5 La Cenicienta de Los Hermanos Grimm
5 La Cenicienta de Los Hermanos Grimm
5 La Cenicienta de Los Hermanos Grimm
Hermanos Grimm
Un hombre rico tenía a su mujer muy enferma, y cuando vio que
se acercaba su fin, llamó a su hija única y le dijo:
-Querida hija, sé piadosa y buena, Dios te protegerá desde el cielo y yo
no me apartaré de tu lado y te bendeciré.
Poco después cerró los ojos y espiró. La niña iba todos los días a
llorar al sepulcro de su madre y continuó siendo siempre piadosa y
buena. Llegó el invierno y la nieve cubrió el sepulcro con su blanco
manto, llegó la primavera y el sol doró las flores del campo y el padre
de la niña se casó de nuevo.
La esposa trajo dos niñas que tenían un rostro muy hermoso, pero
un corazón muy duro y cruel; entonces comenzaron muy malos tiempos
para la pobre huérfana.
-No queremos que esté ese pedazo de ganso sentada a nuestro lado,
que gane el pan que coma, váyase a la cocina con la criada.
Le quitaron sus vestidos buenos, le pusieron una basquiña remendada y
vieja y le dieron unos zuecos.
- ¡Qué sucia está la orgullosa princesa! -decían riéndose, y la mandaron
ir a la cocina: tenía que trabajar allí desde por la mañana hasta la
noche, levantarse temprano, traer agua, encender lumbre, coser y
lavar; sus hermanas le hacían además todo el daño posible, se burlaban
de ella y le vertían la comida en la lumbre, de manera que tenía que
bajarse a recogerla. Por la noche, cuando estaba cansada de tanto
trabajar, no podía acostarse, pues no tenía cama, y la pasaba recostada
al lado del fuego, y como siempre estaba llena de polvo y ceniza, le
llamaban la Cenicienta.
Sucedió que su padre fue en una ocasión a una feria y preguntó a sus
hijastras lo que querían que les trajese.
-Un bonito vestido -dijo la una.
-Una buena sortija, -añadió la segunda.
-Y tú, Cenicienta, ¿qué quieres? -le dijo.
-Padre, tráeme la primera rama que encuentres en el camino.
Compró a sus dos hijastras hermosos vestidos y sortijas adornadas de
perlas y piedras preciosas, y a su regreso, al pasar por un bosque
cubierto de verdor, tropezó con su sombrero en una rama de zarza, y la
cortó. Cuando volvió a su casa dio a sus hijastras lo que le habían
pedido y la rama a la Cenicienta, la cual se lo agradeció; corrió al
sepulcro de su madre, plantó la rama en él y lloró tanto que, regada por
sus lágrimas, no tardó la rama en crecer y convertirse en un hermoso
árbol. La Cenicienta iba tres veces todos los días a ver el árbol, lloraba y
oraba y siempre iba a descansar en él un pajarillo, y cuando sentía
algún deseo, en el acto le concedía el pajarillo lo que deseaba.
Celebró por entonces el rey unas grandes fiestas, que debían durar tres
días, e invitó a ellas a todas las jóvenes del país para que su hijo
eligiera la que más le agradase por esposa. Cuando supieron las dos
hermanastras que debían asistir a aquellas fiestas, llamaron a la
Cenicienta y la dijeron.
-Péinanos, límpianos los zapatos y ponles bien las hebillas, pues vamos
a una boda al palacio del Rey.
La Cenicienta las escuchó llorando, pues las hubiera acompañado con
mucho gusto al baile, y suplicó a su madrastra que se lo permitiese.
-Cenicienta -le dijo-: estás llena de polvo y ceniza y ¿quieres ir a una
boda? ¿No tienes vestidos ni zapatos y quieres bailar?
Pero como insistiese en sus súplicas, le dijo por último:
-Se ha caído un plato de lentejas en la ceniza, si las recoges antes de
dos horas, vendrás con nosotras:
-La joven salió al jardín por la puerta trasera y dijo:
-Tiernas palomas, amables tórtolas, pájaros del cielo, vengan todos y
ayúdenme a recoger.
Las buenas en el puchero,
las malas en el caldero.