Reflexión

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En el libro de Hechos de los Apóstoles, se ve como poco a poco crecían las primeras

comunidades. Lucas escribe en distintos momentos lo que se conoce como “Informes de la


comunidad”; el primer informe de la comunidad de Jerusalén (Hch 1, 12-14) nos muestra a
la comunidad de los 11 apóstoles, con algunas mujeres, la madre de Jesús y sus parientes
que se encontraban en permanente oración.
Más adelante, en Hch 2, 42-47, después de Pentecostés, nos relata el texto como
vivía la comunidad, que se reunían para escuchar la enseñanza de la palabra, participar de la
vida común, en la fracción del pan y en las oraciones (Hch 2, 42); encontramos como algo
central de ésta comunidad, la oración. Lucas muestra la unidad profunda de todos, tanto que
vendían sus bienes y las repartían según las necesidades de cada uno (Hch 2,45; 4, 32-37).
“La multitud de los creyentes tenía una sola alma y un sólo corazón” (Hch 4, 32). Algo
que también caracterizaba a éste grupo, era que se llenaban del Espíritu Santo y anunciaban
el mensaje de Dios con franqueza (Hch 4, 31).
«Debemos preguntarnos: ¿cuál es la actitud de los cristianos? ¿Son mansos,
humildes? ¿En esa comunidad hay luchas entre ellos por el poder, conflictos por la envidia?
¿Se critica? Entonces no van por la senda de Jesucristo»

Una comunidad que tiene su centro en Cristo, no puede tener todas estas cosas…
Todo lo que hagamos debe ser con Fe en Jesucristo, mirando con Esperanza de llegar con Él
al cielo, y obrando con Amor por los que nos rodean. Debe tener puesta la mirada “más
allá”, no quedarse en las cosas sin importancia de esta vida…
Y nosotros… como grupo de Apóstoles, ¿Escuchamos y aprendemos de la Palabra de
Dios? ¿Nos encontramos en la misa, en las adoraciones? ¿Rezamos por todos? ¿Salimos con
alegría a anunciar lo que “hemos visto y oído”?

En estas citas vemos la importancia de la Palabra de Dios, de formarnos, de conocer


qué dice la Iglesia, encontrarnos con Jesús en la Biblia. Y también es importante tener
momentos de oración, de fortalecernos en los sacramentos, de participar en las misas y
adoración, para así poder salir a misionar. Nadie puede dar lo que no tiene, y por eso
debemos buscar que la comunidad de Apóstoles se llene de la Palabra y la Eucaristía, para
poder transmitir a todos el amor de Dios.
Pero… Parece tan difícil que nuestras comunidades lleguen a ser así… Que Cristo
pueda estar en los corazones de todos… ¿Qué puedo hacer yo?

La comunidad está formada por personas, como vos, como yo. Quizás no podamos
cambiar por completo a los demás, o no sea fácil convencerlos de seguir a Cristo. Pero ser
comunidad significa compartir, “poner en comunión” todos nuestros intereses, nuestros
deseos. Tenemos que interesarnos por las personas que nos rodean. Que nuestro deseo sea
cumplir lo que Dios nos pide: “amar al prójimo como a mi mismo”.
¡No nos reservemos el amor de Dios para nosotros! Nosotros podemos con nuestras
acciones ser como “mensajeros” del amor. Podemos mostrarles a otros que hay alguien que
los ama, que quiere lo mejor para ellos sin esperar nada a cambio.
Entonces te pregunto… ¿Qué podés hacer vos para llevar ese Amor a tus
comunidades? ¿Que podes hacer vos para llevar a Dios a los que te rodean? Proponete
acciones concretas (lavar los platos, ayudar a un compañero con una materia que le cuesta,
pasar tiempo con alguien que lo necesita) y empezá a poner tu granito de arena para que
Dios pueda estar presente en todas nuestras amistades y relaciones.

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