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Emoción y Sentimiento

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EMOCIÓN Y SENTIMIENTO.

La psicología siempre se ha interesado por las emociones, porque éstas


influyen en nuestro pensamiento, nuestra conducta e incluso nuestra salud
mental.

Es por eso que el concepto de inteligencia emocional ha ido ganando terreno


en las últimas décadas y palabras como validación emocional, regulación
emocional o gestión emocional nos resultan cada vez más familiares. Está
demostrado que la inteligencia emocional mejora nuestro bienestar y nuestro
rendimiento. En este artículo hablaremos de las emociones y cómo se
clasifican estas manifestaciones humanas.

Qué son las emociones


Son muchos los teóricos que han intentado explicar qué son las
emociones. Para el psicólogo David G. Meyers, las emociones están
compuestas por “arousal fisiológico, comportamiento expresivo y experiencia
consciente”.

En la actualidad, se acepta que las emociones se originan en el sistema


límbico y que estos estados complejos tienen estos tres componentes:

 Fisiológicos: Es la primera reacción frente a un estímulo y son involuntarios:


la respiración aumenta, cambios a nivel hormonal, etc.
 Cognitivos: La información es procesada a nivel consciente e inconsciente.
Influye en nuestra experiencia subjetiva.
 Conductuales: Provoca un cambio en el comportamiento: los gestos de la
cara, el movimiento del cuerpo...
 A lo largo de los años, ha existido cierto debate entre qué es una emoción y
qué es un sentimiento. Puedes conocer la diferencia en nuestro artículo: "Los
16 tipos de sentimientos y su función psicológica"

Teorías de la emoción
De hecho, desde hace décadas se han ido formulando distintas teoría sobre la
emoción. Las más importantes se clasifican de tres maneras: fisiológicas,
neurológicas y cognitivas.

 Teorías fisiológicas: afirman que respuestas intracorporales son las


responsables de las emociones.
 Teorías neurológicas: plantean que la actividad en el cerebro lleva a
respuestas emocionales.
 Teorías cognitivas: proponen que pensamientos y otras actividades mentales
son responsables de la formación de las emociones.
 Puedes profundizar en estos modelos teóricos en nuestro post: "Psicología
emocional: principales teorías de la emoción"

Clasificación de las emociones (tipos)


Pero, ¿cómo se clasifican las emociones? Existen distintos tipos de
emocione, a continuación puedes encontrar una lista con una breve
explicación de cada una de ellas. Ten en cuenta, sin embargo, que no se trata
de una clasificación definitiva, ya que ninguna plasmará al 100% cómo se
agrupan y se relacionan entre sí las emociones; simplemente, es una
clasificación útil.
1. Emociones primarias o básicas
Las emociones primarias también se conocen como emociones básicas, y
son las emociones que experimentamos en respuesta a un estímulo. Para Paul
Ekman, las afirmó que las emociones básicas son 6: tristeza, felicidad,
sorpresa, asco, miedo e ira. Todas ellas constituyen procesos de adaptación y,
en teoría, existen en todos los seres humanos, independientemente de la
cultura en la que se hayan desarrollado.

Sin embargo, recientemente, una investigación llevada a cabo por la


Universidad de Glasgow, que se publicó Current Biology, concluye que no son
seis las emociones básicas, sino que son cuatro.

 Puedes saber más sobre este estudio en nuestro artículo: "Estudio demuestra
que las emociones básicas son cuatro, y no seis como se creía"

2. Emociones secundarias
Las emociones secundarias son un grupo de emociones que siguen a las
anteriores. Por ejemplo, cuando experimentamos la emoción básica de
miedo después podemos sentir las emociones secundarias de amenaza o
enfado, dependiendo, claro está, de la situación que estemos viviendo. Las
emociones secundarias son causadas por normas sociales y por normas
morales.

3. Emociones positivas
Dependiendo del grado en que las emociones afectan al comportamiento
del sujeto, éstas pueden ser o bien positiva o bien negativas. Las
emociones positivas también se conocen como emociones saludables, porque
afectan positivamente al bienestar del individuo que las siente. Favorecen la
maner a pensar, de razonar y de actuar de las personas. Por ejemplo, la
alegría, la satisfacción, la gratitud no provocan una actitud positiva frente a la
vida y nos hacen sentir experiencias que nos ayudan a sentirnos bien.

4. Emociones negativas
Las emociones negativas son opuestas a las emociones positivas,
porque afectan negativamente al bienestar de las personas. También se
conocen como emociones tóxicas, y suelen provocar el deseo de evitarlas o
evadirlas. El miedo o la tristeza son algunos ejemplos.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que este tipo de emociones, en
pequeñas cantidades y relativa baja intensidad, no son perjudiciales. De
hecho, forman parte del proceso de aprendizaje, ya que gracias a
ellas nuestra memoria emocional nos ayuda a recordar las consecuencias
que tienen ciertas conductas (o exponernos a ciertos contextos).

5. Emociones ambiguas
Las emociones ambiguas se conocen también como emociones neutras,
puesto que no provocan ni emociones negativas ni positivas, ni saludables
ni no saludables. Por ejemplo, la sorpresa no nos hace sentir ni bien ni mal.

La existencia de estas emociones deja claro que somos animales complejos, y


que nuestras experiencias presentan muchos matices.

6. Emociones estáticas
Algunos autores también han hecho referencia a las emociones estáticas.
Son aquellas que se producen gracias a distintas manifestaciones artísticas,
como por ejemplo: la música o la pintura.

Así, al escuchar una canción podemos sentirnos muy felices o muy tristes,
pero esa sensación sería cualitativamente diferente a la felicidad o la tristeza
que se experimenta ante cualquier otra experiencia, ya que se vive en un
contexto artístico, mediado por símbolos y atribuciones sobre las intenciones
del autor.

 Artículo relacionado: "Las 10 canciones que mejor nos hacen sentir (según
la ciencia)"

7. Emociones sociales
Las emociones sociales no se refieren a las emociones culturalmente
aprendidas, sino que es necesario que haya otra persona presente o de lo
contrario no pueden aflorar. Por ejemplo, la venganza, la gratitud, el orgullo o
la admiración, son emociones que sentimos respecto a otros individuos.

8. Emociones instrumentales
Las emociones instrumentales son aquellas que tienen como fin u objetivo
la manipulación o el propósito de lograr algo. Son complicadas de
reconocer porque puede parecer que sean naturales. Sin embargo, son
emociones forzadas y esconden una intención. En ocasiones, son fruto de la
auto-sugestión: someterse a ciertos contextos voluntariamente para hacer
que una parte de esa emoción tiña nuestra forma de comportarnos.
Diferencias entre las emociones y
los sentimientos
La diferencia entre emoción y sentimiento es algo que, a menudo, produce
confusión a la hora de entender cómo funciona la mente humana.
Los conceptos de emoción y sentimiento pueden ser confundidos con
facilidad y, de hecho, incluso dentro del mundo de la psicología es frecuente
que se utilicen como si fuesen sinónimos.
Sin embargo, algunos autores defienden la idea de que existen diferencias
entre las emociones y los sentimientos y que, por tanto, son palabras
utilizadas para etiquetar diferentes fenómenos mentales.

Distinguiendo la emoción y el sentimiento


Cuando hablamos sobre este tema es importante tener presente que existen
diferentes teorías sobre la emoción, las cuales aportan explicaciones
distintas acerca de cómo funciona nuestra faceta emocional y anímica y,
desde la perspectiva de las neurociencias, acerca de cómo trabaja la parte del
cerebro encargada de producir emociones: el sistema límbico.
Sin embargo, dentro de los autores e investigadores que separan los
conceptos de sentimientos y emociones (como por ejemplo Antonio
Damasio), hay cierto consenso a la hora de indicar en qué se diferencian.
En primer lugar, veamos de qué modo se definen estas dos palabras.

¿Qué es una emoción?


Una emoción es un conjunto de respuestas neuroquímicas y hormonales que
nos predisponen a reaccionar de cierta manera ante un estímulo externo
(como la visión de una araña) o interno (como un recuerdo acerca de los años
de infancia).
Eso significa que una emoción es lo que es generado por el sistema límbico del
cerebro cuando los grupos de neuronas relacionados con ciertas experiencias,
de manera que estamos predispuestos a actuar de cierto modo.
Eso ocurre porque, a lo largo de nuestra vida, nuestro cerebro no se limita a
"memorizar datos", sino que también aprende ciertos modos en los que hay
que reaccionar a esas experiencias. De algún modo, la información de lo que
experimentamos va de la mano de la información acerca de cómo
reaccionamos ante eso; no son dos clases de informaciones separadas.
Es por eso que, si aprendemos a asociar los insectos a las picaduras, cuando
veamos uno tenderemos a experimentar la sensación del miedo: nuestro
cuerpo habrá aprendido que, con esa información visual, esa es la reacción
adecuada.

 Artículo relacionado: Los 8 tipos de emociones (clasificación y descripción)

¿Qué es un sentimiento?
Un sentimiento es similar a una emoción y está muy relacionado con el
sistema límbico, pero además de esta predisposición espontánea,
incontrolable y automática, incluye la evaluación consciente que hacemos
de esta experiencia.Es decir, que en un sentimiento hay una valoración
consciente de la emoción y de la experiencia subjetiva en general.
Por ejemplo, si vemos una araña, seremos capaces de auto-examinar lo que
sentimos y lo que pensamos en una situación así y reflexionar a qué otras
experiencias nos recuerda esa situación, cuáles son las diferentes maneras en
las que se puede reaccionar a ese estímulo, hasta qué punto es racional el
asco o el miedo que sentimos, etc.

¿Cuál es la diferencia entre ambas?


Tal y como hemos visto, tanto las emociones como los sentimientos tienen
que ver con algo irracional que tiene que ver con la manera subjetiva con la
que experimentamos una situación. Ninguno de los dos fenómenos puede ser
traducido en forma de palabras de manera fiel y sin dejarnos muchos matices
en el tintero, y es la otra persona la que, haciendo un esfuerzo de empatía,
debe construir en su mente y a partir de sus propias experiencias cómo nos
debemos sentir.
Sin embargo, la diferencia fundamental entre la emoción y los sentimientos es
que la primera es totalmente básica, primitiva y unidireccional (en el
sentido de que es algo que aparece automáticamente al presentarse un
estímulo) mientras que el sentimiento incluye la capacidad de pensar y
reflexionar de manera consciente sobre lo que se siente y, por tanto, tiene que
ver con la capacidad de pensar en términos abstractos y simbólicos.
Las obras de arte, por ejemplo, son la caracterización clásica de los
sentimientos, porque son sublimaciones abstractas de las emociones. En un
poema no hay solo emociones, sino que necesariamente debe haber también
sentimiento, algo que permita expresar de manera simbólica lo que se siente.
Así pues, los sentimientos son bidireccionales, ya que hay algo que va desde
los procesos mentales más básicos y primitivos hacia la consciencia, pero
también hay algo que va desde la consciencia al modo en el que se valora y se
experimenta esa situación de forma holística y global.

Ambos son inseparables


Y aquí viene una aparente paradoja: aunque los conceptos de sentimiento y
emoción se refieren a cosas diferentes, a la práctica allí donde hay una
emoción hay siempre un sentimiento (o varios). Los dos se presentan a la
vez, y las palabras que utilizamos para separados conceptualmente solo
existen en la teoría para permitirnos entender de un modo más preciso acerca
de qué parte de la experiencia consciente estamos describiendo.
Del mismo modo en el que allí donde hay unos genes hay un entorno que
influye en el modo en el que estos se expresan, emoción y sentimientos no
pueden presentarse por separado (en el ser humano consciente y sano) y por
consiguiente se solaparán. La distinción entre ambos es más virtual y teórica
que material.
Es por eso que la diferencia entre sentimiento y emoción solo se utiliza porque
resulta útil en ciertos casos y porque cada una de ellas podría explicar
diferentes procesos neurológicos que funcionan en paralelo, no porque
efectivamente podamos aislar un sentimiento y separarlo de la emoción
con la que se presenta. En psicología y neurociencias, para bien y para mal,
las cosas no resultan tan sencillas.

SISTEMA LÍMBICO

El sistema límbico es una de las redes de neuronas más interesantes e


importantes a la hora de estudiar el comportamiento humano, ya que es una
de las partes del cerebro con un papel más relevante en la aparición de los
estados de ánimo.
Es por eso que a veces es llamado "el cerebro emocional". Pero... ¿qué es
exactamente el sistema límbico y cuáles son sus funciones?

¿Qué es el sistema límbico?


El sistema límbico es un conjunto de estructuras del encéfalo con límites
difusos que están especialmente conectadas entre sí y cuya función tiene que
ver con la aparición de los estados emocionales o con aquello que puede
entenderse por "instintos", si usamos este concepto en su sentido más
amplio. El miedo, la felicidad o la rabia, así como todos los estados
emocionales llenos de matices, tienen su principal base neurológica en esta
red de neuronas.
Así pues, en el centro de la utilidad del sistema límbico están las emociones,
aquello que vinculamos con lo irracional. Sin embargo, las consecuencias de
lo que ocurre en el sistema límbico afectan a muchos procesos que,
teóricamente, no tenemos por qué asociar con la cara emotiva del ser
humano, como la memorización y el aprendizaje.
El sistema límbico en el aprendizaje
Hace más de 200 años, un filósofo inglés llamado Jeremy Bentham, uno de
los padres del utilitarismo, propuso la idea de una manera de calcular la
felicidad basándose en una clasificación de criterios para diferenciar el dolor
del placer. En teoría, a partir de este cálculo podríamos saber lo útil o poco útil
de cada situación, dependiendo de lo feliz que nos hiciera según esta fórmula.
Simplificando mucho, se puede decir que, de un modo similar al que proponía
Bentham, el sistema límbico es algo así como el juez que determina lo que
merece ser aprendido y de qué modo ha de ser memorizado dependiendo de
las sensaciones placenteras o dolorosas que nos produce cada situación.
Es decir, que del sistema límbico depende el modo en el que se aprende el
valor positivo o negativo de cada una de las experiencias que se viven. Pero,
además, el modo en el que el sistema límbico influya en nuestra manera de
aprender irá teniendo repercusiones en nuestra personalidad.

Algunos ejemplos
Por ejemplo, un ratón que ha pasado por el condicionamiento operante y ha
llegado a asociar la acción de mover una palanca con la aparición de comida
en un cajón de su jaula, aprende que mover la palanca está bien gracias a las
sensaciones placenteras que le produce ver la comida y probarla, es decir,
fundamentándose en algo basado en la euforia de descubrir un trozo de queso
cuando se tiene hambre y en las sensaciones agradables que produce
comerlo.
En los seres humanos, también se puede entender que aquellas situaciones
en las que el placer queda más sublimado de manera complejas, como lo
que se siente al escuchar un buen recital de poesía, nos enseña que volver a la
asociación cultural en la que lo hemos escuchado resulta "útil". El sistema
límbico sigue siendo la parte del encéfalo responsable de esto.

Las partes del sistema límbico


Cabe recordar que el sistema límbico no es exactamente una región
anatómicamente exacta del encéfalo, sino que es más bien una red de
neuronas distribuidas por el cerebro y que quedan mezcladas entre muchas
estructuras diferentes. Es decir, que el concepto de sistema límbico tiene más
que ver con la función que tienen estas zonas que con su naturaleza como
parte concreta y bien delimitada del cerebro.
Sin embargo, sí se pueden señalar partes del encéfalo que tienen un papel de
suma importancia dentro de la red de interconexiones que es el sistema
límbico y que, por tanto, sirven para hacernos una idea sobre cuáles son las
zonas por las que pasa este circuito. Las partes del sistema límbico son las
siguientes:

Hipotálamo
Una de las zonas del diencéfalo más involucradas en la regulación de las
emociones, por su conexión con la glándula pituitaria y por lo tanto con el
sistema endocrino y todas las partes del cuerpo en el que se liberan todo tipo
de hormonas.
Para leer más sobre esta parte del encéfalo puedes leer este artículo sobre el tálamo
Hipocampo
El hipocampo tiene una función muy importante en los procesos mentales
relacionados con la memoria, tanto en la memorización de experiencias e
informaciones abstractas como en la recuperación de recuerdos. Los
hipocampos están localizados en la cara interior de los lóbulos temporales,
muy cerca del tálamo y las amígdalas.
El hipocampo está encuadrado dentro de lo que se conoce como corteza del
lóbulo límbico, o arquicorteza, que es una de las partes de la corteza cerebral
más antiguas; es decir, que apareció muy pronto en la línea de evolución que
ha llevado a la aparición del ser humano.

Amígdala
Las amígdalas cerebrales están situadas al lado de cada hipocampo, y por
lo tanto hay una en cada uno de los hemisferios del cerebro. Su papel está
relacionado con la respuesta emocional aprendida que despiertan ciertas
situaciones, y por lo tanto están involucradas con el aprendizaje emocional,
por lo cual tienen un rol en el sistema límbico.

Corteza orbitofrontal
En los límites del sistema límbico se encuentra la corteza orbitofrontal, que es
la válvula de salida de las órdenes "emocionales" hacia zonas del lóbulo
frontal encargadas de la planificación y creación de estrategias. Por
tanto, tiene un importante papel a la hora de aplacar los "impulsos
irracionales" que llegan del sistema límbico y hacer pasar solo parte de
estas señales, aquellas que servirán para definir bien los objetivos de las
acciones con metas a medio o largo plazo.

¿Es correcto hablar de un "cerebro


emocional"?
En la cultura popular existe la idea muy extendida de que el cerebro
humano tiene una parte emocional y otra racional. El cerebro emocional,
que habríamos heredado de nuestros antepasados más primitivos, sería aquél
gracias al cual tenemos emociones, sentimientos e impulsos difíciles de
reprimir, mientras que el racional se encargaría del análisis más concienzudo y
lógico de las situaciones que vivimos o imaginamos.
Sin embargo, tal y como hemos visto, el sistema límbico está profundamente
interconectada con otras áreas del cerebro no directamente identificadas con
aquello que conocemos como las emociones, por lo cual la idea de que
tenemos un cerebro emocional es, en buena parte, una manera
excesivamente imaginativa de entender esta red de conexiones.
Además, hay que tener en cuenta que si hablamos de un cerebro emocional es
para contraponer este concepto a la idea de un cerebro racional, que estaría
representado por las zonas más superficiales del lóbulo frontal y el parietal.
Sin embargo, si en el caso del sistema límbico al menos sabemos que es un
conjunto de estructuras bastante antiguas en nuestra línea evolutiva, la idea
de que hay en nosotros una parte de nuestro cuerpo hecha para pensar
racionalmente con cierta autonomía es directamente una ilusión.

La racionalidad no es innata
Existen antepasados nuestros que vivían tan solo con un sistema límbico y sin
capacidad para pensar siguiendo las pautas de lo que entendemos como
racionalidad, pero en la historia del ser humano el pensamiento racional es
más bien una excepción. No solo no pensamos racionalmente la mayor parte
del tiempo, sino que hasta hace unos pocos miles de años la racionalidad no
existía y, de hecho, en algunas culturas poco occidentalizadas los adultos
tienden a no llegar a la cuarta etapa del desarrollo cognitivo propuesta
por Jean Piaget.
Es decir, que aquello que llamamos racionalidad es más un producto de la
historia que el fruto de un conjunto de estructuras cerebrales diseñadas para
ello. El sistema límbico es, en todo caso una de las regiones del cerebro que
permiten la aparición del pensamiento racional, y no al revés.
La importancia de la educación emocional
Muchas veces no nos damos cuenta de la importancia de la educación
emocional. En las escuelas, por ejemplo, están más preocupados por
enseñarnos a ser buenos profesionales, y dejan de lado el convertirnos en
personas emocionalmente inteligentes y emocionalmente sanas. La
inteligencia emocional ha demostrado ser una herramienta básica para
nuestra salud mental y es, sin duda, una forma de empoderarnos frente a la
vida, de convertirnos en personas mucho más preparadas para el día a día.
¡Mucho más felices!

La inteligencia emocional es un término que se hizo famoso gracias a Daniel


Goleman, y desde entonces muchas investigaciones han afirmado que es
positiva no sólo para nuestra vida cotidiana, sino que en trabajo, el deporte e
incluso la educación, es altamente eficaz y aporta muchos beneficios para el
rendimiento.

Según Goleman, los componentes de la inteligencia emocional son:

 Autoconocimiento emocional
 Autocontrol emocional
 Automotivación
 Reconocimiento de las emociones de los demás
 Relaciones interpersonales

La Inteligencia Emocional es uno de los conceptos clave para comprender


el rumbo que ha tomado la psicología en las últimas décadas.
De un modelo preocupado fundamentalmente en los trastornos mentales por
un lado y por las capacidades de razonamiento por el otro, se ha pasado a otro
en el que se considera que las emociones son algo intrínseco a nuestro
comportamiento y actividad mental no patológica y que, por consiguiente,
son algo que debe ser estudiado para comprender cómo somos.
Así pues, la Inteligencia Emocional es un constructo que nos ayuda a entender
de qué manera podemos influir de un modo adaptativo e inteligente tanto
sobre nuestras emociones como en nuestra interpretación de los estados
emocionales de los demás. Este aspecto de la dimensión psicológicca
humana tiene un papel fundamental tanto en nuestra manera de socializar
como en las estrategias de adaptación al medio que seguimos.

Inteligencia Emocional: ¿en qué consiste?


Siempre hemos oído decir que el Cociente intelectual (IQ) es un buen
indicador para saber si una persona será exitosa en la vida. La puntuación del
test de inteligencia, decían, podría establecer una relación fuerte con el
desempeño académico y el éxito profesional.
No obstante, los investigadores y las corporaciones empezaron a detectar
hace unas décadas que las capacidades y habilidades necesarias para tener
éxito en la vida eran otras, y éstas no eran evaluables mediante ningún test de
inteligencia. Es necesario tener en cuenta una concepción más amplia de lo
que son las habilidades cognitivas básicas, aquello que entendemos que es la
inteligencia.
Prueba de ello es que empezaron a ganar terreno algunas teorías de la
inteligencia que intentaban comprenderla desde ópticas diferentes, como la
Teoría de las Inteligencias Múltiplesde Howard Gardner, la teoría
de Raymond Cattell (y otros) que explicaba las diferencias entre Inteligencia
fluida y cristalizada, o la Inteligencia Emocional que popularizó Daniel
Goleman.

Las emociones juegan un papel vital en nuestro día a


día
Si pensamos detenidamente en la trascendencia de nuestras emociones en
nuestra vida diaria nos daremos cuenta rápidamente que son muchas las
ocasiones en que éstas influyen decisivamente en nuestra vida, aunque no nos
demos cuenta. Podríamos plantearnos: (1) ¿Compré mi coche haciendo
cálculos sobre la rentabilidad y los comparé con otros modelos y marcas? (2)
¿Elegí a mi pareja porque era objetivamente la mejor opción? (3) ¿Es mi
empleo el que me ofrece el mejor salario? Gran parte de nuestras decisiones
son influenciadas en mayor o menor grado por las emociones.
Ante esta realidad, cabe resaltar que existen personas con un dominio de su
faceta emocional mucho más desarrollado que otras. Y resulta curiosa la baja
correlación entre la inteligencia clásica (más vinculada al desempeño lógico y
analítico) y la Inteligencia Emocional. Aquí podríamos ejemplificar esta idea
sacando a colación el estereotipo de estudiante “empollón”; una máquina
intelectual capaz de memorizar datos y llegar a las mejores soluciones lógicas,
pero con una vida emocional y sentimental vacía. Por otro lado, podemos
encontrar personas cuyas capacidades intelectuales son muy limitadas,
pero en cambio consiguen tener una vida exitosa en lo que refiere al ámbito
sentimental, e incluso en el profesional.
Este par de ejemplos llevados al extremo son poco habituales, pero sirven
para percatarse de que es necesario prestar más atención a esta clase de
habilidades emocionales, que pueden marcar nuestra vida y nuestra felicidad
tanto o más que nuestra capacidad para puntuar alto en un test de
inteligencia convencional. Para eso es importante profundizar en la
Inteligencia Emocional.

 Quizás te interese: "Los 35 mejores libros de Psicología que no puedes


perderte"

Elementos de la Inteligencia Emocional


El gran teórico de la Inteligencia Emocional, el psicólogo
estadounidense Daniel Goleman, señala que los principales componentes
que integran la Inteligencia Emocional son los siguientes:

1. Autoconocimiento emocional (o autoconciencia


emocional)
Se refiere al conocimiento de nuestros propios sentimientos y emociones y
cómo nos influyen. Es importante reconocer la manera en que nuestro estado
anímico afecta a nuestro comportamiento, cuáles son nuestras capacidades y
cuáles son nuestros puntos débiles. Mucha gente se sorprende de lo poco que
se conocen a ellos mismos.
Por ejemplo, este aspecto nos puede ayudar a no tomar decisiones cuando
estamos en un estado psicológico poco equilibrado. Tanto si nos encontramos
demasiado alegres y excitados, como si estamos tristes y melancólicos, las
decisiones que tomemos estarán mediadas por la poca racionalidad. Así pues,
lo mejor será esperar unas horas, o días, hasta que volvamos a tener un estado
mental relajado y sereno, con el que será más sencillo poder valorar la
situación y tomar decisiones mucho más racionales.

2. Autocontrol emocional (o autorregulación)


El autocontrol emocional nos permite reflexionar y dominar nuestros
sentimientos o emociones, para no dejarnos llevar por ellos ciegamente.
Consiste en saber detectar las dinámicas emocionales, saber cuáles son
efímeras y cuáles son duraderas, así como en ser conscientes de qué aspectos
de una emoción podemos aprovechar y de qué manera podemos
relacionarnos con el entorno para restarle poder a otra que nos daña más de
lo que nos beneficia.
Por poner un ejemplo, no es raro que nos enfademos con nuestra pareja, pero
si fuéramos esclavos de la emoción del momento estaríamos continuamente
actuando de forma irresponsable o impulsiva, y luego nos arrepentiríamos. En
cierto sentido, buena parte de la regulación de las emociones consiste en
saber gestionar nuestro foco de atención, de manera que no se vuelva contra
nosotros y nos sabotee.

3. Automotivación
Enfocar las emociones hacia objetivos y metas nos permite mantener
la motivación y establecer nuestra atención en las metas en vez de en los
obstáculos. En este factor es imprescindible cierto grado de optimismo e
iniciativa, de modo que tenemos que valorar el ser proactivos y actuar con
tesón y de forma positiva ante los imprevistos.
Gracias a la capacidad de motivarnos a nosotros mismos para llegar a las
metas que racionalmente sabemos que nos benefician, podemos dejar atrás
aquellos obstáculos que solo se fundamentan en la costumbre o el miedo
injustificado a lo que puede pasar.

4. Reconocimiento de emociones en los demás (o


empatía)
Las relaciones interpersonales se fundamentan en la correcta interpretación
de las señales que los demás expresan de forma inconsciente, y que a menudo
emiten de forma no verbal. La detección de estas emociones ajenas y sus
sentimientos que pueden expresar mediante signos no estrictamente
lingüísticos (un gesto, una reacción fisiológica, un tic) nos puede ayudar a
establecer vínculos más estrechos y duraderos con las personas con que
nos relacionamos.
Además, el reconocer las emociones y sentimientos de los demás es el primer
paso para comprender e identificarnos con las personas que los expresan.
Las personas empáticas son las que, en general, tienen mayores habilidades
y competencias relacionadas con la IE.

5. Relaciones interpersonales (o habilidades sociales)


Una buena relación con los demás es una fuente imprescindible para nuestra
felicidad personal e incluso, en muchos casos, para un buen desempeño
laboral. Y esto pasa por saber tratar y comunicarse con aquellas personas que
nos resultan simpáticas o cercanas, pero también con personas que no nos
sugieran muy buenas vibraciones; una de las claves de la Inteligencia
Emocional.
Así, gracias a la Inteligencia Emocional vamos más allá de pensar en cómo
nos hacen sentirnos los demás, y tenemos en cuenta, además, que cualquier
interacción entre seres humanos se lleva a cabo en un contexto determinado:
quizás si alguien ha hecho un comentario despectivo sobre nosotros es
porque siente envidia, o porque simplemente necesita basar su influencia
social en este tipo de comportamientos. En definitiva, la Inteligencia
Emocional nos ayuda a pensar en las causas que han desencadenado que
otros se comporten de un modo que nos hace sentirnos de un modo
determinado, en vez de empezar pensando en cómo nos sentimos y a partir de
ahí decidir cómo reaccionaremos ante lo que otros digan o hagan.

¿Por qué las empresas necesitan este tipo de


inteligencia?
Hoy en día son muchas las corporaciones que invierten grandes sumas de
dinero en formar a sus empleados en Inteligencia Emocional. La razón de
esta apuesta estriba en que las empresas se han dado cuenta de que una de
las claves del éxito comercial y de la venta de sus productos radica en el grado
en que sus trabajadores son capaces de reconocer y controlar sus emociones,
así como las de sus clientes.
Es casi impensable concebir un comercial de ventas que carezca de
habilidades en el trato con los clientes, un empresario sin motivación para la
dirección de su compañía o un negociador que no sepa capaz de controlar sus
impulsos y emociones. Todo el conocimiento técnico basado en la mejor
relación entre estudios académicos y experiencia no será ninguna garantía
para estas personas, porque tarde o temprano malograrán operaciones
económicas por un deficiente conocimiento de sus emociones.

Empleados con IE, los más demandados


Cabe resaltar que en el proceso de selección de personal de las empresas la
tendencia va enfocada a poner al candidato en situaciones de fuerte estrés o
incomodidad para así poder examinar su reacción y su capacidad para lidiar
con sus emociones.
El psicólogo de las organizaciones Jonathan García-Allen explica: “La época
en que los procesos de selección de personal se basaban en la experiencia
laboral y los conocimientos técnicos terminó. Actualmente, el método ha
evolucionado y los aspectos relacionados con la Inteligencia Emocional, como
las habilidades interpersonales y la gestión de las emociones, han cobrado
un protagonismo clave. Esta creciente relevancia del aspecto emocional en el
trabajo viene motivada por la tendencia a la tercerización de la economía en
los países occidentales, en que el intercambio económico está mediado por la
confianza entre ambos agentes”.
De ahí se desprende, según señala García-Allen, que los empleados con alta
Inteligencia Emocional resulten mucho más productivos para las
corporaciones.

¿Hay evidencia empírica que la sostenga?


El concepto de Inteligencia Emocional cuenta con evidencia empírica de dos
tipos. Por un lado, se ha detectado las partes del encéfalo que intervienen
en su aparición y no tanto en la de otro tipo de procesos mentales. Por el
otro, al utilizar test estandarizados para su medición y analizar los datos
obtenidos, se ha visto que la Inteligencia Emocional cuenta con su propia
estructura factorial, de modo que correlaciona positivamente con las
puntuaciones generales de CI, pero estadísticamente no se comporta
exactamente igual que estas. Dicho de otro modo, el constructo psicológico
de la Inteligencia Emocional se basa tanto en la observación del
funcionamiento del cerebro como en información obtenida mediante la
psicometría.

Referencias bibliográficas:

 Damasio, A. (2014). En busca de Spinoza: neurobiología de la emoción y los


sentimientos. Barcelona: Booket, 2014. ISBN 978-84-233-4615-8.
 Ekman, P. (2004). ¿Qué dice ese gesto? Barcelona: RBA202f: Integral, 2004.
ISBN 978-84-7871-202-1.
 Salmurri, F. (2015). Razón y emoción: recursos para aprender y enseñar a
pensar. Barcelona: RBA, ISBN 978-84-9056-407-3.

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