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Para comprender el sindicalismo moderno mexicano, es importante partir de

uno de los sucesos que marcó el principio de la masiva influencia, ejercida


por parte de los sindicatos más notables del país. En 1936 de funda la
Confederación de Trabajadores de México (CTM), la intención era unificar a
los trabajadores de toda la nación para defender su derecho de huelga,
reunión y manifestación pública. De este punto, es notable que el
corporativismo fue tomando una fuerza más desmedida. Entendamos este
auge corporativista como una negociación e intercambio de favores entre los
sindicatos y el Estado, confirmando a su vez un sistema de control por
consenso.

El sindicalismo en México durante el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-


1940) tuvo una profunda transformación, marcando un punto de inflexión en
la historia del movimiento obrero mexicano. Cárdenas, presidente del Partido
Revolucionario Institucional (PRI), adoptó políticas que otorgaron una
importancia central a los sindicatos en la construcción del sistema
corporativista que perduraría en el país durante varias décadas.

Una de las decisiones clave de Cárdenas fue el fortalecimiento del Congreso


del Trabajo (CT), la principal central obrera del país, que agruparía a
sindicatos de diferentes sectores y que, bajo su liderazgo, consolidaría una
relación estrecha con el gobierno. Este proceso incluyó la institucionalización
de los sindicatos, permitiendo que los trabajadores pudieran organizarse y
negociar condiciones laborales dentro de un marco regulado por el Estado,
pero a la vez asegurando que estos sindicatos estuvieran alineados con los
intereses del gobierno.

El modelo de Cárdenas para el sindicalismo mexicano estuvo marcado por


una clara orientación hacia la creación de una "unidad nacional", en la que
los sindicatos jugarían un papel fundamental como aliados del gobierno en la
implementación de las reformas económicas y sociales. La centralización del
poder estatal permitió que el gobierno controlara y, en muchos casos,
dirigiera los sindicatos, limitando su independencia. Sin embargo, a cambio,
los trabajadores obtenían importantes concesiones como la estabilidad
laboral y el acceso a servicios sociales y educativos.

Un ejemplo destacado de la política sindical de Cárdenas fue la


nacionalización del petróleo en 1938, cuando el gobierno expropió las
compañías extranjeras que operaban en el país. Este evento tuvo un gran
impacto en los trabajadores petroleros, quienes, a través de su sindicato (el
Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, STPRM),
obtuvieron una serie de beneficios significativos, como mayores salarios y
mejores condiciones laborales. La expropiación del petróleo no solo fue un
logro de política económica, sino también un triunfo del movimiento sindical
en México, ya que reafirmó su poder en un sector estratégico de la
economía.

Sin embargo, el control sobre los sindicatos no fue absoluto y siempre


existieron tensiones, especialmente con los sectores más radicales del
movimiento obrero que criticaban el corporativismo y la falta de
independencia de los sindicatos respecto al Estado. No obstante, durante el
sexenio de Cárdenas, el sindicalismo en México alcanzó su apogeo,
consolidándose como un actor clave dentro del sistema político y económico,
con una relación mutuamente beneficiosa con el gobierno.

En términos sindicales, Ávila Camacho continuó con la relación cercana entre


el gobierno y las centrales obreras, particularmente con la Confederación de
Trabajadores de México (CTM), la cual había sido fortalecida durante el
gobierno de Cárdenas. Sin embargo, mientras que Cárdenas había sido un
presidente con un enfoque más radical y transformador en cuanto a las
relaciones laborales, Ávila Camacho adoptó un enfoque más moderado y
conciliatorio, buscando evitar confrontaciones con el empresariado y con
Estados Unidos, en un contexto de recuperación económica mundial después
de la Segunda Guerra Mundial.

Una de las decisiones significativas de Ávila Camacho fue la de mantener la


estabilidad de los sindicatos en sectores clave de la economía, como la
industria petrolera y la minería, que seguían siendo fundamentales para el
desarrollo del país. No obstante, bajo su gobierno, se agudizó la tendencia a
la “verticalización” del sindicalismo, lo que significaba una mayor
centralización del poder en las manos de las cúpulas sindicales alineadas con
el gobierno. Las organizaciones sindicales seguían bajo la influencia de líderes
que, aunque representaban a los trabajadores, también estaban
estrechamente vinculados con el Estado, lo que limitaba la autonomía de los
sindicatos y les impedía un mayor grado de independencia.
Los sindicatos permiten su propia sumisión, con ciertos límites claro, los
beneficios obtenidos a cambio los vemos reflejados a manera de incrementos
salariales, seguridad social, utilidades y vivienda.

Partiendo de lo anterior, en 1966 se fundó el Congreso del Trabajo,


actualmente integrado por 42 confederaciones, federaciones, sindicatos
nacionales de empresa y gremiales. Algunos de los más destacables son la ya
mencionada CTM, la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), La
Confederación Revolucionaria Obrera y Campesina (CROC), el Sindicato
Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), entre otros

El Congreso del Trabajo (CT) desempeñó un papel crucial para mantener el


sistema corporativista que permitió al Partido Revolucionario Institucional
(PRI) conservar el poder desde el final de la Revolución Mexicana hasta el año
2000. La inclusión de los sindicatos dentro de la coalición gobernante priista
otorgó al movimiento obrero una posición privilegiada, pero esta se
encontraba al mismo tiempo subordinada al régimen, ya que, para mantener
esa posición, los sindicatos debían aceptar las políticas económicas del
momento y el control sobre las demandas obreras. Durante la década de los
años sesenta, emergieron sindicatos que no formaban parte del CT, lo que
dio lugar a una tendencia de independencia; sin embargo, su influencia se vio
estancada en la década siguiente. A su vez, los sindicatos denominados
“blancos”, que tampoco pertenecen al Congreso del Trabajo, surgieron en los
años treinta en Monterrey, impulsados por grupos industriales que buscaban
contrarrestar el crecimiento de la Confederación de Trabajadores de México
(CTM). Estos sindicatos se caracterizan por una clara adhesión a las políticas
empresariales, sin vínculo con ningún partido político, y se enfocan
principalmente en la flexibilidad laboral, lo que les permite tener contratos
más laxos, con trabajadores subcontratados o eventuales, y jornadas
laborales extensas. Estos sindicatos no son realmente independientes de los
empresarios, sino que emplean sofisticados mecanismos de cooptación que
vinculan la vida personal y familiar de los trabajadores a la empresa,
consolidando así su control sobre el ámbito laboral.
En las últimas décadas, el sindicalismo en México ha experimentado una
pérdida considerable de fuerza, resultado de una serie de factores cíclicos,
estructurales y político-institucionales.
Los sindicatos han visto mermada su influencia en áreas clave como la
minería, la siderurgia y los ferrocarriles, especialmente después del
abandono del modelo de industrialización por sustitución de importaciones y
la política de privatizaciones impulsada por el gobierno en los años ochenta y
noventa. Esto se suma la alta dependencia de los sindicatos respecto a los
partidos políticos, lo que ha resultado perjudicial para su representatividad y
ha contribuido a la corrupción de muchos de sus líderes. Esta situación se
agravó con el cambio de modelo económico a finales de los años ochenta,
cuando los sindicatos, ya debilitados, se vieron enfrentados a los efectos de
los controles estatales sobre las huelgas y a la presencia de sindicatos
“fantasmas”, creados por las empresas en complicidad con líderes sindicales,
para impedir que los trabajadores pudieran organizarse de manera efectiva y
defender sus derechos.
la acción sindical debe ser entendida no como una estrategia autónoma, sino
en conjunto con las instancias estatales y partidistas, dado que estas influyen
directamente en su accionar y en su capacidad de respuesta ante los desafíos
que enfrenta el trabajo en el país.
En el sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) ocurrieron dos hechos
que marcaron el inicio de una política selectiva de control sindical de Estado.
En 1989, durante los primeros días de su gestión, mandó encarcelar al líder
petrolero Joaquín Hernández Galicia, La Quina, acusado de posesión de
armas de uso exclusivo del Ejército. Ese mismo año, también decidió remover
a Carlos Jonguitud Barrios, líder del SNTE, a quien sustituyó por Elba Esther
Gordillo.

Durante el periodo de Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-2000), México


enfrentó una nueva crisis económica que incrementó el desempleo y la
inflación. Para intentar controlar estos problemas, se implementaron
aumentos salariales ajustados a la inflación esperada, lo que, sin embargo,
provocó una erosión del salario real. Este proceso se sustentó en la
continuación de la negociación entre las centrales obreras, los empresarios y
el gobierno, mediante la figura de los pactos, una práctica instaurada desde
administraciones anteriores.

En este contexto, la Confederación de Trabajadores de México (CTM),


liderada por Fidel Velázquez Sánchez, se alineó nuevamente con el régimen,
apoyó la política económica del gobierno y pactó, junto con la Confederación
Patronal de la República Mexicana (COPARMEX), el Acuerdo para una Nueva
Cultura Laboral en 1996. Este acuerdo, firmado en presencia del presidente
Zedillo, fue respaldado también por otros sindicatos como la CROC, la CROM
y la Federación de Trabajadores Bancarios. En este pacto, se aceptaba
implícitamente que los trabajadores deberían mejorar su productividad sin
exigir salarios superiores a los que las empresas estuvieran dispuestas a
ofrecer, se desalentaba el uso de la huelga como herramienta de
negociación, y se promovía el diálogo y la concertación como métodos
preferidos de resolución de conflictos laborales.

Durante el sexenio de Vicente Fox Quesada (2000-2006), A pesar del cambio


de partido en el poder, no hubo una explosión de conflictos laborales. Esto se
debió a que los sindicatos, al llegar al año 2000, ya estaban debilitados y
carecían de la capacidad para desafiar al nuevo gobierno y su monopolio de
la violencia legítima. Además, la administración foxista adoptó una postura
conciliatoria con los sindicatos que seguían siendo afines al PRI y estableció
una alianza con la lideresa del Sindicato Nacional de Trabajadores de la
Educación (SNTE), Elba Esther Gordillo, para evitar conflictos políticos que
pudieran paralizar el país laboralmente.

A lo largo de este periodo, se consolidó un conjunto de disposiciones


jurídicas y procedimientos informales que regulaban las relaciones entre el
Estado y los sindicatos, lo que dificultaba cualquier cambio significativo en
estas interacciones. Aunque el PAN ganó la presidencia, el PRI continuó
manteniendo importantes posiciones en las gubernaturas, los municipios, y
en las cámaras del Congreso, lo que permitió que el corporativismo, que
había sido la base del sistema de dominación en el país, siguiera funcionando
y facilitara la transición política federal.

Durante el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012), se persiguió a


varios líderes sindicales emblemáticos en México, como Napoleón Gómez
Urrutia, secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros,
Metalúrgicos, Siderúrgicos y Similares de la República Mexicana
(SNTMMSRM), quien huyó a Canadá en 2006 debido a acusaciones de un
presunto desfalco contra el patrimonio del sindicato. Estas acusaciones
surgieron tras el conflicto entre Gómez Urrutia, el gobierno federal y Grupo
México, a raíz de la tragedia de Pasta de Conchos, donde murieron 65
mineros en una mina de Sabinas, Coahuila, el 19 de febrero de 2006. A pesar
de su exilio, Gómez Urrutia mantuvo su liderazgo y, protegido por el sindicato
minero del Congreso del Trabajo de Canadá, continuó dirigiendo al sindicato
a través de videoconferencias mientras luchaba en los tribunales mexicanos
para regresar una vez que la orden de aprehensión en su contra fuera
levantada.

Otro conflicto significativo durante el gobierno de Calderón fue la extinción


del organismo público descentralizado Luz y Fuerza del Centro (LYFC), lo que
generó un enfrentamiento con el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME),
representado por Martín Esparza Flores. Este conflicto fue particularmente
relevante por su impacto en los trabajadores y por el modo en que se
gestionaron las consecuencias laborales, las cuales fueron documentadas
ampliamente.

A pesar de estos conflictos, varios sindicatos conservaron sus beneficios en


este sexenio, como el Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la
República Mexicana, que detenta el contrato colectivo de la Comisión Federal
de Electricidad, tras absorber las operaciones de LYFC. También mantuvieron
sus beneficios el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República
Mexicana (STPRM), que conserva el contrato colectivo de Petróleos
Mexicanos, la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado
y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), que
representa alrededor del 40% de los trabajadores del sector público. A pesar
de los desafíos y la reconfiguración del panorama laboral, estos sindicatos
continuaron siendo actores importantes en las relaciones laborales del país.

Durante el sexenio de Enrique Peña Nieto (2012-2018), cuando el PRI regresó


al poder, la lideresa del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación
(SNTE), Elba Esther Gordillo, fue arrestada bajo cargos de enriquecimiento
ilícito y lavado de dinero. Este arresto fue el resultado de una tensa relación
con el PRI, que tomó represalias por el apoyo que Gordillo había brindado al
Partido Nueva Alianza, fundado por ella. Además, las diferencias entre
Gordillo y el gobierno de Peña Nieto en torno a la reforma educativa jugaron
un papel crucial en su encarcelamiento. Hasta diciembre de 2016, Gordillo
seguía luchando en tribunales por obtener la prisión domiciliaria, debido a su
edad y estado de salud.

A pesar de este cambio en el liderazgo del SNTE, las relaciones con otros
sindicatos no experimentaron modificaciones significativas durante este
periodo. Al regreso del PRI al poder, el partido encontró a su disposición los
tradicionales mecanismos de control sindical, ya que los liderazgos
continuaban en manos de dirigentes que seguían siendo protegidos por el
Estado, y el gobierno mantenía el control sobre la vida sindical en el país.

Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ocupó la presidencia de México entre


2018 y 2024, marcando una etapa significativa en la política del país,
especialmente en lo que respecta a los movimientos sindicales. Su
administración estuvo orientada hacia la justicia social y la austeridad,
buscando priorizar el bienestar de los sectores más vulnerables. Durante su
gobierno, el enfoque en la lucha contra la corrupción y la mejora de las
condiciones de vida de los trabajadores fue central, aunque se enfrentó a
retos en cuanto a las relaciones con los sindicatos.

Un hito importante fue la reforma educativa de 2019, que cambió la relación


entre el gobierno y los sindicatos docentes. A diferencia de la reforma
educativa impulsada por Peña Nieto, que se caracterizó por la
implementación de evaluaciones punitivas a los maestros, la reforma de
AMLO fue más inclusiva y buscó dar un papel central a los sindicatos en la
contratación y promoción de los maestros. La Coordinadora Nacional de
Trabajadores de la Educación (CNTE), un grupo sindical más radical,
desempeñó un papel fundamental al resistir cambios anteriores y adaptarse
a la nueva reforma.

En términos laborales, AMLO intentó mejorar las condiciones para los


trabajadores, pero su enfoque de austeridad impuso limitaciones a las
expectativas de muchos. Aunque se incrementaron los salarios y mejoraron
algunas condiciones de trabajo en el sector público, los críticos sostuvieron
que las reformas fueron insuficientes, especialmente al imponer restricciones
a las huelgas y a la autonomía sindical en el ámbito público. La reforma
educativa de 2019, en particular, dificultó la posibilidad de llevar a cabo
huelgas y redujo el poder de negociación colectiva de los sindicatos.

A lo largo de su sexenio, AMLO mantuvo una relación ambigua con los


sindicatos. Si bien buscó su apoyo, también tuvo que negociar con los
intereses de un sistema laboral históricamente dominado por estructuras
autoritarias. La interacción entre su gobierno y los sindicatos siguió siendo
crucial, pues el presidente intentó modernizar el sistema sin perder el
respaldo de los poderosos grupos sindicales.

Finalmente, ser puede decir que México ha tenido que atravesar un sinfín de
obstáculos al intentar garantizar una vida plena a sus ciudadanos, es una
tarea que a día de hoy parece imposible. A pesar de ello, es importante que,
como jóvenes, nos involucremos con gran ahínco dentro de los distintos
procesos que solidifican las verdaderas transiciones. El Estado es responsable
ante todo de asegurar las mejores oportunidades y salarios a sus
trabajadores, lamentablemente, los poderes facticos y elites políticas han
perdurado el interés de inclinarnos a los deseos de los grandes empresarios,
que buscan maximizar su producción a costa de la integridad humana y la
explotación laboral. Con todo lo anterior, queda demostrado de sobra la
mala ejecución de políticas públicas que en la práctica resultan abandonadas
por los entes corporativistas. Todo un cuento de nunca acabar dentro de los
sindicatos mexicanos.

Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión. (2015). Historia del sindicalismo


en México.

Garza Toledo, Otero, "Trabajo y Sindicalismo en México" (2020)

Mexico Histórico. (2024). La Confederación de Trabajadores de México y el gobierno


de Lázaro Cárdenas.

1Library. (n.d.). El presidente Lázaro Cárdenas y las organizaciones sindicales (CTM)

Aguilar, A., & Vargas, M. (2014). El sindicalismo en México: Entre la autonomía y el


corporativismo..

Bensusán, G., & Middlebrook, K. (2013). Sindicatos y política en México: El


corporativismo bajoGómez, L. (2006). "La relación entre los sindicatos y el Estado
durante el sexenio de Vicente Fox". Revista de Derecho Político, 29(2), 55-73.

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