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VIII

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VIII

René se entretiene sintonizando el radio. Chela acomoda los billetes de la caja y la cierra. Va

hacia Román y se le cerca seductoramente.

CHELA. ¿Sabes? Te ves mejor en persona que en fotografía.

RENÉ. Ojalá que así fuera...

CHELA. Te pareces a un actor, pero no me acuerdo a quién... ¿Tienes novia?

RENÉ. Sí.

CHELA. ¿Por qué no la trajiste?

RENÉ. Estamos disgustados.

CHELA. ¿Y quién tuvo la culpa?


RENÉ. Los dos.

CHELA. Qué tonta...

RENÉ. ¿Por qué?

CHELA. Yo jamás me enojaría con alguien como tú... educado, famoso y guapo.

RENÉ. Tengo muchos defectos.

CHELA. No más que Román.

RENÉ. ¿Quién sabe...? ¿Lo quieres mucho?

CHELA. Antes... Ahora ya ni sé.

RENÉ. ¿Por eso quieres irte?


CHELA. El negocio apenas si me deja para irla pasando... En fin, el dinero es lo de menos. Si

Román se divorciara y se casara conmigo, sería otra cosa...

RENÉ. Entonces, estás decidida a irte.

CHELA. En cuanto junte para el pasaje y para mantenerme los primeros días allá, mientras paso al

otro lado.

RENÉ. Si gustas, yo te presto.

CHELA. No gracias, cómo crees.

RENÉ. ¿Por qué no? En el carro tengo la chequera...

CHELA. Te lo agradezco, pero no. Eres rete buena gente. Lástima que nunca te traté antes.

RENÉ. Nunca es tarde para ser amigos.


CHELA. Pues sí. Tienes razón. (En el radio se escucha música de cabaret de barrio; es un danzón

suave y meloso.) Súbele. (Rene obedece.) ¿Bailamos...?

RENÉ. Si me enseñas... (Ambos bailan, muy cerca del otro, acariciándosemutuamente. Pausa.)

Qué fea música, no puedo bailar...

CHELA. Ni falta te hace... en mi casa tengo discos mejores. ¿Quieres ir?

RENÉ. ¿Y Román?

CHELA. ¿Lo necesitas?

RENÉ. No, claro que no.

Se besan y acarician. La música termina y se escucha un comercial. René baja el volumen del

radio. Chela se le acerca con u vaso del cual beben los dos, mirándose a los ojos, muy cerca uno

del otro.

CHELA. ¿Qué piensas?

RENÉ. ¿Sabes, Chela...? Yo no sé cómo decírtelo, pero quiero pedirte un favor.

CHELA. (Riendo.) ¿Tú, pedirme un favor a mí...?

RENÉ. Sí. Tengo un problema...

CHELA. No lo creo. Si lo tienes todo.


RENÉ. No se lo cuentes a nadie, pero el disgusto con mi novia fue porque me dijo que está

embarazada.

CHELA. Cásense.

RENÉ. Eso quisiéramos, pero no podemos hacerlo todavía. En los próximos meses participaré en

varias competencias y creo que voy a estar todo el año fuera del país. Quizá el próximo...

CHELA. Las mujeres deben resolver solas sus problemas. Si yo fuera ella, no te molestaría con

esas cosas. Yo vería cómo me las arreglaba...

RENÉ. Ella es muy joven y no tiene experiencia. Yo le prometí ayudarla. ¿Conoces a alguien que

me pueda decir cómo...?

CHELA. No...

RENÉ. Tú dijiste que íbamos a ser amigos y te estás negando a ayudarme.

CHELA. Eso es muy peligroso. A veces se complica y todo acaba mal.

RENÉ. Es cierto... como a mi hermana.

CHELA. Qué tonta soy. Ni siquiera te he dado el pésame. (Le da la mano y se abrazan.) Lo siento

mucho.

RENÉ. Se te agradece... Tú eras su amiga, ¿verdad?


CHELA. No, la traté poco.

RENÉ. Qué raro. Román me dijo que tú y ella se llevaban bien.

CHELA. ¿Eso te dijo...? No es cierto. La conocía porque a veces iba a que la peinara.

RENÉ. ¿Nunca te contó sus problemas?

CHELA. No. No nos teníamos tanta confianza.

RENÉ. ¿De veras? ¿Qué no fuiste tú quien la ayudó?

CHELA. ¿Ayudarla? ¿A qué?

RENÉ. Tú le pusiste la sonda.

CHELA. ¿Cuál sonda...? Estás loco.

RENÉ. No te hagas... ya Román me contó todo.

CHELA. No sé de qué me estás hablando.

RENÉ. Sí que lo sabes.

CHELA. ¡Párale, párale...! Estás metiendo aguja para sacar hebra, ¿no?

RENÉ. Vale más que me digas la verdad.

CHELA. ¡Óyeme...! ¡A mí no vas a envolverme en ese cuento!

RENÉ. Román no me oculta nada.


CHELA. Entonces, ¿te dijo quién la embarazó?

RENÉ. Eso no viene al caso.

CHELA. Ahorita que venga, pregúntaselo. A ver si te lo dice.

RENÉ. ¿Por qué no me lo dices tú?

CHELA. ¿Yo por qué? Pregúntaselo a él. ¿No son como hermanos? Seguro te dirá quién fue.

Checa se aleja de él. Pausa. René sirve la última cerveza que queda en una botella y se la ofrece.

RENÉ. Toma...

CHELA. No, ya me voy.

RENÉ. ¿Qué no íbamos a seguir la fiesta en tu casa?

CHELA. Síguela tú solo. Yo ya me aburrí. (Se encamina a la salida.)

RENÉ. ¿No vas a esperar a Román?

CHELA. Que me busque si quiere. Pero que sea ahora, porque mañana, a lo mejor estoy en el otro

lado. (Camina con dificultad.)

RENÉ. ¿No quieres que te lleve en mi coche?

CHELA. No gracias. Son siete años de mala suerte. (Sale balbuceando.) No necesito bules para

nadar... Mejor andar sola... (Se va.)


IX

René entra al baño. Se escucha que está orinando; luego se oye que baja la apalanca y el agua

corre. Entra ROMÁN.

ROMÁN. ¡Hey, familia...! ¿Dónde están? ¡Cabrones...! ¿Ya se largaron sin mí?

RENÉ. (Saliendo.) Shhh... No grites.

ROMÁN. ¿Y la Chela?

RENÉ. Se fue.

ROMÁN. ¿Qué le hiciste?

RENÉ. Nada. Se cansó de esperarte.

ROMÁN. Mejor. A mí las viejas me cansan luego. Además, tú y yo tenemos mucho de qué hablar.

(Le muestra una botella.) ¿Crees que es brandy?, ¿verdad? Te equivocas, es coñac. ¿A poco

pensabas que te iba a dar un pinche ron? Tú estás acostumbrado a otra cosa. (Abre la botella y

sirve

un vaso. René toma otro, vacío.) Deja eso. En este mismo podemos beber los dos. ¿O tienes medo

de que sepa tus secretos?

RENÉ. No. Pero yo también sabré los tuyos.


Ambos ríen, se sientan en el piso y beben.

ROMÁN. Qué a toda madre que volvimos a encontrarnos.

RENÉ. Yo también tenía deseos de verte.

ROMÁN. Pero luego te desapareces, cabrón.

RENÉ. Bueno... tengo que atender mi carrera.

ROMÁN. Está bien. A ti siempre te gustó cumplir con el deber. Pero de vez en cuando, llámame,

no seas así, y yo voy a verte o ven tú. O si quieres, nos vamos a algún lado, a un cabaret o al

burdel.

Yo también tengo dinero para divertirnos. Poco, pero tengo.

RENÉ. Así lo vamos a hacer.

ROMÁN. (Acercándosele.) ¿De veras? ¿Me prometes que vamos a volver a ser como antes?

RENÉ. Claro que sí.

ROMÁN. Pero júralo, cabrón.

RENÉ. Está bien. Lo juro.

ROMÁN. Así me gusta. ¡Salud! (Beben, muy cerca, uno del otro.) ¿Sabes? Llévate al Mudo. Es

como si estuviera conmigo. Tú eres como un hermano. (Ríe.) Oye... ¿Qué te pareció la Chela? No
te quitaba los ojos de encima.

RENÉ. Estás loco.

ROMÁN. Tú le gustas. ¿Crees que no me di cuenta’ Pero a ti no te pasa, ¿verdad?

RENÉ. Está guapa...

ROMÁN. Está buena, nada más. ¿Y si vieras cómo se mueve en la cama? Se va uno a la gloria, de

veras. Pero a ti te gustan diferentes, ¿no? Flacas, como las modelos, y güeras, y que sean cultas...

RENÉ. Como sean... nomás estando a gusto.

ROMÁN. ¿Te acostarías con Chela?

RENÉ. No mientras ustedes se entiendan.

ROMÁN. Para que veas que soy cuate y te estimo, si quieres, desde ahorita ya no anda conmigo.

Está libre par a ti.

RENÉ. Se te agradece, pero...

ROMÁN. Le haces el feo, ¿verdad?

RENÉ. No es eso.

ROMÁN. Quédate con ella y con el Mudo. Es como si se quedaran conmigo. Tú y yo somos como

hermanos. ¿No nos criamos juntos? Tu familia fue como mi familia, cuando yo quedé huérfano.
¿Te acuerdas cuando tu mamá me invitaba a dormir en tu casa? Tú y yo somos más que hermanos.

¿Sabes, cabrón? Yo sentí mucho lo de tu hermana...

RENÉ. Lo sé...

ROMÁN. Pobrecita... Se parecía un chingo a ti.

RENÉ. De niños nos vestían con pantalones a los dos y la gente no sabía quién era quién...

ROMÁN. Y todavía. Te veo y parece que la estoy viendo a ella.

RENÉ. Eso dice mucha gente.

ROMÁN. Era muy bonita.

RENÉ. Bonita es poco. Era más que hermosa... Sus ojos eran como pozos en los que uno caía, y su

boca, al sonreír lo decía todo...

ROMÁN. ¡Salud!

RENÉ. ¡Por ella!

ROMÁN. Oye, ¿te acuerdas del Circo? Qué cabrón era el Gitano, ¿no?

RENÉ. Era a todo dar.

ROMÁN. Si quieres la daga, llévatela.

RENÉ. Se te agradece, pero él tela dio a ti. Es un recuerdo tuyo.


ROMÁN. Es de los dos, cabrón. ¿O ya se te olvidó cuando nos escondimos en el tráiler de la paja?

RENÉ. ¿Qué le pondría el Gitano al vino’

ROMÁN. Sepa, pero sabía a toda madre y parecía que se quemaba uno todo.

RENÉ. ¡Salud por el Gitano!

ROMÁN. ¡Salud! Llévate la daga.

RENÉ. No, de veras no. Es tuya.

ROMÁN. Es de los dos. ¿De acuerdo?

RENÉ. Está bien. De los dos...

Román se levanta.

RENÉ. ¿A dónde vas?

ROMÁN. A echar una firma. Ahorita regreso.

RENÉ. Te acompaño.

Se encaminan al interior. René toma la daga que Está sobre el mostrador y se la lleva consigo. Al

pasar junto al radio, le sube el volumen. La luz que proviene de la calle baja de intensidad, como

si oscureciera. Pausa. Por la entrada se asoma el Mudo y creyendo que no hay nadie, entra con

su guitarra y la cuelga en el sitio donde se encontraba antes. Se encamina al interior., pero al


llegar a la puerta se detiene y se esconde detrás de la cortina. Observa. Pausa.

El Mudo hace un movimiento involuntario que delata su presencia, y se envuelve en la cortina

para no ser visto.

ROMÁN. (Desde dentro con furia.) ¡Pinche Mudo! ¡Qué estás viendo! ¡Ahora verás!

El Mudo se aleja e intenta salir. Va hacia la cortina de acero y tropieza con la mesa y las sillas.

Román lo persigue con la daga en la mano. Pasan detrás del mostrador. El Mudo tropieza y cae.

Román se le echa encima. Lucha, pero el mostrador impide ver lo que ocurre detrás. Pausa.

Román

se yergue detrás del mostrador con la daga en la mano. Se ve transtornado y con la mirada

perdida. Del interior sale René.

RENÉ. ¿Qué pasó? (Román mira a sus pies. René se acerca un poco y ve lo que hay detrás del

mostrador.) Eres un pendejo. (Se separa de Román, se arregla la ropa y el cabello y se encamina

a la salida.)

ROMÁN. ¿A dónde vas?

RENÉ. No sé... Afuera...


ROMÁN. ¿Y ahora...?

RENÉ. Es lo mismo que yo te pregunto.

ROMÁN. No te vayas.

RENÉ. No puedo quedarme más...

ROMÁN. Ayúdame. ¿Qué debo hacer?

RENÉ. Puedes irte y regresar después. Llévate el dinero. La policía creerá que alguien quiso robar

la carnicería.

ROMÁN. (Va a la caja y la abre.) No hay dinero. Se lo robaron.

RENÉ. Déjala abierta. Recoge todo esto y vete.

ROMÁN. Podría esconderme en tu casa...

RENÉ. Ahí no. Sería peligroso. (Saca un puñado de billetes y se los arroja sobre el mostrador.)

Toma, para que te vayas lejos. Puedes irte de aquí, para siempre... (Se encamina a la salida. Román

va tras él.)

ROMÁN. ¿Y la daga?

RENÉ. Yo no la quiero. (Sale.)

Román se queda al centro, sin saber qué hacer, con la daga en la mano.
ROMÁN. (Para sí) Yo tampoco... (Camina recogiendo descuidadamente y como autómata,

algunas botellas vacías y sillas. Musita quedamente versos inconexos como si estuviera rezando.)

ROMÁN. Dónde vas, Román Castillo... ya está tu espadín... tus hazañas son extrañas... abran o van

a morir... pero que tu amor no manche nunca mi reputación... Dónde vas, Román Castillo...

Se dirige al interior llevando la daga y entra en la bodega. Afuera, ha oscurecido completamente.

El lugar queda en silencio y solitario, iluminado únicamente por la veladora que se encuentra

encima de la puerta. El escenario, aparentemente, es el mismo que se ha visto al inicio de la

Escena

I. El teléfono suena insistentemente varias veces.

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