Butler - El Género en Disputa

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Butler, El género en disputa

Butler, Judith, El género en disputa: Elfeminismo y la subversión de la identidad.


(1990), Barcelona, Paidós, 2007 (Selección)

CAPíTULO l

SUJETOS DE SEJÍO/GENEKO/DESEO

J%'O se rosee mujer: liega uros a serio.


SlMONt IJt Bt/UVOüH

Estríete meti te hablando, no puede decirse


que existen las *mujer es*.

JULIA KSETEVA
La mujer no tiene un sexo.
LUCE la IGAKAV

Ei despliegue de la sexualidad Í...J


estableció esta noción de sexo.
MK'JULL FüUCAULT

La categpría deí sexo es la categoría política


que crea a la sociedad como heterosexitsl.
McíNiyut WlTJJG

LAS «MUJERES» LOMO SUJETO DEL FEMINISMO

En su mayoría, la teoría feminista ha asumido que existe


eierta identidad, entendida mediante Ja catearía de las mu
1
Butler, El género en disputa

[tres, que no sólo introduce los intereses y los objetivos fe


ministas dentro del discurso, sino que se convierte en el su¬
jeto para el cual se procura la representación política. Pero
política y representación son términos que suscitan opiniones
contrapuestas. Por un lado, representación funciona como
termino operativo dentro de un procedimiento politico que
pretende ampliar la visibilidad y la legitimidad hacia las mu¬
jeres como sujetos políticos; por otro, la representación es la
función normativa de un lenguaje que, al parecer, muestra o
distorsiona lo que se considera verdadero acerca de la cate¬
goría de las mujeres. Para la teoría feminista, el desarrollo de
un lenguaje que represente de manera adecuada y completa
a las mujeres ha sido necesario para promover su visibilidad
política. Evidentemente, esto ha sido de gran importancia,
teniendo en cuenta la situación cultural subsistente, en la
que la vida délas mujeres se representaba inadecuadamente
o no se representaba en absoluto.
Recientemente, esta concepción dominante sóbrela re¬
lación entre teoría feminista y política se ha puesto en tela de
juicio desde dentro dd discurso feminista. El tema de las
mujeres ya no se ve en términos estables o constantes. Ilay
numerosas obras que cuestionan la viabilidad del «sujeto»
como el candidato principal de la representación o, incluso,
de la liberación, pero además hay muy poco acuerdo acerca
de que es, o debería ser, la categoría de las mujeres. Los
campos de lingüística y política definieron
con anterioridad el criterio mediante el cual se originan los
sujetos mismos > y la consecuencia es que la representación se
extiende únicamente a lo que puede reconocerse como un
sujeto. Dicho de otra forma, deben cumplírselos requisitos
para ser un sujeto antes de que pueda extenderse la repre
sentadón.
Butler, El género en disputa

E'oucault afirma que los sistemas jurídicos de poder pro¬


ducen a ios sujetos a ios que más tarde representan.1 Las no¬
ciones jurídicas de poder parecen recular la esfera política
únicamente en términos negativos, es decir, mediante la ti
initación, la prohibición, la reglamentación, el control y has
ta la de las personas vinculadas a esa estructu¬
ra política a través de la operación contingente y retractable
de la elección. No obstante, ios sujetos reculados por esas
estructuras, en virtud de que están sujetos a cUas, seconsti
tuyen, se definen y se reproducen de acuerdo con lias impo¬
siciones de dichas estructuras. Si este análisis es correcto,
entonces la formación jurídica del lenguaje y déla política
que presenta a las mujeres como «el sujeto* del feminismo
es, de por si, una formadíd discursiva y el resultado de una
versión especifica de ia política de representación. Asi, el su
feto feminista está discursivamente formado por la misma
estructura política que, supuestamente, permitirá su eman
cipadón. Esto se convierte en una cuestión políticamente
problemática si se puede demostrar que ese sistema crea su
jetos con género que se sitúan sobre un eje diferendai de do
min ación o sujetos que, supuestamente, son masculinos. En
tales casos, recurrir sin ambages a ese sistema para la eman
cipadón de las será abiertamente contra produ
cente.
(...)

En efecto, la cuestión de las mujeres como sujeto del fe¬


minismo plantea la posibilidad de que no haya un sujeto que
exista «antes* déla ley, esperándola representación en y por
esta ley. Quizás el sujeto y la invocación de un «antes* tem
porai sean creados por la fcy como un fundamento ficticio
de su propia afirmación de legitimidad.

3
Butler, El género en disputa

(...)
Ski embarco, aparte de las ficciones fundacionistas que
respaldan la notion del sujeto, esta d problema político con
el que se ení renta d feminismo en la presunción de que el
termino «mu ¡eres» indica una identidad común. En lugar de
un significante estable que reclama la aprobación de aque¬
llas a quienes pretende deseribk y representar, moeres fin
duso en plural) se ha convertido en un termino problcmáti
co, un lugar de refutación, un motivo de angustia. Como
subiere el titulo de Denise Kiley, Am i that hiame? E?Soy yo
ese nombre? ] , es una pregunta motivada por ios posibles
significados múltiples del nombre.1 Si una «es» una mujer, es
evidente que eso no es todo lo que una es; el concepto no es
exhaustivo, no porque una apersona» con un genero prede
terminado sobrepase ios atributos específicos de su genero,
sino porque el género no siempre se constituye deforma co¬
herente o consistente en contextos históricos distintos, y
porque se entrecruza con modalidades raciales, de clase ,ét
nicas, sexuales y regionales de identidades discursivamente
constituidas. Así, es imposible separar el «genero» de las in¬
tersecciones políticas y culturales en las que constantemente
se produce y se mantiene.
La creencia política de que debe haber una base univer¬
sal para el feminismo, y de que puede fundarse en una iden
tidad que aparentemente existe en todas las culturas, a me¬
nudo va unida a la idea de que la opresión de las mujeres
posee alguna forma especifica reconocible dentro de la es¬
tructura universal o hcgcmónica del patriarcado o de la do¬
minación masculina. La idea de un patriarcado universal ha
recibido numerosas criticas en años recientes porque no tic-
tic en cuenta el funcionamiento de la opresión de género en
los contextos culturales concretos en los que se produce.
4
Butler, El género en disputa

(...)

Si bkn La afirmación de un patriarcado universal ha per


dido credibilidad, la noción de un concepto generalmente
compartido de las «mujeres», la conclusión de aquel marco,
ha sidomucho más difícil de derribar. Desde luego, ha habi
do numerosos debates al respecto. ¿Comparten las «muje¬
res» algún elemento que sea anterior a su opresión, o bien
las comparten un vinculo únicamente como re¬
sultado de su opresión? ¿ Existe una especificidad en las cul
turas de las mujeres que no dependa de su subordinación
por parte de las culturas masculinistas hegemónieas?
siempre contraindicadas la especificidad y la integridad de
las prácticas culturales o lingüisticas de las mujeres y, por
tanto, dentro de los limites de alguna formación cultural
más dominante? ¿liay una región de lo «específicamente fe
menino», que se distinga de lo masculino como tal y se acep¬
te en su diferencia por una universalidad de las
no marcada y, por consiguiente, supuesta? La oposición bi
naria masculino/femcnino no sólo es el marco exclusivo en
el que puede aceptarse esa especificidad, sino que de cual¬
quier otra forma la «especificidad» de lo femenino, una vez
más, se descontcxtualiza completamente y se aleja analítica y
políticamente de la constitución de clase, raza, etnia y otros
ejes de relaciones de poder que conforman la y
hacen que la noción concreta de identidad sea errónea/1

5
Butler, El género en disputa

Mi intención aquí es argüir que las limitack>ncs del dis¬


curso de representad™ en el que participa el sujeto del fe¬
minismo socavan sis supuestas universalidad y unidad. De
hecho, la reiteración prematura en un sujeto estable del fe¬
minismo entendido como una categoría inconsútil de mu¬
jeres- - prwoca inevitablemente un gran rechazo paraad
mitir la categoria. Estos campos de exclusión ponen de
manifiestolas consecuencias coercitivas y reguladoras de esa
c™strucdónh aunque esta se haya llevado a cabo con ííbjeti
vos de emancipación. En realidad, la división en el seno del
feminismo y La oposidón paradójica a él por parte de las
«mujeres» a quienes dice representar muestran los limites
necesarios de las políticas de identidad. La nodón de que el
feminismo puede encontrar una representación más extensa
de un sujeto que el mismo feminismo const ruye tiene como
consecuencia irónica que los objetivos feministas podrían
frustrarse si no tienen en cuenta los poderes constitutivos
de lo que afirman representar.
(...)

Por lo tanto, es obvio que la labor política no es rechazar


La política de represen tadón, lo cual tampoco seria posible.
Las estructuras jurídicas dellenguajey déla política crean d
campo actual de poder; no hay ninguna posición fuera de
este campo, sino sólo un a genealogía crítica desús propias
acciones legitimadoras. Como tal, el punto de partida critico
es el presente histórico„ como afirmó Marx. Y la tarca con¬
siste en elaborar, dentro de este marco constituido, una cri¬
tica de las categorías de identidad que generan, naturalism
c inmovilizan las estructuras jurídicas actuales.

6
Butler, El género en disputa

Quizás haya una oportunidad en esta coyuntura de la


política cultural (época que algunos denominarían posfe-
ministú) para pensar, desde una perspectiva feminista, so¬
bre la necesidad de construir un sujeto del feminismo.
Dentro de la práctica política feminista, parece necesario
replantearse de manera radical fas construcciones ontoló
gicas de la identidad para plantear una política representa
tivaque pueda renovar el feminismo sobre otras bases. Por
otra parte, tai vez sea el momento de formular una critica
radical que Libere a la teoría feminista de La obligación de
construir una base única o constante, permanentemente
refutada por las posturas de identidad o de antiidentidad a
las que invariablemente niega. ,

EL ORDEN OBLIGATORIO DE SEXO/GéNERO/DESEO

Aunque la unidad no problemática de las «mujeres» sue¬


le usarse para construir una solidaridad de identidad, la di¬
ferenciación entre sexo y género plantea una f ragmentación
en el sujeto feminista. Originalmente con el propósito de dar
respuesta a la afirmación de que «biología es destino», esa
diferenciación sirve al argumento de que, con independen¬
cia de Ja inmanejabilidad biológica que tenga aparentemen¬
te el sexo, el género se construye culturalmente: por esa ra-
zón, el género no es el resultado causal del sexo ni tampoco
es tan aparentemente rígido como el sexo. Por tanto, la uni¬
dad del sujeto ya está potencial mente refutada por la dife¬
renciación que posibilita que e! género sea una interpreta¬
ción múltiple del sexo.7
Butler, El género en disputa

Si el genero es los significados culturales que acepta el


cuerpo sexuado, entonces no puede afirmarse que un gene
ro únicamente sea producto de un sexo. Llevada hasta su
limite lógico. La distinción sexe/ género mués tra una discon
tinuidad radical entre cuerpos sexuados y géneros cultural-
mente construidos. Si por el moment o presuponemos la es
tabilidad del sexo binario, no está claroque la construcción
de «hombres» dará como resultado únicamente cuerpos
masculinos oque las interpreten sólo cuerpos fe
meninos. Además, aunque los sexos parezcan ser claramen¬
te binarios en su morfología y constitución (lo que tendrá
que ponerse en duda), no hay ningún motivo para creer que
también los géneros seguirán siendo sólo dos.* La hipótesis
de un sistema binario de géneros sostiene de manera implí¬
cita la idea de una relación mimética entre genero y sexo, en
la cual d género refleja al sexo o, de lo contrario, está limi¬
tado por él. Cuando la condición construida del generóse
teoriza como algo completamente independíente del sexo, el
genero mismo pasa a ser un artificio ambiguo, con el resul¬
tado de que hombre y masculino pueden significar tanto un
cuerpo de mujer como uno de hombre, y mujer y femenino
tanto uno de hombre como uno de mujer.
Lsta separación radical dd sujeto con genero plantea
otros problemas. ¿Podemos hacer referencia a un sexo
tfdado» o a un genero «dado» sin aclarar primero cómo se
dan uno y otro y a través de qué medios? ¿Y al fin y al cabo
qué es el «sexo»? ¿Es natural, anatómico, cromosómico u
hormón alh y cómo puede una critica feminista apreciar ios
discursos científicos que intentan establecer tales
chos»?1* ¿Tiene el sexo una historia ¿Tiene cada sexo una

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Butler, El género en disputa

historia distinta, o varias historias? ¿Existe una historia de


cómo se determinó la dualidad dei sexo, una genealogía que
presente Jas opciones binarias como una construcción varia¬
ble? ¿Acaso los hechos aparentemente naturales del sexo
tienen Lugar discursivamente mediante diferentes discursos
científicos supeditados a otros intereses políticos y sociales?
Si se refuta el carácter invariable del sexo, quizás esta cons
trucción denominada «sexo» este tan cultura Intente construí
da como el género; de hecho, quizá siempre fue genero, con
el resultado de que la distinción entre sexo y genero no exis
te como tal.El
En ese caso no tendría sentido definir el genero como la
interpretación cultural del sexo, si este es ya de por si una
categoría dotada de genero. No debe ser visto únicamente
centola inscripción cultural del significado en un sexo prc
determinado (concepto Jurídico), sino que también debe in
dicar cE aparato mismo de producción mediante el cual se
determinan los sexos en sí. Como consecuencia, el genero
tío es a la cultura lo que el sexo es a la naturaleza; el gene
ro también es el medio discursivo'culturai a través del cual
la «naturaleza sexuada» o «un sexo natural» se forma y esta
bfcce como -*prcdiscursivo», anterior a la cultura, una su
per fide politicamente neutral sobre la cual actúa la cultura.
(...)
Esta producción del sexo como lo prc discursivo
debe entenderse como el resultado del aparato de construe
ción cultural nombrado por el género. Entonces, ¿cómo
debe reformularse el género para incluir las reiadones de
poder que provocan el efecto de un sexo prediscursivo y es
conden de esta manera ese mismo procedimiento de pro
ducción discursiva?
9
Butler, El género en disputa

GÉNEROí UVS RUINAS CIRCULARES DEL DERATE ACltJAL


(...)

toando Las teóricas


feministas argumentan que d genero es la interpretación
cultural del sexo o que el generóse construye culturalmcn
te, fÿcuál es el mecanismo de esa construcción?
(...)
i En algunos estudios, la afirmación de que el
genero ístá construido sugiere cierto deter minismo de signi
ficados de género inscritos en cuerpos anatómicamente di¬
ferenciados, y se cree que esos cuerpos son receptores pasi¬
vos de una ley cultural inevitable. Cuando la «cultura»
pertinente que «construye» el genero se entiende en fundón
de dicha ley o conjunto de leyes, entonces parece que el ge¬
nero es tan preciso y fip como lo era ba[o la afirmación de
que «biología es destino». En tal caso, la cultura, y no la bio
logia, se convierte en destino.
Por otra parte, Simone de Beauvoir afirma en El según
Jo sexo que «no se nace mujer: llega una a serio».1 ; Para Beau¬
voir, el genero se «construye», pero en su planteamiento
queda implícito un agente, un cogjto, el cual en cierto modo
adopta ose adueña de esc genero y, en principio, podría
aceptar algún otro. xEs el género tan variable y volitivo
como plantea el estudio de Beauvoir? ¿Podría circunscribir
se entonces la «construcción» a una forma de elección? Beau¬
voir sostiene rotundamente que una «llega a ser» mujer,
pero siempre bajo la obliga don cultural de hacerlo. Y es evi
dente que esa obligadón no la oca el «sexo».

(...)

10
Butler, El género en disputa

Dentro de esos términos, el «cuerpo» se man i


fiesta como un medio pasivo sobre el cual se circunscriben
los significados culturales o como el instrumento mediante
el cual una voluntad a propiadora e interpretativa establece
un significado cultural para si misma. En ambos casos, el
cuerpo es un mero instrumento o medio con el cual se rela¬
ciona sólo externamente un con [unto de significados cultu
rales. Pero el «cuerpo» es en sí una construcción, como lo
son ios múltiples «cuerpos» que conforman el campo de los
sujetos con genero. No puede afirmarse que ios cuerpos po
sean una existencia significablc antes de la marca de su gé¬
nero; entonces, ¿en que medida comienza a existir el cuerpo
en y mediante fa(s) marca (sí del genero? ¿Cómorcformular
el cuerpo sin verlo como un medio o instrumento pasivo que
espera la capacidad vivificadora de una voluntad rotunda
mente inmaterial?
(...)

es la metafísica de la sustancia, y cómo influye en


la reflexión sobre las categorías del sexo? En primer lugar,
las concepciones humanistas del sujeto tienen tendencia a
dar por sentado que hay una persona sustantiva portadora
de diferentes atributos esenciales y no esenciales. Una posi
ción feminista humanista puede sostener que el género es un
atributo de un ser humano caracterizado esencialmente como
una sustancia o «núcleo» anterior al género, denominada
«persona», que designa una capacidad universal para el ra¬
zonamiento, la deliberación moral o el lenguaje. No obstan
te, la concepción universal de la persona ha sido sustituida
como punto de partida para una tcoria social del género por
las posturas h istóricas y antropológicas que consideran el gé
11
Butler, El género en disputa

ncio como una «relación» entre sujetos sociaimente consti


tuidos en contextos concretos. Esta perspectiva rcJacional o
contextual señala que lo que «es» la persona y, de hecho, lo
que «es» d genero siempre es relativo a las relaciones cons¬
truidas en las que se establece.1' Como un fenómeno varia
ble y contextual, el genero no designa a un ser sustantivo,
sino a un punto de unión relativo entre conjuntos de reía
cioncs culturales e históricas especificas.
(...)
Beauvoir afirma que el cuerpo femenino debe ser la si
tuación y el instrumento de la libertad de las mujeres, no
una esenda definidora y limitadora.*' La teoría déla cncar
nación en que se asienta el análisis de Beauvoir está restrin
gida por La reproducción sin reservas de la distindón carte¬
siana entre libertad y cuerpo. Pese a mi empeño por afirmar
lo contrario, parece que Beauvoir mantiene el dualismo men
tc/cuerpo, aun cuando ofrece una síntesis de esos termi
nos.fl La preservación de esa misma distindón puede ser re
veladora del mismo faiogoccntrismo que Beauvoir subesti
ma. En la tradición filosófica que se inicia con Platón y
sigue con Descartes, I íusscrf y Sartre, la diferenciación on-
tológica entre alma í conciencia, mente) y cuerpo siempre
defiende reiadones de subordinación y jerarquía política y
psíquica. La mente no sófo somete al cuerpo, sino que even
tualmcnte juega con la fantasía de escapar totalmente de su
corporeidad. Las asociaciones culturales de La mente con la
masculinidad y del cuerpo con la feminidad están bien do¬
cumentadas en el campo de la filosofía y el feminismo:” En
consecuencia, toda reproducción sin reservas de la diferen
ciación entre mente/cuerpo debe replantearse en virtud de
la jerarquía implícita de ios géneros que esa diferenciación
ha creado, mantenido y racionalizado comúnmente.
12
Butler, El género en disputa

(...)

IDENTIDAD, SEXO Y LA METAFíSICA DE LA SUSTANCIA

En definitiva, la «coherencia» y la «continuidad» de


fíla persona» noson rasaos lógicos o analíticos de la calidad
de persona sino, más bien, normas de inteligibilidad social
mente instauradas y mantenidas. En la medida en que la
identidad» se preserva mediante los conceptos estabiliza
dores de sexo, genero y sexualidad, la noción misma de «la
persona» se pone en duda por la aparición cultural de esos
seres con genero «incoherente» o «discontinuo» que apa¬
rentemente son personas pero que no se corresponden con
las normas de genero culturalmentc inteligibles mediante las
cuales se definen las personas.
Los géneros «inteligibles» son los que de alguna manera
instauran y mantienen relaciones de coherencia y continui
dad entre sexo, género, práctica sexual y deseo. Es decir. Los
fantasmas de discontinuidad c incoherencia, concebibles
únicamente en rcladón con las rqglascxistcntcs de continui
dad y coherencia, son prohibidos y creados frecuéntemela e
por las mismas leyes que procuran crear conexiones causa¬
les o expresivas entre sexo biológico, géneros culturalmentc
formados y la «expresión» o «efecto» de ambos en la apari
dón del deseo sexual a través de la práctica sexual.
La noción de que puede haber una «verdad» del sexo,
como la denomina irónicamente Foucault, se crea ¡ustamen
te a través de las prácticas reguladoras que producen identi
dades coherentes a través de La matriz de reglas coherentes
de género. La hctcroscxuaJización del deseo exige c instau

13
Butler, El género en disputa

ra Ja producción de oposiciones discretas y asimétricas entre


«femeninos y «masculino», entendidos estos conceptos
como atributos que designan «hombre» y «mujer». La ma¬


triz cultural mediante la cual se ha hecho inteligible la

identidad de genero exige que algunos tipos de «id en ti
dades» no puedan «existir»: aquellas en las que el genero no
es consecuencia del sexo y otras en las que las prácticas del
deseo no son «consecuencia» ni del sexo ni del género. En
este contexto, «consecuencia» es una relación política de
vinculación creada por las leyes culturales, las cuales deter¬
minan y reglamentan la forma y el significado de la sexuali¬
dad. En realidad, precisamente porque algunos tipos de
de género» no se adaptan a esas reglas de inte¬
ligibilidad cultural, dichas identidades se manifiestan única
inente como defectos en el desarrollo o imposibilidades ló¬
gicas desde el interior de ese campo. No obstante, su
inastencia y proliferación otorgan grandes oportunidades
para mostrar los limites y los propósitos reguladores de ese
campo de inteligibilidad y, por tanto, para revelar dentro
de los limites mismos de esa matriz de inteligibilidad otras
matrices difercrfics y subversivas de desorden de género.

(...)

LJ metafísica de la susidnaa es una frase relacionada con


N ictzscbc dentro de la critica actual del discurso filosófico.
En un comentario sobre Nietzsche, Michel I Liar afirma que
numerosas ontologias filosóficas se han quedado atrapadas
en ciertas ilusiones de «Ser» y «Sustancia» animadas por la
idea de que la formulación gramatical de sujeto y predicado
refleja la realidad ontoiógica previa de sustancia y atributo.

14
Butler, El género en disputa

Estos constructed, según ííaar, conforman tos medios filo¬


sóficos artificiales mediante los cuales se ere JE de maEcra
efectiva la simplicidad, el ordeE y la ideEtidad. Pero CE EíE
gún caso muestraE Eí represcEtaE UE ordeE real de las cosas.
Para Euestros fines, esta critica nictzschcana es instructiva si
se atribuye a las categorías psicológicas que rigen muchas re¬
flexiones populares y teóricas sobre la identidad de generen
Como sostiene I íaar, la crítica de la metafísica de la sustan
tia conlleva una crítica de la noción misma de la persona
Jisico lógica como una cosa sustantiva:
La destrucción de Ja lógica mediante su genealogía impli¬
ca además la desaparición de las categorías psicológicas basa
das en esta lógica Todas las categorías psicológicas (el yo, el
individuo, la persona) proceden de la ilusión de identidad sus-
tandal. Pero esta ilusión regresa básicamente a una supersti¬
ción que engaña no sólo al sentido común, sino también a ios
filósofos, es decir, la creencia en ei lenguaje y, más concreta¬
mente, en la verdad de las Categorías gramaticales. La gramá-
tica (ta estructura de sujeto y predicado) sugirió Ja cerieia Je
Descartes de que «yo» es ei sujeto de «pienso», cuando más
bien son los pensamientos los que vienen a «mkc en el fondo,
la fe en Ja gramática solamente comunica k voluntad de ser la
«causa» de los pensamientos propios Ei sujeto, el yo, ei indi¬
viduo son tan sólo falsos conceptos, pues convienen las uni¬
dades leticias en susiancks cuyo origen es exclusivamente
una realidad lingüística.’1
(...)

La
afirmación no problemática de «ser* una mujer y «ser» he
tcrosexual seria representativa de dicha metafísica de la sus
tancia del genero. Tanto en d caso de «hombres» como en eí
15
Butler, El género en disputa

de «mujeres», esta afirmación tiende a supeditar la noción de


género a la de identidad y a concluir que una persona es de
un género y lo es en virtud de su sexo, su sentido psíquico
del yo y diferentes expresiones de ese yo psíquico, entre las
cuales está el deseo sexual. En ese contexto prefeminista, el
género, ingenuamente (y no críticamente) confundido con el
sexo, funciona como un principio unificador del yo encar¬
nado y conserva esa unidad por encima y en contra de un
«sexo opuesto», cuya estructura presuntamente mantiene
cierta coherencia interna paralela pero opuesta entre sexo,
género y deseo. Las frases «Me siento como una mujer» pro¬
nunciada por una persona del sexo femenino y «Me siento
como un hombre» formulada por alguien del sexo masculi¬
no dan por sentado que en ningún caso esta afirmación es
redundante de un modo carente de sentido. Aunque puede
no parecer problemático ser de una anatomía dada (aunque
más tarde veremos que ese proyecto también se enfrenta a
muchas dificultades), la experiencia de una disposición psí¬
quica o una identidad cultural de género se considera un lo¬
gro. Así, la frase «Me siento como una mujer» es cierta si se
acepta la invocación de Aretha Franklin al Otro definidor:
«Tú me haces sentir como una mujer natural».54 Este logro
exige diferenciarse del género opuesto. Por consiguiente,
uno es su propio género en la medida en que uno no es el
otro género, afirmación que presupone y fortalece la restric¬
ción de género dentro de esc par binario.
El género puede designar una unidad de experiencia, de
sexo, género y deseo, sólo cuando sea posible interpretar
que el sexo de alguna forma necesita el género —cuando el
género es una designación psíquica o cultural del yo y el —
16
Butler, El género en disputa


deseo cuando el deseo es heterosexual y, por lo tanto, se
distingue mediante una relación de oposición respecto del
otro género al que desea — * Por tanto, la coherencia o uni¬
dad interna de cualquier género, ya sea hombre o mujer, ne¬
cesita una heterosexualidad estable y de oposición* Esa he-
terosexualidad institucional exige y crea la univocidad de
cada uno de los términos de género que determinan el lími¬
te de las posibilidades de los géneros dentro de un sistema
de géneros binario y opuesto. Esta concepción del género
no sólo presupone una relación causal entre sexo, género y
deseo: también señala que el deseo refleja o expresa al géne¬
ro y que el género refleja o expresa al deseo* Se presupone
que la unidad metafísica de los tres se conoce realmente y
que se manifiesta en un deseo diferenciador por un género
opuesto, es decir, en una forma de heterosexualidad en la
que hay oposición* Ya sea como un paradigma naturalista
que determina una continuidad causal entre sexo, género y
deseo, ya sea como un paradigma auténtico expresivo en el
que se afirma que algo del verdadero yo se muestra de ma¬
nera simultánea o sucesiva en el sexo, el género y el deseo,
aquí «el viejo sueno de simetría», como lo ha denominado
lrigaray, se presupone, se reifica y se racionaliza.
Este esbozo del género nos ayuda a comprender los mo¬
tivos políticos de la visión sustancializadora del género. Ins¬
tituir una heterosexualidad obligatoria y naturalizada re¬
quiere y reglamenta al género como una relación binaria en
la que el término masculino se distingue del femenino, y esta
diferenciación se consigue mediante las prácticas del deseo
heterosexual* El hecho de establecer una distinción entre los
dos momentos opuestos de la relación binaria redunda en la

17
Butler, El género en disputa

consolidación de cada término y la respectiva coherencia in¬


terna de sexo, género y deseo.
El desplazamiento estratégico de esa relación binaria y la
metafísica de la sustancia de la que depende admite que las
categorías de hembra y macho, mujer y hombre, se constitu¬
yen de manera parecida dentro del marco binario.
(...)
Si se puede hablar de un «hombre» con un atributo mas¬
culino y entender ese atributo como un rasgo feliz pero ac¬
cidental de ese hombre, entonces también se puede hablar
de un «hombre» con un atributo femenino, cualquiera que
éste sea, aunque se continúe sosteniendo la integridad del
género. Pero una vez que se suprime la prioridad de «hom¬
bre» y «mujer» como sustancias constantes, entonces ya no
se pueden supeditar rasgos de género disonantes como otras
tantas características secundarias y accidentales de una on-
tología de género que está fundamentalmente intacta. Si la
noción de una sustancia constante es una construcción ficti¬
cia creada a través del ordenamiento obligatorio de atribu¬
tos en secuencias coherentes de género, entonces parece que
el género como sustancia, la viabilidad de hombre y mujer
como sustantivos, se cuestiona por el juego disonante de
atributos que no se corresponden con modelos consecutivos
o causales de inteligibilidad.
(...)
En este sentido, género no es un sustantivo, ni tampoco
es un conjunto de atributos vagos, porque hemos visto que
el efecto sustantivo del género se produce performativa-
mente y es impuesto por las prácticas reguladoras de la co¬
herencia de género. Así, dentro del discurso legado por la
metafísica de la sustancia, el género resulta ser performativo,
es decir, que conforma la identidad que se supone que es.
18
Butler, El género en disputa

En este sentido, el género siempre es un hacer, aunque no


un hacer por parte de un sujeto que se pueda considerar
preexistente a la acción. El reto que supone reformular las
categorías de género fuera de la metafísica de la sustancia
deberá considerar la adecuación de la afirmación que hace
Nietzsche en La genealogía de la moral en cuanto a que «no
hay ningún “ser” detrás del hacer, del actuar, del devenir; “el
agente” ha sido ficticiamente añadido al hacer, el hacer es
todo».5* En una aplicación que el mismo Nietzsche no ha¬
bría previsto ni perdonado, podemos añadir como corolario:
no existe una identidad de género detrás de las expresiones
de género; esa identidad se construye performativamente
por las mismas «expresiones» que, al parecer, son resultado
de ésta.
LENGUAJE, PODER Y ESTRATEGIAS DE DESPLAZAMIENTO

(...)
La hipótesis aquí es que el «ser» del géne¬
ro es un efecto, el objeto de una investigación genealógica
que delinea los factores políticos de su construcción al modo
de la ontología. Afirmar que el género está construido no
significa que sea ilusorio o artificial, entendiendo estos tér¬
minos dentro de una relación binaria que opone lo «real» y
lo «auténtico». Como una genealogía de la ontología del gé¬
nero, esta explicación tiene como objeto entender la pro¬
ducción discursiva que hace aceptable esa relación binaria y
demostrar que algunas configuraciones culturales del gé ne¬
to ocupan el lugar de «lo real» y refuerzan e incrementan su
hegemonía a través de esa feliz autonaturalización.

19
Butler, El género en disputa

Si la afirmación de Beauvoir de que no se nace mujer,


sino que se llega a serlo es en parte cierta, entonces mujer es
de por sí un término en procedimiento, un convertirse, un
construirse del que no se puede afirmar tajantemente que
tenga un inicio o un final. Como práctica discursiva que está
teniendo lugar, está abierta a la intervención y a la resignifi¬
cación. Aunque el género parezca congelarse en las formas
más reificadas, el «congelamiento» en sí es una práctica per¬
sistente y maliciosa, mantenida y regulada por distintos me¬
dios sociales. Para Beauvoir, en definitiva es imposible con¬
vertirse en mujer, como si un lelos dominara el proceso de
aculturación y construcción. El género es la estilización re¬
petida del cuerpo, una sucesión de acciones repetidas —den¬

tro de un marco regulador muy estricto que se inmoviliza
con el tiempo para crear la apariencia de sustancia, de una
especie natural de ser.
(...)

CAPíTULO 3

ACTOS CORPORALES SUBVERSIVOS

(...)
Posdala final no científica
(...)

Aquí la cuestión no es apelar a las excepciones, a lo extraño,


sólo para relativizar las afirmaciones hechas en nombre de la
vida sexual normal. No obstante, como afirma Freud en Tres
ensayos sobre teoría sexual, es la excepción, lo raro, lo que
nos revela cómo está formado el mundo mundano, que se
20
Butler, El género en disputa

da por sentado, de los significados sexuales. Sólo desde una


posición conscientemente desnaturalizada se ve cómo se
crea la apariencia de naturalidad. Las presuposiciones sobre
los cuerpos sexuados, si son de uno u otro sexo, de los sig¬
nificados que se dice les son inmanentes o el resultado de
que estén sexuados de una manera dada, de repente se ven
significativamente debilitados por los ejemplos que no cum¬
plen con las categorías que naturalizan y estabilizan ese cam¬
po de cuerpos dentro de los límites de las normas culturales.
Por consiguiente, lo insólito, lo incoherente, lo que queda
«fuera», nos ayuda a entender que el mundo de categoriza-
ción sexual que presuponemos es construido y que, de he¬
cho, podría construirse de otra forma.
(...)

INSCRIPCIONES CORPORALES, SUBVERSIONES PERFORMATIVAS


(...)

Las categorías de sexo verdadero, género diferenciado y


sexualidad específica han sido el punto de referencia esta¬
ble para una gran cantidad de teoría y política feministas.
Estos constructos de la identidad son los puntos de partida
e pisté micos a partir de los cuales emerge la teoría y se ar¬
ticula la política. En el caso del feminismo, la política está
presuntamente articulada para manifestar los intereses y las
perspectivas de las «mujeres». Pero ¿ tienen las «mujeres»,
por así decirlo, una forma política que anteceda y prefigure
la evolución política de sus intereses y su punto de vista
epistémico? ¿Cómo se articula esa identidad, y es la articu-

21
Butler, El género en disputa

lacio n política la que decide que la morfología y el límite


mismos del cuerpo sexuado son el terreno, la superficie o el
lugar de la inscripción cultural? ¿Qué circunscribe a ese lu¬
gar como «el cuerpo femenino»? ¿Es «el cuerpo» o «el
cuerpo sexuado» la base estable sobre la que operan el gé¬
nero y los sistemas de sexualidad obligatoria? ¿O acaso «el
cuerpo» en sí es articulado por fuerzas políticas a las que les
interesa que esté restringido y constituido por las marcas
del sexo?
La división sexo/género y la categoría de sexo en sí pare¬
cen dar por sentada una generalización de «el cuerpo» que
existe antes de la obtención de su significación sexuada. Con
frecuencia, este «cuerpo» parece ser un medio pasivo que es
significado por la inscripción de una fuente cultural percibi¬
da como «externa» respecto de él No obstante, cualquier
teoría del cuerpo culturalmente construido debería poner en
duda «el cuerpo» por ser un constructo de generalidad du¬
dosa cuando se entiende como pasivo y anterior al discurso.

(...)

De la interioridad a los performativos de género


(...)

No obstante, cuando se entiende la identificación como


una incorporación o fantasía hecha realidad queda claro que
la coherencia es anhelada, esperada e idealizada, y que esta
idealización es efecto de una significación corporal. En otras
palabras, actos, gestos y deseo crean el efecto de un núcleo
interno o sustancia, pero lo hacen en la superficie del cuerpo,
mediante el juego de ausencias significantes que evocan,
22
Butler, El género en disputa

pero nunca revelan, el principio organizador de la identidad


como una causa* Dichos actos, gestos y realizaciones por —

lo general interpretados son performativos en el sentido
de que la esencia o la identidad que pretenden afirmar son
invenciones fabricadas y preservadas mediante signos corpó¬
reos y otros medios discursivos. El hecho de que el cuerpo
con género sea performative muestra que no tiene una posi¬
ción oncológica distinta de los diversos actos que conforman
su realidad. Esto también indica que si dicha realidad se in¬
venta como una esencia interior, esa misma interioridad es
un efecto y una función de un discurso decididamente pú¬
blico y social, la regulación pública de la fantasía mediante
la política de superficie del cuerpo, el control fronterizo del
género que distingue lo interno de lo externo, e instaura de
esta forma la «integridad» del sujeto. En efecto, los actos y
los gestos, los deseos organizados y realizados, crean la ilu¬
sión de un núcleo de género interior y organizador, ilusión
preservada mediante el discurso con el propósito de regular
la sexualidad dentro del marco obligatorio de la heterose-
xualidad reproductiva. Si la «causa» del deseo, el gesto y el
acto puede situarse dentro del «yo» del actor, entonces las
regulaciones políticas y las prácticas disciplinarias que crean
ese género, presuntamente coherente, en realidad desapare¬
cen. El desplazamiento de la identidad de género de un ori¬
gen político y discursivo a un «núcleo» psicológico no per¬
mite analizar la formación política del sujeto con género y
sus invenciones acerca de la interioridad inexplicable de su
sexo o de su auténtica identidad.

23
Butler, El género en disputa

Si la verdad interna del género es una invención, y si un


género verdadero es una fantasía instaurada y circunscrita
en la superficie de los cuerpos, entonces parece que los gé¬
neros no pueden ser ni verdaderos ni falsos, sino que sólo se
crean como los efectos de verdad de un discurso de identi¬
dad primaria y estable. En Mother Camp: Female Imperso¬
nators in America, la antropóloga Esther Newton afirma que
la estructura de la personificación muestra uno de los meca¬
nismos clave de la invención, mediante el cual se efectúa la
construcción social del género.6* Yo agregaría que la «tra¬
vestida» trastoca completamente la división entre espacio
psíquico interno y externo, y de hecho se burla del modelo
que expresa el género, así como de la idea de una verdadera
identidad de género. Newton escribe:
En su forma más compleja, [la travestida! presenta una
doble inversión que afirma: «Las apariencias engañan». La
travestida afirma [curiosa personificación de Newton]: «Mi
apariencia “exterior" es femenina, pero mi esencia “interior"
[del cuerpo] es masculina», Al mismo tiempo se representa Ja
inversión opuesta: «Mi apariencia “exterior" [mi cuerpo, mi
género] es masculina, pero mi esencia “interior" [yo] es feme¬
nina».ÿ

Ambas afirmaciones de la verdad se contradicen y, así,


desplazan toda la práctica de las significaciones de género
en el discurso de verdad y falsedad.
(...)
Del mismo modo que la travestida
produce una imagen unificada de la «mujer» (con la que la
crítica no suele estar de acuerdo), también muestra el carác-
24
Butler, El género en disputa

ter diferente de los elementos de la experiencia de género


que erróneamente se han naturalizado como una unidad
mediante la ficción reguladora de la coherencia heterose¬
xual. Al imitar el género, la travestida manifiesta de forma
implícita la estructura imitativa del género en sí, así como su
contingencia. En realidad, parte del placer, la frivolidad de la
actuación, resideen la aceptación de una contingencia radi¬
cal en la relación entre sexo y género frente a configuracio¬
nes culturales de unidades causales que suelen verse como
naturales y necesarias. En vez de la ley de coherencia hete¬
rosexual vemos el sexo y el género desnaturalizados me¬
diante una actuación que asume su carácter diferente y dra¬
matiza el mecanismo cultural de su unidad inventada.
La noción de parodia del género que aquí se expone no
presupone que haya un original imitado por dichas identi¬
dades paródicas. En realidad, la parodia es de la noción mis¬
ma de un original; así como la noción psicoanalítica de iden¬
tificación de género se elabora por la fantasía de una fantasía
— la transfiguración de un Otro que siempre es ya una «fi¬

gura» en ese doble sentido , la parodia de género volvía a
considerar que la identidad original sobre la que se articula
el género es una imitación sin un origen. En concreto, es una

producción que, en efecto —o sea, en su efecto , se pre¬
senta como una imitación. Este desplazamiento permanente
conforma una fluidez de identidades que propone abrirse a
la resignificación y la recontextualización; la multiplicación
paródica impide a la cultura hegemónica y a su crítica con¬
firmar la existencia de identidades de género esencialistas o
naturalizadas. Si bien los significados de género adoptados
en estos estilos paródicos obviamente pertenecen a la cultu¬
ra hegemónica misógina, de todas formas se desnaturalizan
y movilizan a través de su recontextualización paródica.
25
Butler, El género en disputa

(...)

Por consiguien¬
te, como una táctica de supervivencia dentro de sistemas
obligatorios, el género es una actuación con consecuencias
decididamente punitivas. Los géneros diferenciados son
una parte de lo que «humaniza» a los individuos dentro de
la cultura actual; en realidad, sancionamos constantemen¬
te a quienes no representan bien su género. Como no hay
una «esencia» que el género exprese o exteriorice ni un
ideal objetivo al que aspire, y puesto que el género no es
un hecho, los distintos actos de género producen el con¬
cepto de género, y sin esos actos no habría ningún género.
Así pues, el género es una construcción que reiteradamen¬
te disimula su génesis; el acuerdo colectivo tácito de actuar,
crear y garantizar géneros diferenciados y polares como
ficciones culturales queda disimulado por la credibilidad
de esas producciones y por las sanciones que acompañan al
hecho de no creer en ellas; la construcción nos «obliga» a
creer en su necesidad y naturalidad. Las opciones históri¬
cas materializadas a través de distintos estilos corporales
no son sino las ficciones culturales reguladas de forma pu¬
nitiva, que alternadamente se personifican y se desvían
bajo coacción.
Hay que considerar que una sedimentación de normas
de género genera el fenómeno peculiar de un «sexo natural»
o una «mujer real» o cualquier cantidad de ficciones socia¬
les constantes e impositivas, y que esta sedimentación a lo
largo del tiempo ha creado una serie de estilos corporales
que, de forma re i fi cada, se manifiestan como la configura¬
ción natural de los cuerpos en sexos que existen en una re-

26
Butler, El género en disputa

lación binaria uno con el otro. Si estosestilos se ponen en


práctica, y si crean sujetos coherentes con género que se pre-
sentan como sus creadores, ¿qué tipo de actuación mostra¬
ría que esta supuesta «causa» es un «efecto»?
Entonces, ¿en qué sentido es el género un acto?

(...)

El género no debe considerarse una identidad estable o


un sitio donde se funde la capacidad de acción y de donde
surjan distintos actos, sino más bien como una identidad
débilmente formada en el tiempo, instaurada en un espacio
exterior mediante una reiteración estilizada de actos. El
efecto del género se crea por medio de la estilización del
cuerpo y, por consiguiente, debe entenderse como la ma¬
nera mundana en que los diferentes tipos de gestos, movi¬
mientos y estilos corporales crean la ilusión de un yo con
género constante. Este planteamiento aleja la concepción
de género de un modelo sustancial de identidad y la sitúa
en un ámbito que exige una concepción del género como
temporalidad social constituida. Resulta revelador que si el
género se instaura mediante actos que son internamente
discontinuos, entonces la apariencia de sustancia es exacta¬
mente eso, una identidad construida, una realización per-
formativa en la que el público social mundano, incluidos
los mismos actores, llega a creer y a actuar en la modalidad
de la creencia.

(...)
No obstante, si los atributos de género no son expresivos
sino performatives, entonces estos atributos realmente de-

27
Butler, El género en disputa

terminan la identidad que se afirma que manifiestan o reve¬


lan. La distinción entre expresión y performatividad es cru¬
cial. Si los atributos y actos de género, las distintas formas en
las que un cuerpo revela o crea su significación cultural, son
performativos, entonces no hay una identidad preexistente
con la que pueda medirse un acto o un atributo; no habría
actos de género verdaderos o falsos, ni reales o distorsiona¬
dos, y la demanda de una identidad de género verdadera se
revelaría como una ficción reguladora. El hecho de que la
realidad de género se determine mediante actuaciones so¬
ciales continuas significa que los conceptos de un sexo esen¬
cial y una masculinidad o feminidad verdadera o constante
también se forman como parte de la estrategia que esconde
el carácter performativo del género y las probabilidades per-
formativas deque se multipliquen las configuraciones de gé¬
nero fuera de los marcos restrictivos de dominación mascu-
linista y heterosexualidad obligatoria.
Los géneros no pueden ser ni verdaderos ni falsos, ni
reales ni aparentes, ni originales ni derivados. No obstante,
como portadores creíbles de esos atributos, los géneros tam¬
bién pueden volverse total y radicalmente increíbles.

28
Butler, El género en disputa

CONCLUSIÓN:
DE LA PARODIA A LA POLÍTICA

Partí de una especulación sobre si la política feminista


podría funcionar sin un «sujeto» en la categoría de las mu je-
res. No está en juego saber si todavía tiene sentido, estraté¬
gico o de transición, aludir a las mujeres para afirmar que se
las está representando. El «nosotros» feminista es siempre y
exclusivamente una construcción fantasmática, que tiene sus
objetivos, pero que rechaza la complejidad interna y la im¬
precisión del término, y se crea sólo a través de la exclusión
de alguna parte del grupo al que al mismo tiempo intenta re¬
presentar. No obstante, la posición endeble o fantasmática
del «nosotros» no es motivo de desesperación o, por lo me¬
nos, no es el único motivo de desesperación. La inestabili¬
dad radical de la categoría cuestiona las limitaciones funda¬
cionales sobre las teorías políticas feministas y da lugar a
otras configuraciones, no sólo de géneros y cuerpos, sino de
la política en sí.
El argumento fundacionalista de la política de la identi¬
dad tiende a dar por sentado que una identidad primero
debe ocupar su lugar para que se definan intereses políticos,
y a continuación se inicie la acción política. Mi razonamien¬
to es que no es preciso que exista un «agente detrás de la ac¬
ción», sino que el «agente» se construye de manera variable

29
Butler, El género en disputa

en la acción y a través de ella. Esto no supone regresar a una


teoría existencial del yo conformado por medio de sus actos,
porque la teoría existencial confirma una estructura predis¬
cursiva tanto para el yo como para sus actos. Lo que aquí me
ha interesado es justamente la construcción discursivamente
variable de cada uno en el otro y a través de él.
(...)

La principa] tarea del feminismo no es crear un punto


de vista externo a las identidades construidas; esto equival¬
dría a la construcción de un modelo epistemológico que
deje de aceptar su propia posición cultural y, por lo tanto,
se promueva como un sujeto global, posición que usa pre¬
cisamente las estrategias imperialistas que el feminismo de¬
bería criticar. La principal tarea más bien radica en localizar
las estrategias de repetición subversiva que posibilitan esas
construcciones, confirmar las opciones locales de interven¬
ción mediante la participación en esas prácticas de repeti¬
ción que forman la identidad y, por consiguiente, presentan
la posibilidad inherente de refutarlas.

Guía de lectura

1) Según Butler, históricamente el feminismo ha asumido la representación política de cierto sujeto, (a)
¿Cuál es ese sujeto? (b) Explique con sus propias palabras, la/s crítica/s que la fdósofa presenta contra
ese posicionamiento del feminismo tradicional. ¿A qué otro filósofo invoca Butler para elaborar su
objeción? ¿Qué aspectos de su pensamiento rescata Butler?
2) ¿En qué consiste, básicamente, la propuesta butleriana para renovar y revitalizar el feminismo?
3) Explique con sus palabras la siguiente afirmación: “. . .la diferenciación entre sexo y género plantea una
fragmentación en el sujeto feminista.”
4) ¿Verdadero o falso? Justifique.
5) “Butler sostiene que el sexo es una realidad biológica binaria, pero que el género es una construcción
cultural que admite múltiples interpretaciones capaces de exceder esas dos formaciones prediscursivas.”
6) Desde la interpretación de Judith Butler, el feminismo de Simone de Beauvoir se asienta sobre la “teoría
de la encamación”, (a) Explique brevemente en qué consiste ese presupuesto teórico, (b) ¿Por qué Butler
considera que es preciso abandonar la diferenciación tajante entre mente y cuerpo, tan cara al ideario de
30
Butler, El género en disputa

la tradición filosófica occidental?


7) ¿Qué relación establece Butler entre la “metafísica de la sustancia” y las identidades de género cultural
y/o filosóficamente reconocidas? Para referirse a la articulación de ambos conceptos Butler utiliza el
término “visión sustancializadora del género”.
8) Explique con sus propias palabras la siguiente cita textual: “Esa heterosexualidad institucional exige y
crea la univocidad de cada uno de los términos de género que determinan el límite de las posibilidades
de los géneros dentro de un sistema de géneros binario y opuesto.”
9) ¿De qué manera Butler se propone dejar atrás la visión sustancializadora del género? ¿Qué conceptos
metafísicos es preciso dejar atrás para conseguirlo? ¿Qué otras categorías podemos adoptar para
desarticular esa naturalización del sexo/género?
10) En la formulación butleriana del feminismo, ¿qué propósito tiene tomar en cuenta sexualidades “raras”
o “anormales”, culturalmente no inteligibles?
11) Butler asegura que la constitución de los géneros es performativa. Identifique las citas textuales en las
que la autora define o explica ese concepto e intente resumir sus principales ideas con sus propias
palabras.
12) (a) ¿Qué relación suele establecerse entre “lo interno” y “lo externo” en el proceso de construcción de
una identidad de género? (b) ¿Qué efectos produce sobre las significaciones de género el caso de la
travestida? (c) ¿Qué diferencia traza Butler entre una concepción expresiva del género y una
performativa?
13) ¿De qué manera Butler interviene el contexto cultural en la imposición de -aunque también en la
resistencia a- las identidades de género?

Material audiovisual de apoyo

Si le interesa seguir conociendo el feminismo en general y el pensamiento de Judith Butler en particular, le


recomendamos el siguiente material audiovisual de apoyo.

• Judith Butler (Entrevistada). “¿Qué significa que el género es performativo?”. Big Think: Judith Butler.
[Entrevista] (3 minutos)
Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=061gWMsJEOE

• Judith Butler (Entrevistada) “Pensar con Judith Butler”. Soy cámara online. Canal de video ensayo del
Centre de Cultura Contemporánia de Barcelona. [Entrevista] Dirección y guión: Ingrid Guardiola. (18
minutos y 37 segundos)
Disponible en: https://www.youtube.com/watch?time_continue=1098&v=jKn9nFYLm4g

• Diana Maffia (Conferencista) (20 1 8). “Género y políticas del conocimiento”. La noche de la Filosofía.
Una fiesta del pensamiento. [Entrevista] (25 minutos y 11 segundos)
Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=edT2LIQLEPo

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