Deixis y Discurso
Deixis y Discurso
Deixis y Discurso
DOI: 10.4067/s0071-17132020000100195
Deixis y discurso
MIGUEL Á. PERDOMO-BATISTA
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, España.
Correo electrónico: [email protected]
In this work we will show how the deixis participates in the metafictional and metadiscursive
construction, and, in general, in the construction of meaning at the level of discourse. To this end,
we will examine a fable by Tomás de Iriarte and several translations of it and show the consequences
of this metadiscursive function. In order to do this, and in addition to examining the texts indicated,
it will be necessary to clarify as far as possible the idea of deixis. Our analysis is developed in relation
to the gramaticography tradition and the theory of enunciation.
Sumario:
1. Introducción, 2. Marco teórico, 2.1. La deixis en la gramaticografía, 2.2 Deixis,
teoría del lenguaje y lingüística, 3. Materiales y método, 4. Discusión y resultados. 5.
Conclusiones, Obras citadas.
Sumary:
1. Introduction, 2. Theoretical framework, 2.1. The deixis in gramaticography,
2.2 Deixis, language theory and linguistics, 3. Materials and Methods, 4. Discussion and
results, 5. Conclusions. Cited works.
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1. Introducción
Son variadas y complejas las categorías, las funciones y los planos de la lengua que
pueden verse concernidos por el mecanismo de la deixis: el significado mostrativo de las
unidades que la expresan, la determinación, tan importante en la arquitectura del idioma, la
persona, la estructura informativa de la lengua y la modalidad, además de otros fenómenos
que interesan a la crítica y la teoría literaria, como la cuestión del sujeto literario y los
procesos metaficcionales, cuestiones de las que también nos ocuparemos. Esta complejidad
nos obliga a extremar las precauciones en el análisis y la prudencia en las conclusiones, sobre
todo si tenemos en cuenta que en las últimas décadas parece haberse diluido el consenso
sobre el fenómeno de la deixis (Zamorano 2011: 209).
La deixis se halla relacionada, además, con la cuestión del sentido (exactamente
con la distinción entre sentido y significado, la diferenciación del plano del lenguaje al que
pertenece cada uno de ellos y la explicación de la interrelación de ambos), que es uno de
los grandes problemas de la lingüística, un problema aparentemente esotérico lo llama Trujillo
(1990: 113).
En este trabajo mostraremos que la deixis participa en la construcción
metaficcional y metadiscursiva del texto literario, en el que los deícticos personales pueden
interpretarse como elemento metaficcional, y consecuentemente en la construcción de
formas discursivas de carácter satírico. Veremos también cómo contribuyen las unidades
deícticas a la construcción del sentido del discurso. Para ello, examinaremos la deixis en
una fábula de Tomás de Iriarte (1750, Islas Canarias, España-Madrid, 1791) comparando
la versión original con varias traducciones al inglés para comprobar cómo resulta afectado
el sentido del texto. En la traducción es importante un tratamiento delicado de las formas
deícticas porque, de lo contrario, pueden anularse tales efectos (y también los efectos de la
modalización). Veremos que, más que en las estructuras de la narración, la metaficción pone
el énfasis en los procesos de construcción del sentido. Por lo demás, nuestro examen puede
ayudarnos a comprender la contribución de la deixis a la construcción del sentido, y nos
obligará a preguntarnos sobre la cuestión del sentido y el significado.
Para todo ello, y además de examinar el texto señalado, será preciso aclarar en
lo posible el concepto de deixis, para lo cual nos proponemos realizar una revisión
historiográfica del concepto en el apartado dedicado al marco teórico. Esta revisión seguirá
una doble perspectiva: en primer lugar, las aportaciones de la gramaticografía, pues muchos
de los avances se han hecho en relación con las teorías sobre el pronombre, el artículo, los
determinantes o los posesivos. En segundo lugar, las aportaciones de la teoría del lenguaje,
porque no es infrecuente que el examen de la deixis comprenda al mismo tiempo una teoría
del lenguaje o se halle estrechamente vinculada con ella, como puede advertirse en los
trabajos de Bühler (1985 [1934]), o Benveniste (1999 [1974]).
Como la deixis es uno de los temas recurrentes de la lingüística y las ideas sobre el
lenguaje desde la Antigüedad, el bagaje acumulado al respecto es considerable, y tornan más
intrincada la cuestión. Para aclarar y objetivar los términos, vamos a referirnos a la deixis tal
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2. Marco teórico
1
Lo afirma en un trabajo titulado “Forma y sentido del lenguaje” (Le Langage II, Société de Philosophie de
langue Française, Actes du XIIIe Congrès, Genève, 1966, Neuchàtel, La Baconnière, 1967, pp. 29-40), recogido
también en Poblemas de Lingüística General (1999 [1974]: II, 219).
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distinción entre signos que muestran y signos que nombran era clave de la ciencia gramatical.
El tópico de la existencia de unos signos primarios o primeros signos en la aparición y
evolución del lenguaje debe ser rechazado, como señala Bühler2. No obstante, ideas similares
a las del Brocense y Hermosilla se hallan en la base de la distinción entre signos mostrativos
y signos descriptivos, que es uno de los pilares de las teorías de Bühler. En la línea de Bühler
y otros, Morera (1999) plantea la necesidad de distinguir en la significación primaria (no
en la categorial) entre el significado simbólico o léxico y el mostrativo o pronominal. La
deixis se nos aparece entonces como un fenómeno de la significación primaria mostrativa,
independiente de su función textual (anáfora). Ni el pronombre ni el artículo poseerían
entidad categorial propia, y no serían partes de la oración (Manzanares 1997: 638).
Coincidimos con Manzanares (1997: 650-651), que apela a Bello para afirmar
la comunidad semántica (por la significación mostrativa) de personales, posesivos y
demostrativos. Y en esa comunidad semántica ha de hallarse la clave de la pronominalidad.
El significado mostrativo (la deixis) es independiente de lo categorial, y puede darse bajo
cualquier categoría (persona verbal, adverbio, relativo). La pronominalidad parece un
hecho de significación primaria, no categorial3. No obstante, para Coseriu (2016: 70), los
pronombres son palabras que sólo tienen significado categorial sin significado léxico (sólo
formas de lo aprehendido, sin el qué de lo aprehendido), y no son “«una parte de la oración»,
porque como parte de la oración, como categoría, pertenecen a todas las demás categorías”.
Pero creo que, al afirmar las posibilidades pronominales de cualquier categoría, Coseriu
diluye el mismo carácter categorial del pronombre, por lo que habría que dar la razón a
Morera (1999: 43-44) cuando afirma: Si hay algo que no caracteriza a los pronombres ese algo
es precisamente la significación categorial. Y añade, citando a R. Seco, que el pronombre no se
caracteriza por su función sintáctica, sino por su especial manera de significar los objetos.
Jakobson (1981 [1974]: 310), por su parte, incluye a los pronombres en una clase
de signos a los que llama shifters o conmutadores –la terminología es de Jespersen–, de los
que ofrece una interesante clasificación que permite deslindar las categorías gramaticales.
Se trata de unidades dotadas de una doble naturaleza, porque son símbolos (su relación
con el objeto representado es convencional) y también índices (relación existencial con el
objeto señalado). Añade que la particularidad de los conmutadores no reside en la supuesta
falta de un significado general constante (por lo cual se les consideraba meros índices),
sino que, en realidad, cada conmutador posee su propio significado general: yo significa el
2
Bühler (1985 [1934]: 105) nos previene contra este mito sobre el origen del lenguaje cuyo germen atribuye
entre otros a Brugmann. Se trata del mito del origen deíctico del lenguaje representativo, que debe ser rechazado
porque deixis y denotación son dos actos diferentes, demostrativos y nombres dos clases de palabras que deben
ser distinguidas, de modo que es insuficiente la hipótesis de la prioridad temporal de un señalar original sin
nombres.
3
Creo que, aunque la lingüística racionalista supuso avances significativos en la teoría el pronombre y la deixis,
de hecho, también complicó las cosas, porque entendió la deixis en términos de significado categorial y no
primario, algo que se viene a superar definitivamente con Bühler (con el precedente de Humboldt). Se trata
quizá de la insuficiencia de la semántica (o de una gramática no semántica) en los tiempos del racionalismo.
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destinador y tú, el destinatario. Así pues, para Jakobson, que parece augurar a Benveniste, los
conmutadores son elementos metadiscursivos porque se distinguen de los demás elementos
del código únicamente por su referencia obligatoria al mensaje en cuestión. Si aceptamos la
propuesta de Jakobson, creo que todas las categorías deícticas, al actuar como conmutadores
y referirse al mensaje, lo sitúan, y de este modo contribuyen de manera decisiva a la creación
del sentido. Y a propósito de la transformación del significado en sentido, ¿no podría decirse
también que los conmutadores facilitan la dialéctica entre la lengua y el habla?
Los referentes insoslayables de las ideas sobre la deixis en el siglo XX son Bühler y
Benveniste, aunque, como hemos visto, no deben olvidarse las aportaciones de Jakobson
(1981 [1974]: 307-332) con sus ideas sobre los shifters. Uno de los fundamentos de la teoría
de Bühler (1985 [1934], cap. 2 y 3) es la distinción entre campo mostrativo y campo simbólico
del lenguaje, además del consabido modelo de organon del lenguaje cuyo precedente es el
Crátilo de Platón (emisor-objetos-receptor > emisor-signo-receptor), que tienen su correlato
en las tres funciones del lenguaje (cap. 1): expresiva-representativa-apelativa. Sin embargo,
creo que, desde el punto de vista estrictamente comunicativo, la distinción entre emisor
y receptor es delicada, y solo puede hacerse respecto de la iniciativa de uno u otro en la
emisión verbal, porque ambos participan activamente en la construcción del sentido. En
efecto, el receptor no está pasivo, porque contribuye al intercambio con el lenguaje no
verbal, y proyecta su proceso inferencial sobre lo que dice el emisor, que, por lo demás, hace
su propio cálculo inferencial sobre el efecto de sus palabras. La distinción entre un receptor
(pasivo) y un emisor (activo) me parece poco sostenible. Si obviamos lo estrictamente
verbal, no hay tal distinción entre emisor y receptor, lo que hay es significado, que los
envuelve a ambos. Existe el significado porque existe el mundo (lo que desde luego no
significa que podamos identificar o confundir ambos planos) y porque existe la conciencia,
que es intencional, pues “darme cuenta de algo” es “darme cuenta de algo para mí”, es decir,
percibir el lugar que ocupa respecto de mí, su “función” para mí.
El modelo de Bühler, que es el punto de partida también para Jakobson (1981
[1974]: 307), establecido sobre una idea de la comunicación lingüística como sucesiva
codificación y decodificación del mensaje, que muy probablemente tiene su fundamento
en la distinción saussureana entre lengua y habla, parece insuficiente por las razones que
acabamos de exponer y por otras que veremos después, y creo que es más adecuado el
modelo ostensivo e inferencial surgido a partir del desarrollo de la pragmática, que concibe
el mensaje como un estímulo interpretado por el receptor en un contexto. Este giro
pragmático de la lingüística lo advertimos ya en las ideas de Benveniste (1999), que es el
punto de partida de la Teoría de la Enunciación.
Benveniste parte de las ideas de Bühler para superarlas. Con él asistimos al paso de
la lengua como sistema según Saussure, a la lengua como discurso. Distingue dos niveles
de significación: el nivel semiótico, correspondiente al signo o la palabra y a la significación
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Y señala que tal distinción y la explicación de la interacción entre los dos planos es
una de las cuestiones pendientes de la Lingüística:
Pero para Trujillo, por ejemplo, el terreno del saber lingüístico es el de la competence;
la interpretación lingüística de la realidad corresponde a la performance:
4
En la síntesis de las ideas de Benveniste sigo a Bertorello (2008: 45-53).
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Llegamos así a lo que podríamos denominar la aporía del significado, pues en efecto,
siendo este de naturaleza estrictamente lingüística, queda fuera de la lengua al transformarse
en sentido en el discurso. Si, como afirma Trujillo (1990: 116), cualquier signo tiene la
posibilidad de significar cualquier cosa, hallamos aquí una contradicción, porque tal
posibilidad debe darse en el habla. Creo que en la tesis de Trujillo se confunde un hecho
de naturaleza epistémica, la necesidad de que el significado sea estudiado por la semántica
en el estricto plano de la lengua (algo que Benveniste podría suscribir), y otro hecho de
naturaleza ontológica, la realidad dialéctica del significado como sentido, que surge de la
interacción entre lengua y habla. Por eso afirma Meix (1994):
En consecuencia, y frente al punto de vista de Trujillo (R. Trujillo, 90), creemos que
los significados no existen antes y aparte de las interpretaciones concretas, sino que
se revitalizan en el acto mismo de la interpretación. Lo que sí existe es la inercia de
las interpretaciones anteriores, y a esa inercia el diccionario la llama “significado”,
otorgándole una consistencia y un espesor que inducen al fetichismo (219).
Así pues, para superar la aporía señalada, creo que deberíamos considerar algún
tipo de “injerencia” de la parole en la langue. Y ello reclama una orientación pragmática
de la Lingüística, sin que ello deba conducirnos a los errores metodológicos del pasado.
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Y en este sentido quizá convenga recordar a Rauh cundo señala que la dependencia de
las expresiones deícticas de la situación del emisor sugiere que la descripción de la deixis
pertenece al componente pragmático de la gramática (Gargiulo 1999: 14).
3. Material y métodos
5
También van al principio del I tomo de la Colección de obras en verso y prosa en las ediciones de 1787 y 1805,
lo que nos indica el valor y el significado que tenía la obra para el autor, que la sitúa al frente de sus obras
completas.
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PRÓLOGO
FÁBULA PRIMERA
El Elefante y otros Animales
Allá en tiempo de entónces, La Sierpe venenosa!
Y en tierras mui remotas Murmuran por lo baxo
Quando hablaban los Brutos Zumbando en voces roncas
Su cierta gerigonza, El Zángano, la Abispa,
Notó el sabio Elefante El Tábano, y la Mosca.
Que entre ellos era moda Sálense del concurso,
Incurrir en abusos Por no escuchar sus glorias,
Dignos de gran reforma. El Cigarrón dañoso,
Afeárselos quiere; La Oruga y la Langosta.
Y á este fin los convoca. La Garduña se encoje;
Hace una reverencia Disimula la Zorra,
A tódos con la trompa; Y el insolente Mono
Y empieza á persuadirlos Hace de tódo mofa.
En una arenga docta Estaba el Elefante
Que para aquel intento Viéndolo con pachorra;
Estudió de memoria. Y su razonamiento
Abominando estuvo Concluyó en esta forma:
Por más de un quarto de hora A tódos y á ninguno
Mil ridículas faltas, Mis advertencias tocan:
Mil costumbres viciosas: Quien las siente, se culpa;
La nociva pereza, El que nó, que las oiga.
La afectada bambolla,
La arrogante ignorancia, Quien mis Fábulas lea,
La envidia maliciosa. Sepa también que tódas
Gustosos en extremo, Hablan á mil Naciones,
Y abriendo tanta boca, No sólo á la Española.
Sus consejos oían Ni de estos tiempos hablan;
Múchos de aquella tropa: Porque defectos notan
El Cordero inocente, Que hubo en el mundo siempre,
La siempre fiel Paloma, Como los hai ahora.
El leal Perdiguero, Y pues no vituperan
La Abeja artificiosa, Señaladas personas,
El Caballo obediente, Quien haga aplicaciones,
La Hormiga afanadora, Con su pan se lo coma (Iriarte 1782: 1-4).
El hábil Xilguerillo,
La simple Mariposa
Pero del auditorio
Otra porción no corta
Ofendida, no pudo
Sufrir tanta parola.
El Tigre, el rapaz Lobo
Contra el Censor se enojan.
¡Qué de injurias vomita
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Como señala Francisco Uzkanga (2001: 425 y ss.), la sátira alcanzó su punto
álgido en la literatura dieciochesca. Pero no se trata ahora de corregir al pecador, sino a
quien se extravía de la razón, porque el discurso satírico se seculariza y se transforma en un
instrumento didáctico. El origen de esta nueva dimensión hay que buscarlo en Inglaterra,
en los editores de The Spectator y The Tatles. Por ello, se nos antojan las Fábulas como la
culminación del proceso de secularización de la sátira en el siglo XVIII.
4. Discusión y resultados
La fábula El elefante y otros animales comienza con una doble deixis de carácter
temporal y espacial. Veámoslo.
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Lo que me interesa de esta doble deixis temporal y espacial es que se trata de una
deixis en fantasma (am phantasma) según la clasificación de Bühler (1985 [1934]: 141),
pues remite a un tiempo y espacio lejanos al de la enunciación narrativa y que no es otro que
el de la fantasía (la ficción) y, por tanto, el de la fábula. Como él mismo señala:
Pero las circunstancias cambian de golpe, por lo visto, cuando un narrador lleva al
oyente al reino de lo ausente recordable o al reino de la fantasía constructiva y lo
obsequia con los mismos demostrativos, para que vea y oiga lo que hay que ver y oír
[…]. No con los ojos, oídos, etc., exteriores, sino […] “interiores” o “espirituales”
(Bühler 143).
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persona del posesivo. Ambas deixis personales al autor y al lector (emisor y receptor) dentro
de la propia enunciación narrativa provocan un efecto metaficcional y metadiscursivo que
me parece destacable, pues es el responsable de la orientación satírica de esta fábula y aun
de todas las demás, porque esta es la primera y sirve de referente, y además se introduce el
anafórico todas. En este ejemplo, el posesivo y el relativo son expresiones idiomáticas de la
persona que designan, en el plano óntico, al autor enunciador y al lector enunciado. Las
instancias de la enunciación conectan el plano lingüístico con el óntico (la designación se
une al significado para conformar el sentido).
Ya hemos comentado el valor de la sátira en el contexto de la obra y la época de Tomás
de Iriarte, pues a través del discurso satírico que se apoya en la metaficción (las Fábulas literarias
son una reflexión crítica sobre lo literario, y consecuentemente sobre sí mismas), constituyen
una suerte de deontología de lo literario. Por lo demás, la deixis al enunciador (mis fábulas),
que reclama así su control sobre la enunciación, y el enunciado desiderativo (conformado
sobre el relativo quien y la forma paradigmática subjuntiva lea), instauran una modalidad
enunciativa de carácter deóntico, pues se establece cómo deben ser interpretadas (todas) las
fábulas de Iriarte, si bien la modalidad de la enunciación no es propiamente imperativa.
No podemos omitir las referencias deícticas que se establecen al final de la fábula,
que vienen a reforzar nuestra interpretación:
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5. Conclusiones
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decisivo en la construcción del sentido final, y que en nuestro ejemplo favorece el juego
satírico. Cuando no se trata de deixis personal, el señalamiento también puede generar un
efecto discursivo que trasciende la mera ostensión: el de remitir a la ficción narrativa, cuyo
trasunto en la enunciación escrita es el relato literario. Si se elimina el juego deíctico se
pierde al menos parte del artificio literario, con las consecuencias que esto puede tener para
el valor de la obra en el caso de las piezas de carácter satírico, en las que lo metaficcional (y
lo referencial) son componentes muy importantes.
Hemos visto que, más que en las estructuras de la narración, la metaficción pone
el énfasis en los procesos de construcción del sentido a través de mecanismos como la
deixis. No en vano, podría interpretarse la metaficción y el metadiscurso como una deixis
hacia la enunciación (como proceso o hacia sus elementos). Nuestro análisis también parece
sugerirnos que los distintos tipos de deixis corresponden a un único fenómeno esencial
que afecta a categorías diversas y cuya base es el significado primario mostrativo. Este es
el elemento esencial de pronombres y demostrativos, y por tanto de la deixis, que se nos
muestra así como un mecanismo unitario. Nos sugiere también que el pronombre carece
de significado categorial, y que las unidades deícticas parecen formar parte del componente
pragmático de la gramática.
En cualquier caso, nuestro examen se ha desarrollado en el ámbito de la discusión
sobre el significado y el sentido. Y en este particular, el modelo establecido a partir de una
idea de la comunicación lingüística como sucesiva codificación y decodificación del mensaje
parece insuficiente, lo que sugiere la oportunidad de un modelo ostensivo e inferencial
que tenga en cuenta las aportaciones de la pragmática. En tal sentido, la propuesta de
Benveniste se adapta muy bien al análisis que hemos realizado de la deixis, y facilita la
explicación del alcance del fenómeno deíctico en el texto literario examinado. Creo que las
categorías deícticas son muy importantes en la construcción del sentido, porque facilitan la
dialéctica entre lengua y habla.
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