El Teatro en Roma

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EL TEATRO EN ROMA

Desde an(guo se venían produciendo en la península itálica farsas y mimos de contenido


cómico y grotesco. Se centraban en figuraciones de personajes que eran objeto de burla como el
glotón, el jorobado o el viejo cascarrabias. Esas farsas quedaron arrinconadas cuando empiezan
a representarse tragedias y comedias por influjo de la helenización en el siglo III a. de C. Sin
embargo, el mimo se va a conver(r en un género muy popular, que sobrevivirá durante siglos.
Hombres y mujeres, a cara descubierta, escenifican sucesos de la vida co(diana con textos en
prosa que resultan agradables y fáciles de seguir por el público.
En los siglos V y IV a. de C. Roma había estado en contacto con territorios griegos y había
conocido el esplendor de sus formas arLs(cas y culturales, entre ellas el teatro. De esa
admiración surgiría en Roma la implantación de los primeros juegos oficiales en el 364 a
imitación de los griegos. No obstante, los romanos nunca mostraron el interés que habían tenido
los griegos por el teatro. Al parecer la primera representación romana se compuso de una
tragedia y una comedia griegas traducidas por Livio Andrónico en el año 240 a. de C., para
celebrar la victoria de la primera Guerra Púnica contra Cartago. A par(r de ahí se desarrolla el
teatro romano, pues de inmediato se aleja del ámbito religioso y se concibe como un
entretenimiento y un acto de lucimiento social; por ello el gusto predominante se inclinará por la
comedia.

Desarrollo del teatro en Roma: tragedias y comedias


La existencia del teatro en Roma debe entenderse dentro de un contexto escénico muy
amplio pues forma parte de un conjunto de ac(vidades des(nadas al ocio en las que caben
desde los desfiles militares hasta procesiones rituales o cortejos fúnebres. Entre ellas debemos
destacar los denominados juegos circenses, des(nados a exhibiciones de (po depor(vo, y
juegos escénicos con dis(ntas manifestaciones de teatro, canto, danza y mimo. La presencia de
los juegos fue muy importante desde (empos de la República ya que se ocupaban más de
setenta días al año en estas celebraciones, la mayoría de carácter escénico, pues su coste era
menor; en época imperial llegarían a ser la mitad de los días del año. En este contexto debemos
entender que la escena romana exigiera un teatro dinámico y diver(do que integrara múl(ples
componentes para favorecer la espectacularidad de las representaciones.
Conocedores de la importancia que el teatro tenía en Grecia y los avances que se habían
producido en los edificios de representación y la evolución de los contenidos dramá(cos, los
romanos copiaron estas formas arLs(cas, en las que fundieron elementos procedentes de la
cultura etrusca, y les dieron un giro propio para acomodarlas a sus necesidades e intereses.
En los comienzos de las representaciones se u(lizaron obras griegas, preferentemente de
Eurípides si eran tragedias y de Menandro si eran comedias.
Pero de inmediato surgieron las creaciones propias a semejanza de éstas. Los romanos
dis(nguieron cuatro (pos de obras que denominaron fábulas.
A las tragedias las llamaron Coturnata, si era de contenido griego, y Pretexta si era de
contenido romano. Las comedias podían ser Palliata o Togata, dependiendo de si se trataban
asuntos griegos o romanos. Los autores: Andrónico, Nevio, Pacuvio, Ennio... no hicieron sino
refundir obras griegas en las que introdujeron algunos componentes romanos para ganarse el
favor del público. Las diferentes formas dramá(cas fueron desarrollándose progresivamente;
unas se acomodaron al público, otras declinaron con el paso de los años hasta desaparecer.
Las fábulas Coturnata y Practexta (tragedias) se cul(varon con frecuencia en la época
republicana, pero en el siglo I a.C. decayó la creación y no se sabe que se escribiera ninguna
durante este siglo. Apenas nos ha llegado el eco de esa ac(vidad: muchos Ltulos y algunos
fragmentos de obras de dichos autores. Más fortuna tuvo la fábula Palliata, pues los grandes
comediógrafos la(nos, Plauto y Terencio, escribieron sus obras siguiendo este modelo. Pero tras
su muerte, el género empieza a declinar hasta la prác(ca desaparición. Peor camino siguió la
Togata (no se conservan obras) que fue sus(tuida por comedias tradicionales de ambiente
popular como son las tabernarias y las farsas atelanas, con personajes fijos y contenido procaz y
grosero.
En la época imperial el gusto por los espectáculos circenses y el mimo acaparó la
atención del público y la creación dramá(ca, especialmente la tragedia, tomó una dirección
dis(nta a la escena. Únicamente se escribieron obras para ser recitadas o leídas en grupos
minoritarios de intelectuales, no para ser representadas.

El mimo y la pantomima en Roma


Como ya se ha apuntado con anterioridad, el mimo se remonta a épocas inmemoriales;
si perdió vigor durante los siglos de dominio de la comedia y la tragedia en Roma, quizá se deba
más al desconocimiento de textos que a la realidad histórica. No obstante, a medida que los
géneros, denominados mayores, fueron perdiendo vigencia, el mimo fue resurgiendo de nuevo,
agrupando dis(ntas formas: música, danza, bufonadas, comedia atelana..., hasta conver(rse en
la forma más demandada por el público romano.
Los mimos representaban dramas cortos de naturaleza cómica y predominio gestual con
muchos contenidos improvisados, presentando a múl(ples personajes «(po» como verdaderos
hombres-orquesta. En esta modalidad podían par(cipar mujeres que, en ocasiones, realizaban
escenas de desnudo. Los pantomimos, por su parte, usaban los mismos componentes para
representar pantomimas, obras de mayor duración y completamente mudas, llegando a adquirir
con el (empo mayor fama y pres(gio social. Por su tono paródico y su contenido grosero, esta
forma derivó en farsa y Laberio y
Siro durante el siglo I a. de C. le dieron categoría de género literario.

Dramaturgos romanos
Plauto (255-189 a. C.)
Parece ser que de joven trabajó en una compañía de cómicos, donde aprendió la técnica
actoral y a dominar la escena, aspectos que destacan claramente en su obra. A par(r de 210 a.
C. alcanzó un gran éxito de público que le acompañó hasta su muerte. Se dedicó en exclusiva a la
comedia y todas sus obras son recreaciones de Menandro u otros autores de la comedia nueva
griega. Su originalidad reside en el modo ingenioso de pintar las situaciones y retratar los
personajes.
Sus argumentos giran en torno a situaciones sen(mentales y se basan en el enredo
constante. alimentado por la confusión, las triquiñuelas y el engaño. Sus personajes son (pos
sacados de la vida co(diana (los jóvenes enamorados, el esclavo, el viejo, el bobo...) que
aparecen ridiculizados, pues son víc(mas de una trama disparatada que les hace comportarse
como luná(cos.
El obje(vo de su teatro es diver(r y a ello supedita todos los componentes en las obras.
Lo lleva a cabo mediante una acción ágil y un diálogo chispeante. Empleó el lenguaje común que
corresponde a los personajes recreados y consiguió un alto grado de lirismo en el empleo de esa
lengua viva y dinámica. Es significa(va la influencia ejercida en el teatro posterior, pues sus
tramas y sus personajes “arque(po” servirán de fuente de inspiración a otros dramaturgos.
Sus comedias más conocidas son: Anphitruo, Asinaria, Aulularia, Bacchides, Cap8vi,
Casina, Curculio, Epiducus,, Menaechmi, Mercator, Miles glorioso, Mostellaria, Persa, Rudens.
Terencio (190 o 185-159 a. C)
Es dudosa la fecha de su nacimiento y la de su muerte, Dos hechos fundamentales
marcan su vida y obras era esclavo de origen africano y su señor le di una esmerada educación
antes de otorgarle la libertad; muere en plena juventud.
Es la muestra de un espíritu culto y moderado que no pretende tanto el éxito del público
como cumplir las expecta(vas del grupo de filósofos y poetas que lo rodea. En sus comedias
analiza las costumbres y los caracteres de los personajes y se vale del enredo para dar cauce a la
comicidad. Introduce en ellas un pormenorizado análisis de costumbres atenienses al modo de
Menando de la época helenís(ca. Conforma personajes de gran valor humano, dorados de
profondidad psicológica, bien perfilados en sus comportamientos y en sus relaciones familiares y
sociales.
Su teatro huye de la comicidad hilarante de Plauto para ofrecer un humor más refinado,
nunca cae en la vulgaridad, la grosería o la obscenidad. Su obra, de gran valía arLs(ca, destaca
por la elegancia de su es(lo y el uso exquisito de la lengua. Escribió seis obras: Andria, Hecyra,
Heauton8moroumenos, Eunuchus, Phormio, Adelphoe.

Séneca (4 a. C. al 65 d. C.)
Las tragedias que conservamos provienen de la época en la que el género había
desaparecido de la escena y su cul(vo parece más literario que teatral, dedicadas a la lectura y al
recitado.
Al igual que los anteriores, Séneca mezcla contenidos de diversas tragedias griegas para
componer sus obras. Toma como modelo principal a Eurípides, si bien su concepción escénica es
diferente, pues muestra cierto regusto por la truculencia que hubiera chocado con el espíritu
griego; sin embargo, posee especial habilidad en la descripción psicológica de los personajes. Su
es(lo es sentencioso y tendente al retoricismo. Es de destacar la gran influencia que su obra
tendrá en las tragedias de muchos dramaturgos posteriores, como es el caso de Shakespeare.
Nos han llegado ocho obras: Hércules Furens, Troades, Phoenissae, Medea, Phaedra,
Oedipus, Agamemnón, Thyestes y Hércules Oateus.

Locales y representación
Quizá lo más llama(vo de las representaciones teatrales venga de parte del público; los
autores se quejan de que es ruidoso, alborotador y poco entendido.
Al igual que sucedió en Grecia, los magníficos locales teatrales se construyeron en la
época en que las representaciones casi habían desaparecido. Se hicieron de madera en el siglo II
a. C. y hasta mediados del siglo I no tuvieron el primer teatro construido en piedra, el de
Pompeyo, que acogía hasta vein(siete mil espectadores. Se construyeron en altura con las
nuevas técnicas arquitectónicas.
La desaparición del coro hizo que el escenario aumentara el espacio en detrimento de la
orquesta, que se redujo mucho y adoptó forma semicircular. Se siguieron u(lizando máscaras y
ricas telas en el vestuario. No se toleraban defectos jsicos, fealdades o actores bajitos en
escena.

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