Exp. Bioetica (Victoria Veloz, Grupo 8)
Exp. Bioetica (Victoria Veloz, Grupo 8)
Exp. Bioetica (Victoria Veloz, Grupo 8)
GRUPO #8
Uno de los momentos más delicados que se presentan en la atención de enfermos graves es
cuando se entra en una fase en la que no es razonable seguir aplicando tratamientos con
finalidad curativa. Pero la reflexión ética no se puede limitar a hacer propuestas ideales; se
tiene también que reflexionar sobre las condiciones reales en que dichas propuestas tienen que
llevarse a cabo.
2. Desde el principio de justicia, los esfuerzos terapéuticos también podrán ser limitados si hay
que racionar recursos escasos, aunque el enfermo los solicite y no estén contraindicados.
4.Desde el principio de beneficencia, ya que la obligación de hacer el bien al enfermo pasa por
su concepto de lo que es beneficioso para él.
La limitación de una actuación y/o del esfuerzo terapéutico debe tener en cuenta una serie de
planteamientos:
1. Dichas órdenes deben quedar reflejadas en la historia clínica de forma razonada y justificada.
2. Las órdenes deben ser lo más explícitas posibles y referirse a los diferentes grados de
intervención diagnóstica y terapéutica que se quieren limitar como extracciones sanguíneas,
canalización, transfusiones, traslados a unidad de cuidados intensivos, intubación o
resucitación cardiopulmonar. Si el grado de intervención recomendado no está aún definido en
espera de la evolución del enfermo, conviene dejar constancia.
3. Estas órdenes no deben ser estáticas ya que se pueden plantear en función de la evolución y
de la respuesta clínica del enfermo.
Debemos tomar en cuenta, que el médico nunca tiene la obligación de continuar un tratamiento
cuando éste ha probado ser inefectivo. Muchas veces sólo después de iniciarlo se comprueba
su ineficacia. La decisión de comenzar o terminar un tratamiento debe basarse en los derechos
y bienestar del enfermo, y en el balance de beneficios y cargas que supone. Hay omisiones
como la supresión de tratamientos que han dejado de estar indicados y que no estamos
obligados a realizar por futilidad y contraindicación, aunque la consecuencia sea la muerte del
enfermo. Es preciso que tengamos en cuenta que cuando suspendemos un tratamiento es la
propia enfermedad la causante principal del fallecimiento, no nuestra práctica médica.