VIII
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René se entretiene sintonizando el radio. Chela acomoda los billetes de la caja y la cierra. Va
RENÉ. Sí.
CHELA. Yo jamás me enojaría con alguien como tú... educado, famoso y guapo.
CHELA. En cuanto junte para el pasaje y para mantenerme los primeros días allá, mientras paso al
otro lado.
CHELA. Te lo agradezco, pero no. Eres rete buena gente. Lástima que nunca te traté antes.
RENÉ. Si me enseñas... (Ambos bailan, muy cerca del otro, acariciándosemutuamente. Pausa.)
RENÉ. ¿Y Román?
Se besan y acarician. La música termina y se escucha un comercial. René baja el volumen del
radio. Chela se le acerca con u vaso del cual beben los dos, mirándose a los ojos, muy cerca uno
del otro.
embarazada.
CHELA. Cásense.
RENÉ. Eso quisiéramos, pero no podemos hacerlo todavía. En los próximos meses participaré en
varias competencias y creo que voy a estar todo el año fuera del país. Quizá el próximo...
CHELA. Las mujeres deben resolver solas sus problemas. Si yo fuera ella, no te molestaría con
RENÉ. Ella es muy joven y no tiene experiencia. Yo le prometí ayudarla. ¿Conoces a alguien que
CHELA. No...
CHELA. Qué tonta soy. Ni siquiera te he dado el pésame. (Le da la mano y se abrazan.) Lo siento
mucho.
CHELA. ¿Eso te dijo...? No es cierto. La conocía porque a veces iba a que la peinara.
CHELA. ¡Párale, párale...! Estás metiendo aguja para sacar hebra, ¿no?
CHELA. ¿Yo por qué? Pregúntaselo a él. ¿No son como hermanos? Seguro te dirá quién fue.
Checa se aleja de él. Pausa. René sirve la última cerveza que queda en una botella y se la ofrece.
RENÉ. Toma...
CHELA. Que me busque si quiere. Pero que sea ahora, porque mañana, a lo mejor estoy en el otro
CHELA. No gracias. Son siete años de mala suerte. (Sale balbuceando.) No necesito bules para
René entra al baño. Se escucha que está orinando; luego se oye que baja la apalanca y el agua
ROMÁN. ¡Hey, familia...! ¿Dónde están? ¡Cabrones...! ¿Ya se largaron sin mí?
ROMÁN. ¿Y la Chela?
RENÉ. Se fue.
ROMÁN. Mejor. A mí las viejas me cansan luego. Además, tú y yo tenemos mucho de qué hablar.
(Le muestra una botella.) ¿Crees que es brandy?, ¿verdad? Te equivocas, es coñac. ¿A poco
pensabas que te iba a dar un pinche ron? Tú estás acostumbrado a otra cosa. (Abre la botella y
sirve
un vaso. René toma otro, vacío.) Deja eso. En este mismo podemos beber los dos. ¿O tienes medo
ROMÁN. Está bien. A ti siempre te gustó cumplir con el deber. Pero de vez en cuando, llámame,
no seas así, y yo voy a verte o ven tú. O si quieres, nos vamos a algún lado, a un cabaret o al
burdel.
ROMÁN. (Acercándosele.) ¿De veras? ¿Me prometes que vamos a volver a ser como antes?
ROMÁN. Así me gusta. ¡Salud! (Beben, muy cerca, uno del otro.) ¿Sabes? Llévate al Mudo. Es
como si estuviera conmigo. Tú eres como un hermano. (Ríe.) Oye... ¿Qué te pareció la Chela? No
te quitaba los ojos de encima.
ROMÁN. Está buena, nada más. ¿Y si vieras cómo se mueve en la cama? Se va uno a la gloria, de
veras. Pero a ti te gustan diferentes, ¿no? Flacas, como las modelos, y güeras, y que sean cultas...
ROMÁN. Para que veas que soy cuate y te estimo, si quieres, desde ahorita ya no anda conmigo.
RENÉ. No es eso.
ROMÁN. Quédate con ella y con el Mudo. Es como si se quedaran conmigo. Tú y yo somos como
hermanos. ¿No nos criamos juntos? Tu familia fue como mi familia, cuando yo quedé huérfano.
¿Te acuerdas cuando tu mamá me invitaba a dormir en tu casa? Tú y yo somos más que hermanos.
RENÉ. Lo sé...
RENÉ. De niños nos vestían con pantalones a los dos y la gente no sabía quién era quién...
RENÉ. Bonita es poco. Era más que hermosa... Sus ojos eran como pozos en los que uno caía, y su
ROMÁN. ¡Salud!
ROMÁN. Oye, ¿te acuerdas del Circo? Qué cabrón era el Gitano, ¿no?
ROMÁN. Sepa, pero sabía a toda madre y parecía que se quemaba uno todo.
Román se levanta.
RENÉ. Te acompaño.
Se encaminan al interior. René toma la daga que Está sobre el mostrador y se la lleva consigo. Al
pasar junto al radio, le sube el volumen. La luz que proviene de la calle baja de intensidad, como
si oscureciera. Pausa. Por la entrada se asoma el Mudo y creyendo que no hay nadie, entra con
ROMÁN. (Desde dentro con furia.) ¡Pinche Mudo! ¡Qué estás viendo! ¡Ahora verás!
El Mudo se aleja e intenta salir. Va hacia la cortina de acero y tropieza con la mesa y las sillas.
Román lo persigue con la daga en la mano. Pasan detrás del mostrador. El Mudo tropieza y cae.
Román se le echa encima. Lucha, pero el mostrador impide ver lo que ocurre detrás. Pausa.
Román
se yergue detrás del mostrador con la daga en la mano. Se ve transtornado y con la mirada
RENÉ. ¿Qué pasó? (Román mira a sus pies. René se acerca un poco y ve lo que hay detrás del
mostrador.) Eres un pendejo. (Se separa de Román, se arregla la ropa y el cabello y se encamina
a la salida.)
ROMÁN. No te vayas.
RENÉ. Puedes irte y regresar después. Llévate el dinero. La policía creerá que alguien quiso robar
la carnicería.
RENÉ. Ahí no. Sería peligroso. (Saca un puñado de billetes y se los arroja sobre el mostrador.)
Toma, para que te vayas lejos. Puedes irte de aquí, para siempre... (Se encamina a la salida. Román
va tras él.)
ROMÁN. ¿Y la daga?
Román se queda al centro, sin saber qué hacer, con la daga en la mano.
ROMÁN. (Para sí) Yo tampoco... (Camina recogiendo descuidadamente y como autómata,
algunas botellas vacías y sillas. Musita quedamente versos inconexos como si estuviera rezando.)
ROMÁN. Dónde vas, Román Castillo... ya está tu espadín... tus hazañas son extrañas... abran o van
a morir... pero que tu amor no manche nunca mi reputación... Dónde vas, Román Castillo...
El lugar queda en silencio y solitario, iluminado únicamente por la veladora que se encuentra
Escena