Unidad Temática Nro. 2 - Derecho Espacial

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DERECHO ESPACIAL

UNIDAD TEMATICA NRO. 2


VEHÍCULO ESPACIAL

1). CONCEPTO Y DENOMINACIONES


Los vehículos espaciales son construcciones o artefactos destinados a
desplazarse en el espacio ultraterrestre o superior.
A nivel internacional (en varios documentos internacionales) se los ha
llamado de distintas formas. (“Objeto espacial”, “Nave espacial”, “Astronave” o
“Vehículo cósmico”). En todos los casos, se alude a un vehículo que ha sido
diseñado para funcionar en el espacio exterior.
La denominación “Objeto espacial” fue utilizada en resoluciones de la
Organización de las Naciones Unidas, y principalmente por la “Comisión sobre la
Utilización del Espacio Ultraterrestre con fines pacíficos”, (funciona desde 1959
dentro de la ONU). Con dicha expresión se designa a las astronaves, los satélites, los
laboratorios orbitales, las cápsulas y cualesquiera otros artefactos que hayan de
moverse en el espacio ultraterrestre y que se sostengan en él por medios distintos
de la reacción del aire, así como los dispositivos de envío de tales objetos y
cualquier parte de los mismos.
Lo mismo pasa en algunos instrumentos jurídicos internacionales
vinculados al ámbito y dentro de la labor de la ONU. A modo de ejemplo podemos
mencionar:
-"Convención sobre Responsabilidad" (1972), que es el Convenio
sobre la Responsabilidad Internacional de los daños causados por los “objetos
espaciales” y que establece la responsabilidad del Estado que realice un lanzamiento
en ocasión de daños causados por los “objetos espaciales” arrojados sobre la
superficie terrestre, o a aeronaves en vuelo, incluidas personas o bienes a bordo.
-"Convenio sobre el Registro" (1975), relativo al Registro de Objetos
lanzados al Espacio Ultraterrestre y por el cual, todos los Estados que lanzan objetos
al espacio deben proporcionar a la ONU información al respecto. Dicho registro es
llevado por la Oficina de Asuntos del Espacio Ultraterrestre, que actúa como
Secretaría de la mentada Comisión sobre la Utilización del Espacio Ultraterrestre con
Fines Pacíficos.
La denominación “Vehículo Espacial” fue utilizada por la “National
Aeronautic and Spacial Act” de los Estados Unidos (1968), en donde se expresó que
“los vehículos astronáuticos y espaciales significan máquinas de volar, misiles,
satélites y otros vehículos espaciales, tripulados o no, juntamente con el equipo
conexo, artefactos, componentes y partes”. Esta denominación también ha sido
utilizada en algunas resoluciones de la ONU (Conf. Nros. 1963 y 2130).
Por último, el nombre “Artefacto Espacial” fue el elegido por el
proyecto belga para el “Convenio sobre Responsabilidad Internacional”, que lo
definía como “Todo artefacto destinado a moverse en el espacio y sostenerse en él
por medios distintos de la reacción del aire, así como el material utilizado para el
lanzamiento y la propulsión del aparato”.
A nivel nacional, Manuel Augusto FERRER consideró mejor la
denominación “Nave espacial” o “Vehículo espacial” antes que de “Objeto espacial” y
sostiene que el término “Vehículo” es más apropiado que “Objeto”, porque objeto
son todas aquellas cosas susceptibles de ser percibidas por los sentidos y así serían
un “Objeto espacial” un meteorito, el polvo cósmico, y en general, todo aquello que
se desplaza por el espacio superior y no ha sido construido inteligentemente y,
evidentemente, tales cosas no son un vehículo o una nave espacial. Por ello,
considera que deben excluirse del concepto de “Vehículo espacial” aquellos objetos
que son parte integrante de los mismos (tal el caso de los cohetes o de las etapas
del cohete que se van desprendiendo a medida que consumen su carga útil), como
aquellos objetos que, si bien reúnen características similares al vehículo espacial, no
están destinados a una navegación espacial.

2). CLASIFICACIÓN DE LOS VEHÍCULOS ESPACIALES


a) Según su carácter:
PÚBLICOS
PRIVADOS

b) Según su destino:
COMERCIALES
NO COMERCIALES

c) Según la presencia o no de seres humanos:


TRIPULADAS
NO TRIPULADAS

d) Por su recorrido:
ORBITALES
TRANSESPACIALES

Son orbitales aquellos vehículos espaciales destinados a recorrer un


camino alrededor de la tierra o de otro cuerpo celeste (Ej: satélites).
Estos vehículos pueden ser:
a) De órbita fija:
Aquellos vehículos espaciales que, a una altura elegida,
comienzan a girar alrededor de la tierra, siguiendo un recorrido denominado “órbita
satelital” (vgr, los satélites de comunicación, que se ubican en un punto determinado
y giran a la misma velocidad de la tierra a 35.000 km de altura aproximadamente); y
b) De órbita variable
Aquellos vehículos espaciales que varían o pueden variar su
órbita, ya sea porque así está previsto o por un hecho de la naturaleza o de un
tercero.
Los vehículos Transespaciales, son aquellos que están
destinados a la navegación a través del espacio superior, ejemplo, desde nuestro
planeta a un cuerpo celeste o de un cuerpo celeste a otro. Entrarían en esta especie
las naves espaciales propiamente dichas (Ej: “APOLO XI” que llegó a la Luna en
1969).

3). LA NACIONALIDAD DE LOS VEHÍCULOS ESPACIALES. REGISTRACION Y


MARCACIÓN

NACIONALIDAD.
El término “Nacionalidad” –de uso generalizado en el campo del
Derecho Aeronáutico para las aeronaves– también fue empleado por algunos
autores en los orígenes del Derecho Espacial, para denominar el vínculo existente
entre el vehículo espacial y el Estado que ejerce sobre él su jurisdicción y control.
Sin embargo, la aceptación no fue unánime atento a que algunos
autores internacionalistas consideraron inadmisible su utilización para aplicarlo a las
cosas, por entender que el mismo desvirtúa la esencia y el carácter de un concepto
jurídico-político como es el de la nacionalidad que debe reservase solamente para
las personas. (atributo de la nacionalidad).
Es por ello que, los textos internacionales no utilizan el vocablo
“Nacionalidad” y, en cambio, utilizan la nacionalidad del “Estado de registro”, como
terminología propia de esta rama del derecho, para establecer las relaciones de
dependencia, derecho, deberes y responsabilidades que surgen entre el vehículo
espacial y un Estado determinado. Parecería, pues, que al menos desde el punto de
vista práctico, en el Derecho Espacial se han superado los problemas que el uso del
término “Nacionalidad” presentaría al aplicarlo a objetos inanimados, (como sí en el
Derecho Aeronáutico: “Nacionalidad de la aeronave”), y sin personalidad como son
los vehículos espaciales.
REGISTRO
“Todo Estado Parte en el Tratado, en cuyo registro figure el objeto
lanzado al espacio ultraterrestre, retendrá su jurisdicción y control sobre tal objeto, así
como sobre todo el personal que vaya en él, mientras se encuentre en el espacio
ultraterrestre o en un cuerpo celeste, y tendrá también derecho a que le sea devuelto
tal objeto, previa identificación” (Art VIII del "Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre" -
ONU, 1967- la Carta Magna del Espacio). Así también lo establece el "Acuerdo sobre
salvamento" (1967- “Salvamento y Devolución de astronautas y la Restitución de
Objetos lanzados al Espacio Ultraterrestre). En él se garantiza la devolución de
material espacial o equipos hallados en territorio ajeno a la autoridad de
lanzamiento, y el auxilio a tripulantes de naves espaciales en caso de aterrizaje de
emergencia o accidente.
Para el supuesto que el lanzamiento se realizare conjuntamente por
dos o más Estados, el Artículo II, número 2 de la "Convención sobre
responsabilidad" (ONU, 1972), obliga a los Estados Parte a determinar cuál de ellos
debe de proceder al registro, dejando a salvo los acuerdos apropiados que se hayan
concertado, o que hayan de concertarse entre los Estados de lanzamiento acerca de
la jurisdicción y el control sobre el objeto espacial y sobre el personal del mismo.
De otra parte, el registro del vehículo espacial es un elemento
necesario y determinante para la aplicación de la Convención aludida en el párrafo
anterior, ya que ésta atribuye responsabilidad al Estado de lanzamiento, que no es
otra cosa que el Estado de registro, conforme al Artículo I, apartado c) del mismo
Convenio.
De lo expuesto se sigue que, siendo el Estado de registro el titular de
la jurisdicción y el control sobre los vehículos espaciales, así como el centro de
imputación de responsabilidades, no es necesario emplear el término “Nacionalidad”
que en el Derecho Aeronáutico implica estos mismos efectos jurídicos.
Por lo demás, la necesidad de crear un registro especial para los
objetos lanzados al espacio exterior se hizo sentir poco tiempo después del
lanzamiento del primer “Sputnik”, con el objeto que sirviera de base para determinar
la entidad titular de los derechos y obligaciones sobre el objeto espacial, así como
las responsabilidades derivadas de su lanzamiento. De allí que el "Tratado sobre el
Espacio Ultraterrestre" (ONU, 1967), haya previsto su existencia o establecimiento
futuro al disponer en su Artículo VIII, que todo Estado Parte en el Tratado, en cuyo
registro figure el objeto lanzado al espacio ultraterrestre, retendrá su jurisdicción y
control sobre tal objeto, así como sobre todo el personal que venga en él, mientras
se encuentre en el espacio ultraterrestre o en un cuerpo celeste.
Sin embargo, tal previsión, por contener simplemente una obligación
de carácter general e inconcreta, requería una normativa específica que la
desarrollara, a semejanza de la existente para el registro de buques y aeronaves. Así
es que, con tal finalidad, Francia presentó ante la Subcomisión de Asuntos Jurídicos
de la “Comisión sobre la Utilización del Espacio Ultraterrestre con fines pacíficos” de
la ONU, un año después de la firma de aquel Tratado, una propuesta para la
elaboración de un “Convenio Sobre Registro de Objetos Espaciales”, proyecto que
en definitiva terminó plasmándose en el llamado "Convenio sobre el registro" de
1975, a través del cual –como se ha visto– todos los Estados que lanzan objetos al
espacio deben proporcionar a la ONU información al respecto.
El citado Convenio Internacional previene el establecimiento de dos
registros:
1.- Registro a cargo del Estado de lanzamiento
Se debe aclarar previamente que cuando son dos o más los Estados,
éstos deben determinar entre sí cuál de ellos inscribirá el objeto. El contenido y
condiciones serán determinados por los propios Estados, con la condición que sean
abiertos plena y libremente a la información pública.
Asimismo, el Estado de registro se encuentra comprometido a
informar al Secretario General de la ONU, en cuanto sea factible, sobre los
siguientes datos del objeto espacial inscripto:
I) El nombre del Estado o de los Estados de lanzamiento;
II) La designación apropiada del objeto espacial o su número de
registro;
III) La fecha y territorio o lugar del lanzamiento;
IV) Los parámetros orbitales básicos, incluso, el período nodal,
inclinación, apogeo y perigeo;
V) La función general del objeto espacial.
Todo Estado de registro debe proporcionar periódicamente al
Secretario General de la ONU, toda información adicional relativa a un objeto
espacial inscripto en su registro, incluso de los que hayan estado pero que ya no
estén en órbita terrestre.
2.- Registro de la ONU (a cargo del Secretario General)
En él debe inscribirse la información que proporcionan por cada
lanzamiento, los correspondientes Estados de registro.

MARCACION DEL VEHICULO ESPACIAL.


El problema de la obligatoriedad o no de la marcación del vehículo
espacial, no fue resuelto por el "Convenio sobre el Registro" (ONU, 1975), ya que
éste solamente estableció que, “Cuando la marcación haya sido realizada”, deberá ser
notificado este dato por el Estado de registro al Secretario General de la ONU, como
un dato más de la información, antes especificada, que en todo caso se ha de
presentar (Conf. artículo V).
Respecto de esto último y con severo tono de crítica, se sostiene la
necesidad de dejar por sentado una solución expresa, cuestión que podrá abordarse
en una futura revisión del Convenio, con el objeto que no haya ninguna duda en la
identificación del objeto espacial, a los efectos de determinar en cualquier
contingencia el Estado de registro y consiguientemente, a partir de dicha titularidad,
los derechos, obligaciones y responsabilidades que correspondan.

4). SATELITES ARTIFICIALES Y ORBITAS

Satélite natural
Cualquier astro que se encuentra desplazándose naturalmente
alrededor de otro, y respecto del cual no es factible modificar sus trayectorias
artificialmente.

Satélites artificiales
Aparatos construidos por el hombre y lanzados desde la Tierra para
que permanezcan dando vuelta alrededor de ésta o de algún otro planeta de su
vecindad espacial. En contraposición a los satélites naturales, es factible, de alguna
manera, modificar la trayectoria de estos satélites.
“Satélite artificial” es todo vehículo, tripulado o no, que se coloca en
órbita alrededor de la Tierra o de otro astro, y que lleva aparatos apropiados para
recoger información y retransmitirla. (conforme al Diccionario de la Real Academia
Española).

Los satélites artificiales iniciaron su presentación en sociedad en 1957


con el lanzamiento del “Sputnik” por parte de la antigua URSS. En clara respuesta a
ello, y como inicio de la llamada “Carrera espacial”, los EEUU, un año más tarde,
pusieron en órbita al “Explorer 1”, primer satélite de ese país. En la actualidad, ha
pasado más de medio siglo del lanzamiento del primer satélite artificial, se han
puesto en órbita alrededor de la Tierra varios miles de éstos, cumpliendo diferentes
funciones.
Pues bien, conforme estas funciones de los distintos satélites, se
pueden clasificar en:
- SATÉLITES MILITARES: (Ej: de telecomunicaciones, meteorología, bombardeo
orbital, reconocimiento y vigilancia).
- SATÉLITES DE USO CIVIL: que pueden ser de ayuda a la navegación,
transpondedores (reciben una señal de microondas transmitida desde la
tierra –enlace ascendente– la amplifican y la retransmiten de regreso a la
tierra a una frecuencia diferente –enlace descendente), oceanográficos, de
teleobservación, astronómicos.

ORBITA DE UN SATELITE
Es la trayectoria o el camino que recorre luego de su lanzamiento para
cumplir con la misión para la cual fue hecho.
Un satélite permanece en órbita alrededor de la Tierra (o de otro
cuerpo celeste), cuando la fuerza de atracción gravitacional está equilibrada con la
fuerza centrífuga. Como la fuerza de gravedad ejercida por un cuerpo celeste
disminuye en proporción inversa al cuadrado de la distancia, cuanto más alto esté
situado el satélite, menor será la fuerza de atracción gravitacional y menor, por
consiguiente, su velocidad orbital.
Ahora bien, para poder entender mejor cómo es posible que un
satélite se sostenga en una órbita en el espacio, puede verse el siguiente ejemplo
utilizado en el Museo de las Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM): “Imaginemos que estamos en una montaña por encima de la
atmósfera: 1) Si lanzamos una pelota con poca fuerza, la gravedad la atraerá hacia la
Tierra; 2) Si se lanza más fuerte, caerá más lejos; 3) Mientras más fuerza se aplique,
más lejos viajará horizontalmente antes de caer; 4) Ahora, si pudiéramos lanzar la
bola a 28 mil km/h, nunca caería a la Tierra… a esto se le llama “estar en órbita”. Una
nave fuera de la atmósfera se mantiene viajando a esta velocidad, pues no hay
resistencia del aire que la detenga”
Así, a 160 km de distancia de la Tierra, un satélite necesita para
permanecer en órbita una velocidad de aproximadamente 28.000 km/h; a 500 km
de distancia es suficiente una velocidad de unos 27.000 km/h; a 5.000 km. de
distancia, la velocidad desciende a 21.000 km./h. Naturalmente, cuanto más alta es la
órbita, mayor es el tiempo empleado por el satélite para realizar una vuelta
alrededor de la Tierra (periodo). Los periodos orbitales de los tres casos tomados en
consideración son respectivamente, 1h 28m, 1h 34m y 3h 17m.

CLASES DE ORBITAS.
a) Orbitas “Polares”, es decir, que los satélites orbitan sobre los
polos de la Tierra.
b) Orbitas "Heliosincrónicas", que son aquellas que siguen el
movimiento del Sol.
c) Orbita “Geosincrónica” o “Geoestacionaria”, y es la que está a
35.700 km de la superficie de la Tierra, y tiene una longitud de 26.000 km, donde el
satélite emplea exactamente 24 horas para realizar una vuelta completa. Esto
significa que, con respecto a un cierto punto geográfico de nuestro planeta, el
satélite permanece inmóvil porque su período orbital coincide con el de rotación de
la Tierra. (Se encuentran sobre el plano vertical ecuatoriano). Generalmente, estos
satélites sirven fundamentalmente para las comunicaciones, pues permiten enlaces
ininterrumpidos para transmisiones y capacidades de recepción con antenas
relativamente pequeñas, y en cualquier parte del área de cubrimiento del satélite,
entre otras ventajas.

EL PROBLEMA DE LA ORBITA GEOESTACIONARIA


Dado que esta órbita es única, no puede ofrecer un espacio ilimitado a
cuantos satélites pretendan ser colocados en ellas, por lo que a medida que
aumenta el número de ellos se va reduciendo su espacio “vital”, produciéndose un
cierto grado de saturación, con eventuales problemas no sólo de colisión física sino
también radioeléctrica, en razón a las interferencias que puedan ocasionarse cuando
los satélites operen con las mismas bandas de frecuencia. Aunque es posible que los
avances tecnológicos, permitan un aprovechamiento de la órbita y de las frecuencias
hasta unos límites de momento imprevisibles, lo cierto es que en las circunstancias
actuales, su condición de recurso natural limitado presenta el problema de la
regulación de su uso y aprovechamiento adecuados al servicio de la humanidad,
que es una exigencia del Derecho Espacial.
Además, otro problema era que esta orbita era reivindicada por los
países que se encuentran en el plano ecuatorial, pues querían reafirmar su soberanía
sobre ese recurso natural finito que es la línea ecuatorial terrestre.
El problema de la definición del estatus jurídico de la Orbita
Geoestacionaria ha sido uno de los más sensibles en la agenda de la Organización
de las Naciones Unidas. Ello por cuanto que su resolución no sólo tiene que ver con
los derechos que sobre ella se reclaman, sino con un asunto todavía no resuelto por
la normatividad internacional: el de la definición de los límites entre el espacio
terrestre y el ultraterrestre.
Históricamente, el acercamiento inicial al problema de la definición de
los derechos sobre el espacio exterior, se hizo a partir del análisis de la regulación
del derecho aéreo. Sin embargo, pronto se llegó a la conclusión de que esta
normatividad era insuficiente para resolver los aspectos más relevantes del manejo y
explotación de los recursos espaciales.
La regulación aérea, que ve sus comienzos (1919), con la firma del
Convenio Internacional de Navegación Aérea suscripto en París, y refuerza su
normatividad con el Convenio de Chicago de 1944, sobre Aviación Civil
Internacional, reconoce que los Estados ejercen soberanía “sobre el espacio aéreo
correspondiente a su territorio”. Atendiendo a esta definición y partiendo de la base
que la tierra es un esferoide, habría que concluir que la soberanía de los Estados
converge en el centro del planeta y se extiende hacia el infinito –incluyendo a los
demás astros del espacio– en una proporción que resulta problemática por lo
menos desde un punto de vista jurídico, pues es claro que el movimiento del globo
modifica constantemente su posición respecto del espacio exterior.
Así, la doctrina internacional reconoció que las herramientas ofrecidas
por el derecho aéreo no solucionaban más que los conflictos surgidos dentro del
espacio aéreo del planeta, es decir, aquel en el que la comunicación y el movimiento
de aeronaves se dan como resultado de la interacción con los gases atmosféricos.
El afán por definir con exactitud los límites de los espacios terrestre y
ultraterrestre y la necesidad de regular la utilización de este nuevo recurso, llevaron
a la Asamblea General de las Naciones Unidas a crear un comité ad hoc en 1958
para que estudiara la utilización pacífica del espacio ultraterrestre, Comité que
finalmente se convertiría en la “Comisión Permanente para la Utilización Pacífica del
Espacio Ultraterrestre” en 1961, subdividida en la Subcomisión de Asuntos Científicos
y Técnicos y la Subcomisión de Asuntos Jurídicos.
Gracias al trabajo de ésta última se elaboró y dictó el texto del Tratado
hito en la materia: el “Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre” (ONU, 1967), conforme
al cual se establece que los Estados partes del Tratado no pueden hacer reclamos
de soberanía sobre el espacio ultraterrestre. Concretamente dice el artículo II que "El
espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes, no podrán ser objeto
de apropiación nacional por reivindicación de soberanía, uso u ocupación, ni de
ninguna otra manera". Así, desde la desde la firma del mentado Tratado, la mayoría
de la comunidad internacional aceptó la vigencia del principio de “res communis
ómnium” que hace de la órbita geoestacionaria un bien común de la humanidad,
dispuesto para la explotación de todos los países.
Empero, el 3 de Diciembre de 1976, durante una Conferencia de ocho
países ecuatoriales que tuvo lugar en Bogotá, los países de Congo, Ecuador,
Indonesia, Kenia, Uganda, Zaire, Colombia y Brasil emitieron una reclamación
internacional, conocida como la “Declaración de Bogotá”, en la cual afirmaron su
soberanía nacional sobre el segmento de órbita geoestacionaria correspondiente a
su territorio, por considerarla vinculada al territorio nacional subyacente. Sostuvieron
que la Orbita Geoestacionaria no es parte del espacio ultraterrestre, toda vez que su
existencia depende exclusivamente de la ley de la gravitación y que, cualquier objeto
puesto en dicha órbita, requería autorización expresa del Estado afectado,
apartándose de esta manera de aquél principio. Asimismo, durante los años 1977 y
1978 los países ecuatoriales suscriptores de la “Declaración”, añadieron nuevos
argumentos al debate, pues sostuvieron que la incertidumbre sobre la definición del
espacio ultraterrestre quedaba demostrada por la variedad de criterios a los que se
acudía; que los Estados que no habían ratificado el Tratado sobre el espacio
ultraterrestre no estaban obligados por el mismo, y que la órbita geoestacionaria es
un recurso que no se podía saturar, por lo cual debía explotarse de manera
equitativa.
La posición de los países suscriptores de la “Declaración de Bogotá” no
fue atendida por la comunidad internacional. Por el contrario, fue enfáticamente
rechazada por la mayoría de los países miembros de la “Comisión Permanente para
la Utilización pacífica del espacio ultraterrestre”, que sostenían la necesidad de
conservar la órbita como un bien de la humanidad, sometido al libre uso y acceso
equitativo. Para éstos, las pretensiones reivindicativas de los ecuatoriales implicaban
un grave perjuicio para el resto del planeta. En esa línea, algunos manifestaron que
la órbita geoestacionaria se encontraba sujeta al régimen legal del espacio
ultraterrestre, otros adujeron que la soberanía se reclamaba como ocupación
efectiva y otros, por fin, afirmaron que la ocupación de la órbita nunca había sido
objetada y que los beneficios por ella obtenidos repercutían a favor de toda la
humanidad.
Con el correr del tiempo, desde la “Declaración de Bogotá”, el tono de
las reclamaciones ha cambiado, al punto que hoy se solicita el reconocimiento de
ciertos derechos, pero se consiente en la necesidad de coordinar el uso de la órbita
geoestacionaria con todos los países del mundo. Así se ha manifestado en nombre
de los países que la suscribieron que “No reclamamos derechos para ser ejercidos
en forma egoísta por los países ecuatoriales, sino para compartirlos en primer lugar
con los países en desarrollo” y que, en definitiva, no es la soberanía clásica que se
ejerce sobre otros elementos del territorio, sino una que pueda aprovecharse para el
beneficio de la humanidad.
Independientemente de los términos de las reclamaciones hechas por
los países ecuatoriales, lo cierto es que dichas posturas han estimulado la reflexión
internacional acerca de la necesidad de controlar el abuso de los beneficios de la
órbita geoestacionaria. Muchas de las declaraciones posteriores hechas por
organismos internacionales y muchas de las conclusiones obtenidas en las
conferencias internacionales sobre el uso del espacio exterior reconocen la
necesidad de limitar y garantizar el acceso equitativo a este recurso.
Así, vgr, en la 39ª conferencia de la Subcomisión de Asuntos Jurídicos
de la Comisión de las Naciones Unidas sobre la Utilización Pacífica del Espacio
Ultraterrestre, realizada en Viena en abril de 2000, se logró que las partes
sometieran el acceso de la órbita geoestacionaria a la reglamentación de la Unión
Internacional de Telecomunicaciones (UIT), que en el Artículo 33 de su Constitución
advierte que en la utilización de bandas de frecuencias para las
radiocomunicaciones, los Miembros tendrán en cuenta que las frecuencias y la
órbita de los satélites geoestacionarios son recursos naturales limitados que deben
utilizarse en forma racional, eficaz y económica de conformidad con lo establecido
en el Reglamento de Radiocomunicaciones, para permitir el acceso equitativo a esta
órbita, y a esas frecuencias a los distintos países o grupos de países, teniendo en
cuenta las necesidades especiales de los países en desarrollo y la situación
geográfica de determinados países.
De todos modos, nótese que se hace referencia al acceso equitativo –
no igualitario– de la órbita geoestacionaria y a las frecuencias de los países o grupos
de países, según las necesidades especiales de los que se encuentran en desarrollo y
a la situación geográfica de los mismos, intentando resaltar con ello la necesidad de
darles un trato diferenciado, de acuerdo con sus condiciones particulares.
Todo lo expuesto demuestra la profundidad del problema sobre la
titularidad de los derechos que se disputan en torno a la órbita geoestacionaria: por
un lado está la comunidad internacional que propugna la instauración del principio
de no apropiación del espacio ultraterrestre, en donde dice se ubica la órbita
geoestacionaria; por el otro, “la Declaración de Bogotá” en la que se sostiene que la
órbita geoestacionaria no hace parte del espacio ultraterrestre, y que los países
ecuatoriales ejercen soberanía sobre dicha franja, seguida de otra menos categórica,
admitida en parte por algunos instrumentos internacionales (UIT), en donde se
reconoce la necesidad de utilizar equitativa y racionalmente la órbita
geoestacionaria, sobre la cual el país ejerce una soberanía “no tradicional”.
No obstante, en la sesión de 2009 del Subcomité Legal del Comité de
Naciones Unidas para el Uso Pacífico del Espacio Ultraterrestre, se expresó la
opinión de que “En vista de la rápida evolución de la tecnología satelital, la
Subcomisión también podría considerar la utilización de otras órbitas terrestres, y
que la cuestión del régimen jurídico aplicable a la órbita geoestacionaria debería
examinarse conjuntamente con esa cuestión." (Conf. Comisión sobre la Utilización
del Espacio Ultraterrestre con Fines Pacíficos, 52º Período de Sesiones Viena, 3 a 12
de junio de 2009).
En este estado de cosas se desenvuelve hoy por hoy la polémica
jurídica.
La órbita geoestacionaria es una línea circular imaginaria que se sitúa a
una altura de 35.787 kilómetros sobre la superficie terrestre en el plano del Ecuador, y
en la que un satélite colocado en ella se mueve a una velocidad equivalente a la del
giro de la Tierra sobre su eje (23 horas y 56 minutos); así, y teniendo en cuenta que
en virtud de las fuerzas gravitatorias, el satélite no varía su altura respecto a la Tierra,
se produce el hecho de que para un observador terrestre, el satélite aparece como si
estuviera fijo en el espacio, al igual que desde el satélite se observaría en todo
momento la misma franja de la Tierra. Dado que esta órbita es única, no puede
ofrecer un espacio ilimitado a cuantos satélites pretendan ser colocados en ellas, por
lo que a medida que aumente el número de ellos se irá reduciendo su espacio «vital»
hasta producir un cierto grado de saturación, con problemas, si no de colisión física, sí
radioeléctricas en razón a las interferencias que puedan ocasionarse cuando los
satélites operen con las mismas bandas de frecuencia. Aunque es posible que los
avances tecnológicos permitan un aprovechamiento de la órbita y de las frecuencias
hasta unos límites de momento imprevisibles, es lo cierto que, en las circunstancias
actuales, su condición de recurso natural limitado presenta el problema de la
regulación de su uso y aprovechamiento adecuados al servicio de la humanidad, que
es una exigencia del Derecho Espacial. En concreto, la Unión Internacional de
Telecomunicaciones (U.I.T.), teniendo conciencia de la cuestión planteada, ha fijado
una separación mínima entre los satélites en órbita geoestacionaria. (ENCICLOPEDIA
JURIDICA).

5). ASIGNACION DE ORBITAS. RECUPERACION DE OBJETOS


La asignación de órbitas o de lugares en el espacio ultraterrestre la
formula la Unión Internacional sobre Telecomunicaciones (UIT), Organismo
dependiente de la ONU.
El objeto espacial cuando es puesto en órbita debe ser declarado y
registrado previamente en la UIT y una vez puesto en órbita, el Estado de registro
tiene el derecho que el satélite se mantenga en la misma, en funcionamiento activo
y en beneficio de la humanidad.
A su turno, cuando un satélite no funciona más, sea por desperfectos
de funcionamiento o porque terminó su vida útil, se convierte en “chatarra espacial”,
circunstancia que incrementa la posibilidad de colisión con otros satélites artificiales
que estén en uso por las altísimas velocidades que reinan allí. Es por esto que los
objetos espaciales deben estar debidamente ubicados y registrados para que,
cuando se estrellen en la Tierra, puedan ser recuperados.
En este sentido, el “Acuerdo sobre Salvamento y la Devolución de
Astronautas y la Restitución de Objetos lanzados al Espacio Ultraterrestre” (1968),
establece en su artículo 5 que “Toda parte contratante que sepa o descubra que un
objeto espacial o partes componentes del mismo han vuelto a la Tierra en territorio
colocado bajo su jurisdicción en alta mar o en cualquier otro lugar no colocado bajo
la jurisdicción de ningún Estado, la notificará a la autoridad de lanzamiento y al
Secretario General de las Naciones Unidas". Asimismo, se dispone que se deberá
adoptar, a petición de la autoridad de lanzamiento y con la asistencia de dicha
autoridad, si fuera solicitada, todas las medidas que se juzgue factibles para
recuperar el objeto o las partes componentes y restituirlos a quienes corresponda,
debiéndose facilitar los datos de identificación antes de la restitución.
No obstante, la parte contratante que tenga motivos para creer que
un objeto espacial o partes componentes del mismo, descubiertos en su territorio o
recuperados por ella en otro lugar, son de naturaleza peligrosa o nociva, puede
notificarlo a la autoridad de lanzamiento para que adopte inmediatamente medidas
eficaces, bajo la dirección y el control de dicha parte contratante, para eliminar el
posible de daños.
En todos los casos, los gastos realizados para dar cumplimiento a las
obligaciones de rescatar y restituir un objeto espacial o sus partes componentes,
están a cargo de la autoridad de lanzamiento.

6). LA ACTUALIDAD DE LOS SATELITES ARGENTINOS


La República Argentina, a través de la Comisión Nacional de
Actividades Espaciales (CONAE), lleva adelante el desarrollo de los principales
satélites científicos argentinos. Sus satélites de aplicaciones científicas “SAC”, con sus
satélites: SAC-A, SAC-B, SAC-C y SAC-D, forman parte de los proyectos ya
concretados.
Actualmente, la CONAE se encuentra trabajando en el proyecto
SAOCOM.
Los objetivos principales de la misión SAOCOM corresponden a las
capacidades del instrumento SAR (Radar de Apertura Sintética).
El objetivo central de los satélites SAOCOM de Observación de la
Tierra, es la medición de la humedad del suelo y aplicaciones en emergencias, tales
como detección de derrames de hidrocarburos en el mar y seguimiento de la
cobertura de agua durante inundaciones. Es un proyecto desarrollado en
colaboración con la Agencia Espacial Italiana (ASI) e integra de manera operacional,
junto con los satélites italianos COSMO-SkyMed, el SIASGE (Sistema Italo-Argentino
de Satélites para Gestión de Emergencias).
La serie de satélites SAOCOM abarca el desarrollo de instrumentos
activos que operan en el rango de las microondas. Consiste en la puesta en órbita
de dos constelaciones, SAOCOM 1 y SAOCOM 2, donde la segunda serie tendrá
incorporados ciertos avances tecnológicos que resulten de la experiencia de la
primera. Cada constelación está compuesta a su vez por dos satélites, denominados
A y B respectivamente, básicamente similares, por la necesidad de obtener la revisita
adecuada.
El satélite SAOCOM 1A fue lanzado el 7 de octubre de 2018 y se
encuentra en construcción SAOCOM 1B para ser lanzado a partir de mediados de
2019, estimando un tiempo de vida útil de por lo menos 5 años para cada satélite.
En cuanto a la órbita, se pretende obtener en ambos casos una cobertura global y
contar con un ciclo de repetición orbital de 16 días para cada satélite, lo que resulta
en 8 días para la constelación. Los satélites SAOCOM 1A y SAOCOM 1B comparten
los mismos requerimientos de diseño, de funcionalidad y operatividad, por lo que su
desarrollo se está llevando a cabo en simultáneo dando como resultado dos satélites
idénticos.
Para obtener más información sobre esta misión satelital y los futuros
proyectos de la CONAE, se puede visitar “www.conae.gov.ar”.
La SeTIC de la Secretaría de Gobierno de Modernización, actuando
como Administración Notificante de la República Argentina, es la responsable de
llevar a cabo los procedimientos de publicación anticipada, coordinación y
notificación de las redes y sistemas de satélites. En ese sentido, La SeTIC gestiona
ante la UIT los recursos órbita/espectro para las redes de satélites de la CONAE.
Para ello, entiende y aplica principalmente las disposiciones establecidas en el
Reglamento de Radiocomunicaciones de la UIT y demás disposiciones asociadas.
CONAE desarrolla misiones satelitales propias de acuerdo a los
requerimientos de datos e información que la comunidad de usuarios identifica en
cada periodo. Por lo tanto, realiza el diseño, la construcción, la calibración,
integración y ensayos, así como la puesta en órbita de satélites, a través de terceros
o con lanzadores propios.
A su vez, y con el objetivo de realzar las capacidades de las misiones,
se los integra con las de otras Agencias Espaciales conformando constelaciones de
satélites que operan conjuntamente para mejorar la calidad, cantidad y tipo de
información, aumentando notablemente el abanico de posibilidades del conjunto.
La CONAE llevó a cabo hasta el momento cuatro misiones satelitales
de la serie denominada "SAC" con instrumentos en el rango óptico, proyectos de
cooperación conjuntos CONAE-NASA, y participación de otras agencias espaciales.
Han cumplido su misión los satélites SAC-A (Misión tecnológica), SAC-C y SAC-
D/Aquarius (Observación de la Tierra). El SAC-B (Astrofísica) no cumplió su misión
debido a falla en la separación del satélite.
Dentro de esta línea se encuentra en desarrollo la misión SABIA-Mar,
dedicada esencialmente a la productividad marina, costas y estuarios, cuyo satélite
constará con instrumentos argentinos en el rango óptico y térmico.
La nueva misión satelital realizada de la serie SAOCOM, como ya nos
referimos anteriormente, ha sido el satélite SAOCOM 1A, lanzado al espacio el 7 de
octubre de 2018. Con esta misión la CONAE posibilitó el desarrollo en el país de la
tecnología de observación mediante instrumentos argentinos, en el rango de
microondas activo. El primer satélite radar argentino de esta serie ya está en órbita y
el segundo satélite, el SAOCOM 1B, está en construcción. Ambos integran el Sistema
Italo-Argentino de Satélites para la Gestión de Emergencias denominado SIASGE,
junto con cuatro satélites italianos, los COSMO-SkyMed provistos por la ASI, con uso
compartido de los datos.
Una línea de trabajo fundamental es el desarrollo de la Arquitectura
Segmentada, una nueva forma de integración para conformar una misión satelital a
través de un programa para el desarrollo tecnológico de una nueva generación de
plataformas satelitales e instrumentos, en conjunto con el desarrollo de lanzadores,
con el objetivo de responder con mayor rapidez las demandas de los usuarios,
donde las funciones típicas de los instrumentos satelitales están distribuidas en
plataformas o “segmentos” que vuelan en formación.
Dentro de esta nueva estructura se encuentra planificada la serie SARE,
satélites livianos con diferentes tipos de instrumentación en función de los
requerimientos de los usuarios.

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