Diana Noemí Vásquez Reyna: Stella
Diana Noemí Vásquez Reyna: Stella
Diana Noemí Vásquez Reyna: Stella
Este trabajo pretende aproximarse al análisis de Stella, que hasta ahora no ha sido
analizada a profundidad, ya que se deja de lado el hecho de estudiar con detenimiento la
estructura y los rasgos que hacen de ella una novela fantástica. Para esto se hace un
recuento de hechos contextuales del autor y de su siglo; también se aplica la teoría
narratológica reunida y propuesta por Fernando Gómez Redondo en su obra Crítica Literaria
del Siglo XX, para intentar explicar los hilos conductores que unen la temática de la novela.
Stella es una obra que se aleja del movimiento realista, en el cual Salazar es
reconocido como un innovador por haberlo introducido en la literatura guatemalteca, a pesar
de que algunos críticos demeritan su obra por encontrar el manejo de un lenguaje literario
inadecuado, más propio de la lengua discursiva que de la expresiva; la forzada adaptación
de la realidad asuntual de sus obras a esquemas manejados por otros autores, en particular
Pérez Galdós; la dominante voluntad didáctica, que somete la acción a la ideología del autor;
el excesivo afán por dar muestras de erudición; y el erróneo planteamiento de los conflictos,
cuya raíz socioeconómica se ignora, en pro de un enfoque favorable al factor educativo como
fundamental transformador de la sociedad. Seymor Menton afirma:
“Como novela, Stella vale poco (). Salazar nunca llegó a escribir lo
que podría llamarse una buena novela. (...) su tercer intento, Conflictos
(1898), sí representa un progreso muy grande sobre las dos obras
anteriores —Alma enferma y Stella— y marca una verdadera
contribución al desarrollo del género en Guatemala” (34:92-93).
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Es por ello que este análisis intentará remitir al lector al no despreciado relato
fantástico al que podría corresponder y en donde entonces se pueda establecer y rescatar,
más de cien años después, las habilidades de Salazar como narrador, al utilizar como puente
de reivindicación su única novela de este tipo, además de exponer otro punto de
consideración que amplíe el concepto en que se tiene a este creador literario que, si no fuera
por cursos de literatura guatemalteca impartidos en la universidad y la reciente reedición por
la Editorial Universitaria de El tiempo viejo, recuerdos de mi juventud, estaría ya olvidado.
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I. Marco conceptual
1. Antecedentes
Sobre el autor y su obra se ha publicado el siguiente estudio:
Tesis. López Selva Quintana, Coralia. Realismo en la novela Conflictos de Ramón A.
Salazar. Guatemala, USAC, 1989. 07 T (726).
Entre los autores que recogen información general de Ramón Salazar y su obra se
encuentran Francisco Albizúrez Palma y Catalina Barrios Barrios, en Historia de la
literatura guatemalteca; y Seymour Menton, en Historia crítica de la novela
guatemalteca.
2. Justificación
La literatura latinoamericana casi siempre se ha considerado como un producto de la
opresión de los pueblos, y por ello se ha encasillado en tipos narrativos que van desde
el histórico, pasando por el realismo mágico, hasta la denuncia. La crítica a la literatura
guatemalteca corre la misma suerte y le resta importancia a la narrativa que se separa
de ese canon. La novela fantástica ha tenido una crítica escasa, quizá porque no se
ha estudiado a profundidad la basta teoría al respecto, que últimamente retoma fuerza
a escala mundial. Tampoco se rescatan el valor estético ni el aporte que puede ofrecer
la literatura fantástica nacional, por ello es importante su análisis como el de cualquier
otro, sobre todo, porque representa una innovación en la temática de la narrativa
guatemalteca y enriquece las ya destacadas multifacetas del autor Ramón A. Salazar,
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más conocido por sus aportes realistas, periodísticos e históricos.
3. Problema de la investigación
La obra de Ramón A. Salazar ha sido clasificada dentro de la narrativa realista. En tal
clasificación no se menciona a Stella, novela que tiene elementos fantásticos, por lo
mismo se puede plantear el siguiente problema: ¿Cuáles son los rasgos significativos
que hacen de Stella de Ramón A. Salazar una novela fantástica?
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4. Alcances y límites
Los alcances y límites se establecieron de la siguiente manera:
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II. Marco contextual
A grandes rasgos, se puede dividir el siglo en dos etapas: en la primera tienen lugar
las revoluciones liberales, es decir, el ascenso al poder político de la burguesía; en la
segunda, la mayoría de las revoluciones liberales han concluido victoriosamente y la
economía capitalista se ha establecido definitivamente. Este cambio políticosocial se refleja
en la literatura. El movimiento romántico, con su mentalidad exaltada, corresponde al período
revolucionario, y contrapone la realidad con el ideal. El movimiento realista, por su parte, de
espíritu más sosegado y pragmático, trata de expresar la sociedad tal como es, sin
idealizarla, y corresponde con el segundo período. Ambas corrientes se desarrollan a
continuación.
1.1. Romanticismo. Surgió en Alemania y se extendió por otros países como Inglaterra,
Francia, Rusia, Italia y España, hasta dar el salto al llamado Nuevo Mundo. De ahí su gran
diversidad como movimiento literario, muy ligado a unas ideas y a un modo de vida que, con
el tiempo, también fueron cambiando. Así en Alemania, el romanticismo creció bajo el
entusiasmo de la Revolución Francesa, pero la posterior ocupación de Alemania por las
tropas de Napoleón provocó un renacimiento del sentir patriótico alemán y la consiguiente
aversión a las ideas revolucionarias. Todo lo contrario ocurrió en Francia, donde el
romanticismo surgió bajo el peso del Siglo de la Razón. Al principio, permaneció al lado de
los sectores más conservadores, pero a partir de la década de 1830, se pasó a unas
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tendencias más liberales, especialmente entre 1830 y 1848, cuando todo el viejo continente
se vio sacudido por diversas revoluciones contra los regímenes autoritarios y contra la crisis
económica que vivía Europa.
Por lo que se refiere a Inglaterra, la situación fue mucho más compleja. Para empezar,
se produjo la misma reacción contra el imperialismo napoleónico. Posteriormente, además, el
país siguió un camino en el que las reivindicaciones contra las consecuencias de la
industrialización en los trabajadores fue uno de sus aspectos puntuales en la sociedad.
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movimiento fue Werther, protagonista de Die Leiden des jungen Werthers (Las desventuras
del joven Werther, 1774), de Johann Wolfgang von Goethe. Otros autores esenciales en la
evolución de este movimiento fueron Johann Georg Hamann y Johann Gottfried Herder,
quienes influenciarían a Immanuel Kant, cuyo pensamiento fue muy influyente en la Alemania
de su tiempo, llevando la filosofía más allá del debate entre el empirismo y el racionalismo.
Otra aportación clave fue la de Friedrich Schiller, que junto a Goethe son los autores más
importantes en los días previos a la eclosión del romanticismo.
Entre los autores alemanes que destacaron en esta etapa se puede mencionar a
Johann C. Friedrich Hölderlin, Heinrich von Kleist, Friedrich von Hardenberg, más conocido
como Novalis; los hermanos Friedrich y August Schlegel, E. T. A. Hoffman, Heinrich Heine,
Cristian Dietrich Grabbe, Georg Büchner y Karoline von Günderrode.
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El romanticismo se desarrolló en Francia mucho más tarde que en Alemania e
Inglaterra
1.2. Período realista. La época realista comienza como consecuencia del movimiento
revolucionario de 1848, cuya novedad fue su carácter democrático, con participación de las
masas obreras. Esto provocará el abandono de la revolución por parte de la burguesía, que
ahora busca estabilidad y moderación.
La base teórica del nuevo movimiento literario va a ser una escuela filosófica llamada
Positivismo, inaugurada por el francés Augusto Comte y que llega a su momento de máximo
esplendor con la publicación del Curso de filosofía positiva, en la década de 1850.
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“El positivismo reduce el objetivo del conocimiento humano a los
llamados hechos positivos, o sea, aquellos hechos que pueden ser captados
por los sentidos y someterse a comprobación por medio de la experiencia.
Comte, defendiendo su teoría, afirmaba que la razón humana "tenía que
prescindir de preocupaciones teológicas y metafísicas" para reducirse al estudio
de las ciencias positivas (Matemáticas, Física, Biología, Química, etcétera). La
teoría positivista pretendió, también, establecer períodos en la vida (que se
relacionan con la Historia) del hombre. Con esta intención, Comte formuló su
teoría de los "estados". Según esta, en un primer estado, el teológico, se
buscan las causas y principios de las cosas, y se recurre a la divinidad para
explicarlos; en un segundo estado, el metafísico, se siguen buscando los
conocimientos absolutos, pero los agentes sobrenaturales se sustituyen ahora
por entidades abstractas; finalmente, en un tercer estado, el positivo, domina la
observación y la mente humana se atiene a las cosas en cuanto son. La teoría
positiva tuvo una gran importancia en los literatos de la época. Sus tesis
fundamentales contribuyeron al nacimiento de una novela fundamentalmente
agnóstica –aunque, en el otro polo, también hay un realismo espiritualista, con
la figura de Tolstoi como principal representante–, preocupada por la realidad
externa (comprobable por los sentidos) y por las cuestiones sociales (en el
Naturalismo, principalmente)”. (58:1)
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llegó a la conclusión de que la supervivencia de las especies está determinada por su
capacidad de adaptarse a su medio ambiente.
“Es decir, la selección natural permite sobrevivir a los más aptos y
destruye a los menos capacitados. Las ideas de Darwin fueron motivo de
discusión durante la segunda mitad de siglo, sobre todo lo que se refiere a sus
interpretaciones y aplicaciones en la sociedad. El gran peligro de estas ideas es
que, en los albores de la carrera para la colonización de África, podían justificar
la destrucción de las clases y culturas menos favorecidas. La obra de Darwin
también despertó el interés por sus descripciones realistas de la naturaleza, que
sirvieron de punto de referencia a autores como el estadounidense Jack London
o el francés Émile Zolá”. (21:159)
Los nuevos avances científicos, que tuvieron gran influencia en todos los sectores de
la sociedad, fueron acompañados por nuevas ideas en el orden social, filosófico e histórico
en los países europeos más avanzados. La segunda mitad del siglo XIX es una de las etapas
más brillantes de la literatura francesa y la más esplendorosa de la novela. La proliferación
de novelas fue un fenómeno espectacular, tanto en cantidad como en calidad. El surgimiento
de la novela realista fue producto de una época en la que la burguesía, que había logrado
desbancar a la aristocracia, llegó a la cima de su poder e impuso sus valores en todos los
aspectos de la sociedad. Los burgueses eran el gran público al que se dirigía la cultura y la
literatura, y casi siempre los propios creadores pertenecían a esa clase social. Por lo tanto
era lógico que las novelas reflejaran al mundo burgués viviendo en su esplendor.
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del individuo y las imposiciones sociales. El matrimonio, en la mayoría de
los casos, era fruto de conveniencias sociales, imposición que afectaba
especialmente a la mujer, que quedaba recluida en su casa sin ninguna
libertad ni más actividad que cuidar el hogar y su marido e hijos. Su única
salida era soñar con un amante que la salvara de su monótona y triste
vida. Esta era también una forma de rebelarse contra las imposiciones de
la sociedad, siempre reacia a cambiar lo establecido. No es, por tanto,
nada casual que aunque los autores fueran hombres, las mayores
protagonistas de esta etapa fueran mujeres. En este sentido son notables
los ejemplos de Madame Bovary, de Gustave Flaubert; de Anna
Karenina, de León Tolstói; Effi Briest, de Theodor Fontane, o La
Regenta, de Leopoldo Alas Clarín. Todas ellas representan una visión
analítica y crítica de la sociedad del momento”. (21:163)
Entre los autores realistas franceses más relevantes de esta época se encuentran
Stendhal –en realidad se llamaba Henry Beyle–, quien escribió Armancia, Rojo y Negro y La
cartuja de Parma; Honoré de Balzac, autor de La obra maestra desconocida y Eugénie
Grandet; y Gustave Flaubert, con sus obras Madame Bovary, Salambó, La educación
sentimental, La tentación de San Antonio y la inacabada Bouvard y Pécuchet fue un escritor
influyente en los autores del cambio de siglo y hasta en el propio siglo XX.
José María Pereda, quien se sitúa en una línea tradicionalista, apegada a una visión
idílica del campo frente al dinamismo urbano, también exalta la naturaleza y las gentes
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sencillas de su tierra: El mar y los pescadores en Sotileza (1885), La montaña en peñas
arriba (1895). Sobresalen sus pinturas de paisajes, aunque demasiado minuciosos a veces.
Benito Pérez Galdós logró dar el paso definitivo a la novela realista. Sus obras son un
reflejo de su mentalidad progresista y liberal, abierta a los cambios sociales y tecnológicos.
Poco a poco fue incorporando el habla real del pueblo en sus diálogos. Su interés por el
lenguaje lo dejó patente en Torquemada. Galdós fue el único autor de este período que se
ganó la vida escribiendo, ya que él mismo fue su propio editor. La notoriedad del autor radica
en gran parte en sus novelas de los Episodios Nacionales, un repaso por la historia de
España, además de las destacadas Fortunata y Jacinta (1887) y Misericordia (1897).
Leopoldo Alas Clarín se dio a conocer por sus críticas y polémicas en torno a temas
político-ideológicos. Hasta después de su muerte no se le reconoció el mérito de su novela
La Regenta, escrita a mediados de la década de 1880, la cual guarda cierto paralelismo con
Madame Bovary en cuanto al rechazo de la imposición de los convencionalismos sociales
por encima de los deseos individuales.
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1.3. El naturalismo. El creciente interés por los estudios científicos y naturalistas y la influencia
del determinismo universal, según el cual los sentimientos y el carácter del ser humano
estaban predeterminados, llevó a los escritores hacia el naturalismo, corriente difícil de
diferenciar del realismo. A finales del siglo XIX, la novela pasa a considerarse como una
parte de la historia natural y, por lo tanto, el escritor debe utilizar para su labor artística los
mismos métodos que la nueva ciencia, es decir, la observación y la experimentación.
En España, la gran seguidora de esta corriente es Emilia Pardo Bazán, quien tomó de
la escuela naturalista el gusto por los rudos ambientes sociales, con sus pasiones violentas y
sus crudezas. En París conoce a Zolá, Alphonse Daudet y los hermanos Goncourt; en esa
época leyó a los novelistas rusos, que tanto influirían en su obra. Los pazos de Ulloa y La
madre naturaleza (1886-1887) componen un intenso cuadro de gentes y paisajes de su
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Galicia. Es autora también de La tribuna (1883), La quimera (1905), La sirena negra (1908),
entre otros escritos sobre crítica y de varios centenares de cuentos, como Hijo del Alma,
relato corto y fantástico. Vicente Blasco Ibáñez es otro novelista español más cercano a la
escuela naturalista; se le llamó “el Zolá español” y, en efecto, comparte con aquel el gusto
por ambientes sórdidos, la crudeza de los temas y la preocupación por las taras hereditarias.
Ello va unido al vigor con que supo captar el mundo rural de su tierra, Valencia, en novelas
que se harían famosísimas, como La barraca (1894) y Cañas y barro (1902).
Así pues, el desarrollo capitalista de Norteamérica y el retraso del resto del continente
posibilitan que desde la fase expansiva del capitalismo se afirmen los lazos de dominio de
EE. UU. De esta manera, para fines del siglo XIX, EE. UU. ya había ampliado su extensión
territorial mediante la invasión militar del territorio mexicano, y afirmado el dominio de Puerto
Rico y Cuba con el Tratado de París (1898). Los nuevos Estados americanos iniciaban
procesos muy acelerados de modernización, en los que el Estado adquirió un protagonismo
muy destacado que parecía ser la única posibilidad de crear un orden nuevo. Si en Europa el
liberalismo proclamó en muchos sectores la necesidad de que el Estado se abstuviera de
intervenir en la sociedad, en Iberoamérica el factor político tuvo un peso más significativo que
en otras regiones, porque aquí la consolidación del Estado constituía un prerrequisito
esencial.
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Europa, en los cuales el Estado liberal se consolidó en el momento en que la
burguesía se afianzó como fuerza social dominante y en sociedades que
habían adquirido ya una mayor cohesión nacional y una articulación
económica”. (63:1)
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América Latina permaneció anclada en la exportación de sus productos agrarios y
mineros y en la importación de productos industriales europeos, con balanza comercial
favorable, pero con unas constantes necesidades de capital para mejorar la explotación,
transporte y comercialización de sus productos -bancos, ferrocarriles, puertos, innovaciones
técnicas, etcétera-. Todas estas innovaciones no se introdujeron por medio de una
autofinanciación de los grupos económicos nacionales, sino prioritariamente por la inversión
directa de capitales extranjeros o mediante empréstitos contratados por el Estado. Los
capitales nacionales se dirigieron más a la adquisición de tierra y propiedades urbanas,
mientras que la importación de objetos de consumo europeos no favoreció la creación de
industrias autóctonas. Por el contrario, las élites nacionales adoptaron hábitos de consumo y
formas de vida urbana europeas, que pudieron ser financiadas por la bonanza de las
exportaciones. La coyuntura económica es excepcionalmente favorable para los grupos
hegemónicos vinculados a la exportación durante el último cuarto del pasado siglo.
“Hacia mediados del siglo XIX el Estado nacional fue considerado por los
sectores dominantes como la única institución capaz de movilizar recursos y
crear condiciones para superar el desorden y el retraso imperantes. Esta
prioridad atribuida a la creación del Estado obligaba, por una parte, a la
mencionada constitución de ejércitos nacionales frente a la influencia de los
caudillos locales, así como a la consolidación de los límites territoriales y, por
otra parte, a la exclusión de las masas populares de las decisiones políticas. El
instrumento jurídico encargado de dar una configuración a esta organización
que se perseguía fue la Constitución. Además, se llevó a cabo un gran esfuerzo
de codificación en todos los países latinoamericanos, que se tradujo en nuevos
códigos civiles, penales, comerciales, mineros, etcétera, que representan una
innovación substancial, ya que tras la Independencia había continuado estando
en vigor el sistema jurídico de las potencias colonizadoras”. (63:1)
Después del largo período de inestabilidad que siguió a la Independencia, a finales del
siglo el Estado oligárquico, que así se consolidaba centró su atención y sus recursos en el
objetivo de "orden", siendo el objetivo del "progreso" su natural corolario. Por ello, y a pesar
de la reducida base social de participación y apoyo político, los grupos oligárquicos
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emprendieron medidas sociales modernizadoras, entre las que se cuenta el desarrollo y
fomento de los sistemas de instrucción pública nacionales.
Mariano Gálvez fue jefe de estado de Guatemala de 1831 a 1838. Trató de realizar una
política de concordia, a la que vez que iniciaba ambiciosos esfuerzos de modernización de la
sociedad. Tuvo éxito al principio, aunque poco a poco sus planes de reforma produjeron
resistencias. En su segundo período aumentaron las dificultades provenientes tanto de la
resistencia que provocaron sus medidas de reforma, como por las divisiones y
enfrentamientos en las filas liberales y la rebelión rural.
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Como “gobierno de los treinta años” se conoce al período de control conservador que
se inició con la caída de Mariano Gálvez y que terminó con la derrota del presidente Vicente
Cerna el 29 de junio de 1871.
Si bien es cierto que en 1870 se habían acercado las diferencias entre conservadores
y liberales en Guatemala, en el sentido que deseaban la modernización y el progreso, no hay
duda que seguían existiendo distinciones de fondo y de métodos. Los conservadores
estaban realizando los cambios, pero en forma lenta y gradual, sin rompimientos y con
parsimonia; en cambio Barrios y su grupo querían los cambios con prisa y entre estos se
incluía el propósito de acabar con el poder de la Iglesia Católica, a la que veían como un
obstáculo para el progreso. Los barristas admiraban y deseaban el progreso material,
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incrementar la educación técnica y hacer obra tangible. Para ellos no había obstáculos ni
excusas, aunque en algunos casos su entusiasmo supuso el inicio de una etapa de entrega
de muchos sectores claves de la economía (transporte y servicios) a intereses extranjeros.
Aquellos liberales eran tanto o más racistas que los conservadores. Vieron a los indígenas
como una rémora y solo concebían su progreso si se convertían en ladinos, y mientras más
pronto mejor, sin importar los procedimientos. Había que exigirles el trabajo y acabar con sus
tierras comunales para que avanzara el país.
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Lo que se llamaría la política cultural del gobierno de Barrios no incluía una
preeminencia para las letras, ni un sustancial apoyo para los escritores, lo cual resulta por
demás coherente con el espíritu positivista que presidió a la Reforma Liberal. Para ésta, el
énfasis debía otorgarse a estudios como la Ingeniería o las artes manuales, así como a la
difusión de las primeras letras. Establecida esta prioridad, la literatura aparece inscrita dentro
de un proceso de impulso a la cultura y las artes, concebidas más como objeto de estudio,
que como proceso de creación. En otras palabras, aun cuando se reconocía el valor de las
letras, se pensaba en ellas más como textos que deberían incluirse en la formación del
ciudadano, que como actividad estética y creadora. De ahí el énfasis en la importación de
obras de los grandes autores europeos, lo cual es también muy coherente con la política de
imitación de lo europeo que prevaleció en los años de la Reforma y durante mucho tiempo
después. La acogida favorable otorgada a escritores como José Martí, no provenía de su
índole de escritor, sino de su condición política e ideológica.
Resalta, por otra parte, la condición de hombres literariamente cultivados que poseían
numerosos dirigentes de la Reforma, así como la afición y / o vocación creadora de varios de
ellos. Prueba de esto Salazar, Montúfar, el padre Arroyo, Francisco Lainfiesta. Pero estos
hombres eran, antes que literatos, políticos militares, y sus mejores afanes se traducen en la
promoción de la Reforma, cuya defensa es intención dominante en muchos de sus escritos.
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David Vela, en su Literatura guatemalteca, detalla aspectos personales de Salazar,
como su matrimonio con Joaquina Arévalo, con quien procreó cinco hijas, Cristina, Herminia,
Lucila, Olivia y Esperanza. De acuerdo con Vela:
“El hombre bueno, el buen ciudadano, el varón ejemplar era el que oía
misa los domingos y demás fiestas de guardar, que eran muchos, que
comulgaba por Pascua florida y ayunaba en los días de precepto, que llevaba a
su familia en diciembre a los toros y se permitía algunas diversioncillas
honestas, tales como un viajecito a Amatitlán, en los días de la Cruz, o una
temporada a Escuintla en diciembre, en los días de frío, es decir, cuando el
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termómetro marca 10 grados sobre cero, que a eso llaman frío, esos señores”.
42:72)
Ironizando al conservador, puesto que una de las prioridades del grupo más radical
que encabezaba Justo Rufino Barrios era la reforma religiosa, con el claro propósito de
despojar a la Iglesia Católica del poder y de la importancia que había gozado durante el
régimen conservador.
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El tiempo viejo. Recuerdos de mi juventud (1896), relato minucioso donde expone gran
parte de la tradición guatemalteca de su época. Se ocupa de temas sencillos de su tiempo y
el resto es una narración histórica y de aspectos culturales de Guatemala.
Alma enferma (1896), es una novela nihilista donde las débiles características
románticas son sustituidas por rasgos naturalistas.
Los hombres de la Independencia (1899), esta obra contiene dos estudios biográficos
sobre Manuel José Arce y Mariano de Aycinena.
Biografía del Doctor Pedro Molina, publicada póstumamente en 1985 por el Centro
Nacional del Libro de Textos y Material Didáctico, del Ministerio de Educación.
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Guatemala. Tratados internacionales. Derecho internacional guatemalteco. Tratados
de Convenciones Especiales (1892), publicado por la Tipografía Nacional.
Salazar publicó en casi todos los periódicos de su tiempo, por lo que el índice de sus
escritos es muy extenso comparado con esta breve lista en la que destacan los
siguientes artículos y estudios:
En el Diario de Occidente:
Alfredo de Musset y Byron (19/agosto/1895).
En el Progreso Nacional:
Justo Rufino Barrios (9/abril/1895), En los Andes. Visita de un filósofo
(3/agosto/1895), Las primeras lluvias del mes de mayo (24/agosto/1895), La
Revolución de Cuba. José Martí (3/enero/1896), En lucha con él (14/enero/1896),
Pedacitos de papel (15/enero/1896), Caso extraño (29/enero/1896), Nuestros cantores
(1/febrero/1896), La profesión de una monja (4/febrero/1896), Los ecos de la
humanidad (6/febrero/1896), El buey (22/febrero/1896), El niño (25/febrero/1896), Ella
(17/febrero/1896), La criminalidad durante el gobierno de los 30 años (5/marzo/1896),
Los fusilados (7/marzo/1896).
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De los comentarios y juicios publicados en la prensa con ocasión de su muerte se
deduce que en los últimos años de su vida, ajenos ya a la actividad política, se consagró su
vida a la investigación histórica. Víctor Miguel Díaz relata (Diario de Centro América, 6 de
junio de 1914) así sus últimos momentos:
“A las doce del día de ayer, este esclarecido ciudadano cerró los ojos a
la luz del mundo... Languidecía el organismo y el espíritu del doctor Salazar
desde la muerte de su señora esposa, acaecida hace pocos meses... el jueves,
talvez a causa del insomnio, estuvo hasta muy tarde paseándose en los
corredores de su casa; en la mañana de ayer quejábase de dolor de
estómago... Al mediodía pasaba del primer patio al segundo y al abrir la puerta
de comunicación, una de sus hijas vio como que daba pasos inseguros,
haciendo esfuerzos por conservarse de pie, buscando apoyo con las manos, iba
a caer, más a las voces de alarma, las demás personas de la casa salieron
precipitadamente de sus cuartos para auxiliarlo; casi en peso fue conducido a
su habitación y lo sentaron en una silla. Luego llegó el doctor don Norberto
Gálvez, que se hallaba casualmente a inmediaciones de la casa de la familia
Salazar, concurriendo también los doctores don Pedro Molina Flores y don
Ezequiel Sosa. A los pocos momentos transcurridos los médicos constataron la
muerte; el corazón cesó de funcionar de improviso, siendo la muerte casi
instantánea; ligera contracción de los labios le daba aspecto sonriente. Eran las
12 del día”. (43:X)
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III. Marco teórico
1. Antecedentes formalistas
Para entender los orígenes del Estructuralismo francés, es decir la narratología, es preciso
remontarnos a los objetivos del Formalismo ruso, en donde intervienen tres instituciones que
aportan sus enfoques a la perspectiva de esta crítica literaria, el Círculo de Lingüístico de
Moscú, con el enfoque lingüístico; la Sociedad para el Estudio del Lenguaje Poético (Opjaz),
con el enfoque poético; y el Instituto Nacional de Historia del Arte, con el histórico. Debemos
a los formalistas una teoría elaborada de la literatura que se propuso combatir el método
impresionista, poco riguroso, marcado por un claro subjetivismo y carente de todo
temperamento científico, puesto que se inclinaba por la actitud intuitiva y ametódica; por el
contrario, el método formal se alejó de la terminología neorromántica, mística a veces, de la
crítica tradicional.
“Es decir, cuando el lenguaje ha sido elaborado con fines estéticos, las
palabras no son solo un vehículo portador de información, sino tienen un valor
autónomo, un valor estético por sí mismas. Con estos planteamientos, los
formalistas se oponían a las dos tesis fundamentales de Alexander Potebnia —
que junto a Alexander Veselovski contribuyeron en forma decisiva que surgiera
una auténtica revolución en los estudios literarios en
Rusia—, la de que la poesía es un pensamiento por imágenes y la de que la
poesía se caracteriza por la dicotomía fondo/forma, entendiendo por lo primero
el contenido y, por lo segundo, la envoltura del contenido”. (56:361)
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Víctor Shklovski, quien fue el primero en darle un nuevo sentido a la noción de forma,
ya no solo como envoltorio, sino como entidad dinámica que tiene un contenido en sí misma,
en su artículo El arte como artificio destaca la idea central del Formalismo, la de que una
obra de arte no es un misterio inefable, sino una construcción creada a partir de una serie de
procedimientos artísticos que, como Yuri Tinianov concibe en su artículo La noción de
Construcción:
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El Formalismo ruso recupera de Aristóteles tanto su orientación descriptiva como
ciertos conceptos básicos y cierta terminología. Con el precedente aristotélico, proponen un
modelo de análisis orientado preferentemente hacia la forma del relato. Su objetivo es aislar
los procedimientos técnicos utilizados por el escritor para conseguir que un conjunto de
elementos acabe teniendo una estructura narrativa. Frente a la idea tradicional de que el
relato es una combinación de motivos temáticos, Shlovski afirma que las obras literarias
cuentan con procedimientos específicos de composición, de modo que no son el resultado de
la suma de elementos temáticos, sino de elementos de elaboración que nada tienen que ver
con un nivel temático. Los procedimientos de composición del relato son, según Shlovski,
análogos a los procedimientos estilísticos generales —repeticiones, enumeraciones,
antítesis, narrar cuentos para retardar el cumplimiento de una acción, etcétera—.
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motivos, considerándolos en su sucesión cronológica y en sus relaciones causales, o bien en
el orden de aparición que esos mismos motivos adquieren en la obra.
2. Bases estructuralistas
Con el Curso de lingüística general, de Saussure, se formulan las bases de una nueva
consideración sobre el lenguaje humano y se abren múltiples posibilidades para absorber
todos los componentes —histórico, cultural, semiológico, literario— relacionados con ese
lenguaje.
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El planteamiento definitivo del pensamiento estructural corresponde al antropólogo
Claude Lévi-Strauss, quien se dedicó a la búsqueda y delimitación de la mente humana a
través de las diferentes formas culturales que esa mente ha producido, ya sean el mito o las
relaciones de parentesco, ya sean las artes, como la pintura o la música, o la literatura, como
manifestación suprema de ese conjunto de signos. El artículo L'Analyse structurale en
linguistique et en anthropologie saluda el nacimiento de la fonología como ciencia
independiente de la lingüística y aplica su método al de la antropología:
Existe una línea clara de continuidad entre Formalismo ruso y Estructuralismo, ya que los
estructuralistas aprovechan sin duda varias ideas de los formalistas y llevan a cabo una
revisión del Formalismo de la Opojaz. La primera manifestación del Estructuralismo es la
representada por el Círculo Lingüístico de Praga, pero tras los pasos del Estructuralismo
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checo surgió el Estructuralismo francés. Aunque el checo es anterior en el tiempo, fue
conocido en Occidente cuando el Estructuralismo francés empezaba a entrar ya en crisis.
Entre 1964 y 1966 tiene lugar la denominada querella de la Nueva Crítica, que entró
en una polémica con la crítica tradicional o académica, que es objetiva, no ideológica,
caracterizada por su aferramiento al dato, por su filosofía positivista y el convencimiento de
que con sus postulados se puede llegar a la verdad, sin necesidad de seguir ningún tipo de
análisis inmanente a la obra, por lo que se consideró una crítica erudita anquilosada por la
excesiva preocupación por la exactitud y objetividad. Por otro lado:
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“la Nueva Crítica o de experimentación era conscientemente
ideológica. Se debe destacar que es la primera vez que la polémica no
gira en torno a cómo debe ser la obra literaria, sino a cómo debe
estudiarse, lo que de algún modo demuestra la importancia que la crítica
literaria ha adquirido en el siglo XX. El Estructuralismo afirma que un
elemento no puede ser analizado fuera del sistema al que pertenece, y
que definir ese elemento es determinar su lugar en el sistema, lo cual era
extraño a la crítica francesa, que solo analizaba la obra literaria en
relación con su autor o, simplemente, se prestaba atención a las
cualidades de una obra concreta. Además se tenía el convencimiento de
que cada obra tiene un único sentido que el historiador puede desvelar.
La querella demostró el aislamiento de la teoría literaria en Francia,
totalmente al margen de los logros de los formalistas rusos, de la
Estilística alemana o del New Criticism”. (56:437)
Como protesta contra los estudios tradicionales surgió en Francia el grupo Nouvelle
critique, movimiento de renovación y apertura a las influencias extranjeras formado por
investigadores con un interés común: generar polémica contra los profesores universitarios
que enseñaban literatura siguiendo sobre todo los métodos tradicionales de Gustave Lanson.
Para conseguirlo, los estructuralistas conciliaron las más diversas influencias como Friedrich
Nietzche, Karl Marx y Sigmund Freud. El punto de origen del conflicto se encuentra en el
trabajo de Roland Barthes Le degré zéro de l'écriture (1953), donde, en tono irreverente,
acusa a la crítica universitaria de valorar los textos en función del trabajo que conllevan. En
1955, Raymond Picard publica Nouvelle critique o nouvelle imposture para descalificar a
Barthes, a quien acusa de ocultar, bajo una jerga pseudocientífica, inútil, pretenciosa, una
actitud impresionista, subjetiva y dogmática. Las críticas de Picard se refieren sobre todo a la
obra de Barthes Sur Racine (1963). En 1966, Barthes responde con Critique et verité, donde
expone los principios de esta nueva crítica que él defiende y que no es una escuela con un
método común, sino se trata de varias tendencias que comparten algunos presupuestos,
siendo los principales: a) están vinculadas a una de las grandes ideologías del momento: el
existencialismo, marxismo, psicoanálisis, fenomenología. b) Aceptan el principio de pluralidad
de sentidos simultáneos de una obra —no uno solo— y, por tanto, defienden la pluralidad de
interpretaciones. c) Consideran que la crítica es una forma de escritura comparable a la
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literatura y creen que el objetivo de la crítica no es descubrir verdades, sino ofrecer
interpretaciones coherentes. Barthes afirmaba:
Entre las distintas tendencias que integran la nueva crítica pueden distinguirse dos
corrientes básicas la crítica temática o de interpretación y la crítica objetiva. Se entiende por
crítica temática a una hermenéutica que pretende interpretar la obra al tratar de identificar
esa obra con la conciencia que la creó, de modo que su orientación es claramente subjetiva y
sorprende por ello que se la englobe dentro de la nueva crítica. Se le denomina crítica
temática porque sus seguidores consideraban que el tema de la obra era un indicio muy
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significativo del peculiar universo mental del autor. Creen que el sentido de la obra no se
agota en la investigación científica y buscan acercarse a la obra con una actitud de simpatía
que les permita captar, no las estructuras objetivas, sino las subjetivas, las que tienen que
ver con el impulso creador del autor, pues se proponen recrear la experiencia creadora y
llegar así hasta el yo profundo del escritor.
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gesto siempre anterior, nunca original; el único poder que tiene es el de
mezclar las escrituras. Ya no tiene sentido, entonces, que el crítico trate
de descifrar, sino desenredar la estructura del texto”. (56:441)
Barthes, influenciado por Chomsky, examina la obra en relación con otros aspectos
culturales y llega a la conclusión de que la literatura es un sistema funcional en el que hay
una constante (la obra) y una variable (la época en que la obra es leída). La relación del
lector está condicionada por la época que vive, por su lengua, por su ideología, etcétera, de
modo que las interpretaciones en torno a una misma obra pueden variar. En Sur Racine,
Barthes desarrolla su método el Estructuralismo antropológico de Lévi-Strauss y, en lugar de
individuos concretos (los personajes de Racine), habla de las relaciones entre personajes,
organizándolas en oposiciones binarias. Lévi-Strauss definió dos categorías de relaciones
principales en comunidades de tribus primitivas la relación del deseo y la de autoridad, y
Barthes las proyecta en las obras de Racine para concluir que la relación de poder es la
dominante en este autor.
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Cuando alguien va adquiriendo una formación literaria, es decir, una competencia
literaria, va haciéndose con el mecanismo que conduce a una de las posibles lecturas
correctas, va comprendiendo las reglas que funcionan en el dominio de lo literario, pero todo
eso se hace en forma implícita, es decir, el estudio de una novela o de un poema facilita el
estudio del siguiente porque van adquiriéndose puntos de comparación y una apreciación de
cómo hay que leer. Los criterios que hemos aprendido al leer o estudiar una obra son luego
extrapolados al estudio de la siguiente obra, de modo que vamos haciéndonos con unas
reglas implícitas, y justamente la misión de la poética estructuralista es volver explícito lo
implícito: sacar las reglas a la luz. Lo mismo hace la lingüística:
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El lector ideal del Estructuralismo es alguien que domina todos los códigos o claves
que pueden hacer inteligible la obra, alguien que está equipado con todo el conocimiento
técnico esencial para descifrar la obra y que, además, es capaz de aplicar todo su
conocimiento de manera totalmente objetiva, al erradicar completamente cualquier
interpretación subjetiva. Este superlector es una utopía del método estructuralista.
4. Literatura fantástica
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siempre una amenaza para nuestra realidad, que hasta ese momento creíamos gobernada
por leyes rigurosas e inmutables.
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Hay un fenómeno extraño que puede ser explicado de dos maneras, por tipos de
causas naturales y sobrenaturales. La posibilidad de vacilar entre ambas crea el efecto
fantástico. Montague Rhodes James, repite casi los mismos términos:
“Es a veces necesario tener una puerta de salida para una explicación
natural, pero tendría que agregar que esta puerta
debe ser lo bastante estrecha como para que no pueda ser
utilizada”. (52:25)
Si se piensa, por ejemplo, en uno de los recursos básicos del relato fantástico, el
fantasma, la aparición incorpórea de un muerto no sólo es terrorífica como tal —tiene que ver
con el miedo a los muertos, que, en definitiva, representan lo otro, lo no humano—, sino que,
además, supone la transgresión de las leyes físicas que ordenan nuestro mundo: primero
porque, porque el fantasma es un ser que ha regresado de la muerte al mundo de los vivos
en una forma de existencia radicalmente distinta de la de estos y, como tal, inexplicable; y
segundo, porque para el fantasma no existen el tiempo —en principio, está ordenado a su
particular existencia por toda la eternidad— ni el espacio —como la tópica imagen del
fantasma atravesando paredes—. Esa característica transgresora es la que determina su
valor en el cuento fantástico.
Hay que advertir una diferencia entre las dos primeras definiciones y la tercera: en el primer
caso, quien vacila entre las dos posibilidades es el lector; en el segundo, el personaje. Según
Roger Caillois:
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“Todo lo fantástico es una ruptura del orden reconocido, una
irrupción de lo inadmisible en el seno de la inalterable legalidad
cotidiana”. (52:25)
Todo ello nos lleva a afirmar que cuando lo sobrenatural no entra en conflicto con el
contexto en el que suceden los hechos —la realidad—, no se produce lo fantástico: ni los
seres divinos —sean de la región que sean—, ni los genios, hadas y demás criaturas
extraordinarias que aparecen en los cuentos populares pueden ser considerados fantásticos,
en la medida en que dichos relatos no hacen intervenir nuestra idea de la realidad en las
historias narradas. En consecuencia, no se produce ruptura alguna de los esquemas de la
realidad. Esta situación define lo que se ha dado en llamar literatura maravillosa, que Irène
Bessière explica en Le récit fantastique. La poétique de l'incertain de esta forma:
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A diferencia de la literatura fantástica, en la literatura maravillosa lo sobrenatural es
mostrado como natural, en un espacio muy diferente del lugar en el que vive el lector. Por
ejemplo, en el mundo de los cuentos de hadas tradicionales o en la Tierra Media en la que se
ambienta El Señor de los Anillos, de Tolkien, o en el Colegio Hogwarts de Magia y
Hechicería, escenario de las novelas de Harry Potter, de J. K. Rowling. El mundo maravilloso
es un lugar totalmente inventado en el que las confrontaciones básicas que generan lo
fantástico —la oposición natural/sobrenatural, ordinario/extraordinario— no se plantean,
puesto que en este todo es posible —encantamientos, milagros, metamorfosis— sin que los
personajes de la historia se cuestionen su existencia, lo que hace suponer que es algo
normal, natural.
Lo fantástico implica pues una integración del lector con el mundo de los personajes;
se define por la percepción ambigua que el propio lector tiene de los acontecimientos
relatados. La vacilación del lector es pues la primera condición de lo fantástico. Para definir lo
fantástico se exige el cumplimiento de tres condiciones:
Se trata entonces del discurso de un personaje, más que el discurso del autor:
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“En toda obra no debería haber una sola palabra escrita que no
tendiese, directa o indirectamente, a llevar a cabo ese fin preestablecido”.
(52.89)
La participación activa del lector es, por lo tanto, fundamental para la existencia de lo
fantástico: se necesita poner en contacto la historia narrada con el ámbito de lo real
extratextual para determinar si un relato pertenece a dicho tipo de relato. Lo fantástico
dependerá siempre de lo que se considere como real, y lo real depende directamente de
aquello que conocemos. Roberto Reisz expone en O fantástico do poder e o poder do
fantástico que es fundamental considerar el horizonte cultural al enfrentarnos a las ficciones
fantásticas:
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“para dar cuenta de la especial situación de sus protagonistas
se apela a lo siniestro en el sentido que le otorgó Freud en su ensayo
homónimo —la inquietante extrañeza seria la traducción del sentimiento
que denomina das Umheimliche— se señala lo desconocido, lo no-
habitual, lo inesperado, lo no-familiar, lo no-doméstico, el retorno de lo
reprimido y el sentimiento de extrañeza que produce”. (36:311)
En narraciones tan perturbadoras como las referidas, la Imago Mundi de sus protagonistas
resulta seriamente afectada, pues el tiempo, el espacio y las diferentes categorías de la
experiencia experimentan alteraciones y se manifiestan en una envolvente ambigüedad que
los sume en la mayor de las perplejidades. Puede que hasta las propiedades primarias de los
objetos se alteren y disocien, con lo cual las certidumbres más arraigadas han de ceder ante
un escándalo que vuelve insuficiente toda razón que pretenda explicarlo.
Aunque si bien el relato fantástico nace con la novela gótica, será el Romanticismo
cuando alcance su madurez. A partir de ese nuevo tratamiento de lo sobrenatural que se dio
en la novela gótica, los románticos indagaron sobre aquellos aspectos de la realidad y del yo
que la razón no podía explicar, esa cara oscura de la realidad —y de la mente humana— que
se había puesto de manifiesto en el Siglo de las Luces. Los románticos, sin rechazar las
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conquistas de la ciencia, postularon que la razón, por sus limitaciones, no era el único
instrumento de que disponía el hombre para captar la realidad. La intuición, la imaginación
eran otros medios válidos para hacerlo. Esto explicaría la reacción del Romanticismo contra
las ideas mecanicistas que consideraban el universo como una máquina que obedecía leyes
lógicas y que era susceptible de la explicación racional.
Además, abolieron las fronteras entre lo interior y lo exterior, entre lo irreal y lo real,
entre la vigilia y el sueño, entre la ciencia y la magia. Esa constatación de que existía un
elemento demoníaco tanto en el mundo como en el ser humano, supuso la afirmación de un
orden que escapaba a los límites de la razón, y que sólo podía ser comprensible mediante la
intuición idealista. La literatura fantástica se convirtió en un canal idóneo para expresar tales
miedos, para expresar todas esas realidades, hechos y deseos que no pueden manifestarse
directamente porque representan algo prohibido que la mente ha reprimido o porque no
encajan en los esquemas mentales al uso y, por tanto, no son factibles de ser racionalizados.
Ese proceso no surge hasta el siglo XVIII, período en el que el racionalismo se convirtió en la
única vía de comprensión y de explicación del hombre y el mundo.
Roas, en su tesis doctoral, cita a Howard Phillips Lovecraft:, quien afirma que todo
relato fantástico:
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imaginativo de la aburrida realidad—, pues los 'héroes' lógicos son los
fenómenos y no las personas”. (40:44)
La literatura fantástica nos obliga, más que ninguna otra, a leer referencialmente los
textos, pues como advierte Darío Villanueva, en el realismo literario el hors-texte importa
tanto (o más) como lo que efectivamente está expresado en él, y se podría plantear lo
fantástico como una especie de hiperrealismo, puesto que, además de reproducir las
técnicas de los textos realistas, obliga al lector a confrontar continuamente su experiencia de
la realidad con la de los personajes: sabemos que un texto es fantástico por su relación
—conflictiva— con la realidad empírica.
En los relatos fantásticos todo suele ser descrito de manera realista, verosímil. El
narrador trata de construir un mundo lo más semejante posible al del lector. Sin embargo, en
el momento de enfrentarse con lo sobrenatural, su expresión suele volverse oscura, torpe,
indirecta. El fenómeno fantástico, imposible de explicar mediante la razón, supera los límites
del lenguaje: es por definición indescriptible porque es impensable. Como destacó Ludwig
Wittgenstein en uno de sus más acertados aforismos: “los límites de mi lenguaje son los
límites de mi mundo”. Pero el narrador no tiene otro medio que el lenguaje para evocar lo
sobrenatural, para imponerlo a nuestra realidad.
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“Lo fantástico dibuja la senda de lo no dicho y de lo no visto de la
cultura”. (40:52)
“Tal vez sería mejor utilizar el término inquietud, puesto que si se refiere
al miedo no se trata, evidentemente, del miedo físico ni tampoco de la intención
de provocar un susto en el lector al final de la historia, intención tan grata al cine
del terror —y tan difícil de lograr leyendo un texto—. Se trata más bien de esa
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reacción, experimentada tanto por los personajes, incluido el narrador
extradiegético-homodiegético, como por el lector, ante la posibilidad efectiva de
lo sobrenatural, ante la idea de lo que lo irreal pueda irrumpir en lo real, y todo
lo que significa, el cual es un efecto común a todo relato fantástico”. (40:53)
Tal es la importancia de ese efecto amenazador, que Lovecraft llegó incluso a afirmar
que el principio de lo fantástico no se encuentra en la obra sino en la experiencia particular
del lector, y esa experiencia debe ser el miedo. Este autor escribe en El horror en la
literatura:
Aunque esta afirmación no deja de ser exagerada, puesto que hay cuentos de miedo
que no son fantásticos, llama la atención sobre el necesario efecto terrorífico que debe tener
toda narración fantástica sobre el lector. Este es un efecto que, por el contrario, Todorov y
Harry Belevan, entre otros críticos, no conciben como una consideración necesaria para la
existencia de lo fantástico, aunque admiten que a menudo está ligada a los relatos de este
tipo.
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Así como afirma Reisz:
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“De manera curiosa, en Hispanoamérica no se produce siempre el
choque frontal entre ciencia y religión como estructuras que sustentan la
comprensión del mundo. En el Río de la Plata, donde la corriente
fantástica ha de adquirir su esplendor, Eduardo Holmberg y Leopoldo
Lugones, las figuras mayores del fin del siglo, parecen guiarse por el
principio de complementariedad, que reclama su convivencia. El propio
Alejandro Korri advertía el optimismo doctrinario de los espiritualistas y
los cientificistas finiseculares, quienes se creían muy cercanos al ansiado
momento en el cual “las ciencias del espíritu se someten a los métodos
de las ciencias naturales —y éstas, a su vez, a la técnica— y cómo las
disciplinas filosóficas se tornan autónomas primero, asilándose y
desligándose del connubio clásico”. (36:315)
En El arte narrativo y la magia, Jorge Luis Borges enunciaba que este no es sino el de
la verosimilitud que tome creíble lo fabuloso; el texto, una delicada composición donde los
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ecos, simetrías y afinidades se distribuyen de tal forma que lo prodigioso gobierna el universo
ficcional. La causalidad sigue los dictados de la magia imitativa, que ordena el tiempo del
relato y de la contagiosa, la cual se expande por contigüidad. Podemos preguntarnos acerca
de la incidencia del significado y la permanencia de la literatura fantástica en la América de
habla española, en la medida en que relevamos sus textos, analizamos la matriz específica
de su conformación y su intrusismo en el texto realista, aun en el de cuño histórico. En
Historia y fantasmagoría, Silvia Molloy destacaba la ansiedad que expresa el texto fantástico
frente a las parcialidades de una historia construida soslayando y omitiendo su implacable
represión, de la cual se manifiesta cómplice la historia oficial. Nos insta a advenir que el
relato fantástico:
Lo fantástico, mal llamado de evasión, permite volver sobre la historia una mirada
inquisidora:
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genéricas y hasta la capacidad del lenguaje para dar cuenta del significado están en la mira
de su irreductible extrañamiento.
Wolfgang Kayser distingue, al igual que Cedomil Goic, una narrativa “moderna”, que
comprende principalmente los siglos XVIII y XIX, y cuya “crisis” da lugar a la aparición de la
narrativa contemporánea. Todorov ha llegado a la conclusión de que en los siglos XVII y XIX
se desarrolló una modalidad de la literatura fantástica, a la que él denomina clásica.
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IV. Marco metodológico
1. Objetivos
1.1.2.2. Analizar el entorno sociopolítico y cultural en el que fue publicada la novela, así
como la estructura narrativa, para identificar los rasgos románticos en Stella.
1.1.2.4. Comparar la novela Stella con otras narraciones fantásticas, utilizando los
estudios de lo fantástico y narratológicos, para establecer la dinámica transtextual en
la obra.
2. El método
Para analizar Stella, de Ramón A. Salazar, se eligió la teoría narratológica reunida por
Fernando Gómez Redondo en su Crítica literaria del siglo XX, a pesar de que Mieke Bal
propone un método en su Teoría de la narrativa (Una introducción a la narratología), puesto
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que Gómez Redondo sintetiza los aportes de varios críticos a este análisis. Además,
describe la teoría sin dejar de lado ningún elemento esencial para el estudio de las
estructuras narrativas intrínsecas y extrínsecas. La narratología, entonces, se compone de
textos narrativos y como explica Bal.
Con las precisiones de Boris Eichenbaum sobre la noción de la trama, que recibidas por
Tomashevski le van a permitir al Formalismo ruso esbozar una teoría explicativa del modo en
que los motivos entran a formar parte de la estructura argumental, se acerca a los conceptos
básicos de la narratología —trama, motivo, fábula—.
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Gómez explica que de las afirmaciones de Vladimir Propp, la que encajó mejor con
las posturas de los estructuralistas fue la definición de función y el lugar que ocupa en el
desarrollo de la trama.
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Sobre Roland Barthes dice:
Gómez Redondo afirma que Algirdas Julien Greimas sintetiza los métodos anteriores:
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“Genette distingue tres planos en el proceso de comunicación
narrativa: historia, relato y narración. Considera las tres categorías de
Todorov para analizar el discurso narrativo (tiempo, aspecto y modo),
aprovechándolas en su pretensión de concebir el relato como una forma
verbal en el sentido gramatical del término, como un verbo en continua
expansión. Aparece entonces: tiempo (relaciones entre relato e historia);
modo (indica las formas y grados de la representación narrativa); y voz
(manera en que la narración se implica en el relato). El orden narrativo,
tomando en cuenta el desarrollo argumental con relación al tiempo en
que se cuentan las acciones, Genette lo clasifica en tres grupos: a)
prolepsis, b) analepsis (externas, internas y mixtas) y c) anacronías. La
duración narrativa se centra en la noción del tiempo de relato que se
confronta con la de la historia. Al considerar las relaciones entre relato e
historia, Genette registra los problemas del aspecto, ya que un hecho no
solo se produce, sino que también se puede repetir, por esto pueden
aparecer: el relato singulativo, el relato repetitivo (contar n veces lo que
ha pasado una vez) y el relato iterativo (contar una sola vez lo que ha
pasado n veces). Genette habla de tres tipos de relato según el modo: a)
relato no focalizado, b) relato de focalización interna y c) relato de
focalización externa. La voz es la que determina la relación del narrador
con respecto a lo que está contando; hay dos posibilidades básicas: el
relato heterodiegético (el narrador está ausente de la historia) y el
homodiegético (el narrador está presente como personaje de la historia)
o autodiegético (el narrador es el héroe de su relato). Genette estudia las
conexiones que los textos podían mantener entre sí y, a la vez, el modo
en que una obra se informa por una serie de elementos significativos que
la rodean (prólogos, notas, dedicatorias, títulos, subtítulos, etcétera).
Genette aventura el término de transtextualidad y esboza una
clasificación de cinco categorías: 1) intertextualidad, 2) paratexto, 3)
metatextualidad, 4) hipertextualidad, 5) architextualidad. Genette propone
hablar de dos regímenes de literariedad: 1) el constitutivo y 2) el
condicional. Junto al régimen, hay que tener en cuenta la
categoría del criterio que se basa ese diagnóstico de literariedad:
temático y remático. El criterio temático desemboca en el modo de
ficcionalidad y el criterio remático determina dos modos de literariedad
por dicción: la poesía y la prosa no ficcional (historia, autobiografía,
reportaje, diario íntimo). (24:200-203)
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Por lo anterior, la narratología al aplicarla en un texto fantástico desvelará su sistema
narrativo y sus relaciones. La teoría que se aplicará en este trabajo es una combinación de
modelos y postulados de quienes se encargaron de profundizar en este tema, sintetizado por
Fernando Gómez Redondo, y por ello el método y los pasos a seguir se plantean de la
siguiente forma:
2.3.2. Modo
a) Distancia
b) Perspectiva
2.3.3. Voz
a) Niveles Narrativos
b) Tipos de Narrador
2.4. Determinar la estructura semántica: las relaciones extrínsecos de la obra,
es decir, la transtextualidad
2.4.1. Intertextualidad
2.4.2. Metatextualidad
a) Aspectos fantásticos y románticos en Stella
b) El personaje femenino en la novela fantástica
c) Rasgos comunes en Stella y otros relatos
fantásticos
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V. Aplicación del método
1. Argumento de Stella
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El protagonista intenta entonces de exponerle a su invitada todo lo que
supuestamente vale la pena de la especie humana; sin embargo, Stella le refuta cada intento
y a su vez le revela escenarios y sensaciones, unas veces divinos, otras dantescos, para
presentarle a Eduardo esa especie en su total expresión, con sus mayores horrores y
defectos, no solo físicos, sino intelectuales y espirituales.
Stella le prepara a Eduardo las peores pruebas, que este logra sortear con idealismo
e ingenuidad, pero sobre todo pureza, lo cual derriba la fría barrera de la misteriosa diosa,
quien accede a unirse al protagonista en una llama ardiente de éxtasis prolongado y sin fin.
Tras esa unión que pareciera eterna, Eduardo despierta después de tres meses de
felicidad absoluta, y su primer impulso es buscar y ver a su amada, quien al ser sorprendida
en su desnudez natural, una estatua de luz refulgente, le dice, iracunda, que él ha perdido
otro paraíso que le reservaba en sus brazos y que es indigno de ella, debido a la curiosidad
maldita heredada de Eva. Acto seguido, Stella se evapora. Eduardo queda desconsolado, por
lo que intenta desesperadamente hallar a su estrella emprendiendo viajes por demás
frustrados sin encontrarla.
2. Análisis sintáctico
De acuerdo con los críticos y la manera concisa en que Gómez Redondo sintetiza las
diversas teorías, la estructura sintáctica se establece mediante la combinación de las
unidades entre sí, en este caso los actantes.
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2.1. Estructura actancial (tipos de actantes)
Greimas resume la teoría de funciones de Vladimir Propp, en seis tipos deactantes, es decir
aquellas cosas o personajes que realizan (“hacen”) las acciones para que se desarrolle del
discurso, los cuales permiten establecer una doble relación sintagmática que posibilita todo
tipo de combinación de las parejas actanciales:
Objeto
Sujeto Destinatario
Destinatario Oponente
Adyuvante
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Como se muestra en el esquema, algunos actantes recaen en un mismo personaje,
sentimiento u otros factores que movilizan el texto, es el caso de Stella que juega con tres
actantes (objeto, oponente y destinatario), pero veámoslo más detenidamente.
“La mujer era por entonces para mí una promesa y un enigma. Promesa
de enturas y de tiernas caricias. Ella, decía, con sus manecitas de ángel alado
va suavizar estas asperidades de mi corazón”. (44:58)
Pero la soledad no solo mueve a Eduardo, sino también a Stella, que ha sido
desterrada del cielo y vaga por la tierra en un lamento nocturno sin saber dónde se
encuentra:
Los actantes en los que Eduardo tiene funciones que cumplir son el de sujeto y
destinatario. El protagonista es teósofo y espiritista, cabizbajo, melancólico y desgraciado.
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“Pálido, silencioso, siempre triste y sombrío, sin un asomo siquiera de
sonrisa en sus labios”. (44:48)
“La soledad me aterró ¡pueden hacerse tantas cosas estando uno solo y
desesperado”. (44:57-58)
Él se convierte en el sujeto, el héroe, o mejor dicho antihéroe, quien debe afrontar las
luchas inauditas, con visiones espectaculares y fantásticas, a las que Stella lo reta. En
primer lugar se identifica al sujeto directamente cuando es este quien deja el manuscrito, en
el que narra su propia historia:
Más adelante el sujeto toma consciencia de la misión que tendrá que emprender:
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“La has libertado de la soledad y de su dolor. Tú sufres como ella. Dios te
la manda para que alivie tus penas. Tú serás su esclavo y su señor. Os
comunicaréis ambos vuestros dolores, vagos, y fundiéndose en un solo ser,
haréis que los cielos se iluminen al reflejo de las alegrías que os producirán
vuestras venturas”. (44:69-70)
“Ella dio un paso más para acercarse, y entonces pude ver a la figura de
una mujer enlutada de pies a cabeza, con el rostro únicamente descubierto y en
el cual lucían aquellos ojos que me fascinaban y me hacían un mal horrible”.
(44:67)
“Nunca artista alguno soñó más prodigiosa belleza. Era blanca, blanca,
tanto que en sus venas, en vez de sangre, parecía que circulaba nieve”.
(44:82)
El desprecio por la “sabiduría” del hombre queda marcada cuando Stella se burla de
los pensadores favoritos de Eduardo, cuando hablan con los libros hechos hombres en la
biblioteca, rebatiendo y mofándose de todas las teorías y todos los eruditos que encuentran
en su recorrido nocturno.
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“Nunca hubo una unión más pura entre dos seres que hubiesen
pasado por la tierra. La llama en que ambos estábamos ardiendo,
era la de un éxtasis prolongado y sin fin”. (44:136)
“-Aquí sí que voy a lucirme, dije entre mí: porque sin modestia, soy
un buen pianista de la escuela clásica.
Y comencé a tocar muy quedamente una tiernísima balada, con
todo sentimiento según creía, y que es la que me reservo, para las
grandes ocasiones.
Más ella se levantó como loca, tapándose los oídos y gritando:
callad, callad hombre asesino y sin entrañas que me estáis
destruyendo los tímpanos.” (44:99)
“Lo único que noté que la conmovía era la extraña figura del
nebuloso y frío soñador, Hamlet.
La escena de la calavera en el cementerio, valió al actor una
inclinación de cabeza de mi acompañante.
Esa noche me hizo explicaciones que me helaron la sangre,
diciendo que era lo único pasadero que había conocido, como
obra de hombre”. (44:106)
Otro de los aliados de Eduardo es su propio idealismo, que según la Real Academia
Española es “la condición de los sistemas filosóficos que consideran la idea como principio
del ser y del conocer”.
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Dice Ud. que lee en mí los pensamientos más recónditos, y no ha
alcanzado a ver que dentro de mi corazón arde una llama viva y
pura, que no puede apagarse con estas cosas vulgares de la tierra
() y Ud. que sabe de mis penas () se burla de mí, de mis
ideales, vilipendia con sus sonrisas a los favoritos de mis
ensueños, y para colmo de ingratitudes, me trae a esa sentina
depravada...”. (44:134-135)
Cuando Eduardo la encara y se sincera con ella, después de todas las tormentosas
pruebas, Stella se rinde al reconocer que los ideales de este antihéroe no son solo palabras:
Destinatario
Oponentes
Sujeto
Adyuvantes
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gótica, el amor imposible, al que se podría colocar en el actante destinador. Además es el
objeto que tanto Stella como Eduardo persiguen y por el cual sus vidas se cruzan, por ende,
Stella y Eduardo continúan siendo los destinatarios, los beneficiarios. Ello es queda de
manifiesto en el último capítulo de la novela, cuando Eduardo se encuentra con la “Dama
Blanca del Norte”:
Ahora Stella comparte el actante oponente con los otros dos actantes que no se
habían mencionado antes, la razón y lo sobrenatural, los cuales en un plano más “real”
dentro de la novela le tratan de impedir al protagonista alcanzar su objetivo, ese ser a todas
luces fantástico para un simple mortal.
En este apartado se utiliza el análisis propuesto por Genette, al distinguir las relaciones que
existen entre historia, relato y narración, y para ello resalta tres aspectos: el Tiempo, el Modo
y la Voz, los cuales se desarrollan en Stella de la siguiente manera:
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3.1 Tiempo
Al diferenciar el tiempo del relato (en el que se cuentan las acciones) y el tiempo de
la historia (el desarrollo argumental), se deben revisar tres aspectos:
a) Orden
Incluso el mismo Eduardo adelanta, en una reunión con sus socios del Club de
los Desequilibrados, frases, en esta parte aún incomprensibles, acerca de su
desgracia:
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Además se debe tener en cuenta la clara maniobra narrativa que utiliza el autor
para contar por anticipado un acontecimiento posterior, ya que la fantástica historia de
Eduardo es conocida mediante la presentación de su manuscrito, mucho tiempo
después, cuando se supone que el protagonista ya ha muerto.
b) Duración
Al confrontar la duración del “tiempo del relato” con la de la historia, Genette destaca
cuatro posibilidades o efectos de ritmo que se conocen como anisocronías: pausa,
escena, sumario y elipsis, para dar cuenta de una gradación continua que iría de la
velocidad infinita a la lentitud absoluta. En Stella se encuentran los cuatro tipos.
“La noche estaba oscura como boca de lobo. Por entonces la ciudad se hallaba
malamente alumbrada con candelas de sebo, de cuadra en cuadra y unos
pocos farolillos que las devotas encendían ante algunas imágenes de santos
que tenían sus repisas en las paredes de las casas solariegas”. (44:59)
“Los hombres que por lo general tienen pequeña talla, se habían transformado
en gigantes. Sobre la cabeza llevaban bosques de pelos hirsutos, en los que se
veían circular los jugos mortecinos. Alcanzaba a ver la raíz de aquellos
pelos que parecían un árbol corpulento cada uno, y allí se veían los malos
bichos que viven en algunas cabezas, como rocas de nieve ensuciadas
por los cosméticos, traspasé el cráneo y me espantaron las negras ideas de
casi todos; lo obtuso de muchos, y la ignorancia de los demás”. (44:109)
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“Las Bacantes, purificadas al brillo de nuestro amor, se habían transformado en
ángeles, y ellos y miriadas (sic) de niños bellos, como los que soñaron Rafael
y Murillo, vagando en nimbos de oro liquidificado y de amatistas en fusión,
al rededor nuestro, entonaban himnos y cánticos, para celebrar nuestras bodas,
y la redención de nuestras almas”. (44:136)
“-La verdad, la dije. ¡Oh, dichoso el mundo si algún día llega a poseerla!
No hace sino pocos miles de años que la humanidad cultiva la ciencia y
en la senda hermosa apenas ha dado los primeros pasos. Principió el
hombre, precisamente por donde debía acabar, y de ahí sus grandes
dificultades. Los caldeos conocieron el secreto de los cielos, observaron
el movimiento de los astros, dieron nombre a las estrellas, atisbaron la
hora de su emergencia y de su ocaso, y mientras sabían tantas cosas de
lo alto, ignoraban la extensión del mundo que habitaban, su forma y sus
encantos. Lo mismo les sucedió con el espíritu”. (44:115)
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“-¿Tenemos alma? ¿Qué es el alma?, preguntó candorosamente la
curiosa. Podrías vosotros ¡oh sabios! ¿contestarnos?...
-De seguro, dijeron todos a la vez, haciendo una mueca que indicaba la
certeza de la doctrina que iban a exponer.
-El alma, dijo un discípulo de Aristóteles, es una entelechia y una razón,
porque ella tiene el poder de ser lo que ¡es!!”. (44:124)
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implica una configuración del lector implícito tendente a suplir esa información no dada
sobre personajes y acontecimientos.
“-Ah, señorito dijeron todos, gracias a Dios que habéis vuelto al fin a la
vida: tres meses hace que estáis durmiendo
-¡¡Tres meses!! dije incorporándome. ¿Cómo, acaso no he estado
ausente durante algún tiempo? (44:137)
Como se puede observar, Salazar utiliza muchas técnicas en el tiempo del relato,
para que la novela, de tan solo 149 páginas, tenga un movimiento acelerado de situaciones
que podrían durar décadas, como la búsqueda que emprende el protagonista. Es en este
punto donde el crítico se podría arriesgar a establecer una relación entre el nombre la novela
con el fugaz tiempo del relato, puesto que ambos se asemejan al rastro que deja en el aire
un cuerpo en movimiento. ¿Es posible que esa haya sido la intención del autor?, no se puede
saber a ciencia cierta, pero lo que sí queda de manifiesto es que entre sus pocas páginas,
el jugar con el tiempo es una de las habilidades que mejor maneja Salazar en Stella para
mantener la atención del lector.
c) Frecuencia
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1R/1H: contar una vez lo que ha pasado una vez
nR/nH: contar n veces lo que ha pasado n veces
nR/1H: contar n veces lo que ha pasado una vez
1R/nH: contar una sola vez lo que ha pasado n veces
A partir de esta gradación se puede decir que en el caso de Stella aparecen dos
tipos de frecuencia, por una parte es un relato singular o singulativo, ya que
cuenta una vez lo que ocurre una vez (1R/1H), y es el más común. Todo el manuscrito
de Eduardo es una prueba de ello; en este aparecen los sucesos solo una vez y cada
acontecimiento es particularmente singular. Por ejemplo, la estadía del protagonista
en medio del “banquete siniestro”, o el recorrido por la biblioteca, así como cada una
de las idas al teatro, etc.
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“Y entonces decidí mi expedición al Norte, siendo uno de los
compañeros de aquel pobre Capitán Ross que tuvo un fin tan
trágico entre aquellas heladas regiones de las nieves perpetuas.
La mayor parte de mis compañeros habían perecido de frío o
de la enfermedad del escorbuto, y yo me hallaba en el mayor
peligro cuando recibí a una mensajera de la Dama a quien
buscaba”. (44:146)
3.2 Modo
El modo narrativo se refiere a las formas y grados en que se puede contar más o menos lo
que se cuenta y contarlo según tal o cual punto de vista, el cual está determinado por la
distancia y la perspectiva.
a) Distancia
Esta se refiere a los tipos de discurso, los diferentes grados de contar, de forma que
se mantenga a mayor o menor «distancia» de lo que cuenta, es decir, más o menos
detalles. Según ello, Stella presenta dos tipos de relato: el primero, de acuerdo con
Genette, se trata de un relato no focalizado en los dos primeros capítulos, cuando un
personaje anónimo afirma que conoció a Eduardo y es quien publica su manuscrito,
además de brindar varias descripciones y detalles acerca del protagonista:
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“Lo que voy a referir me pasó hace muchos años () Yo había
trabajado durante largas horas. Tenía el cuerpo fatigado y la
mente nublada de malas visiones. Solo en mi cuarto, se apoderó
de mi corazón la melancolía”. (44:57)
b) Perspectiva
Aquí se trata del punto de vista que regula la información que presenta según las
capacidades de conocimiento de las partes de la historia, es decir, desde qué enfoque
está contada. En Stella se tienen dos variantes de interrelación entre personajes y
narrador. Siguiendo a Todorov, en la primera parte de la novela el narrador sabe
menos que el personaje, y en la segunda parte -la mayor- el narrador sabe lo mismo
que el personaje.
3.3 Voz
NIVEL
Extradiegético Intradiegético
RELACIÓN
Heterodiegético Y. Y.
De acuerdo con Genette, existen conexiones de textos entre sí, y a la vez, el modo en que
una obra se informa por una serie de elementos significativos que la rodean. Para ello habla
de transtextualidad, la cual clasifica en cinco categorías: intertextualidad, paratexto,
metatextualidad, hipertextualidad y architextualidad.
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oye gritar "¡Ay, mis hijos!" -o bien, emitir un gemido mudo-. Suele hallársela en el río,
recorriendo en el lugar donde murieron sus hijos y ella se quitó la vida.
Según la tradición, pasea por las calles solitarias y frecuenta los lugares donde hay
agua, como piletas, ríos, fuentes o tanques. Sus lastimeros gritos asustan al más valiente y
paralizan al pavoroso. Muchos dicen haberla visto y escuchado. Se cuenta que cuando se la
escucha cerca, en realidad está muy lejos, y viceversa. Se dice que no puede ganarse a una
persona, es decir, quitarle la vida, si esta usa la ropa interior al revés, y que un hombre
acechado por la Llorona se salvará si una mujer le toma de la mano, pues el espectro sólo
ataca a personas solitarias. También se cuenta que si uno escucha el grito debe tratar de
moverse y no quedarse congelado por el pavor. La persona tiene que huir antes de escuchar
el tercer grito, o la Llorona se la ganará. Para evitar encontrarse con ella, o ahuyentarla, hará
bien en rezar al santo de su devoción o repetir las oraciones tradicionales católicas.
Unos imaginan a la Llorona como una mujer vestida de luto riguroso; otros la ven
vestida de blanco. También se dice que el pelo suele taparle la cara. Otro aspecto propio del
espectro según otras leyendas guatemaltecas es que su grito viene acompañado de un
viento frío que hiela la sangre.
“Se contaba entonces por las viejas de la casa, que en las noches
calladas los hombres que entraban tarde a su casa oían gritos iguales a los que
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yo estaba escuchando, que los daba una mujer desgraciada, enemiga de los
hombres por las penas que le habían causado estando en vida. La imaginación
del niño es hondamente impresionable, y jamás oí esa leyenda sin que se me
erizaran los cabellos y dejara de soñar por las noches con íncubos y súcubos.”
(44:65-66)
El primer plagio textual proviene de Don Quijote de la Mancha, que sigue la línea de
la ficción al mencionar al personaje creado por Miguel de Cervantes:
Las últimas tres líneas son una copia fiel de la obra cumbre de las letras españolas.
El siguiente inserto que aparece es cuando Eduardo pasea por el cementerio y murmura un
poema:
“Era la poesía sentida e inimitable que nuestro poeta don Juan Fermín
Aycinena, acaba entonces de publicar, y que comienza así:
Ninfas del delicioso Pensativo
¿por qué adornáis vuestra marchita frente
con ramas de ciprés
del pueblo de Ki-Kab, triste y cautivo
las glorias que empañó la hispana gente
llorando vais con él?
Alegres otros tiempos, bellas ninfas
al son del arpa, de las cuerdas de oro
sobre el terso cristal;
corriendo en pos de bulliciosas linfas
celebráis con cántico sonoro
los triunfos de Utatlán” (44:63)
La siguiente cita textual que el autor incorpora es cuando Eduardo sigue a Stella,
y esta desaparece, por lo que el protagonista se queda solo en el bosque:
“Estaba yo por ese tiempo embebido en la lectura del gran poema de Dante
Alighieri; y en el acto se me vino a la memoria, ilustrado con la pavorosa
realidad de lo que me pasaba en aquel momento, los primeros tercetos del
canto decimotercio de la Divina Comedia, que en la lengua inmortal florentina,
dicen:
Non era ancor di là Nesso arrivato,
Quando noi ci mettemmo per un bosco,
Che da nessun sentiero era segnato.
Non frondi verdi, ma di color fosco,
Non rami schietti, ma nodosi e involti.
Non pomi v'eran, ma estecchi con tosco.
Non an si aspri sterpi nè sì folti
Quelle fiere selvage, che ni odio hanno
Tra Cecina e Corneto, i luoghi colti.
Quivi le brute Arpie lor nido fanno” (44:70-71)
Es decir, en español:
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* Límites de la marisma toscana. Al norte, el río Cecina, y
al sur, la ciudad de Corneto, cerca de Civitavecchia.
Van Dyck. Anton van Dyck (1599-1641), fue un pintor flamenco especialmente dedicado a la
elaboración de retratos.
Chopin. Fryderyk Franciszek Chopin, en francés, Frédéric François Chopin (1810-1849) fue
un compositor y virtuoso pianista polaco.
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Wagner. Wilhelm Richard Wagner (1813-1883) fue un compositor, director de orquesta,
poeta, dramaturgo y teórico musical alemán.
Murillo. Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) fue un pintor español del siglo XVII. Es una
de las figuras más importantes de la pintura barroca española.
Atila (395-453), último y más poderoso caudillo de los hunos, tribu procedente
probablemente de Asia, conocido en Occidente como “El azote de Dios”.
César. Cayo Julio César (100 a. C.-44 a. C.) fue un líder militar y político de la era
tardorrepublicana.
Alarico (370- 410), rey de los visigodos (395–410) de la dinastía baltinga, hijo del caudillo
visigodo Rocesthes.
Genserico (389-477), rey de vándalos y alanos entre 428 y 477. Fue pieza clave en los
conflictos ocurridos en el siglo V en el Imperio Romano de Occidente.
Aníbal. Aníbal o Hanibal, (247 a. C.-183 a. C.), general y estadista cartaginés considerado
por muchos como uno de los más grandes estrategas militares de la historia.
Capitán Ross. Sir John Ross (1777-1856) fue un almirante y naturalista escocés, explorador
del Ártico.
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Mitrídates. Mitrídates I, rey del Ponto, llamado fundador, ya que fue el fundador del reino del
Ponto en Anatolia, que gobernó entre el 302 y el 266 a. C. Fue hijo de Mitrídates II de Cíos.
Literatos:
Dumas. Alexandre Dumas (1802-1870), conocido en los países de habla hispana como
Alejandro Dumas, fue un novelista y dramaturgo francés.
Fernando Velarde. Fernando Velarde del Campo (1823- 1881), poeta y escritor hispano-
peruano del Romanticismo.
J. J. Palma. José Joaquín Palma Lasso (1844-1911), poeta cubano autor de la letra del
Himno Nacional de Guatemala Guatemala Feliz.
Rubén Darío. Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío (1867-1916), fue
un poeta nicaragüense, máximo representante del Modernismo literario en lengua española.
Delfina Gay. Delfina Gay de Girardin (1804-1855), literata francesa que escribió bajo los
seudónimos Vicomte Charles Delaunay, Charles de Launay, Vicomte de Launay, Léo Lespès
y Léa Sepsel. Ejerció una influencia en la sociedad literaria contemporánea y sus tertulias
eran frecuentadas por Gautier, Balzac, Musset, Hugo, Lamartine, Liszt, Dumas y George
Sand.
Lamartine. Alphonse Marie Louis Prat de Lamartine (1790-1869), escritor, poeta y político
francés del período romántico.
Voltaire. François Marie Arouet (1694-1778), escritor, historiador, filósofo, abogado francés y
figura entre los principales representantes de la Ilustración.
Renán. Joseph Ernest Renan (1823-1892), escritor, filólogo, filósofo e historiador francés.
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Hoffman. Ernest Theodor Amadeus Hoffmann (1776-1822), escritor, jurista, pintor, cantante
(tenor) y compositor alemán.
De la Motte Fouqué. Friedrich Heinrich Karl de la Motte, Barón Fouqué (1777- 1843), fue un
escritor romántico alemán.
Gauthier (sic). Pierre Jules Théophile Gautier (1811-1872), poeta, dramaturgo, novelista,
periodista, crítico literario y fotógrafo francés.
Baudelaire. Charles Pierre Baudelaire (1821-1867) fue un poeta maldito, crítico de arte y
traductor francés.
Dante Alighieri (1265-1321), poeta italiano autor de La Divina Comedia, una de las obras
fundamentales de la transición del pensamiento medieval al renacentista.
Homero (siglo VIII a. C.), nombre dado al poeta y rapsoda griego antiguo al que
tradicionalmente se le atribuye la autoría de las principales poesías épicas griegas la Ilíada y
la Odisea.
Ovidio. Publio Ovidio Nasón (43 a. C.-17 d. C.), poeta romano autor de Arte de amar y Las
metamorfosis.
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humanista italiano.
Salazar tiene quizá predilección por este autor, al incluir sus obras como parte
del desarrollo de la historia, pues los protagonistas van al teatro precisamente porque
Stella quiere apreciarlo en acción:
Después de una breve opinión acerca de cada una de esas piezas, Eduardo,
afirma:
“En fin, aquella obra del ingenio humano merece simplemente el nombre
de prodigiosa”. (44:106)
Byron. George Gordon Byron, sexto Barón de Byron (1788-1824) fue un poeta inglés,
considerado uno de los escritores más versátiles e importantes del Romanticismo.
Schiller. Johann Christoph Friedrich Schiller, desde 1802 von Schiller (1759-1805), fue un
poeta, dramaturgo, filósofo e historiador alemán.
Hugo. Victor-Marie Hugo (1802-1885) fue un poeta, dramaturgo y novelista, considerado por
muchos el más importante de los escritores románticos en francés.
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Tasso. Torquato Tasso (1544-1595), poeta italiano de la época de la Contrarreforma, autor
de Jerusalén liberada.
Aristófanes. Aristófanes (444 a. C. - 385 a. C.) fue un famoso dramaturgo griego, principal
exponente del género cómico.
Bretón de los Herreros. Manuel Bretón de los Herreros (1796-1873), dramaturgo, poeta y
periodista español.
Filósofos:
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Platón. Platón (ca. 428 a. C./427 a.C.-347 a. C.) fue un filósofo griego, alumno de Sócrates y
maestro de Aristóteles.
Pitágoras. Pitágoras de Samos (582 a. C.-507 a. C.), filósofo y matemático griego, creador
del Teorema de Pitágoras.
Parménides. Parménides de Elea (530 a. C.-515 a. C), filósofo griego. Su ciudad de origen,
Elea, colonia griega del sur de Magna Grecia (Italia), le debió también su legislación.
Xenófanes. Jenófanes de Colofón (aprox. 580 a. C.-466 a. C.), poeta elegíaco y filósofo
griego.
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Demócrito. Demócrito (460 a. C.- 370 a. C.), discípulo de Leucipo. Demócrito es
considerado fundador de la escuela atomista.
Heráclito. Heráclito de Éfeso (535 a. C.- 484 a. C), conocido también como “el Oscuro de
Éfeso”, filósofo griego. Su estilo remite a las sentencias del Oráculo de Delfos.
Rousseau. Jean-Jacques Rousseau (1712 -1778), escritor, filósofo y músico definido como
un ilustrado.
Grimm. Friedrich Melchior, Barón von Grimm (1723-1807), escritor alemán afincado en
Francia, conocido por su amistad con Diderot y otros enciclopedistas.
Raynal. Guillaume Thomas François Raynal, llamado abbé Raynal (1713-1796), fue un
escritor y pensador francés.
Diágoras. Diágoras de Melos (¿465 a. C. - 410 a. C.?), sofista y poeta griego, conocido
como Diágoras el Ateo.
Aristóteles (384 a. C.-322 a. C.), filósofo, lógico y científico de la Antigua Grecia cuyas ideas
ejercieron influencia sobre la historia intelectual de Occidente por más de dos milenios.
Sócrates (470-399 a. C.), filósofo griego considerado como uno de los más grandes, tanto
de la filosofía occidental como de la universal. Fue el maestro de Platón.
Santo Tomás. Tomás de Aquino (aprox. 1225-1274), teólogo y filósofo católico perteneciente
a la Orden de Predicadores, y es el principal representante de la tradición escolástica.
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San Buenaventura. San Buenaventura de Fidanza (1218-1274), místico franciscano, obispo
de Albano y cardenal italiano que participó en la elección del papa Gregorio X.
Juan Duns. Juan Duns Scoto (1266-1308), teólogo escocés perteneciente a la escolástica.
La sutileza de sus análisis le valió el sobrenombre de Doctor Sutil.
Raimundo Lulio (1232-1315), filósofo, poeta, místico, teólogo y misionero mallorquín del
siglo XIII.
Demetrio. Demetrio de Falero (350 a. C.- 282 a. C.), político y filósofo ateniense,
perteneciente a la escuela peripatética y bibliotecario de la Gran biblioteca de Alejandría.
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Lorenzo de Valla (1406/1407-1457), humanista, orador, educador y filósofo italiano.
Bacón de Veruliamo. Francis Bacon (1561-1626), conocido también por barón de Verulam,
vizconde de San Albano, canciller de Inglaterra, filósofo y miembro de la misteriosa orden de
la Rosacruz.
Berkeley. George Berkeley (1685-1753), filósofo irlandés muy influyente cuyo principal logro
fue el desarrollo de la filosofía conocida como idealismo subjetivo (“ser es ser percibido”).
Hume. David Hume (1711-1776), filósofo, economista e historiador escocés y constituye una
de las figuras más importantes de la filosofía occidental y de la Ilustración Escocesa.
Krauss (sic). Karl Christian Friedrich Krause (1781-1832), autor y filósofo alemán. Es
principalmente conocido por ser el creador del panenteísmo.
Sanz del Río. Julián Sanz del Río (1814-1869), filósofo, jurista y pedagogo español.
Tras la mención de estos personajes reales, la rica, y a veces cómica, alusión a las
ideas más importantes de la filosofía, mientras Stella y Eduardo recorren los pasillos de la
biblioteca, constituye otra de las relaciones intertextuales.
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“-Ese grupo que veis allí es el de la Escuela Eleática con Xenófanes a la
cabeza como maestro y Parménides y Zenón como sus discípulos más
distinguidos. El maestro fue el primero de los panteístas griegos. Creía
que Dios tenía la forma de una esfera y negaba la creación y hasta la
reproducción.” (44:116)
“Sin duda era de la familia de aquel viejo Micromegas de que nos habla
Voltaire; y aunque no tenga el mérito de la invención en lo que hizo esa
vez, a mí me la pegó de lo lindo y me dejó corrido. Después he leído en
las obras de Arouet, la aventura del habitante del Sirio y confieso que
esto me ha abochornado más, porque aquella mujer ante quien yo
pretendía aparecer interesante, se debe haber burlado de mi ignorancia
y puerilidad”. (44:123-124)
“Más como ha pasado tanto tiempo, desde que perdí de vista al pobre
enamorado, sin tener noticias de él y todo me induce a creer que ha
muerto o ha sido transportado a otro planeta, por fin me decido, saliendo
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garante por la prueba del escrito y por la existencia del héroe de este
relato”. (44:55)
Casi al final de la novela, Eduardo descubre que Stella utiliza un disfraz para
mezclarse entre los humanos. Esta escena puede recordar la película de ciencia-ficción
Cocoon (1985), del director Ron Howard, basada en una novela de David Saperstein:
“-Sea poesía negativa, replicó, ¿qué culpa tengo yo que Ud. sea tan poco
inteligente para no inspirarse en mi beldad marmórea, y en vez de llantos
y plegarias, ponerse a cantar himnos que despierten al ser dormido que
llevo dentro de mí. Y me refirió que Ariel su amante, tenía el poder de
encender su alma en ardores, al solo contacto de una mirada”. (44:98)
El autor puede referirse a Ariel, uno de los grandes satélites del planeta Urano,
descubierto en 1851, que es el cuarto mayor por tamaño, con más de mil kilómetros de
diámetro, lo que daría otra pista sobre la procedencia extraterrestre de Stella.
4.2. Metatextualidad
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a) Aspectos fantásticos y románticos en Stella
De acuerdo con la teoría que se presenta al inicio de este trabajo, lo que convierte a un relato
en fantástico es la vacilación que se experimenta cuando en un entorno considerado
“conocido y real” aparece un fenómeno sobrenatural, que transgrede las reglas naturales de
la cotidianidad, por lo tanto Stella, de Ramón Salazar, cumple el primer requisito.
Todo el contexto y la vida de Eduardo Degollado es posible. ¿Por qué? Puesto que el
autor coloca al lector frente a acontecimientos y personajes que en realidad existieron en
esos años, tanto en Guatemala, como costumbres, lugares específicos de la ciudad y el país,
la conquista de los pueblos indígenas por “extranjeros”, el terremoto de 1773; como hechos y
figuras notables del mundo, como escritores, músicos y pintores, y, sobre todo, el
conocimiento literario y filosófico del Occidente, influyente hasta la fecha. Todo eso es “real”
para el contexto sociocultural de quien lee la historia.
También es del todo creíble para el lector que Eduardo gozara de los lujos que se
detallan en la novela; un joven con una fortuna, heredada quizá, que le permitía estudiar,
conocer el mundo, tener una casa con los sirvientes suficientes y el cuarto, “a la usanza
alemana”, para los huéspedes. Hasta aquí todo parece ser muy cotidiano para las altas
esferas de la sociedad guatemalteca, pero entonces lo que interesa es ese algo que rompe lo
cotidiano: la llegada de Stella.
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hasta los mitos y leyendas que se murmuraban en la sociedad en torno a este rico y
desgraciado joven, que sin duda podrían confirmar amigos y sirvientes.
Pero más adelante, Eduardo cuestiona todo lo que ha visto y oído, y encuentra otra
posibilidad, para lo que se debe tomar en cuenta que en toda la novela no aparecen
alusiones directas de los arquetipos cristianos:
Por tal razón, la inquietud de la que habla el autor es de la probabilidad de que existan
seres ajenos a esta tierra, sin que sean necesariamente clasificados dentro de los seres
espirituales tradicionalmente conocidos. De allí el nombre de la misteriosa huésped de
Eduardo, Stella: estela, rastro, estrella fugaz, etc., lo cual también quedan justificados por los
avances tecnológicos que han surgido después del período de la Ilustración, pero que
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siempre están en constante lucha con las dualidades que aún no ha podido afrontar
vida/muerte, sueño/vigilia y animado/inanimado.
Entre los aspectos que hacen de la novela un relato fantástico se encuentra el hecho
de que el narrador, como anteriormente se ha explicado, es en primera persona, factor
necesario para comprender que Salazar sigue la tradición gótica y quiere impregnar de
verosimilitud el relato, tal como lo hicieron Bécquer, Bram Stoker, Mary Shelley o Stevenson,
que incluyeron algún tipo de documento en los que se narraba, de primera mano, los
acontecimientos de sus historias.
Se podría agregar que este relato fantástico trata de revela algo del contexto
sociocultural del momento, y aunque se tendrían algunos temas por discutir –como la
condición de la mujer en la época liberal, la influencia directa que se tenía de la literatura
europea o el ateísmo–, se debe recordar que ese no es el propósito de este estudio.
Además se pueden mencionar como datos relevante, que al tomar en cuenta que
Stella se encuentra entre el movimiento Romántico, por la época, se apega a los rasgos de
este. Por ejemplo, el individualismo ya queda patentado en la importancia que le da el
protagonista al arte, la literatura y la filosofía como la expresión del yo. También la
irracionalidad es latente cuando Eduardo saca la conclusión de que su invitada es
prácticamente inalcanzable, pero no por ello deja de perseguir su ilusión de conquistarla.
Stella, además, es el ideal de mujer para el autor-protagonista, obviamente un estereotipo de
ser humano muy difícil de encontrar.
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período romántico queda representado en el Club de los Desequilibrados, jóvenes bohemios
dominados por la pasión artística.
Y por último tenemos el rasgo exótico. En Stella, como en otras novelas románticas,
se incluyen características ajenas a la cultura occidental:
“... para poder querer y respetar a una persona es preciso concebir un esbozo
de ella, incluso en uno mismo, y tener cuidado de que el esbozado corresponda
cada vez más a la concepción. Por ello, imagen de la mujer significa imagen
masculina que la mujer toma, acepta en su voluntad e imita, hasta el punto de
poderse presentar de hecho esa imagen a sí misma como imagen femenina”.
-Hans Mayer (32:147)
Se debe tener en cuenta que los primeros personajes mitológicos femeninos siempre fueron
considerados inferiores al hombre, y si intentaban superarlo, en fuerza, inteligencia o libertad,
entonces se les condenaba, por sus supuestas relaciones con el demonio o la inmoralidad.
Desde Lilith, quien es la primera esposa de Adán, según la tradición hebrea, que no se dejó
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someter a este; Eva, creada de la costilla de Adán y por quien entró el pecado al mundo;
Dalila, quien representa la tentación y la traición y quien entregó a Sansón a sus enemigos;
María de Magdala o María Magdalena, confundida con la mujer adúltera que se arrepiente y
sigue a Cristo; hasta los personajes femeninos en la literatura universal como Madame
Bovary, de Flaubert; Margarita, de Goethe; Margarita Gautier, de Dumas; o Ana Karerina, de
Tolstoi, que si no son maléficos, algunos sí pasivos, sufrientes y trágicos, por imposiciones
de la sociedad.
Lucía Solaz, quien actualmente concluye su tesis doctoral sobre “Tim Burton y la
construcción del espacio fantástico”, recuerda en su ensayo “Literatura gótica”:
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oscuros. Esta figura nunca es completamente malvada, sino que es un “atormentado
atormentador” hacia el cual la heroína se siente misteriosamente atraída.
La narrativa gótica psicológica de calidad intelectual seria mantuvo la buena salud del
gótico durante la década de 1820. Frankenstein, de Mary Shelley, Melmoth el errabundo, de
Maturin; y Memorias privadas y confesiones de un pecador justificado, de James Hogg,
demostraron el trágico potencial del gótico y dieron una pista sobre la clase de sofisticación
psicológica y metafísica que marcaría las obras de Hawthorne y Le Fanu. La riqueza
simbólica y filosófica de estas novelas góticas indica el papel principal que desempeñaría el
goticismo durante el siglo XIX, activando los oscuros sueños de muchos grandes escritores
que se volvieron hacia el gótico para realzar el carácter trágico de su arte.
Según Solaz, entre los distintos tipos del género, apareció el gótico polémico: varios
escritores con conciencia social transformaron la novela gótica popular en un instrumento de
protesta social, empleando los decorados y situaciones góticas para llamar la atención sobre
horrores sociales o políticos tales como las leyes injustas o la lamentable situación de la
mujer. El gótico polémico intentaba edificar, además de horrorizar a los lectores combinando
el terror gótico con una ideología radical, para despertar la conciencia social y cambiar las
opiniones de los lectores sobre ciertos asuntos. La confinación en un castillo encantado se
convierte en detención dentro de una sociedad que niega la libertad y la identidad
individuales. Este es el caso de la novelas de Dickens y de las hermanas Brontë.
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persecución del conocimiento en sus personajes femeninos. Las
escritoras góticas se centraron en la figura de la doncella perseguida y
confinada, especialmente en el encarcelamiento marital y en la
persecución por un autoritario familiar masculino. Las escritoras se
sintieron atraídas por el gótico no sólo porque deseaban satisfacer una
fascinación sentimental hacia la muerte y la decadencia, sino también
porque el gótico ofrecía una vía de dramatización de los peligros de la
condición de la mujer en un mundo de hombres. Un miedo fundamental
que asedió a las mujeres, el miedo a la incompetencia social y sexual, se
muestra interiorizado en el gótico en general. Esta ambivalencia
interiorizada hacia la mujer llevó a sentimientos de autorepugnancia y
miedo hacia una misma más que a miedos hacia algo exterior. Para
escritoras como Margaret Oliphant, Amelia B. Edwards, Vernon Lee,
Charlotte Perkins Gilman y Luisa May Alcott, el gótico se convirtió en un
texto político autorizado”. (64:1)
Por otra parte se encuentran los personajes femeninos perversos, con poderes
sobrenaturales capaces de doblegar la masculinidad de cualquier héroe. Entre estas, se
pueden mencionar Aura, de Carlos Fuentes; las gitanas de la Sierra Morena, de Jan Potocki;
Alraune, de Hannz Heinz Ewers; la hiena de humor negro, de Leonora Carrington; y sin ir tan
lejos Circe o las sirenas mitológicas con un enorme poder seductor.
Según cuenta la leyenda, se creía que la mandrágora era una planta que tenía
características humanas porque sus raíces parecían dos piernas. Hay historias que cuentan
que gritaba lamentándose cuando la arrancaban de la tierra, con lo que podía enloquecer a
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las personas; y por eso amarraban a un perro a la planta para arrancarla. Según creencias
populares crecía bajo los patíbulos donde caía el semen a veces eyaculado por los
ahorcados –durante las últimas convulsiones antes de la muerte o por erección y eyaculación
post mórtem–. Era usada tanto en magia negra como en magia blanca, ya que es venenosa
y curativa al mismo tiempo, según el uso; y cuando juzgaron a Juana de Arco la acusaron de
haber usado esa planta, porque afirmaba que escuchaba voces. Se dice que favorece la
libido. Los antiguos alemanes la llamaban Alraune, nombre original de la novela de Heinz
Ewers y como se llama su protagonista.
Como primer punto se podría establecer que el origen de este tipo de personajes
femeninos es predeterminadamente sobrenatural, lo cual en otros relatos puede saberse
desde el principio, descubrirse durante la trama o quedarse velado por el misterio que lo
envuelve.
En Stella, el lector puede solo intuir las posibilidades del origen de su protagonista.
¿Viene del cielo o del infierno? ¿Si es una estrella, es decir que es extraterrestre? ¿Es
exótica, extranjera, pero familiar? ¿Si se mezclan tantos antecedentes históricos y literarios
en la novela, es posible que su procedencia esté en el imaginario colectivo, como una diosa
universal, como Baba Yagá, la Dama Blanca de la Muerte y del Renacimiento, a quien se le
califica de virgen, madre y bruja? Quizá son preguntas para atender en otro momento, pero
Salazar nos deja la incertidumbre entre líneas, que se puede comparar con el origen
fantástico de Alraune. Ambas con poderes sobrenaturales y de belleza extraordinaria.
Otro aspecto destacable es la seducción de los personajes. Tanto Stella como Alraune
son de hermosura deslumbrante, con un ingrediente especial: la aversión-atracción que
provocan a los otros. Se podría decir que estos personajes se incluyen en el arquetipo de
mujer fatal, normalmente una villana que usa la sexualidad para atrapar al desventurado
héroe. Es una traducción de la expresión francesa femme fatale. Se la suele representar
como sexualmente insaciable. Aunque suele ser malvada, también hay mujeres fatales que
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en algunas historias hacen de antiheroínas e incluso de heroínas. En la actualidad el
arquetipo suele ser visto como un personaje que constantemente cruza la línea entre la
bondad y la maldad, actuando sin escrúpulos sea cual sea su lealtad. Aunque Stella no es
un personaje con una sexualidad agresiva en sí misma, este tema si está presente en la
obra, ya que, de manera indirecta, la última tentación que le prepara a Eduardo es de un
implícito contenido sexual:
Para terminar este apartado se quiere destacar cierta intención del autor de Stella
–quizá inconsciente–, de plasmar a la mujer en condiciones iguales a las de cualquier
hombre, no solo por describir y centrarse en la fuerza, inteligencia, belleza y superioridad
interior de la protagonista, sino por aludir a ciertas figuras femeninas importantes:
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“Frecuentaba asimismo la tertulia de aquella reina del talento de su
época, que se llamó Delfina Gay, que poseía, según Lamartine, la doble
celebridad del genio y de la belleza, que fijaba, desde que aparecía en
los teatros, en las fiestas y las academias, todas las miradas y era
saludada por todos con murmullos de admiración; y tampoco allí pasó
desapercibido nuestro compatriota”. (44:52)
Además de filosofar acerca de la imagen errónea de una mujer, para darle lugar al ser
real:
“¡Mujer admirable, decía yo a cada rato, ángel, deidad: así se ama, ¿no
es verdad Stella?
Pobre niño, respondióme: deje eso que es monstruoso. Estáis tan
encegados los hombres en este pícaro mundo, que ni aun maliciáis lo
que es el amor.
Al sólo hablar de él lo profanáis; si os viéseis con los ojos del espíritu,
cuando entre vosotros conversáis o razonáis sobre la sublime pasión,
aun cuando lo hagáis con las palabras más dulces, os espantaríais de
vosotros mismos. En vez de frases os salen serpientes inmundas de la
boca”. (44:99)
“El implacable escéptico Wang Ch'ung negó la estirpe del fénix. Declaró
que así como la serpiente se convierte en pez y la laucha en tortuga, el
ciervo, en épocas de paz y de tranquilidad, se convierte en unicornio y el
ganso en fénix. Atribuyó estas mutaciones al 'líquido propicio' que, 2356
años antes de la era cristiana, hizo que en el patio del emperador Yao
creciera césped de color escarlata”
.-La explicación, de Edwin Broster (12:49)
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Bébeme: comparación con Alicia en el país de las Maravillas, de Carroll
En esta cita, Salazar hacer recordar aquella etiquetita de “Bébeme”, con la que Carroll
otorga a la curiosa Alicia la capacidad de cambiar de tamaño; en Stella sucede a la inversa -
quizá como en el espejo-, Eduardo no se encoge o se agranda, sino su alrededor toma
proporciones gigantescas. Alicia no es tan confiada como Eduardo; claro que la niñita se
encontraba completamente sola y “era demasiado lista” para dejarse engañar:
“No había razón para quedarse junto a aquella puerta, así es que la niña
se dirigió de nuevo hacia la mesa, esperando encontrar otra llave o
quizás algún libro de fórmulas mágicas que le enseñara a comprimirse
como un catalejo. Pero en esta ocasión halló una pequeña botella
('juraría que antes no estaba aquí', pensó Alicia) con un rótulo colgado
alrededor del cuello, que rezaba BÉBEME en grandes letras de molde
Estaba muy bien eso 'BÉBEME', pero Alicia era demasiado lista para
dejarse embaucar tan fácilmente.
'Antes -se dijo- es preciso ver si hay alguna contradicción, algún otro
letrero que diga 'veneno'”. (14:118)
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El personaje de Stella se convierte en observador del absurdo que rodea a la
humanidad bajo una lente macroscópica:
“El espacio entero estaba lleno con sus ecos. Las estrellas desde lo alto
parecían pestañear de miedo. La luna con ser tan bella, tenía aspecto
cadavérico. Yo me aproximaba más y más, anhelante y tembloroso ()
Al verme calló y se pudo en pie e irguióse lentamente como un fantasma
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que surgiese de la tumba. Tuve que apoyarme en mi garrote para no caer
de nuevo () Ella dio un paso más para acercarse, y entonces pude ver
la figura de una mujer enlutada de pies a cabeza, con el rostro
únicamente descubierto y en el cual lucían aquellos ojos que me
fascinaban y me hacían un mal horrible. (44:66-67)
“Me parecía efectivamente que al salir los versos de mis labios y evocar
aquellos dulces y tristes recuerdos, las palabras tomaban forma humana
y que las ninfas en torno de mí encordaban sus instrumentos, cantando
no tristes, sino sonrientes y felices, los bellos amores suyos, con los que
monteros del bosque americano, antes que fuera profanado por la planta
del conquistador”. (44:64)
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Ambos relatos comparten semejanzas en lo que se refiere al amor, el ensueño, una
fantasía irreconciliable con la realidad, temas que confluyen en la mujer intangible. Eduardo y
Manrique se enamoran de un ser inalcanzable. ¿Cómo capturar una estrella, un rayo de
luna? ¿Es quizá una metáfora para cuestionarse cómo encerrar la poesía más pura, sin que
se escapen detalles sentimientos indescriptibles?
“El joven lo sabía todo y alzaba los hombros, con una especie de desdén
adolorido y de indiferencia británica () Tuve la fortuna de ser recibido
en su intimidad y pude sondear aquella alma tan profunda como
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transparente, que sufrió tanto en la vida porque nadie pudo
comprenderla”. (44:54)
Goethe incluye en su Fausto una historia muy parecida a la tradicional leyenda de la Llorona.
En la novela de Goethe, después de haber firmado el pacto con sangre que le pide el diablo,
Fausto conoce a Margarita (también llamada Gretchen). Este se siente atraído por ella y con
regalos de joyas y ayuda de su vecina Martha, el diablo lleva a Margarita a los brazos de
Fausto, quien la seduce y finalmente logra poseerla.
La madre de Margarita muere por culpa de una poción para dormir que su hija le había
proporcionado para poder gozar de mayor intimidad con Fausto. Margarita descubre,
además, que se ha quedado embarazada. El hermano de esta acusa a Fausto, a quien
desafía, pero finalmente muere a manos de Fausto y el diablo. Margarita, en su
desesperación y soledad, ahoga a su hijo ilegítimo y es condenada por el asesinato. Fausto
intenta salvarla de la muerte liberándola de la prisión, pero al no conseguirlo acude a pedir
ayuda del diablo. Margarita, presa de la locura y negándose a escapar, muere en brazos de
Fausto.
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Quizá sea una línea muy delgada que une esta historia con Stella, pero puede ser la
comparación que Salazar hace entre el sufrimiento de la protagonista y el deseo de revancha
hacia los hombres, en especial, para contrarrestar el dolor y pesar que muchas veces deben
sufrir quienes han sido engañadas y dejadas a su suerte, y de ahí parta el carácter decidido y
fuerte de la misteriosa Stella.
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VI. Conclusiones
Después de haber analizado las estructuras sintáctica, narrativa y semántica de Stella
(1896), de Ramón Salazar, mediante la aplicación de la teoría narratológica propuesta por
Fernando Gómez Redondo, se concluye lo siguiente:
1. Que según las características formales, en la estructura actancial aparecen todos los
personajes o circunstancias que permiten el desarrollo argumental y en la cual Stella,
el personaje más complejo y versatil, realiza las acciones de los actantes objeto,
destinatario y oponente, siendo este quizá el más importante por manifestarse en
hechos o circunstancias sobrenaturales.
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2. El autor utiliza varias técnicas narrativas, en cuanto al manejo del tiempo en la novela,
es decir, el uso de prolepsis, pausas, escenas, sumarios, elipsis, incluso utiliza dos
tipos de relato según la frecuencia en que aparecen los sucesos dentro de este
(singulativo y repetitivo); en cuando al modo de narración, Stella presenta un relato no
focalizado y otro de focalización interna a partir de la distancia de lo que se cuenta;
además, el narrador principal es en primera persona, aunque a lo largo de la novela se
puede encontrar dos o más narradores. Este recurso es utilizado en la mayoría de
relatos fantásticos, por ejemplo en El extraño caso del Dr. Jekyll y del Sr. Hide, de
Robert Stevenson, o El golem, de Gustav Meynrik.
5. Salazar respeta lo trágico del Romanticismo. Pese a que los personajes principales
son eruditos, expertos en aquel conocimiento oculto a los demás hombres, y que son
quizá seres superiores, se convierten en víctimas de la vida y sus propios deseos. Es
el caso del doctor Víctor Frankenstein, su creación, el monstruo, es la agonía de sus
días. Pasa también en Stella; Eduardo, quien siendo filósofo y sabio, es víctima de su
soledad, ya que desear algo inalcanzable, pues resulta enamorándose de una estrella.
Se puede mencionar aquí que en este tipo de relato no hay finales felices. La muerte
aparece como única salida del sufrimiento sobre la tierra; los deseos y anhelos se
interrumpen; el amor no correspondido es leiv motiv; el dolor predomina cuando las
circunstancias se oponen a la felicidad de los personajes. Características esenciales
del Romanticismo, y en este caso del llamado “romanticismo bohemio”.
8. Salazar se destaca por la complicidad que espera del lector al mencionar sucesos y,
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principalmente, autores o personajes reales, eruditos del mundo occidental. Esta es
otra de las características del género fantástico: la participación activa del lector, ya
que lo coloca en un ámbito real extratextual, lo que obliga a una lectura referencial.
Este recurso utilizado en Stella le exige mucho a quien la lee, sobre todo en las áreas
de literatura y filosofía, puesto que se trata de una literatura de relación intertextual
constante. De esta característica se desprende la vacilación entre lo real y lo
sobrenatural, ya que el lector encontrará que estas referencias contrastan con las
circunstancias o episodios que no pueden explicarse de manera racional, ya que ni el
mismo protagonista que los vive puede.
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9. Por todo lo anterior, Stella representa a un movimiento preciso en la literatura
guatemalteca del siglo XIX, y quizá sea la primera y la única en su tipo.
Desafortunadamente la crítica la enterró bajo capas de olvido, sin querer penetrar en
sus páginas y buscar los aportes que traía a la literatura guatemalteca en el ocaso del
período romántico, tal vez al subestimar al lector promedio. Stella mezcla varios
recursos narrativos vigentes hasta la fecha dentro de la narración romántica, y más
que romántica, fantástica, pues utiliza técnicas y recursos válidos para este tipo de
narración. Además de su originalidad erudita en el manejo de la estructura, el lenguaje
y la novedad de la historia, nos remite al hombre cosmopolita con ansias de desarrollo
mediante el conocimiento.
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VII. Bibliografía
Sitios de internet:
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