0% encontró este documento útil (0 votos)
23 vistas2 páginas

Selección de Leyendas

Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
23 vistas2 páginas

Selección de Leyendas

Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 2

Leyenda Guaraní de la YERBA MATE

Yarí-í era una joven Guaraní que vivía en la Selva Misionera. Era muy hermosa y cuidaba con amor a su padre anciano y casi ciego... él
no había querido seguir la ruta de su pueblo nómade, porque no se sentía con fuerzas para un largo viaje. Les pidió a sus hermanos
que llevaran a su hija con ellos ...pero la joven se negó a abandonarlo y prometió aprender a cazar para proveer el alimento para
ambos.
Muy pronto Yari-i pescaba, cazaba y recogía frutos como el mejor de los hombres Guaraníes... Su padre rogaba a Tupá, su dios, para
que la colmara de Bendiciones...
Y así fue cómo un día apareció en la puerta de la casa un caminante, que resultó ser... ¡el mismísimo Tupá...! Yari-i, desconociendo su
identidad, fue muy hospitalaria con él...le brindó comida y techo donde descansar...A la mañana siguiente, antes de seguir su camino,
el hombre le dijo: " Fuiste muy generosa conmigo y cuidas de tu padre con amor...por ello te haré un regalo especial...Haré brotar una
planta nueva, que llevará tu nombre...se llamará CAA-YARI....Entonces Tupá hizo nacer la yerba mate .

Leyenda del Gauchito Gil


Existe una imagen religiosa muy popular en Argentina, que cada año es venerada por miles de devotos: Gauchito Gil. Sobre la figura
de Antonio Plutarco Cruz Mamerto Gil Núñez, alias Gauchito Gil, han tenido lugar diferentes narraciones. Aunque poco se sabe de su
historia, se conoce que nació en Mercedes en torno al 1840, y que fue ejecutado en el mismo punto en enero de 1878.
Esta es una versión de la leyenda, en la cual se trata de dar una explicación a quién era y, también, al motivo del culto hacia este santo
popular en el país.
Cuenta la leyenda que, Antonio Mamerto Gil Nuñez, era un gaucho con un inmejorable dominio del falcón. Su mirada imponía a sus
adversarios.
Era un peón rural que participó en la Guerra de la Triple Alianza, y sufrió las consecuencias de la lucha entre hermanos. Luego batalló
contra los federales, cuando fue alistado como integrante de las milicias.
Un buen día, el dios guaraní Ñandeyara se manifestó en sus sueños y le advirtió:
—No quieras derramar sangre de tus semejantes.
Desde ese momento, el Gauchito abandonó el ejército. Su deserción lo condujo hacia su sentencia de muerte. También, fue
perseguido por conquistar a una mujer que había sido cotejada por un comisario local previamente.
Gauchito Gil fue capturado y colgado a un árbol de espino. Se cuenta que, antes de su ejecución, Gauchito Gil le dijo a su ejecutor:
—Reza en mi nombre por la vida de tu hijo.
Cuando el verdugo regresó a su casa, descubrió que su hijo estaba muy enfermo. Entonces, hizo caso a las palabras de Gil, y rezó en su
nombre. De repente, su retoño se curó.
Después de este suceso milagroso, el homicida de Gil rindió culto a su cuerpo. Entonces, se construyó un santuario que es visitado por
muchos de sus devotos.

Leyenda de las cataratas del Iguazú


En la provincia de Misiones se encuentra en maravilloso paraje de las Cataratas del Iguazú. Sobre su origen se han formado historias
como esta, donde la trágica relación de amor entre dos jóvenes da lugar a un hermoso salto de agua.
Dice la narración que hace mucho tiempo, los guaraníes habitaban en las orillas del río Iguazú. Allí también moraba el dios Boi, quien
se encargaba de proteger a la tribu.
Un buen día, la deidad conoció a Naipí, la hija del señor de la aldea. Pronto, se obsesionó con la joven y pidió su mano al padre de
esta. El cacique aceptó sin consultarlo con Naipí.
La muchacha estaba enamorada de Tarobá, un joven relativo a otra tribu del sur. Así, el día de la boda, planearon escapar juntos.
En la ceremonia, mientras los invitados estaban distraídos, la muchacha consiguió escapar en busca de su amado, quien la esperaba
en una canoa. En cambio, Boi la persiguió y, furioso, alzó la tierra haciendo que una parte del río se elevara sobre la otra. Así formó
una gran catarata que separó a Naipí y a Tarobá. No conforme con esto, Boi convirtió al muchacho en un árbol y a la joven en una
piedra, situada en el centro del río.
Después, el dios se guardó en una cueva para vigilarlos eternamente e impedir su unión.
Cuentan que, desde entonces, en días de lluvia y sol intenso, sale el arcoíris que une por un instante el árbol y la piedra. De esa forma,
los jóvenes se unen.

El Lobisón
Esta narración tiene como protagonista a uno de los seres más conocidos de la mitología guaraní. Es una historia muy extendida en
Argentina y Paraguay, y que recuerda, en parte, al ser legendario del hombre lobo, popular en Europa.
Cuenta esta historia guaraní que Lobisón, el séptimo hijo de Tau y Karana, fue el damnificado de una maldición caída sobre sus
padres. Pues, en las noches de viernes de luna llena, Lobisón se convierte en una criatura con aspecto mitad perro y mitad hombre.
Durante su cambio, la criatura comienza sintiendo mucho dolor. Entonces, se aparta a un lugar del monte donde no sea visto por
nadie. Después, se levanta del suelo transformado en un perro enorme, oscuro y de ojos rojos. Entonces, se pone a caminar en la
oscuridad hasta que amanece.
Su presencia atemoriza a los perros, quienes no paran de ladrar y aullar. Suele dirigirse al campo santo, donde se alimenta de restos
de difuntos. El hechizo del Lobisón desaparece con su propia sangre, cuando sufre un corte.
La Telesita
Dice la leyenda que Telésfora Castillo o Telésfora Santillán era una muchacha originaria de Santiago del Estero que pudo haber vivido
hacia el siglo XIX. La joven adoraba la danza y tuvo una trágica muerte, cuando murió abrasada por las llamas.
Una de las versiones, cuenta que la muchacha que, fascinada por el sonido de una caja, se puso a bailar alrededor de una fogata. Tuvo
la mala suerte de que su vestido se prendió y ella quedó carbonizada.
Cuentan que su alma es milagrosa y, entre otros dones, tiene la capacidad de hacer aparecer lo extraviado. Esto sucederá si el
interesado hace una especie de ritual denominado como telesiada, en el que predomina el baile.

Leyenda de la yerba mate (guaraní, Paraguay)


Se dice que antes de que Yací bajara, los hombres estaban tan ocupados en sus propios quehaceres que apenas se miraban o
conversaban un poco. Yací era inmensa, refulgente, poderosa. Era magia y luz. Porque Yací era la luna, y plantada sobre el
firmamento, alumbraba cada noche las copas de los árboles y los caminos, pintaba de color plata el curso de los ríos y revelaba los
sonidos, que sigilosos y aterrorizantes, se escondían en la penumbra de la selva. Una mañana Yací bajó a la tierra, acompañada por la
nube Araí. Convertidas en muchachas, caminaron por los senderos apartados de la aldea, entre el laberinto de sauces, lapachos,
cedros y palmeras. Y entonces, de improviso, se presentó un yaguareté. La mirada tranquila y desafiante. El paso lento y decidido. Las
zarpas listas para ser clavadas y las fauces dispuestas a atacar. Pero una flecha atravesó como la luz el corazón de la bestia. Yací y Araí
no acababan de entender lo sucedido cuando vieron a un viejo cazador que desde el otro extremo de la selva las saludaba con un
gesto amistoso. El hombre dio media vuelta y se retiró en silencio. Aquella noche, mientras dormía en su hamaca bajo la luz de la
luna, el viejo cazador tuvo un sueño revelador. Volvió a ver el yaguareté agazapado y la fragilidad de las dos jóveness que había
salvado aquella tarde, que esta vez le hablaron: ─Somos Yací y Araí, y queremos recompensarte por lo que has hecho. Mañana cuando
despiertes encontrarás en la puerta de tu casa una planta nueva. Su nombre es Caá, y tiene la propiedad de acercar los corazones de
los hombres. Para ello, debes tostar y moler sus hojas. Prepara una infusión y compártela con tu gente: es el premio por la amistad
que demostraste esta tarde a dos desconocidas. En efecto, a la mañana siguiente el hombre halló la planta y siguió las instrucciones
que en sueños se le habían dado. Colocó la infusión en una calabaza hueca y con una caña fina probó la bebida. Y la compartió. Aquel
día los hombres, entre mate y mate, conocieron las horas compartidas y nunca más quisieron volver a estar solos.

La Leyenda de la Flor del Ceibo


Según cuenta la leyenda la flor del ceibo nació cuando Anahí fue condenada a morir en la hoguera, después de un cruento combate
entre su tribu y los guaraníes.
Por entre los árboles de la selva nativa corría Anahí. Conocía todos los rincones de la espesura, todos los pájaros que la poblaban,
todas las flores. Amaba con pasión aquel suelo silvestre que bañaba las aguas oscuras del río Barroso. Y Anahí cantaba feliz en sus
bosques, con una voz dulcísima, en tanto callaban los pájaros para escucharla. Subía al cielo la voz de la indiecita, y el rumor del río
que iba a perderse en las islas hasta desembocar en el ancho estuario, la acompañaba.
Nadie recordaba entonces que Anahí tenía un rostro poco agraciado, ¡tanta era la belleza de su canto!.
Pero un día resonó en la selva un rumor más violento que el del río, más poderoso que el de las cataratas que allá hacia el norte
estremecían el aire. Retumbó en la espesura el ruido de las armas y hombres extraños de piel blanca remontaron las aguas y se
internaron en la selva. La tribu de Anahí se defendió contra los invasores. Ella, junto a los suyos, luchó contra el más bravo.
Nadie hubiera sospechado tanta fiereza en su cuerpecito moreno, tan pequeño. Vio caer a sus seres queridos y esto le dio fuerzas
para seguir luchando, para tratar de impedir que aquellos extranjeros se adueñaran de su selva, de sus pájaros, de su río.
Un día, en el momento en que Anahí se disponía a volver a su refugio, fue apresada por dos soldados enemigos. Inútiles fueron sus
esfuerzos por librarse aunque era ágil.
La llevaron al campamento y la ataron a un poste, para impedir que huyera. Pero Anahí, con maña natural, rompió sus ligaduras, y
valiéndose de la oscuridad de la noche, logró dar muerte al centinela. Después intentó buscar un escondite entre sus árboles amados,
pero no pudo llegar muy lejos. Sus enemigos la persiguieron y la pequeña Anahí volvió a caer en sus manos.
La juzgaron con severidad: Anahí, culpable de haber matado a un soldado, debía morir en la hoguera. Y la sentencia se cumplió. La
indiecita fue atada a un árbol de anchas hojas y a sus pies apilaron leña, a la que dieron fuego. las llamas subieron rápidamente
envolviendo el tronco del árbol y el frágil cuerpo de Anahí, que pareció también una roja llamarada.
Ante el asombro de los que contemplaban la escena, Anahí comenzó de pronto a cantar. Era como una invocación a su selva, a su
tierra, a la que entregaba su corazón antes de morir. Su voz dulcísima estremeció a la noche, y la luz del nuevo día pareció responder
a su llamada.
Con los primeros rayos del sol, se apagaron las llamas que envolvían Anahí. Entonces, los rudos soldados que la habían sentenciado
quedaron mudos y paralizados. El cuerpo moreno de la indiecita se había transformado en un manojo de flores rojas como las llamas
que la envolvieron, hermosas como no había sido nunca la pequeña, maravillosas como su corazón apasionadamente enamorado de
su tierra, adornando el árbol que la había sostenido.
Así nació el ceibo, la rara flor encarnada que ilumina los bosques de la mesopotamia argentina. La flor del ceibo que encarna el alma
pura y altiva de una raza que ya no existe.
Fue declarada Flor Nacional Argentina, por el 23 de diciembre de 1942. Su color rojo escarlata es el símbolo de la fecundidad en este
país.

También podría gustarte