Di Cesare Morales
Di Cesare Morales
Di Cesare Morales
En Mendoza, a los veintiséis días del mes de junio del año dos mil diecinueve, reunida la
Sala Segunda de la Excelentísima Suprema Corte de Justicia en acuerdo ordinario, tomó en
consideración para dictar sentencia definitiva la causa N° 13-04521567-3/1, caratulada “F. C/ D. C. M.
S/ RECURSO EXT. DE CASACIÓN”.
El tribunal consideró acreditado con el grado de certeza exigido para el dictado de una
sentencia condenatoria que «el día 25 de agosto de 2017, siendo aproximadamente las seis horas, L. G.
D. C. M. arribó a su domicilio sito en ..., en el cual residía su pareja V. V. y, luego de una fuerte
discusión y agresiones mutuas, le propinó un golpe en la frente con un ladrillo causándole lesiones
corporales conforme lo constatado en los exámenes físicos... Posteriormente, a las 18 hs., cuando la
víctima intenta salir del domicilio, el imputado la tomó del cuello, propinándole puntapiés en las
costillas y en el abdomen, ocasionándole excoriaciones en la región frontal derecha, equimosis en
región derecha del cuello, equimosis en región mandibular izquierda y tumefacción en muslo derecho»
(f. 305).
Para decidir en tal sentido, el a quo valoró, entre los elementos más relevantes, los
testimonios de la víctima, de B. N. P., A. M. M. y L. I. D. C.; el resultado del examen ginecológico de
la víctima y los exámenes físico del imputado y la víctima.
La representante del Ministerio Público Fiscal entiende que la sentencia 160 es arbitraria
al realizar una valoración parcial y errática de la prueba. Afirma que, en efecto, el abuso sexual con
acceso carnal agravado por el uso de arma y las amenazas simples se encuentran acreditados con la
certeza exigida por una sentencia condenatoria conforme se sostuvo en la acusación. En esta línea,
critica:
a.- La derivación que el tribunal realiza del resultado del examen ginecológico
practicado a R.V. V..
c.- La valoración del sentido de las expresiones del imputado en relación con la
calificación jurídica de amenazas simples y su idoneidad en relación con la generación de temor en la
denunciante.
En sede de debate mantuvo esta versión de los hechos. Agregó que ella prestó su
consentimiento para la relación sexual con el imputado, así como que no fue amenazada, poniendo en
duda que D. C. haya portado un arma de fuego el día de los hechos. De este modo, el juez concluyó que
era dudoso que la relación sexual no haya sido consentida o que el imputado haya portado un arma. Por
su parte, le quitó entidad a las amenazas en orden a la causación de temor en la víctima. Todo lo cual lo
llevó a afirmar que sólo estarían acreditadas las lesiones dolosas agravadas por la relación de pareja (f.
303 vta.).
El a quo yerra cuando no analiza debidamente cuál es la razón que lleva a la víctima a
modificar su versión de los hechos, y también en la valoración integral, pues advierto que su sentencia
no incorpora la perspectiva de género en tanto prisma a través del cual debe ponderarse el plexo
probatorio en casos de este tipo, en los que la víctima es una mujer que se encuentra sometida a una
relación de desigualdad frente al varón. Circunstancia que surgiría, como destaca la recurrente, del
contexto de violencia psíquica y física periódica que padecía V., así como de que ya había realizado
denuncias en el pasado por agresiones. Cuando elementos de esta clase no son incorporados al
razonamiento del juez y, en consecuencia, se omite valorar la prueba a la luz de la perspectiva de
género, entonces la sentencia es inválida en tanto acto jurisdiccional.
Ahora bien, podría pensarse que existen otros elementos de prueba que permiten
sostener la versión de la víctima que desgrava al imputado. Pero esto tampoco surge de las constancias
obrantes en la causa. Por un lado, se encuentran constatadas las lesiones que recibió V.. Ellas no son
objeto de controversia. Por otro lado, el resultado del examen ginecológico tampoco libera de
responsabilidad a D.C. pues aquel, si bien no arroja lesiones que permitan deducir la existencia de un
acceso carnal violento (f. 304), debe valorarse a la luz de aquellas lesiones probadas, el resultado del
hisopado vaginal que dio positivo para el perfil genético del imputado (informe del Laboratorio de
Genética Forense) y la tumefacción en la cara lateral del muslo derecho que surge del informe de f.
190. Este cuadro indiciario que debe interpretarse, a su vez, a la luz de las declaraciones de la víctima
en sede policial cuando expresó que no se había resistido por temor, en lo que respecta a la
intimidación propia de la portación del arma de fuego en el delito de abuso sexual agravado por acceso
carnal.
Por su parte, en relación con la imputación por el delito de amenazas simples, el juez
lacónicamente se limita a cancelar el sentido intimidatorio de las expresiones del imputado con base en
que sus dichos se habrían producido en un «contexto de discusión y agresiones físicas mutuas» (f. 304
vta.). Pero nada dice sobre por qué las expresiones «ándate que no te voy a dejar en paz, voy a ser tu
karma, te voy a matar a vos y al que esté con vos» no se habrían producido o, en su caso, por qué no
habrían de generar temor en la víctima, tal cual lo declaró al momento de interponer la correspondiente
denuncia policial.
En relación con ello, entiendo que el razonamiento del a quo padece el mismo problema
que ya se explicitara de manera genérica en lo que respecta a su aproximación al caso al margen de la
perspectiva de género: no se han dado razones motivadas de por qué se le cree a la víctima en el debate
y no en la instrucción. Por ende, si esta este tramo del razonamiento del a quo se encuentra inmotivado,
entonces también lo está la conclusión relativa a la duda sobre la inexistencia del arma de fuego, la
intimidación que llevara a la víctima a no resistirse al acto sexual y la existencia de temor producto de
lo manifestado por el acusado. Así, en línea con la recurrente estimo que la absolución del imputado no
solo se encuentra inmotivada en relación con la existencia del abuso sexual calificado por acceso
carnal, sino también en relación con la existencia del arma de fuego y del temor causado por las
amenazas simples.
A ello no obsta el sentido del descargo del imputado y las declaraciones testimoniales de
B. P., A. M. M. y L. D. C., si se considera que estas dos últimas deponentes son, respectivamente, la
madre y la hermana de D. C.. Circunstancias que debieron ser analizadas al momento de valorar el peso
de ambos testimonios en relación con el resto de los elementos de prueba.
En conclusión, considero que los agravios atacan aspectos centrales del razonamiento
del a quo y encuentran asidero en las constancias de la causa. Razones que me convencen de que
corresponde hacer lugar al recurso interpuesto.
ASÍ VOTO.
Sobre la misma cuestión, el DR. JOSÉ V. VALERIO adhiere, por sus fundamentos, al voto
que antecede.
Comparto los fundamentos por los cuales el voto preopinante considera que corresponde
hacer lugar al recurso impetrado por el Ministerio Público Fiscal. No obstante, estimo oportuno realizar
algunas consideraciones en torno a la valoración de los elementos de prueba en función de la
perspectiva de género, principalmente, en lo que respecta a su vinculación con el principio in dubio pro
reo.
Tal como referí en el precedente «Ruíz Gutiérrez», desde una perspectiva procesal si
bien el principio in dubio pro reo no es una regla de valoración probatoria sino una regla de decisión,
no es menos cierto que su correcta aplicación presupone una actividad de valoración de la prueba que
incorpore las particularidades propias de los casos de violencia de género, es decir, se deberá ponderar
para determinar el valor probatorio que corresponde atribuir a cada elemento de juicio, el bien jurídico
protegido y su específico modo de ataque. Ello, si se pretende derivar -en un segundo momento-
conclusiones lógicamente controlables para determinar si ha de absolverse o condenarse.
Destaqué también que el referido principio como regla decisoria en el plano procesal,
presenta dos caras que operan de manera articulada, una cara externa, referida al umbral de prueba que
ha de alcanzarse cuantitativamente para destruir el estado de inocencia; y otra interna o cualitativa,
orientada al valor que ha de otorgársele a cada uno de los elementos probatorios sobre los que se erige
el silogismo condenatorio. Expresamente referí que «… la categorización de un caso como de
violencia de género no implica de manera alguna disminuir el estándar probatorio en tanto umbral de
certeza necesario para alcanzar una sentencia condenatoria (aspecto externo), pero sí repercute en el
peso y el lugar que se le atribuye a los elementos de prueba e indicios que integran el razonamiento
judicial (aspecto interno), en tanto actividad hermenéutica que precede a su operación como regla
decisoria».
Este compromiso implica que el Estado tiene la obligación de adoptar todas las medidas
necesarias para investigar y esclarecer lo sucedido y, en su caso, sancionar a los responsables de los
hechos. Este derecho no sólo pertenece a la víctima y sus familiares, sino también a la sociedad en su
conjunto, cuando se han vulnerado derechos humanos.
En pos de lograr tal objetivo, la Corte IDH ha determinado que las autoridades
encargadas de las investigaciones tienen el deber de asegurar que en el curso de las mismas se valoren
los patrones sistemáticos que permitieron la vulneración a los derechos y garantías reconocidos en las
convenciones. Sostuvo también, que para garantizar su efectividad, las investigaciones deben ser
conducidas tomando en cuenta la complejidad de este tipo de hechos y de la estructura en la cual se
ubican las personas probablemente involucradas en este tipo violaciones, de acuerdo al contexto en que
ocurrieron, evitando así omisiones en la recaudación de prueba y en el seguimiento de líneas lógicas de
investigación (Cfr. Informe CIDH, Derecho a la verdad en las Américas, 13 de agosto de 2014,
párr.78).
Sostuve también en el citado precedente, que en estos casos se advertía, como primer
orden de dificultad, que las normas procesales que regulan la adquisición, producción y valoración de
la prueba son neutrales al género; es decir, no establecen lineamientos específicos en orden al
tratamiento de este fenómeno. Además, si bien nuestro ordenamiento procesal adopta el sistema de la
libre convicción y la sana crítica racional como método para la valoración de la prueba, no garantiza
que los operadores judiciales guíen sus decisiones exentos de las concepciones socioculturales que
favorecen el trato discriminatorio de este sector en situación de vulnerabilidad, tal como aconteció en el
presente caso.
ASÍ VOTO.
ASÍ VOTO.
Sobre la misma cuestión, los DRES. MARIO D. ADARO Y JOSÉ V. VALERIO adhiere al voto
que antecede.
Con lo que se dio por terminado el acto, procediéndose a dictar la sentencia que a
continuación se inserta.
S E N T E N C I A:
Atento al mérito que resulta del acuerdo precedente, la Sala Segunda de esta Suprema
Corte de Justicia de Mendoza, fallando en forma definitiva se
RESUELVE:
1.- Hacer lugar al recurso de casación interpuesto a fs. 316/325 por la Fiscal Titular de la
Fiscalía de Instrucción N° 37 de la Unidad Fiscal de Violencia de Género.
2.- Anular el debate efectuado, la sentencia N° 160 y sus fundamentos, y remitir las
actuaciones al Juzgado Penal Colegiado correspondiente a fin de que la OGAP determine el juez que
habrá de intervenir en la realización del nuevo debate.
Regístrese. Notifíquese.