Mitos Cortos

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Mitos griegos cortos de los dioses del Olimpo

Mito de Perséfone

Nació de la unión del Dios con Deméter. Según la mitología griega, Hades, el dios
del inframundo, la raptó cuando estaba en el campo recogiendo flores con otras diosas y se
la llevó fugazmente su sombrío reino. Al notar su ausencia, su madre, Deméter, diosa
protectora de la naturaleza, la buscó infructuosamente mientras el mundo se paralizaba.

Zeus finalmente decidió intervenir y obligó a Hades a devolver a Perséfone. Hermes fue
enviado a rescatarla y Hades la dejó ir con la condición de que no comiera nada durante el
trayecto. Sin embargo, el propio dios del Inframundo la engañó y la chica comió 4 granos
de granada. Como castigo, Perséfone debía volver cada año, durante cuatro meses, al reino
de Hades.

Mito del nacimiento de Atenea

En la mitología griega, Atenea era uno de los doce dioses olímpicos, concretamente, la
diosa de la sabiduría, las ciencias, la justicia, la guerra, la civilización y la destreza. Su
prodigioso nacimiento es fundamental dentro de la mitología griega, razón por la cual no la
podíamos dejar de lado dentro de nuestros mitos griegos cortos.

Entre los mitos de Zeus, cuenta una leyenda que este dejó embarazada a una oceánide
llamada Metis. Cuando ella estaba en un avanzado estado de gestación, a Zeus le
profetizaron que tendría hijos más poderosos que él que podrían derrocarlo. Para
solucionarlo, decidió tragarse a Metis e impedir que diera a luz. Sin embargo, el embarazo
siguió su curso en el interior del dios del trueno, sin que este lo supiera.

Como consecuencia, Zeus empezó a tener fuertes dolores de cabeza, y para solucionarlo
le pidió a Hefesto que le quitara de la cabeza lo que le producía la molestia, abriéndosela
con un hacha. Abierto el cráneo de Zeus, de él salió Atenea, completamente formada,
adulta y portando los atributos de un soldado hoplita: casco y lanza.

Mito de Prometeo y el fuego

Zeus había decretado que el fuego debía permanecer en el Olimpo y no debía ser entregado
a los hombres, pero Prometeo no estaba de acuerdo con esa decisión. Aquí las versiones
difieren, pero coinciden al decir que Prometeo y unas explican que se introdujo,
subrepticiamente, en el taller de Hefesto y tomó unas brasas de uno de sus hornos, mientras
que otras señalan que se acercó al carro de Apolo y robó algunas chispas de él con las que
prendió una planta de hinojo borde y se lo entregó a los humanos.

Después de ello, la mitología griega dice que, como castigo por el robo, Zeus lo condenó a
permanecer encadenado eternamente a una roca en la que un águila le comería el
hígado. Cada noche su hígado se regeneraba y el ave volvía a comérselo al día
siguiente. Afortunadamente, Heracles lo liberó con el beneplácito de Zeus, que vio en esa
acción un acto que glorificaba a su hijo. Eso sí, Prometeo debió lucir para siempre un anillo
adornado con un trozo de la roca a la que estuvo atado.

Mito de Orfeo y Eurídice

Orfeo era un personaje muy popular en los mitos griegos, ya que, cuando se ponía a tocar
su lira, tenía el poder de hacer descansar las almas de los que ser reunían a escucharlo:
amansaba fieras, podía mover las rocas, la vegetación e incluso detener el curso de los
ríos. Eran también mago y astrólogo, y uno de los argonautas que acompañó a Jasón en
busca del vellocino de oro. Eurídice se enamoró de él oyéndolo tocar. Se casaron, pero
lamentablemente, un día que estaba paseando, la chica fue mordida por una serpiente y
falleció. Orfeo, desesperado, decidió bajar al inframundo para rescatar a su amada. Con su
música consiguió dormir al cancerbero y llegar hasta ella. Hades y Perséfone se apiadaron
de él y se conmovieron tanto con sus tristes cánticos que le permitieron llevarse a Eurídice
siempre que fuera caminando delante de ella y no volviese la cabeza para mirar atrás hasta
que estuvieran fuera del inframundo y el sol bañase a la mujer.
Así lo hicieron, pero cuando ya estaban fuera, Orfeo miró atrás para verla, sin darse cuenta
de que el sol no bañaba completamente la anatomía de su esposa: un pié había quedado
en la sombra. Eurídice desapareció y volvió al inframundo, esta vez para siempre. Cuando
Orfeo falleció, despedazado por unas bacantes tracias, su alma se reencontró con la de su
amada y desde ese momento no se separaron más.

Mito de Aracne

Aracne era una de las mejores tejedoras de toda Grecia, sus bordados eran tan
maravillosos que la gente comentaba que sus habilidades le habían sido concedidas por
Atenea, diosa de la sabiduría y patrona de los artesanos. Pero Aracne tenía un gran defecto,
era una muchacha muy vanidosa y decía, continuamente, que ella era la mejor tejedora. Un
día, la orgullosa Aracne, no puedo aguantar más los comentarios de sus vecinos y llegó a
compararse con Atenea. Se paseaba el día lanzado desafíos a la diosa e invitándola a
participar en un concurso para ver cuál de las dos tejía mejor. La diosa Atenea quiso darle
una lección a Aracne y bajó desde el Olimpo a la Tierra para aceptar su reto. Comenzó el
concurso, Aracne y Atenea estuvieron tejiendo durante todo un día. Atenea representó a
los dioses en todo su esplendor. Por el contrario la tela de la orgullosa Aracne mostraba a
los dioses como lobos y borrachos. Cuando Atenea vio que el trabajo de Aracne insultaba
a los dioses no pudo aguantar más, se enfadó mucho y rajó la tela. Aracne se dio cuenta
que había ofendido gravemente a los dioses, sintió mucho miedo, salió corriendo e intentó
suicidarse colgándose de una viga del techo. La diosa Atenea se apiadó de ella y le salvó
la vida pero, para castigarla, la convirtió en araña y la condenó a tejer para el resto de los
tiempos.

Mito de Hefesto y el origen de su cojera

Se dice que era hijo de Hera y Zeus, desde su más tierna infancia Hefesto demostró ser
capaz de crear objetos útiles y hermosos con sus manos. En su mente siempre estaban
planeándose nuevos inventos que sorprendían a los mismos dioses. A medida que crecía,
se le permitió vivir en el Olimpo y allí sus proyectos eran cada vez más maravillosos: un
calzado mágico que permitía caminar por el aire y el agua como si fuera tierra firme, una
capa de invisibilidad y vajillas de oro y plata que podían retirarse por sí solas de la mesa.
En el Olimpo, Hefesto tenía su propia forja y un taller donde preparaba a sus sirvientes para
ayudarle. Este no era su único centro de trabajo, ya que en la tierra, allí donde hubiera un
volcán, Hefesto tenía una forja.

Un día, Hera enfureció a Zeus y este colgó a su esposa atada de pies y manos a medio
camino entre el cielo y la tierra. Hefesto, ante el cruel castigo de su padre, decidió liberarla.
Pero su intento solo hizo aumentar la ira de Zeus, quién lanzó un rayo con tanta fuerza
que Hefesto fue lanzado del cielo, quedando malherido en la caída y eternamente
cojo. Zeus no permitió que su hijo volviera al Olimpo y le obligó a permanecer en la isla en
la que había caído. Allí pudo recuperarse y buscar actividades que realizar para
entretenerse, pero, para su desgracia, allí no tenía una forja en la que elaborar sus
creaciones.

Un día, tras una tremenda vibración, un volcán se formó junto a la isla. Allí encontró su
fragua Hefesto, y con un nuevo taller pudo crear unos nuevos rayos que le entregó a su
padre como regalo. Zeus, agradecido, le permitió volver al hogar de los dioses. Así, Hefesto
recuperó su lugar, demostrando su bondad al intentar salvar a su madre y su valía. Su
cojera se volvió legendaria dentro de los mitos de Hefestos.

Mito de Atalanta

Atalanta era una joven cazadora con una agilidad prodigiosa, conocida por ser la corredora
más veloz de su tiempo, que decidió consagrarse y permanecer virgen, sin casarse, pese
a lo cual no dejaban de pretenderla muchos hombres. Para evitarlos, Atalanta decidió que el
único hombre con el que se casaría sería aquel que lograra vencerla en una carrera. Todo
aquel que lo intentase, pero perdiera, sería ejecutado. Pese a la amenaza, esto no impidió
que los pretendientes siguieran intentando y pagando la penitencia con su vida.

Un día un grupo de temerarios pretendientes decidieron probar suerte y eligieron a un


muchado, Hipómenes, como juez de la carrera. En la competencia, Atalanta demostró que
su fama tenía fundamento, dejando pronto a los hombres atrás. Ganó la carrera y los
pretendientes fueron alejados del lugar, para encarar su destino. Fue entonces cuando
Hipómenes, quien había sido el juez de la carrera, pidió intentar lograr la mano de Atalanta.
Hipómenes se había embelesado con su belleza.
Atalanta escuchó su ruego y sintió una profunda tristeza, pues era un muchacho demasiado
joven, amable y bien parecido. Si por ella hubiera sido, le hubiera dejado ganar para salvarlo
de la muerte. No obstante, los espectadores la presionaron para prepararse para vencer a
Hipómenes y ella había hecho una promesa. Mientras tanto, el joven se encomendó a
Afrodita pidiéndole que le otorgara velocidad. Afrodita, que ya había usado sus artes para
enamorar a Hipómenes de Atalanta, se acercó al chico sin ser vista y le entregó tres
manzanas de oro.

De estas manzanas, y de la ayuda de Afrodita, se valió el joven Hipómenes para ganarle la


carrera a Atalanta, y al cruzar la meta su emoción fue tal que no pudo creer su suerte. Sería
el esposo de Atalanta. La joven, por su parte, sintió alegría de ver salvada la vida del chico
y de poder pasar su vida con alguien tan valiente: tras haber sido perseguida durante tanto
tiempo, había perdido un poco el gusto por acechar y cazar animales.
Mitos nórdicos

El mito de la creación

El principio, érase el Frío y el Calor. El frío era Nilfheim, un mundo de oscuridad, frío y
niebla. El calor era Muspell, el mundo del eterno calor. Entre estos dos mundos existía un
gran vacío con el nombre de Ginnungagup. En Ginnungagup surgió la vida al encontrarse
el hielo de Niflheim y el fuego de Muspell. De este encuentro entre el frío y el calor nacieron
primero el ogro Ymer y después la gigante vaca llamada Audumbla. Ymer vivió de la leche
de Audumbla, y de su sudor nació una pareja de gigantes, y de sus pies un hijo. Ese fue el
origen de los "gigantes de escarcha", también llamados yotes. Audumbla vivió lamiendo la
escarcha en las rocas salobres, de donde surgió poco a poco el primer hombre, Bure, y de
él descienden los dioses llamados asas.

El hijo de Bure, de nombre Bor, se casó con la hija de un yote, Bestla, y juntos tuvieron tres
hijos dioses: Odin, Vile y Ve. Odin y sus hermanos mataron a Ymer, y de su cuerpo crearon
la tierra, de su sangre el mar, de su cráneo el cielo, de sus huesos las montañas, de su pelo
los bosques, de su cerebro las nubes y de sus cejas un muro alrededor del inhabitable
exterior. En este nuevo mundo crearon el mundo de los hombres, llamado Midgård. Luego,
y para que los hombres no se sintieran solos, crearon en el centro de Midgård el mundo de
los asas, Asgård, en cuyo centro crecía un gran fresno llamado Yggdrasil.

Yggdrasil fue el árbol de la vida, y si muriera, significaría la destrucción total del mundo.
Yggdrasil sostenía el cielo y en su copa vivía un águila, y entre los ojos del águila un gavilán
llamado Vederfølner. Por el tronco corría la ardilla Ratatosk pasando noticias e insultos
entre el águila el dragón Nidhug que vivía al lado de una de las raíces de Yggdrasil. Cuatro
ciervos corrían por sus ramas y el rocío que caía de su cornamenta formaba los ríos del
mundo. Yggdrasil tenía tres raíces. Una yacía en Asgård, donde también se encontraba el
pozo de Urd vigilado por tres nornas, encargadas de sacar agua del pozo para regar
Yggdrasil. Estas tres nornas (diosas del hado) reinaban sobre el destino de los hombres y
decidían si vivirían felices o no. La otra raíz yacía en Jotunheim, el mundo de los yotes
(gigantes de escarcha), y aquí también se encontraba el pozo de Mimer. Era el pozo de la
sabiduría y el que bebía del pozo sabría todo lo pasado y todo lo venidero. En el fondo del
pozo se hallaba uno de los ojos de Odin, quien lo dio en prenda a cambio de sabiduría. La
tercera raíz yacía en Niflheim, donde se encontraba también el dragón Nidhug.
En Asgård tenía Odin su casa llamada Valhal, donde vivían los guerreros vikingos muertos
(Einherjerne) y las valquirias. Las valquirias eran las vírgenes guerreras o espíritus de
guerra de Odin, y las que llevaban a los guerreros muertos a Valhal. Valhal tenía 540
puertas y todas tan grandes que podían entrar 800 hombres a la vez. Su techo estaba
cubierto de escudos dorados, encima de los cuales caminaba la cabra Heidrun. Heidrun
comía las hojas de Yggdrasil y de su ubre caía la hidromiel que bebían los guerreros.

Todos los días los guerreros de Valhal salían al campo de batalla, aunque ahora sin que
les ocurriera nada. Si se les caía un brazo o una pierna, las valquirias lo arreglaban por la
noche. Después de la batalla venía el gran festín con mucha comida y bebida. Valhal era
una especie de paraíso para los guerreros, algo que les quitaba el miedo a morir. Así se
preparaban para la última batalla el día de Ragnerok, "el crepúsculo de los dioses", el día
del fin del mundo.

Los dioses

Odin era el dios supremo, padre de todos los hombres y de muchos de los dioses. Era el
dios tanto de la sabiduría como de la guerra. Dio un ojo en prenda a cambio de la sabiduría
del pozo de Mimer. Cuando se sentaba en su trono Lidskjavl, veía todo lo que pasaba en el
mundo. También tenían dos cuervos llamados Hugin y Munin que salían todas las mañanas
y regresaban antes del desayuno para dar cuenta a Odin de todo lo que habían visto y oído.
Gere y Frece son sus dos lobos, que comen toda la comida de Odin, porque él se mantenía
únicamente de vino. Su caballo Sleipner tenía ocho piernas y corría más que cualquier otro
animal u hombre tanto por aire, como por tierra y agua. También era el dios de la muerte
de los guerreros, a los que llevan a Valhal al morir. Odin tuvo tres esposas: la primera era
Jord o Fjordgyn con quien tuvo a Thor; la segunda se llamaba Frigg y era su favorita y con
ella tuvo el hijo Balder; la tercera era Rinda, con quien tuvo a su hijo Vali que sobrevivirá al
Ragnerok.

Thor era el dios de la guerra y la lucha salvaje. Era el hijo de Odin, y el más fuerte de todos
los dioses . Siempre llevaba su martillo Mjølner que tenía la maravillosa capacidad de
siempre dar en el blanco para después regresar a su dueño. Cuando lo tiraba se veían
relámpagos en el cielo y sonaban truenos cuando viajaba en su carro llevado por dos
machos cabríos de nombre Tandgnojst y Tandgrisner. Los machos cabríos podría ser
sacrificados al atardecer y luego resucitar la mañana siguiente, si se tenía cuidado de no
romper ningún hueso y si se recogían todos los huevos y se metían en la piel del animal.
También poseía un cinturón de fuerza que doblaba su ya de por si considerable fuerza y
unos guantes de hierro. Thor estuvo casado con Sif y tuvo tres hijos; Magni, Modi y Trud.

Freya era la diosa del amor y de la fertilidad, la más bella de todas las diosas. También era
la que enseñaba a los dioses el arte de la magia. Tenía una manta mágica de plumas con
la que se transformaba en un halcón, y un collar llamado Brisingegamen. Montaba en un
carro llevado por dos gatos. Lloraba con lágrimas de oro. Freya y Odin se repartían entre
ellos los guerreros muertos.

Frey era el hermano de Freya, y como ella dios del amor y de la fertilidad. Tenía el
maravilloso barco llamado Skidbladnir, que se desplegaba después de utilizarlo y siempre
tenía un viento favorable al izar la vela. Tenía también una espada que blandía sólo, y un
jabalí mágico, Gullinbursti, que corría muy deprisa por tierra y por mar.

Heimdal hijo de Odin, tenía ocho hermanas como madre. Es el guardián del puente Bifrost
que va de Midgard a Asgard, por lo que los dioses le han dotado de una visión y un oído
extraordinarios. Ve a una distancia de más de 100 millas y oye crecer la lana en los lomos
de los corderos. Es el que anunciará el comienzo de Ragnerok haciendo sonar su cuerno
Gjallarhorn que se oirá en todo el mundo.

Balder era el dios de la luz y de la verdad. Era hijo de Odin y Frigg. Vivía en el palacio
Breidablik, cuyo techo era de oro y cuyas columnas de plata maciza. Nada falso podía entrar
por sus puertas. Por medio de un sueño, se conoce que Balder va a morir joven. Odin pide
a su esposa Frigg (diosa del matrimonio y de la naturaleza salvaje), la madre de Balder,
que haga jurar a todos los vivientes, a todas las fuerzas y a todas las cosas del universo
que no le harán daño a Balder. Para celebrar que Balder ya era invencible, los otros dioses
se divertían con un juego, en que todos podían lanzar lo que quisieran contra él. Pero Frigg
había dejado sin juramento a un pequeño brote de muérdago, y Loke, disfrazado de
anciana, se enteró y fue en busca del brote. Se lo dio al hermano ciego de Balder, Hodur,
quien, con su ayuda, lo lanzó contra su hermano matándole. Por petición de Odin, la reina
del infierno, Hel, accedió a devolver a Balder al mundo de los vivos a condición de que
absolutamente todo el universo llorara por él. Lo hace todo el universo menos una vieja
bruja llamada Thokk, que, en realidad, era Loke disfrazado de nuevo.
Loke era en realidad un yote, un gigante de las escarchas. Llegó a Asgard porque se hizo
hermano de sangre con Odin. Era el dios del engaño, de la mentira y del caos, un espíritu
malvado, provocador de tumultos y ladrón. Tenía la capacidad de transformarse en
cualquier animal. Era el principal responsable de la muerte de Balder, pero también
ayudaba muchas veces a los dioses a salir de situaciones difíciles. Los dioses le dieron un
castigo por la muerte de Balder. Le ataron a unas rocas grandes con las tripas de uno de
sus hijos, y encima de su cabeza le colgaron una serpiente venenosa. Su mujer Sigyn
recogía en una copa las gotas de veneno que continuamente caían sobre su cara. Pero
cada vez que vaciaba la copa, le llegaban a caer algunas gotas, lo que le producía unos
dolores tremendos. Cuando se retorcía de dolor, la tierra temblaba. Una vez iban a construir
un muro alrededor de Asgard. Se ofreció un gigante para construirlo a cambio de la diosa
Freya, junto con el sol y la luna. Los dioses aceptaron con tal de que acabara el muro en 6
meses, tal como les había aconsejado Loke. El gigante aceptó a condición de que le
dejasen utilizar su caballo Svadilfare. El proyecto comenzó y avanzó muy deprisa. Al estar
a punto de cumplirse los 6 meses, los dioses empezaron a preocuparse. No querían perder
a Freya, ni al sol y a la luna, y le exigieron a Loke que buscara una solución. Loke se
convirtió en una yegua que distrajo al caballo Svadilfare, sin el cual el gigante fue incapaz
de cumplir el plazo. Luego Loke dio a luz a un caballo con ocho piernas y se lo regaló a
Odin, quien lo llamó Sleipner. Con la giganta Angerbode tuvo tres monstruos, los más
terribles del universo: Fenrisulven (el lobo Fenrir), Midgardsormen (la serpiente Midgard) y
Hel, la reina del infierno.

Fenrisulven llegó a Asgard siendo un cachorro para que los dioses lo vigilaran, pero
enseguida se hizo muy grande y sólo el dios Thor, Tyr, se atrevía a darle de comer. Se
había predicho que él y su familia serían los responsables de la destrucción del mundo, por
lo que al final los dioses querían atarle. Lo intentaron con dos cadenas distintas, pero
Fenrisulven rompió las dos. Al final los dioses acudieron a los enanos herreros, quienes
hicieron una cadena con 6 cosas: las pisadas de un gato, la barba de una virgen, las raíces
de una montaña, los sueños de un oso, el aliento de un pez y el escupitajo de un pájaro.
Fenrisulven ya no se fiaba de los dioses aunque Gleipner más bien parecía un hilo de seda,
y dijo que sólo se dejaba poner la cadena si alguno de los dioses se atrevía a meter el brazo
en su boca. El único que se atrevió fue Tyr. Fenrisulven quedó atrapado por Gleipner y Tyr
perdió el brazo. Permanecerá atado hasta el día de Ragnerok.
El mito de la creación de Japón

El mito de la creación de Japón (天地開闢, Tenchi-kaibyaku, «La creación del cielo y la


tierra«) es la historia que describe el nacimiento legendario de la creación del mundo y la
gestación de los primeros dioses y el archipiélago japonés.

Esta historia aparece, con ciertas variaciones, en los dos textos más antiguos escritos en
Japón: «Kojiki» (古事記, «Registro de asuntos antiguos«) escrito en 712 y «Nihon Shoki» (
日本書紀, «Crónicas de Japón«) escrito en 720. Estas obras forman la base literaria de la
mitología japonesa y de la religión sintoísta.

El mito de la creación del mundo

En un principio, antes de la creación del mundo, existía una masa infinita sin forma sumida
en el silencio. Eventualmente, de esta masa surge «Takamagahara» (高天原, «Plano Alto
Celestial«), el «Cielo«. Otras partículas de esta masa se juntaron para formar otra masa
densa y oscura en una superficie líquida llamada «Tierra«.

En el plano celestial surgen los tres Kami (神, dioses) primarios de la creación:

• Amenominakanushi (天之御中主神, Ame-no-Minakanushi), el Maestro central.


• Takamimusubi (高御産巣日神, Taka-mi-musuhi-no-kami), el Gran creador.
• Kamimusubi (神産巣日神, Kami-musuhi-no-kami), el Creador divino.

Más tarde, surgen los dioses divinos:

• Umashi-ashi-kabi-hikoji (宇摩志阿斯訶備比古遅神, Umashi-ashi-kabi-hikoji-no-


kami), la Energía.
• Ame-no-toko-tachi (天之常立神, Ame-no-toko-tachi-no-kami), el Cielo.

Estos cinco kami son los primeros dioses que aparecen en la creación del universo y son
llamados en conjunto «Kotoamatsukami» (別天神). Estos dioses aparecieron cada uno por
su cuenta, sin una pareja, y se dice que tienen esencia masculina y que se escondieron
una vez que alcanzaron la conciencia.
Kamiyonanayo

Más tarde, surgen siete generaciones sucesivas de dioses y diosas, llamadas de forma
colectiva «Kamiyonanayo» (神世七代, «Siete Generaciones Divinas«). Dos de estos dioses
surgieron de forma espontánea. Se caracterizaban por no poseer un sexo definido, no
poseían una pareja y se escondieron al nacer. Estos eran Kuni-no-Tokotachi (国之常立神
, Kuni-no-tokotachi-no-kami) y Toyo-kumono (豊雲野神, Toyo-kumono-no-kami).

Luego nacieron cinco pares de dioses, cada par incluía una deidad masculina y otra
femenina, los cuales eran hermanos y esposos a la vez:

• Uhijini (宇比地邇神) y Suhijini (須比智邇神),


• Tsunuguhi (角杙神) e Ikuguhi (活杙神),
• Ootonoji (意富斗能地神) y Ootonobe (大斗乃弁神),
• Omodaru (於母陀流神) y Aya-kashiko-ne (阿夜訶志古泥神)
• Izanagi (伊邪那岐神) e Izanami (伊邪那美神)

Los dioses Kunitokotachi y Amenominakanushi le encargaron a la última


generación, Izanagi y su hermana y esposa Izanami, que crearan la primera tierra bajo el
cielo.

Creación de la tierra

Entonces Izanagi e Izanami, ubicados en el Puente Flotante del Cielo, lanzaron una lanza
divina al mar. La sal que fluía de la lanza se convirtió en una isla donde los dioses se
casaron alrededor de un pilar. Izanami da a luz a las islas de Japón y sus deidades, los
dioses del mar, ríos, montañas, campos, árboles, piedras y otros. Cuando Izanami da a luz
al dios del fuego, se quema y muere. Izanagi decide seguir a Izanami al mundo de los
muertos (黄泉の国, Yomi no Kuni) para convencerla de regresar. Ella acepta consultar con
los dioses de la muerte, pero le advierte que no la busque.

Impaciente por el regreso de Izanami, Izanagi decide entrar al palacio de los dioses de la
muerte, y encuentra el cadáver de su esposa horriblemente transformado. Horrorizado,
escapa mientras es perseguido por la avergonzada Izanami, y bloquea la salida
de Yomi con una gran roca. Luego decide purificarse bañándose en el río, una práctica
conocida como Misogi. De su ojo izquierdo purificado nace Amaterasu Oomikami (天照大
御神, Diosa del Sol), de su ojo derecho nace Tsukuyomi no Mikoto (月読命, Dios de la Luna)
y de su nariz, nace Susanoo no Mikoto (須佐之男命, Dios de las Tormentas). Estos dioses
son conocidos como Mihashira no uzu no miko o Sankishi (三貴子, Los tres más preciados).
Izanagi le encarga a Amaterasu gobernar Takamagahara, el Plano Celestial, mientras que
a Tsukushi le encarga el Reino de la Noche y a Susanoo el Plano de los Mares. Así nació
Japón y el resto del mundo.
El mito de Amaterazu
(Versión de Lubell y Merlin Stone En La Diosas de la Mujer Madura
de Jean Shinoda Bolen; Capítulo titulado Las Diosas de la Risa
Curativa)

Amaterasu Omikame, llamada la del Brillo Celestial, La Gran


Mujer y Patrona del Mediodía y La que Reina en la Llanura del
Reino Celestial, actuaba de guardiana y los campos cultivados de
arroz. Amaterazu también presidia el círculo de las tejedoras del
gran Salón de las Tejedoras del Cielo. Sin embargo, su hermano,
Susanowo, al cual se denomina el Injurioso Varón, el dios del mar
y las tormentas, sentía un gran rencor ante el poder manifiesto de
Amaterasu. Un día Susanowo anunció que tenía la intención de
visitar a su madre para ganarse el derecho a aproximarse al reino
celestial de Amaterasu y poder contarle a la diosa cuáles eran sus
planes. En lugar de eso, no obstante, Susanowo pisoteó los
campos de arroz celestiales que su hermana acababa de plantar y
luego defecó en el interior del tiempo sagrado. Finalmente, apresó
y asesinó a un potro el cielo, irrumpió en el Salón de las Tejedoras
del Cielo y arrastró a la res sangrante por los telares sagrados de
seda, sembrando el desconcierto y el griterío entre las
sacerdotisas tejedoras.

Sumida en la rabia y el miedo, Amaterasu se resguardó en la


cueva del cielo, cerró el portal a cal y canto y despojó al mundo de
su luz y su calor. Solo quedó la noche interminable. Sin Amaterasu,
nada crecería sobre la faz de la tierra. Para impedirlo, ochocientas
divinidades se reunieron frente a la cueva con el propósito de
intentar que la diosa abandonara su refugio pero fue en vano.
Finalmente, Ama-no Uzume, la diosa de la alegría y la danza
propuso un plan. Uzume se encaramó en un barril enorme que
resonaba como un tambor e inició los pasos de baile. La diosa iba
golpeando rítmicamente con los pies mientras bailaba una danza
eufórica y se quitaba la ropa interior. Entonces cuando ya había
captado la atención de las ochocientas divinidades, se sacó el
kimono y mostró la vulva. Los dioses gritaron aplaudieron y
gritaron, los gallos cacarearon y el fragor e la hilaridad llegó a
oídos de Amaterasu, quien seguía oculta en la cueva. Picada por
la curiosidad, la diosa fue a mirar que ocurría en el exterior y
encontró de frente a su rostro un espejo de broce que habían
colocado en la entrada de la cueva. La luz de Amaterasu al
reflejarse en la prístina superficie fue tan intensa que la cegó, la
divinidad se vio obligada a aventurarse hacia el exterior. Al salir,
los dioses que vigilaban cerraron las puertas tras ella. Con la
aparición de la diosa, la luz del sol volvió a brillar sobre la tierra,
se reanudó la alternancia del día y la noche y la tierra volvió a ser
fértil.

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