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El Fantasma Aprovechado

Un caballero sospechoso tenía una vieja casa que


era todo lo que quedaba de un antiguo Templo
derruido, y resolvió demolerla, aunque pensaba que
era demasiado el gusto que esa tarea implicaba.
Entonces pensó en una estrategia, que consistía en
difundir el rumor de que la casa estaba encantada,
e hizo esto con tal habilidad que empezó a ser
creído por todos. Con ese objetivo se confeccionó un
largo traje blanco y con él puesto se propuso pasar
velozmente por el patio interior de la casa justo en
el momento en que hubiera citado a otras personas,
para que estuvieran en la ventana y pudieran verlo.
Ellos difundirían después la noticia de que en la casa
había un fantasma. Con este propósito, el amo y la
esposa y toda la familia fueron llamados a la
ventana donde, aunque estaba a oscuras no podía
decirse con certeza qué era, sin embargo, se podía
distinguir claramente la blanca vestidura que
cruzaba el patio y entraba por una puerta del viejo
edificio. Tan pronto como estuvieron adentro,
percibieron en la casa una llamarada que el
caballero había planeado hacer con azufre y otros
materiales, con el propósito de que dejara un tufo
de sulfuro y no sólo el olor de la pólvora. Como lo
esperaba, la estrategia dio resultado. Alguna gente
fantasiosa, teniendo noticia de lo que pasaba y
deseando ver la aparición, tuvo la ocasión de
hacerlo y la vio en la forma en que usualmente se
mostraba.
Sus frecuentes caminatas se hicieron cosa corriente
en una parte de la morada donde el espíritu tenía
oportunidad de deslizarse por la puerta hacia otro
patio y después hacia la parte habitada.
Inmediatamente se empezó a decir que en la casa
había dinero escondido, y el caballero esparció la
noticia de que él comenzaría a excavar, seguro de
que la gente se pondría muy ansiosa de que así
hubiera sido. En cambio, no hacía nada al respecto.
Se seguía viendo la aparición ir y venir, caminar de
un lado para otro, casi todas las noches, y siempre
desvaneciéndose con una llamarada, como ya dije,
lo cual era realmente extraordinario. Al fin, alguna
gente de la villa vecina, viendo que el caballero
daba a la larga o descuidaba el asunto, comenzó a
preguntarse si el buen hombre les permitiría
excavar, porque sin duda había allí dinero
escondido. Pues, si él consentía en que ellos lo
cogieran si lo encontraban, excavarían y lo
encontrarían, aunque tuvieran que excavar toda la
casa y tirarla abajo. El caballero replicó que no era
justo que excavaran y tiraran la casa abajo, y que
por eso obtuvieran todo lo que encontraran. ¡Eso
era muy duro de pasar! Pero que él autorizaba esto:
que ellos arrancarían todos los escombros y los
materiales que excavaran y aparecían los ladrillos y
las maderas en el terreno vecino a la casa, y que a
él le correspondería la mitad de lo que encontraran.
Ellos consintieron y comenzaron a trabajar. El
espíritu o aparición que rondaba al principio pareció
abandonar el lugar, y lo primero que demolieron fue
los caños de las chimeneas, lo que significó un gran
trabajo. Pero el caballero, deseoso de alentarlos,
escondió secretamente 27 piezas de oro antiguo en
un agujero de la chimenea que no tenía entrada
más que, por un lado, y que después tapo. Cuando
llegaron hasta el dinero, los ilusos se engañaron
totalmente y se maravillaron sin querer razonar. Por
casualidad el caballero estaba cerca, pero no
exactamente en el lugar, cuando se produjo el
hallazgo, cuando lo llamaron. Muy generosamente
les dio todo, pero con la condición que no esperaran
lo mismo de lo que después encontraran. En una
palabra, este mordisco en su ambición hizo trabajar
a los campesinos como burros y meterse más en el
engaño. Pero lo que más los alentó fue que en
realidad encontraron varias cosas de valor al
excavar en la casa, las que tal vez habían estado
escondidas desde el tiempo en que se había
construido el edificio, por ser una casa religiosa.
Algún otro dinero fue encontrado también, de modo
que continuaba excavando y esperanza de
encontrar más de tal manera animó a los
campesinos, que muy pronto tiraron la casa abajo.
Sí, puede decirse que la demolieron hasta sus
mismas raíces, porque excavaron los cimientos, que
era lo que deseaba el caballero, y que le hubiera
llevado mucho dinero hacer. No dejaron en la casa
ni la cueva para un ratón. Pero, de acuerdo con el
trato, llevaron los materiales y apilaron la madera y
los ladrillos en un terreno adyacente como el
caballero lo había ordenado, y de manera muy
pulcra. Estaban tan persuadidos -a raíz de la
aparición que caminaba por la casa- de que había
dinero escondido ahí, que nada podía detener la
ansiedad de los campesinos por trabajar, como si
las almas de las monjas y frailes, o quien quiera que
fuera que hubiera escondido algún tesoro en el
lugar, suponiendo que estuviera escondido, no
pudiera descansar, según se dice de otros casos, o
pudiera haber algún modo de encontrarlo después
de tantos años, así paso una tragedia por que el
caballero al querer ir a buscar sus 27 piezas de oro
tropezó y callo en un agujero si con una piedra se
golpeó la cabeza así por su inoperancia su alma
quedo encerrado en el tempo destruido y así
pasando para las demás generaciones como el
fantasma encerrado en el templo.

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