Hasta El Punto de Que, Como Ya Afirmase El Profesor Ladero Quesada', La Contra
Hasta El Punto de Que, Como Ya Afirmase El Profesor Ladero Quesada', La Contra
Hasta El Punto de Que, Como Ya Afirmase El Profesor Ladero Quesada', La Contra
I. INTRODUCCIÓN.
1. LADERO QUESADA, Miguel Ángel: «El sistema político en la Monarquía castellana de los
Reyes Católicos: Corona, Nobleza y Ciudades», en Actas del Congreso sobre Hernán Cortés y su
tiempo. V Centenario (1485-1985), Ed. Regional, (s.l., s.a.), vol. II, p. 500
2. Como queda apuntado, la bibliografía sobre el reinado de los Reyes Católicos es muy abun
dante, por lo que preferimos no ofrecer una larga lista que podría resultar tediosa y de escaso interés
por lo conocido de la mayoría de las obras. Para lo que nos interesa ahora, baste recordar la breve
y clara síntesis que sobre el sistema político de estos monarcas realizó Miguel Ángel Ladero, recogi
do en la nota anterior, a quien seguimos en los párrafos siguientes.
[1] 737
FRANCISCO GARCÍA FITZ y MANUEL ROJAS GABRIEL
La afirmación del poder real durante el reinado de los Reyes parece, pues,
un principio indiscutido y caracterizador de su legado político. Pues bien, nos
hemos propuesto en la presente comunicación analizar la plasmación concreta de
aquel proceso de tan largo alcance a través del estudio de la evolución de una
institución en particular: el sistema de tenencias de las fortalezas que pertenecie
ron al concejo de Sevilla durante la Baja Edad Media.
Desde la llegada al poder de los monarcas, dicho sistema de tenencias, que
a fines de la Edad Media parecía consolidado en sus rasgos esenciales tras más
de dos siglo de existencia, comenzó a experimentar una serie de cambios, lentos
y casi imperceptibles al principio, pero que culminaron con una distorsión
apreciable del modelo original.
El sentido general de estas transformaciones parece claro: la disección deta
llada, a través de la documentación que se conserva en el Archivo Municipal de
Sevilla, de cada uno de los pasos que la política monárquica da a este respecto,
pone de manifiesto una irrefrenable tendencia a controlar las tenencias de los
castillos y fortalezas de la ciudad de Sevilla, por encima de los privilegios y
jurisdicción de la misma.
Hace ya casi cuarenta años, José Cepeda Adán, en una obra que hoy día es
un clásico de la historiografía de los Reyes Católicos \ interpretaba que, en
términos generales, el Estado medieval había dejado fuera de su marco grandes
zonas de la soberanía que pasaron en su momento a manos de individuos o
instituciones que acabaron compartiendo el orden político con él, iniciándose de
este modo un camino en el que en ocasiones resultaba difícil aprehender al Estado
mismo, pues sus funciones llegaron a «derramarse» en esas otras esferas extraes-
tatales; según este autor, el rasgo fundamental de los siglos finales del Medievo
y primeros de la Modernidad consistió en la lucha de los poderes centrales por
la reconquista de esa soberanía perdida.
El objetivo de la presente aportación pretende, precisamente, exponer la
manera en que los Reyes Católicos emprendieron aquella «lucha por la reconquis
ta de esa soberanía perdida» en un ámbito de poder concreto -el municipal- y
respecto a una institución particular -las tenencias de castillos concejiles- para
poner de manifiesto unos modos de actuación regios que acabaron recuperando
para la Monarquía determinadas esferas de poder y colaborando con ello a aspntar
las bases del Estado Moderno.
3. CEPEDA ADÁN, José: En torno al concepto de Estado en los Reyes Católicos. C.S.I.C.,
Madrid, 1955.
738 [2]
Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos
por este último el llamado a perdurar, en sus líneas básicas, hasta la llegada al
poder de los Reyes Católicos. Fueron estos últimos quienes se encargaron, si no
de derogarlo, al menos de transformarlo por la vía de los hechos y convertirlo
en un modelo que rompía con la tradición medieval que había dejado en manos
del concejo el control sobre las fortalezas de su tierra.
El modelo por el que se rigió la tenencia de los castillos sevillanos tras la
repoblación del alfoz en la segunda mitad del siglo XIII resulta prácticamente
desconocido, si bien puede suponerse que en este momento originario el concejo
de la ciudad era quien nombraba a los alcaides de las fortalezas de su jurisdicción
y financiaba los gastos de salarios, mantenimiento de guamiciones y reparaciones
de las fábricas de los edificios
Este sistema experimentó su primer cambio importante durante el reinado
de Alfonso XI. En el ordenamiento concedido a la ciudad en 1344, y probable
mente como consecuencia de la anarquía urbana de años precedentes, este monar
ca no sólo rebajó de manera considerable el salario de los alcaides para ajustarlos
al nivel de las rentas concejiles, sino que estableció una serie de medidas para
arrebatar al concejo el control del nombramiento de los castellanos de buena parte
de las fortalezas de su jurisdicción. Para ello, entregó las alcaidías de algunos
recintos a vecinos de la villas en las que se encontraban los castillos (entre uno
y cuatro según los casos), de modo que la elección de los alcaides se reservaba
a aquéllos y escapaba de las manos de los oficiales de la ciudad.
No obstante, esta reforma alfonsina no fue radical: en otros castillos, particu
larmente en los situados en la frontera granadina, el concejo de Sevilla siguió
manteniendo todas sus prerrogativas y derechos para nombrar alcaides, bien entre
los vecinos de Sevilla, bien entre los propios oficiales del cabildo. De esta
manera, entre 1344 y comienzos del siglo XV, pueden señalarse dos modelos
distintos de tenencias: aquel que reservaba el nombramiento de alcaides a los
vecinos de las villas, junto a este otro por el que Sevilla mantenía el derecho a
designar a los beneficiarios de las tenencias entre sus propios vecinos y oficiales.
Pero estos dos sistemas siguieron una suerte desigual. Así, mientras que el
primero de los modelos estaba en franca decadencia cincuenta años después de
su establecimiento y se encontraba prácticamente en desuso en la primera década
del siglo XV,el segundo mantema su plena vigencia a mediados de esta centuria,
viéndose además reforzada la tendencia del concejo a monopolizar las alcaidías
de los castillos ya desde la segunda mitad del siglo XIV: en un requerimiento de
los jurados de la ciudad realizado en 1371, se denunciaba que los cargos públicos
municipales guardaban para sí las alcaidías de los castillos, ignorando la costumbre
de repartir a sorteo tales tenencias entre los vecinos de la ciudad que participasen
en la hueste concejil. La respuesta de Enrique II a este requerimiento reforzó la
posición de los oficiales al reglamentar que fuesen éstos quienes nombrasen a
[3] 739
FRANCISCO GARCÍA FITZ y MANUEL ROJAS GABRIEL
los alcaides, bien entre los responsables concejiles, bien entre los vecinos de la
ciudad, lo que anulaba la antigua práctica del sorteo de cargos entre estos últimos.
Sin embargo, a pesar de su decadencia, el sistema de tenencias por el que
se reservaba a los vecinos de las villas las alcaidías de los castillos no fue derogado
hasta mediados del siglo XV y su existencia, más teórica que práctica, seguía
suponiendo una limitación al poder que sobre las fortalezas de su tierra pretendía
restablecer el concejo hispalense. Por ello, en 1443 los oficiales de Sevilla
obtuvieron de Juan II la aprobación de una nueva reglamentación sobre tenencias
que estaría llamada a perdurar, al menos «de iure», hasta el final de la Edad Media
y que sería la posteriormente modificada, «de facto», por los Reyes Católicos.
Por este nuevo sistema todas las alcaidías de castillos de la jurisdicción de
Sevilla pasaban a manos de oficiales del concejo, de modo que cada alcalde mayor,
alguacil mayor, veinticuatro o fiel ejecutor se encargaría de una tenencia por el
tiempo que el concejo considerase oportuno y con un salario establecido también
por el regimiento. De esta forma, tanto los vecinos de la villas como los vecinos
de la ciudad quedaban definitivamente al margen del sistema y el concejo recuperaba
el pleno control sobre las designaciones de alcaides que habría perdido presumi
blemente en tiempos de Alfonso XI.
A este modelo se opusieron radicalmente durante quince años, al menos,
los jurados sevillanos como representantes de los intereses de los vecinos de la
ciudad frente al concejo, a través de una serie de requerimientos contra el nuevo
sistema y su funcionamiento, denunciando desde alteraciones de orden público
en los pueblos como consecuencia de las arbitrarias actuaciones de los oficiales
de la ciudad en el ejercicio de su nueva función de alcaides de castillos, hasta
la subida injustificada de los salarios de los mismos, pasando por la acusación
de abandono de los edificios o la concesión abusiva de franquezas fiscales y
militares a personas vinculadas a los alcaides atendiendo a presuntos servicios
de vigilancia en los recintos.
Pero la acusación más importante que los jurados realizaron contra el nuevo
sistema de tenencias tenía relación con la interpretación, a su juicio ilegal, que
los oficiales de Sevilla hicieron del privilegio de Juan II: según los jurados de
la ciudad, el rey había establecido que cada oficial se encargase de la alcaidía
de una fortaleza, de modo que los cargos públicos municipales fuesen los únicos
que pudiesen acceder a ese cargo. Dado que el número de castillos era inferior
al de oficiales, debía establecerse un tumo que permitiese que las alcaidías rotasen
entre aquéllos cada año. Si bien es cierto que esta última medida no se recogía
expresamente en la reglamentación real, también lo es que podía servir para
organizar de una manera lógica el nuevo modelo.
Pero la interpretación de los oficiales de Sevilla fue mucho más generosa
para sus propios intereses: si, como decía el documento de 1443, cada regidor
debía encargarse de la alcaidía de una fortaleza y el número de éstas era
notablemente inferior al de aquéllos, entonces cada regidor recibiría un salario
«a nombre de alcaidía», independientemente de que existiese o no un castillo sobre
el que ejercer el cargo. De esta forma, todos los oficiales de la ciudad percibían
su salario de alcaide (6.000 mrs. en el momento de la denuncia -1459-) además
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Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos
del cobrado por el cargo de oficial. Para los bolsillos de los oficiales, el sistema
proporcionaba unos beneficios considerables; para la hacienda concejil, suponía
un verdadero quebranto, puesto que, según los jurados, Sevilla tenía en ese momento
únicamente trece castillos con verdaderas funciones militares, de modo que lo
que la ciudad debería desembolsar serían 78.000 mrs., mientras que al entender
los regidores que las alcaidías se cobraban en función del número de oficiales
y no del de castillos, la suma pagada en concepto de tenencias ascendía a 312.000
mrs. Esta cifra era importante para las arcas municipales, sobre todo si pensamos
que, para la misma fecha, el Obrero Mayor de la ciudad disponía sólo de 200.000
mrs. para atender a todas las obras públicas de la ciudad y su tierra.
A pesar de las denuncias, el sistema acabó consolidándose: el concejo de
Sevilla nombraba alcaide a cada uno de sus oficiales, aunque no siempre pudiera
señalarle la custodia de alguna fortaleza en concreto. En todo caso, con el modelo
establecido por Juan U, el cabildo de Sevilla recobraba de manera absoluta la plena
jurisdicción sobre sus castillos y el completo control en el nombramiento de alcaides
para las mismas. Todavía antes de la llegada al poder de los Reyes Católicos este
modelo debió experimentar algunos cambios dignos de reseñarse, aunque los mismos
no llegasen a afectar a su esencia.
Como se ha indicado, al poner en práctica la regulación de Juan U, los oficiales
del concejo de Sevilla interpretaron que todos los cargos públicos municipales
habrían de disfrutar de un salario en concepto de tenencia de alcaidía de una
fortaleza, al margen de que se le pudiese o no señalar la de algún castillo en
concreto. Este dinero se cobraría amén de otros salarios o derechos cobrados
procedentes del desarrollo de sus oficios concejiles. De hecho, al menos entre
1445 y 1462 el regimiento de Sevilla presentó anualmente al mayordomo de la
ciudad una nómina de tenencias de castillos en las que aparecía el nombre de todos
los alcaides (que era el del conjunto de los oficiales), el cargo que ocupaba en
el concejo, el nombre de la fortaleza de la que poseía la alcaidía y el dinero cobrado
por ese concepto. Tales nóminas de castellanías eran independientes de las de
oficiales que el cabildo debía presentar al mismo mayordomo en la que se
especificaban los salarios de los mismos en función de su cargo
[5] 741
FRANCISCO GARCÍA FITZ y MANUEL ROJAS GABRIEL
Por Otra parte, y entre las mismas fechas, cada vez que el concejo sevillano
reconocía como oficial a un individuo, solía hacer constar en el documento presen
tado al mayordomo como mandamiento de pago de su quitación como tal oficial,
que se le diese una cantidad por la tenencia de un castillo, indicando expresamente
que aquella se la concedía igual que a los otros regidores de la ciudad
Pues bien, esta polémica interpretación, que quizás pueda considerarse como
una deformación del sistema reglamentado por Juan II, parece que dejó de ponerse
en práctica a lo largo de la década de los años sesenta, aunque no por ello cambiase
básicamente el método de nombramientos de alcaides, puesto que el concejo siguió
nombrando libremente a los castellanos entre sus propios oficiales y por el tiempo
que considerase oportuno. Efectivamente, en 1462 aparece por última vez en la
documentación del Mayordomo de Sevilla una nómina de castellanía y con
posterioridad a este fecha no hemos podido constatar su existencia en ningún otro
año, resultando difícil interpretar que tales documentos se hayan perdido. Por el
contrario, la desaparición de este tipo documental permite suponer que, sin que
hallamos encontrado ninguna reglamentación al respecto ni en Actas Capitulares
ni en la documentación real, debió cesar aquella arbitraria interpretación. Esto
explicaría, por ejemplo, que en el año de mayordomazgo de 1465-66 aparezcan
un conjunto de mandamientos reales para que se pague el salario a siete alcaides.
Fregenal, Gerena, Hinojales, Lebrija, Lopera, Paterna, El Fedroso, La Puebla, Puebla del Infante,
Real, Sanlúcar la Mayor, Santa Olalla, Tejada, Torres, Utrera, Villanueva del Camino y Zufre. Como
puede suponerse, a mediados del siglo XV muchos de los castillos citados eran más un recuerdo que
una realidad, y otros no cumplían a esas alturas ninguna función defensiva. Se trataba, por tanto, de
cubrir una formalidad al relacionar los castillos y no la constatación de una tenencia efectiva. De
hecho, la comparación de este listado con otros anteriores o posteriores pondría de manifiesto
ausencias y presencias no explicables si realmente las tenencias tuvieran en todos los casos implica
ciones militares. Si esto fuera así, no se entendería, por ejemplo, la no aparición de castillos con
claras funciones militares, como los de Alanís, Matrera o El Bollo.
La nómina de alcaidías de 1457 se encuentra en A(rchivo) M(unicipal de) S(evilla), Papeles
de Mayordomazgo, 1457-1458.
6. Como ejemplo, valgan algunos casos concretos: el 30 de julio de 1445, el concejo de Sevilla
manda al mayordomo de la ciudad que pague su quitación al duque de Medinasidonia, alcaide mayor
de Sevilla, incluyendo la retenencia de un castillo (cuyo nombre aparece en blanco) «que la dicha
9ibdad le auia dado e dio segund que a los otros alcaldes e regidores della»; el 12 de agosto de 1446
el cabildo de Sevilla mandaba al mayordomo que asentase en la nómina de las retenencias de los
castillos a Ruy Sánchez de Huete con su quitación del castillo de Alanís, «como a cada uno de los
otros XXniI de la dicha ^ibdad»; el 26 del mismo mes y año, el concejo de Sevilla, vista una carta
del rey, reconocía al jurado Antón González como fiel ejecutor con su quitación acostumbrada de
2.000 nm., más 4.000 de retencia de un castillo (no especificado), «segund son librados este dicho
anno a cada uno de los otros dichos 9Ínco fieles de la dicha 9ibdad»; el mismo día, Sevilla recibía
como veinticuatro a Rodrigó Ruiz de Cuadros con 3.000 mrs. de quitación y 4.000 por la retenencia
de un castillo (no especificado) «como cada uno de nos los dichos ofi9Íales»; el 9 de septiembre del
mismo año el concejo de Sevilla indicaba al mayordomo que, por cuanto García Tello, alcalde de
la tierra, había sido recibido al dicho oficio por el cabildo y tenía voto como cualquier otro regidor
en el concejo, debía tener una alcaidía, por lo que se le concedía la del castillo de Tejada con un
salario de 4.000 mrs. Todas las referencias proceden de A.M.S., Papeles de Mayordomazgo, caja 44.
742 [6]
Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos
frente a lo que había ocurrido hasta unos años antes, en los que se había llegado
a pagar a más de cincuenta
Por otra parte, también en contraposición a lo sucedido en los años compren
didos entre 1443 y 1462, en las cartas de concesiones o traspasos de oficios conce
jiles deja de hacerse referencia sistemática a la alcaidía y tenencia anexa al oficio.
Así, por ejemplo, en ninguna concesión de veinticuatría de los años 1466-67 apa
recen alcaidías como oficios anexos a aquéllos, al menos explícitamente. No obstante
lo afirmado, debe hacerse notar que en años posteriores, incluso ya en el reinado
de los Reyes Católicos, algunos documentos de traspasos o concesiones de cargos
municipales siguen afirmando que aquellos oficios incluyen «la quitación e salarios
e alcaydía e tenen9Ía e otros ofi9Íos a la dicha veynte e quatría pertenescientes»
si bien la aparición de estas fórmulas es excepcional y en el conjunto de documentos
sobre traspasos o concesiones de veinticuatrías apenas tienen significación, en
contra de lo que ocurria en los tipos documentales idénticos a éstos de los años
centrales del siglo XV.
Así pues, puede señalarse que en el momento de la llegada al poder de los
Reyes Católicos había desaparecido en el seno de concejo hispalense la práctica
de nombrar alcaides de fortalezas a todo aquel que ocupase un cargo público
municipal, quedando reducido el número de alcaidías a menos de una decena en
el mejor de los casos. No obstante el sistema seguía incólume: el concejo controlaba
absolutamente el nombramiento de los castellanos de las fortalezas de su
jurisdicción, y no hemos podido constatar la intervención de la Corona en este
terreno con anterioridad a la entronización de los monarcas.
7. Todos los mandamientos de pago citados tienen fecha de 27 de mayo de 1466 y se refieren
a las siguientes personas y fortalezas: Jorge de Medina, alcaide del castillo de Aracena; Gonzalo de
Cuadros, del de Aroche; Sancho Mexía, por Santa Olalla; Cristóbal de Moscoso, por Alanís; Pedro
de Pineda, por Constantina; Mendoza (sic), por Cortegana; y Femando de Medina el Mozo, por Lxbrija.
AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1460-65, caja 53.
8. Así, por ejemplo, en la carta de traspaso de una veinticuatría a Femando de Esquivel por parte
de su padre, fechada en 1464, se indicaba que la cesión se hacía «con la quitav'ión c salario c alcay
día e tenen9Ía e otros ofi9Íos a la dicha veynte e quatría pertenescientes». AMS, Papeles de Mayordo
mazgo, 1460-1465, caja 53.
La misma fórmula se repite en otros documentos similares fechados entre 1476 y 1501.
Pueden encontrarse en: Tumbo de los Reyes Católicos, I, 1, 107; ídem, I, I, 140; ídem, 111, II, 128;
ídem, III, II, 352; ídem, IV, III, 279; ídem, V, III, 444; ídem, IV, 125, fols. 215r-216v; ídem, IV,
237, fols. 366v-367r.; ídem,IV, 225, fols. 353r-354r.; ídem, IV, 289, fols. 450r.-451v.; ídem, V, 239,
fol. 172r-v.; ídem, VI, 126, fol. 133r-v.
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744 [8]
Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos
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Jerez, ni debían haber vivido nunca en ellas, los cuales tendrían las fortalezas como
alcaides. Además se recogía que, en aquellas fortalezas de Sevilla que no se habían
visto implicadas directamente en los enffentamientos banderizos, fueran sustituidos
sus alcaides por otros veinticuatros de Sevilla, quienes deberían hacer pleito-
homenaje por ellas al rey y a la ciudad.
Una vez cumplidas todas las condiciones en el plazo citado de dos meses,
los alcaides que tenían las fortalezas de Alcalá de Guadaira y Constantina en
tercería (Femando de Villafañe y Lope Ponce de León) estarían obligados a
entregar los castillos a sus altezas, aunque se establecía que, si en algún momento
los reyes devolvían al duque de Medinasidonia o al Mariscal las fortalezas que
habían usurpado a la ciudad (Lebrija y Utrera), el marqués de Cádiz recuperaría
la de Alcalá de Guadaira
Como puede apreciarse, las capitulaciones de paz suponían un verdadero
quebranto para la jurisdicción sevillana, pues la ciudad perdía la capacidad de
designar castellanos en sus fortalezas más importantes: los castillos de Utrera,
Fregenal, Aroche, Lebrija, Alcantarilla, Villanueva y Montegil habrían de quedar
en manos de criados de los reyes que no fuesen naturales de la ciudad ni hubiesen
vivido nunca en ella; los de Alcalá de Guadaira y Constantina permanecerían en
manos del marqués de Cádiz (bajo el poder de hombres de su confianza) durante
dos meses para pasar posteriormente a ser gobernados por personas designadas
por la Corona; únicamente las fortalezas no comprometidas en las luchas quedarían
bajo el control del concejo, que procedería a nombrar alcaides nuevos entre sus
veinticuatros, quienes prestarían pleito-homenaje tanto a Sevilla como a sus altezas.
Si se hubiese llevado a la práctica la literalidad de estos acuerdos, el concejo
de Sevilla hubiese quedado sin la posibilidad de nombrar los alcaides de más de
la mitad de los castillos que quedaban en pie a fines del siglo XV, pues el número
de fortalezas que aparecen en la documentación municipal entre 1466 y 1480 no
supera los diecisiete (Alcalá de Guadaira, Constantina, Lebrija, Utrera, Fregenal,
Aroche, Alcantarilla, Cortegana, Villanueva del Camino, Alocaz, El Águila,
Montegil, Encinasola, Matrera, Santa Olalla, Alanís y Cumbres Mayores) y son
nueve los afectados más gravemente por las cláusulas de los acuerdos de paz.
Sin embargo, no parece que las capitulaciones firmadas (al menos las
establecidas con el marqués de Cádiz) se cumpliesen completamente, puesto que
los reyes respetaron algunos privilegios sevillanos. Entre ellos, por el ejemplo,
el que establecía que los alcaides de los castillos de su tierra habían de ser
veinticuatros de Sevilla, aunque los monarcas tomaran la precaución de que fuesen
14. El documento también recoge un conjunto de compensaciones económicas a los nobles en concepto
de reparaciones realizadas en las fortalezas, así como el establecimiento de un sistema por el que cualquier
concesión económica hecha a una parte se haría extensible a las demás. Capitulaciones similares debieron
establecerse entre los reyes y el duque de Medinasidonia, pues según Ortiz de Zúñiga el 25 de febrero
de 1478 el duque entregó el castillo de Fregenal a Juan de Torres, el de l^ebrija a Femando de Abreu,
el de Villanueva del Río a Melchor Maldonado, el de Aroche a Juan de Monsalve y el de Montegil
a Pedro Manuel,quienes se comprometieron con él a devolvérselos si al cabo de seis meses el marqués
de Cádiz no hubiese entregado el alcázar de Jerez, Constantina y Alcalá(ORTIZ DE ZÚÑIGA,Diego:
Anales... de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla, tomo III, año 1478, 1, pp. 94-95).
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28. AMS,Papeles de Mayordomazgo, 1487-88, caja 69. La fe pública del escribano de Alcalá de
Guadaira tiene fecha de 17 de abril de 1488, mientras que la de Lebrija es del 30 del mismo mes.
29. ROS, II. 341 (fol. 42)/Paulina Rufo Ysem, Op. Cit., 1216
30. Tumbo de los Reyes Católicos, III, 11, 54.
31. Tumbo de los Reyes Católicos, III, n, 201.
32. Tumbo de los Reyes Católicos, IV, III, 8.
33. Tumbo de los Reyes Católicos, IV, III, 8 y 9.
34. Tumbo de los Reyes Católicos, IV, ni, 16.
35. De hecho, los Reyes no concedieron una veinticuatría de Sevilla a Alfonso Carrillo hasta el
mes de agosto de 1491, seis años después de su designación como alcaide de Lebrija y tres desde
su nombramiento como alcaide de la fortaleza de Alcalá de Guadaira. Tumbo de los Reyes Católicos,
V, III, 444.
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tenencia porque «al tienpo que yo mandé entregar la dicha fortaleza al dicho Alfonso
Carrillo, me físo pleito omenaje por ella, e segund aquello no es menester que
la faga a la dicha gibdad», ignorando en su respuesta cualquier mención al hecho
de que el nombrado no fuese veinticuatro.
Desde luego, los monarcas debían ser conscientes de que su actuación dañaba
los derechos del concejo cuando al final del documento se sentían comprometidos
a señalar que era su merced «e mando que por esto non se entiende ser quebrantados
vuestros privillegios e buenos usos e costunbres que ^erca desto teneys, mas que
aquellos queden en su fiierga e vigor». Como se recordará, los Reyes habían actuado
de la misma forma dos años antes cuando obligaron al concejo de Sevilla a pagarle
la tenencia del castillo de Lebrija a Diego de Arriaga, quien tampoco era oficial
de la ciudad, sólo que entonces los propios monarcas habían reconocido la
provisionalidad de esta medida hasta que se nombrase para el cargo a un veinticuatro
de la ciudad. Por el contrario, ahora no se aludía a la interinidad de la situación,
sino que se tomaba por una solución definitiva; el pleito homenaje prestado ante
el rey se hacía equivalente, a los efectos de la tenencia de una fortaleza que
pertenecía de pleno derecho a la jurisdicción concejil (con todo lo que desde el
punto de visto jurídico ello podía significar de menoscabo para la soberanía urbana)
al prestado a la ciudad y, por primera vez desde 1443, una persona ajena al gobiemo
hispalense se hacía cargo de una fortaleza de la misma.
El mismo tipo de actuación lo vemos repetido en las designaciones de
alcaides para las fortalezas de Aroche y Fregenal, pero no creemos necesario
insistir en ello.
Como queda claro, la intervención de los monarcas en el nombramiento de
alcaides de castillos de la jurisdicción sevillana distorsionaba parcialmente el
sistema de tenencias medieval, es decir, aquél por el que la ciudad controlaba el
sistema defensivo de su tierra a través de la designación de alcaides entre sus
propios oficiales.
Pero los Reyes Católicos, en su política intervencionista respecto a la
administración de los castillos de Sevilla, hicieron sentir su influencia a través
de otras medidas. Y es que no sólo eligieron a los alcaides de las fortalezas, sino
que también regularon el volumen de las soldadas cobradas por los mismos.
Como se recordará, la regulación de las tenencias hechas por Juan II en 1443
dejaba en manos del concejo el establecimiento de los salarios de los castellanos
de sus fortalezas y así lo había hecho la ciudad desde entonces. Por el contra
rio, a partir de 1477 y en algunos castillos cuyos alcaides fueron designados
directamente por la Corona, las soldadas cobradas por aquéllos fueron estipuladas
por los reyes en una cuantía absolutamente desorbitada si se compara con las
percibidas por los castellanos de esas mismas fortalezas con anterioridad a esta
fecha o con las recibidas por los del resto de los castillos de Sevilla.
En una de las últimas nóminas de castellanías que se conservan, de julio de
1461 el salario convenido por el concejo de Sevilla para cada uno de sus oficiales
750 [14]
Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos
en razón del cargo de alcaidía era de 6.000 mrs. Cinco años después los manda
mientos de pago a castellanos elevaban el salario de cada uno de ellos a 10.000
mrs^^ En 1474, en plenas discordias banderizas, la documentación sigue señalando
la misma cuantía para algunas alcaidías
Esta realidad variará parcialmente a partir de 1477. Ya en junio de 1478 el
rey autorizaba a Sevilla para que recaudase con carácter extraordinario los 50.000
mrs. que había de pagar a Juan de Torres por la tenencia del castillo de Fregenal"*®.
Durante algtín tiempo el caso anterior constituyó una excepción, puesto que hasta
mediados del año siguiente los Reyes, siempre que ordenaban al concejo el pago
de una tenencia, indicaban que se abonase lo acostumbrado: en octubre de 1478,
al hacer cargo de la tenencia de Cortegana a Melchor Maldonado, indicaban al
concejo que «le fagays dar lo que al dicho Pedro de Almonte -el anterior alcaide-
dávades»'*'; cuando dos meses después la Reina ordenaba a Sevilla que pagase
la alcaidía de la fortaleza de Alcalá de Guadaira a Diego López de Haro, señalaba
únicamente que se le diese «lo que razonable fuere» la concesión de la tenencia
de Encinasola a Juan Martínez Tinoco recogía el mandamiento a Sevilla para que
«le deys la tenengia de ella con la paga acostumbrada que soleys dar a las otras
fortalezas desa ^ibdad»
Pero a partir de julio de 1479 los reyes comenzaron a exigir al concejo el
pago de unas soldadas cuyas cuantías se salían de la norma habitual. En esta fecha
volvieron a ordenar a Sevilla que pagase 50.000 mrs. a Juan de Torres por la
tenencia de Constantina que, al parecer, no se había satisfecho""; un día después,
al tiempo que agradecían al concejo la buena forma en que había asentado la
tenencia de Alcalá de Guadaira, entregada por los monarcas a Diego López,
mandaban que, para que el castillo estuviese a buen recaudo, la ciudad debía pagarle
«alguna cuantía de maravedíes más de la costa que en ella se fase» cuantía que
acabaría concretándose en 150.000 mrs. en agosto de este año"*^; a fines de julio,
en cumplimiento de las órdenes reales, Sevilla mandaba a su mayordomo que pagase
a Luis de Tovar, alcaide de Lebrija, 100.000 mrs. por su tenencia"*'.
[15] 751
FRANCISCO GARCÍA FITZ y MANUEL ROJAS GABRIEL
48. Tumbo de los Reyes Católicos, HI, II, 28, 46 y 54; AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1480,
caja 63.
49. AMS,Papeles de Mayordomazgo, 1480, caja 63.
50. AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1480, caja 63. Las tenencias estipuladas en el acuerdo
fueron las siguientes:
Alanís 6.000 mrs.
Cortegana 8.000 mrs.
Fregenal 8.000 ñus.
Constantina 10.000 mrs.
Encinasola 10.000 mrs.
Aroche 12.000 mrs.
En 1481 la cuantía de las tenencias de El Águila y Alocaz fiie de 6.000 mrs.(AMS, Papeles
de Mayordomazgo, 1481-82, caja 64).
51. En 1484 los reyes volvieron a elevar esta tenencia a 40.000 mrs. Tumbo de los Reyes Católi
cos, ni, n, 364.
752 [16]
Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos
[17] 753
FRANCISCO GARCÍA FITZ y MANUEL ROJAS GABRIEL
e rentas e bienes e pro común desa dicha gibdad». Así pues, si quedaba algún
resto del antiguo sistema que permitía a los oñciales seguir cobrando las tenencias
de fortalezas aunque no ejercieran realmente el cargo de alcaide, los reyes se
encargaron de eliminarlo"o, al menos, de impedir que los regidores pudieran
seguir cobrando indiscriminadamente por este concepto aunque en algunos casos
la concesión de una veinticuatría supusiera la de una tenencia anexa
Queda claro, pues, que las acciones de los Reyes Católicos transformaron
por la vía de los hechos el sistema de tenencias de castillos concejiles. Sin embargo,
algunos aspectos quedaron intactos en estos primeros años de reinado. Se podría
afirmar, incluso, que los monarcas intentaron ser cuidadosos con algunos privilegios
y derechos de la ciudad, particularmente con aquellos que afectaban a las formas
de la jurisdicción de Sevilla sobre sus fortalezas. Como afumase Ladero Quesada^',
en referencia a la actuaciones políticas en general de los Reyes, las novedades
que introdujeron no consistieron tanto en los cambios institucionales cuanto en
el mejor funcionamiento de los mecanismos existentes, «todo ello con una conciencia
más clara y terminante del alcance y supremacía de la autoridad monárquica»,
si bien los monarcas fueron en todo momento prudentes a la hora de detenerse.
En nuestro caso, los reyes tampoco realizaron cambios institucionales, pero hicieron
funcionar el sistema de tenencias con criterio nuevos, al tiempo que supieron
apreciar cuál era el límite de su intervención: el respeto por los elementos formales
de la jurisdicción y los privilegios urbanos.
Son numerosos los documentos reales relacionados con alcaidías de castillos
en los que los Reyes Católicos reconocen explícitamente los derechos y la
jurisdicción que Sevilla tenía sobre sus fortalezas. No parece, por tanto, que al
57. Un caso particular ñie el del castillo de Alocaz. En el documento antenormente citado, se indicaba
que dicha fortaleza estaba derrocada hacía mucho tiempo, por lo que se ordenaba que los treinta cahices
de pan que tenía de tenencia se entregasen para sufragar la del castillo de Triana, que no pertenecía
a la jurisdicción de la ciudad de Sevilla y cuyo alcaide era nombrado por los reyes. Varios meses
después (enero de 1479)los monarcas rectificaron su decisión atendiendo a las protestas de Femando
de Esquivel, alcaide del castillo, quien había alegado que la tenencia de Alocaz era anexa a su
veinticuatría y que la torre no estaba en minas. Los reyes acabaron reconociendo que Alocaz no estaba
derrocada en su totalidad y que aún podía prestar algún servicio defensivo a la ciudad, por lo que
aceptaron que Esquivel siguiese cobrando su salario(Tumbo de los Reyes Católicos, II, I, 338).
58. Ello explicaría el enfrentamiento surgido entre el concejo de la ciudad y el alcaide del castillo
de la Puebla de los Infantes: en 1483 el rey mandaba a la ciudad que pagase a Gonzalo de León,
alcaide de aquella fortaleza, los 6.000 mrs. anuales que le correspondía de tenencia y que desde hacía
varios años no cobraba (Tumbo de los Reyes Católicos, ni, II, 253). Ante la falta de respuesta del
concejo, en 1484, los reyes reiteraron su petición (Tumbo de los Reyes Católicos, III, ü, 378) y
meses después -febrero de 1485- aceptaban que si Sevilla no pagaba tenencias por algunos castillos
«que tienen algunos veynte e quatros desa 9ibdad», tampoco se abonase la de la Puebla(Tumbo, FV,
in, 70), lo que puede interpretarse como que, aunque las veinticuatrías llevasen anexa nominalmente
la alcaidía de un castillo, a mediados de la década de los ochenta Sevilla sólo pagaba las de aquellas
fortalezas que mantenían una estmctura defensiva efectiva.
59. LADERO QUESADA, Miguel Ángel: «El sistema político en la monarquía castellana de los
Reyes Católicos: Corona, Nobleza y Ciudades». Actas del Congreso Hernán Cortés y su tiempo. V
Centenario (1485-1985), p. 500.
754 [18]
Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos
menos en los primeros años del reinado los monarcas pusieran en duda este
ámbito de la soberanía concejil a excepción hecha, claro está, de todo lo referido
a los castillos involucrados en las guerras nobiliarias y que, a consecuencia de
ellas, habían escapado al control de la ciudad y habían sido recuperados posterior
mente por la realeza.
En el conjunto de las relaciones entre Sevilla y sus fortalezas, los casos
anteriores, muy significativos por cierto, siguieron constituyendo una excepción:
por regla general, desde un punto de vista estrictamente formal, Sevilla siguió
controlando el nombramiento de los alcaides de sus castillos, éstos continuaron
prestando pleito-homenaje a la ciudad y los documentos mantenían la indicación
que las alcaidías se tenían en nombre de la ciudad o, como mucho, en el de los
reyes y Sevilla al mismo tiempo. Ya hemos visto que incluso en una excepción
tan significada como la de la fortaleza de Alcalá de Guadaira, Diego López de
Haro tuvo que prestar juramento ante la ciudad, con las matizaciones ya señaladas.
Pero hay casos mucho más notables que ponen de manifiesto que las
interferencias reales sobre la designación de alcaides durante los primeros años
de su reinado fueron limitadas y que respetaron, insistimos que formalmente, los
derechos de la ciudad en este ámbito. Cuando en octubre de 1478 los Reyes
Católicos quisieron deponer a Pedro de Almonte y nombrar en su lugar a Melchor
Maldonado(su vasallo y hombre de confianza, que ya había ejercido el año anterior
la tenencia de otro castillo implicado en la guerra, el de Villanueva del Camino)
como alcaide del castillo de Cortegana una fortaleza que no tuvo un papel
relevante en las guerras banderizas, no procedieron a hacerlo directamente. Por
el contrario, respetando la jurisdicción y los privilegios de Sevilla y acatando el
sentido del pleito homenaje que el primero había contraído con la ciudad, mandaron
al concejo que eximiese del mismo a Pedro de Almonte, quien se había negado
a entregar el castillo hasta que «vosotros -el concejo- ge lo mandeys e le al9eis
e dicho pleyto omenaje» y que la concediesen a Melchor Maldonado para que
la «tenga y guarde por nos e por esa 9ibdad», debiendo recibir la ciudad de este
último «el pleyto omenaje que en tal caso se requiere».
El caso no es, ni mucho menos, el único: de la tenencia del castillo de El
Águila, cuya alcaidía estaba en manos del veinticuatro Alfonso Pérez Melgarejo
en marzo de 1479, el propio concejo afirmaba que «vos -el Melgarejo- por esta
dicha 9ibdad tenedes»^'. De Juan de Monsalve, alcaide del castillo de Aroche
desde 1478, a pesar de ser uno de los designados por los reyes, Sevilla consideraba,
y así lo hacía saber a su mayordomo en 1481, que tenía la tenencia del citado
castillo «por esta dicha 9ibdad» En 1483, el concejo de Sevilla mandaba al
mayordomo que pagase al comendador Femando Díaz de Ribadeneira su salario
como alcaide de Fregenal -otro castillo implicado en las guerras nobiliarias- para
ayuda de la costa que hacía por mandado de la ciudad en la guarda del castillo
[19] 755
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756 [20]
Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos
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758 [22]
Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos
79. Ibídem.
80. AMS,Papeles de Mayordomazgo, caja 44. En esta ordenanza la tenencia se repartía anualmen
te entre dos, y no tres, oficiales del concejo, de modo que cada uno ejercía el cargo durante seis
meses. Las citadas ordenanzas regulaban los tumos que habrían de seguirse entre 1445 y 1458
81. AMS,Papeles de Mayordomazgo, 1468-70, caja 55 y 1470-71, caja 56.
82. AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1472-73, caja 57.
83. AMS, Papeles de Mayordomazgo, 1473-74, caja 57.
[23] 759
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760 [24]
Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos
todos ellos por mandamiento real. Por lo tanto, a juicio de los reyes, no cabían
los nombramientos de otras personas que había realizado el concejo tras la
muerte de Francisco de Torres, entendiendo la Corona que con esta actitud la
ciudad se «entremetía» en algo que no le concemía. Por eso mandaban que
entregasen la tenencia de Constantina a Luis Portocarrero «sin poner en ello
escusa ni dila9ión ni tardanga alguna, sin nos requerir ni consultar sobrello, ni
atender ni esperar otra nuestra carta ni segunda ni tercera juysión»
El concejo de Sevilla se sintió agraviado en sus derechos como consecuencia
de la disposición real, por lo que en el mes de junio del mismo año volvió a
suplicar a los monarcas «que ellos entendían alegar e mostrar ante nos -los reyes-
algunas cabsas e razones por que la dicha gibdad era agraviada en mandar dar
la dicha tenencia al dicho Luys Portocarrero», solicitando remedio para esta
situación. Ante esta petición, los reyes aceptaron que el caso fuese estudiado por
su Consejo y, en consecuencia, mandaron a su asistente Juan de Silva que tomase
la fortaleza y mientras tanto la entregase en tercería al alguna persona de su
confianza y que no fuera ni de la parcialidad de Sevilla ni de la del Portocarrero®®.
No conocemos cuáles fueron las «cabsas e razones» alegadas ante el consejo
de los reyes por el concejo, pero desde luego no fueron atendidas: en marzo de
1498 los Reyes mandaban a Juan de Silva que, una vez resuelto el pleito, entregase
la fortaleza a Luis Portocarrero ®'. De esta forma, lo que parecía un intento serio
por parte de la ciudad por recuperar sus plenas competencias en la designación
de los alcaides de sus castillos, particularmente de aquellos que desde la pacificación
de la región en 1477 estaban en manos de la Corona, resultaba un rotundo firacaso
y una afirmación más del poder ejercido por la Monarquía en ámbitos jurisdicciona
les que no le eran propios. Si bien en su origen la intervención real pudo estar
justificada por las circunstancias históricas (esto es, la recuperación de los castillos
que habían sido arrebatados al concejo por algunos nobles, el apaciguamiento de
la zona...) resulta dudoso que veinte años después las interferencias monárquicas
tuvieran las mismas pretensiones, cuando aquellas circunstancias históricas habían
cambiado radicalmente. Es incluso posible que el intento de Sevilla por recuperar
sus funciones respecto a las fortalezas de su tierra se derivara de la constatación
[25] 761
FRANCISCO GARCÍA HTZ y MANUEL ROJAS GABRIEL
de ios cambios acaecidos y que la respuesta real resultara sorprendente por lo trasno
chado de su argumentación. También es probable que la actuación de la Monarquía
tuviera un alcance más largo, a tenor de lo que ocurriría sólo unos meses después,
cuyo objetivo último sería la aplicación del principio de preeminencia real respecto
del nombramiento de alcaides de fortalezas dependientes de la jurisdicción concejil,
con todo lo que ello conllevaba de ruptura del modelo político medieval y de consa
gración de unas actitudes que podrían considerarse típicamente modernas.
En efecto, en octubre de 1498, los Reyes Católicos hacían merced a Miguel
Pérez de Almazán de una veinticuatría en Sevilla y de la tenencia de Aroche, por
muerte del veinticuatro y anterior alcaide Pedro de Monsalve, mandando al concejo
de Sevilla que le recibiese el juramento de solemnidad requerido, tras lo cual debería
ser reconocido como oficial a todos los efectos y habría de tener la fortaleza «por
nos e por la dicha 9ibdad quanto nuestra merged e voluntad de la dicha 9ibdad
fuere» No obstante, al comprobar los Reyes que la veinticuatría que había sido
de Pedro de Monsalve era una de las acrecentadas, indicaron al concejo que la
diese por consumida concediendo entonces (mayo de 1499) al citado Pérez de
Almazán la veinticuatría y fiel ejecutoría de Alonso Fernández Santillán, que había
fallecido, manteniendo en todos sus términos la merced que el año anterior le habían
hecho de la tenencia del castillo de Aroche'^.
En principio, esta concesión por parte de los reyes de la castellanía de Aroche
a un veinticuatro de la ciudad no se saha de lo habitual: Miguel Pérez de Almazán,
al menos en un primer momento, obtenía la tenencia de la fortaleza en la medida
en que recibía una veinticuatría cuyo anterior titular tenía el encargo de aquella
alcaidía; por otra parte, parece que debía prestar a la ciudad pleito homenaje por
su nuevo cargo; en tercer lugar, la fórmula empleada por los monarcas indicaba
expresamente que el alcaide tendría la fortaleza «por nos e por la dicha 9ibdad
quanto nuestra mer9ed e voluntad de la dicha 9ibdad fuere», con lo que se mantenía
el equilibrio otras veces expresado entre el poder real y el concejil en este terreno.
Es más: Aroche había sido una de las fortalezas «intervenidas» por los reyes después
de 1477, pues había tenido cierto protagonismo en las luchas entre Guzmanes y
Ponce de León. En aquel momento, los monarcas designaron como castellano a
Juan de Monsalve, veinticuatro de Sevilla y maestresala de los reyes, por lo que
teniendo en cuenta estos precedentes, al concejo no debería resultarle extraño el
nombramiento directo del alcaide por parte de los reyes.
Lo que ocurre es que con posterioridad el castillo de Aroche se convirtió
en uno de los controlados directamente por el concejo, pues a partir de 1481 la
documentación del mayordomo consideraba que el alcaide tenía la tenencia del
citado castillo «por esta dicha 9ibdad» y la cuantía de la misma fue en todo
momento estipulada por Sevilla y no por los reyes En 1493, Pedro de Tous
(o de Monsalve), recibía la veinticuatría y alcaidía de Aroche en lugar y por renuncia
762 [26]
Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos
de su padre, Juan de Monsalve'^, por lo que se puede considerar que los dos cargos
estaban desde entonces vinculados, siguiendo unas normas de sucesión que el
concejo debía considerar habituales. De modo que la vuelta a la designación real
en este caso concreto debía resultar chocante para la ciudad.
Sin duda el concejo debió sentirse agraviado en sus derechos por la resu
rrección de aquellas viejas fórmulas de nombramiento directo de la Corona (viejas
al menos en el caso de Aroche y por la propia evolución histórica de esta tenencia)
y muy probablemente elevó algián tipo de protesta ante los reyes. Pero en este
caso la respuesta no pudo ser más contundente: en mayo de 1499 mandaban a
la persona o personas que tuviesen la fortaleza de Aroche por Pedro de Monsalve,
anterior alcaide ya difunto, que la entregasen a Miguel Pérez de Almazán, alzándoles
los pleitos homenajes y de seguridad que hubiesen hecho a los Reyes u otras
personas, de modo que ratificaban su orden anterior e ignoraban las pretensiones
sevillanas. Pero además añadían un mandato nuevo y del que no contamos con
precedente alguno: en el mismo documento indicaban que habían sido informados
de que Pérez de Almazán había hecho ya pleito homenaje y de seguridad a la
ciudad para «tener la dicha fortaleza por nos e por la dicha gibdad, e nuestra merced
e voluntad es como dicho avemos que la tenga por nos solamente e non por la
dicha gibdad», por lo que procedieron a alzarle el Juramento hecho a Sevilla,
señalando expresamente que «queremos que solamente se entienda ser hecho -el
pleito homenaje- para que la tenga por nos como dicho es».
El texto no podía ser más significativo: al alcaide se le mandaba, no ya que
tuviese la tenencia del castillo en nombre de los reyes de forma exclusiva (ejemplos
de esto ya hemos citado varios a lo largo de esta comunicación) sino que además
le quitaban el pleito homenaje que había hecho al concejo, contradiciendo incluso
el contenido de los documentos reales que sé habían concedido el año anterior
sobre la misma tenencia.
El cambio de concepción respecto al control de las tenencias de castillos
sevillanos y, en general, respecto a la Jurisdicción, derechos y privilegios de la
ciudad, se pondría de manifiesto sólo dos meses después. En Julio de 1499'' los
Reyes ordenaban al concejo de Sevilla que reconociesen como alcaide de Aroche
a Miguel Pérez de Almazán, haciendo referencia a las razones argüidas por la
ciudad para sobreseer el cumplimiento de los primeros mandamientos reales sobre
el caso. Según todos los indicios, Sevilla se había negado a cumplir con la voluntad
de los Reyes objetando que el nombramiento de los alcaides de las fortalezas le
competía en virtud de los privilegios que había recibido de otros monarcas.
Esta ocasión fue aprovechada por los Reyes Católicos para exponer lo que
podemos considerar como toda una doctrina acerca de la soberanía real aplicada
a una institución concreta y el final de un proceso que había comenzado hacía
más de veinte años a lo largo de los cuales los monarcas fueron conquistando
progresivamente un ámbito de poder muy concreto, como era la designación de
96. AMS, Tumbo de los Reyes Católicos, IV, 125, fols. 215r-216v.
97. AMS, Tumbo de los Reyes Católicos, V, fol. 214 r.-v.
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764 [28]
Las tenencias de las fortalezas del Concejo sevillano en época de los Reyes Católicos
de Cáceres, contino de la casa real) o simplemente señalada por los reyes para
el caso (Juan de Gallegos hubo de jurar ante Alonso de Jaén de Roelas, veinticuatro
de la ciudad y persona indicada expresamente para ello por la reina Juana)
Por si quedara alguna duda acerca del cambio sustancial que había sufrido
el sistema de nombramiento de alcaides, de la merma de soberanía que esto
significaba para la ciudad y de la permanencia de aquellas transformaciones, cabría
señalar un último ejemplo: tal como se indicó, en diciembre de 1504 la reina
Juana hizo merced a Luis de Zapata de la tenencia de la fortaleza de Cortegana.
Un mes después, en enero de 1505 la Reina repetía su mandamiento y señalaba
en esta ocasión que había sido informada de que el concejo había obedecido pero
no cumplido el anterior requerimiento, alegando para ello «que la dicha 9ibdad
tiene facultad de los reyes mis antepasados, e uso e costumbre antigua, de proveer
de las tenencias de las fortalezas de las villas e lugares de su tierra a los veinte
e quatros de la dicha gibdad, por lo qual diz que os pertenes9e la dicha provisión».
Pues bien, a pesar de esta apelación a sus antiguos privilegios, la Reina únicamente
atendió a los servicios que el licenciado Zapata le había hecho, por lo que mandó
a la ciudad que cumpliese lo ordenado «sin embargo de la dicha respuesta e
suplica9ión e sin esperar para ello otra mi carta ni mandamiento ni segunda ni
ter9era juisión» obligándole a darle y entregarle la fortaleza.
Además, parece que la experiencia que los Reyes Católicos tuvieron a lo
largo de los años de su reinado con las fortalezas de Sevilla les sirvió para seguir
una política mucho más restrictiva y centralista con los grandes concejos de nueva
organización en el reino de Granada. Tanto en Málaga como en Granada, tal
como lo pone de manifiesto López de Coca las fortalezas más importantes
fueron utilizadas directamente por la Corona como un nuevo tipo de mercedes
con el que premiar a sus servidores más destacados, convirtiéndose muy pronto
en instrumentos de un proceso de señorialización indirecta. De esta forma, los
Reyes evitaban la reproducción del modelo sevillano, al que por otra parte
aspiraban los grandes concejo de realengo para evitar la política de señorializa
ción que de hecho llevaban a cabo los alcaides de los castillos: en septiembre de
1492, el concejo de Málaga se dirigió a los reyes solicitándoles el control de las
fortalezas ya otorgadas a diversos nobles. En palabras del corregidor de la ciudad,
«el regimiento acordó suplicar a vuestra alteza les mandase dar que las toviesen
como la 9ibdad de Sevilla sus villas e fortalezas por las personas de la 9ibdad
que vuestras altezas mandaren e declararen» Los reyes jamás responderían a
104. únicamente a Femando Tello, designado alcaide del castillo de Fregenal, se le ordena que
preste pleito homenaje al concejo de la ciudad, pero parece una excepción.
105. AMS,Tumbo de los Reyes Católicos, VI, 304, fols. 267r-268v.
106. AMS,Tumbo de los Reyes Católicos, VI, 316, fols. 273r-274v.
107. LÓPEZ DE COCA CASTAÑER, José Enrique; «Tenencias de fortalezas en el Reino de
Granada en época de los Reyes Católicos (1492-1516)». En El Reino de Granada en la época de los
Reyes Católicos: repoblación, comercio yfrontera. Universidad de Granada, 1989, vol. II.
108. Ibídem, p. 262, citando a José María RUIZ POVEDANO: «Problemas en tomo a la reestruc
turación del aparato núlitar defensivo en el occidente granadino a fines del siglo XV». Baetica, 2
(1979), p. 248.
[29] 765
FRANCISCO GARCÍA FITZ y MANUEL ROJAS GABRIEL
esta demanda. Años más tarde, el modelo sevillano sería invocado por los miem
bros del concejo granadino en un memorial para sus procuradores en cortes de
1510, solicitando a los monarcas que las alcaidías de las fortalezas de las villas
y lugares pertenecientes a la jurisdicción de la ciudad fuesen proveídas entre los
veinticuatros de su ayuntamiento petición que tampoco fue atendida
De esta forma, la monarquía conquistaba plenamente una «zona» de su
soberanía que probablemente no había controlado nunca antes de una manera
clara y definitiva y, en consecuencia, el concejo perdía una parte correspondiente
a su jurisdicción: el derecho a designar alcaides de las fortalezas de su tierra. El
proceso de conquista de este ámbito de poder fue lento pero decisivo: paulatina
mente, primero interviniendo exclusivamente en algunos castillos que se habían
visto envueltos en circunstancias históricas conflictivas, después ampliando las
prerrogativas reales en la práctica, aunque respetando formalmente los privilegios
urbanos, y por último haciendo valer contundentemente el principio de preeminen
cia real por encima de cualquier otro derecho, los Reyes Católicos acabaron
asfíxiando esta esfera de la autononüa concejil y reservándose para sí el control
de una institución que había sido de competencia concejil, con pocas interferen
cias, desde el siglo XIII.
109. Ibídem, p. 263, citando a Rafael PEINADO SANTAELLA: «La oligarquía granadina y las
Cortes de Castilla: el memorial de 1510». Cuadernos de Estudios Medievales, X-XI (1983), p. 228.
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