Erwin Piscator
Erwin Piscator
Erwin Piscator
Erwin Piscator
Piscator representó por primera vez las obras de Frank Wedekind,
Heinrich Mann, Georg Kaiser, Máximo Gorki, Romain Rolland,
Eugene O'Neill y Ernst Toller, e incluso incursionó en el cine: en
1931, en la URSS, dirigió la película Der Aufstand der Fischer von
St. Barbara (La revolución de los pescadores de Santa Bárbara),
basada en un cuento de Anna Seghers. En sus trabajos para la
escena, Piscator fue director de espectáculos grandiosos e
impactantes, cuyo texto no era más que una partitura elaborada
desde el punto de vista escénico mediante disparatados artificios:
maquinarias complicadas, escenarios rodantes, proyecciones
cinematográficas, altavoces, carteles didascálicos y fragmentación
en varios planos del escenario teatral tradicional.
Poco antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, Erwin
Piscator se exilió a Estados Unidos (1938-1951) y en Nueva York
fundó el Dramatic Workshop de la New School for Social Research,
que contó con profesores como Lee Strasberg(Actor's Studio) y el
escritor Carl Zuckmayer, y alumnos como los dramaturgos y actores
Arthur Miller, Tennessee Williams, Marlon Brando, Judith Malina y
Julian Beck (Living Theatre), estos dos últimos muy significativos
para el posterior desarrollo del teatro comprometido política y
socialmente.
Víctima de la «caza de brujas» del senador Joseph McCarthy, regresó
a Alemania y se convirtió en el director de las primeras
representaciones del "nuevo" teatro político de los años sesenta: Der
Stellvertreter (El vicario), en 1963, de Rolf Hochhuth; In der Sache J.
Robert Oppenheimer (Sobre el caso Oppenheimer), también en 1963,
de Heimar Kipphardt; y Der Ermittlung (1965), de Peter Weiss.
Figura fundamental para la comprensión del teatro moderno, Erwin
Piscator fue un revolucionario desde dos puntos de vista: el de la
afirmación y la práctica del teatro político ("No al individuo con su
destino particular, sí a la época, al destino de la masa y al factor
heroico de la nueva dramaturgia"), y el de la imposición de la
escenografía como momento artístico independiente del texto ("Un
hombre con fantasía escénica se enfrenta a textos dramáticos que
critica de manera constructiva al ampliarlos y modificarlos
creativamente... Se pretende que se atenga a la literatura, pero la
literatura lo bloquea. Por eso exclama: ¡libertad ante la literatura!").
TEATRO ÉPICO
Verfremdung
Gestus social
Balance
Uno de los más importantes realizadores del período Weimariano fue
Erwin Piscator (1894-1966). El balance de sus experiencias lo reunió
en un libro que lleva un título revelador y explítico: El teatro político,
editado ahora en España. En él pasa revista Piscator a sus propios
orígenes teatrales, su toma de conciencia política y su trabajo como
director en el Proletarische Theater (1921-22), la Volksbühne (1924-
27) y la Piscatorbühne (1927-29). Analiza además con bastante
amplitud varios de los espectáculos claves de su trayectoria, entre
otros, ¡Oh, qué bien vivimos; de Toller; el Rasputín de Alexei Tolstoi,
con su gigantesca esfera metálica, y El bravo soldado Shweik,
basado en la novela de Hasek y cuya realización constituye una de
las cimas del teatro anterior a 1940. No faltan tampoco múltiples
referencias a las relaciones del teatro con el medio social, los
partidos de izquierda, las persecuciones de la reacción, etcétera.Al
margen de esta enumeración temática es necesario destacar que el
libro constituye un documento imprescindible para comprender el
sentido de la obra renovadora de Piscator. Existen minuciosas
descripciones de sus innovaciones escenográficas. Piscator llevó a
los escenarios complejos artilugios en los que se mezclaban
diferentes niveles, ascensores, giratorios, etc. Introdujo las
proyecciones, el film, las diapositivas, como elementos del
espectáculo. Se sirvió de la cinta rodante, de maniquíes, de
vestuarios no históricos para obras clásicas y muchos otros recursos
escénicos. Buscó una forma de interpretación que destruyera el
recitado drama solemne de la tradición germánica sustituyéndolo por
un actor gestual y corporalmente flexible, aceptando los supuestos
del actor épico. Incluso llegó a diseñar junto con el arquitecto
Gropius, funfador de la Bauhaus, un teatro que él llamaba Total, en
el que todas las posibilidades de espacios escénicos,
desplazamientos, proyecciones y vías de acceso estaban permitidas.
El Teatro político fue editado en 1930 como un balance que coincidía
con la quiebra económica de la Piscatorbühne. Piscator se quejaba
de no haber encontrado autores de talla, capaces de dotar esta
empresa de textos importantes. En cualquier caso, una de las
grandes lecciones a deducir la representa el hecho de que un trabajo
teatral de este tipo no tenía posibilidades de superviviencia en el
marco de la empresa privada, en la que hay que defender el teatro
como una mercancía. Y en este sentido no cometió errores. No
intentó centrarse en una opción sectaria, sino que se dirigió al
conjunto social. Quería incidir con sus espectáculos en la lucha de
clases y por tanto necesitaba un público contradictorio para agudizar
sus enfrentamientos Sus acuerdos con la Volksbühne por ejemplo, le
garantizaron un público popular y organizado, pero la burguesía
berlinesa con su inconsciencia y ensoñación suicida asistió alegre y
confiada a sus espectáculos aunque permitió poco después el
ascenso y la barbarie nazi.
Escritos
La última parte del libro en su edición española, la constituyen una
serie de escritos de Piscator pertenecientes, en su mayoría, a su
etapa última de trabajo.
Lleva un sucinto prólogo de Alfonso Sastre, y hay que insistir más
que en su inoportunidad en el vacío que colma con creces.
Es una lástima, aunque tiempo habrá, que no se haga referencia a la
presencia de Piscator en nuestro país durante la guerra,
concretamente en Barcelona. Fue una estancia corta pero
sumamente interesante en la que incluso se planteó la puesta en
escena de María Rosa de Guimerá, por el grupo teatral de la UGT de
la Banca. En dos boletines publicados por esta compañía, exhumados
hace bien poco por Xavier Fábregas, se recogen interesantes
aspectos de este viaje. De todos modos su influencia se dejó sentir de
forma ostensible en una puesta en escena de La tragedia Optimista
que hizo María Teresa León en el teatro de La Zarzuela del Madrid
cercado.
En 1966, año de su muerte, decía Piscator en su Nota final para el
Teatro político:«Decidimos desnudar al mundo mediante su
descripción exacta para poder cambiarlo y no utilizar un arte
nebuloso que transfigurara las grietas y las resquebrajaduras de sus
contradicciones en algo irreal y reconciliable». El testimonio de este
combate teatral es también el libro que comentamos. Un combate en
el que no alcanzó la victoria total, porque no es posible, pero en el
que dio grandes pasos hacia futuras victorias.
Teatro político
Se conoce como Teatro político al teatro de inspiración marxista
desarrollado principalmente en la primera mitad del siglo XX, siendo
el director teatral Erwin Piscator su primer y destacado teórico.
Puede decirse que el teatro en sí mismo es político, siempre ha
existido un teatro en mayor o menor medida preocupado por los
problemas sociales y lo político, pero es el iniciado por Piscator en
las primeras décadas del siglo XX el que toma tal denominación. Y
aunque existe un teatro político de derechas, con autores cercanos o
incluso militantes en la derecha, el denominado teatro político fue
aquel que incorporó el teatro a la lucha del proletariado por su
emancipación y aquel que es su heredero.1
Piscator trasladó la teoría marxista al teatro, consideró que la lucha
por la emancipación del proletariado había olvidado al teatro,
quedando éste al margen de la lucha por la transformación de la
sociedad. Piscator recogió sus ideas y experiencias en su libro Teatro
Político.
El teatro que se ofrecía era un teatro destinado a la burguesía, la
clase trabajadora quedaba al margen de esa expresión artística y su
propuesta fue la de crear un teatro del proletariado que reflejase los
problemas del proletariado, y más allá, capaz de contribuir a su
emancipación. Al teatro político lo definió el propósito de constituirlo
en instrumento de transformación en manos de la clase trabajadora.
Su estética, su forma y características fueron aquellas que sus
dramaturgos consideraron mejor se prestaban a ese fin. Bertolt
Brecht que inicialmente trabajó como dramaturgo para Piscator, con
su Teatro épico creó un armazón teórico sólido que ha sido influencia
para muchos directores y dramaturgos posteriores.
En la segunda mitad del pasado siglo XX el teatro político perdió
influencia, conservándola principalmente en Iberoamérica, España y
Portugal, coincidiendo con países con regímenes no democráticos; en
estos países se extiende el fenómeno de los teatros independientes
artífices de innovaciones que buscaban resquicios en la censura para
desarrollar un teatro que se ha dado en llamar "de compromiso",
heredero del teatro político de Piscator.