Arte y Leyendas
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Grabados en el museo
En correlación con las nuevas posibilidades de impresión dadas
por la modernización y la transformación de la prensa
gráfica como el fotograbado o la litografía,8 se reactiva-
ron los efectos movilizadores de la estampa. Durante la
década del cuarenta se renovaron y complejizaron las
exposiciones dedicadas a la disciplina, haciendo énfasis en
la construcción de un relato historiográfico a los fines de
ofrecer legitimidad. Los salones y exhibiciones dedicadas
al grabado argentino y montadas en las salas del Museo
Ricardo Warecki, “El pescador y el cuentista”,
Municipal de Bellas Artes “Juan B. Castagnino” durante los cuarenta, son xilografía.
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embargo, su costo dentro del mercado del arte ubicándose regularmente
a un tercio o aun menos de la cotización sugerida para las pinturas.12 Por
otro lado, ello generaba un mayor consumo cultural y una vía alternativa
para los artistas apartados de las instituciones culturales tradicionales, ya
que por un precio relativamente módico las personas tenían la posibilidad
de poseer un grabado original en sus hogares.
Si bien ninguna de las xilografías enviadas por Warecki a los pri-
meros salones de grabado, llevados a cabo en 1943 y 1944, obtuvieron
distinciones de algún tipo, constituyeron un referente decisivo a la hora
de su valoración como artista. De hecho, su obra Muchachas presentada
en el primer salón es adquirida más tarde por el Museo Municipal, y en
el mismo año es convocado por el diario La Capital para la impresión de
un tríptico xilográfico en conmemoración del periodista Ovidio Lagos,
fundador del rotativo a fines del siglo XIX.13 Las exposiciones de grabado
pudieron haber actuado aun a modo de un parteaguas en la producción
del artista al darle validez oficial a una técnica que inicialmente vinculaba
con el oficio artesanal.
Sin olvidar lo suscitadoras que pudieron llegar a ser estas exhibicio-
nes para el artista, éste complementó su repertorio iconográfico mediante
la adquisición de algunos volúmenes dedicados a la disciplina. Entre los
tomos y láminas de Goya y Daumier dispersos en su biblioteca puede en-
contrarse un raro ejemplar del grabador alemán Hans Alexander Mueller,14
cuyos capítulos instruían sobre los diversos procedimientos técnicos para
la impresión de una estampa de calidad. La xilografía en la ilustración de
libros fue un tópico extendido que incorporó decenas de reproducciones
en papel de calidad. La estética de trazos filamentosos para simular el movi-
miento del agua o del cielo, así como el tipo de representación emparenta-
da con la vida moderna que el grabador alemán empleara, pudieron haber
inspirado la elaboración de los grabados para la La barranca y el río. Resulta
claramente sugestiva la influencia que el volumen ejerciera como dispositivo
pedagógico y catálogo visual, sobre todo, aquellas secciones dedicadas a
las formas del tallado para obtener áreas grises mediante texturas de pun-
tos y líneas entrecruzadas, o las versiones más plásticas y sintéticas de los
linóleos. Pese a que buena parte de las estampas de Mueller presentaban
lenguajes esquemáticos derivados del expresionismo, Warecki pudo optar
por asimilar aquellas facturas estéticas que correspondían al tipo de imagen
Ricardo Warecki, “La barca II”, xilografía.
que quería producir y divulgar, es decir, una realidad objetiva y misteriosa
vinculada a las nuevas formas de la figuración.
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Entre el agua y las orillas
En consonancia con la militancia anarco-sindicalista de Abel Ro-
dríguez, los diez cuentos proponían un tipo de literatura vinculada con los
ideales de izquierda defendidos por el Grupo de Boedo. La obra de estos
escritores se caracterizaba por un uso del viejo realismo crítico enmarcado
en los sombríos aspectos de la vida de las clases populares que procedía
del aprendizaje de los temas, procedimientos y marcos aportados por la
narrativa rusa. Como señala Beatriz Sarlo, la insistencia en la representa-
ción realista “tiene un valor ideológico y no puede ser leída como reflexión
mimética de lo social”.15 La obsesión psicológica por los marginados, la
exaltación del humilde, la prostituta, el vagabundo y los habitantes de los
bajos fondos constituían el marco afectivo y social para estos obreros y
trabajadores gráficos convertidos en periodistas y recién llegados al campo
cultural. En un esquema que iba de Tolstoi y Dostoievski a Gorki proponían
retratar los horrores del mundo viendo en la Revolución Rusa un ideal de
cambio social. Los márgenes de la ciudad, el trabajo en las fábricas, los
habitantes de los bordes y las periferias pobres se convierten en temáticas
narrativas de una nueva literatura centrada en los contenidos y con las
elecciones formales acordes con esa perspectiva.
La criminalidad, el desasosiego y el hombre vencido forman parte
de un horizonte social cuya metáfora son las aguas turbias del Paraná. Es
por eso que el río oscurecido por el barro, la espesura de la maleza y la
inmoralidad humana se reiteran casi con obsesión en los relatos de Abel
Rodríguez. Las aguas densas que generan depresiones en la tierra fueron
tradicionalmente enlazadas con la melancolía de la muerte, el suicidio y la
meditación solitaria.16 No extraña, entonces, una conexión tan estrecha
entre el agua, la melancolía y la miseria social en la narrativa del escritor
rosarino, quien más allá de su posición ideológica buscaba diferenciarse de
otras lecturas fuertemente ahincadas en la política. El río se había trans-
formado además en una zona intermedia entre las islas y la ciudad, un
lugar de paso entre la espesura de la vegetación que avanza y los barrios
suburbanos, identificación que había abonado también una de sus obras
más famosas, Camalotes en el río.
Si bien los pequeños grabados elaborados por Santiago Minturn
Zerva continuaban el registro temático y formal de sus trabajos previos, es
decir, la representación de paisajes solitarios mediante la plasticidad en el
entramado de líneas y texturas, las estampas de Ricardo Warecki exhibían,
en su mayoría, una poeticidad narrativa cargada de melancolía, en donde
las figuras lucían ensimismadas y perdidas en pensamientos íntimos. Uno y
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otro eran extremadamente sensibles en la percepción del paisaje natural o
urbano, una cualidad que se prolongaba más allá de emprendimientos edi-
toriales concretos para abarcar sus obras individuales. Aunque seguramen-
te, este sentir común hacia el grabado canalizado en imágenes de fuerte
soledad pudo haber sido el aglutinante que uniera a estos dos creadores,
en ocasiones tan dispares.
En “El pescador y el cuentista”, narración ilustrada por Warecki, un
hombre con la cabeza gacha y la mirada fija, reposa sobre una roca a orillas
del río mientras sostiene con descuido una caña de bambú a la espera de
algún pez. A su espalda una figura de aspecto intelectual observa curiosa-
mente la escena. El autor busca deconstruir las formas del relato al centrase
en experiencias múltiples a través de una destreza que le permite entrar y
salir del discurso continuamente, entretejiendo los recuerdos personales
con la ficción. La gravedad anímica, la distracción y la cabeza inclinada que
exhibe el personaje se corresponden con una serie de atributos largamente
evocados en la tradición iconográfica, a saber, las efigies de la Melancolía, la
Meditación y la Negligencia.17 En el prólogo al libro, Roberto Giusti definía a
los hombres dolientes y melancólicos que Abel Rodríguez imaginaba como:
ces de la misma naturaleza que aprisiona a los hombres como tela de araña.18
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Un relato pesadillesco recuerda la psicología de lo siniestro freu-
diano en el texto “La madre”, cuya estampa imprime Warecki. La historia
trata sobre un niño apesadumbrado por visiones fantásticas, quien sospecha
que el engaño amoroso de su madre será brutalmente castigado por el
cónyuge. Todas las noches el joven espera la llegada de su padre sentado
en el umbral del zaguán. La hoja ilustrada exhibe a un niño entumecido
por el sueño, con sus manos entrecruzadas y la mirada perdida. Por de-
trás, un pasillo en perspectiva se recorta en la oscuridad nocturna dejando
entrever la silueta de un hombre. En un plano más profundo la iluminación
lunar baña lo que parecería ser el patio de la vivienda. Podría pensarse
también en un espacio abierto en el interior del hogar, lo que reforzaría la
contradicción surrealista. La atmósfera fría de la noche, en su identificación
con el signo de Saturno y la melancolía19 genera en el niño un estado de
somnolencia que le hace confundir entre la realidad y el ensueño. Un uso
del misterio que ya había abonado otras ilustraciones del artista aparecidas
Ricardo Warecki, “Pérez, anarquista y
durante 1940, a partir de figuras de apariencia estática, ojos desorbitados revolucionario”, xilografía.
Una noche de luna en que las casas blancas del pueblo parecían más blancas
y en que se sentía también en todas las cosas la presencia de algo distante y
divino, don Jorge, prendido del brazo del ecuatoriano, se tambaleaba por las
calles desiguales. Andaba y se detenía a los pocos metros. Porfiaban los dos
por contarse una historia de su lejana juventud.21
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Por otro lado, aspectos relacionados con la biografía personal y
con el propio oficio de escritor-obrero aparecen registrados en el cuento
“Pérez, anarquista y revolucionario”. El recuerdo romántico de una figura
pintoresca que dedicaba su vida a infundir la semilla de la rebelión en el
pueblo, tenía más de verídico que de ficción. El grabado muestra a la
provocadora figura con su brazo en lo alto y el ceño fruncido exponiendo
las sentencias de la desigualdad social en un café del teatro, típico lugar de
encuentro cultural y debate. Sobre la mesa reposa el libro La conquista
del pan de Kropotkin que el poeta llevaba siempre entre sus pertenencias.
La militancia política se refuerza al evocar la breve y última disertación de
Pérez ante un auditorio atónico: “¡Cien luces! ¡Mil luces! ¡¡¡Un millón de
luces!!! ¡Y en vuestro hogares ningún miserable farol!”.22
La oscuridad de aquellos relatos cuyos personajes sin alma habi-
taban sólo horas muertas a orillas de las aguas turbias del Paraná, parecía
coincidir con una actitud existencialista que intentaba alejarse del bullicio de
las vanguardias. Para Warecki y Minturn Zerva el contenido de sus obras
poseía tanta importancia como los valores formales, y para transmitir ideas
sobre la vida y la sociedad se valieron del realismo. Uno y otro apelaron,
por tanto, a una poeticidad enmarcada en los realismos literarios, o bien,
en las nuevas formas de la figuración aparecidas en la primera posguerra.
La pintura metafísica italiana, el Novecento, el realismo mágico alemán y en
ocasiones el surrealismo francés ofrecieron procedimientos formales y re-
pertorios iconográficos sugerentes.23 De igual manera, las vistas de fábricas
y suburbios, los trabajadores y campesinos, los interiores con figuras melan-
cólicas y los paisajes urbanos o rurales, proporcionaron tópicos recurrentes
en la pintura y el grabado de entreguerras que estos artistas adoptaron y
desarrollaron.24 A ello Minturn Zerva sumó los “silenciosos mares de tierra
arada”25 con sus característicos surcos y parvas, los árboles, frutos y flores
del litoral siguiendo con el modelo del paisaje nacional heredado de los
pintores de principios del siglo XX.
Las tensiones entre Boedo y Florida no sólo delimitaron el espacio
de la literatura. Los movimientos artísticos que bajo los fundamentos de
la revolución elaboraron obras vinculadas a la crítica social también cum-
plieron un rol fundamental. Durante la década del veinte los Artistas del
Pueblo, –agrupación integrada por José Arato, Adolfo Bellocq, Guillermo F.
Hebequer, Agustín Riganelli, Abraham Vigo–, mostraron una interpretación
Santiago Minturn Zerva, “Los ojos que no miran
I”, xilografía. distinta de la ciudad moderna que incluía la marginalidad y la miseria. Habi-
tantes de la periferia, borrachos y prostitutas, drogadictos y delincuentes,
pero también obreros, eran representados a través de xilografías, aguafuer-
40
tes, aguatintas y litografías.26 Modelados desde una perspectiva metafísica,
la barranca, el puerto y sus alrededores eran motivos elegidos, además,
por los pintores de La Boca. De modo similar pero en otro contexto, la
Mutualidad Popular de Estudiantes y Artistas
Plásticos de Rosario, cuyos integrantes milita-
ban en el seno del Partido Comunista, pintó
provocadoras obras de formato heroico con
temáticas que eran deudoras de la situación de
crisis producida en la Argentina.27 Los grabados
de Warecki y Minturn Zerva se enmarcaron,
por consiguiente, en este conjunto de movimientos estéticos de raíces Santiago Minturn Zerva, “Los ojos que no miran
II”, linóleo.
43
El lema del grabador y acaso el de todo artista, debe ser: interpretar el mundo
del sentimiento buscando el contacto afectivo con la materia, comunicándole
vida y poesía. No es sólo cuestión de técnica, y menos de frío y académico
conocimiento, sino de idealismo, de humildad y pasión por el oficio.31
*
Centro de Investigaciones del Arte Argentino y Latinoamericano / Univer-
sidad Nacional de Rosario.
1
Una versión preliminar de este escrito fue publicada como “La barranca y el
río: grabados de Ricardo Warecki hacia 1944”, en: Contardi, Sonia (Comp.),
Paradigmas teóricos y lenguajes estéticos en América Latina, Rosario, Iracema
ediciones, 2013, pp. 425-441.
Santiago Minturn Zerva, “Desde lo más hondo 2
El estilo del retorno al orden aparecido en Alemania e Italia luego de la I Guerra Mundial
II”, xilografía.
propuso un deseo de serenidad y de recuperación de las tradiciones clásicas durante la
experiencia traumática de la guerra. Estos lenguajes de representación figurativa fueron rei-
vindicados en un primer momento por la historiografía europea a fines de los años sesenta y
estudiados posteriormente con relativa intensidad desde diversos ángulos y latitudes. Según
Jean Clair, fue Emilio Bertonati “quien sacó a luz la otra historia de la modernidad. Diez años
antes de la exposición de Berlín [el autor refiere a Tendenzen der Zwanziger Jahre, 1978], en
1968, publicaba en la Galleria del Levante, en italiano y en alemán, una monografía, Aspetti
della Nouvà Oggetività. Aspekte der Neuen Sachlichkeit, importante punto de partida de dicho
redescubrimiento”. El historiador menciona aún tres exposiciones significativas que tuvieron
curso a lo largo de la década del setenta, las cuales fueron completadas en profundidad y
extensión hacia los años ochenta. Clair, Jean, Malincolia, Motivos saturninos en el arte de
entreguerras, Madrid, Visor, 1999, pp. 11 y 12.
3
Slullitel, Isidoro, Cronología del arte en Rosario, Rosario, Editorial Biblioteca, 1968, p. 58.
4
En una entrevista de 1976 realizada por Reynaldo Uribe, Elías Castelnuovo destacaba:
“Veníamos de la clase obrera y la mayoría trabajaba [...]. Abel Rodríguez era albañil y yo, lino-
tipista. Trajimos un mundo desconocido para nuestra literatura, que era el mundo del trabajo,
y escrito por los mismos trabajadores”. Uribe, Reynaldo, “No teníamos otro horizonte que la
revolución”, en: Sudestada. Cultura, política y actualidad, n° 90, Buenos Aires, julio de 2010.
5
A lo largo del texto aludiremos a la noción de campo intelectual propuesta por Bourdieu,
Pierre. “Campo intelectual y proyecto creador”, en: Poullion, Jean [et al.], Problemas del
estructuralismo, México, Siglo XXI Editores, 1969, pp. 135-182.
6
Warecki era usualmente fotografiado junto a personalidades de la cultura y el periodismo.
Un ejemplo de ello es la imagen publicada en una de las entregas del Boletín de Cultura Inte-
lectual de 1939, en la que se lo puede ver en un almuerzo informal sentado junto a Fausto
Hernández, Alfredo Laborde, Leónidas Gambartes y R. E. Montes i Bradley.
7
Según el ya clásico estudio de Ivins, “En la primera década del siglo XVII, la xilografía ilus-
trativa había sido eliminada de casi todos los libros serios y elegantes. Persistió en los libros
baratos y en las hojas sueltas que se vendían a los campesinos y las clases menos cultas”,
Ivins Jr, W. M, Imagen impresa y conocimiento. Análisis de la imagen prefotográfica, Barcelona,
Gustavo Gili, 1975, p. 78.
8
Sobre este punto, Cfr.: Malosetti Costa, Laura; Gené, Marcela (comp.), Impresiones por-
teñas: imagen y palabra en la historia cultural de Buenos Aires, Buenos Aires, Edhasa, 2009
y de los mismos compiladores Atrapados por la imagen: arte y política en la cultura impresa
argentina, Buenos Aires, Edhasa, 2013.
44
9
Cochet, Gustavo, El grabado. Historia y técnica, Buenos Aires, Ed. Poseidón, 1947 [1943],
p. 134.
10
“Gustavo Cochet será su maestro y el encargado de introducirlo en el mundo del grabado
sobre metal y madera. Prueba y ensaya diferentes procedimientos de impresión: el aguafuer-
te, la litografía y finalmente la xilografía, esta última es la que prefirió para continuar y desarro-
llar su obra.”, Gualino, Arnoldo, “Un poco de historia”, en AA.VV., Santiago Minturn Zerva,
1895-1964, obra xilográfica, Rosario, UNR, Editorial Municipal de Rosario, 1996, p. 13.
11
La Dirección Municipal de Cultura se encargaba de organizar ciclos de conferencias,
charlas y muestras plásticas, las cuales en su mayoría tenían espacio en el Museo Municipal
de Bellas Artes.
12
Al observar algunos catálogos de los primeros años cuarenta en Rosario, la mayor cantidad
de grabados rondaba entre los $100 y $150, mientras que las pinturas se posicionaban en
un rango entre los $300 y los $1.000. Un caso paradigmático es el óleo “Músicos” de Julio
Vanzo, valorado a $1.100 en el Cuarto Salón Anual de Artistas Rosarinos de 1943, mientras
la xilografía “Mi amigo Fisher” de Ricardo Warecki estaba estimada en unos escasos $100.
13
S/a, “Aniversario 76° de La Capital”, en: Anales del Periodismo de Rosario, año IV, n° 4,
Rosario, s/d, 1943, p. 39.
14
Woodcuts and wood engravings: how I make them, New York, Pynson Printers, 1939.
15
La autora continúa: “Es obvio: en Buenos Aires había pobres y muchachas que se perdían
por las luces del centro, pero resultan tan interesantes para este núcleo de escritores recién
llegados al campo intelectual porque pueden convertirse en personajes de un movimiento de
reivindicación de nuevos territorios literarios propios y no abordados desde otras posiciones
del espacio cultural”, en Sarlo, Beatriz, Una modernidad periférica. Buenos Aires 1920 y 1930,
Buenos Aires, Nueva Visión, 2003 [1988], p. 184.
16
Bachelard, Gastón, “Las aguas profundas, las aguas durmientes, las aguas muertas, “el
agua pesada” en la ensoñación de Edgard Poe”, en: El agua y los sueños, México, FCE, 1978
[1942], pp. 74-110.
17
Cfr. las descripciones iconológicas observadas por Ripa, Cesare, Iconologia del cavaliere,
Tomo IV, Perugia, Nella Stamperia di Piergiovanni Costantini, 1764/67, pp. 70, 90, 210.
18
Rodríguez, Abel, La barranca y el río, Rosario, Círculo de Prensa de Rosario, 1944, pp.
13-14.
19
El anochecer “Es, según la doctrina pitagórica de los cuatro temperamentos, el periodo del
día durante el que predomina en el cuerpo la circulación de la bilis negra (…). Corresponde,
en el ciclo de las estaciones con el otoño, que precede al invierno”. Clair, Jean, ob.cit, pp.
79-80.
20
Una lectura sobre las representaciones gráficas que retomaban el misterio, magia e irracio-
nalidad propiciadas por la pintura metafísica, el realismo mágico y el surrealismo fue realizada
en nuestro trabajo: “Entre el ensueño, el sortilegio y lo imposible: Ricardo Warecki en 1940”,
presentado en las XVII Jornadas de Investigación del Área Artes, Universidad Nacional de
Córdoba, noviembre de 2013.
21
Rodríguez, Abel, ob.cit, p. 91.
22
Ibídem, p. 184.
23
Las diversas temáticas y géneros pictóricos que se manifestaron con fuerza a través de las
corrientes realistas de entreguerras fueron examinadas en: Llorens, Tomás, Mímesis: rea-
lismos modernos, 1918-45, Madrid, Ed. Fundación Colección Museo Thyssen-Bornemisza, Santiago Minturn Zerva, “Carbón”, xilografía.
2005.
24
El caserío disperso del suburbio con sus calles estrechas fue, asimismo, un motivo adop-
tado por José Marín Torrejón, integrante de la Agrupación de Artistas Plásticos Refugio, en
45
una serie de pequeños linóleos realizados durante la década del treinta. Véase, Rabinovich,
Silvina, “Entre los mástiles del puerto y la luz del libro: los linóleos de José Marín Torrejón”,
en: Separata, «Crónicas de entreguerras», año X, n° 15, Rosario, CIAAL, FhyA, UNR,
octubre de 2010, pp. 3-19.
25
Expresión acuñada por el director de la revista Apolo, Luis Le-Bellot, al referirse a los
grandes planos de campo labrado y sin nubes en los paisajes de Alfredo Guido. Un registro
temático que se amplía entre los artistas para incluir nuevas preocupaciones sociales basa-
das en las condiciones de vida de los lugareños, el barrio y las orillas del río. Cfr. Armando,
Adriana, “Silenciosos mares de tierra arada”, en: Studi Latinoamericani, n° 3, Udine, Universitá
Degli Studi di Udine/Forum, 2007, pp. 369-383.
26
En la obra de los Artistas del Pueblo, la “compasión anarquista” optaba por la figura del
obrero marginal y humillado, por el hombre rendido como oposición al trabajador heroico
del marxismo. Cfr. Muñoz, Miguel Ángel, “Los artistas del pueblo: Anarquismo y sindicalismo
revolucionario en las artes plásticas”, en: Causas y Azares, Buenos Aires, año IV, n° 5, otoño
de 1997, pp. 116-130.
27
Fantoni, Guillermo, “La pura objetividad y lo más íntimo de los seres: claves de un nuevo
realismo”, en: Rossi, Cristina (Comp.), Antonio Berni. Lecturas en tiempo presente, Buenos
Aires, Eudeba/Eduntref, 2010, pp. 3-15.
28
Ellena, Emilio, “Santiago Minturn Zerva”, en: Aa.Vv. Santiago Minturn Zerva…ob.cit, p. 10.
29
El autor afirma que los métodos iconológicos e iconográficos tienen aún un “papel que des-
empeñar” en el análisis de las representaciones paisajísticas. Como símbolo religioso, político
o social la naturaleza transmite una determinada ideología. Véase Burke, Peter, Visto y no visto.
Santiago Minturn Zerva, “Terrones de azúcar El uso de la imagen como documento histórico, Barcelona, Crítica, 2005 [2001], pp. 53-57,54.
I”, xilografía. 30
“Cuanto más sencilla es la casa grabada, más hace trabajar a mi imaginación de habitante”,
Cfr. Bachelard, Gaston, “Casa y universo”, en: La poética del espacio, México, FCE, 1975
[1957], pp. 70-106.
31
Cochet, Gustavo, ob.cit, p. 222.
46