Preocupación Por La Apariencia Física y Alteraciones Emocionales en Mujeres Con Trastornos Alimentarios Con Autoestima Baja

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Preocupación por la apariencia física y alteraciones

emocionales en mujeres con trastornos alimentarios con


autoestima baja

Body shape concern and emotional disturbances in


women with eating disorders and low self-esteem
Ruth Asuero Fernández, María Luisa Avargues Navarro, Beatriz Martín
Monzón y Mercedes Borda Mas

RESUMEN

El objetivo del presente estudio fue investigar las diferencias de edad, estado
nutricional (Índice de Masa Corporal o IMC), ansiedad, depresión e insatisfacción
corporal en pacientes con trastornos de la conducta alimentaria (TCA.), con una
autoestima baja, media y alta. Además, intentamos distinguir las discrepancias entre el
estado nutricional real y el estado nutricional deseado. Se evaluaron un total de 146
mujeres con TCA (Anorexia nerviosa y Bulimia nerviosa según el DSM-IV-TR). Los
cuestionarios utilizados fueron el Body Shape Questionnaire (BSQ), el Hospital Anxiety
and Depression Scale (HADS) y la Rosenberg Self-Esteem Scale (RSES). Los resultados
reflejan diferencias significativas entre los tres subtipos de pacientes de baja, media y
alta autoestima en cuanto a la ansiedad, depresión, insatisfacción corporal, IMC
deseado y la relación dentro de IMC real y el IMC deseado. Estos hallazgos indican que
las mujeres de baja autoestima presentan altos niveles en insatisfacción corporal,
ansiedad y depresión en comparación con los otros grupos. Además, los pacientes con
TCA con baja autoestima mostraban un mayor IMC deseado. Sugerimos que se
incluyan técnicas de autoestima en la prevención y el tratamiento relacionados con
programas de TCA para disminuir los síntomas de ansiedad y depresión.

Palabras clave: Trastornos de la Conducta Alimentaria; Autoestima Baja;


Insatisfacción Corporal; Ansiedad; Depresión; IMC ideal; Estado Nutricional Ideal.

¿y en otras culturas ha sido estudiado? En la cultura occidental y/o los países


occidentalizados, la preocupación con el peso o el miedo a engordar lleva,
especialmente a las mujeres, a buscar la delgadez a cualquier precio. Esta asociación
entre la insatisfacción con la imagen corporal y los problemas alimentarios se ha
constatado en numerosos estudios (Glaubert, Rhodes, Fink y Grammer, 2010; Stice,
2002). En este sentido, en el meta-análisis realizado en España por Sepúlveda, Botella
y León (2002), se evidencia la relación entre el deseo y la realización voluntaria de
llevar a cabo dietas hipocalóricas ante la preocupación por el cuerpo y la apariencia
física.

Entre la constelación de factores claves que caracterizan los trastornos de la conducta


alimentaria (TCA), diferentes estudios señalan que las personas con TCA presentan
características tales como perfeccionismo elevado, autoestima baja, obsesividad,
rigidez e insatisfacción corporal, entre otras (Borda et al., 2011; Franco-Paredes,
Mancilla-Díaz, Peck y Lightsey, 2008), pudiendo llegar a considerarse bien como
factores predisponentes y precipitantes y/o como mantenedores de los TCA.

La imagen corporal es uno de los factores más potentes para el desarrollo y el


mantenimiento de los TCA (Salaberría, Rodríguez y Cruz, 2007). La literatura señala
que dicha imagen corporal depende, en gran medida, de los ideales de belleza que
imperan en la cultura. Así, los modelos socioculturales que idealizan, hasta el extremo,
una figura femenina excesivamente delgada y con ayudas de la cirugía (vg. implantes
de silicona) generan un modelo estético difícil, si no imposible, de conseguir por
medios naturales y con una alimentación sana y equilibrada. Por ello, un número
importante de chicas, al compararse con ese modelo inalcanzable, se sienten
insatisfechas y se inician en edades cada vez más tempranas en conductas de dieta
restrictiva y/o otros métodos peligrosos para perder peso con la esperanza de llegar a
alcanzar ese cuerpo soñado a imagen de sus personajes famosos favoritos (Del Río,
Borda, Torres y Lozano, 2002).

Diversos estudios apuntan que ya las adolescentes tienden a estar insatisfechas y


excesivamente preocupadas por su figura y peso (aún estando el IMC en normopeso e
incluso en infrapeso) (Borda, Del Río, Torres, Pérez San Gregorio y Avargues, 2009;
Sepúlveda, Carrobles, Gandarillas, Poveda y Pastor, 2007). En este sentido, cabe
señalar que aunque el valor del IMC esté ajustado, no es una condición suficiente para
presentar satisfacción con la imagen corporal y puede ser una variable que precipita la
realización de dietas. Esta relación entre insatisfacción corporal e IMC se pone de
manifiesto en el estudio realizado por Ramos, Rivera y Moreno (2010). Para estos
autores, el IMC no se muestra como una variable significativa a la hora de explicar la
satisfacción que tienen los jóvenes con su cuerpo, sino que es la percepción de la
imagen corporal y la satisfacción con ésta, lo que explica los comportamientos dirigidos
a la pérdida de peso.

Entre los factores relevantes estudiados, la autoestima baja ha sido considerada,


repetidamente, como un factor relevante de vulnerabilidad para el desarrollo y
mantenimiento de estos trastornos (Beato, Rodríguez, Belmonte y Martínez, 2004;
Fairburn, Cooper, Doll y Welch, 1999). Gual et al. (2002), en su estudio sobre la
relación entre la autoestima y las alteraciones en el comportamiento alimentario,
observaron que la prevalencia de puntuaciones elevadas en conductas alimentarias de
riesgo para aquellas participantes que presentaban autoestima baja, fue del 20,8%. En
la línea de este estudio, en el de Schmidt (2001) sobre factores de riesgo para
desarrollar TCA, se encontró que ya desde edades tempranas la autoestima baja era la
llave para la aparición de comportamientos dirigidos a bajar de peso.

Un aspecto a destacar es la aportación del estudio sobre la autoestima realizado por


Cervera et al. (2003). Concluyeron que la autoestima alta actuaba como factor
protector para desarrollar alteraciones en el comportamiento alimentario; en cambio,
aquellas que habían desarrollado un TCA, presentaban una autoestima baja. Por otro
lado, en el trabajo longitudinal de Karpowicz, Skärsäter y Nevonen (2009) observaron
que la autoestima había mejorado tras recibir tres meses de tratamiento específico
para la anorexia nerviosa.

En cuanto a la relación entre la autoestima y las alteraciones emocionales, diversos


estudios ponen de manifiesto que la autoestima baja juega un papel fundamental para
entender la presencia de sintomatología ansiosa y depresiva en la evolución del TCA
(Southall y Roberts, 2002; Stice, Marti y Durant, 2011). Finalmente, Martyn-Nemeth,
Penckofer, Gulanick, Velsor-Friedrich y Bryant (2009) señalaron que la mejora de la
autoestima en adolescentes podría prevenir comportamientos alimentarios poco
saludables y disminuir el riesgo de presentar sintomatología depresiva. Por otro lado,
Ahrén-Moonga, Holmgren y Klinteberg (2008) destacaron que las pacientes con TCA
mostraban mayor tensión y ansiedad cognitivo-social que el grupo control, y que la
elevada ansiedad podría ser un factor predisponente en el desarrollo de TCA.
De lo expuesto, se desprende que la insatisfacción corporal, la autoestima baja, la
ansiedad y la depresión son características que se hallan presentes en la mayoría de
las personas con TCA y se consideran factores de riesgo al favorecer el desarrollo y/o
mantenimiento de un TCA. Por ello, en el presente trabajo se profundiza en estos
factores que determinan, en gran medida, el pronóstico de un TCA. Se empleó una
muestra de pacientes con TCA de la provincia de Sevilla (España).

En este trabajo se plantearon dos objetivos: 1) en primer lugar, analizar si existían


diferencias en edad, estado nutricional (Índice de Masa Corporal -IMC) "real" e "ideal",
así como en sintomatología ansiosa-depresiva e insatisfacción corporal en las
participantes con TCA en función del nivel de autoestima (baja, media y alta) y 2)
conocer si existía una mayor o menor discrepancia entre el estado nutricional-IMC real
e ideal en función del nivel de autoestima.

En la hipótesis de partida, las participantes con autoestima baja presentarían una edad
media similar, una mayor sintomatología ansioso-depresiva, una mayor insatisfacción
corporal y una mayor discrepancia entre el IMC real e ideal, en relación con las
participantes con autoestima media y alta.

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