Egipto

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LAS TIERRAS DEL NILO

Un buen punto de partida para comenzar a vislumbrar un poco esta enigmática


y genial cultura sería tener una precisión cronológica de las etapas en las que se
divide su historia:

 Período Predinástico: Milenio V a IV antes de nuestra era. Serían unos


7000 años atrás.
 Reino Antiguo: Fines del IV milenio hasta fines del III.
 Primer Período Intermedio.
 Reino Medio: Fines del III milenio hasta mediados del II milenio.
 Segundo período Intermedio.
 Imperio Nuevo: Fines del II milenio hasta el año 700 antes de nuestra era.
 Época Baja: desde el 700 a. C. hasta el 27 d. C.

Como sabemos, al referirnos a tiempos tan antiguos estas fechas son


aproximadas y pueden variar según las periodizaciones que tomen los autores.
Por otro lado si bien estamos hablando de la misma civilización, en un marco
cronológico tan extenso, los caracteres sociales, culturales, religiosos y políticos
sufrirán modificaciones, algunas menos profundas que otras, originadas en
factores internos y externos y también habrá rasgos que permanecerán inmutables
a pesar de los vanos intentos humanos por dejar su impronta.

UN DIOS ESPECIAL:

Heródoto, un historiador griego que vivió hace más de 2500 años dijo: “Egipto
es un don del Nilo”, nada más acertado. El río ubicado en el noreste africano,
recorre 7200 km. (si tomamos los afluentes que lo originan en el lago Victoria de
Kenia), es visible desde el espacio, navegable en casi toda su extensión y
poseedor de una fauna y flora inigualable en otros lugares del planeta, para tener
una idea de su longitud pensemos que entre las localidades argentinas de La
Quiaca y Ushuaia hay menos de 6000 km.

Pero lo que hacía tan especial a este río para los egipcios no era su extensión,
la cual ellos desconocían porque desarrollaron su vida en los últimos 1000 km. de
su recorrido, desde la 4ta. catarata hasta su desembocadura en el delta del Nilo,
donde las marismas y pantanos del final (donde crece la famosa planta del papiro)
se confunden para terminar en el Mediterráneo. Lo que lo hacía tan especial era
su ritmo biológico, el Nilo crece y decrece siguiendo un escrupuloso ciclo
estacional. Todos los años su cauce comienza a subir en junio y alcanza su nivel
máximo en septiembre, dando una nueva fertilidad a las llanuras ubicadas en los
límites del desierto, es el limo, un fango verdoso y oscuro muy rico en nutrientes,
producto de los miles de kilómetros de recorridos del río y su arrastre de
minerales. En octubre, con una precisión de relojería, las aguas vuelven a su
cauce y, tras los suaves meses de invierno y una breve etapa de transición en
primavera, retorna el verano y con él el ciclo vivificador y misterioso de las
inundaciones. Claro todo esto pasó hasta la década del 50 del pasado siglo XX,
cuando se construyó la imponente represa de Asuán, unos kilómetros al sur de El
Cairo y el ciclo se quebró en forma definitiva.

UNA APROXIMACIÓN

La aparición del Estado se da en forma muy temprana en estas tierras, las


primeras dinastías tinitas, por la ciudad de Tinis, son las primeras que gobernaron
Egipto y donde la figura del faraón (se deriva de PHAR -gran- A –casa-) aparece
con sus primeros rasgos de divinidad. Seguidamente encontramos la época de las
grandes pirámides de piedra en el Reino Antiguo, con las dinastías de los faraones
constructores, cuando se erigieron colosales monumentos como la pirámide
escalonada de Saqqara o las tumbas de Keops, Kefrén y Micerino en la meseta de
Guiza. Mucho se ha especulado acerca de la finalidad y el origen de tales
construcciones, desde una forma de alcanzar a los dioses, una representación del
poder del faraón o hasta afirmaciones que aseguran su procedencia divina o
alienígena. Igualmente, es importante tener en cuenta que, en una época en que
el acero y el hormigón son materiales desconocidos, la única forma de poder
construir en altura consistía en ir disminuyendo la superficie de la planta conforme
se ascendía.

Por motivos que todavía no están del todo claros, al final de la VI dinastía el
Estado centralizado se disgregó, y Egipto entro en una época conocida como
Primer Período Intermedio (dinastías VIII a XI), durante la cual la figura del faraón
se desdibuja y los verdaderos dueños del poder eran los dirigentes de las
provincias (o nomos). Fue un linaje de los reyes originarios de Tebas el que volvió
a situar bajo un único gobierno a todo el territorio de las Dos Tierras, el Alto Egipto
(zona sur o valle del Nilo) y el Bajo Egipto (zona norte o delta del Nilo). Aquí
debemos incluir otra particularidad de la cosmovisión del mundo egipcio, su
persistente dualidad: si hay un orden existe un caos, si está la vida existe la
muerte (que tiene presencia física), al desierto se opone el oasis, al dios Osiris (el
bien, el creador) se opone Seth (el mal, aparece representado con cabeza de
chacal).

En el Reino Medio (dinastías XI a XIII), restablecido el poder real, sus faraones


se hicieron enterrar en grandes pirámides de ladrillo, por lo cual no quedaron
rastros de ellas; es probable que la construcción de las monumentales obras de
las primeras dinastías hayan exigido un desmesurado esfuerzo social y
económico, que dejó al Estado devastado y en una crisis profunda y por esa razón
los faraones del Reino Medio desistieron de hacer construcciones que demanden
tal gasto y presión impositiva sobre los súbditos.

En este período floreció la literatura y el control egipcio sobre Nubia, al sur del
valle, lo que es el actual Sudán, se incrementó sensiblemente, sobre todo para
abastecerse de oro, de especias y piedras preciosas (lapislázuli, turquesa) que se
traficaban a través de las rutas comerciales que unía las costas del cuerno de oro
de África con el Mar Rojo. La capital de trasladó de Tebas a Menfis, en el delta,
reflejando la clara intención egipcia de cubrir sus intereses comerciales en el
Mediterráneo y la costa siria. Una peculiaridad de esta etapa fue la de asociar al
trono al heredero, que actuaba como corregente; hay una cierta humanización de
la figura del faraón, aunque no por esto se lo deja de considerar un dios.
Sobresalen la expedición de la faraona Hatsepsut a la península del Sinaí, en
búsqueda de minerales y la deslumbrante campaña militar de Tutmosis III a Asia,
saqueando las poblaciones del Éufrates.

La estabilidad política volvió a quebrarse durante el Segundo Período


Intermedio (dinastías XIII a XVIII), etapa en la cual los asiáticos, que durante años
se habían asentado en el delta, terminaron por dominar la mitad del valle del Nilo,
son los hicsos, que impondrán su autoridad en el norte del reino. Introducirán
como novedoso en Egipto el caballo y el carro de combate, lo que les dará
superioridad por un tiempo; la expulsión de estos invasores se producirá
nuevamente de la mano de los príncipes tebanos.

Vendrá entonces uno de los períodos de mayor esplendor de este pueblo,


donde tendrán lugar los reinados de figuras conocidas en la historia mundial como
Tutankhamon o Ramses II. La política internacional será prioridad para estas
dinastías (XVIII a XX); para evitar futuras agresiones extranjeras el Estado
emprende campañas hacia el sur pero principalmente al Asia, para controlar el
corredor sirio y los puertos comerciales del Mediterráneo, que llevará a
enfrentarlos con otra gran potencia de la época, el imperio Hitita. Ramses II tendrá
un encuentro mano a mano con el rey hitita Muwatali en la célebre batalla de
Kadesh (-1278), que se cerrará en tablas. Pero también este faraón deslumbrará
con la construcción de los hipogeos de Luxor y Karnak.

Lo religioso tendrá su nota distintiva en el período con la aparición de la figura


de Amenofis IV, que cambiara su nombre a Akhenatón (“el que adora el disco
solar”), imponiendo una monolatría, remplazando todos los dioses del panteón
egipcio por uno solo, el disco solar, en una reforma religiosa con algunas
reminiscencias de monoteísmo, transformación que no irá más allá de su reinado,
restableciéndose los cultos originales con una clara preponderancia del culto a
Amón, cuya casta sacerdotal pasará a tener un rol clave en la política y sociedad
del Nilo.

Hacia el final de la XIX dinastía los pueblos del mar irrumpirán en el delta del
Nilo y Ramses III con un enorme esfuerzo logrará rechazar esta invasión a costa
de un agotamiento sin precedentes del Estado; probablemente haya terminado
negociando con estos pueblos porque dentro del ejército aparecen nombres de
generales de origen desconocido. Con la XX dinastía se iniciará la decadencia de
esta cultura que irá pasando por distintas dominaciones conforme cambiaba la
relación de fuerzas en el mundo antiguo, asirios, babilónicos, persas, griegos
ocuparan el territorio hasta que finalmente los romanos con su reconocido
pragmatismo convertirán el territorio egipcio en provincia de Roma.

Para cerrar debemos saber que durante la mayor parte de nuestra historia se
ignoró lo que había ocurrido durante milenios a orillas del gran río, ese pasado
formaba parte del mito y las leyendas del mundo antiguo, lo que se sabía era lo
que se especulaba, porque sus jeroglíficos fueron indescifrables hasta el siglo XIX.
No fue otra cosa que la casualidad lo que hizo que unos soldados franceses
encontraran una piedra en la localidad cercana a Roseta en el delta del Nilo, en
ella un escrito sobre los reyes ptolomeos estaba grabado en 3 idiomas diferentes;
griego, copto y jeroglífico, una copia de la piedra fue a parar a manos del erudito
francés Jean F. Champollión, quien luego de años de investigación logró descifrar
los enigmático símbolos, abriría la puerta al estudio de una civilización que las
arenas del desierto casi sepultaron, se iniciaría la egiptología y el descubrimiento
de su maravillosa historia.

Nahuel Bender
Prof. Historia

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