PARTE TERCERA, Ontología Juridica PDF

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Universidad Femenina del Sagrado Corazón

Asignatura: Filosofía del Derecho Prof. Edgar Cruz Acuña

PARTE TERCERA
LA ONTOLOGÍA JURÍDICA

1. NOTAS Y ESTRUCTURA DE LA FILOSOFÍA, EL SER DEL DERECHO, LO JUSTO Y LA


SEGURIDAD, RELACIÓN ENTRE AMBOS

1.1. NOTAS Y ESTRUCTURA DE LA FILOSOFÍA.


En primer lugar, la Filosofía puede concebirse como un arduo amor a la sabiduría en su
forma más elevada; búsqueda de un saber concebido como sabiduría, como saber fundante
y total; fuente y síntesis de los saberes científicos particulares.
En segundo lugar, la Filosofía se entiende también como una tensión y búsqueda innata
hacia la conquista de la verdad, y que se expresa en una serie de perspectivas y
manifestaciones de sistemas filosóficos que se han sucedido a lo largo de la historia
humana. Dichos sistemas procuran responder a las cuestiones fundamentales de la
existencia humana: el qué y el porqué de los seres, el origen y el fin del universo, el origen y
el destino del hombre, la existencia de Dios, la inmortalidad del alma y la idea del mundo.
Las respuestas han provenido de diversas perspectivas, algunas coincidentes, otras
divergentes y, a veces, contradictorias.
En tercer lugar, la Filosofía entendida, según la perspectiva aristotélica, como la ciencia de la
totalidad de los seres, según sus causas primeras y últimas, orientada hacia el conocimiento
de verdades objetivas, universales, absolutas y necesarias, y no meramente vuelta hacia la
descripción subjetiva del mundo en el contexto de una época determinada, la misma que
cobija el peligro de reducir el quid de la Filosofía a perspectivas vitales, históricas, sociales o
morales, etc., que no hacen más que menguar la fundamental objetividad de la verdad
absoluta.
En cuanto a la estructura de la Filosofía, entendida como conocimiento coherente de la
universalidad del ser, tiene lugar en el ámbito de la Ontología, cuyo significado
terminológico refiere. Sin embargo, el primado de la Ontología no se reduce a la Filosofía
primera o Metafísica, que trata del ser en cuanto ser, y de la esencia en cuanto esencia, sino
que abarca también la Filosofía segunda, como el mundo del Derecho, de la Ciencia, del
Arte, de la Religión, etc., que se estructuran, fundamentan y moldean desde la reflexión
filosófica, madre de la totalidad de los saberes.
En este contexto estructural, el instrumento adecuado para una comprensión y un razonar
coherentes, es decir, la Lógica, ocupa el primer lugar entre los saberes ligados a la Ontología;
es decir, la Lógica es el arte de pensar que orienta el conocimiento hacia el descubrimiento
de la universalidad del ente como tal; la Lógica ordena formalmente los conceptos,
prescindiendo de sus contenidos concretos o materiales.
Por otro lado, con el objeto de dar cuenta los diversos modos de manifestación del ser,
tenemos otras disciplinas filosóficas, como la Antropología, la Ética, las Ciencias políticas, la
Cultura, la Sociología, y otras; todas ellas con reflejos y nexos evidentes con la Filosofía del
Derecho. La Antropología, al consagrarse al estudio de la esencia del hombre, es el punto de
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partida para toda investigación jurídica; la Ética y la Política que tratan sobre los
comportamientos individuales y colectivos, respectivamente, también se hallan muy ligadas
a los planteamientos filosóficos del Derecho; la Cultura que trata acerca de las instituciones
y manifestaciones diversas de vida en comunidad, determina las concreciones históricas del
ente jurídico; y la Sociología que investiga los comportamientos humanos y las relaciones de
convivencia en sociedad, constituye el ámbito donde se efectúan las diferentes
formulaciones del Derecho.

1.2. LA ONTOLOGÍA JURÍDICA


Como toda disciplina filosófica, la Filosofía del Derecho se propone penetrar la realidad
jurídica hasta sus últimos fundamentos; por eso, antes que nada, es Ontología y Metafísica.
Ontología porque se propone descubrir y determinar las ultimidades del ser jurídico,
identificando el quid del Derecho que manifiesta a través del aparente ropaje externo de sus
elementos. Metafísica porque, en esta búsqueda del ser del Derecho, trasciende las
realidades aparentes y externas, yendo más allá de lo evidente y de lo meramente tangible.
En el ámbito de los entes corpóreos, la labor filosófica no se acomoda al conocimiento de lo
particular o específico (propio de las ciencias particulares que se ocupan de una parcela de la
realidad), ni se limita exclusivamente a lo empírico o práctico, ni se detiene en lo meramente
accidental. La labor filosófica realiza una labor de profundidad que, dejando de lado el
detalle, el rasgo, la historia, etc., se ocupa de la realidad universal del ser, de lo permanente
y estable en el contexto del devenir de la actividad humana.
En este sentido, el profesor Ángel González Álvarez (1916-1991), al igual que otros juristas
filósofos, comparte el criterio que la Filosofía es la “ciencia de las ultimidades de todos los
entes, a la luz de los primeros principios naturales”, e indica que tal definición se realiza en la
Metafísica. La Filosofía del Derecho, por un lado, recurre a la Ontología a fin de descubrir las
ultimidades del “ser jurídico” y, por otro lado, a la Metafísica a fin de distinguir entre la
materia y la forma, lo cambiante y lo estable, lo aparente y lo real, lo accidental y lo
sustancial.
Entonces, si el ente jurídico debe emprenderse desde la totalidad del saber filosófico, la
Filosofía del Derecho, más que una mera reflexión aplicada, es una orientación particular
sobre la experiencia jurídica; es decir, por medio de ella se trata de estudiar una parte del
ser, que es el ser jurídico, en la universalidad y esencialidad de sus elementos.
En consecuencia, si la Filosofía del Derecho es una Filosofía regional con objeto propio,
contemplado desde la universalidad de la Filosofía, habrá de matizar dos aspectos para
lograr su perfil adecuado: su ubicación en la razón práctica y su relación con el factor ético.
La consideración de Derecho en relación estrecha con la ética es el criterio tradicional del
Derecho Natural o Iusnaturalismo. La Ética clásica identifica el ente ético con el bien y la
tendencia consciente y libre del hombre a la consecución de ese bien. También distingue dos
aspectos en el ser hombre: lo individual y lo social; y, en consecuencia, un bien personal y
un bien social. El primero, referido a la moral individual, centrada en el bien y en la
perfección personal, en el orden de los méritos y virtudes; el segundo, referido a la moral
social, centrada en el bien y la perfección de la comunidad, en el orden del bien común,
propio del mundo de la Política o del Derecho.

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Según la escolástica, considerar a la Filosofía del Derecho como una rama de la Ética
filosófica, no le priva de su dimensión de universalidad y globalidad; pues, en realidad, no
cabe ningún discurso jurídico que prescinda de la estima de lo justo. En este sentido, Justicia
y Derecho son términos equivalentes, porque el Derecho no se reduce ni a un dato histórico
ni a un hecho sociológico; ni a un conjunto de normas positivas ni a la constelación de
instituciones. Lo jurídico lleva consigo el anhelo de perfección que lo justo encarna. Una
Ontología jurídica regional que no otorgara a la Justicia el papel esencial que ocupa en las
indagaciones del Derecho se limitaría a una de estas cosas: o formalismo logicista o
sociologismo positivista.
Este es el fundamento por el que la Ontología jurídica requeriría del auxilio del Derecho
Natural, es decir, de un Derecho cuya esencialidad radica en la justicia. De lo contrario,
dejaría de ser ente jurídico. La idea del bien social o bien común está en el corazón del
objeto de la Filosofía del Derecho. No obstante, no se debe identificar el Derecho Natural y
la Ontología jurídica, cada uno desempeña funciones y fines específicos: ésta se orienta al
ser del Derecho, y aquel tiende más a la axiología jurídica. Lo justo sería el nexo que
comunica la Ontología jurídica con el Derecho Natural.
La Ontología jurídica indaga la esencia del ser jurídico, y descubre que el ser jurídico es
ontológicamente justo, de suerte que sin justicia no hay Derecho. El Derecho es la justicia de
una vida en comunidad. En consecuencia, el método de búsqueda del ser jurídico procede
siguiendo tres pasos: a) definir qué es lo justo; b) definir qué es lo seguro en la convivencia,
y c) determinar la conexión de lo justo con lo seguro.

1.2.1. SOBRE LO JUSTO


La búsqueda de lo justo constituye el tema nuclear de la Filosofía del Derecho. El
Iusnaturalismo dirigió tal empeño en el ámbito de la Ética y lo interpretó en base a la
creencia en la existencia de un orden divino del universo, según la metodología de la
escolástica.
Gottfried Leibniz (1646-1716), al ocuparse del tema de la justicia, establece que lo justo es
“lo que en igual medida participa de la bondad y de la sabiduría”; la bondad consiste en
alcanzar el mayor bien posible, y la sabiduría, en aprehender el conocimiento del bien; la
primera es inherente a la voluntad y la segunda al entendimiento, en tanto que la justicia lo
es a ambos1.
Santo Tomás de Aquino (1224-1274), en el ámbito de las acciones morales, distingue entre
actos humanos y actos del hombre. Los primeros, son ejecutados consciente y libremente,
es decir, en un nivel racional. Son originados en la parte típicamente humana del hombre, es
decir, en sus facultades específicas, como son la inteligencia y la voluntad. Estos son el
objeto material de la Ética y son los que pueden ser juzgados como buenos o malos desde el
punto de vista de la Moral. En cambio los actos del hombre carecen de conciencia o de
libertad o de ambas cosas, un ejemplo claro es la digestión, la respiración, etc. Los actos del
hombre sólo pertenecen al hombre porque él los ejecuta, pero no son propiamente
humanos porque su origen no está en el hombre en cuanto a hombre racional y libre, sino

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Cfr. G.W. Leibniz: Tres ensayos: El Derecho y la Equidad. La Justicia. La Sabiduría. Centro de Estudios
Filosóficos, UNAM, 1960.
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en cuanto ser vivo. Estos actos carecen de moral por lo tanto no pueden juzgarse desde el
punto de vista moral como buenos o malos.
El conocimiento de bienes absolutos existe en el hombre por el conocimiento de Dios; en la
medida en que ese conocimiento cabe dentro de los límites de la razón. Dios y el Bien
Supremo coinciden en definitiva, porque Dios es la bondad máxima y absoluta. De otra
parte, el deseo del bien supremo es constitutivo de la naturaleza humana, que se ve atraída
por Dios inevitablemente. Dios atrae al hombre porque es el Bien Supremo por excelencia.
La satisfacción plena de este deseo tiene lugar en la visión beatífica de Dios, después de la
muerte.
Al poseer la razón, el entendimiento y la voluntad, el hombre tiene el deber de conocer la
Ley Eterna en lo que a él se refiere; esta Ley está inserta en la naturaleza humana, de modo
que para conocerla basta que el hombre se observe a sí mismo con atención, observe su
conciencia. Al conocerse a sí mismo, el hombre conoce lo que Dios quiere de él, el lugar que
ocupa en el universo, en la jerarquía de las criaturas, y las exigencias de obediencia a las que
se encuentra sometido. Siendo una parte del orden del universo, el hombre conoce el bien al
participar de la Ley Eterna.
Conforme a esta tradición, la Justicia es el contenido de la Ley Eterna. Dios en cuanto Bien
Supremo, es el bien y la justicia para las criaturas racionales. El primer dato para descubrir el
ser jurídico que es la justicia lo encuentra el hombre en su propia naturaleza, en la
consideración de su puesto en el mundo y en la contemplación de su destino trascendente.
Lo justo viene de Dios como regla discernidora del bien y del mal en los actos humanos,
conscientes y libres.

1.2.2. SOBRE LA SEGURIDAD


El segundo factor que trata la Ontología jurídica es que el Derecho sea un medio adecuado
que asegure el orden y la paz en las sociedades; es decir, que provea seguridad. El orden
social es el equilibro de las conductas libres, la supresión de la violencia de unos contra
otros.
Thomas Hobbes (1588-1679), en El leviatán, describe la situación del hombre en su “estado
de naturaleza” y la necesidad vital de una especie de acuerdo colectivo. Sus enseñanzas nos
remiten, por una parte, a la raíz antropológica de la seguridad jurídica y, por otra parte, a la
consideración del presupuesto teórico de la obligación de obediencia a las autoridades
detentadoras del poder político. Dicha obligación de obediencia nos sitúa ante el problema
de la naturaleza y justificación del Estado y del Derecho. Aquí, ya no estamos ante el
conocimiento deductivo racional de lo justo, como emanación del orden divino del universo.
Ahora se trata de construir hipótesis explicativas de la existencia de un sistema de garantías
políticas y jurídicas.
Jean Jacob Rousseau (1712-1778), en El contrato social, basa su sistema político-jurídico en
dos pilares: por un lado, el sentimiento de ser igualmente buenos y libres por naturaleza y,
por otro lado, que la voluntad general cuando es tal, es siempre justa y razonable, pues de lo
contrario no es voluntad general aunque lo sea de la mayoría o, incluso, de todos.

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Immanuel Kant (1724-1804), en La metafísica de las costumbres (1797), establece como un


principio general de Derecho que: “una acción es conforme a Derecho cuando (…) la libertad
del arbitrio de cada uno puede conciliarse con la libertad de todos, según una ley general”.
Jeremy Bentham (1748-1832), pensador inglés, padre del utilitarismo, en Introducción a los
principios de la moral y legislación (1789), colocó la utilidad como el fundamento de un
gobierno nacional, cuya legislación debe dirigirse al “bien mayor del mayor número”.
Hans Kelsen (1881-1973), jurista, político y filósofo del derecho austriaco de origen judío, en
Teoría pura del Derecho (1935), presupone como criterio fundamental básico que “uno debe
comportarse como la Constitución lo prescribe”.
Adolphus Hart (1907-1992), uno de los filósofos del derecho más importantes del siglo XX,
en El concepto del derecho (1961), sitúa como el principio del sistema del realismo jurídico
angloamericano, el denominado “principio del reconocimiento”. “Éste se da cuando la
mayoría de un grupo social obedece habitualmente órdenes respaldadas por amenazas de
las personas soberanas, quienes, a su vez, no obedecen habitualmente a nadie”.
Como podemos apreciar, estos principios básicos de los sistemas positivistas tanto
voluntaristas, utilitaristas como formalistas, unos tienen fundamentos éticos; otros,
utilitarios o meramente formales. Pero todos ellos tienen una característica común: su
finalidad constructiva mediante la creación, interpretación y aplicación de una teoría jurídica
que busca la paz pública, la utilidad social, la igualdad, la libertad esencial, o simplemente el
orden constitucional.
Por otro lado, los iusfilósofos Rawls y Dworkin construyen una teoría jurídica relacionada a
unos principios morales de contenido material; es decir, no parten de ellos, sino que tratan
de hallarlos y fijarlos en la experiencia jurídica; mediante el constructivismo, que se inspira
en el contexto de una ideología liberal, tratan de elaborar una doctrina acorde a la finalidad
del Derecho que tenga que ver con justo y lo razonable, y que conduzca a la mayor igualdad
posible y sea compatible con el mayor bien para los menos favorecidos.
Para John Rawls (1921-2002), profesor de filosofía de la Universidad de Harvard, el
problema de la justicia se reduce esencialmente al problema de las instituciones justas en el
Estado nacional, y de las obligaciones individuales que ellas imponen. Dicha concepción se
articula en dos principios: el primero hace referencia a la distribución de las libertades
fundamentales que reconocen un igual derecho a cada uno, y, el segundo se refiere a la
distribución de los bienes diferentes de la libertad (riqueza, poder, etc.), reduciendo las
desigualdades económicas y sociales favoreciendo a los menos afortunados.
La obligación política depende de la noción de la sociedad, ordenada a los hombres
individualmente considerados. Son las garantías del orden político. La seguridad es un
medio, es la ordenación adecuada de la convivencia. Sus fines son autónomos, sin embargo
subordinados a los intereses de los entes individuales. La seguridad que es una de las notas
características del Derecho, debe estar al servicio del hombre. Cualquier concepción que no
tome en cuenta este extremo, deriva lamentablemente en un totalitarismo que lo abarca y
lo controla todo.
La clave para no caer en cualquier forma de totalitarismos está en que, junto a la justicia, el
Derecho cumple otro fin fundamental: la seguridad. Éste factor es mucho más amplio que el
de la simple norma jurídica porque expresa la adecuación armónica de los seres que
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conviven en sociedad. Su valor coincide con el de norma política mejor que con la norma
jurídica.
La norma política que tiene por objeto garantizar una ordenada convivencia entre los
hombres es la que instituye la seguridad. Según José Rodríguez Paniagua, el Derecho ha de
ser un orden que garantice la seguridad, aspire a desarrollar el bienestar general de acuerdo
al consenso mayoritario de la sociedad y respete la justicia 2. En este sentido, venimos
sosteniendo que no toda especie de preceptos sociales y políticos tiene la propiedad de ser
jurídicos, sino solamente una parte de los mismos, es decir, lo que presentan un contenido
ético o de justicia. Lo ético aparece como sublimando, en una concepción superior, toda
ordenación normativa meramente social o política.
Por otro lado, Karl Schmitt (1888-1985) otorga primacía a la política, igual que los clásicos
griegos, pero con alcances dispares, ya que prescinde de la presencia de lo justo como
criterio vivificador de la política, para detenerse en valores como la amistad o enemistad
como criterio exclusivo en el ámbito político. Con la aparición de lo político, el rival se
cambia en enemigo. Schmitt deja entrever dos notorias influencias: por un lado, elementos
que provienen de teorías de orientación positivista que veían en la convivencia humana el
darwinismo evolucionista y la lucha por la vida entre las razas, y, por otro lado, los
postulados del relativismo axiológico en la medida en que establece para cada esfera
cultural un término propio de referencia.
En el planteamiento de Karl Schmitt, Política y Derecho poseen diversas tablas de valores. El
Derecho juzga según lo justo o injusto; mientras que la Política tiene como criterio la amistad
o enemistad. Bajo esta perspectiva, en la convivencia social, la política termina por
contraponerse a lo jurídico cuando la enemistad se enfrenta con lo justo, simplemente por
favorecer al amigo aunque éste sea injusto.
Schmitt considera que en la vida de convivencia, la Política se antepone en todo,
específicamente al Derecho, pero no tanto en el orden jerárquico, sino desligando a la
Política del Derecho y de cualquier matiz de justicia.
Nosotros no seguimos esta orientación schmittiana, sino que juntamente con otros teóricos
del Derecho, como Antonio Pérez Luño, defendemos un Estado social democrático de
Derecho que garantice la vigencia de valores superiores como la libertad, la justicia, la
seguridad, la igualdad y el pluralismo político. Sobre todo, la seguridad jurídica como aquel
factor del ser jurídico referido al nivel externo en el equilibrio de las conductas libres en el
orden social, y que una sociedad democrática implica el respeto de nuestros derechos
fundamentales en un plano general de igualdad.
En el ámbito interno tenemos que nuestro ordenamiento jurídico garantiza el principio de
legalidad, la jerarquía normativa, la publicidad de las normas, la irretroactividad de las
disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de los derechos individuales, la
seguridad jurídica, la responsabilidad y la interdicción de la arbitrariedad de los poderes
públicos.

1.2.3. SOBRE LA RELACIÓN DE LO JUSTO Y LO SEGURO

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Rodríguez Paniagua. Derecho y Ética, Tecnos, Madrid, 1977, pág. 12
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El método para averiguar el ser jurídico debe consistir en la ponderación de lo justo y lo


seguro. Lo justo, siguiendo las vías señaladas por la ética con relación a las leyes inscritas en
la naturaleza. Lo seguro sopesando las perfecciones de orden político que proporciona la
seguridad en la convivencia humana.
El camino para hallar el ser jurídico no es estrictamente deductivo, porque la justicia ha de
encontrarse en la sociedad para llegar al Derecho. Tampoco puede ser exclusivamente
inductivo, ya que los valores de lo justo no salen de la experiencia a secas. Entonces, el
método adecuado para encontrar el ser jurídico será procediendo de manera sincrética. En
este sentido, la Escolástica es un ejemplo a imitar en la aplicación de este método. Así, por
ejemplo, santo Tomás aplica un método de conocimiento que es al mismo tiempo
psicológico y ontológico, inductivo y deductivo, empírico y racional, a priori y a posteriori,
teniendo en cuenta en cada caso la mayor oportunidad que ofrezca cada uno de estos
aspectos. Según el testimonio de Zeferino González en sus Estudios sobre santo Tomás de
Aquino, al lado de “evidencia inmediata y natural”, elemento principal de la ciencia humana,
el Doctor angélico coloca también el elemento empírico de la experiencia sensible y la
observación psicológica.
Desde esta perspectiva, la existencia de los primeros principios universales e inmutables se
conjuga con el descubrimiento de esos mismos principios en la realidad de las cosas. La
abstracción tomista es aquella operación superior que no se reduce a la inducción de los
positivistas, sino que a través del concepto llega a la justificación racional del dato jurídico en
referencia a los principios universales del bien supremo reflejados en la razón natural del
hombre.
Mientras los positivistas se contentan con la comprobación empírica de los hechos, y os
historicistas no pasan del análisis de su génesis histórica, la abstracción tomista aspira a la
penetración integral de los contenidos desde la razón, es decir, acostumbra a mirar de tras
del dato empírico su concepto pertinente. Para el empirista son suficientes los datos, y lo
justo es el resultado del cotejo de los datos entre sí, para el tomista los datos adolecen de
cierta insuficiencia radical, habiendo de buscarse la justificación a través del concepto. Con
esto se cumple la definición del conocimiento, como adecuación entre el objeto y el
intelecto en atención a que la verdad es el equivalente del ser.
De esta manera, la inteligencia humana es la regla próxima de lo justo y la definidora del
factor primero del Derecho. Su regla remota está en la ordenación de las criaturas según sus
fines prescrita por la ley natural, teniendo presente las circunstancias en cada caso dado.
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