ÉTICA DEL ABOGADO POSTULANTE - Sonia Amalia Sorinao Dávila
ÉTICA DEL ABOGADO POSTULANTE - Sonia Amalia Sorinao Dávila
ÉTICA DEL ABOGADO POSTULANTE - Sonia Amalia Sorinao Dávila
Resumen
El abogado postulante se enfrenta a una serie de cuestionamientos éti-
cos que lo desafían, no sólo en su actuar profesional, sino en su propia
dimensión personal, al encontrarse en un dinamismo que confronta sus
valores, y ante los cuales los principios generales deben ser pondera-
dos. Pero sobre todo, en el reconocimiento del ethos, debe considerar
su pertenencia a un grupo que establece una autoreferencia que lo
ciñe a la propia responsabilidad como soporte de la trama de autopoie-
sis, que sostiene la confrontación de principios y lo lleva a actuar con
el ethos del abogado.
Summary
The trial lawyer faces up challenges of ethical questions in their profes-
sional performance and in his own personal dimension. Every day the
lawyer have to confront, their values, in that dynamic. And the general
principles should be weighted. But above all, in recognition of the ethos,
must be regarded as belong a group that provides a self-reference. And
keeps his own responsibility as the basis of autopoiesis, which hold up
the conflict of the principles and takes him to act with ethos’s attorney.
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SONIA AMALIA SORIANO DÁVILA
1. Nota introductoria
El interés por los temas de la ética profesional crece considerablemente en
nuestros tiempos y aun así poco se ha escrito al respecto. Por un lado, los
esfuerzos que por la deontología jurídica se han hecho resultan aún limita-
dos; y por otro, la ciencia jurídica y la filosofía jurídica no se han ocupado
de estas cuestiones, pues se ejercitan en la técnica. Sin embargo, es de
suma importancia otorgar referentes válidos que sirvan para fundamentar
la ética del litigante desde una nueva perspectiva.
A lo largo de las siguientes páginas se presenta un elemento suficien-
temente válido para sostener un nuevo referente, que se sobreponga a las
simples proposiciones, a los decálogos. Para ello hay que empezar a plan-
tear algunas consideraciones previas, y después abordar el elemento me-
dular. Empezando por tanto en algunos aspectos históricos.
La abogacía es una actividad milenaria, pero su prestigio deviene in-
trínseco, al defender y buscar la justicia y los derechos, por ende, debe
conducirse justamente conforme a éstos. Y esta concepción se tuvo desde
los orígenes de la profesión.
Existen distintos antecedentes de la profesión jurídica en la antigüe-
dad, sin embargo, aquí interesa lo que tiene que ver con el abogado postu-
lante. Así la primera referencia que se puede citar es la antigua Grecia, en
donde existía un personaje llamado lológrafo, quien ofrecía a las personas
que acudían a los tribunales defensas ya preparadas, esto era así, porque
en principio los propios contendientes acudían ante el tribunal a deducir
sus derechos.
Posteriormente, se permitió la intervención de un orador judicial que
se convirtió en el abogado, encargado de interceder a favor de quien es-
taba en un juicio; el areópago era el tribunal superior griego, y donde se
desarrollaba la actividad del abogado.1
Y propiamente surge el verdadero ejercicio de la profesión en la
Roma Republicana, en donde se llamó advocati, derivado de la palabra
ad vocatus, “el llamado” aquel que aboga por otro, y se aplicaba al varón
distinguido que por su gran capacidad y sus conocimientos, podía llevar la
voz de otra persona para defenderla ante los tribunales.2
Dicho sea de paso, las mujeres no podían ejercer la profesión aunque
si se podían defender por sí mismas.
1
Cfr. Sotomayor Garza, Jesús G., La abogacía, México, Porrúa, 2000, p. 7.
2
Cfr. Guerrero L., Euquerio, Algunas consideraciones de ética profesional para abogados, 5a.
ed., México, Porrúa, 1991, p. 11.
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3
Cfr. Sotomayor Garza, Jesús G., op. cit., nota 1, p. 17.
4
Cfr. Soriano Dávila, Sonia, “La ciencia jurídica en perspectiva”, en Revista V Lex Internacional,
núm. 2, enero 2007, http://vlex.com/vid/ciencia-juridica-perspectiva-444137
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5
Sotomayor Garza, Jesús G., op. cit., nota 1, p. 122.
6
Sotomayor Garza, Jesús G., op. cit., nota 1, pp. 124-125.
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7
Couture, Eduardo J., Los mandamientos del abogado, comentados, México, Iure Editores,
2002, pp. 4-49.
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Así como existen estos decálogos que contienen preceptos desde dis-
tintas ópticas, existen otros, y tienen todos en común el establecimiento
de reglas que puedan normar la conducta del abogado en su desarrollo
profesional. Algunas reglas contienen propiamente el ejercicio del valor, es
decir la virtud, en el sentido del recto modo de proceder, que se debe tener
para ser un abogado reconocido por la propia comunidad jurídica, unos
más, contienen actividades que debe desarrollar propiamente el abogado,
y otros establecen la búsqueda de valores, como la justicia.
En suma, citar los decálogos no solo resulta en una tarea ilustrati-
va, en este caso de los tres principales tipos, sino, sirve para no perder
de vista que una guía de comportamiento no es en sí una ética, se trata
en este caso de elementos propositivos para implantar conciencia de un
deber ser abogado, que garantiza un cierto comportamiento normado por
los propios profesionales del derecho con el fin de tener cierta predictibili-
dad de la conducta del otro.
Sin embargo, si realmente se considera que puede existir una ética
profesional, un ethos del hombre que se refleje en las distintas actividades
de éste, en este caso de la abogacía, es pertinente considerar que existe
un fundamento mejor que un listado de conductas.
Sin que se deje de reconocer que los decálogos han ayudado a buscar
una coherencia entre los actos del abogado con la conciencia del deber
profesional, y una guía en el reconocimiento de los valores que deben regir
su quehacer jurídico, pero que en sí no son parte del ser abogado, en el
sentido fenomenológico-ontológico del hombre, el ser para sí, en la bús-
queda de la trascendencia dinámicamente proyectada en el quehacer pro-
fesional.
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I. Dimensión ética
8
Olmedo García, Marina del Pilar, Ética profesional en el ejercicio del derecho, México, Miguel
Ángel Porrúa, 2007, p. 145.
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Bauman, Zygmunt, Ética posmoderna, trad. de Bertha Ruiz de la Concha, 2a. ed., México,
Siglo XXI editores, 2006, p. 85.
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cial, que en Latinoamérica, han tenido un gran auge en los últimos años.
De lo que se trata es en todo caso, de consolidar la actividad prestigiosa
en el ámbito del juzgador.
E interesa en este caso, puesto que existe una interrelación natural
entre los subgrupos en comento y, se pueden encontrar ciertos elementos
que forman parte de la misma trama que funda la ponderación de princi-
pios, esto es, la responsabilidad.
Espera todo postulante del derecho como parte de un subgrupo, al
interactuar, con otro subgrupo, el del juzgador, que exista también de éste
un determinado comportamiento prestigioso, e incluso se puede hablar
de las virtudes mínimas que debe tener como postulados rectores en su
actuar.
El Código de Ética del Poder Judicial cita la independencia, imparciali-
dad, objetividad, profesionalismo y excelencia como principios, de los cua-
les se puede obtener cierta predictibilidad. Sin embargo estos, aún en el
propio ámbito del subgrupo, ha sido materia de duda, e interpretaciones,
el mejor ejemplo, es el cuestionamiento sobre si un “hombre malo puede
ser un buen juez”, separando los argumentos que sobre esto valga la pena
hacer, considérese que dados los comentarios que se han venido hacien-
do, lo que interesa es que sustancialmente hay una connotación que se
complementa con la estructuración de la responsabilidad.
Sin embargo, se reitera de nueva cuenta, que el ejercicio práctico de
los valores, las virtudes, tienen una implicación en la dimensión personal,
y también en la profesional, en la medida en que ese ejercicio de valores
estructurados no sean tomados en consideración desde el engranaje prin-
cipal, desde la trama que da sustento al trabajo del profesionista, se pierde
la dimensión social que interesa mantener en el contexto de lo social y la
confronta de la actividad prestigiosa.
Por ende valga la pena ceñir, los comentarios hechos de los postulan-
tes, también a los decisores, pues el dinamismos al que se enfrentan debe
estar regido por un elemento denominador que los mantenga en aptitud de
un actuar con ethos vinculado a su quehacer diario.
3. Conclusiones
PRIMERA. Al actuar éticamente, se trata de sobreponerse al instinto
gregario y sostener en el comportamiento individual la conjunción siempre
del grupo, pues el hombre más que gregario es un ser social en el sentido
político.
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