Contaminación Del Río Tinto en España

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Contaminación del río Tinto en España

La contaminación del río Tinto es un problema medioambiental significativo en


España. Ubicado en la provincia de Huelva, se caracteriza por tener un alto
contenido de metales pesados y un pH(2,2-2,3) extremadamente ácido.

La cuenca del río Tinto forma parte del Cinturón Piroclástico Ibérico (CPI), que es la
región metalogenética más grande del mundo. Grandes cantidades de sulfuros de hierro y
cobre, así como cantidades menores de plomo y zinc, constituyen los principales minerales.
Estos se formaron durante la orogénesis herciniana por hidrotermalismo.

El entorno del río ha estado sometido a una intensa actividad minera desde hace
miles de años, desde los íberos a los fenicios, romanos y musulmanes hasta que en el siglo
XIX la explotación minera se llevó a gran escala.

A pesar de la contaminación, la región del río Tinto sigue siendo un importante


centro de extracción de minerales, especialmente de hierro, cobre, oro y plata, fuente
importante de empleo y actividad económica para la región. Como consecuencia, una
superficie de más de 4800 ha está ocupada por una gran cantidad de vertederos, minas a
cielo abierto, presas de residuos e instalaciones mineras (muchas de ellas abandonadas o
cerradas de manera inadecuada), superando los 200 millones de m3 de desechos
abandonados.

La exposición a la atmósfera de minerales como la pirita y otros sulfuros metálicos,


ha generado una gran cantidad de lixiviados que han contaminado las aguas superficiales y
subterráneas. Los lixiviados de estos desechos constituyen la principal fuente de
contaminación por Drenaje Ácido de Mina (AMD) y afectan no solo al río Tinto, sino también
a las cuencas de los ríos Guadiamar, Cobica, Chanza y Odiel, además de ser responsables
del transporte de metales que incluso llegan al Mar Mediterráneo y al Océano Atlántico.
Cerca de estas cuencas se encuentran áreas de especial interés como Parques Nacionales,
Parques Naturales, Sitios de Interés Comunitario (SCI) y Áreas de Protección Especial para
Aves (SPA) de la red Natura 2000.
En los últimos 150 años, los procesos de drenaje ácido de minas, la introducción de
un nuevo período minero y los aportes contaminados derivados de los procesos industriales
han resultado en un aumento de la contaminación por metales pesados en los sedimentos
del fondo, y la consiguiente disminución de los ostrácodos y la restricción de presencia de
foraminíferos a las zonas interiores del estuario.

Esto conlleva varias consecuencias ambientales y sociales. La alta concentración de


metales pesados, como hierro, cobre, zinc, cadmio y arsénico, afecta negativamente a la
vida acuática y a los ecosistemas circundantes: las comunidades vegetales que crecen en
los suelos del Tinto se destacan por su falta de diversidad. Además, la acidez del agua
dificulta la recuperación de la biodiversidad y limita los usos del río para ciertas actividades
como el baño o la pesca.

Por no hablar de un riesgo de accidentes constante, como el colapso de la presa de


retención de un embalse de relaves en Aznalcóllar (25 de abril de 1998). Durante este
evento fueron liberados entre 5 y 7×10^6 m3 de lodo ácido y agua (pH 2) en el Río Agrio, un
afluente del Guadiamar. Estos lodos de sulfuro liberados formaron una capa de 1 m de
espesor sobre una distancia de 40 km, cubriendo más de 4000-5000 ha del lecho del río y
las llanuras de inundación del Guadiamar, además de los campos agrícolas circundantes.

¿Sería posible implementar tecnologías de tratamiento de aguas para reducir la


concentración de metales pesados y corregir el pH del agua?

Esto podría incluir el uso de sistemas de filtración, neutralización química y técnicas


de fitoestabilización para reducir la movilidad de los contaminantes en el suelo.

A nivel legislativo se deberían reforzar las regulaciones ambientales y los estándares


de calidad del agua para limitar la contaminación industrial y minera en la cuenca del río
Tinto. Establecer límites de emisión de contaminantes, imponer sanciones por
incumplimiento y promover la restauración ambiental de áreas afectadas por la actividad
minera.

Por otra parte la singularidad y atractivo del río Tinto ciertamente son aspectos
importantes a considerar al abordar su contaminación; la remediación de los efluvios
ferrosos, aunque necesaria para restaurar el equilibrio ambiental, puede plantear desafíos y
tener consecuencias negativas en términos de estos aspectos culturales y turísticos ya que
gracias a su color rojo intenso y su paisaje surrealista logra atraer a visitantes de todo el
mundo.

De hecho el río Tinto y su entorno ofrecen oportunidades únicas para el turismo


cultural y científico. La remediación de la contaminación podría implicar la alteración o
eliminación de algunos de estos vestigios históricos, lo que podría generar controversias en
términos de preservación del patrimonio cultural.
A pesar de la contaminación del río Tinto, algunas especies de microorganismos
extremófilos han desarrollado adaptaciones para sobrevivir en estas condiciones. Estos
organismos que incluyen bacterias y arqueas pueden metabolizar compuestos tóxicos como
el hierro y el azufre para obtener energía y son de elevado interés científico debido a su
capacidad para tolerar condiciones extremas y su potencial aplicabilidad en biotecnología y
biorremediación.

De hecho el río Tinto se constituye como un destino de investigación científica


internacional debido a su importancia para el estudio de la astrobiología, la microbiología
extremófila y la geoquímica; ya que estos microorganismos podrían ayudar a comprender
mejor la vida en condiciones extremas y su relevancia para la búsqueda de vida en otros
planetas.

Hasta hace poco, se aceptaba generalmente que las condiciones extremas


encontradas en el Río Tinto eran el resultado directo de las actividades mineras realizadas
en el área durante los últimos 5000 años. Sin embargo, nueva información geológica,
geofísica e hidrogeológica respalda la hipótesis de que este no es el caso.

Se ha determinado recientemente que la zona de recarga del acuífero Peña de


Hierro se encuentra al noroeste del lago de la mina, a una profundidad que varía entre -100
y -400 m. El agua subterránea se desplaza hacia el sur a lo largo de la red de fracturas, y
cuando llega a los restos de cuerpos masivos y/o de stockwork (veteado) de sulfuros,
ubicados a una profundidad de -500 m, el agua interactúa con el sustrato mineral, facilitando
el metabolismo de microorganismos quimiolitotróficos y generando fluidos ácidos.

Finalmente, el agua subterránea es bombeada a lo largo de fallas normales de


desplazamiento lateral para llegar a la superficie, donde alimenta los manantiales ácidos
que surten los afluentes del Río Tinto. ¡La generación de agua ácida ocurre naturalmente a
través de la oxidación de cuerpos de sulfuros subsuperficiales! Por tanto, la minería no es
necesariamente la causa de este pH tan bajo y la característica alta concentración de
metales encontrados en el río.

El registro sedimentario de los antiguos depósitos de terraza a lo largo de la cuenca


del Tinto, que en su mayoría son anteriores a la actividad minera más antigua en el área
respaldan fuertemente esta idea:

La terraza más antigua, que contiene tanto hierro laminado finamente como hierro
masivo, está datado de hace 2.1 Ma. Además, los depósitos de gossan (castellanización de
Gold Sand) o “sombrero de hierro” en la zona, representan los materiales restantes de la
oxidación in situ de estos depósitos masivos y el stockwork de sulfuros, con una fecha
estiada anterior a los 6 Ma.

Las tasas de oxidación abiótica de sulfuros son muy lentas, pero se aceleran
enormemente por la presencia de bacterias oxidantes. Por lo tanto, la oxidación de los
relaves mineros catalizados por procesos biológicos es bastante rápida y conduce a una
disminución general del pH. Los potenciales de reducción-oxidación medidos en la cuenca
del Tinto oscilan entre +280 y +650 mV, y el contenido de oxígeno varía desde la saturación
hasta condiciones anóxicas completas.
Finalmente existen algunas adaptaciones a las prácticas agrícolas que se podrían
emplear para hacer frente a las condiciones particulares de los suelos en esta región:

La selección de cultivos con mayor tolerancia a la acidez y la contaminación del


suelo como ciertos tipos de legumbres, cereales y plantas forrajeras.

Enmiendas como la aplicación de cal agrícola pueden utilizarse para elevar el pH y


reducir la toxicidad de los metales pesados. Además, la adición de materia orgánica, como
compost o estiércol, puede mejorar la estructura del suelo y aumentar su capacidad
tamponadora así como mejorar las capacidades de intercambio de nutrientes.

El empleo de técnicas de cultivo conservacionistas para minimizar la erosión y


promover la conservación de la humedad son especialmente beneficiosas en suelos ácidos
y contaminados. La siembra directa, el cultivo en franjas y la rotación de cultivos pueden
ayudar a proteger el suelo.

Por otro lado, diversificar las prácticas agrícolas y explorar actividades


complementarias, como la ganadería o la apicultura, puede ayudar a los agricultores a
reducir su dependencia de un solo cultivo y a mitigar los riesgos asociados con las
condiciones adversas del suelo.

Es importante llevar a cabo análisis regulares de la calidad del suelo y del agua para
identificar cualquier riesgo de intoxicación humana y tomar medidas correctivas. La gestión
integrada de plagas y enfermedades también es crucial para minimizar el uso de
agroquímicos que podrían empeorar la contaminación del suelo y del agua.

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