mes… -me dijo Sonia mirándome fijamente- has estado en coma un mes… nos has tenido
muy preocupados, David…

Un mes. Había estado un mes en coma. Joder, joder, joder. Me llevé las manos a mi cabeza y
descubrí una zona sin pelo en ella con un pequeño vendaje en el centro. ¿Qué era aquello?
Seguí explorando mi cuerpo pero, aparte de la barba que ahora cubría mi cara y mi cuerpo
más delgado, no percibí nada más.

-Te operaron la cabeza –me explicó Sonia- cuando caíste en coma, volvieron a repetir las
pruebas pero ahora de forma más exhaustiva… al final sí tenías algo, un pequeño coagulo que
presionaba una parte de tu cerebro y que provocaba tus sueños, tu pérdida de memoria, tus
alucinaciones…

-Pero… pero… -balbuceé no entendiendo nada- pero sigo sin recordar nada de antes…

-Y quizás no lo hagas nunca –dijo ella- lo importante es que hayas despertado y no vuelvas a
sufrir esas pesadillas y alucinaciones que has tenido desde que despertaste la primera vez
después del accidente…

Me dejé caer sobre la cama atónito, sin poder de reacción, casi sin ánimo. ¿Todo había sido
mentira? ¿Todo provocado por una lesión en mi cerebro? ¡Dios… había sido tan real!

-¿Y Sandra? –pregunté con temor.

-¿Sandra? –Contestó Sonia mirándome extrañada- no conozco a ninguna Sandra…

-Una doctora, sicóloga, pelirroja y con gafas de pasta… -insistí yo.

-No te ha visitado ninguna sicóloga, David… -me contestó Sonia- y por esa descripción no me
suena nadie…

Cerré los ojos, incrédulo. ¿También Sandra había sido un sueño, una fantasía? Una lágrima se
escapó mejilla abajo mientras intentaba asimilar todo lo que Sonia me estaba contando. Si
antes ya estaba confuso y perdido, sin poder distinguir que era cierto y qué no… pues os
podéis imaginar cómo estaba ahora.

-No te agobies, David –dijo ella cogiéndome la mano- seguro que fue alguna de tus
alucinaciones… no volverá a pasar, ya no…

Sus palabras me hundieron aún más. Nunca más volvería a ver a Sandra. Me la habían
arrebatado, para siempre. ¿Por qué había tenido que despertarme? Las lágrimas se hicieron
más intensas, una profunda tristeza se apoderó de mí y ahora fue Sonia la que me consoló,
cobijándome en su pecho y dejándome llorar pero yo no podía apartar de mi mente aquella
misma imagen pero con Sandra de protagonista, cuando la había besado y disfrutado de su
cuerpo en aquella misma cama. Pero claro, ahora descubría que no había sido real…
Los siguientes días fueron intensos y transcurrieron como en una nube para mí. Una sucesión
de pruebas confirmaron que ya no había daño alguno en mi cerebro, que todo estaba bien.
Los sueños y alucinaciones desaparecieron, como por arte de magia, como si nunca hubieran
existido.

Sandra había desaparecido de mi mundo, ni rastro de ella. Marta, la enfermera, se


comportaba de forma distinta a como la recordaba. Amigable y simpática pero profesional.
Eso sí, seguía hablando por los codos. Miriam y Manu volvieron varias veces a visitarme,
contentos de verme por fin recuperado. Pero no podía apartar de mi mente la imagen de ella
siendo follada por otro hombre mientras él se masturbaba viéndolo y disfrutándolo y eso
hacía que me sintiera incómodo con su presencia. Aunque sabía que aquello no era real no
podía apartar esa imagen y tantas otras de mi mente.

De Juanjo y, sobretodo, de Fran no volví a sentirlos nombrar ni nunca aparecieron por allí,
como si tampoco nunca hubieran existido, como si nunca hubieran sido reales. Por un lado
sentí cierto alivio. Eso significaba que todo aquello que había visto en mis sueños, la forma en
la que él metía mano a Sonia y ella se dejaba, como él confesaba desear follársela y ella no
negarse tajantemente, las insinuaciones confesadas de que ella podía haberme sido infiel…
todo era mentira.

Pero, por otro lado, sentía un vacío en mi interior que una cariñosa Sonia no podía llenar con
sus mimos y cuidados. Cuanto más tiempo pasaba, más me convencía que todo lo vivido
aquellos días había sido una fantasía, un espejismo, algo irreal… y eso implicaba a Sandra…
no me podía creer que todo lo vivido con ella nunca hubiera sucedido, que el cariño que
sentía hacía ella tampoco fuera real…pero por lo visto así era y no tenía más remedio que
aceptarlo.

Aun estuve un par de semanas en aquel hospital, en aquella habitación, alternando entre
pruebas rutinarias para confirmar que todo iba bien en mi cabeza con las visitas al gimnasio
donde hacía ejercicios para recuperar la tonicidad de mi cuerpo después de tanto tiempo
tumbado en una cama y la movilidad de la pierna fracturada en el accidente.

Al fin, los doctores dieron el visto bueno a mi alta y me mandaron a casa. Sonia estaba feliz de
poder volver a nuestro hogar, de recuperar o al menos intentarlo, nuestra vida anterior, eso
que ella llamaba nuestra rutina. Pero a mí me daba algo de miedo hacerlo. En cierta manera
temía que, al entrar en ella, volvieran a mi mente todas aquellas imágenes que había visto en
mis sueños y que tan reales me habían parecido.

Pero hice de tripas corazón, puse mi mejor sonrisa y me dejé llevar a aquella casa donde debía
reanudar mi vida. Cuando entré, reconocí enseguida el mobiliario y la distribución que tantas
veces había visto en mis sueños pero, ahora, a la luz del día y sin restos de comida, bebida y de
ropa esparcida por doquier.

Pero no me asaltó ninguna visión ni sentí nada especial al entrar en aquel salón que tantas
veces había aparecido en mis sueños. Como mucho, un conato de excitación al recordar el
cuerpo desnudo de Marta en aquel sofá, donde la había tocado y luego Fran se la había follado
hasta dejarla extenuada.

Lo mismo me ocurrió al entrar en el dormitorio donde había presenciado la escena con


Miriam y Manu… la primera vez conmigo y la segunda con Juanjo… recordar aquello volvió a
excitarme, era como recordar una escena de una película porno aunque con gente que
supuestamente conocía y, aunque sabía seguro que nunca había sucedido, no podía evitar
alterarme y excitarme al recordarlo.

No sucedió lo mismo con la siguiente habitación, el despacho. Fue abrir la puerta y fue como
volver a estar allí la noche en que hice mía a Sandra. El empalme fue instantáneo y una
sensación de deja vú me llenó por completo.

-¿Estás bien? –Me preguntó Sonia al encontrarme allí paralizado- te has puesto pálido…

Y era cierto, me sentía alterado y turbado por mi presencia en aquella estancia donde todo
había tenido lugar, donde Sandra y yo nos convertimos en uno aunque solo fuera en el mundo
de los sueños.

-Sí, sí… -balbuceé intentando recuperarme de las sensaciones que entrar allí habían
despertado en mí- estoy perfectamente…

-Ya lo veo –dijo Sonia con voz melosa y poniendo su mano en mi entrepierna.

Por lo visto, no le había pasado desapercibido el estado en que se hallaba mi polla aunque
ignoraba que estaba así por otra, no por ella.

-No sabes cuánto tiempo llevo esperando esto… -dijo acariciando el creciente bulto bajo el
pantalón- me muero de ganas por sentirte dentro, que me hagas tuya…

Ella se acercó a mí, con una cara de deseo que yo no vi, yo me había transportado de nuevo a
aquel momento que había compartido con Sandra, aunque hubiera sido en un sueño, un
sueño que no dejaba de rememorar dentro de mi cabeza.

Sonia intentó besarme pero yo detuve su gesto con mi mano, sujetando su cara a escasos
centímetros de la mía, mirándola pero no viéndola. Casi podía ver su cara, oler su perfume,
sentir el calor de su piel…

Le di la vuelta con presteza, pegando su cara contra la pared y haciéndola arquear su cuerpo,
dejando su grupa a mi entera disposición. Acaricié su culo por encima del tejano que llevaba
puesto, palpando la carne dura y firme, siguiendo su espalda hasta colar mis manos bajo sus
axilas para alcanzar sus pechos que amasé con lujuria desatada.

No podía más y ella tampoco. Desabroché sus pantalones y, junto a sus braguitas, las bajé
hasta poco más abajo de sus rodillas. Suficiente para lo que necesitaba. Los míos también
fueron cayendo a lo largo de mis piernas y mi hombría salió a relucir, altiva y lista para
entrar en acción.

-Fóllame, David… -me suplicó una Sonia que deseaba aquello como si le fuera la vida. Pero yo
no la oí a ella, sino a Sandra. Oí como la pelirroja doctora me suplicaba y pedía que la
empalara, que le clavara mi herramienta en su interior, en lo más profundo de ella.

Mi glande rozó su raja, recorriéndola en toda su extensión, lubricándose con la cantidad de


flujo que salía de ella, delatando la enorme calentura que sentía. Un leve empujón y la cabeza
traspasó la puerta del paraíso que ella tenía entre sus piernas, extasiándome de placer y
arrastrándola a ella conmigo a tenor del hondo gemido que profirió su garganta.
Un nuevo empujón y ya estaba casi la mitad de mi polla dentro, notando su coño más bien
estrecho, apretando mi carne que se abría paso en su interior. Otro empujón y noté como mis
huevos hacían tope, ya estaba totalmente dentro, suspirando de goce y sintiendo como ella
casi se corría al sentirme por completo llenándola.

-Muévete, David… fóllame… necesito correrme contigo dentro… -me rogó ella.

Un golpe de pelvis, duro y seco, hizo que su rostro se pegara aún más contra la pared de aquel
despacho gimiendo como la hembra necesitada que era.

-Más… necesito más…. –siguió pidiendo.

Otro golpe de mi pelvis acompañado de un tirón a sus pezones le arrancó un fuerte suspiro
que se convirtió en grito que resonó por toda la casa. Un grito que para nada se parecía al que
pudiera emitir Sandra, despertándome de mi ensoñación y haciendo que fuera consciente que
ella no estaba allí, sino Sonia, mi novia.

-Fóllame, por favor… -suplicó de nuevo una desesperada Sonia.

Por inercia empecé a moverme, penetrándola a ritmo lento, escuchando como gemía
agradecida al sentir como mi polla entraba y salía de su cueva hambrienta. Pero yo, al darme
cuenta de lo que realmente sucedía y con quién, no sé por qué empecé a perder la
concentración, el control y, lo peor, la erección.

Nervioso, aceleré mis arremetidas intentando que con la fricción mi verga recobrara parte de
la dureza que empezaba a remitir y que, de momento, había pasado desapercibida a Sonia,
extasiada como estaba en sentir algo dentro después de tanto tiempo.

Pero fue peor el remedio que la enfermedad. Mis nervios y mi preocupación porque ella se
diera cuenta, por no estar a la altura, por no poder satisfacerla, consiguieron el efecto
contrario. Mi polla siguió perdiendo vida a ritmo lento pero sin pausa mientras yo ya me
movía como un salvaje tratando de conseguir lo imposible.

-David ¿qué te pasa? –me preguntó Sonia al haber notado como lo que tenía dentro cada vez
estaba más flácido.

-Nada… -dije con la voz entrecortada por el esfuerzo que estaba haciendo tratando de revivir
lo que ya estaba más muerto que vivo.

-Espera –me dijo sacándosela de su interior y apartándome levemente de ella- esto lo arreglo
yo en un periquete…

Sonia se arrodilló ante mí, cogió mi miembro casi completamente flácido y empezó a lamerlo
con su lengua. Primero el glande, luego el tronco y al final mis testículos. Se notaba que
aquello le gustaba, que sabía hacerlo y muy bien por cierto pero nada, mi erección no se
producía para su frustración y la mía, que no conseguía entender que me ocurría.

Aun así, no se dio por vencida. Sujetó con su mano el colgajo en que se había convertido mi
polla, lo rodeó con sus labios y se tragó el glande que no tardó en sentir la calidez de sus
labios, la humedad de su lengua y el leve roce de sus dientes.

Poco a poco, su boca fue descendiendo, tragando más y más carne, casi engullendo la totalidad
de mi miembro que, por extraño que pudiera parecer, seguía sin dar señales de vida.
¿Qué me sucedía? ¿Por qué me estaba ocurriendo aquello? No entendía nada. Tenía a una
belleza como Sonia a mis pies, chupándome la polla de una forma magistral, mirándome con
una cara de vicio que daba miedo, que deseaba que la follara a cualquier precio y yo, ajeno a
todo aquello, no conseguía que mi polla se pusiera dura de ninguna de las maneras.

Sonia, cansada de intentarlo, se sacó mi miembro de la boca que cayó como un peso muerto,
totalmente inerte. En su boca había acabado por perder lo poco que quedaba de su dureza.

-Quizás sea pronto… -dijo mirando mi polla totalmente laxa, frustrada por no haber
conseguido lo que tanto deseaba- necesitas descansar… que tonta he sido –dijo levantándose y
sonriendo aunque con un rictus de decepción que no pudo ocultar- acabas de llegar a una
casa que no recuerdas, abrumado por la cantidad de novedades y yo, forzándote a hacer algo
para lo que no estás preparado…

Se empezó a vestir y yo hice lo mismo, sin decir nada. Tampoco hacía falta, ambos sabíamos lo
dura que la tenía cuando había empezado todo aquello así que el problema no era ese. Pero
claro, yo no podía decirle que mi erección era a causa de una mujer que solo existía en mi
mente, una fantasía, y no por ella.

Acabamos de hacer el recorrido por el resto de la casa y dejamos mis cosas en el dormitorio
principal, aquel donde había visto a Sonia compartiendo cama y sensaciones con Fran. Otra
fantasía. Iba a ser difícil rehacer mi vida cuando era incapaz de discernir lo que era real de lo
que había sido una simple ilusión.

-Me voy a dar una ducha –dijo Sonia cogiendo algo de ropa y marchando al baño.

Yo me quedé allí sentado, en aquella cama, nuestra cama, turbado y desorientado. No estaba
seguro si iba a poder superar aquello. Era todo tan raro, tan extraño. Como si aquella no fuera
mi vida, sino la de otro que ya no existía. Como si yo no tuviera que estar allí.

Salí de la habitación, deambulando por el piso que tan bien conocía pero a la vez tan ajeno me
resultaba. Al pasar delante del baño, escuché el agua caer dentro donde Sonia se estaba
duchando. Al mismo tiempo, una suerte de gemido me pareció oír en su interior por lo que no
pude evitar entrar.

El vaho flotaba en el ambiente debido al agua caliente, las prendas que llevaba Sonia estaban
desperdigadas por el suelo y me mostraron el camino a seguir para encontrarme frente a ella,
ver su figura desnuda a través de la mampara translúcida, adivinar cuál era el origen de aquel
gemido.

Se estaba masturbando. Apoyada su espalda contra la pared, una mano jugando con su pecho
y la otra perdida en su entrepierna, por el movimiento de su mano penetrándose con sus
dedos de forma ágil y vigorosa, dejando escapar algún gemido que ella trataba de acallar para
que yo no la pudiera oír. Todo en vano, ya que estaba al otro lado del cristal…

La imagen era sumamente erótica, cualquier hombre se desnudaría al instante, irrumpiría


dentro de aquella ducha y se follaría a aquella preciosidad de todas las maneras posibles,
satisfaciéndola, saciándola, colmando su deseo… pero yo no. Ni siquiera conseguía sentir nada
allá abajo. Nada. Ni tan siquiera un cosquilleo, un amago de reacción. La nada más absoluta.
Sus movimientos bajo el agua eran cada vez más frenéticos, estaba claro que lo ocurrido en el
despacho la había dejado con un ardor y una quemazón inusitada y necesitaba correrse de
forma urgente. Así lo demostraba la celeridad de sus gestos.

Lo más normal era irse, dejarla sola, respetar aquel momento de intimidad. Pero algo me
retenía allí, no sabía el qué pero era incapaz de moverme, de dejar de mirar como mi novia se
masturbaba de forma salvaje mientras yo la contemplaba sin sentir ni un ápice de deseo hacia
ella.

Su espalda resbaló por la pared del baño y Sonia se dejó caer hasta quedar sentada en el suelo
de la ducha, con sus piernas bien abiertas y sus manos recorriendo cada pliegue de su sexo
con avidez. Unos dedos penetrándose su encharcado coñito y otros estimulando su clítoris
abultado, buscando alcanzar el placer que yo no había sido capaz de proporcionarle.

-Me corro… me corro, Fran…

Casi fue un susurro, un murmullo. Pero para mí fue como si lo hubiera gritado a los cuatro
vientos. Nooooo, otra vez no…

Un largo gemido escapó de su garganta, su cuerpo se agitó entero a la vez que el placer la
recorría de punta a punta, dejándola rendida pero satisfecha, colmada, saciada en todos los
sentidos.

Fran. Había dicho Fran. Lo había escuchado a la perfección. Aquel ser que yo creía que era
una fantasía, al igual que todo lo soñado y que eran mis únicos recuerdos, mi único pasado; su
nombre había salido de los labios de mi novia mientras se masturbaba pensando, ahora sí con
total seguridad, en él.

Mi cuerpo empezó a temblar de pánico, de terror, viendo como de nuevo mis pesadillas
empezaban a tomar cuerpo, a tomar forma, presentarse ante mí en toda su crudeza. Empecé a
retroceder, intentando salir de aquel baño donde todos mis temores habían resurgido,
brotado de nuevo, viendo como Sonia, después de alcanzar su orgasmo y saciar su deseo,
arrancaba a llorar enterrando su cabeza entre sus manos, abatida y arrepentida de lo que
acababa de hacer.

Pero a mí aquello me daba igual. ¿Qué me importaba que se masturbara pensando en él?
Porque, si de verdad Fran era real, ¿quién me decía que todo lo demás no lo era también?
¿Pero cómo saberlo? ¿Cómo averiguarlo? ¿Cómo llegar a la verdad?

Trastabillando salí del baño, con mi mano apoyada en la pared del pasillo lo fui recorriendo
sin saber muy bien dónde ir, qué hacer… pero mis piernas iban solas, me guiaban, me
dirigían… y yo me dejé llevar, que ellas eligieran mi camino, mi destino.

Palmo a palmo, fui avanzando hasta llegar, como no, a la puerta del despacho. Mi mano
empujó la puerta, que se abrió de nuevo, y mis pies me ayudaron a traspasar el umbral. Cerré
la puerta de forma inconsciente, encerrándome en el interior de aquella estancia que tantos
recuerdos me provocaban.

Como un zombi, me dirigí al escritorio del despacho, una larga mesa con dos cajones que
permanecían cerrados con llave, desconocedor de lo que había en su interior. Pero no iba a
tardar en averiguarlo. Mi cuerpo se sentó en la silla que había frente a la mesa, mi mano
rebuscó dentro de un recipiente con bolígrafos, encontrándome con un objeto duro y metálico
en el fondo.

Lo cogí y lo saqué, descubriendo que era una llave. Una llave que no sabía cómo conocía que
estaba escondida allí y qué es lo que abría. De forma automática la llevé hasta la cerradura de
los cajones para abrirlos, para descubrir qué había dentro.

La llave giró con facilidad, abriéndose el primer cajón, saliendo a relucir material de oficina
que no me decía nada y que descarté enseguida. Lo que buscaba no estaba allí. La llave se
dirigió al otro cajón y éste también se abrió, conteniendo el aliento al hacerlo, temiendo lo que
podía descubrir.

Lo que había dentro hizo que mi corazón dejara de palpitar y el aire se escapara de mi
garganta con hondo quejido. No, no podía ser. Primero Fran y ahora esto. Con dedos
temblorosos saqué del cajón aquella cajita que sabía muy bien qué contenía, lo que
significaba.

Pero debía abrirla, necesitaba abrirla. Confirmar su contenido, confirmar que otra fantasía se
convertía en realidad. Que aquellos fragmentos que creía irreales eran retazos de mi memoria
perdida. Nada de alucinaciones.

La cajita se abrió y descubrí el anillo, aquel anillo que había sostenido en mi sueño. Aquel
anillo con el que pretendía pedir la mano de Sonia. El anillo que había comprado en mi viaje,
aquel viaje que había acortado para sorprender a mi novia.

Todo era real, al menos esa parte. Tener entre mis dedos ese anillo había despertado ese
recuerdo, haciéndome revivir el viaje de vuelta, ilusionado con la cara de sorpresa y de
emoción que pondría mi chica cuando me viera llegar, arrodillarme y pedirle que se casara
conmigo, que compartiera el resto de su vida conmigo.

Recordé como había recorrido el piso vacío, como había contemplado de nuevo el anillo antes
de guardarlo en aquel cajón, antes de tumbarme en aquel sofá donde, cansado del largo viaje,
había caído rendido y me había dormido casi al instante.

¿Y luego qué? Porque si aquello era real ¿Quién me decía que lo que había visto después no lo
era también? La fiesta, el juego, Miriam, Juanjo y Manu haciendo aquel particular trío en una
de las habitaciones, Fran follándose a Marta después de haber manoseado a su antojo a mi
novia y, luego, como había ido a nuestro dormitorio a intentar vencer sus últimas
resistencias…

Mi cuerpo temblaba de nuevo ante el temor que todo aquello fuera real pero necesitaba
averiguarlo, salir de aquella incertidumbre, romper con aquella inquietud… ¿pero cómo
hacerlo? Necesitaba pensar, aclarar mi mente, poner algo de distancia para ver las cosas con
claridad. O no, quizás lo único que necesitaba era volver a dormirme, volver a tener un sueño
de aquellos que me mostrara algo más de lo sucedido aquella maldita noche en que mi vida
cambió para siempre. ¿Y en qué mejor sitio que en el lugar en que había ocurrido todo?

-Sonia –llamé a mi chica, que aún estaba en el baño, desde la puerta- salgo un momento a dar
una vuelta…

-¿Quieres que te acompañe? –me preguntó ella asomándose por la puerta envuelta en una
toalla y mientras se frotaba el pelo húmedo- aún tengo tiempo antes de ir a trabajar…
-No, no hace falta, de verdad –le contesté- quiero ir solo, ver si soy capaz de reconocer algo,
aprender a valerme por mí mismo… tú vete a trabajar tranquila que yo me doy un paseo largo
y luego me paso por recuperación…

-¿Estás seguro? –Volvió a preguntar Sonia no muy convencida- mira que no me cuesta nada
llamar y que cambien la sesión para otro día…

-No, tranquila –dije yo poniendo mi mejor cara- nos vemos a la noche…

-Vale cielo –dijo Sonia acercándose, sonriéndome con cariño y dándome un rápido pico- nos
vemos luego, cariño…

Salí de casa tal como le había dicho a Sonia pero no di ninguna vuelta ni tenía intención de ir
a recuperación. Me senté en un banco desde donde divisaba la puerta de mi casa y esperé a
que saliera Sonia hacia su trabajo. No tardó en hacerlo y yo aún menos en levantarme de
aquel incómodo banco, entrar en el piso e irme directo a aquel despacho, a aquel sofá donde
me tumbé con la intención de dormirme y soñar, averiguar de una vez toda la verdad,
descubrir al fin mi pasado…

Mientras mis ojos se iban cerrando y me sumía en el sueño tan deseado, ajeno a todo lo que
me rodeaba, un destello recorrió el cielo y las primeras gotas golpeaban el cristal del
despacho…
ETIQUETADO #BUENOSRELATOS, #DISFRUTA, #ERÓTICO, #FRAGMENTOS, #QUISPIAM,
#RELATO

Publicado por buenosrelatos

Ver todas las entradas de buenosrelatos

BLOG DE WORDPRESS.COM.

También podría gustarte