Hugo Fernandez Oviol

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EL POETA QUE AMABA TANTAS COSAS

A Hugo Fernández Oviol,


con título de un homenaje a Neruda

Isaac Abraham López

“Pero la vida no se detiene a contemplar caprichos/ y el tiempo es un río que no abandona


el cauce...” La neblina recorre los espacios de la ciudad que anochece, y sacudido por la
borrasca de la noticia sólo atisbo a evocar sus versos a la guitarra. Hace días apenas recibí
la antología de su poesía editada por la Editorial El Perro y la Rana que me hizo llegar
desde Caracas ese amigo, preocupado hurgador de palabras y memoria, que es Andrés
Castillo. De verdad, no puedo creerlo. Es como si cayera un árbol, y no quiero sentir eso.
Prefiero entonces saberlo perpetuado en su escritura, recordarlo así, grande y fuerte, como
lo conocí gracias a Indiro Delgado en la presentación del segundo número de la revista
Oikos. Aunque su palabra me acompaña casi desde la niñez. Un torrente indetenible como
aquella otra noche cuando nos recibió en la casona donde desde hace un tiempo se celebra
una tertulia con su nombre. Allí fuimos junto a Yoleida de Hernández, Carlos y Anthony
Alvarado, a conversar sobre nuestro afán y nuestros sueños, a compartir la conversa con
Ella de Petit, Ramón Miranda, Maylen Sosa, Emiro Lobo y otros disfrutadores de su verbo
y compañía.
Siendo niño llevaron a mi casa un librito verde titulado Cabure también tiene poetas. Como
si no le bastara con tener agua, y tener verdor, y tener un clima excepcional. Cabure
también tenía poetas. Poetas que cantaban a la prodiga naturaleza, pero también al instante,
a la armonía, los sueños, la esperanza, la lucha, la mujer. Así le descubrí, como a los
arroyuelos que bajan de la sierra, junto a Servando Garcés y otros exponentes de la tierra
de los aitones. Supe entonces de su guitarra viento, de su guitarra noche, de su guitarra
pueblo. “Yo sencillamente he dicho:/ No quiero que mi hermano/ sufra hambre,/ no quiero
que le roben/ su trabajo,/ no quiero que sea muerto/ en tierra extraña...”
Después cayó en nuestras manos el excelente articulo de Virgilio Medina sobre la visita de
Pablo Neruda a Coro, y creció aún más la estatura del poeta de las doce variaciones. En la
galería del Teatro Armonía de Coro me dijo que yo no podía ser Isaac López, y evocó –
pura risa cimbrada por la ronquera- una anécdota de Bakunín, para hacer la analogía del
encuentro. Entre tragos hablamos de su seguimiento a nuestro trabajo, de lo importante de
reeditar Pájaro de Barro de Genoveva De Castro y del Encuentro Puntual de los Amigos.
También de cuando visitó el Complejo Cultural Josefa Camejo de Pueblo Nuevo de
Paraguaná, junto a José Barroso, atendiendo a la invitación del Area de Literatura. Sentí
entonces su particular forma de mostrar afecto y solidaridad, y me sentí embargado por la
cercanía de alguien a quien admiré desde siempre en su palabra militante, arriesgada y
comprometida. “Esa noche los perros tejieron y destejieron un sebucán de aullidos,/ los
hombres cultivaron los silencios,/ las viejas desgranaron los rosarios,/ las muchachas
sembraron sollozos en la tierra/ esponjosa del sueño.../ y se incendió la sabana.”
Quise conocerlo más, pero en otra visita a la casona de amplias galerías ya las puertas no
se abrieron, quizás los dolores que premeditaban la ausencia. Aunque no hubo tiempo para
más tertulias, también siento la hora de su partida, si bien se que su voz se quedará para
siempre con nosotros como expresión de consecuente irreverencia, de creyente aupador de
nuevas voces, de cuestionador y crítico de afecciones intelectuales, y de señor grande de la
palabra. Un toro de mala entraña, suelto por el aire, ha pretendido cornearlo. Pero aún sin
conocerlo mucho, ni contarme entre sus numerosos contertulios, -quienes seguramente
harán retratos más cercanos y certeros- creo que no es tiempo de despoblar la casa, como él
lo pidió, sino de habitarla de voces que ahuyenten este aletear de mariposas tristes y abran
la puerta hacia el alba. Para usted poeta, mi abrazo, mi respeto y aprecio. Un trago a su
salud, otra cosa no puedo.

Mérida, sábado 18 de noviembre 2006.

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