Exp. Bioetica (Victoria Veloz, Grupo 8)

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Victoria del C.

Veloz Vásquez (2019-0749)

PARTE DE EXPOSICIÓN QUE ME TOCÓ:

GRUPO #8

TEMA DE LIMITACIÓN DE ESFUERZO TERAPÉUTICO, PARTE DE ¿COMO SE


DEBE HACER?

Uno de los momentos más delicados que se presentan en la atención de enfermos graves es
cuando se entra en una fase en la que no es razonable seguir aplicando tratamientos con
finalidad curativa. Pero la reflexión ética no se puede limitar a hacer propuestas ideales; se
tiene también que reflexionar sobre las condiciones reales en que dichas propuestas tienen que
llevarse a cabo.

La LET responde básicamente a dos criterios: el mal pronóstico vital o de supervivencia, y la


mala calidad de vida, siendo el primero el más relevante desde el punto de vista estadístico.
Esto significa que la decisión de no iniciar o retirar tratamientos puede tener lugar en dos
escenarios diferentes, el que trata de evitar el ensañamiento y el que impide una supervivencia
con muy mala calidad de vida.

Es verdad que no todo lo que técnicamente posible es éticamente admisible necesariamente y


que las razones para limitar el esfuerzo terapéutico deben estar debidamente justificadas:

1. Desde el principio de no maleficencia: El médico no puede poner procedimientos que sean


claramente maleficentes, es decir, que estén claramente contraindicados, ni siquiera con el
consentimiento del enfermo. El médico tiene que emplear los tratamientos indicados y no los
contraindicados.

2. Desde el principio de justicia, los esfuerzos terapéuticos también podrán ser limitados si hay
que racionar recursos escasos, aunque el enfermo los solicite y no estén contraindicados.

3. Desde el principio de autonomía, cuando el enfermo renuncia al tratamiento que el médico


propone.

4.Desde el principio de beneficencia, ya que la obligación de hacer el bien al enfermo pasa por
su concepto de lo que es beneficioso para él.

En la decisión de limitación de tratamientos es necesario prever de manera cuidadosa para no


incurrir en dos grandes errores éticos y clínicos, como son: omitir el tratamiento que se ha
demostrado beneficioso, aunque temporal en el caso del enfermo tratado y que ha sido
aceptado; o imponerle tratamientos innecesarios, inútiles o desproporcionados a la situación
terminal en que se encuentra.

La limitación de una actuación y/o del esfuerzo terapéutico debe tener en cuenta una serie de
planteamientos:

1. Dichas órdenes deben quedar reflejadas en la historia clínica de forma razonada y justificada.
2. Las órdenes deben ser lo más explícitas posibles y referirse a los diferentes grados de
intervención diagnóstica y terapéutica que se quieren limitar como extracciones sanguíneas,
canalización, transfusiones, traslados a unidad de cuidados intensivos, intubación o
resucitación cardiopulmonar. Si el grado de intervención recomendado no está aún definido en
espera de la evolución del enfermo, conviene dejar constancia.

3. Estas órdenes no deben ser estáticas ya que se pueden plantear en función de la evolución y
de la respuesta clínica del enfermo.

4. Una orden de limitación de un esfuerzo terapéutico concreto nunca debe implicar el


abandono de otras actitudes terapéuticas paliativas o no.

Debemos tomar en cuenta, que el médico nunca tiene la obligación de continuar un tratamiento
cuando éste ha probado ser inefectivo. Muchas veces sólo después de iniciarlo se comprueba
su ineficacia. La decisión de comenzar o terminar un tratamiento debe basarse en los derechos
y bienestar del enfermo, y en el balance de beneficios y cargas que supone. Hay omisiones
como la supresión de tratamientos que han dejado de estar indicados y que no estamos
obligados a realizar por futilidad y contraindicación, aunque la consecuencia sea la muerte del
enfermo. Es preciso que tengamos en cuenta que cuando suspendemos un tratamiento es la
propia enfermedad la causante principal del fallecimiento, no nuestra práctica médica.

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