Hasta El Punto de Que, Como Ya Afirmase El Profesor Ladero Quesada', La Contra

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LAS TENENCIAS DE LAS FORTALEZAS DEL CONCEJO

SEVILLANO EN ÉPOCA DE LOS REYES CATÓLICOS:


UN ASPECTO DEL FORTALECIMIENTO DEL PODER REAL

Francisco García Fitz


Manuel Rojas Gabriel
Universidad de Extremadura

I. INTRODUCCIÓN.

Basta con acercarse a la abundante bibliografía existente sobre el reinado


de los Reyes Católicos para constatar que el fortalecimiento del poder real es una
de las grandes líneas políticas que caracterizan la labor de estos dos monarcas,
hasta el punto de que, como ya afirmase el profesor Ladero Quesada', la contra
posición entre la crisis y anarquía de la época de Enrique IV y el esplendor de
la autoridad monárquica conseguido por los Reyes Católicos se ha convertido en
un tópico historiográfico del que resulta difícil escapar.
Como consecuencia del proceso de revitalización de los poderes centrales,
los monarcas se convirtieron, en el curso de unas décadas, en los constructores
del llamado «primer Estado moderno» basándose para ello en tres principios
que fundamentaban el sistema y acción política de los monarcas europeos a fines
de la Edad Media: la legitimación religiosa, la paulatina restauración del concepto
de soberam'a y el establecimiento de pactos con los diversos grupos que compo
nían el cuerpo social.
En el caso concreto de los Reyes Católicos, y por lo que respecta a la
restauración del concepto de soberanía y la consecuente concentración del poder
en manos de la Corona, cabe señalar, entre los instrumentos utilizados con este
fin, el despliegue y funcionamiento de instituciones regias de gobierno y adminis
tración (constitución de las casas reales, destinadas a realzar la figura de los
monarcas), el desarrollo de algunas instituciones públicas (madurez del Consejo
Real, especialización en su seno, extensión de su poder administrativo a todo el
territorio de realengo a través de pesquisidores y corregidores...), el ejercicio de
la justicia a diversos niveles (Audiencias, Chancillería, Adelantamientos, Alcaldes
de Corte) así como la potenciación de los medios militares y del ejército real
permanente y la restauración de la Hacienda regia.

1. LADERO QUESADA, Miguel Ángel: «El sistema político en la Monarquía castellana de los
Reyes Católicos: Corona, Nobleza y Ciudades», en Actas del Congreso sobre Hernán Cortés y su
tiempo. V Centenario (1485-1985), Ed. Regional, (s.l., s.a.), vol. II, p. 500
2. Como queda apuntado, la bibliografía sobre el reinado de los Reyes Católicos es muy abun
dante, por lo que preferimos no ofrecer una larga lista que podría resultar tediosa y de escaso interés
por lo conocido de la mayoría de las obras. Para lo que nos interesa ahora, baste recordar la breve
y clara síntesis que sobre el sistema político de estos monarcas realizó Miguel Ángel Ladero, recogi
do en la nota anterior, a quien seguimos en los párrafos siguientes.

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FRANCISCO GARCÍA FITZ y MANUEL ROJAS GABRIEL

La afirmación del poder real durante el reinado de los Reyes parece, pues,
un principio indiscutido y caracterizador de su legado político. Pues bien, nos
hemos propuesto en la presente comunicación analizar la plasmación concreta de
aquel proceso de tan largo alcance a través del estudio de la evolución de una
institución en particular: el sistema de tenencias de las fortalezas que pertenecie
ron al concejo de Sevilla durante la Baja Edad Media.
Desde la llegada al poder de los monarcas, dicho sistema de tenencias, que
a fines de la Edad Media parecía consolidado en sus rasgos esenciales tras más
de dos siglo de existencia, comenzó a experimentar una serie de cambios, lentos
y casi imperceptibles al principio, pero que culminaron con una distorsión
apreciable del modelo original.
El sentido general de estas transformaciones parece claro: la disección deta
llada, a través de la documentación que se conserva en el Archivo Municipal de
Sevilla, de cada uno de los pasos que la política monárquica da a este respecto,
pone de manifiesto una irrefrenable tendencia a controlar las tenencias de los
castillos y fortalezas de la ciudad de Sevilla, por encima de los privilegios y
jurisdicción de la misma.
Hace ya casi cuarenta años, José Cepeda Adán, en una obra que hoy día es
un clásico de la historiografía de los Reyes Católicos \ interpretaba que, en
términos generales, el Estado medieval había dejado fuera de su marco grandes
zonas de la soberanía que pasaron en su momento a manos de individuos o
instituciones que acabaron compartiendo el orden político con él, iniciándose de
este modo un camino en el que en ocasiones resultaba difícil aprehender al Estado
mismo, pues sus funciones llegaron a «derramarse» en esas otras esferas extraes-
tatales; según este autor, el rasgo fundamental de los siglos finales del Medievo
y primeros de la Modernidad consistió en la lucha de los poderes centrales por
la reconquista de esa soberanía perdida.
El objetivo de la presente aportación pretende, precisamente, exponer la
manera en que los Reyes Católicos emprendieron aquella «lucha por la reconquis
ta de esa soberanía perdida» en un ámbito de poder concreto -el municipal- y
respecto a una institución particular -las tenencias de castillos concejiles- para
poner de manifiesto unos modos de actuación regios que acabaron recuperando
para la Monarquía determinadas esferas de poder y colaborando con ello a aspntar
las bases del Estado Moderno.

II. LOS PRECEDENTES.

El sistema que se utilizó en la organización de la tenencia de los castillos


pertenecientes a la jurisdicción del concejo de Sevilla experimentó una constante
evolución entre los siglos XIII y XV, pudiéndose rastrear diversos modelos antes
de la cristalización definitiva del mismo en época de Juan II, siendo el implantado

3. CEPEDA ADÁN, José: En torno al concepto de Estado en los Reyes Católicos. C.S.I.C.,
Madrid, 1955.

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Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos

por este último el llamado a perdurar, en sus líneas básicas, hasta la llegada al
poder de los Reyes Católicos. Fueron estos últimos quienes se encargaron, si no
de derogarlo, al menos de transformarlo por la vía de los hechos y convertirlo
en un modelo que rompía con la tradición medieval que había dejado en manos
del concejo el control sobre las fortalezas de su tierra.
El modelo por el que se rigió la tenencia de los castillos sevillanos tras la
repoblación del alfoz en la segunda mitad del siglo XIII resulta prácticamente
desconocido, si bien puede suponerse que en este momento originario el concejo
de la ciudad era quien nombraba a los alcaides de las fortalezas de su jurisdicción
y financiaba los gastos de salarios, mantenimiento de guamiciones y reparaciones
de las fábricas de los edificios
Este sistema experimentó su primer cambio importante durante el reinado
de Alfonso XI. En el ordenamiento concedido a la ciudad en 1344, y probable
mente como consecuencia de la anarquía urbana de años precedentes, este monar
ca no sólo rebajó de manera considerable el salario de los alcaides para ajustarlos
al nivel de las rentas concejiles, sino que estableció una serie de medidas para
arrebatar al concejo el control del nombramiento de los castellanos de buena parte
de las fortalezas de su jurisdicción. Para ello, entregó las alcaidías de algunos
recintos a vecinos de la villas en las que se encontraban los castillos (entre uno
y cuatro según los casos), de modo que la elección de los alcaides se reservaba
a aquéllos y escapaba de las manos de los oficiales de la ciudad.
No obstante, esta reforma alfonsina no fue radical: en otros castillos, particu
larmente en los situados en la frontera granadina, el concejo de Sevilla siguió
manteniendo todas sus prerrogativas y derechos para nombrar alcaides, bien entre
los vecinos de Sevilla, bien entre los propios oficiales del cabildo. De esta
manera, entre 1344 y comienzos del siglo XV, pueden señalarse dos modelos
distintos de tenencias: aquel que reservaba el nombramiento de alcaides a los
vecinos de las villas, junto a este otro por el que Sevilla mantenía el derecho a
designar a los beneficiarios de las tenencias entre sus propios vecinos y oficiales.
Pero estos dos sistemas siguieron una suerte desigual. Así, mientras que el
primero de los modelos estaba en franca decadencia cincuenta años después de
su establecimiento y se encontraba prácticamente en desuso en la primera década
del siglo XV,el segundo mantema su plena vigencia a mediados de esta centuria,
viéndose además reforzada la tendencia del concejo a monopolizar las alcaidías
de los castillos ya desde la segunda mitad del siglo XIV: en un requerimiento de
los jurados de la ciudad realizado en 1371, se denunciaba que los cargos públicos
municipales guardaban para sí las alcaidías de los castillos, ignorando la costumbre
de repartir a sorteo tales tenencias entre los vecinos de la ciudad que participasen
en la hueste concejil. La respuesta de Enrique II a este requerimiento reforzó la
posición de los oficiales al reglamentar que fuesen éstos quienes nombrasen a

4. Un análisis pormenorizado de la evolución del sistema de tenencias con anterioridad a la


época de los Reyes Católicos puede encontrarse en GARCÍA FITZ, Francisco: «Notas sobre la
tenencia de fortalezas: los castillos del concejo de Sevilla en la Baja Edad Media». Historia. Institu
ciones. Documentos., 1991 (En prensa).

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FRANCISCO GARCÍA FITZ y MANUEL ROJAS GABRIEL

los alcaides, bien entre los responsables concejiles, bien entre los vecinos de la
ciudad, lo que anulaba la antigua práctica del sorteo de cargos entre estos últimos.
Sin embargo, a pesar de su decadencia, el sistema de tenencias por el que
se reservaba a los vecinos de las villas las alcaidías de los castillos no fue derogado
hasta mediados del siglo XV y su existencia, más teórica que práctica, seguía
suponiendo una limitación al poder que sobre las fortalezas de su tierra pretendía
restablecer el concejo hispalense. Por ello, en 1443 los oficiales de Sevilla
obtuvieron de Juan II la aprobación de una nueva reglamentación sobre tenencias
que estaría llamada a perdurar, al menos «de iure», hasta el final de la Edad Media
y que sería la posteriormente modificada, «de facto», por los Reyes Católicos.
Por este nuevo sistema todas las alcaidías de castillos de la jurisdicción de
Sevilla pasaban a manos de oficiales del concejo, de modo que cada alcalde mayor,
alguacil mayor, veinticuatro o fiel ejecutor se encargaría de una tenencia por el
tiempo que el concejo considerase oportuno y con un salario establecido también
por el regimiento. De esta forma, tanto los vecinos de la villas como los vecinos
de la ciudad quedaban definitivamente al margen del sistema y el concejo recuperaba
el pleno control sobre las designaciones de alcaides que habría perdido presumi
blemente en tiempos de Alfonso XI.
A este modelo se opusieron radicalmente durante quince años, al menos,
los jurados sevillanos como representantes de los intereses de los vecinos de la
ciudad frente al concejo, a través de una serie de requerimientos contra el nuevo
sistema y su funcionamiento, denunciando desde alteraciones de orden público
en los pueblos como consecuencia de las arbitrarias actuaciones de los oficiales
de la ciudad en el ejercicio de su nueva función de alcaides de castillos, hasta
la subida injustificada de los salarios de los mismos, pasando por la acusación
de abandono de los edificios o la concesión abusiva de franquezas fiscales y
militares a personas vinculadas a los alcaides atendiendo a presuntos servicios
de vigilancia en los recintos.
Pero la acusación más importante que los jurados realizaron contra el nuevo
sistema de tenencias tenía relación con la interpretación, a su juicio ilegal, que
los oficiales de Sevilla hicieron del privilegio de Juan II: según los jurados de
la ciudad, el rey había establecido que cada oficial se encargase de la alcaidía
de una fortaleza, de modo que los cargos públicos municipales fuesen los únicos
que pudiesen acceder a ese cargo. Dado que el número de castillos era inferior
al de oficiales, debía establecerse un tumo que permitiese que las alcaidías rotasen
entre aquéllos cada año. Si bien es cierto que esta última medida no se recogía
expresamente en la reglamentación real, también lo es que podía servir para
organizar de una manera lógica el nuevo modelo.
Pero la interpretación de los oficiales de Sevilla fue mucho más generosa
para sus propios intereses: si, como decía el documento de 1443, cada regidor
debía encargarse de la alcaidía de una fortaleza y el número de éstas era
notablemente inferior al de aquéllos, entonces cada regidor recibiría un salario
«a nombre de alcaidía», independientemente de que existiese o no un castillo sobre
el que ejercer el cargo. De esta forma, todos los oficiales de la ciudad percibían
su salario de alcaide (6.000 mrs. en el momento de la denuncia -1459-) además

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Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos

del cobrado por el cargo de oficial. Para los bolsillos de los oficiales, el sistema
proporcionaba unos beneficios considerables; para la hacienda concejil, suponía
un verdadero quebranto, puesto que, según los jurados, Sevilla tenía en ese momento
únicamente trece castillos con verdaderas funciones militares, de modo que lo
que la ciudad debería desembolsar serían 78.000 mrs., mientras que al entender
los regidores que las alcaidías se cobraban en función del número de oficiales
y no del de castillos, la suma pagada en concepto de tenencias ascendía a 312.000
mrs. Esta cifra era importante para las arcas municipales, sobre todo si pensamos
que, para la misma fecha, el Obrero Mayor de la ciudad disponía sólo de 200.000
mrs. para atender a todas las obras públicas de la ciudad y su tierra.
A pesar de las denuncias, el sistema acabó consolidándose: el concejo de
Sevilla nombraba alcaide a cada uno de sus oficiales, aunque no siempre pudiera
señalarle la custodia de alguna fortaleza en concreto. En todo caso, con el modelo
establecido por Juan U, el cabildo de Sevilla recobraba de manera absoluta la plena
jurisdicción sobre sus castillos y el completo control en el nombramiento de alcaides
para las mismas. Todavía antes de la llegada al poder de los Reyes Católicos este
modelo debió experimentar algunos cambios dignos de reseñarse, aunque los mismos
no llegasen a afectar a su esencia.
Como se ha indicado, al poner en práctica la regulación de Juan U, los oficiales
del concejo de Sevilla interpretaron que todos los cargos públicos municipales
habrían de disfrutar de un salario en concepto de tenencia de alcaidía de una
fortaleza, al margen de que se le pudiese o no señalar la de algún castillo en
concreto. Este dinero se cobraría amén de otros salarios o derechos cobrados
procedentes del desarrollo de sus oficios concejiles. De hecho, al menos entre
1445 y 1462 el regimiento de Sevilla presentó anualmente al mayordomo de la
ciudad una nómina de tenencias de castillos en las que aparecía el nombre de todos
los alcaides (que era el del conjunto de los oficiales), el cargo que ocupaba en
el concejo, el nombre de la fortaleza de la que poseía la alcaidía y el dinero cobrado
por ese concepto. Tales nóminas de castellanías eran independientes de las de
oficiales que el cabildo debía presentar al mismo mayordomo en la que se
especificaban los salarios de los mismos en función de su cargo

S. A modo de ejemplo, baste citar la nómina de castellanías presentada el 4 de mayo de 1437


y posteriormente, por falta de pago, el 20 de febrero de 1458, donde se detallan los maravedíes que
los regidores del concejo debían cobrar en función dé las tenencias de los castillos. En esta nómina
se relacionan como beneficiarios de estos salarios cinco alcaldes mayores, el alguacil mayor, dos
alcaldes de la tierra, cinco fieles ejecutores, dos jurados y 35 veinticuatros, además de Gonzalo de
Cuadros «el mozo», que lo cobraba directamente por orden real, sin que aparezca en la nómina su
cargo, lo que supone un total de 51 regidores y oficiales. En un principio, los oficiales adjudican a
cada uno de ellos un castillo, pero es dudoso que en muchas de las villas citadas existiese realmente
una fortificación efectiva, llegándose a dar el caso de que en diez ocasiones el nombre del castillo
por cuya tenencia supuestamente se cobra aparece en blanco.
Los castillos cuyas tenencias son citadas explícitamente son: Águila, Alcalá de Guadaira,
Alcalá del Río, Alcantarilla, Alocaz, Aracena, Aroche, Aznalcázar, Aznalcóllar, Bollullos, Las
Cabezas de San Juan, Cala, Castilblanco, Castillo de las Guardas, Cazalla de la Sierra, El Cerro,
Constantina, Coria, Cortegana, Cumbres Mayores, Cumbres de San Bartolomé, Encinasola, Escacena,

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FRANCISCO GARCÍA FITZ y MANUEL ROJAS GABRIEL

Por Otra parte, y entre las mismas fechas, cada vez que el concejo sevillano
reconocía como oficial a un individuo, solía hacer constar en el documento presen
tado al mayordomo como mandamiento de pago de su quitación como tal oficial,
que se le diese una cantidad por la tenencia de un castillo, indicando expresamente
que aquella se la concedía igual que a los otros regidores de la ciudad
Pues bien, esta polémica interpretación, que quizás pueda considerarse como
una deformación del sistema reglamentado por Juan II, parece que dejó de ponerse
en práctica a lo largo de la década de los años sesenta, aunque no por ello cambiase
básicamente el método de nombramientos de alcaides, puesto que el concejo siguió
nombrando libremente a los castellanos entre sus propios oficiales y por el tiempo
que considerase oportuno. Efectivamente, en 1462 aparece por última vez en la
documentación del Mayordomo de Sevilla una nómina de castellanía y con
posterioridad a este fecha no hemos podido constatar su existencia en ningún otro
año, resultando difícil interpretar que tales documentos se hayan perdido. Por el
contrario, la desaparición de este tipo documental permite suponer que, sin que
hallamos encontrado ninguna reglamentación al respecto ni en Actas Capitulares
ni en la documentación real, debió cesar aquella arbitraria interpretación. Esto
explicaría, por ejemplo, que en el año de mayordomazgo de 1465-66 aparezcan
un conjunto de mandamientos reales para que se pague el salario a siete alcaides.

Fregenal, Gerena, Hinojales, Lebrija, Lopera, Paterna, El Fedroso, La Puebla, Puebla del Infante,
Real, Sanlúcar la Mayor, Santa Olalla, Tejada, Torres, Utrera, Villanueva del Camino y Zufre. Como
puede suponerse, a mediados del siglo XV muchos de los castillos citados eran más un recuerdo que
una realidad, y otros no cumplían a esas alturas ninguna función defensiva. Se trataba, por tanto, de
cubrir una formalidad al relacionar los castillos y no la constatación de una tenencia efectiva. De
hecho, la comparación de este listado con otros anteriores o posteriores pondría de manifiesto
ausencias y presencias no explicables si realmente las tenencias tuvieran en todos los casos implica
ciones militares. Si esto fuera así, no se entendería, por ejemplo, la no aparición de castillos con
claras funciones militares, como los de Alanís, Matrera o El Bollo.
La nómina de alcaidías de 1457 se encuentra en A(rchivo) M(unicipal de) S(evilla), Papeles
de Mayordomazgo, 1457-1458.
6. Como ejemplo, valgan algunos casos concretos: el 30 de julio de 1445, el concejo de Sevilla
manda al mayordomo de la ciudad que pague su quitación al duque de Medinasidonia, alcaide mayor
de Sevilla, incluyendo la retenencia de un castillo (cuyo nombre aparece en blanco) «que la dicha
9ibdad le auia dado e dio segund que a los otros alcaldes e regidores della»; el 12 de agosto de 1446
el cabildo de Sevilla mandaba al mayordomo que asentase en la nómina de las retenencias de los
castillos a Ruy Sánchez de Huete con su quitación del castillo de Alanís, «como a cada uno de los
otros XXniI de la dicha ^ibdad»; el 26 del mismo mes y año, el concejo de Sevilla, vista una carta
del rey, reconocía al jurado Antón González como fiel ejecutor con su quitación acostumbrada de
2.000 nm., más 4.000 de retencia de un castillo (no especificado), «segund son librados este dicho
anno a cada uno de los otros dichos 9Ínco fieles de la dicha 9ibdad»; el mismo día, Sevilla recibía
como veinticuatro a Rodrigó Ruiz de Cuadros con 3.000 mrs. de quitación y 4.000 por la retenencia
de un castillo (no especificado) «como cada uno de nos los dichos ofi9Íales»; el 9 de septiembre del
mismo año el concejo de Sevilla indicaba al mayordomo que, por cuanto García Tello, alcalde de
la tierra, había sido recibido al dicho oficio por el cabildo y tenía voto como cualquier otro regidor
en el concejo, debía tener una alcaidía, por lo que se le concedía la del castillo de Tejada con un
salario de 4.000 mrs. Todas las referencias proceden de A.M.S., Papeles de Mayordomazgo, caja 44.

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Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos

frente a lo que había ocurrido hasta unos años antes, en los que se había llegado
a pagar a más de cincuenta
Por otra parte, también en contraposición a lo sucedido en los años compren
didos entre 1443 y 1462, en las cartas de concesiones o traspasos de oficios conce
jiles deja de hacerse referencia sistemática a la alcaidía y tenencia anexa al oficio.
Así, por ejemplo, en ninguna concesión de veinticuatría de los años 1466-67 apa
recen alcaidías como oficios anexos a aquéllos, al menos explícitamente. No obstante
lo afirmado, debe hacerse notar que en años posteriores, incluso ya en el reinado
de los Reyes Católicos, algunos documentos de traspasos o concesiones de cargos
municipales siguen afirmando que aquellos oficios incluyen «la quitación e salarios
e alcaydía e tenen9Ía e otros ofi9Íos a la dicha veynte e quatría pertenescientes»
si bien la aparición de estas fórmulas es excepcional y en el conjunto de documentos
sobre traspasos o concesiones de veinticuatrías apenas tienen significación, en
contra de lo que ocurria en los tipos documentales idénticos a éstos de los años
centrales del siglo XV.
Así pues, puede señalarse que en el momento de la llegada al poder de los
Reyes Católicos había desaparecido en el seno de concejo hispalense la práctica
de nombrar alcaides de fortalezas a todo aquel que ocupase un cargo público
municipal, quedando reducido el número de alcaidías a menos de una decena en
el mejor de los casos. No obstante el sistema seguía incólume: el concejo controlaba
absolutamente el nombramiento de los castellanos de las fortalezas de su
jurisdicción, y no hemos podido constatar la intervención de la Corona en este
terreno con anterioridad a la entronización de los monarcas.

III. LA INTERVENCIÓN DE LOS REYES CATÓLICOS.

Las primeras interferencias que los Reyes Católicos realizaron sobre el


sistema de tenencias de los castillos sevillanos fueron consecuencia directa de la
política de pacificación de bandos nobiliarios llevada a cabo por los monarcas
a partir de 1477.

7. Todos los mandamientos de pago citados tienen fecha de 27 de mayo de 1466 y se refieren
a las siguientes personas y fortalezas: Jorge de Medina, alcaide del castillo de Aracena; Gonzalo de
Cuadros, del de Aroche; Sancho Mexía, por Santa Olalla; Cristóbal de Moscoso, por Alanís; Pedro
de Pineda, por Constantina; Mendoza (sic), por Cortegana; y Femando de Medina el Mozo, por Lxbrija.
AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1460-65, caja 53.
8. Así, por ejemplo, en la carta de traspaso de una veinticuatría a Femando de Esquivel por parte
de su padre, fechada en 1464, se indicaba que la cesión se hacía «con la quitav'ión c salario c alcay
día e tenen9Ía e otros ofi9Íos a la dicha veynte e quatría pertenescientes». AMS, Papeles de Mayordo
mazgo, 1460-1465, caja 53.
La misma fórmula se repite en otros documentos similares fechados entre 1476 y 1501.
Pueden encontrarse en: Tumbo de los Reyes Católicos, I, 1, 107; ídem, I, I, 140; ídem, 111, II, 128;
ídem, III, II, 352; ídem, IV, III, 279; ídem, V, III, 444; ídem, IV, 125, fols. 215r-216v; ídem, IV,
237, fols. 366v-367r.; ídem,IV, 225, fols. 353r-354r.; ídem, IV, 289, fols. 450r.-451v.; ídem, V, 239,
fol. 172r-v.; ídem, VI, 126, fol. 133r-v.

[7] 743
FRANCISCO GARCÍA FTTZ y MANUEL ROJAS GABRIEL

El enfrentamiento entre Enrique de Guzmán, duque de Medinasidonia, y


Rodrigo Ponce de León, marqués de Cádiz, sobre todo a partir de 1471, tuvo
repercusiones directas sobre la situación de los castillos sevillanos, puesto que
algunas de estas fortalezas fueron tomadas como puntos fuertes por los bandos,
quedando durante algún tiempo al margen del control que sobre ellas debía
ejercer el concejo de Sevilla, institución que por otra parte también quedó media
tizada por las banderías. Así, mientras que el duque dominaba los sistemas defen
sivos de la propia capital -el alcázar de Sevilla, la puerta de Jerez y el castillo
de Triana- y las fortalezas de Fregenal, Aroche, Villanueva del Camino, Monte-
gil, Alcantarilla y Lebrija, el marqués de Cádiz ocupaba en el año antes citado
los castillos de Alcalá de Guadaira y Constantina, al tiempo que Fernán Arias
de Saavedra hacía lo mismo con el de Utrera.
Aunque estos enfrentamientos banderizos concluyeron, al menos formalmente,
en mayo de 1474 gracias a los conocidos pactos de Marchenilla, cada facción
mantuvo el dominio sobre las fortalezas del concejo que habían ocupado en los
años de guerra. Así lo pone de manifiesto un acuerdo capitular del concejo de
Sevilla fechado en mayo de 1474'en el que se decidió que, puesto que el marqués
de Cádiz tenía las fortalezas de Alcalá de Guadaira y Constantina y el duque de
Medinasidonia los castillos de Fregenal y Lebrija, se tomase a los dos pleito-
homenaje a fin de que se normalizase, al menos jurídicamente, la irregular situación.
Con este gesto, el cabildo sevillano no hacía sino reconocer su impotencia para
mantener de hecho el control sobre sus castillos y legalizar la pérdida de gobiemo
sobre sus recintos cástrales más importantes
El viaje regio por Andalucía de los años 1477-78 constituyó el punto de infle
xión de la caótica situación en que vivía la región. El profesor Ladero Quesada"
demostró en su momento que las grandes líneas políticas de los Reyes Católicos
en aquellos meses fueron similares en todos los sitios: de un lado, devolución a
los concejos de los castillos -en algún caso derribo- y de las tierras usurpadas
por los nobles; de otro, el nombramiento de personas fieles que controlasen la
vida lu-bana y el alejamiento de los grandes nobles de las ciudades.

9. AMS, Actas Capitulares, 1474, mayo, fols. 38-39.


10. El juramento realizado por Rodrigo Ponce de León por la fortaleza-de Alcalá de Guadaira se
encuentra en AHN,Sección Osuna, leg. 1635, n° 3'^ y fue realizado el 20 de mayo de 1474 ante
Pedro de Mendoza, hijo del conde de Tendilla, don Pedro Núñez de Guzmán, procurador mayor de
la ciudad y Juan de Monsalve, veinticuatro, y por él don Rodrigo Ponce se comprometía a tener la
fortaleza en nombre de la ciudad, con todas las obligaciones de diverso tipo que ello conllevaba
(acudir a los llamamientos de la ciudad, cumplir y hacer cumplir sus cartas y mandamientos, no hacer
ni consentir hacer a daño y mal tanto a personas de la villa y fortaleza como de la propia Sevilla,
desembargar las rentas y propios que la ciudad tenía en la villa y que el marqués había tomado...)
a cambio de que ella le reconociese como alcaide del castillo en los mismos términos y condiciones
que lo eran otros regidores de Sevilla que tenían bajo su cargo la tenencia de una fortaleza «porque
no pares^iese que en otra manera contra la voluntad de la dicha ^ibdad él tenía la dicha fortaleza».
11. LADERO QUESADA, Miguel Angel: Andalucía en el siglo XV. Estudios de Historia Política.
CSIC, Madrid, 1973, pp. 144 y ss.

744 [8]
Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos

Esta acción política permitió a la autoridad monárquica recuperar instrumentos


de gobierno fundamentales, hasta el punto de que se ha llegado a considerar que
el viaje de 1477 significó el comienzo de una nueva época, la estabilización del
régimen político y el reconocimiento de ciertas reglas de acción y equilibrio por
todas las partes que intervenían en él: los reyes, bien afianzados en el terreno,
fueron capaces de convencer a la alta nobleza acerca del cese de la anarquía, al
tiempo que procedieron al control estrecho de la vida concejil, quitándoles toda
autonomía que permitiera, en el futuro, la vuelta a situaciones pasadas
Desde luego, la política concreta emprendida por los Reyes respecto a la
tenencia de castillos concejiles son un claro exponente del afianzamiento del poder
monárquico frente a la jurisdicción y autonomía de la ciudad, si bien debe subrayarse
que esta acción política no fue radical desde el principio. Por el contrario, la
intervención regia en el sistema puede considerarse, desde cierto punto de vista,
excepcional, puesto que fue la consecuencia directa de la anarquía nobiliaria y
pacificación posterior. Para encontrar una interferencia directa y sistemática, que
aniquilase de hecho cualquier rastro de los derechos ejercidos por el concejo sobre
el nombramiento de alcaides de las fortalezas de su tierra y dejase plenamente
en manos de la Corona esta parcela de poder, habnan de esperarse aún veinte años,
en el curso de los cuales los reyes fueron «cercando», hasta la asfixia, los privilegios
que Sevilla tenía sobre su designación.
Como se ha dicho, la primera intervención de la Corona en el modelo de
tenencia sevillano fue consecuencia directa de la pacificación del país: los reyes
instaron a la alta nobleza la devolución al concejo de los castillos y fortalezas
usurpados durante los años de banderías, para imponer, acto seguido, alcaides fieles
a la monarquía, aunque esta actuación quebrantase los privilegios concejiles: Jerez
de la Frontera, Córdoba, Carmona, Écija y Baeza conocieron la misma política
real. Sevilla no fue una excepción.
Las capitulaciones firmadas en noviembre de 1477 entre los Reyes y Rodrigo
Ponce de León para la entrega de las fortalezas de Alcalá de Guadaira y Constantina
pueden servir de ejemplo para comprender el carácter de esta actuación real
en ellas se contemplaba, en primer lugar, la entrega, por parte del marqués de
Cádiz, de los castillos citados a dos personas de su confianza, quienes los tendrían
en tercería durante 60 días, con la condición de que si durante este tiempo el duque
de Medinasidonia no cediera a su vez las fortalezas de Lebrija y Alcantarilla, y
el mariscal Fernán Arias de Saavedra la de Utrera (todas ellas fortalezas pertene
cientes a la jurisdicción de la ciudad de Sevilla y que estaban en poder de los nobles
que habían participado en las guerras banderizas), los alcaides terceros devolverían
Alcalá y Constantina a don Rodrigo Ponce de León.
Lo mismo ocurriría (devolución de los castillos al marqués por parte de los
alcaides en tercería) si los Reyes no entregaban las fortalezas controladas por el
duque de Medinasidonia y Femán Arias de Saavedra (Utrera, Fregenal, Aroche,
Lebrija y Alcantarilla) a criados suyos que, ni debían ser naturales de Sevilla o

12. Ibídem, pp. 147-148.


13. El documento tiene fecha de 2 de noviembre de 1477. AHN,Sección Osuna, leg. 118, n° 22.

[9] 745
FRANCISCO GARCÍA FITZ y MANUEL ROJAS GABRIEL

Jerez, ni debían haber vivido nunca en ellas, los cuales tendrían las fortalezas como
alcaides. Además se recogía que, en aquellas fortalezas de Sevilla que no se habían
visto implicadas directamente en los enffentamientos banderizos, fueran sustituidos
sus alcaides por otros veinticuatros de Sevilla, quienes deberían hacer pleito-
homenaje por ellas al rey y a la ciudad.
Una vez cumplidas todas las condiciones en el plazo citado de dos meses,
los alcaides que tenían las fortalezas de Alcalá de Guadaira y Constantina en
tercería (Femando de Villafañe y Lope Ponce de León) estarían obligados a
entregar los castillos a sus altezas, aunque se establecía que, si en algún momento
los reyes devolvían al duque de Medinasidonia o al Mariscal las fortalezas que
habían usurpado a la ciudad (Lebrija y Utrera), el marqués de Cádiz recuperaría
la de Alcalá de Guadaira
Como puede apreciarse, las capitulaciones de paz suponían un verdadero
quebranto para la jurisdicción sevillana, pues la ciudad perdía la capacidad de
designar castellanos en sus fortalezas más importantes: los castillos de Utrera,
Fregenal, Aroche, Lebrija, Alcantarilla, Villanueva y Montegil habrían de quedar
en manos de criados de los reyes que no fuesen naturales de la ciudad ni hubiesen
vivido nunca en ella; los de Alcalá de Guadaira y Constantina permanecerían en
manos del marqués de Cádiz (bajo el poder de hombres de su confianza) durante
dos meses para pasar posteriormente a ser gobernados por personas designadas
por la Corona; únicamente las fortalezas no comprometidas en las luchas quedarían
bajo el control del concejo, que procedería a nombrar alcaides nuevos entre sus
veinticuatros, quienes prestarían pleito-homenaje tanto a Sevilla como a sus altezas.
Si se hubiese llevado a la práctica la literalidad de estos acuerdos, el concejo
de Sevilla hubiese quedado sin la posibilidad de nombrar los alcaides de más de
la mitad de los castillos que quedaban en pie a fines del siglo XV, pues el número
de fortalezas que aparecen en la documentación municipal entre 1466 y 1480 no
supera los diecisiete (Alcalá de Guadaira, Constantina, Lebrija, Utrera, Fregenal,
Aroche, Alcantarilla, Cortegana, Villanueva del Camino, Alocaz, El Águila,
Montegil, Encinasola, Matrera, Santa Olalla, Alanís y Cumbres Mayores) y son
nueve los afectados más gravemente por las cláusulas de los acuerdos de paz.
Sin embargo, no parece que las capitulaciones firmadas (al menos las
establecidas con el marqués de Cádiz) se cumpliesen completamente, puesto que
los reyes respetaron algunos privilegios sevillanos. Entre ellos, por el ejemplo,
el que establecía que los alcaides de los castillos de su tierra habían de ser
veinticuatros de Sevilla, aunque los monarcas tomaran la precaución de que fuesen

14. El documento también recoge un conjunto de compensaciones económicas a los nobles en concepto
de reparaciones realizadas en las fortalezas, así como el establecimiento de un sistema por el que cualquier
concesión económica hecha a una parte se haría extensible a las demás. Capitulaciones similares debieron
establecerse entre los reyes y el duque de Medinasidonia, pues según Ortiz de Zúñiga el 25 de febrero
de 1478 el duque entregó el castillo de Fregenal a Juan de Torres, el de l^ebrija a Femando de Abreu,
el de Villanueva del Río a Melchor Maldonado, el de Aroche a Juan de Monsalve y el de Montegil
a Pedro Manuel,quienes se comprometieron con él a devolvérselos si al cabo de seis meses el marqués
de Cádiz no hubiese entregado el alcázar de Jerez, Constantina y Alcalá(ORTIZ DE ZÚÑIGA,Diego:
Anales... de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla, tomo III, año 1478, 1, pp. 94-95).

746 [10]
Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos

al mismo tiempo estrechos colaboradores suyos. Así, de los castellanos nombrados


en 1478 puede indicarse que Melchor Maldonado, el nuevo alcaide de Villanueva
del Camino, era veinticuatro de la ciudad y había sido vasallo de Enrique IV, criado
de la reina Isabel y ahora -1478- contino de los Reyes Católicos Juan de Torres,
nombrado por los monarcas alcaide de la fortaleza de Fregenal y posteriormente
de Constantina, era también veinticuatro de la ciudad y maestresala de los reyes
Diego López de Haro, el nuevo alcaide de Alcalá de Guadaira, veinticuatro, era
llamado por los reyes «caballero de mi casa» Juan de Monsalve, recién designado
alcaide de Aroche, era veinticuatro y maestresala de los monarcas'®; Luis de Tovar,
encargado por los reyes del castillo de Lebrija, era veinticuatro y miembro del
Consejo Real Como puede comprobarse, se han citado únicamente ejemplos
de aquellas fortalezas de cuya tenencia se decía explícitamente que debían quedar
en manos de personas que no fuesen naturales de Sevilla ni hubiesen vivido nunca
en ellas, lo que demuestra claramente que las capitulaciones no se cumplieron
en todos sus términos. Esta política, por tanto, redundó en beneficio de la propia
ciudad, cuyos derechos y privilegios se respetaron parcialmente. Sólo en un caso,
el de Gómez Méndez de Sotomayor, nuevo alcaide de Utrera, no tenemos constancia
de su vinculación con el concejo de la ciudad
Pero si este aspecto del régimen de tenencias no cambió, sí está claro que
la Corona nombró directamente a los alcaides de las fortalezas implicadas en los
sucesos banderizos, aunque cabe suponer que en el resto de los castillos fuese
la ciudad la que mantuviese la elección y nombramiento de castellanos, al menos
de manera formal. Por ello quizás pueda hablarse de una dualidad, si no de sistemas
de tenencias, sí del comportamiento monárquico: mientras que la designación de
los alcaides de los castillos que intervinieron de una u otra forma en los enfrenta-
mientos nobiliarios y que incluso habían sido arrebatados a la ciudad, quedaron
absolutamente bajo la autoridad regia, el nombramiento de castellanos del resto
de las fortificaciones permanecieron, al menos jurídicamente, en manos del concejo,
si bien en la práctica, los monarcas intervinieron también en estas designaciones.
Unos ejemplos pueden aclarar el carácter de estas intervenciones reales: la
torre de Alcantarilla, que había sido tomada por los partidarios del duque de
Medinasidonia y pertenecía a la jurisdicción de Sevilla fue mandada derribar por
la Reina en febrero de 1474, sin que el concejo participase en modo alguno en
esta decisión, salvo por el hecho de que era la propia ciudad la que debía encargarse
de derrocarla^'.

15. Tumbo de los Reyes Católicos, II, I, 315.


16. AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1477-78, caja 59; AMS, Tumbo de los Reyes Católicos,
n, I, 277, 331 y 332; Archivo General de Simancas, Registro General del Sello, II, 1057, citado por
Paulina RUFO YSERN: Andalucía a través de! Registro General del Sello, doc. n° 1533. Tesis de
Licenciatura (inédita).
17. Tumbo de los Reyes Católicos, II, I, 333 y III, II, 4.
18. AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1477-78, caja 59 y 1478, caja 60.
19. RGS, II, 341, fol. 42/Paulina Rufo Ysem, Op. Cit., 1216.
20. AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1478, caja 60.
21. Tumbo de los Reyes Católicos, II, I, 225.

[11] 747
FRANCISCO GARCÍA FITZ y MANUEL ROJAS GABRIEL

En septiembre de 1478, el rey concedió la alcaidía de la fortaleza de Constan-


tina, una de las envueltas en la guerra entre el duque de Medinasidonia y el marqués
de Cádiz, a un hombre de su absoluta confianza, como lo era Juan de Torres, su
maestresala y veinticuatro de Sevilla, persona que ya había tenido la misma respon
sabilidad en Fregenal^. En este nombramiento, los monarcas ignoraron por completo
cualquier tipo de derecho, costumbre o privilegio que la ciudad pudiera aducir:
los reyes se dirigieron directamente al concejo de la villa de Constantina, que
pertenecía a la jurisdicción de Sevilla, para ordenarle que prestase al alcaide todo
el favor y ayuda que necesitase, indicando expresamente que «nos mandamos dar
e dimos cargo de la tenenfia de la fortaleza desa dicha villa a lohán de Torres,
nuestro maestresala, para que la tenga por nos para nuestro servicio», obviando
por tanto cualquier referencia a la jurisdicción sevillana. Ante la resistencia del
cabildo hispalense, que se había negado a asentar dicha tenencia y a pagar el salario
correspondiente, en diciembre del mismo año la Reina se dirigió al concejo
exhortándole a ello y ordenándoles además que diesen mandamiento a la villa
de Constantina para que reconociesen al alcaide, pues según parece se había negado
a hacerlo hasta consultar a Sevilla. En 1488, a la muerte de Juan de Torres, los
reyes hicieron merced de la misma alcaidía al hijo de aquél, Francisco de Torres,
obligando a Sevilla otra vez a pagar la tenencia
Otro ejemplo similar al anterior es el del nombramiento, en diciembre de 1478,
del alcaide de la fortaleza de Alcalá de Guadaira^, por el cual la Reina mandaba,
sin itingün tipo de consideración jurídica hacia el concejo, que se pagase a Diego
López de Haro el salario correspondiente, puesto que los monarcas habían proveído
en él la tenencia del castillo «para que la tenga por nos e como veynte e quatro
desa 9ibdad quanto mi voluntad fuere». Aunque en este caso los monarcas habían
mandado al nuevo alcaide «que fisiese pleyto omenaje a esa gibdad por la dicha
fortalesa», esta afumación venía matizada por el hecho de que a López de Haro
se le ordenase al mismo tiempo que aquel pleito homenaje debía hacerlo «guardando
e cunpliendo el pleito omenaje que a mí -la Reina- fiso por ella» y por la
afirmación de que la tenencia «la tenga por mí -la Reina- e como veynte e quatro
de su 9ibdad quanto mi voluntad fuere». Por si hubiera alguna duda, al año siguiente,
y ante el impago por parte de la ciudad, los reyes reiteraron su mandato expresando
que Diego López de Haro tenía la fortaleza «por nos e en nuestro nombre», haciendo
otra vez caso omiso a los derechos y jurisdicción de Sevilla
Tan ajena estaba la ciudad al control de su castillo de Alcalá, que cuando
en 1488 los Reyes Católicos dispusieron un intercambio de alcaides entre la citada
fortaleza y la de Lebrija^, los dos castellanos levantaron acta ante escribano público

22. Tumbo de los Reyes Católicos, II, I, 331.


23. Tumbo de los Reyes Católicos, II, I, 332.
24. Tumbo de los Reyes Católicos, IV, III, 244.
25. Tumbo de los Reyes Católicos, II, I, 333
26. Tumbo de los Reyes Católicos, III, II, 28.
27. AMS,Papeles de Mayordomazgo, 1487-88, caja 69 y Tumbo de los Reyes Católicos, IV, III,
211,212,215, 223, 224 y 231.

748 [12]
Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos

de la respectiva entrega, sin que el concejo de la ciudad se personase en aquel


acto y sólo «a posteriori» fue informado del hecho y ello a efectos del pago de
los salarios de los alcaides
Todavía más: la alcaidía de la fortaleza de Lebrija fue concedida por los reyes
a Luis de Tovar en 1478^ para que la tuviese «como veynte e quatro desa dicha
gibdad» si bien la anterior afirmación no le impidió a los monarcas designar
sucesor de aquél a Diego de Arriaga en febrero de 1483 cinco años después
de la pacificación de los bandos, ordenando al concejo que se le pagase la tenencia
completa, a lo que se había negado la ciudad hasta ese momento aduciendo que
el citado no había prestado pleito-homenaje a Sevilla. Ante este caso de ruptura
flagrante de los usos y costumbres hispalenses, el rey no dudó en contestar que
Arriaga tem'a la fortaleza «por mi mandado, fasta que provea a veynte e quatro
desa dicha gibdad», por lo que no consideraba necesario la prestación de pleito-
homenaje alguno.
En 1485, los Reyes volvieron a designar a un nuevo alcaide en la citada
fortaleza Alfonso Carrillo de Acuña, e insistieron otra vez en que tendna el
castillo «por nos e en nuestro nombre», sin citar siquiera al concejo de la ciudad
en la concesión de la merced al interesado, aunque no dejasen de reconocer al
mismo tiempo que el castillo de Lebrija era «desa dicha gibdad de Sevilla» (esto
es, que pertenecía a la jurisdicción urbana) en el mandamiento hecho al concejo
para que pagase el salario correspondiente La resolución del conflicto surgido
entre el concejo de Sevilla y el recién nombrado alcaide como consecuencia de
esta designación es toda una representación de la firmeza monárquica a la hora
de imponer sus propias convicciones e intereses frente a los derechos, privilegios
y jurisdicción del concejo: en mayo de 1485^, dos meses después del nombramiento
de Carrillo de Acuña como alcaide del castillo de Lebrija, los reyes se veían
obligados a reiterar al concejo su mandamiento para que se librase el salario
correspondiente al citado alcaide. Según había denunciado éste, la ciudad se había
negado a hacerlo efectivo por dos razones fundamentales: de un lado, porque antes
de ser reconocido por el concejo debía prestarle a éste pleito homenaje por la
fortaleza; de otro, porque para poder disfhitar de ella debía de ser veinticuatro
de Sevilla. Alfonso Carrillo de Acuña ni había prestado juramento ni era oficial
del concejo Pues bien, a pesar de esto, los Reyes resolvieron concederle la

28. AMS,Papeles de Mayordomazgo, 1487-88, caja 69. La fe pública del escribano de Alcalá de
Guadaira tiene fecha de 17 de abril de 1488, mientras que la de Lebrija es del 30 del mismo mes.
29. ROS, II. 341 (fol. 42)/Paulina Rufo Ysem, Op. Cit., 1216
30. Tumbo de los Reyes Católicos, III, 11, 54.
31. Tumbo de los Reyes Católicos, III, n, 201.
32. Tumbo de los Reyes Católicos, IV, III, 8.
33. Tumbo de los Reyes Católicos, IV, III, 8 y 9.
34. Tumbo de los Reyes Católicos, IV, ni, 16.
35. De hecho, los Reyes no concedieron una veinticuatría de Sevilla a Alfonso Carrillo hasta el
mes de agosto de 1491, seis años después de su designación como alcaide de Lebrija y tres desde
su nombramiento como alcaide de la fortaleza de Alcalá de Guadaira. Tumbo de los Reyes Católicos,
V, III, 444.

[13] 749
FRANCISCO GARCÍA FITZ y MANUEL ROJAS GABRIEL

tenencia porque «al tienpo que yo mandé entregar la dicha fortaleza al dicho Alfonso
Carrillo, me físo pleito omenaje por ella, e segund aquello no es menester que
la faga a la dicha gibdad», ignorando en su respuesta cualquier mención al hecho
de que el nombrado no fuese veinticuatro.
Desde luego, los monarcas debían ser conscientes de que su actuación dañaba
los derechos del concejo cuando al final del documento se sentían comprometidos
a señalar que era su merced «e mando que por esto non se entiende ser quebrantados
vuestros privillegios e buenos usos e costunbres que ^erca desto teneys, mas que
aquellos queden en su fiierga e vigor». Como se recordará, los Reyes habían actuado
de la misma forma dos años antes cuando obligaron al concejo de Sevilla a pagarle
la tenencia del castillo de Lebrija a Diego de Arriaga, quien tampoco era oficial
de la ciudad, sólo que entonces los propios monarcas habían reconocido la
provisionalidad de esta medida hasta que se nombrase para el cargo a un veinticuatro
de la ciudad. Por el contrario, ahora no se aludía a la interinidad de la situación,
sino que se tomaba por una solución definitiva; el pleito homenaje prestado ante
el rey se hacía equivalente, a los efectos de la tenencia de una fortaleza que
pertenecía de pleno derecho a la jurisdicción concejil (con todo lo que desde el
punto de visto jurídico ello podía significar de menoscabo para la soberanía urbana)
al prestado a la ciudad y, por primera vez desde 1443, una persona ajena al gobiemo
hispalense se hacía cargo de una fortaleza de la misma.
El mismo tipo de actuación lo vemos repetido en las designaciones de
alcaides para las fortalezas de Aroche y Fregenal, pero no creemos necesario
insistir en ello.
Como queda claro, la intervención de los monarcas en el nombramiento de
alcaides de castillos de la jurisdicción sevillana distorsionaba parcialmente el
sistema de tenencias medieval, es decir, aquél por el que la ciudad controlaba el
sistema defensivo de su tierra a través de la designación de alcaides entre sus
propios oficiales.
Pero los Reyes Católicos, en su política intervencionista respecto a la
administración de los castillos de Sevilla, hicieron sentir su influencia a través
de otras medidas. Y es que no sólo eligieron a los alcaides de las fortalezas, sino
que también regularon el volumen de las soldadas cobradas por los mismos.
Como se recordará, la regulación de las tenencias hechas por Juan II en 1443
dejaba en manos del concejo el establecimiento de los salarios de los castellanos
de sus fortalezas y así lo había hecho la ciudad desde entonces. Por el contra
rio, a partir de 1477 y en algunos castillos cuyos alcaides fueron designados
directamente por la Corona, las soldadas cobradas por aquéllos fueron estipuladas
por los reyes en una cuantía absolutamente desorbitada si se compara con las
percibidas por los castellanos de esas mismas fortalezas con anterioridad a esta
fecha o con las recibidas por los del resto de los castillos de Sevilla.
En una de las últimas nóminas de castellanías que se conservan, de julio de
1461 el salario convenido por el concejo de Sevilla para cada uno de sus oficiales

36. AMS, Sección I*. carp. 5, doc. n° 11.


37. AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1460-61, caja 53.

750 [14]
Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos

en razón del cargo de alcaidía era de 6.000 mrs. Cinco años después los manda
mientos de pago a castellanos elevaban el salario de cada uno de ellos a 10.000
mrs^^ En 1474, en plenas discordias banderizas, la documentación sigue señalando
la misma cuantía para algunas alcaidías
Esta realidad variará parcialmente a partir de 1477. Ya en junio de 1478 el
rey autorizaba a Sevilla para que recaudase con carácter extraordinario los 50.000
mrs. que había de pagar a Juan de Torres por la tenencia del castillo de Fregenal"*®.
Durante algtín tiempo el caso anterior constituyó una excepción, puesto que hasta
mediados del año siguiente los Reyes, siempre que ordenaban al concejo el pago
de una tenencia, indicaban que se abonase lo acostumbrado: en octubre de 1478,
al hacer cargo de la tenencia de Cortegana a Melchor Maldonado, indicaban al
concejo que «le fagays dar lo que al dicho Pedro de Almonte -el anterior alcaide-
dávades»'*'; cuando dos meses después la Reina ordenaba a Sevilla que pagase
la alcaidía de la fortaleza de Alcalá de Guadaira a Diego López de Haro, señalaba
únicamente que se le diese «lo que razonable fuere» la concesión de la tenencia
de Encinasola a Juan Martínez Tinoco recogía el mandamiento a Sevilla para que
«le deys la tenengia de ella con la paga acostumbrada que soleys dar a las otras
fortalezas desa ^ibdad»
Pero a partir de julio de 1479 los reyes comenzaron a exigir al concejo el
pago de unas soldadas cuyas cuantías se salían de la norma habitual. En esta fecha
volvieron a ordenar a Sevilla que pagase 50.000 mrs. a Juan de Torres por la
tenencia de Constantina que, al parecer, no se había satisfecho""; un día después,
al tiempo que agradecían al concejo la buena forma en que había asentado la
tenencia de Alcalá de Guadaira, entregada por los monarcas a Diego López,
mandaban que, para que el castillo estuviese a buen recaudo, la ciudad debía pagarle
«alguna cuantía de maravedíes más de la costa que en ella se fase» cuantía que
acabaría concretándose en 150.000 mrs. en agosto de este año"*^; a fines de julio,
en cumplimiento de las órdenes reales, Sevilla mandaba a su mayordomo que pagase
a Luis de Tovar, alcaide de Lebrija, 100.000 mrs. por su tenencia"*'.

38. En un conjunto de mandamientos del mayordomo, fechados a 27 de mayo de 1466, se consig


naba esta cantidad para los siguientes alcaides: Jorge de Medina, de Aracena; Gonzalo de Cuadros,
de Aroche; Sancho Mexía, de Santa Olalla; Cristóbal de Moscoso, de Alanís; Pedro de Pineda, de
Constantina; Mendoza, de Cortegana; Femando de Medina el mozo, de Lxbrija. AMS, Papeles de
Mayordomazgo, 1460-65, caja 53.
39. AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1474. En la nómina de oñciales de este año se recogen
10.000 mrs. como salario de las alcaidías de Aroche y Santa Olalla. En los documentos de los años
siguientes, al menos hasta 1476, las cifras apenas experimentan cambios.
40. Tumbo de los Reyes Católicos, U, I, 277.
41. Tumbo de los Reyes Católicos, II, I, 311.
42. Tumbo de los Reyes Católicos, II, I, 333.
43. Tumbo de los Reyes Católicos, II, 1, 345.
44. Tumbo de los Reyes Católicos, n, I, 377.
45. Tumbo de los Reyes Católicos, n, 1, 379.
46. AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1479, caja 61.
47. AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1479, caja 61.

[15] 751
FRANCISCO GARCÍA FITZ y MANUEL ROJAS GABRIEL

Como puede suponerse, el volumen de las soldadas representaba un duro


golpe para la hacienda concejil, que durante algún tiempo se resistió al pago de
las mismas, quizás no tanto por oponerse a las órdenes reales cuanto por falta
de liquidez: en febrero de 1480 los Reyes Católicos reclamaban al concejo el pago
del salario del alcaide de Alcalá de Guadaira, que aún no se había abonado; en
abril debían repetir el mandato y en mayo reiteraban las órdenes, ahora referidas
tanto a los 150.000 mrs. de la tenencia de Alcalá como a los 100.000 de la de
Lebrija. Sólo a partir de octubre de 1480 el mayordomo pagaba las tenencias de
Alcalá, Lebrija y Constantina, las tres fortalezas afectadas por la brutal subida
de salarios de sus alcaides
Esta situación, un tanto caótica, en el pago de los salarios obligó al concejo
de Sevilla a regular las cuantías de las tenencias de aquellos castillos cuyas soldadas
de alcaides hubiesen respetado los reyes. Para ello, en noviembre de 1480'" se
reunieron el asistente de la ciudad, algunos veinticuatros y el tesorero Luis de
Medina para fíjar la cuantía de algunas tenencias y acabar con un cierto estado
de indeterminación que existía desde años antes. Esta regulación afectó exclu
sivamente a los castillos de la Sierra Norte sevillana y a los de la frontera de
Portugal (Alam's, Cortegana, Fregenal, Constantina, Encinasola y Aroche), si bien
las tenencias pagadas este año por otras alcaidías de castillos cercanos a la frontera
granadina, tales como El Águila y Alocaz, y no contemplados expresamente en
este acuerdo, fueron similares a las primeras Alcalá y Lebrija siguieron mante
niendo, por tanto, un volumen de tenencia muy superior al resto mientras que,
al menos provisionalmente, la tenencia de Constantina se rebajaba sustancialmente^'.
De esta forma, desde mediados de 1478 y hasta finales de la Edad Media,
se confíguraron dos grupos de tenencias atendiendo a la cuantía de los salarios
de sus alcaides: aquéllas, reguladas por el concejo (todas las de la Sierra Norte
y la frontera con Portugal -con la excepción de Constantina- y las de El Águila
y Alocaz), cuyas-cuantías oscilaban entre los 6.000 y los 12.000 mrs., en
consonancia con los niveles anteriores, y las determinadas directamente por los
reyes (Alcalá de Guadaira, Lebrija y Constantina), tasadas entre los 50.000 y los
150.000 mrs.

48. Tumbo de los Reyes Católicos, HI, II, 28, 46 y 54; AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1480,
caja 63.
49. AMS,Papeles de Mayordomazgo, 1480, caja 63.
50. AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1480, caja 63. Las tenencias estipuladas en el acuerdo
fueron las siguientes:
Alanís 6.000 mrs.
Cortegana 8.000 mrs.
Fregenal 8.000 ñus.
Constantina 10.000 mrs.
Encinasola 10.000 mrs.
Aroche 12.000 mrs.
En 1481 la cuantía de las tenencias de El Águila y Alocaz fiie de 6.000 mrs.(AMS, Papeles
de Mayordomazgo, 1481-82, caja 64).
51. En 1484 los reyes volvieron a elevar esta tenencia a 40.000 mrs. Tumbo de los Reyes Católi
cos, ni, n, 364.

752 [16]
Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos

Sólo a finales del siglo XV se atenuaron estas diferencias, cuando el concejo


de Sevilla, en 1491, suplicó a Sus Altezas «abaxar las thenengias de Lebrija e
Alcalá de Guadayra» argumentando que los gastos realizados por Sevilla en la
guerra de Granada eran muy elevados. Los monarcas, en esta ocasión, se limitaron
a indicar que «por las muchas ocupa9Íones que aquí tenemos, non ovo lugar de
ser en ello por agora» En febrero de 1493 el concejo insistía en su petición
anterior, incluyendo también ahora a la alcaidía de Constantina^\ Segión la denuncia
elevada a los reyes por el concejo de Sevilla, la ciudad no podía atender a los
gastos de obras públicas y de pleitos sobre términos por falta de fondos, mientras
que los alcaides de los castillos no gastaban sus salarios en el mantenimiento de
las fortalezas de la que estaban encargados, de tal modo que si la ciudad pudiera
ahorrarse parte de los gastos de tenencias podría acudir a sus menesteres más peren
torios. A este requerimiento los Reyes Católicos prestaron una mayor atención,
mandando al asistente que estudiase las necesidades reales de las fortalezas, para
ajustar a ellas el nivel de las tenencias. No obstante, por lo que hemos podido
constatar, el remedio suplicado no fue inmediato: la tenencia de Constantina se
rebajó a 15.000 mrs. a fines de 1494^, pero las de Alcalá y Lebrija sólo se amino
raron a 50.000 mrs en 1498
Nombramientos directos, interferencias en la determinación del volumen de
las soldadas de algunas tenencias. Todavía puede señalarse un tercer aspecto de
las tenencias en el que los monarcas allanaron los privilegios sevillanos durante
los primeros años de su reinado. Como se recordará, los oficiales de Sevilla
entendieron en su momento que cada uno de ellos debía cobrar un salario como
alcaide de castillo aunque éste no tuviese funciones militares de ningún tipo, hasta
el punto de que en las nóminas de tenencias que surgieron a mediados del siglo XV
como consecuencia de aquella interpretación, aparecían fortalezas que en aquellas
fechas debían estar derrocadas o abandonadas, e incluso podía llegar a darse el
caso de que a algunos alcaides no se le asignaban fortalezas de las que respon
sabilizarse. Después de 1462 tales nóminas desaparecieron de la documentación
concejil, lo que tradujimos en su momento como una modificación del sistema
regulado por Juan II. No obstante, parece que de algunas fortalezas o torres
despobladas o en ruinas el concejo debió seguir pagando su tenencia. Esto explicaría
la orden de la Reina, dada a 27 de noviembre de 1478 en la que mandaba a
Sevilla que en adelante no pagase a persona alguna, de la ciudad o de fuera de
ella, las alcaidías de «torres e castillos despoblados e yermos» que hasta ese
momento se abonaban «sin aver cabsa ni rasón alguna legítima porque las dichas
tenencias se ayan e devan pagaD>, puesto que esta práctica hacía recrecer las costas
y gastos de la ciudad inútilmente. Las sumas que el concejo se ahorrase por este
concepto quedarían, de esta forma, «libre e desenbargadamente para los propios

52. Tumbo de los Reyes Católicos, V, III, 480.


53. AMS, Tumbo de los Reyes Católicos, IV, 178, fols. 281r-282r.
54. AMS,Tumbo de los Reyes Católicos, IV, 220, fols. 340v-341r.
55. AMS, Tumbo de los Reyes Católicos, V, 184, fol. 142v.
56. Tumbo de los Reyes Católicos, II, I. 325.

[17] 753
FRANCISCO GARCÍA FITZ y MANUEL ROJAS GABRIEL

e rentas e bienes e pro común desa dicha gibdad». Así pues, si quedaba algún
resto del antiguo sistema que permitía a los oñciales seguir cobrando las tenencias
de fortalezas aunque no ejercieran realmente el cargo de alcaide, los reyes se
encargaron de eliminarlo"o, al menos, de impedir que los regidores pudieran
seguir cobrando indiscriminadamente por este concepto aunque en algunos casos
la concesión de una veinticuatría supusiera la de una tenencia anexa
Queda claro, pues, que las acciones de los Reyes Católicos transformaron
por la vía de los hechos el sistema de tenencias de castillos concejiles. Sin embargo,
algunos aspectos quedaron intactos en estos primeros años de reinado. Se podría
afirmar, incluso, que los monarcas intentaron ser cuidadosos con algunos privilegios
y derechos de la ciudad, particularmente con aquellos que afectaban a las formas
de la jurisdicción de Sevilla sobre sus fortalezas. Como afumase Ladero Quesada^',
en referencia a la actuaciones políticas en general de los Reyes, las novedades
que introdujeron no consistieron tanto en los cambios institucionales cuanto en
el mejor funcionamiento de los mecanismos existentes, «todo ello con una conciencia
más clara y terminante del alcance y supremacía de la autoridad monárquica»,
si bien los monarcas fueron en todo momento prudentes a la hora de detenerse.
En nuestro caso, los reyes tampoco realizaron cambios institucionales, pero hicieron
funcionar el sistema de tenencias con criterio nuevos, al tiempo que supieron
apreciar cuál era el límite de su intervención: el respeto por los elementos formales
de la jurisdicción y los privilegios urbanos.
Son numerosos los documentos reales relacionados con alcaidías de castillos
en los que los Reyes Católicos reconocen explícitamente los derechos y la
jurisdicción que Sevilla tenía sobre sus fortalezas. No parece, por tanto, que al

57. Un caso particular ñie el del castillo de Alocaz. En el documento antenormente citado, se indicaba
que dicha fortaleza estaba derrocada hacía mucho tiempo, por lo que se ordenaba que los treinta cahices
de pan que tenía de tenencia se entregasen para sufragar la del castillo de Triana, que no pertenecía
a la jurisdicción de la ciudad de Sevilla y cuyo alcaide era nombrado por los reyes. Varios meses
después (enero de 1479)los monarcas rectificaron su decisión atendiendo a las protestas de Femando
de Esquivel, alcaide del castillo, quien había alegado que la tenencia de Alocaz era anexa a su
veinticuatría y que la torre no estaba en minas. Los reyes acabaron reconociendo que Alocaz no estaba
derrocada en su totalidad y que aún podía prestar algún servicio defensivo a la ciudad, por lo que
aceptaron que Esquivel siguiese cobrando su salario(Tumbo de los Reyes Católicos, II, I, 338).
58. Ello explicaría el enfrentamiento surgido entre el concejo de la ciudad y el alcaide del castillo
de la Puebla de los Infantes: en 1483 el rey mandaba a la ciudad que pagase a Gonzalo de León,
alcaide de aquella fortaleza, los 6.000 mrs. anuales que le correspondía de tenencia y que desde hacía
varios años no cobraba (Tumbo de los Reyes Católicos, ni, II, 253). Ante la falta de respuesta del
concejo, en 1484, los reyes reiteraron su petición (Tumbo de los Reyes Católicos, III, ü, 378) y
meses después -febrero de 1485- aceptaban que si Sevilla no pagaba tenencias por algunos castillos
«que tienen algunos veynte e quatros desa 9ibdad», tampoco se abonase la de la Puebla(Tumbo, FV,
in, 70), lo que puede interpretarse como que, aunque las veinticuatrías llevasen anexa nominalmente
la alcaidía de un castillo, a mediados de la década de los ochenta Sevilla sólo pagaba las de aquellas
fortalezas que mantenían una estmctura defensiva efectiva.
59. LADERO QUESADA, Miguel Ángel: «El sistema político en la monarquía castellana de los
Reyes Católicos: Corona, Nobleza y Ciudades». Actas del Congreso Hernán Cortés y su tiempo. V
Centenario (1485-1985), p. 500.

754 [18]
Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos

menos en los primeros años del reinado los monarcas pusieran en duda este
ámbito de la soberanía concejil a excepción hecha, claro está, de todo lo referido
a los castillos involucrados en las guerras nobiliarias y que, a consecuencia de
ellas, habían escapado al control de la ciudad y habían sido recuperados posterior
mente por la realeza.
En el conjunto de las relaciones entre Sevilla y sus fortalezas, los casos
anteriores, muy significativos por cierto, siguieron constituyendo una excepción:
por regla general, desde un punto de vista estrictamente formal, Sevilla siguió
controlando el nombramiento de los alcaides de sus castillos, éstos continuaron
prestando pleito-homenaje a la ciudad y los documentos mantenían la indicación
que las alcaidías se tenían en nombre de la ciudad o, como mucho, en el de los
reyes y Sevilla al mismo tiempo. Ya hemos visto que incluso en una excepción
tan significada como la de la fortaleza de Alcalá de Guadaira, Diego López de
Haro tuvo que prestar juramento ante la ciudad, con las matizaciones ya señaladas.
Pero hay casos mucho más notables que ponen de manifiesto que las
interferencias reales sobre la designación de alcaides durante los primeros años
de su reinado fueron limitadas y que respetaron, insistimos que formalmente, los
derechos de la ciudad en este ámbito. Cuando en octubre de 1478 los Reyes
Católicos quisieron deponer a Pedro de Almonte y nombrar en su lugar a Melchor
Maldonado(su vasallo y hombre de confianza, que ya había ejercido el año anterior
la tenencia de otro castillo implicado en la guerra, el de Villanueva del Camino)
como alcaide del castillo de Cortegana una fortaleza que no tuvo un papel
relevante en las guerras banderizas, no procedieron a hacerlo directamente. Por
el contrario, respetando la jurisdicción y los privilegios de Sevilla y acatando el
sentido del pleito homenaje que el primero había contraído con la ciudad, mandaron
al concejo que eximiese del mismo a Pedro de Almonte, quien se había negado
a entregar el castillo hasta que «vosotros -el concejo- ge lo mandeys e le al9eis
e dicho pleyto omenaje» y que la concediesen a Melchor Maldonado para que
la «tenga y guarde por nos e por esa 9ibdad», debiendo recibir la ciudad de este
último «el pleyto omenaje que en tal caso se requiere».
El caso no es, ni mucho menos, el único: de la tenencia del castillo de El
Águila, cuya alcaidía estaba en manos del veinticuatro Alfonso Pérez Melgarejo
en marzo de 1479, el propio concejo afirmaba que «vos -el Melgarejo- por esta
dicha 9ibdad tenedes»^'. De Juan de Monsalve, alcaide del castillo de Aroche
desde 1478, a pesar de ser uno de los designados por los reyes, Sevilla consideraba,
y así lo hacía saber a su mayordomo en 1481, que tenía la tenencia del citado
castillo «por esta dicha 9ibdad» En 1483, el concejo de Sevilla mandaba al
mayordomo que pagase al comendador Femando Díaz de Ribadeneira su salario
como alcaide de Fregenal -otro castillo implicado en las guerras nobiliarias- para
ayuda de la costa que hacía por mandado de la ciudad en la guarda del castillo

60. Tumbo de los Reyes Católicos, II, I, 311.


61. AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1480, caja 63.
62. AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1480, caja 63.
63. AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1482-1483, caja 64.

[19] 755
FRANCISCO GARCÍA FTTZ y MANUEL ROJAS GABRIEL

el mismo concepto por el que se libraba en 1484 a Francisco de Cárdenas la tenencia


de la fortaleza de Cortegana".
En Encinasola (una fortaleza que no se vio mezclada en los disturbios
nobiliarios, pero que sí jugó un papel importante en la guerra contra Portugal,
pues su alcaide se había pasado al bando portugués y su castillo fue recuperado
para los castellanos por un aventurero fronterizo llamado Juan Martínez Tinoco)
la desavenencia surgida entre la Corona y el concejo con motivo del nombramiento
de Luis Méndez Portocarrero por parte de los reyes, nos permite apreciar claramente
la actitud de los monarcas respecto a los derechos de la ciudad en este tema: en
marzo de 1479 los soberanos habían designado alcaide a Juan Martínez Tinoco,
el hombre que había recuperado la fortaleza en la guerra contra Portugal, en
reconocimiento de los servicios prestados". En diciembre, debido probablemente
a problemas de orden público e inseguridad general causados desde este castillo,
los reyes procedieron a la destitución de aquél y al nombramiento de Luis Méndez
para el cargo ignorando las competencias que en esta materia debía conservar
el concejo, dado que Encinasola no se había visto envuelta en los enfrentamientos
nobiliarios y que la designación de Juan Martínez había sido fruto de la excepcio-
nalidad de la situación de guerra contra Portugal. Ante la irregularidad de este
nombramiento, en febrero de 1480, la ciudad de Sevilla elevó su protesta en la
que expresó que «a vosotros -el concejo- pertenesge el nombramiento e provisión
de la dicha tenengia de la dicha fortalesa, segund los previllegios que esa 9ibdad
tiene, que por nos están confirmados e jurados»". Atendiendo a esta reclamación,
los monarcas señalaron que estaban dispuestos a que aquellos privilegios les fueran
«guardados y conplidos», rogando y mandando entonces que, «en caso que a
vosotros pertenesca el nombramiento e dar de la dicha tenen9ia de la dicha fortalesa
de Ensinasola, nonbreys por vuestro alcayde della al dicho Portocarrero» Al
mes siguiente -marzo de 1480- los reyes ordenaban al concejo que requiriese
de nuevo a Juan Martínez Tinoco para que entregase la fortaleza de Encinasola
o, si se negase, la cercasen, al tiempo que volvían a mandar que la misma se pusiese

64. AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1483, caja 66.


65. Tumbo de los Reyes Católicos, U, I, 345.
66. Tumbo de los Reyes Católicos, III, O, 10.
67. Tumbo de los Reyes Católicos, III, n, 23.
68. Ibídem. El expositivo y dispositivo de este documento resultan muy significativos; tras hacer
referencia a la queja recibida del concejo, se señala que «agora rebebimos una vuestra letra sobrello,
por la qual nos enbiays desir cómo a vosotros pertenes^e el nombramiento e provisión de la dicha
tenencia de la dicha fortaleza, segund los previllegios que esa 9ibdad tiene, que por nos están confirmados
e jurados, los quales, sy así es, nuestra merfed es que vos sean aquellos guardados e cumplidos. E
porque nos tenemos grand cargo del dicho Luys Méndez Portocarrero, por algunos buenos servÍ9Íos
que nos ha fecho e porque en esto nos servires mucho, nos vos rogamos e mandamos que en caso
que a vosotros pertenesca el nombramiento e dar de la dicha tenen9ia de la dicha fortaleza de Encinasola,
nonbreys por vuestro alcaide della al dicho Portocarrero, segund que por las otras nuestras letras vos
lo enbiamos mandar e rogar, non embargante otras qualesquier cartas o provisiones que nos o qualquier
de nos ayamos dado para que otras qualesquier personas tengan la dicha tenen9Ía de la dicha fortaleza,
e qualquier provisión o nombramiento que por virtud dellas ayays fecho».

756 [20]
Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos

en manos de Luis Méndez Portocarrero de quien se dice que habría de recibir


el castillo del propio concejo -no del rey- y que su alcaidía la tendría -sólo- por
la ciudad, si bien se encargaban de subrayar que la tenencia debía ser dada al
Portocairero sin más discusión «porque nuestra final e deliberada voluntad es que
la aya e tenga el dicho Luys Mendes» Formalmente, pues, se reconocían plena
mente los derechos de la ciudad a designar alcaides, si bien en la práctica el concejo
se veía obligado a nombrar al propuesto por los reyes, lo cual parece que era
suficiente para el propio concejo, puesto que en un mandamiento del cabildo a
su mayordomo le ordenaba, en septiembre de 1480, pagar cierta cantidad de dinero
a Luis Méndez, de quien se afirma que en adelante tendría la fortaleza de Encinasola
por mandado de la ciudad
En otros casos, se mantuvo en su sentido más puro el derecho de la ciudad
a nombrar alcaides de sus castillos sin interferencia real: en septiembre de
1478 el cabildo de la ciudad supo que Alfonso Fernández Melgarejo, hijo de
Pedro Melgarejo había sucedido a su padre tanto en la veinticuatría como en la
alcaidía de la fortaleza de El Águila. Pero como Pedro Melgarejo tenía dicha
alcaidía por su hermano Femán Pérez, también veinticuatro de Sevilla, la alcaidía
pasó al hijo de este último. Así pues, Alfonso Fernández hubo de traspasar la
tenencia a su primo Alfonso Pérez Melgarejo, mandando el concejo a este último
que la tuviese y llevase los derechos a ella anexos y pertenecientes. El ejemplo
del castillo de El Águila pone de manifiesto, además de una tendencia acusada
a la patrímonialización del cargo, que en este caso la designación de alcaide
estaba al margen del control real.
Lo mismo parece ocurrir con el castillo de Alanís, a pesar de que éste sí
se vio mezclado en los conflictos nobiliarios. Al menos desde 1466 era alcaide
de esta fortaleza, nombrado por el concejo de Sevilla, Cristóbal Mosquera Moscoso.
Destacado miembro del bando de los Ponce de León, le fue arrebatado el castillo
y su alcaidía por el cabildo de la ciudad y entregado a su tío Vasco de Mosquera
en 1471 Dos años después, dentro del contexto del enfrentamiento civil, Cristóbal
Mosquera consiguió recuperar la fortaleza y acabó siendo reconocido como alcaide
de ella por el concejo". Pues bien, desde esa fecha y hasta su muerte en 1492"
disfiutó de aquella alcaidía, sin verse afectado por los acuerdos de paz de 1478.
De una serie de decisiones reales adoptadas a partir de 1487 pudiera inferirse
incluso una cierta relajación de la política de los monarcas respecto al control de
las alcaidías de aquellos castillos que desde 1478 estaban en manos de personas
de absoluta confianza de los reyes, como Alcalá de Guadaira y Lebrija. Como
se recordará, los Reyes Católicos habían nombrado directamente como alcaides
de estas fortalezas a Diego López de Haro en 1478 y a Alonso Carrillo de Castilla

69. Tumbo de los Reyes Católicos, III, II, 32.


70. AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1480, caja 63.
71. AMS,Papeles de Mayordomazgo, 1478, caja 60.
72. AMS. Actas Capitulares, 1471, agosto-octubre.
73. AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1474.
74. AMS,Tumbo de los Reyes Católicos, IV, 39, fol. 79.

[21] 757
FRANCISCO GARCÍA FITZ y MANUEL ROJAS GABRIEL

en 1485: si el primero se vio obligado a prestar pleito-homenaje a la ciudad, aunque


guardando los términos del que previamente había jurado a los reyes, el segundo
ni siquiera tuvo necesidad de esto puesto que, como se recordará, los monarcas
dieron por válido el que les había prestado a ellos, obviando de esta forma el que
debía a la ciudad.
En abril de 1487, los monarcas ordenaron a estos dos alcaides que cambiasen
sus respectivas tenencias: López de Haro lo sería de Lebrija y Carrillo de Alcalá
de Guadaira. Ante estas nuevas circunstancias, en enero de 1488, el concejo de
la ciudad mandó al mayordomo que librase a cada uno de ellos la parte corres
pondiente a los cuatro meses y medio transcurridos del año 1487 (es decir, el tiempo
que cada uno de ellos había ejercido la tenencia que previamente tenía), negándose
a pagar el salario del resto del año, puesto que si bien la ciudad había obedecido
las órdenes de los reyes respecto al cambio de las alcaidías, había sobreseído su
cumplimiento hasta que hicieran otra vez pleito-homenaje por las citadas fortalezas
Ante la negativa del concejo a pagar estas dos tenencias por el motivo aludido,
y en contestación a la queja de los alcaides, la Reina acabó ordenándoles que
prestasen a la ciudad el pleito-homenaje que les era exigido, y así lo hacía saber
a Sevilla en junio de 1488'^. En la misma fecha, la Reina se dirigía a uno de los
implicados, el nuevo alcaide de Alcalá de Guadaira, Alfonso Carrillo de Acuña,
para conminarle que hiciera a la ciudad juramento «de non re^ebir malhechores
nin defender debdores en la dicha fortaleza, e que cada e quando por la justicia
de la dicha gibdad fuéredes requerido fagays la dicha fortaleza llana para que puedan
buscar e catar en ella qualesquier malhechores o debdores que ellos entendieren
que deven buscar e catar, e que cumpliéredes las cartas e mandamientos de la
dicha gibdad en todo aquello que los otros alcaides [que] por el Rey mi Señor
e rrao tienen las fortalezas de la dicha ^ibdad son obligados de conplir» A fines
de este mes, la Reina se dirigía otra vez al alcaide de Alcalá de Guadaira para
mandarle que prestase pleito-homenaje y seguridad a la ciudad de Sevilla, como
en su tiempo lo había hecho el anterior castellano, Diego López de Haro, y como
ahora debía hacerlo el actual alcaide de Lebrija
Sin embargo, no hay que llamarse a engaño respecto a la progresiva evolución
de la política monárquica en relación con el nombramiento de alcaides de castillos
sevillanos: en la misma documentación anteriormente citada, en la que se ordenaba
a los castellanos de Alcalá y Lebrija que prestasen pleito-homenaje al concejo
de la ciudad, se recogen unas fórmulas que aclaran el compromiso que los alcaides
contraían con Sevilla a través del juramento y el ámbito de jurisdicción y dominio
que los propios monarcas se reservaban. Mientras que los monarcas permitían
a los alcaides que se obligasen a no recibir malhechores en sus fortalezas, a aceptar
que la ciudad los detuviese aunque estuviesen refugiados en los recintos y a cumplir

75. AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1487-1488, caja 69.


Las concesiones reales se encuentran en Tumbo de los Reyes Católicos, IV, ni, 211 y 212.
76. Tumbo de los Reyes Católicos, IV, III, 223.
77. Tumbo de los Reyes Católicos, IV, III, 224.
78. Tumbo de los Reyes Católicos, IV, III, 231.

758 [22]
Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos

las cartas y mandamientos e la ciudad de una manera genérica, indicaban expresa


mente que no se cumplieran las órdenes de la ciudad en las que se mandara la
entrega de la fortaleza a otra persona sin que previamente hubiesen recibido la
carta y mandado de los propios reyes, puesto que en este caso la Corona aplicaba
el principio de preeminencia real. Como muy significativamente se afirmaba en
uno de estos textos el alcaide estaba obligado a hacer pleito-homenaje por el
castillo recibido pero «guardando en el dicho pleito omenage las cosas que se deven
guardar a nuestra real preheminengia. E non seáis obligado de la entregar por carta
e mandado de la dicha 9ibdad sin mi licencia e mandado». Por lo tanto, a pesar
de las apariencias formales, la Corona mantenía unas prerrogativas acerca de la
designación de castellanos para estas fortalezas que en su origen fueron excepcio
nales y que en estos momentos se convertían en ordinarias, mientras que Sevilla
perdí^ ahora explícitamente y mediante la aplicación de un principio tan «moderno»
comojla preeminencia real, nada menos que la posibilidad de recuperar las tenencias
de algunos de sus castillos y, por lo tanto, una franja importante de su jurisdicción
sobre los mismos.
No obstante, durante algún tiempo la poh'tica de los reyes respecto al nombra
miento de alcaides siguió siendo zigzagueante, como lo pone de manifiesto la actitud
que adoptaron en la provisión de la alcaidía de Matrera a fines del año 1494. La
tenencia de esta fortaleza constituyó una caso excepcional dentro del sistema de
tenencias sevillano. Desde mediados del siglo XV, y prescindiendo de la aplicación
del privilegio de Juan II, el concejo de Sevilla proveía anualmente la tenencia
de la misma entre dos o tres de sus oficiales, quienes ejercían el cargo semestral
o cuatrimestralmente, según el caso, a través de un sistema de tumos. Aunque
este sistema es anterior, pues la primera reglamentación sobre la tenencia de Matrera
que conocemos es de 1443®°, en 1469 el concejo procedió a regular estos tumos
para los próximos años, dictando unas ordenanzas en las que, tras sortear a los
oficiales, se fijaron las alcaidías entre 1469 y 1492®'. Sin embargo este modelo
también se vio alterado profundamente por las luchas nobiliarias: para el año 1472-
73 estaba previsto por las citadas ordenanzas que la tenencia se repartiese entre
Cristóbal de Moscoso, Juan de Torres y Femando de Medina. Como consecuencia
de los enfrentamientos entre el duque de Medinasidonia y el marqués de Cádiz,
la fortaleza debió quedar a mal recaudo, por lo que, a instancias del primero, el
concejo de Sevilla encargó de su defensa exclusivamente a uno de los alcaides
del año 1472-73, Femando de Medina®^, si bien a mediados de 1473 el concejo
consideraba ya que el citado Femando de Medina tenía el castillo «contra la voluntad
desta 9ibdad» ®'. A partir de ese momento sería este alcaide, únicamente, el que

79. Ibídem.
80. AMS,Papeles de Mayordomazgo, caja 44. En esta ordenanza la tenencia se repartía anualmen
te entre dos, y no tres, oficiales del concejo, de modo que cada uno ejercía el cargo durante seis
meses. Las citadas ordenanzas regulaban los tumos que habrían de seguirse entre 1445 y 1458
81. AMS,Papeles de Mayordomazgo, 1468-70, caja 55 y 1470-71, caja 56.
82. AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1472-73, caja 57.
83. AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1473-74, caja 57.

[23] 759
FRANCISCO GARCÍA HTZ y MANUEL ROJAS GABRIEL

mantuviese la tenencia de Matrera, sin que el proceso de pacificación de la región


tras el viaje de los reyes por la misma en 1477-78 la afectase en absoluto, de modo
que Femando de Medina continuó como castellano hasta su muerte en 1494. Cuando
esto ocurrió, los Reyes Católicos proveyeron la tenencia en Luis Portocarrero,
pues la veinticuatría que le concedieron llevaba anexa aquella alcaidía^. El concejo,
recordando el antiguo sistema de tenencia de Matrera, pidió merced a los Reyes
para que la ciudad recuperase sus usos y costumbres. En la petición, Sevilla hizo
saber a los reyes que la provisión de la alcaidía de aquella fortaleza «era en agravio
e peijuysio de la dicha ^ibdad quanto a la dicha tenen9ia, por que aquella en los
tienpos pasados antes de los movimientos destos nuestros reinos, dava a 9Íertos
veynte e quatros por un año de quatro en quatro meses, et que si Femando de
Medina algund tienpo más la tovo, fue a cabsa de los dichos movimientos e por
alguna negligencia de la dicha 9ibdad e por los muchos parientes que tenía en
el cabildo» Ante esta situación, en enero de 1495, los Reyes procedieron a
devolver a la ciudad sus antiguos privilegios y costumbres, en contraste con lo
que ocurría con otras alcaidías.
El cambio definitivo tendría todavía que esperar algunos años y comenzó
a producirse como consecuencia del conflicto surgido entre la Corona y el concejo
tras la concesión del castillo de Constantina a Luis Portocarrero en 1496,
circunstancia que permitió a los Reyes Católicos poner de manifiesto su doctrina
respecto al dominio sobre las fortalezas sevillanas.
Efectivamente, en febrero de 1496 los monarcas proveyeron la tenencia de
Constantina al citado Portocarrero tras la muerte de su anterior alcaide, Francisco
de Torres El mismo día los reyes se dirigían a los herederos de Francisco de
Torres para que entregasen al nuevo castellano la fortaleza con sus pertrechos,
armas y otras cosas anejas y pertenecientes, apoderándole en lo alto y en lo bajo,
lo cual mandaban que hicieran sin importar que en la dicha entrega no interviniese
portero conocido de la cámara del rey ni las otras solemnidades que en tal caso
se requerían, pues, ellos cumpliendo las órdenes, los reyes les alzaban y quitaban
cualquier pleito-homenaje y seguridad que por aquella fortaleza hubiesen hecho®'.
No obstante el nombramiento real, el concejo de Sevilla procedió, en uso
de lo que entendía que eran sus facultades, a la designación de una persona dis
tinta para el mismo cargo. Ante este hecho, los reyes hubieron de recordar a la
ciudad, en mayo de 1496, la historia reciente de aquella fortaleza y de su
tenencia: aunque reconocían que la fortaleza estaba en la tierra y término de la
ciudad, indicaban que «después que nos sacamos algunas fortalezas de la tierra
desa 9ibdad de poder de algunos cavalleros, que las tenían, avemos acostumbra
do proveer las tenen9ias dellas a veynte e quatros desa 9ibdad», y Constantina
era una de aquellos castillos, por lo que en un principio designaron como alcaide
a Juan de Torres, al que sucedió su hijo Francisco y a éste Luis Portocarrero,

84. AMS,Tumbo de los Reyes Católicos, IV, 232, fol. 363v.


85. AMS,Tumbo de los Reyes Católicos, IV, 244, fols. 376r-v.
86. AMS,Tumbo de los Reyes Católicos, V, 7, fol. 8r.
87. AMS,Tumbo de los Reyes Católicos, V, 10, fol. 9r-v.

760 [24]
Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos

todos ellos por mandamiento real. Por lo tanto, a juicio de los reyes, no cabían
los nombramientos de otras personas que había realizado el concejo tras la
muerte de Francisco de Torres, entendiendo la Corona que con esta actitud la
ciudad se «entremetía» en algo que no le concemía. Por eso mandaban que
entregasen la tenencia de Constantina a Luis Portocarrero «sin poner en ello
escusa ni dila9ión ni tardanga alguna, sin nos requerir ni consultar sobrello, ni
atender ni esperar otra nuestra carta ni segunda ni tercera juysión»
El concejo de Sevilla se sintió agraviado en sus derechos como consecuencia
de la disposición real, por lo que en el mes de junio del mismo año volvió a
suplicar a los monarcas «que ellos entendían alegar e mostrar ante nos -los reyes-
algunas cabsas e razones por que la dicha gibdad era agraviada en mandar dar
la dicha tenencia al dicho Luys Portocarrero», solicitando remedio para esta
situación. Ante esta petición, los reyes aceptaron que el caso fuese estudiado por
su Consejo y, en consecuencia, mandaron a su asistente Juan de Silva que tomase
la fortaleza y mientras tanto la entregase en tercería al alguna persona de su
confianza y que no fuera ni de la parcialidad de Sevilla ni de la del Portocarrero®®.
No conocemos cuáles fueron las «cabsas e razones» alegadas ante el consejo
de los reyes por el concejo, pero desde luego no fueron atendidas: en marzo de
1498 los Reyes mandaban a Juan de Silva que, una vez resuelto el pleito, entregase
la fortaleza a Luis Portocarrero ®'. De esta forma, lo que parecía un intento serio
por parte de la ciudad por recuperar sus plenas competencias en la designación
de los alcaides de sus castillos, particularmente de aquellos que desde la pacificación
de la región en 1477 estaban en manos de la Corona, resultaba un rotundo firacaso
y una afirmación más del poder ejercido por la Monarquía en ámbitos jurisdicciona
les que no le eran propios. Si bien en su origen la intervención real pudo estar
justificada por las circunstancias históricas (esto es, la recuperación de los castillos
que habían sido arrebatados al concejo por algunos nobles, el apaciguamiento de
la zona...) resulta dudoso que veinte años después las interferencias monárquicas
tuvieran las mismas pretensiones, cuando aquellas circunstancias históricas habían
cambiado radicalmente. Es incluso posible que el intento de Sevilla por recuperar
sus funciones respecto a las fortalezas de su tierra se derivara de la constatación

88. AMS, Tumbo de los Reyes Católicos, V, 18, fol. 16r.-v.


89. AMS, Tumbo de ios Reyes Católicos, V, 23, fol. 18v.-19r.
90. El proceso que se inició entonces no estuvo exento de dificultades; en agosto de 1496 los
Reyes ordenaron a Luis Portocanero que entregase la fortaleza en cumplimiento del acuerdo de Junio,
pues parece que hasta ese momento se había negado a hacerlo(AMS,Tumbo de los Reyes Católicos,
V, 39, fol. 30r.-v.). En octubre tenían que repetir la misma orden, pues el Portocarrero se oponía a
la entrega en tercería del castillo amparándose en el pleito homenaje que tenía prestado por su tenencia
(AMS,Tumbo de los Reyes Católicos, V,48, fols. 34v-35r.), por lo que los monarcas procedían a
alzarle el Juramento que tenía hecho. A lo largo de 1497, Juan de Haro, criado del asistente de Sevilla,
estuvo encargado de la tenencia en tercería del castillo de Constantina, cobrando por ello los 15.000
mrs. correspondientes de tenencia(AMS,Papeles de Mayordomazgo, 1497-1498, caja 75).
91. AMS,Tumbo de los Reyes Católicos, V, 219, fol. 162v.
En Julio, volvían a repetir la misma orden y levantaban al alcaide que tuviese la fortaleza en
tercena el pleito-homenaje que hubiese realizado(AMS,Tumbo de los Reyes Católicos, V,220,fol. I63r.)

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FRANCISCO GARCÍA HTZ y MANUEL ROJAS GABRIEL

de ios cambios acaecidos y que la respuesta real resultara sorprendente por lo trasno
chado de su argumentación. También es probable que la actuación de la Monarquía
tuviera un alcance más largo, a tenor de lo que ocurriría sólo unos meses después,
cuyo objetivo último sería la aplicación del principio de preeminencia real respecto
del nombramiento de alcaides de fortalezas dependientes de la jurisdicción concejil,
con todo lo que ello conllevaba de ruptura del modelo político medieval y de consa
gración de unas actitudes que podrían considerarse típicamente modernas.
En efecto, en octubre de 1498, los Reyes Católicos hacían merced a Miguel
Pérez de Almazán de una veinticuatría en Sevilla y de la tenencia de Aroche, por
muerte del veinticuatro y anterior alcaide Pedro de Monsalve, mandando al concejo
de Sevilla que le recibiese el juramento de solemnidad requerido, tras lo cual debería
ser reconocido como oficial a todos los efectos y habría de tener la fortaleza «por
nos e por la dicha 9ibdad quanto nuestra merged e voluntad de la dicha 9ibdad
fuere» No obstante, al comprobar los Reyes que la veinticuatría que había sido
de Pedro de Monsalve era una de las acrecentadas, indicaron al concejo que la
diese por consumida concediendo entonces (mayo de 1499) al citado Pérez de
Almazán la veinticuatría y fiel ejecutoría de Alonso Fernández Santillán, que había
fallecido, manteniendo en todos sus términos la merced que el año anterior le habían
hecho de la tenencia del castillo de Aroche'^.
En principio, esta concesión por parte de los reyes de la castellanía de Aroche
a un veinticuatro de la ciudad no se saha de lo habitual: Miguel Pérez de Almazán,
al menos en un primer momento, obtenía la tenencia de la fortaleza en la medida
en que recibía una veinticuatría cuyo anterior titular tenía el encargo de aquella
alcaidía; por otra parte, parece que debía prestar a la ciudad pleito homenaje por
su nuevo cargo; en tercer lugar, la fórmula empleada por los monarcas indicaba
expresamente que el alcaide tendría la fortaleza «por nos e por la dicha 9ibdad
quanto nuestra mer9ed e voluntad de la dicha 9ibdad fuere», con lo que se mantenía
el equilibrio otras veces expresado entre el poder real y el concejil en este terreno.
Es más: Aroche había sido una de las fortalezas «intervenidas» por los reyes después
de 1477, pues había tenido cierto protagonismo en las luchas entre Guzmanes y
Ponce de León. En aquel momento, los monarcas designaron como castellano a
Juan de Monsalve, veinticuatro de Sevilla y maestresala de los reyes, por lo que
teniendo en cuenta estos precedentes, al concejo no debería resultarle extraño el
nombramiento directo del alcaide por parte de los reyes.
Lo que ocurre es que con posterioridad el castillo de Aroche se convirtió
en uno de los controlados directamente por el concejo, pues a partir de 1481 la
documentación del mayordomo consideraba que el alcaide tenía la tenencia del
citado castillo «por esta dicha 9ibdad» y la cuantía de la misma fue en todo
momento estipulada por Sevilla y no por los reyes En 1493, Pedro de Tous
(o de Monsalve), recibía la veinticuatría y alcaidía de Aroche en lugar y por renuncia

92. AMS, Tumbo de los Reyes Católicos, V, 239, fol. 172r-v.


93. AMS, Tumbo de los Reyes Católicos, V, 278, fol. 211.
94. AMS, Tumbo de los Reyes Católicos, V, 279, fol. 21 Ir-v.
95. AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1480, caja 63.

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Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos

de su padre, Juan de Monsalve'^, por lo que se puede considerar que los dos cargos
estaban desde entonces vinculados, siguiendo unas normas de sucesión que el
concejo debía considerar habituales. De modo que la vuelta a la designación real
en este caso concreto debía resultar chocante para la ciudad.
Sin duda el concejo debió sentirse agraviado en sus derechos por la resu
rrección de aquellas viejas fórmulas de nombramiento directo de la Corona (viejas
al menos en el caso de Aroche y por la propia evolución histórica de esta tenencia)
y muy probablemente elevó algián tipo de protesta ante los reyes. Pero en este
caso la respuesta no pudo ser más contundente: en mayo de 1499 mandaban a
la persona o personas que tuviesen la fortaleza de Aroche por Pedro de Monsalve,
anterior alcaide ya difunto, que la entregasen a Miguel Pérez de Almazán, alzándoles
los pleitos homenajes y de seguridad que hubiesen hecho a los Reyes u otras
personas, de modo que ratificaban su orden anterior e ignoraban las pretensiones
sevillanas. Pero además añadían un mandato nuevo y del que no contamos con
precedente alguno: en el mismo documento indicaban que habían sido informados
de que Pérez de Almazán había hecho ya pleito homenaje y de seguridad a la
ciudad para «tener la dicha fortaleza por nos e por la dicha gibdad, e nuestra merced
e voluntad es como dicho avemos que la tenga por nos solamente e non por la
dicha gibdad», por lo que procedieron a alzarle el Juramento hecho a Sevilla,
señalando expresamente que «queremos que solamente se entienda ser hecho -el
pleito homenaje- para que la tenga por nos como dicho es».
El texto no podía ser más significativo: al alcaide se le mandaba, no ya que
tuviese la tenencia del castillo en nombre de los reyes de forma exclusiva (ejemplos
de esto ya hemos citado varios a lo largo de esta comunicación) sino que además
le quitaban el pleito homenaje que había hecho al concejo, contradiciendo incluso
el contenido de los documentos reales que sé habían concedido el año anterior
sobre la misma tenencia.
El cambio de concepción respecto al control de las tenencias de castillos
sevillanos y, en general, respecto a la Jurisdicción, derechos y privilegios de la
ciudad, se pondría de manifiesto sólo dos meses después. En Julio de 1499'' los
Reyes ordenaban al concejo de Sevilla que reconociesen como alcaide de Aroche
a Miguel Pérez de Almazán, haciendo referencia a las razones argüidas por la
ciudad para sobreseer el cumplimiento de los primeros mandamientos reales sobre
el caso. Según todos los indicios, Sevilla se había negado a cumplir con la voluntad
de los Reyes objetando que el nombramiento de los alcaides de las fortalezas le
competía en virtud de los privilegios que había recibido de otros monarcas.
Esta ocasión fue aprovechada por los Reyes Católicos para exponer lo que
podemos considerar como toda una doctrina acerca de la soberanía real aplicada
a una institución concreta y el final de un proceso que había comenzado hacía
más de veinte años a lo largo de los cuales los monarcas fueron conquistando
progresivamente un ámbito de poder muy concreto, como era la designación de

96. AMS, Tumbo de los Reyes Católicos, IV, 125, fols. 215r-216v.
97. AMS, Tumbo de los Reyes Católicos, V, fol. 214 r.-v.

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FRANCISCO GARCÍA FITZ y MANUEL ROJAS GABRIEL

los castellanos de las fortalezas que jurídicamente dependían de la ciudad de Sevilla.


En efecto, ante la réplica del concejo de Sevilla sobre su derecho a nombrar alcaides,
los reyes negaban categóricamente la validez de aquellas prerrogativas, aplicando
un instrumento jurídico y político de enorme entidad: la preeminencia real. Según
se señalaba en el citado documento, el alcaide debía ser nominado por los reyes
«porque pertenes^e a nuestra preheminen9ia real proveer de las thenen9ias de las
fortalezas desa 9ibdad, e ningund privillejo mpide nin puede inpedir esto», basándose
en el acuerdo que años antes había emitido el Consejo Real acerca de la tenencia
de Constantina. Como puede comprobarse, los monarcas hacían extensivo a todas
las fortalezas de Sevilla su derecho a nombrar alcaides de las mismas, haciendo
caso omiso de la excepcionalidad de los precedentes aludidos
A partir de ese momento, la documentación existente sobre tenencias siem
pre recoge, explícita o implícitamente, este principio, limitándose el concejo a
cumplir las órdenes recibidas de los monarcas: en diciembre del año 1500 los
Reyes hacían provisión a Francisco Pérez de Ayala, veinticuatro de la ciudad,
de la fortaleza de Aracena, mandando al concejo que lo reciban como tal en
julio de 1502 mandaban al concejo de Sevilla que, tras la muerte de Femando
Díaz de Ribadeneira, reconociese como castellano de Fregenal a Femando Tello,
veinticuatro de la ciudad, fiscal del rey y miembro de su consejo, para que la
«tenga por nos e en nuestro nombre» en julio de 1503 la Reina hacía merced
al mariscal Gonzalo de Saavedra de la tenencia de la fortaleza de Encinasola'®';
en diciembre de 1504 la reina doña Juana encargaba a Luis de Zapata de la
tenencia del castillo de Cortegana en julio de 1505 hacía merced a Juan de
Gallegos de la de Villanueva del Camino
Además, siempre que en estos casos citados los reyes o la reina Juana orde
naban al beneficiario de la merced que prestase pleito homenaje, en ningún caso
indicaban que tal juramento lo dirigiese a la ciudad, sino al asistente de Sevilla
(caso de Francisco Pérez de Ayala por Aracena o Gonzalo de Saavedra por
Encinasola), a alguna otra persona directamente vinculada a los monarcas (Luis
de Zapata tenía que prestar homenaje por la fortaleza de Cortegana ante Diego

98. El profesor Ladero Quesada ha puesto de manifiesto la existencia de un viraje de la política


respecto a los municipios a partir, precisamente, de 1498. El sentido de este cambio de política parece
claro; la buena relación entre ciudades y Corona habría conducido a un grado de autonomía urbana
que podría constituir un peligro futuro para la realeza. Ante esta eventualidad, en 1498, se retomó
'al régimen tradicional de servicios otorgados, se suprimió el aparato militar y fiscal de la Hermandad,
concluyeron los proyectos para crear una milicia territorial y se observa un retroceso en la implantación
del régimen recaudatorio del encabezamiento. El cambio de actitud de los reyes respecto al régimen
de nombramientos de castellanos quizás pudiera enmarcase dentro de esta política restrictiva de la
Corona. Sobre el citado viraje regio puede consultarse a LADERO QUESADA, Miguel Ángel: «Corona
y ciudades en la Castilla del siglo XV», En la España Medieval, V (1986), p. 571.
99. AMS,Tumbo de los Reyes Católicos, V,488, fols. 403v-404r.
100. AMS, Tumbo de los Reyes Católicos, VI, 105, fol. 109r-v.
101. AMS, Tumbo de los Reyes Católicos, VI, 214, fols. 214v-215r.
102. AMS,Tumbo de los Reyes Católicos, VI, 304, fols. 267v-268r.
103. AMS,Tumbo de los Reyes Católicos, VI, 355, fol. 292v.

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Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos

de Cáceres, contino de la casa real) o simplemente señalada por los reyes para
el caso (Juan de Gallegos hubo de jurar ante Alonso de Jaén de Roelas, veinticuatro
de la ciudad y persona indicada expresamente para ello por la reina Juana)
Por si quedara alguna duda acerca del cambio sustancial que había sufrido
el sistema de nombramiento de alcaides, de la merma de soberanía que esto
significaba para la ciudad y de la permanencia de aquellas transformaciones, cabría
señalar un último ejemplo: tal como se indicó, en diciembre de 1504 la reina
Juana hizo merced a Luis de Zapata de la tenencia de la fortaleza de Cortegana.
Un mes después, en enero de 1505 la Reina repetía su mandamiento y señalaba
en esta ocasión que había sido informada de que el concejo había obedecido pero
no cumplido el anterior requerimiento, alegando para ello «que la dicha 9ibdad
tiene facultad de los reyes mis antepasados, e uso e costumbre antigua, de proveer
de las tenencias de las fortalezas de las villas e lugares de su tierra a los veinte
e quatros de la dicha gibdad, por lo qual diz que os pertenes9e la dicha provisión».
Pues bien, a pesar de esta apelación a sus antiguos privilegios, la Reina únicamente
atendió a los servicios que el licenciado Zapata le había hecho, por lo que mandó
a la ciudad que cumpliese lo ordenado «sin embargo de la dicha respuesta e
suplica9ión e sin esperar para ello otra mi carta ni mandamiento ni segunda ni
ter9era juisión» obligándole a darle y entregarle la fortaleza.
Además, parece que la experiencia que los Reyes Católicos tuvieron a lo
largo de los años de su reinado con las fortalezas de Sevilla les sirvió para seguir
una política mucho más restrictiva y centralista con los grandes concejos de nueva
organización en el reino de Granada. Tanto en Málaga como en Granada, tal
como lo pone de manifiesto López de Coca las fortalezas más importantes
fueron utilizadas directamente por la Corona como un nuevo tipo de mercedes
con el que premiar a sus servidores más destacados, convirtiéndose muy pronto
en instrumentos de un proceso de señorialización indirecta. De esta forma, los
Reyes evitaban la reproducción del modelo sevillano, al que por otra parte
aspiraban los grandes concejo de realengo para evitar la política de señorializa
ción que de hecho llevaban a cabo los alcaides de los castillos: en septiembre de
1492, el concejo de Málaga se dirigió a los reyes solicitándoles el control de las
fortalezas ya otorgadas a diversos nobles. En palabras del corregidor de la ciudad,
«el regimiento acordó suplicar a vuestra alteza les mandase dar que las toviesen
como la 9ibdad de Sevilla sus villas e fortalezas por las personas de la 9ibdad
que vuestras altezas mandaren e declararen» Los reyes jamás responderían a

104. únicamente a Femando Tello, designado alcaide del castillo de Fregenal, se le ordena que
preste pleito homenaje al concejo de la ciudad, pero parece una excepción.
105. AMS,Tumbo de los Reyes Católicos, VI, 304, fols. 267r-268v.
106. AMS,Tumbo de los Reyes Católicos, VI, 316, fols. 273r-274v.
107. LÓPEZ DE COCA CASTAÑER, José Enrique; «Tenencias de fortalezas en el Reino de
Granada en época de los Reyes Católicos (1492-1516)». En El Reino de Granada en la época de los
Reyes Católicos: repoblación, comercio yfrontera. Universidad de Granada, 1989, vol. II.
108. Ibídem, p. 262, citando a José María RUIZ POVEDANO: «Problemas en tomo a la reestruc
turación del aparato núlitar defensivo en el occidente granadino a fines del siglo XV». Baetica, 2
(1979), p. 248.

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FRANCISCO GARCÍA FITZ y MANUEL ROJAS GABRIEL

esta demanda. Años más tarde, el modelo sevillano sería invocado por los miem
bros del concejo granadino en un memorial para sus procuradores en cortes de
1510, solicitando a los monarcas que las alcaidías de las fortalezas de las villas
y lugares pertenecientes a la jurisdicción de la ciudad fuesen proveídas entre los
veinticuatros de su ayuntamiento petición que tampoco fue atendida
De esta forma, la monarquía conquistaba plenamente una «zona» de su
soberanía que probablemente no había controlado nunca antes de una manera
clara y definitiva y, en consecuencia, el concejo perdía una parte correspondiente
a su jurisdicción: el derecho a designar alcaides de las fortalezas de su tierra. El
proceso de conquista de este ámbito de poder fue lento pero decisivo: paulatina
mente, primero interviniendo exclusivamente en algunos castillos que se habían
visto envueltos en circunstancias históricas conflictivas, después ampliando las
prerrogativas reales en la práctica, aunque respetando formalmente los privilegios
urbanos, y por último haciendo valer contundentemente el principio de preeminen
cia real por encima de cualquier otro derecho, los Reyes Católicos acabaron
asfíxiando esta esfera de la autononüa concejil y reservándose para sí el control
de una institución que había sido de competencia concejil, con pocas interferen
cias, desde el siglo XIII.

109. Ibídem, p. 263, citando a Rafael PEINADO SANTAELLA: «La oligarquía granadina y las
Cortes de Castilla: el memorial de 1510». Cuadernos de Estudios Medievales, X-XI (1983), p. 228.

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