Diaguitas Pueblo de Indio Huasco Alto Lu

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Primera Edición, diciembre de 2014

© De la edición:
JAS Arqueología S.L.U.
Plaza de Mondariz, 6
28029 - Madrid
www.jasarqueologia.es
Editor: Jaime Almansa Sánchez

© Del texto:
Los Autores

© De las imágenes de cubierta:


Silvia Alucín y Andrés Gimeno

ISBN: 978-84-941030-6-3 (papel) / 978-84-941030-7-0 (electrónica)

Depósito Legal: M-34739-2014

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Impreso y hecho en España - Printed and made in Spain


ÍNDICE

Prólogo I. Un eterno minuto de sonido


por Soledad Galimberti (Argentina) 1

Prólogo II. ¿Cuánta memoria es necesaria para


olvidar/recordar?
por Dante Ángelo (Bolivia) 11

Introducción
por Soledad Biasatti y Gonzalo Compañy (Argentina) 21

Capítulo 1. Pueblo de Indio Huasco Alto: lugar de


memoria y fantasmas de la etnicidad
por Raúl Molina Otarola (Chile) 35

Capítulo 2. Materialidades, memoria y luchas


simbólicas en la disyuntiva moderna
por Luis Gerardo Franco (Colombia) 53

Capítulo 3. Memoria histórica en la escuela: ejes para


una pedagogía política con fuentes arqueológicas
por Jorge Rolland Calvo (España) 75

Capítulo 4. De “lugares de memoria” a “lugares


de historia”: la arqueología contemporánea ante
el patrimonio de la guerra civil española y de la
dictadura franquista
por Carlos Marín Suárez (España) 109
Capítulo 5. Escondidos en la ciudad: la invisibilidad
material de los ex centros clandestinos de detención
en la ciudad de Montevideo (Uruguay)
por Ayelen Montenegro Minuz (Uruguay) 145

Capítulo 6. Materialidades que importan:


visibilización y apropiación de los centros
clandestinos de detención en Argentina. El caso del ex
CCD Puesto Caminero de Pilar (Córdoba, Argentina)
por Marcos Román Gastaldi (Argentina) 167

Capítulo 7. Los usos del espacio en el Museo de la


Memoria: aportes críticos desde la experiencia de
Voluntariado
por Cecilia Arias Morales y Alejandra Ferreyra (Argentina) 197

Capítulo 8. Restos del asunto: Obstáculo, remoción y


una alteridad alterada
por Gonzalo Compañy y Soledad Biasatti (Argentina) 219

Epílogo. Desaparición y geografía. La memoria no se


disuelve en el aire
por Marcelo Valko (Argentina) 249
Capítulo 1
PUEBLO DE INDIO HUASCO ALTO:
LUGAR DE MEMORIA Y FANTASMAS DE LA ETNICIDAD

por Raúl Molina Otarola1

1. Camino, lugares y relatos

Viajando por el Huasco Alto a principios del año 2000, voy escuchando
relatos de fragmentos de una realidad desconocida e invisible. Palabras que
evocan memoria y lugares con signiicados escondidos que se distribuyen en
esa geografía de valles y montañas, recluidos en el seno de la Cordillera de
los Andes. En Junta Valeriano, la última aldea del valle, al inal del camino
de tierra, don Jorge Campillay me habla del Llastay: “El abuelito de mi
señora murió de 99 años y conversaba que el Llastay se presentaba de varias
formas. Cuando se cazaban guanacos, salían los guanacos que después se
transformaba en gente... Se presentaba el Llastay cuando cazaban y hacía
revivir a los guanacos. Aquí en las quebrada de Las Papas, se le presentaba a
la señora Rosa Cortez, siempre se le allegaba un guanaco a la casa hasta que
se le presentó en persona, se le transformó en persona, ese era el Llastay”2.

El mismo relato se multiplica en la palabra de otros habitantes del Huasco


Alto. Frente a la localidad de Los Tambos, la larga quebrada de Colpe sube
en dirección norte, casi al inal de ella habita un solitario viejo del mismo
apellido Campillay, que es común a casi todos los poblados del valle. Él ha
dicho a mis amigos que lo han ido a visitar: “Ustedes eran las personas que
venían. En la tarde de ayer leí en las llamas del fuego que ardía, que vendría
gente desconocida hasta aquí”3. Sorprenden estas narraciones, que parecen
de otro mundo, tan lejanas al relato modernizante que domina en el país.
Bajando el valle está Albaricoque, un lugar en el recodo del camino. Destaca
allí un más que centenario algarrobo de amplio follaje y profundas grietas en
su trenzada corteza. Un viejo, Carlos Gallo Mauras, me invita hasta el grueso
1 Doctor en Antropología. Observatorio Ciudadano, Universidad de Chile. E-mail:
[email protected]
2 Jorge Campillay, 67 años.
3 Comunicación personal, M. Aballay.
35
36 Memorias Sujetadas - Capítulo 1

tronco y me comenta: “Bajo la sombra de este árbol, dicen los abuelos, se


reunían los indios. Aquí el Cacique Pacolicuime mandaba a su gente”.

Así, el valle se va regando de relatos memorables y lugares con memoria,


quebradas, casas, rocas y árboles hablan de una realidad ignorada por la
sociedad chilena a nivel regional y nacional. En Chigüinto, uno de las primeras
aldeas al ingreso del valle del Huasco Alto, un poblador hace una sentencia
clariicadora de la identidad del lugar: “Estos valles, señor, se dividen en el
valle de los negros (tez morena) y de los blancos. El Huasco Alto es el valle de
los negros y el del río Carmen de los blancos”, es decir, el lugar de los gente
morena, lo asociado a lo indígena, antónimo sociocultural de lo español.

Cuando pregunto por los antepasados, la gente enhebra una genealogía


no muy extensa. Se recuerda la descendencia de dos o tres generaciones,
pero el recuerdo se pierde en las profundidades de los ancestros. Esta corta
memoria pareciera ser común a formaciones etno-sociales que han sido
subordinadas, como plantea el antropólogo David Hart4 para los bereber de
Marruecos, quienes a diferencia de la minoría árabe-alahuita que atesora
el poder real y sustenta su dominación en una larga genealogía, verdadera,
mítica o inventada que los conecta con los descendientes de Mahoma, los
bereber sólo alcanzan a nombrar las mismas dos o tres generaciones que
reconocen los huascoaltinos. Pero los documentos pueden alargar la memoria
local. Retamal et al.5 realizan un estudio genealógico de una de las familias
del Huasco Alto, los Tamblay, a los que logra conectar documentadamente la
descendencia a lo largo de 300 años, señalando que los Tamblay son una “…
familia de origen presumiblemente diaguita,…aincada en Huasco Alto hacia
1650, con iliación continuada hasta nuestros días”. Así, la documentación
colonial y republicana ayuda a sumar antecedentes, contextualizar o
interpretar estás observaciones de campo ancladas al territorio, ayudando a
los huascoaltinos a reconocer, legitimar y aianzar su ancestralidad, al validar
y potenciar el sentido y valor de la memoria, la historia local y los lugares
signiicativos. El conjunto de estas prácticas culturales, incluyendo las

4 HART, D. (2002) Hombres de Tribu, Musulmanes en un mundo cambiante: Bereberes de


Marruecos y pujtunes de Pakistán, islam tribal y cambio socioeconómico; Biblioteca de
Humanidades, Universidad de Granada.
5 RETAMAL, J., C. CELIS, J. M. DE LA CERDA, C. RUIZ y J. URZÚA (2003) Familias
Fundadoras de Chile, 1656-1700. El conjunto inal; Ediciones de la Universidad Católica de
Chile, Santiago.
Raúl Molina - Pueblo de Indio Huasco Alto 37

económicas productivas, organizativas y el reconocimiento social y natural


del territorio, dan sentido propio a una conciencia identitaria propia, con
la cual se autodeinen históricamente los habitantes del Huasco Alto, con el
gentilicio de raigambre indígena; los huascoaltinos.

(Fig.1) Mapa Estancia de los Huascoaltinos, sus aldeas y pueblos. Ubicada en la


precordillera y Cordillera delos Andes, Comuna de Alto del Carmén, Provincia del
Huasco, Región de Atacama, Chile.

2. Fragmentos de memoria escrita

En libros y artículos contemporáneos -y en crónicas y documentos


históricos de los siglos XVII al XX es posible encontrar varios fragmentos,
que a modo de parte de la historia ayudan a construir una comprensión
de los relatos de memoria y lugares, favoreciendo la labor de situar los
acontecimientos relatados en la geografía, en el espacio y en el tiempo del
Huasco Alto. Los antecedentes documentales entregan claves para adentrarse
en los sentidos de los relatos de los huascoaltinos, como se aprecia en
los siguientes comentarios de los relatos etnográicos, que tienen ciertas
referencias en el amplio mundo literario.
38 Memorias Sujetadas - Capítulo 1

En relación al Llastay, -presente en la memoria y en las creencias de


los más longevos habitantes del Huasco Alto- según la etnóloga Ana María
Mariscotti, este es un “numen” que posee atributos muy similares al Huasa-
Mallcu de algunas regiones de Perú, a los Uchucullko en Bolivia, a Coquena
en la Puna de Jujuy – y agrego al de los oasis de Atacama- y sería el mismo
Llastay de los valles Calchaquíes. Todos ellos son concebidos como señores y
guardianes de los animales silvestres, que castigan a los cazadores demasiado
codiciosos. Esta creencia en el espíritu protector de los guanacos y vicuñas se
trataría “de superviviencias de un antiquísimo substrato de cazadores o, de
lo contrario, de empréstitos tardíamente incorporados a las culturas agro-
alfareras locales”6. Efectivamente ese es el sentido y los signiicados que
adquiere el Llastay en las narrativas huascoaltinas. La aproximación académica
permite a la vez comprender que los huascoaltinos tienen como parte de ellos
a una divinidad que pervive desde tiempos pretéritos y ancestrales, la que
ocupa múltiples lugares del espacio social y geográico de su territorio. La
persistencia de la creencia en el Llastay, forma parte en los huascoaltinos de
una cosmovisión indígena, ancestral y de data precolombina.

En el caso del relato del fuego, como elemento de adivinación y


lectura de futuro, inevitablemente lo asocio a una observación que realiza
el cronista hispano Jerónimo de Vivar en el siglo XVI, - que salvando la
distancia del tiempo- señala que las prácticas de los indígenas de Copiapó,
comentario extrapolable a los huascoaltinos, consistían en que “… Creen y
usan de las predestinaciones que aquellos les dice”7. Son asociaciones que
pueden ayudar a entender mejor cómo el complejo de geografías y prácticas
culturales heredadas de los antepasados -que van conformando una velada
y singular forma de concebir la vida cotidiana-, “desde nuestra perspectiva”
preservando o ediicando lugares de memoria que construyen pertenencias
comunes en todo el valle del Huasco Alto.

En cuanto al relato referido al gran algarrobo de la localidad de


Albaricoque, que es nombrado y recordado como el lugar donde el cacique
Paco Licuime o Paquilicuimi efectuaba las asambleas con los miembros

6 MARISCOTTI, A. Ma. (1978) “Pachamama Santa Tierra: Contribución al estudio de la


religión autóctona en los Andes centro-meridionales”; Suplemento de Revista Indiana 8; Ibero-
Amerikanisches Institut, Gebr. Mann Verlag-Berlin; pp. 217-218.
7 VIVAR, J. (2001) Crónica de los Reinos de Chile (Edición de Angel Barral Gómez); Crónicas
de América, Dastin, Madrid; p.77.
Raúl Molina - Pueblo de Indio Huasco Alto 39

del valle, la literatura colonial entrega antecedentes de la presencia del este


cacique en el Huasco Alto en el siglo XVIII y XVIII8 . En un documento
de 1696, el apellido aparece escrito para varias familias9 y en otro de
1750, el apellido Pacolicuime aparece nombrado como cacique del valle:
“Primeramente: Don Ramón Paco Licuime, cacique de edad de veinte y ocho
años, ausente”10. En este caso un lugar de memoria y el relato del cacique es
posible ahora encontrarlo en la documentación, lo que refuerza y completa
relatos a veces fragmentarios, destacando su presencia histórica y continuidad
en el tiempo. En efecto, el apellido Pacolicuimi, o después sólo Licuime,
continúa presente en los documentos coloniales de 1792 y 1796, y luego
aparecen en documentos del tiempo republicano, como en la inscripción de
tierras de 1903 de la Estancia de los Huascoaltinos. Continúa este apellido
hasta la actualidad, como un linaje que está presente en los diversos poblados
del valle. La misma profundidad en el tiempo tienen otros apellidos, como
los Tamblay, que vimos ya eran nombrados en 1650, a los que se suman los
Guanchicay, los Campillay, los Liquitay, Santibáñez, Inga, Villegas, Payacta,
Yriarte, Trigos, Ardiles o Cayo, entre varios otros, los que aparecen en los
documentos administrativos hispanos del Huasco Alto. Todos estos apellidos
aun es posible encontrarlos habitando densamente el valle.

8 MOLINA, R.; L. CAMPOS; N. YÁÑEZ, M. CORREA; C. SINCLAIRE, G. CABELLO; P.


CAMPOS; I. PIZARRO y M. ABALLAY (2005) Diagnóstico Sociocultural de la Etnia Diaguita
en el III Región de Atacama: Informe Síntesis; Grupo de Investigación TEPU, (Manuscrito);
Informe SERPLAC, Atacama.
9 “Don Juan Pacollicuimi de edad de treynta años casado con doña Pasquala Callada tiene
un hixo llamado Sebastian de ocho años, don Franciso Pacollicuumi con veynte y siete años
cassado con Ynes Campillay tiene dos hijos el uno llamado Phelipe de doze años y el otro
llamado Pablo de seis años, Pedro Campillay con quarenta años casado con Antonia tiene por
hixos a Joseph con doxe años y a Luis con diez años y otro Francisco con seis años, casado
con Ana Villalobos Antonio Campillay tributario con treynta y cinco años con dos hijos el uno
llamado Agustin con doze años y el otro Santiago con nuebe años = Lorenzo Campillay con
enfermedad de muchos años con treynta años con hijo llamado Lucas de edad de diez años=
Diego Guanchicay de edad de quarenta años viudo con un hijo llamado Francisco de edad
de veynte años, Lorenzo Cayo de edad de treynta años casado con Luzia con un hijo llamado
Lorenzo de edad de seis años, Miguel Guanchicay con treynta y cinco años casado con Phelipa
sin hijos= Dionisio de edad de veynte y un años casado con Maria sin hijos= Gonzalo Payagto
con veynte y cinco años casado con Lorenza sin hijos= Gonzalo Payauta con veynte años
casado con Magdala sin hijos= Francisco Chilla casado de edad de quarenta años casado con
Geronima con hijo de veynte años llamado Agustin= Juan Tamblay de edad de treynta años
casado con Ysabel con un hijo llamado Juan de edad de un año”, Fondo Capitanía General,
Volumen 477, Año 1674, Fojas 72 vuelta a 83.
10 ARCHIVO CAPITANÍA GENERAL, Vol. 578, Año de 1750, fojas 40 a 61 vta. Archivo
Histórico Nacional, Chile.
40 Memorias Sujetadas - Capítulo 1

La construcción y reforzamiento de la identidad es una cuestión que


históricamente ha estado presente entre los huascoaltinos, debido a la existencia
de una diferenciación etno-social a nivel territorial, que se ha expresado por
varios siglos, posiblemente desde periodos coloniales. El testimonio de
campo más clariicador de lo señalado reiere a la diferencia existente entre
el valle del Huasco Alto o valle del Tránsito y el aledaño valle del Carmen o
San Félix. Esta separación expresa una división geográica entre valles, pero
también un apartamiento étnico-racial entre “blancos y negros”, éstos últimos
en alusión directa a la tez morena, indígena, ancestral y precolombina. Un
habitante de la aldea de Chanchoquín, ratiica la división étnica-geográica:
“Aquí hay una situación muy especial, estos dos valles, de San Félix y del
Tránsito, por allá están los españoles, y por acá estamos los indios, claro,
los descendientes de indios... yo soy hijo de don Gregorio López Campillay,
y él fue hijo de don Raimundo López y de doña Ana Campillay, india de
aquí, yo llevo la sangre india con mucho orgullo…” (José López, comunero
huascoaltino). La división entre valles ya es comentada por un historiador
regional del siglo XIX, quien explica que el origen de esta división está en la
entrega de mercedes de tierras en el siglo XVII a los españoles en el valle del
río Carmen o San Félix, el cual tomó el nombre de “río de los españoles”.
Al contrario, el valle del Tránsito o Huasco Alto, fue nombrado “Valle de los
Naturales”, geografía territorial de los indígenas:“…en el río del Carmen,
donde residían muchos españoles a quienes se había concedido lotes de
terreno; y en el río del Tránsito, donde existían algunas tolderías de indios.
De aquí la distinción entre río de los españoles y de los naturales que se ha
hecho de los dos, pues el primero estaba gobernado por un juez territorial,
puesto que en 1785 desempeñaba el hacendado y vecino de Huasco Alto
don Jerónimo Ramos Torres, mientras que el segundo era gobernado por un
cacique o mandón…” 11. En el siglo XIX, esta división colonial continuaba
presente, destacándose que el mismo río Huasco se formaba de la existencia
del río de los españoles y el río de los naturales12. Esta separación territorial,

11 MORALES, J. (1896) Historia del Huasco; Imprentas de la Librería del Mercurio, Valparaíso;
p.52.
12 “El río Huasco (…) está formado por el concurso de cinco torrentes andinos y del río de los
Naturales (Tránsito), el cual toma su origen en dos pequeños lagos andinos (Laguna Chica y
Laguna de Valeriano) situados a 28º48’ lat.S. Se dirige desde luego hacia el Oeste; pero llegado
a Ramadilla, es considerablemente aumentado por el río de los Españoles (del Carmen), que
recibe del norte”. PÉREZ ROSALES, V. (1986) [1859] Ensayo sobre Chile; Ediciones de la
Universidad de Chile, Santiago; p.89.
Raúl Molina - Pueblo de Indio Huasco Alto 41

étnica y política, generó siguió advirtiendo de identidades distintas en ambos


valles,- españoles e indígenas- las que se conservan hasta la actualidad. La
relexión histórica lo comenta así: “... entre naturales e invasores, al cabo
de la que los advenedizos se atrincheraron en el valle más próspero y
estratégico: el de San Félix, mientras los antiguos señores fueron coninados
al valle del Tránsito. Desde entonces ambos han sido antagónicos: en el uno
los indios y en el otro los blancos”13.

El territorio del Huasco Alto, del río de los naturales o lugar de los
“negros”, en la documentación colonial se le identiica como Pueblo de
Indios. En los documentos sobre matrículas y población, pagos de tributos,
también contienen referencias a la posesión de las tierras del valle por parte
de los indígenas. Por ejemplo, en 1642 se dicta el Auto Acordado de la Real
Audiencia para la formación de Pueblos de Indios14, pero en el Huasco Alto
esta disposición colonial solo se aplicó en 1740 en un juicio de tierras. En el
año 1789, el Pueblo de Indios de Huasco Alto está “...compuesto en más de
30 leguas hasta su confín, que es el pie de la cordillera...”15.

Los testimonios etnográicos recogidos, la documentación colonial y


republicana y la bibliografía histórica analizada permiten pensar al Huasco
Alto como una geografía plagada de lugares de memoria, con una unidad
espacial y territorial, que remite al Pueblo de Indios del periodo colonial y a
múltiples relatos contemporáneos que tiene un anclaje en el pasado y presente
histórico. Los testimonios y observaciones de campo que he comentado son
una parte de la base que constituye la identidad indígena de los huascoaltinos,
la que a pesar de ser negada y escondida, estará siempre presente en los
siglos XIX y XX. ¿Por qué ocurre este enmascaramiento? Necesariamente,
debo ir a los orígenes del estado nacional.

13 CASSIGOLI, R y A. RODRÍGUEZ (1995) Investigación Antropológica del Estudio


Diagnóstico de la Población Colla de la III Región (Preinforme Final) (Manuscrito); Sur
Profesionales Ltda; Departamento de Antropología de la Universidad de Humanismo Cristiano.
14 SILVA VARGAS, F. (1962) Tierras y Pueblos de Indios en el Reino de Chile. Esquema
histórico – jurídico. Editorial Universidad Católica, Santiago de Chile.
15 ARCHIVO NACIONAL DE SANTIAGO. Fondo Capitanía General, Volumen 501, No. 6395
(1789);. SILVA VARGAS, F. (1962) op.cit. p.195.
42 Memorias Sujetadas - Capítulo 1

(Fig.2) Panorama del Valle de los Huascoaltinos, regado por el río Transito. Atrás
los cerros de la Cordillera de los Andes, abajo la pequeña propiedad bajo riego y
las quebradas que dan acceso a los campos de pastoreo de invernada y veranada.
(Fotografía de Carole Sinclaire).

(Fig.3) Familia Campillay-Cayo en las veranadas de Laguna Grande. Verano de 2005.


(Fotografía del autor).
Raúl Molina - Pueblo de Indio Huasco Alto 43

3. Invisibilización de lo indígena

El naciente Chile republicano del siglo XIX se encargó de fagocitar


lo indígena que subsistía en los territorios que quedaron bajo su efectiva
jurisdicción, es decir, la zona denominada Chile Central y Norte Chico. En
este espacio, la república realizó una “limpieza” simbólica y material de los
Pueblos de Indios que subsistían del periodo colonial, liquidando las tierras
indígenas, vía mensura y remate de estas. La naciente república disolvió la
vieja herencia de la sociedad de castas que estratiicaba el mundo social. El
discurso liberal reconocía iguales derechos a las personas, icción jurídica
que dejó desprotegidos a los indígenas, su cultura y sus tierras ante el
avance del estado y el capital. Por Bando Supremo de 4 de Marzo de 1819,
se decía: “... El sistema liberal que ha adoptado Chile no puede permitir
que esa porción preciosa de nuestra especie (los indígenas) continúe en
tal estado de abatimiento. Por tanto, declaro que para lo sucesivo deben
ser llamados ciudadanos chilenos, y libres como los demás habitantes del
Estado…”, redactaba el Director Supremo Bernardo O´Higgins. Con este
Bando desaparecen del discurso oicial los indígenas, ahora Chile es un
país de chilenos. Los indios desaparecieron primero del léxico y luego del
imaginario, los que subsistieron fueron invisibilizados, y quienes mantuvieron
sus costumbres y cosmovisión debieron enmascarar su presencia durante gran
parte del siglo XIX y Siglo XX. La naciente república, además, legisló para
la liquidación de las tierras de los Pueblos de Indios. La Ley de 10 de Junio
de 1823, complementada por la ley de 28 de Junio de 1830, estuvo destinada
a eliminar los Pueblos de Indios. Ordenó la mensura de las tierras, demarcar
las ocupaciones indígenas y el resto lo declaró propiedad del Estado, para
ser rematada al mejor postor, es decir, particulares interesados. El proceso
de mensura y liquidación se inició con fecha 20 de Marzo de 1830 en el
Huasco Bajo, Pueblo de Indios ubicado en la parte inal del valle y antes
desembocadura del río Huasco en el mar Pacíico- y continuó en el Pueblo
de Indios de San Fernando de Copiapó, donde las tierras se remataron el
5 de enero de 183616. Al parecer, el Pueblo de Indios del Huasco Alto se
mantuvo al margen de esta historia de reducción y remates de tierras. Esto
les permitió a los huascoaltinos a inicios del siglo XX, en 1903, inscribir las
tierras ancestrales de modo comunitario, las que comprenden toda la cuenca
del río Tránsito y sus aluentes, propiedad que tomó el nombre de Estancia

16 MORALES, J. (1896) op.cit.


44 Memorias Sujetadas - Capítulo 1

de los Huascoaltinos, con una supericie de 395.000 hectáreas, tierras que


conservan hasta la actualidad.

En las primeras décadas republicanas, los intentos de liquidación de las


tierras se frustraron en el Pueblo de Indios del Huasco Alto, pero también
aquellos intentos destinados a invisibilizar a sus habitantes. Cito una vez
más al naturalista Ignacio Domeyko, el cual en su viaje realizado en 1840
al norte de Chile, evidencia la presencia indígena en el Huasco Alto: “...
ya entre las montañas, en una grieta continental permanece de los tiempos
precolombinos el reducto indio Guasco Alto”17. Pese a estas evidencias
de subsistencia étnica, las comunidades indígenas de Chile Central y el
Norte Chico fueron declaradas extinguidas, culturalmente mestizadas y
chilenizadas. Esta ideología de homogenización de la población nacional fue
reproducida por las actas oiciales, la burocracia y las ciencias sociales. La
narrativa oicial de la Independencia de Chile levanta la frontera que hace
desaparecer al indígena. El Huasco Alto quedó silenciado con su historia de
Pueblo de Indios, aunque su geografía quedó plagada de lugares de memoria
y signiicado, de historias de “otro mundo” y del fantasma étnico que recorría
el valle.

La vida cotidiana de los huascoaltinos bajo el proceso de consolidación


del país republicano, transcurrió en algunos aspectos con pocas alteraciones.
La economía agroganadera continuó siendo la actividad fundamental,
construyéndose canales de riego en el siglo XIX, siendo el aprovechamiento
y distribución del agua un motivo de conlicto con los regantes de los
demás valles aguas abajo18. En el riego se conservó en el tiempo el cargo
de “Camayo”, el nombre quechua posiblemente desde tiempos Incas,
que correspondía al funcionario que regulaba la entrega de aguas en las
diversas localidades. El agua, las tierras de cultivo de fondo de valle y las
estancias ganaderas de la cordillera fueron la base de la autosuiciencia
económica del valle. A estas actividades se suma una extendida industria de
molienda, cerámica y textil. Se mantuvo el uso de artefactos indígenas en la
molienda de granos, las “chancuanas” y los morteros para el algarrobo, la

17 DOMEYKO, I. (1977) Mis Viajes. Memorias de un exiliado (Tomo I); Ediciones de la


Universidad de Chile, Santiago de Chile.
18 ARANDA, X. (1969) Evolución de la agricultura y el riego en el Norte Chico: Valle del
Huasco. Informaciones Geográicas. Departamento de Geografía. Universidad de Chile. Número
Único; Santiago de Chile.
Raúl Molina - Pueblo de Indio Huasco Alto 45

importante producción de cerámica doméstica y la industria del telar indígena


que se encontraban en todos los poblados del valle. También se conservó
la producción de cultivos introducidos y la fabricación de un vino dulce y
asoleado, denominado “pajarete”. La Cordillera a su vez fue el espacio de
caza de guanacos y vicuñas y la zona de pastoreo por excelencia, en especial
en torno a la Laguna Grande o Valeriano y la Laguna Chica.

La cordillera del Huasco Alto fue un importante soporte de rutas ganaderas


usadas por la arriería que abastecía a la industria salitrera (1880-1930). Por
los pasos fronterizos de la Cordillera de los Andes cruzaban los principales
senderos de entrada del ganado desde La Rioja, San Juan y provincias de más
al sur de Argentina. Los vínculos transcordilleranos se desarrollaron hasta la
década de 1970 por medio de intensos lazos socioeconómicos con el poblado
de Rodeo y Jáchal, en la provincia de San Juan, Argentina. El valle era
también la ruta natural de acceso a los baños termales de San Crispín, allende
los Andes, a los que acudían cada año la mayoría de las familias del Huasco
Alto. El uso permanente, temporal y eventual del espacio “Huasco Alto”,
como parte de la vida social, y de una geografía que se vincula a narrativas
de hechos, acontecimientos y signiicación, creó y recreó entre la población
del Huasco Alto múltiples lugares de memoria identiicables en el terreno,
así como en la coniguración de los mapas mentales que daban cuenta de los
espacios vividos y conocidos por los huascoaltinos.

El temprano proceso de chilenización y los cambios culturales tuvieron


más de algún inconveniente. Los caminos, como vías de penetración de un
territorio, no ingresaron al Huasco Alto hasta las primeras décadas del siglo
XX y recién en la de década de 1990 el camino vehicular alcanzó hasta Junta
de Valeriano, localidad ubicada a cien kilómetros de la entrada del valle del
río Tránsito. Hasta 1940, el camino llegaba con diicultad a la localidad de El
Tránsito y los huascoaltinos tenían por principal medio de transporte y carga
al caballo, la mula y los burros. Era una zona con poca accesibilidad, lo que
permitía la subsistencia y reproducción de prácticas culturales y productivas
ancestrales, que no debían lidiar con la penetración de formas culturales que
eran parte de la sociedad dominante. Esto no signiicaba que el Huasco Alto
estuviera aislado, al contrario, sus habitantes estaban acostumbrados a largos
periplos no sólo a pueblos de la provincia de San Juan en Argentina, sino que
mantenían relaciones con las demás localidades del valle del Huasco, e incluso
46 Memorias Sujetadas - Capítulo 1

desarrollaron circuitos hasta feria de Huari en Bolivia 19 . Muchos huascoaltinos


se enrolaban en el trabajo asalariado en las minas y se ausentaban por largo
tiempo de sus tierras. Cada año viajaban a caballo a la iesta de Andacollo
y en el mismo valle fundaron las cofradías, en cada pueblo del valle donde
existían capillas. En el caso de la iesta del Carnaval y la Challa de raigambre
andina, esta fue prohibida en 1973, luego del Golpe de Estado en Chile, siendo
reemplazada contemporáneamente por iestas bailables, que cada verano
duran toda la estación veraniega. De algún modo, tanto el lugar y su geografía
actuaron como refugio de la población, permitiendo a los miembros de Pueblo
de Indios del Huasco Alto, mantenerse alejados del poder colonial, lo que
siguió ocurriendo durante gran parte de los siglos XIX y XX.

Sin embargo, el mayor agente de colonización cultural republicano


en pueblos indígenas ha sido la Escuela, que imparte a los niños y niñas,
escolares o estudiantes secundarios, los contenidos históricos y cívicos
propicios a la reproducción centralizada del Estado nacional, programas
educativos, que como se sabe, negaban las particularidades locales y de
algún modo la enseñanza no ha cesado en este empeño de unidad nacional
y negación de la diversidad etno-cultural. Así, en los textos escolares por
largo tiempo se mantuvo la invisibilización y ocultamiento de los pueblos
indígenas de Chile, con excepción de los mapuches. Sin embargo, cuando
se trataban contenidos atingentes a los pueblos indígenas, se le presentaban
como contenido pretérito, como algo que fue, pero que ya no existía. Se
reforzaba de este modo la diferencia entre ciudadano e indígena, los primeros
civilizados, los segundos bárbaros, salvajes e incivilizados. Esta ideología
inspirada en el darwinismo social, fue dominante en las escuelas y la sociedad
nacional durante el siglo XIX y gran parte del siglo XX. Sin embargo, en las
mismas aulas escolares estaba la semilla de la duda, en especial, la pregunta
acerca de la identidad étnica. Un profesor de Chollay, otro de los poblados
del Huasco Alto, me cuenta que mientras estuvo en la escuela de El Tránsito,
los niños le preguntaban por la singularidad de sus apellidos (Payauta,
Campillay, Licuime, etc.) y por la historia local. Él ensayaba respuestas,
señalándoles que los huascoaltinos eran herederos de los “Molles”, una
cultura arqueológica del Norte Chico, situada entre el Complejo Cultural Las
Ánimas y la Cultura Diaguita20. Como fuese, la pregunta sobre el pasado
prehispánico siempre estaba presente entre los habitantes del Huasco Alto.
19 CASSIGOLI, R y A. RODRÍGUEZ (1995) op. cit.
20 CORNELY, F. (1956) Cultura Diaguita Chilena y Cultura El Molle; Santiago de Chile.
Raúl Molina - Pueblo de Indio Huasco Alto 47

Esta latencia étnica no se manifestó al unísono con la emergencia de


otros pueblos indígenas del país, que ocurría a ines de la década de 1990.
La maduración de la identidad y el auto reconocimiento de los huascoaltinos
no se manifestará hasta la década del 2000, por ello, quedaron fuera de la
discusión de la Ley Indígena 19.253 que fue promulgada en 1993. Esta
reconoció la existencia de aymaras, atacameños, quechuas, collas, mapuches,
kaweshkar, yamana y rapanuí. Ninguno de estos pueblos indígenas incluía la
identidad y el etnónimo con el cual se podrían auto reconocer los habitantes
del Huasco Alto.

4. Emergencia diaguita en el Huasco Alto

El valle del Huasco Alto es un lugar de memoria indígena con presencia


de manifestaciones culturales, algunas claramente prehispánicas, como los
apellidos indígenas de la población, los topónimos geográicos, la creencia
en el Llastay, el uso de instrumentos de moliendas prehispánicos, y la
conservación de prácticas cerámicas y textiles, entre otras. Sus habitantes
iniciarán un camino propio de identiicación étnica. Este recorrido será más
difícil, puesto que perfectamente podrían haberse constituido en pueblo
indígena y autodenominarse huascoaltinos, pero el Estado Chileno no
tenía en sus registros este nombre o etnónimo de “Pueblo Indígena”. La
legislación chilena en materia indígena se caracteriza por su conservadurismo,
puesto que el Estado se reservó el derecho a “reconocer” a los indígenas, y
“huascoaltino” les refería a un nombre extraño, no reconocible y merecedor
de nombre para alguna etnia. Quedó cerrada desde el Estado la posibilidad
al autoreconocimiento y la autodenominación. Se mantuvo la misma política
decimonónica de negar y en el mejor de los casos controlar la diversidad
indígena, reservándose el Estado Chileno, el derecho exclusivo a nombrar y
visibilizar nuevos pueblos indígenas. De allí que los huascoaltinos debieron
desarrollar un camino que los llevara a una adscripción étnica que rompiera
con la negación, invisibilización e ignorancia del aparato burocrático del
Estado.

Un estudio académico propuso incluir a los huascoaltinos como parte de los


collas, comunidades indígenas que se encontraban en la provincia de Copiapó
(Cassigoli y Rodríguez 1995), pero estas aproximaciones no prosperaron. Más
48 Memorias Sujetadas - Capítulo 1

tarde se publicó un estudio antropológico, cuyos antecedentes podrían haber


ayudado a los huascoaltinos a deinir un etnónimo, pero las conclusiones de
la investigación fueron oclusivas y de cierta indeinición frente a la evidente
realidad étnica del Huasco Alto21. En 2001, a instancias del gobierno de turno,
se formó la Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato, la que entre otros
documentos contó con un ensayo histórico territorial acerca del “Refugio
Diaguita Huascoaltino”22, documento que aportó algunos antecedentes
que evidenciaron cierta adscripción histórica de los huascoaltinos con los
diaguitas. La tesis de la pertenencia Diaguita fue formulada por el etnólogo
Ricardo Latcham en la década de 1930, a través de un acucioso estudio y de
un constante diálogo con investigadores argentinos, concluyó la necesidad de
denominar ‘Diaguitas Chilenos’ a los habitantes originarios de los valles de
Copiapó, Huasco, Elqui, Limarí y Choapa, propuesta que formuló en virtud
de evidencias arqueológicas, dialectales y de los apellidos de los indígenas de
Atacama y Coquimbo. Al respecto escribe: “A esta rama (indígenas del Norte
Chico) no se ha asignado un nombre oicial, hablándose de ella simplemente
como naturales de los diversos valles que ocupaban”, (...) “Hace veinte o
más años, el que esto escribe, conirmando sospechas insinuadas por el Dr.
Moreno y otros escritores argentinos, propuso que se diera a estos indios el
nombre de ‘Diaguitas Chilenos’, el que poco a poco ha sido adoptado por
autores posteriores”23.

La argumentación etnográica más concluyente de Ricardo Latcham


estuvo en la consideración de los apellidos. Escribe: “La semejanza y a
menudo la identidad de los apellidos es todavía más concluyente (para
denominarlos Diaguitas chilenos). Entre aquellos que se han sacado de los
antiguos registros parroquiales de Copiapó, Huasco y La Serena, hallamos
muchos que son iguales a los de igual procedencia argentina. De los que
todavía se usan en las provincias en cuestión, podemos citar: Albayay,
Abancay, Calchin, Campillay, Caymanqui, Chanquil, Casmaquil, Chavilca,

21 LORCA, M. (2002) Hacia Una Antropología de las Ausencias. El Desarrollo Histórico


– Étnico del Huasco Alto; Municipalidad de Alto del Carmen, Fundación Nacional para la
Superación de la Pobreza y Fundación Volcán Calbuco; Lom Ediciones, Santiago de Chile.
22 MOLINA, R. (1997) El Refugio Diaguita del Huasco Alto (Manuscrito). También capítulo
5° “Los Diaguitas” en J. BENGOA (comp.) La Memoria Olvidada: historia de los pueblos
indígenas de Chile; publicado por la Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato, Santiago.
23 LATCHAM, R. (1937) “Arqueología de los Indios Diaguitas”; Boletín del Museo de Historia
Natural, Tomo XVI, Santiago de Chile; p.893
Raúl Molina - Pueblo de Indio Huasco Alto 49

Chapilca, Chupiza, Liquitay, Pachinga, Lainacache, Payman, Quilpitay,


Quismachay, Sapiain, Talmay, Talinay, Tamango, Salmaca, Chillimaco,
etc.”24. Entre estos apellidos terminados en la desinencia “ay” típicamente
kakana o antigua lengua diaguita, se encuentran: Campillay, Guanchicay,
Tamblay, Liquitay, todos del Huasco Alto. La propuesta de Latcham
repone un etnónimo olvidado, cuyo nombre era concebido en Chile sólo
como existencia prehispánica y anotada muchas veces en la documentación
colonial. Pese al constante desconocimiento, existieron en el siglo XX
algunos renuncios a la extendida creencia de la extinción de los diaguitas. En
el año 1971, la Cámara de Diputados de Chile en un documento estimaba
que la población Diaguita junto a Atacameños y Changos, conformaban una
población cercana a las 20.000 personas las que “conservan algunas formas
de vida y tradiciones25.

Los huascoaltinos van paulatinamente auto reconociéndose diaguitas,


y a la vez forman convicción que por este etnónimo el Estado estaría en
condiciones de reconocerles su identidad étnica y su larga historia indígena.
A partir de la década del 2000 algunos dirigentes y dirigentas huascoaltinas,
se dicen diaguitas. Lo mismo ocurre con los estudios e informes etnográicos
que comienzan a referirse a los huascoaltinos como diaguitas26. En 2003, la
Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato, formada por dirigentes indígenas
e intelectuales, incluye entre los pueblos originarios a los Diaguitas y
reconoce su existencia y presencia en el norte del país, y especíicamente en
el Huasco Alto. Quedaba sólo el último impulso al reconocimiento oicial,
para lo cual los huascoaltinos piden la modiicación de la Ley Indígena
19.253, a in de incluir a los diaguitas como pueblo originario. En 2006,
ocurre la modiicación en virtud de los argumentos de los huascoaltinos, que
señalan que ellos son herederos del Pueblo de Indios del Huasco Alto, que
su cultura conserva muchos rasgos étnicos y sus apellidos son parte de la
antigua lengua kakan. Esta argumentación surgía de la memoria colectiva,
de los documentos, y fue avalada preferentemente por la vida cotidiana de

24 LATCHAM, R. (1937) op.cit. pp.894-895. Subrayado del autor


25 35° sesión Cámara de Diputados de Chile, p.3235, Año 1971.
26 Ver: AGUIRRE, O.; P. RIVERA; M.E. LICUIME; N. VARAS y A. SEPÚLVEDA (2004)
Rescate de la memoria histórica del pueblo diaguita; (Manuscrito) Ministerio de Salud de
Vallenar. Mimeograiado. También, ver MORAGA, J. (2002) Estudio exploratorio del saber
alopático en el valle de El Tránsito en la comuna de Alto del Carmen (Informe Borrador);
Ministerio de Salud, Santiago.
50 Memorias Sujetadas - Capítulo 1

la gente del Huasco Alto. Revivía así el viejo fantasma étnico que siempre
deambuló por la historia y la cultura de los huascoaltinos, apoyados en los
lugares de memoria del Huasco Alto, geografía simbólica, ritual y material
que actuó como un referente de resistencia cultural ante las colonizaciones
de la modernidad y de los intentos de asimilación de las políticas culturales
del Estado Chileno. Allí, el territorio, el poblamiento ancestral, los apellidos
y la historia propia favorecieron la emergencia étnica de un nuevo pueblo
indígena en Chile; Los Diaguitas.

Conclusión

El Huasco Alto es un buen ejemplo para exhibir la relevancia y la potencia


que posee el lugar y la memoria como elementos capaces de rearticular
realidades étnicas negadas, invisibilizadas y olvidadas, por el poder del
Estado. Son las narrativas internas y locales, las creencias y las prácticas
ancestrales, las que constituyen los lugares de memoria, que en el Huasco Alto
han sido capaces de recrearse en el tiempo y re emerger en la actualidad en
gran parte del valle del Huasco Alto. Allí, el viejo fantasma indígena repelido
por la república, se encarna en un pueblo que se autoreconoce diaguita y
levanta su narrativa histórica y demandas culturales, sociales, económicas y
políticas, que hacen diverso el sentido del espacio habitado, donde los lugares
de memoria, algunos relatados al principios de este trabajo, fueron piedra
angular para la emergencia y presencia Diaguita en el Huasco Alto.

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