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CEJA CC A13

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Control judicial de constitucionalidad y

convencionalidad de políticas públicas


A lo largo de los últimos años, nuestra región ha sido testigo de una fuerte injerencia del Poder Judicial
sobre el resto de los departamentos de Estado en lo que respecta al control de convencionalidad y
constitucionalidad de ciertas políticas públicas, especialmente en áreas que afectan a minorías y grupos
desaventajados de personas.
El fenómeno que analizamos se ha desarrollado en nuestra región en gran medida gracias a la
consolidación democrática de los Estados, el reconocimiento cada vez más fuerte de ciertos derechos
fundamentales, el resquebrajamiento de la idea de jerarquías de derechos en razón de su indivisibilidad
e interdependencia y al hecho que, cada vez con mayor intensidad, diversos actores sociales operan como
generadores o aceleradores de ciertas decisiones gubernamentales impostergables que, no obstante
revestir tal carácter, son diferidas en el tiempo por los poderes Ejecutivo y/o Legislativo con motivo de la
existencia de otras prioridades en la agenda política.
En este sentido puede observarse cómo distintos casos en materia de derecho ambiental, personas
privadas de su libertad, minorías raciales, discapacitados, derechos políticos, enfermos psiquiátricos y
asuntos vinculados con otros campos de actuación trasladan al seno del Poder Judicial, cada vez con
mayor frecuencia, el debate sobre cuestiones que en otras épocas se resolvían, con un amplio margen de
discreción, en sede administrativa o legislativa.
Las consecuencias sociales, políticas y económicas que genera el corrimiento en el ámbito de discusión de
tales asuntos para los departamentos de Estado encargados de diagramar e implementar políticas
públicas son verdaderamente trascendentes.
Entre ellas pueden señalarse al menos las siguientes:
i. Imposibilidad de esgrimir razones de mérito y conveniencia para postergar decisiones cuando
hay derechos fundamentales afectados, y consiguiente obligación de instrumentar soluciones aún
en situaciones de crisis y limitaciones presupuestarias para garantizar el mínimo existencial de
tales derechos.
ii. Severa restricción en el manejo del tiempo de las decisiones.
iii. Puesta en juego de la responsabilidad política y personal de los agentes y funcionarios
encargados de tomar tales decisiones.
iv. Aumento de la exposición mediática de los asuntos, lo cual produce un reposicionamiento de los
factores de poder y genera una mayor transparencia en la discusión al permitir mayor control
social sobre la misma.
v. Traslado del poder de decisión sobre asignación de recursos presupuestarios, al menos
indirectamente, a manos distintas de las elegidas por mayoría para tomar tales decisiones.
vi. Obligación de discutir en base a reglas iguales para todas las partes involucradas en el conflicto y
frente a un tercero imparcial, que debe resolver el asunto justificando su decisión conforme a
derecho y no en base a directrices políticas.

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Uno de los aspectos más delicados que presenta la tutela colectiva observada desde esta perspectiva, es
que las mencionadas consecuencias y tensiones que produce la modificación en el ámbito de debate sobre
ciertos conflictos se manifiestan no sólo cuando el Poder Judicial excede sus competencias -y vulnera por
ello el principio de división de poderes- sino también cuando aquel actúa en un marco
constitucionalmente legítimo.
La teoría constitucional tradicional sostiene que la rama Judicial configura un poder del Estado tan
democrático como el Ejecutivo o el Legislativo, aun cuando su legitimidad descanse sobre bases distintas
al sufragio popular. Partiendo de esta premisa, diversas teorías han sido elaboradas para determinar
cuáles son los límites del Poder Judicial en el marco de sistemas republicanos y su relación con el resto de
los poderes estatales, especialmente en el intento de justificar su potestad de declarar la
inconstitucionalidad de las leyes.
A esto se suma en nuestra región el control de convencionalidad que deben ejercer los jueces de los
Estados miembros del Sistema Interamericano de Protección de Derechos Humanos.
En el marco de estas dos teorías, control de convencionalidad y control de constitucionalidad, puede
afirmarse como principio que la actuación del Poder Judicial en la desactivación de conflictos colectivos no
implicaría un avance indebido sobre el resto de los departamentos de Estado, siempre que los jueces ejerzan
con responsabilidad su tarea y se limiten a actuar en el marco de las competencias que le fueron
constitucionalmente asignadas.
Podemos ver de este modo que la posibilidad de discutir conflictos colectivos en sede judicial configura
mucho más que un mecanismo de protección de derechos. Configura un verdadero canal de participación
política directa que rompe con las modalidades tradicionales de intervención en el debate público,
produce serias consecuencias de diversa índole y está generando, con ello, no sólo un
redimensionamiento del rol del Poder Judicial sino también un verdadero cambio de paradigma en la
dinámica de distribución del poder en el marco de nuestras sociedades.

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