Art 01 RC 6
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Antes que los españoles que estaban en Tlaxcalla viniesen a conquistar a México, dio una
pestilencia de viruelas en todos los indios en el mes que llaman Tepeílhuitl, que es al fin
de septiembre. Desta pestilencia murieron muy muchos indios. Tenían todo el cuerpo y
toda la cara y todos los miembros tan llenos y lastimados de viruelas que no se podían
bullir ni menear de un lugar, ni volverse de un lado a otro, y si alguno los meneaba daban
voces. Esta pestilencia mató gentes sin número. Muchos murieron de hambre, porque
no había quien podiese hacer comida. Los que escaparon desta pestilencia quedaron
con las caras ahoyadas, y algunos los ojos quebrados. Duró la foerza desta pestilencia
sesenta días, y después que fue afloxando en México fue hacia Chalco, acabándose esta
pestilencia en México…
Bernardino de Sahagún. Historia general de las cosas de Nueva España
1. La enfermedad se define como la alteración leve o grave del funcionamiento normal de un organismo o de alguna de
sus partes debido a una causa interna o externa. Epidemia es una enfermedad que ataca a un gran número de personas
en un mismo lugar y durante un mismo período de tiempo. Pandemia es una enfermedad epidémica que se extiende a
muchos países (Harant, 1971).
Aunque tenemos información sobre el periodo prehispánico, no contamos con evidencias materiales que
posibiliten el registro de algún fenómeno epidemiológico en las culturas mesoamericanas previo al perio-
do de choque con los conquistadores. Como bien lo hacen notar reconocidos historiadores, el estudio de
este tipo de enfermedades en el periodo prehispánico se hace a través de los criterios actuales de la me-
dicina (Viesca, Aranda y Ramos, 1999: 199), es decir, bajo una aproximación interpretativa que identifi-
ca un objeto de estudio desconocido a partir de categorías modernas. Por lo tanto, es necesario precisar
que éste es un factor problemático y confuso de carácter epistémico que ha desatado no pocos debates
entre los investigadores del pasado humano aunque —y lo subrayamos— es lo que tenemos para obser-
var cómo la población convivía con los procesos de salud-enfermedad.
Para el caso mesoamericano, Alfredo López Austin realizó una sistematización teórica sobre las
enfermedades y la medicina prehispánica nahua a través de la construcción de un corpus documental
amplio y la sistematización de una investigación etnográfica, espacios de estudio en donde identificó
correlaciones explicativas sobre la constitución del cuerpo y sus malestares, así como de los remedios
tradicionales para dichas enfermedades (López Austin, 1969, 1971, 1972, 2012).
A su vez, Carlos Viesca propuso categorizar las enfermedades sufridas por los nahuas a través
de procesos complejos: particularizó en el estudio del corazón, un órgano en el cual identifica tres ti-
pos de enfermedades a tratar. Según este autor, la medicina náhuatl tiene varios cientos de años de
desarrollo y trató, además de las citadas, problemas reumáticos y otras dolencias que eran provoca-
das por Ehecatl, la deidad mexica del viento (Viesca y Aranda, 1997).
Con estos saberes sobre los procesos de salud-enfermedad, los nahuas y otros grupos prehis-
pánicos enfrentaron las epidemias generadas por el contacto con los españoles. De ello dan cuenta
las Relaciones Geográficas redactadas en el siglo xvi en varias partes de la Nueva España, una fuente
consultada por la investigadora Genoveva Ocampo, quien encontró información sobre las epidemias
sufridas por los nahuas y registró algunos de los rituales que llevaban a cabo durante el proceso de sa-
nación de la enfermedad (Ocampo, 2005).2
De acuerdo con sus indagaciones, cuatro fueron las epidemias que devastaron a la población
indígena en el siglo xvi:
2. El estudio de las enfermedades en las Relaciones Geográficas fue expuesto por Alfredo López Austin (1975), sin embargo,
no se adentró mucho en estos documentos.
Además de los materiales utilizados por Ocampo, contamos con varios otros que nos permi-
ten ver cómo actuaba la población prehispánica frente a las nuevas epidemias: como es el caso del
Códice Florentino (Sahagún, 1979: 53v). Otras representaciones sobre la epidemia de viruela se en-
cuentran en el Códice en Cruz, en el Códice Telleriano-Remensis y en el Códice Moctezuma, las cuales
permiten interpretar el impacto que tuvieron estas enfermedades en las sociedades indígenas novo-
hispanas, a través de los detalles narrativos de los que forman parte. A esta referencias sumamos el
estudio realizado por la investigadora Elsa Malvido (2010) —quien estudió la primera epidemia de vi-
ruela en 1520 y las catástrofes ocasionadas por ella— y el texto de Bernardo García Martínez (2005)
—quien analizó brevemente tres enfermedades epidémicas provocadas por la conquista: la viruela, el
sarampión y el tifo exantemático o matlazahuatl—, dos trabajos que no podemos dejar de mencionar.
La gran cantidad de epidemias que despoblaron el continente americano desde finales del siglo
xvi son el resultado del proceso de unificación bacteriana del mundo al que Emmanuel Le Roy Ladurie
(1988-1989) definió como un mercado común de microbios. Para entender la capacidad devastadora
de esta expansión microbiana debemos atender los trabajos de Woodrow Borah y Sherburne F. Cook so-
bre la catástrofe demográfica americana. En ellos enunciaron que el contacto europeo con la población
amerindia condujo a desestabilizar el proceso demográfico de esta última debido a la indefensión inmu-
nológica frente a múltiples y agresivos agentes microbianos (Borah y Cook, 1963).
Por su lado, y siguiendo con la propuesta anterior, Magnus Huss señaló el papel crucial de las
enfermedades infecciosas que padecieron los habitantes de un continente que carecían de una res-
puesta biológica frente a ellas (Calderón, 1909). La falta de anticuerpos para combatir la enfermedad
se vió reflejada en la intensidad de las epidemias de viruela, sarampión, neumonías, que se manifes-
taron en oleadas epidémicas, a veces de magnitud pandémica que, una tras otra, azotaron a las po-
blaciones indígenas.
Desde la perspectiva histórica que aquí se utiliza, cuando una enfermedad genera la muer-
te de centenares, millares o incluso millones de personas en un tiempo breve, las poblaciones res-
El virreinato novohispano estuvo marcado por múltiples enfermedades que asolaron su territorio a lo
largo de su existencia. Desde las conocidas y catastróficas epidemias del siglo xvi que mermaron con-
siderablemente a la población nativa, hasta las mortíferas epidemias del siglo xviii como la del matla-
zahuatl de 1737, cuya alta mortandad derivó en la jura de la Virgen de Guadalupe como patrona de
la Ciudad de México.
Durante el periodo que corre entre 1519 y 1652, se registraron epidemias masivas de viruela,
tifo, paperas y sarampión, las cuales mermaron considerablemente a la población, pues alcanzaron una
mortandad estimada de hasta un 90% entre las comunidades afectadas (Malvido, 2003: 67; Cordero,
2001: 602). Ya para el siglo xvii, el tifo tuvo resultados catastróficos. Entre sus principales síntomas se
describen “la temperatura continua, el delirio, la inflamación del bazo, del hígado y afección del cora-
zón, apostemas detrás de las orejas y el tumor pueden acaso referir infamación de los ganglios, además
de las afecciones neurológicas, cardiacas y hemorrágicas”.3 El daño al sistema inmune hizo del por-
tador un sujeto vulnerable a otras enfermedades que complicaban las posibilidades de tratamiento.4
Es frecuente que las enfermedades causen un mayor daño entre la población adulta “excepto
las enfermedades que generan inmunidad permanente, es decir, las que llamamos infantiles; los adul-
tos no se ven afectados, sencillamente por haber sido afectados clínica o subclínicamente de niños,
haber sobrevivido y poseer en consecuencia inmunidad permanente” (Canales, 2017: 17). Si bien las
3. Pedro Canales propone como periodos de epidemia de tifo los comprendidos entre 1537, 1545, 1563, 1576, 1595; 1642,
1676, 1686, 1692; 1735, 1762 y 1813. Como puede verse, fueron ciclos de epidemia más frecuentes durante el siglo xvi
(Canales, 2017: 13). Los datos propuestos por este autor no concuerdan con los ofrecidos por América Molina y Claudia Par-
do (2017), lo cual puede deberse a que los estudios de Pedro Canales se basan en archivos parroquiales en barrios de la Ciu-
dad de México y por ello ofrecen un alcance limitado para hablar de una epidemia que afectó a toda la capital del virreinato.
4. “La identificación del tifo y sus mecanismos de contagio fue tardía porque se escondía entre los síntomas tanto de
enfermedades emparentadas con ella como entre las no emparentadas: la tifoidea por bacterias en el sistema digestivo
o la varicela y el sarampión al causar erupciones en la piel” (Canales, 2017: 19).
Año Epidemia
1520-1521 viruela
1531 sarampión
1542 tifo
1545-1547 peste
1550 paperas
1558 tifo
1563-1564 sarampión
1566 tifo
1576-1580 peste
1591 tos, catarro
1592 sarampión
1604 sarampión
1615-1616 viruela, sarampión
1639 sarampión
1653 viruela
1659 sarampión
1663 viruela
1667 catarro
1678 viruela
1687 viruela
1692 sarampión, peste
1695-1696 viruela
1700 viruela
1728 sarampión
Como puede observarse, las epidemias del periodo colonial con ciclos recurrentes fueron prin-
cipalmente de viruela y sarampión, enfermedades presentes a lo largo de los tres siglos del virreina-
to. Algunos de estos brotes de padecimientos específicos han sido estudiados de manera particular
por investigadores como América Molina (2001), Jenire Escobar y Miriam Aimé Torres (2017), Sandra
Elena Guevara Flores (2017) y Marciano Netzahualcoyotzi Méndez (2016), por mencionar algunos.
Ahora bien, ¿qué hacían la población y los curadores frente a estas pandemias? Como sabemos,
los mexicas tenían expertos curadores cuyo conocimiento fue obtenido por Bernardino de Sahagún en
parte y por otros cronistas españoles, lo cual pautó que desde el inicio de la conquista se diera una estre-
cha relación entre la medicina mexica y la europea. Observamos, por ejemplo, que varios curadores se
formaron en el saber de ambas medicinas como Martín de la Cruz, autor del herbario Libellus de medici-
nalibus indorum herbis que fue traducido al latín por Juan Badiano, al tiempo que crecía la exportación
de hierbas medicinales hacia el Viejo Mundo (Micheli-Serra, 2001: 258-259). Subrayamos, además, la
afinidad que existía entre dichas medicinas dado que ambas se basaban en gran medida en la herbola-
ria, pero reconociendo que la misma tenía muy poca eficacia frente a estas epidemias.
Como vemos, igual que en toda sociedad, hubo más de una forma de atender los padecimientos
(Micheli-Serra, 2001: 260): en principio, tenemos un saber médico respaldado por las autoridades que
fue traído por los españoles, y otro que se movía al margen del reconocimiento oficial, es decir, el emer-
gido de los curanderos. Ambos eran los más utilizados por la población originaria y en ambos casos se
dieron procesos de sincretismo, aculturación y síntesis cultural en las prácticas médicas y terapéuticas
(Morales, 2016: 2).5
5. Destaca el análisis que Francisco Hernández, Juan de Barrios y Agustín Farfán hicieron a los textos: estas obras se
apegaban a la doctrina galénica.
Durante el siglo xix, una gran cantidad de enfermedades infectocontagiosas como el tifus, la virue-
la, el sarampión, la tosferina, la difteria, el cólera, la escarlatina, por mencionar algunas, se siguieron
presentando en forma endémica y epidémica, y produjeron una alta morbimortalidad entre la po-
blación. La alta mortalidad se daba en forma desigual afectando a las clases bajas, especialmente a la
población originaria.
En términos oficiales, los encargados de enfrentar dichas enfermedades eran los médicos con
formación universitaria, pues en el siglo xix mexicano se desarrollaron varios saberes médicos (me-
6. Las funciones del Protomedicato fueron: “vigilar a los profesionales de la salud, los médicos y cirujanos, flebotomianos,
boticarios y parteras. Sancionar el ejercicio ilegal de la medicina, velar por su enseñanza, elaborar exámenes, incorporar
los grados de los médicos extranjeros que pretendían ejercer su profesión en territorio novohispano, visitar boticas, dictar
medidas tanto preventivas como curativas sobre salud pública y sobre el saneamiento ambiental” (Rodríguez y Galindo,
2000: 333).
7. “El método consistía en identificar brotes incipientes de viruela, tomar líquido de las pústulas y trasplantarlo a indi-
viduos sanos, particularmente a los niños no inmunizados. Con esta técnica se creaba una leve infección, por lo general
benigna, que daba más posibilidades de supervivencia” (Rodríguez y Rodríguez de Romo, 1999: 194).
Palabras finales
Este breve trabajo es un esbozo referencial sobre cómo las sociedades piensan las enfermedades
según su contexto histórico y suma a la reflexión de que los procesos salud-enfermedad-atención
deben verse como procesos históricos y culturales.
En el territorio nacional actual hubo distintas formas de comprender la enfermedad y de concebir
la curación, pues las epidemias fueron una parte constante desde el periodo virreinal temprano. Todas
ellas están narradas y representadas gráficamente por los códices coloniales y descritas en las crónicas
novohispanas que nos dejan ver la importancia que tuvieron en la dinámica demográfica de la pobla-
ción. También debemos apuntar que los tratamientos terapéuticos médicos y religiosos se observan
como indisociables en este periodo: la intervención de los santos se consideraba de vital importancia
para el cese de las enfermedades epidémicas que implicaban mayor mortandad.
Viruela y sarampión fueron los patógenos más recurrentes del periodo colonial y, para tratar-
los, la población recurrió tanto a médicos como a curanderos y hechiceros; así era la doble dimen-
sión que tuvo la atención de la enfermedad en la Nueva España.
A finales del virreinato, las prácticas curativas y terapéuticas transitaron hacia la modernidad
con tratamientos como la inoculación y las campañas de vacunación.
En el siglo xix se modificó la forma de comprender el proceso de salud-enfermedad-atención
que ya estaba marcado de manera decisiva por la medicina alopática: se consideró a la higiene pú-
blica un factor determinante en la prevención y control de las enfermedades, lo cual se sumó drás-
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