Trabajo Avva Siluan
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-El Purgatorio: la idea del Purgatorio es totalmente ajena a la ortodoxia. La Iglesia primitiva no admitía
juicios particulares condenatorios después de la muerte. Por consecuencia, las indulgencias no son admitidas
por no tener las almas que redimir ninguna pena.
Otras diferencias menores
- En el Bautismo: los católicos derraman agua sobre la cabeza del bautizado mientras que los ortodoxos
sumergen al niño en el agua de la pila bautismal.
- En la Comunión, los ortodoxos evocan al Espíritu Santo y al comulgar reciben pan y vino. Los católicos
utilizan pan no amasado y normalmente no reciben el vino.
- El catolicismo impone el celibato a los clérigos de todos los grados de la jerarquía mientras que los
sacerdotes ortodoxos sí pueden casarse, si lo desean, siempre y cuando no deseen llegar a los últimos escalones
de la jerarquía. Los sacerdotes casados no pueden llegar a ser obispos.
- Los sacerdotes católicos pueden decir varias misas el mismo día y sobre el mismo altar. Los ortodoxos no.
- La manera de santiguarse es distinta. Los ortodoxos se santiguan de derecha a izquierda.
- Ausencia de estatuas en las iglesias ortodoxas. En lugar de estatuas o tallas, hay iconos.
SEMEJANZAS:
Las semejanzas entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa son muchas. Tanto
es así que se puede afirmar que tenemos la misma fe y los mismos sacramentos.
También existe la sucesión apostólica. Se puede afirmar que es más lo que nos une
que los que nos separa.
Los Cristianos Ortodoxos tienen el Credo de Nicea, sin añadidura de las palabras
"y del Hijo," al referirse a la procedencia del Espíritu Santo.
Los cristianos ortodoxos tienen los mismos siete Sacramentos. Adoran a Dios en
la Trinidad y honran a la Virgen María, Madre de Dios - Theotokos, y a los Santos,
pidiendo su intercesión ante Dios.
El bautismo
Oriente y Occidente consideran al bautismo como la iniciación en la comunidad
cristiana. Los ortodoxos realizan una triple inmersión utilizando la fórmula
tradicional: «El siervo de Dios (se menciona su nombre) es bautizado en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo». Ahora bien, mientras en la
celebración católica se dice “Yo te bautizo”, en la celebración ortodoxa se utiliza la
fórmula “El siervo de Dios es bautizado”, destacando el carácter corporativo de este
acto de iniciación en que la Iglesia recibe al nuevo miembro. El celebrante actúa en
nombre de toda la corporación, y no en el de su propia autoridad sacerdotal.
Ortodoxos Católicos
Cristo es Dios Sí Sí
La Santísima Trinidad Sí (sin filioque) Sí
La Iglesia de Cristo Sí Sí
El Papa, primado de la Iglesia No Sí
Obispos, sacerdotes y diáconos Sí Sí
Sucesión apostólica Sí Sí
Concilios ecuménicos Sí Sí
Eucaristía Sí Sí
La Virgen María Sí Sí
Historia:
Jesucristo fundó una sola Iglesia y constituyó como columnas de la misma a los
doce Apóstoles. Sin embargo, por las miserias de las personas y la falta de humildad,
fueron surgiendo disputas y controversias por las que la única Iglesia de Jesucristo
fue dividiéndose en otras.
Tras la visita del Santo Padre a Rumania (7-8 mayo 1999) y la del Patriarca Teoctist a
Roma (7-13 octubre 2002) se han dado pasos significativos de las relaciones fraternas, a
pesar de los problemas todavía abiertos entre católicos y ortodoxos por la cuestión de
los lugares de culto tanto en el país como fuera de las fronteras.
Anexa:
En los primeros 1000 años de Cristianismo, la Iglesia Católica Ortodoxa y la Iglesia
Católica Romana eran una sola Iglesia, debido a esto ambas iglesias comparten muchas
cosas en común, son “Católicas” (entiéndase Universales) y “Apostólicas” (tienen
“sucesión apostólica”, son herederas de las comunidades cristianas fundadas por los
mismos apóstoles) – pero existen diferencias notables entre ellas, las cuales han ido
aumentando con los años:
Diferencias Dogmáticas
La Procedencia del Espíritu Santo
El Filioque. La Profesión de Fe o el Credo como tal fue redactada en los Concilios
Ecuménicos de Nicea y Constantinopla en el texto del Credo se expresan las verdades
fundamentales de la Fe Cristiana. Una de las clausulas del Credo que habla sobre la
procedencia del Espíritu Santo la cual decía “Creo en el Espíritu Santo que procede del
Padre” fue modificada en un Concilio que solo se celebró en Occidente en la ciudad de
Toledo agregando a la cláusula las palabras “y del Hijo” de tal manera que la frase
completa dice “Creo en el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo”. Cabe
mencionar que dicho Concilio no contó con la presencia de los patriarcados de Oriente
lo cual tendría que haber sido necesario para que tuviera validez la añadidura.
Dijo el Señor: “Pero cuando venga el Paráclito (el que trae el consuelo), a quien yo os
enviaré del Padre, el Espíritu de Verdad el cual procede del Padre, él dará testimonio
acerca de mi” (Jn, 15:26).
El credo dice: “…y en el Espíritu Santo que procede del Padre”.
Este credo fue confirmado por los Concilios Ecuménicos, los cuales prohibieron
cualquier adición o cambio. Este Credo sigue siendo respetado por todas las Iglesias
Orientales y Occidentales antes del cisma y en él está resumida toda la verdad de la
doctrina cristiana.
La Iglesia Ortodoxa ha conservado el credo original sin alteración.
La Iglesia Católica Romana aumentó al artículo octavo las palabras “…y del Hijo”
quedando así este artículo: “…que procede del Padre y del Hijo”. Esta adición al
Símbolo de la Fe, comenzó en España en el siglo VI, trasladándose posteriormente a
Francia, siendo rechazado por las demás Iglesias. El mismo Papa la rechazó. El Papa
León III, el Grande, mandó imprimir este Credo en dos láminas de Plata, en griego y en
latín, sin la palabra: “y del Hijo” colocándolas en las puertas de la Catedral de San
Pedro en Roma, declarando que lo hacía para conservar el Símbolo de la Fe intacto,
como lo declararon los dos primeros concilios Ecuménicos.
Pocos años después, ascendió el Papa Nicolás, quien oponiéndose a su antecesor,
permitió que fueran agregadas las palabras “…y del Hijo” en el Credo.
El gran Patriarca Focio protestó por esta añadidura. El Papa Juan VIII prometió
corregir el error, pero los Papas sucesores de él lo conservaron, aceptándolo hasta la
actualidad la Iglesia de Roma.
El Purgatorio
La iglesia Católica Romana enseña que las almas, después de la muerte terrenal, van a
dar a un lugar que llamado “Purgatorio“, donde se limpian (“purgan” de ahí el nombre)
de sus pecados leves sufriendo algunos tormentos, y que después de este “lavado
espiritual” entran al Paraíso.
La Iglesia Ortodoxa cree que las almas después de la muerte esperan el Juicio Final,
en un lugar que no es el Paraíso ni tampoco el Hades.
Cuando el Buen Ladrón dijo a Jesús, que estaba sobre la Cruz: “Acuérdate de mi,
Señor, cuando vengas en tu Reino”, oyó la respuesta de Cristo:
“Hoy estarás conmigo en el Paraíso”
No le dijo “Espérate en el purgatorio y después de tu purificación llegarás al Paraíso”,
ni nada semejante.
En la Iglesia Romana se cree que el Papa y los Obispos, según su jurisdicción, tienen
potestad para conceder Indulgencias por realizar determinadas acciones o por orar con
específicas preces, cumpliendo con las condiciones necesarias.
Las Indulgencias no son para perdonar los pecados, antes bien presuponen como
condición necesaria para ganarlas la remisión de ellos. Ellas son una remisión de las
penas temporales en las que se ha incurrido por los pecados.
Estas Indulgencias son aplicables a uno mismo o a las almas que están en el Purgatorio
como un sufragio, para disminuir o terminar con sus sufrimientos.
La Iglesia Ortodoxa no acepta tal doctrina y facultad, y tampoco el Purgatorio, como
ya mencionamos.
El “Pecado Original”
El Pecado original – a grandes rasgos – es el pecado cometido por Adán y Eva, (los
primeros padres de la humanidad) al desobedecer el mandato divino de no comer del
árbol del conocimiento del bien y del mal, siendo castigados con la expulsión del
Paraíso. Por esta razón se condena al pecado a cada uno de los nacidos – es decir, a la
naturaleza humana como tal- tras la expulsión del Edén.
La doctrina romana a este respecto se fijó en el concilio de Cartago (397), en el
concilio de Orange (529) y el concilio de Trento (1545). Ninguno de éstos es
considerado “Concilio ecuménico válido” por la Iglesia Ortodoxa.
En la iglesia ortodoxa no existe el “pecado original”, lo que existe es el “pecado
ancestral”. Dios dotó al ser humano de “libre albedrío”, le dió el poder de elegir y tomar
sus propias decisiones; Por ende puede elegir entre hacer lo bueno (vivir en el amor de
Dios) o hacer lo malo (alejarse del amor de Dios). De esto ya nos advertía en Apóstol
San Pablo:
«Todo está permitido», pero no todo es provechoso. «Todo está permitido», pero no
todo es constructivo (1 Cor. 10-23).
La inclinación natural de hacer el mal – a separarse de Dios – es lo que llamamos el
“pecado ancestral”. No existe antecedente bíblico contundente ni en los escritos de los
Santos Padres de la Iglesia para sostener una “Doctrina del Pecado Original”.
Creemos que no es posible heredar la transgresión cometida por Adán y Eva (ellos ya
pagaron con su expulsión del Paraíso). Nadie puede cargar con culpas ni errores ajenos,
Si caemos en pecado, cada uno de nosotros tenemos que comparecer y responder ante el
tribunal de Cristo por nuestras faltas. La responsabilidad no es hereditaria, sino que
individual.
La importancia de la creencia o no en el pecado original tiene consecuencias en lo que
viene.
La Inmaculada Concepción de la Virgen María
La Iglesia de Roma cree que Santa Ana concibió a la Virgen de forma espermática (sin
esperma, sin mancha de pecado original que ahí que se ocupe la fórmula “Ave María
Purísima sin pecado concebida“). Esta creencia, con todo, es bastante reciente respecto
de la historia de la cristiandad; En efecto en 1854 el Papa Pío IX, – sin tener a la mano
para ello dato alguno ni en las Sagradas Escrituras, ni en las enseñanzas de los Santos
Padres de la Iglesia, sólo en una distorsionada devoción mariana – elevó a “Dogma de
Fe”.
La Iglesia Ortodoxa cree y enseña que la Santísima, Purísima, Bendita Señora Madre
de Dios y Siempre Virgen María fue concebida en la carne de manera natural como
cualquier ser humano (coito), sólo considera como inmaculado el nacimiento de nuestro
Señor Jesucristo, ya que Él fue dado a luz milagrosamente — del Espíritu Santo y la
Virgen María. Según las palabras de San Ambrosio de Milán
“De todos los nacidos por mujeres, es completamente Santo solo nuestro Señor
Jesucristo, Quien, por un especial, nuevo modo de inmaculado nacimiento, no
experimentó la corrupción terrenal.”
Así como por medio una mujer entró la perdición al mundo (Eva) también por medio
de una mujer (María) debía entrar la salvación al mundo. Si bien María fue electa por
Dios para dar cumplimento a las profecías acerca de la llegada del Mesías, tenía la
naturaleza dañada por el pecado original – como cualquiera de nosotros – por lo cual
ella misma necesitaba ser redimida, redención que comenzó desde los tres años de edad
con su presentación en el Templo y que culminó completamente en el día de la
Anunciación.
En resumen, María no nació santa, sino que se hizo santa, y si ella pudo… nosotros
también, voila.
La Infalibilidad Papal
En el año de 1870 decidió el Concilio Vaticano I – encabezado por el Papa Pío IX –
un nuevo dogma, el cual no tiene ningún antecedente en toda la historia de la Iglesia:
“La infalibilidad Papal”, lo cual significa que el Papa “no se equivoca” cuando habla
“Ex Cathedra” sobre materia de fe o de costumbres.
Este nuevo dogma contradice lo dicho por el Señor quien no aceptó que lo llamaran:
“Maestro bueno” cuando le preguntó el joven: “…Maestro bueno, ¿qué haré para
heredar la vida eterna? Le contestó Jesús: …¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay
bueno sino sólo Dios”. (Lc. 18:18-19).
Muchos de los cristianos occidentales protestaron por esta decisión contraria al
Evangelio, separándose de la Iglesia de Roma por medio de la llamada Unión de
Utrecht y auto llamándose “Viejos Católicos” o “Véterocatólicos”.
Las Órdenes y Congregaciones
La Iglesia de Roma, a lo largo de su historia y hasta el día de hoy, ha dado pie a la
proliferación de numerosas instituciones (Agustinos, Benedictinos, Dominicos,
Franciscanos, Jesuitas, Maristas, Mercedarios, Pasionistas, Schoënstatt …… etc) que
han traído, a lo largo de la historia, varios dolores de cabeza al Obispado de Roma.
La Iglesia ortodoxa no tiene y nunca ha admitido órdenes, ni congregaciones
religiosas. La razón es bastante sencilla y práctica: porque estas asociaciones incuban
intrínsicamente el peligro de convertirse en SECTA, esto es “Conjunto de seguidores de
una parcialidad religiosa o ideológica” como lo define la Real Academia. Y las sectas
buscan influir con su cosmovisión en su entorno, es decir, buscan PODER.
Y no hay nada mas alejado del mensaje universal del cristianismo que un sinnúmero
de grupos que tienen visiones bastante particulares del mensaje de Cristo, peleándose
entre sí y poniendo mas énfasis y devoción en algún Santo, o en la de su fundador que
en la sacra figura de Cristo.
En la iglesia ortodoxa, sólo hay cristianos ortodoxos sin acepción de edad, sexo,
estirpe o condición. La forma de que un feligrés piadoso desee hacer votos de vida
consagrada es por medio de la vida monástica.
Diferencias Litúrgicas
Una parte de las diferencias litúrgicas es producto de tradiciones étnicas, y la otra se
formó después de la separación de las Iglesias Oriental y Occidental. Aquí mostraremos
algunas:
El uso del pan ácimo en la Eucaristía
La Iglesia Ortodoxa consagra el pan natural con levadura, en tanto que la Occidental,
el pan ácimo. La Iglesia Ortodoxa basa su punto de vista, primero, sobre lo que el Señor
comió en la Ultima Cena: Pan con levadura. “Antes de la fiesta de la pascua…” (Jn.
13:1). “Dos días después era la pascua y la fiesta de los panes sin levadura…” (Mc.
14:1). “Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el
cordero de la pascua” (Lc. 22:7).
La palabra griega “Artos” (Áρτος) que aparece en el Evangelio – para quienes no lo
sabían los Evangelios se escribieron en griego – significa el pan natural con levadura y
no el ácimo.
Los Apóstoles usaron el pan natural con levadura en cumplimiento del Sacramento de
la Eucaristía, “…en el partimiento del pan…” (Hch. 20L:7).
San Juan Crisóstomo explicando la palabra griega “artos”, dijo que esto se traducía
como “pan con levadura” (Sermón 81 sobre el Evangelio de Mateo).
Los primeros cristianos llevaban consigo pan y vino, y terminando la Eucaristía
repartían lo sobrante a los pobres. Sin duda usaban el pan con levadura y no el ácimo.
“Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; …” (1a. Cor. 11:21).
El bautismo y la Confirmación
La Iglesia Ortodoxa bautiza metiendo al niño en el agua, mientras que la Iglesia
Romana bautiza por infusión. En griego “baptizo” y “baptisma” significan sumersión y
no aspersión o infusión. El Evangelio dice: ” Y Jesús después que fue bautizado, subió
luego del agua;…” (Mt. 3:16. Mc. 1:10). La palabra subió, supone que antes bajó al
agua.
En Roma se descubrió, en la Catacumba de San Calixto, un icono del siglo II que
representa a Cristo inmerso en el agua, saliendo con la ayuda de Juan. En el convento
Dafne, cerca de Atenas, existe un antiguo icono hecho con mosaicos que presenta a
Cristo metido en el agua al ser bautizado por Juan. San Basilio el Grande, en su artículo
sobre el Espíritu Santo, dice: “El sacramento del bautismo se tiene que celebrar con tres
inmersiones”.
La Iglesia en sus primeros tiempos no permitía el bautismo por aspersión, sino en los
casos de sumo peligro. En caso de que llegara a vivir el bautizado por aspersión en caso
extremo, se le prohibía recibir el Sacramento del Sacerdocio.
La Iglesia Occidental misma bautizaba en los primeros siglos del Cristianismo por
inmersión, como es de notarse en los antiguos manuales litúrgicos que se conservan. La
aspersión e infusión sólo fue permitida después del siglo XVI. El Sacramento de la
confirmación, en la Iglesia Romana, lo confieren exclusivamente los Obispos y no se
celebra inmediatamente después del bautismo, sino cuando llega el niño a la
adolescencia. Se le unge con el Santo Crisma, y se le imponen las manos.
Sabemos, sin embargo, que estos dos Sacramentos: El Bautismo y el Mirron ( la
confirmación ) nunca se dieron separados en la Iglesia Primitiva. Tanto los Sacerdotes
como los Obispos lo administraban como se hace en la Iglesia Ortodoxa hasta la
actualidad.
Dice el escritor eclesiástico occidental, Tertuliano, en su libor sobre el Bautismo, lo
siguiente: “Después de salir de la pila del bautismo recibiremos el Santo Myron
conforme a la antigua tradición”.
El Celibato del Clero
La Iglesia Romana exige insoslayablemente el celibato a su clero
Sin embargo, la Iglesia Primitiva nunca prohibió el matrimonio del Clero ni de los
Obispos, el gran teólogo de la Iglesia, San Gregorio, fue hijo de un Obispo, como lo
fueron otros grandes santos, pero la Iglesia, posteriormente y por razones sociales que
no hay necesidad de comentar, determinó que los Obispos no fueran casados para que se
alejaran de las obligaciones mundanas pudiendo así dedicarse a lo espiritual.
Mas es preciso aclarar este punto: Se aceptan desde el diaconado (y por ende en el
sacerdocio) hombres solteros o casados. Si se trata de un hombre soltero una vez
adquirido el estatus de diácono – y con mayor razón el de sacerdote – no puede contraer
matrimonio durante su ministerio.
En efecto en muchas parroquias ortodoxas (sobretodo aquellas eslavas) la feligresía
exige que el párroco sea un hombre casado, la fundamentación de esto es bastante
lógica: Si un hombre casado puede mantener su hogar, puede mantener una parroquia.
Las Estatuas
Entre las diferencias de culto existe el de las estatuas. El Occidente Romano colocó
estatuas en las iglesias. El Oriente Ortodoxo las rechazó y sigue rechazándolas dentro de
los templos, basándose en la Palabra del Señor: “Dios es espíritu; y los que le adoran, en
espíritu y en verdad es necesario que le adoren” (Jn. 4:24). Y también: “…Al Señor tu
Dios adorarás, y a él sólo servirás” (Mt. 4:10). San Pablo nos dice: “El Dios que hizo el
mundo… siendo Señor del cielo… no habita en templos hechos por manos humanas…”
(Hch. 17:24)
La Santa Unción
La Iglesia Ortodoxa ora sobre el aceite para la curación de las enfermedades y
remisión de los pecados. La Iglesia Romana considera que el aceite es para los
moribundos y para los enfermos graves (de ahí el nombre de “Extrema-unción“), esto a
pesar de que la Santa Biblia enseña que el óleo se da a los enfermos para su sanación
espiritual y corporal, no existiendo esa disociación cuerpo-alma tan frecuente en la
cultura occidental.
“Está alguno enfermo entre vosotros, llame a los ancianos de la iglesia, que oren por él
ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo y el
Señor lo levantará;…” Stg. 5:14-15).
La Eucaristía a los niños
En Occidente sólo se da la Comunión a los niños que han llegado al uso de la razón; si
un infante muere, muere sin Comunión.
En Oriente se puede impartir la comunión desde que se es bautizado.
Los fieles de la Iglesia Occidental, de ordinario, sólo reciben el Pan Eucarístico, que
no es fragmento de un solo Pan sino una Hostia; últimamente se permitió que en
ocasiones especiales se recibiera el Pan y el Vino. Y San Pablo dice: “Siendo uno solo
el pan, … pues todos participamos de aquel mismo pan”. “Por tanto… coma cada uno
así del pan, y beba de la copa” (1a. Cor. 10:17, 11:28).
En la Iglesia Ortodoxa la comunión es con pan y vino, los fieles reciben del sacerdote
o el Obispo un trocito de pan y vino mezclado en una cucharada que se reparte desde el
cáliz eucarístico.
Las fórmulas Sacramentales
Por desgracia, los católicos romanos creen que la acción de los Santísimos
Sacramentos reside en la persona del Sacerdote. Dice el Sacerdote: “Yo te bautizo”,
“Yo te uno en matrimonio”, “Yo te unjo”, “Yo te perdono”.
El sacerdote Ortodoxo dice: “Se bautiza el siervo de Dios”, “Se unge el siervo de
Dios”, “Se perdona el siervo de Dios”, porque la Iglesia Ortodoxa está segura que el
medio principal en los Sacramentos es la Gracia Divina y no el Sacerdote que sólo es su
instrumento. En otras palabras, la Iglesia Ortodoxa enseña que la acción de los
Sacramentos está basada en la Gracia Divina y no en el Sacerdote, independientemente
de su cualidad humana.
Conviene aquí mencionar que uno de los grandes doctores de la Iglesia Occidental,
San Agustín, Obispo de Hipona, hablando sobre los Sacramentos dice: “Cuando el
Señor perdonó a la mujer pecadora, no le dice “yo te perdono tus pecados”, sino, “…tus
pecados te son perdonados” (Lc. 7:48).
Diferencias Administrativas
La Autoridad Máxima
La iglesia Ortodoxa considera al Concilio Ecuménico como Autoridad Máxima de
todas las Iglesias. En tanto que la Iglesia Romana considera al Papa como la Autoridad
Máxima de todas las Iglesias “Por encima de los Concilios Ecumenicos”. La Iglesia
Ortodoxa basa su doctrina en lo siguiente:
Los Santos Apóstoles se reunieron en Jerusalén para estudiar las diferencias surgidas
entre sí sobre los que vinieron al Cristianismo de los judíos y los que llegaron de los
gentiles. Algunos de los Apóstoles consideraban que los gentiles tenían que integrarse al
Cristianismo. Otros opinaban que adoptar primero la religión judía antes de integrarse al
Cristianismo. Otros opinaban que estos deberían aceptarse directamente a la fe
Cristiana. Sobre eso ninguno de los Apóstoles en particular tomó la decisión.
Se congregaron para que en conjunto se decidiera, lo que implica que todos Apóstoles
tendrían que estar reunidos para hacerlo (Hch. 15). Y el Concilio decidió aceptar a los
gentiles en el Cristianismo directamente, sin pasar por la circuncisión, puesto que el
Cristianismo no es parte del Judaísmo sino una Religión independiente. Las Iglesias
Cristianas en Oriente y Occidente, antes del cisma, se administraban de una manera
conjunta y democrática y no con dictadura. Cuando había algunas diferencias o asuntos
a nivel superior de una Iglesia, se reunía el Concilio Ecuménico, constituido por todos
los Patriarcas y los Jefes de las Iglesias Autocéfalas, para estudiar todos los asuntos y
tomar sus decisiones, siendo éstas Obligarorias para todos. El mejor testimonio de ello
son los Siete Concilios Ecuménicos, cuyas resoluciones están reconocidas en Oriente y
Occidente hasta la actualidad.
La Sucesión de Pedro
Occidente basa la Primacía del Obispo de Roma o Papa en que es el sucesor de Pedro
y que Pedro fue el superior de los Apóstoles, apoyándose en Mateo 16:13, 16-18:
“Pregutó Jesús a sus discípulos deciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del
Hombre?… Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente. Entonces le respondió Jesús: “Bienaventurado eres, Simón, Hijo de Jonás,
porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Yo también
te digo, que tú eres Pedro y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades
no prevalecerán contra ella”.
Este pasaje no significa lo que Roma trata de interpretar, la roca no es Pedro, sino la
confesión de Pedro de que Cristo es el Hijo de Dios. La Iglesia esta construida sobre la
Divinidad de Cristo viviente y no sobre Pedro, el hombre muerto. No puede ser la base
de la Iglesia un ser humano sino Dios mismo, para que se cumplan las palabras de
Cristo, que las puertas del Hades no prevalecerían contra ella, conforme a su promesa:
“Permaneceré con vosotros hasta el fin”. San Pablo dice en su Primera Carta a los
Corintios: “Y la roca era Cristo” (10:4).
El mismísimo San Agustín explicó este versículo en su artículo 270, con lo siguiente:
“Tú eres Pedro y sobre esta piedra que es tu confesión, que Cristo es el Hijo de Dios
viviente, edificaré mi iglesia”. En su artículo 76 también dice: “Los que edifican sobre
humanos dicen, yo soy de Pablo, yo soy de Apolos, yo soy de Pedro. Pero los que
edifican sobre la confesión de Pedro y la Divinidad de Cristo, dicen: Yo soy de Cristo.
Porque la Iglesia está edificada sobre Cristo y no sobre Pedro”.
El Escritor francés Andre Boreau hizo referencia a la explicación de San Agustín con
lo siguente:
“Cuarenta padres de la Iglesia y grandes escritores explicaron el mencionado versículo
igual que San Agustín, lo que quiere decir que la roca no es Pedro sino la confesión de
Pedro de la divinidad de Cristo. Entre estos cuarenta se cuentan diez Papas. “.
Los mismos Apóstoles no aceptaron la superioridad de Pedro sobre ellos. San Pablo
dice:
“El hombre es cabeza de la mujer como Cristo es cabeza de la iglesia” (Ef. 5:23).
Pablo no dijo que Pedro es la cabeza de la iglesia. Así también los Concilios
Ecuménicos no aceptaron la superioridad papal. En el Credo se recita “Creo en una
Sola, Santa, Católica y Apóstolica Iglesia”. La palabra Iglesia significa el conjunto, lo
mismo que la palabra Católica, y no se refieren a una sola persona. Si los concilios
Ecuménicos hubieran aceptado la superioridad del Papa, lo hubieran incluido en el
Símbolo de la Fe, mas no fue así. Este Credo es aceptado por todas las Iglesias
Cristianas hasta la actualidad.
El Derecho a la Primacía
El ceder el derecho, al Obispo de Roma, de la Primacía sobre los Obispos de
Occidente, así como al de Constantinopla sobre los Obispos de Oriente, fue algo
temporal y político, era privilegio de la Capital del Imperio.
Cuando Roma fue la capital del Imperio Romano, su Obispo tenía asiento a la derecha
del Emperador, por lo que este lugar temporal le dio el privilegio de la Primacía sobre
los demás Obispos de Occidente. Cuando Constantinopla se convirtió en la Capital del
Oriente, su Obispo se sentaba a la derecha del Emperador o del Rey, por lo que, por este
mismo privilegio temporal, alcanzó los mismos privilegios sobre todos los Obispos de
Oriente.
Si hubiera sido motivo religioso, el Obispo de Antioquía hubiera tenido la Primacía
sobre todos los Obispos de Oriente y Occidente, por ser el sucesor directo de los
Apóstoles Pedro y Pablo, quienes fundaron la Iglesia de Antioquía antes que la de
Roma. Hasta la actualidad, algunos de los Patriarcas de la Sede Apostólica de
Antioquía, además de su nombre llevan el nombre de Pedro, por considerarse sus
sucesores. Siguiendo con el aspecto religioso, la Primacía sería un derecho inequívoco
del Obispo de Jerusalén sobre todos los Obispos del mundo, puesto que es él el sucesor
de Nuestro Señor Jesucristo que es el Gran Fundador, legítimamente el Primero, de toda
la Iglesia Cristiana, quien es inmensamente mayor que Pedro, que Pablo y que todos los
Apóstoles juntos.