Pasado y Memoria Revista de Historia Contemporanea Num 5 Espana en Los Anos Sesenta 930364

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n.

°5 2006

Revista deihkmoria Contemporánea

España en los años 60


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Memoria
Revista de^tidw-Ha i -o n témpora nea
n.° 5, 2006
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Dirección: Glicerio Sánchez Recio, Universidad de Alicante

Secretaría: Francisco Sevillano Calero. Universidad de Alicante

Consejo de redacción: Salvador Forner Muñoz, Rosa Ana Gutiérrez Lloret, Emilio La Farra López, Roque Moreno
Fonseret, Mónica Moreno Seco, José Miguel Santacreu Soler y Rafael Zurita Aldeguer, Universidad de Alicante

Consejo asesor:

Julio Aróstegui Sánchez Juan Sisinio Pérez-Garzón


(Universidad Complutense) (Universidad de Castilla-La Mancha)
Gérard Chastagnaret Manuel Pérez Ledesma
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Conxita Mir Curco Manuel Suárez Cortina
(Universidad de Lleida) (Universidad de Cantabria)
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M Encarna Nicolás Marín Ramón Villares
(Universidad de Murcia) (Universidad de Santiago de Compostela)
Marco Palla Pe re Ysás
(Universidad de Florencia) (Universidad Autónoma de Barcelona)

Diseño de la portada: Gabinete de Imagen y Comunicación Gráfica de la Universidad de Alicante


Normalización de textos originales por José Manuel Diez Fuentes
Traducción inglesa de los resúmenes por el profesor Clive Alexander Bellis, Universidad de Alicante

Edita: Departamento de Humanidades Contemporáneas Suscripción: Marcial Pons Librero


Universidad de Alicante Departamento de Suscripciones
Apartado Postal 99 C/ San Sotero, 6
E-03080 Alicante 28037 Madrid
[email protected] [email protected]

Preimpresión e impresión: Espagrafic

Depósito legal: A-293-2002


ISSN: 1579-3311
ÍNDICE

Presentación 9

ESPAÑA EN LOS AÑOS SESENTA. LA PERCEPCIÓN DE LOS CAMBIOS


No todo fue igual. Cambios en las relaciones laborales, trabajo y nivel
de vida de los españoles: 1958-1975 15
Alvaro Soto Carmona
Franquismo, ¿Estado de Derecho? Notas sobre la renovación del
lenguaje político de la dictadura durante los años sesenta 45
Nicolás Sesma Landrin
Poder, disidencia editorial y cambio cultural durante los años sesenta 59
Francisco Rojas Claros
La nova caneó catalana: génesis, desarrollo y trascendencia de un
fenómeno cultural en el segundo franquismo 81
Carlos Aragüez Rubio
Nueva actitud obrera de desafío en los años sesenta en la provincia de
Murcia: conflictividad industrial y agraria 99
Gloria Bayona Fernández
«Este banco me debe dinero». Protesta, identidades y oportunidades en
el sector de la banca albacetense en los años sesenta 135
Óscar Martín García
Movimiento estudiantil antifranquista, cultura política y transición
política a la democracia 149
Alberto Carrillo-Linares

ESTUDIOS
El filólogo Pedro Martínez'Lóp&z.:un libelista liberal imaginativo 173
Aliñe Vauckelle-Haquet
El corporativismo en España: desde los orígenes a la década de 1930 185
Miguel Ángel Perfecto
Una unidad militar en los orígenes del fascismo en España: la Legión 219
José L. Rodríguez Jiménez
«Morir de hambre». Autarquía, escasez y enfermedad en la España del
primer franquismo 241
Miguel Ángel del Arco Blanco
Joaquín Ruiz-Giménez o el católico total (Apuntes para una biografía
política e intelectual hasta 1963) 259
Javier Muñoz Soro
El protagonismo femenino en las asociaciones vecinales de Alicante
durante los años sesenta 289
Beatriz Bustos Mendoza

NOTAS DE LIBROS Y NOTICIAS


Reseñas de libros 297
Curso «La II República y la Guerra Civil desde la perspectiva actual»,
Universidad de Alicante, 17 a 21 de Julio de 2006 317
Carlos Aragüez Rubio

Resúmenes/Abstracts 321
Autores 333
Normas para la presentación de originales 337
PRESENTACIÓN
El análisis historiográfico de los años sesenta en España ha suscitado el interés
de los investigadores desde hace algún tiempo por razones distintas: primero,
para desentrañar el proceso que condujo a la modernización de la economía y de
la sociedad españolas, a pesar del inmovilismo político que se mantuvo; de ahí
que sean ya numerosos los estudios sobre el crecimiento económico y el cam-
bio social, los costes financieros, demográficos y ambientales del proceso, las
aportaciones del sector turístico, la dependencia del exterior, las remesas de los
emigrantes, etc. Segundo, para remontarse a los antecedentes de la transición y
consolidación de la democracia en España, y los años sesenta, con el crecimien-
to económico y el cambio social, constituyen un claro referente porque fueron
el principio de la modernización y, al mismo tiempo, aceleraron la marcha de
importantes grupos sociales hacia posiciones contrarias al régimen franquista
que se hallaba anclado en el más estricto inmovilismo. Ya a finales de los años
cincuenta algunos corifeos muy significativos del régimen habían advertido que
la tendencia liberal de la política económica del gobierno no debía confundirse
con ningún tipo de deriva hacia una política liberal. Advertencia que el régimen
no tardó en aseverar con la creación del Tribunal de Orden Público, ante el que
pasó una buena parte de la disidencia interior al franquismo hasta la muerte del
dictador. Por lo tanto, la modernización social y, por ende, cultural y el inmo-
vilismo político actuaron como dos polos contrarios e incompatibles que sólo
podrían superarse con la implantación de la normalidad política existente en los
países democráticos del entorno europeo. Lo que no significa en absoluto que el
proceso no fuera difícil y exento de conflictos. Por último, se incorpora al análi-
sis la actitud de los agentes de los cambios -la percepción-; es decir, el significado
que otorgaban a sus actos y la orientación que les daban en la perspectiva del
corto o medio plazo, en orden a la recuperación de las libertades públicas y de
la apertura cultural.
En este monográfico sobre España en los años sesenta. La percepción de los cam-
bios* se han recogido varios aspectos de los cambios que se produjeron en aque-
llos años, tanto por su propio significado respecto al estado en que se hallaban

* Elaborado dentro del ámbito del proyecto de investigación BHA2002-01787, subvencionado por el
Ministerio de Ciencia y Tecnología. Subdirección General de Proyectos de Investigaciones.
10

en la etapa anterior del régimen como por su repercusión sobre la actitud de los
grupos sociales protagonistas de los cambios, y que afectaría a capas más ex-
tensas de la sociedad, impulsándolos a proseguir el proceso de modernización
social, política y cultural. Se ha obviado aquí la cuestión de la fundamentación
teórica del «cambio sociocultural como factor de la transformación social» ele-
vándola a la categoría de aserto; dando paso, en consecuencia, a los sucesivos
artículos, entre los que predominan, como puede observarse, los referidos al
cambio cultural y político, menos aparentes que los económicos y sociales,
aunque estrechamente ligados a éstos, pero quizá más nocivos para el régimen
franquista, como sus exegetas advirtieron a comienzos del proceso.
Comienza el monográfico con un artículo del Profesor A. Soto Carmona
sobre la política laboral del régimen a partir de la promulgación de la ley de
contratos colectivos, de 1958, que fue una de las claves de los cambios poste-
riores al implicar a los trabajadores en el aumento de la productividad y, por lo
tanto, en la competitividad de las empresas. N. Sesma Landrín se hace cargo de
una de las cuestiones obsesivas tratadas por los analistas y exegetas del régimen
franquista que se propusieron, si bien con poco convencimiento, de elevarlo a la
categoría de Estado de derecho, lo que motivó algún debate de ámbito internacio-
nal. Esta obsesión se intensificaría después de la aprobación de la Ley Orgánica
del Estado, de 1966. Con estos dos artículos se cierra el apartado dedicado a las
iniciativas del régimen para promover el crecimiento económico y el cambio
social y aparentar una normalización política inviable, dado el inmovilismo en
el que el Estado franquista había anclado.
La apertura cultural fue un objetivo muy demandado, primero, por sectores
minoritarios de la sociedad que se acrecentaron después por el aumento del
nivel cultural y del número de estudiantes universitarios y de titulados superio-
res a medida que avanzaban los años sesenta. Estas cuestiones se tratan en dos
artículos: F. Rojas Claros analiza y relaciona de forma excelente tres elementos:
poder político, disidencia editorial y cambio cultural. Este último promueve, en-
frentándose a grandes dificultades, la disidencia editorial, ideológica y política,
frente al poder franquista que amagaba cambios en el sector pero que no dejó
de utilizar la censura ni el intervensionismo cultural. Asimismo, C. Aragüez
Rubio estudia el fenómeno cultural de la «nova cangó» resaltando el aspecto de
utilizarla como nuevo código para transmitir ideas y sentimientos que iban en
contra o no cabían en los estrechos márgenes tolerados por la ortodoxia fran-
quista. En ambos artículos los autores ponen de relieve la insuficiencia de la pre-
tendida apertura de la política cultural del Ministro Fraga Iribarne. En relación
con estos artículos debe mencionarse el escrito por el Profesor A. Carrillo-Lina-
res, en el que conjuga tres elementos: el movimiento estudiantil antifranquista
que se gesta en las universidades españolas, la cultura política que aflora y de-
sarrolla en aquellos medios como nueva forma de concebir la actividad pública
y de trabajar por implantarla, y la transición política a la democracia, en donde
los dos elementos anteriores encuentran su justificación completa.
Por último, el estrecho marco en el que se desarrollaban las relaciones labo-
rales, el cambio social y la nueva cultura política que se extendía promovieron
11

fuertes oleadas de protesta sociolaboral que, como bien formuló A. Soto Car-
mona hace unos años refiriéndose a las huelgas durante el régimen franquista,
tenían causas económicas y consecuencias políticas. Aquí se han incluido dos
artículos sobre esta cuestión que pueden considerarse fenómenos de entidad
menor pero representativos, al fin, de la expansión que adquirieron a partir de
los años sesenta los movimientos de protesta contra el régimen franquista. La
Profesora G. Bayona Fernández analiza la expansión del fenómeno en la Región
de Murcia que afectó sucesivamente a los trabajadores de los sectores minero,
industrial y agrario; y el Profesor O. Martín García estudia un caso más llama-
tivo aún, la movilización de los empleados de la banca en Albacete, ciudad en
la que no se daban las condiciones más favorables para este tipo de actividades
pero que por lo mismo ayuda a comprender la intensidad alcanzada por las
actitudes antifranquistas.
A través de los artículos incluidos en el aparatado «Estudios» Pasado y Memo-
ria confirma la que hasta ahora ha sido su trayectoria, ser una Revista de Historia
Contemporánea dedicada preferentemente a los estudios relacionados con el
Siglo XX y que ha sido vehículo al mismo tiempo de trabajos sobre el primer
liberalismo español. Así, en este número, los lectores hallarán un artículo so-
bre un «libelista liberal», seguido de otros que configuran un cierto muestrario
sobre el siglo XX español: el corporativismo, de entronque decimonónico y
largas ramificaciones que cubren a las dos dictaduras del siglo; la Legión y sus
relaciones con la implantación del fascismo en España; las estrecheces de la vida
cotidiana en los años de la política autárquica; la trayectoria personal y políti-
ca de Joaquín Ruiz-Giménez que, manteniendo su compromiso de militante
católico, pasa de ser defensor y colaborador del régimen franquista a adoptar
posiciones ideológicas y políticas de carácter democrático y de defensa de los
derechos humanos; y el protagonismo femenino en las asociaciones vecinales
de Alicante en los umbrales de la transición democrática. Los autores de estos
trabajos, de acuerdo con el criterio que estamos siguiendo, pertenecen al grupo
de historiadores de trayectoria profesional reconocida o son investigadores
jóvenes que están desarrollando sus proyectos con solvencia e irrumpiendo en
la historiografía con seguridad.
Y para concluir la Presentación de este monográfico sólo falta expresar
nuestro agradecimiento a los autores, lectores e instituciones que nos ayudan a
continuar con el proyecto de Pasado y Memoria.

GLICERIO SÁNCHEZ RECIO


Alicante, 12 de mayo de 2007
España en los años 60
NO TODO FUE IGUAL.
CAMBIOS EN LAS RELACIONES LABORALES,
TRABAJO Y NIVEL DE VIDA DE LOS ESPAÑOLES:
1958-1975
Alvaro Soto Carmona

No todo fue igual durante el franquismo, algunas de sus bases originales no


resistieron su propio desarrollo, hubo cambios importantes que, aunque se ex-
plican conociendo sus planteamientos iniciales, no le atan, sino que le permiten
modificar el modelo fundacional. La dificultad estriba en explicar lo nuevo, ya
que sigue estando presente entre buena parte de los historiadores el «dogma»
establecido por Fontana: «lo más conveniente para comprender la naturaleza
del franquismo, y para valorar sus consecuencias a largo plazo, es examinarlo
en sus comienzos, en 1939, que es cuando se nos aparecen sus propósitos libres
de disfraces e interferencias»1, pese a estar demostrado que dicho planteamien-
to es insuficiente para explicar lo realmente sucedido2.
Cuando hablamos de economía, durante la dictadura, no hay dudas de que
existen dos períodos claramente diferenciados: los primeros quince años son de
estancamiento económico y lenta recuperación; los dos decenios siguientes son
de rápido crecimiento económico, intensa industrialización y profundo cambio
social3.
También en el campo político hubo etapas y cambios, de hecho la crisis de
Gobierno de 1957, responde plenamente a lo que O'Donnell y Schmitter de-
nominan «replanteamiento conceptual». A partir de dicha crisis, los miembros
que forman el Gobierno no responden a su origen político, sino a sus posi-
ciones políticas con respecto a la institucionalización del régimen; ello aporta

1. FONTANA, Josep, «Reflexiones sobre la naturaleza y las consecuencias del franquismo», en FON-
TANA, Josep (ed.), España bajo el franquismo, Barcelona, 1986, p. 9.
2. Como lucidamente puso de manifiesto Javier TUSELL en el «Prólogo» de mi libro ¿Atado y bien
atado?Institucionalización y crisis del franquismo, Madrid, 2005, pp. 13 y 14.
3. TORTEIXA, Gabriel, El desarrollo de la España contemporánea. Historia económica de los siglos XIX y
XX, Madrid, 1994, p. 204.

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16 Alvaro Soto Carmona

una mayor homogeneidad a la acción de gobierno, aunque no disipa sino que


agrava el conflicto intra-régimen, ya que las posiciones políticas en torno a la
institucionalización van a mostrar diferencias profundas.
En el ámbito de la historia social, también se pueden apreciar etapas y cam-
bios. Así, poco tienen en común los años de «miseria y hambre» con los del
«desarrollismo». Lo mismo ocurre con la estructura ocupacional y sectorial, las
formas de trabajo, el modelo de relaciones laborales, los sistemas salaríales o el
nivel de vida. Estos cambios van modelando una sociedad diferente a la de los
años cuarenta, capaz de desarrollar una «cultura cívica» y unas, cada vez más
numerosas, «nuevas clases medias».
No cabe duda de que la «apertura»4 en el campo de las relaciones laborales
fue un complemento previo para la puesta en marcha del Plan de Estabiliza-
ción5, cuyas consecuencias en la economía y la sociedad española fueron muy
importantes. La intención de los autores del Plan era combatir «unos cuantos
prejuicios -realmente tópicos-» que lastraban la economía española6. Se trataba
de cambiar la forma de pensar, para lo que era necesario contar con el mayor
apoyo posible. Con dicho fin los Ministerios de Hacienda y de Comercio procedie-
ron a realizar una consulta sobre la necesidad de la estabilización económica a
diversas instituciones 7 .
Las respuestas de dichas instituciones fueron todas favorables a los cambios
que se proponían, excepto la del Instituto Nacional de Industria que seguía aferra-
do al trasnochado nacionalismo económico. Llama la atención el informe dado
por la Organización Sindical Española (OSE), que hizo un canto al europeísmo
del recién nacido Mercado Común con un «sesgo de modernidad que no deja de
sorprender»8.

4. El concepto «apertura» se utiliza sobre todo en Ciencia Política (O'Donnell, Hohlen o Moruno)
y supone un cambio en el régimen autoritario, no es un cambio de régimen. Creo que se puede
aplicar en el campo de las relaciones laborales con un sentido similar, se trataría de un cambio
hacia una mayor democratización de las relaciones laborales, aunque no supone la democrati-
zación de las mismas.
5. Decreto Ley 10/1959 del 21 de julio («Decreto de Ordenación Económica»).
6. Como señalaba Mariano NAVARRO RUBIO: «En primer lugar, el tópico de que la economía estaba
subordinada a la política. (...) El segundo prejuicio, en cierto modo derivado del anterior, consistía
en el caprichoso argumento de que no hay desarrollo sin inflación, sobre todo en un país que
no puede contar con ayudas exteriores. (...) El tercer enemigo era el orgullo que se sentía por la
obra realizada con tanto sacrificio. Se confundía el esfuerzo con el éxito. (...) La cuarta dificultad
que asimismo existía era una desconfianza alérgica hacia cualquier relación con los organismos
internacionales. Se les presentía siempre movidos por torpes designios políticos.», en Mis memo-
rias, Madrid, 1991, p. 108.
7. Consejo de Economía Nacional, Consejo Superior Bancario, Confederación Española de Cajas de
Ahorros, Banco de España, Consejo Superior de Cámaras de Comercio, Organización Sindical
Española, Instituto de Estudios Políticos, Instituto Nacional de Industria, Instituto de Estudios
Agrosociales, Facultad de Ciencias Económicas y Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
Dicha documentación se halla publicada en Contestación al cuestionario económico del Gobierno. Do-
cumentación económica, n.° 5, Oficina de programación y coordinación económica, Madrid, 1959.
8. GONZÁLEZ, Manuel-Jesús, La economía política del franquismo (19^0-1970), Madrid, 1979, p. 179.

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No todo fue igual. Cambios en las relaciones laborales, trabajo y nivel de vida de... 17

En cuanto a las ideas económicas que se propugnaban, cuatro eran


fundamentales:
«El restablecimiento de la disciplina financiera merced a una política presupues-
taria y monetaria de signo estabilizador.
La fijación de un tipo de cambio único y realista para la peseta.
La líberalización y globalización del comercio exterior.
Acabar con la economía recomendada, entregada al poder discrecional del Go-
bierno y la drogadicción de las subvenciones, las intervenciones y las concesiones
para restablecer una economía mixta, basada en la flexibilidad y disciplina del
mercado.»9
En suma de lo que se trataba era de poner en marcha los mecanismos de
mercado y romper con una larga trayectoria de nuestra política económica, en
la cual el «miedo al mercado» había presidido la toma de decisiones, debido
entre otras causas a la incapacidad de ciertos sectores empresariales de respon-
der a las exigencias de la competencia de los mercados internacionales. Pero si
éste fue el objetivo, hubo ciertos «frenos» que impidieron la puesta en práctica
de algunos aspectos, afectando especialmente a los mercados financieros y de
trabajo, y al comercio exterior.
Tras la lógica recesión10 por la entrada en vigor de las medidas estabilizado-
ras, a partir de 1961 se inició un importante desarrollo de la economía española.
Entre 1961 y 1974 creció a un ritmo anual medio del 6,8 por ciento en térmi-
nos del Producto Interior Bruto (PIB), lo que constituye una fase de crecimiento
desconocida hasta entonces. Ente 1964 y 1974, el crecimiento se debió sobre
todo al tirón del sector industrial -la media fue del 9,5 por ciento-, y en menor
medida al de la construcción -el 6,8 por ciento- y los servicios -el 6 por ciento-.
El sector agrícola creció más moderadamente -el 2,7 por ciento-, asistiéndose
a una pérdida de influencia del mismo que será continua e irreversible. España
completaba así su proceso de industrialización, y como afirmaba Rostow: «Es-
paña (...) va cerrando el desfase con Europa occidental iniciado hace unos ciento
sesenta y cinco años»11. La rapidez del proceso fue sin duda lo más llamativo.
Los cambios económicos y las transformaciones sociales favorecieron el
resurgimiento de las acciones colectivas y los conflictos sociales, que se mani-
festaron en los sectores sociales que habían sufrido su impacto. En la iglesia, en
las universidades, en la ciudad o en las fábricas y centros de trabajo, la respuesta
fue el incremento del disentimiento y la protesta. Así se da la paradoja que

9. FUENTES QUINTANA, Enrique, «El Plan de Estabilización económica de 1959, veinticinco años
después», Información Comercial Española, n.° 612-613 (agosto-septiembre 1984), p. 35.
10. Las cifras de paro se incrementaron, así en el cuarto trimestre de 1959 había 91.000 personas
en paro; y en el mismo trimestre de 1960 se elevaban a 132.000. Aunque las cifras eran bajas,
la respuesta de las autoridades fue establecer en 1961 un sistema de aseguramiento general y
obligatorio de las situaciones de paro forzoso mediante la Ley 62/1961, de 22 de julio, por la que
se creaba el denominado Seguro de Desempleo. Véase ARANGO, Jesús, La protección por desempleo
en España, Madrid, 1999, pp. 69-76.
11. Citado por CARRERAS, Albert, «España en las tipologías de la industrialización», en CARRERAS,
Albert, Industrialización española: estudios de historia cuantitativa, Madrid, 1990, p. 103.

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18 Alvaro Soto Carmona

aquellos cambios que favorecieron la mejora del nivel de vida y el bienestar de


los ciudadanos, en vez de legitimar el régimen autoritario, sirvieron para poten-
ciar la labor de la oposición.
Fueron estos actos de protesta los que más daño hicieron a la dictadura, ya
que las alternativas políticas de la oposición, contaron con menos apoyos, de-
bido a la debilidad orgánica de las organizaciones partidistas y a su persistente
división.
En el campo laboral, las huelgas, pese a estar prohibidas, convivieron con
la dictadura, produciéndose un significativo incremento de las mismas desde
comienzos de la década de los sesenta12. Las huelgas fueron acompañadas por
un aumento de las demandas presentadas en las Magistraturas de Trabajo, que
dio lugar a una mejora en la posición de los trabajadores respecto a las dos dé-
cadas anteriores, debido a la ayuda de los abogados laboralistas y a una mayor
sensibilidad social por parte de los jueces.
Las huelgas tuvieron las siguientes características:
1.°- Nuevos protagonistas, así mientras en los años treinta eran los jornale-
ros sin cualificar, tanto de la construcción como del campo, los más proclives a
las movilizaciones, a partir de mediados de los cincuenta son trabajadores cuali-
ficados del metal y de las industrias manufactureras. Ello no sólo responde a los
cambios habidos en la estructura ocupacional, sino sobre todo al hecho de que
dichos sectores se encuentran regulados por convenios colectivos, siendo la dis-
cusión de los mismos el momento en torno al cual se organizan las protestas.
2.°- El tamaño de las empresas se convirtió en un factor decisivo a la hora
de realizar huelgas. Así entre 1968 y 1974, el «67,4 por ciento del número total
de conflictos tuvieron lugar en centros con más de 100 trabajadores (mientras
que la proporción de estos centros en la economía española era del 1,3 por
ciento)»13. En dichas empresas se daban las condiciones para la proliferación de
huelgas: existencia de un jurado de empresa que negociaba el convenio colectivo
y participación en el mismo de militantes de la oposición.
3.°- El marco habitual de las huelgas eran las empresas, pero con el tiempo
tendieron a extenderse a la localidad donde se ubicaban, sobre todo cuando
existía monocultivo industrial, como en el caso de Vigo en septiembre de 1972;
a una comarca, como ocurrió en el Bajo Llobregat el 5 de diciembre de 1974;
o a una región, como las habidas en el País Vasco y en Navarra los días 24 de
noviembre y 11 de diciembre de 1974.
4.°- Se produjo un cambio en el tradicional mapa del conflicto, donde se
combinan los rasgos definidores de las transformaciones sociales habidas en
España, especialmente la industrialización y la urbanización, con la existencia
de «vanguardias» organizadas con más o menos tradición. En el caso de Madrid
y Guipúzcoa es indudable el peso de su intensa industrialización, y en menor

12. Véase mi artículo «Huelgas en el franquismo: casusas labórales-consecuencias políticas», Histo-


ria Social, 30 (1998), pp. 39-61.
13. MARAVALL, José María, Dictadura y disentimiento político. (Obreros y estudiantes bajo el franquismo),
Madrid, 1978, p. 65.

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No todo fue igual. Cambios en las relaciones laborales, trabajo y nivel de vida de... 19

medida Navarra y Valladolid. Vizcaya y Barcelona, provincias con una notable


presencia obrera se mantienen, mientras que Asturias se encuentra en declive.
5.°- El movimiento huelguístico tuvo una importante repercusión en el
exterior y la represión del mismo sirvió para concienciar a la opinión pública
europea contra la dictadura franquista14.
En conclusión, los cambios introducidos con la negociación colectiva tutelada
facilitaron el incremento de las huelgas y su extensión a sectores que hasta el
momento habían mantenido un bajo nivel de conflictividad. La consecuencia
de ello fue que la conflictividad laboral fue continua, tendiendo a hacerse perma-
nente en las fábricas, a lo cual no era ajena la naturaleza autoritaria del régimen
político.

APARICIÓN Y DESARROLLO DE LA NEGOCIACIÓN COLECTIVA


«TUTELADA»
En el campo de las relaciones laborales existe un antes y un después de la
publicación, en 1958, de la Ley de Convenios Colectivos Sindicales15, ya que el Fuero
del Trabajo, en su redacción de 1938, no daba cabida a la negociación colectiva
entre las posibles fuentes del Derecho del Trabajo16. En la Ley de Contrato de
Trabajo de 1944 no se contemplaba la posibilidad de pactos colectivos:
«En las actuales circunstancias no existe en España un régimen de convenio co-
lectivo. Previsto y regulado por la vieja Ley de 1931, ha desaparecido en la vigente
de 1944... En el nuevo Estado español la organización sindical que en él priva no
deja terreno hábil para una institución, como es la del pacto colectivo, que exige una
sindicación horizontal, engarzada por el convenio entre entidades o representación
de trabajadores y empresarios. Nuestra legislación actual ha superado el régimen de
pactos colectivos de transición entre el viejo régimen liberal de contrato individual y
el de la reglamentación por el Estado, entrando plenamente en la nueva vía.»17
En el modelo de relaciones laborales impuesto por el franquismo hasta 1958,
primaba el papel del Estado que agrupaba a los agentes sociales en un «sindica-
lismo de sumisión»18 en el que se negaba la libertad, sobre todo la de los traba-

14. MATEOS, Abdón, La denuncia del sindicato vertical. Las relaciones entre España y la Organización
Internacional del Trabajo (19Í9--I969), vol. II (1. a Parte), Madrid, 1997, pp. 80-86.
15. Ley de 24 de abril. Fue desarrollada y completada con dos disposiciones de similar importancia:
el Reglamento aprobado por la Orden Ministerial de 22 de julio, y las llamadas Normas Sindi-
cales, dictadas por la Organización Sindical el 23 de julio, también de 1958. Dicha Ley fue su-
friendo diversas modificaciones, siendo la más importante la Ley 38/1973, de 19 de diciembre,
sobre Convenios Colectivos Sindicales de Trabajo, y sus normas de aplicación, aprobadas por la
Orden Ministerial de 21 de enero de 1974, y la Resolución Sindical de 31 de enero de 1974.
16. BORRAJO DACRUZ, Efrén, Introducción al Derecho Español del Trabajo, Madrid, 1978 (reimpresión
de la cuarta edición de 1975), p. 373.
17. GARCÍA OVIEDO, Carlos, Tratado elemental de Derecho social, Madrid, 1946, p. 283.
18. El sindicalismo de sumisión» se «caracteriza por supeditar -o confundir- los intereses de los
trabajadores a los intereses del Estado, siendo precisamente la configuración del Estado la que
marca la del Sindicato», en SAGARDOY, José Antonio, Relaciones de trabajo y estructuras políticas,
Madrid, 1984, p. 51.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 15-43


20 Alvaro Soto Carmona

jadores, a la vez que se buscaba una «concepción armonicista de la sociedad».


Aunque tras dicha concepción, lo que hubo fue capitalismo puro y duro, con
los aditivos propios de un régimen autoritario y una creciente intervención del
Estado, cuya máxima preocupación fue anular toda forma de protesta social.
Se estableció que «la regulación de las condiciones de trabajo corresponde
al Estado»19, entendiendo que las mismas fijadas por los Reglamentos de Trabajo
o las Ordenanzas Laborales se consideran mínimas, mejorables a través de los
reglamentos de régimen interior (que también debía aprobar la Administra-
ción), o las «relaciones individuales de trabajo». Esta situación se confirmó un
año después por la Ley que establecía las normas para regular la elaboración de las
Reglamentaciones de Trabajo20, en cuya Exposición de Motivos se afirmaba «que
es competencia exclusiva del Ministerio de Trabajo la aprobación, aplicación e
inspección de las leyes de trabajo», y a continuación se fijaba que sería «función
privativa del Estado» toda regulación sistemática de las condiciones mínimas a
que han de ajustarse las relaciones laborales. Por lo que asistimos al estableci-
miento de un modelo de relaciones laborales «unitario»21, donde el Estado goza
de una posición monopolista en todo lo relativo a la fijación de las condiciones
de trabajo.
La Ley de Convenios Colectivos de 1958 puso en marcha por tanto la nego-
ciación colectiva, que fue adquiriendo un notable desarrollo, llegando a afectar
a más del ochenta por ciento de la población ocupada. ¿Qué fue lo que condujo
a que las autoridades tomaran dicha decisión? Esta es la pregunta clave que nos
debemos hacer. Parece evidente que la misma trataba de ser una respuesta a
la lógica del desarrollo capitalista, y no fue fruto de la presión del movimiento
obrero, todavía muy débil y en proceso de transformación22.
Pensar que ciertas huelgas en el norte y Barcelona condicionaron, a finales
de la década de los cincuenta, una decisión de tal envergadura, responde no tan-
to a la realidad de los hechos, sino a la denominada historiografía resistencialista,
que trata de «contrapesar la posición oficial de la dictadura»23.
El cambio en el marco institucional era necesario, ya que su rigidez impedía
el desarrollo de la producción, como la propia Organización Internacional del Tra-
bajo (OIT) reconocería unos años después:
«(...) se trató de una modernización de las instituciones tendente a dar mayor
flexibilidad al mercado y mayor realismo a la fijación de los salarios... provocando,
al mismo tiempo, un proceso en el cual los empresarios... se verían obligados a ra-
cionalizar sus métodos de producción y a mejorar los rendimientos. Se actuaba así

19. Decreto de 29 de marzo de 1941.


20. Ley de 16 de octubre de 1942 {Boletín Oficial del Estado, de 23 de octubre).
21. FARNHAM, David y PlMLOTT, John, Understanding Industrial Relations, Londres, 1988, pp. 4-6.
22. Algunos autores piensan que la ley fue el resultado de la actuación del movimiento obrero, pues
consideran un «factor fundamental la reaparición, a partir de los años 1951-53 (...), de un alto y
generalizado nivel conflictual en la clase obrera», en SERRANO, Ángel y MALO DE MOLINA, José
Luis, Salarios y mercados de trabajo en España, Madrid, 1979, p. 47.
23. TüSELL, Javier, «La dictadura de Franco a los cien años de su muerte» (sic), Ayer, 10, 1993, p.
21.

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No todo fue igual. Cambios en las relaciones laborales, trabajo y nivel de vida de... 21

bajo el signo de una mayor productividad y con el objetivo de que todo aumento en
el coste de la mano de obra fuera absorbido por mejoras introducidas en la estructura
de la empresa y en los procedimientos de explotación.»24
Pero pese a dicho cambio, seguían existiendo impedimentos para el desarro-
llo de una auténtica negociación colectiva, siendo el más importante la ausencia
de libertad sindical. Ligado a esto último se planteó la «constitucionalidad» de
la nueva norma 25 , resolviendo parcialmente la misma ley el tema de forma un
tanto forzada. Aunque como es natural, en un Estado con Derecho, como es el
franquismo, el tema de la «constitucionalidad» no era el central en la mente de
los gobernantes, sino el tratar de resolver una situación, donde la legislación
fundacional suponía un obstáculo al crecimiento económico, siendo este último
imprescindible para la búsqueda de la «legitimidad por la eficacia»26, objetivo
perseguido por los tecnócratas del Gobierno.
Un porcentaje importante de los empresarios no veía inconveniente en la
nueva regulación laboral: el 33 por ciento de los mismos era favorable a la exis-
tencia de convenios colectivos, el 32 por ciento seguía estando a favor de las
reglamentaciones y un 22 por ciento prefería los acuerdos individuales27. Esta
opinión fue vertida a principios de 1961, lo que nos hace pensar que cuanto más
se desarrolla la «negociación colectiva tutelada» más apoyo tiene.
Es sabido que el empresariado tuvo «un comportamiento adaptativo a las
nuevas condiciones del entorno en el que se desenvolvió su actividad a partir de
la guerra civil»28, la búsqueda del máximo beneficio y la paz social se convirtie-
ron en los ejes prioritarios de su actividad. Dichas prioridades seguían estando
presentes a finales de los años cincuenta, por lo que apoyaron los cambios en
la política económica, que con el tiempo se mostrarán adecuados para la ob-
tención del primero de los objetivos, la búsqueda del máximo beneficio; pero
no del segundo, ya que el nuevo marco de relaciones laborales favoreció la

24. OIT, La situación laboral y sindical en España, Ginebra, 1970, p. 201.


25. La Ley Orgánica del Estado de 1967 procedió a la modificación del Fuero del Trabajo, para dar ca-
bida a la nueva situación. Los términos de dicha modificación, según Efrén BORRAJO, Introducción
al Derecho..., p. 375, fueron básicamente dos:
1.°) La Declaración III, punto 4, establece que «El Estado fijará las bases mínimas para la or-
denación del trabajo...»; si las Reglamentaciones estatales ofrecen dichas condiciones mínimas,
resulta obligado que su desarrollo y aplicación últimos se remitan a los pactos normativos de
los grupos interesados.
2.°) La nueva Declaración XIII desvincula los sindicatos del Estado, y refuerza su independen-
cia; además, si bien el sindicato sigue siendo una corporación de derecho público, dentro de él
«... se constituirán las asociaciones respectivas de empresarios, técnicos y trabajadores... para la
defensa de sus intereses particulares...» (punto 3).
26. La legitimidad por eficacia es definida como la «capacidad de un régimen para encontrar solu-
ciones a problemas básicos con los cuales se enfrenta todo sistema político», en LlNZ, Juan ]., La
quiebra de la democracia, Madrid, 1987, p. 46.
27. LlNZ, Juan J. y DE MIGUEL, Amando, «Los problemas de la retribución y el rendimiento visto por
los empresarios», Revista dt Trabajo, 1 (1963), tabla 3.
28. TORRES VILLANÜEVA, Eugenio, «Comportamientos empresariales en una economía intervenida:
España, 1936-1957», en SÁNCHEZ RECIO, Glicerio y TASCÓN FERNÁNDEZ, Julio (eds.), Los empre-
sarios de Tranco. Eolítica y economía en España, I936-'I957, Barcelona, 2003, pp. 220 y 221.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 15-43


22 Alvaro Soto Carmona

confrontación y con ello el incremento de la actividad huelguística. Pese a ello,


el resultado fue beneficioso para los empresarios, que habitualmente contaban
con la colaboración de las autoridades.
La normativa sobre convenios colectivos fue recibida de forma distinta por
las organizaciones obreras de la oposición. En la Unión General de Trabajadores
(UGT) existían unas marcadas diferencias entre lo que pensaba Rodolfo Llo-
pis, que se encontraba en el exilio, y Antonio Amat. Mientras que el primero
rechazaba utilizar los resquicios legales que ofrecía el régimen; el segundo,
mejor conocedor del ambiente que se vivía en España, era partidario de la
participación discreta de los socialistas en las elecciones sindicales. Así en las
elecciones de 1954 y 1957, excepto en Asturias, militantes y cuadros de la UGT
serían elegidos29. Esta práctica no impedía que se apoyasen las «Comisiones
de Fábrica» cuando ello era posible, como sucedió en Vizcaya durante 1956.
En agosto de 1960, el Consejo General de la UGT aprobó una resolución, que se
mantendría hasta el final de la dictadura, que establecía la no participación en
las elecciones sindicales, propugnando el boicot a las mismas. A esta postura
se sumarían Solidaridad de Trabajadores Vascos (STV) y la Confederación Nacional
del Trabajo (CNT).
En cambio las organizaciones católicas que trabajaban en los medios obre-
ros, como la Juventudes Obreras Católicas (JOC) y la Hermandad Obrera de Acción
Católica (HOAC), decidieron participar en las elecciones sindicales, al igual
que la recién creada Unión Sindical Obrera (USO). Pero sobre todo lo hicieron
los comunistas 30 , que vista la incapacidad de la Organización Sindical Obrera
(OSO), frente sindical del Partido Comunista de España (PCE), decidieron apoyar
y controlar las denominadas Comisiones Obreras (CC.OO.), que se convirtió en
la organización de los trabajadores más activa y representativa de la oposición
en España.
El alcance de la nueva normativa sobre los convenios colectivos sindicales,
estaba limitada por el carácter autoritario del régimen político, que establecía,

29. Nicolás Martínez Esturo, en Vizcaya; Francisco Román, en Málaga; Juan Gómez Egido, en Ma-
drid; Basilio Rodríguez, en Santander;... A pesar de la resolución de agosto de 1960, miembros
de la UGT se presentaron y fueron elegidos como representantes sindicales.
30. «Sólo nuestro R ha orientado a los trabajadores en el sentido de que participasen activamente en
las elecciones, presentándolas como una importante batalla revolucionaria. Las jerarquías (sic)
católicas, los dirigentes socialistas y anarquistas (y en algunos casos viejos obreros, incluso ca-
maradas, que no han superado aún su sectarismo) o no han dicho una palabra o han aconsejado
la abstención electoral.», en Datos conocidos sobre los resultados de las elecciones sindicales, sin fecha
(1966?), en Archivo del Partido Comunista de España (en adelante APCE), fondo Movimiento
Obrero, caja 89, carpeta 4, p. 2.
La posición del PCE de trabajar en el interior de los sindicatos franquistas es de 1941: «(...) es
conveniente utilizar los Sindicatos para plantear las reivindicaciones de los trabajadores, utili-
zando formas y métodos distintos, un lenguaje diferente en consonancia con las posibilidades
que estos ofrecen, utilizando a los trabajadores menos conscientes y más atrasados, para que
sean ellos los que intervengan en forma más activa en su seno», en FUNDACIÓN NACIONAL FRAN-
CISCO FRANCO, Documentos Inéditos fiara la Historia del Generalísimo Franco, t. II-2, documento n.°
174, p. 170.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 15-43


No todo fue igual. Cambios en las relaciones laborales, trabajo y nivel de vida de... 23

en primer lugar, que las partes con capacidad para contratar eran exclusiva-
mente los representantes legales de los trabajadores y los empresarios, que se
encontraban insertos en el Sindicato Vertical; segundo, que la iniciativa para que
se produjera la negociación era una competencia exclusiva de la Organización
Sindical Española (OSE); y en tercer lugar, que el convenio acordado sólo era
eficaz si lo aprobaba el Ministerio de Trabajo. La intervención del Estado era pues
una constante. El objetivo fijado en el preámbulo y el articulado de la ley que
regulaba los convenios colectivos sindicales se movía entre el recuerdo del viejo
lenguaje nacional-sindicalista y el de la nueva racionalidad capitalista, así mien-
tras hablaba de la «colaboración armónica en el campo sindical» y de «fomentar
el espíritu de justicia social y el sentido de unidad de producción y comunidad
de trabajo», introducía que las «normas contractuales» debían de nacer del «libre
juego de las partes interesadas» y de la «elevación de la productividad», concep-
tos difíciles de encajar con los anteriores.
La iniciativa de la negociación se establecía a través de la obligación de
comunicar a la autoridad laboral la propuesta inicial realizada por el Sindica-
to. Aunque a partir de 196231 se contemplaba un nuevo sistema para iniciar
la negociación, así el artículo 3.° del Decreto sobre regulación de conflictos
colectivos establecía que en «una situación de conflicto colectivo, cuando no
exista convenio inicial, la autoridad laboral podrá decretar inmediatamente, a
instancia de cualquiera de las partes y previo intento de conciliación sindical, la
constitución de la Comisión negociadora del convenio, precediéndose seguida-
mente en la forma prevista en la Ley de Convenios». Esta nueva fórmula fue de
nuevo contemplada en otro Decreto de 197032.
Durante la negociación, la intervención del Estado estaba permanentemente
presente, como hemos visto, ya que para que un convenio tuviera eficacia ju-
rídica era imprescindible que fuese aprobado por la autoridad laboral, ya fuese
el Delegado Provincial de Trabajo o el Director General de Trabajo en el caso de los
convenios interprovinciales. Por último, la intervención más contundente, que
anulaba la libertad de las partes, era sin duda la capacidad por parte del Minis-
terio de Trabajo de dictar normas de obligado cumplimiento, en el caso de que los
empresarios y trabajadores no llegasen a un acuerdo, o no coincidiesen con el
criterio de la autoridad laboral.
A ello hay que sumar dos características más: la negociación se hacía en el
seno del sindicato vertical y las huelgas estaban prohibidas. Ahora bien, ambas
características suponen un obstáculo a la propia negociación y una remora para
la parte obrera. No obstante, la decisión de parte de la oposición de participar
en las elecciones sindicales, implicó un fortalecimiento de la misma y una quie-
bra del modelo de relaciones laborales, ya que ocupó los escalones represen-
tativos del sindicato y, a la vez, procedió a la movilización. Ambas decisiones

31. Como consecuencia de la aprobación del Decreto de 20 de septiembre de 1962 sobre la regula-
ción de conflictos colectivos.
32. Decreto de 22 de mayo de 1970.

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24 Alvaro Soto Carmona

se movían en una dialéctica de legalidad-ilegalidad. El Estado siempre estuvo


a la defensiva, mientras que la oposición fue adquiriendo un poder real, que
condujo a algunos empresarios a reconocer a los representantes legítimos de los
trabajadores, estuvieran o no al margen de la legalidad desbordada.
A partir de la inexistencia de libertad sindical y de la presencia permanente
y compulsiva del Estado, es importante conocer cómo se veía la utilización de
la negociación desde la perspectiva obrera. En este sentido la estrategia diseña-
da por el PCE es la que va a definir mejor lo sucedido desde comienzos de la
década de 1960. Para dicho partido:
«Conviene tener claridad sobre lo que hemos de entender por LUCHA y ME-
DIOS DE LUCHA de los trabajadores. En este terreno hemos de huir de toda con-
cepción maximalista y exclusiva. No hemos de ver acciones de lucha solamente en
las huelgas, solemente (sic) en los grandes plantes y otras acciones espectaculares.
Más aún; no será posible llegar a estas elevadas formas de lucha si no pasamos pre-
viamente por una etapa en la que, de forma parcial, ejerciendo la presión por medio
de simples peticiones e incluso solamente de consultas, por medio de acciones limi-
tadas, se desarrolle el sentido de unidad de los trabajadores, se perfile un programa,
se adquiera el hábito de reclamar, se pierda el miedo al camino de la dirección de la
empresa, de las oficinas de los ingenieros, de los locales de los sindicatos.»33
Para llevar a cabo esta estrategia era imprescindible ser elegido enlace sindical
o vocal de jurado de empresa, por lo que las elecciones sindicales se presentaban
como un momento fundamental en el desarrollo de la «lucha obrera», pues el
ser elegido garantizaba el protagonismo entre los trabajadores, la posibilidad de
obtener ventajas laborales para el colectivo representado y el liderazgo social
y político34.
Por tanto, los jurados de empresa, como órgano de representación, se con-
virtieron en un lugar fundamental para la defensa de los intereses de los tra-
bajadores. La normativa establecía que tenían derecho a la elección de jurado
todas las empresas con más de cincuenta trabajadores. Quedaban excluidas las
plantillas de menos de esta cifra que elegían a los enlaces sindicales. Los vocales
del jurado eran elegidos entre los enlaces sindicales que conseguían un mayor
número de votos.
Tras los enlaces y los vocales, las diversas Secciones o Juntas Sociales -más tar-
de denominadas Uniones de Trabajadores o técnicos- se convertían en el objetivo
a ocupar. En conclusión, con la normativa sobre convenios colectivos, el jurado
de empresa adquiría un contenido reívindicativo y negociador, pasando a ser un
lugar de confrontación y en escasa medida de colaboración. El obrero elegido se
convertía en el representante de los trabajadores frente a la empresa.

33. Sobre la cuestión de la Oposición Sindical Obrera, Madrid, diciembre 1963, en APCE, fondo Movi-
miento Obrero, caja 89, carpeta 4, p. 1.
34. Sirva de ejemplo el caso de Paco Cabral (líder campesino en el Marco de Jerez) «que fue presi-
dente de la «sección social» del Sindicato Vertical durante veinticinco años, desde 1952», ingre-
sando en 1968 en el PCE, en FOWERAKER, Joe, La Democracia Española, Madrid, 1990, p. 48.

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No todo fue igual. Cambios en las relaciones laborales, trabajo y nivel de vida de... 25

En los primeros años de su aplicación, la Ley de Convenios Colectivos tuvo


escasa difusión debido a «la puesta en marcha de las medidas estabililizado-
ras»35, de hecho entre 1958 y 1961 hubo tan sólo 829 convenios, que afectaron
a algo más de un millón y medio de trabajadores. El primer convenio firmado
fue el de Astilleros del Cantábrico, en Asturias.
Tras la coyuntura estabilizadora se produjo el comienzo de una fuerte reac-
tivación económica, que fue acompañado de un importante incremento en el
número de convenios, así como del aumento de la conflictividad laboral.

Tabla 1. Evolución de los convenios y normas de obligado


cumplimientos aprobados en el período (1958-1975)

AÑOS CONVENIOS N.O.C. Y LAUDOS (1) TOTAL


N ú m e r o Trabajadores N ú m e r o Trabajadores N ú m e r o Trabajadores
afectados afectados afectados
1958 7 18.547 - - 7 18.547
1959 205 433.229 - - 205 433.229
1960 168 322.871 1 350 169 323.221
1961 449 937.316 - - 449 937.316
1962 1.538 2.316.413 41 103.162 1.579 2.419.575
1963 1.027 1.822.374 56 71.900 1.083 1.894.274
1964 994 1.419.020 113 369.466 1.107 1.788.486
1965 1.147 1.905.221 182 583.253 1.329 2.488.474
1966 937 1.733.860 132 432.103 1.069 2.165.963
1967 1.055 1.625.151 186 507.881 1.241 2.133.032
1968 165 315.952 11 71.764 176 387.716
1969 1.578 3.765.896 181 516.958 1.759 4.282.854
1970 1.673 4.178.495 156 357.722 1.829 4.531.217
1971 1.184 2.105.687 135 156.360 1.319 2.262.047
1972 1.560 4.026.206 205 482.922 1.765 4.509.128
1973 1.422 2.962.942 149 328.243 1.571 3.291.185
1974 1.634 2.224.696 122 793.111 1.756 4.017.807
1975 1.027 1.818.788 189 915.419 1.216 2.734.207

Elaboración propia. Nota: (1) Normas de Obligado Cumplimiento. Desde 1973, Decisiones Arbi-
trales Obligatorias. Fuente: ORGANIZACIÓN SINDICAL (Oficina Central de Convenios Colectivos),
Convenios Colectivos Vigentes, años respectivos.

Hasta 1965, el número de los primeros convenios superaba al de las revisio-


nes, pero en dicho año frente a 167 «primeros», se aprobaron 888 revisiones. En-
tre 1958 y 1967, el 37 por ciento de los convenios fueron de ámbito provincial,

35. ORGANIZACIÓN SINDICAL (Oficina Central de Convenios Colectivos), Estadísticas de Convenios


Colectivos de Trabajo 4958-1967, Madrid, 1968, p. 18.

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26 Alvaro Soto Carmona

con algo más del 70 por ciento de las empresas y casi el 60 por ciento de la po-
blación total trabajadora, a continuación, si tomamos como criterio el número
de trabajadores afectados, se situaban los convenios de ámbito interprovincial,
y por último, los referidos a las empresas.
La distribución geográfica en este período muestra un desfase entre el núme-
ro de los convenios y la población ocupada. Es cierto que Madrid, Barcelona y
Valencia sobrepasaban el 35 por ciento de los mismos y el 41 por ciento de los
trabajadores afectados. Pero en el caso de Valencia obedecía al enorme número
de convenios agrícolas, al igual que ocurría con Málaga o Salamanca. De hecho
la atomización de las actividades agrícolas producía un número muy elevado de
convenios, que no se correspondían con el número de trabajadores afectados.
Éste fue el caso de Orense y Soria, donde había 29 convenios para algo más de
dieciocho mil trabajadores.
Sectorialmente, entre 1958 y 1967, fue la Hermandad Sindical de Labradores,
la que negoció más convenios que además afectaban al mayor número de tra-
bajadores. Este dato no se ha tenido en cuenta habitualmente, ya que la imagen
de la rápida industrialización que se estaba llevando a cabo, se trasladaba a la
negociación colectiva de forma mimética, cuando la realidad era bien distinta.
A continuación se situaba el Sindicato del Metal, con algo más de un millar
de convenios que afectaban al 14 por ciento de las empresas y al 19 por ciento
de los trabajadores. Ahora bien, la importancia del metal se visualizaba, no sólo
por ser un sector en plena expansión, a diferencia de la agricultura, sino por la
fuerte conflictividad que generaba, ya que en él se encontraban las vanguardias
más activas de la oposición obrera. Por ello, fue en el metal donde se aplicaron
con mayor frecuencia las normas de obligado cumplimiento, dada la dificultad de
llegar a acuerdos entre las partes.
Otros sindicatos que presentaban un peso considerable fueron los de la
construcción, vidrio y cerámica, que sobrepasaban el millón de trabajadores con
convenios, seguidos de cerca por el textil.
La consecuencia más importante, desde el punto de vista económico, de la
negociación colectiva hasta 1967 fue la modificación de la rígida estructura del
sistema salarial36. La negociación colectiva se centró en temas salariales, con es-
pecial incidencia en las retribuciones pactadas en función de los rendimientos.
Se avanzó de forma importante en el incremento de la productividad, así como
en la introducción de maquinaria, lo que permitió la reducción del tiempo de
trabajo, mientras aumentaba la producción y se creaban pocos puestos de tra-
bajo. Por ello, la consideración más sobresaliente fue mejorar la competitividad,
renovando el capital fijo, sin tener en cuenta la existencia del abundante factor
de producción trabajo, que debido a la emigración y al alza generalizada del
nivel de vida, tenía una capacidad limitada de presión desde una perspectiva
económica, aunque no política.

36. Un estudio pormenorizado sobre dichas modificaciones en SERRANO, Ángel y MALO DE MOLI-
NA, José Luis, Salarios y mercados..., op>. cit., pp. 85-140.

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No todo fue igual. Cambios en las relaciones laborales, trabajo y nivel de vida de... 27

Desde 1967 y hasta 1975, la dinámica de la negociación colectiva sufrió


ciertas variaciones en un marco socio-político cada vez más complicado por tres
razones. La primera de ellas fue la decisión del Tribunal Supremo de ilegalizar a
CC.OO., dada su vinculación al PCE37. Dicha medida no sirvió, junto a otras de
tipo represivo (declaración de sucesivos estados de excepción, sanciones contra
enlaces y jurados,...), para frenar el fortalecimiento de CC.OO. y el incremento
de su representatividad. La segunda razón tiene que ver con las cada vez más
visibles diferencias entre la clase política del franquismo, la cual responde de
forma contradictoria a las demandas obreras. La tercera es que se producen los
primeros síntomas de una grave crisis económica, siendo incapaz el Gobierno,
de hacerle frente debido a la parálisis política originada por la cercana desapari-
ción del dictador. Fortaleza de la oposición, desconcierto y proyectos distintos
de los franquistas plantean una situación de crisis.
Si estudiamos la negociación colectiva, tomando como muestra 197338, se
puede apreciar que dicho año junto al anterior fueron muy positivos desde el
punto de vista de la actividad económica, aunque en este último comenzaba
a preocupar la tendencia alcista de los precios. Aunque se redujo el volumen
de convenios suscritos y el número de trabajadores afectados, las cantidades
seguían siendo importantes, ya que no será hasta 1975, cuando se note un
significativo descenso. Las normas de obligado cumplimiento afectaron al 10 por
ciento de los trabajadores.
Los convenios de rama fueron más numerosos que los de empresa39. Los sec-
tores con mayor volumen de población protegida por convenio fueron el metal,
construcción, agrario, hostelería y banca; y las provincias que encabezaban la
población con convenio seguían siendo Barcelona, Madrid y Valencia. Los in-

37. Es interesante el informe realizado por Ignacio Morilla (procurador en Cortes) en el que afir-
ma: «la necesidad de que se conozca en toda su realidad las actividades de las «Comisiones
Obreras» y destaca su peligrosidad, no solamente en el campo laboral, sino también (sic) en el
terreno político, ya que dado su matiz y dependencia comunista, sus actividades en lo laboral es
simple escalón para alcanzar objetivos más trascendentales, cuales son la invasión de la propia
extructura (sic) sindical española y el derrocamiento del Régimen vigente.», en Informe sobre las
llamadas Comisiones Obreras, mayo 1967, enAFCE, fondo Movimiento Obrero, caja 87, carpeta
l,p.l.
38. Los datos provienen de los siguientes informes: ORGANIZACIÓN SINDICAL (Oficina Central
de Convenios Colectivos), Convenios Colectivos Sindicales. Información interna para los órganos
sindicales destinatarios (Primer Trimestre), 1, 1973; ORGANIZACIÓN SINDICAL (Oficina Central de
Convenios Colectivos), Convenios Colectivos Sindicales. Información interna para los órganos sindica-
les destinatarios (Segundo Trimestre), 2, 1973; ORGANIZACIÓN SINDICAL (Oficina Central de Con-
venios Colectivos), Convenios Colectivos Sindicales. Información interna para los órganos sindicales
destinatarios (Tercer Trimestre), 3, 1973; y, ORGANIZACIÓN SINDICAL (Oficina Central de Convenios
Colectivos), Convenios Colectivos Sindicales. Información interna para ios órganos sindicales destinata-
rios (CuartoTrimestre), 4, 1973.
39. Mientras que los convenios de rama engloban los convenios de ámbito interprovincial de rama,
provincial, comarcal y local, los convenios de empresa engloban los convenios de ámbito inter-
provincial de empresa, grupo de empresa y empresa.

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28 Alvaro Soto Carmona

formes constatan que se estaba llegando al nivel de saturación del sistema, ya


que el porcentaje de trabajadores con convenio suponía el 87,1 por ciento40.
Tal vez el dato más interesante, junto al del nivel de saturación, era que jun-
tos a los aspectos salariales que se incluían en el cien por cien de los convenios,
se iban introduciendo en los mismos otros temas de carácter asistencial, forma-
tivo y de promoción social, por lo que se asistía a una mayor diversificación
temática en la negociación y a un enriquecimiento de la misma.
Las normas de obligado cumplimiento o arbitrales obligatorias afectaron como
media entre 1960 y 1975, al 13,5 por ciento de los trabajadores con convenio,
habiendo dos períodos por encima de la media: 1964-68 y 1974-75. En concre-
to en este último se dio el mayor porcentaje ya que el 33,5 por ciento de los
trabajadores que firmaron convenio se vieron sometidos a un laudo. La curva
de huelgas y de normas de obligado cumplimiento presentan un perfil similar, lo
que pone de manifiesto la relación entre negociación colectiva y conflictividad
laboral.

AUSENCIA DE LIBERTAD SINDICAL Y NEGOCIACIÓN COLECTIVA


El modelo sindical impuesto por el franquismo tuvo los siguientes rasgos ca-
racterísticos: l.°-La sindicación se declaraba obligatoria, aunque no formalmen-
te41. En la práctica se producía la sindicación automática por el hecho de poseer la
condición de empresario o trabajador; 2.°- Se proclamaba el principio de unidad
en un mismo sindicato de empresarios y trabajadores y se rechazaba el pluralis-
mo sindical. Con ello se pretendía recuperar la armonía entre los hombres y al
ser el Sindicato una «unidad natural de convivencia», patronos y obreros debían
participar conjuntamente, siendo la sindicación vertical el marco adecuado, ya
que superaba la lucha de clases; 3.°- El sindicato se constituía como una entidad
de derecho público; y 4.°- El Sindicato no tenía capacidad para realizar presión a
través de la huelga, ya que estaba prohibida.
Estas características fueron más teóricas que reales, ya que hubo colectivos
de trabajadores que se mantuvieron al margen del Sindicato, como fue el caso
de las profesiones liberales o los funcionarios públicos, y subsistieron ciertos or-
ganismos de representación económica y profesional como las Cámaras Oficia-
les de Comercio, Industria y Navegación, o las Cámaras de Sindicación Agraria. Buena
muestra de ello fue que en 1949, tan sólo el 48,4 por ciento de los trabajadores

40. ORGANIZACIÓN SINDICAL (Oficina Central de Convenios Colectivos), Convenios Colectivos..., 4,


1973, p. 14.
41. De hecho hubo discrepancias sobre el tema: «El día muy próximo en que aparezca la Ley o
Decreto en que se ordene la sindicación forzosa de todos los españoles, habremos echado sobre
nuestras espaldas la responsabilidad más grave y más tremenda que ha contraído jamás la Falan-
ge...», en «Discurso de Gerardo Salvador Merino, pronunciado el 20 de junio de 1941 en la clau-
sura del II Congreso Sindical», Boletín Sindical de la CNS, 12 (julio-agosto-septiembre), 1941.

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No todo fue igual. Cambios en las relaciones laborales, trabajo y nivel de vida de... 29

estaban afiliados42, y las autoridades sindicales mostraron de forma reiterada las


dificultades que tuvieron para su construcción43.
Cuando José Solís se hizo cargo del Sindicato, comenzaron a plantearse
cambios importantes en el mismo en línea con una mayor «apertura»44 y con
el objetivo de:
«(...) excluir la demagogia social antigua, concertar pacíficamente a obreros y
empresarios, democratizar por dentro al propio sindicalismo sin perder las ataduras
con su propio mando, promover representantes expertos para las tareas legisladoras
de Cortes, permanecer incontaminados de la política de enfrentamientos y contribuir
a las grandes reformas económicas, sociales y tecnológicas del país...».45
La posición política de José Solís se fue reforzando, por lo que al calor de la
«apertura» de la década de los sesenta trató de dotar al Sindicato de un mayor
poder y autonomía frente al Gobierno. Para ello preparó el proyecto de Ley Sin-
dical, que necesitaba para su puesta en práctica de algo que hasta el momento
carecía la organización: representatividad.
Pero ambas cuestiones planteaban problemas, ya que la búsqueda de un
mayor poder para el Sindicato entraba en conflicto con los intereses de los tec-
nócratas, y una mayor representatividad implicaba una mayor presencia de los
miembros de CC.OO. en los escalones representativos del Sindicato.
Respecto a lo primero, tanto Laureano López Rodó como Luis Carrero
Blanco expresaron en innumerables ocasiones el peligro que implicaba el pro-
yecto de Ley avalado por Solís: «De prosperar ese proyecto -le dije (se dirige
a Franco)- sólo podría gobernar en España quien tuviera en sus manos la Or-
ganización Sindical: es el único grupo, en las Cortes, en el Consejo Nacional y
en el Consejo del Reino, que obedece a una disciplina política.»46. En el mismo
sentido se manifiesta Carrero Blanco al comunicarle a Franco:
«La Organización Sindical, o más exactamente los altos cargos de la misma,
todos ellos de libre designación, pretenden de hecho el asalto del poder. Mientras la
ponencia discute y se debate prácticamente ante un muro infranqueable, la prensa
del Movimiento y la prensa sindical, que, lógicamente, deben ser totalmente obe-
dientes al Ministro Secretario General que es de quien dependen por la duplicidad
de sus cargos, están constantemente azuzando al Gobierno a que envíe a las Cortes

42. BABIANO, José, Patemalismo industrial y disciplina fabril tn España (1938-1958), Madrid, 1998, p.
61.
43. SANZ ORRIO, Fermín, Discurso presentado en el acto de clausura del III Consejo Asesor de Obras Sin-
dicales, Madrid, 1950, pp. 10 y 11.
44. SÁNCHEZ, Rosario y NICOLÁS, M.a Encarna, «Sindicalismo vertical franquista: la instituciona-
lización de una antinomia», en RUIZ, David (dir.), Historia de Comisiones Obreras (1958-1988),
Madrid, 1993, p. 3.
45. ROMERO, Emilio, Tragicomedia de España (Unas Memorias sin contemplaciones), Barcelona, 1985,
pp. 92 y 93.
46. LÓPEZ RODÓ, Laureano, Memorias: años decisivos, vol. II, Barcelona, 1991, p. 387.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 15-43


30 Alvaro Soto Carmona

la ley por ellos propuesta. No hay día en que no surja la conminación, cada vez más
insolente, al Gobierno para que remita la Ley a Cortes.»47
Dicho conflicto terminará con la salida de Solís del Gobierno en octubre de
1969. La posterior aprobación de la Ley Sindical no afectará a la situación here-
dada, ya que el nuevo responsable de la OSE no tenía el mismo poder político
que Solís, por lo que dada la naturaleza del régimen político, lo importante no
era la letra de la ley sino sus apoyos. En conclusión la OSE no se movió de «su
lugar»48.
Por lo que respecta a lo segundo, la representatividad, el tema fue especial-
mente complejo, dado que para que la misma fuera real era imprescindible la
presencia de la oposición sindical, que se encontraba prohibida y fuera de los
límites políticos aceptados por la dictadura.
La falta de representatividad del Sindicato había sido denunciada de forma
reiterada desde la oposición, la Iglesia49 y la OIT50. De hecho el propio Solís
era consciente de dicha carencia, por lo que trató de negociar con Marcelino
Camacho la integración de «comisiones obreras» en el Sindicato51, cosa que no
consiguió, aunque tuvo mejor suerte con un grupo de «cenetistas»52.
La representatividad se medía a través de las elecciones sindicales, que desde
1944 y con numerosos altibajos se venían celebrando. Tanto las organizaciones
católicas como los comunistas decidieron utilizar dicha vía por «el carácter uti-
litario (...) que podían ofrecer dichas estructuras»53, hecho que se confirmó en
las elecciones de 1950 sobre todo en Cataluña54, y que sirvió para impulsar las
movilizaciones habidas en torno al boicot de los tranvías de 1951.
Con la ley de convenios colectivos sindicales, las elecciones adquirían una
mayor importancia, ya que los enlaces sindicales y los vocales de los jurados de

47. Memorándum de Carrero Blanco a Franco titulado: Consideraciones sobre la situación política, con
fecha de 7 de mayo de 1969, recogido en Ibidetn, p. 423. (El subrayado es nuestro).
48. MARTÍNEZ CUADRADO, Miguel, Anuario Político Español 1970, Madrid, 1971, p. 697.
49. Existen numerosos ejemplos pero basta mencionar: 1.°.-Declaración del Episcopado español sobre
los principios de la doctrina social de la Iglesia que deben de informar el «futuro sindicalismo», 25 de julio
de 1968; 2.°.- «Declaraciones de Monseñor Montero a El Noticiero de Zaragoza», reproducido por
el Boletín Oficial del Arzobispado, año CVIII, n.° 11 (noviembre 1969), pp. 717 y ss.; y 3.°.- De-
claración de los Consiliarios de Vanguardias Obreras, Madrid, 9 de enero de 1969, en Fondo María
Luisa Suárez (Archivo Histórico de Comisiones Obreras-Fundación I o de Mayo) (en adelante
AHCO-FPM), carpeta 67-15, p. 2.
50. Punto 1.244 del «Informe OIT», en España Perspectiva, 1970, Madrid, 1970, pp. 342 y 343. Un
análisis pormenorizado sobre el Informe de la OIT en MARTÍNEZ QUINTEIRO, Esther, ha denuncia
del sindicato vertical. Las relaciones entre España y la Organización Internacional del Trabajo (1969-
1975), vol. II (2.a parte), Madrid, 1997, pp. 37-181.
51. CAMACHO, Marcelino, Confieso que he luchado. Memorias, Madrid, 1990, pp. 176-179.
52. BULNES, Ramón, «Del sindicalismo de represión al sindicalismo de integración», Horizonte español
1966, II, París, 1966, pp. 285-325; y RAMOS, Carlos, ««El Cincopuntismo en la CNT», 1965-1966.
(Investigación sobre el proceso de discusión mantenida entre un grupo de militantes libertarios
y representantes del Sindicato Vertical. Abril 1965-abril 1966)», en TUSELL, Javier y otros, La
oposición al Régimen de Franco, t. 1, vol. 2, Madrid, 1990, pp. 137-155.
53. SARTORIUS, Nicolás, El resurgir del movimiento obrero, Barcelona, 1975, p. 25.
54. LUDEVTD, Manuel, El movimiento obrero en Cataluña bajo el franquismo, Barcelona, 1977, p. 11.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 15-43


No todo fue igual. Cambios en las relaciones laborales, trabajo y nivel de vida de... 31

empresa se convertían en agentes negociadores de las condiciones de trabajo, y


por tanto en protagonistas centrales de la lucha obrera.
En junio de 1966, Solís anunció que se estaba llevando a cabo un estudio
previo para una futura Ley Sindical en la que todos aquellos que tuviesen
cualquier nivel de representatividad podrían participar55. Este llamamiento
coincidía con las elecciones sindicales que se estaban llevando a cabo y en las
que se había realizado, por parte de las autoridades, un enorme esfuerzo para
que los trabajadores participasen en las mismas. Bajo el lema «Vota al mejor»,
la participación alcanzó, según la OSE, el 83,3 por ciento.
La participación de simpatizantes y militantes de CC.OO. fue notable, aun-
que es difícil saber con precisión el número de enlaces sindicales y vocales de
jurados de empresa pertenecientes a dicha organización.
Un informe «rigurosamente confidencial» y destinado «exclusivamente a los
miembros del CC» (se refiere al Comité Central del PCE) nos da numerosos
datos por provincias y empresas que permiten hacerse una idea de los miem-
bros de CC.OO. elegidos, pero no sirve para hacer un cuadro estadístico56. Del
mismo se desprende la importante presencia de miembros del PCE y de simpa-
tizantes en las candidaturas de CC.OO.
Las elecciones de 1971 estuvieron marcadas por el debate en torno a la con-
veniencia o no de participar en las mismas. Ello provocó un incremento de la
abstención, sobre todo en algunas provincias como Vizcaya. Así en empresas
tan importantes como Westinghouse, Euskalduna, la Naval o Firestone la partici-
pación apenas superó el 20 por ciento57, pero se produjo un hecho un tanto
sorprendente, la participación fue mayor en las medianas y pequeñas empresas
de la provincia, ya que en las mismas los representantes sindicales hacían una
labor importante y constructiva a favor de los trabajadores.
En cambio, en Cataluña la participación fue elevada, aunque no tanto co-
mo en las anteriores elecciones, y el triunfo de las «candidaturas obreras» fue
«notable»58. Por último, en Madrid también se produjo un descenso en la par-
ticipación, ya que dentro de CC.OO. algunos sectores vinculados a la extrema
izquierda defendieron el «boicot». A pesar de ello, la dirección de CC.OO.,
prácticamente monopolizada por el PCE, afirmó que dichas elecciones signifi-
caron «un importante paso adelante»59.

55. «Declaraciones de José Solís», Solidaridad Nacional, 6 de junio de 1966.


56. Datos conocidos sobre los resultados de las elecciones sindicales, sin fecha (1966?), en APCE, fondo
Movimiento Obrero, caja 89, carpeta 4, pp. 1-12.
57. IBARRA, Pedro, El movimiento obrero en Vizcaya: 1967-4977- Ideología, organización y conflictividad,
Bilbao, 1987, pp. 188-191. Para José A. PÉREZ, la media de participación fue un 26,8 por ciento, y
en la margen izquierda, que concentraba la mayor parte de las empresas y trabajadores, el índice
apenas llegó al 19,2 por ciento, en Los años del acero. La transformación del mundo laboral en el área
industrial del Gran Bilbao [4958-1977]- Trabajadores, convenios y conflictos, Madrid, 2001, p. 347.
58. RIERA, Ignasi y BOTELLA, José, El Baix Llobregat. 75 años de luchas obreras, Barcelona, 1976, pp.
79-80.
59. CASAS, José I. y otros, Getafe. Lucha obrera bajo el franquismo, Madrid, 1977, p. 61.

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32 Alvaro Soto Carmona

En cambio, las elecciones sindicales de 1975 van a suponer un rotundo éxito


de las Candidaturas Unitarias y Democráticas (CUDs) formadas básicamente por
miembros de USO y CC.OO. Estas últimas se fijaron como objetivo «ganar las
Elecciones en todos los centros de trabajo»60, para ello elaboraron un programa
en el que junto a las demandas netamente laborales, se incluían la petición del
derecho de reunión y huelga, la libertad sindical, la readmisión de los despedi-
dos y la amnistía.
La participación según la OSE superó el 88 por ciento, y el triunfo de las
CUDs fue evidente aunque el Servicio de Información de la Organización Sindical
trató de minimizarlas 61 , los resultados conocidos desmienten tal afirmación.
Cerca del 40 por ciento de los representantes elegidos fueron de CC.OO. y
otro 40 por ciento eran simpatizantes o se encontraban encuadrados en las
CUDs 62 .
En la región valenciana triunfaron en la primera vuelta «las CUDs en todas
las grandes y medianas empresas del metal, madera, banca, vidrio y cerámica,
transporte, piel y calzado, hospitales, textil, químicas, artes gráficas...»63. En el
País Vasco las cifras de participación superan el 80 por ciento en Vizcaya64 y en
la mayoría de los centros de trabajo triunfaron las CDUs, pese a la división exis-
tente en CC.OO. y a la implantación en dicha región de la UGT y ELA-STV que
estaban a favor del «boicot». Los datos de Guipúzcoa 65 confirman lo anterior de
forma muy concreta. Existen empresas donde triunfó el boicot (NIESSEN-Ren-
tería-, Koipe -San Sebastián-, Voith -Tolosa-, CAE -Gohierri-,...) y en otras
votaron la mayor parte de la plantilla (CAF -Irún-, Papelera -Rentería-, Suchard
-San Sebastián-, Bianchi -Oria-, Michelín -Lasarte-, Orbegozo -Hernani-,...).
En Barcelona, el éxito fue muy significativo en las grandes empresas (SEAT,
Roca, Siemens, Olivetti, Gallina Blanca,..), donde las CUDs obtuvieron en torno al
78 por ciento de los votos emitidos. Lo mismo ocurrió en Madrid (Credit Lyon-
nais, Televisión, EN ASA, Kelvinator, CASA, Marconi,..)66, donde se puede hablar
de «una victoria rotunda de las candidaturas unitarias y democráticas»67.
Aunque existen algunos casos anteriores, la infiltración en los segundo ni-
veles de representación sindical había sido excepcional, no sólo por las trabas
que imponía el sistema electoral, sino también por la utilización de las diversas

60. Declaración de la Coordinadora General de Comisiones Obreras, abril de 1975.


61. CUE, Gloria, «Las elecciones sindicales de 1975 en la historia del sindicalismo de posguerra»,
Revista de Estudios Sindicales, 41, p. 39.
62. HAMANN, Kerstin, «Afiliación, movilizaciones y aliados políticos: las incógnitas del poder sindi-
cal español (1970-1988)», Cuadernos de Relaciones Laborales, 3 (1993), p. 117.
63. BENEYTO, Pere y PICÓ, Josep, Los Sindicatos en el País Valenciano (1975-1981), Valencia, 1982, p.
15.
64. PÉREZ, José A., Los años del acero..., p. 377.
65. Resultados de las elecciones sindicales en Guipúzcoa, Guipúzcoa, 22 de junio de 1975, en APCE,
fondo Movimiento Obrero, caja 91, carpeta 4, pp. 1-6.
66. Datos en GDS, anexo al número 48-49 (mayo-junio 1985), pp. 123-124.
67. DÍAZ CARDIEL, Víctor, y otros, Madrid en huelga: enero 1976, Madrid, 1976, p. 70.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 15-43


No todo fue igual. Cambios en las relaciones laborales, trabajo y nivel de vida de... 33

formas de represión para impedirlo. Pese a ello se asistió a un significativo éxito


también en los segundos niveles:
«De acuerdo con la Organización Sindical, sólo el 14 por 100 de los presidentes
de agrupación fueron reelegidos, por lo que la renovación alcanzaría al 86 por 100.
Los porcentajes de puestos obtenidos por las candidaturas democráticas van de 60 al
100 por 100 en los sectores más importantes: Metro: 8 de 12; Electricidad: 29 de 29;
Editoriales: 30 de 30; Hospitales: 19 de 21; Telefónica: 7 de 13.»S8
Pese a las garantías que establecía la legislación sindical a los representan-
tes elegidos por los trabajadores, la realidad fue que cuando las autoridades
consideraron necesario hacer uso de la represión lo hicieron, utilizando la
«extinción del contrato» como fórmula habitual de acabar con los «díscolos».
El ser representante de los trabajadores y mantener una actitud reivindicativa,
sin duda, se convirtió en una opción de riesgo. En febrero de 1966 trabajadores
metalúrgicos de Madrid denunciaban que el ser representante sindical suponía
desde «la postergación profesional, pasando por la congelación de sus salarios,
siguiendo por la sanción y el despido, cuando no la detención»69. Cuando esta
última se producía, la empresa procedía al despido del trabajador por inasisten-
cia al trabajo.
Existen otros casos como el de una enlace sindical que denunció a su empre-
sa porque la dirección de la misma desde que fue elegida decidió cambiarle su
puesto de trabajo, lo cual representó pérdida de salario y no tener contacto con
los que la eligieron70. El traslado fue otra de las tácticas utilizadas, incluso antes
de ser elegido como le ocurrió a un trabajador de Telefónica71, o la existencia de
trato vejatorio al enlace elegido72.
También se utilizó la suspensión de funciones y el despido. Así ocurrió
con Marcelino Camacho al que en primer lugar se le rebajó de categoría pro-

68. CUE, Gloria, «Las elecciones...», p. 41.


69. COMISIÓN DE ENLACES Y JURADOS DE EMPRESA Y TRABAJADORES METALÚRGICOS MADRILEÑOS,
«Carta al Excmo. Delegado Nacional de Sindicatos», Madrid, 22 de febrero de 1966, en APCE,
fondo Movimiento Obrero, caja 88, carpeta 78/81, p. 1. En dicha página también se afirma:
«Mientras tanto, decenas y decenas de estos hombres conocen estarilidad (sic) de tales súpli-
cas. Ayer, siete de ellos arrojados a la calle en Pegaso; en Schneider otros dos están sin trabajo
desde 1962; de la Unión Española de Explosivos; de la Compañía Anónima Vers; de la E.M.T.;
de Renfe; de Barreiros; de C.A.S.A.; de M.M.M pocas son las empresas que no tienen uno o
varios perseguidos o despedidos.»
70. «Expediente de denuncia a la Delegación de Trabajo sobre derechos sindicales de una trabaja-
dora contra la empresa Barburo, s.a. (Sector Químicas)», en Fondo María Luisa Suárez (AHCO-
FPM), 27 de mayo de 1972, carpeta 19-28.
71. «Expediente de infracción de la ley de elecciones sindicales por coacciones de un trabajador con-
tra la empresa Compañía Telefónica Nacional de España (Sector Comunicaciones)», en Fondo
María Luisa Suárez (AHCO-FPM), 15 de junio de 1975, carpeta 16-7.
72. «Expediente de denuncia a la Delegación de Trabajo sobre categoría profesional y derechos
sindicales de un trabajador contra la empresa Unvisa, s.a. (Sector Vidrio)», en Fondo María Luisa
Suárez (AHCO-FPM), 18 de abril de 1973, carpeta 23-24.

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34 Alvaro Soto Carmona

fesional73 y posteriormente se le suspendió de funciones74; situación que se


repitió con otros miembros del Jurado de Empresa, como Julián Ariza, hasta
variar por completo la fisonomía del Jurado. De hecho desde enero de 1967,
los empresarios tuvieron las manos libres para despedir a los enlaces sindi-
cales, ya que una sentencia del Tribunal Supremo estableció la posibilidad de
no admisión de los enlaces sindicales despedidos a cambio del pago de una
indemnización.
Entre septiembre de 1966" y marzo de 1968 fueron desposeídos de sus car-
gos sindicales 127 representantes 75 de los cuales 38 eran de fábricas ubicadas
en Cataluña 76 . Desde 1969 la represión fue en aumento y era frecuente la
detención de los cargos sindicales cuando se producía una huelga en la fábrica
que los había elegido77. Entre octubre de 1971 y diciembre de 1972 fueron
dados de baja por «extinción de contratos» más de diecisiete mil enlaces;
renunciaron más de seiscientos y fueron desposeídos de sus cargos veinticin-
co 78 . En ocasiones los trabajadores denunciaron la represión ante la OIT 79 y la
necesidad de cambiar a los cargos sindicales, si estos defendían los intereses
de la empresa 80 .
Las actitudes de los empresarios ante las elecciones sindicales no fueron ho-
mogéneas, mientras que unos veían que una representación real era mejor que
una ficticia, otros denunciaron y pidieron ayuda al Gobierno para evitar «que al
socaire de una falsa democracia los grupos de presión activista no se apoderen
de una supuesta representatividad, tanto en la Organización Sindical como en

73. Véanse las Actas del Jurado de Empresa 122 (20 de abril de 1966) y 125 (12 de mayo de 1966),
Actas del Jurado de Empresa de Perkins, (AHCO-FPM), carpetas 2/30 y 2/32.
74. «Acta 133 (24 de agosto de 1966)», Actas delJurado de Empresa de Perkins, (AHCO-FPM), carpeta
2/41, p. 1.
75. «Informe del Secretario General al IV Congreso Sindical de la OSE», Tarragona, 1968, p. 12.
76. ESTMLL, Jordi y DE LA Hoz, Josep M., La cultura política deis treballadors a Catalunya (Estudi sobre
lesEleccions Sindicáis, -1944-1987), Barcelona, 1988, pp. 54-55.
77. Existen numerosos ejemplos, como el sucedido en la huelga de Barreiros de diciembre de 1970,
donde se procedió a la «detención y encarcelamiento de los hombres que han sido designados
legalmente como jurados y enlaces que son,...», en COMISIÓN OBRERA DE CHRYSLER (BARREI-
ROS), «Carta informativa de los trabajadores de Barreiros a la opinión pública», en APCE, fondo
Movimiento Obrero, caja 84, carpeta 3/35.
78. BASCO, José M., «23.000 enlaces cesados», GDS, 22 (marzo 1973), p. 15.
79. «Sr. Presidente de la Organización Internacional del Trabajo». Escrito firmado por la Represen-
tación Social de FASA-RENAULT de Sevilla (cargos en activo), enero de 1974, en APCE, fondo
Movimiento Obrero, caja 88, carpeta, 80.
80. LAS COMISIONES OBRERAS DE BAZÁN, «Declaración de CC.OO. La solución más democrática
para la firma del Convenio», El Ferrol, lde septiembre de 1970, en APCE, fondo Movimiento
Obrero, caja 86, carpeta, 6.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 1543


No todo fue igual. Cambios en las relaciones laborales, trabajo y nivel de vida de... 35

las Empresas.»81 Por último, una minoría optaron por negociar directamente
con CC.OO. 82 con el fin de evitar los conflictos.

CAMBIOS EN LOS MERCADOS DE TRABAJO


Tras la guerra civil, los mercados de trabajo tendieron a homogeneizarse
hasta las medidas flexibilizadoras y desregulacionistas tomadas durante la
transición democrática, diluyéndose las profundas diferencias existentes en
los mismos 83 . El mercado se hizo nacional y se extendió la oferta de trabajo
efectiva. La actitud del Estado fue muy regulacionista, el comportamiento de
los empresarios, sobre todo desde 1959, reforzó la competitividad, lo que no
impidió que las condiciones de trabajo se homogeneizasen. Los «mercados
internos»84 crecieron debido al incremento de las inversiones de las empresas
en formación, lo que dio lugar a una menor movilidad. Se mantuvieron los
«mercados duales»85 y dentro de los mismos el sector primario creció. A lo que
hay que añadir que el aumento del tamaño medio de las empresas favoreció la
aparición de rigideces.
Las características institucionales, para el período analizado, del mercado de
trabajo serían cuatro86: la desvirtuación del sistema de contratación colectiva, la
inexistencia de sindicatos libres, la existencia de restricciones legales al despido
y la gran importancia de los componentes variables de la retribución salarial.
Desde 1958 y hasta 1975, el crecimiento del empleo total fue muy escaso,
menor que el de la población total, por lo que se incrementó la población de-
pendiente, a la vez que se producía un sustancial aumento de la productividad
y de las inversiones de capital87. Como puso de manifiesto Enrique Fuentes

81. GABINETE TÉCNICO-ECONÓMICO SIDEROMETÚRGICO (SINDICATO PROVINCIAL DE METAL),


Extractos de mayor consideración expuestos al Delegado Provincial de Sindicatos por la representación em-
presarial del más alto nivel, del Sindicato del Metal de Barcelona, Barcelona, 4 de febrero de 1971. Las
empresas que suscribieron el documento fueron: AEG, CISPALSA, HARRY WALKER, MAQUI-
NISTA TERRESTRE Y MARÍTIMA, ENASA (Pegaso), IBERIA RADIO, LÁMPARAS Z, SEAT y
ROCA RADIADORES, en APCE, fondo Movimiento Obrero, caja 88, carpeta 78/81, p. 2.
82. «En la celebración de un acto sobre «La problemática económica de Catalunya» a la que asistía
López Rodó (...); Pere Duran Farell, directivo entonces de La Maquinista Terrestre y Marítima,
declaró que para evitar más dificultades se había visto obligado a entablar conversaciones con
Comisiones Obreras, dejando al lado el Sindicato oficial», Doblón, 3-9 de julio de 1976.
83. He realizado una descripción del funcionamiento de los mercados de trabajo en España entre
1938 y 1958 en mi artículo «Rupturas y continuidades en las relaciones laborales del primer
franquismo, 1938-1958», en BARCIELA, Carlos (ed.), Autarquía y mercado negro. El fracaso económico
del primer franquismo, '1939-1959, Barcelona, 2003, pp. 217-245.
84. Veáse DOERINGER, Peter B. y PlORE, Michael, Mercados internos de trabajo y análisis laboral, Ma-
drid, 1985.
85. Véase PlORE, Michael ]., «Notas para una Teoría de la Estratificación del Mercado de Trabajo»,
en ToHARIA, Luis (compilación e introducción), El mercados de trabajo: Teoría y aplicaciones, Ma-
drid, 1983, pp. 193-221.
86. MALO DE MOLINA, José Luis, ¿Rigidez o flexibilidad del mercado de trabajo? La experiencia española
durante la crisis, Madrid, 1983, p. 9.
87. De 1965 a 1974 la formación bruta de capital creció un 9,1 por ciento de promedio en términos
reales. Si a ello suma la caída de horas trabajadas al año por la población ocupada, el resultado

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 1543


36 Alvaro Soto Carmona

Quintana: «la evolución de la economía española, en la etapa 1959-74 ocultó,


tras sus tasas espectaculares de crecimiento y la posibilidad de emigración a
Europa, sus importantes limitaciones para la creación de empleo.»88

Tabla 2. Evolución de la población activa, población ocupada y


número de empleos. España: 1955-1975

1955 1962 1969 1975


POBLACIÓN ACTIVA 11.970.373 12.403.366 13.015.880 13.374.633
Agricultura y pesca 5.512.567 4.772.403 3.917.601 3.075.704
Industria 2.589.600 3.053.648 3.417.693 3.667.376
Construcción 771.662 919.990 1.122.200 1.389.688
Servicios 3.096.580 3.667.415 4.558.386 5.241.865
PARADOS 172.300 142.400 182.800 745.560
POBLACIÓN OCUPADA 11.790.073 12.260.966 12.833.080 12.629.073
NÚMERO DE EMPLEOS 11.964.315 12.487.429 13.076.740 13.351.182
Elaboración propia. Fuente: BANCO DE BILBAO, Renta Nacional de España y su distribución provincial
(Serie homogénea 1955-1975), Bilbao, 1978, pp. 116-117.

La población activa creció entre 1955 y 1975 un 11,7 por ciento y la ocupada
un 7 por ciento. Esto supuso un aumento de las tasas de paro, sobre todo en los
últimos años, pero de forma especial en 1975, aunque dicha tasa seguía siendo
baja, un 3,8 por ciento. El hecho que explica porqué el paro no fue preocupante
hasta mediados de la década de los setenta, fue sin duda la emigración de la
fuerza de trabajo hacia Europa, que se inició a finales de los años cincuenta,
convirtiéndose en masiva en la década siguiente y concluyendo bruscamente a
mediados de los setenta89.
La tasa de actividad se mantuvo muy estable con una leve tendencia al cre-
cimiento. La misma pasó de un 50,9 en 1964 a un 51,3 por ciento en 1975. La
de los varones descendió de un 83,2 a un 76,7 por ciento, mientras que la de la
mujer se elevó, pasando de un 22,8 a un 28,1 por ciento.
El mercado de trabajo se vio sometido a una fuerte presión por la entrada de
numerosos jóvenes, no obstante el propio mercado respondió creando empleo
o facilitando la salida de mano de obra al exterior. Entre 1965 y 1974 «la econo-
mía española creó una media de 142.000 puestos de trabajo anuales, a través de

fue un claro incremento de la productividad. Véase BAIGE, Josep; MOLINAS, César y SEBASTIÁN,
Miguel, La economía española '1964-1985: datos, fuentes y análisis, Madrid, 1987, pp. 26 y 57.
88. FUENTES QUINTANA, Enrique, «La crisis económica española», Papeles de Economía Española, 1
(1980), p. 99.
89. FERNÁNDEZ ASFERILLA, Ana, «La emigración como exportación de mano de obra: el fenómeno
migratorio a Europa durante el franquismo», Historia Social, 30 (1998), pp. 65-66.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 15-43


No todo fue igual. Cambios en las relaciones laborales, trabajo y nivel de vida de... 37

un ciclo cuyo punto más bajo se encuentra en 1970 y los más altos en el boom
de 1972 y 1973»90.
Uno de los rasgos más sobresalientes de este período fue el fuerte aumento
del empleo asalariado. En 1955 dicho empleo suponía el 54,2 por ciento, en
1975 el 71,1 por ciento. En la industria los asalariados pasaron, para el mismo
período de tiempo, de un 73,1 a un 89,9 por ciento. En los servicios, de un 60,7
a un 75 por ciento. Este incremento tuvo un comportamiento cíclico, ya que en
los años de mayor crecimiento del sector servicios aumentaba más el empleo no
asalariado, mientras que en los años de menor crecimiento ocurría lo contrario.
En cuanto a la construcción, sufría fuertes oscilaciones por su naturaleza coyun-
tural, siendo la presencia de asalariados muy elevada, en 1965 algo más del 89
por ciento. Pero cuando se comenzaron a sentir los primeros síntomas de crisis,
se puso en marcha una paulatina pero constante sustitución de asalariados por
trabajadores autónomos, lo que servía a los patronos para evadir las rigideces
del mercado de trabajo.
El sector agrario representaba en 1955 el 46,1 por ciento del total de la
población activa, en 1975 había descendido al 23 por ciento. El total de pérdi-
das en términos absolutos fue de casi dos millones y medio de efectivos. Este
descenso, a diferencia de lo ocurrido en los demás sectores, no hizo variar el
porcentaje de asalariados, que se movía en torno al 35 por ciento, aunque sí el
de los pequeños agricultores y ganaderos. El éxodo rural provocó un envejeci-
miento de la población activa agraria.91
Tanto la industria como la construcción y los servicios vieron aumentar el
número de trabajadores, especialmente este último sector que se incrementó
en más de dos millones de activos. De hecho va a ser el sector servicios el que
porcentualmente tenga un mayor peso en 1975, el 39,2 por ciento, mientras
veinte años antes representaba sólo un 25,9 por ciento.
A la hora de analizar la evolución de las diversas categorías ocupacionales
entre 1964 y 1976 se aprecian con claridad dos grupos. Por un lado, los que
pierden efectivos, los que se encuentran en retroceso: los pequeños propietarios
agrícolas (-8,9 por ciento), obreros sin especializar (-5,4 por ciento), obreros
agrícolas (-3,4 por ciento), autónomos en la industria y en los servicios (-0,6 por
ciento) y, por último, el de los empresarios con asalariados (-0,4 por ciento). Por
otro lado, las ocupaciones que aumentan sus efectivos: personal administrativo,
comercial y técnico (+7,8 por ciento), personal de servicios (+2,9 por ciento) y
los gerentes, directivos y encargados (+1,2 por ciento).
Estos cambios en la estructura ocupacional van a tener una notable influen-
cia en la estructura de las clases sociales92, a la vez que ponen en evidencia la

90. ALBARRACÍN, Jesús, Las tendencias básicas de la población, el empleo y el paro en el período -1964 a
•1980, Madrid, 1982, p. 25.
91. LEGUINA, Joaquín y NAREDO, José M., «Éxodo rural y envejecimiento de la población activa
agraria», Información Comercial Española, 496 (diciembre 1974), pp. 84-90.
92. Como afirma José Félix TEZANOS, los cambios habidos en la estructura ocupacional ponen de
manifiesto el proceso de modernización de la sociedad española, la quiebra del viejo sistema

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 15-43


38 Alvaro Soto Carmona

similitud del proceso español con el habido en otros países de la Europa Oc-
cidental, aunque es cierto que en la mayor parte de los casos nuestro proceso
fue tardío93.
La incapacidad estructural de la economía española para absorber su oferta
de mano de obra, y la demanda de trabajadores de algunos países de Europa
occidental dio lugar a una intensa corriente emigratoria externa paralela a la
interna. La salida de mano de obra adulta fuera de nuestras fronteras no sólo
supuso un respiro para nuestro mercado de trabajo94, sino la llegada de impor-
tantes cantidades de remesas, que junto a la inversión extranjera y las divisas
que dejaba el turismo, constituyeron la base necesaria para el crecimiento eco-
nómico y el mantenimiento del equilibrio presupuestario.
En 1956 se creó el Instituto Nacional de Emigración para encauzar y facilitar la
emigración, a la vez que daba una cierta garantía a los emigrantes con la firma
de convenios con otros países como fue el caso de Alemania, Suiza y Francia.
También existía el deseo por parte de las autoridades españolas de allanar «el
camino a la integración del país en Europa»95. Entre 1961 y 1975 emigraron a
Europa más de dos millones y medio de españoles96, de los cuales el 56,5 por
ciento eran emigrantes de temporada cuya estancia era inferior a los tres meses.
Francia y la República Federal de Alemania fueron los principales países recep-
tores. A partir de 1974 la emigración exterior sufrió un «frenazo»97, debido a los
primeros síntomas de la crisis económica.
En conclusión, durante los años analizados se produjo un descenso consi-
derable del sector agrario, la consolidación y el crecimiento de la industria y el
proceso de terciarización. Dichos cambios se completan con el incremento de la
población en edad de trabajar y una intensa emigración, que absorbió una parte
sustancial de la mano de obra que la economía española era incapaz de emplear.
A ello se añadiría una cada vez más numerosa población dependiente, hecho

de clases y su sustitución por uno nuevo, que responde plenamente a la estratificación propia
de las modernas sociedades capitalistas. Este nuevo sistema, estaría condicionado por la cre-
ciente desruralización, el proceso de industrialización y terciarización, el incremento del número de
asalariados y la mesocratízación de la sociedad. Existiendo cada vez más una identificación de la
población con las clases medias. Véase de dicho autor: Estructura de clases en la España actual,
Madrid, 1975; y «Clases sociales», en GlNER, Salvador (dir.), España. Sociedad y política, Madrid,
1990, pp. 109-141.
93. AMBROSIUS, Gerold y HUBBARD, William H., Historia social y económica de Europa en el siglo XX,
Madrid, 1992, pp. 80-87.
94. Las tasas de paro nominales que se registraban en España a mediados de los años sesenta se si-
tuaban en torno al 3 por ciento, dicho porcentaje se elevaría casi al llpor ciento si se computase
la mano de obra que emigró hacia Europa.
95. SERMET, Jean, «La Nouvelle Emigration Espagnole», Revue Geographiaue des Pyrénées et du Sud-
Oueste, XXXI (septiembre 1960), p. 297.
96. La cifra exacta de emigración asistida fue de 2.565.832, pero habría que añadir la emigración
no controlada por las autoridades. Los datos provienen del cuadro 2.19 del libro coordinado
por CARRERAS, Albert y TAFUNELL, Xavier, Estadísticas históricas de España. Siglos XIX-XX, Bilbao,
2005, p. 141.
97. Parra, Francisco, La emigración española en Francia 1962-1977, Madrid, 1981, p. 44.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 15-43


No todo fue igual. Cambios en las relaciones laborales, trabajo y nivel de vida de... 39

que tiene que ver con el aumento de la escolarización, y una mayor presencia
de la mujer en los mercados de trabajo.

SALARIOS Y NIVEL DE VIDA


Desde finales de los años cincuenta, la progresiva adaptación de la economía
española a las occidentales imponía una modificación sustancial del modelo
salarial. Los cambios exigidos se concretaban en un incremento de los niveles
salariales con el fin de hacer crecer la demanda efectiva y con ella la economía;
es decir, aumentar el consumo, la productividad y evitar el paro tecnológico. A
ello se unía la necesidad de flexibilizar el propio sistema salarial, rompiendo con
el dirigismo estatal y posibilitando con ello la movilidad de la mano de obra y la
adecuación de la misma a las nuevas relaciones técnicas de producción.
Las Encuestas de Salarios publicadas por el Instituto Nacional de Estadística para
los años sesenta nos muestran la cada vez mayor importancia que tuvieron
conceptos retributivos tales como «mejoras voluntarias», «primas e incenti-
vos», «gratificaciones» y «horas extras». Especial incidencia tuvieron las horas
extraordinarias, que se utilizaban para evitar la contratación de nueva mano de
obra, debido a las dificultades que había para el despido. Dichos complementos
llegaron a alcanzar, en algunas actividades, más del 50 por ciento de las retribu-
ciones totales de los trabajadores98. En algunas empresas como la
«Basconia, los sueldos y jornales representaban un 60 por 100 sobre la retribución
total de los trabajadores en sus diversas modalidades. El resto, se desdoblaba en un
32 por 100 a través de las denominadas atenciones sociales obligatorias, mientras un 8
por 100 era devengado en concepto de atenciones sociales voluntarias. Entre las prime-
ras, la retribución incluía una gran variedad de conceptos, como el plus familiar, las
pagas de beneficios, pagas extras, fiestas abonables y domingos, pluses de distancia,
seguros sociales y de accidente de trabajo, etc. En el segundo grupo se incluían otros
complementos, como las pagas extras de abril y octubre, pluses familiares a estas
pagas, gratificaciones por año de servicio y buen comportamiento, etc.»99
Un Decreto de 15 de febrero de 1962 estableció los conceptos retributivos
exentos de consideración legal (prestaciones de carácter familiar, asignaciones
de carestía de la vida, dotes por matrimonio,...), y una Orden de 22 de no-
viembre de 1973 recogió como computables otra serie de conceptos (descanso
semanal, ausencias justificadas, interrupción del trabajo por causas ajenas a
la voluntad del trabajador,...). Todo este entramado legal, complejo y farrago-
so, lo que trataba era de compensar los bajos salarios, incorporando nuevos
complementos.
Durante los años analizados se produjeron tres hechos: el incremento del
peso de las rentas salariales en el PIB, el aumento de los salarios reales y, por
último, el cierre de los abanicos salariales.

98. MINISTERIO DE ECONOMÍA Y COMERCIO, Análisis estructural de los Convenios Colectivos i 980-1981,
Madrid, 1982, p. 18.
99. PÉREZ, José A., Los años del acero..., p. 123.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 1543


40 Alvaro Soto Carmona

Los salarios incrementaron su participación en el PIB. Así, en 1964 represen-


taba un 44,3 por ciento, y en 1975 el 53,7 por ciento. Esta tendencia se mantuvo
hasta un año después de la firma de los Acuerdos de la Moncha. Si analizamos la
distribución funcional de la renta, se aprecia que son las rentas del trabajo y las
públicas las que aumentan entre 1955 y 1975. Así las rentas de trabajo pasan de
representar un 44,46 por ciento a un 62,76 y las rentas públicas de un 2,75 por
ciento a un 3,22. En cambio, las rentas mixtas y de capital disminuyen en dicho
espacio de tiempo, pasando la primera de un 33,42 por ciento a un 21,9, y la
segunda de un 17,37 por ciento a un 12,12100.
La tasa media de crecimiento anual de los salarios nominales entre 1964 y
1965 fue de un 17,07 por ciento, siendo especialmente intensa en 1974 y 1975,
años donde ya se siente la crisis económica y en los que el Gobierno pone en
marcha la «política compensatoria», que tanto daño hizo a la economía espa-
ñola. En ese mismo período de tiempo el incremento de los salarios reales fue
de un 7,5 por ciento como tasa media anual. El avance de éstos se mostró más
estable que el de los nominales.
La evolución salarial, al no ser uniforme, provocó un cierre en el abanico,
siendo la tasa de crecimiento tanto más alta cuanto más baja era la posición que
ocupaba en la tabla. El cierre, aún siendo general, difería según los casos:
«(...) si tomamos el diferencial correspondiente a las dos categorías situadas en los
extremos superior e inferior de retribuciones (técnicos titulados y peones), observa-
mos que el descenso ha sido sustancial, pasando de un valor de 3,96 en 1964, a 2,7
en 1976, lo que significa que el salario medio de los primeros ha pasado de ser cuatro
veces el de los segundos, a poco más de dos veces y media en estos años»101.
La OSE realizó un estudio 102 que mostraba como el nivel de vida, en veinti-
cinco años, se había duplicado y cómo las necesidades fundamentales que sólo
estaban cubiertas en una tercera parte en 1950 llegaron a «estar cubiertas casi
un 75%» veinticinco años después103. Aunque se debe indicar, como señalaba
dicho estudio, que los niveles de bienestar social se situaban por detrás de los
niveles de crecimiento económico.
El incremento de los salarios reales fue determinante para que se produjera
la mejora del nivel de vida. Sin duda la negociación colectiva favoreció la subida
de los salarios y más cuando el Jurado de Empresa era representativo de la volun-
tad de los trabajadores. Lo habitual en los convenios era ligar la subida salarial
al índice del coste de la vida104. También se debe añadir que a partir de 1956 se

100. Los datos proceden del BANCO DE BILBAO, Renta Nacional de España y su distribución provincial
(Serie homogénea (-1955-1975), Bilbao, 1978, p. 89 (tabla R-29).
101. SÁEZ FERNÁNDEZ, Felipe, «Salarios y segmentación del mercado de trabajo en España», en SE-
CRETARÍA GENERAL TÉCNICA, El mercado de trabajo en España, Madrid, 1982, p. 99.
102. SERVICIO SINDICAL DE ESTADÍSTICA, Aproximación a un índice de evolución del nivel de vida para el
periodo -I950-'I975, Madrid, 1977.
103. Ibidem, p. 144.
104. «(...) los salarios establecidos se verán incrementados automáticamente con el porcentaje que
determine el Instituto Nacional de Estadística, como índice de aumento del coste de vida para

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 15-43


No todo fue igual. Cambios en las relaciones laborales, trabajo y nivel de vida de... 41

establecieron los salarios mínimos por zonas, y en 1963 se creó el salario mínimo
interyrofesional garantizado.

Tabla 3. Evolución de la estructura del presupuesto de consumo


medio por persona (En tanto por cientos destinado a cada partida)

Concepto 1958 1964 1968 1973/74


Alimentación 55,3 48,6 44,4 38,0
Vestido y calzado 13,6 14,9 13,5 7,7
Vivienda 5,0 7,4 10,3 12,0
Gastos de casa 8,3 9,2 8,1 10,7
Otros gastos 17,8 19,9 23,7 31,6

Elaboración propia. Fuente: INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA. Encuesta de presupuestos familiares,


años correspondientes.

Buena muestra del alza del nivel de vida lo constituye el desplazamiento


que dentro de los gastos sufrieron las partidas correspondientes a los consumos
«primarios» a favor de otros. Estos últimos fundamentalmente fueron bienes de
consumo duraderos 105 .
La estructura del consumo, así como el volumen global del gasto medio
variaban sustancialmente de una región o provincia a otra. Mientras que el
País Vasco, Navarra, Madrid y Barcelona siempre se situaron por encima de la
media; en cambio, Galicia, Asturias, Castilla la Vieja y León «en ningún indica-
dor presenta un valor superior a la media nacional»106. También había notables
diferencias entre el medio rural y urbano. Mientras en las ciudades el porcenta-
je del consumo dedicado a la alimentación, vestido y calzado representaba en
1973/74 el 41,8 por ciento del gasto total, en los núcleos rurales se elevaba al
50,6 por ciento.
Pero dicha mejora en el nivel de vida estuvo acompañada de la aparición de
nuevos problemas, como fue el de la vivienda en aquellas ciudades donde llegó
masivamente la población proveniente del éxodo rural.

Madrid y su provincia», en Artículo 4° del Convenio Sindical de la Industria Siderometalúrgica para


la provincia de Madrid, 8 de febrero de 1965.
105. La producción de bienes de consumo duradero se multiplicó. En 1959 se fabricaron 37.763
automóviles; en 1976 la producción alcanzó 753.030, es decir, se multiplicó por veinte. Lo
mismo ocurrió, para el mismo período de tiempo, con los televisores que se incrementaron
en un 2.665 por ciento, los frigroríficos en un 3.039 por ciento, las lavadoras en un 1.207 por
ciento y los teléfonos en un 1.600 por ciento. Una idea del cambio nos lo muestran datos como
los que siguen: en 1960 la televisión sólo era disfrutada en el 1 por ciento de los hogares; trece
años después, sólo un 15 por ciento de hogares carecían de la misma. Si nos referimos al frigro-
rífico, en 1960 el 86 por ciento de los hogares no disponían de él, mientras que en 1973 el 82
por ciento disponían del mismo. Estos datos proceden de estudio realizado por la FUNDACIÓN
FOESSA, Estudios sociológicos sobre la situación de España, Madrid, 1976, p. 975.
106. Ibidem, p. 983.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 15-43


42 Alvaro Soto Carmona

A finales de los años cincuenta se puso en marcha un Plan Nacional de Vivien-


da que favoreció sobre todo a las ciudades industriales (Madrid y Barcelona) y
turísticas (Alicante y Valencia), pero el déficit de viviendas seguía siendo impor-
tante. Desde comienzos de la década de los sesenta hasta 1976 se construyeron
más de cuatro millones cuatrocientas mil viviendas. En Madrid y su entorno
existían, en 1956, más de cincuenta mil chabolas y en 1965 se calculaba que el
déficit de viviendas ascendía a 985.004107.
Dos hechos caracterizaban la situación: en primer lugar que la iniciativa
privada superaba a las promociones públicas, tendencia que se iría acentuando
a lo largo de la década108; y, en segundo lugar, la transformación habida en el
régimen de tenencia de las viviendas. En Madrid en 1950 el 88 por ciento del
total de las viviendas eran alquiladas; en 1965 las viviendas alquiladas repre-
sentaban un 54 por ciento. Este cambio supuso un incremento considerable de
los nuevos propietarios, que pasaron de representar un 6 por ciento en 1950 a
un 54 por ciento en 1965. Como consecuencia de ello se produjo un creciente
endeudamiento de la clase trabajadora y de la clase media, que fijó su residencia
de forma estable, repercutiendo todo ello en el mercado de trabajo.
Si bien aumentó la cobertura sanitaria cubierta por el seguro obligatorio de
enfermedad hasta un 77,5 por ciento en 1975, el servicio ofrecía un desigual
desarrollo, ya que mientras en las provincias del norte existía una relativa abun-
dancia de médicos, en las del sur la escasez era manifiesta, a lo que se añadía
una baja calidad en la atención al paciente, la ausencia de medicina preventiva,
la infrautilización de recursos y la falta de coordinación hospitalaria109.
En el campo educativo, pese a los avances que supuso la Ley General de Edu-
cación, también había significativos desequilibrios como se pone de manifiesto
a la hora de analizar la procedencia social del alumnado, siendo la renta familiar
la principal causa que determinaba el acceso a los centros docentes de grado
medio y superior:
«La familia con renta baja no puede soportar sobre sí los gastos que origina la
instrucción de sus hijos, no sólo por el coste directo (...), sino también por lo que
podríamos llamar «lucro cesante» al impedir incorporar al hijo a la oferta de trabajo
remunerado.»110
Pero el hecho más negativo era el desigual reparto de la renta. La existencia
de un sistema fiscal regresivo e ineficaz fue la principal causa de dicha situación,
además en «el período 1964-1970 no se ha introducido ninguna corrección a la

107. CARITAS ESPAÑOLA, Plan de Promoción Social, Asistencia Social y Beneficencia de la Iglesia en España,
I, Madrid, 1965, p. 120.
108. CASTEIXS, Manuel, «La crisis urbana de Madrid», en AYUNTAMIENTO DE MADRID, Madrid:
Cuarenta años de desarrollo urbano -1940-1980, Madrid, 1981, p. 170.
109. GARCÍA-DURAN DE LARA, José y PuiG BASTARD, Pedro, La calidad de vida en España, Madrid,
1980, p. 293.
110. CARITAS ESPAÑOLA, Plan de Promoción..., of. cit., p. 93.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 1543


No todo fue igual. Cambios en las relaciones laborales, trabajo y nivel de vida de... 43

desigual y poco equitativa distribución de la renta española»111, situación que


se prolonga hasta 1978. Lo cierto fue que el crecimiento de los años sesenta
favoreció a las rentas más altas, y aunque no supuso que los asalariados sufrie-
ran un empeoramiento de su posición en términos absolutos, sí lo sufrieron en
términos relativos112.
Las rentas salariales se encontraban desigualmente repartidas: en 1973 el
60,2 por ciento de los trabajadores recibía el 36,1 por ciento de los ingresos,
mientras en el escalón superior el 12,3 por ciento percibía el 29 por ciento113.
Igual ocurría con respecto a la distribución de la renta personal disponible: en
1964 el 46,05 por ciento de los hogares recibía el 22,5 por ciento y en el extremo
opuesto el 0,4 por ciento de los hogares disponía del 4,17 por ciento.
Aunque es evidente que se produjo un proceso de mejora general del nivel
de renta, todavía quedaba mucho por hacer, dado que en 1965 «el 10% de la
población, o sea, unos tres millones de personas aproximadamente, se encuen-
tra en una situación de pobreza.»114 A lo que había que añadir el papel pasivo
del Estado, ya que el gasto público con relación al PIB era muy bajo en España,
tan sólo el 21,7 por ciento en 1970 y el 24,6 por ciento en 1975, mientras en la
OCDE era del 32,4 y del 38 por ciento respectivamente y en el Mercado Común
del 37 y 44,5 por ciento, en dichos años115.
Este hecho era consecuencia de la ausencia de un sistema fiscal moderno y
progresivo, tampoco existía una política de renta, aunque sí medidas de protec-
ción social, por lo que no se puede hablar durante el franquismo de Estado del
bienestar, que va a ser construido a lo largo de la transición y la democracia, sino
de Estado de asistencia social.

111. ALCAIDE, Julio, «Así se distribuye la riqueza y la renta en la sociedad española», Revista Sindical
de Estadística, 4.° trimestre de 1974.
112. ALBI, Emilio, «La distribución personal de la renta en España (1964-1967-1970)», Hacienda
Pública Española, 32 (1975), p. 66.
113. INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA, La Renta Nacional en 4975 y su distribución, Madrid, 1976,
p. 208.
114. CARITAS ESPAÑOLA, Plan de Promoción..., op>. cit., p. 155.
115. RODRÍGUEZ CABRERIZO, Gregorio, El Estado del bienestar en España: debates, desarrollo y retos,
Madrid, 2004, p. 131; y también Papeles de Economía Española, 37 (1988).

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 15-43


FRANQUISMO, ¿ESTADO DE DERECHO?
NOTAS SOBRE LA RENOVACIÓN DEL LENGUAJE
POLÍTICO DE LA DICTADURA DURANTE LOS AÑOS 60

Nicolás Sesma Landrin

INTRODUCCIÓN
La mayoría de estudios generales sobre el franquismo han señalado el cam-
bio de Gobierno de 1957 como un importante punto de inflexión en la trayec-
toria del régimen1. A partir de ese momento, el definitivo fracaso del proyecto
de institucionalización falangista y la sustitución del modelo autárquico por un
nuevo programa de reforma económica marcaron la transición hacia el conoci-
do como tardofranquismo, caracterizado por el predominio del sector político
tecnocrático y opusdeísta, situado bajo la batuta del almirante Carrero Blanco.
La entrada de este nuevo equipo en el gabinete y en los puestos clave del
aparato del Estado trajo consigo una renovación del personal político de la
dictadura, con la relativa postergación de las tradicionales canteras de coopta-
ción del régimen, como la del catolicismo colaboracionista y la de FET y de las
JONS2. Paralelamente a este proceso, se produjo igualmente una progresiva mo-
dificación de las referencias legitimadoras de la dictadura3, que tendrá su punto
culminante con las celebraciones de los XXV Años de Paz, que marcaron el paso
desde la «legitimidad de origen» a la «legitimidad de ejercicio», como puso de
manifiesto el estudio de Paloma Aguilar Fernández 4 . Este cambio tenía como

1. PAYNE, Stanley G., El régimen de Franco. 1936-1975, Madrid, 1987; MoRADIELLOS, Enrique, la
España de Franco (1939-1975). Política y Sociedad, Madrid, 2000; SOTO CARMONA, Alvaro, ¿Atado y
bien atado? institucionalización y crisis del franquismo, Madrid, 2005.
2. GENIEYS, William, Les élites espagnoles face a l'État. Changements de régimes politiques et dynamiques
centre-périphéries, Paris, 1997; CAMPUZANO, Francisco, L'elite franauiste et la sortie de la diaature,
París, 1997.
3. ROCA, José M., «Fuentes de legitimidad del régimen franquista», en Tiempos De Silencio. Actas del
IVEncuentro de Investigadores del Franquismo, Valencia, 1999, pp. 696-698.
4. AGUILAR FERNÁNDEZ, Paloma, Memoria y olvido de la Guerra Civil española, Madrid, 1996.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 45-58


46 Nicolás Sesma Landrin

uno de sus principales objetivos alcanzarla definitiva aceptación del régimen en


la escena internacional, especialmente frente a una Europa que se encontraba en
pleno proceso de integración, y de la que se era cada vez más dependiente en
términos económicos y técnicos5.
A pesar de la importancia de esta renovación de las fuentes de legitimidad
del franquismo, su proceso de construcción en el seno de las distintos organis-
mos jurídico-políticos y culturales del régimen y las dinámicas de lucha interna
que generaron entre los distintos grupos de la coalición reaccionaria, así como
la recepción de esta nueva legitimidad a nivel internacional, especialmente en-
tre los círculos intelectuales y políticos europeos, han recibido escasa atención
por parte de la reciente historiografía6.
En este sentido, el objetivo de la presente comunicación será realizar una
primera aproximación a la presencia en el nuevo discurso del franquismo de la
noción de «Estado de Derecho». En concreto, centraremos nuestra atención en
el informe que sobre la aplicación de este concepto al régimen franquista realizó
en 1962 la Comisión Internacional de Juristas (CIJ) -organismo consultivo de las
Naciones Unidas- bajo el título El Imperio de la Ley en España, y en la correspon-
diente respuesta oficial presentada por la dictadura, España, Estado de Derecho.
Réplica a un informe de la Comisión Internacional de Juristas, elaborada en el seno
del Instituto de Estudios Políticos (IEP).
Como hemos señalado anteriormente, en su búsqueda de la plena normali-
zación de sus relaciones exteriores y de la mejora de su imagen internacional,
sobre todo ante la opinión pública y la clase política europeas, el régimen de
Franco comenzó a utilizar desde finales de los años cincuenta y durante la dé-
cada siguiente, una terminología política más acorde al sistema democrático y a
la herencia jurídica de la Ilustración. En palabras de Pere Ysás: «el lenguaje fran-
quista incorporó y utilizó habitualmente conceptos y expresiones ajenos a sus
raíces políticas tales como democracia, libertades, constitución o Estado de derecho,
desnaturalizándolos absolutamente, construyendo así en el plano discursivo
lo que podría denominarse un régimen «virtual» poco acorde con el realmente
existente»7.
Esta modificación semántica no debe interpretarse como baladí, puesto
que no en vano una de las transformaciones más relevantes operadas por el
fascismo y el nazismo a nivel jurídico -aunque igualmente a nivel de la vi-
da cotidiana, como pone de manifiesto la lectura de las memorias de Víctor

5. MORENO JUSTE, Antonio, franquismo y construcción europea (195t-'l96Z): anhelo, necesidad y realidad
de la aproximación a Europa, Madrid, 1998.
6. GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro Carlos, «Gonzalo Fernández de la Mora y la «legitimación» del fran-
quismo», Sistema, 91 (1989), pp. 83-105; El fin de las ideologías: sobre el agotamiento de las ideas po-
líticas en los años cincuenta (presentación y coordinación de la edición española, Joaquín ABELLÁN),
Madrid, 1992.
7. YSÁS, Pere, Disidencia y subversión. La lucha del régimen franquista por su supervivencia, 1960-1975,
Barcelona, 2004, p. XII.

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Franquismo, ¿Estado de Derecho? Notas sobre la renovación del lenguaje político... 47

Klemperer 8 - fue su corrupción del lenguaje9, con una modificación del sentido
de buena parte de los conceptos de los que se servían tanto en su propaganda
como en su praxis legislativa. Como ha remarcado Benjamín Rivaya a propósito
de la legislación del nacionalsocialismo: «El dato que primeramente descubría
el intento transformador de los nazis se encontraba en el lenguaje. Antes que
nada la revolución jurídica fascista fue una revolución lingüística, y no sólo por
el uso constante de términos como «pueblo», «espíritu», «vida», «orgánico» y
otros semejantes, sino también porque las palabras jurídicas habituales fueron
arrinconadas en beneficio de otras nuevas que [...] correspondían a realidades
y conceptos distintos»10. De la misma forma, en una obra ya clásica, Emilio
Gentile advertía de la importancia de esta modificación terminológica para el
proceso de «sacralizzazione della politica» ocurrido en la Italia del fascismo11.
Esta transformación se había producido igualmente en España tras el triun-
fo de las tropas nacionalistas en la guerra civil. En consonancia con el carácter
ecléctico de la coalición reaccionaria del franquismo, carente de una tradición
ideológica unitaria, los juristas del régimen no se lanzaron a la creación de un
nuevo léxico jurídico basado en los postulados fascistas-falangistas, sino que
optaron por una simbólica vuelta historicista a términos propios del Antiguo
Régimen, sobre los que existía un mínimo consenso en cuanto a la apelación
a su herencia doctrinal. De esta forma, las sucesivas pseudoconstituciones del
régimen recibieron el nombre, de regusto tradicionalista, de Fueros; por su par-
te, el antiguo parlamento sería denominado, desde su re-creación corporativa
de 1943, como Cortes Españolas, mientras que sus miembros pasaban de ser
diputados a Procuradores, nombre inspirado en los antiguos componentes de las
Cortes de Castilla y recuperado para evitar el uso de una palabra de reminiscen-
cias liberales. El mensaje que se pretendía transmitir era que la conformación
institucional del Nuevo Estado suponía el retorno de «una concepción política
y una estructura estatal que por ser legítimas de origen y por estar insertas bio-
lógicamente en las entrañas de la tradición y ser conformes con los imperativos
de nuestro tiempo, cristaliza desde el primer instante en un sistema político-
social de derecho, españolamente original, superador, sin lastres ni taras, con
un sentido de continuidad histórica»12, así como una liquidación definitiva del
liberalismo político decimonónico.
A la luz de esta interpretación, la renovación del lenguaje político de la
dictadura en Jos años sesenta ejemplificaba la apelación a las nuevas fuentes
de la «legitimidad de ejercicio», con la utilización exhaustiva de términos co-
mo «desarrollo», «bienestar», «paz», o la articulación de nuevas construcciones
jurídicas como la de «Constitución Abierta», presentes en las declaraciones y

8. KLEMPERER, Victor, La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo, Barcelona, 2001.
9. WlNCKELER, Lutz, La función social del lenguaje fascista, Barcelona, 1979.
10. RlVAYA, Benjamín, «La reacción contra el fascismo (La recepción en España del pensamiento
jurídico nazi)», Revista de Estudios Políticos (Nueva Época), 100 (1998), p. 162, nota.
11. GENTILE, Emilio, // culto del littorio: la sacralizzazione della politica nell'halia fascista, Roma, 1993.
12. FRANCO, Francisco, Pensamiento político de Franco, tomo I, Madrid, 1975, p. 85.

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48 Nicolás Sesma Landrin

discursos tanto del Gobierno y sus miembros 13 como del propio Franco14. En
este sentido, quizá por sus implicaciones a nivel internacional, se hizo espe-
cial recurso del concepto de «Estado de Derecho», que incluso figuraba en la
declaración programática del nuevo Gobierno de 1957, en la que se formulaba
la aspiración de «completar el cuadro de las instituciones jurídicas y políticas
propias del Estado de Derecho»15. Con su apropiación, el régimen franquista
pretendía emparentarse con los sistemas democráticos, y trataba de demostrar
que su ordenamiento jurídico, a pesar de sus particularidades nacionales, era
perfectamente homologable al del resto de países de Europa occidental.

LA IDEA DEL ESTADO DE DERECHO EN LA CULTURA POLÍTICA


FRANQUISTA
Dentro de la cultura política de la dictadura, entendida aquí como el «conjun-
to de ideas, representaciones y valores que van a llenar de contenido al régimen
en sus manifestaciones más intelectuales, ligadas de una manera concluyente
a los distintos grupos político-ideológicos que integraron el bando franquista
desde el inicio de la guerra»16, la utilización de la idea del Estado de Derecho
tenía algún antecedente tanto en el campo falangista como especialmente en el
seno del catolicismo político. Una mención a dichos antecedentes, por más que
resulten simplemente referencias en declaraciones o discursos, ya que ninguno
de ambos grupos políticos desarrolló una teoría propiamente dicha sobre el sig-
nificado del concepto, puede ayudarnos a calibrar el sentido que los dirigentes
franquistas atribuían a la idea del Imperio de la Ley.
Un primer antecedente lo encontramos en el curso de la guerra civil, durante
el proceso de sustitución del inicial «Estado campamental» por unas estructu-
rales estatales dignas de tal nombre. El artífice de esta transformación, Ramón
Serrano Súñer, declaró en numerosas ocasiones que el objetivo final de este
proceso era la institución del Estado de Derecho, entendido como nuevo marco
jurídico superador del caduco Estado liberal: «porque interesa recordar siempre
a amigos y enemigos que el Estado totalitario no es el Estado tiránico, sino un
Estado de Derecho en que las situaciones y facultades a su amparo nacidas de-
ben sentirse más fuertes y más firmemente protegidas que en los amparos que
les diera el viejo Derecho del Estado liberal»17. Incluso muchos años más tarde,
entre las premisas que guiaron su actuación política durante su permanencia

13. El 15 de julio de 1962, Camilo Alonso Vega proclamaba la superioridad de la democracia es-
pañola, ya que un régimen «será tanto más democrático y tendrá mayor legitimidad según los
buenos servicios rendidos al pueblo, según sus esfuerzos y resultados para lograr un orden justo,
un Estado de Derecho, una Seguridad Jurídica como los forjados por el Régimen de Franco»,
YSÁS (2004), p. 128.
14. FRANCO, Francisco, Pensamiento político de Franco, tomo II, Madrid, 1975.
15. «Declaración programática del Gobierno de 1957», 27 de febrero de 1957.
16. RUIZ CARNICER, Miguel Ángel, «La idea de Europa en la cultura franquista 1939-1962», Hispania,
199 (1998), p. 681.
17. SERRANO SÚÑER, Ramón, De la victoria y la postguerra (Discursos), Madrid, 1941, p. 100.

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Franquismo, ¿Estado de Derecho? Notas sobre la renovación del lenguaje político... 49

en el Gobierno, Serrano citaba la de «encuadrar el Movimiento Nacional en


un régimen jurídico, esto es, instituir el Estado de Derecho»18. Esta concepción
del Imperio de la Ley, acorde con la voluntad adanista de la legislación de ins-
piración falangista19, quedaba referida exclusivamente al sentido positivo de
las leyes, sin mención alguna a la representatividad de los órganos de los que
eran emanados dichos textos, aspecto que caracterizaba su consideración del
Estado de Derecho. En la misma dirección, si bien a mayor altura intelectual,
se situaban construcciones como las de Luis Legaz Lacambra20, que paradójica-
mente había trabajado con Hans Kelsen en Viena en 1929, y que presentaba el
Estado de Derecho de inspiración fascista como superación del normativismo
liberal21.
Por su parte, el catolicismo político, articulado en torno a la Asociación
Católica Nacional de Propagandistas, también había desarrollado su propia con-
cepción del Estado de Derecho, contenida incluso parcialmente en el programa
político de reforma que Alberto Martín Artajo trató de poner en marcha con su
entrada en el Gobierno en 194522.
Una de las formulaciones más acabadas de lo que este sector del franquismo
entendía por Estado de Derecho nos la proporciona su máximo inspirador, Án-
gel Herrera. En 1946, el antiguo director de la ACNP daba cuenta en una larga
disertación de la doctrina del movimiento católico sobre el papel del Estado y
su relación con la sociedad: «Estado de Derecho para nosotros es, ante todo,
respeto a la dignidad de la persona humana con todas sus consecuencias. Va
implícita en ellas la moderada libertad de que debe gozar el ciudadano en la
sociedad. La reglamentación, prevista y garantizada por la ley, de esa libertad
legítima»23. Herrera daba algunas «normas interpretativas» para una correcta
configuración de este ordenamiento, la principal, que se respetara «una catego-
ría política que está por encima de la misma libertad y de los derechos políticos
del pueblo. Una categoría que es la primera exigencia de las sociedades; si ella
falta, todas las demás garantías constitucionales son nulas», dicha categoría no
era otra que «autoridad y orden. Cualquier Constitución que se dé a España
ha de ser tal, que en beneficio de la libertad de todos se salven, lo primero, los
fueros de la autoridad suprema y se garantice plenamente el orden material y
público». Así, el concepto del Estado de Derecho católico se sustentaba en dos
dimensiones principales, la noción de orden, que ya aparecía en el programa

18. SERRANO SLJÑER, Ramón, Entre Hendaya y Gibraltar, Barcelona, 1973, p. 230; Entre el silencio y la
propaganda, la Historia como fue. Memorias, Barcelona, 1978, p. 158.
19. THOMÁS, Joan Maria, La Falange de Franco. Fascismo y fascistización en el régimen franquista (1937-
1945), Barcelona, 2001.
20. LEGAZ LACAMBRA, Luis, El Estado de Derecho en la actualidad, Madrid, 1934; Introducción a la Teo-
ría del Estado Nacional-Sindicalista, Barcelona, 1940; «Estado de Derecho e idea de la legalidad»,
Revista de Administración Pública, 6 (1951).
21. LÓPEZ GARCÍA, José Antonio, Estado y derecho en el franquismo. El nacionalsindicalismo: F. J. Conde
y Luis Legaz Lacambra, Madrid, 1996.
22. TÚSELE, Javier, Franco y los católicos. La política interior española entre 1945 y 1957, Madrid, 1984.
23. Boletín de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, 365 (1946), pp. 1-7.

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50 Nicolás Sesma Landrin

de Acción Nacional de 1931, y la idea del respeto a la dignidad de la persona


humana, relacionada con el concepto tomista del Bien Común.
Un organismo fundamental para la articulación de la terminología política
del régimen, así como para la armonización de estas distintas concepciones
doctrinales, fue el Instituto de Estudios Políticos. Fundado en septiembre de
1939 y configurado como principal laboratorio ideológico-político del Movi-
miento, el IEP había servido durante la inmediata posguerra de institución bisa-
gra entre el falangismo y la ACNP, sectores ambos de los que procedía la gran
mayoría de su personal. De la misma forma, durante la redacción en su seno
del Fuero de los Españoles se había tratado de establecer un texto de consenso
entre el normativismo totalitario y decisionista falangista y la doctrina del Bien
Común católica -que aparecía nombrada en el preámbulo de la Ley - acuerdo
que finalmente quedó en suspenso tras la decisión de última hora de incluir una
tabla de derechos y deberes individuales, por iniciativa del director, Fernando
María Castiella, hecho que no fue aceptado por los falangistas.
Desde 1948, durante la etapa como director de Francisco Javier Conde, el
Instituto había desarrollado una importante doctrina sobre el papel del Estado y
su relación con la sociedad civil24. Los directores siguientes, Lamo de Espinosa y
especialmente Manuel Fraga Iribarne, trataron de cubrir las nuevas necesidades
del régimen en materia de ordenamiento jurídico y modificación semántica
de cara al exterior. Desde la promoción de éste último al Ministerio de Infor-
mación y Turismo, el IEP se encontraba a cargo del intelectual falangista Jesús
Fueyo, que pronto habría de enfrentarse al reto de coordinar la redacción de la
contestación oficial del régimen al «Cuestionario sobre el Estado de Derecho»
de la Comisión Internacional de Juristas.

LA POLÉMICA SOBRE EL IMPERIO DE LA LEY EN ESPAÑA


La Comisión Internacional de Juristas había nacido en Berlín, en el contex-
to de la posguerra mundial, en memoria del Dr. Walter Linse, abogado de la
Alemania Federal y Presidente de la Asociación de Juristas Alemanes Libres.
Consagrado a la denuncia de las violaciones de los derechos humanos come-
tidas en la Alemania bajo dominio soviético, Walter Linse fue secuestrado el 8
de julio de 1952 por agentes de inteligencia de Alemania del Este y entregado al
KGB. A pesar de las protestas ciudadanas y de la pública petición realizada por
el canciller Adenauer para su liberación, el Dr. Linse fue ejecutado en Moscú un
año más tarde acusado de «espionaje».
Este acontecimiento condujo a un grupo de abogados a tomar la decisión de
fundar una organización para la defensa de los derechos humanos y el imperio
del Derecho. Su conferencia inaugural se produjo en 1952, y su sede quedó fija-
da en La Haya. En 1953, la CIJ se registraba legalmente como organización no

24. GRACIA, Jordi, «La idea del Estado en la Revista de Estudios Políticos (1945-1958)», TUSELL, Javier
et alia (eds.), El régimen de Franco (1936-1975)- Política y Relaciones Exteriores, Madrid, 1993, tomo
I, pp. 581-592.

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Franquismo, ¿Estado de Derecho? Notas sobre la renovación del lenguaje político... 51

gubernamental internacional25. Con una agenda inícialmente muy influenciada


por la dinámica de guerra fría, los elementos más progresistas de la organiza-
ción, liderados por los Colegios Oficiales de Abogados de Suecia y Grecia, se
mostraron contrarios a una caracterización anticomunista de la Comisión y for-
zaron la ampliación de sus actividades al análisis y denuncia de sistemas como
el Apartheid sudafricano o la dictadura franquista. El interés por España quedó
concretado en el viaje que en 1960 realizó su entonces Secretario General,
Norman S. Marsh, a Madrid, Barcelona y Sevilla, en el curso del cual estableció
relaciones con sus respectivos Colegios de Abogados 26 . Posteriormente, otro
de los miembros de la Comisión, Silverio Coppa, fue enviado en marzo 1961
al juicio seguido contra el catedrático de la Universidad de Salamanca Enrique
Tierno Galván, en calidad de observador.
Norman S. Marsh orientó los esfuerzos de la organización en la búsqueda
de una definición clara y universal del imperio del Derecho. Su sucesor, Dr.
Jean-Flavien Lalive, nombrado en 1958, continuó su labor y acercó la CIJ a las
Naciones Unidas, con el traslado de su sede a Ginebra y el apoyo decidido a los
procedimientos internacionales de protección de derechos humanos. Como re-
sultado de su gestión se creó la figura del Alto Comisionado para los Derechos
Humanos de las Naciones Unidas.
En su congreso de Nueva Delhi, en 1959, la CIJ definió los principios del
imperio del Derecho, especialmente en lo relativo a las salvaguardias sustan-
tivas y procesales requeridas para una adecuada administración de justicia27.
En este congreso se elaboró un cuestionario, denominado «Cuestionario sobre
el Estado de Derecho» que serviría de guía para la elaboración de una serie de
informes sobre el respeto al imperio de la Ley en determinados países, como
Estados Unidos (1957), Italia (1958), la República Federal de Alemania (1958),
Hungría (1957) o Sudáfrica (1960).
A comienzos de 1961, el Ministro de Justicia, el carlista Antonio María de
Oriol y Urquijo, remitía una carta al Secretario General del Movimiento, José
Solís Ruiz, en la que le indicaba que la CIJ estaba desarrollando una encuesta
en diversos países sobre el tema «El Imperio de la Ley», entre ellos España, y
le indicaba:
«No creo conveniente responder a dicho cuestionario como Ministro de Justicia,
aunque sí considero importante que se conteste al mismo, para que cuando publi-
quen el resultado de la encuesta puedan tener a la vista contestaciones adecuadas
que puedan contrapesar otras que reciban, más o menos tendenciosas. Creo, por ello,
que el Instituto de Estudios Políticos es el órgano adecuado para realizar este estudio
y concurrir a dicha encuesta, ya que las materias que en el expresado cuestionario

25. Boletín de la Comisión Internacional de Juristas, 1 (1954).


26. Boletín de la Comisión Internacional de Juristas, 10 (1961).
27. Comisión Internacional de Juristas/MARSH, Norman S., El Imperio de la Ley en las Sociedades Li-
bres. Informe sobre el Congreso Internacional de Juristas, Nueva Delhi, India, 1959, Ginebra, 1960.

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52 Nicolás Sesma Landrin

se formulan, se refieren no sólo a aspectos judiciales sino también (sic) y, de manera


muy detallada, a funciones legislativas y gubernativas»28.
El Instituto de Estudios Políticos elaboró la pertinente contestación, a cargo
de una Comisión especial formada por los Jefes de las distintas Secciones en las
que se articulaba el organismo 29 . Sobre la base de sus respuestas al cuestiona-
rio, la Comisión publicó su informe sobre el régimen franquista en 1962 con el
título genérico de El Imperio de la Ley en España30.
El Informe suponía un auténtico mazazo a las aspiraciones españolas de nor-
malización de su condición en el panorama internacional, así como a su petición
de ingreso en la Comunidad Económica Europea. El Informe, que declaraba no
entrar a valorar las causas que condujeron al desencadenamiento de la guerra
civil española: -«La Comisión sabe cuánto sufrió y padeció el pueblo español
durante la guerra civil y después de la lucha fraticida. No le corresponde emitir
juicio sobre las hondas discordias que escindieron a España a partir de 1936
[...] Para la Comisión tiene interés averiguar en qué medida se ha observado el
imperio de la ley en España desde 1936 hasta ahora»-, se ocupaba de diversos
aspectos del sistema político y judicial español, con especial énfasis en temas
como los fundamentos ideológicos e históricos del régimen, la «legitimidad de
origen» que refutaba al calificar el Alzamiento como «rebelión militar contra el
Gobierno legal de la República», el sistema del Partido Único, la Organización
Sindical, o el poder legislativo y las atribuciones del Ejecutivo en dicha materia,
aspectos todos en cuya exposición ponía de manifiesto la flagrante vulneración
de los presupuestos del Estado de Derecho. Respecto a la división de poderes,
señalaba igualmente la falta de independencia del poder judicial y de libertad
en el ejercicio de la abogacía, así como las grandes competencias que mantenía
desde la guerra la jurisdicción militar, sobre la que puntualizaba: «En época de
paz la utilización, constante en España, de la jurisdicción militar para reprimir
muchos delitos que normalmente serían juzgados por los tribunales ordinarios
es una inquietante violación de los principios del imperio de la ley»31.

28. Archivo General de la Administración, Sección Presidencia, Secretaría General del Movimiento,
caja n.° 18540, Carta del Ministro de Justicia a José Solís Ruiz, Ministro Secretario General del
Movimiento, 21 de marzo de 1961.
29. Archivo del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, «Memoria del IEP (1939-1964)».
30. El Imperio de la Ley en España, Ginebra, Comisión Internacional de Juristas, 1962.
31. Ibidem, p. 37. «En otros países de la Europa occidental los tribunales militares desempeñan en
época de paz una función meramente secundaria que se limita al enjuiciamiento de los delitos
exclusivamente militares [...] En España la situación es totalmente distinta. Los tribunales
militares constituyen uno de los pilares del régimen actual, instituido en primer lugar por un
levantamiento armado. Su jurisdicción es muy amplia en causas penales ordinarias y todavía
lo es más en relación con causas penales de carácter político. El Gobierno ha utilizado procedi-
mientos poco ordinarios para comprender en la jurisdicción de los tribunales militares materias
que por lo común les son completamente ajenas. Disposiciones especiales, en particular el
Decreto de 21 de septiembre de 1960, han asimilado a los delitos de carácter militar algunos
delitos comunes y delitos políticos cometidos por civiles».

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El Informe concluía que «La España moderna se basa en los cimientos sen-
tados durante la guerra civil», a lo que añadía declaraciones como la siguiente:
«Abrigamos la viva esperanza de que el Gobierno español haga pronto patente
su respeto por la dignidad y los derechos del individuo». Las declaraciones que
parecen reconocer alguna libertad a la prensa serán palabras vacías de sentido
si, como hasta ahora, el Gobierno puede seguir nombrando y destituyendo a
los directores de periódicos y fiscalizar totalmente tanto la expresión de opinio-
nes por medio de la prensa como el contenido y la presentación tipográfica de
las informaciones, al tiempo que afirmaba desear que el «heroico y denodado
pueblo español [...] avance hacia la libertad y la prosperidad en el seno de la
colectividad europea». Sin duda, el Informe suponía un auténtico jarro de agua
fría a la altura de noviembre de 1962, apenas 9 meses después de la solicitud de
apertura de negociaciones para la integración en la CEE.
El Gobierno de Franco encargó nuevamente al IEP la redacción de una res-
puesta para su publicación y difusión internacional. El resultado de este trabajo
apareció editado por el Servicio Informativo Español en 1964, bajo el título:
España, Estado de Derecho. Réplica a un informe de la Comisión Internacional de Juris-
tas32, y fue ampliamente distribuido en medios de prensa y diplomáticos, tanto
en España como en el extranjero.
La obra calificaba al Informe de la Comisión de mero «panfleto de propa-
ganda contra el orden político establecido en España». Para demostrarlo, el
texto acudía a la práctica totalidad del repertorio de construcciones con las que
el régimen trató de legitimarse a lo largo de toda su historia. De esta forma, se
combinaban tanto elementos de la «legitimidad de origen» como de la nueva
legitimidad desarrollista y tecnocrática. Junto a estas referencias doctrinales,
se recurría igualmente a la comparación con la legislación de Francia o Gran
Bretaña sobre determinadas materias y a la apoyatura en frecuentes citas de
autores españoles de prestigio internacional, generalmente considerados como
críticos del régimen, como el catedrático de Derecho Político y académico de
Ciencias Morales, Nicolás Pérez Serrano, e incluso de opositores como Salvador
de Madariaga.
En opinión de sus redactores, el informe de la CIJ ignoraba palmariamente
los fundamentos del ordenamiento español, entre los que se hacía mención al
Derecho Natural, el Derecho público cristiano y, ante todo, al enlace con la «tra-
dición de la Jurisprudencia española», cuyas creaciones doctrinales formaban
«parte esencial de la civilización del mundo libre» y que habían sido convenien-
temente actualizadas para responder «a las nuevas realidades del presente»33.
En alusión a la calificación como «rebelión militar» del golpe del 18 de julio, los
redactores del IEP refutaban esta consideración en virtud de una de las primeras

32. España, Estado de Derecho. Réplica a un informe de la Comisión Internacional de Juristas, Madrid,
1964.
33. Ibidem, p. 34.

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54 Nicolás Sesma Landrin

construcciones de los ideólogos franquistas, la idea del «plebiscito armado»34,


basada en la concepción de la legítima defensa agustiniana: «el Alzamiento fué
(sic) el uso de un legítimo derecho de defensa por las fuerzas sociales del país
que no estaban comprometidas en la vasta conspiración revolucionaria que, en
los primeros meses de 1936, había logrado sumir a España en un caos revolucio-
nario»35. En este sentido, se apelaba igualmente a la doctrina de los prestigiosos
constitucionalistas de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, que
habían publicado durante la guerra un texto justificativo de la sublevación, «El
Movimiento Nacional ante el derecho y la justicia»36. Por último, en uno de los
mitos del franquismo que se iban a revelar como más duraderos, se señalaba la
revolución de 1934 como verdadero punto de partida de la contienda37.
Junto a estas referencias clásicas de la cultura política del franquismo, apare-
cían las nuevas formulaciones lanzadas desde el inicio del período tecnocrático,
como la apelación a la «legitimidad de ejercicio», que anticipaba el espíritu de
las conmemoraciones de los XXV Años de Paz. A este respecto se señalaba que:
«también la legitimidad se produce en el ejercicio del Poder por un Estado», por
lo que «la obra realizada en un cuarto de siglo de paz y continuidad» garantiza-
ban «el mantenimiento de un régimen de Derecho»38. En este mismo sentido,
cobraba fuerza igualmente el concepto de «constitución abierta»39, que enlaza-
ba con la más antigua doctrina de la progresiva «autolimitación de poderes» que
había llevado a cabo generosamente Franco desde el final de la Guerra Civil40,
con el sucesivo perfeccionamiento del régimen jurídico del país a través de las
Leyes Fundamentales que constituían dicha constitución: Fuero del Trabajo,
Ley de Cortes -se aludía a su inspiración en la tradición democrática previa a la
«representación inorgánica» importada en 1812- Fuero de los Españoles, Ley de
Sucesión a la Jefatura del Estado -a lo largo del texto se destacaba la ausencia
de incidencia en la legitimación del régimen como monarquía, indudablemente
producto de la elaboración de la respuesta en un órgano del Partido Único- y
Ley de Referéndum.
Respecto al reconocimiento de los derechos y libertades fundamentales de
los ciudadanos, cuyo establecimiento jurídico-constitucional constituye uno de
los ejes indispensables para todo Estado de Derecho, se remitía a la carta de
derechos y deberes que servía de preámbulo al Fuero de los Españoles, que en
opinión de los redactores de la réplica, era «una tabla de derechos fundamenta-

34. Francisco Franco (1975), tomo I, p. 366: «Una nación en pie de guerra es un referéndum inapela-
ble, un voto que no se puede comprar, una adhesión que se rubrica con la ofrenda de la propia
vida. Por eso creo que jamás hubo en España un Estado más legítimo, más popular y más repre-
sentativo que el que empezamos a forjar hace casi un cuarto de siglo».
35. España, Estado de Derecho, p. 18.
36. MARTORELL, Miguel, «De ciencias sociales y ángeles custodios: la Real Academia de Ciencias
Morales y Políticas bajo la guerra y la autarquía», Historia y Política, 8 (2002), pp. 229-252.
37. España, Estado de Derecho, pp. 24-25.
38. Ibidem, p. 34.
39. FERNÁNDEZ CARVAJAL, Rodrigo, La Constitución española, Madrid, 1969.
40. España, Estado de Derecho, p. 35.

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Franquismo, ¿Estado de Derecho? Notas sobre la renovación del lenguaje político... 55

les similar a la que puede exhibir cualquier otra constitución moderna». La argu-
mentación no podía ir más allá, puesto que el resto de referencias tenían como
base únicamente distintos proyectos legislativos. En este sentido, se anticipaba
la próxima aparición de legislación específica sobre la libertad de expresión,
proyecto capitaneado por Fraga desde su nombramiento para el Ministerio de
Información y Turismo, que desembocaron en la Ley de Prensa e Imprenta de
1966; o sobre la libertad religiosa, propuesta por Fernando María Castiella en
1964 siguiendo las orientaciones del Concilio Vaticano II, pero cuya aprobación
definitiva fue bloqueada por Carrero Blanco hasta el 28 de junio de 1967.
En materia judicial, se equiparaba la Ley de Responsabilidades Políticas de
1939 con las Ordenanzas del Gobierno provisional francés de 1943 sobre depu-
ración administrativa de funcionarios41. Por su parte, sobre uno de los ejes del
Informe de la CIJ, las atribuciones a la jurisdicción militar, el texto de respuesta
remitía a la nueva Ley de Orden Público y a la creación del Tribunal de Orden
Público, que suponía un reforzamiento de la jurisdicción civil42. Este proceso se
comentaba de la siguiente forma: «La Ley española de Orden Público ocupa una
posición de gran moderación en el panorama de la legislación comparada [...]
notablemente más benigna que la reciente Ley francesa de Seguridad Interior
del Estado o que la legislación británica de Defensa en situaciones de emergen-
cia»43. Dicho análisis obviaba deliberadamente que la fecha de constitución de
dicho Tribunal era posterior a la propia emisión del dictamen de la CIJ. Por si
esto fuera poco, la relativa flexibilización derivada de esta nueva legislación
terminaría con el decreto-ley de 18 de agosto de 1968, que ante el auge el terro-
rismo vasco devolvía a la Justicia militar la competencia sobre las consideradas
actividades subversivas, lo que también incluía un amplio abanico de actitudes
pacíficas de disidencia y oposición política44.
Con todo, el aspecto central de la réplica al Informe de la CIJ era la valo-
ración de una de las construcciones jurídicas más completas del régimen fran-
quista en toda su historia, el Estado de Derecho Administrativo implementado
desde mediados de los años cincuenta45, «aspecto en el que el panorama de
nuestro país es notablemente superior a la mayoría de los demás países», como
se afirmaba ufanamente en la obra46. Dicha legislación había sido elaborada en
gran medida desde el IEP, concretamente desde su Sección de Reforma de la
Administración, dirigida por Eduardo García de Enterría, y el grupo reunido en
torno a la Revista de Administración Pública, a lo largo de un complejo proceso no
exento de choques con Laureano López Rodó y los sectores políticos del Opus
Dei. Finalmente, se había establecido lo que la teoría del Derecho Constitucio-
nal catalogaba como «control jurídico de la esfera de la acción diaria de la ad-

41. Ibidem, p. 104.


42. DEL ÁGUILA, Juan José, El TOE La represión de la libertad, Barcelona, 2001.
43. España, Estado de Derecho, p. 73.
44. YsAs (2004), p. 132.
45. CRESPO, Luis Fernando, Las reformas de la Administración española (i957-'1967), Madrid, 2000.
46. España, Estado de Derecho, 68.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 45-58


56 Nicolás Sesma Landrin

ministración», a través de la Ley de Jurisdicción contencioso-administrativa de


27 de diciembre de 1956 -«uno de los ordenamientos jurídico-administrativos
más avanzados y perfeccionados de Europa» 47 - o la Ley de Régimen Jurídico
de 1957 -«En el momento actual, es el ciudadano español, posiblemente el que
cuenta con más recursos para hacer frente a la actuación de los poderes públi-
cos»-, esta circunstancia se reconocía de manera explícita en el Informe de la
CIJ que señalaba que, en esta materia, la legislación era «en teoría, más liberal
en España que en la mayoría de los países de la Europa occidental».
Sin embargo, pese al carácter efectivamente avanzado de la jurisdicción de
lo contencioso-administrativo del Estado, esta parcela no cubría más que una
de las tres dimensiones clásicas establecidas por la moderna teoría constitucio-
nal sobre el Estado de Derecho 48 . En concreto, quedaba referido al ámbito del
control jurídico de la Administración, precepto indispensable para asegurar la
protección de los ciudadanos frente a la actividad administrativa, que perdía su
inmunidad judicial. Pero un Estado de Derecho meramente administrativo no
era suficiente, pues el ordenamiento franquista eludía al menos las otras dos
características necesarias al Estado de Derecho, esto es, el concepto de «reserva
de ley» y, sobre todo, la ya clara identificación entre Estado de Derecho y legi-
timación democrática del poder del Estado.
En el primero de los casos, la recurrente apelación de los responsables fran-
quistas al «Imperio de la Ley», quedaba desmentida por el propio origen de la
ley, que no emanaba de un órgano popular representativo como expresión de la
voluntad general, sino de las prerrogativas del Jefe del Estado, amparadas en las
leyes de 30 de enero de 1938 y 8 de agosto de 1939, que le reconocían la potes-
tad de dictar normas jurídicas de carácter general, y por la propia composición
y competencias de las Cortes Españolas, carentes de verdadera potestad legisla-
tiva y en cuyo sistema electivo estaba implícita una negativa al reconocimiento
de la libertad política de los ciudadanos, con lo que desaparecía otro de los
requisitos necesarios para la realización efectiva de la «reserva de ley»: una tra-
mitación caracterizada por procesos de discusión y publicidad. Como señalaría
Elias Díaz en una obra fundamental para la acotación del concepto de Estado de
Derecho, «En este contexto autoritario «imperio de la ley» no significa ni más ni
menos que «imperio de la voluntad absoluta del ejecutivo incontrolado», nunca
«imperio del legislativo de representación popular»»49.
En el segundo, la caracterización del Estado de Derecho como Estado De-
mocrático, de tal forma que ningún Estado que eludiera el requisito del orde-
namiento político democrático pudiera ser considerado como de Derecho pese
a que reconociera determinados aspectos del mismo, se había convertido en el
elemento definitorio del constitucionalismo posterior a la I Guerra Mundial50.

47. Ibidem, p. 74.


48. LOEWENSTEIN, Karl, Teoría de la Constitución, Barcelona, 1979.
49. DÍAZ, Elias, Estado de Derecho y sociedad democrática, Madrid, 1975, p. 31.
50. CORCUERA ATIENZA, Javier, «El constitucionalismo de entreguerras y la Constitución española
de 1931», Historia Contemporánea, 6 (1991), pp. 15-45.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 45-58


Franquismo, ¿Estado de Derecho? Notas sobre la renovación del lenguaje político... 57

Frente a ello, se acusaba al Informe de la Comisión de guiarse por «una concep-


ción abstracta y estereotipada de la idea del Estado de Derecho», ante la que se
ofrecía una formulación perfeccionada según los cánones tanto del catolicismo
político más reaccionario, que expresara Ángel Herrera, con el concepto de
«orden» -noción en cierta medida ampliable a los valores de las nuevas clases
medias- como de un anacrónico falangismo, en concreto, con una «idea de
libertad» de clara inspiración joseantoniana. En función de estos elementos pe-
culiares del ordenamiento jurídico hispano, se afirmaba que: «la verdadera idea
del Estado de Derecho es hoy una doctrina del Estado social de Derecho».

CONCLUSIONES
El intento del régimen franquista por atribuirse una nueva legitimidad a
través de la transformación de su lenguaje político durante los años sesenta se
enfrentaba a una serie insalvable de dificultades. Por encima de la imposibilidad
de articular una verdadera teoría del Estado propia, dada la heterogeneidad de
sus bases y apoyos ideológico-sociales, la dictadura fue contestada en su uti-
lización del término «Estado de Derecho» tanto desde el exterior como en el
interior.
En el plano internacional, el Informe de la Comisión Internacional de
Juristas, un organismo reconocido por Naciones Unidas como centro de con-
sulta de primer rango, supuso un duro golpe a las aspiraciones franquistas de
reconocimiento como Estado homologable a las democracias occidentales, al
tiempo que significaba una muestra más de que el proceso de convergencia con
la Europa unida no tendría verdaderamente lugar hasta que la dictadura fuera
sustituida por un verdadero Estado democrático de Derecho.
En el plano interno, la polémica sobre el Estado de Derecho pondría de ma-
nifiesto el creciente disenso intelectual que el régimen habría de sufrir durante
toda la década de los años sesenta, proceso protagonizado paradójicamente por
las nuevas generaciones intelectuales y universitarias formadas ya enteramente
bajo el sistema educativo y los distintos aparatos de socialización de la dicta-
dura. Para el caso concreto que nos ocupa, justamente el modelo señalado por
el franquismo como renovación del concepto, el Estado Social de Derecho, fue
articulado desde el seno del IEP en un sentido doctrinal contrario a los intereses
del régimen por parte de autores como Pablo Lucas Verdú51 o, especialmente,
Elias Díaz, cuyos artículos sobre el Estado de Derecho en la misma Revista de
Estudios Políticos se permitían refutar la propia concepción del régimen sobre el
concepto, al afirmar en fecha tan temprana como 1963, que «No todo Estado
es Estado de Derecho». Por supuesto, es cierto que todo Estado crea y utiliza
un Derecho, que todo Estado funciona con un sistema normativo y jurídico.
Difícilmente cabría pensar hoy un Estado sin Derecho, un Estado sin un sistema
de legalidad. Y sin embargo, decimos, no todo Estado es Estado de Derecho;
la existencia de un orden jurídico, de un sistema de legalidad, no autoriza a

5 1 . VERDÚ, Pablo Lucas, Estado liberal de Derecho y Estado Social de Derecho, Salamanca, 1955.

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58 Nicolás Sesma Landrin

hablar sin más de Estado de Derecho. Designar como tal a todo Estado, por el
simple hecho de que se sirve de un sistema normativo jurídico, constituye una
imprecisión conceptual y real que sólo lleva -a veces intencionadamente- al
confusionismo»52.

52. DÍAZ, Elias, «Teoría general del Estado de Derecho», REP, 131 (1963), pp. 21-48.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 45-58


PODER, DISIDENCIA EDITORIAL Y CAMBIO
CULTURAL EN ESPAÑA DURANTE LOS AÑOS 60*

Francisco Rojas Claros

íntimamente ligado a las importantes transformaciones socioeconómicas


iniciadas desde finales de la década de los 50, en las que el régimen franquista
buscaba respaldarse como estrategia para adaptarse a los nuevos tiempos sin
cambiar en lo esencial, se estaba operando en España un importante proceso
de cambio cultural. Nuestro interés radica en identificar con precisión cuáles
fueron los motores que permitirán ese cambio cultural y la transformación de
las mentalidades durante los años sesenta y primeros setenta. Para lo cual, es
indispensable esclarecer qué tipo de ideas comenzaron a difundirse en España
durante aquellos años, de dónde procedían y cuál fue su verdadero alcance y
objetivos. En ese sentido, disponemos de una serie de indicadores esenciales,
los auténticos vehículos de transmisión de tales ideas, entre los que cabría
destacar la producción bibliográfica de ciertas editoriales, minoritarias, pero de
suma importancia, situadas en la vanguardia cultural del momento.
Al mismo tiempo, existe otro elemento a tener en cuenta: qué papel jugó
verdaderamente el poder en todo este proceso, cuál fue su percepción de los
cambios, y cómo no, su reacción ante los mismos.

* Sin ánimo obviamente de agotar el tema, en este trabajo se adelantan algunos avances de la
tesis doctoral dentro del proyecto que lleva por título El Cambio Cultural y las Actitudes Políticas en
España durante los Años Sesenta, que actualmente está desarrollando el autor, gracias a una beca
de formación de Personal Docente e Investigador de la Universidad de Alicante. Dicha tesis está
dirigida por el profesor Glicerio Sánchez Recio y adscrita al proyecto de investigación mucho más
amplio que él dirige, referencia BHA2002-01787, subvencionado por el Ministerio de Ciencia y
Tecnología.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 59-80


60 Francisco Rojas Claros

LA TRANSFORMACIÓN DEL MARCO JURÍDICO Y SU APLICACIÓN


PRÁCTICA EN LA CENSURA Y CONTROL DEL LIBRO1
Esa adaptación del Régimen a los nuevos tiempos sin cambiar en lo esencial,
tenía entre sus objetivos practicar una liberalización económica sin libertades
políticas, siendo los encargados de ponerla en marcha los tecnócratas del Opus
Dei. Ahora bien, el proyecto de liberalización económica y de institucionaliza-
ción del régimen, debía complementarse con una estrategia propagandística, en
cuya punta de lanza encontramos la figura de Manuel Fraga Iribarne, del sector
falangista.
Desde su llegada al poder, las medidas de Fraga en el Ministerio de In-
formación y Turismo (en adelante, MIT) para poner en marcha su proyecto
de «Apertura» serán numerosas, tendentes a otorgar al Ministerio una doble
función: controlar la información que llegase al ciudadano, y servir al poder
como un auténtico y moderno Centro de Información, capaz de conocer a
fondo la realidad del país, a fin de poder controlarla mejor. Del mismo modo,
resultaba imprescindible contrarrestar las crecientes críticas procedentes tanto
del exilio como de la incipiente oposición interior, proyectando a la vez una
imagen de España como país supuestamente homologable con los modelos
democráticos del bloque occidental, sobre todo ante determinados organismos
internacionales.
Frente a todo esto, es más que evidente que el sistema de censura y de con-
trol, tenía que permanecer activo. Por ello, la infraestructura se mantuvo, pero
hubo que actualizarla en cierto grado. Se va a producir por tanto un intento
de racionalización y perfeccionamiento del dispositivo censorial, con el fin de
adaptarlo a los nuevos tiempos.
El Servicio de Orientación Bibliográfica2, órgano encargado de la censura de
publicaciones unitarias3, recibirá nuevas disposiciones sobre censura de libros,

1. Sobre la dinámica de la censura del libro durante el franquismo, el estado de la cuestión más com-
pleto que podemos encontrar hasta la fecha es sin duda BLAS, J. Andrés de, «El libro y la censura
durante el franquismo: un estado de la cuestión y otras consideraciones», Espacio, Tiempo y Forma,
Historia Contemporánea, t. 12 (1999), Madrid, UNED, pp. 281-301, con reflexiones sugerentes muy
en la línea de la psicoanalítica obra de NEUSCHÁPER, Hans-Jórg, Adiós a la España Eterna: La dialéctica
de la censura. Novela, teatro y cine bajo el franquismo, Barcelona, Anthropos, 1994, siendo el último es-
tudio publicado sobre el tema (aunque referido únicamente a los primeros 6 años), RUIZ BAUTISTA,
Eduardo, Los señores del libro: propagandistas, censores y bibliotecarios en el primer franquismo, Asturias,
Trea, 2005; por otra parte, resultan de obligada lectura los trabajos de Manuel Luis Abellán, en espe-
cial su obra ya clásica, Censura y creación literaria en España (19Í9-1976), Barcelona, Península, 1980,
así como Censura y literaturas peninsulares, Amsterdam, Rodopi, 1987; si bien es digna de destacar,
aunque sólo sea por su valor testimonial, la obra de ClSQUELLA, G.; ERVITI, J. L. y SOROLLA, J. A., La
represión cultural en el franquismo. Diez años de censura de libros durante la Ley de Prensa (1966-1976),
Madrid, Anagrama, 2002, sin olvidarnos de MORET, Xabier, Tiempo de editores, Barcelona, Destino,
2003, interesante como punto de partida aunque plagada de errores y excesivamente superficial.
2. Llamado hasta octubre de 1962 «Sección de Inspección de Libros» y «Sección de Ordenación
Editorial» a partir de enero de 1968.
3. Entendiendo por tales «los libros, folletos, hojas sueltas, carteles y otros impresos análogos»,
en contraposición a las publicaciones periódicas, según CEDAN PAZOS, Edición y comercio del libro
español (1900-1972), Madrid, Editora Nacional, 1973, p. 20.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 59-80


Poder, disidencia editorial y cambio cultural en España durante los años 60 61

según las cuales, a grandes rasgos, los censores debían juzgar con mucha ma-
yor benevolencia los libros «de minorías», es decir, aquellos cuya complejidad
de lectura y elevado precio restringiesen su acceso a una minoría intelectual
económicamente solvente4. En esta misma categoría estarían incluidas obras de
marxismo no proselitista, libros sobre España que no cuestionasen «las esen-
cias» del Régimen, y algunas obras incluidas hasta entonces en el Index librorum
prohibitorum. La labor de la censura se especificará desde ahora como «eminen-
temente política»5, en contraposición a la época del integrista Arias Salgado, en
la que primaban los valores morales y religiosos sobre todo lo demás.
Por otra parte, habrá una tendencia a la permisibilídad para la importación
de libros hasta entonces prohibidos, especialmente en tiradas muy reducidas,
lo que permitirá que muchos de los autores que luego se publiquen, ya fueran
conocidos con anterioridad, al menos en círculos restringidos.
Otro de los pilares fundamentales del sistema ideado por Fraga lo constituía
la recién reorganizada Sección de Inspección de Librerías, Estafetas y Aduanas,
cuyos integrantes constituían una verdadera policía a las órdenes del Ministro.
Divididos piramidalmente en Centrales, Regionales y Locales, su misión era vi-
gilar que ningún tipo de impreso no periódico incumpliese las disposiciones en
vigencia, complementando así el trabajo de los censores. Su labor, no obstante,
tenía que ir más allá de lo meramente represivo, realizando constantes sondeos
de mercado, y buscando en todo momento el colaboracionismo y la implica-
ción de libreros y editores, a base fundamentalmente de «imbuir [en ellos] un
gran sentido de responsabilidad», en tono claramente paternalista, tan propio,
como sabemos, de los agentes del Régimen6.
Tanto el Servicio de Orientación Bibliográfica como la Sección de Inspección
de Librerías, Estafetas y Aduanas serviría a los fines del poder en esa doble
vertiente citada: controlar el flujo de información dirigida a los ciudadanos, por
medio de la censura y la represión cultural, y dar a conocer al poder diversos
aspectos de la realidad del país, relacionados sobre todo con la disidencia po-
lítica y cultural, a través de numerosos informes, tanto periódicos como por
encargo.
Pero para que el sistema fuera perfecto, para que fuera realmente útil al
poder, era necesario disponer de un organismo con competencias interminis-
teriales que garantizase el flujo de la información y la canalizase por los con-
ductos adecuados. Y para ello, Fraga creó la Oficina de Enlace, un organismo
dependiente directamente del Ministro de Información y Turismo, «destinada a

4. Razón por la cual no habrá problema en admitir a depósito, por ejemplo, una edición de lujo de
los tomos I y II de El Capital de Marx publicada por Edafen 1967, mientras que, por otra parte,
las ediciones abreviadas y baratas de la misma obra publicadas por Equipo Editorial y por Halcón,
fueron retiradas del mercado por las autoridades y puestas a disposición del Tribunal de Orden
Público en 1968.
5. Todo ello, según las «Instrucciones provisionales sobre Censura» de 13-XII-1962, en AGA, SC,
caja 49092.
6. Información contenida en «Estructuración y funcionamiento de la Inspección de librerías, estafe-
tas y aduanas», de 29-V-1962, AGA, SC, caja 21662.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 59-80


62 Francisco Rojas Claros

coordinar aspectos concretos de la información política, que tanto este Ministerio como
otros Departamentos de la Administración o Entidades extranjeras puedan recibir»7.
Naturalmente, la función última y principal de la Oficina de Enlace (que sólo
a fines de los 70 pasará a denominarse Gabinete de Enlace) era el control de la
oposición al Régimen, viniera de donde viniera.
De ese modo, con todas las piezas de la maquinaria bien engarzadas, el
último paso sería impulsar definitivamente una Ley de Prensa e Imprenta más
acorde con los nuevos tiempos, quedando reservado para el régimen un medio
de comunicación de masas tan formidable como la televisión, el arma de pro-
paganda y desmovilización sociopolítica más moderna de su tiempo.
Sin embargo, la Ley de Prensa e Imprenta de 19668 (en adelante, LPI) tuvo un
carácter extremadamente restrictivo. Sobre las editoriales propiamente dichas,
sus sistemas de control fueron dos, en esencia. El primer sistema, consistía en
la creación de un «Registro de Empresas Editoriales» de obligatoria inscripción,
cuyos requisitos previos de admisión otorgaban total discrecionalidad al Mi-
nisterio9. El segundo sistema, permitía a los editores acogerse a la fórmula de
«consulta voluntaria», por la cual los censores aplicaban, en definitiva, la misma
dinámica de la Censura Previa y que, como decíamos, nunca hubo voluntad de
suprimir. Sí se elegía la opción de presentar directamente la obra a Depósito, se
corría el riesgo de que la obra fuera denunciada al recién creado Tribunal de Or-
den Público y, lo que es peor, víctima de un «Secuestro Previo Administrativo».
Una medida extrema que suponía un serio quebranto económico a la editorial
afectada. Existía, no obstante, una fórmula intermedia conocida como «Silencio
Administrativo», que significaba que el editor corría con todos los riesgos.
A ello se añadía la ambigüedad y la imprecisión de las restricciones im-
puestas (reflejadas en el célebre artículo 2.°), la gran cantidad de facultades
sancionadoras que concedía a la Administración, y otras disposiciones dictadas
sucesivamente por el Gobierno, como fueron la inmediata reforma parcial del
código penal, que elevaba a la categoría de delito las limitaciones del artículo 2°
a la libertad de expresión, o la Ley de Secretos Oficiales, de abril de 1968.

7. «Orden de 26 de noviembre de 1962 por la que se crea en el Ministerio de Información y Turismo


una Oficina de Enlace», BOE, n.° 292, 6-XII-1962.
8. Para profundizar en el conocimiento de la Ley de Prensa en su vertiente dedicada hacia las
publicaciones periódicas, véase CHULIÁ, Elisa, El poder y la palabra. Prensa y Poder Político en las
Dictaduras. El Régimen de Franco ante la Prensa y el Periodismo, Madrid, Biblioteca Nueva/UNED,
2001; tampoco conviene olvidar dos estudios clásicos: el de FERNÁNDEZ AREAL, Manuel, La li-
bertad de prensa en España, 1938-1971, Madrid, Edicusa, 1971, y el de DUEÑAS, Gonzalo, La Ley
de Prensa de Manuel Praga, París, Ruedo Ibérico, 1969. También resulta significativo, entre otros,
el especial «Reflexiones sobre la Ley de Prensa», Cuadernos para el Diálogo, n.° 90 (marzo 1971),
Madrid, pp. 18-27.
9. Discrecionalidad constatable en la práctica: editoriales pioneras como Ciencia Nueva, EDIMA y
Zyx, nunca llegarán a ser inscritas, mientras que Edicusa no lo será hasta 1970, y Nova Terra habrá
de esperar hasta 1974, nada menos.

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Poder, disidencia editorial y cambio cultural en España durante los años 60 63

Más interesante para nosotros y mucho menos estudiado resultan los nue-
vos criterios censoriales10, que se añadían a los anteriores. Por un lado, la de-
negación de la obra cuando el tema abordado no se correspondiese con el plan
editorial presentado y, por otro lado, el criterio de tipo «coyuntural», es decir,
previsto para toda obra que, sin violar ningún precepto legal, «pueda suponer una
perturbación grave por razones de tiempo y lugar».
Pero en principio, y para dar credibilidad al proceso de apertura del Minis-
terio, la fórmula denegatoria tenía que aplicarse lo menos posible. Al igual que
se consideraba el Secuestro Previo Administrativo una medida extrema, de ex-
cepcional alcance y alto riesgo, dado el alto precio político que podía suponer,
para la Administración, cada Secuestro sin visos de prosperar en un proceso
judicial. De ahí que los censores debieran atender en todos los casos «más a lo
que se dice que a lo que parece que se quiere decir». Es importante observar que se
trata de un criterio lógico, en tanto en cuanto van a ser los Tribunales quienes
fiscalicen, en última instancia, qué obras transgredían o no supuestamente las
Leyes del Movimiento. Y fijémonos bien, porque en la fórmula de atender más
a las formas que al contenido de un texto, se encuentra una de las claves, una
fisura dentro del sistema, que va a permitir la definitiva transformación del libro
en una poderosa arma de combate contra la dictadura, en tanto en cuanto se
vaya perfeccionando el método de «escritura entre líneas», especialmente cul-
tivado desde el principio por las diversas publicaciones de carácter progresista
que fueron apareciendo a lo largo de la década, como Triunfo o Cuadernos para
el Diálogo, cuyo desarrollo será indisociable del mundo editorial.
Del mismo modo, la consideración del Secuestro y la Denegación como
medidas de «último recurso», implicaba necesariamente la apertura de un muy
limitado margen de maniobra negociadora y de una mínima posibilidad de
diálogo, impensables hasta entonces.

MUNDO EDITORIAL DE VANGUARDIA: GÉNESIS Y CUESTIONES


PRELIMINARES
Ahora bien, es necesario apuntar que este nuevo fenómeno editorial que
comienza a desplegarse a lo largo de los años sesenta destaca por su heteroge-
neidad11. Sin embargo, analizando el fenómeno en su conjunto existen una serie
de factores o motivaciones de varios tipos, que impulsan la aparición de estas
editoriales, bien desde su génesis, o por evolución. De ese modo, podemos dis-
tinguir, a grandes rasgos, motivaciones políticas, religiosas, académicas o inte-
lectuales, y también motivaciones de tipo nacionalista, todas ellas encaminadas

10. Plasmadas, por ejemplo, en una circular dirigida a las Delegaciones Provinciales que daba cuenta
de las instrucciones iniciales de carácter general correspondientes a la aplicación de la Ley de
Prensa, extensibles a las publicaciones unitarias. AGA, SC, caja 65136, 23-111-1966.
11. Heterogeneidad como reflejo evidente de los distintos frentes de «resistencia interior» al fran-
quismo, tanto preexistentes como de nuevo cuño, que se van a ir abriendo y ampliando a lo
largo de toda la década. En este sentido, resulta interesante el clásico FERNÁNDEZ VARGAS, Va-
lentina, La resistencia interior en la España de Franco, Madrid, Istmo, 1981.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 59-80


64 Francisco Rojas Claros

a una formación del público al que iban dirigidas, alternativa a la promovida por
el régimen. En otras circunstancias, estos elementos podrían ser perfectamente
independientes; sin embargo, en este momento, en ausencia de un régimen de
libertades, van a adquirir una relación prácticamente indisociable, donde cada
editorial se va a ver influida en su trayectoria (o desde su origen) por al menos
tres de esos cinco elementos. Las motivaciones políticas (sean o no de carácter
militante) se traducen principalmente en una decidida oposición al régimen que
se acrecienta y radicaliza con el tiempo. Las religiosas, aparecen de la mano
del desarrollo de un cristianismo progresista, al socaire del Concilio Vaticano
II, de trascendencia fundamental. En cuanto a las motivaciones académicas o
intelectuales, responden a la necesidad de una renovación del pensamiento
académico, sobre todo en el ámbito de las Ciencias Sociales, aunque no de
manera exclusiva. Y por lo que respecta a las motivaciones nacionalistas, se
dan fundamentalmente en el entorno de las «nacionalidades históricas», frente
al anhelo de la recuperación de la lengua y la cultura autóctona de las mismas.
Lo que parece evidente es que, independientemente de cual sea su origen, el
resultado acaba siendo la pluralidad, la heterogeneidad, el diálogo, y la editorial
acaba por servir de altavoz para que todas las voces, todas las opciones -cons-
treñidas o directamente silenciadas- puedan alzar su protesta. Por tal motivo,
las trayectorias van a converger en el devenir de la década, hasta ser práctica-
mente coincidentes. Las editoriales se convierten en escuelas de pluralidad y
de democracia. Estos medios de comunicación y de difusión alternativos van a
ir influyendo en la configuración de una cultura de vanguardia de izquierdas,
progresista, de la que van a ser ellas mismas partícipes, ejerciendo así de ver-
daderos «free spaces»12 o «espacios de libertad», en tanto en cuanto se trata de
plataformas desde donde se genera e impulsa parte de ese proceso de cambio
cultural, previo e indispensable al de Transición Política iniciado desde media-
dos de la década siguiente.
De ahí que estas empresas editoriales, surgidas de forma voluntaria por ini-
ciativa privada, vayan a formar, tanto en su conjunto como cada una por separa-
do, un proyecto pedagógico de naturaleza política, lo cual implicaba contribuir
de forma decisiva a la renovación del pensamiento y de las Ciencias Sociales
a todos los niveles, algo que por fuerza habría de traducirse en la definitiva
desmitificación de la imagen de España (pasada, presente y futura) ofrecida por
el Régimen, totalmente distorsionada y alejada de la realidad. Como afirmaba
Jesús Munárriz, en su prólogo a Cándido, de Voltaire {Ciencia Nueva, 1967), «(...)
explicar lo ignorado, marca forzosamente nuevas formas de conducta hacia el futuro

\2. El sugerente concepto «free spaces» procede de la historiografía norteamericana, siendo la obra
donde su desarrollo y aplicación ha sido más destacable EVANS, Sara y C. BoYTE, Harry, Free
Spaces: The Sources of Democratic Change in America, Nueva York, Harper and Row, 1986, si bien
su introducción en España corresponde a Sevillano Calero, como demuestran sus artículos:
SEVILLANO CALERO, Francisco, «Cultura y disidencia en el franquismo, aspectos historiográfi-
cos», Pasado y Memoria, n.° 2 (2003), Universidad de Alicante, pp. 307-312 y «Acotaciones a un
debate», Historia del Presente, n.° 5 (2005), Madrid, UNED.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 59-80


Poder, disidencia editorial y cambio cultural en España durante los años 60 65

(...)», frase que parece resumir perfectamente el objetivo último y principal de


los editores de vanguardia.
Si aplicamos y extendemos también a las editoriales -con las debidas pre-
cauciones- el esquema trazado por Habermas sobre la evolución de la prensa y
la contribución de la misma a la formación de una esfera pública de naturaleza
política13, podemos afirmar que, en los años sesenta, este tipo de editoriales a
las que nos estamos refiriendo, habrían entrado en esa segunda fase en la que
una empresa de esta categoría abandona su interés meramente crematístico,
para primar los intereses culturales y políticos sobre los económicos, con el fin
manifiesto de formar un espíritu crítico extensible al mayor número posible de
ciudadanos. Como afirma Javier Pradera, estos editores van a considerar al libro
mucho más como valor de uso, como bien cultural, que como valor de cambio
y bien mercantil14. Ello va a conllevar por lo general, siguiendo el esquema de
Habermas (fácilmente constatable en la práctica), que la gran mayoría de estas
empresas fueran ruinosas por definición, o que sus beneficios no fueran mucho
más allá de tratar de repetir el ciclo del dinero para seguir publicando, algo no
excesivamente difícil si tenemos en cuenta que una editorial puede considerarse
genéricamente como una organización que promueve la publicación de libros,
por lo que las infraestructuras requeridas para su funcionamiento son mínimas:
lo único imprescindible es una financiación adecuada, y ello puede conseguirse
por distintos cauces, no necesariamente ligados a la venta y distribución de
libros.
Naturalmente, lo primordial es que existiese una demanda previa. Y tene-
mos datos objetivos para demostrar que, en cierta medida, esa demanda existía.
Para empezar, resulta evidente que, donde su influencia va a resultar decidida-
mente más intensa, va a ser en el entorno universitario, en una década marcada
a nivel internacional por una incontestable hegemonía cultural del marxismo en
casi todos los niveles. Pues bien, en los años sesenta, especialmente a partir de
1962, encontramos en España una Universidad convulsa, contestataria, que va
escapando del control de las autoridades, con unos planes de estudio anacróni-
cos francamente denostados, y en vías de masificación. En cuanto al número de
matriculados en centros de enseñanza superior (entre Facultades y Escuelas Téc-
nicas), si en el curso 1960-61 el número de alumnos ascendía a 77.123 (apenas
16.000 más que en 1955-1956), en 1965-66 la cifra habrá alcanzado los 125.876
matriculados. Es decir, el número de alumnos se habrá prácticamente duplicado
en tan sólo cuatro años, llegando a triplicarse en 1971-72, con 228.529 matricu-
lados15. Evidentemente, se trata de un fenómeno íntimamente ligado al desa-
rrollo socioeconómico, por cuanto se estaba produciendo un paulatino ascenso

13. Véase especialmente el capítulo VI de HABERMAS, J, Historia crítica de la opinión pública. La trans-
formación estructural de la vida pública, Barcelona, Ediciones G. Gilí, 2002, pp. 209-248.
14. ÍRADERA, Javier, «Apagones en la Galaxia Gutenberg», Claves de la razón práctica, n.° 8 (diciembre
1990), Madrid, pp. 75-78.
15. Datos sobre matriculaciones extraídos de FUNDACIÓN FOESSA, Estudios sociológicos sobre la situa-
ción social de España -1975, Madrid, Editorial Suramérica, 1975.

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de las incipientes clases medias a los estudios de nivel superior. En términos


relativos, estas cifras pueden parecemos modestas, pero resultan mucho más
importantes considerándolas en términos absolutos, teniendo en cuenta ade-
más que el número de Universidades y Escuelas Técnicas Superiores durante la
década era bastante limitado, lo que significa que gran número de estudiantes
se encontraban concentrados en unos pocos núcleos. Además, a partir de 1962,
estalla definitivamente el malestar estudiantil gestado durante años. Como
decíamos, la Universidad de los años sesenta es extremadamente convulsa, con
un movimiento estudiantil organizado e ineluctablemente beligerante contra el
Régimen, algo directamente relacionado con el cambio generacional operado en
la década, el distanciamiento del régimen de ciertas figuras intelectuales de gran
renombre y notable influencia, y la integración en la Universidad de un nuevo
profesorado (generalmente no numerario) decididamente progresista.
Otro elemento fundamental dado a mediados de la década, según el es-
quema de Roger Chartier 16 y otros historiadores de la cultura, lo constituye la
introducción, por parte de Alianza Editorial, del moderno libro de bolsillo, lo que
significaba, por una parte, ir un paso más allá en la popularización de la lectura,
al permitir reducir costes sin renunciar por entero a la calidad del libro como
objeto, como vehículo y soporte material de transmisión del conocimiento; y
por otra parte, el libro de bolsillo contribuiría a modificar en cierto grado las
prácticas y hábitos de lectura, al ser fácilmente transportable y permitir su lec-
tura en casi cualquier ámbito y lugar.
En tal coyuntura aparentemente favorable, las editoriales de vanguardia no
tardaron en hacer su aparición. Y algunas lo hicieron antes incluso de la pro-
mulgación de la Ley de Prensa.
La editorial ZYX, representa uno de los ejemplos más notables de cómo una
editorial se convierte en plataforma de lucha contra el régimen, desde unos pre-
supuestos eminentemente religiosos que en ningún momento abandonaría.
Procedente del cristianismo progresista, y con notable repercusión en los
círculos estudiantiles, fue creada con la pretensión de popularizar la lectura
y contribuir esencialmente a la formación de los trabajadores, en la línea tra-
zada por el Concilio Vaticano II. No en vano, se trataba a grandes rasgos de
una variante cultural de la HOAC, compuesta inicialmente por militantes de
la misma y de la JOC, y algunos «curas obreros». Su nombre en sí resultaba
significativo: compuesto por las tres últimas letras del alfabeto, invertidas (lo
contrario al ABC), se hacía referencia a la cita evangélica de «los últimos serán
los primeros», y por «últimos» se hacía alusión, evidentemente, a los obreros,

16. Nos referimos sobre todo a la triple vertiente en que, según Chartier esencialmente, es impor-
tante afrontar el estudio de un libro desde la Historia de la Cultura: crítica textual, análisis del
soporte material que lo contiene, y estudio de las prácticas de lectura condicionadas por la obra,
especialmente en CHARTIER, Roger, El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y
representación, Barcelona, Gedisa Editorial, 1996.

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a los inmigrantes rurales, a los más desfavorecidos en suma17. En definitiva,


la editorial nacía para ocupar el vacío, nunca ocupado por el régimen, de la
formación cultural (y por ende, política) de los trabajadores. En cuanto a los
textos publicados por la editorial, los de tipo estrictamente religioso estuvieron
prácticamente a la par respecto a otros textos de naturaleza mucho más política
y cultural, ideológicamente enfrentados con el franquismo, de tipo marxista,
pero también sindicalista e incluso anarquista, todo lo que permitiera, en de-
finitiva, dotar a trabajadores y estudiantes de las armas ideológicas necesarias
para la defensa de sus intereses frente a un sistema que los colaboradores de la
editorial consideraban claramente injusto, lo que sin duda ocasionará a la edito-
rial no pocos conflictos con el poder, especialmente tras la promulgación de la
LPI, momento en que decidieron presentar todos los originales a Depósito, sin
pasar por la consulta previa, a pesar de que el MIT nunca consintió su inscrip-
ción en el necesario Registro. Esa negativa a pasar por el trámite de la Consulta
voluntaria, supuso, por una parte, el Secuestro de cuatro de sus obras, y por
otra parte, la aplicación sistemática por parte de las autoridades del Silencio
Administrativo a todas sus publicaciones, al menos hasta noviembre de 1968.
A partir de ese momento, y alegando precisamente que la editorial carecía de
Número de Registro, la editorial fue obligada durante un año a presentar todos
los originales a dicha consulta, ordenándose su cierre definitivo en noviembre
de 1969, si bien reiniciará inmediatamente su andadura editorial bajo el poco
disimulado sello de Zero/ZYX.
Otro elemento interesante de ZYX es la constitución de su propia red de dis-
tribución y ventas, con una organización tal, que permitía hacer llegar sus obras
hasta los núcleos de recepción en Europa de emigrantes españoles, para sorpre-
sa de los agentes de la Administración, como prueban, por ejemplo, algunos
informes llegados al Ministerio, en los que se hablaba de dicha actividad18.
De similares orígenes y pretensiones fue editorial Nova Terra, ligada a la JOC,
con buena parte de su producción bibliográfica publicada en lengua catalana,
y entre cuyos integrantes es interesante destacar las figuras de Joseph Verdura
y Alfonso C. Comín, que serán expulsados por presiones del Ministerio tras la
crisis de 1968-196919. Si bien la editorial más trascendente para la difusión y
defensa de la cultura catalana y de la publicación de cultura en catalán, va a ser
sin duda Ediciones 62 S.A., contando a la vez con una importante línea de publi-
cación en castellano, fundamental, bautizada como «Ediciones Península».
Más interesante para nuestro estudio resulta la editorial Edicusa (anagrama
de Cuadernos p>ara el Diálogo S.A.), fundada en 1965. Nació como extensión de la
importante revista del mismo nombre, creada por el ex-ministro Joaquín Ruiz-

17. Según Adelaida Román, colaboradora durante un tiempo de la editorial ZYX. Entrevista perso-
nal, Madrid, 8-XII-2004.
18. Véase si no el informe «Obras de la editorial ZYX de España en Bruselas», de 30/01/1970, en
AGA, SC, caja 40985.
19. Sobre Nova Terra véase MARÍN, Dolors y RAMÍREZ, Agnés, Editorial Nova Terra '1958-1978. Un
referent, Barcelona, Editorial Mediterránia, 2004.

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Giménez y su equipo de jóvenes colaboradores surgidos del entorno universi-


tario, al socaire también del trascendental Concilio. La reaparición de Revista de
Occidente y la creación de la opusdeísta Atlántida fueron elementos que conce-
dieron cierto reconocimiento internacional a los avances desarrollados por la
política aperturística de Manuel Fraga, como lo fue la aparición de Cuadernos
para el Diálogo2® en 1963, de inspiración democristiana (con claros matices)
en origen y afán reformador. Pero muy pronto esta plataforma de vanguardia
cultural, de periodicidad mensual y limitada extensión resultó insuficiente para
abarcar los amplios fines perseguidos por sus creadores (ni siquiera con la pu-
blicación de los números extraordinarios de la revista, de carácter monográfico)
lo cual les obligó a crear una segunda plataforma de divulgación que permitiera
ofrecer a sus lectores un abanico de obras más amplio que el ofrecido por el
círculo ocasional de colaboradores de la revista, permitiendo además tratar
temas candentes de la realidad del país con la profundidad crítica adecuada.
Naturalmente, existía el problema de la financiación, que fue resuelto mediante
la interesante creación de suscripciones, a imagen de la propia revista, a fin de
evitar una posible descapitalización de la empresa en caso de que más de una
obra fuera secuestrada. La dirección de la nueva empresa recayó sobre Pedro
Altares Talavera.
La creación de la editorial fue seguida con interés (y sin duda, con preocupa-
ción) desde el Ministerio. Tanto, que el Director General de Información, Carlos
Robles Piquer, informó directamente a Fraga de su constitución, y previno a los
censores para que extremasen las precauciones21, siendo el primer libro presen-
tado a censura previa el famoso Introducción a la moral social española del siglo XIX,
de José Luis Aranguren, autor, como podemos apreciar, de primer orden.
En cuanto al resto de textos publicados, comenzaron casi exclusivamente
con estudios relacionados con cuestiones de tipo nacional, y sólo más tarde
empezarán a plantearse más seriamente la publicación (siempre minoritaria)
de traducciones. Mención aparte merece su colección de teatro, trascendente y
vanguardista, si bien escapa del ámbito de nuestro estudio.
Su dedicación casi exclusiva fue la ensayística, y su colección primera y
principal fue «Divulgación Universitaria», de libros de bolsillo, que se fue
parcelando a lo largo del tiempo en diversas colecciones, siguiendo un criterio
temático.
Entre los ámbitos de las publicaciones pueden destacarse, a grandes rasgos,
trabajos sobre Historia Social, Filosofía, Religión, Economía, Sociología, Filoso-

20. De la revista Cuadernos para el Diálogo es importante resaltar, entre otros trabajos, la obra de
RENAUDET, Isabelle, Un Parkment de papier. La presse d'opposition au franquisme durant la demiire
décennie de la dictaturt et la transition démocratique, Madrid, Casa de Velázquez, 2003. Aunque
más interesante para nosotros ha resultado la tesis de Javier Muñoz Soro, a quien agradecemos
desde estas páginas su confianza al habernos facilitado un ejemplar de la misma poco después
de su lectura. Dicha tesis ha dado como fruto la obra publicada recientemente, MUÑOZ SORO,
Javier, Cuadernos para el Diálogo (1965-1976). Una historia cultural del segundo franquismo, Madrid,
Marcial Pons, 2005.
21. Como puede apreciarse en la correspondencia incluida en AGA, SC, expediente 4415-65.

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Poder, disidencia editorial y cambio cultural en España durante los años 60 69

fía del Derecho, Política Internacional, Pedagogía,... destinados, como venimos


diciendo, a una renovación del pensamiento y de las Ciencias Sociales, pero
con un trasfondo de crítica hacia la dictadura muy importante, siempre sin
dejar de plantear, al mismo tiempo, alternativas viables a las establecidas, no
sólo en el orden político, sino también económico, cultural y social, apuntan-
do tempranamente en una dirección de línea democrática y socializante. Así
por ejemplo, la obra El Federalismo Español, de Gumersindo Trujillo (1967), no
sólo destacaba por ser pionera en un tema fuertemente prohibido durante dos
décadas, ni por la metodología aplicada, si no por apuntar además, de forma
explícita, las bases de un hipotético proyecto descentralizador para la llegada de
la democracia, cuando afirmaba el autor: «(...) ¿Hay algo en la trayectoria histórica
de nuestro federalismo que permita creer que, en un eventual ciclo democrático futuro,
propenderá nuestro país a la adopción de esquemas federales? (.. .)»22. A pesar de lo
cual, los censores lo consideraron como «(...) Libro de muy limitados lectores, tanto
por el tema, como por la calidad del mismo (...)» aunque se acabó optando por el
Silencio Administrativo 23 .
Otro elemento a destacar de Edicusa va a ser su maestría en el empleo de la
«escritura entre líneas», de la que hemos hablado (no en vano parte de su con-
sejo de redacción era especialista en derecho jurídico), y que les va a permitir
un nivel de crítica encubierta que el poder no tendrá más remedio que tolerar
como un mal menor, pues también es cierto que la estrategia del criptolenguaje
confería una complejidad de lectura que convertía por fuerza las publicaciones
en «libros para minorías». Lo cual no quiere decir que no se dieran conflictos
con el MIT, que sí los hubo y de forma numerosa 24 . Especialmente cuando,
desde las páginas de la revista se anunció, con motivo de la promulgación de la
LPI, que todas las publicaciones pasarían directamente a Depósito, prescindien-
do del trámite de Consulta Voluntaria, algo que sin duda llenó de preocupación
a los funcionarios del Ministerio25. Así, uno de los principales conflictos lo
constituyó la obra Estado de Derecho y Sociedad Democrática, de Elias Díaz (1966),
previamente publicada sin problemas en forma de artículos en la Revista Españo-
la de Estudios Políticos. Todo el mundo entendió que el libro contenía una crítica
encubierta hacia el Régimen, empezando por el propio Fraga, quien ordenó
rápidamente su secuestro y la apertura de un doble expediente, administrati-
vo (por supuestas irregularidades en el pie de imprenta y en la difusión de la
obra) y judicial. Sin embargo, a nivel formal no se mencionaba el caso español
en ningún momento, y por tanto no se había violado el artículo 2.° de la LPI,

22. Afirmaciones como ésta pueden leerse no sólo en el prólogo, si no también en las solapas de
la obra.
23. AGA, SC, expediente 4249-67.
24. Sin ir más lejos, el segundo de los originales presentados a censura previa, una obra colectiva
titulada El trabajo, fue denegada sin contemplaciones, lo cual obligaría a la editorial a extremar
al máximo sus precauciones. AGA, SC, expediente 4450-65.
25. Véase el EDITORIAL, «Con censura o sin ella», Cuadernos p>ara el Diálogo, n.° 30 (1966), Madrid,
pp. 1-3.

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motivo por el cual el TOP sobreseyó el caso26. La estrategia había salido bien,
Fraga había caído en su propia trampa, se había fijado más en el contenido que
en las formas, el MIT había sufrido un duro golpe frente a la opinión pública27,
y el suceso había proporcionado una cobertura mediática y una publicidad a
la obra que la editorial nunca hubiera soñado. De ahí que fueran capaces de
publicar obras como Una democracia para España, de Modesto Espinar (1967),
pues si los informes de los censores apuntaban a la necesidad de su secuestro,
la experiencia reciente del libro de Elias Díaz aconsejó a Robles Piquer a dejar
circular los 5.000 ejemplares de la edición bajo Silencio Administrativo, tras un
minucioso examen personal del libro realizado por el propio Ministro 28 .
Una de las principales pruebas del nivel de crítica alcanzado por la editorial
lo constituye un hecho significativo: cuando en 1972 se presente a depósito el
catálogo completo de Edicusa, los censores se verán obligados a comprobar en
sus ficheros si muchos de los libros estaban en realidad autorizados a circular
legalmente29.
Pero si hemos de hablar de una editorial realmente innovadora, es necesario
referirnos a Ciencia Nueva, editorial pionera en cuanto a publicación de libros de
corte marcadamente político e ideología disidente con los postulados tradicio-
nales del Régimen30. Verdadero símbolo del cambio generacional característico
de la época, ejercerá una notable influencia en la recuperación de las armas
ideológicas y políticas anteriores a la Guerra Civil, y supondrá la creación de
una plataforma para la difusión de las ideas más vanguardistas procedentes
de dentro y fuera de nuestras fronteras. Todo lo que permitiera, en definitiva,
socavar los cimientos del régimen franquista. Fue una editorial modesta, arte-
sanal, podríamos decir, de «humildes orígenes», pero muy dinámica, capaz de
aprovechar la convulsa coyuntura del momento. Sería fundada en Madrid por
un grupo de doce jóvenes universitarios, estudiantes de Filosofía y Letras en su
mayoría, militando algunos de ellos en el PCE. De modo que ahí tenemos una
primera novedad frente a las anteriores: el partir de una situación de clandesti-

26. Puede verse un profundo estudio de la obra en BAÑULS SOTO, Fernando, La reconstrucción de la
razón. Elias Díaz, entre la ética y la política, Alicante, Universidad de Alicante, 2004, pp. 175-207,
si bien resulta fundamental el correspondiente expediente de censura, en AGA, SC, 6996-66.
27. Para conocer el alcance del golpe, basta con examinar la carta remitida por el Jefe del Servicio de
Orientación Bibliográfica al Director General de Información, donde se decía, entre otras cosas:
«La lectura de las notas remitidas por la Fiscalía del Tribunal Supremo, explicativas del sobreseimiento del
sumario (...) produce primero perplejidad y luego indignación. (...) ¿Qué se pretende con esta peregrina
jurisprudencia?¿Qué una Ley (...) a la que con tanto esfuerzo se ha llegado, quede desprestigiada o des-
virtuada a los pocos meses de su entrada en vigor? (...) La libertad de expresión sólo podrá seguir adelante
por un cauce ordenado, estimulante y constructivo, si las infracciones son desde el principio severamente
castigadas. (...) Tal vez esta sorpresa y preocupación debieran ser conocidas por el pleno del Consejo de
Ministros» (28-XI-1966), en AGA, SC, expediente 60-67.
28. AGA, SC, expediente 7811-67.
29. AGA, SC, expediente 6743-72.
30. Puede verse una panorámica general de las actividades de esta editorial, realizada por el autor
de estas páginas en ROJAS CLAROS, Francisco, «Ciencia Nueva, una editorial para los nuevos
tiempos», Historia del Presente, n.° 5 (2005), Madrid, UNED.

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nidad. Como afirma el propio Jesús Munárriz, personaje sobre el cual recayó la
dirección de la empresa, «-Ciencia Nueva fue un intento de abrir brecha, incordiar al
régimen, hacer lo que no se podía hacer, ensanchar las grietas que veíamos que existían
y ver si podíamos reformar y forzar un poco la cosa, Y supongo que algo hicimos»31.
La principal orientación de Ciencia Nueva, plasmada en su célebre colección
homónima, estuvo en la introducción en nuestro país de las principales aporta-
ciones del marxismo en el plano internacional, en especial las del heterogéneo
grupo conocido como «los marxistas ingleses de los años treinta», a los que se
sumaba el pensamiento de Ernst Bloch, del italiano Galvano della Volpe, de
Paul M. Sweezy, de Althusser, de Ernst Fischer,... Un total de 23 títulos cuya
repercusión fue muy profunda en determinados círculos intelectuales, si bien
el proyecto quedó muy sesgado e incompleto, a consecuencia de la actua-
ción ministerial. No se pudo publicar nada de autores como Cristopher Hill,
John Eaton, Marcuse o John Reed, por sólo poner algunos ejemplos. A decir
verdad, a grandes rasgos sólo pudo publicarse lo más abstruso o genérico de
los autores citados, aquello que, a juicio de los censores, fuera de más difícil
comprensión.
El segundo de los frentes estuvo centrado en la divulgación de la ensayística
de producción autóctona, recogida en la colección «Los complementarios», di-
rigida por Jaime Ballesteros, figura clave del PCE en la Universidad, quien orga-
nizaría la colección como plasmación práctica de la doctrina de la reconciliación
nacional, propuesta por el partido. Naturalmente, también aquí encontramos
obras de envergadura, de autores básicos, como Manuel Sacristán, Rafael Pérez
de la Dehesa, Valeriano Bozal, Manuel Ballestero, Roberto Mesa, Joan Fuster,
Gustavo Bueno, César Santos Fontela, José Ramón Recalde y Juan Antonio
Lacomba, entre otros, sin olvidarnos de Max Aub y su obra Pruebas (1967),
única conexión de la editorial con el exilio.
Otro de los mayores logros de Ciencia Nueva vendría de la mano de la co-
lección «Los Clásicos», de singular trascendencia. Se trataba de recuperar textos
proscritos desde al menos 1939, cuyo nexo común estaba en la crítica del autor
a los problemas de su tiempo. Aquí se publicó el lado más político de Flórez Es-
trada, de Larra, de León de Arroyal, de Diderot o de Voltaire. Incluso textos del
revolucionario Robespierre hallaron su espacio dentro de la colección, siempre
prologados por jóvenes expertos en la materia. Y aquí figurarían, por supuesto,
obras fundamentales de Marx y Engels, como fueron Formaciones económicas
precapitalistas, Las luchas de clases en Francia, el famoso Anti-Düring y Sobre arte
y literatura32. Como también Pensamiento social, de Pi i Margall (1969), uno de

31. Entrevista personal con Jesús María Munárriz Peralta, Madrid, 16/6/03.
32. Para conocer el alcance y la difusión de las obras marxistas en España, desde sus inicios hasta
el final de la Guerra Civil, resultan de especial importancia los trabajos de Pedro Ribas, en
especial RIBAS, Pedro, La introducción del marxismo en España (1869-4939), Madrid, Ediciones de
la Torre, 1981, y Aproximación a la Historia del Marxismo Español (1869-1939), Madrid, Ediciones
Edymion, 1990.

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los primeros textos recuperados del -aún hoy- polémico pensador, junto a Las
Nacionalidades (Edicusa, 1968).
Otra de las colecciones fue la efímera «Las luchas de nuestros días», dirigi-
da por Roberto Mesa, y orientada a revelar las realidades del tercer mundo y
los problemas derivados por descolonización del mismo, esencialmente, con
especial atención a lo acontecido durante la guerra del Vietnam. Pero no gozó
de demasiado éxito, y sólo fue posible publicar tres títulos en la misma antes
del cierre.
Pero sin duda, la colección que más roces generaría con la Administración
fue «Cuadernos Ciencia Nueva», planteada inicialmente como «Cuadernos del
Club de Amigos de la Unesco». Constaba de pequeños libritos de muy bajo
precio y temas muy diversos y polémicos, entre los que destaca el Diario de
Bolivia, de Ernesto Guevara, Los bakuninistas en acción, de Engels, y La alienación
de la mujer, de Castilla del Pino, entre otros quince títulos.
Naturalmente, en todas las colecciones en general 33 se echan de menos
algunos autores. A decir verdad, examinando a fondo el catálogo de publica-
ciones, podría argumentarse incluso que no todos los títulos publicados fueron
por fuerza los más representativos de cada autor. Pero es que sólo consultando
de forma sistemática los títulos denegados, podemos apreciar la magnitud de
los logros. Se puede considerar por tanto el catálogo de la editorial como «los
límites de lo editable», al menos en cuanto a la estrategia planeada, que no era
otra que presentar a consulta voluntaria el mayor número posible de títulos,
con la esperanza de que algunos lograsen pasar la criba censorial. Una estrategia
que venía dada por la situación de precariedad financiera endémica en la que
se veía sumida la editorial desde su fundación, paliada en parte con la apertura
constante de la sociedad al ingreso de nuevos socios con sus aportaciones (en-
tre los que se contaría la propia Edicusa). En tal coyuntura, un único Secuestro
hubiera resultado fatal.
De modo que, de un total aproximado de 200 títulos presentados a consulta
voluntaria (sin contar obras de poesía) desde 1965 hasta su segundo y definitivo
cierre en 1970, encontramos nada menos que 46 denegaciones, como también
descubrimos que 34 de las obras publicadas sufrieron mutilaciones de diversa
consideración.
De ahí que, para realizar una panorámica completa del mundo editorial de
vanguardia, sea indispensable analizar no sólo la producción bibliográfica de
las editoriales, sino también qué obras no se pudieron publicar -bien por dene-
gación o por secuestro-, como también es preciso conocer qué obras sufrieron
mutilación, en qué grado, y el porqué de todo ello. Sólo así podrán compren-
derse las dificultades, y valorarse los logros.

33. Hubo una sexta colección, anterior, que no viene al caso desarrollar, cuando la editorial pasó a
hacerse cargo de «EL BARDO» Creada por José Batlló, esta serie constituyó una de las coleccio-
nes de poesía más prestigiosas de su tiempo, y fue pasando por diversas editoriales a lo largo de
toda la década. Sobre las dificultades que tuvo Ciencia Nueva para la publicación de sus obras,
véase ABELLÁN, Manuel Luis, Censura y creación literaria..., pp. 226-227.

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Poder, disidencia editorial y cambio cultural en España durante los años 60 73

Por otra parte, es digno de señalar la creación de una editorial como Semina-
rios y Ediciones S.A. (SESA), fundada en origen como tapadera del «Comité Espa-
ñol del Congreso para la Libertad de la Cultura»34, una organización clandestina
de naturaleza política, cultural y pedagógica, integrada en su mayor parte por
intelectuales de gran parte del espectro político de la disidencia, siendo algunos
de ellos editores o colaboradores de otras editoriales a las que estamos haciendo
mención.
Vista una panorámica general del mundo editorial de los sesenta en sus
inicios, hemos constatado dos tipos de estrategias a modo de ejemplo con
las que se trataron de superar las restricciones ministeriales. Estrategias que
podríamos denominar como «consulta voluntaria masiva» y de «depósito di-
recto». La primera, como hemos visto, consistiría en la presentación a consulta
voluntaria de gran cantidad de obras, con la esperanza que algunas sorteasen
el dispositivo censorial, pero sin dejar de utilizar en las negociaciones con los
censores las obras denegadas como moneda de cambio para la publicación de
otros textos considerados menos combativos. Fue la estrategia seguida eminen-
temente por Ciencia Nueva, e implicaba necesariamente asumir la mutilación o
modificación de algunos textos que, de otra forma, jamás hubieran visto la luz
cuando lo hicieron. La otra estrategia, fue presentar directamente a depósito
todas las obras sin excepción, considerando cada denuncia y secuestro como
fórmula para llamar la atención y debilitar la credibilidad de la Administración.
Naturalmente, esta segunda estrategia implicaba que el verdadero contenido de
la obra estuviera suficientemente camuflado, escrito entre líneas, y fue seguido
principalmente por Edicusa, pero también por otras como ZYX y Nova Terra,
pese a no disponer ninguna de ellas del número de registro, lo que les acabará
acarreando serios problemas con la Administración al término de la década,
como veremos. Pero lo esencial es que esta segunda estrategia se valía directa
o indirectamente de la cobertura mediática de la prensa escrita, a cuya evolu-
ción, repetimos, estuvo fuertemente vinculada la propia evolución del mundo
editorial de vanguardia.
Dicha vinculación entre prensa escrita y mundo editorial de vanguardia,
aparece plasmada en varios elementos. En primer lugar, muchos de los libros
que se publiquen estarán integrados por artículos publicados anteriormente en
prensa escrita. En segundo lugar, por la labor tutelar y publicitaria desempeñada
por ciertas revistas y periódicos, con la publicación de recensiones y reseñas,
clarificadoras y bien elaboradas, de obras recién publicadas. Y en tercer lugar,
como decimos, por la cobertura mediática dada a los conflictos de autores y
editoriales con la Administración, en prensa de todo signo político. Y es que,
como afirma José Ángel Ezcurra, el régimen toleraba las noticias relacionadas
con secuestros y denuncias de obras, siempre y cuando se limitasen estricta-

34. De ello habla José María Castellet en su obra Los escenarios de la memoria, Barcelona, Anagra-
ma, 1988, pp. 174 y 193-194, si bien hay una descripción más completa en MANGINI, Shirley,
Rojos y rebeldes. La cultura de la disidencia durante el franquismo, Barcelona, Anthropos, 1987, pp.
177-180.

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74 Francisco Rojas Claras

mente a la noticia objetiva, y sin que en ningún momento se incluyese juicio


de valor alguno35.

EL BOOM EDITORIAL DE 1 9 6 8 Y «EL TECHO DE LO EDITABLE»


Año de especial significación, punto de inflexión de la década a nivel mun-
dial, la cantidad de obras publicadas a lo largo de 1968 fue notable. Como
importante fue también la proliferación de editoriales «conflictivas» desde el
punto de vista del poder. Además, el interés por las obras de naturaleza crítica
con la realidad de su tiempo había aumentado. Las posturas se radicalizan.
De inspiración democristiana encontramos la editorial Guadiana S.A., diri-
gida por Ignacio Camuñas Solís, y de la cual formó parte Ruiz-Giménez. Fue
una editorial de suma importancia, un poco más tardía que Edicusa -inicia sus
actividades en abril de 1968-, y entre sus numerosos aciertos cabe destacar los
anuarios de España en Perspectiva, sumamente polémicos, como demuestra el
hecho de que los de 1970 y 1971 resultaron secuestrados por el Ministerio. Se
trataba de textos colectivos que podríamos considerar en cierto modo (aunque
con cierta prudencia) como uno de los precedentes del moderno libro político
de opinión, que se generalizará sobre todo a partir del primer Gobierno de la
Monarquía.
Siguiendo la trayectoria de Ciencia Nueva hubo al menos dos editoriales
más, la también madrileña Ediciones Halcón S.A. y Equipo Editorial S.A., de San
Sebastián, nacidas en mitad del boom editorial de 1968. Se trataba de pequeñas
empresas de tipo familiar, dedicadas a la publicación casi exclusiva de textos de
naturaleza marxista. Según se puede comprobar por la dinámica de sus gestiones
en el Ministerio, su objetivo era llegar más allá de Ciencia Nueva, publicando
aquellos títulos que la influyente editorial no había conseguido sacar adelante,
al ser tachados por los censores como extremadamente conflictivos. La baza
con que estas editoriales contaban fue la de llegar a ser inscritas en el Registro
de Empresas Editoriales, algo que consiguieron presentando un plan editorial
lo más ambiguo posible37. En realidad, apenas lograron sacar al mercado una
docena de títulos cada una. Sin embargo, a ellas se debe principalmente la recu-
peración (con grandes dificultades) de ciertos textos de Marx y Engels, de suma
importancia. Nos estamos refiriendo a Temas militares, El origen de la familia, la
propiedad privada y el Estado, Del socialismo utópico al socialismo científico, Feuerbach y
el fin de la filosofía clásica alemana, de Engels, así como Trabajo asalariado y capital,
Salario, precio y ganancia, y El 18 Brumario de Luis Bonaparte, de Marx, si bien una
de sus mejores contribuciones fue la edición de Das Kapital, resumida por Ga-
briel Deville, que tanta repercusión había tenido en España antes de la dictadura.

35. Entrevista personal con José Ángel Ezcurra, Madrid, 03-XII-2004.


36. Expresión tomada del «Informe sobre la producción editorial española», AGA, SC, caja 587,
23-1-1969.
37. La presentación de un plan editorial ambiguo, podemos considerarlo obviamente como una
estrategia más en la lucha contra las restricciones ministeriales a las ya citadas.

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Poder, disidencia editorial y cambio cultural en España durante los años 60 75

Más curioso incluso resultó el caso de Editorial Ricardo Aguilera, editorial


especializada en libros de ajedrez, que a partir de 1968 decidirá enriquecer su
catálogo con obras de Marx y Engels, aportando esencialmente al catálogo de
los vistos hasta ahora la Crítica del Programa de Gotha, de Marx. Por otra parte,
resulta interesante resaltar su infructuoso intento de publicar El Manifiesto del
Partido Comunista, bajo el título Un fantasma recorre Europa, despertando con ello
reacciones negativas y recelos en el Ministerio.
No obstante, al margen de estas editoriales que podríamos considerar «me-
nores», es preciso destacar la inestimable aportación de la editorial barcelonesa
Ariel S.A. y su colección clave «Ariel Quincenal», formada por libros económi-
cos de bolsillo. Esta nueva colección, nacía a nuestro juicio de dos interesantes
precedentes en los que la figura de Manuel Sacristán resulta esencial. Por un
lado, algunas colecciones anteriores de la propia Ariel, tales como «Zetein»,
«Nuestro siglo por dentro» o «Demos»38, y por otro, del proyecto frustrado de
constitución de una filial catalana de Ciencia Nueva, conocido como Ciencia
Nova. De tal forma que «Ariel Quincenal», nacida a mediados de 1968, va a
saber aprovechar muy bien la experiencia acumulada durante décadas en ma-
teria de edición crítica, y va a lograr combinar, con gran maestría, la línea de
traducciones de vanguardia de la citada Ciencia Nueva con los estudios plurales,
profundos y críticos a la manera de Edicusa, siguiendo la línea tradicional de
orientación hacia el ámbito universitario, que siempre fue propia de Ariel.
De forma paralela aunque algo más tarde se planteó la posibilidad de la
fundación en España de otra editorial que vendría a enriquecer el panorama
cultural de finales de la década. Nos estamos refiriendo a la filial española de la
editorial Siglo XXI, bajo el sello de Siglo XXI de España Editores. Es importante
remarcar que los libros de Siglo XXI de México eran conocidos en España, pero
su importación encarecía el producto, y por otra parte, no siempre resultaban
homologables las realidades de España y Latinoamérica. Establecer una filial en
España permitiría por tanto abaratar costes, haciendo los textos asequibles a
mayor número de personas. No obstante, y dada su línea eminentemente mar-
xista, su fundación en España no iba a estar exenta de problemas. Tanto Fraga
como Robles Piquer conocían la trayectoria de la editorial y los potenciales
peligros que entrañaba permitir que se estableciera en España, pero también
estaban convencidos de las ventajas que reportaría de cara a reforzar la ima-
gen aperturista de su política, tanto a nivel interior como, sobre todo, hacia
el exterior. De modo que el asunto se resolvió al margen de la Ley, mediante
una especie de «pacto entre caballeros», por el cual Orfila se comprometía bajo
juramento a que todas las publicaciones pasaran necesariamente por consulta

38. Responsable esta última, entre otras cosas, de la publicación en 1960 de un libro como Revolu-
ción en España, recopilatorio de textos de Marx y Engels, y en cuyo prólogo Manuel Sacristán
manifestaba nada menos que dichos artículos hacían referencia a un periodo histórico «(...) más
alejado en los calendarios que en el tiempo social del país».

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 59-80


76 Francisco Rojas Claros

voluntaria39. La repercusión de esta editorial fue enorme, siendo además nexo


de unión entre España y el mundo latinoamericano. Por otra parte, contaba
con una ventaja adicional frente a otras editoriales de su tiempo: las obras que
no contasen finalmente con la aprobación de la censura, podrían dedicarse a
la exportación como un recurso viable. Según José Ramón Recalde, uno de los
fundadores junto a otros como Javier Pradera, Javier Abasólo y Faustino Lastra,
el proyecto contribuyó a la renovación del pensamiento político, sociológico e
histórico de nuestro país40.
Pero conviene que nos detengamos en el famoso «boom» editorial de 1968,
paradójico punto de partida de una importante crisis en el mundo editorial,
de naturaleza eminentemente política. La dinámica de las publicaciones había
funcionado relativamente bien hasta entonces, a pesar de las restricciones, de
las denuncias y las continuas denegaciones. Sin embargo, a lo largo de este año
de tan especial significación a nivel internacional, el régimen impondrá una
serie de prohibiciones de tipo «coyuntural», sobre diversos temas, como fueron
esencialmente la «literatura marxista de inspiración castrista», el Mayo del 68
francés, la matanza de Tlatelolco, en México 68, la Teología de la Liberación,
la descolonización de Guinea, y la Checoslovaquia de Dubcek. De ese modo,
todas las obras que versaron sobre estos asuntos, fueron sistemáticamente
denegadas, y, llegado el caso, secuestradas y denunciadas al TOP de forma
automática.
De ahí que, mientras las editoriales de vanguardia crecían en número y se
multiplicaban las publicaciones de naturaleza crítica, tanto en títulos como en
ejemplares por tirada, el régimen intensificaba sus intentos por estrechar su
control.
Desde el Ministerio comenzaron los cierres administrativos de editoriales.
El primer cierre del que tenemos noticias es el de la barcelonesa Edición de Ma-
teriales S.A. (Edima), a la que se le denegó el permiso para seguir publicando por
haber vencido el plazo para su inscripción en el Registro41. Idéntica resolución
fue dictada contra ZYX y Nova Terra. Como vemos, el Ministerio comenzaba
a recurrir a estrategias extralegales para tratar de recuperar las riendas de una
situación que los sectores más duros comenzaban a considerar fuera de control.
Baste recordar cómo, desde el extremo más a la derecha del espectro político,
la revista Fuerza Nueva, hacía eco de las denuncias de los elementos más re-
accionarios del régimen franquista: «£« los escaparates de las librerías (...), y sin
necesidad de penetrar en ellas ni de examinar catálogo alguno, he quedado sorprendido

39. Todo ello figura en la correspondencia mantenida entre Carlos Robles Piquer con Fraga y el
propio Orfila, en AGA, SC, caja 48798, 4-9-XI-1969.
40. FECALDE, José Ramón, Fe de Vida, Barcelona, Tusquets Editores, 2004, p. 211.
41. Una orden de 23 de abril de 1968, dirigido a EDIMA de Barcelona, firmada por Robles Piquer
decía lo siguiente: «Comunico a Vd. que no puede accederse a la tramitación del depósito de la obra (...)
ya que esta editorial carece de capacidad legal para ejercer nuevas actividades hasta tanto quede formali-
zada su inscripción en el Registro de Empresas Editoriales, considerándose, a todos los efectos, clandestin
e ilegal la difusión de las citadas obras, todos cuyos ejemplares deben quedar constituidos en depósito en
sus propios locales y bajo su responsabilidad», en AGA, SC, expediente 4895-68.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 59-80


Poder, disidencia editorial y cambio cultural en España durante los años 60 77

al ver que se están editando y vendiendo en España libros comunistas y socialistas y otros
que, en plan reportaje, no son otra cosa que una propaganda «velada» de tales pesti-
lentes doctrinas (...)»42- No en vano, la identificación del libro progresista como
elemento que socavaba los cimientos de la dictadura, va a ser una constante
desde entonces, motivo por el cual comenzarán a darse actos de terrorismo
contra editoriales y librerías de pensamiento disidente, agudizados sobre todo
a partir de los primeros setenta 43 .

DEL ESTADO DE EXCEPCIÓN DE 1969 A LA ÉPOCA DE SÁNCHEZ BELLA


Es evidente que lo que para Fraga constituía un claro avance, para los sec-
tores más inmovilistas y reaccionarios resultaba una afrenta intolerable. El año
1969 comenzó con un feroz estado de excepción en todo el territorio nacional,
cuyos efectos fueron devastadores, especialmente en el ámbito intelectual. Lo
más llamativo lo constituyó el cierre de cuatro editoriales citadas: Equipo Edito-
rial de San Sebastián, Ricardo Aguilera, Halcón y Ciencia Nueva. Las tres primeras
lo fueron bajo la excusa de incumplir el plan editorial declarado, y Ciencia Nue-
va, por carecer del número de registro. La noticia trascendió nuestras fronteras,
y nos interesa destacar la versión dada por Le Monde de París, en el que se
afirmaba el temor de que el cierre se extendiese a Edicusa, ZYX, y a la también
cristiana Nova Terra, a la vez que se comentaba la hipótesis -aún no confirmada
por nosotros- que dicho cierre fue una imposición del núcleo duro del régimen
para levantar el estado de excepción antes de los tres meses previstos44. La
política de Fraga se presentaba así, tanto en el interior como exterior, como
brutalmente represiva.
ZYX fue asfixiada mediante el empleo sistemático del recurso a la denega-
ción, viéndose obligada a cerrar sus puertas poco después, mientras que Edicusa
era obligada a practicar consulta voluntaria para todas sus obras, al tiempo que
varios de sus colaboradores eran detenidos y temporalmente deportados. Por
otra parte, Nova Terra fue obligada por la Administración a expulsar a dos de
sus integrantes más comprometidos, como eran Josep Verdura y Alfonso C.
Comín.
Al mismo tiempo, se ordenó la retirada de la circulación de 30 libros de corte
progresista45, y aunque sólo 7 fueron finalmente denunciados a los tribunales,
parecía que el mundo cultural iba a tardar en recuperarse.
Por si fuera poco, el «affaire» Matesa será la excusa perfecta para la destitu-
ción de Fraga y el nombramiento de Alfredo Sánchez Bella como nuevo minis-

42. Sobre todo a partir del estado de excepción de 1969, era frecuente que la sección «Cartas al
Director» contuviese denuncias de este tipo, de supuestos ciudadanos anónimos. Ésta procede
de Fuerza Nueva, n.° 111, 22-11-1969.
43. Resulta esclarecedor en este sentido el artículo de MARTÍ GÓMEZ, José, «Libreros españoles: 66
atentados a cuestas», Cuadernos para el Diálogo, 3-9-IV-1976.
44. Según Le Monde, París, 28-111-19(59.
45. La lista completa de libros retirados puede verse por ejemplo en ClSQUELLA, Georgina, Obra
citada, pp. 79-81.

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78 Francisco Rojas Claros

tro del MIT, miembro de la ACNP, pero también verdadero adalid de la política
dura de Carrero Blanco. El nuevo Ministro trabajará codo con codo con el fiscal
del Tribunal Supremo, Fernando Herrera Tejedor, en un intento de llevar a cabo
una política de feroz retroceso, estudiando incluso la posibilidad de prohibir
obras que ya hubieran sido aprobadas con anterioridad. Sin embargo, la LPI
resistió la maniobra reaccionaria e inmovilista. La inquietante conclusión de ese
estudio fue que algo así sólo podría hacerse mediante un estado de excepción
permanente 46 , cuyo precio político sería evidentemente demasiado alto.
Edicusa resistió a duras penas la crisis, pero logró conseguir, por un lado, el
ansiado número de registro en julio de 1970, con el que obtenía reconocimiento
legal, y por otra parte, pasó a formar parte integrante del «Grupo de Enlace de
Distribuciones» ese mismo año, con lo que lograba extender territorialmente su
radio de divulgación; ZYX renació bajo el poco disimulado sello de Zero/ZYX47;
Ricardo Aguilera pudo seguir editando, aunque en principio sólo sus habituales
libros de ajedrez; Ciencia Nueva logró publicar sus últimos títulos, sin lograr
evitar sufrir un segundo y definitivo cierre administrativo en 1970.
De esa forma, tras un breve paréntesis muy crítico, la vida cultural del país
volvió de nuevo a la relativa normalidad, con fuerzas renovadas y un radica-
lismo más acusado, y otras editoriales vinieron a llenar el hueco dejado por las
que perecieron.
Desde su llegada al poder, Sánchez Bella se dedicó a sondear el pulso de
la sociedad a través de los informes de la Oficina de Enlace, topándose con
una realidad realmente desoladora para el bunker franquista48: la batalla por la
cultura parecía, más que nunca, definitivamente perdida para el franquismo, si
bien la postura del régimen sería extremadamente beligerante hasta el último
momento.
De hecho, el informe que Carrero Blanco iba a presentar ante el Consejo
de Ministros el día en que fue asesinado, decía así: «Máxima propaganda de
nuestra ideología y prohibición absoluta de toda propaganda de las ideologías
contrarias»49. Con su muerte, ya no habrá vuelta atrás. Y aunque la censura y
la represión cultural se mantuvieron hasta al menos 1979, es evidente que el
cambio cultural era ya irreversible.

CONCLUSIONES
Las importantes transformaciones socioeconómicas ocurridas en España
crearon un caldo de cultivo esencial para la formación de una serie de platafor-

46. Todo ello, según «Nota sobre las posibles medidas para impedir la circulación de determinadas
publicaciones unitarias», AGA, SC, caja 49093, s/f.
47. Caso similar al experimentado más tarde por la editorial Estela, cerrada administrativamente en
mayo de 1971, y que sin embargo pudo seguir editando bajo el sello de Lata.
48. Véase el apéndice documental de YsÁS, Pere, Disidencia y subversión, Barcelona, Crítica, 2004,
sobre todo el informe «Tendencias conflictivas en cultura popular», de 1972.
49. Según TUSEIX, Javier, Carrero: la eminencia gris del régimen de franco, Madrid, Temas de Hoy,
1993, p. 430.

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Poder, disidencia editorial y cambio cultural en España durante los años 60 79

mas de difusión cultural y política acorde con la nueva realidad del país. Bastó
el inicio de un tímido proceso de apertura (más aparente que real) para desen-
cadenar un proceso imparable de cambio cultural. Resulta más que evidente
que las reformas impulsadas por Fraga durante los años 60 nunca tuvieron por
objetivo establecer una apertura mínimamente real del sistema. Sus medidas,
tanto legales como «extralegales» estuvieron siempre encaminadas a ser forma
de control sobre la oposición interior y exterior, ofreciendo a su vez una preten-
dida imagen aperturista del régimen, en la que, precisamente la publicación de
ciertas obras de naturaleza cultural y política, jugaría un papel esencial.
Sin embargo, los resultados de ese proceso saltan a la vista: habrá una im-
portante difusión de una serie de obras de naturaleza cultural, social y política
de importancia fundamental, entre unos sectores mucho más amplios de la
sociedad de los que el régimen tenía previsto, en una fase claramente ascen-
dente de reivindicaciones estudiantiles y obreras. Las librerías (las librerías «pro-
gresistas») se llenaron de títulos hasta entonces impensables: basta con echar
un vistazo a los catálogos de estas editoriales de vanguardia, con importantes
obras publicadas en sucesivas ediciones y de cuantiosa tirada (de entre 3.000 y
15.000 ejemplares como media). Obras de autores de primera fila internacional
y calidad incuestionable, obras, en suma, destinadas a facilitar al ciudadano la
reflexión crítica sobre la realidad, sin caer en simples proselitismos.
La LPI de 1966, contribuyó a ello. Es indudable, pero sólo colateralmente,
siendo el Ministerio de Información y Turismo el primero dispuesto a vulnerar
su propia Ley. Ahora bien, si como afirma el profesor Glicerio Sánchez Recio,
la percepción del cambio puede suponer en sí mismo un factor de impulso al
cambio en sí50, la LPI y sus prolegómenos permitió, a ciertos elementos de la
sociedad, percibir las posibilidades reales de cambio en que se podría mate-
rializar la nueva realidad jurídica. Hablamos, fundamentalmente, de círculos
próximos a la Universidad, y también de algunos de los sectores próximos a la
Iglesia, más progresistas.
La vanguardia del proceso estuvo integrada por editoriales de nuevo cuño,
en las que primaba el objetivo político y cultural frente al económico, integra-
das fundamentalmente a partir de colaboradores voluntarios, siendo ésta una
de las razones principales de su fuerza (aunque también, por otra parte, de su
debilidad).
De esa forma, estas editoriales, lejos de plegarse a la voluntad del sistema,
pero sin salirse nunca de los cauces legales, plantaron cara al poder y se negaron
a colaborar, a pesar de los anunciados riesgos. Frente a lo cual, el poder, que sólo
contaba con el papel disuasorio de las medidas administrativas y judiciales, no
tuvo más armas en definitiva que el empleo de medidas extralegales, y la burda
represión, con un coste político cada vez más difícil de soportar. El proceso,
no obstante, sería largo, con evidentes luces y sombras, y los frutos no serían

50. SÁNCHEZ RECIO, Glicerio, «La percepción de los cambios en los años 60», Studia Histórica. Historia
Contemporánea, n.° 21 (2003), Universidad de Salamanca, pp. 213-229.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 59-80


80 Francisco Rojas Claros

recogidos hasta fechas relativamente tardías. Así por ejemplo, los textos de
Marx y Engels no verían la luz de forma sistemática hasta mediados de 1967
en adelante.
No se puede entender por tanto el cambio cultural experimentado durante
los años 60, sin tener en cuenta el enorme esfuerzo de estas editoriales y, ló-
gicamente, de los personajes que las impulsaron, cuya procedencia política e
ideológica podía ser dispar, pero no así sus objetivos: socavar los cimientos del
régimen.
Es cierto que algunas de estas editoriales fueron cerradas por la Administra-
ción al término de la década, pero no antes de que abriesen una trayectoria que
se mostrará imparable a lo largo de la década siguiente.
Como afirma Pedro Altares, «la cultura fue el Caballo de Troya de la lucha contra
el Régimen»51.

51. Entrevista personal con Pedro Altares Talayera, Madrid, 28-IX-2005; véase también MORET,
Xabier, op>. cit., p. 295.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 59-í


LA NOVA CANCO CATALANA:
GÉNESIS, DESARROLLO Y TRASCENDENCIA
DE UN FENÓMENO CULTURAL EN EL SEGUNDO
FRANQUISMO

Carlos Aragüez Rubio

A mediados de los años cincuenta, la trayectoria de la España franquista


emprende un leve viraje abandonando las posturas posbélicas que habían mar-
cado los primeros años de dictadura tras el final de la Guerra Civil. Esta nueva
dirección se ejemplifica en el cambio gubernamental que sustituye la mayoría
política de Falange por un nuevo grupo mayoritario al frente de la dirección
del Estado, el Opus Dei. En el mismo sentido, hechos como el abandono de la
política autárquica y reformas como la puesta en marcha de los Planes de Es-
tabilización y Desarrollo, van a tener su repercusión en una sociedad española
que comenzará a experimentar algunos cambios.
Es evidente que la sociedad de los sesenta, ya no es la misma que la que vivó
el nacimiento y consolidación del Régimen en la década de los cuarenta. No
sólo los cambios políticos, sino también el cambio generacional que conlleva la
aparición de una juventud más activa y menos atemorizada, hacen de los se-
senta una época de especial trascendencia cultural en la historia española. Y si a
esto añadimos la mayor permeabilidad a los fenómenos culturales foráneos que
posibilita la nueva política de «aperturismo», nos encontramos ante un período
crucial que marca el comienzo de un renacer cultural cuya evolución continuará
hasta el final del Régimen y la Transición a la democracia.
En este contexto es en el que hay que ubicar el nacimiento y desarrollo de
un fenómeno cultural de gran importancia, no sólo en el segundo franquismo,
sino también en tiempos de Transición, pues su simbología y relevancia perma-
necerá muy vigente en el proceso de democratización del país. Nos referimos
a lo que, en sus comienzos, vino a denominarse «Nova Caneó Catalana» pero
que, con el paso del tiempo, pese a conservar el nombre genérico, traspasó las
barreras regionales para convertirse en un fenómeno cultural de impacto nacio-
nal. La descripción de este proceso de crecimiento, junto con el análisis de su

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 81-97


82 Carlos Aragüez Rubio

importancia social e incluso política en la España del segundo franquismo, es lo


que trataremos de desarrollar en las próximas líneas.

INTRODUCCIÓN: ¿QUÉ ES LA NOVA CANCO?


Primavera de 1965. En la joven revista musical Fonorama, con sede en Ma-
drid, el periodista Fernando Morer Alcántara se pregunta «¿Qué es la Nova
Caneó Catalana?»1. En ese momento el fenómeno está comenzando a trascen-
der a nivel nacional y se trata de explicar al público español en qué consiste el
movimiento. Lo cierto es que el artículo no supone una respuesta exacta a la
cuestión, pero sí ofrece algunas pistas. Fernando Morer habla de nuevos can-
tantes que hacen música en lengua catalana bajo un único sello discográfico,
Edigsa. Y establece una primera distinción: hay cantantes que alternan graba-
ciones en castellano con discos en catalán, pero hay otros que sólo cantan en
catalán. En ese momento aparece el nombre de Raimon, la primera gran estrella
del movimiento. Junto a él se citan otros como los de Delfí Abella, José María
Espinas, Remei Margarit, Guillermina Motta o Enric Barbat.
En un primer momento, el término «Nova Caneó Catalana» comienza a apli-
carse a todas aquellas grabaciones que empiezan a aparecer en catalán desde
19582. Pero a medida que el tiempo pasa, la definición va a ir ajustándose, ya no
sólo a cantar en catalán, sino a hacerlo de una determinada forma y expresando
determinadas inquietudes. Pero, lo más importante, el término «Nova Cangó»,
desde comienzos de los sesenta, va a ir unido a una defensa manifiesta de la len-
gua y la cultura catalana, dormida y silenciada desde tiempos de la República.
Por ello, rio era baladí la distinción que se hacía en el artículo de Fonorama. Era
importante diferenciar a aquellos que cantaban también en castellano, de los
que sólo lo hacían en catalán. Precisamente de ahí, como veremos más adelan-
te, vendrían las primeras crisis del movimiento y sus cambios de rumbo. Sería
Joan Manuel Serrat el que encendería la mecha, siendo uno de los símbolos de
la Nova Caneó y grabando discos también en castellano, con un grandísimo
éxito de ventas.
En realidad, a partir de 1963, cuando se habla de Nova Caneó Catalana in-
mediatamente se va a tender a pensar en un reducido grupo de intérpretes, en
concreto, aquellos agrupados en el colectivo Els Setzejutges, el propio Raimon,
que aunque no pertenece directamente al grupo comparte con ellos galas y
recitales, y otras pequeñas agrupaciones como Els auatre gats y, algo posterior-
mente, el denominado Crup' de Folk, de donde saldría, por ejemplo, una de las

1. MORER ALCÁNTARA, Fernando, «¿Qué es la Nova Caneó Catalana?», Fonorama, n.° 14 (1965), pp.
10-11.
2. Es en 1958 cuando se editan los primeros discos en catalán. El sello La Voz su Amo publica el
45 r.p.m. titulado Hermanas Serrano cantan en catalán los éxitos internacionales y Regal publica algo
similar enjosé Guardiola canta en catalán los éxitos internacionales.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 81-97


La nova caneó catalana: génesis, desarrollo y trascendencia de un fenómeno... 83

voces femeninas más carismáticas del movimiento, la mallorquína Maria del


Mar Bonet3.
La Nova Caneó no es, pues, un movimiento simple y homogéneo, sino que
se trata de una serie de aportaciones músico-literarias de carácter heterogéneo
que fueron agrupadas bajo un solo nombre con el que compartían una lengua y
una cultura que había de ser reivindicada.
Pero para entender mejor esa heterogeneidad y sus características, se requie-
re un análisis profundo de su nacimiento y posterior evolución, que realizare-
mos a continuación.

NACIMIENTO Y FORMACIÓN
Las raíces del nacimiento de la Nova Caneó hay que buscarlas sin ninguna
duda en los años cincuenta. A comienzos de la década, en el seno de la pequeña
burguesía barcelonesa, existe un reducido grupo de jóvenes que comienza a
interesarse por el estado de la cultura en lengua catalana y a profundizar en sus
raíces y manifestaciones. Dos de ellos, Miquel Porter y Eulalia Amorós, empie-
zan a organizar reuniones en los claustros de la Facultad de Filosofía y Letras
de Barcelona para debatir sobre estos temas. A partir de 1953, estas reuniones
se establecen los jueves por la noche y en ellas, no sólo se empiezan a cantar y
escribir letras en catalán, sino que también se realizan traducciones y adapta-
ciones de poemas y canciones internacionales.
Poco a poco se van a ir incorporando a las actividades algunos de los nom-
bres claves en la gestación del movimiento. Ya en 1958, se celebran periódica-
mente pequeños conciertos en casa de Josep Porter en los que participan Lluís
Serrahima, Miquel Porter, Remei Margarit y Josep Maria Espinas, entre otros.
Ellos serán los que, años después, comiencen a actuar por Cataluña con el nom-
bre de Els Setzejutges.
Es precisamente ese año cuando se editan los primeros discos con cancio-
nes en catalán que, si bien son meras traducciones de éxitos internacionales,
suponen un punto de partida importante para el nacimiento de una canción
catalana.
Pero probablemente el año clave es 1959. Como más tarde escribirían
Joaquim Molas y Josep Maria Castellet en el marco de la historia literaria, se
trata de un momento crucial en el que «la vida de catacumba se relaja», los es-
critores salen de sus estudios entrando en contacto con otros y, sobre todo, «el
panorama se airea al entrar en juego unas nuevas generaciones que pugnan por
fijar unos esquemas de conducta»4. Es precisamente uno de esos jóvenes, Lluís
Serrahima, quien en enero de ese año publica en la catalana revista Germinabit

3. Es en «Cataluña Exprés» cuando el 23 de enero de 1962 se comienza a hablar de «Nova Caneó»


refiriéndose únicamente a los primeros componentes del grupo que poco después se denominaría
Els Setzejutges y a Raimon. El grupo Els auatre gats y el Grup de Eolk, todavía no habían nacido.
4. CASTELLET, J. M. y MOLAS, J., Poesía catalana del segle XX, Barcelona, Edicions 62, 1963, pp.
178-179.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 81-97


84 Carlos Aragüez Rubio

un artículo que, para la mayoría de estudiosos sobre el tema, constituye el pis-


toletazo de salida de la Nova Cangó, aunque este término no se utiliza hasta
1962. En él, Serrahima habla de potenciar un fenómeno cultural nuevo en el
ámbito catalán, y de hacerlo a través de la canción, uniendo música y literatura
en un mensaje actual que reflejara el momento en que se vivía5. El título del
artículo no podía ser más aclarador: «Necesitamos canciones de ahora». Esta
afirmación se convertiría, desde ese momento, en la bandera de un fenómeno
que comenzaba a dar sus primeros pasos.
Se estaban poniendo las bases del movimiento y en algunos círculos se
hablaba seriamente de las posibilidades de una canción catalana de rigor y en-
tidad. Incluso, en la primavera de 1961, la organización de algunos festivales de
la canción con sede en Cataluña como el recién nacido Festival de la Canción
Mediterránea o el Aplec a Paret Delgada, empiezan a plantearse la posibilidad
de incluir algunas de las nuevas canciones en catalán en sus próximas celebra-
ciones. Además, en el mes de mayo, Miquel Porter, LIuís Serrahima y Remei
Margarit publican sus primeras canciones en un cuadernillo que contiene seis
temas en catalán6. Un hecho que comienza a dar relevancia al movimiento y
hace que se interesen en él otros intérpretes como Font Sellabona o el propio
Josep Guardiola, uno de los pioneros en la grabación de temas cantados en
catalán. El 30 de septiembre de 1961 tiene lugar en el Centre Comarcal Lleidetá
la primera audición pública únicamente dedicada a canciones en catalán. Allí
actúan el Conjunt Diavolos, Josep Guardiola (estos cantando traducciones de te-
mas conocidos) y Miquel Porter con sus propias canciones. Además, se reparte
al público letras de Espinas, Margarit, Serahima y el propio Porter.
Tras el éxito de este recital, en el mes de noviembre se empieza a hablar en
serio de la posibilidad de iniciarla publicación de discos de canción catalana. En
diciembre el proyecto ve la luz con la publicación de un primer disco, titulado
«Bon Nadal» donde la Coral Sant Jordi interpreta un poema de Josep María de
Sagarra y otras canciones tradicionales navideñas en catalán. La publicación
aparecerá con el sello donostiarra Ediphone y bajo la denominación «Serie Espe-
cial Edigsa». Podemos decir que es el nacimiento de la Editora General Sociedad
Anónima (EDIGSA) que, desde ese momento, representará discográficamente
las andanzas de la Nova Cangó.
Pero 1961 no acabaría ahí, sino que el 19 de diciembre, en el club CICF7 de
Barcelona, tiene lugar la primera audición pública del grupo que poco más tarde
pasaría a denominarse Els Setzejutges. Allí actuarán Miquel Porter, Josep María
Espinas y Lluís Serrahima, causando baja Remei Margarit por enfermedad y
cuyas canciones se reprodujeron en cinta magnetofónica. La reacción no se hizo

5. SERAHIMA, Lluís, «Ens calen cancons d'ara», Germinaba, n.° 58 (1959), Barcelona, p. 15.
6. Los seis temas son: «Les floristes de la Rambla», «La caneó de la taverna», «Mester d'amor-Divi-
sa», «Noia que camines», «Jo i el meu gat» y «Anant peí món». Ver PORTER-MOIX, Josep, «Breve
cronología de la canción catalana», en VÁZQUEZ MONTALBÁN, Manuel, Antología de la Nova Canr.ó,
Barcelona, Ediciones de Cultura Popular, 1968, pp. 275-289.
7. Centro de Influencia Católica Femenina.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 81-97


La nova caneó catalana: génesis, desarrollo y trascendencia de un fenómeno... 85

esperar y, poco después, la prensa catalana comenzaba a hablar del aconteci-


miento, del nacimiento de nuevos intérpretes con canciones catalanas y de un
importante avance cultural. En concreto, Arturo Llopis, en el semanario Destino,
no duda en calificar la velada del 19 como «auténticamente memorable» 8 . Los
meses siguientes empieza a hablarse ya claramente de «Nova Caneó Catalana»
en publicaciones como Cataluña Exprés9 o el Diario de Barcelona.
1962 es el año del despegue de la Nova Caneó. Las actuaciones empiezan
a sucederse cada vez con mayor frecuencia desde primeros de año por toda
Cataluña. En una de ellas, en febrero, Espinas y Porter conocen a Delfí Abella
que se une al grupo. Y en marzo entablan contacto con Francesc Pi de la Serra
quien, a la postre, sería uno de los miembros más importantes de El Setzejutges.
Pero no es hasta el 29 de abril de ese año hasta que los «16 Jueces» no actúan
por primera vez con el nombre que los haría famosos como grupo de referencia
cultural catalana. La actuación tendría lugar en el denominado «Festival de la
Cangó Catalana Moderna» organizado por la Peña Barcelonista de Premia de
Mar, en una jornada matinal que marcaría los designios de un movimiento cuya
formación cada vez estaba más consolidada.
El 21 de octubre se iba a producir otro acontecimiento capital en la forma-
ción del fenómeno. Els Setzejutges actúan en Castellón de la Plana donde co-
inciden con un joven intérprete valenciano que también había comenzado una
humilde labor de cantautor en lengua catalana. Su nombre es Ramón Pelegero
Sanchis, pero ante el público se presenta como Raimon. Ambos se escuchan,
se admiran y traban una gran amistad. A partir de ese momento, Raimon co-
menzaría a compartir cartel asiduamente con Els Setzejutges, dando una mayor
cohesión al movimiento.
La Nova Cangó, con todas las características y especialidades que analizare-
mos, estaba constituida. El nuevo fenómeno cultural había empezado a volar,
pero el gran impacto mediático y nacional llegaría en septiembre de 1963. Los
días 20, 21 y 22 se celebraba en Barcelona el V Festival de la Caneó Mediterrá-
nea, de carácter internacional y cada vez de mayor popularidad entre público
y crítica. Por primera vez en la historia, una canción en catalán vence en un
certamen de índole nacional o internacional. El tema, escrito por Josep Maria
Andreu y con música de Lleó Borrell, se titulaba S'en va anar y fue interpretado
por Salomé y Raimon. El éxito fue mayúsculo y, también por primera vez, la
prensa nacional se hacía eco de la canción catalana, catapultando a Raimon
al estréllate de la música nacional. Jesús García de Dueñas escribía así sobre
él en las páginas de la revista Triunfo: «Este es Raimon. No se puede decir que
sea la revelación del festival. Es eso y mucho más. Raimon marca una actitud
consciente en este panorama un tanto anárquico de la música ligera española.
Posiblemente sea la primera vez que alguien se haya propuesto una renovación

8. LLOPIS, Arturo, «Con José María Espinas, ganador del Premio «Sant Jordi»», Destino, n.° 1271
(1961), Barcelona, p. 113.
9. Es en esta publicación en la que se habla por primera vez de «nova cangó catalana». Ver «Entre-
vista a Miquel Porter», Cataluña Exprés, n.° 8 (1961), Barcelona, p. 7.

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86 Carlos Aragüez Rubio

tan lúcida de la canción española. La voz de Raimon ha surgido en medio del


desierto. Hay que escucharla. Y hay que seguirla»10.

TENDENCIAS Y EVOLUCIÓN DE UN MOVIMIENTO HETEROGÉNEO


Hemos enunciado el proceso cronológico de formación de la Nova Cangó
Catalana, el cual no frenaría en 1963 sino que iría creciendo cuantitativa y cua-
litativamente en los años posteriores. Pero éste no se entiende sin un análisis de
las motivaciones y peculiaridades que marcan el nacimiento del fenómeno. El
interés por rescatar la cultura catalana del anonimato es el motor básico, pero
de éste se derivan otras importantes características como el uso público y ar-
tístico de la lengua catalana y la búsqueda de un espacio propio para lo catalán
en el panorama cultural español. Estas claves explican perfectamente los rasgos
especiales que la Nova Caneó va a tener en sus primeros momentos. El ejemplo
más evidente es que cuando Porter, Serrahima, Espinas o Margarit comienzan a
elaborar un repertorio propio, éste combina canciones en catalán que describen
con gran simplicidad hechos cotidianos de la Barcelona de fines de los cincuen-
ta, con la sonorización de textos literarios catalanes. Como ha contado el espe-
cialista Lloreng Soldevíla, si las nuevas generaciones de poetas que emergen en
este momento siguen el maestrazgo de Pere Quart y Salvador Espriu, lo mismo
harán los primeros integrantes del movimiento, poniendo música a algunos de
sus textos más conocidos11. Junto a ellos, también se acude a otros literatos que
también se convertirán en referencia como Joan Salvat-Papasseit que aportará
su vanguardismo a los temas de la Nova Caneó. En cuanto a la búsqueda de
raíces de la cultura catalana, quizás uno de los que más representó esta actitud
fue Raimon, que no sólo acudió en su música a textos de escritores contempo-
ráneos, sino que también alargó su búsqueda en el tiempo rescatando escritos
de poetas clásicos como Ausiás March.
Pero las características de la Nova Cangó quedan algo huérfanas solamente
citando las raíces literarias, pues también serán de vital importancia las influen-
cias estéticas en las que se mira el movimiento. Estas, al menos en una primera
época, parecen venir inequívocamente de la música francófona de autor que se
está generando desde hace algún tiempo, por encima de la influencia italiana
que parecía dominar la canción ligera española del momento. Dos parecen,
claramente, las referencias de mayor trascendencia: la estética musical del bel-
ga Jacques Brel y la actitud vital y forma de contar de Georges Brassens quien,
como dice Josep Porter-Moix, llegó a implicarse directamente en los proyectos
de grabación en lengua catalana cediendo textos a los nuevos intérpretes 12 .
Posteriormente, ciertos representantes de la Nova Caneó se dejarán influir tam-

10. GARCÍA DE DUEÑAS, Jesús, «En busca de la canción perdida. V Festival de la canción Mediterrá-
nea», Triunfo, n.° 69 (1963), Madrid, pp. 26-33.
11. SOLDEVÍLA IBALART, Llorenc, La Nova Can¡ó (1958-1987). Batane d'una acetó cultural, Argentona,
L'Aixernador Edicions, 1993, p. 31.
12. PORTER-MOIX, Josep, op. cit, 1968, p. 276.

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La nova caneó catalana: génesis, desarrollo y trascendencia de un fenómeno... 87

bien por el Folk norteamericano que en los sesenta está en plena ebullición. Por
ejemplo, en algunos foros musicales del momento se llega a bautizar a Raimon
como «El Bob Dylan español»13.
Es evidente que lo que enunciamos son las influencias comunes que marcan
la primera época del movimiento, pero, y de ahí la heterogeneidad del fenóme-
no, cada intérprete o grupo asimilará éstas de forma distinta según su personali-
dad. A partir de un determinado momento en el que la Nova Cangó toma vuelo
y entidad de fenómeno cultural a media escala, se van a percibir con claridad
las diferentes tendencias por las que cada representante va a ir derivando. Por
ejemplo, la acidez textual y el vanguardismo estético de personajes como Enric
Barbat o Pau Riba, se irá distanciando de la expresividad y sobriedad poética de
otros intérpretes como Ovidi Montllor o el propio Raimon. Estas distintas ten-
dencias de las que hablamos van a ir planteándose a lo largo de los años, pues
la trayectoria de la Nova Caneó, según la mayoría de estudios realizados, tiene
un amplio recorrido cronológico que se ha venido a datar desde 1958 a 1987,
aunque en estas líneas sólo nos fijemos en, aproximadamente, los primeros
quince años de vida del movimiento.
Evidentemente, tan larga trayectoria se puede dividir en distintos bloques
cronológicos según diversos condicionantes de los que nos haremos eco. Una
razonable división cronológica parece la que plantea Llorenc. Soldevila en su
tesis doctoral. En ella se secciona cronológicamente a la Nova Caneó en tres
períodos diferenciados: El primero transcurre de 1958, fecha simbólica de
nacimiento, a 1968, momento en el que el movimiento parece atravesar una
cierta crisis de identidad que supone un punto de inflexión en su trayectoria
social y cultural. El segundo se establece desde 1969 a 1975, años en los que
la «cangó» se vuelve más política y que finalizan con la muerte del dictador. Y
el tercero, de 1976 a 1987, comienza con el período de transición democrática
y concluye con la consolidación de ésta y la pérdida de fuerza e interés por la
«caneó catalana»14.
Precisamente ese primer bloque cronológico, además de marcar el despegue
cultural del movimiento, va a ser en el que se creen las distintas tendencias en
el seno de la Nova Cangó. Unas tendencias que son inevitables si pensamos en
que el fenómeno, que comienza como algo absolutamente minoritario, va a ir
cogiendo relevancia y tamaño añadiendo a él representantes de toda la franja
geográfica catalano-parlante. El ejemplo de Els Setzejutges, uno de los símbolos
del movimiento, es revelador. El grupo, que comienza con cuatro miembros, irá
a lo largo de los años añadiendo nuevos representantes a su seno hasta llegar
a dieciséis en marzo de 1967, con la entrada de los dos últimos: Lluís Llach y
Rafael Subirachs. Resulta lógico pensar que, entre dieciséis personas, cada uno
vaya forjando su propio estilo y, aunque siempre dentro de unas pautas gene-

13. Véase como ejemplo una nota informativa de RADIA1 PRESS, «Raimon, el Bob Dylan español,
siempre es noticia», Fans, n.° 60 (1966), Madrid, p. 19.
14. SOLDEVILA I BALART, Llorenc, La Nova Caneó, 'I958-'I9S7: 30 anys d'un fenomen cultural modern,
Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona, 1992, pp. 2-4.

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rales, su propio pensamiento y posición ante la realidad social y cultural del


momento. Decir esto puede parecer obvio, pero resulta preciso para entender
la evolución de la Nova Cangó, pues las diferentes posturas ideológicas serán
las que quiebren la cohesión de los primeros tiempos.
Si en un principio la Nova Caneó se articula como reivindicación de las
posibilidades de la cultura catalana, cuando el movimiento explota en popula-
ridad y se convierte en un género musical a nivel nacional, las exigencias del
fenómeno van a ser cada vez mayores. Ya no va a bastar con escribir y cantar
públicamente en catalán, sino que a través de estas manifestaciones se tiene que
mostrar una postura de defensa cultural firme y decidida. Pero, y ahí comien-
zan las diferencias, esta postura no será igualmente entendida por todos. Surge
entonces en el seno de la Nova Caneó una división entre «puros» e «impuros»,
relacionada con la defensa menos o más fuerte de lo catalán en el sentido de las
concesiones a la cultura en castellano. Quizás el ejemplo a través del cual mejor
se ejemplifica esta diferenciación es Joan Manuel Serrat. Él hace su irrupción en
el panorama musical catalán en 1965 y al año siguiente ya es reconocido como
uno de los artistas de moda en toda la geografía española15. Pero pronto acepta
la oferta de grabar discos también en castellano, lo que definitivamente le ca-
tapulta al estrellato a nivel nacional. Esto para algunos significaba romper con
el «purismo» del movimiento y hacer concesiones fuera de la defensa cultural
catalana. Uno de los más ávidos defensores de esta postura fue Raimon quien
se consideraba «cantante puro de la Nova Caneó» y veía el bilingüismo como
un peaje que había que pagar para «cantar en Televisión Española». Tenía muy
clara su postura: «Si cantas en dieciocho idiomas que no son el tuyo, puede
que seas «universal», pero acabas no cantando para nadie. Insisto. ¿Por qué no
cantamos en Televisión? Yo actué cinco minutos en 1964 y supongo que por
despiste de alguien. Después se han tomado la molestia de enterarse sobre lo
que canto y no me han vuelto a programar. Repito ¿Por qué?»16.
En ese momento las figuras más relevantes del movimiento van a comenzar
a tomar posturas. Desde los que deciden mantenerse al margen y seguir con su
lenguaje simbólico y sus experimentaciones vanguardistas como Pau Riba, a
los que apoyan a Raimon y su postura firme frente a aquellos que no creen la
necesidad de tanta rigidez y aceptan como buenas las posturas de bilingüismo,
siempre que se siga cantando, a la par, en la lengua propia. De entre los «puris-
tas», empiezan a sobresalir tres nombres junto al del propio Raimon: Francesc
Pí de la Serra, Ovidi Montllor y un joven Lluís Llach, cuya entrada en la Nova
Caneó se produce ya en 1967. Sobre ellos, en el interesantísimo trabajo sobre

15. La revista Fans, de ámbito nacional, le dedica entonces un amplio reportaje en el que se da fe
del gran éxito que ha cosechado en poco tiempo gracias a temas como «Caneó de marinada».
Ver CRESPO, Ramón, «Juan Manuel Serrat. Escribe, compone y canta sus canciones», Fans, n.°
73 (1966), Madrid, pp. 15-18.
16. Todas estas afirmaciones las realizó Raimon en una entrevista concedida a Manuel Vázquez
Montalbán en 1968 y publicada en el libro VÁZQUEZ MONTALBÁN, Manuel, Antología de la Nova
Can$ó Catalana, Barcelona, Ediciones de Cultura Popular, 1968, pp. 45-49.

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La nova caneó catalana: génesis, desarrollo y trascendencia de un fenómeno... 89

La Nova Cangó que Vázquez Montalbán publica en 1968, otro de los miembros
del movimiento, Enric Barbat, dice que «son exclusivos y excluyentes. Son el
«Clan Sinatra» de la Nova Caneó»17. Para Guillermina Motta, sin embargo, la
cosa va más allá. No cita nombres pero es muy explícita acerca de las causas de
la división: «La «cangó» comenzó a escindirse el día que un señor, o quizás dos,
empezaron a sentir envidia al ver cuanto dinero ganaba Serrat»18.
Cuestión monetaria o no, lo cierto es que la división estaba a la orden del
día. Y no sólo en cuanto a la actitud personal de cada intérprete, sino también a
nivel discográfico y empresarial. En este caso la escisión se concretó con la se-
paración de Ermengol Passola, fundador de la discográfica que puso en marcha
la Nova Cangó (EDIGSA), que abandonó el proyecto «por criterios de elección
y selección de cantantes»19, creando un nuevo sello discográfico de nombre
Concéntric y con un dragón como emblema. Este dragón también se convertiría
en el símbolo de un local de Barcelona que, desde ese momento, pasaba a ser
el lugar de referencia de la Nova Cangó: La Cova delDrac.
Passola no fue el único que abandonó Edigsa, pues Raimon y Pi de la Serra
también se sumaron a la escisión por cuestiones económicas y por considerar
que la discográfica ya no mantenía la unidad de criterios con la que había
nacido.
El movimiento atravesaba por lo que Jordi García-Soler ha venido a deno-
minar «crisis de crecimiento»20. El fenómeno había adquirido tal magnitud que
era inevitable una ruptura con la cohesión primera. Pero esto, lejos de debilitar
a la Nova Cangó, la convirtió en un género más rico y vivo cuyos representan-
tes cada vez estaban más en los gustos de muchos jóvenes, no sólo catalanes,
sino de todo el territorio español. Como escribiría Luis Carandell en el verano
de 1969, a pesar de la supuesta «crisis», todas las noches la Cova delDrac volvía
a convertirse en escenario de canciones, encuentros y reuniones 21 de un movi-
miento cuya importancia, no sólo seguía muy vigente, sino que todavía iba a
crecer más.

CANCO Y POLÍTICA: UNA RELACIÓN INEVITABLE


Si 1963 y el abrumador triunfo de S'en va anar en el Festival de la Canción
Mediterránea supone el despegue definitivo del movimiento, 1968 supone otro
momento crucial para la Nova Cangó, que va a marcar el nacimiento de una se-
gunda época de su trayectoria, no sólo por la crisis de la que hemos hablado ni
por la heterogeneidad que ya manifiesta el fenómeno, sino por la importancia
política que va a comenzar a adquirir, a pesar de que los cantantes del movi-
miento nieguen en repetidas entrevistas que hagan canción política. Sin duda el

17. Ver entrevista a Enric Barbat en VÁZQUEZ MONTALBÁN, Manuel, op. cit., 1968, pp. 31-35.
18. Ver entrevista a Guillermina Motta en Ibidem, pp. 41-45.
19. SOLDEVILA I BALART, Lloren?, op>. cit., 1993, p. 32.
20. GARCÍA-SOLER, Jordi, Crónica apasionada de la Nova Caneó, Barcelona, Flor del Viento Ediciones,
1996, p. 39.
21. CARANDELL, Luis, «La crisis de la nova caneó», Triunfo, n.° 369 (1969), Madrid, pp. 15-21.

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hecho que marca el cambio es el llamado «caso Serrat» entorno a su participa-


ción en el Festival de Eurovisión en 1968. Serrat, tras su grandísimo éxito a nivel
nacional con sus primeros discos, es seleccionado por Televisión Española para
representar a España en el Festival de Eurovisión de 1968 a celebrar en Londres.
La revista Fonorama, como otras muchas publicaciones del momento, se congra-
tula en sus páginas por la elección del joven cantante catalán e incluye en ellas
una pequeña entrevista con él en la que afirma «sentirse nervioso por la respon-
sabilidad» y que necesita recluirse «para pensar y concentrarme en el asunto»22.
Precisamente en mitad de esa reclusión salta la gran bomba. El 25 de marzo
de 1968 Serrat envía una carta a Televisión Española en la que manifiesta su
negativa a participar en Eurovisión si no se le permite cantar en catalán el tema
La, la, la, que ya había sido escogido como el candidato español. Por supuesto,
la televisión estatal no admite tal ordago y no duda en sustituirlo por Massiel.
El revuelo es enorme. La misma revista fonorama, una de las publicaciones que
más apoyo había ofrecido a Serrat, publica un amargo editorial titulado «El caso
Serrat», en el que reflexionaba acerca del ambiente que rodea a la canción cata-
lana y las posibles presiones que pudieran haber afectado a la decisión de Joan
Manuel. La revista afirmaba: «No comprendemos muy bien porqué un cantante
en catalán, sólo por el hecho de cantar algunas canciones en castellano, sin dejar
de cantar en su lengua natal, vaya a ser un traidor a su tierra chica». Pero en el
fondo la cuestión estaba clara: «A Joan Manuel Serrat se le planteó un dilema.
Si era fiel a TVE y al público del resto de España, traicionaba al público de su
tierra y a sí mismo. Si era fiel a sí mismo, y a su terruño, traicionaba a TVE y al
resto del público. Tenía, por fuerza, que quedar mal con alguien. Joan Manuel
Serrat ha dado más valor a lo que le rodea y a su sentir íntimo, que a la gloria
nacional y europea»23.
Muchos no quisieron ver en esto una cuestión política pero, desde luego,
se convertía en tal en el momento en que Televisión Española vetaba a Serrat
que, como ha contado Jordi García-Soler, no volvería a aparecer en pantalla
hasta marzo de 197424. Un hecho que no cambiaba los pareceres personales
dentro de la Nova Caneó, pero que sí iniciaba un período del movimiento en
el que las canciones, que antes eran pasadas por censura con cierta normalidad,
van a comenzar a ser miradas con lupa por el censor, prohibiendo a partir de
entonces, ya no tanto la grabación, sino la proyección radiofónica de algunos
de los nuevos temas catalanes. Barbat, Pi de la Serra y Lluís Llach serían los más
perseguidos por el fantasma de la censura. Y no es que las nuevas canciones
fueran de mayor dureza que antes, sino que la dimensión tomada por el movi-
miento y la lectura política que ciertos medios dieron al «caso Serrat», hicieron
al Régimen seguir más de cerca este fenómeno de canciones catalanas.

22. MORER ALCÁNTARA, Fernando, «Eurovisión 68. Serrat representará a España», Fonorama, n.° 43
(1968), Madrid, pp. 25-26.
23. Artículo editorial «El caso Serrat», Fonorama, n.° 45 (1968), Madrid, p. 24.
24. GARCÍA-SOLER, Jordi:, of>. al, 1996, pp. 42-43.

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La política de censura en ese momento va a consistir en reducir la difusión


pública de estos cantantes, aprovechándose del mecanismo censor en vigor
en esos momentos. Todas las letras de las canciones, antes de ser grabadas,
pasaban por censura donde recibían dos calificaciones: la primera establecía
si la grabación del tema se autorizaba o se denegaba. Y la segunda establecía
si el tema, una vez grabado, era radiable o no. Esta segunda premisa va a ser
muy recurrente con los cantantes de la Nova Caneó tras el «caso Serrat». Si la
censura se cebaba con estos cantantes prohibiendo sus letras, pronto el público
notaría un fuerte frenazo en su producción. Así que se va a optar por autorizar
sus grabaciones pero calificar a los «singles» como «no radiables», con lo que
limitaban la proyección pública de estos trabajos al frenar la publicidad que a
un tema le daba el sonar en todas las emisoras de radio musical. Prácticamente
todos los cantantes del movimiento van a sufrir esas medidas en este momen-
to. Podemos citar temas variados como «L'amant del vent» de Delfí Abella25,
«Assaig de cántic en el temps» de Guillermina Motta 26 , «Cantarem la vida» de
Raimon27, «Els que venen» de Enric Barbar28, «Poco antes de que den las diez»
de Joan Manuel Serrat29, «Historia de una cuina» de Pau Riba30, «Paisatge» de
Jaume Sisa31 o «La resurrecció deis morts» de Lluís Llach32, sólo por nombrar
algunos ejemplos al azar.
Por supuesto, todo ello no puede dejar de entenderse fuera del marco de
cambio social que suponen los años sesenta y la evolución que el Régimen va a
experimentar hacia su final en los años setenta, al paso del deterioro físico del
dictador. Los setenta comienzan como una década de contradicciones en la que,
junto a la existencia de una mayor dureza y claridad de análisis que comienzan
a realizar ciertas publicaciones culturales, se produce un recrudecimiento, en
algunos casos, de la severidad censora. La cual no será ajena a la Nova Caneó
a comienzos de los setenta. De hecho, desde las páginas de la revista Triunfo,
y básicamente desde la firma de Vázquez Montalbán, comienzan a proliferar
una serie de artículos denunciando el obligado silencio al que se ven sometidos
algunos miembros del movimiento. En concreto, se habla de Enric Barbat como
«un cantante maldito»33 y se denuncia la persecución y veto a otros como Pau

25. Instancia n.° 138, 10 de octubre 1967. A.G.A., Sección Cultura, caja 45850.
26. Instancia n.° 85, 3 de marzo 1967. A.G.A., Sección Cultura, caja 45858.
27. Instancia n.° 654, 8 de noviembre 1968. A.G.A., Sección Cultura, caja 49994.
28. Instancia n.° 315, 4 de junio 1968. A.G.A., Sección Cultura, caja 49994.
29. Instancia n.° 126, 9 de abril 1968. A.G.A., Sección Cultura, caja 49998.
30. Instancia n.° 805, 5 de noviembre 1969. A.G.A., Sección Cultura, caja 50003.
31. Instancia n.° 395, 17 de junio 1969. A.G.A., Sección Cultura, caja 50018.
32. Instancia n.° 115, 21 de junio 1971. A.G.A., Sección Cultura, caja 50032.
33. VÁZQUEZ MONTALBÁN, Manuel, «Enric Barbat. Un cantante maldito», Triunfo, n.° 412 (1970),
Madrid, pp. 25-26. Examinando los expedientes de censura se comprueba esta persecución. Un
ejemplo son las enormes dificultades para la grabación de un disco en 1968, donde el single y
tema estrella «Amic Enric» es prohibido tajantemente por la censura. Ver Instancia n.° 213, 3 de
junio 1968. A.G.A., Sección Cultura, caja 49994.

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Riba a quien se le prohibe cantar en el Palau de la Música de Barcelona34. Pero,


sin duda, el icono que utiliza Montalbán como reflejo de la relevancia política y
la persecución de la Nova Cangó es Raimon. De él dice que «se ha convertido en
uno de los mitos del prohibicionismo nacional. La prueba de ello es el carácter
de manifestación política que se ha dado a las últimas actuaciones universita-
rias del cantante»35. La realidad en estos momentos, ya entrando en los setenta,
era que se empezaba a abandonar la fórmula de declarar a las canciones «No
radiables», para censurar completamente algunos temas sin escrúpulos. Pro-
bablemente esto venía dado por los cambios al frente del Ministerio (Fraga lo
abandona en 1969) y de la sección de censura musical.
Indagando en los expedientes de censura del momento, quizás el ejemplo
más significativo sobre Raimon y la censura lo encontramos en 1971. El 23
de noviembre de ese año se abre el expediente para la grabación de un nuevo
disco de Raimon con diez canciones, que contiene temas suyos como «Sobre la
por», «Contra la por», «Sobre la pau» o el ya conocido «Diguem no» y dos más
pertenecientes a poemas de Ausiás March. Al comprobar la traducción de las
letras, el informe del censor dice lo siguiente: «Todas las canciones en su conjun-
to tienen una clara intención subversiva. Pueden autorizarse sin inconveniente
la 6 y la 9 («Elogi deis diners» y «Societat de consum»). La 7 y la 8, si bien son
clásicos de Ausiás March, no dudo que se pretende darles una interpretación
nada sana, por lo que las señalo como dudosas. El resto de las canciones, tanto
en castellano como en catalán, resultan totalmente rechazables». En resumen,
de un disco de diez canciones, finalmente sólo se admiten dos, por lo que la
grabación del mismo resulta imposible y queda suspendida.
Aunque parezca lo contrario, esta postura «política» de algunos integrantes
de la Nova Caneó, no es nueva, lo que pasa es que ahora se comienza a hablar
claramente de ello. De hecho, en una entrevista a la revista Fans concedida en
1966, Raimon era muy tajante en su visión de la realidad que le rodeaba: «Sólo
digo «no» a cuatro cosas: hambre, miedo, sangre y prisión. No estoy de acuerdo
con el mundo en que vivimos...»36. Lo que sucede a partir de los setenta es que
se va a hablar más claramente del tema. La cuestión política empieza a envolver
a la Nova Caneó y algunos de sus miembros, crispados con la situación que
viven, empiezan a quejarse con mayor claridad al ser preguntados. Por ejemplo,
Lluís Llach, que se convierte en uno de los miembros más perseguidos del movi-
miento, se expresa sobre el tema en las páginas de la revista Disco Exprés: «No sé
cuando voy a tener canciones para el próximo disco. Ya se sabe que me cuesta

34. No sólo eso, sino que la mayoría de sus temas son prohibidos por la censura como «La cas-
tranca», «Vade retro corpus tentations» o «Maria Verge». Ver instancias n.° 30 (9/1/1969), n.° 771
(28/10/1969), n.° 122 (12/2/69), respectivamente. A.G.A., Sección Cultura, caja 50003.
35. VÁZQUEZ MONTALBÁN, Manuel, «El silencio de Raimon», Triunfo, a." 408 (1970), Madrid, pp.
30-32.
36. CRESPO, Ramón, «Raimon habla claro», Fans, n.° 54 (1966), Madrid, pp. 8-9.

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La nova caneó catalana: génesis, desarrollo y trascendencia de un fenómeno... 93

mucho componer, principalmente porque todo lo que hago me lo «cepillan».


Cada uno tiene su forma de expresarse, pero por lo visto la mía es fatal»37.
Pero no sólo se trata de una cuestión de prensa, sino que en muchos caso las
canciones de la Nova Caneó, van a derivar en símbolos de una actitud contesta-
taria ante el Régimen. Canciones nuevas como «L'Estaca», de Llach, se acabarán
convirtiendo en auténticos himnos antifranquistas, mientras que otros temas
más antiguos como «Al vent» y «Diguem No» de Raimon, «Que volen aquesta
gent» de Maria del Mar Bonet o «la Gallineta» del propio Llach, son recuperadas
por la juventud catalana y española en el mismo sentido. Incluso al margen de
las canciones, va a ser crucial la postura de los propios cantautores que, si bien
ya hacía años que viajaban al extranjero donde daban memorables recitales
para exiliados, en ésta segunda etapa del movimiento van a tomar una actitud
más comprometida actuando por toda la geografía española y, en especial, en
las Universidades de Barcelona y Madrid, siendo de gran importancia social y
política alguno de los recitales que Raimon ofreció en la Facultad de Ciencias de
la capital española. Era el desarrollo definitivo de la canción protesta en España,
que iba a estar apoyada por nuevas tendencias de la misma índole que, como
comentaremos, empiezan a surgir en la geografía nacional.
Ya no se trataba sólo de reivindicar la cultura catalana, sino que ésta y el
maltrato recibido por la dictadura, se convertía en símbolo de protesta contra
la monocultura reinante en España desde 1939.

IMPACTO SOCIAL Y SIGNIFICADO CULTURAL DE LA NOVA CANCO


Sin duda, el fenómeno de la Nova Caneó es uno de los más importantes de
la cultura catalana contemporánea. Pero podría haberse quedado en un simple
fenómeno regional y no haber trascendido como movimiento cultural para
marcar también la historia española. Pero no fue así. Las causas de esto hay que
buscarlas, sin duda, en las peculiaridades políticas de la España de Franco. Sin
dictadura, no sólo hubiera sido improbable la existencia de tal movimiento, y
éste no se hubiera extendido de esa forma por todo el país. La Nova Caneó era
una respuesta cultural, en el momento oportuno de la dictadura, al discrimina-
torio trato que ésta dio a las culturas regionales que convivían en España. De
ellas, la catalana fue la que levantó la bandera reivindicativa de una cultura de
gran riqueza histórica. Al principio la reacción social, mientras que en Cataluña
fue mayoritariamente de adhesión y compromiso, en el resto de España fue de
mera observación y cierto desconocimiento.
Como hemos contado, fue en 1963 cuando la Nova Canqó, ya con algunos
años de vida, irrumpía en las publicaciones españolas tras la victoria de Raimon
y Salomé en el V Festival Internacional de la Canción Mediterránea. Pero esto
no pasaba de ser simplemente una noticia anecdótica para los pocos que se
fijaron en ella. Al paso del tiempo, poco se conocía fuera de Cataluña acerca

37. SIERRA I FABRA, Jordi, «La vuelta de un prohibido Lluís Llach», Disco Exprés, n.° 185 (1972),
Pamplona, p. 6.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 81-97


94 Carlos Aragüez Rubio

del movimiento, pero sí iban llegando algunos intérpretes, de los que España
empezaba a fijarse en Raimon. En 1964, Julio Acérete, desde las páginas de la
revista índice, advierte a los lectores acerca, de Raimon, un gran poeta catalán
de una fuerza interpretativa muy destacable, y le augura un gran éxito en todo
el territorio español38. Y no estaba equivocado. «Al vent» comienza a sonar por
todo el país y se convierte en un tema conocido del gran público, con lo que
éste comienza a interesarse por la figura del joven valenciano de Játiva. Otras
publicaciones culturales empiezan también a fijarse en Raimon 39 y, por fin,
las revistas musicales se preguntan, como hacía Fonomma, «¿Qué es la nova
cangó?»40.
En 1965 las mismas revistas comienzan a llenar sus secciones de opinión
de los lectores de reclamaciones, desde todos los puntos de España, de una
mayor cobertura informativa sobre la Nova Caneó41. Las revistas empiezan a
complacer a sus seguidores y la cobertura informativa a nivel nacional adquiere
un nivel considerable.
Es el momento de la irrupción de Serrat y, con él, no sólo se disparan las ven-
tas de la canción en catalán, sino que la Nova Cangó adquiere un nivel de popu-
laridad grandísimo uniendo a la figura de Raimon la del nuevo ídolo catalán.
Ésta es la sucesión cronológica de cómo el fenómeno traspasa las fronteras
de Cataluña pero, ¿dónde reside realmente el impacto social y cultural de la
Nova Cangó?
En primer lugar, lo primero que debemos destacar del fenómeno es la gran-
dísima importancia que, en ese momento histórico, tuvo el hecho de acercar la
cultura catalana representada por canciones en catalán y sobre la vida catalana,
al resto de un país que trataba de despertar del letargo cultural de un represivo
primer franquismo. El calado que tuvo esa forma cultural regional sobre una
sociedad «castellanizada» resulta, además de sorprendente, prácticamente sufi-
ciente para justificar la importancia del fenómeno. Pero ésta va más allá.
La Nova Cangó, no sólo fue algo que gustó a un gran número de españoles
del momento, sino que también significó un ejemplo de reivindicación cultural
que se siguió en otros lugares. Prácticamente el modelo catalán fue seguido en
regiones como el País Vasco o Galicia, donde a fines de los sesenta se empieza
a hablar de Nueva Canción Vasca y Gallega respectivamente 42 . Desde luego que

38. ACÉRETE, Julio C , «Raimon: un poeta que canta en catalán», índice, n.° 183 (1964), Madrid, pp.
16-18.
39. En la revista Reseña aparece un interesante trabajo sobre Raimon y sus canciones. Ver PUIGJANER,
José María, «Raimon, poeta de la canción catalana», Reseña, n.° 8 (1965), Madrid, pp. 233-237.
40. MORER ALCÁNTARA, Fernando, «¿Qué es la Nova Cangó Catalana?», Fonorama, n.° 14 (1965),
pp. 10-11.
41. Como ejemplo, la revista Fans, en sus números del 42 al 50, publica una decena de cartas recla-
mando mayor atención a la Nova Caneó.
42. Estos fenómenos van a coger bastante fuerza a finales de los sesenta. El ejemplo es que la
censura va a empezar a fijarse en hechos como las letras gallegas de Celso Emilio Ferreiro en
Galicia o los temas en euskera de Mikel Laboa, por citar algunos ejemplos. Ver A.G.A., Sección
Cultura, caja 49994.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 81-97


La nova caneó catalana: génesis, desarrollo y trascendencia de un fenómeno... 95

no tuvieron la repercusión cultural del movimiento catalán, pero simbolizaron


también el despertar de las culturas regionales en España. Pero, por supuesto,
la Nova Caneó tuvo su reflejo en la aparición en otros puntos de la península
de una serie de cantautores comprometidos con la causa cultural y, más tarde,
política, formando parte de la llamada «canción protesta». Figuras como Víctor
Manuel en Asturias, Patxi Andión en el País Vasco, o Pablo Guerrero en Extre-
madura, continuaron en castellano un género y una forma de hacer que inequí-
vocamente había partido de Cataluña. Todos ellos, jugaron un papel cultural de
gran trascendencia como voz social en el final de la dictadura e incluso durante
el proceso de transición democrática.
Eso si solamente hablamos de la geografía española, pues la Nova Caneó,
desde la aparición de Raimon en París en Í96643, alcanzó gran popularidad fuera
del territorio español, tanto en Europa como en Sudamérica, debido, principal-
mente, a su sintonía con los exiliados españoles. Ellos, que prácticamente sólo
contaban con los recitales de Paco Ibáñez en París, recibieron a los cantautores
de la Nova Caneó como representantes de un movimiento cultural con el que se
sentían identificados. Probablemente esta relación de algunos miembros de la
Nova Caneó, sobre todo, Raimon, Llach y Montllor, con los exiliados europeos,
contribuyó en gran medida a la consideración política del movimiento.
Lo que es claro es que, en los últimos años de dictadura, la Nova Cangó y,
en especial algunos temas e intérpretes, se van a convertir en símbolos del an-
tifranquismo, coreados por todo el territorio nacional, a pesar de los riegos que
ello contenía. Hechos como escuchar a cientos de estudiantes cantar «Diguem
no» junto a Raimon en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid,
puede dar idea de hasta donde llega la importancia política, social y cultural de
la Nova Caneó.

CONCLUSIÓN
A lo largo de estas líneas hemos pretendido ofrecer algunas claves que expli-
quen en qué consiste el fenómeno cultural de la «Nova Caneó» y su importancia
en el panorama español del segundo franquismo. No se ha pretendido realizar
un análisis profundo del movimiento y sus repercusiones sino, más concreta-
mente, tratar de acercar el lector al nacimiento, evolución y relevancia del mis-
mo en un momento histórico de cambio social y cultural en el seno de la España
de Franco. De esas premisas, se pueden extraer algunas conclusiones.
Para comenzar, la «Nova Caneó Catalana» es un fenómeno cultural que nace
a fines de los cincuenta en el seno de la burguesía barcelonesa con el objetivo
de reivindicar y fortalecer una cultura catalana resentida desde la conclusión
de la Guerra Civil por la represión posbélica y la monocultura establecida por

43. La cultura catalana y española del momento se hizo pronto eco de los grandes triunfos de la
Nova Canc;ó en el extranjero. Sirva de ejemplo el artículo que la revista Sena D'or dedicó a la
primera actuación de Raimon en París. Ver BERTRÁN, Teresa P, «París descobreix Raimon. Rai-
mon a la Sorbona», Sena D'or, n.° 6 (1966), Barcelona, pp. 29-31.

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96 Carlos Aragüez Rubio

el régimen franquista. Además, se trata de un fenómeno cuya fuerza no se en-


tiende sin la dictadura y esa represión de la que hablamos, pues este clima es el
que consigue una rápida adhesión y apoyo de un amplio sector social catalán al
movimiento. Pero, y esto hay que resaltarlo, en ningún momento se plantean,
los pioneros del movimiento, dotar a sus canciones de un contenido bélico o
reivindicativo, sino que simplemente tratarán, bien de describir su vida cotidia-
na, o de recuperar musicalmente textos catalanes olvidados.
Los objetivos primeros del movimiento no son, pues, políticos, pero esa rei-
vindicación cultural, en el momento en el que está concebida, tiene por fuerza
un carácter político que atravesará las fronteras catalanas para convertirse en
bandera de la reivindicación de las culturas regionales en la España franquista.
Precisamente ese carácter político se alimentará con las diferentes posturas en
el seno de la propia «caneó» entorno a la defensa de la lengua, y con hechos de
gran magnitud informativa como la negativa de Serrat a cantar en castellano en
Eurovisión. A partir de entonces, la trascendencia política de ciertos miembros
del movimiento va a ser incuestionable y va a estar reflejada, no sólo en la par-
ticipación activa de éstos en recitales para exiliados españoles o en conciertos
reivindicativos en las universidades del país, sino en el recrudecimiento de la
censura con las creaciones de gente como Raimon, Llach, Montllor o Pau Riba,
entre otros. Probablemente, al analizar las letras, empezamos a encontrar, a
medida que avanzan los años, un cierto sentido crítico con el mundo que los
rodea, que va a impregnar la mayoría de las creaciones de estos autores.
Pero si esta postura política posee importancia para el Régimen, es porque
la popularidad del movimiento va a ser de carácter nacional y su influencia se
trasmitirá por todo el territorio español, traspasando las fronteras de lo pura-
mente musical o cultural, donde la influencia de la Nova Caneó fue importan-
tísima en la consolidación de una «canción protesta española», inédita hasta el
momento si exceptuamos algunas coplas aisladas o ciertos cantes flamencos de
escasa popularidad. Es evidente que el carácter nacional del fenómeno es lo que
le hace tomar fuerza como movimiento social y político de trascendencia en el
segundo franquismo. Pero también es cierto que, ya no el nacimiento, sino el
crecimiento de la Nova Caneó como fenómeno de masas, no puede ser com-
prendido fuera del contexto de cambio cultural que vive la sociedad franquista
a partir de los años sesenta. El movimiento, pues, no sólo va a contribuir como
pieza importante a ese cambio cultural sino que, al tiempo, nace de esa misma
situación de cambio. Es decir, la Nova Cangó es, a la vez, causa y consecuencia
de un período crucial en la reciente historia española, pues en él comienza a
definirse culturalmente una juventud y una sociedad que será la gran valedora
del proceso de transición democrática que España vivirá a fines de los setenta.
Un proceso en el que, nuevamente, la popularidad y el simbolismo de la Nova
Caneó jugarán un papel destacado en la concienciación social y la lucha por la
democracia.
El ejemplo más evidente de que la Nova Caneó debe su importancia al con-
texto en el que nace y que, fuera de él, prácticamente carece de sentido, es que
su final llegará precisamente cuando la democracia está plenamente instaurada

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 81-97


La nova caneó catalana: génesis, desarrollo y trascendencia de un fenómeno... 97

en España y las culturas regionales hayan ganado su batalla cultural, siendo


reconocidas y apoyadas por la Constitución y los Estatutos de Autonomía. En
ese momento la «cangó» pierde la fuerza que la había consagrado y el interés
popular que la convirtió en uno de los fenómenos culturales más importante de
los años sesenta en España.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 81-97


NUEVA ACTITUD OBRERA DE DESAFÍO EN LOS
AÑOS SESENTA EN LA PROVINCIA DE MURCIA:
CONFLICTIVIDAD INDUSTRIAL Y AGRARIA

Gloria Bayona Fernández

1. LA PERCEPCIÓN DEL CAMBIO EN EL ÁMBITO LABORAL


A lo largo de los años sesenta, tuvo lugar un proceso de crecimiento y
modernización de la economía española, que de forma inmediata, llevará
consigo repercusiones sobre la sociedad, adquiriendo nuevas formas de vida y
comportamiento.
Este desarrollo económico que comienza a vivir España, tenía uno de los ejes
centrales más allá de la liberalización económica, en un nuevo modelo industrial
productivista, basado en la concentración de una abundante mano de obra que
percibía salarios muy bajos. Se articuló sobre la base de un modelo de trabajo
intensivo en un contexto autoritario, en lo que se refiere a la reglamentación de
las relaciones laborales y al marco político en el que se desarrolló1.
Con un sistema salarial en gran parte basado en el trabajo a prima y en
las horas extras, posibilitó suplir las carencias tecnológicas, echando mano
de cantidades ingentes de trabajadores, mano de obra descualificada, con
el ahorro consiguiente en la formación de una nueva clase obrera de origen
mayoritariamente rural. Como contrapartida al absoluto control empresarial
sobre el proceso productivo, este tipo de desarrollo, era altamente sensible a la
conflictividad2.

1. SÁNCHEZ RECIO, Glicerio, «Inmovilismo político y cambio social en los años sesenta», Historia
Contemporánea, n.° 26 (2003, I), pp. 1-33, considera que el denominado «milagro español» como
tal no fue sino una versión compulsiva, desordenada y marcada por los desequilibrios, eso sí
convenientemente difundida y adornada por los medios del propio régimen, régimen autoritario,
en un intento por buscar el reconocimiento internacional.
2. Así nos lo indica DOMENECH, Xavier, que trata de analizar los cambios producidos en la morfo-
logía del conflicto obrero relacionados con el desarrollo económico, partiendo de dos espacios

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 99-133


100 Gloria Bayona Fernández

La pieza central que aceleró la introducción del modelo productivista vino


de la mano de la Ley de Convenios Colectivos aprobada en 1958. En este nuevo
marco legal, la nueva clase obrera industrial intentará acompasar el aumento de
sus salarios y la mejora de sus condiciones de trabajo a ese incremento de la pro-
ductividad, es decir tratarán de negociar con los empresarios. Al multiplicarse
la acción negociadora, también se multiplicó la posibilidad de diferencias entre
las partes y por tanto los enfrentamientos provocando una espiral de conflictos
laborales3. Se tratará de un modelo de conflictividad propio de cada fábrica, ahí
se establecerán los ritmos de negociación y de conflicto y ya no dependerá de
una situación conflictiva general, sino de los propios recursos organizativos y
de las acciones que sean capaces de generar un determinado colectivo de obre-
ros4. Será en las grandes plantillas de las empresas que contaban con convenios
propios, las que tendrán más recursos para desarrollar el conflicto. A partir de

centrales para la evolución de las nuevas actitudes obreras, el barrio y la fábrica, intentando
significar aquellos cambios, que a pesar de su aparente inviabilidad establecieron la base desde
la cual se pudo articular una nueva forma de acción colectiva bajo el franquismo en «La otra cara
del milagro español. Clase obrera y movimiento obrero en los años del desarrollismo», Historia
Contemporánea..., pp. 91-112.
El tema de la conflictividad ha sido muy trabajado por los historiadores, que han utilizado no
sólo fuentes de la oposición obrera (prensa, archivos, testimonios orales...) sino también fuentes
generadas por los diversos aparatos del poder franquista (policía, sindicatos oficiales, tribunales,
Ministerio de Trabajo y Exteriores...). A nivel local hay que destacar entre otros para Vizcaya
(fosé Antonio Pérez); Granada (Teresa Ortega); Barcelona 0avier Tébar y Javier Doménech);
Asturias, (Ramón García Piñeiro y Rubén Vega); Madrid (fosé Babiano); Valencia (Ramiro Reig);
Galicia (José Gómez Alen) y Murcia (Gloria Bayona), así nos lo señala MATEOS, Abdón en «Vieja
y nueva oposición contra Franco», Historia Contemporánea..., pp. 77-89.
MOLINERO, Carme e YSÁS, Pere publicaron conjuntamente una obra de carácter general, Produc-
tores disciplinados y minorías subversivas. Clase obrera y conflictividad laboral en la España franquista,
Madrid, siglo XXI, 1998. Recientemente y para conocer la reacción oficial de la dictadura con-
tra las minorías subversivas, los conflictos obreros y su repercusión internacional, YSÁS, Pere,
Disidencia y subversión. La lucha del régimen franquista por su supervivencia. 4 960-1'975, Barcelona,
Crítica, 2004.
3. Entre otros muchos investigadores que analizan la relación convenios laborales-conflictividad
hay que señalar a JULIA, Santos, «La Sociedad», en GARCÍA DELGADO, José Luis, Franquismo. El
juicio de la Historia, Madrid, Temas de Hoy, 2000, p. 105. Este autor considera que la negociación
colectiva favoreció un cambio de cultura política y práctica sindical obrera que tendrá como
objetivo prioritario las reivindicaciones económicas, aunque para ello hubiera que llegar a la
confrontación.
SOTO, Alvaro, «Diversas interpretaciones sobre las causas y consecuencias de las huelgas en
el Franquismo (1963-1975)», / Encuentro de Investigadores del Franquismo, Barcelona, Universidad
Autónoma, 1992, pp. 150-152, índica igualmente que el proceso de negociación colectiva es
una de las causas de carácter laboral más decisiva para explicar el surgimiento por primera vez
en la España de la postguerra de una conflictividad laboral continuada. Este autor señala que la
reivindicación de salarios más elevados se constituye en una de las principales causas a la hora
de iniciar un conflicto laboral, por lo que se puede establecer una relación entre el hecho de que
los convenios favorecen la posición negociadora de los trabajadores que complementa la misma
con la posibilidad de presionar a través de la huelga. Desde 1964 el salario real aumentó siendo
los años de mayor incremento aquellos que coinciden con una mayor conflictividad.
4. BALFOUR, Santiago, La Dictadura, los trabajadores y la ciudad. El movimiento en el área metropolitana de
Barcelona (4939-4988), Valencia, Edicions Alfons el Magnánim, 1994, p. 90.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 99-133


Nueva actitud obrera de desafío en los años sesenta en la provincia de Murcia... 101

los años sesenta se van a ir creando nuevas técnicas organizativas, implantán-


dose primero en las grandes factorías como Barcelona, Madrid y Vizcaya, más
adelante se irán extendiendo a las medianas empresas 5 .
El movimiento huelguístico obrero alcanzó niveles muy altos en estos años
y aunque las causas eran prioritariamente de carácter económico, pronto se
transformaban en política de forma inevitable dada la represión ejercida desde
el poder político. En la práctica, ambas dimensiones están presentes y se entre-
cruzan siempre de forma estrecha6.
Globalmente por provincias durante la década de los sesenta, las más con-
flictivas fueron Barcelona, Madrid, País Vasco y Asturias, y por sectores en
primer lugar la minería, metalurgia y construcción.
Asturias a partir de 1962 se va a convertir en referencia inexcusable, desarro-
llando una conflictividad propia y sostenida en el tiempo. Desde esta provincia
se va a producir una imparable conmoción en el panorama de luchas obreras,
especialmente relacionadas con la minería, sumándose a las huelgas, numerosas
provincias, entre las que se encuentra, la provincia de Murcia7. A pesar de no
ser cuestionable el protagonismo de la conflictividad en el marco industrial,
también la hubo en otros contextos de trabajo como la construcción y la agri-
cultura. En Córdoba 6.000 obreros de la construcción y del campo se pusieron
en huelga, y en la región de Jerez en Cádiz fueron 9.000 trabajadores, siendo
sometidos a una dura represión laboral8.
Sin embargo en relación con la agricultura hay diversas opiniones acerca de
las causas que motivaron en distintas provincias que la conflictividad fuese más
tardía y débil. Un ejemplo es Extremadura que al tener una secuela emigratoria
muy importante se convirtió este hecho en un poderoso obstáculo para el inicio
y consolidación de la oposición obrera9. Otros investigadores también señalan
que la debilidad, el raquitismo y la tardía conflictividad tuvo como causa la

5. MOLINERO, Carme e YsÁS, Pere, señalan que el protagonismo lo tuvieron las plantillas de 100 a
500 trabajadores en Productores disciplinados y minorías subversivas..., p. 131.
6. MOSCOSO, Leopoldo, «Ciclo en política y economía: una introducción», Zona abierta, n.° 56
(1991), pp. 1-25. Su tesis es que existe una clara correlación entre los ciclos económicos y los con-
flictos sociales, estando siempre presente en el origen de las movilizaciones, la necesidad de los
obreros de mejorar sus condiciones de vida; SOTO, Alvaro, «Huelgas en el franquismo: causas la-
bórales-consecuencias políticas», Historia Social, n.° 30 (1998), pp. 39-61, considera que las causas
de las huelgas fueron económicas pero con consecuencias políticas; YsÁS, Pere, «Huelga laboral y
huelga política. España 1939-1975», Ayer, n.° 4 (1991), analiza que hasta 1971 las huelgas tuvieron
un carácter eminentemente laboral pero que a partir de ahí se intensificaron las confrontaciones
de carácter abiertamente político.
7. Son numerosos los investigadores que han tratado el tema de la conflictividad de la minería as-
turiana. En el verano del 2002 en Gijón tuvo lugar un congreso coordinado por Rubén VEGA para
reflexionar sobre el tema asturiano y su influencia en las huelgas habidas en el resto de España.
Fruto de este análisis fue la publicación de dos importantes obras Las huelgas de 7962 en Asturias
y las huelgas de '1962 en España y su repercusión internacional, Gijón, Trea, 2002.
8. Archivo del PCE, Madrid, 1962.
9. Así lo indica MARROYO, Fernando en «Las Comisiones obreras en Extremadura: tardía presencia
y problemática consolidación (1969-1978)», en RuiZ, David, Historia de Comisiones Obreras (1958-
•1988), Madrid, Siglo XXI, 1993, pp. 391-427.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 99-133


102 Gloría Bayona Fernández

fuerte emigración sufrida en la zona. Es el caso de Granada y Jaén (Andalucía


Oriental), aduciendo de forma adicional otros fuertes obstáculos tales como
la dura represión sufrida por los obreros del campo en la postguerra, que les
abrió profundas huellas, además del abandono por las instituciones en cuanto a
inversiones habidas (desindustrialización andaluza), no creándose con ello una
importante clase obrera industrial, con ausencia de actores sociales. En todo
caso las inversiones fueron reorientadas hacia el sector secundario, existiendo
un decisivo peso de las industrias agrarias en el subsector de la producción de
bienes de consumo que perduró hasta el final de la dictadura. Sólo a mediados
de los sesenta y por otros cauces adquirirían los trabajadores del campo, una
cultura obrera de la protesta 10 .
En cuanto a Murcia se refiere, las fuentes administrativas institucionales
consultadas demuestran que a pesar del persistente ruralismo que pervivía al
comienzo de los sesenta existe una doble tipología conflictiva, mayor en el mar-
co industrial, pero también en el agrario11. Que si bien en sus acciones no va a
tener una trascendencia nacional como ocurrió en otras zonas, sí afectó a gran
parte de la esfera provincial poniendo de manifiesto la existencia de profundas
grietas entre el poder político y las fuerzas económicas y sociales murcianas.

2. LOS INICIOS DE LA CONFLICTIVIDAD INDUSTRIAL


En esta provincia en los años sesenta existe un cambio socioeconómico fun-
damental que generó a su vez una transformación evidente. Si esto lo deriva-
mos al proceso conflictivo, en las relaciones laborales varios son los agentes que
hay que tener en cuenta a la hora de entender cómo una provincia identificada
en los parámetros institucionales como pacífica, desemboca en una situación
de protestas imparables y que como una constante permanecerá durante toda
la década, siendo la base empírica de la proliferación de todo tipo de crisis y
conflictos posteriormente en los setenta. Los factores o agentes iniciales de que
parte la realidad murciana en estos años en principio no son los favorecedores
y agilizadores del proceso conflictivo. Entre otras cuestiones hay que destacar
el carácter agrario de la provincia durante la década de los cincuenta, y durante
la cual no había existido un tejido industrial conformado, en comparación con
otras zonas. Esta situación va a cambiar en el momento que se produzca una
reactivación en el sector industrial, con un trasvase de mano de obra procedente
del campo, dando lugar a otra realidad distinta a la tenida hasta entonces, con
niveles importantes de movilizaciones y protestas a pesar del marco de dictadu-
ra en el que se desarrollan. Los conflictos obreros significaban la trasgresión de

10. COBO, Francisco y ORTEGA, M.a Teresa, «La protesta de sólo unos pocos. El débil y tardío sur-
gimiento de la protesta laboral y la oposición democrática al régimen franquista en Andalucía
Oriental, 1951-1976», Historia Contemporánea..., pp. 113-160.
11. COLINO SUEIRA, José (dir.), Estructura económica de la Región de Murcia, Madrid, Civitas, 1993, p.
63, indica que el 44'8% de la mano de obra estaba ocupada en la agricultura. BAYONA FERNAN-
DEZ, Gloria, «Tipología de la conflictividad laboral en Murcia en los años 60», // Encuentro de
Investigadores de! Franquismo, t. II, Alicante, Juan Gil-Albert, 1995.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 99-133


Nueva actitud obrera de desafío en los años sesenta en la provincia de Murcia... 103

la legalidad que indudablemente era objeto de medidas penalizadoras tanto por


parte de los empresarios, como por las autoridades políticas. Por ello cuando los
trabajadores no disponían de la fuerza necesaria para realizar acciones más con-
tundentes como el paro o el bajo rendimiento cuyas consecuencias se sabía que
podía conllevar el despido, echaban mano de otras formas de protesta, que no
llevara consigo dañar la producción, como eran hacer concentraciones a las ho-
ras de entrada o salida del trabajo, boicot a la comida... entre otras medidas.
Todos estos hechos constituirán un desafío continuado para el régimen fran-
quista y la quiebra de la «paz social», que se pretendía presentar como uno de
los logros más importantes conseguidos en esta provincia, convirtiéndose en el
barómetro que acusa los cambios sociales de los años sesenta. La causalidad de
todo este tipo de conflictos se basaba en reivindicaciones de carácter laboral, que
se politizaban irremediablemente al transgredir la legalidad vigente y no existir
ningún derecho de manifestar el desacuerdo. En esa búsqueda de percepción de
cambios y dentro del marco descriptivo de la panorámica provincial murciana,
se debe destacar la impresión que de esos cambios tienen las instituciones del
régimen como era el Gobierno Civil, máxima autoridad provincial, permitiéndo-
nos profundizar significativamente en la sociedad murciana de esos años12.
En cuanto a la localización de la conflictividad laboral industrial, hay que
resaltar Cartagena que lo convierte en el referente industrial de forma unívoca
a nivel provincial. Y lo es por la situación que se encuentra la industria naval
de Bazán, que por agravios comparativos salariales con otros centros de igual
naturaleza será la primera en movilizarse, pudiéndose afirmar que aquí se inicia
el movimiento obrero murciano. Desde Bazán se irradiará numerosos conflictos
en el entorno minero de la zona motivados por un lado por sus propias proble-
máticas y de forma adicional por los sucesos ocurridos en la minería asturiana
en 1962. Destacaremos los conflictos mineros vividos por los obreros en la
empresa Eloy Celdrán en La Unión (minas Brunita y Balsa), la empresa minera
«La Galera», la factoría Española de Zinc, y fuera ya de la esfera de influencia
de Cartagena, la Mancomunidad de minas de hierro en Cehegín.
En el resto de la provincia y en otros sectores, hay que señalar «Hortícola del
Segura», «Joaquín Meseguer», «Fraymon», «Cerámica Diego Miñarro» en Lorca,
«Géneros de Punto» en Cieza, y «Cauchos de Levante» en la pedanía cercana a
la capital de Guadalupe.
Todo esto en referencia al año de 1962, y a partir de aquí no sólo habrán
conflictos en estas industrias, sino que se irán sumando más sectores y más em-
presas como la «Refinería de Petróleos de Escombreras», que desde 1963 hasta
1968 mantendrá una constante conflictividad muy importante en relación a la
política de convenios e igualmente ocurrirá en «Española de Zinc».
En cuanto a los apoyos que esta concienciación reivindicativa tuvo, aquí
en Murcia a diferencia de lo ocurrido en otras provincias, el elemento univer-
sitario estará ausente, caracterizándose por la total pasividad en la cuestión de

12. Memorias del Gobierno Civil de Murcia de 1962-1979 (A.G.C.M.).

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 99-133


104 Gloria Bayona Fernández

protestas y de conflicto. Sólo a partir de 1971 comienza a despertar de la mano


de FRAP, ORT; UES y JDE, que como medio de resolver sus propios problemas
llevarán a cabo asambleas de consideración ilegal que traerán consigo deten-
ciones, sanciones e incluso el cierre de la propia institución (29 de abril al 5 de
mayo de 1975)13.
Por el contrario desde el principio de los años sesenta que surge el fenómeno
de la conflictividad los obreros, contarán con el sostén y respaldo de un sector
de la Iglesia, la de los movimientos apostólicos dentro de la Acción Católica,
HOAC y JOC, (no de la jerarquía) que se enfrentará no sólo a las instituciones
sino al propio obispado, convirtiéndose en la alternativa extraoficial, demostra-
tiva de la falta de representatividad del cauce legal del sindicalismo franquista.
Otro apoyo bastante singular surgido en 1963 sería desde el campo monár-
quico javierista de la JOT (Juventud Obrera Tradicionalista) sección cultural Víc-
tor Pradera, cuyo objetivo era la formación de grupos y captación de militantes
entre los trabajadores, teniendo como portavoz el periódico mensual «Vanguar-
dia Obrera» al igual que en Zaragoza denominándose allí A.O.T. (Agrupación
Obrera Tradicionalista). Pero serán la HOAC y la JOC las que se conviertan en
la base estratégica organizativa del sindicalismo de clase, como fueron USO,
OSO y CC. OO., además de ser en parte plataforma del resurgimiento del Par-
tido Comunista (1964-1965) que a pesar de maniobrarse en clandestinidad se
reorganiza en varias células obreras industriales y agrarias agrupadas en comités
que funcionaban en Murcia capital, Cartagena, Lorca y Yecla dependientes y en
conexión con el Comité Central radicado en Francia, cuya acción estaba coordi-
nada por la agrupación de Levante, con sede en Valencia.
El control a partir de 1964 es cada vez más férreo, destacándose el año de
1969 con persecución a sacerdotes y a los integrantes de estas organizaciones
apostólicas, muchos de cuyos miembros tenían una doble militancia en el Parti-
do Comunista reprimiéndoles contundentemente y desarticulando a su Comité
Provincial en 1971.
La opción socialista también se reorganiza en 1964 (socialismo del interior)
preferentemente en Cartagena de gran arraigo con jóvenes intelectuales y obre-
ros de nivel cultural medio (especialistas, administrativos,...) que miraban hacia
el socialismo europeo, junto a los hombres de la vieja escuela del socialismo de
Prieto y Largo Caballero.
Por último hay que destacar la percepción del ambiente que se estaba vivien-
do en esta provincia desde las instituciones del régimen, hecho éste de máxima
relevancia, ya que así se puede evaluar el impacto del ascenso del disentimien-
to habido y los esfuerzos realizados con diversas estrategias y recursos para
neutralizarlos. Las medidas que se toman dan cuenta de la importancia que va
adquiriendo la conflictividad y canalización de las protestas y que repercutían
en la alteración del orden público.

13. Memoria Gobierno Civil, 1975.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 99-133


Nueva actitud obrera de desafío en los años sesenta en la provincia de Murcia... 105

Desde el principio el Gobierno Civil en esa búsqueda de causalidad del fenó-


meno conflictivo, destaca la necesidad de hacer un control exhaustivo respecto
a las corrientes migratorias concretamente en las campañas de la vendimia y
arroz en el sur de Francia, al considerar que existía desde allí, una contami-
nación ideológica de captación, aleccionando a los trabajadores en contra del
régimen.
En segundo lugar se ejerció un estricto control interno a través de contar con
colaboradores en los núcleos de trabajo vigilando cualquier tipo de anomalía en
las empresas.
Por otra parte, desde esta misma esfera de poder se pedirá una estrecha vin-
culación de los organismos del Estado y Movimiento, en especial los Sindicatos
y la Delegación de Trabajo con los medios policiales.
Finalmente consideraba y así se interpreta en la documentación consultada
que la escasa preparación político-cultural de los obreros en última instancia era
la causa fundamental de las protestas por la desínformación y manipulación de
que eran objeto.
«Como medida de carácter político y puesto que se ha observado que los ele-
mentos provocadores aprovechan su labor de captación en reivindicaciones de tipo
económico debido a la escasa preparación política y cultural de la gran mayoría de
los productores, sería conveniente una mayor divulgación dentro de las mismas
empresas de la real situación del país y en especial de la industria en que trabajan,
intentando una compenetración empresa y productor, que a veces por apatía y otras
por ignorancia dan lugar a malos entendidos y a conflictos que fácilmente podían
haberse evitado...»14.

2.1. El proceso conflictivo en Bazán


Las empresas de construcción naval en los años 60, se vieron afectadas en el
desarrollismo por un importante incremento de demanda tanto en lo referente a
la construcción de barcos de pesca, como petroleros de mediano y gran tonelaje
con agotadoras jornadas laborales, racionalización del proceso productivo (in-
troducción de diferentes elementos de carácter taylorista y fordista), medición
de tiempos con cronometrajes, rotación de turnos, organización del trabajo,...
tal y como ocurría en otros complejos industriales15.
Desde la empresa de Bazán en Murcia se van a iniciar diferentes formas de
presión ante esta nueva situación económica con huelgas de hambre, brazos
caídos..., que desestabilizaron el orden público16, a pesar de la capacidad de
control desde las instancias gubernativas.
El malestar se inicia en 1961 motivado en un principio porque la gerencia
de la empresa no propuso el pase a zona 1.a que por Orden Ministerial se ha-

14. Memoria del Gobierno Civil, año 1964.


15. BABIANO MORA, José, Emigrantes, cronómetros y huelgas. Un estudio sobre el trabajo y los trabajadores
durante el franquismo. (Madrid, •I95'l-1977), Madrid, Siglo XXI, 1995.
16. AGA, Sección de Sindicatos (4796), 1953/61. Sobre los problemas laborales en la empresa Bazán
de Cartagena (Murcia).

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 99-133


106 Gloria Bayona Fernández

bía otorgado a iguales complejos industriales a nivel nacional, con el perjuicio


salarial correspondiente 17 .
En general, la panorámica de salarios estaba caracterizada por bajos niveles,
disparidades en las remuneraciones medias del personal administrativo y obre-
ro por hora trabajada, diferenciación de carácter sectorial y categoría profesio-
nal, que marcaba una estructura salarial compleja, debido a la multiplicación de
diferentes conceptos complementarios que junto al sueldo base configuraban la
retribución finalmente percibida (primas, pluses, ayudas, incentivos...).
En los menguados salarios según categorías profesionales la dirección de Ba-
zán llevaba a cabo descuentos de 16 a 25 ptas. dirigidos teóricamente al Monte-
pío, hecho que los obreros comprobarían el falseamiento de esta situación18.
Desde el inicio del conflicto de la empresa Bazán el Gobernador fue cons-
ciente del problema planteado y las consecuencias que podría acarrearla actitud
cerrada a las propuestas de los trabajadores19.
Pese a ello se intentó imputar la culpabilidad de esta problemática a accio-
nes individuales y errores administrativos en un proceso de minimización del
asunto.
La respuesta en abierta confrontación con el colectivo laboral por parte de
la empresa fue la supresión del régimen de horas extraordinarias que se venían
realizando trayendo consigo una mengua sensible de los ingresos que regular-
mente venían percibiendo los trabajadores a pesar del esfuerzo de 15 horas su-
plementarias, jornada verdaderamente agotadora e ilegal pero a la vez necesaria
para completar los insuficientes salarios e ingresos.
Sólo la autorización para devengar horas extraordinarias recayó en el perso-
nal de talleres de forma exclusiva trayendo ello la disconformidad del resto del
colectivo trabajador de la empresa20.
En verano la empresa planteó un expediente de crisis con intencionalidad de
despedir a 38 empleados (incluyendo al sector administrativo). Conversaciones

17. Informe del Delegado Provincial de Sindicatos al Presidente Nacional del Sindicato del Metal
en Madrid (20-3-61), dando cuenta del ambiente de tensión vivido en la Empresa Nacional de
Bazán en Cartagena. AGA, Sección de Sindicatos (4796), 1953-1961.
18. La cantidad descontada (de 4.100 obreros) ascendía a 8 millones (31-5-61). La dirección reco-
noció el descuento en dichas cantidades desviando la responsabilidad a error administrativo
del personal encargado que había descuidado dar cumplimiento del decreto de 21 de marzo de
1958 que disponía que las primas y demás incentivos por rendimiento del personal no cotizara
a Seguros Sociales.
19. Escrito de Soler Bans al Presidente del Consejo de Administración de la Empresa Nacional Ba-
zán, Jesús M.a Rotaeche Rodríguez, aconsejando la aplicación a la industria siderometalúrgica
de Cartagena de las mejoras que implicaba el pase a zona 1.a (23 de marzo de 1961). En los
mismos términos se dirigió al Presidente del Sindicato Nacional del Metal (Amador Villa Marín)
y al Delegado Provincial de Sindicatos (Carlos Iglesias Selgas).
20. Nota informativa sobre gestiones realizadas por el Jurado de la Empresa Nacional Bazán en
relación con el régimen de horas extraordinarias (9-8-61). El Delegado Provincial de Sindicatos
alertaba al Gobernador de la conflictividad. El informe policial daba cuenta de la confrontación
obrera habida entre los dispuestos a secundar la orden de la empresa acusados de esquiroles:
Pedro Carmona Raja, Fernando Tomaseti Muñoz entre otros y los que no lo estaban.

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Nueva actitud obrera de desafío en los años sesenta en la provincia de Murcia... 107

entre la parte económica y social redujo el despido a 30, jubilando de forma


forzosa al resto.
Las protestas, reclamaciones y movilizaciones no se hicieron esperar máxi-
me que el 1 de septiembre entraba en vigor el nuevo Convenio Colectivo
cuyas peticiones habían sido sistemáticamente desestimadas por la empresa,
en especial las referentes a las modificaciones solicitadas del Reglamento de
Régimen Interno uno de los puntos relevantes del convenio constituyendo un
claro ejemplo de disconformidad dentro del enmarcamiento general en el que
se encuadraba la Ley de Convenios Colectivos.
El marco de la negociación de convenios en un principio animó a los obreros
a forzar sus peticiones básicamente económicas como ocurría en otras zonas.
La empresa se opuso a la aprobación del convenio colectivo con fuerte
resistencia a alcanzar acuerdos de remuneraciones más en consonancia con
el coste de vida de aquel momento, e igualmente el tema de la reforma de los
Reglamentos del Régimen Interno 21 .
Se temía la expansión desde Bazán del hinterland respecto a las medidas de
presión ejercidas con desplazamiento del Gobernador Civil, al objeto de abortar
la huelga de hambre planteada tras el abucheo realizado al Delegado Sindical
y al Inspector de Trabajo, siendo finalmente desalojada la fábrica por la fuerza
pública, deteniendo a los obreros de talleres de monturas como inductores de
las movilizaciones.
Se estaba produciendo la pérdida de legitimidad de los organismos oficiales
al ser incapaces de satisfacer las expectativas económicas básicas deseables,
condiciones laborales y seguridad en el trabajo22.
Las protestas y tensiones volvieron a repetirse a comienzos del año siguiente
(huelga de hambre, brazos caídos,...) encaminadas a corregir las arbitrarieda-
des internas en la organización de la empresa, pidiendo el cese del director de
la factoría, al cual de forma personal se hacía responsable de crear el malestar
reinante desde que el 1 de agosto del año anterior suprimiera las horas extraor-
dinarias, acusándole de incompetencia e inmoralidad.
Así derivaba y se transformaba la causa primitiva del conflicto de agravio
comparativo de distinto tratamiento con otros centros hacia la mala gestión
empresarial.
Existía una situación de desequilibrios salariales en Cartagena en una po-
blación eminentemente militar donde los Cuerpos Armados habían tenido una
subida salarial del 133 al 250%, hecho éste que produjo de forma inmediata el
impacto y repercusión en el alza de precios en artículos de consumo.

21. La empresa de Refinería de Petróleos de Escombreras igualmente en Cartagena había solicitado


con anterioridad al M.° de Trabajo en su convenio la modificación del Reglamento (informe del
Delegado Sindical Provincial al Gobernador Civil, 2-1-61).
22. Escrito dirigido por Carlos Iglesias Selgas al Presidente de la Sección Social del Sindicato del
Metal (26-8-61) aconsejándole canalizar la defensa de las reivindicaciones de los obreros a través
de medios legítimos por el «peligro de torcerse hacia otras tendencias dadas las circunstancias
que concurren en este tipo de empresas de defensa nacional».

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 99-133


108 Gloria Bayona Fernández

En contraposición, la mayoría del colectivo de Bazán con bajos salarios (no


sobrepasaban las 1.800 mensuales) y diferenciación entre trabajadores del mis-
mo oficio dentro de la factoría (arbitrariedades constantemente denunciadas),
daban la sensación de estar sometidos a un doble juego. Por una parte, el ser
considerados como un establecimiento de Marina a unos efectos pero en cuan-
to a remuneraciones no estar equiparados como tales.
El 5 de febrero, los obreros no acudieron al comedor, permaneciendo en
sus dependencias de forma pacífica, queriendo resaltar con ello el día de ayuno
decretado por la Iglesia (simbiosis entre un día simbólico de carácter general
religioso y unas reivindicaciones socio-laborales concretas).
Al día siguiente, la participación en la huelga de hambre fue unánime, ad-
hiriéndose el cuerpo de ingenieros, personal administrativo, maestros especia-
listas, y peritos (solidaridad en las distintas cualificaciones laborales), enviando
toda la manutención a un centro benéfico y ampliando el boicot en el día festi-
vo a los actos de carácter lúdico (cine y fútbol)23.
Las teorizaciones y acusaciones de desviacionismo político no diluyó ni
hicieron desaparecer las verdaderas razones que en esta empresa naval habían
motivado el descontento de los trabajadores, cuyas cuestiones específicas y
peticiones concretas habían sido: la supresión del sistema de quinquenios y
su conversión en trienios sin limitación de tiempo, aumento de porcentajes de
gratificaciones en concepto de trabajo especial (sucio, peligroso, tóxico,...) y el
establecimiento de un Plan de Asistencia, entre otras demandas.
A Bazán llegó un teletipo con carácter de urgencia ofreciendo algunas mejo-
ras, jugando la empresa para abortar las pretensiones y presiones de los trabaja-
dores, con la desunión interna, calificando el Presidente del Convenio de Bazán
de «intransigente y tenaz oposición de los trabajadores que decía perjudicaba a
los más humildes y honrados...» (discurso de disgregación)24.
Paralelamente la nueva actitud combativa y crítica de los obreros motivó
una serie de reflexiones desde el ámbito institucional gubernativo preocupado
no por la resolución de las peticiones obreras, sino por la reactivación del propio
funcionamiento organizativo obrero para poderlo definitivamente neutralizar
acusando de «intencionalidad de adverso signo nacional»... 25 denotándose de

23. El alcalde de Cartagena hizo manifestaciones amenazantes que en el caso de que el conflicto
se radicalizase tenía dos compañías de Infantería de Marina preparadas para «limpiar taller por
taller la factoría de rojos»... (Manifestaciones recogidas por el Servicio de Información de Policía
de Cartagena, 6 de febrero de 1962). Se producía así el aislamiento en cuanto a la ausencia total
de apoyo a las reivindicaciones laborales de Bazán por parte de instituciones provinciales y
representantes locales, siendo como era las presiones de carácter gestual y simbólico, carentes
de cualquier manifestación violenta.
24. Cuantiosas multas fueron impuestas a Luis Garrido Domingo, Francisco Martín Sáez, Antonio
Abellán González y Antonio Leal Rodríguez entre otras sanciones como mecanismos utilizados
de neutralización en la unidad de acción obrera. Informe al Gobernador Civil (22-5-62), éste a
su vez lo hará al M.° de la Gobernación, Acta n.° 696 (24-5-62).
25. Informe gubernativo del 9-4-62, n.° 187.

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Nueva actitud obrera de desafío en los años sesenta en la provincia de Murcia... 109

forma clara el temor por parte de las instituciones provinciales de que comen-
zaran a aparecer conflictividades en cadena.
En febrero ya la policía armada había disuelto una concentración de peritos
que se negaban a ausentarse de la puerta principal de Bazán en apoyo de los
trabajadores y que al ser desalojados irrumpieron con ovaciones y gritos de
ánimo 26 . La respuesta institucional se materializó en numerosas investigaciones
con informes exhaustivos de los considerados cabecillas27 los cuales se pusieron
a disposición del Tribunal de Orden Público.
Desde la élite política la visión y conexión generalizada de los aconteci-
mientos desencadenados estaba clara. Se trataba de sectores marxistas y ma-
sones perfectamente dirigidos, organizados y ocultados tras la pantalla de las
organizaciones de Acción Católica a fin de llevar a feliz término sus propósitos
revolucionarios con acusaciones concretas de «minar la moral obrera y el con-
siguiente desprestigio en el sindicato y Delegación de Trabajo» (esfuerzo de
desnuclearizar el conflicto).
A partir de entonces el Gobernador pidió al obispo la toma de medidas
precisas contra consiliarios, militantes de HOAC y la JOC y sacerdotes pa-
rroquiales, contando en todo momento con la colaboración de la diócesis en
arrestos domiciliarios, traslados y prohibición del ejercicio pastoral (trasbordo
del proceso represivo civil al eclesial).
Todas estas persecuciones y sanciones gubernativas o eclesiales confirman
el incremento del papel en el mundo laboral de estas organizaciones en Murcia
sobre todo en el campo industrial y el temor por el alza y desarrollo en la pro-
vincia de la conflictividad desde la trayectoria y dinámica reivindicativa inicial
de la empresa naval de Bazán en Cartagena.
Los ejercicios de desviacionismo de la protesta (acusación de intoxicación
y dirigismo político con inculpación directa a sectores de la iglesia militante en
apoyo al mundo obrero) y el propio control eclesial-ínstitucional no evitó que
las organizaciones cristianas HOAC-JOC y sus consiliarios dieran respaldo a los
diversos colectivos de trabajadores en distintas empresas iniciándose en Carta-
gena en primer lugar en Bazán y desde allí a otras industrias.
El 15 de septiembre de 1961 en el templo de Santa M. a la Vieja, y presidido
por el sacerdote Andrés Valero, consiliario de HOAC y antiguo aprendiz de
Bazán, había tenido lugar la primera reunión de obreros de la empresa naval
(en un total de 45) que expusieron sus problemáticas: supresión de horas ex-
traordinarias, agravios comparativos, falta de representatividad, el tema sobre

26. Servicio de Información del Movimiento, 10-febrero-1962.


27. «Juventud Obrera» (27 abril 1962), informaba de los incidentes laborales de la empresa naval,
F.E.T. calificaría de subversiva la publicación. En cuanto al informe facilitado por la policía local
en la misma fecha, sobre los considerados cabecillas figuraba Ramón Lafuente, con apelativo
de «rojo venido a Cartagena con la brigada comunista de Galán y perteneciente a su servicio de
información, con mala reputación en Barcelona, donde el ambiente es propicio para cualquier
campaña contra el Régimen...».

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110 Gloria Bayona Fernández

rendimientos y curvas de productividad,... donde los obreros mostraron su


disconformidad con la empresa.
Como acuerdo final tras las largas exposiciones y planteamientos se previo
la necesidad de la creación de una comisión obrera (nacimiento de la primera
Comisión Obrera) encabezada por militantes católicos.
Las razones iniciales de estas reuniones fueron fundamentalmente laborales
pese a que las descripciones institucionales político-sindicales y la parte empre-
sarial las calificaran de connivencia y carácter político acusando de forma direc-
ta las acciones de la HOAC como «organizaciones responsables verdaderas de
los conflictos que quieren engañarnos haciendo que los obreros asistan en ropa
de trabajo a misa para hacer constar su alejamiento de la política...».
Otras veces y en relación con la encíclica Mater et Magistra defendida en ho-
milías sobre la justicia social su opinión era igualmente desfavorable, conside-
rando en todo momento como desviacionismo pastoral que seguían directrices
del comunismo internacional y cuya intencionalidad manifiesta era el derribo
final del Régimen28.
La huelga desatada en 1962 puesta en conocimiento del Ministerio de la
Gobernación por su parte dejó libertad a la empresa de requerir la intervención
de la fuerza pública en caso de considerar lesiva la actitud de los trabajadores
dentro de la factoría, convirtiéndose en un modelo más en cuanto a evolución y
aplicación de prácticas de anulación de la propia conflictividad29. Conflictividad
laboral por otra parte que en Bazán se prolongaría años posteriores (63, 64...)
con denuncias nuevamente por las negociaciones de convenios colectivos.

2.2. Movilizaciones en la minería


En cuanto al sector minero murciano, mantuvo un alto nivel conflictivo a
partir de 1962 y en la primavera de ese año, se iban a iniciar toda una serie de
protestas y movilizaciones provinciales en cadena en una coincidencia cronoló-
gica general de este sector (enfrentamientos mineros del Norte).
Estimaciones oficiales definían como «muy preocupante» la «tensa calma»
que se vivía en la minería y en especial en Cartagena, alertando de la posibilidad
de hacerse extensiva a toda la cuenca30.
En solidaridad a la conflictividad desencadenada desde la factoría naval de
Cartagena de Bazán (primera en la provincia en movilizarse), en el sector mine-
ro tomará la iniciativa la empresa «Eloy Celdrán» en La Unión con una serie de
reivindicaciones y peticiones laborales, en respuesta a la negativa empresarial

28. Informe político-social sobre la Empresa Nacional Bazán de Cartagena (7-2-62), conteniendo
en él opiniones sobre procedimientos de desgaste del Régimen (formación de un Gobierno
social-demócrata cristiano amparado en la encíclica Mater et Magistra defendida por socialistas,
republicanos, comunistas y un sector de la iglesia murciana en clara referencia a HOAC).
29. Informe del Capitán Jefe de la 3. a circunscripción, 33. a Bandera de Cartagena (5-2-62); Informe
desde el M.° de la Gobernación sobre Bazán (7-2-62).
30. Informe de 11 de mayo de 1962 de la Dirección General de Seguridad al M.° de la
Gobernación.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 99-133


Nueva actitud obrera de desafío en los años sesenta en la provincia de Murcia... 111

de revisar la prima por rendimientos productivos, considerado por los obreros


que esa postura lesionaba sus intereses económicos.
Las medidas de presión comenzaron en el pozo denominado «Socavón» en
«Mina Brunita», donde ocho trabajadores lo liarán a rendimiento mínimo en el
interior de la mina, otros optaron por la huelga produciéndose incidentes graves
en mina «Julio César» y «Mina Rosa» (pozo Yecny) con imputación directa a
Alberto Pagador procedente de Río Tinto, conocedor de la lucha social y según
las informaciones institucionales con ascendiente entre sus compañeros Diego
Casquet López y Alfredo Marín Buitrago31.
Las reclamaciones estaban perfectamente delimitadas y perfiladas en seis
puntos describiendo de forma pormenorizada todo tipo de carencias, además
de las económicas: malas condiciones en el trabajo, sobre cronometrajes de
tiempos, imperfecto sistema de la empresa para el transporte, sobre higiene y
aseo, la falta de estímulo e incumplimiento de horas de descanso... 32
En la cuestión del arranque del mineral por el sistema de incentivo, los tra-
bajadores no contaban con ninguna garantía en lo referente al establecimiento
de la cantidad mínima de mineral a sacar por jornada, no fijado por la empresa
antes de que el trabajo se realizara, sino a posteriori al quedar la fijación del
referido mínimo a merced de la empresa, sin poder por tanto los trabajadores
tener una idea aproximada de las retribuciones que habían de obtener (inde-
fensión laboral e improvisación en cuanto a la producción). Ello implicaba una
evidente falta de estímulo y la inseguridad en el cálculo de ingresos determina-
dos semanalmente, dado que la empresa podía y hacía elevar el tope mínimo
de forma arbitraria según que jornada.
La percepción de salarios que correspondía a la interrupción de la labor
para efectuar la comida cuando se realizaba jornada continuada, era otra de las
cuestiones demandadas por los obreros, siendo así que en la mina realizaban
jornada de ocho horas y media, no computando el descanso de treinta minutos
establecido reglamentariamente dentro de la jornada de trabajo.
Se añadía a todo esto el imperfecto sistema de transporte, incumpliendo lo
contemplado en el apartado del art. 6° de la Orden de 10 de febrero de 1958,
según el cual, si el tiempo de espera o transporte superaba la media hora en
cada uno de los viajes de ida o vuelta al centro de trabajo, el exceso se abonaría
a prorrata del salario base o sería computado como jornada laboral a elección de
la empresa, que una y otra vez incumplía la legislación a través de mecanismos
de régimen interno.

31. Informe del Delegado Provincial de Sindicatos, Carlos Iglesias Selgas, (5 mayo 1962). El secreta-
rio provincial, Juan Parejo de la Cámara, informaba del desplazamiento del Inspector de Trabajo
(sólo figura el apellido Arnao) a la factoría.
32. Acusación a la empresa de incumplimiento del art. 20 de la Orden de 8 de mayo de 1961 y
de las resoluciones de la Dirección General de Ordenación del Trabajo de 22 de enero y 14 de
febrero de 1962 que establecían que formaba parte de la jornada laboral a efectos de percepción
del salario, el correspondiente a la interrupción de la labor para efectuar la comida al realizar
jornada continuada.

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112 Gloria Bayona Fernández

El Reglamento Nacional de Trabajo de Minas contemplaba el abono del


tiempo transcurrido que tardaba el trabajador en desplazarse desde la bocami-
na al tajo, incumplido igualmente al ser computado estrictamente el tiempo de
permanencia en el tajo.
Finalmente se comienza a denunciar la carencia de servicios mínimos de
higiene y aseo, deficiencias en los servicios médicos que no funcionaban con
regularidad dada la necesidad de reconocimientos periódicos en esta tipología
laboral, sobre todo en materia de silicosis en cuyo campo el abandono era
prácticamente total, así como el hecho de permanecer largo tiempo durante el
trabajo en lugares inundados, motivo igualmente de problemáticas usuales de
enfermedades infecciosas.
El 25 de mayo apareció una nota informativa con los puntos concretos de
reclamación de los obreros de la empresa Eloy Celdrán Conesa de La Unión
y dentro de ella la denuncia del abandono que existía en materia sanitaria y
relaciones humanas poniendo de manifiesto la falta de comunicación, inutili-
dad e ineficacia que a los ojos de los trabajadores representaba la organización
sindical correspondiente (desmarque y distanciamiento de los trabajadores en
la representación sindical institucional).
Llegado el tiempo de las elecciones de enlaces sindicales y la firma del con-
venio colectivo, encuadrado en ese ambiente de «calma tensa», se presentaron
para ser elegidos candidatos no deseables por la empresa, que emitió sobre ellos
informes desfavorables calificándoles de agitadores políticos. Pero al final los
elegidos fueron: enlace en el pozo «Cartagenera» a José Salcedo Fernández, en
«Arie» Alfredo Marín Buitrago, en «Centinela» Juan Cánovas Alvarez y en el de
«Socavón» Cosme Conesa Celdrán, que obtuvo la unanimidad de los votantes.
La tensa situación y la actitud adoptada por los obreros de permanecer en
la fábrica, después de la jornada laboral, llevó a la dirección de la factoría Eloy
Celdrán a prohibir la estancia incluso en las horas de descanso amenazando con
tomar medidas represoras disciplinarias.
La Delegación Sindical de La Unión convocó una reunión extraordinaria
con asistencia del Vicesecretario de Ordenación Social, el Inspector de Trabajo,
mandos sindicales de la Delegación en Cartagena y el Jurado de Empresa que
por primera vez se incorporó personal del interior de la industria.
Como en la exposición anterior de Bazán, los representantes del sindicalismo
vertical por su parte acusaban de existir en la sombra de forma paralela un aseso-
ramiento y dirigismo sobre los mineros con intencionalidad política de desgaste,
afirmaciones dirigidas de forma directa hacia los militantes de la HOAC, que
denunciaban las injusticias sociolaborales habidas en este sector, como el cura
párroco de El Garbanzal, consiliario de la HOAC, Andrés Valero García, que
cuando se inició la conflictividad en las cuencas mineras del Norte, se había ma-
nifestado de la siguiente forma: «En el caso que la cuenca minera de La Unión se
sumara a las reivindicaciones del Norte, estaría suficientemente justificado...»33.

33. Memoria G. Civil 1962, en relación a los «conflictos laborales» y las imputaciones a miembros
de la organización apostólica HOAC.

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Nueva actitud obrera de desafío en los años sesenta en la provincia de Murcia... 113

Otros sacerdotes trabajaban como obreros en las propias empresas mineras,


ejemplos de ello fueron Juan López Bermúdez que lo hacía en la nave de resi-
duos en la fábrica «Española de Zinc» y algún jesuíta en la empresa de la Refi-
nería de Petróleo (REPESA), así como Pedro Castaño, Juan Ros, Francisco Cle-
mente Rodríguez,... denuncian despidos improcedentes, intimidaciones, bajos
salarios y condiciones laborales consideradas de naturaleza infrahumana.
El Vicesecretario de Ordenación Social amenazó con romper las posibili-
dades de diálogo y dejar en suspenso el convenio colectivo en marcha, si los
obreros se mostraban intransigentes en sus demandas que pueden resumirse
en los siguientes puntos: Derogación del Reglamento de Régimen Interno en
vigor, (verdadero mecanismo de control empresarial, sin tener en cuenta las
opciones del factor trabajo); subida salarial según el coste de la vida y revisión
de escalafones dado que la antigüedad en las plantillas databa de 1946 y todavía
no habían sido revisadas.
Los demás empresarios de la cuenca mientras tanto presionaban al propio
Eloy Celdrán, con el objeto de no hacer concesiones de forma unilateral hasta
haber finalizado el convenio colectivo, para que no se realizaran las subidas
salariales solicitadas, ni obtuvieran la parte social cambios significativos, por
lo cual, y ante este talante seguiría la misma actitud de trabajo mínimo de los
obreros mineros como al principio de la conflictividad.
A pesar de todos estos intentos de taponamiento se produjo un proceso en
cadena de crisis, el ambiente de protesta tenía lugar igualmente en otros centros
productivos, teniendo como marco reivindicativo el convenio colectivo, que
en «Española de Zinc» no había supuesto cambios significativos (de 325 a 350
ptas.). El plante de esta empresa se tradujo de forma inmediata en despedida
masiva de obreros 34 .
En número de 409 obreros también en la empresa Sociedad minero-me-
talúrgica de Peñarroya, manifestaron el descontento y malestar por el conve-
nio colectivo suscrito ante la negativa por parte empresarial de incentivar el
trabajo35.
Un modo de presión en Dyresa consistió en la negativa de los obreros a su-
bir a los camiones que les conducirían a la factoría y cuya reacción fulminante
y desmesurada de la dirección de la empresa fue el despido de 56 trabajadores
considerados promotores de tal iniciativa (eliminación de liderazgo). De forma
adicional a la no aceptación del convenio en este caso hay que apuntar la falta
de cartillas del Seguro de enfermedad, plus familiar y carencia de relaciones
humanas.
En el Llano del Beal en mina «Santa Florentina» junto a la denuncia de forma
personalizada al capataz Diego López Martínez de malos tratos verbales, la con-

34. Memoria G. Civil, 1962.


35. Inf. de la Comisaría de Policía al Gobernador Civil sobre incidentes en la Sociedad Minero-
Metalúrgica de Peñarroya (30-8-62).

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 99-133


114 Gloria Bayona Fernández

flictividad estallaría por la exigencia de la empresa de mayor rendimiento, con


una producción de 26 cunas o vagonetas de mineral a todas luces excesiva36.
En otros centros mineros fuera ya del entorno cartagenero la situación de
protesta y movilizaciones también tuvieron lugar en ese año.
En los pozos denominados «Copo» y «Coloso» en la Mancomunidad de
Minas de Cehegín, por semejante causa se produjeron desórdenes sociales
incoando expediente disciplinario a varios trabajadores. Más de 200 obreros
dejaron de trabajar, informándose inmediatamente de la huelga a las autori-
dades 37 . Sin embargo en los pozos «Soledad» y «Teresa Panza», 84 obreros no
participaron en el conflicto, actitud dividida adoptada dentro de la empresa por
los obreros.
Juan Parejo de la Cámara, Delegado Provincial de Sindicatos, tuvo que des-
plazarse a la localidad junto al Vicesecretario de Ordenación Social e inspector
de Trabajo, poniéndose en contacto con el representante de la empresa. El Go-
bernador en último término sería el encargado de zanjar el conflicto asumiendo
la función negociadora además de la de control que denota una manifiesta
falta de representatividad, pero al igual que en Cehegín en otras localidades
como Bullas, Caravaca e Isla Plana de Mazarrón las manifestaciones públicas
de descontento en esos años se hicieron patentes en especial cuando existían
despidos38, así como numerosas carencias destacando:
- Retraso en el pago de salarios y otros devengos, exponiendo comprobantes
los trabajadores de vivir a expensas del crédito de los tenderos que les expedían
géneros malos y de alto costo.
- Determinación unilateral y falta de claridad en las primas de trabajo. Dada
la forma de trabajo en algunas minas, el material había de moverse hasta siete
veces por el mismo obrero desde el tajo a la bocamina.
- Trasiego de personal minero a explotaciones agrarias. Se enviaba mineros a
trabajar en la agricultura, con el mismo salario base de la minería, infringiendo
el convenio colectivo agrario existente y defraudando a la Seguridad Social,
ya que sin renovación contractual, se seguía cotizando por ellos por la rama
industrial como mineros.
A todo lo anterior hay que agregar la no entrega de recibos salariales, plus de
distancia y plus familiar, falta de seguridad e higiene en el trabajo.

36. La sustitución del capataz por Fulgencio Angosto Jiménez no evitó la confrontación obrera,
negándose a entrar en el trabajo si no se rebajaba la cantidad de mineral exigido (18 vagones)
extraídos con anterioridad (Inf. de 28 de agosto de 1962 de R. Luis Pascual de Riquelme, Presi-
dente de la Diputación al Gobernador Civil en relación a la actitud de los obreros en la empresa
de José Pelegrín Roig en el Llano del Beal en Cartagena).
37. Inf. Comandancia de la Guardia Civil y del Ayuntamiento al Gobernador (18 mayo 1962) con
expediente disciplinario a varios obreros entre los que figuran Enrique Jesús Muñoz Duran
acusándole de incitador del conflicto; a un vocal jurado de empresa facultativo se le suspendió
de empleo y sueldo y otros dos de los pozos «María» y «El Copo» fueron represaliados (J.S.F.
del puesto de capataz fue pasado a barrendero).
38. 72 obreros en Mazarrón fueron despedidos en mina «La Galera, S.A.» (26 junio 1962). En esta
localidad y durante este mismo año cerró en su totalidad el grupo minero «Santa Ana».

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 99-133


Nueva actitud obrera de desafío en los años sesenta en la provincia de Murcia... 115

Los trabajadores aludían en este informe las pésimas condiciones en que se


desenvolvía el trabajo en el interior de las galerías, exigiendo «El Copo» y «Mina
María» la provisión de cascos a todo el personal y de botes a los que trabajaban
en sitios encharcados e inyecciones de agua en las perforaciones para evitar
ambientes pulvígenos39.
La falta de auxilios sanitarios junto con la ausencia de vestuarios para el
personal e incluso de duchas y aseos, completan el panorama expuesto en el
que se desenvolvían los obreros en esta factoría acusando igualmente de falta
de relaciones humanas al no permitírseles descanso alguno en la jornada conti-
nuada de siete horas para tomar alimento.
Desde 1962 van a ser numerosos los obreros perecidos en accidentes mi-
neros, resaltando el que tuvo lugar en la empresa «Montesoria» en La Unión,
falta de seguridad que continuó existiendo incrementándose las estadísticas de
víctimas mortales. En 1968 ocurrió la muerte de varios mineros por accidente
laboral produciéndose enfrentamiento con la policía durante el entierro de las
víctimas, volviéndose a repetir la situación un año después 40 . En ese mismo
dramático año de 1968 se produjo una reducción importante de producción de
plomo (13'04%) y como consecuencia una reducción de mano de obra en un
63'82%, lo que supuso el despido de 2.029 obreros, incrementándose al año
siguiente con 1.630 más, incluso con expulsión de sus viviendas en algunas
localidades como ocurrió en el Llano del Beal y en Alumbres.
Tras el estado de excepción en 1969 fue suscrito un documento en el entorno
de Cartagena por numerosos sacerdotes respaldando las reivindicaciones labo-
rales y los motivos estructurales de las protestas en la minería exhortando a los
responsables implicados a poner fin a la problemática socio-laboral minera.

2.3. Condiciones laborales y protestas en la industria conservera


La industria agroalimentaria se configura como el primer sector de la indus-
tria regional a partir de los años sesenta y estará caracterizada por diversas y
heterogéneas ramas fabriles. Entre las más dinámicas, destaca, en primer lugar,
la importancia de la industria de conservas vegetales con fuerte vinculación de
los recursos locales, calidad de la materia prima, bajo coste del factor trabajo
predominantemente femenino y marcadamente estacional.

39. El 21 de Enero de 1959 en el B.O.E. se publicaba una Orden de Presidencia de Gobierno, por la
que se dictaban normas de prevención contra la silicosis en las minas de la rama del plomo. A
raíz de ello se puso en marcha desde la Dirección General de Sanidad y el Patronato de lucha
contra la silicosis medidas preventivas contra esta enfermedad laboral. El Secretario Técnico
del mencionado Patronato visitaba Cartagena (Dr. Hernández-Pacheco) para poner en marcha
la campaña de profilaxis sanitaria minera (Inf. del Director General de Sanidad al Gobernador
Civil, febrero 1959). La situación y condiciones infrahumanas continuaron denunciándose por
sacerdotes de la HOAC como Andrés Martínez Valero y Pedro Castaño en 1962, posteriormen-
te lo seguiría haciendo Antonio Sicilia junto a otros.
40. A.G.A., 568, 1969.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 99-133


116 Gloria Bayona Fernández

Entre las distintas localidades dedicadas a la conserva hay que destacar


Molina de Segura con la industria de Hernández Pérez Hnos 41 . junto a otras
como «Espallardo S.A.» e «Hijos de J. A. Prieto» y «Antonio Gil» (fundada en
196~1) que seguirán de forma progresiva invirtiendo y ampliando sus respectivas
factorías.
A la dinamización de la industrialización conservera en estos años in-
tervinieron varios factores entre otros la mayor facilidad en las licencias de
importación con la política liberalizadora, disponibilidades de divisas, inputs
tecnológicos, lo que no significa que en su totalidad se llegara a alcanzar el nivel
óptimo deseable.
Poco a poco y no sin dificultades el campo de actividad de la conserva ve-
getal se irá diversificando en cuanto a productos lo que hacía que la industria al
principio estacional, estuviera prácticamente en funcionamiento durante todo
el año, con brevísimas interrupciones en la elaboración de un fruto a otro 42 .
En conservas vegetales, Murcia exportaba normalmente del 90 al 95% del
total de toda España, convirtiéndose en el principal productor del mercado
mundial de conservas de albaricoque.
Es por ello que la producción de conservas experimentará desde ese año
1962 un auge extraordinario dirigido no sólo al exterior sino al mercado nacio-
nal como consecuencia del incremento en el nivel de vida y cambios en la dieta
alimentaria con lo que aumentó su demanda aunque esta pauta de incremento
no fue uniforme.
Realmente a finales de los 60 la expansión y el desarrollo del sector ya es
un hecho, con ampliación del tamaño medio de las empresas. Destaca entre las
grandes factorías «Cobarro Hortícola» creada en 1968, primera factoría españo-
la y tercera de Europa.
Los Planes de Desarrollo y la potenciación del regadío con objetivos euro-
peos impulsará y potenciará la capacidad productiva conservera murciana, bien
con productos zonales o con materias primas procedentes de otras regiones.

Tabla de distribución por comarcas de los establecimientos


industriales de conservas vegetales en Murcia para 1963-1970

Murcia Vega Vega Vega Campo Noroeste Otras Total


Alcantarilla Molina Ricote Alta Muía
1963 67 50 11 16 8 13 9 174
1970 48 36 16 52 8 15 5 128
Fuente: PÉREZ PICAZO, M." Teresa y otros, en COLINO SUEIRAS, José, Estructura económica de la región
de Murcia..., pp. 82-93.

41. A.G.A., Sección Sindicatos, L-23, 1958-77. Murcia, Asuntos Generales y expedientes conserve-
ros. Anteproyectos «Acción Concertada» Hernández Pérez (3245-3247).
42. A.G.A., Sección Sindicatos, L-28, 1958- 70. Patronato «Juan de la Cierva». Comunicación sobre
«Análisis de Conservas del tomate y pimiento».

Pasado y Memoria, Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 99-133


Nueva actitud obrera de desafío en los años sesenta en la provincia de Murcia... 117

La factoría pionera provincial hispano-suiza Hero de Alcantarilla S.A. fue


un ejemplo de industria en expansión además de Molina de Segura, municipio
que permaneció unido a la agricultura, formando una unidad homogénea junto
a otros pueblos de la Vega Media (Alguazas, Torres de Cotillas, Lorquí, Ceutí)
teniendo con el desarrollismo una industrialización acelerada.
Paralelamente a esa proliferación empresarial cuantitativa y de beneficios,
las condiciones laborales conserveras estaban de forma urgente necesitadas de
mejoras salariales y de infraestructuras, produciéndose peticiones generalizadas
y reivindicaciones desde el propio sector obrero y en el marco de la canalización
extrasindical de HOAC a las que se negaron los empresarios invariablemente.
Por otra parte se sumó a las circunstancias de precariedad laboral los incon-
venientes de definición y delimitación del papel que como mujer tenía asignado
la trabajadora en este tipo de industria (hogar, familia), propios de la mentalidad
de la época.
Como muestra de este talante y el papel asignado a la mujer, tuvo lugar en
Murcia en una fábrica de conservas la distribución de unas hojas cuyo conteni-
do produjo entre las trabajadoras un fuerte malestar, dado que se les imputaba
que el hecho propio del trabajo llevaba implícito el abandono de las obligacio-
nes innatas de su condición de mujer.
«Con este calor se vuelve uno más desmemoriado... salimos de casa y raro es que
no se nos olvide algo. Siempre nos dejamos lo más importante, el pañuelo, la cartera,
el carnet de identidad, la vergüenza...»
«Pero los padres, novios y hermanos... ¿qué hacen? o es que son ellas las que
mandan y se ponen el pantalón en la casa...»43.
En contraposición con esta actitud y dentro de las organizaciones cristianas
de apoyo obrero, se crearán ramas específicas según sexo asumiendo en un
principio la diferenciación de tratamiento y reivindicaciones laborales admi-
tiéndose lo que ya era una realidad: la activa participación de la mujer en el
mundo del trabajo.
Contrasta con la restringida y constreñida visión de los sectores más inmo-
vilistas de ACE en Murcia, la JOC y la HOAC, dependientes de la propia ACE,
que recogían en el caso de la industria conservera murciana las reivindicaciones
laborales de las mujeres, dando prioridad a las cuestiones puramente de trabajo
sin condicionamientos excluyentes y apoyando así sin interferencias la dinámi-
ca laboral conservera femenina.
El medio utilizado para poner fin a tanto tiempo de silencio fue la realiza-
ción de encuestas que de forma pormenorizada daban una visión global de la
problemática específica dentro del sector, esto es informes que desde dentro
salían al exterior a través de estas organizaciones.

43. Hojas tituladas de la Moda «NODO», al pie había un sello en tinta violeta que se leía Juventud
Masculina de Acción Católica. Molina de Segura.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 9 9 4 3 3


118 Gloria Bayona Fernández

Las condiciones en que se desenvolvía el trabajo en la industria conservera


tenían unas características peculiares que hacían que este tipo de industria fuera
distinta a las demás en materia de relación de trabajo, por su eventualidad44.
La encuesta que la JOC de Murcia hizo llegar a las trabajadoras constaba de
tres apartados: los dos primeros, encaminados al conocimiento de los proble-
mas de trabajo y cultura así como en el tercero y último se les invitaba a una
contestación que suponía una reflexión personal sobre las respuestas dadas
anteriormente.
Se repartieron más de siete mil. No en todas las fábrica pudo ser difundida
y mucho menos contestada ya que hubo presión por parte de las empresas ad-
vírtiendo «que a la chica que cogieran repartiendo o contestando la hoja verde
sería despedida». Varias de las encuestas que se recibieron iban en blanco con la
siguiente coletilla: «Tengo miedo de contestarla por si me pasa algo». Del total
de esas siete mil encuestas se les envió a la Juventud Obrera Católica (JOC),
1.131 válidas, 99 desechadas por venir incompletas... Por parte de la Comisión
Diocesana se indicaba que el tanto por ciento recogido era de gran importan-
cia, si se tenía en cuenta que según los sociólogos lo normal en la recogida de
encuestas no superaba el 2 ó 3 por ciento.
Fechada el día 3 de agosto y remitida a la Delegación Provincial de Sindica-
tos alrededor del día 10, sería publicada por los periódicos «Juventud Obrera»,
«El Correo Catalán», «Madrid» y en el periódico francés «Le Monde», hecho que
le daría una mayor difusión.
En las reseñas de prensa citadas se hacía mucho hincapié, que la encuesta
no había podido hacerse con libertad ya que había habido presiones por parte
de las empresas.
Por otra parte, una nota informativa de «L'Unitá» de Roma, descubría que
existían 10.000 trabajadoras españolas empleadas en la fábricas de conservas
alimenticias de Murcia que estaban sometidas a condiciones inhumanas de
explotación, semejantes a las que existían en Europa hacía un siglo.
Según los datos publicados por el semanario católico «Signo», las obreras de
Murcia trabajaban de 9 a 18 horas al día, y solo el 60% de ellas llegaba a recibir
un salario de 10 ptas. hora. En algunos casos, una hora de trabajo se pagaba
solamente a 3'50 ptas. durante jornadas laborales prolongadas durante 18 horas.
La publicación advertía que el 70% de las trabajadoras de conservas de Murcia
no tenían ninguna hoja de paga y esto significaba que estaban absolutamente
privadas de cualquier forma de previsión social. A la vez desconocían lo que era

44. BAYONA FERNÁNDEZ, Gloria, «Un ejemplo de trabajo de la mujer durante el franquismo: la
industria conservera de los años 60 en Murcia», en Historia de la familia. Una nueva perspectiva
sobre la sociedad Europea, Murcia, Universidad de Murcia, 1997, pp. 413-424 y «Utilización del
documento escrito-administrativo como marco metodológico de la fuente oral: reconstrucción
de la memoria histórica de la industria conservera en Murcia en los años 60», en IV'Jornadas
Historia y Fuentes orales. Historia y memoria del franquismo, 1936-1978, Avila, Fundación Cultural
Santa Teresa, 1997. pp. 259-274.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 99-133


Nueva actitud obrera de desafío en los años sesenta en la provincia de Murcia... 119

un sindicato, ignoraban los reglamentos de trabajo y apenas el 58% sabía leer


y escribir correctamente.
Otros medios como la REÍ daba cuenta en sus emisiones de la existencia de
malestar de cómo estaba la situación en la industria conservera murciana 45 .
En los meses de junio y julio este tipo de industria crecía desmesuradamente
debido a que durante dichos meses se elaboraban productos típicos y abundan-
tes en la provincia que necesitaban ser manipulados con una gran rapidez por
su dificilísima conservación en fresco. Ello hacía que durante dichos meses se
precisara una extraordinaria concurrencia de mano de obra, hasta el punto de
que si en un mes cualquiera del año solían emplearse unos dos mil trabajadores
eventuales (150 hombres y 1.850 mujeres), en el punto culminante de la cam-
paña de albaricoque y melocotón, se llegaba a la cifra aproximada, de diecisiete
mil (1.500 hombres y 15.500 mujeres), datos correspondientes a la campaña de
1964.
La aglomeración extraordinaria de personal 46 daba lugar a problemas tales
como: alojamiento, organización de trabajo en el interior de las fábricas, el trato
a los trabajadores, la falta de higiene,...
En la mayoría de los casos, los empresarios se encontraban con un exceso
de oferta de mano de obra, pudiendo amenazar constantemente con el des-
pido, legalmente factible por el carácter de eventualidad, todo lo cual creaba
un ambiente de desamparo y de inseguridad en el trabajo de todo el personal
contratado.
La gran cantidad de mano de obra procedía, en su mayoría, de las zonas
más deprimidas de la región y provincias limítrofes (Jaén, Granada, Albacete
y Almería).
A veces, al objeto de que les fuera más económica su estancia en la localidad,
se aglomeraban en número superior a la capacidad de la habitación tomada, e
incluso aprovechando el buen clima de la región en los meses de la campaña
llegaban a pernoctar al aire libre.
La enorme cantidad de fruto que frecuentemente afluía a las empresas con-
serveras, especialmente en la culminación de la campaña, y lo perecedero de
aquélla, traía consigo la precisión de la realización de un muy elevado número
de horas extraordinarias por parte del personal, y era frecuente que esas horas
extraordinarias se abonaran en idéntica cuantía a las de carácter normal, es de-
cir, sin el incremente legal correspondiente que, concretamente para el personal
femenino, equivalía al 50% del importe de aquellas horas normales, horas que
en un 65'6%, se pagaban a 10 ptas. El 42'4% se les abonaban igual que las
normales, y según datos recogidos en el Sindicato, las horas extras deberían de
pagarse a 16'09 ptas. En el caso de no cubrir una hora extra exacta, este tiempo

45. Archivo del P.C.E., Madrid, 28 de mayo de 1962.


46. Delegación Provincial Organización Sindical Murcia, mayo 1969. En el informe sobre la campa-
ña conservera vegetal de ese año se decía que el número aproximado podía cifrarse en 30.000
obreros/as.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 99-133


120 Gloria Bayona Fernández

trabajando no lo pagaban en el 76'5% de los casos, es más un 7Í'Í% no firma-


ban nómina.
Otro hecho denunciado era el trabajo en los domingos. La mayor parte de
las empresas realizaban el abono de la retribución de tales días no considerán-
dolos como festivos, con el consiguiente perjuicio para el personal que, además
de no descansar, no percibían el incremente legal para los mismos establecido.
La Reglamentación Nacional de Trabajo en la industria conservera precep-
tuaba que habría de incrementarse en un 20% el importe de las horas que, con
el carácter de nocturnas, eran prestadas en dicha actividad. No obstante ello, y
pese a que la jornada laboral se prolongaba muchas veces hasta las once, doce
o una de la madrugada, no se conocía caso en que tal incremento hubiera sido
realmente abonado.
Igualmente existía en determinadas zonas de la provincia, el abono de los
jornales, una vez finalizadas las campañas, es decir, con un retraso de cinco a
seis meses, no como estaba preceptuado con carácter semanal debido al des-
conocimiento de la Reglamentación (el 64% desconocía la reglamentación de
su trabajo).
La existencia de normas jurídicas no garantizó, por sí misma, unas condi-
ciones mínimas de higiene y seguridad y, por tanto, éstas fueron susceptibles
de erigirse en motivo de enfrentamiento entre capital y trabajo. Allí donde se
había originado concentración de mano de obra, existían mayores posibilidades
de acción colectiva para tratar de corregir situaciones y reducir la accidentali-
dad. Ésta sería, en último extremo, la razón de mayor peso, según la cual los
trabajadores de las pequeñas plantillas solían cargar con la peor parte, por lo que
respecta a esa seguridad e higiene.
Hay que destacar en el contexto religioso un cambio importante respecto a
las opiniones y posturas de la propia Iglesia oficial en relación con esta proble-
mática, y ello es el reconocimiento institucional-eclesíal de la mala situación en
cuanto a las relaciones laborales. El nuevo obispo don Miguel Roca Cabañerías
así se expresaba:
«De todos es conocida la singular importancia que en la economía regional y
nacional incluso, representa la industria conservera murciana, que es en nuestra
provincia una de las fuentes más poderosas de riqueza. Riqueza llamada a repartirse
ampliamente en los distintos sectores de la producción, desde la empresa hasta los
agricultores, pasando por los numerosos trabajadores que hacen posible esta promo-
ción industrial y económica».
«(...) Voces autorizadas denuncian una situación intolerable desde el punto de
vista humano y cristiano, que afecta a gran número de trabajadores y en no pocas
industrias de nuestra región. Se han comprobado, en efecto, condiciones de trabajo
inaceptables y lesivas de la dignidad humana: trabajo a pie firme durante diez, doce,
catorce y más horas (con sus consecuencias fatales para la salud física); carencia de
higiene y de seguridad en el trabajo; impune infracción de la ley de salarios y de
seguros sociales; arbitrariedad e incertidumbre en la fijación de horarios de salida del
trabajo; falta de atención a la moralidad y respeto debidos a la mujer (que es la que
aporta el mayor porcentaje en esta mano de obra); admisión de menores de doce y

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 99-133


Nueva actitud obrera de desafío en los años sesenta en la provincia de Murcia... 121

trece años de edad en trabajos sólo aptos para personas mayores; condiciones poco
dignas para los trabajadores procedentes de la inmigración...»47.
Por todo ello las demandas laborales siguieron produciéndose en un período
dilatado de tiempo incidiendo directa e indirectamente en la economía local.
Entre los numerosos ejemplos hay que destacar la fábrica «Cobarro», en Alcan-
tarilla, por la no aplicación del salario mínimo con plante de los obreros que
abandonaron el trabajo o en Molina de Segura donde se produjeron tensiones y
conflictos relacionados directa e indirectamente con la industria conservera.
Todavía en los años 70 se hacían promesas de normalización del cumpli-
miento de la normas laborales y de seguridad social en determinados sectores,
muy especialmente en la conserva vegetal que afectaba a unos 30.000 trabaja-
dores en su mayoría mujeres cuyo salario seguía siendo un 25% inferior al de
sus compañeros.
La mujer a la altura de 1975 seguirá siendo objeto de discriminación y de
hecho incluso se encontraban formulaciones legales sobre las que apoyarse. La
reivindicación «a trabajo igual, salario igual» venía limitada por las Ordenanzas
laborales sobre coeficientes reductores y las diferentes categorías profesionales
entre hombres y mujeres sancionadas por los reglamentos interiores de las
empresas 48 .
En definitiva toda esta problemática vivida en los años sesenta en el sector
conservero murciano, se convirtió en la base reivindicativa y conflíctiva en la
década posterior de los setenta donde la situación laboral no se había modifica-
do sustancialmente, materializándose en numerosos conflictos49.

3. VARIABILIDAD TIPOLÓGICA DE LA CONFLICTIVIDAD AGRARIA


En el eje agrario existen en Murcia dos importantes realidades, la de secano
y la de regadío. En la primera, en el secano habrán diversos episodios conflicti-
vos en los años sesenta entre los que destacamos por un lado las problemáticas
derivadas en la aparcería, y por otro el circunscrito al carácter agro-forestal
como es el esparto, muy arraigado en esta provincia desde la época autárquica
y que tenía ocupada una amplia y diversificada mano de obra.
En el caso de los aparceros hasta estos años sesenta, el hecho conflictivo
había estado desactivado por una serie de factores, entre otros: la forma de
trabajo no colectivo que favorecía la incomunicación; la falsa expectativa de
acceso a una parcela de tierra generada por la explotación indirecta; la relación
paternalista que creaba una aparente convivencia entre la gran propiedad y la

47. Pastoral del obispo coadjutor y administrador apostólico, Miguel Roca Cabanellas. (1 de julio de
1968). Estas declaraciones escandalizaron a empresarios conserveros y responsables políticos.
48. A.G.A., G.E,. 640.
49. IGLESIAS PAGEO, M. a Jesús, Historia de Molina en letra pequeña, Molina de Segura, Ayuntamiento
de Molina de Segura, 1994. En la localidad de Molina de Segura, cercana a la capital, tuvo lugar
una importante huelga en 1976.

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122 Gloria Bayona Fernández

pequeña cedida... conllevando todo ello actitudes de pasividad por la ausencia


de una masa crítica suficientemente concienciada.
La reconversión de cultivos, la mecanización (iniciándose el proceso de
modernización), trajo como consecuencia la sustitución de la mano de obra
por máquinas, desalojándose a los aparceros de la tierra. Se estaba propiciando
las formas de explotación del cultivo directo frente al indirecto o cedido que se
transformaron en explotaciones cultivadas por sus dueños con mano de obra
asalariada.
Por tanto la crisis de las aparcerías en el secano será paralela al inicio de
la crisis de la agricultura tradicional y a la introducción de la mecanización,
desencadenando el agrietamiento de relaciones sociolaborales en ese sistema
de tenencia y trayendo consigo explosiones de carácter violento. En primer tér-
mino los aparceros vivieron sus propias confrontaciones pero cuando de forma
forzosa tengan que abandonar la tierra, serán mano de obra transferida de la
agricultura a la industria más cercana para evitar emigrar, y al ocupar puestos
de trabajo en Bazán, las industrias mineras o conserveras trasbordaran allí en el
nuevo entorno industrial su malestar.
En cuanto a las protestas habidas de carácter agro-forestal, la masa trabaja-
dora que pertenecía al sector primario, cultivo y recolección (hay que resaltar la
dureza de este tipo de ocupación) vino de la mano de la crisis del sector en los
años sesenta, y la nueva orientación dada con los Planes de Desarrollo donde
no cabía ya el esparto. Este sector espartero y la vertiente industrial correspon-
diente a finales de los cincuenta en Murcia movilizaría a amplios colectivos so-
ciales en todas sus modalidades, manifestando su descontento hacía la política
liberalizadora.
En el marco de regadío (huerta-agricultura tradicional) las protestas y
motines, pocas veces tuvieron resultados eficaces, de ahí que este escenario
geográfico haya sido considerado de débil conflictividad50. Numerosas causas
habían colaborado a crear esta situación y entre ellas el férreo control adminis-
trativo tenido, además de la impronta individualista característica del huertano.
En contraste con esta panorámica en el contexto de reconversión del secano
a regadío, y ante las nuevas perspectivas económicas del mercado exterior, la
empresa privada va a aplicar los adelantos tecnológicos de prospección para la
extracción de caudales subterráneos gracias a la cual las superficies regadas se
incrementaron de manera notable produciéndose duras confrontaciones sobre
todo con la Administración en cuanto las diferentes formas de obtener el agua
(problemáticas de pozos).
La incertidumbre vivida de obtención del líquido y la mayor competencia de
producciones en otros países, llevará consigo la necesidad de adoptar severas
medidas de regulación de salidas y mayores exigencias en cuanto a calidad y

50. LUCAS PICAZO, Miguel, «La conflictividad en el proceso modernizador de la Huerta de Murcia»,
Áreas, n.° 1 (1981) pp. 53-62; CALVO GARCÍA-TORNEL, Francisco, Continuidad y cambio en la Huerta
de Murcia, Murcia, Academia Alfonso X el Sabio, 1975.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 99-133


Nueva actitud obrera de desafío en los años sesenta en la provincia de Murcia... 123

presentación, que junto al encarecimiento de los gastos complementarios creará


una difícil situación económica para el agricultor, al tener que aquilatar el pro-
ducto que en el futuro será más conveniente cultivar y ante la consideración de
que el destino de las producciones ha de estar ligado a medidas económicas de
tipo internacional51.
El agotamiento de las reservas hidráulicas por sequía en los embalses regula-
dores de los regadíos con aguas de superficie de la cuenca del Segura, hará que
se vaya replanteando otras alternativas para resolver el acuciante problema del
agua y ello será la de trasvasarla de otras cuencas como la del Tajo, proyecto
que no será aprobado hasta febrero de 196952. Este trasvase será considerado
no sólo como una ampliación de regadíos, sino como motor para el desarrollo
integral de la economía provincial53.
No obstante la inquietud y desazón continuó por el desconocimiento en los
medios agrícolas de la asignación de caudales a las zonas regables, provocando
todo ello nuevas crisis y conflictividades.

3.1. Conflictos en aparcería


Con las reformas liberales desaparecería la forma jurídica del Antiguo Régi-
men pero la privatización de la propiedad de la tierra consolidó la hegemonía
de la oligarquía murciana, sobre todo en el área del secano con predominio de
la gestión indirecta.
El desmantelamiento de las relaciones de producción feudales no llevó
consigo la renovación del modelo agrario ni la elevación del nivel de vida de
las masas campesinas sujetas al sistema de aparcería siguiendo relegadas a una
situación de dependencia exclusiva a las élites agrarias dominantes, que haría
difíciles las relaciones de convivencia de aparente conformismo manifestando
su malestar de forma esporádica.
El modelo de distribución parcelaria de unidades de explotación fluctuaba
dependiendo sustancialmente de dos variables: tipo de cultivo y calidad de las
tierras estando sujeto la asignación de la superficie a la cantidad de fuerza de
trabajo que era capaz de ofertar el aparcero54.
Los contratos a partir de 1940 tendrán carácter anual, contratos claramente
abusivos para el aparcero sobre todo en lo concerniente al desahucio: «el colo-

51. Memoria del Gobierno Civil de 1965. (A.G.C.M.).


52. Memoria del Gobierno Civil de 1969. (A.G.C.M.).
53. Memoria del Gobierno Civil de 1970. (A.G.C.M.).
54. PÉREZ CRESPO, Antonio, Usos y costumbres de la aparcería en la provincia de Murcia, Murcia, Dipu-
tación Provincial-Patronato de Cultura, 1963 y RUIZ-FUNES, Mariano, Derecho consuetudinario y
economía popular en la provincia de Murcia, Murcia, Ed. Regional, 1983. Los llamados «piojaleros» a
pesar de asignárseles la tierra de peor calidad árida y sin ningún tipo de arbolado se les daba los
lotes más pequeños, en BAYONA FERNÁNDEZ, Gloria, «Procesos de modernización en el ámbito
murciano (ss. XIX y XX): Análisis de las estructuras socioeconómicas y relaciones laborales»,
en Mercado y organización del trabajo en España (siglos XIX y XX), Sevilla, Grupo Editorial Atril,
1998, pp. 317-324.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 99-133


124 Gloria Bayona Fernández

no aparcero deberá desalojar la finca a la terminación del contrato de carácter


anual, considerándose despedido...».
Esta situación seguirá vigente en 1959 (Decreto 22 de abril, art. 44), «Pactos
verbales de carácter anual o en su defecto el inmemorial de usos y costumbres»
que en ninguno de los supuestos beneficiaba al aparcero.
La crisis de las aparcerías en el secano se producirá de forma inexorable con
la introducción de la mecanización, y será fundamentalmente a partir de 1960
cuando se acelere ese ritmo en las grandes explotaciones, propiciando con ello
una disminución de la demanda de trabajo y consolidándose el paso de explo-
tación indirecta a directa.
No obstante la cuestión de los enfrentamientos entre la legalidad y la
costumbre comienzan a materializarse desde mediados de la década de los
cincuenta, como el ejemplo vivido por los colonos del Duque de Huete en re-
lación a los cambios habidos en la titularidad de las tierras. Sería un conflicto
planteado entre los derechos adquiridos por los braceros que fueron expulsados
por los nuevos propietarios, produciéndose violentos choques con las fuerzas
de orden público en el desalojo55.
La intencionalidad de reconversión de los cultivos tradicionales de secano
(cereales), por otros más rentables (viñedos y almendros) y la mecanización
en la comarca del Noroeste trajo igualmente como consecuencia problemas de
orden público en las tierras del Duque de Ahumada, Diego Chico de Guzmán y
Mengos, descendiente de la oligarquía tradicional murciana mientras que otros
familiares mantuvieron el régimen de aparcería con pequeñas parcelas situadas
en los términos municipales de Caravaca y Cehegín56.
En primera instancia se había comenzado con el desalojo de 23 familias
de aparceros en la Cortijada de los Moralejos (Los Royos) y a continuación se
tenía previsto expulsar a otros 36 en las fincas Abuzadera y Junquera que se
encontraban al sur de la carretera de Puebla de D. Fadrique (Granada a Murcia
sobre el Km. 94).
Según el catastro la extensión total de las fincas ascendía a 1.594 Has. de las
que el 50% correspondía a monte en cuya parte baja existían pastos y el resto
cultivo de cereal de año y vez, rigiéndose todas ellas por «usos y costumbres»,
de donde una cuarta parte de cereales debían ser recibidas por el aparcero al
cual le finalizaba el contrato anual en el mes de agosto, dejándole que cultivara
los barbechos en el año agrícola siguiente.
El deseo de los aparceros era quedarse trabajando en la finca pero la realidad
se impuso y sólo se ofreció trabajo de forma minoritaria a los más jóvenes con

55. En el término de Villanueva, en una finca denominada «La Loma» del Duque de Huete hubo
una importante conflictividad por la negativa de abandonar las tierras que habían sido cedidas
verbalmente a los braceros. El conflicto comienza a finales de 1955. Informe del alcalde al Go-
bernador sobre los incidentes el 10 de octubre de 1955 (A.G.C.).
56. La familia Chico de Guzmán señores de la comarca del Noroeste tenían un elevado porcentaje
de tierras concentradas en sus manos por herencias y matrimonios de épocas anteriores.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 99-133


Nueva actitud obrera de desafío en los años sesenta en la provincia de Murcia... 125

jornales que oscilaban entre 70-75 pesetas existiendo un riguroso control de los
trabajadores por el encargado-administrador.
El grupo de terrajeros que explotaban la finca, lo hacían en una superficie
superior a 10 Has. (23'07%) e inferior a 10 Has. (76'92%) deduciéndose de ello
que el mediano y gran cultivador indirecto era el menos numeroso aunque
explotaba aproximadamente el 85% de la superficie mientras el pequeño apar-
cero era el grupo más numeroso con explotación reducida, aproximadamente
del 15%.
La relación de las personas que habían sido despedidas de las tierras de la-
bor de los Moralejos, con expresión de los familiares que con ellas convivían y
fanegas que labraban fue enviada al Gobernador Civil57.
La alteración del orden público hizo que se desplazaran representantes
sindicales de la Delegación Provincial y técnicos, pero no tuvieron actuaciones
concretas de emprender iniciativas que pudieran dañar los intereses establecí-
dos, según se desprende de los informes enviados al Gobernador Civil desde
sus respectivas esferas competenciales08.
Una vez puesto en marcha el desalojo de forma mayoritaria de aparceros, la
selección del personal que podría no abandonar las fincas nuevamente contra-
tado (asalariado temporal) sería realizada por el administrador que seguiría un
criterio subjetivo entre los menos rebeldes, como por ejemplo el llevado a cabo
con los hijos de una aparcera fallecida, alegando que la muerte de la «titular»
rescindía el contrato.
Los herederos de la Duquesa de Reparaz tenían previsto llevar a efecto las
mismas actuaciones de lanzamiento en sus tierras de los trabajadores aparceros
y la reconversión.
Este proceso no era exclusivo de esta región. La mecanización-capitalización
del campo supuso una auténtica mutación en las relaciones socio-laborales,
cambios en el modo de explotación y en los cultivos, con retrocesos de cereales
y preferencia de viñedos como en Andalucía59.
Las consecuencias sociales de la regresión en aparcería o el arrendamiento
como forma contractual-laboral dio lugar en las nuevas relaciones a una forma
de trabajo en precario (jornaleros a tiempo parcial) con progresivo abandono

57. Informe del encargado José Corbalán Sánchez dando cuenta de situaciones graves vividas en
esta zona. Entre las pautas más generalizadas en la resolución final estuvieron: indemnizaciones
sin interés, hacer a algunos obreros fijos y servicio doméstico (las mujeres), pero la mayoría
tuvieron que marchar en busca de trabajo a otras poblaciones, provincias o países.
58. Vicesecretaría de Ordenación Económica (Nicolás Ortega Lorca); Secretaría de la Obra Sindical
de Colonización (Nicolás López); Sindicato Vertical (Carlos Iglesias Selgas) que justificaba los
«necesarios sacrificios sociales al bien común...» (enero 1962). La primera autoridad provincial
utilizaba un doble lenguaje. Por un lado admitía la situación de desamparo en que quedaban los
aparceros y por otra la imposibilidad legal de resolver el problema de forma favorable.
59. MORALES RUIZ, Rafael y BERNAL, Antonio M., «Del Marco de Jerez al Congreso de Sevilla», en
Historia de Comisiones Obreras (-I958-1978)..., pp. 215-257. Destacan la mecanización y amplia-
ción de zonas regables en Andalucía (Jaén, Córdoba y Sevilla) además del cambio de cultivos y
relaciones socio-laborales en el Marco de Jerez.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 99-133


126 Gloria Bayona Fernández

masivo del campo, que en el caso de Murcia tendría un carácter gradual y esca-
lonado pero imparable, bien hacia la industria provincial o hacia regiones como
Cataluña o al extranjero60.

3.2. Protestas y tensiones en secano: el esparto


Un modelo de protestas de modalidad agro-forestal e industrial, que afectará
a comarcas enteras murcianas, fue el relacionado directa e indirectamente con
el esparto (planta esteparia mediterránea), que había dado lugar a la formación
de importantes masas productoras que recogían la planta y trabajaban la fibra
destinada a múltiples actividades61.
La población laboral pertenecía al sector primario y se trataba de una econo-
mía, en lo que se refería al cultivo y recolección, de carácter eventual (destajo),
complementaria a los salarios agrarios obtenidos en otras actividades.
Murcia, por sus condicionamientos físicos, se convirtió en la primera pro-
vincia con disponibilidades productivas atocheras, beneficiando a propietarios
cosecheros (institucionales y privados) que lo van a cultivar en sus fincas e
igualmente a industriales transformadores en numerosas y variadas gamas
(industrias celulósicas, papeleras, de saquerío, pesca, construcción y textiles
cordeleras con destino a utilización en agricultura).
Siempre condicionado a conflictos bélicos de paralización o dificultades
graves de importaciones foráneas de fibras textiles, irán proliferando fábricas y
negocios de esparterías amparadas en el consumo de forma exclusiva de esta
fibra nacional, o desapareciendo cuando cambie la situación, hecho éste que
traerá como consecuencia desequilibrio en el sector y desequilibrio también en
la importante masa laboral ligada a esta materia prima, siendo numerosos los
conflictos de trabajo que se registraron en la provincia.
El «boom» del esparto por la propia situación de aislamiento vendría en la
etapa autárquica de los años cuarenta, que supuso la orientación de toda la
producción interior al aprovechamiento de los recursos propios con objeto de
reducir al máximo el volumen de importaciones. Grandes extensiones fueron
dedicadas a su explotación en terrenos de ayuntamientos y particulares compar-
tiendo espacio con arbolado de secano necesitado de poco riego (almendro).
Atendiendo al examen de disponibilidades económicas productivas nacio-
nales en España a partir de 1939, el esparto fue el punto de mira en las áreas

60. Informe del Jefe Provincial del Movimiento y Presidente del Consejo Económico Sindical al
Comisario del Plan de Desarrollo (5-2-63).
Siempre las zonas más deprimidas serían las más afectadas por el éxodo rural. Desde Caraya-
ca, el cura párroco D. José Lafuente Navarro, había conseguido que algunos aparceros trabajaran
en la conserva en la localidad de Molina de Segura donde anteriormente había estado como
coadjutor.
61. Hay que señalar el trabajo domiciliario realizado mayoritariamente por mujeres como forma
de amortiguar los efectos del hambre en época de crisis o como complemento adicional de
ingresos monetarios familiares como capachos para industrias vinícolas o aceiteras, cosido de
alpargatas, alfombras...

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Nueva actitud obrera de desafío en los años sesenta en la provincia de Murcia... 127

geográfica que lo tenían, convirtiéndose en el eje económico de muchas indus-


trias textiles que hasta entonces habían necesitado otras fibras similares. Esta
consideración de priorización de la utilización del esparto permitió a estas in-
dustrias disponer del mercado interior, prosperando de forma extraordinaria62.
Las fábricas que consumían yute destinado a saquerío, ahora lo harían de
esparto cuyo sector lo tendrá en 1943 como patrón textil para envases, y lo mis-
mo hará, en estos años, la industria papelera que importaba pastas celulosas,
como las instaladas en Vascongadas, Barcelona y Valencia.
El sisal era también otra de las fibras que el esparto iba ahora a sustituir en
la fabricación de envases para faenas agrícolas, fundamentalmente el atado de
mieses en la recolección de las cosechas, hecho éste muy significativo en un
país de base agraria, además de capachos para prensar aceite y vino, útiles de
pesca, navegación y edificación.
Contando con la seguridad y apoyo institucional que tendrá el esparto como
fibra nacional, se pondrá en marcha todo un complejo mundo económico-so-
cial; cosecheros, comerciantes, industriales en múltiples ramas, creando una
vertiente social variada, dependiente directa o indirectamente de esta fibra.
Dos fueron los puntos álgidos de crisis vividos dentro de la propia evolu-
ción irregular del mundo económico-social basado en el esparto, traducidos en
conflictos y confrontaciones por interferencia de intereses entre los diferentes
sub-sectores económicos y que afectarán de forma dramática al colectivo social
obrero. La primera por desabastecimiento de la planta por sequías permanentes
en 1951 cuya subida de precio en las subastas repercutía en la masa salarial del
atochero.
La segunda será en 1957 (en el ámbito laboral-industrial) que paralelamente
al alza tributaria de contribuciones rústicas y las primeras medidas de apertura
del comercio exterior de las fibras idóneas en la industrialización paralizadas
en la postguerra, dejarían sin recolectar el esparto 63 creando un fuerte malestar
según consta en el telegrama que con fecha de 1 de abril de 1958 el Gobernador
Civil envió al Ministerio de la Gobernación 64 .
En Aledo, el alcalde solicitó subvención por la crisis de paro que vivía esta
localidad debido a la industria del esparto y en otras localidades como Abanilla
y Alcantarilla, por la falta de éste, se recurrió a la medida de reducción de jor-
nales laborales. Pero será en Cieza, desde el comienzo de los años cincuenta,
donde se van haciendo habituales los cierres parciales o definitivos relacionados
con esta fibra. Es el caso de paro forzoso de la industria de hilados de Mariano

62. Ley de octubre de 1939, «Ley de protección a las industrias de interés nacional», y la Ley de 24
de noviembre de 1939, «Ordenación y defensa de la industria nacional», demuestran en base al
esparto el proteccionismo estatal al considerarla «fibra nacional».
63. FERNÁNDEZ PALAZÓN, Gloria, El esparto: una página económica en la vida del municipio de Abarán,
Abarán, Ayuntamiento de Abarán, 1994.
64. Convocatoria de manifestación contra el coste de la vida y bajos salarios de campesinos, huer-
tanos, recolectores de esparto y fabricantes... (5 de mayo de 1958) Se requisó la propaganda y
se detuvo a sus distribuidores, según consta en el informe policial enviado al Gobernador Civil
(A.G.A.).

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128 Gloria Bayona Fernández

Martínez Montiel o incluso cierre definitivo de la de José Silvestre, quedando


sin trabajo más de 100 obreros. Había sido la primera en suprimir las ruedas
verticales de hilados, accionadas por menores de edad, que estaban prohibidas
por su peligrosidad, además también se había iniciado en la mecanización. Una
vez cerrada y por iniciativa de los propios trabajadores se creó la Cooperativa
Obrera de Manufacturas de Esparto «Cieza Industrial» quejándose la nueva
Junta Rectora del precio que tenía el esparto en el mercado:
«La Cooperativa necesita poder adquirir los espartos en monte, hacer todos los
procesos de transformación por su cuenta y vender sus productos a la numerosa
clientela seleccionada en 70 años de vida comercial y dejar así de depender de in-
dustriales que acaparan la materia prima para venderla a 2'50 y 3 ptas. más caro del
precio que los espartos machacados»65.
Como factores exógenos que tendrán repercusiones inmediatas en el mun-
do del esparto, debe señalarse el aperturismo, aunque aún débil del comercio
exterior.
Ahora bien, la posibilidad de adquirir materias primas de fuera, multipli-
có por dos las importaciones, hecho éste que pronto pondría de manifiesto
el desequilibrio entre oferta de bienes y capacidad monetaria de compra. El
panorama inflacionista español fue adquiriendo un ritmo tan alarmante que
desde mediados de la década de los cincuenta el índice subió de 3'9% en 1955
a 167% sólo dos años después.
La insuficiencia del ahorro para cubrir las inversiones, el desequilibrio cre-
ciente entre importaciones y exportaciones, la escasez de reservas monetarias,
fueron produciendo un persistente déficit presupuestario en la balanza comer-
cial, que ni la subida de impuestos, ni la congelación salarial del sector público,
pudieron paliar la parte negativa de una expansión económica improvisada,
carente de cualquier tipo de planificación.
La expansión en una determinada rama productiva se veía agotada a sí mis-
ma al necesitar productos intermedios o materias primas inexistentes. A su vez
las subidas salariales realizadas pronto se invalidaban por el alza de precios.
Junto a esta panorámica general a finales de los cincuenta, desde el interior
del sector, toda una serie de confrontaciones sub-sectoriales pondrán de mani-
fiesto el complejo entramado y los distintos intereses en los que se movía la
fibra repercutiendo inmediatamente en el más débil colectivo social.
La disponibilidad de fuerza de trabajo procedente del esparto produjo un
doble efecto, por una parte la intensificación de movimientos migratorios in-
teriores y exteriores en un afán desesperado de búsqueda de empleo en otros
sectores, y por otra la propia emigración y la escasez de mano de obra, enca-

65. Junta Rectora de la Cooperativa de Manufacturas del Esparto «Cieza Industrial» suscrita por
Ricardo Lozano Pérez, tras su constitución como continuadora de «Industrias de Hilados José
García Silvestre»; Entrevista a Bartolomé Martínez Bernal el 18 de junio de 1994 sobre la situa-
ción de este municipio en relación al esparto y para el análisis de la problemática espartera en
Abarán, entrevista realizada el 12 de junio de 1994 a Teófilo Gómez Ruiz.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 99-133


Nueva actitud obrera de desafío en los años sesenta en la provincia de Murcia... 129

recerá los salarios en épocas de cosechas y sementeras en agricultura que antes


empleaba mano de obra barata procedente de la recolección del esparto.
Por todo ello la situación laboral en los años sesenta relacionada con el mun-
do del esparto presenta un panorama desalentador. En 1962 de los 25 expedien-
tes de crisis tramitados, 17 correspondían a empresas esparteras 66 .
La contratación colectiva asentada como forma de relación laboral que im-
plicaba mejoras salariales, trajo como consecuencia por parte de las empresas
la reducción de jornada replanteándose el mantenimiento y la validez de estas
industrias de siempre incómodas y desagradables y a partir de los convenios
colectivos, conflictivas. Estos enfrentamientos no difieren en los principios bá-
sicos reívindicativos de las movilizaciones habidas en otros entornos del país y
sectores y cuyo origen estuvo siempre en la necesidad de los obreros de mejorar
sus condiciones de vida de carácter laboral-salarial o simplemente defender su
puesto de trabajo.
La percepción institucional de la gravedad de la problemática espartera se
pone de manifiesto en las numerosas reuniones para tratar este tema que tu-
vieron lugar como la mantenida el 17 de diciembre de 1964 en Murcia capital,
previendo el desencadenamiento de movilizaciones y protestas sociales, temor
que posteriormente se confirmaría por el cierre de numerosas industrias67.
El Gobernador Civil consideraba que una de las causas de la crisis era la
carestía progresiva de la recogida de esparto, debido a los jornales que había
que pagar que la hacían según su opinión de todo punto antieconómico, pre-
tendiendo hacer esa recolección por medios mecánicos, hecho que supuso un
auténtico fracaso. Por otra parte y de forma reiterada culpaba la primera auto-
ridad, a la competencia que la fibra estaba sufriendo por las importaciones de
otras similares que ya la estaban sustituyendo 68 .
Se estaba pues, ante la crisis terminal de un modo económico-social que
vuelve la espalda al esparto, perjudicando a propietarios institucionales (prefe-
rentemente ayuntamientos) o privados en muchas provincias como Murcia, Al-
bacete, Jaén, Granada y Almería principalmente y que acarreará graves repercu-
siones sociales en el colectivo que lo trabajaba recolector u obrero industrial.

3.3. Problemáticas basadas en la explotación de aguas subterráneas


Desde los años cincuenta en la Vega Alta del Segura (Abarán, Blanca, Ca-
lasparra, Ceutí, Torres de Cotillas, Cieza...) los agricultores de esas localidades

66. Memoria del Gobierno Civil, 1962 (A.G.C.M).


67. Entre los asistentes a la reunión se encontraban el Delegado Provincial de Sindicatos; el Pre-
sidente del Grupo Nacional de espartizales y los alcaldes de varios ayuntamientos. Tras un
informe elaborado por el Sindicato local textil de Cieza, se abordaba el cierre de varias empresas
esparteras de forma definitiva con más de 3.000 obreros que se irían al paro sin ningún tipo de
compensación. Entre ellas se encontraban las de Andrés López Marín, Juan Vázquez Salinas y
Manuel Villalba. En otras localidades también se había producido el cierre o la reduccion.de
jornada, como fue el caso de Abarán.
68. Memorias del Gobierno Civil de 1965, 1968 y 1969 (A.G.C.M).

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130 Gloria Bayona Fernández

van a iniciar de forma individual prospecciones en pozos para obtener aguas


subterráneas en terrenos de su propiedad. En toda la Vega del Segura exis-
tían numerosos alumbramientos acuíferos, de los cuales los más importantes
estaban ubicados entre Murcia y el mar, y los más antiguos se encontraban
en la provincia de Alicante. Los regantes de la Vega Baja en esta provincia se
consideraban perjudicados por la proliferación de pozos en tierras murcianas
e iniciaron protestas y movilizaciones que dieron lugar a confrontaciones de
carácter estructural entre las dos Vegas.
Los agricultores de la provincia de Alicante hicieron gestiones para el cum-
plimiento de la Orden del 31 de julio de 1959, la cual confería facultades excep-
cionales a la comisaría de aguas dependiente del Ministerio de Obras Públicas,
solicitando que ampliara el reglamento de policía de agua en la cuenca del río
Segura.
A su vez Murcia acusó a la Vega Baja de riegos abusivos al reconvertir 75.790
Has. cuando en realidad por Decreto de 25 de abril de 1953 sólo les correspon-
día 25.000 Has. produciéndose por ello tensiones entre ambas cuencas que se
van a repetir reiteradamente 69 .
Por otra parte la respuesta institucional ante el descontrol de apertura de
pozos va a traer consigo el precinto de muchos de ellos en diversas localidades
murcianas cuya base legal consideraban se encontraba sustentada en la propia
Orden de 31 de julio de 1959, deduciendo por ello que los alumbramientos de
aguas subterráneas en terrenos privados en realidad se trataban de galerías de
substracción fraudulenta de las aguas del río Segura. Esta protestada Orden
de 31 de julio dictaba igualmente normas para su aplicación, ordenando el
levantamiento en el tramo del río del manto sub-alveo por la Confederación
Hidrográfica del Segura previo asesoramiento del Instituto Geológico Minero,
dependiente del Ministerio de Obras Públicas (el decreto de 14 de noviembre de
1958 había aprobado el reglamento de policía de aguas y sus cauces).
Dicho ordenamiento jurídico sostenía el concepto de aguas «intraluviales»
totalmente innovador en contraposición al que hasta entonces se había de-
nominado sub-alveas, o sea el primitivo álveo del río labrado en el período
cuaternario extendido 7 u 8 kms. del álveo del Segura por terrenos de aluvión,
donde se filtraban las aguas.
Por consiguiente, donde quiera que se captasen dichas aguas sería conside-
rado legalmente pertenecientes al río no teniendo por ello la consideración de
privadas sino públicas.
Se daba el caso que los propietarios particulares de estos alumbramientos
habían invertido importantes capitales en ellos produciéndose un importante

69. Por este Decreto de ordenamiento de nuevos regadíos los límites de la huerta habían avanzado
de manera importante viéndose consolidado de forma legal, además de nuevos perímetros re-
gables ganados a los secanos. En principio estos riegos tuvieron lugar en las márgenes próximas
del río Segura extendiéndose más adelante la ampliación a la Vega Alta, Campo de Cartagena y
Valle del Guadalentín. Para el estudio del río Segura en la cuenca baja, CALVO GARCÍA-TORNEL,
Francisco, «Ciudad y río en la cuenca baja del Segura», Áreas, n.° 17 (1997), pp. 145-153.

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Nueva actitud obrera de desafío en los años sesenta en la provincia de Murcia... 131

enfrentamiento en un primer momento entre los regantes y la Administración


Local y más tarde entre ésta que finalmente apoyó a los regantes, y la Admi-
nistración Central.
Pese a ser más amplio el escenario de las protestas y movilizaciones fue en la
ciudad de Cieza donde adquirió mayor virulencia, cuando en 1962 comenzaran
los precintos 70 .
Recursos contenciosos-administrativos, algunos de los cuales fueron senten-
ciados a favor de los propietarios por el Tribunal Supremo, no servirían para
evitar el precinto de 11 de ellos, en un total de 21, afectando a buen número
de propietarios.
La reunión habida de los Cabildos de las Hermandades de Labradores y
Ganaderos de los municipios murcianos describió el clima de alarma suscitado
por el ordenamiento de precinto de pozos en esta localidad71.
El tramo comprendido entre el salto de la Cañaverosa y la presa de la Con-
traparada que suministraba el agua con que se regaba la Vega de Murcia (sujetos
a la Ley de Aguas entonces vigente de 1953, art. 24) exigía las prospecciones a
una distancia cuando menos de 100 m. del río Segura.
De la apertura de 21 pozos, sólo funcionaban 10, estando el resto comple-
tamente paralizados, cuatro de los cuales habían ganado en el Tribunal Supre-
mo el recurso administrativo frente a otros que se encontraban pendientes de
fallo72.
El descalabro más grave en esta situación iba dirigido a los pequeños pro-
pietarios que habían permutado una acción de agua por una tahúlla de tierra
pagada de seis a diez veces menos de su valor real (550 ptas. por tahúlla).

70." Informe realizado por el ingeniero José Vidal quien consideró que las aguas extraídas procedían
de filtraciones del río Segura. En Cieza paralelamente otros informes lo desmentían a cargo
de Agustín Marín y Bertrán de Lis, ingeniero de minas, José Doval, de caminos, y Targhetta,
representante del Instituto Geológico. Esta problemática se desarrolló estando de ministro de
Obras Públicas, Jorge Vigón (62-65), Laureano López Rodó, posteriormente ministro del Plan de
Desarrollo que ocupaba por entonces (1963) la Subsecretaría de Obras Públicas.
71. Informe del Delegado Provincial Sindical de 25 de febrero de 1961 ante la petición de los re-
gantes de la Vega Baja de suspensión de los recursos que Francisco Jiménez Castellanos y la
Comunidad de Regantes del pozo de S. Juan en Cieza habían iniciado contra la Administración
(Comisaría de aguas de la Cuenca del Segura), al ordenar esta última el precinto de sus pozos
más tarde con fallo a favor del T. Supremo. Sin embargo, el recurso contencioso-administrativo
entablado por la propia Hermandad Sindical representada por Jesús González Pérez contra la
Administración General y en su nombre el abogado del Estado con quien coadyuvaba el Juzga-
do de aguas de la villa de Rojales (juzgado privativo de aguas del azud de Alfeitimi y Sindicato
de la Comunidad de Regantes de la Villa de Catral) defendido por Ramón Serrano Súñer, sería
desestimado el 7 de julio de 1961 (A.G.C.).
72. Informe de Trinidad Almela Pujante, alcalde de Cieza al Gobernador Civil analizando el pano-
rama que presentaba el municipio en cuanto a la problemática del cierre de pozos (18-2-64); el
Gobernador Civil a su vez lo hará al Presidente de la Hermandad Sindical Nacional de Labra-
dores y Ganaderos, al Ministro Secretario General del Movimiento, José Solís con el ruego que
interviniera en el asunto, dado que el Ministro de Obras Públicas a quien en reiteradas ocasiones
se había dirigido no había dado ningún tipo de respuesta (19-2-64).

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132 Gloria Bayona Fernández

La versión desde la Vega Baja era en relación a la problemática de pozos de


Cieza acusatoria de especulación dado que los terratenientes de la localidad,
dueños de los pozos, habían hecho abonar la servidumbre de agua con precios
en metálico muy por encima de su coste real o medíante permuta de tierras73.
Las consecuencias socio-laborales de forma inmediata no se hicieron esperar
afectando a 3.750 obreros que habían sido absorbidos en las transformaciones
de nuevos regadíos procedentes de la industria del esparto, que habían quedado
en paro.
Los salarios de los obreros fijos perdidos ascendían a razón de 575 a 75
ptas./día al año con un total de 15.742.625 ptas. y los de carácter eventual 1.500
a 100 ptas./día al año en un total de 38.400 ptas. En tiempo de recolección las
1.600 a 25 ptas. prima diaria habría supuesto 2.400.000 de jornales dejando en
total de percibirse 56.542.625 ptas.
Los obreros eventuales agrarios fueron despedidos produciéndose la alte-
ración del orden público74. El malestar alcanzó grados de notable indignación
al divulgarse la noticia de que el Ministro de Obras Públicas se había negado a
recibir una comisión del pueblo integrada por representantes oficiales del mis-
mo. El desplazamiento del Delegado Nacional de Sindicatos y las soluciones
aportadas no satisfizo ni a empresarios ni a trabajadores en paro, al tener la
intencionalidad de poner en marcha un calendario de riegos con diferenciación
temporal antes y después de 1960.
Esta diferenciación entre los riegos existentes antes de ese año y después da-
rá lugar a una verdadera «guerra civil» entre los regantes. Se atribuye al Ministro
de Obras Públicas la siguiente frase: «si han de quitarse entre ustedes el agua a
tiros es cuestión de ustedes...» que incitaba a la violencia al carecer de agua los
afectados y predecir el inminente arranque de árboles frutales75.
La diferenciación de carácter temporal no fue aceptada por los afectados
(agravio comparativo) aduciendo que había habido con anterioridad sentencias
del Tribunal Supremo con fallo favorable (Sentencia de 29 de abril, Aranzadi n.°
929). Diversos informes harán crítica del celo desplegado por la Confederación
Hidrográfica tratando de defender las posibles filtraciones, con el precinto de
pozos y el consecuente arranque de arbolado plantado desde 1960, dado que
en numerosas ocasiones era ese organismo quien había dispuesto para regar
extensas zonas con aguas del río Segura de forma ilegal. Es decir, que este or-

73. Informe del Presidente del Grupo Sindical de Colonización (18 marzo 1964) dando cuenta del
pozo de Jesús Camacho Camacho enclavado en el paraje «La Parra» del incumplimiento de
escritura de suministro de agua a agricultores que nada tenían que ver jurídicamente con el
proceso en marcha y que quedarían en la ruina total por el perjuicio creado.
74. Petición de la Delegación Sindical Comarcal de Cieza y del Alcalde al Gobernador de forma
insistente, tanto para dar soluciones como de solicitud de refuerzos policiales por la alteración
de orden público (5-3-64). La Dirección General de Seguridad lo hacía a su vez informando del
peligroso ambiente socio-político que se vivía en la localidad.
75. La desesperada situación de los trabajadores agrarios trajo consigo momentos de gran dureza.
El alcalde y el delegado comarcal de Cieza solicitaron al Gobernador Civil, refuerzos policiales
(6-3-64).

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Nueva actitud obrera de desafío en los años sesenta en la provincia de Murcia... 133

ganismo dejó en su día pese a tener guardia y policías de agua que sacaran del
río de forma ilegal cantidades de líquido dirigida hacia los riegos de la propia
Confederación.
La misma problemática de precintos de pozos de aguas subterráneas se dio
igualmente en otras localidades murcianas: Corvera, Fuente Álamo, Aljorra,
Torre Pacheco, San Javier, San Pedro, la Costera de la Sierra de Carrasco, Torres
de Cotillas, Cehegín,... mostrando un malestar casi generalizado. Además por
el bajo nivel de precipitaciones anuales y los escasos recursos hídricos propios
disponibles, provocó en los agricultores de Lorca la lógica incertidumbre en
cuanto a la seguridad de riego, impulsando la utilización de los recursos subte-
rráneos, lo que llevó a una grave sobreexplotación del acuífero del Guadalentín.
De forma adicional a esta problemática hay que añadir que los pozos de Lorca
en la zona lateral y en las cabeceras del Valle (Pulpi y Puerto Lumbreras), los
niveles comenzaron a bajar de forma progresiva arruinando poco a poco los
acuíferos por la salinidad.
Las tradicionales subastas en el Alporchón eran siempre motivo de protestas
masivas de los regantes, al tener que adquirir el agua a precios desorbitados, y
en varias ocasiones tuvo que intervenir la policía76.

76. Polémica importante fue la suscitada a raíz de la crítica en el diario Pueblo realizada por José
Robles Lillo, empleado de Banca, hijo de un afectado con réplica desabrida y autoritaria de Lu-
ciano de la Calzada, Presidente de la Confederación Hidrográfica que pidió su procesamiento.
Los pequeños agricultores respaldaron a Robles Lillo (15 octubre 1962), A.G.C.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 99-133


«ESTE BANCO ME DEBE DINERO».
PROTESTA, IDENTIDADES Y OPORTUNIDADES EN
EL SECTOR DE LA BANCA ALBACETENSE EN LOS
AÑOS SESENTA*

Óscar Martín García

1. INTRODUCCIÓN
Franco murió en la cama el 20 de noviembre de 1975. La defunción del dic-
tador no fue seguida automáticamente, contradiciendo el vaticinio largamente
sostenido por la oposición política, por el derrumbamiento del régimen. No
hubo ruptura ni interregno revolucionario alguno, el cambio político fue el
resultado de una reforma nacida de la propia legalidad franquista, controlada
y en buena manera protagonizada por los sectores provenientes del antiguo
régimen1. El epicentro definitivo y final del proceso no estuvo en la calle, pasó
a los despachos en los que dominaron, en clave electoralista, las tácticas de los
diferentes líderes políticos2.
A estas alturas resultaría ocioso incidir en el decisivo papel protagonizado
por las negociaciones cupulares que tuvieron lugar principalmente a partir de
1977, si bien es preciso señalar que únicamente representan «la culminación de
un proceso más largo y más general que precisamente es la fundación necesaria
de los términos en los que se desarrollan estas negociaciones»3. La visión del

* Este trabajo forma parte de la investigación desarrollada en el marco del proyecto de investiga-
ción del Ministerio de Educación y Ciencia BHA2002-03897 «Sociabilidad y movimientos sociales en
Castilla-la Mancha (1959-4986)».
1. MARTÍN VILLA, R., Al servicio del Estado, Barcelona, Planeta, 1985, pp. 50-53.
2. PAGNUCCO, R., «The comparative Study of Social Movements and Democratization», Research in
Social Movements, Conflíct and Change, n.° 18, 1995, pp. 159-161.
3. TARROW, S., «Mass Mobilization and Régimen Change: Pacts, Reform and Popular Power in
Italy (1918-1922) and Spain (1975-1978)», en GUNTHER, R., The politics ofDemocratic Consolidation,
Baltimore, John Hopkins Press, 1985, pp. 207-208.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 135-148


136 Óscar Martín García

pactismo entre élites como epílogo de un proceso de mayor alcance, el cual


hunde sus raíces en la aprobación de la Ley de Convenios Colectivos de 1958
y en la oleada huelguística de 1962, confiere a las luchas sociales un papel muy
importante en la lenta agonía del franquismo. La presión popular ejercida desde
abajo a partir de los años sesenta contribuyó de forma esencial a la progresiva
emergencia del proyecto democrático y al allanamiento del camino transitado
por las élites en el diseño de un nuevo sistema institucional en la parte final del
proceso.
Es en el marco teórico que estudia las relaciones entre sociedad civil y cam-
bio político en el que se inserta el trabajo aquí presentado. El análisis de los
militantes de banca de Albacete trata de incidir en el carácter complejo, diverso
y heterogéneo del antifranquismo. El cual ha sido habitualmente identificado,
de manera un tanto simplista, con los sujetos colectivos de los grandes centros
fabriles y con las organizaciones políticas y sindicales de oposición. La protesta
articulada en el sector de banca estuvo desvinculada orgánicamente de la opo-
sición clandestina, tuvo la colaboración de algunas élites franquistas, fue rela-
tivamente moderada y se centró en la utilización de los cauces institucionales
ofrecidos por la legalidad franquista. Elementos que no estaban reñidos con la
oposición frontal a la burocracia vertical y la progresiva politización de unas de-
mandas de indudable sentido democrático. Este movimiento «reformista», lejos
de quitar importancia al papel de los sujetos colectivos en la crisis del régimen,
indica precisamente la socialización de la protesta e incide en la visión de un
frente de oposición no identificado con un actor unívoco sino con una variada
amalgama de identidades, trayectorias y objetivos diferentes que convergieron
en el antifranquismo. La existencia de un combativo grupo de enlaces de la
banca en una ciudad como Albacete demuestra que existió antifranquismo en
los años sesenta en aquellas zonas desmovilizadas y «excluidas» de los efectos
modernizadores del desarrollismo, si bien éste quedó reducido a núcleos de
trabajadores inquietos e independientes de las organizaciones políticas de opo-
sición, que habitualmente provenían de los movimientos de la Iglesia y que ini-
cialmente no identificaron su compromiso -exclusivamente reivindicativo- con
un proyecto de tinte democrático.

2. CONVERGENCIA Y REACCIÓN ANTE EL DESAFÍO


La emergencia de una vigorosa protesta, sobre todo en los setenta, en colec-
tivos laborales del sector servicios (enseñanza, sanidad, banca, Administración,
etc.) indicaba un significativo cambio de lealtades, el desprestigio del régimen
también se dejaba notar en aquellos estamentos sociolaborales que le habían
dado la bienvenida en 19394. La extensión del disentimiento a técnicos, cue-
llos blancos, profesionales, etc. en los años setenta tuvo su antecedente en la

4. BALFOUR, S., La dictadura, los trabajadores y la ciudad. El movimiento obrero en el área metropolitana de
Barcelona (1939-'¡9S8), Valencia, Alfons el Magnánim, 1994, pp. 169-171.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 135-148


«Este banco me debe dinero». Protesta, identidades y oportunidades en el sector... 137

aparición de un pujante movimiento disidente en la banca durante la década


anterior.
La protesta de los empleados de banca estuvo en buena medida motivada
por el empeoramiento de las condiciones laborales. Si bien su situación era
levemente más favorable que la de los asalariados de las fábricas y los talle-
res, la realidad laboral a la que estaban sometidos en sus centros de trabajo se
asemejaba progresivamente a la de los obreros manuales. Repetición de faenas
resultado de la introducción de métodos fordistas de producción, largas jorna-
das de trabajo, precariedad laboral, trato despectivo por parte de los superiores,
etc. fueron moneda común de las relaciones laborales en la banca. J. Herreros,
quien fuese enlace de la Central Contable de Banesto, recuerda el hastío propio
de unas labores cotidianas basadas en la continua repetición de unas tareas di-
vididas y simplificadas, que quedaban limitadas a «una cosa cerrada, donde lo
único que veías eran listados y números para cuadrar»5. Según T.Carrión, enlace
de Banesto, «te tocaba una pequeña parte [...] Era un trabajo muy repetitivo, era
muy monótono». Monotonía a la que se unían prolongadas jornadas de trabajo
estrictamente controladas por los encargados, en la Central Contable «estába-
mos trabajando desde las siete de la mañana. Habíamos salido a comer a las
dos, habíamos vuelto a las tres, y a las doce y media de la noche, el apoderado,
que era el jefe inmediato, dijo: bueno chicos iros a dormir que mañana a las siete
tenéis que estar aquí. Y eso era una cosa habitual.». La Central quedaba estruc-
turada en torno a «una planta baja, y sobre la planta baja dos despachos con
cristaleras donde el director y el subdirector nos podían ver a todos, a través de
allí nos estaban mirando permanentemente. Además, había un apoderado que
dirigía cada trozo de aquello»6. B. González, enlace del Banco Central, resalta
el limitado tiempo del que los operarios disponían para el descanso, para el al-
muerzo o para ir al aseo, todo ello bajo la atenta vigilancia de los encargados 7 .
Las condiciones de higiene también dejaban mucho que desear, aunque la ban-
ca «era de los negocios más vistosos de la época y se esmeraban un poco más»,
en las oficinas «había muchas carencias de cosas, mucha falta en los aseos, en
las toallas, en la limpieza, había mucho humo» 8 .
La asalarización, la superespecialización, el sometimiento a la empresa y al-
gunas situaciones de precariedad indicaban el proceso de convergencia entre las
condiciones laborales de los obreros fabriles y las de los empleados de banca. 9
Tendencia a la proletarización del trabajo en las oficinas que poco a poco fue
generando cierta correlación de intereses entre operarios manuales y empleados
de banca. Sin embargo, la protesta inicial de éstos no provino de esa incipien-

5. Entrevista con José Herreros, 5-7-2005. Todas los testimonios orales citados en este trabajo han
sido depositados en el Centro de Estudios de Castilla-La Mancha (CECLM) de la Facultad de
Humanidades de Albacete (UCLM).
6. Entrevista con José Herreros.
7. Entrevista con Blas González (I), 14-7-2005.
8. Entrevista con Telesforo Carrión, 26-10-2005.
9. BABIANO, ]., Emigrantes, cronómetros y huelgas, Madrid, Siglo XXI, 1995, p. 97.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 135-148


138 Óscar Martín García

te comunión con los tradicionales intereses del obrero fabril, sino de todo lo
contrario, de la reacción contra las condiciones laborales que menoscababan
una determinada posición de clases medias. Las primeras reivindicaciones de
los empleados de la banca, concentradas en la Central Contable a inicios de los
sesenta, respondían al intento de mantener una posición sociolaboral privilegia-
da, a la movilización contra las condiciones laborales que les aproximaban al
proletariado de «monos azules». Los empleados de la banca habían desarrollado
cierta sensación de diferenciación sociolaboral, pues éste era «un empleo privi-
legiado, donde no se producía nunca un despido, donde tenías el trabajo ase-
gurado y donde tenías un sueldo que entonces parecía importante». Situación
que fue percibida bajo amenaza cuando «se pasaron en el poder que ejercían los
dirigentes de la Central Contable». Por ello, las reivindicaciones planteadas en
aquel entonces representaban la reacción contra las «injusticias manifiestas que
no podíamos consentir» desde la autopercepción de trabajadores privilegiados y
pertenecientes a las clases medias 10 . Fueron unas protestas limitadas a un deter-
minado centro de trabajo en el que sus empleados se movilizaron ante la nece-
sidad de salvaguardar cierto aristocratismo laboral, no en base a una solidaridad
de clase o a una ideología obrerista, ya que «nuestra posición no fue nunca una
posición obrerista porque no nos considerábamos obreros»11. Curiosamente
esta movilización, que pretendía evitar el empeoramiento de unas condiciones
laborales que socavaban la posición de clases medias, desarrolló cierto mime-
tismo con las iniciales formas de organización obrera: las bases comenzaron a
autooorganizarse de forma espontánea e informal ante los abusos nacidos de
la práctica laboral cotidiana en las oficinas bancadas, utilizando los limitados
cauces proporcionados por la legislación laboral franquista (peticiones, cartas
colectivas, etc.).

3. LA ADOPCIÓN DE UNA IDENTIDAD OBRERA


El cambio en la naturaleza de la protesta en el sector de la banca estuvo de-
terminado por la introducción de un reducido grupo de empleados en la Acción
Católica y en sus movimientos especializados. La participación en estos mo-
vimientos y el contacto cotidiano con unas condiciones laborales en deterioro
hicieron que una minoría inquieta comenzase a desarrollar cierta autoconcien-
cía y una identidad desvinculada del anterior sentimiento de pertenencia a las
clases medias. El análisis de vida les hizo comprender que sus condiciones de
trabajo planteaban una mayor identificación con las de las clases trabajadoras:
«Teníamos los mismos problemas» pues «éramos todos obreros»12. Para T.
Carrión «la inquietud de los que salen de banca al mundo sindical», gracias a
la concienciación en los grupos cristianos, viene «de esa diferencia que se va

10. Entrevista con José Herreros.


11. Véase GOLDTHORFE, J. y LOCKWOOD, D., «Affluence and the British Class Structure», Soáological
Review, vol. II, n.° 2, 1963.
12. Entrevista con Blas González (I).

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 135-148


«Este banco me debe dinero». Protesta, identidades y oportunidades en el sector... 139

acortando» entre las condiciones de vida del obrero y del empleado de banca,
ya que éste «está sometido a una presión y conforme se va equiparando a los
demás va estando en más consonancia con los otros sectores». El Sindicato Ver-
tical propició las estructuras de contacto entre empleados de banca y de otros
sectores en los que se fue tejiendo una incipiente comunidad de intereses: «La
solidaridad con los trabajadores se fue fomentando poco a poco en la medida
en que ibas teniendo contactos con otros ramos en el Vertical». Aunque, como
luego veremos, la acción emprendida desde la banca tuvo unos objetivos muy
semejantes a los del resto de la clase trabajadora, las formas no fueron iguales,
se diferenciaron precisamente en función de su situación en la frontera de clase.
B. González adquirió una identidad obrera porque «entré en el banco limpian-
do escupideras, yo entré en el banco y nos dijeron entre el día y la noche no hay
pared [...] trabajábamos los domingos gratis, y hacíamos montones de horas» y
sobre todo por «el estudio en las JOC [...] Nosotros cogíamos un hecho [...] y
empezábamos a trabajar [...] y ese mensaje [el del compromiso social cristiano]
lo traducimos ahí». La situación objetiva en el trabajo se fusionaba con una in-
terpretación de ésta en términos de clase: a las «experiencias comunes» de E. P.
Thompson se le unían los «lenguajes de clase» de Stedman Jones13, para lo cual
fueron muy importantes los contactos trabados en el seno de las JOC con curas
obreros que estaban realizando una importante labor social en las barriadas
obreras de la periferia14.
La adquisición de una identidad obrera estuvo estrechamente vinculada a
la toma de conciencia sobre la explotación sufrida. Ésta se basaba en la confir-
mación de que el «duro que se ganaba» por el banco no era repartido entre los
trabajadores «como debía de ser» y por ello «nos sentíamos explotados». Las
ganancias obtenidas por la parte empresarial fueron enmarcadas como injustas,
el desigual reparto de los beneficios les hacía sentirse «injustamente tratados»,
y «por eso peleábamos»15. Asimismo T. Carrión consideraba que los beneficios
del banco «eran muy disparatados, siempre han sido muy disparatados [...] El
beneficio de los grandes bancos [...] era excesivo en relación a los salarios que
se tenían [...] No me gustaban esas diferencias tan grandes en los beneficios
porque consideraba que se debía participar un poco más en los beneficios de
las empresas [...] Te sentías un poco explotado».
No hay que olvidar que únicamente fueron unos cuantos, una minoría em-
barcada en los movimientos cristianos, los que desarrollaron un compromiso
obrero y combativo ante la autosatisfacción de las clases medias generalizada
entre la mayoría de los empleados de banca16. Fue desde este grupo de operarios

13. Ambos citados en PÉREZ LEDESMA, M., «La formación de la clase obrera: una creación cultural»,
en CRUZ, R. y PÉREZ LEDESMA, M., Cultura y movilización en la España contemporánea, Madrid,
Alianza, 1997, p. 213.
14. Entrevista con Blas González, (I).
15. Entrevista con Blas González (I).
16. TEZANOS, F. et al., Las nuevas clases medias. Conflicto y conciencia de clase entre los empleados de banca,
Madrid, Cuadernos para el diálogo, 1973, p. 169.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 135-148


140 Óscar Martín García

inquietos de donde nacieron los diferentes esfuerzos por extender una identi-
dad obrera entre los empleados del sector, intentos que estuvieron dirigidos a
crear una determinada interpretación de la situación sociolaboral que motivase
para la acción. Es importante apuntar que los primeros esfuerzos en esta direc-
ción en el Albacete de los sesenta no provinieron de los obreros fabriles o del
contacto cotidiano con la miseria, el impulso inicial nació de un pequeño núcleo
de empleados de banca que progresivamente adquirieron cierta cualificación y
cuyos salarios eran algo superiores. Parte de su compromiso nacía de la reacción
ante el empeoramiento de las condiciones laborales en la banca durante el desa-
rrollismo, que podía dificultar sus aspiraciones de movilidad laboral, si bien la
gran mayoría de ellos se promocionaron en sus trabajos. Como dice T. Carrión,
el malestar nacía de que «entre tu forma de pensar y la realidad de la vida hay
una diferencia muy grande y eso te lleva a sentirte un poco diezmado en tus
posibilidades o en tus concepciones de lo que vas persiguiendo». Sin olvidar
que por su formación, participación en los movimientos cristianos y actividad
en organismos oficiales desarrollaron mayores capacidades cognoscitivas que el
resto de asalariados17. Este limitado grupo se embarcó en un proceso de elabo-
ración de marcos, cuyo principal objetivo fue la creación de una identidad obre-
ra que legitimase la reivindicación, a la cual se superpusieron posteriormente
elementos antifranquistas y democráticos.
Los esfuerzos enmarcadores desarrollados por los líderes del movimiento
encontraron su base en un creciente sentimiento de privación relativa que se
articuló en torno a la percepción de una desigual distribución social de los de-
rechos y privilegios. A partir de ahí se generó un marco de injusticia en el que
causas y responsables aparecieron perfectamente identificados: «Nosotros»,
trabajadores de la banca, somos víctimas de una injusticia causada por «ellos»,
la parte empresarial. Si bien cabe destacar, como luego veremos, que dichos
momentos de creación de una identidad colectiva quedaron casi siempre limi-
tados a las situaciones de lucha. Así los empleados del Banco Central remitían
a sus compañeros de otras sucursales el siguiente escrito en los días previos a la
decisión del laudo que dirimió el conflictivo convenio colectivo interprovincial
de 1969: «Mientras nosotros recibamos un salario que nos impone muchas ve-
ces privaciones, obligándonos a la práctica del pluriempleo, el capital bancario
viene consiguiendo un grado tal de acumulación de riqueza, que en opinión
de los especialistas y técnicos en la materia está causando graves perjuicios
a los intereses generales del país, frenando su desarrollo económico y social.
Evidentemente, las bajas retribuciones de los empleados de Banca, constituyen
uno de los factores que hacen posible el incesante enriquecimiento de los pro-
pietarios del capital bancario, lo que significa que a los trabajadores se nos niega
una justa participación en la riqueza que con nuestro esfuerzo contribuimos a
crear». Un elemento importante que denotaba la progresiva adquisición de una
identidad obrera era precisamente la dirección indicada por el dedo acusador,

17. PÉREZ LEDESMA, M., of. cit., pp. 213-220.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 135-148


«Este banco me debe dinero». Protesta, identidades y oportunidades en el sector... 141

éste no se dirigía a los obreros fabriles, cuya lucha y triunfos durante los años
sesenta representaban una progresiva disolución de los límites de clase, sino
que el enemigo era el empresario.
Tampoco faltaron las referencias encaminadas a legitimar la propia acción,
ésta era enmarcada como la mejor herramienta de presión y de consecución de
mejoras18. No era otra la intención de los miembros de la sección social cuando
hicieron circular entre los trabajadores el acta de una de sus reuniones en la que
un vocal interpelaba a la presidencia sobre las razones por las cuales existían
desigualdades en los horarios de varias sucursales de las Cajas de Ahorro. Tras
un debate se llegó a la conclusión de que precisamente los diferentes horarios
estaban relacionados con los diversos niveles de combatividad existentes en ca-
da oficina, y por lo tanto «muchas de estas variaciones son mejoras que se con-
siguen de las empresas»19. El mensaje no ofrecía dudas: las plantillas más activas
solían disponer de unas condiciones laborales más favorables producto de la
lucha, mientras que aquellos que permanecían sumisos no obtenían mejoras.
El momento privilegiado de construcción y extensión de la identidad fue
el propio conflicto. Como hemos visto con anterioridad, el enfrentamiento en
torno al difícil convenio de 1969 activó la utilización de unos determinados re-
cursos culturales, en este caso la injusta distribución desigual de los beneficios
obtenidos de la actividad bancaria. Se puede hablar de una cultura del conflic-
to, pues como señala Rafael Cruz «las herramientas culturales que posibilitan
la participación de la gente en las movilizaciones son seleccionadas en medio
de la acción colectiva que deriva del propio conflicto»20. Asimismo en la dura
negociación que presidió otros convenios los trabajadores de banca incidieron
en la denuncia de la actitud de cierta prensa que trataba de desprestigiar sus
reivindicaciones asignándoles la etiqueta de empleados privilegiados. En torno
al convenio de 1971 la sección social hizo hincapié en la identificación entre sus
demandas y las del resto de trabajadores, y manifestaba el malestar «producido
entre los trabajadores de banca privada, como consecuencia de los artículos
aparecidos en los diarios Pueblo e Informaciones [...] ante las manifestaciones
contenidas en dichos artículos puesto que [...] pueden crear un clima tenden-
cioso en contra de las aspiraciones de los trabajadores de esta actividad».21 En
la vertiente simbólica del conflicto los dirigentes del movimiento utilizaron la
autorreflexividad como actores sociales que habían adquirido conciencia de
su identidad, y exigieron el reconocimiento social por parte de sus oponentes.
El conflicto provino del intento de afirmar una identidad que era negada por

18. GAMSON, W., «Constructing Social Protest», en JOHNSTON, H. y KLANDERMANS, B., Social Move-
ments and Culture, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1995, p. 95.
19. AHPOS, Sindicato de Banca, caja 2670.
20. CRUZ, R., «La cultura regresa al primer plano», en CRUZ, R. y PÉREZ LEDESMA, M., op>. ctt., p.
33.
21. AHP, Libros de la O.S de Albacete, Actas del Sindicato de la Banca, libro 443.

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142 Óscar Martín García

otros 22 . Así la UTT de la banca avisaba de que «combatiremos con todas nues-
tras fuerzas las campañas del capital, por medio de la prensa y otros medios de
difusión, encaminados a la opinión pública para tratar de que se nos considere
trabajadores privilegiados, cuando es lo cierto que nuestras necesidades van
paralelas a las de la mayoría de los de otros sectores de la producción»23. Las
situaciones conflictivas, especialmente durante la negociación colectiva, se
convirtieron en campos de batalla en la atribución de significados que trataban
de deslegitimar las aspiraciones del oponente 24 . En estos momentos de pugna
simbólica por la asignación identítaría los empleados de banca resaltaban su
adscripción a la clase obrera mientras que empresarios y medios de comunica-
ción afines aludían al radicalismo economicista de aquellos que disfrutaban de
unas condiciones laborales más favorables que el resto de la clase trabajadora.
Así la parte empresarial pretendía quebrar la identificación entre empleados
de banca y obreros que evitase la puesta en funcionamiento de procesos de
solidaridad entre trabajadores. El poder patronal hizo hincapié en una imagen
muy extendida socialmente y contra la que los empleados de banca más con-
cienciados tuvieron que luchar. Como dice B. González «hay que reconocer que
el banco era uno de los sitios posiblemente menos peligrosos y mejor mirado»
pero había que pelear mucho para «poder vivir un poco mejor», pues «éramos
todos obreros». «Teníamos los mismos problemas, lo que pasa es que vestía
mucho: cuando yo me hice novio con mí mujer decían, y era ordenanza, ay que
suerte va a tener tu hija que se va a casar con uno del banco. Empecé ganando 121
pesetas, ¿qué podía hacer mi madre con 121 pesetas? [...] Si dicen es que vosotros
estabais menos explotados, también es verdad [...] pero se creían que nosotros
éramos banqueros y tuvimos que decirles que éramos bancarios». En la misma
línea, T. Carrión apunta que el sueldo en la banca «tenía fama de eso, la dife-
rencia no era tanta como se decía [...] Eramos los señoritos de los trabajadores,
por eso también cuando salimos con el movimiento sindical, que surgió un
poco espontáneamente, a la gente le costaba trabajo darle crédito a eso, a que
nosotros persiguiésemos algo en favor de los demás [...] Porque la creencia que
había es que éramos los mejor pagados de los trabajadores». Con la finalidad
de romper esta percepción generalizada intentaron tender vínculos con sectores
manuales y buscaron contactar e implicar en la lucha a los obreros que asistían
a los cursos del PPO25.
En ocasiones los líderes del movimiento de banca hicieron uso de recursos
culturales que se encontraban disponibles en el imaginario colectivo. La refe-
rencia a la marginación y al subdesarrollo, al arraigado sentimiento de periferia,

22. MELUCCI, A., «The Process of Collective Identity», en JOHNSTON, H. y KLANDERMANS, B., op>.
cit., pp. 46-49.
23. AHPOS, Sindicato de la Banca, caja 2670.
24. KLANDERMANS, B., «The Formation and Mobilization of Consensus», en KLANDERMANS, B.;
KRIESI, H. y TARROW, S., From Structure to Action. Comparing Social Movetnent Research Across Cul-
ture. International SocialMovement Research, Greenwich, Jai Press, 1988, vol. 1, pp. 173-178.
25. Entrevista con José Herreros, CECLM.

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«Este banco me debe dinero». Protesta, identidades y oportunidades en el sector... 143

atraso y subordinación incubado en el Albacete de los sesenta, se convirtió en


elemento complementario de reivindicaciones que iban más allá de lo pura-
mente laboral. En las referencias enmarcadoras de los líderes del movimiento
aparecía un nuevo componente de la identidad que se intentaba consolidar, el
antifranquismo y la lucha por las libertades democráticas. De esta forma en
el contexto reivindicativo de la negociación del convenio de banca privada de
1969 y de los debates en torno a la Ley Sindical la sección social dirigió un es-
crito a los procuradores albacetenses en Cortes en el que señalaba que «a nadie
se le oculta que Albacete es una provincia con un excedente de mano de obra
considerable, como demuestra la masa de emigrantes que marcharon de estas
tierras y lo continúan haciendo, lamentablemente. Hasta el momento no hemos
apreciado que se tomen medidas tendentes a evitar estos desplazamientos en
busca de un salario más digno, y los más, de un puesto de trabajo que aquí no
tienen. Por otra parte, los pocos que quedan y en una gran mayoría disfrutan
de unos jornales de miseria, que no permiten siquiera cubrir las necesidades
mínimas que necesita una familia, soportando unas condiciones de trabajo muy
por debajo de lo normal». El escrito concluía haciendo alusión a las dificultades
que encontraban los representantes de los trabajadores para mejorar, mediante
la acción sindical, las condiciones de vida de éstos, por lo que pedían mayores
libertades democráticas. Progresivamente el antifranquismo se convirtió en
un componente identitario consustancial de unas reivindicaciones en las que
la cuestión de la representatividad marcaba la politización de las mismas: «La
Comisión social deliberadora no es representativa a juicio de los trabajadores
de banca de Albacete».
Los intentos por crear una identidad que promoviese la acción fueron unidos
de una capacidad de inventiva que evidenciaba la importancia de la dramatur-
gia en la protesta. El objetivo era fomentar la confianza del empleado en la rei-
vindicación de la que habitualmente se seguían mejoras a la vez que se evitaba
la represión vertical y patronal. Con motivo del convenio de 1969 los trabaja-
dores de banca idearon originales formas de protesta. La importancia que las
empresas bancarias otorgaban a la buena apariencia e imagen de sus empleados
de cara a la atención al cliente fue el arma utilizada por éstos para presionar
en la negociación sin ser víctimas de despidos o sanciones. Decidieron dejarse
crecer la barba, ir al trabajo en zapatillas, no hablar con los clientes cuando eran
atendidos, entrar diez minutos tarde al trabajo o colocarse un pequeño pin en
la solapa en el que se podía leer «este banco me debe dinero». Todas ellas eran
acciones muy molestas para las empresas bancarias ya que el mero hecho de ir
en zapatillas «estaba muy mal visto, si teníamos que llevar corbata, ¿tú sabes lo
que era quitarte la corbata?». Un repertorio ajustado a las oportunidades, que
intentaba utilizar los limitados recursos existentes, en el que mediante la carga
simbólica se trataba de ir más allá de lo que la legalidad permitía a través de la
propia acción. Para B. González se trataba de «hacer algo [...] entrar todos diez
minutos después, es que hemos llegado tarde, no es lo mismo que parar [...] no
hacer horas, acudir en zapatillas, brazaletes de luto.... no teníamos otras posi-
bilidades [...] no teníamos otra cosa, lo normal es que se hubieran hecho paros,

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144 Óscar Martín García

lo normal es que se hubiera hecho una huelga, pero como eso era ponerse en
la calle...».
La constante utilización por parte de los organizadores del movimiento de
recursos culturales e identitarios evidenciaba la importancia de los elementos
simbólicos que tejieron una identidad colectiva que bajo la bandera del antifran-
quismo y de la lucha por la democracia consiguió erosionar al régimen26.

4. POSIBILISMO Y OPOSICIÓN SEMITOLERADA


El desarrollo del movimiento de banca se produjo principalmente a partir
de las elecciones sindicales de 1966. Un grupo de empleados inquietos pro-
venientes de los movimientos cristianos y algún falangista social descontento
obtuvieron un buen número de enlaces y la presidencia de la sección social,
también consiguieron la presidencia del Consejo Provincial de los Trabajadores.
La introducción en el aparato vertical de una serie de jóvenes empleados de
banca provenientes en su mayoría del compromiso social cristiano avalado por
el propio obispo Tabera no representaba un peligro a corto plazo para los jerar-
cas del sindicalismo oficial. Aquellos que habían participado en los movimien-
tos cristianos de los cincuenta adquirieron una acendrada preocupación por la
problemática de las clases trabajadoras, en ocasiones no exenta de cierto pater-
nalismo, que no implicaba necesariamente posicionamientos antirrégimen pero
que conllevaba cierto apoliticismo y recelo ante la posible manipulación por
parte de las organizaciones políticas de oposición27. Aunque con el tiempo se
politizaron, sus inquietudes iniciales eran puramente reivindicatívas. En el caso
del Sindicato de Banca la O.S permitió el acceso a sus estructuras a una serie de
jóvenes combativos porque se consideraba que contribuirían a la revigorización
del sindicalismo vertical en un momento de necesaria legitimación. Como se-
ñala José Herreros «añadíamos crédito a su Organización Sindical, a su vez que
nos controlaban, y a su vez nos permitían». En el contexto del «sindicalismo de
participación» promovido por la O.S «nosotros nos aprovechábamos pero tam-
bién les estábamos haciendo el caldo gordo». El verticalismo tuvo que transigir
de mala gana con la inquietud de dichos enlaces ante sus propias necesidades
de revitalización y la desvinculación de éstos de cualquier organización de la
oposición: «Del grupo nuestro de Albacete ninguno estaba politizado, ninguno
pertenecía por esos entonces a un partido político en la clandestinidad. Quizás
por eso, el Sindicato Vertical, aunque no le gustábamos nada, no se atrevía con
nosotros a seguir una serie de intervenciones como hacía con otros que estaban
más seguros de su pertenencia a algún partido político [...] Estábamos vincula-
dos nada más que a ese grupo»28. Las sindicales de 1966 posibilitaron no sólo
la participación a nivel de base en la estructura institucional sino la obtención

26. LARAÑA, E., La construcción de los movimientos sociales, Madrid, Alianza, 1999, p. 319.
27. MONTERO, E, «El giro social de la Acción Católica española (1957-1959)», en V Encuentro de
Investigadores del Franquismo, Albacete, noviembre 2003, CD.
28. Entrevista con Telesforo Carrión.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 135-148


«Este banco me debe dinero». Protesta, identidades y oportunidades en el sector... 145

de cargos, como el de presidente del Consejo Provincial de los Trabajadores,


que formaban parte de la línea jerárquica y que facilitaron la penetración en
puestos de influencia en diferentes organismos del franquismo local29. A partir
de entonces el núcleo activo de banca comenzó a controlar otras instituciones
como las presidencias del Instituto Nacional de Previsión, de la Hermandad de
Donantes y del Mutualismo Laboral. Igualmente llegaron a estar presentes en
la Comisión Técnica Calificadora y algunos de sus miembros fueron consejeros
laborales en los Consejos de Administración de entidades como Banesto o el
Banco Central.
Aunque los militantes de banca plantearon reivindicaciones prácticamente
idénticas a las del resto de la clase trabajadora, nunca fueron percibidos por las
autoridades franquistas como elementos típicamente obreros. Vieron su acción
favorecida por los propios prejuicios ideológicos de clase que mantenían las
instituciones del régimen. La represión, si bien amenazante y no exenta de
presiones y coacciones, fue más suave y tuvo ciertos miramientos con el grupo
de la banca albacetense. Estos empleados no sólo habían ascendido y ocupa-
ban puestos de cierta importancia en sus sucursales -algunos incluso aparecían
fotografiados junto a los representantes del gran capital en los Consejos de Ad-
ministración de bancos importantes- también iban copando progresivamente
cargos en las instituciones franquistas con el apoyo de personalidades locales
del régimen. Contaron con la colaboración puntual de elementos con cierta
influencia dentro del establishment franquista (el obispo, el presidente de la
Diputación, algún abogado del Estado, etc.). También hay que tener en cuenta
que aunque las reivindicaciones de la banca se fueron politizando y que sus
líderes mantuvieron contactos con activistas de la subversión, nunca estuvieron
vinculados organizativamente a grupos de oposición política, lo cual suavizaba
la represión: «Aquí no ha habido nadie comprometido con un partido político
mientras que existió la dictadura»30.
El acceso a algunas instituciones y la buena relaciones con sectores oficiales
apuntaban a la naturaleza semitolerada del movimiento en la banca, lo cual
se tradujo en una acción posibilista, especialmente basada en la utilización de
recursos institucionales, y por lo tanto de tintes moderados 31 . En esta línea de
introducción y aprovechamiento de las oportunidades que ofrecían las institu-
ciones también se presentaron a las elecciones municipales de 1970, si bien no
fueron elegidos.

29. Entrevista con Blas González (I).


30. Entrevista a Telesforo Carrión, CECLM.
31. Un claro ejemplo de espíritu posibilista que guiaba la a acción en la banca es el siguiente tes-
timonio de T. Carrión: «el movimiento sindical por sí sólo era bastante atractivo y te permitía
hacer algo por los demás. Porque el Sindicato Vertical era muy malo, pero tenía leyes que per-
mitían moverse dentro de él y sacarle bastante fruto, lo que pasa es que las leyes se hacían y
se dejaban ahí de escaparate, pero cuando tú te metías dentro e intentabas menear todos esos
hilos pues sí sacabas adelante cosas».

Pasado y Memoria, Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 135-148


146 Óscar Martín García

El mencionado ascenso socioprofesional de los militantes más activos de la


banca estuvo íntimamente ligado al carácter moderado de la protesta desarro-
llada. Si bien las primeras experiencias profesionales en la banca fueron como
botones u otras ocupaciones de baja cualificación, estos empleados ascendie-
ron al mismo tiempo que adquirieron cargos en las instituciones, no experi-
mentaron una frustración en sus expectativas de movilidad lo cual se tradujo
en unos comportamientos sindicales de carácter reformista -incluso algunos
abandonaron el movimiento sindical ante sus nuevas ocupaciones directivas
en otros organismos oficiales. Generalmente defendieron a aquellos que se
encontraban en una peor situación, el núcleo más activo no asumió la acción
sindical como instrumento de ruptura o emancipación con una situación de
subordinación, pues aun sintiéndose obreros y dispuestos a defender a la clase
su situación socioprofesional había mejorado, por ello sus aspiraciones solieron
ser moderadas.
La semitolerancia, interesada en algunas ocasiones, de los poderes locales
ante la movilización en la banca, dotó a ésta de una naturaleza posibilista que
situaba a los representantes de los trabajadores en una ambigua situación en
la que se mezclaban la participación, en funciones directivas, en instituciones
franquistas y la utilización de recursos ilegales, si bien la utilización de éstos fue
marginal en comparación con el aprovechamiento de la vía legal, etc. Pero cabe
señalar que moderantismo y posibilismo no estuvieron reñidos con la oposición
frontal al aparato vertical y la politización de las reivindicaciones insatisfechas
ante el inmovilismo franquista. En un escrito dirigido a las autoridades y data-
do en 1969 señalaban que para paliar la precaria situación de los trabajadores
albacetenses «los pocos que lo intentamos encontramos muchas dificultades,
no siendo suficientes los medios para defendernos de las arbitrariedades de que
somos objeto por parte de los empresarios, debido a las normas que regulan
nuestra situación laboral». Por lo que demandaban un sindicato que cumpliese
los siguientes requisitos: «1) independencia respecto al Estado, grupos políticos
y cualquier otros, 2) que sea sólo de trabajadores, los empresarios que formen
el suyo propio, 3) que todos los dirigentes, hasta el más alto nivel, sean elegidos
por los trabajadores y 4) garantías totales para los que ejerzan cargos represen-
tativos. Por otra parte el patrimonio de la actual Organización Sindical pasará a
depender solamente de los trabajadores»32.
El acceso a las instituciones y una cierta tolerancia recreaban una situación
más favorable para la acción de los militantes de la banca. Pero éstos también
se supieron aprovechar de otra apertura en la estructura política: el enfrenta-
miento entre élites que fomentaba la división interna. Dicha escisión hizo que
algunas élites se mostrasen más proclives a aceptar ciertas demandas de los
disidentes con la finalidad de aumentar su propia influencia política dentro del
establishment franquista. Los representantes de la banca se beneficiaron, a la
vez que también fueron utilizados, de las disputas existentes entre las auto-

32. AHP, Libros de la O.S de Albacete, Actas del Sindicato de la Banca, libro 443.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 135-148


«Este banco me debe dinero». Protesta, identidades y oportunidades en el sector... 147

ridades de la Delegación de Trabajo y de la O.S., en lo que era un frente más


del enfrentamiento entre los falangistas del Movimiento y los tecnócratas del
Opus durante los años sesenta. Como señala J. Herreros: «mientras luchábamos
contra unos, les dejamos apoyarse en nosotros a los otros, y dejar que la lucha
aquella a escala nacional continuara». Los líderes sindicales de la banca obtuvie-
ron puntualmente la colaboración de las autoridades laborales, la cual reflejaba
el intento de desprestigiar a la O.S mediante un acercamiento a las demandas
de la disidencia sindical. Ante la habitual inhibición del verticalismo los mili-
tantes encontraron en la Inspección de Trabajo una herramienta para presionar
a los empresarios. En un informe sobre la gestión de la sección social durante
1969 su presidente hizo hincapié en «la colaboración prestada por la Inspección
Provincial de Trabajo, la cual ha girado visitas a diversas empresas, en alguna
de las cuales ha levantado acta de infracción»33.
Las fluctuaciones existentes en la estructura política influyeron en el desa-
rrollo, los objetivos y los repertorios adoptados por el movimiento sindical en
la banca. La apertura institucional representada por las elecciones sindicales y la
semitolerancia que propició la obtención de cargos en organismos franquistas,
junto al apoyo recibido en ocasiones por élites del propio régimen, configu-
raron un movimiento moderado, de carácter reformista, que al no encontrar
sistemáticamente obturados los cauces oficiales primó la acción a través de la
vía institucional sobre la acción clandestina. La conflictividad en la banca fue
fiel reflejo de las contradicciones de los movimientos situados en las fronteras
de clase, en los cuales se conjugaron la conciencia del proceso de proletariza-
ción sufrido que les acercaba a las clase obrera con unas condiciones laborales
levemente favorables a las del resto de trabajadores, una capacidad superior de
promoción sociolaboral tanto en el centro de trabajo como en las instituciones
franquistas y un menor nivel de represión sufrida34.
Como conclusión final, señalar que el movimiento de banca albacetense
representaba una arista más de un amplio movimiento que bajo una identidad
antifranquista y democrática reunió un ancho haz de sensibilidades políticas
(desde la extrema izquierda hasta los que ya en la transición recalaron en
UCD). El análisis de la movilización de banca resalta el papel de aquellos que,
impregnados del espíritu del pensamiento social del Vaticano II, comenzaron a
reivindicar pequeñas mejoras en sus centros de trabajo desde el aparato verti-
cal, ajenos a que esa inicial reclamación puramente laboral les llevaría a formar
parte del proyecto democrático que deslegitimó profundamente al franquismo.
La actitud de los integrantes de la banca representó la de aquellos no relacio-
nados con la oposición política que en lugares desmovilizados como Albacete

33. AHP, Libros de la Organización Sindical, Actas, caja 444.


34. El movimiento de banca a nivel nacional contó entre sus militantes con un buen número de des-
pedidos, expedientados y encarcelados. Sin embargo, en Albacete, con un movimiento protago-
nizado por católicos con cierta ascendencia entre la jerarquía eclesiástica, que no tenían ninguna
vinculación organizativa con la oposición política, la represión no pasó de amenazas, coacciones
o boicots. Como dice T. Carrión «no tuvimos nunca un problema muy grave, muy grave».

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148 Óscar Martín García

«querían hacer algo y no sabían qué, y cuando se les abrió una ventana a esa
ventana se acogían y sobre todo cuando la ventana tenía menos riesgos que la
clandestinidad»35.

35. Entrevista a Telesforo Camón, CECLM.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 135-148


MOVIMIENTO ESTUDIANTIL ANTIFRANQUISTA,
CULTURA POLÍTICA Y TRANSICIÓN POLÍTICA A LA
DEMOCRACIA

Alberto Carrillo-Linares

INTRODUCCIÓN
Resulta paradójico que exista un consenso más o menos generalizado sobre
la importancia del movimiento estudiantil en la lucha contra la dictadura fran-
quista y en la transición política a la democracia, pero que, por otro lado, no se
hayan realizado apenas reflexiones en profundidad sobre tal relación efectuán-
dose más bien enunciados axiomáticos que acaban por convertirse en afirma-
ciones tautológicas, en ocasiones creo que no del todo bien resueltas1. El rela-
tivo olvido de la lucha contra Franco en la Universidad está siendo solventado
en los últimos años con el desarrollo de investigaciones centradas en la materia,
generalmente de ámbito local aunque con frecuencia escasean las reflexiones
teóricas2. Quiero decir, existen meritorios estudios sobre el movimiento estu-

1. Y esto es así tanto entre los historiadores como entre la opinión pública general. Sobre el primer
colectivo baste con consultar cualquier obra actual centrada en la historia del franquismo; en re-
lación con el segundo, véase, por ejemplo, el resultado de la encuesta realizada con motivo de los
25 años del inicio de la transición política a la democracia, base del artículo de AVILES FARRÉ, Juan,
«Veinticinco años después: la memoria de la transición», Historia del Presente, n.° 1, (2002), pp.
88-97, en particular, p. 91, donde se hace referencia a la contribución del movimiento estudiantil
en el éxito de la transición; en orden de importancia queda relegado a la 5.a posición, tras el rey,
los ciudadanos en general, el movimiento obrero y los medios de comunicación. En el mismo
número de dicha revista, Ramón García se refería a la «omisión» del movimiento estudiantil en
la historiografía, junto con el movimiento campesino, aunque reconocía que «quizás por razones
sentimentales, el movimiento estudiantil ha merecido una mayor atención», pese a que distaba «de ser
satisfactoria la atención prestada». GARCÍA PINERO, Ramón, «El obrero ya no tiene quien le escriba.
La movilización social en el «tardofranquismo» a través de la historiografía más reciente», pp.
104-115 (las citas en pp. 112 y 115).
2. La bibliografía sobre el tema, incluyendo las crecientes comunicaciones en congresos -de muy
variable calidad-está notando un buen reflujo. Desde la pionera obra de FARGA, Manuel Juan,

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 149-170


150 Alberto Carrillo-Linares

diantil en varias universidades, dándose por supuesto que la conflictividad per


se es la garantía de la lucha por la democracia, aunque no nos hemos detenido a
explicar con precisión cuál es el aporte exacto del tal movimiento a dicho fenó-
meno de cambio, tanto en el terreno humano como en el de la cultura política.
Algo más se ha reflexionado sobre la relación entre el movimiento estudiantil y
los llamados nuevos movimientos sociales^.
Como decíamos, una primera circunstancia llama poderosamente la aten-
ción: la identificación inexcusable entre disentimiento y transición. La simple
oposición no es argumento suficiente para reconocerle la aportación de cara a la
transición puesto que pueden constituir dos realidades independientes: también

Universidad y democracia en España (30 años de lucha estudiantil), México, 1969, pasando por el
clásico estudio de MARAVALL, José María, Dictadura y disentimiento político. Obreros y estudiantes bajo
el franquismo, Madrid, 1978 y el de GlNER, Salvador, «Libertad y poder político en la Universidad
española: el movimiento democrático bajo el franquismo», en PRESTON, Paul, España en crisis: evo-
lución y decadencia del régimen de Franco, México, 1978, pp. 303-355, hasta la actualidad, se ha de-
tectado una evolución positiva en el número de títulos, especialmente en los dos últimos lustros,
una circunstancia que merecería algún estudio de cuantificación. Una característica es común a
la mayoría (no todos) de los autores que se han centrado en el tema (ya desde la publicación
de los números 1 y 2 de la revista Materiales en 1977): vivieron en primera persona, casi todos
como militantes, el fenómeno que describen. Sin ánimo de ser exhaustivo - y pido disculpas
por esta extensa nota-, existen investigaciones para Canarias (DÉNIZ RAMÍREZ, Francisco A., La
protesta estudiantil: estudio sociológico e histórico de su evolución en Canarias, Madrid, [1999]), Valencia
(SANZ DÍAZ, Benito y RODRÍGUEZ BELLO, Ramón Ignacio (eds.), Memoria del antifranquismo. La
Universidad de Valencia bajo d franquismo. 1939-1975, Valencia, 1999 y SANZ DÍAZ, Benito, Rojos
y demócratas. La oposición al franquismo en la Universidad de Valencia, 1939-1975, Valencia, 2002),
Cataluña (COLOMER I CALSINA, Josep M., Els estudiants de Barcelona sota el franquisme, Barcelona,
1978, 2 vols.), Madrid (VALDELVIRA GONZÁLEZ, Gregorio, El movimiento estudiantil en la crisis del
franquismo. La Universidad Complutense (i973-1976), Madrid, 1992 y ÁLVAREZ COBELAS, José, En-
venenados de cuerpo y alma. La oposición universitaria al franquismo en Madrid (1939-1970), Madrid,
2004), Valencia (tesis doctoral de RODRÍGUEZ TEJADA, Sergio, Dictadura franquista y movimiento
estudiantil en la Universidad de Valencia, 2005) o Sevilla (RUBIO MAYORAL Juan Luis, Disciplina y
rebeldía. Los estudiantes en la Universidad de Sevilla, (1939-1970), Sevilla, Universidad, 2005), y mis
propias investigaciones. A ello habría que sumarle las comunicaciones en diversos congresos
y obras de carácter más general que aluden al tema, que se han referido a ámbitos locales del
movimiento estudiantil (Cádiz, Cataluña, Galicia, Granada, Madrid, Málaga, Murcia, Sevilla, País
Vasco, Valencia, Valladolid, etc.) o aspectos parciales (organizaciones, huelgas, fechas simbólicas,
represión, sociología, etc.). Muy pocos autores han intentado realizar una historia general del
movimiento estudiantil durante el franquismo (PALAZUELOS, Enrique, Movimiento estudiantil y
democratización de la Universidad, Madrid, 1978; VALDELVIRA [GONZÁLEZ], Gregorio, La oposición
estudiantil al franquismo, Madrid, 2006). Pese a las alusiones que, en éstos, se hacen a algunos
distritos que no fueran Madrid y Barcelona, siguen siendo historias de dichas universidades y las
conclusiones están muy condicionadas por la dinámica interna en las mismas. Así las cosas, creo
que sigue quedando pendiente esta tarea a riesgo de acabar confundiendo la historia general del
movimiento estudiantil español con la de los distritos madrileño y catalán.
3. Cfr. PÉREZ LEDESMA, Manuel, ««Cuando lleguen los días de la cólera»: movimientos sociales, teo-
ría e historia», en W . AA. Problemas actuales de la historia (Terceras Jornadas de Estudios Históricos),
Salamanca, 1993, pp. 141-187, [publicado posteriormente en Zona Abierta, n.° 69, (1994), pp. 51-
120]; y del mismo autor: «Los nuevos movimientos sociales y la Historia del Tiempo Presente»,
en DÍAZ BARRADO, Mario P. (coord.), Historia del Tiempo Presente. Teoría y metodología, Badajoz,
1998, pp. 63-77; así como ««Nuevos» y «viejos» movimientos sociales en la transición», en MOLI-
NERO, Carme (ed.), La transición, treinta años después, Barcelona, 2006, pp. 117-151.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 149-170


Movimiento estudiantil antifranquista, cultura política y transición política a la... 151

se opusieron organizaciones terroristas como ETA, GRAPO, FRAP, partidos


políticos que abogaban por sistemas de partido único y cercenaban la libertad
(MCE, ORT, PTE, PCE(M-L), LCR, PCE(R), falangistas disidentes nostálgicos de
José Antonio y su pensamiento revolucionario, etc. Esto es, no hay una relación
directa y necesaria entre oposición y transición política, tal y como se suele
enunciar, puesto que había posiciones revolucionarias que en nada secundaban
el cambio que se experimentaba, aunque hubieran tenido un papel fundamental
en el desgaste estratégico del régimen dictatorial que hizo invíable su continui-
dad4. Pero de ningún modo esto supone una aportación concreta.
En el presente artículo intentaré esbozar un cuadro de análisis en el que
tendré en cuenta tanto el marco general en el que se desenvolvió el movimien-
to estudiantil como algunas de las aportaciones concretas (en un doble sentido)
que hizo de cara a la transición, sin perder de vista la cultura política de la que
bebieron y al tiempo, forjaron los estudiantes, una de las piedras claves en la
transición, junto con su propio perfil social. En definitiva, la tesis básica que se
defiende es la siguiente: el movimiento estudiantil fue un pilar cardinal de cara
a la transición política y, me atrevería a decir más, en términos profundos, la
transición se coció en la Universidad más que en ningún otro lugar5. Para en-
tender esta afirmación en toda su dimensión, es preciso partir de un supuesto
básico: antes de la transición política a la democracia existió una transición
social que implicó una transformación profundísima de la cultura política, sin
la que no hubiera sido posible, de ninguna manera, el proceso técnico que llevó
de la dictadura a la democracia6.
Por lo tanto, el concepto teórico esencial sobre el que se sostuvo el cambio
fue el de cultura política que rompió de lleno con la construida, fomentada y que
pretendía dejar en herencia el propio franquismo. Y esto es así, sobre todo a la
vista de un hecho irrefutable: ningún movimiento social consiguió derribar di-
rectamente al régimen y Franco murió en la cama. El valor de dichos movimien-
tos, por lo tanto, se halla en otro lugar. Así pues, me centraré en tres vectores,

4. Cito dos casos a modo de ejemplo que son suficientemente significativos: Consuelo Laiz parece
entender que ETA conformaba un partido político semejante al PTE, LCR, ORT, etc., al incluirlo
como tal en La Lucha final. Los partidos de la izquierda radical ámame la transición española, Madrid,
1995. DEL ÁGUILA, Juan José, en El TOE La represión de la libertad (•1963-4977), Barcelona, 2001, aca-
ba otorgando teóricamente -por no desagregar los datos- la misma categoría analítica a los miem-
bros de las organizaciones terroristas procesados por el TOP que a los militantes de CC. OO.,
UGT, PCE, PSOE, activistas estudiantiles, manifestantes, etc., en su defensa de la libertad. El título
de la obra y los epígrafes de la misma inducen inconscientemente a tal situación psicológica.
5. Evidentemente, esta afirmación, que pretende hacerlas veces de titular periodístico, precisa de mu-
chas matizaciones, comenzando porque habría que situarla en su justo término, lo que significa
concretar la relación de fuerzas con otros movimientos sociales sin los que tampoco se concibe
la transición, como el obrero, el vecinal, etc. Como en cualquier sistema complejo, ninguno se
puede excluir para comprender el fenómeno resultante.
6. Para referirnos a la fase abierta tras la muerte de Franco prefiero emplear la expresión transición polí-
tica a la democracia. Por razones de brevedad, utilizaré el término transición a secas aunque teniendo
siempre presente la tesis de que la transición en sentido general no comenzó el 20 de noviembre
de 1975, fecha que marca, eso sí, un punto de inflexión en el marco de oportunidades políticas.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 149-170


152 Alberto Carrillo-Linares

con sus correspondientes ramificaciones, para concretar algunas de las relaciones


que creo existieron entre movimiento estudiantil, cultura política y transición.

LA RUPTURA GENERACIONAL
Es un lugar común considerar el factor generacional como uno de los puntos
destacados en la disidencia. Tan aceptada está la idea que han empezado a sur-
gir algunas voces que consideran este hecho como resabido y que por lo tanto
hay que buscar nuevas explicaciones. Opino que, por más que se diga, fue éste
un hecho determinante y por lo tanto no puede el investigador abstraerse del
mismo, por muy antigua que sea la idea. Se puede afirmar que, en términos ge-
nerales, hubo una verdadera ruptura generacional en dos sentidos: por la edad
y desde el punto de vista cultural, lo que acabó adoptando un matiz político de
carácter subversivo; ambos son condicionantes de primer orden.
Cuando analizamos la oposición a la dictadura en general -y, obviamente la
estudiantil-, se percibe con claridad que el mayor porcentaje de los participantes
habían nacido después de la guerra civil, una contienda, por consiguiente, que
conocían de oídas, pese a que hubieran podido padecer sus consecuencias. Para la
Universidad, los márgenes cronológicos se podrían establecer entre 1945 y 1955
(1960, si incluimos la muy importante de bachillerato), pudiéndose hablar, con
cierta propiedad de una especie de Generación de 1950, aún asumiendo los proble-
mas que cualquier definición generacional entraña; es la zona de fechas de la que
hablaba Ortega y Gasset. Se trata de una generación que se enfrenta a la anterior,
marcada por un hecho (el franquismo) y que además desarrolló unos códigos de
comunicación alternativos, incluido el lenguaje, construyendo un léxico que se
acabó convirtiendo en un verdadero hit motiv de toda la generación. Volveré sobre
este punto. Por otro lado, como en el concepto de generación literaria, la de la
oposición universitaria estuvo sometida a una formación intelectual semejante
que se tradujo en una verdadera crisis generacional; la configuración de todo el
sistema de pensamiento (y de militancia) se apoyaba en una compleja red de
relaciones personales (familiares, amorosas, contactos del barrio, el instituto o la
universidad, centros culturales, etc.), de donde deriva la necesidad metodológica
de análisis microhistóricos y reconstrucción de marcos de micromovilización, etc.
Fue también frecuente la participación en actos colectivos propios, etc.
La importancia del hecho estriba en que con la pérdida de esta generación se
hizo imposible la continuidad sociológica e histórica de la dictadura: la juven-
tud representaba la continuidad y se perdió por el camino. Los supuestos pro-
yectos despolitizadores elaborados por los capitostes del franquismo de cara a
la desmovilización política de este sector social fracasaron de Heno: en realidad
no se trataba de una despolitización, como se ha dicho, sino sencillamente de
una politización en un sentido determinado, aquel que denigraba el libre juego
parlamentario, considerado como esencialmente perverso7. Pero la juventud,

7, La concepción peyorativa de la política se mantuvo hasta los últimos días de la dictadura: "Los
partidos políticos, para mí, son el opio del pueblo, y los políticos sus vampiros», sentenció el general

Pasado y Memoria, Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 149-170


Movimiento estudiantil antifranquista, cultura política y transición política a la... 153

c o m o había ocurrido en los años 30, progresivamente volvió a convertirse en u n


verdadero agente político y de movilización d e incalculable trascendencia.
Los adalides del franquismo n o podían dejar de reflexionar sobre la impor-
tancia de la juventud en aras a la permanencia de u n régimen considerado como
eterno; la Universidad fue su talón de Aquiles. En buena medida el proceso de
despolitización se debía garantizar en este espacio pero fue u n r o t u n d o fracaso 8 .
En 1963 Jesús Medel recordaba sus palabras de diez años atrás, refiriéndose a
esta generación que d e n o m i n ó la «promoción de los sin fusil»:
«El timón de nuestra sociedad futura debe estar basado en un 18 de julio perma-
nente. Es importante el heroísmo de unos y el testimonio de otros; pero en la con-
tinuidad deben contar con amplitud los que hoy acuden a la Universidad, levantada
en sus muros y espíritu con sangre mártir. Ellos harán la posible o probable guerra
total contra el comunismo.
(...) La corredención y la continuidad de España tienen un sistema medular
formado por los que hicisteis la guerra, y los que la vimos; pero precisa un sistema
muscular permanente y progresivo, que forjarán los que en estos días acuden a la
Universidad por vez primera, sin fusil de verdad, ni de palo siquiera. A la entrada, o
en los claustros, verán lápidas de Caídos. Nuestra fortaleza, y la de España, pueden
radicar algún día en ellos»9.

En una conferencia ofrecida en el Ateneo de Madrid, el 11 de m a r z o de


1963, apuntaba López Medel con toda la intención:
«Escuchaba a Garrido Falla la idea de cómo el técnico que está en paro o el
ingeniero ocioso se suele dedicar temperamentalmente al montaje de piezas que
se distrae en la composición, en la construcción; mientras que el abogado, o el inte-
lectual ocioso, tiende a desmontar, a desentrañar. En una palabra, en un país (...) es
más peligroso y da menos estabilidad la abundancia de profesionales liberales que
la abundancia de técnicos. En una posible nueva ordenación de la Universidad, las
Escuelas Superiores deberían decididamente incorporarse al ámbito y la responsabi-
lidad universitaria. La juventud tendrá entonces caminos e interés por el mundo de
la técnica que es el mundo de nuestro tiempo. Porque en ese mundo, con él, es como
podrá erigirse ese mundo de justicia social y de salvación eterna que todo muchacho
joven suele pensar para la España del futuro»10.

Para los dirigentes políticos, la juventud constituía u n bastión a preservar,


entendido como u n objetivo cuasi militar, dado que se trataba de una cuestión es-
tratégica. Esta perspectiva hizo que n o se pudiera - n i quisiera- analizar en toda la

García Rebull. Entrevista en Nuevo Diario, suplemento de 28-IV-1974. RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, José
Luis, Reaccionarios y golfistas. La extrema derecha en España: del tardofranquísmo a la consolidación de
la democracia (1967-198Z), Madrid, 1994, pp. 169-170.
8. Sobre este punto es de obligada consulta RüIZ CARNICER, Miguel Ángel, El Sindicato Español
Universitario (SEU), 'I9í9-'I9ÓS. La socialización política de la juventud universitaria en el franquismo,
Madrid, 1996.
9. LÓPEZ MEDEL, Jesús, Ejército y Universidad, Madrid, 1963, pp. 106-107, Y tampoco faltaba la cita
del Caudillo: «Porque creo en la juventud, estoy al frente de España-.•-.
10. LÓPEZ MEDEL, Jesús, Política de juventud en la España futura, Madrid, 1963, pp. 22-23. Los subra-
yados son del original.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 149-170


154 Alberto Carrillo-Linares

profundidad que el tema requería; en absoluto se trataba de un aspecto accidental


o epidérmico, todo lo contrario: dadas las condiciones políticas existentes, el cam-
bio social se estaba produciendo en la clandestinidad y lo que el régimen percibía
en forma de subversión, muy particularmente en la Universidad, no era más que la
punta del iceberg, un vértice que había que erradicar con cualquier medio, inclui-
do un sistema de inteligencia, el Servicios Especial, luego SECED, origen del actual
Centro Nacional de Inteligencia (CNI)11. Para Carrero Blanco el problema de la
juventud radicaba en que, a finales de los 60 ya no estaba encuadrada, interpre-
tando, que los alborotadores no eran más que una pandilla de ateos, drogadictos
y anarquistas, según el conocido análisis que hizo en el Congreso con motivo del
estado de excepción decretado en enero de 1969 a raíz de la agitación universi-
taria. Debía ser cierto que había no creyentes, consumidores de drogas e incluso
algunos ácratas, pero la explicación del Almirante confundía un hecho accidental
con la causa del malestar. En cualquier caso, la cuestión de fondo que interesa sí
era elocuente: el necesario control de la juventud. En el Informe político presentado
al Consejo Nacional, el 1 de marzo de 1973, Carrero recalcó la urgencia del asunto,
ante lo que consideraba una guerra declarada por el mundo:
«El artículo 21 de la Ley Orgánica del Estado señala entre los fines del Consejo
Nacional el de "contribuir a la formación de la juventud española, en la fidelidad a
los Principios del Movimiento Nacional, incorporando a las nuevas generaciones a
la tarea colectiva". Esta es una cuestión de enorme trascendencia. El Gobierno pide
al Consejo Nacional el estudio en profundidad de tan importante tema. (...) Respeto
a la juventud, sí, pero no abandono de la misma a los impactos incontrolados y
agobiantes que el mundo actual lanza sobre ella. La defensa de nuestra juventud de
los embates que hoy se lanzan contra ella para corromperla moral y materialmente
constituye nuestra más grave responsabilidad. El "dejar hacer", el encogerse de hom-
bros ante esta situación, aceptando cómodamente las consecuencias de esta ofensiva
que la juventud padece como "moda de los tiempos" puede que no sea una figura de
delito en los Códigos humanos, pero sí lo es ante la conciencia de cualquier hombre
honrado y desde luego ante el juicio de Dios»12.
El obispo de Canarias, José A. Infantes Florido, en unas reflexiones pastora-
les tituladas Universidad, Sociedad y bien común, insistió igualmente en la idea de
que a la juventud se la había «dejado sola» y reprodujo las palabras de Girón de
Velasco que había explicado su parecer sobre el origen del problema:
«[El] tremendo abandono en que se ha dejado a la juventud, no se ha creado en
ella ilusiones y se le ha puesto como terreno de nadie, a disposición de los primeros

11. Fue impulsado por orden de Carrero tras los sucesos del mayo francés, temeroso de que el fenó-
meno se contagiara en España. Sobre ello, vid. SAN MARTÍN, José Ignacio, A las órdenes de Carrero
Blanco (de Castellana a El Aaiún), Barcelona, 1983, pp. 21, 27 y 46. Ya era significativo que el
servicio estuviera adscrito y sirviera en principio al Ministerio de Educación y Ciencia. Véase
también DÍAZ FERNÁNDEZ, Antonio M., Los servicios de inteligencia españoles. Desde la guerra civil
hasta el 11 M. Historia de una transición, Madrid, 2005, pp. 138-179.
12. Archivo General de la Administración (AGA), Presidencia, Secretaría General del Movimiento,
Secretaría Técnica, caja 18.595, p. 20.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 149-170


Movimiento estudiantil antifranquista, cultura política y transición política a la... 155

que han querido mentalizarla,


indefensa ante cualquier agre-
'Ho MCA&S ve sión política, a disposición de
la subversión»13.

i TOPOS MAUVAtil Lo que no estaban dis-


puestos a aceptar los jeri-
faltes era que la pérdida
de la juventud resultaba
irreversible porque, fun-
damentalmente, se trataba
de una pérdida existencial:
creo que antes que política
la ruptura definitiva con el
franquismo fue cultural y
vital, de ahí la profundidad
y complejidad del fenóme-
no. Las manifestaciones de
este hecho se apreciaron
por doquier: música, rela-
Imagen 1. Chiste sobre la Autoridad publicado en El Correo de
Andalucía, 1-10-1972. ciones sexuales, hábitos,
consumo, estilos y modas,
etc. La crisis cultural del modelo impuesto por el régimen tenía que producir,
obligatoriamente, la fractura política puesto que en esta instancia de actuación
se trató de poner freno a un desarrollo natural de expresión y convivencia que,
para más inri, adoptó una fachada undergroundlA. Esta circunstancia hace que
resulte obligado reconsiderar la clásica teoría de Spain is different, puesto que el
franquismo nunca pudo aislar completamente al país lo que dio lugar a influen-
cias constantes del exterior, en especial a partir de mediados de los sesenta.15
La ruptura cultural conllevaba la integración de unos nuevos valores que se en-
frentaban políticamente con la dictadura, lo que llenaba de contenido la cultura
política de una sociedad carente de libertad. Aunque fuera una crisis emocional
e intuitiva, las consecuencias de orden político eran incuestionables, comenzan-
do por la negación del concepto de Autoridad en el que tan firmemente se creía,
máxime si tenemos en cuenta el origen del régimen (militar) y el modelo social
que pretendía (de orden, apoyado en gente de orden, etc.).

13. A lo que Infantes añadió que tales palabras apuntaban «a toda la profunda dimensión del problema
universitario». El discurso de Girón había sido pronunciado el 29 de octubre de 1972 y unos días
más tarde citado por el prelado. Cfr. El Correo de Andalucía, 18-11-1972, p. 18.
14. Sobre los vínculos entre música underground y ruptura política, puede verse el excelente do-
cumental sobre el grupo Smash, que incluyó entrevistas a diversos personajes, algunos de los
cuales con proyección política durante la transición. IGLESIAS, Gervasio (dir.), Underground, la
Ciudad del Arco Iris, LZ Producciones, 2003.
15. Se ha señalado reiteradamente la importancia del turismo en esta apertura. Sin negar esta posi-
bilidad, creo que se ha minusvalorado el papel de los medios de comunicación de masas en una
sociedad ávida de información. Está por estudiar en profundidad esta relación.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 149-170


156 Alberto Carrillo-Linares

En definitiva, una generación que bebió y, al mismo tiempo, fue forjando


una Cultura transgresora alternativa a la ofrecida por el franquismo y, dentro
de ésta, una cultura política. La asimilación de esta cultura política por parte
de la juventud fue un proceso relativamente rápido desde los años 60, aunque
de sedimentación progresiva, dados los diferentes estratos y variables que la
integraban. Un elemento me interesa especialmente para el presente caso: el
reclamo de la participación en las diferentes esperas de decisión (académica,
política, etc.), lo que en la clásica obra de Almond y Verba se definió como cul-
tura política p>articip>ativa y que en la práctica supuso el paso de la delegativa a la
yarticipativa16. Paradójicamente, la participación en el SEU provocó un efecto no
previsto o no deseado para el franquismo desde el momento en el que se pudo
tomar conciencia de las deficiencias del sistema e iniciar el asalto definitivo al
sindicato y proponer uno alternativo (Sindicato Democrático) que fuera con-
trolado exclusivamente por los alumnos. Las infiltraciones de 1956 y la reacción
de los seuistas nos aluden a lo temprano de la estrategia, incluso antes de que
se produjera la ocupación de cargos promovida por CC.OO. para el mundo
laboral (desde 1962). Dejar participar en un sistema viciado por su base pudo
tener unas consecuencias más demoledoras que no permitir la participación, si
es que esto hubiera sido posible, algo que dudo.
La asunción de una cultura política implica una relación emocional y racional
muy particular con el contexto y la situación en la que tienen lugar los hechos
objetivos, hasta el punto de que éstos pueden ser relativamente irrelevantes de
cara a la respuesta de los grupos afectados puesto que la lectura y sensibilidad
de los fenómenos se filtra a través de un complejo sistema de valores, símbolos,
imágenes, metáforas, etc. que sirven para percibir e interpretar el mundo. Dicho
en otros términos, lo importante es cómo se ve e interioriza el mundo, más que
el mundo en sí: sin unos códigos valorativos, que pueden ser construcciones
ideológicas o sentimentales, difícilmente se puede pasar a la acción, de ahí
que para mover, primero haya que conmover, que es un proceso intelectivo17.

16. Me refiero, lógicamente a ALMOND, Gabriel A. y VERBA, Sidney, La cultura cívica. Estudio sobre
la participación política democrática en cinco naciones, Madrid, 1970 (The cívíc culture, 1.a ed., 1963).
Las cinco naciones eran Alemania, EE. UU., Gran Bretaña, Italia y México. Cualquier defini-
ción de cultura política integra en su seno muy diferentes aspectos: «actitudes, normas y creencias,
compartidas más o menos ampliamente por los miembros de una determinada unidad social y que tienen
como objeto fenómenos sociales», formando parte de ellos los «conocimientos», las «orientaciones», las
«normas», el «lenguaje y los símbolos» (SANI, Giacomo, «Cultura política», en BOBBIO, Norberto;
MATTEUCCI, Íncola y PASQUINO, Gianfranco (dir.), Diccionario de política, Madrid, 1982, p. 415). O
concebirla como «un sistema de referencias en el que se reconocen los miembros de unafamiliapolítica,
recuerdos históricos comunes, héroes consagrados, textos, símbolos, fiestas, vocabulario codificado», según
BERNSTEIN, Serge, «L'Historien et la culture politique», Vingtiéme Siécle, n.° 35, (1992), pp. 67 y
ss. Del mismo autor puede consultarse: BERNSTEIN, Serge, Les cultures politiques en Trance, Paris,
1999.
17. En esta línea de trabajo se introducirían los análisis de los llamados procesos enmarcadores para
comprender las acciones colectivas en forma de movimientos sociales. Sobre ello, cfr. McADAM,
Doug; McCARTHY, John D. y ZALD, Mayer N. (eds.), Movimientos sociales: perspectivas comparadas,
Madrid, 1999, especialmente la última parte de la obra (pp. 369-496). Desde una perspectiva

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 149-170


Movimiento estudiantil antifranquista, cultura política y transición política a la... 157

Gráfico 1. Procesados por el TOP (1964-1976), clasificados por edades

11,08%-, D 0,36% m 16-17

M 18-20

UTD 21-25

ü 26-30

17,76' ^ 31-35

B 36^40

[H 41-45

H 46-50
I10,H
M 51-55

H 56-60
,29%
• Más de 60

l~l No consta

Elaboración propia.
Fuente: ÁGUILA, Juan José. El TOP..., p. 262.

En este sentido, el concepto de clima cultural adquiere especial relevancia para


comprender la atmósfera en el que se insertan las protestas estudiantiles de los
años 6018. Este cuadro general de análisis nos aporta algunos parámetros para

sociológica, también se ha analizado estos «procesos simbólicos y cognitivos internos, que generan
cambios en los marcos de acción colectiva y los modelos organizativos de los movimientos y en los cuales se
construye el sentido de la participación». LARAÑA, Enrique, La construcción de los movimientos sociales,
Madrid, 1999, pp. 21-22. En la misma vertiente de la construcción de la identidad: LARAÑA,
Enrique y GUSFIELD, Joseph (eds.), Los nuevos movimientos sociales. De la ideología a la identidad,
Madrid, 1994. También pueden consultarse diferentes capítulos de la obra colectiva IBARRA,
Pedro y TEJERINA, Benjamín (eds.), Los movimientos sociales. Transformaciones políticas y cambio
cultural, Madrid, 1998, en particular el segundo bloque (pp. 111-215). Desde un ámbito teórico
y metodológico: CASQUETE, Jesús, Política, cultura y movimientos sociales, Bilbao, 1998. El enfoque
cultural de la protesta, en MANGINI, Shirley, Rojos y rebeldes, La cultura de la disidencia durante el
franquismo, Barcelona, 1987.
18. Sobre este concepto y su proyección cíclica, vid. BRAND, Karl-Werner, «Aspectos cíclicos de los
nuevos movimientos sociales: fase de crítica cultural y ciclos de movilización del nuevo radi-
calismo de clases medias», en DALTON, Russell J. y KUECHLER, Manfred, Los nuevos movimientos
sociales, Valencia, 1992, pp. 45-69. El estudio de los «ciclos de protesta», centrado en la estructura
de movilización y sus vínculos con las oportunidades políticas (aunque con alguna referencia
a los marcos), puede verse en TARROW, Sidney, El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la
acción colectiva y la política, Madrid, 1997, en concreto pp. 263-286.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 149-170


158 Alberto Carrillo-Linares

comprender la dimensión de la contestación juvenil durante la dictadura, hasta


el punto de que de los cuatro estados de excepción nacionales que hubo, al
menos dos (1956 y 1969) lo fueron por causas directamente relacionadas con la
agitación universitaria y en un tercero (Proceso de Burgos, 1970) el movimien-
to estudiantil tuvo una importante responsabilidad. Una sola muestra bastará
para comprobar con exactitud la relación directa y necesaria entre oposición
política y juventud: los datos de los procesados en el TOP durante sus años de
existencia. En ellos, una circunstancia es poderosamente significativa: el 67%
era menor de 31 años y el 77% no habían superado los 35.

MOVIMIENTO ESTUDIANTIL Y DINAMIZACIÓN SOCIAL


A diferencia de lo que habitualmente se ha afirmado, especialmente desde
la historiografía de combate, pienso que el estudiantil fue el movimiento social
más importante durante el franquismo sesentón desde el punto de vista de la
dinamización, y lo fue desde distintas perspectivas. En primer lugar por las mo-
vilizaciones y la agitación que pusieron en jaque a la dictadura, aunque nunca
mate, eso sí. En este sentido, las acciones colectivas más trascendentes fueron
las protagonizadas por los obreros y los universitarios, que jugaron un papel
complementario, una especie de tándem en el que cada cual desarrolló su fun-
ción: la importancia del movimiento obrero residía en su impacto económico
y en la evidente puesta en entredicho del orden social ofrecido por el régimen
que había servido, en última instancia, para justificar el golpe militar y el pro-
pio modelo político que nació de él, todo ello relacionado con la inexcusable
referencia al problema del orden público19. Pero en este último apartado, el
movimiento estudiantil tardofranquista fue el verdadero campeón, sin ningún
género de dudas. Y ello tiene una explicación.
A las circunstancias generales propias de los dos movimientos (concentra-
ciones naturales que favorecían la contestación, alta politización -no necesa-
riamente partidista- de sectores claves en las movilizaciones, padecimiento y
aprovechamiento de las consecuencias del desarrollo económico y la masifica-
ción, etc.), los universitarios contaban con una ventaja comparativa respecto a
sus compañeros de protesta: las circunstancias sociales y personales que permi-
tieron mantener un estado de crítica abierta casi permanente, con huelgas que
se prolongaron durante varios meses y, en casos particulares -algunas asigna-

19. Entre otras investigaciones: SOTO CARMONA, Alvaro, Diversas interpretaciones sobre las causas y
consecuencias de las huelgas en el franquismo ('1963-1975), Barcelona, 1992; MOLINERO, Carme;
YsÁS, Pere, Productores disciplinados y minorías subversivas. Clase obrera y conflictividad laboral en
la España franquista, Madrid, 1998. Una óptica más amplia de los factores y formas de la des-
composición de la dictadura en YSÁS, Pere, «La crisis de la dictadura franquista», en MOLINERO,
Carme (ed.), op. cit,, pp. 27-58 e YsÁS, Pere, Disidencia y subversión. La lucha del régimen franquista
por su supervivencia, 1960-1975, Barcelona, 2004. Una panorámica general, y ya clásica, sobre la
conflictividad en los años sesenta: FUSI AIZPURÚA, Juan Pablo, «La reaparición de la conflictivi-
dad en la España de los sesenta», en FONTANA, Josep (ed.), España bajo el franquismo, Barcelona,
1986, pp. 160-169.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 149-170


Movimiento estudiantil antifranquista, cultura política y transición política a la... 159

turas, profesores- durante años 20 . En el plazo inmediato, el régimen siempre


temió mucho más la protesta obrera pero, en cierta medida, perdió de vista los
efectos destructivos del otro movimiento, que fue mucho más corrosivo, del
entramado profundo sobre el que se construye una sociedad.
La imposibilidad material de contención de lo que estaba ocurriendo en las
universidades desde los 60 acabó siendo total, lo que a su vez provocó otro
tipo de efectos, como las crisis más importantes en las élites de poder (políti-
cas, académicas, gubernamentales y policiales). Éste es un hecho de especial
importancia puesto que la ruptura en la cohesión de las minorías rectoras fue
aprovechado por los contestatarios que percibieron grietas en el aparato de
poder, lo que impulsaba o alentaba nuevos golpes de protesta y la búsqueda de
aliados entre las élites que se deshacían21. De este modo, se podría decir que
el movimiento estudiantil fue el que más desestabilizó el régimen y los pilares
sobre los que se sostenía puesto que obligó a introducir un tema conflictivo de
gran repercusión (el debate sobre sí mismo) lo que hizo que comenzaran a agra-
varse las diferencias y promover la toma de posiciones que pusieron en duda el
régimen en su conjunto. Baste para ello la consulta de las actas de las Juntas de
Facultad de las universidades donde desde 1965, al principio muy tímidamente,
se fue gestando un clima de malestar sobre las medidas adoptadas por los dife-
rentes ámbitos de decisión (sanciones administrativas, peticiones de certifica-
dos de buena conducta, expedientes disciplinarios, detenciones de estudiantes
y profesores, etc.). El floreciente movimiento de los PNN (que en buena medida
estaba capitaneado por profesores formados en la cultura política de la protesta
de unos años antes), coadyuvó sobremanera en este sentido, aunque es posible
detectar también intervenciones de numerarios y catedráticos. La incorporación
de los alumnos a las Juntas como consecuencia de la aplicación de la LGE (1970)
y los nuevos Estatutos, completó el panorama de crítica desde dentro 22 .

20. Escribo compañeros en cursiva por una razón: salvo casos excepcionales, durante las casi cuatro
décadas que se mantuvo operativo el franquismo, estudiantes y obreros fueron colaboradores
en un sentido genérico puesto que la solidaridad fue casi siempre unidireccional, de los estu-
diantes hacia los trabajadores y raramente a la inversa. La razón es obvia y tiene que ver con
lo que apuntamos, amén de que puedan existir otras explicaciones circunscritas a la valoración
profunda que ambos movimientos se tenían. Queda por hacer un estudio riguroso sobre las arti-
culaciones reales y simbólicas entre estos dos movimientos, al margen de posibles afirmaciones
generales sobre los objetivos compartidos.
21. Las alteraciones en las élites es una de las variables empleadas por los teóricos de los movimien-
tos sociales (especialmente aquellos que tratan las oportunidades políticas) para comprobar su
efecto en las transformaciones políticas. Cfr. MCADAM, Dough; McCARTHY, John D. y ZALD,
Mayer N., «Oportunidades, estructuras de movilización y procesos enmarcadores: hacia una
perspectiva sintética y comparada de los movimientos sociales», pp. 32-33; McADAM, Dough,
«Orígenes terminológicos, problemas actuales, futuras líneas de investigación», pp. 52-55 y
passim; TARROW, Sidney, «Estado y oportunidades: la estructuración política de los movimientos
sociales», pp. 71-99. Todas las referencias en McADAM, Dough; McCARTHY, John D. y ZALD,
Mayer N. (eds.), op. cit.
22. Esta circunstancia fue mucho menos frecuente en las Juntas de Gobierno, compuestas a partir
de un sistema de filtrado más exquisito, lo cual no significa que no hubiera casos. La necesidad
urgente de disponer de nuevos profesores, ante la avalancha de matriculados, hizo que resultara

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 149-170


160 Alberto Carrillo-Linares

Gráfico 2. Procesados por el TOP (1964-1976), clasificados por

Fuente: ÁGUILA, Juan José. El TOP..., p. 278.

Las críticas cruzadas de unas autoridades a otras, alerta del grado de des-
composición orgánica en el que se encontraba la dictadura, incapaz de activar
un frente unido en la gestión o en la defensa de sus intereses. La reacción de la
comunidad universitaria a las medidas de big stick adoptadas por el ministro de
Educación, Julio Rodríguez, precipitaron los acontecimientos. El error juliano,
con calendario académico incluido, dejó en evidencia los diversos intereses y
perspectivas de la Universidad y los de las esferas políticas23. Por otro lado, la
falla en las élites se detectó en ámbitos menos visibles pero de un calado in-
cuestionable y afectaron nada menos que a la responsabilidad última sobre la
movilización estudiantil. En una nota interna de la Brigada Social de Sevilla, se
escribía:
«Los padres de los alumnos integrantes de esa llamada «mayoría silenciosa» no
logran comprender por qué es tan difícil el problema de la Universidad y, en visión
simplista, se preguntan cómo no son detenidos los instigadores de los desórdenes,

imposible la depuración por razones ideológicas, de ahí que fuera en las Juntas de Facultad don-
de se notaran los más importantes debates y, por consiguiente, las mayores fricciones.
23. La política de Julio Rodríguez, mano derecha de Carrero Blanco en la Universidad, se basaba
fundamentalmente en actos de fuerza que dejaran constancia de quien tenía el poder: a la mano
dura contra los agitadores profesionales sumó su desconcertante calendario académico con el que
hacía comenzar el curso en enero. El asesinato de Carrero relegó al olvido al peculiar ministro.
Su visión de las cosas - y defensa a ultranza de sus posiciones- quedó reflejada en RODRÍGUEZ
MARTÍNEZ, Julio, Impresiones de un ministro de Carrero Blanco, Barcelona, 1974.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 149-170


Movimiento estudiantil antifranquista, cultura política y transición política a la. 161

Gráfico 3. Detenidos durante el Estado de Excepción en España, por


ocupación

& 43,90%

139,12%

m 9,08%
12,82%
12,74% 112,35%
ül Estudiantes
jij Obreros
Hf Prof. Liberal/Servicios
ü Sector primario
Ül Religiosos
H Otros

Elaboración propia.
Fuente: Boletín Informativo, Extraordinario, fascículo XI, 20-5-1969, pp. 445-446, 478-481.

cuyos nombres son públicamente conocidos y denunciados; evidentemente, tales


detenciones originarían nuevas campañas y presiones y servirían de motivos de
nuevas protestas.
(...) La propia Universidad, mediante sus Autoridades, sería la indicada, se estima
en los sectores más sensatos de la opinión, para expulsarlos de su seno, no compren-
diéndose cómo se permite la actuación de tales instigadores y su actividad se halla
tan impune»24
De lo que no cabe duda es de que la agitación estudiantil se encontraba en
una situación personal óptima para la rebelión. Las cifras globales sobre los
estudiantes procesados por el TOP confirman este hecho.
Aunque sobre estos datos hay que puntualizar algunas cuestiones técnicas
(definición de obrero, puesto que no son lo mismo los trabajadores manuales
que los de cuello blanco, etc.), sobre todo, para valorar la aportación proporcio-
nal del estudiantado hay que tener en cuenta un aspecto que relativiza la prime-
ra impresión: mientras que, en 1976, la población trabajadora superaba los 12,5
millones de personas, la estudiantil apenas sobrepasaba el medio millón en esta

24. Archivo General de la Jefatura Superior de Policía de Andalucía Occidental, leg. 2016, exp. 7.
«Situación de la Universidad de Sevilla», 2.a BRIS, n.° 600.1, 27-11-1975. En similares términos
recriminatorios se expresaba el Gobernador Civil de Sevilla. Cfr. Archivo General del Ministerio
del Interior, sig. 4040. Memoria del Gobierno Civil de Sevilla 1975, fol. 3.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 149-170


162 Alberto Carrillo-Linares

Gráfico 4. Detenidos durante el Estado de Excepción en España, por


provincias

Elaboración propia.
Fuente: Boletín Informativo, Extraordinario, fascículo XI, 20-5-1969, pp. 445-446, 478-481.

fecha (cuando se inició la década de los 60, eran unos 180.000 en toda España)25.
Estas cifras ponderadoras dan una idea más exacta y proporcional de lo que el
fenómeno del movimiento estudiantil, supuso en la lucha contra la dictadura.
Con todo, para la policía el movimiento obrero seguía siendo su gran bestia
negra y no desaprovechaba ninguna oportunidad para proceder a su represión.
Los datos de los detenidos en España como consecuencia del Estado de ex-
cepción de 1969, cuyo detonante fue la agitación universitaria, son elocuentes
sobre ello: aunque el objetivo primero era la contención del movimiento estu-
diantil, el obrero se llevó un buen zarpazo 26 .
Como se comprueba en el gráfico n.° 4, el mayor impacto del Estado de ex-
cepción de 1969 se notó en Madrid, Vizcaya (represión del nacionalismo) y Bar-
celona, seguido a cierta distancia de Sevilla, Oviedo y Guipúzcoa 27 . Incluso en

25. Cfr. las estadísticas del Centro Económico y Social (CES), publicadas por TAMAMES, Ramón, La
economía española, 1975-1'995, Madrid, 1995, pp. 548-549; INE, Anuario de Estadística Universitaria
•1993/1994-
26. En el gráfico n.° 3 no se incluyen los detenidos que fueron puestos inmediatamente en
libertad.
27. En Madrid, el 46,3% de los detenidos fueron estudiantes, seguido del 35,5% de militantes de
CC.OO. (la clasificación es de la Brigada General de Investigación Social). Allí donde no había
una agitación especialmente grave la policía se centró con grupos marginales, como en Alicante
(27 detenidos) donde se cebaron con los Testigos de Jehová: los 20 apresados a nivel nacional,
lo fueron en esta provincia.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 149-170


Movimiento estudiantil antifranquista, cultura política y transición política a la... 163

las acciones de cara al Primero de Mayo, una festividad eminentemente obrera,


se comprueba la numerosa presencia estudiantil. Sirvan a modo de ejemplo, las
estadísticas de los detenidos en España en la festividad de 197228.
Además no sólo dicho movimiento fue el más dinámico por haber manteni-
do un nivel de contestación casi semanal (a veces diario) durante muchos años
en casi todas las universidades, sino también desde el punto de vista cultural,
por la incorporación de nuevos valores ideológicos y culturales, acordes con lo
que posteriormente ocurriría: el aire de modernidad social y de refresco mental
penetró, más que por ningún sitio, por la aulas universitarias, a veces incluso
contra la moral de muchos de los partidos de la oposición, lo que nos alude a
que el proceso iba más allá de lo puramente político. Muchas de las reivindi-
caciones sociales -que se leían en clave política- que realizaron los estudiantes
de los años 60 y 70, fueron satisfechas en la transición, una vez que los nuevos
líderes, formados en aquella convulsa Universidad que enseñó a interiorizar y
normalizar valores vinculados al mundo occidental, estuvieran en disposición
de incorporarlos al bagaje de la transición (divorcio, aborto, despenalización
del adulterio y relaciones sexuales en general, feminismo, estilos y modas, ho-
mosexualidad, etc.), rompiendo definitivamente con los valores decimonónicos
heredados del franquismo. Lo cierto es que todos estos temas conflictivos fue-
ron propuestos en los ambientes intelectualizantes vinculados con la Universidad
(clubes culturales, conferencias, conciertos, etc.), nunca desde el ámbito obrero
ni político, más preocupados por otras cuestiones29.
Esto a su vez tiene relación con otra realidad: fue en la Universidad donde
más ebullición ideológica se vivió, probablemente por esa tendencia del estu-
diante a la reflexión en abstracto y a la conceptualización teórica -lo que llena
de contenido la cultura política- disposiciones que resultan imposibles para los
analfabetos o aquellos que se encuentran en un grado de ilustración limitado,
caracterizados por la escasa capacidad de abstracción, una facultad que facili-
ta la comprensión de sistemas políticos complejos que se basan en la cultura
política participativa30. El Alma Máter favoreció esta capacidad, lo que podría
explicar por qué la mayor parte de las organizaciones clandestinas que surgie-
ron durante la dictadura lo hicieron en espacios universitarios o se nutrieron
de estudiantes, mucho más que de obreros que se mantuvieron en las líneas
clásicas del pensamiento, mientras que los aportes ideológicos más novedosos,

28. El 43,4% de los detenidos fueron estudiantes; el 48,9%, trabajadores (incluidos empleados,
administrativos, etc.); el 1,9% abogados; el 1,6% sacerdotes; el 1,3%, funcionarios públicos y
el 2,9%, otros.
29. Sólo tardíamente, una vez comprobado el efecto de atracción que ciertos temas podían tener
de cara a la militancia, los partidos y sindicatos los incorporaron a sus programas y estructuras
(igualdad de género, medio ambiente, etc.).
30. No quiero decir con ello que los sistemas democráticos sean los propios y exclusivos de los
países con altos índices de alfabetización, pero la proposición contraria me parece evidente:
allá donde no hay una base de alfabetización suficiente, la democracia encuentra muchos más
escollos en su consolidación. De esto fue consciente la II República, que trató de resolver el
problema por los pies pero con la cabeza.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 149-170


164 Alberto Carrillo-Linares

especialmente de la extrema izquierda, sí podían tener cabida en la Universidad


(trostkistas, luxemburguistas, ácratas y espontaneístas, maoístas, etc.), por no
hacer una relación de las mil siglas, algunas fantasmas, que brotaron de la nada
y que se quedaron en la nada31.
En este sentido, la militancia política concreta de la oposición durante el
franquismo respondió más a circunstancias accidentales que a otra cosa: redes
de sociabilidad y familiares, compañeros de curso que captaban a los no ini-
ciados, asistencia a conferencias, amigos del barrio, etc. De ahí algunos de los
virajes ideológicos que se vivieron con posterioridad y que reubicaron a buena
parte de los antiguos activistas. Este viaje explica igualmente cómo se pasó de
una cultura política revolucionaría a una plenamente democrática.
Señalaría tres círculos concéntricos en el análisis de la militancia (y, por
extensión, del propio movimiento estudiantil): 1.- El núcleo duro, organizado
políticamente, adscrito a los partidos. Forcentualmente nunca debió superar
el 5% de la población estudiantil. Funcionaban (con todos los peros que se
quieran) como militantes de organizaciones clandestinas y representaban la
vanguardia, generalmente con una actividad frenética32. 2 - Estudiantes que
mantenían contactos políticos directos con los organizados y en ocasiones
acababan militando, aunque no siempre. Colaboraban y estaban dispuestos a
asumir riesgos personales más allá de las acciones colectivas. Representan los,
tan frecuentes por entonces, compañeros de viaje de algunos partidos, aunque
también puede haber filoanarquistas o espontaneístas que rechazan teóricamente

31. Sobre este universo radical, vid. LAIZ, Consuelo, op. cit.; HEINE, Harmut, «La contribución de la
«nueva izquierda» al resurgir de la democracia española, 1957-1976», en FONTANA, Josep (ed.),
op. cit., pp. 142-159; PORTUONDO, Ernesto, «Forja de rebeldes. Una aproximación a los orígenes
de las vanguardias militantes del radicalismo de izquierdas en la segunda mitad de los sesenta:
el movimiento estudiantil (1964-1970)»; ROCA, José Manuel. «Una aproximación sociológica,
política e ideológica a la izquierda comunista revolucionaria en España», y de este último,
«Reconstrucción histórica del nacimiento, evolución y declive de la izquierda comunista revolu-
cionaria», los tres en ROCA, José Manuel (ed.), El proyecto radical. Auge y declive de la izquierda re-
volucionaria en España (1964-4992), Madrid, 1994, pp. 33-68, 69-89 y 91-122, respectivamente.
32. Los datos elaborados por mí para la Universidad de Sevilla (sobre la base de un millar de
militantes, exactamente implicaban en torno a un 3,7%) coinciden con los confeccionados
por la Dirección General de Seguridad a nivel estatal, aunque con una puntualización. De los
251.000 estudiantes matriculados en toda España, calculaban que «sólo unos -10.000 forman parte
como activistas y simpatizantes de las diferentes organizaciones clandestinas que operan dentro de la
Universidad, lo que representa aproximadamente el 4% de la totalidad». Mis valoraciones se refieren
exclusivamente a militantes, de manera que si incorporamos a los simpatizantes y compañeros
de viaje el porcentaje aumentaría, aunque el concepto de simpatizante resulta un tanto difuso.
Y si sumamos las personas que participaban en acciones puntuales (manifestaciones, huelgas,
etc.), los datos aumentan sensiblemente. El interés del cuerpo de seguridad por reducir el im-
pacto de la militancia era más o menos lógico y previsible. Cfr. Boletín Informativo de Actividades
Estudiantiles, n.° 4, 2-4-1976, p. 1. Justo dos años antes, cuando se estaba preparando el decreto
de participación, la Secretaría Técnica de la Secretaría General del Movimiento, había elevado
a un 5% el porcentaje de organizados en toda la Universidad, a los que agregaba otro 5% de
«inquietos revolucionarios independientes», AGA, Presidencia, SGM, carp. «Estudiantes», subearp.
«Proyecto de Decreto por el que se regula provisionalmente la participación estudiantil a nivel
universitario», caja 18.791, «Informe sobre la participación universitaria», ff. [2-3],

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 149-170


Movimiento estudiantil antifranquista, cultura política y transición política a la... 165

las organizaciones. 3 - Aquellos que se suman a las acciones colectivas sin pre-
ocuparse por los posibles organizadores, asisten a manifestaciones, asambleas,
actos culturales, concentraciones, etc. Éste es un espectro muy heterogéneo
pues en el mismo se encontraban estudiantes con clara conciencia política y
otros carentes de ella que, en cierta medida, se integraba y refugiaba en las
acciones masivas. Incluso es posible detectar alumnos que rechazan cualquier
imbricación de los partidos (falangistas disidentes, etc.). Las fronteras entre el
grupo 2 y 3 pueden llegar a ser muy difusas. Es importante tener en cuenta esta
clasificación porque en función de en qué grupo centremos nuestro estudio, la
investigación sobre el movimiento estudiantil podría llevarnos a conclusiones
muy diferentes, confundiendo el todo con la parte. Aunque sea factible la des-
composición y análisis por aislado, en la práctica se dieron en una interacción
constante; sólo considerándolo así se puede comprender en toda su dimensión
dicho movimiento y sus particularidades.

MOVIMIENTO ESTUDIANTIL Y EDUCACIÓN SOCIAL


En el reparto de tareas que los movimientos sociales adoptaron -no estraté-
gicamente-, desde mi perspectiva, el movimiento estudiantil fue el que mejor
educó a la población de cara a la transición, no sólo desde el punto de vista po-
lítico sino, fundamentalmente, cultural. En términos políticos, los más activos
estudiantes miraron siempre hacia un movimiento obrero que debía ser su refe-
rencia: desde la teoría marxista el proletariado era el agente llamado a liderar el
cambio en la historia; sólo las atrevidas tesis de Marcuse habían puesto en tela
de juicio esta Verdad, pero su efecto sólo se notó en la superficie33. Así pues,
en el universo mental de los estudiantes se introdujeron una serie de ideas que
fueron exportadas al conjunto de la sociedad, con mayor o menor éxito.
La recepción de este nuevo movimiento social y de sus aportaciones por
parte de la sociedad civil fue diferente a la de otros movimientos por varias
razones: sus participantes eran hijos de las clases medias y, en buen porcentaje
de los casos, hijos del régimen3*. Por otro lado, también se benefició del hecho

33. Tanto es así que los primeros alumnos que se identificaron con Marcuse, muchos vinculados al
PCE (I) -luego PTE-, no dudaron en proletarizarse para sentirse verdaderamente como los traba-
jadores, única realidad material que les podría llevar a pensar como ellos. No hay que descuidar
que este curioso fenómeno respondía a la necesidad que tenían ciertos partidos obreros, nutri-
dos de universitarios, de contar en sus filas con trabajadores y, a ser posible, manuales.
34. De unas sesenta entrevistas realizadas a estudiantes que participaron en el movimiento estu-
diantil, aproximadamente el 90% procedían de clases medias-altas, en ocasiones con cargos
dentro del mismo régimen, e identificadas con la dictadura. Generalmente las fuentes orales
son condescendientes con sus progenitores y los clasifican como franquistas sociológicos, rara vez
como franquistas a secas. En este sentido se expresó un entrevistado cuyo padre había remitido
en los años setenta una carta al rectorado para evitar el expediente a su hijo, incluyendo su
curriculum personal en el que hacía constar su «patriotismo» y algunos de sus méritos entre los que
destacaba el haber tomado parte activa «en la represión de los sucesos de octubre de 1934", su partici-
pación directa desde el principio de la «Cruzada Nacional-», el haber ingresado posteriormente en
la División Azul, «siendo distinguido con algunas cruces y propuesto para la Cruz de Hierro del Ejército

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 149-170


166 Alberto Carrillo-Linares

Gráfico 5. Clasificación por ocupación de los parlamentarios en las


Cortes Constituyentes (1977)

MI Obreros/Trabajadores
ü Empresarios/Comerciantes
B Otros

B No consta
Elaboración propia.
Fuente: Base de Datos del Congreso de los Diputados.

de que el universitario era un movimiento no tan manchado como el obrero que


contaba con una larga historia en su haber y un pasado cargado de actuaciones
políticas revolucionarias que recordaban en exceso a la II República y a la guerra
civil; lo cual no fue óbice para que hubiera constantes muestras de solidaridad
con los trabajadores. Por el contrario, en las reivindicaciones y en la propaganda
estudiantil apenas hay referencias a la República ni a la guerra, es un movimien-
to que mira hacia delante y se imbuye de algunas fuentes de inspiración propias
de la modernidad, aunque en su faceta política pueda llegar a contener elemen-
tos del pasado; se afana en la defensa de paradigmas sociales novedosos, lo que
lo enlaza con los llamados nuevos movimientos sociales^5. La sensibilidad hacia los

Alemán», etc. Evidentemente, como todas las fuentes, las orales también hay que filtrarlas, en
ningún caso evitarlas.
35. Habría que realizar muchas matizaciones sobre la integración del movimiento estudiantil
dentro de los nuevos movimientos sociales (NMS), pues en numerosos aspectos se separa ra-
dicalmente de lo que se entiende por tales, especialmente en el núcleo de militantes asociado
a los partidos políticos y las consecuencias que ello trae (jerarauización, institucionalización del
movimiento, burocratización, etc.). Sobre los NMS, vid. DALTON, Russell J. y KUECHLER, Man-
fred, op. cit.¡ OFFE, Claus, Partidos ¡políticos y nuevos movimientos sociales, M a d r i d , 1992; LARAÑA,
Enrique y GUSFIELD, Joseph (eds.), op. cit.; DURAN MUÑOZ, Rafael, «La literatura sobre los nuevos
movimientos sociales. Una revisión», Revista de Estudios Políticos, n.° 89, (julio-septiembre 1995),
pp. 369-401. Algunas críticas a la inclusión del movimiento estudiantil en los NMS pueden verse
en las referencias bibliográficas de PÉREZ LEDESMA citadas más arriba; para la defensa, cfr. ARAN-

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 149-170


Movimiento estudiantil antifranquista, cultura política y transición política a la... 167

estudiantes era distinta, lo que explica las numerosas muestras de apoyo que
recibieron desde los años 60.
En otro orden de cosas, la Universidad educó y formó en sentido profesional
y humano a los cuadros técnicos y políticos que abanderaron, desde los despa-
chos, la transición: su formación universitaria -adquirida en unos centros donde
la actividad política se había elevado a la categoría de normal y donde se habían
normalizado algunos valores considerados por los sectores más ligados al pasado
como subversivos-, no pudo ser un factor aislado del resto de la realidad que
les circunscribía. De facto, fueron uno de los vasos comunicantes que dotaron
de contenido social a la transición: por ejemplo, la incorporación de la mujer a
la política se produjo por la vía universitaria. La fuerte movilización en la Uni-
versidad dejó huellas que marcarían el decurso del cambio político; el peso del
perfil universitario en las diversas Cortes de la transición refuerza esta idea36.
El segundo intento democrático en el siglo XX español contaba con unos pro-
tagonistas en las instituciones y una sociedad con unos perfiles muy diferentes
a los de cuarenta años atrás37.
En definitiva, en la Universidad se crea o difunde una cultura alternativa
que llenó de contenido algunos espacios fundamentales en la construcción del
nuevo régimen político cuyo funcionamiento no se basa sólo en los mecanis-
mos formales (elecciones, partidos, etc.), sino en un conjunto de valores. La
construcción de este universo paralelo conllevó la formulación de un lenguaje
alternativo que debería reflejar la nueva existencia en tanto que el lenguaje es
una representación del mundo, si se quiere, un mapa de la realidad (isomorfismo).
De este modo los habitantes de ese mundo se sentían integrados e identificados
en un proyecto colectivo que, en ocasiones, adquirió formas disruptivas. De ahí
el empleo sistemático de términos que aluden a ideas asociadas a la democracia,
participación, derechos y deberes, responsabilidad, etc. Fue frecuente la utiliza-
ción de acrónimos y siglas (SDEU, RCP, RGU, PNN, etc.) que junto con las de
los partidos políticos otorgaban una particular fisonomía a las universidades38.
Todo aquello no fue más que una escuela de aprendizaje político y de valores

DA SÁNCHEZ, José María, «El movimiento estudiantil y la teoría de los movimientos sociales»,
Convergencia. Revista de Ciencias Sociales, n.° 21, (enero-abril 2000), pp. 225-250.
36. Por «Universitarios» se entiende aquellos que pasaron y se formaron en la Universidad, indepen-
dientemente del lugar en el que desarrollaran su actividad profesional, es decir, los que tenían
formación universitaria. Estos datos representan los mínimos puesto que hay casos dudosos que
no se han integrado y se optó por incluirlos en obreros/trabajadores (periodistas, etc.).
37. Sobre la conexión entre las variables juventud-actitud democrática y niveles de formación-
actitud democrática, vid. MARAVAIX, José M. a y SANTAMARÍA, Julián, «Crisis del franquismo,
transición política y consolidación de la democracia en España», Sistema, n.° 68-69, (1985), pp.
79-129, en particular, las gráficas elaboradas a partir de datos del CIS (p. 90).
38. Además, la creación de este lenguaje particular y codificado, sirvió para dar idea de continuidad
y organización al movimiento al reconocerse simbólicamente órganos, reuniones, plataformas,
organizaciones, etc.: desde las Reuniones Coordinadoras Nacionales (RCN), que ya fueron
numeradas por los estudiantes, hasta la recuperación 10 años después del Sindicato Democrá-
tico en 1976 (SDEU), pasando por las Reuniones Coordinadoras y Preparatorias del Congreso
Democrático de Estudiantes (RCP del CDE) (años 1966-1968), etc. El que hemos llamado núcleo

Pasado y Uemoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 149-170


168 Alberto Carrillo-Linares

cívicos que los más jóvenes proyectaron sobre el conjunto de la sociedad, in-
cluidos los hermanos menores 39 .
Aquel caldo de cultivo del que se alimentó la transición estaba condicionado
por las influencias que procedían del exterior. Desde los años 60 el franquismo
no pudo levantar tabiques de contención de los vientos que venían de fuera:
el desarrollo económico, las posibilidades de salir al exterior, el contacto con
el turismo, el consumo de los mass media, los contactos orgánicos de algunos
partidos y asociaciones, etc. fueron también minando poco a poco al flebítico
régimen político; un efecto perverso -como lo fue la participación en el SEU y
otros tantos casos- que hizo inviable la continuidad de la dictadura40. Sí nos
ceñimos al movimiento estudiantil, las relaciones con el exterior fueron de di-
versos tipos, pero fundamentalmente dos: viajes y vínculos personales con estu-
diantes de otras universidades, y contactos orgánicos41. En este sentido, resulta
obligado insertar al movimiento estudiantil español en el marco de las protestas
juveniles de los años 6042. De estas influencias no sólo se tomaban formas de
acción de protesta (estructuras de la movilización) sino también ideas y formas

duro siempre tuvo tendencia hacia la institucionalización del movimiento, mientras que el sector
más heterogéneo tendía hacia las formas flexibles.
39. Fue un lugar común, según he podido comprobar, que la politización se heredara de hermanos
mayores a los más pequeños con lo que la red de conciencia política se extendía aún más. Mu-
chas veces, en el proceso de creación de la identidad, los más jóvenes asumieron posiciones más
radicales que sus hermanos mayores.
40. Sobre el concepto de efectos perversos, cfr. BOUDON, Raymond, The Unintended consequences of
socialaction, Londres, 1982. Su aportación a la idea de efectos perversos o no deseados se enmarcaba
en las consecuencias no previstas (destrucción de oportunidades políticas) en relación con la
actividad de los movimientos sociales. Lo definía como «aquellas situaciones en que un agregado
de acciones individuales produce resultados colectivos que ninguno de los participantes había propuesto o
se había imaginado».
41. Del interés que existía en esta materia da cuenta la creación, ya en 1966, dentro del Sindicato
Democrático, de un Departamento de Prensa y Relaciones Internacionales. Entrevista a Mariona
Petit Vilá (1-8-2006). Archivo privado Rafael Senra Biedma y Mariona Petit Vilá. Anteriormente
hubo contactos con los dos grandes sindicatos internacionales, la UIE (Praga) y la CIÉ (Leiden),
o nacionales, como la UNEF (Francia). Por esta vía se tuvo conocimiento directo, por ejemplo,
del mayo francés. De estos acontecimientos se dispusieron de textos casi simultáneamente a que
se distribuyeran en el país galo. Prueba de ello es la edición que realizó el Departamento de
Información la Facultad de CCPPEE del Sindicato Democrático de la Universidad de Madrid
del artículo de la Unión Nacional de Estudiantes Franceses (UNEF); Movimiento 22 de Marzo;
Comité de Acción de los Liceos (CAL), «¿Por qué luchamos?», aparecido en Acción, n.° 1, París,
7-V-1968. Puede consultarse, entre otros sitios, en el Archivo Central del Ministerio de Educa-
ción y Cultura, leg. 93.507.
42. Algunas obras de época se refirieron ya a los movimientos estudiantiles a nivel mundial en
aquellos años. Entre otras, podrían señalarse: NIETO, Alejandro, La ideología revolucionaria de los
estudiantes europeos, Barcelona, 1972; GÓMEZ PÉREZ, Rafael, La generación de la protesta: sentido
y evolución de la crisis universitaria, Madrid, [1969]; GARRIGÓ, Andrés, La rebeldía universitaria,
Madrid, 1970.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 149-170


Movimiento estudiantil antifranquista, cultura política y transición política a la... 169

Imagen 2. Las diferencias entre dos generaciones a través del humor gráfico. El Correo de Andalucía,
9-2-1975.

de pensamiento que aportaron un marco teórico y sentimental que empararon


a buena parte de una generación43.

CONCLUSIONES
El movimiento estudiantil, junto con otros movimientos sociales, especial-
mente el obrero, llevó a cabo un fuerte desgaste de la dictadura. En parte por
la acción de los partidos políticos con presencia en la Universidad y en parte
por la dinámica propia, la politización absoluta de la misma hizo que fuera un
espacio incontrolable para las autoridades. La existencia de un falaz sistema
de representación despertó pronto la conciencia política de los estudiantes y la
incapacidad del franquismo para satisfacer las reivindicaciones planteadas y su
tendencia a la represión configuró un panorama desalentador para los alumnos.
El sórdido clima cultural y social que proponía la dictadura a unos jóvenes an-
siosos de descubrir, hizo el resto: vital o existencialmente se estaba contra el
franquismo. El paso político era inevitable y la Universidad se convirtió en un
muy importante conejo de indias de la democracia44. Factores generacionales y
culturales, reforzados políticamente, dibujaron un mapa que resultaba indoma-
ble para los más bunkerizados que hubieron de ver cómo los jóvenes, muchos

43. Sobre los préstamos de los movimientos sociales y los análisis transnacionales de éstos, vid.
MARKOFF, John, Olas de democracia. Movimientos sociales v cambio político, Madrid, 1998, pp.
52-58.
44. En estos mismos términos se expresó ya un editorial de Gaceta Universitaria: «La Universidad,
conejo de Indias de la libertad», Caceta Universitaria, n.° 74, (15-2-1967), p. 3.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 149-170


170 Alberto Carrillo-Linares

con formación universitaria y con valores democráticos, les ganaban la partida


sin romper la legalidad. De este modo se pudo romper con el franquismo ins-
titucionalizado: la tarea de zapa y formación en una cultura política alternativa
tuvo finalmente su efecto en aquella generación llamada a sustituir a las viejas
élites.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 149-170


Estudios
EL FILÓLOGO PEDRO MARTÍNEZ LÓPEZ:
UN LIBELISTA LIBERAL IMAGINATIVO

Aliñe Vauchelle-Haquet
CRIAC - Universidad de Rouen

Pedro Martínez López nació en 1800 en una familia acaudalada de Villahoz,


en Castilla la Vieja. Fue secretario de la Diputación Provincial de Burgos, an-
tes de desempeñar el cargo de secretario de la Junta de Instrucción Pública en
Madrid, donde publicó, en 1827, una gramática titulada Principios de la lengua
castellana1. En marzo de 1830, tuvo que huir de su país, para escapar de las per-
secuciones del régimen fernandino, que le había condenado a muerte por haber
editado, entre 1828 y 1829, seis números de El mundo tal como es, o todos locos,
periódico en el que se había atrevido a atacar violentamente al clero y a insultar
a la «persona sagrada del Rey», a quien satirizaba mordazmente 2 .
Después de refugiarse en Francia, participó en la desastrosa expedición de
Vera de octubre de 1830, en la que los exiliados liberales españoles, deseosos de
exportar a su patria la «Gloriosa Revolución de Julio» y convencidos de gozar
del apoyo de Luis Felipe, procuraron en vano sublevar a sus compatriotas, bajo
la batuta de Francisco Espoz y Mina3. En diciembre, don Pedro estuvo confina-
do en Bergerac, uno de los depósitos en que las autoridades galas agruparon a
los refugiados que carecían de recursos económicos. Allí sirvió gratuitamente
de intérprete en el Tribunal. Más tarde, en enero de 1832, fue trasladado al
depósito de Poitiers, antes de estar autorizado a sentar sus reales en Burdeos,
en septiembre del mismo año 4 . Malviviendo de los subsidios otorgados a los
proscritos liberales por el Gobierno galo y de alguna que otra clase de castellano
que impartía, en diciembre se dirigió al conde de Ofalia, embajador de su país

1. Pólice Genérale: Espagnols refugies. Dossíers individuéis; -I822-183S; Archivo Nacional de Francia (en
adelante ANF), dossier F 7 12096; PAIAU Y DULCET, Antonio, Manual del librero hispanoamericano,
2.a edición, Barcelona, 1948.
2. ANF: F 7 12096, n.° 1237
3. Ibid.
4. Ibid.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 173-184


174 Aliñe Vauchelle-Haquet

en Francia, para beneficiarse de la ley de amnistía que se había promulgado el


20 de octubre, mientras su padre intentaba valerse de su influjo para abogar por
él en España. Pero estos esfuerzos resultaron infructuosos pues Martínez López
era culpable de un crimen tan odioso que «merecía el más riguroso castigo»5.
Entonces obtuvo una prórroga de los auxilios que le abonaba la monarquía or-
leanista6 y siguió arremetiendo contra el despotismo desde el exilio.
En agosto de 1832, ya había dado a luz en Burdeos una Representación a Fer-
nando VII, rey de España, panfleto en el que espeta toda una sarta de acusaciones
contra el tirano, a quien vaticina, además, un fin trágico7. Le reprocha no tener
la menor legitimidad, como quiera que arrancó el cetro de manos de su padre
con violencia y que, no habiendo renunciado jamás a ese bárbaro principio,
luego ha reinado levantando constantemente el puñal sobre sus subditos, aun-
que éstos se habían sacrificado por él durante la Guerra de la Independencia 8 .
Esa ingratitud del soberano sólo puede compararse con su falta de probidad,
su codicia y su lubricidad: ha sumido al pueblo en la desnudez y la miseria,
agobiándolo con tributos, para invertir la mayor parte de este dineral en bancos
extranjeros y para sustentar el lujo de una muchedumbre de meretrices 9 . En
concreto, el Borbón no desea nada más que aniquilar a España y reducirla al es-
tado de desierto, con el fin de gobernar sin trabas un país poblado en exclusiva
por frailes y langostas, unos animales tan devastadores unos como otros 10 .
Pero, a juicio de Martínez López, ha tocado ya la hora de rendir cuentas.
España se niega a seguir sometida al capricho más brutal y requiere leyes. Es-
paña quiere libertad, por cuanto sin ella no puede prosperar. España quiere la
igualdad ante la ley, sin la cual el pobre siempre es el esclavo del rico11. España,
en fin, quiere acabar con las exorbitantes prerrogativas que el despotismo ha
concedido al clero12:
«Es un escándalo que este cuerpo de holgazanes posea, sin otro trabajo que rezar, una
tercera parte del producto total del territorio... Es preciso que (los eclesiásticos) se conformen
con la doctrina de Jesucristo; sean sus apóstoles en la tierra y, si sus trabajos no son bastante
recompensados por los hombres, Dios está en el cielo que les pagará centuplicado... He aquí
el remedio y el consuelo que ellos aplican a nuestros reveses»13.

5. Ibíd.
6. Ibid.
7. MARTÍNEZ LÓPEZ, Pedro, Representación a Femando VII, rey de España, Burdeos, Imprenta de Car-
los Lawalle Sobrino, 1832, 68 p., Signatura Biblioteca Nacional de Francia (en adelante BNF):
Oc-1018.
8. Ibid., ¿Sobre qué títulos apoya V. M. el derecho de su reinado?¿Será sobre la violencia con que V. M. celebró
su inauguración, arrancando el cetro de la mano paternal y amenazando los días del mismo que le dio el ser?
En tal caso, no es de extrañar que V. M., fiel a este bárbaro principio, haya seguido con el puñal levantado
sobre el pueblo español, Ibid., pp. 8-9.
9. Ibid, pp. 14 & 19-20.
10. Ibid, pp. 45-46.
IX.Ibid, p. 24.
12. Ibid., p. 25.
13. Ibid, pp. 26-27.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 173-184


El filólogo Pedro Martínez López: un libelista liberal imaginativo 175

Empero, por más que nunca desista de su anticlericalísmo virulento, propio


de los liberales progresistas, don Pedro aparece como un creyente sincero,
incluso en cierta medida, como un heredero de los católicos ilustrados diecio-
chescos. Efectivamente, si bien exhorta a sus compatriotas a que se libren de
«ese fango pútrido y pestilente que cubren tantos miles de sotanas», al mismo tiempo
lamenta con mucha amargura que la palabra de Dios, que debe ser persuasi-
va y dulce, «llena de verdad y de clemencia, único destino que le dio el Salvador del
mundo», haya sido transformada por esos anticristos que son los sacerdotes en
una espada de doble filo, «haciendo servir el uno contra la razón de que Dios dotó
al hombre, y el otro contra el Evangelio que recomienda la fraternidad, la igualdad y
la libertad»14. Por ende, a ojos de nuestro autor, la fe verdadera es plenamente
compatible con la fórmula trina de la Revolución francesa, aunque la enuncie
invirtiendo los términos y anteponiendo la fraternidad, por ser el principio pri-
mordial que promueve el Nuevo Testamento. De ahí que se empeñe en convencer
a los españoles de que los liberales, que quieren regenerar su patria, no tienen
ninguna intención de atentar a la religión, que todos veneran. Aducir el contra-
rio es mera difamación, no es más que una calumnia propalada por los frailes
y el rey, quienes son los enemigos más encarnizados del pueblo y los únicos
responsables de su ruina15.
En buena lógica, pues, Martínez López alienta a sus conciudadanos a que se
insurreccionen contra la injusticia y el terror, a que reconquisten sus derechos
y recuperen las riquezas usurpadas por unos hombres cuyo charlatanismo ha
eclipsado su razón natural 16 . Los españoles deben unirse sin demora para arre-
batar el cetro de manos de ese monarca sanguinario y criminal y para eliminar
todo tipo de opresión17. Recurriendo a los manes de los legendarios Empeci-
nado, Riego y Torrijos, estos héroes del panteón liberal, nuestro libelista incita
también a los soldados a sublevarse, ya que pertenecen al pueblo y que sufren
las mismas vejaciones que éste. Los puestos de mando son para los nobles,
mientras que ellos sólo conocen los calabozos y la muerte precedida por un
tétrico redoble de tambor. ¡Qué renieguen del infame estandarte del rey «patri-
ada» y que restablezcan las leyes venerables de que el pueblo se dotó entre los
cañonazos napoleónicos!18
Desde luego, los ímpetus revolucionarios de don Pedro no encontraron eco
en España a la sazón. No obstante, por lo menos tuvo pronto la satisfacción
de saber que el Borbón había exhalado el último suspiro, lo que le inspiró la
publicación, en diciembre de 1833, de una obrita titulada La España en i833,

14. Ibid., pp. 56-57.


15. Ibid., p. 57.
16. Ibid., pp. 57-58.
17. Ibid., pp. 63-64.
18. «Acordaos que pertenecéis al pueblo y que las vejaciones que pesan sobre él os alcanzan... Los mandos
son para los hijos de los marqueses y de los palaciegos, para vosotros los calabozos y la muerte precedida
del eco lúgubre de un tambor... Abjurad el odioso estandarte que enarbola ese rey patriada y plantifique-
mos sobre la Iberia el trono de las leyes venerandas que el pueblo sancionó entre el estruendo del cañón
imperial-», Ibid., pp. 66-67.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 173-184


176 Aliñe Vauchelle-Haquet

al expirar Fernando VIL..19 En realidad, se trata de la traducción por Martínez


López de distintos artículos que dio a luz Henri Fonfréde en su diario Le Me-
morial bordelais. Este publicista, fervoroso partidario de Luis Felipe, invitaba a la
regente María Cristina a deshacerse del influjo del clero y a destruir su poder
económico, a amnistiar de una vez a todos los liberales sin excepción y a sellar
con ellos una alianza sólida y sincera, para instaurar en España un Gobierno de
«justo medio», inspirado en el del rey ciudadano, condición, a su parecer, síne
qua non para triunfar sobre el carlismo.
Luego, don Pedro añade motu propio un colofón, en el que bosqueja de su
país un cuadro tan desconsolador como halagüeño: un auténtico Dos de Mayo,
exclama, puesto que España es víctima de la guerra y de la tiranía, pero también
porque está demostrando al resto del mundo lo que son el honor nacional, el
amor a la patria y el heroísmo 20 . Esta España no admitirá el absolutismo como
herencia de Fernando VII21. Y, en contraposición con Fonfréde, quien juzgaba
la Constitución de 1812 como excesivamente democrática, Martínez López
propugna la adopción de una ley fundamental, cuyas líneas generales y cuyo
espíritu recuerdan el Código gaditano:
«El trono es sagrado e inviolable. Bajo su égida, con la protección de la ley y la sal-
vaguardia de la fuerza armada, las personas de los Españoles, sus propiedades y libertad
están garantidas (sic) y aseguradas. La responsabilidad será rigurosamente exigible. Y para
remedio seguro en todo, la Nación, por sus representantes en Cortes, manifestará sus votos,
expondrá sus necesidades, denunciará los abusos, clamará contra las injusticias y propondrá
lo más conveniente según las circunstancias de los tiempos-»22.
Hasta entonces, nuestro autor se distingue bien poco de la mayoría de los
liberales que tomaron la pluma para vilipendiar el despotismo y para exigir
el restablecimiento de la mítica Constitución de Cádiz que, a su juicio, era el
único texto capaz de garantizar la instauración de un régimen liberal que se
preciara de ser auténticamente democrático 23 . Pero, a continuación, don Pedro
cambió de método, renunció al anatema y a las imprecaciones, se valió de su
imaginación y optó por el escarnio para atacar a sus enemigos políticos. Así

19. MARTÍNEZ LÓPEZ, Pedro, España en -1833, al expirar Fernando VII, con la traducción de los interesantí-
simos artículos publicados en El Memorial Bórdeles por el ilustre girondino Mr. Henri Fonfréde, sobre las
causas de los males aue ha sufrido y los medios de hacerlos desaparecer de una vez. Dedicada a su patria
por Don -, Burdeos, Imprenta de Pedro Lavigne Joven, 1833, 70 p., Signatura BNF: Oc-1068.
20. Ibid., p. 64.
21. Ibid.,p. 67.
22. Ibid, pp. 69-70.
23. VAUCHELLE, Aliñe, «El Dardo, périodique brúlot lancé par le colonel liberal Nicolás Santiago y
Rotalde, 1831», El Argonauta español, n.° 2 (2005), http:argonauta.imageson.org/document.48
html; «España y América en progreso, una publicación republicana editada en París, 1834-1835»,
en prensa.

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El filólogo Pedro Martínez López: un libelista liberal imaginativo 177

publicó en 1834, todavía en la capital girondina, Una noche en el infierno, vista


entre sueños, obra que se reeditó en 183624.
Una noche en el infierno... fue escrita justo después de la muerte de Fernando
VII, cuando la Regente había conservado al último Gobierno nombrado por
su real esposo, el de Francisco Cea Bermúdez. Por mucho que diera algunas
pruebas de apertura a los liberales, dicho gabinete -en el que el antiguo afran-
cesado Javier de Burgos, desempeñaba un papel preeminente a la cabeza del
recién creado Ministerio de Fomento-, mantuvo incólume todo el sistema de la
monarquía absoluta, con la esperanza de ganarse a los carlistas.
Por consiguiente, Martínez López cubre de oprobio a ese Gobierno de Cea
que, a sus ojos, no se diferencia en nada del régimen arbitrario del Borbón. En
cuanto al finado monarca, sigue vituperándole post mortem, culpándole de haber
enmarañado a sabiendas el problema de su sucesión, para desatar la salvaje
guerra civil que está asolando a España. Tampoco se priva del gusto de fustigar
a los religiosos quienes, para mantener su dominio sobre el poder y la sociedad,
atizan el odio entre los españoles y cuyos conventos se han convertido en gua-
ridas para los conspiradores carlistas.
Pero, como literato que es, don Pedro no se contenta con redactar un nuevo
libelo. Escribe una fábula en que pretende haber pasado, entre sueños, una
noche en el infierno, donde ha presenciado el juicio de varias personalidades
políticas españolas. Por cierto, el Borbón es el principal encausado en el pleito
y los realistas, representados por Cea, su líder, también están en el banquillo de
los acusados. Del mismo modo, los afrancesados tienen que rendir cuentas: se les
culpa de traición y Javier de Burgos encarna de por sí la quintaesencia de todas
sus bajezas, por lo advenedizo, venal y corrupto que se le presenta. También
asisten a esta vista El Empecinado, Riego y Torrijos, en calidad de testigos.
Martínez López pinta un Plutón absolutamente terrorífico, como también
lo son los incontables demonios que constituyen su tribunal infernal. Sin em-
bargo, a diferencia de los reos, son capaces de mostrarse benévolos hacia los
inocentes. Más aún, por muy diabólicos que sean, abrazan la justa causa, por
cuanto tomarán partido por el liberalismo, aunque esta postura les venga dicta-
da por la defensa de sus intereses propios. El símbolo es evidente, Fernando VII
y todos los secuaces del absolutismo forman una maldita ralea infinitamente
más maléfica que las potencias demoníacas que reinan en la gehena.
A guisa de preámbulo, el dios de los Infiernos desahoga su ira contra España
porque no le facilita el número de almas con el que podría contar, tomando en
cuenta el fanatismo y la falta de virtud que imperan en ese país. El motivo es
que se ha vuelto casi desértico, bajo el yugo del despotismo 25 . En cambio, si se
instaurara un régimen liberal, la población, ya libre de todas las trabas impues-
tas por el clero y de todas las coacciones políticas, incrementaría y se reprodu-

24. MARTÍNEZ LÓPEZ, Pedro, Una noche en el infierno, vista entre sueños, Burdeos, Imprenta de Pele-
tingeas, 1834, 71 p., Signatura BNF: 8-YÚ1-65657; Ibid., Burdeos, Imprenta de la Sa Va Laplace y
Beaume, 1836, 212 p., Signatura BNF: Y2- 49468.
25. Ibid., pp. 27-28.

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dría maravillosamente, lo que proporcionaría a la Mansión de los reprobos por


lo menos una mitad de prosélitos más 26 .
A continuación, empiezan los interrogatorios de los procesados, y a tal se-
ñor tal honor, Fernando es el primero en comparecer. Se apresura a afirmar su
gran lealtad y su total adhesión al Reino de las Tinieblas. Todos mis hechos y
milagros lo testimonian, según se glorifica: desde mi entronización, no he he-
cho más que asesinar, proscribir, perseguir y aniquilar a los españoles. Cuando
estaba obligado por las circunstancias, recurría al engaño y a la doblez, pro-
metiendo instituciones y reformas a mis vasallos, pero luego que me veía con
fuerza para ponerles el pie encima, caía sobre ellos y les mandaba a la horca.
He asesinado a liberales, realistas, carlistas, afrancesados. Y todo ello para tener
el menor número posible de subditos, pues cuanto menos poblado está un país,
más fácilmente se le esclaviza27.
«Tenga frésente, Vuestra Majestad Satánica, que un país libre es un país en guerra
abierta contra el Infierno: el filósofo, el poeta, el publicista, el romancero, y en fin todos los
mejores ingenios trabajan noche y día para transmitir sus doctrinas a la sociedad en que vi-
ven; los hombres empiezan poco a poco a pensar y a conocer la dignidad de su ser, se hacen
virtuosos insensiblemente, los vicios y los crímenes se disminuyen o desaparecen enteramente
y por más sutiles y diligentes que anden los demonios, nunca pueden prosperar ni conquistar
las almas»28.

En contraste, España, en el estado a que la han rebajado mis atrocidades es


una mina que V. M. puede explotar como se le antoje:
«Supongamos que V. M. necesite un día veinte mil familias españolas, con sólo dar un leve
aviso a los frailes y a los curas, verá V. M. llenado el contingente, A la voz de RELIGIÓN,
los españoles se degüellan con un placer, con un entusiasmo y con una docilidad sin ejemplo
en los anales-»29.

Pero, para que este argumento conserve su fuerza persuasiva, es menester


que toda la riqueza permanezca en manos del clero y que el pueblo siga vivien-
do en la ignorancia y la miseria30.
Cuando le toca declarar a Cea Bermúdez, hace alarde de un cinismo que no
le va a la zaga al de su antiguo amo. Como réplica a una acusación del monarca,
rechaza haber introducido progresos y asegura que no contempla modificar de
modo alguno el sistema destructor de Fernando. Nuestra alianza con los libera-
les se deriva únicamente de las circunstancias, expone a Plutón:
«Si logramos consolidar el gobierno llamado de Isabel II, deshecha la facción..., volvere-
mos a nuestras antiguas mañas, destruiremos a troche y moche a los constitucionales, y caso
necesario pondremos en Ceuta o en la horca a los que nos sirvan de estorbo»31.

26. Ibid, p. 28.


27. Ibid., p. 32.
28. Ibid., pp. 33-34.
29. Ibid., pp. 34-35.
30. Ibid., p. 35.
31. Ibid., pp. 47-48.

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El filólogo Pedro Martínez López: un libelista liberal imaginativo 179

Como dice Fernando con razón, España no debe ser libre:


«Trabajen y remen los españoles para que nosotros derrochemos el fruto de su sudor...
Así pues, Majestad Infernal, os pido frailes en abundancia y yo y mis compañeros al frente
de los negocios*?2.
Exasperado por tanta impudencia, Torrijos suplica entonces al señor de los
Infiernos que saque a España del estado vil y lastimoso a que la ha reducido el
despotismo y que haga lo necesario para que el pueblo español obtenga por fin
las instituciones que se merece 33 . Con este propósito, sugiere mandar a España
algunas legiones de los diablos más diestros y avispados para fomentar una
revolución general que derroque al ministerio, que purgue los conventos de la
pestilente canalla que los habita y que reparta los bienes nacionales entre los
ciudadanos más pobres 34 .
En esto, ha llegado la hora de la requisitoria que corre a cargo del demonio
Asmodeo. El fiscal empieza advirtiendo a Plutón que el Reino de las Tinieblas
cometió un error garrafal al colocar a Fernando en el trono. Se queja de que, si
bien nunca se derramó tanta sangre, el Infierno no sacó ningún provecho dado
que sólo se inmoló a los buenos, a aquellos que luchaban por la felicidad de sus
conciudadanos y de las generaciones venideras. Ahora bien, a éstos se los lleva
el Olimpo 35 . Y hoy en día la guerra civil que está devastando el país tampoco
es rentable, según opina Asmodeo:
«¿Qué adelantamos con que los españoles se degüellen entre sí?Examine V. M. los cuerpos
de un campo de batalla y hallará lo que nuestros diablos hallan, es decir solados que se baten
contra la facción y facciosos que se baten contra soldados; rara vez un FRAILE, un CURA,
un CABECILLA, un hombre de provecho en fin, y sobre el cual pudiéramos tener derechos
incontestables... Tenemos en España dos o tres escuadrones de demonios encargados de recoger
los muertos de uno y otro campo y, a pesar de que diariamente hay más víctimas, la mayor
parte de nuestros delegados aún no han logrado apoderarse de un solo individuo. Por todas
partes se encuentran con los alguaciles del Olimpo que recogen a éstos porque pertenecían a
las tropas de Isabel, a aquellos porque, aunque facciosos y conducidos por jefes de nuestra
elección, se los considera seducidos, engañados y víctimas inocentes de la perfidia, de la men-
tira de sus instigadores»36.

Por lo tanto, si Plutón deja que se prolongue esa guerra, La Mansión de los
Reprobos perderá su crédito y su potencia. Del mismo modo, continuará la de-
cadencia si Su Majestad Demoníaca consiente que don Carlos se adueñe de la
corona. Como digno hermano de su hermano, ensangrentará al país, encenderá
las hogueras de la Inquisición para sacrificar doncellas y mujeres recatadas, así
como hombres honrados y virtuosos, en una palabra, unas personas que se Ue-

32. Ibid., pp. 49-50


33. Ibid., p. 53.
34. Ibid., p. 55.
35. Ibid., pp. 85-86.
36. Ibid., pp. 86-88.

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180 Aliñe Vauchelle-Haquet

vara en seguida el Olimpo, cuyo imperio seguirá extendiéndose, en detrimento


de los Infiernos37.
Con vistas a compensar las pérdidas que han experimentado en los últimos
25 años, el fiscal juzga conveniente que:
«V. M. trastorne el actual estado de cosas en España, haciendo que los españoles pasen
de un extremo a otro. Al atroz despotismo que Fernando fundó, y que, algo paliado, los minis-
tros actuales se esfuerzan en perpetuar, debe suceder una libertad, según ya se nos ha hecho
necesaria. Esta libertad,... protectora de las ciencias, de las artes y de la prosperidad general,
no puede menos de dar un impulso veloz a los pueblos, acrecentando de un modo prodigioso
la especie humana e ilustrándola en todos los ramos, que es una de las condiciones más esen-
ciales al engrandecimiento del Infierno. La España tiene, más que ninguna otra nación, una
necesidad urgente de esta libertad, para que destierre la ignorancia crasa que la consume.
¿Qué quiere V. M. hacer con los españoles, sí no se los instruye bajo otros principios y bajo
otra escuela diferente»38.

Efectivamente, para ser diablo, es menester saber mucho, ser travieso y te-
ner talentos a toda prueba. De momento, los españoles ni siquiera son bastante
astutos para servir de porteros o de barrenderos del Infierno. Por eso, Asmodeo
ruega a Plutón que provoque la reunión de las Cortes, que exhorte al pueblo a
vengarse de todos los ultrajes que ha sufrido y que le señale los responsables de
sus males. Entonces, triunfará el Reino de las Tinieblas, pues llegarán al menos
unos 200.000 frailes, un sinnúmero de curas y de canónigos repantigados, va-
rios ministros y consejeros, o sea todos aquellos que se han alistado en nuestras
banderas desde hace mucho tiempo ya39. El Infierno sacará entonces inmensos
bienes:
«Nuestras FURIAS, apoderándose de esos ejércitos de FRAILES y de esos ministros del
despotismo, nos adobarían carne para muchos meses... El plato más exquisito, y el que más
preferiría V. M. sería una anca, una chuleta de FRAILE..., el más fresco que la holganza y
la molicie produjeron jamás... Y ¡cuánta grasa no nos darían estos hombres, Señor!... Grasa
para refrescar los resortes y goznes de nuestras infernales máquinas...; grasa amasada y
petrificada entre la pereza, el placer y el descanso»*0.

En el momento de fallar las sentencias, recogiendo los mismísimos térmi-


nos empleados por el Borbón cuando arruinó la obra de los liberales en 1814 y
en 1823, Plutón declara nulo, de ningún valor ni efecto el ominoso sistema de
Fernando VII y decreta el mando a España de 15 legiones infernales encargadas
de desatar la revolución41. Y en seguida, miles de íncubos se abalanzan sobre
el tirano, que está condenado a tormento perpetuo y que estará sometido a
todas las torturas que los avances científicos y técnicos permitan inventar a los
demonios 42 . En cambio, Riego, Torrijos y El Empecinado estarán acompañados

37. Ibid., pp. 88-89.


38. Ibid., p. 90.
39. Ibid., pp. 91-92.
40. Ibid., pp. 93-94.
41. Ibid., pp. 133-135.
42. Ibid., pp. 106, 137-138.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 173-184


El filólogo Pedro Martínez López: un libelista liberal imaginativo 181

con todos los honores al Olimpo, donde ya residen y están colmados de ben-
diciones por sus altas hazañas. Además, tendrán la dicha de comprobar que no
se han sacrificado en vano, porque España estará regenerada43. En lo que atañe
a Cea Bermúdez y a Javier de Burgos, volverán a sus cargos respectivos, para
que estalle cuanto antes la revolución que están promoviendo con sus maqui-
naciones criminales44.
De pronto, Martínez López interrumpe su cuento socarrón, pues, al desper-
tar, se entera de que las columnas que Plutón envió a España han actuado con
una habilidad verdaderamente diabólica: Cea acaba de ser destituido, las Cortes
van a reunirse y la Regente ha entregado las riendas del poder a Martínez de
la Rosa45.
El fin del absolutismo suponía, por cierto, una victoria que presagiaba un
cambio decisivo para España. No obstante, don Pedro no podía quedar satisfe-
cho con el liberalismo tibio instaurado por el nuevo gabinete, con esta política
de «justo medio» que tenía por objeto seducir a los absolutistas «templados».
Por ende, no soltó prenda y, en 1835, publicó Las Brujas en Zugarramurdi, otro
relato en el que zahería el conservadurismo del régimen instituido por el Esta-
tuto Real46.
Cultivando resueltamente su inclinación hacia las paradojas y manifestando
una marcada afición a las criaturas satánicas, esta vez nuestro autor encomien-
da la defensa de la justa causa a unas brujas47. O quizá llegase a pensar que el
liberalismo, tal como él lo concebía, sólo podría triunfar en España por arte de
magia.
Después de enfurecerse con la creación de la cámara alta y de exigir la
reposición del sufragio universal48, Martínez López es llevado por su gato,
repentinamente convertido en demonio, a un anexo del Infierno. Se trata de la
cueva de Zugarramurdi, este pueblo de Navarra, rodeado de grutas, y en el que,
según las leyendas, todas las hechiceras de la comarca solían celebrar bacana-
les y aquelarres, lo que desencadenó una férrea represión del Santo Oficio, a
principios del siglo XVII. Al narrador le acogen la tía Rosenda, la bruja en jefe,
y unas cien comadres suyas. Rosenda, quien le sirve de portavoz a don Pedro,
acusa al Gobierno de Martínez de la Rosa, del que se esperaba la regeneración
de España, de precipitarla, al revés, hacia la ruina, por no hacer nada para atajar
la contienda civil. Por consiguiente sólo una revolución general podrá acabar
con esa guerra49. De hecho, afirma la maga:

43. Ibid., pp. 107 & 139.


44. Ibid., pp. 139-140.
45. Ibid., pp. 150-151.
46. VXUCHELLE, Aliñe, Les Ouvmges en langue espagnole pubtiés en France au temps de la Prendere Guerre
carliste..., p. 125.
47. MARTÍNEZ LÓPEZ, Pedro, Las brujas en Zugarramurdi, Burdeos, Imprenta de Laplace y Beaume,
1835, 167 p., Signatura BNF: Oc-1471.
48. Ibid., pp. 18-19.
49. Ibid., p. 47.

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182 Aliñe Vauchelle-Haquet

«No son las armas las que restablecerán la paz, no: el germen de destrucción, de sangre y
de discordia no ha de buscarse entre las hordas de Zumalacárregui; ¡está en los conventos, está
en las iglesias, está en las catedrales! Se elabora y se fortifica en fin en el santuario que debiera
solamente servir de asilo y de sustento a la paz y ala clemencia... El clero está corrompido
y pútrido; su dolencia es sumamente contagiosa, ningún remedio es capaz ya de mejorar su
condición; por consiguiente, o el pueblo español va a ser víctima de aquel miembro, o forzoso
es, si salvarse quiere, amputar sin tardanza la parte maleada y contagiosa. ¿Se piensa en este
remedio? Al contrario, el gobierno quiere conservar a toda costa este miembro roedor y corrosivo
y aún le llama a deliberar en los negocios públicos, para que más a salvo pueda extender el
mortífero veneno que en su seno alimenta y vivifica»®.

Los gobernantes moderados incluso tienen el descaro de alegar que se per-


dió la libertad en 1823 por culpa de los abusos de los exaltados, lo que es falso.
En rigor, la libertad murió debido a la excesiva indulgencia y generosidad de
los liberales, que tenían una fe ciega en la sagrada causa que propugnaban. Y
en la actualidad, la libertad aún está amenazada, como quiera que los ministros
pretenden operar una reforma lenta y progresiva, mientras que el pueblo recla-
ma para salvarse bayonetas y medidas enérgicas51. Juzgando pues que España
queda muy a la zaga de un pueblo que los europeos consideran como idiota y
salvaje, la tía Rosenda sugiere inspirarse en una legislación que atribuye supues-
tamente a Turquía. Según el Código de este país:
«Todos los musulmanes están bajo el imperio de las leyes, incluso el Sultán, el cual incurre
en la pena de muerte si alguna de ellas viola; en la destitución si atentase contra ellas sin que
el atentado produzca efecto ni resultado alguno.
Las leyes del imperio no reconocen nobleza ni personas privilegiadas.
Todos los subditos son iguales ante la ley. Ninguno puede ser desposeído de sus bienes,
ni condenado a pena alguna, sin que lo contrario en juicio se determine-, todos son pecheros y
todos optan a los empleos civiles y militares.
El poder ejecutivo es la única y sola prerrogativa del Sultán: él no puede declarar la guerra,
ni hacer la paz, ni pronunciar en ningún negocio administrativo o de alto interés del estado;
esto toca al Diván.
El Sultán no puede jamás presidir su Diván, ni tener voto en él»52.
Espantado por tanto radicalismo, Minos, el juez de los Infiernos, quien habla
en nombre de los moderados, replica que si los progresistas llegaran al poder y
pusieran en marcha semejante programa, gobernarían mediante el terror, mul-
tiplicando los cadalsos y España sería presa de una horrorosa anarquía 53 -lo que
demuestra que el espectro de la Revolución francesa y del jacobinismo todavía
se podía utilizar como espantajo- Pero, a ojos de Rosenda, basta ya de compro-
misos y acomodos, la política de Martínez de la Rosa no es más que despotismo
ilustrado y su ministerio se revela tan nefasto como el de Cea Bermúdez. En
contra de lo que afirma el gabinete, que se propone remedar las instituciones

50. Ibid., pp. 48-49.


51. Ibid., p. 53.
52. Ibid., pp. 64-65.
53. Ibid., p. 66.

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El filólogo Pedro Martínez López: un libelista liberal imaginativo 183

francesas, es imposible el «justo medio» en España: o ganará la Inquisición con


los carlistas, o triunfarán la justicia y la igualdad con el verdadero partido de
la libertad54. Y, para acelerar el proceso, Rosenda y sus hermanas fomentan, en
los jardines de La Granja, un tumulto ante el cual el Gobierno no tarda en darse
por vencido. Tras su pronta victoria, son entonces las brujas las que dictan las
nuevas leyes que, en adelante, regirán el país:
«La ley protege la libertad pública e individual contra la opresión de los que gobiernan.
La igualdad es la ley fundamental de la sociedad.
La vida del hombre es sagrada.
El Pueblo es el soberano y en él exclusivamente reside el poder legislativo.
Todo ciudadano tiene derecho a escribir y publicar sus opiniones sin restricción.
Queda establecida y decretada la libertad de cultos; el Estado atenderá a la subsistencia
de los ministros de todos ellos.
Todas las órdenes religiosas son abolidas; los conventos y las propiedades que a éstos
pertenecían son bienes nacionales.
Las leyes determinarán el número y las atribuciones de los ministros, las que quedar deban
en el ¡efe del Estado, las obligaciones y responsabilidad de los funcionarios públicos, y todo
cuanto necesario sea para perfeccionar la administración en lo militar, civil y religioso.
Se declara nulo todo lo hecho desde el 30 de septiembre de 1823 hasta el día»55.
En este sentido, Martínez López estimulaba con la pluma el movimiento
revolucionario que había estallado en julio de 1835 y entre cuyos motivos prin-
cipales, amén del peligro carlista y de la inquina popular hacia los religiosos,
destacaba la movilización en pro de la Constitución de Cádiz 56 . Así anticipaba
don Pedro, mediante la ficción, el motín de los sargentos de la Guardia Real que
se verificó en La Granja, en agosto de 1836 y que desembocó en la restauración
de dicho texto ilustre.
Sin embargo, pese a que los principios que postulaba a través de la tía
Rosenda y de sus compinches eran mucho más drásticos que los del Código
gaditano, señaladamente en materia religiosa, y aunque sus posturas se habían
radicalizado desde la publicación de La España en 1833, al expirar Fernando
VII, Martínez López no evolucionó hacia el republicanismo, a diferencia de su
amigo el general Pedro Méndez de Vigo, que era un ardoroso partidario de esta
doctrina57. Hasta es posible que acabase contentándose con la Constitución
de 1837, que fue el fruto de un compromiso entre moderados y progresistas,
porque dejó de escribir panfletos y parábolas políticas. Empero, no abandonó el
combate contra el carlismo y sirvió la causa isabelina como agente secreto58.

54. Ibid., pp. 125-128.


55. Ibid., pp. 133-134.
56. MOLINER, Antonio, Revolución burguesa y movimiento juntero en España, Lleida, Editorial Milenio,
1997, p. 168.
57. VAUCHELLE, Aliñe, «España y América en progreso, una publicación republicana editada en París,
1834-1835», en prensa.
58. «Cartas escritas por Martínez López a Aviraneta en 1840», en Cuadernos de historia, tomo IV:
Estudios sobre la España liberal, 1808-1848, Madrid, Instituto Jerónimo Zurita, C.S.I.C., 1973, pp.
375-380.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 173-184


184 Aliñe Vauchelle-Haquet

Luego, durante los muchos años en que residió en Francia, don Pedro volvió
a dedicarse a sus trabajos de erudición. Publicó en París en 1840 unos Principios
de la lengua castellana, o prueba contra todos los que asienta Don Vicente Salva en su
gramática59, en el que, conforme reza el título, polemizaba con el afamado librero
y filólogo Vicente Salva60. Al año siguiente, en colaboración con Francois Mau-
rel, elaboró un Dictionnaire francais-espagnol et espagnol-franqais, del que salieron
a la luz nada menos de cinco ediciones hasta 186661. Don Pedro asimismo com-
puso en 1844 un Dictionnaire francais-espagnol et espagnol-francais, rédígé d'apres
la derniere édítion du Dictionnaire de l'Académie Francaise et celle du Dictionnaire de
l'Académie Esp>agnole, que se reimprimió cuatro veces en París hasta Í86662. En
1847 y todavía en la capital gala, publicó una Gramática de la lengua castellana,
que conoció tres reediciones hasta Í85663. Y, entre sus numerosos trabajos de
lingüista -de los que sólo mencionamos los principales-, aún cabe citar un
Valbuena reformado. Diccionario latino-español que lleva además un vocabulario espa-
ñol-latino, que se puso en prensa cuatro veces hasta Í86564. Por lo demás, siendo
un espíritu ecléctico, Martínez López poseía amplios conocimientos en materia
de agronomía y redactó en 1861 un manual titulado El granero de los labradores,
en el que exponía el funcionamiento de distintas máquinas de su invención,
destinadas a facilitar y mejorar la siembra y la cosecha de los cereales65.

59. VAUCHELLE, Aliñe, Les Ouvmges..., p. 187.


60. REIG SALVA, Carlota, Vicente Salva, un valenciano de prestigio internacional, Valencia, Institución
Alfonso el Magnánimo, 1972, 344 p.; VAUCHELLE, Aliñe, «Vicente Salva, un filólogo, librero y
editor español en París (1830-1849)», en Exiliados. La emigración cultural valenciana (siglos XVl-XX),
Generalitat Valenciana, Consellería de Cultura, 1995, pp. 99-112.
61. Catalogue des ouvrages imprimís de la Bibliothéaue Nationale de France.
62. Lbid.
63. lbid.
64. lbid.
65. MARTÍNEZ LÓPEZ, Pedro, El granero de los labradores, París, Imprenta de Dubuisson y Cla, 1861,
24 p., Signatura BNF: SP 6213.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 173-184


EL CORPORATIVÍSIMO EN ESPAÑA:
DESDE LOS ORÍGENES A LA DÉCADA DE 1930

Miguel Ángel Perfecto

1. INTRODUCCIÓN. DEL CORPORATIVÍSIMO AL NEOCORPORATIVISMO


El corporativismo, es decir, el pensamiento social que pone el acento en
la estructuración de la sociedad a través de los denominados «cuerpos inter-
medios» supone una de las alternativas a una de las cuestiones básicas de la
reflexión sociológica y política, las condiciones del «orden» o equilibrio social
en una sociedad sometida a los cambios de la revolución industrial y basada en
la representación política de individuos atomizados, el liberalismo político.
La sociedad liberal sustentada sobre individuos libres e iguales se encuentra
abocada a tensiones de muy distinto tipo, fundamentalmente tensiones sociales
derivadas de la lucha de todos contra todos y de la ruptura con una sociedad tra-
dicional basada en lazos económicos, sociales, políticos y culturales que hacían
hincapié en el grupo frente al individuo. Para evitar el desorden social previsible
en una sociedad individualista, los liberales reivindican el papel arbitral del Es-
tado para neutralizar los efectos de dicho desorden social.
Y si bien, el Estado cumple un papel mínimo como garante neutral del des-
envolvimiento de los individuos estableciendo un campo de juego y unas reglas
iguales para todos, lo cierto es que, desde el punto de vista social, el sistema
liberal se mostró muy inestable, a medida que el proceso de industrialización
rompió con la economía tradicional, agrupando a los individuos en ciudades y
generando nuevos lazos sociales en el ámbito del trabajo.
La existencia de grupos sociales con intereses antagónicos (burguesía y
proletariado) ponía en cuestión la vieja doctrina sobre la autorregulación del
sistema económico y social, doctrina mantenida por los primeros teóricos del
liberalismo económico, y generaba una inquietud sobre la estabilidad y mante-
nimiento del nuevo sistema social individualista.
Claro que hasta las crisis económicas de fin del siglo XIX, la competencia
colonial de los Estados europeos y las nuevas doctrinas nacionalistas que refuer-

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 185-218


186 Miguel Ángel Perfecto

zan el papel de la comunidad sobre el individuo no se lleva a cabo un intento de


reformular el modelo liberal a partir del fortalecimiento del Estado.
El Estado en los escritores neorrománticos del último tercio del XIX ya no
sería un Estado mínimo, una maquinaria destinada a facilitar una teórica com-
petencia entre los individuos, sino que cumpliría un papel fundamental como
racionalizador de la estructura productiva, controlando y organizando las ten-
dencias centrífugas de los intereses de los individuos, poniéndolas al servicio de
un interés moral superior, la comunidad definida por el propio Estado.
En sus orígenes, el corporativismo fue una respuesta de la sociedad tradicio-
nal del Antiguo Régimen a las consecuencias de la revolución liberal y el inicio
del capitalismo.
La disolución de la vieja sociedad fue considerada por los grupos privilegia-
dos, la nobleza y las Iglesias, junto con la burocracia del Antiguo Régimen como
un grave peligro para el mantenimiento de sus intereses y el control económico,
social y político y cultural existente desde hacía siglos.
Ello explica la reformulación social de la vieja sociedad mediante el corpo-
rativismo concebido como una doctrina que defendía una sociedad jerárqui-
ca organizada en torno a las asociaciones intermedias, familia, municipio y
corporaciones.
Este corporativismo social que entendía la sociedad como un ente orgánico
con vida propia e independiente de los individuos, se completa con un nuevo
concepto de Estado-Nación alternativo al Estado mínimo liberal y que concita
todas las energías sociales en su seno, a través de una misión moral que debe
realizar en la historia.
Este Estado encarna a la nación y es la fuente de toda ley. Por consiguiente
a una noción de corporativismo social, le sigue el corporativismo político, que
apoyándose en la vinculación y dependencia del hombre respecto a su contexto
social, afirma la subordinación del individuo al Estado, representante del Todo
colectivo.
La opción corporativa romántica de principios del siglo XIX, fue desplaza-
da muy pronto por el modelo social, político y económico liberal triunfante
a partir de los años 30 del siglo XIX, arrumbando el esquema defensivo del
corporativismo romántico, pero en el último tercio del siglo XIX la sociedad
liberal entra en una profunda crisis cuyos ejes esenciales fueron: una política
económica proteccionista que asignaba al Estado un papel tuitivo de la eco-
nomía nacional; el crecimiento del movimiento obrero y sus organizaciones
sociales y políticas que suponían una contestación al modelo liberal y generan
miedo entre las clases dirigentes europeas; el proceso de democratización polí-
tica y social reflejado por el sufragio universal masculino, y la cultura de masas
posibilitada por la alfabetización universal; la extensión de un nacionalismo
esencialista que ponía el énfasis en la jerarquización social y en un modelo
político autoritario antiliberal y antiparlamentario, y finalmente, la renovación
del pensamiento en el marco del neorromanticismo que recupera parte de los
elementos fundamentales del romanticismo de principios de siglo y rechaza
las bases ideológicas de la ilustración y el liberalismo. El agotamiento del viejo

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 185-218


El corporativísimo en España: desde los orígenes a la década de 1930 187

modelo ideológico ilustrado-liberal que había dominado el escenario europeo


desde el siglo XVIII trajo consigo el declive del liberalismo y conservadurismo
clásicos, a favor de una conservadurismo radical «en cuya perspectiva el en-
grandecimiento de la nación, entendida como organismo colectivo, ocupaba el
lugar prioritario»1.
Todo ello explica los debates que se producen en Europa dentro de la clase
dirigente burguesa, con el fin de revisar los supuestos doctrinales del liberalismo
índivieualista y la búsqueda de nuevas alternativas sobre el papel del Estado y
la Sociedad, los remedios a los conflictos sociales y al crecimiento de las orga-
nizaciones obreras, o la búsqueda de nuevos modelos políticos diferentes del
parlamentarismo, el sistema de partidos y la democratización política.
La percepción de las élites en el poder sobre la necesidad de introducir refor-
mas sociales era algo generalizado; la idea de la miseria obrera conocida mucho
mejor por los nuevos estudios de la sociología naciente y la convicción de la
necesidad de hacer frente, mediante una política social estatal, al socialismo y
anarquismo en ascenso, llevaron casi inevitablemente a una parte de la intelec-
tualidad burguesa a debatir primero y a proponer en los Parlamentos nacionales
después, toda una batería de medidas sociales que significaron el inicio del
reformismo de Estado y el fin del viejo modelo estatal liberal.
A partir de aquí, la recuperación del corporativismo como alternativa a los
conflictos sociales crecientes encontró eco en un Estado cada vez más interven-
cionista que había abandonado el dogma liberal del abstencionismo económico
y social.
En definitiva, el corporativismo se constituyó en una alternativa de orden
social basada en la gestión colectiva del conflicto a través de la armonía de cla-
ses gestionada por un Estado intervencionista.
Por otra parte, asistimos igualmente al nacimiento del catolicismo social que
aspiraba a recuperar espacios públicos que el viejo liberalismo y la enemistad de
las ideologías obreras le habían negado; y junto a él, a la reelaboración de pro-
puestas políticas nacionalistas y autoritarias que defienden un sistema político
basado en «los intereses» y no en los planteamientos liberales clásicos.
El nuevo pensamiento corporativista de fines del siglo XIX no deseaba
volver a la Sociedad y los principios del Antiguo Régimen, excepto en el caso
del modelo corporativo católico, sino más bien frenar la desintegración de la
sociedad liberal oligárquica amenazada por la extensión del movimiento obrero
y por el alcance de la democratización política y social que se presenta como un
proceso imparable, ligado al crecimiento de una nueva clase media alfabetizada
y muy numerosa.
En este período, contamos, en consecuencia, con dos modelos de corpo-
rativismo social: el modelo católico, tradicional, ligado al antiliberalismo, a la
idealización de la sociedad del Antiguo Régimen y a la defensa de los intereses

1. GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro C , Historia de las Derechas españolas. De la Ilustración a nuestros días,
Madrid, 2000, pp. 188.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 185-218


188 Miguel Ángel Perfecto

de la Iglesia católica, amenazada por el proceso de secularización, al que se


añade la hostilidad hacia las ideologías del movimiento obrero organizado; y
otro modelo corporativo, que en parte se presentaba como defensivo respecto
al impulso democratizador e igualitario, y en parte, asume un papel moderni-
zador del orden social y económico frente a los fracasos del liberalismo clásico.
Papel modernizador que se manifiesta en la nueva doctrina sobre el Estado
intervencionista en el campo económico y social como conciencia colectiva y
expresión del interés general de la nación y que representará el capitalismo de
Estado.
La segunda crisis del liberalismo político-social ocurrida tras la Primera Gue-
rra Mundial que provocó la aparición de doctrinas totalitarias sobre la Sociedad
y el Estado, a partir de las reflexiones de escritores del siglo XIX, junto con la
catástrofe económica del año 29 que pareció el fin del capitalismo individualis-
ta, marcó un nuevo momento corporativo aunando una concepción social que
rechazaba la lucha de clases y el individualismo liberal y una concepción eco-
nómica nacionalista en el marco de una sociedad estructurada en corporaciones
controladas por el Estado.
Esta respuesta a los desafíos sociales provenientes del capitalismo y del
avance del movimiento obrero organizado supone de nuevo poner el énfasis
en el concepto de equilibrio o el orden social y en el papel del Estado como
intermediario con los individuos organizados en corporaciones, convertidos en
el sistema fascista en simples instrumentos de la voluntad estatal expresada por
el líder y el Partido único.
Tras la Segunda Guerra Mundial y la derrota de los regímenes totalitarios y
autoritarios, el concepto de pluralismo social y político se impone en el marco
de una sociedad basada en la representación individual. Pero esto no significó
la vuelta sin más a los viejos esquemas liberales de antes del conflicto bélico,
ya que en numerosos países, singularmente de Europa, el papel del Estado con-
tinuó siendo relevante tanto en el campo económico, a través de una economía
mixta, como en el campo social, a partir de la introducción desde el pensamien-
to socialdemócrata del concepto de Estado del Bienestar en los países del norte
de Europa.
Si tras el interés de Bismarck por la política social, seguido por los círculos
conservadores de poder europeos se escondían motivaciones reaccionarias que
pretendían desactivar el movimiento obrero naciente, para evitar por arriba,
una revolución desde abajo, las reformas posteriores a la Segunda Guerra Mun-
dial obedecen a planteamientos muy diferentes.
Para los nuevos gobiernos laboristas y socialdemócratas que se estrenan
en el poder en la posguerra, todo parte de un nuevo concepto de ciudadanía y
un nuevo modelo de Estado. Para la socialdemocracia europea, la ciudadanía
contaba con tres componentes: «el civil, el político y el social. Los tres ligados...
habían discurrido divorciados... hasta ser recuperados cada uno en su siglo, los
derechos civiles en el XVIII, los políticos en el XIX y los sociales en el XX. El

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 185-218


El corporativismo en España: desde los orígenes a la década de 1930 189

impulso moderno hacia la igualdad social representaba la última fase de una


evolución de la ciudadanía...» 2 .
La política social, centro del nuevo Estado redistribuidor, cumplía igualmen-
te un papel de evitar o limitar al menos el conflicto social, el desequilibrio den-
tro de la sociedad construyendo un nuevo orden y una nueva armonía basada
en la solidaridad social.
Una solidaridad social garantizada por el Estado que conseguía un pacto o
acuerdo entre las clases poseedoras y las clases trabajadoras, asegurando a éstas
una transferencia de recursos, a cambio de su integración y la aceptación de las
vías de las reformas dentro de un modelo político liberal-democrático.
Es en este terreno del Estado redistribuidor organizado en torno a un acuer-
do de solidaridad social entre clases en el marco de un modelo político demo-
crático como hay que entender la aparición de las teorías neocorporativistas,
sus diferencias y sus similitudes respecto al viejo corporativismo del siglo XIX
y primer tercio del siglo XX3.
Inicialmente, por lo tanto, el neocorporativismo responde a los planteamien-
tos de una sociedad muy diferente, no es la sociedad liberal individualista y
oligárquica del siglo XIX, ni la sociedad totalitaria o autoritaria del XX, es una
sociedad de clases medias organizada en grupos de intereses muy diversos con
un Estado redistribuidor de recursos y jugando un papel activo en el campo
social.
En realidad, las propuestas neocorporativistas representan, por una parte, la
continuidad del pensamiento corporativista del siglo XIX, obviamente alejado
de su carácter autoritario, y por otro lado, la búsqueda de nuevas fórmulas
sociales y políticas que resuelvan los problemas del liberalismo clásico sobre la
base de un modelo de democracia de consenso, alejado del sistema representa-
tivo y partidario tradicional.

2. ORÍGENES DEL MODELO CORPORATIVO EN EUROPA. ROMANTICISMO


Y ANTILIBERALISMO
La concepción corporativa nace, como es sabido, en el seno del romanti-
cismo político alemán a principios del siglo XIX, de la mano de escritores y
pensadores antiliberales contrarrevolucionarios4.

2. BALDWIN, Peter, La política de Solidaridad Social. Bases sociales del Estado de Bienestar europeo 1875-
•1975, Madrid, 1992, pp. 21 y ss.
3. Existen numerosos estados de la cuestión sobre el neocorporativismo, citaré solamente algunos:
POLLAK, Michael y RuFFAT, Michéle, «Le Neocorporatísme: Ruptores et Continuités», Bulletin de
¡'Instituí d'Hístoire du Temp Present, n." 29-30, Paris, 1987; SOLÉ, Carlota (ed.), «Neocorporatísme»,
Revista Papers, n.° 24, Barcelona, 1983; GlNER, S. y PÉREZ, M. (eds.), «Corporatismo», Revista Espa-
ñola de Investigaciones Sociológicas, n.° 31 (1985); SANZ MENÉNDEZ, L. (ed.), «Representación de in-
tereses y políticas públicas: ¿Corporatismo o Pluralismo?», Revista Zona Abierta, n.° 67-68 (1994).
4. Sobre este mismo tema publiqué un artículo en 1984, PERFECTO, M. A., «Panorama de la idea
corporativa en Europa hasta los años 30 del siglo XX», Revista Studia Histórica. Historia Contempo-
ránea, vol. II, n.° 4 (1984), pp. 157-169.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 185-218


190 Miguel Ángel Perfecto

El perfil sociológico de los corporativistas y contrarrevolucionarios euro-


peos refleja una mayoría de burócratas del Antiguo Régimen ligados a la corte
prusiana y a las universidades alemanas, es el caso de los hermanos Schlegel,
Adam Müller, Joseph Gorres; pequeños aristócratas, defensores del particularis-
mo local alemán, como Justus Moser; partidarios de la corte católica austríaca
como Frederic de Gentz, secretario del Congreso de Viena y colaborador del
canciller austríaco Metternich, o nobles italianos y franceses como F. Renée de
Chateaubriand, Louis de Bonald, el campeón de la Restauración en Francia, o
Joseph de Maistre 5 .
En definitiva, el grupo que elabora una alternativa social al liberalismo re-
volucionario estaba integrado por la nobleza y sus grupos sociales afines, las
Iglesias, sobre todo la católica, y la burocracia del Antiguo Régimen.
El modelo político-social romántico refleja el rechazo de la aristocracia eu-
ropea y la Iglesia al liberalismo político, económico y social y su añoranza por
la vieja sociedad del Antiguo Régimen.
Así como la revolución liberal constituyó un fenómeno generalizado en
toda Europa, a partir del último tercio del siglo XVIII, también el pensamiento
contrarrevolucionario tuvo un carácter general europeo ante el triunfo de las
nuevas ideas con la Revolución Francesa.
Ya en época tan temprana como 1790 se comienza a teorizar sobre el siste-
ma político del Antiguo Régimen frente al Liberalismo triunfante, considerado
un desastre para la sociedad moderna. Eso explica la obra del inglés Edmund
Burke, Consideraciones sobre la Revolución Francesa6 obra que gozó de una im-
portante popularidad, reflejada en la inmediata traducción a la mayoría de los
idiomas europeos.
Consideraciones sobre la Revolución Francesa se convirtió en la Biblia de la con-
trarrevolución, desde el momento en que presenta la Revolución Francesa como
un fenómeno destructor de la Sociedad y del Estado.
Como Burke, el saboyano Joseph De Maistre y el francés Louis de Bonald
opinan que la Revolución es el resultado de un castigo divino contra la filosofía
y el ateismo.

5. En castellano contamos con las obras de MÜLLER, Adam, Elementos de Política, Madrid, 1977 (la
primera edición española es de 1935); MOSER, Justus, Escritos escogidos, Madrid, 1984; BONALD,
Louis de, Teoría del poder político y religioso, Madrid, 1988; MAISTRE, Joseph de, Consideraciones
sobre Francia, Madrid, 1955; y del mismo autor Las Veladas de San Petersburgo, Madrid, 1966. Un
ensayo interesante sobre Bonald es el de PALACIOS, L. E., «Bonald o la constitución natural de las
sociedades», Revista de Estudios Políticos, n.° 25 (1949); CORTE, M., La filosofía política de Bonald,
Arbor, n.° 20, Madrid, 1951, pp. 191-211. Igualmente es de destacar TRUYOL, A., «Dos analistas
críticos clásicos de la Revolución Francesa: Burke y De Maistre», Revista Anales de la Real Academia
de Ciencias Morales y Políticas, 42 (1990), pp. 111-122.
6. En castellano disponemos de dos obras de Burke, Reflexiones sobre la Revolución Francesa, con
traducción y prólogo de Enrique Tierno Galván, Madrid, 1978 y Textos Políticos, México, 1984.
Además de una pequeña, pero útil biografía de Burke, la de MACPHERSON, C. B., Burke, Madrid,
1980.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 185-218


El corporativismo en España: desde los orígenes a la década de 1930 191

Frente a la concepción racionalista ilustrada y liberal y la razón universal,


los contrarrevolucionarios oponen el valor de la irracionalidad, el «prejuicio»
en frase de Burke, los valores de los pueblos, la originalidad esencial de cada
nación y cada cultura, producto de la herencia histórica.
Frente a la doctrina del contrato social defienden la excelencia de los lazos
generacionales que ligan a los hombres entre sí; y finalmente, frente a la idea
de progreso ilimitado del espíritu humano oponen la superioridad de la expe-
riencia de los siglos pasados.
Los ejes fundamentales del romanticismo son los siguientes: 1) La ideali-
zación de los lazos afectivos que uniendo a los hombres entre sí forman la
sociedad humana; 2) La consideración del Estado como un «ente» con existencia
propia e independiente de los individuos, que define y dirige la sociedad; y 3) El
mantenimiento de una visión historicista que identifica Sociedad y Nación7.
La idealización de los lazos afectivos que unen a los hombres entre sí es
capital para la formación social y política de los románticos. Mientras que la
concepción sobre las relaciones sociales de los filósofos ilustrados hacía hin-
capié en el individualismo de los seres humanos, razonables por su origen y
animados por los mismos ideales de libertad e igualdad; los románticos dan
prioridad a los lazos de todo tipo que unen al individuo con la colectividad, en
consecuencia, el organismo social se convierte en el elemento fundamental de
su reflexión sobre la sociedad.
La sociedad, y en esto siguen al inglés Burke, se forma por la continuidad
histórica de generaciones en una nación concreta (territorio limitado, tradicio-
nes y costumbres propias y una lengua, religión y raza, forjadas a lo largo de
los siglos).
En el núcleo básico del romanticismo político alemán sobresale la consi-
deración de la subordinación del individuo a la sociedad en la que nace y el
desarrollo de un nuevo concepto de Nación, muy diferente al liberal de la Re-
volución Francesa, que plantea la fusión de sociedad y nación, presentando a
ésta, no como un proyecto voluntario realizado por individuos libres e iguales
en derechos, sino como una realidad esencial, genética, histórica y cultural, que
se impone al individuo.
Si para los ilustrados, el Estado se consideraba un mal necesario, algo tran-
sitorio, destinado a asegurar las funciones de policía y el respeto a los derechos
individuales; para los románticos, en cambio, el Estado se convierte en un ser

7. Algunas obras clásicas sobre el romanticismo político alemán son las de DROZ, ]., L'Allemagne et
la Revolution Francaise, Paris, 1949; Le romantisme potinque en Atletnagne, Paris, 1963; Le romantisme
allemand et l'Etat, Paris, 1966. Igualmente siguen siendo útiles los libros de AYRAULT, R., La genese
du romantisme allemand, Paris, 1970; SPENLE, J. E., La pensée allemande de Luther d Nietzsche, Paris,
1967. Sobre la recepción de la Revolución francesa en Alemania contamos con una obra más
reciente, GíLLI, Manta (ed), La réceptíon de la Revolution Francaise dans le p>ays de langue allemande,
Paris, 1986. Un buen resumen en español sobre el romanticismo político y la contrarrevolución,
el de ABELLÁN, } . , «Reacciones ante la Revolución Francesa (Edmund Burke, los pensadores
alemanes y De Maistre y De Bonald)», en VALLESPÍN, E (ed), Historia de la Teoría Política, vol. 5,
Madrid, 1993, pp. 14-81.

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192 Miguel Ángel Perfecto

de esencia superior que encarna la nación y es la fuente de toda ley, dirigido por
el rey, cabeza e imagen viva de la nación.
La filosofía romántica confiere al Estado una existencia propia, natural, or-
gánica, independiente de la voluntad de los individuos.
Desde este punto de vista, el Estado-Nación se convierte en un ser vivo, un
organismo similar al biológico, que evoluciona según sus leyes propias, marca-
das por el espíritu «nacional».
En consecuencia, la reelaboración de la concepción estamental del Antiguo
Régimen es patente en la estructuración social corporativa defendida por el
pensamiento romántico.
En el romanticismo alemán encontramos por lo tanto, una doctrina sobre
el Estado que se identifica con la Sociedad8; También una doctrina social que
concibe a ésta como un organismo vivo forjado a lo largo del tiempo por la
solidaridad de las distintas generaciones y basado en una jerarquización social
a través de las llamadas agrupaciones naturales, y una doctrina sobre la Nación
como una comunidad histórica asentada por una serie de elementos (territorio
limitado, tradiciones y costumbres determinadas y una lengua, religión y raza
forjadas a lo largo de los siglos)9.
De la fusión de estos tres elementos ideológico-políticos nacerán las bases
del pensamiento conservador europeo 10 . Pensamiento inicialmente antiliberal y
contrarrevolucionario que, a lo largo del siglo XIX, se actualizará a partir de la
aceptación de determinadas tesis liberales.
Entre los autores que impulsaron la noción del Estado «orgánico» se halla-
ron, como hemos comentado, filósofos tan destacados como Fichte, Schelling
o el propio Hegel.
Así, si para Schelling el Estado es un producto de la naturaleza organizada
donde cada parte sólo existe relacionada con el Todo, lo cual genera el equili-
brio del sistema; igualmente, son de destacar por su importancia, las reflexio-
nes sobre el Estado «orgánico», jerarquizado y antiigualitarío del gran filósofo
del romanticismo organicista, el prusiano Adam Müller, amigo de Frederic de
Gentz. Adam Müller ha pasado a la historia como un gran autor contrarrevolu-
cionario, teórico de la organización tradicional de la sociedad y de los intereses
de la aristocracia terrateniente.

8. HEGEL, G., Filosofía de la Historia, Madrid, 1953, pp. 91 y ss.: «El Estado es la realidad en la cual
el individuo tiene y goza su libertad... El Estado es, por tanto, el centro de los restantes aspectos
concretos: derecho, arte costumbres... El Estado es la vida moral realizada. Pues el Estado es la
unidad de la voluntad universal y esencial con la subjetiva y esto es la moralidad...».
9. FlCHTE, Í. G., Discursos a la Nación alemana, Madrid, 1985, p. 235: «En primer lugar, y ante todo,
digamos que las fronteras primeras, originarias y realmente naturales de los Estados son, sin duda
alguna, sus fronteras internas. Quienes habíanla misma lengua están unidos entre sí por una serie
de lazos invisibles, simplemente por naturaleza, y mucho antes de cualquier artificio humano...
pertenecen al conjunto y constituyen por naturaleza un todo único e inseparable...».
10. Son de utilidad entre otras las obras de KlRK, Russel, La mentalidad conservadora en Inglaterra
y Estados Unidos, Madrid, 1956; HoNDERICH, Ted, El conservadurismo, un análisis de la tradición
anglosajona, Barcelona, 1993; NlSBET, Robert, Conservadurismo, Madrid, 1995.

Pasado y Memoria, Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 185-218


El corporativismo en España: desde los orígenes a la década de 1930 193

La teoría estatal de Müller parte del carácter social del ser humano, forjado
a lo largo del tiempo a través de la solidaridad generacional. El Estado identi-
ficado con la Sociedad es la suma de los intereses humanos fusionados en un
Todo orgánico11. Este Estado «orgánico», antiigualitario y jerarquizado, une las
diferentes categorías sociales, desde la célula base, la familia, promoviendo la
armonía social.
En el pensamiento de Müller encontramos los principales elementos del
pensamiento corporativo: la noción de la sociedad como un organismo que na-
ce, se desarrolla y puede morir; la subordinación del individuo a la colectividad
expresada por el Estado, y el carácter jerárquico de la sociedad, organizada en
agrupaciones inferiores como la familia12.
En realidad, el corporativismo se planteó como una respuesta defensiva a la
desaparición de la vieja sociedad del Antiguo Régimen, pero fue también una de
las respuestas a las inquietudes del pensamiento político y sociológico del siglo
XIX sobre las condiciones del «orden social» y el mantenimiento del necesario
equilibrio en una sociedad en evolución y cambio constante.
Desde este punto de vista, el pensamiento corporativo se inscribe en el
campo de la reflexión de las relaciones entre el Estado y la Sociedad Civil, cu-
yos polos extremos estarían formados, por un lado, por la doctrina anarquista
que pretende la desaparición del Estado, y por otro, por la noción del Estado
autoritario o totalitario, como máxima expresión de la eficacia social, técnica
y económica.
El triunfo de modelo liberal, más o menos moderado, pero siempre indivi-
dualista, a partir de los años 30 del siglo XIX, eclipsó los planteamientos orga-
nicistas y corporativos del romanticismo político alemán. Los elementos que
favorecieron ese cambio fueron:
En primer lugar, la transformación económica generada por el gran capita-
lismo con una importante mejoría en las economías de los grandes Estados y la
difusión de la política económica proteccionista.
En segundo lugar, el crecimiento de la contestación obrera nucleada en torno
a partidos y sindicatos socialistas y anarquistas que se convierten en referentes
de un sistema de valores radicalmente antiliberal.
En tercer lugar, los inicios de una cultura de masas posibilitada tanto por
la difusión de los medios de comunicación, como por la extensión del sistema
educativo y la alfabetización universal.

11. MÜLLER, Adam, Elementos de Política..., pp. 43 y ss.: «El Estado no es una institución artificial...
sino que es el Todo de esa misma vida, necesaria en cuanto se dan hombres, ineludible, fundada
en la naturaleza del hombre... no es posible pensar al hombre fuera del Estado... nada humano
existe fuera del Estado».
12. Ibidem., pp. 66 y ss.: «La alianza eterna de los hombres entre sí que designamos como Sociedad
o Estado es... de carácter doble: una alianza de los hombres que gozan de la tierra en la misma
época... una alianza de las generaciones pasadas con las presentes y las que siguen».

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194 Miguel Ángel Perfecto

En cuarto lugar, el impulso del colonialismo y su ideología básica, el impe-


rialismo, que junto a un nuevo nacionalismo agresivo y xenófobo se extiende
por todo el continente.
En quinto lugar, aunque no menos importante, la continuación del proceso
hacia la consecución de la democratización política, en forma de la aprobación
del sufragio universal masculino que obligará a transformar los viejos partidos
de élites en partidos de masas.
Y en sexto lugar, el agotamiento del viejo modelo ideológico ilustrado-libe-
ral que había dominado el escenario europeo desde el siglo XVIII. Y que trajo
consigo el declive del liberalismo y conservadurismo clásicos, a favor de un
conservadurismo radical «en cuya perspectiva el engrandecimiento de la nación,
entendida como organismo colectivo, ocupaba el lugar prioritario»13.
Ello explica una nueva actitud en el pensamiento europeo de rechazo a la
Ilustración y sus valores y la recuperación de elementos esenciales en el viejo
romanticismo de comienzos del siglo XIX.
Como muy bien señalaba Stuart H. Hughes «no es difícil creer que los escri-
tores del decenio de 1890-1900 o de principios del siglo siguiente sintieran que
estaban remontándose medio siglo atrás para restituir el honor a aquellos valo-
res de la imaginación que sus inmediatos predecesores habían escarnecido»14.
La corriente de pensamiento neorromántica de finales del XIX no significó
la pura restauración de la ideología romántica de principios de siglo, sino más
bien el rechazo de la visión positivista de la Ilustración, para ello recuperan
elementos de comprensión del mundo y la sociedad como la subjetividad, el
irracionalismo, el gusto por la historia y la religión, el rechazo de las institucio-
nes representativas, la defensa de un modelo de nacionalismo integral, directa-
mente emparentado con el nacionalismo esencialista germánico, el concepto de
élite y jerarquía social, etc.
En estos años se extiende por toda Europa, tanto en medios conservadores,
como católicos, el debate sobre el Estado intervencionista en cuestiones sociales
y el abandono de la vieja concepción liberal abstencionista.
La percepción de las élites en el poder sobre la necesidad de introducir refor-
mas sociales era algo generalizado; la idea de la miseria obrera conocida mucho
mejor por los nuevos estudios de la sociología naciente y la convicción de la
necesidad de hacer frente, mediante una política social estatal, al socialismo y
anarquismo en ascenso, llevaron casi inevitablemente a una parte de la intelec-
tualidad burguesa a debatir primero y a proponer en los Parlamentos nacionales

13. GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro C , Historia de las Derechas españolas. De la Ilustración a nuestros días,
Madrid, 2000, p. 188.
14. HUGHES, H. Stuart, Conciencia y Sociedad. La reorientación del pensamiento social europeo 1890-1930,
Madrid, 1958, pp. 26 y ss. Véase también STERN, Fritz, Politiaue etdésespoir. Les ressentiments contre
la modernité dans l'Allemagne prehitlerienne, París, 1990.

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El corporativismo en España: desde los orígenes a la década de 1930 195

después, toda una batería de medidas sociales que significaron el inicio del
reformismo de Estado y el fin del viejo modelo estatal liberal15.
A partir de aquí, la recuperación del corporativismo como alternativa a los
conflictos sociales crecientes encontró eco en un Estado cada vez más interven-
cionista que había abandonado el dogma liberal del abstencionismo económico
y social.
Por otra parte, asistimos igualmente al nacimiento del catolicismo social que
aspiraba a recuperar espacios públicos que el viejo liberalismo y la enemistad de
las ideologías obreras le habían negado; y junto a él, a la reelaboración de pro-
puestas políticas nacionalistas y autoritarias que defienden un sistema político
basado en «los intereses» y no en los planteamientos liberales clásicos.

3. LA FORMACIÓN DEL CORPORATIVISMO EN ESPAÑA. REFORMISMO


SOCIAL Y ORGANICISMO
a) Los planteamientos del reformismo liberal krausista:
Intervencionismo estatal y organicismo social
En el último tercio del siglo XIX, encontramos en España dos planteamien-
tos que servirán de base al nacimiento de la legislación social: el organicismo
como concepción filosófica sustentadora de un armonicismo social, y la noción
del Estado tutelar que interviene en el campo social y económico. Estos dos
elementos se integrarán, junto con las alternativas del catolicismo social, en los
orígenes doctrinales del corporativismo español.
La sustitución en el Gobierno español del Partido Conservador por el Liberal
en los años 80 supuso el comienzo de un proceso de reformas sin precedentes
que abarcaron el campo jurídico (la aprobación de los códigos de leyes, juicio
por jurados), ampliación de las libertades (libertad de imprenta de 1883, Liber-
tad de Asociaciones de 1887), el campo político (sufragio universal masculino

15. Para el caso español, hay un estado de la cuestión de MONTERO, Feliciano, «De la beneficencia
a la reforma social. Los orígenes de la política social del Estado: estado de la cuestión, fuentes y
archivos», Revista Espacio, Tiempo y Forma-Historia Contemporánea, t. 7, serie V (1994). Además de
excelentes estudios, entre ellos destacamos desde el estudio inicial de IGLESIAS, M. a Carmen y
ELORZA, Antonio, Burgueses y proletarios. Clase obrera y reforma social en la Restauración, Barcelona,
1973, hasta los de MONTERO, Feliciano, «La polémica sobre el intervencionismo y la primera
legislación obrera en España, 1890-1900», Revista de Trabajo, n.° 59-60, y 61-62 (1980), pp.
121-165, y una parte de su tesis sobre El primer catolicismo social y la Rerum Novarum en España,
Madrid, 1983; DE LA CALLE VELASCO, M. D., La Comisión de Reformas Sociales, 'I883--I903. Polí-
tica social y conflicto de intereses en la España de la Restauración, Madrid, 1989. PALACIO MORENA,
J. I., La institucionalización de la reforma social en España (4883-492,4). La Comisión y el Instituto de
Reformas Sociales, Madrid, 1988. El mismo autor editó sendos volúmenes en el Centenario del
Instituto de Reformas Sociales titulados: La construcción del Estado Social. En el Centenario del
Instituto de Reformas Sociales, Madrid, 2004, y La Reforma Social en España. En el Centenario del
Instituto de Reformas Sociales, Madrid, 2004. GUILLEN, A., El origen del Estado de Bienestar en España
(1876-1923), Madrid, 1990. Desde el campo del Derecho conviene resaltarlas aportaciones de
PALOMEQUE, Manuel C , Derecho del trabajo e ideología. Medio siglo de formación ideológica del De-
recho español del trabajo, '1873-1923, Madrid, 1980; MONTOYA, Alfredo, Ideología y lenguaje en las
primeras leyes laborales de España, Madrid, 1975.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 185-218


196 Miguel Ángel Perfecto

en 1890), y por supuesto, el social (creación de la Comisión de Reformas So-


ciales en 1883).
El debate sobre el intervencionismo o no del Estado en cuestiones sociales,
en línea con las propuestas teóricas europeas de aquellos años, y la política so-
cial de la Alemania bismarckiana se reflejará en tres grupos diferentes: el grupo
liberal-republicano krausista, el grupo conservador y los católicos sociales.
La nueva sensibilidad sobre la llamada cuestión social tiene que ver con una
serie de factores: desde la crisis económica de los 80 en el campo, la extensión
de la industrialización y su consecuencias sociales, la expansión del anarquismo
y el socialismo que condujeron al nacimiento del sindicalismo moderno y el
nacimiento del Partido Socialista Obrero Español, o las grandes huelgas y ma-
nifestaciones de comienzos de los 90 que conmovieron a la burguesía industrial
española.
El grupo liberal-republicano krausista impulsor, junto con el catolicismo
social y el conservadurismo, del nacimiento de la política social en España,
estaba integrado por una burguesía intelectual, vinculada a la Universidad, cen-
trada sobre todo en el campo del Derecho, Medicina e Ingeniería16. De los 17
miembros que compusiéronla Comisión Central de Reformas Sociales en 1883,
núcleo del reformismo social español de los 80 y 90, 11 estaban vinculados a
la carrera de Derecho, muchos de ellos catedráticos de la Universidad Central
de Madrid.
Por otra parte, su actividad no se reducirá al ejercicio de la profesión, la
mayoría ejercerá, además, diversos cargos políticos durante el período y activi-
dades de difusión de la ideas a través de los mecanismos característicos del siglo
XIX: la Academia de Ciencias Morales y Políticas, Ateneos, prensa, etc.
En definitiva, el grupo krausista representaba a las élites burguesas del poder
establecido que se acercaron al mundo obrero desde una óptica paternalista y
de desconfianza17.
La Comisión de Reformas Sociales creada en 1883 para tratarla situación de
la clase obrera -e integrada mayoritariamente por liberal-krausistas-, se esforzó,
afirma la profesora De La Calle, en «afianzar los estudios sociales.... Defensora

16. Sobre la relación de la burguesía intelectual española, la política y el reformismo social puede
consultarse VHXACORTA BAÑOS, Francisco, Burguesía y cultura. Los intelectuales españoles en la
Sociedad Liberal, Madrid, 1980, en especial, las páginas 80 y ss.
17. Sobre el grupo krausista de la Comisión de Reformas Sociales puede consultarse tanto el artículo
de la profesora DE LA CALLE VELASCO, Dolores, «La Comisión de Reformas Sociales: De la re-
presión al análisis de la conflictividad social», Revista Studia Historica-Historia Contemporánea, vol.
II, n.° 4, pp. 13-41, Universidad de Salamanca, Salamanca, 1984, como su libro sobre el mismo
tema, La Comisión de Reformas Sociales..., Madrid, 1989. Según la autora: «El objetivo del grupo
es rectificar los abusos del capitalismo con reformas insuficientes. Pretenden un cambio de va-
lores en la sociedad, sin tocar las estructuras, desde la posición intermedia de unos intereses tan
dispares como los de la oligarquía y el mundo obrero propiciadora de una armonía imposible
o utópica», Ibídem, p. 32.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 185-218


El corporativismo en España: desde los orígenes a la década de 1930 197

de un intervencionismo más social que estatal, otorgaba al Estado la función


tutelar de amparar a los débiles y corregir los desequilibrios sociales»18.
El pensamiento de este grupo intelectual reformador se nutría mayoritaria-
mente de la filosofía krausista, una filosofía introducida en España por Julián
Sanz del Río (1814-1869), catedrático de Historia de la Filosofía de la Univer-
sidad Central de Madrid, a partir de la obra de un filósofo postkantiano, el
alemán Karl Ch. Krause (1781-1832) y de su discípulo Ahrens 19 .
Esta filosofía se extendió mediante seguidores como Francisco Giner de los
Ríos, fundador de la Institución Libre de Enseñanza, Gumersindo de Azcárate,
Vicente Santa María de Paredes o Adolfo Posada y muchos otros, que jugarán
un papel fundamental en la construcción de un modelo de reformismo social
y educativo de raíz liberal de gran influencia en España, de ahí el nombre del
movimiento español conocido como krausismo 20 .
Para el krausismo, la sociedad es un organismo, un conjunto de órganos
ordenados sistemáticamente que constituyen y representan una unidad vital.
De donde se deduce que la soliearidad es un factor sustancial en la sociedad
humana, una solidaridad que se expresa mediante la cooperación pacífica de
todos sus miembros para el cumplimiento de las distintas finalidades sociales.
El organicismo krausista rechaza el automatismo social de raíz biologicista,
defendiendo, en cambio, la libre iniciativa para transformar las instituciones
sociales, es por ello, por lo que el krausismo se inscribe dentro del liberal-repu-
blicanismo reformador.
El krausismo español inspiró y participó en todos los proyectos de reformas
sociales y de legislación obrera que se llevaron a cabo en España a partir de unos
principios que ponían el énfasis en las reformas frente a la revolución; en una
concepción armónica en las relaciones de capital y trabajo; en la defensa del sis-
tema económico capitalista; en la necesidad de una reforma integral mediante la
educación del hombre y la sociedad; y finalmente, en una actitud moralizante
respecto a la clase obrera.
Dentro de esta corriente muy relevante en la España del último tercio del
siglo encontramos a Eduardo Pérez Pujol (1830-1894), catedrático de Derecho

18. DE LA CALLE VELASCO, Dolores, «Sobre los orígenes del Estado Social en España», Ayer, n.° 25
(1997), p. 149.
19. Una obra reciente sobre Krause, QUEROL FERNÁNDEZ, E, La filosofía del derecho de K. Ch. Krause,
Madrid, 2000.
20. A la filosofía social krausista se la define como «racionalismo armónico» y pretendía conciliar
«la analítica de Kant, las aspiraciones reformadoras y humanitarias de Fichte, el panteísmo de
Schelling y el sistema de nociones universales -categorías- de Hegel», en LÓPEZ MORILLAS, J. J.,
El Krausismo español, México, 1956, p. 31. Sobre este movimiento reformador español pueden
leerse los libros de GIL CREMADES, J. ]., El reformismo español. Krausismo, escuela histórica, neoto-
mismo, Barcelona, 19ó~9 y del mismo autor Krausistas y Liberales, Madrid, 1975; DÍAZ, Elias, La
filosofía social del krausismo español, Madrid, 1973 así como el de GÓMEZ MOLLEDA, M. a Dolores,
Los reformadores de la España Contemporánea, Madrid, 1966.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 185-218


198 Miguel Ángel Perfecto

Romano desde 1856 y más tarde rector de la Universidad de Valencia entre


1869 y 1873, ciudad en la que permaneció hasta su muerte 21 .
Pérez Pujol había tomado contacto con el grupo krausista madrileño en los
años 50 y se adscribió desde entonces a esa filosofía social reformadora desde
posiciones liberales, participando en el proceso revolucionario iniciado en 1868
y más tarde en una serie de actividades sobre la llamada «cuestión social» que
sirvieron de base a la Comisión de Reformas Sociales y a la primera encuesta
social española de 1884 que permitió conocer por primera vez la vida, el perfil
y opiniones de una serie de agentes sociales y económicos en la España de fin
de siglo.
Eduardo Pérez Pujol fue uno de los precursores que defendieron la restaura-
ción modernizada de los gremios como alternativa armonicista a los conflictos
sociales, y en ese empeño por acabar con las raíces del conflicto social defendió
la necesidad de la intervención tutelar del Estado, e incluso la formación de un
Parlamento corporativo.
Ya en 1872 publicó un discurso titulado «La cuestión social en Valencia»
donde desarrollaba las líneas maestras de un reformismo social basado en la
superación del conflicto social mediante el armonicismo social, es decir, el prin-
cipio de solidaridad del Estado y las instituciones que forman la sociedad22; la
constitución de los jurados mixtos como fórmula de cooperación voluntaria de
patronos y obreros para resolver sus diferencias; la creación de Sociedades coo-
perativas de producción, consumo y crédito -propuesta directamente inspirada
en Owen-; la beneficencia privada y la instrucción obrera.
Además de estos planteamientos sociales que influirán, como hemos in-
dicado, en la creación en 1883 de la Comisión de Reformas Sociales, Pérez
Pujol avanza también otros elementos como la conveniencia de restaurar los
antiguos gremios medievales, si bien adaptados a las nuevas circunstancias del
capitalismo liberal.
Para él, los gremios debían ser sociedades voluntarias integradas por em-
presarios, oficiales y obreros para promover la concertación de los intereses
industriales, creando un clima de armonía entre «fabricantes y obreros».
El gran reto del gremio era solucionar la llamada «cuestión social» a través
del establecimiento de cauces orgánicos entre trabajadores y empresarios de
esta manera, los excesos de la industrialización, el trabajo de mujeres y niños y,

21. La obra de Pérez Pujol ha sido estudiada por ROMEU ALFARO, S., Eduardo Pérez Pujol. Vida y obra,
Valencia, 1979 (reedición de 15 trabajos y prólogos de Pérez Pujol). Puede verse igualmente, mi
artículo PERFECTO, M. A., «Introducción al pensamiento político y económico-social de Eduar-
do Pérez Pujol», Revista Provincia de. Salamanca, n.° 3 (mayo-junio, 1982), pp. 27-47. Desde una
órbita muy conservadora justificadora de la dictadura franquista, el libro de FERNÁNDEZ DE LA
MORA, Gonzalo, Los teóricos izquierdistas de la Democracia orgánica, Barcelona, 1985, pp. 71 y ss.
22. «El Estado, decía Pérez Pujol, es el órgano de relaciones del individuo con la sociedad como
de las instituciones sociales entre sí... la sociedad ha de ser siempre producto de la asociación
voluntaria... El Estado, tutor al presente de la sociedad en limitados órdenes, no debe olvidar
que su poder es transitorio», en «La Sociología y la fórmula del Derecho», Discurso leído en el
Ateneo de Valencia en 1875, en ROMEU ALFARO, S., Eduardo Pérez Pujol..., pp. 176 y ss.

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El corporativismo en España: desde los orígenes a la década de 1930 199

en definitiva «la miseria de unos y el fausto de otros» encontraría una respuesta


adecuada consiguiendo la consolidación del orden social.
Los gremios, decía Pérez Pujol, deben servir para preparar el camino de los
jurados mixtos y el régimen de participación de beneficios en la industria ade-
más de constituir instituciones de patronato y beneficencia.
Ahora bien en su pensamiento, los gremios no cumplirían únicamente una
función de articulación social, de protección de los obreros y de eliminación de
los conflictos sociales, sino que transformarían la vida política sobre la base de
una estructuración gremial del Parlamento, es decir, el sufragio corporativo. De
esa forma, toda persona que tuviera una profesión, un trabajo o una propiedad
podría elegir a los diputados que correspondieran a su gremio 23 .
Años mas tarde, en 1889, Pérez Pujol matizaba su propuesta defendiendo la
existencia de un Parlamento bicameral: el Congreso de los Diputados elegido
por sufragio universal, y el Senado, por sufragio corporativo.
Eduardo Pérez Pujol fue importante no sólo como inspirador de los movi-
mientos de reformas sociales de los años 80 y 90 del siglo XIX, origen de la
primera legislación social española, sino también por la recuperación de algunos
de sus planteamientos corporativos, en la década de los 20, por parte del minis-
tro de Trabajo de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, y más tarde, ministro
de Justicia en la dictadura de Franco, Eduardo Aunós, autor intelectual del pri-
mer proyecto gubernamental de un sistema corporativo, próximo al fascismo
italiano, que influirá más tarde en el modelo franquista24.

b) Las propuestas sociales del conservadurismo español


Junto con el krausismo, defensor de un intervencionismo estatal moderado
y de una concepción «organicista» de la sociedad, conviene destacar el conser-
vadurismo español representado por su líder Antonio Cánovas y sobre todo por
los llamados regeneracionistas conservadores como Francisco Silvela, Eduardo
Dato (autor de las primeras leyes sociales a comienzos del siglo XX) y Antonio
Maura.
Para una parte del conservadurismo español era importante revisar los su-
puestos del liberalismo individualista en línea con las propuestas teóricas que
se discutían en la Europa de entonces, desde la revisión de la economía clásica a
cargo de la escuela histórica alemana (los «socialistas de cátedra») y la extensión

23. «La representación nacional, decía Pérez Pujol, no debe sustentarse sobre bases de movediza
arena (como el régimen individualista del sufragio), sino sobre elecciones por gremios y cla-
ses...», en «El régimen electoral. Elecciones por gremios y por clases», Revista de España, Madrid,
1877, citado por ROMEU AlFARO, S., Eduardo Pérez Pujol..., pp. 186 y ss.
24. Véase el folleto de Eduardo Aunós «La política social de la Dictadura», Madrid, 1944, pp. 59 y
ss., donde lo presenta como el precursor de la doctrina corporativa española. Sobre la política
social corporativa en la España de los años 20 puede leerse mi ensayo PERFECTO, Miguel Án-
gel, «Regeneracionismo y Corporativismo en la Dictadura de Primo de Rivera», en TÚSELE, ].;
MONTERO, F. y MARÍN, J, M.a (eds), Las Derechas en la España Contemporánea, Barcelona, 1997,
pp. 177-197.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 185-218


200 Miguel Ángel Perfecto

de las políticas proteccionistas, hasta la corriente «solidarista» de raíz francesa


que defendía el principio de la «solidaridad natural» frente al principio de «la
lucha por la vida», justificando así un nuevo concepto de Estado como elemento
activo al servicio de un ideal social.
Por otra parte, sobre este grupo conservador influyen hechos tan notables
como la recepción de la encíclica de León XIII Rerum Novarum en 1891, -si bien,
la repercusión inicial de dicha encíclica no fue muy grande, ni entre los políticos
conservadores, ni en el campo católico, según afirma Feliciano Montero- 25 y la
misma política social diseñada por el canciller alemán Bismarck con el fin de
frenar el ascenso del socialismo en su país26.
Como muy bien señala el profesor Montero «La reforma social en España
se plantea y avanza muy estrechamente vinculada al reformismo social eu-
ropeo. Una minoría de la élite gobernante e intelectual española conoce las
leyes e instituciones sociales que se están implantando en Alemania, Francia,
Bélgica, y participa en las instancias internacionales promotoras de la reforma
social...»27.
El conservadurismo de fines del XIX es decididamente partidario del Estado
intervencionista en el campo social y económico y algunos de sus miembros
como Francisco Silvela, defensores, igualmente, del sufragio corporativo28.
El intervencionismo conservador expresado por Antonio Cánovas del Casti-
llo gira en torno a tres aspectos: en primer lugar, el proteccionismo económico;
en segundo lugar, la necesidad de una legislación social obrera, en el marco de
la libertad de contratación; y en tercer lugar, la necesidad de una contención de
las acciones revolucionarias mediante la defensa del orden público29.
Desde este ángulo, el intervencionismo estatal en forma de leyes obreras
cumple el objetivo político conservador de contrarrestarla revolución socialista,
haciendo concesiones a los obreros para atraerlos a posiciones moderadas, aun-
que esas concesiones se alternarán con la represión cuando sea necesaria30.

25. MONTERO, E, «Rerum Novarum». Escriture, contenue et reception d'une Encyclique, École Frangaíse de
Roma, 1997, p. 431.
26. Puede verse el artículo de MONTERO, E, «Conservadurismo y cuestión social», en TUSELL, ].;
MONTERO, E y MARÍN, J. M.a (eds.), Las Derechas en la España Contemporánea, Barcelona, 1997,
pp. 59-77.
27. MONTERO, E, «Conservadurismo y cuestión social» en TUSELL, }.; MONTERO, E y MARÍN, J. M. a
(eds.), Las Derechas en la España Contemporánea..., p. 61.
28. Véase el artículo de PORTERO, Florentino, «El regeneracionismo conservador. El ideario político
de Francisco Silvela», en TUSELL, ].; MONTERO, E y MARÍN, J. M. a (eds.), Las Derechas en la España
Contemporánea..., pp. 45-58.
29. CÁNOVAS DEL CASTILLO, Antonio, «Por mi parte, opino que será más ventajoso a la larga, el
concierto entre patronos y obreros, con o sin intervención del Estado, pero llegando a éste
siempre que haga falta...», «De los resultados de la Conferencia de Berlín y del estado social de
la cuestión obrera», en Problemas Contemporáneos, tomo III, Madrid, 1890, pp. 525 y ss., citado
por GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro C , Historia de las Derechas españolas..., pp. 182 y ss.
30. MONTERO, E, «La polémica sobre el intervencionismo y la primera legislación obrera en España,
1890-1900. El debate académico», Revista de Trabajo, n.° 59 y 60, p. 155, Madrid, 1980. Véase
también, del mismo autor, «Conservadurismo y cuestión social», en TUSELL, I.; MONTERO, E y
MARÍN, J. M.a (eds.), Las Derechas en la España Contemporánea..., pp. 59 y ss.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 185-218


El corporativismo en España: desde los orígenes a la década de 1930 201

El intervencionismo estatal se inscribirá, desaparecido el líder Antonio Cá-


novas, dentro de lo que se ha denominado el regeneracionismo conservador
expresado por Francisco Silvela, Eduardo Dato 31 , y más tarde, por Antonio
Maura.
Estas tres personalidades plantearon dos propuestas importantes dentro del
campo conservador español: la necesidad de reformar el sistema político aho-
gado por el caciquismo y la corrupción mediante la reforma de la ley electoral y
de la Administración Local, y la exigencia de una política social del Estado que
limitara las posiciones revolucionarias del movimiento obrero de entonces.
Por lo que se refiere al primer punto, el sistema político español de la Res-
tauración se basaba esencialmente, como es conocido, en el control caciquil del
poder por camarillas de los dos partidos del turno, conservadores y liberales, en
colusión de intereses con la nobleza terrateniente y la burguesía industrial, lo
cual propiciaba una amplia corrupción política.
Sin embargo, dentro de los propios partidos beneficiarios de la situación
había dirigentes políticos que perciben el cambio político y social que recorre la
Europa de fin de siglo, una Europa que camina hacia la democratización política
y social, hacia la expansión económica y política fuera de sus fronteras natura-
les, una Europa muy distinta de la del primer tercio del siglo XIX.
Además, la crisis desencadenada por la pérdida de las últimas colonias espa-
ñolas en la guerra hispano-norteamericana de 1898 creará un ambiente favora-
ble en la opinión pública española para las reformas políticas y sociales.
Estos dirigentes conservadores intentan realizar reformas que transformen
el sistema político caciquil para evitar desde «arriba», la revolución «desde aba-
jo», en frase conocida de Antonio Maura, y eso explica, además de la propia
recepción del positivismo, el culto por la moral política y el énfasis en la nece-
sidad de acercar la política al ciudadano. «Tanto Silvela como Maura, afirma el
profesor Suárez Cortina, entendieron la regeneración como una dignificación
de la política, más que como una verdadera modernización de la sociedad»32.
Efectivamente, la mayoría de los conservadores españoles no eran par-
tidarios de una reforma democrática del sistema político y social, dado su
pensamiento organicista tendían a reforzar la representatividad con el sufragio
corporativo y una reordenación social nueva.

31. Sobre Eduardo Dato, ministro de la Gobernación con Francisco Silvela, y más tarde, a co-
mienzos del siglo XX, él mismo Presidente de Gobierno, pueden leerse los trabajos de SECO
SERRANO, Carlos, «Perfil político y humano de un estadista de la Restauración» (Discurso de
recepción en la R. Academia de la Historia), Madrid, 1978; «Eduardo Dato y el catolicismo
social», en SECO SERRANO, Carlos y otros, La cuestión social en la Iglesia Española Contemporánea,
Zamora, 1981, pp. 75-93; MONTERO, E, «Conservadurismo y cuestión social», en Las Derechas
en la España Contemporánea..., pp. 59-77. Sobre Antonio Maura y el maurismo: TÚSELE, Javier y
AVILES FARRÉ, Juan, La Derecha española contemporánea. Sus orígenes. El maurismo, Madrid, 1986;
GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, M. a Jesús, «Regeneracionismo, reformismo y democracia en Antonio
Maura», en TUSELL, J.; MONTERO, E y MARÍN, J. M.a, (eds.), Las Derechas en la España Contempo-
ránea..., pp. 91-115.
32. SUÁREZ CORTINA, Manuel, La España Liberal (1868-1917), Madrid, 2006, pp. 154 y ss.

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202 Miguel Ángel Perfecto

Por otra parte, su estrecha vinculación con la ideología católica les impedía
el avance y la comprensión de un mundo en trance de secularización, mientras
el miedo al crecimiento del movimiento obrero les hacía mantener un sentido
represivo del orden público.
Los intentos de reformas políticas sobre todo en la Administración Local y
en el régimen electoral que llevaron a cabo los políticos citados anteriormente,
el programa de descentralización administrativa que defendieron, y el intento
de introducir, lo que se llamó la «representación de los intereses», es decir, el
sufragio corporativo, fueron los elementos más destacados de este conjunto de
reformadores conservadores a fines del siglo XIX y a comienzos del siglo XX.
Sobre el sufragio corporativo, como alternativa al sufragio universal, decía
Francisco Silvela: «Con el sufragio universal, se gobierna, pero con el sufragio
universal no se administra..., el ciudadano tiende a no valorar su derecho de
voto y con facilidad lo vende por nada. En cambio, un mandato de un círculo,
corporación o centro supone para el mandatario una mayor obligación, un se-
guro contra el fraude... utilizar para la construcción de los municipios, dentro
del sistema electoral, el elemento colectivo, los gremios...» 33 .
Así el sufragio corporativo constituiría un valladar frente a la falsificación del
sufragio en una sociedad con una opinión pública demasiado débil para evitarla
corrupción política; sin embargo, como acertadamente afirma Florentino Porte-
ro: «un liberal como Silvela recurría a sistemas no liberales con tal de avanzar, si
bien peligrosamente, por el camino de una mayor representación...» 34 .
En cuanto a las reformas sociales que pusieron en marcha como gobernantes
fueron el resultado del trabajo previo desarrollado por intelectuales krausistas
y en menor medida por católicos sociales, conservadores y liberales, con una
presencia reducida, no hay que olvidarlo, de sus verdaderos protagonistas, los
obreros y los patronos 35 .
Dicho trabajo se encauzó a través de la Comisión de Reformas Sociales, y el
Instituto de Reformas Sociales creado en 1903, un organismo que dependía del
Ministerio de la Gobernación, lo cual demuestra que en el fondo lo que subya-
cía en el reformismo social español era paternalismo, beneficencia y miedo a
los grupos obreros36.
En la política de reformas sociales podemos señalar tres fases: la primera
entre 1883 y 1903, caracterizada por el análisis y debates sobre el hecho y las
causas de la cuestión social, estuvo dirigida por la Comisión de Reformas So-
ciales; la segunda fase entre 1903 y 1917 se inicia con la creación del Instituto

33. SILVELA, E, «La organización municipal en las grandes ciudades» (conferencia de 30 de noviem-
bre de 1895), citado por PORTERO, Florentino, «El regeneracionismo conservador: El ideario
político de Francisco Silvela», en TüSELL, J; MONTERO, F. y MARÍN, J. M.a (eds.), Las Derechas en
la España Contemporánea..., pp. 55.
34. PORTERO, E, «El regeneracionismo conservador: El ideario político de Francisco Silvela», en Tu-
SELL, J; MONTERO, F. y MARÍN, J. M. a (eds.), Las Derechas en la España Contemporánea..., p. 55.
35. DE LA CALLE VELASCO, M. a Dolores, «Sobre los orígenes del Estado Social en España»..., pp.
138 y ss.
36. Véanse las obras de J. I. PALACIO MORENA sobre el tema, citadas anteriormente.

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El corporativismo en España: desde los orígenes a la década de 1930 203

de Reformas Sociales en 1903 cuya misión era preparar la legislación de trabajo,


cuidar de su ejecución y favorecer la acción social y gubernativa, y sigue en
1908 con la creación del Instituto Nacional de Previsión que tenía una doble
finalidad: difundir la necesidad de una previsión popular, en forma de pensiones
de retiro y administrar la Mutualidad Voluntaria de Asociados subsidiada por el
Estado37. El tercer período comienza en 1917 y llega a 1926; se caracteriza por la
necesidad de dar una respuesta a la creciente conflictividad social y a la propia
crisis del sistema de la Restauración, fruto de ello fue la creación del Ministerio
de Trabajo en 1920 por Eduardo Dato que agrupó al Instituto de Reformas So-
ciales y al de Previsión con el fin de tener un mayor control gubernamental de
las acciones de ambos organismos.
El creciente enfrentamiento entre los intereses de obreros y patronos dentro
del Instituto de Reformas Sociales inducen a pensar que esa sea la razón de
la sustitución del Instituto de Reformas Sociales por un nuevo organismo, el
Consejo de Trabajo en 1924 con representación patronal y obrera, pero mucho
más controlable por el Gobierno. Esta etapa culmina con la construcción de un
modelo corporativo basado en Comités Paritarios en 1926 en la Dictadura de
Primo de Rivera.
Del íntervensionismo estatal moderado, subsidiario, de épocas anteriores
tal como habían defendido krausistas, conservadores y católicos, se ha pasado
a un intervencionismo pleno donde el Estado y sus instituciones intervienen y
deciden en el campo económico y social38.
Con las leyes sobre accidentes de trabajo (1900), Mujeres y Menores del
mismo año y Descanso Dominical de 1904 se inaugura la legislación obrera
en España, legislación preparada y elaborada desde 1903 por el Instituto de
Reformas Sociales que se convierte en el instrumento de los liberales krausistas
para encauzar las reformas sociales con el apoyo declarado de conservadores y
católicos como Eduardo Dato.
En este mismo período destaca la aprobación de las leyes de Conciliación
y Arbitraje industrial y de Tribunales Industriales de 1908, germen del futuro
modelo corporativo de la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930).
Sin embargo, a pesar del crecimiento de la legislación social desde comien-
zos de siglo (sólo entre 1900 y 1910 se aprueban 531 disposiciones de carácter
social y laboral), su virtualidad fue escasa por el propio rechazo y boicot de los

37. Sobre los Seguros Sociales en España contamos con GÓMEZ MOLLEDA, M.a Dolores (dir.), Los
Seguros Sociales en España, Madrid, 1988, 3 vols.: MONTERO, F. y MARTÍNEZ QUINTEIRO, E., Oríge-
nes y antecedentes de la Previsión Social, vol. I; CUESTA BUSTILLO, Josefina, Hacia los Seguros Sociales
obligatorios. La Crisis de la Restauración, vol. II; SAMANIEGO BONEU, Mercedes, La unificación de los
Seguros Sociales a debate. La Segunda República, vol. III.
38. Véase mi artículo «Corporativismo y catolicismo social en la Dictadura de Primo de Rivera»,
en TÚSELE, J; MONTERO, F. y MARÍN, J. M.a (eds.), Las Derechas en la España Contemporánea...,
sobre todo las páginas 186 y ss.: «Lo esencial del entramado corporativo español es el papel
omnipresente del Estado... tanto sobre las corporaciones, como sobre los sindicatos, ya que
las corporaciones son organismos de derecho público por delegación del Estado, que a su vez
mantiene funciones fiscalizadoras sobre los sindicatos...».

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204 Miguel Ángel Perfecto

empresarios españoles, e igualmente por la actitud de oposición de los sindi-


catos y el partido obrero, lo cual llevó a la inoperancia de la legislación social
española como se muestra en las Memorias anuales de la Inspección de Trabajo
que publicaba el Instituto de Reformas Sociales a partir de 1906, y donde se
constataba «el grado de incumplimiento inicial de las leyes sobre el trabajo»39.

c) Las alternativas del catolicismo español. Catolicismo político y


Acción Social40
La restauración de la monarquía borbónica en 1875, en la persona de Al-
fonso XII fue acogida con bastantes esperanzas por los católicos españoles
tras el período revolucionario iniciado en septiembre de 1868, caracterizado
según la prensa católica «por la progresiva violación de todos los derechos de
la Iglesia»41. Sin embargo, el jefe de Gobierno, el conservador Antonio Cánovas
necesitaba negociar la permanencia del nuevo régimen con los grupos liberales
que habían participado en los inicios de la revolución de 1868.
Uno de los pilares del nuevo régimen político era no caer en errores de
regímenes anteriores creando un sistema pragmático y flexible que permitiera
gobernar a conservadores y liberales sobre la base de la tolerancia y los dere-
chos individuales. Pero para los católicos, la unidad católica era irrenunciable y
en consecuencia se opusieron a la libertad religiosa.
A pesar de las presiones de la jerarquía católica y el propio Vaticano, el Jefe
de Gobierno conservador mantuvo en su proyecto de Constitución dentro de
una declaración de confesionalidad del Estado una tolerancia restringida hacia
las demás religiones.
La aprobación de este proyecto que se convirtió en la Constitución de
1876 agudizó la división de los católicos españoles, por un lado se situaron los
católicos carlistas, que rechazaban la propia monarquía borbónica por liberal
y añoraban la monarquía absoluta con unión del Altar y el Trono; este grupo
contaba con un órgano de expresión de indudable influencia, «El Siglo Futuro» y
el apoyo de una parte de la jerarquía eclesiástica; por otro lado, se situaban los
católicos integristas, escindidos del carlismo en 1888, que ponían el acento no
en la vuelta a la monarquía tradicional, sino en una concepción estrictamente
confesional de la política y el poder, según la cual, todas las acciones debían

39. PALOMEQUE LÓPEZ, M. C , «La intervención normativa del Estado en la «cuestión social»», Ayer,
n.° 25, Madrid, 1997, p. 126 y continúa diciendo «la falta de recursos presupuestarios, la actitud
poco sensible a este propósito de las autoridades locales, y la propia desconfianza de los traba-
jadores destinatarios de las medidas normativas explican de suyo la insuficiente observancia de
la legislación obrera.», Ibidem, p. 126.
40. Un estado de la cuestión sobre el catolicismo social español en MONTERO, E, «El catolicismo
social en España. Balance historiográfico», en L'Histoire religieuse en Frunce et en Espagne, Madrid,
Casa de Velázquez, 2004, pp. 389-409. Una obra reciente, CUENCA TORIBIO, J. M., Catolicismo
social y político en la España Contemporánea. 'I870-Z000, Madrid. 2003.
41. La España Católica, 2 de enero de 1875, citado por BENAVIDES, D., Democracia y cristianismo en la
España de la Restauración, 1875-1931, Madrid, 1978, p. 13.

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El corporativismo en España: desde los orígenes a la década de 1930 205

estar subordinadas a la norma religiosa y a la institución eclesial42. Por último,


había una minoría católica prestigiosa que acepta el régimen constitucional
liberal y proponía crear un partido católico, la Unión Católica de Alejandro
Pidal y Mon, similar al Zentrum alemán, como medio para defender mejor los
derechos e intereses de la Iglesia, partido que constituyó un sonoro fracaso.
La división de los católicos respecto a la actitud a adoptar ante al régimen
liberal fue notable a pesar de los llamamientos papales a la unidad, ello explica
la organización de Congresos católicos a partir de los años 90 con la finalidad
de ofrecer una plataforma unitaria a católicos de distintas tendencias. En estos
Congresos participarán los tres sectores del catolicismo español, los integristas,
encabezado por Ramón Nocedal43, el más numeroso, los unionistas de Alejan-
dro Pidal, y los carlistas representados por el Marqués de Cerralbo.
En realidad, los Congresos católicos de fines del XIX representaron una
posición defensiva y confusa respecto al liberalismo y a lo que se denominaba
el mundo moderno y las nuevas ideologías obreras, esto se explícita en el re-
glamento del Congreso donde se propone «defender los intereses de la religión,
los derechos de la Iglesia y del Pontificado, difundir la educación e instrucción
cristianas, promover las obras de caridad y acordar los medios para la restaura-
ción moral de la sociedad»44.
El tratamiento de la problemática social en los Congresos católicos refleja la
absoluta insuficiencia teórica de los análisis católicos dominados por la filosofía
neotomista muy popular en los últimos años del siglo XIX.
La propaganda y acción social del catolicismo español se orientó a defender
y pedir al Estado una legislación adecuada sobre sus intereses dominantes: la
defensa y protección de la familia, el descanso dominical, la institución del
gremio como instrumento de armonía social, la defensa de la propiedad sobre
todo de la agraria y la organización corporativa.
El resultado se resume en propuestas caritativo-benéficas en línea con los
intereses patronales. Y la exigencia de una intervención estatal subsidiaria para
proteger a los más débiles.

42. «Su programa político-religioso intransigente casi teocrático, afirma Domingo Benavides, des-
pertaba fácilmente las simpatías del clero. Era una especie de demagogia religiosa... que supuso
un grave obstáculo para la participación de los católicos en la política de la nación... Y en esta
labor obstruccionista contó siempre con el apoyo del hermano menor, el partido carlista...»,
en BENAVIDES, D., Democracia y Cristianismo en la España de la Restauración..., p. 143. Sobre el
integrismo, puede consultarse CUENCA ToRIBIO, José Manuel, «Integrismo», en Diccionario de
Historia Eclesiástica, Madrid, 1972.
43. «El enfrentamiento entre la línea promovida por Roma (partidaria de aceptar como mal menor
el régimen liberal vigente) con los integristas, afirma Feliciano Montero, obstaculizó en muchos
momentos la marcha de las sesiones...», en Reformismo conservador y catolicismo social en La España
de la Restauración, -I889-'I902, Madrid, 1983, p.406.
44. SANZ DE DIEGO, Rafael M.a, «La Iglesia española y el reto de la industrialización», en GARCÍA
VlLLOSLADA, Ricardo, Historia de la Iglesia en España, t. V, La Iglesia en la España Contemporánea,
Madrid, 1979, pp. 624 y ss. Puede leerse también CUENCA TORIBIO, José Manuel, Estudios sobre
la Iglesia española del siglo XIX, Madrid, 1973, en especial, las pp. 177-205; URIGÜEN, Begoña,
Orígenes y evolución de la Derecha española: El Neo-catolicismo, Madrid, 1986.

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206 Miguel Ángel Perfecto

El objetivo del catolicismo era más bien religioso que social (evangelización,
reeducación cristiana de las clases populares para alejarlas de la propaganda
socialista y anarquista y el ejercicio de la caridad por los patronos) 45 .
Como señala uno de sus más destacados especialistas, el profesor Montero,
«el catolicismo social es en una gran medida una prolongación de la lucha con-
tra el liberalismo. La verdadera clave de la superación del conflicto social está
en la doctrina de la Iglesia. Reforma social y reconquista cristiana... son tareas
coincidentes»46.
Las coordenadas teóricas del catolicismo español del momento se movían
en torno a tres parámetros esenciales: la consideración de la propiedad como
derecho natural; la afirmación de la desigualdad humana y la nostalgia de los
gremios medievales.
Sobre el derecho absoluto de propiedad de origen divino, atemperado por
la caridad, ya se había pronunciado uno de los principales pensadores católicos
del siglo XIX, Jaime Balmes en 1843, y este mismo análisis se mantiene en los
años 8047.
En cuanto a la noción de desigualdad natural también es presentada por la
Iglesia como una cuestión de derecho divino, «Es un hecho la desigualdad y
hay que aceptarla como algo querido por Dios, desde y para siempre», se decía
en sermones de la época48. La aceptación de esa existencia «natural» de ricos
y pobres lleva a dos cuestiones importantes defendidas por los católicos espa-
ñoles, cuya finalidad era limar el escándalo social de los ricos, en primer lugar,
el rechazo del afán desmedido de las riquezas y la importancia de la caridad
cristiana, punto de partida de la llamada función social de la propiedad, y en
segundo lugar, la defensa teórica de la pobreza.
En este sentido, Antonio M. a Claret, un sacerdote de enorme prestigio en la
corte española señalaba en 1886" que «la vida del pobre es incomparablemente

45. El obispo de Madrid, Narciso Martínez Izquierdo, publicó un discurso en 1889 que refleja todo
lo anterior: «Hoy, decía, existe una terrible escisión entre ricos y pobres; un abismo insondable
los separa y ¿sabéis cuál es la causa?... Todo eso responde a los continuos esfuerzos del espíritu
del mal que ha arrancado del corazón del pobre la paciencia... El único remedio para estos
males es devolver a la caridad su carácter y filiación divinas y así es como nos la presenta la
Iglesia, madre de los pobres y menesterosos», en MARTÍNEZ IZQUIERDO, N., Pastorales, circulares
y discursos, Madrid, 1889, citado por PORTERO, J. Antonio, Pulpito e Ideología en la España del siglo
XIX, Zaragoza, 1978, p. 228.
46. MONTERO, E, «Los católicos sociales y los orígenes de la política social», Studia Historica-Historia
Contemporánea, vol. II, n.° 4 (1984), p. 58.
47. Jaime Balmes decía en 1843: «Sean las que fueran las teorías con que las diferentes escuelas
pretendan explicar el derecho de propiedad... lo cierto es que este derecho existe, que es
inviolable, sagrado... fundado en la ley natural, sancionado por la divina...», en BALMES, } . ,
Obras Completas, Madrid, 1949, vol. V, pp. 949 y ss. Es interesante leer al respecto, el artículo
de MARTÍ, Casimir, «Datos sobre la sensibilidad social de la Iglesia durante los primeros 30
años del movimiento obrero en España», en Aproximación a la Historia Social de la Iglesia española
contemporánea, Madrid, 1978, pp. 129 y ss.
48. PORTERO, J. A., Pulpito e ideología en la España del siglo XIX..., pp. 176 y ss.

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El corporativismo en España: desde los orígenes a la década de 1930 207

más tranquila que la del rico... la pobreza hace dulce la muerte, no porque
cause desesperación, sino porque no crea lazos en la tierra...» 49 .
En cuanto a la nostalgia de los Gremios medievales se mantenía como una
constante en los planteamientos eclesiásticos sobre la llamada «cuestión social».
Ya en 1872, el obispo de Salamanca, Dr Lluch, comentaba que «los gremios
asociaban como en una misma familia al amo y al dependiente, al propietario
y al proletario... la asociación era santificada por el principio y el sentimiento
religiosos. El derecho del amo era tan sagrado para el jornalero como para el
amo... nadie pensaba en trocar los papeles y el reparto de bienes...» 50 .
El gran problema del catolicismo político y social español del siglo XIX y
comienzos del siglo XX fue, por consiguiente, enfrentarse a las consecuencias
sociales y económicas de la industrialización y a los nuevos desafíos derivados
del laicismo, la democratización política, el incremento de la secularización, el
auge del intervencionismo estatal, etc., a partir de unos presupuestos teóricos
fosilizados que les impedían comprender las nuevas realidades sociales, políti-
cas y culturales.
En consecuencia, muchos católicos con sensibilidad social se encontraron
por un lado, coartados por las presiones conservadoras de la jerarquía eclesiás-
tica, y por otro, sometidos a un pensamiento integrista que lastraba un mejor
acercamiento a las nuevas realidades sociales y culturales.

d) La acción social católica y el sindicalismo


En el último tercio del siglo XIX se inicia en España la tarea de recuperar
para el catolicismo al mundo obrero, cada vez más alejado de la Iglesia, por la
extensión del socialismo y el anarquismo 51 .
La acción social de la Iglesia española se llevó a cabo mediante asociaciones
mixtas de patronos y obreros que recordaban, y no por casualidad, los viejos
gremios medievales arrumbados por el liberalismo y el capitalismo.

49. CLARET, Antonio M.a, Prácticas Dominicales, Madrid, 1886, citado por PORTERO, J. Antonio, Pul-
pito e ideología en la España contemporánea..., p. 219.
50. LLUCH GARRIGA, ]., La Internacional, Salamanca, 1872, citado por JUTGLAR, Antoni, Ideología y
clases en la España contemporánea, Madrid, 1969, pp. 126. Y continuaba diciendo «los verdaderos
remedios del mal que aqueja a los obreros no son ni los jurados mixtos... ni la participación de
los obreros en la propiedad de las empresas por medio de acciones, ni la disminución de horas
de trabajo, ni el paulatino aumento del salario. La solución es educar al pueblo en la religión
cristiana, haciéndolo justo, laborioso y sufrido...», p. 138.
51. Sobre la acción social y el sindicalismo católico pueden consultarse: LLORENS, M., «El P. Antonio
Vicent (1837-1912): Notas sobre el desarrollo de la acción social católica en España», Estudios de
Historia Moderna, n.° 4 (1954), pp. 396-435; CUENCA ToRIBIO, José Manuel, Escritos del P. Vicent.
Socialismo y anarquismo, Madrid, 1972; Del mismo autor, «El P. Antonio Vicent y los orígenes
del catolicismo social en España», en Estudios sobre la Iglesia española del XIX, Madrid, 1973, pp.
265-287; Sindicatos y partidos políticos católicos en España, ¿fracaso o frustración?, 1870-1977, Madrid,
2001; ANDRÉS GALLEGO, ]., Pensamiento y acción social de la Iglesia en España, Madrid, 1984; GAR-
CÍA NIETO, J. N., El sindicalismo cristiano en España, Bilbao, 1960; CASTILLO, J. José, El sindicalismo
amarillo en España. Aportación al estudio del catolicismo social español, Madrid, 1977; CUESTA BUSTI-
LLO, Josefina, Sindicalismo católico-agrario en España, Madrid, 1978.

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208 Miguel Ángel Perfecto

Estas asociaciones mixtas recibieron el nombre de Círculos Obreros y su


principal impulsor, aunque no el único, fue el jesuíta Antonio Vicent que se
implicó en dicha tarea a partir de la publicación de la encíclica de León XIII
Rerum Novarum en 1891.
En la formación de los Círculos Obreros tuvieron un papel importante las
experiencias social-católicas francesas (marqués de La Tour du Pin, Albert de
Mun, etc.), el pensamiento social alemán y austríaco (Monseñor Ketteler, barón
de Volgesang), los Congreso católicos celebrados en Lieja y Malinas a comien-
zos de los 90, y por supuesto, la propia encíclica Rerum Novarum.
La cuestión fundamental para el catolicismo social español era determinar
las causas del conflicto social, y en este sentido, siguiendo el magisterio de León
XIII, el P. Vicent las redujo a tres: la apostasía religiosa de las naciones que han
abandonado los principios católicos; el individualismo liberal, destructor de los
antiguos gremios medievales, enemigo del origen divino del poder e impulsor
del constitucionalismo y parlamentarismo; y finalmente, el socialismo, una
ideología atea que rechaza la propiedad privada en favor de la colectiva y que
está en contra del concepto tradicional de familia.
Para remediar la situación se crean los Círculos de Obreros integrados por
dos tipos de socios, los numerarios, es decir, obreros en activo, y los socios pro-
tectores, propietarios, industriales, etc. El gobierno del Círculo estaba a cargo de
una Junta formada por representantes de los socios numerarios y los socios pro-
tectores con un Consiliario nombrado por el obispo del lugar. En cuanto a sus
fines, eran cuatro: el religioso, el instructivo, el económico y el recreativo52.
En realidad, el Círculo Obrero no era más que un centro de formación re-
ligiosa y profesional controlado por patronos y sacerdotes aunque la finalidad
última era sustituir el sistema económico y político liberal por otro corporativo
de inspiración cristiana.
El medio a utilizar sería el Gremio integrado voluntariamente por patronos y
obreros del mismo oficio que desempeñaría una serie de funciones; en primer lu-
gar, regularía las relaciones laborales entre empresarios y trabajadores a través de
jurados mixtos que eliminarían el conflicto social; en segundo lugar, serviría de
protección social para los más necesitados; en tercer lugar, reclamaría al Estado
una legislación social adecuada; en cuarto lugar, sería el fundamento de un siste-
ma político corporativo puesto que la generalización de los Gremios y el aban-
dono del individualismo permitiría unas Asambleas legislativas corporativas.
La extensión de los Círculos Obreros y los debates sobre la acción social
católica llevados a cabo en los distintos Congresos Católicos de fines del siglo
XIX plantearon la necesidad de una unión nacional de círculos, que se llevó a
cabo en 1893 en Valencia. En esta ciudad y al hilo de las orientaciones realiza-
das por la encíclica leonina se funda el Consejo Nacional de las Corporaciones
Católicas. La estructura creada parte de las diócesis y sus consejos diocesanos

52. BENAVIDES GÓMEZ, Domingo, Democracia y Cristianismo en la España de la Restauración, -IS75-


19¡"l..., p. 215.

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El corporativismo en España: desde los orígenes a la década de 1930 209

que presididos por el obispo del lugar, junto con un presidente elegido por 3
años, ejercerían la labor de vigilar, supervisar y coordinar todas las asociaciones
obreras. En la cúpula se hallaba el Consejo Nacional integrado por todos los
presidentes de los consejos diocesanos.
El primer Consejo Nacional elegido en dicha reunión estuvo formado, entre
otros integrantes, por el arzobispo de Valencia y el marqués de Comillas como
Presidentes honorarios, junto al obispo de Segorbe, y como Presidente efectivo
el P. Antonio Vicent.
Tres años después, en 1896, se elige un nuevo Consejo Nacional en una
asamblea celebrada en la capital de España que estaba compuesto entre otros
por el Nuncio de Su Santidad y los arzobispos de Valencia y Madrid, junto con
el marqués de Comillas como Presidentes honorarios, y como presidente efec-
tivo el duque de Sotomayor asesorado por el consiliario general, P. Vicent.
Como puede comprobarse por los nombres de los dirigentes del Consejo
Nacional de Corporaciones católico-obreras, éste resultó ser un organismo
controlado por la aristocracia y la alta burguesía española, junto al episcopado,
donde los obreros tutelados eran considerados menores de edad.
En 1901, un católico social, Maximiliano Arboleya, canónigo de la catedral
de Oviedo, que defenderá el sindicalismo cristiano puro, afirmaba lo siguiente
sobre las corporaciones católico-obreras: «Diríase que esos centros no tiene más
objeto que ilustrar al obrero en cuestiones religiosas, darle una instrucción más
completa en su arte, hacerle más sufrido y resignado con las injusticias de que
es objeto...»53.
Según los datos ofrecidos por el propio Consejo Nacional de Corporaciones
Católico-Obreras de España, en 1900 estaban integradas en él 264 agrupaciones
desde Círculos a Gremios, o Cajas de Ahorros, que representaban a más de
76.000 asociados54.
A pesar de estas cifras, el crecimiento de las organizaciones socialistas en
España a comienzos del siglo XX y la constitución más adelante del sindicato
anarquista CNT, revelaron la insuficiencia de la alternativa católica, lo cual llevó
a su propio creador, el P. Vicent, a subrayar en 1904 el fracaso de los Círculos
con las siguientes palabras: «En la práctica, ¿qué hemos obtenido en tantos cír-
culos católicos...? En realidad, ha sido muy poca cosa... los patronos han recla-
mado siempre la absoluta libertad de contratación, y los obreros, han rechazado
unirse con los patronos para conseguir el gremio cristiano...»55.

53. ARBOLEYA MARTÍNEZ, Maximiliano, Liberales, socialistas y católicos ante la cuestión social, Valladolid,
1901, pp. 61-63, citado por BENAVIDES GÓMEZ, Domingo, Democracia y Cristianismo en la España
de la Restauración, •1875-1931.••, p. 224 y continuaba diciendo: «A los obreros de nuestros círculos
se les habla de religión, de moralidad, de resignación, de sus obligaciones... pero casi nunca se
les habla de sus legítimos derechos...».
54. Datos recogidos por BENAVIDES, Domingo, Democracia y cristianismo en la España de la Restaura-
ción, 1875-1931..., p. 222.
55. VICENTE, A., en Boletín del Consejo Nacional de las Corporaciones Católico-Obreras, Madrid, 1904,
p. 14, citado por BENAVIDES, Domingo, Democracia y Cristianismo en la España de la Restauración,
1875-1931..., pp. 225 y ss.

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210 Miguel Ángel Perfecto

4. EL PROYECTO CORPORATIVO DE LA DICTADURA DE PRIMO DE


RIVERA56
La dictadura de Miguel Primo de Rivera no fue un mero interregno entre la
Restauración y la Segunda República, sino un período donde se debatieron, ela-
boraron y experimentaron todo un conjunto de proyectos sociales y políticos,
tanto de raíz autóctona, como europea, que influirán decisivamente en los años
posteriores, época republicana y franquista57.
Si la dictadura de Primo de Rivera es la consecuencia del colapso del siste-
ma de la Restauración, conviene recordar que éste se produce en el marco de
una crisis generalizada del modelo político, social y económico liberal en toda
Europa tras la Primera Guerra Mundial.
Esto explicaría las discusiones sobre nuevos modelos sociales alternativos
al liberalismo que se extienden por España y toda Europa dentro de lo que
Maier definió como un intento de refundar la Europa burguesa, dando «nue-
va cohesión al orden social... al mismo tiempo que los europeos buscaban la
estabilidad... ellos mismos creaban nuevos ordenamientos institucionales... la
evolución hacia el corporativismo entrañó un declive del Parlamento...» 58 .
Bien es verdad que aunque Primo de Rivera pretendiera crear a partir de
1926, fascinado por el ejemplo italiano, no sólo un modelo de corporativismo
social, sino un modelo de corporativismo político cuyo reflejo será el proyecto
constitucional de 192959, lo cierto es que no había las condiciones sociales y po-
líticas para la realización de un proyecto político autoritario cercano al fascismo
italiano en aquellos años.
No obstante, durante el período dictatorial se forjarán los argumentos doc-
trinales que servirán de base a la derecha radical en el período de la Segunda
República: exaltación del mito del jefe, estructuración jerárquica de la Unión
Patriótica, concebida como un movimiento político integrador de tipo nacional,
al margen de los partidos políticos tradicionales, teorías organicistas políticas
y sociales, y sobre todo un concepto de Nación-patria de carácter esencialista

56. Puede verse mí ensayo «Regeneracionismo y Corporativismo en la Dictadura de Primo de Rive-


ra», en TUSEIX, J.; MONTERO, F. y MARÍN, J. M.a (eds.), Las Derechas en la España Contemporánea...,
pp. 177-196.
57. Sobre la naturaleza de la dictadura de Primo de Rivera escribí uno de los primeros estados sobre
la cuestión titulado «La Dictadura de Primo de Rivera: 60 años después», Swdia Historíca-Historia
Contemporánea, vol. I, n.° 4 (1983), pp. 223-227.
58. MAIER, S. Charles, La refundación de la Europa burguesa, Madrid, 1989, pp. 23 y ss.
59. En su manifiesto al país de 5 de septiembre de 1926 señalaba que «Fracasado el Sistema par-
lamentario en su forma actual... el Gobierno y la Unión Patriótica tienen la concepción de un
Estado de nueva estructura... célula principal de la nación ha de ser el municipio, y de él, la
familia, con sus rancias virtudes y su moderno concepto ciudadano. Núcleo, la provincia, y
vértebra principal que dirija todo el sistema, el Estado...», PRIMO DE RIVERA, Miguel, El pensa-
miento de Primo de Rivera, Madrid, 1929, pp. 34 y ss. Sobre las relaciones de las dos dictaduras
mediterráneas puede leerse TUSELL, J. y SAZ, I. «Mussolini y Primo de Rivera, las relaciones po-
líticas y diplomáticas de dos dictaduras mediterráneas», Boletín de la Real Academia de la Historia,
t. CLXXIX, 1982, p. 426.

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El corporativismo en España: desde los orígenes a la década de 1930 211

dotada de una dirección moral, junto con un nuevo tipo de Estado coordinador
y director de la economía y la vida social.
En definitiva, la dictadura de Primo de Rivera supuso un experimento polí-
tico nuevo, ante los problemas derivados del colapso del sistema liberal de la
Restauración que aun incorporando determinados elementos del pensamiento
tradicíonalista y católico español (antiparlamentarismo, defensa de la familia y
de la religión, rechazo de la lucha de clases y de las ideologías obreras, consi-
deradas disolventes de la sociedad), introduce conceptos modernizantes como
el papel del Estado autoritario, coordinador y regulador de las actividades eco-
nómicas y sociales60.
La dictadura destruyó el sistema político liberal, impidiendo la estabiliza-
ción política y social en un sentido democrático e inició una propuesta corpo-
rativa y autoritaria que superase el viejo modelo liberal oligárquico, pero, como
dijo su ministro de Trabajo, Aunós: «En aquella España de 1926 una estructura
corporativa totalitaria hubieses chocado contra los prejuicios liberaloides de la
burguesía... y de las clases obreras desorganizadas y sometidas al vasallaje de
ideologías antinacionales...» 61 .
El corporativismo primorriverista fue obra de Eduardo Aunós, subsecretario
y más tarde, ministro de Trabajo, un hombre miembro de una familia conser-
vadora acomodada de Lérida, de formación krausista, que había sido secretario
de Cambó. Aunós recibe la doctrina organicista a través de una triple fuente,
el krausismo, el nacionalismo catalán y el catolicismo social francés y español,
además su observación sobre los mecanismos paritarios para la resolución de
los conflictos sociales, experimentados en Cataluña, tras su puesta en marcha
por el Instituto de Reformas Sociales le prepara para encarar uno de los grandes
problemas de las élites gobernantes: la resolución del conflicto social mediante
fórmulas de armonía social que reduzcan los efectos del problema social y des-
activen al movimiento obrero organizado.
Por otra parte, Aunós fue un gran estudioso de todas las fórmulas autorita-
rias y totalitarias que se extendían en la Europa de entreguerras, sus relaciones
personales con el gran teórico del corporativismo italiano Bottai lo prueban,
igual que sus lecturas, e influencias de la Carta de Carnaro, obra del poeta

60. Esta tesis la hemos sostenido desde 1982 en la tesis doctoral, y en diversos artículos, entre ellos,
«Bases ideológicas de la Política Social de la Dictadura», Síudia Zamorensia Histórica, vol. VII,
1986, pp. 513-522; y en nuestro ensayo «Regeneracionismo y Corporativismo en la Dictadura
de Primo de Rivera», en TUSELL, ].; MONTERO, F. y MARÍN, J. M.a (eds.), Las Derechas en la España
Contemporánea..., pp. 177-196. En esta misma perspectiva, GIL PECHARROMÁN, Julio, Conserva-
dores subversivos. La derecha autoritaria alfonsina, 19'lí-i9í6, Madrid, 1994: «Su modelo de Estado
corporativo... le apartaba de los esquemas del catolicismo social y del tradicionalismo español
representado entonces por figuras como Vázquez de Mella y Gafo, para introducir un elemen-
to de modernidad totalitaria, que afectaría luego a corrientes de la extrema derecha como el
falangismo y el neotradicionalismo alfonsino...», p. 51. En la misma línea, el libro reciente de
GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo, La España de Primo de Rivera. La modernización autoritaria, 1923-
-1930, Madrid, 2005.
61. AUNÓS, Eduardo, La reforma corporativa del Estado, Madrid, 1935, pp. 136 y ss.

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212 Miguel Ángel Perfecto

prefascista D'Annunzzio, los escritos de Alfredo Rocco, o de los escritores ale-


manes como O. Spann u Otto Gierke, inspiradores del nuevo Derecho alemán,
tras la asunción del poder por Hitler.
El nacionalismo europeo de los años 20 recoge las doctrinas románticas que
identifican Estado, Sociedad y Nación, junto al organicismo como fórmula de
estructuración social. Pero, al mismo tiempo asume el pensamiento burgués
sobre la necesidad de las élites y la jerarquía social, junto al sindicalismo revo-
lucionario y las doctrinas racistas.
Este conjunto heterogéneo de planteamientos básicamente antiliberales y
antiparlamentarios se presenta como una doctrina modernizadora del orden
social y político frente a un liberalismo en retroceso, incapaz de adaptarse a los
enormes cambios que siguieron a la primera conflagración mundial.
Todo lo cual nos revela en Aunós a un hombre en posiciones diferentes al
tradicionalismo y catolicismo social español, y al contrario, inserto dentro de
la gran corriente autoritaria, antiparlamentaria y antiliberal que se extiende
por Europa, tras la Primera Guerra Mundial. Su propia trayectoria durante la
Segunda República y el primer franquismo donde milita en la derecha radical
nos lo confirma, y su modelo corporativo social sirvió de base al sindicalismo
franquista, en mayor medida que el proyecto sindical de la Falange.
El experimento corporativo primorriverista se inicia con el Decreto-Ley de
Organización Corporativa Nacional de 26 de noviembre de 1926 y culmina con
el Decreto-Ley sobre Organización Corporativa de la Agricultura de 12 de ma-
yo de 1928. El esquema doctrinal del corporativismo primorriverista parte de la
necesidad de solucionar la llamada «cuestión social» mediante la intervención
del Estado en los problemas sociales, encuadrando la clase obrera y patronal en
estructuras -no sindicales- de conciliación obligatoria.
Se ha especulado mucho sobre la influencia católico-social en la estructura
corporativa española a partir de las propias declaraciones de Aunós sobre las
aportaciones del catolicismo social francés y español a su proyecto, e incluso
sobre las indisimuladas simpatías de la élite católica social española desde su
órgano de expresión, El Debate.
Sin embargo, un estudio completo tanto de los textos corporativos escritos
por los hermanos Aunós, sus relaciones personales, así como la trayectoria
posterior en la República y el franquismo, como ya hemos indicado, no nos
permite afirmar el carácter católico-social del corporativismo primorriverista.
Como hemos defendido en otros ensayos 62 , el proyecto corporativo de la
dictadura obedece a otros supuestos ideológicos; si para el catolicismo social del
siglo XX el principio básico era la subsidiaridad del Estado, el modelo primo-
rriverista se basa, al contrario, en la preeminencia del Estado en la vida social y
económica. «Corresponde al Estado, decía Aunós, una función ética en la que

62. «Corporativismo y Catolicismo Social en la Dictadura de Primo de Rivera», Studia Historica-


Hístoria Contemporánea, vol. II, n.° 4 (1984), pp. 123-148.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 185-218


El corporativísimo en España: desde los orígenes a la década de 1930 213

el moderno Estado Social tiende a superar los supuestos del Estado Liberal y
abstencionista... »63.
El modelo de Estado Corporativo de Aunós partía de la idea de la estructu-
ración del país como una organización de «productores» por parte de un Estado
fuerte que armoniza intereses y controla todas las actividades humanas «desde
las más espirituales hasta las más predominantemente manuales»64.
Dicho Estado se caracterizaría por el sentido de la disciplina, impuesta por
un Gobierno fuerte; el sentido de la jerarquía, entendida como estructuración
social de la ciudadanía, y la ordenación funcional, es decir, la sujeción de
todos los organismos al Estado que coordinaría y planificaría la vida econó-
mica y social, atendiendo al predominio de los intereses colectivos sobre los
individuales65.
Todo lo cual refleja un tipo de Estado intervencionista y organicista donde
«nada de lo que tenga trascendencia en la vida social y afecte al interés colectivo
quede al margen (del Estado)»66.
En la esencia misma del experimento corporativo dictatorial se encuentra
una nueva teoría del Estado «que no quiere darlo todo al individuo, ni recono-
cerlo como único factor capaz de decidir sobre sus destinos... pretende que el
individuo actúe centrando su actividad dentro de los cuerpos especializados y
representativos de su categoría de trabajo, y que estos cuerpos vayan a confluir
en la organización y ordenación del Estado.. .»67.
El armazón del corporativismo social de Aunós partía del Comité Paritario,
organismo de derecho público con funciones delegadas del Estado estructu-
rado como una asociación mixta de patronos y obreros, con un Presidente y
un Secretario designados por el Ministerio de Trabajo. Sin embargo, no había
dependencia entre las instituciones paritarias y las agrupaciones sindicales y pa-
tronales. Estas se limitaban por ley a elegir a sus miembros en dichos Comités
que los investían, después, como funcionarios públicos.
Entre las razones de esta peculiar estructura se encontraba el carácter mar-
ginal del sindicalismo en el modelo corporativo de Aunós, como éste subrayó
repetidamente, y la inexistencia de unos sindicatos del régimen. Por eso se
insistió en la superación del sindicalismo, «residuo del liberalismo» en el marco
del nuevo Estado Corporativo, en consecuencia, sería éste quien asumiría la
defensa de los obreros, armonizando sus intereses con el interés general del
Estado.

63. AUNÓS, E., Estudios de Derecho Corporativo, Madrid, 1930, pp. 48 y ss. y continuaba diciendo «Este
contenido realista de la voluntad ética del Estado, que se traduce en el sistema y orden de las
tareas objetivas que constituyen en su propia base las corporaciones autónomas del trabajo, ha
de ser integrado... con la idea de autoridad...».
64. AUNÓS, Eduardo, El Estado Corporativo, Madrid, 1929, pp. 14 y ss.
65. Eduardo Aunós decía al respecto: «Nuestra época, es esencialmente orgánica e intervencionista.
La aspiración de los Estados es que nada de lo que tenga trascendencia en la vida social ya afecte
al interés colectivo quede al margen...», en Estudios de Derecho Corporativo, Madrid, 1930, p. 49.
66. AUNÓS, E., Estudios de Derecho Corporativo..., pp. 47 y ss.
67. AUNÓS, E., Eas Corporaciones de Trabajo en el Estado Moderno, Madrid, 1928, p. 143.

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214 Miguel Ángel Perfecto

El Comité Paritario disponía de funciones legislativas en el ámbito laboral


sobre todo la fijación de los pactos colectivos de trabajo que regulaban las rela-
ciones de trabajo en un determinado sector industrial. Dichos pactos colectivos
se diferenciaban de los acuerdos entre patronos y sindicatos por su generali-
dad ya que afectaban a todos los obreros y a todos los patronos del sector,
estuvieran o no representados en el Comité Paritario, y por su obligatoriedad,
dado que era el Estado el que concedía una eficacia generalizada a los acuerdos
celebrados. Además de las funciones legislativas, el Comité Paritario disponía
de facultades jurisdiccionales en materia de despido, creando una dualidad ju-
risdiccional con los Tribunales Industriales creados en 1908.
Los pactos colectivos de trabajo disponían de todas las características que
la ley italiana de 3 de abril de 1926 especificaba para ellos. La diferencia más
notable, en el caso español, se hallaba en que en España los pactos colectivos se
realizaban en el marco de un organización suprasindical, tutelada y controlada
por el Estado, mientras que en Italia se llevaban a cabo mediante las asociacio-
nes sindicales fascistas de obreros y patronos.
El reparto de competencias judiciales entre los distintos escalones del siste-
ma corporativo y la escasa formación jurídica de sus miembros llevaron a plan-
tear al Ministerio de Trabajo la creación de auténticos Tribunales de Trabajo,
en el marco del sistema judicial tradicional, similares a los que había creado el
fascismo italiano, pero la caída de la dictadura imposibilitó su constitución68.
Por último, el Comité Paritario tenía competencias sobre la formación pro-
fesional y sobre la elaboración de censos profesionales. Por encima del Comité
Paritario, en una estructura jerarquizada que culminaba en el propio Ministerio
de Trabajo, se hallaban las Comisiones Mixtas, formadas por agrupaciones
voluntarias de comités paritarios de industrias conexas. Sus funciones con-
sistían en juzgar las infracciones a los acuerdos de los comités paritarios o los
despidos.
Los Comités Paritarios del mismo oficio elegían el Consejo de Corporación
que determinaba las condiciones generales de reglamentación del trabajo;
resolvía las reclamaciones de los Comités paritarios, sancionaba los recursos
presentados contra los acuerdos de los Comités Paritarios y finalmente aseso-
raba al Gobierno en cuestiones laborales. Había 27 Consejos de Corporación,
distribuidos entre 10 Consejos del sector servicios, 15 del sector industrial y 2
para el sector de la minería. El esquema corporativo se completaba por arriba
con la Comisión delegada de Consejos de Corporación, organismo asesor del
Ministerio de Trabajo para cuestiones laborales.
Como puede comprobarse, el sistema corporativo no sólo era piramidal, con
una destacadísima presencia gubernamental, sino que presuponía una nueva
concepción según la cual el Estado descentralizaba sus funciones en el organi-
grama corporativo, de ahí a la expresión «unidad de poder y descentralización
de funciones» del franquismo sólo hay un paso.

68. AUNÓS, Eduardo, La reforma Corporativa del Estado,.,, p. 136.

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El corporativísimo en España: desde los orígenes a la década de 1930 215

La Organización Corporativa Nacional de 1926 que afectaba, esencialmente,


al mundo del trabajo en la industria, se completó en 1927 con la constitución de
la Organización Corporativa del Trabajo a Domicilio (20 de octubre de 1927) y
la Corporación de la Vivienda (17 de octubre de 1927); la primera regulaba un
sector, entonces muy importante de la producción (confección de ropa, calza-
do, guantes, géneros de punto, juguetería, joyería y platería, artesanía, etc.) y
se estructuraba en Comités Paritarios de patronos y obreros con el objetivo de
fijar un salario mínimo general que acercara el nivel salarial de sus trabajadores
al de los obreros del sector industrial.
Para garantizar la aplicación de sus acuerdos se creaban Comisiones Mixtas
Inspectoras, tuteladas por el servicio de Inspección de Trabajo y asesoradas por
el Patronato del Trabajo a Domicilio formado por 4 vocales, representantes de
las partes presentes en el Consejo de Trabajo (patronal, obreros, entidades cul-
turales y Gobierno), más 2 vocales designados por las Asociaciones Protectoras
del Trabajo a Domicilio.
Por lo que se refiere a la Corporación de la Vivienda estaba formada de
forma igualmente paritaria, por las Cámaras de la Propiedad Urbana y las
Asociaciones de Inquilinos y se ocupaba de la resolución de todas las cuestio-
nes que afectaban a propietarios e inquilinos (contratos, uso de las viviendas),
además de la creación de mecanismos de cooperación entre los dos sectores
como el seguro de pago de alquileres, los abastecimientos o la prevención de
los conflictos entre propietarios y arrendatarios. En la cúspide de esta organi-
zación corporativa de la vivienda se hallaba el Consejo de la Corporación de la
Vivienda, dependiendo directamente de la Dirección General de Corporaciones
del Ministerio de Trabajo.
Por último, el 12 de mayo de 1928 se aprobó el Decreto Ley de Organi-
zación Corporativa de la Agricultura que pretendía dar cabida, según decía el
preámbulo del decreto, a una institución mixta que agrupara a todos los inte-
reses agrarios, procurando armonizar el criterio de unidad con el de la variedad
típica de la organización social de la tierra69.
La tardía creación de la Organización Corporativa de la Agricultura se debió,
según un especialista agrario de la época, a la complejidad de crear un sistema
corporativo en el campo dada la diversidad de situaciones70.
La Organización Corporativa de la Agricultura se estructuraba en tres
grandes Corporaciones, a su vez formadas por Comités Paritarios como en la
industria: la Corporación de Trabajo Rural, que agrupaba a patronos y obreros
agrícolas; la Corporación de Propiedad Rústica, formada por propietarios y
arrendatarios, colonos y aparceros; y finalmente, la Corporación de la Industria
Agrícola, integrada por productores de materias primas y los representantes

69. Gaceta de Madrid, de 22 de mayo de 1928.


70. T.J.L., «Breves ideas sobre la organización agraria en España», Revista de Política Social, n.° 3
(1928), p. 137: «salvo en Andalucía y Extremadura, tierras de latifundios donde se determinan
con trazos vigorosos los grupos patronales y obreros, el cultivo del agro se diversifica en multi-
tud de situaciones intermedias...».

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 185-218


216 Miguel Ángel Perfecto

de las industrias agrarias; de esta Corporación estaban excluidos los obreros


de las propias industrias, sujetos al Decreto Ley de Organización Corporativa
Nacional de 1926.
La puesta en marcha de la Organización Corporativa de la Agricultura tro-
pezó con dos problemas importantes, en primer lugar, la definición de sindicato
agrario y asociación patronal, algo necesario para el funcionamiento de los
comités paritarios y la elección de los vocales que los integraban; y en segundo
lugar, el procedimiento electoral, proporcional o mayoritario, que serviría de
base para elegir a los miembros de los comités.
En el primer caso, la definición de sindicato o patronal agrarios partía de una
realidad en la que los sindicatos agrícolas de la época eran mixtos y por lo tanto
tenían, según el decreto, que convertirse en organizaciones puras de empresa-
rios o de obreros agrícolas. Por ello, el propio ministro de Trabajo planteó la
puesta en marcha del Decreto en dos fases, una provisional, con agrupaciones
paritarias de gran alcance territorial, y más tarde, se irían formando poco a
poco los diferentes comités paritarios locales, interlocales y provinciales71. En
cuanto al modelo de elección de los vocales en el campo se diseñó un sistema
proporcional para favorecerlos intereses del sindicato socialista UGT, aliado del
ministro de Trabajo, frente a la gran patronal católica, la CONCA, que defendió
el mayoritario, como en la industria. De esa manera, la UGT tendrá la oportu-
nidad de crecer en el campo español72, mientras que el sistema mayoritario de
la industria les permitía marginar a los sindicatos católicos y los libres.
Sobre la colaboración socialista con la dictadura73, y en especial, su parti-
cipación en el sistema corporativo conviene señalar, lo siguiente; en primer
lugar, el objetivo básico del sindicato UGT, desde sus inicios, consistió en el
mantenimiento de su organización a toda costa moderando, si era preciso, sus
posiciones reivindicativas74; en segundo lugar, la búsqueda de la hegemonía
sindical frente a los anarquistas y los católicos, para ello utilizarán todos los
cauces que les ofrecía la dictadura, desde el Estatuto municipal de Calvo Sotelo,
hasta la Organización Corporativa o la presencia en el Consejo de Trabajo y el
Consejo de Estado, sin olvidar que existía dentro del sindicato y el propio PSOE
una corriente corporativista que hundía sus raíces en el krausismo español,

71. AUNÓS, E., Estudios de Derecho Corporativo..., p. 155.


72. «Las campañas de propaganda iniciadas en 1928 por zonas rurales... fueron la base sobre la
que se procedería a la definitiva constitución de la Federación Nacional de Trabajadores de la
Tierra... Para estos nuevos afiliados... ser socialista... consistía en implantar los comités parita-
rios..,», en JULIA, Santos, Los socialistas en la política española..., pp. 136yss.
73. Puede leerse el libro de ANDRÉS GALLEGO, ]., El Socialismo durante la Dictadura, Madrid, 1977, en
especial las pp. 86-88. Más reciente la obra de JULIA, Santos, Los Socialistas en la política española,
Madrid, 1997.
74. MORAL SANDOVAL, Enrique: «El primer objetivo que se proponen las organizaciones socialistas...
consiste en proseguir se reestructuración general a todos los niveles, así como el mantenimiento
de la organización ante el peligro real que representaba la Dictadura...», en «El socialismo y la
Dictadura de Primo de Rivera», en JULIA, Santos (ed.), El Socialismo en España, Madrid, 1986,
pp. 195 y ss.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 185-218


El corporativismo en España: desde los orígenes a la década de 1930 217

pero también en el laborismo británico, la socialdemocracia austríaca, e incluso


dentro de la propia Organización Internacional del Trabajo75. En tercer lugar, la
propia división del PSOE entre los que defendían que el sindicato era la correa
de transmisión del partido, vanguardia del proletariado, de acuerdo con la espe-
cialízación de tareas (Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos, entre otros), y los
que, en cambio, subrayaban la necesidad de una autonomía real del sindicato
frente al partido e incluso la acción política del sindicato, como el propio sindi-
calismo británico (Largo Caballero y Luis Araquistain, entre otros)76.
En definitiva, la estructura corporativa de la dictadura significó la puesta en
marcha de un moderno Derecho del Trabajo, y el fin de las relaciones laborales
individuales llevadas a cabo por trabajadores y empresarios, su influencia sobre
los proyectos laborales republicanos, los Jurados Mixtos implantados por Largo
Caballero y el propio sindicalismo vertical franquista es innegable.

NEOCORPORATIVISMO
La historia del nacimiento y construcción de una teoría neocorporativa a
partir de los años 60 del siglo XX, tiene que ver con una doble constatación: la
extensión de regímenes políticos de carácter socialdemócrata en la mayor parte
de los países europeos, y la consideración de que el viejo sistema de represen-
tación pluralista liberal pasaba por una grave crisis.
El sistema pluralista, formulado en Estados Unidos en la década de los 50 y
60 se basaba en la existencia de un mercado político donde cada grupo reclu-
taba a sus miembros y proponía medios de acción que suscitaban el sostén de
la población.
De la interacción entre los grupos entre sí, con el Estado como arbitro, surgi-
rían políticas tendentes a desarrollar el denominado «mínimo social óptimo»77.

75. Véase las opiniones de Largo Caballero en diferentes artículos publicados en El Socialista: «La
organización corporativa paritaria y la organización obrera (4, 8 al 15 de marzo de 1927); «La
organización corporativa, decía, es un aspecto de la democracia económica que permitirá librar
de grandes trastornos a la economía nacional... La función de los comités paritarios podrá
satisfacer los anhelos de pacificación social o de humanización de las relaciones entre capital y
trabajo...» o las palabras favorables del socialista Albert Thomas, Presidente de la Organización
Internacional de Trabajo a la obra de Aunós prologando libros de éste sobre la organización
corporativa española.
76. PÉREZ LEDESMA, M., «Partido y Sindicato: Unas relaciones no siempre fáciles», en JULIA, Santos
(ed.), El Socialismo en España..., pp. 213 y ss.
77. Sobre estos planteamientos, existe una vasta bibliografía, centrada sobre todo en el campo so-
ciológico, con escasas aportaciones de historiadores, entre otros, puede consultarse: SCHMITTER,
Ph. C , «Neocorporativismo y Estado», REISS, n.° 31 (1985), pp. 40-63; BERGER, S. (ed.), La orga-
nización de los grupos de intereses en Europa Occidental, Madrid, 1988; LEMBRUCH, G., «Democracia
consociacional, lucha de clases y nuevo corporativismo», Papeles de Economía Española, n.° 22
(1985); GlNER, S. y PÉREZ YRUELA, M., La sociedad corporativa, Madrid, 1979; GlNER, S. y PÉREZ
YRUELA, M. (eds.), El Corporatismo en España, Madrid, 1988; GlNER, S. y SARASA, S. (ed.), Buen
Gobierno y Política Social, Madrid, 1997; ESPINA, A., «Armonización de intereses versus lucha de
clases», en SANZ MENÉNDEZ, L. (ed), Representación de intereses y políticas públicas: ¿Corpo-
ratismo o Pluralismo?», Zona Abierta, n.° 67/68 (1994); MARTÍNEZ AlIER, }., «Viejas ideologías y
nuevas realidades corporativistas», REISS, n.° 31 (1985), pp. 119-142; PICÓ, ]., Teorías sobre el

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 185-218


218 Miguel Ángel Perfecto

Estas tesis han sido atacadas por otros sociólogos para quienes el proceso de
formación de grupos de intereses, reduce el carácter representativo del sistema,
al favorecer la estructuración y jerarquización social.
De hecho, la denominada teoría pluralista, germen de las posiciones neocor-
porativas, pone el acento en la intervención de los grupos sociales de intereses,
sobre la intervención directa de los ciudadanos que reclamaba el liberalismo
clásico.
El pensamiento neocorporatista plantea la necesidad de una integración pro-
gresiva de los distintos grupos sociales de intereses en el proceso de elaboración
y puesta en práctica de las políticas públicas. Dicha integración se lograría me-
diante la institucionalización de los grupos de intereses y la práctica sistemática
de políticas de negociación y compromiso. Esto implicaría el reforzamiento de
los sindicatos y organizaciones empresariales como agentes de desarrollo de
políticas públicas, compartiendo las responsabilidades con el Gobierno.
En realidad, las propuestas neocorporatistas representan, por una parte,
la continuidad de la tradición corporativa social del siglo XIX, alejada, obvia-
mente, de su carácter político autoritario, y la búsqueda de nuevas fórmulas
políticas y sociales que resuelvan los problemas del liberalismo político clásico
sobre la base de un modelo de democracia de consenso, alejado del modelo
representativo y partidario tradicional.

Estado del Bienestar, Madrid, 1987; ZARAGOZA, A. y VÁRELA, J. «Pactos sociales y corporatismo
en España», en ZARAGOZA, A. (ed.), Pactos sociales, sindicatos y patronal en España, Madrid, 1988,
pp. 43-75; WlLSON, F. L., «Neocorporativismo y auge de los movimientos sociales», en DALTON,
R. J. y KUECHLER, M. (eds.), Los Nuevos Movimientos Sociales, Valencia, 1992, pp. 101-123.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 185-218


UNA UNIDAD MILITAR EN LOS ORÍGENES DEL
FASCISMO EN ESPAÑA: LA LEGIÓN

José L. Rodríguez Jiménez

INTRODUCCIÓN
En el verano de 1921, inmediatamente después de la derrota en Annual, un
sector del conservadurismo español, el más identificado con la nueva derecha
autoritaria y nacionalista que irrumpe con fuerza en el escenario europeo, inicia
una campaña de exaltación de una unidad militar de reciente creación y desti-
nada a la guerra en Marruecos, el Tercio de Extranjeros o Legión. Sin embargo,
en noviembre de 1922 el jefe de la Legión, teniente coronel José Millán Astray,
presenta la dimisión y solicita el pase a la situación de retirado. Esta iniciativa,
auténtica provocación al Gobierno, forma parte de una estrategia diseñada por
esa derecha, en cuyas filas figuran varios de los promotores del colonialismo
español, que exigen que se dé continuidad a la campaña en Marruecos hasta la
victoria definitiva sobre las fuerzas indígenas que manda Abd-el-Krim. Sólo así,
argumentan, sería posible recuperar el orgullo nacional y proceder a la explota-
ción económica de ese territorio, cuestión que ha ganado en importancia desde
el momento en que, una vez finalizada la guerra en Europa, ha disminuido
drásticamente el volumen de negocios al que han tenido acceso las empresas
españolas1. Para ello sería preciso liquidar la influencia de las Juntas de Defen-
sa2, asociación del arma de Infantería nacida en el contexto de la crisis de 1917
para exigir la renovación de la vida política pero también, cada vez más, para
canalizar sus reivindicaciones corporativas, relacionadas con el mantenimiento

1. Sobre las empresas españolas con intereses en las minas del Rif y el conjunto del protectorado,
véase MORALES LEZCANO, Víctor., El colonialismo hispanofrancés en Marruecos (1898--I927), Madrid,
1976, especialmente los caps. 2 y 3; y MADARIAGA, M.a Rosa de, España y el Rif. Crónica de una
historia casi olvidada, Melilla, 2000, pp. 125-147.
2. En realidad, en enero de 1922 Maura, como jefe de Gobierno, y La Cierva, ministro de la Guerra
(antes favorable a los junteros), consiguen la reconversión de las juntas en comisiones informati-
vas integradas en el Ministerio de la Guerra y sometidas por tanto al código de justicia militar.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 219-240


220 José L. Rodríguez Jiménez

del poder adquisitivo de la oficialidad y la aplicación de una escala cerrada. Los


junteros se muestran muy críticos con la profusión de condecoraciones, premios
en metálico y ascensos en beneficio de los compañeros que prestan servicio
en el norte de África, lo que les enfrenta a éstos, a los africanistas; reciben este
apelativo los jefes y oficiales que han solicitado ese destino y son partidarios de
proseguir las operaciones militares en Marruecos y de los ascensos por méritos
de guerra. Sería necesario, además, dar carpetazo al expediente que sobre los
sucesos ocurridos en la comandancia general de Melilla ha terminado de redac-
tar, por orden del Gobierno, el general Picasso y que debe ser llevado a las Cor-
tes para su discusión y determinación de responsabilidades por lo ocurrido en
Annual. De forma que entre los militares africanistas y los políticos que actúan
de portavoces de los intereses coloniales se forja una red de relaciones y de in-
tereses mutuos, y dos de los jefes de la Legión, el teniente coronel Millán Astray
y el comandante Francisco Franco, son utilizados como estandartes de lo que
debe hacerse en Marruecos. Y al mismo tiempo la Legión aparece identificada
no con los postulados de un Gobierno, algo imposible dada la escasa duración
de los gabinetes de aquella época, ni siquiera con el conjunto de las fuerzas de la
derecha, pues la derecha española se haya profundamente dividida a nivel pro-
gramático e ideológico, sino con una de las corrientes de la derecha, aquella que
se desborda en entusiasmo ante la estrategia seguida por el fascismo italiano
en su camino hacia el poder. Por este motivo nos parece interesante reflexionar
sobre la identificación de la Legión con un movimiento político3, el maurismo,
y sobre el papel desempeñado por el jefe de esta unidad, con el respaldo de,
al menos, una parte de sus oficiales en la agitación de la calle a manos de los
precursores del fascismo en España.

LA LEGIÓN, UNIDAD MILITAR ESPECIAL


Infantería de choque para la guerra de Marruecos
Ya antes de la crisis del 98, en el contexto del reparto de África propiciado
por el colonialismo europeo, se ha manifestado el interés de ciertos sectores po-
líticos y económicos españoles por obtener el dominio de territorios en el con-
tinente africano. El tratado firmado con Francia en 1904 para el reparto de Ma-
rruecos en zonas de influencia y su ratificación en 1912, para el establecimiento
de un régimen de protectorado, viene a satisfacerlas expectativas de grupos que
operan en un Estado cuyo peso es muy escaso en el escenario internacional.
Para entonces el interés por la zona que ha correspondido a España, que es la
septentrional, ha aumentado en el mundo empresarial, por la riqueza minera y
las obras de infraestructura que podrían llevarse a cabo, entre los políticos mo-
nárquicos, deseosos de forjar de nuevo una imagen prestigiosa de España en el
plano internacional, una parte de los cuales actúan en connivencia con grupos

3. Recogemos así un debate apuntado por UCELAY DA CAL, Enric, «Los orígenes del fascismo en
España: El militarismo», en FONTANA, ],, Historia i projecte social. Reconáxetnent a una trajectbria,
Barcelona, 2004, pp. 1380-1410.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 219-240


Una unidad militar en los orígenes del fascismo en España: la Legión 221

económicos, y también entre los oficiales y jefes del ejército, pues una nueva
campaña supondría la posibilidad de combatir de nuevo, alcanzar una victoria
en el campo de batalla, ascensos y honores y acallar las duras críticas recibidas
por la derrota del 98; además, el muy joven e inexperto rey Alfonso XIII, coro-
nado en 1902 con 16 años, es muy favorable a la empresa colonial.
Pese a que se combate frente a fuerzas carentes de instrucción militar y de
armamento pesado, que rechazan la autoridad del sultán y la presencia extran-
jera en su país, la evolución de las operaciones militares es muy poco satisfac-
toria para España. Esto obliga a una reflexión sobre la capacidad de un ejército
basado en el servicio militar obligatorio, pero del que se libran los hijos de las
familias que más patriotas se declaran, es decir, las que disponen del dinero
necesario para pagar la sustitución o redención a metálico. Precisamente la mala
marcha de la guerra y la desigualdad del servicio en filas dan lugar a sucesivas
campañas de protesta que, impulsadas por socialistas y republicanos, cuentan
con un amplio apoyo entre la población, no circunscrita a la izquierda política.
Se plantea entonces la necesidad de contar con un ejército colonial nutrido de
voluntarios, al estilo del que poseen Gran Bretaña, Francia y otros países. Nacen
así, en 1911, las fuerzas de Regulares Indígenas. Pero las fuerzas indígenas son
de momento escasas en número, por lo que apenas se atenúa el problema de
las bajas españolas, y en muy escasa medida se progresa en la ocupación del te-
rritorio. Además, en 1912 se modifica el sistema de reclutamiento y se suprime
la redención mediante el pago de una cantidad de dinero. De forma que ahora
existe la posibilidad de que los hijos de las familias con mayores recursos sean
destinados a Marruecos. Por ello los partidos dinásticos van a poner en marcha
otras iniciativas para que el servicio en Marruecos sea cubierto con voluntarios.
Una vez fracasado el sistema de soldado-colono, el de los voluntarios con premio,
a base de un incentivo con tierras una vez cumplido el servicio, en 1918 el Esta-
do Mayor Central comienza a trabajar en la organización de una nueva unidad
de infantería, según el modelo de la Legión Extranjera Francesa. Y en enero de
1920 un real decreto establece el llamado Tercio de Extranjeros, al que sus jefes
y oficiales denominan Legión.

El espíritu legionario
El teniente coronel Millán Astray figura entre los militares que más empeño
ha puesto en reivindicar la necesidad de una unidad de infantería de choque a
base de voluntarios extranjeros y españoles para ser empleada en el norte de
África. Con este propósito ha visitado el Ministerio de la Guerra y se ha ofreci-
do para organizar y mandar a la nueva tropa. No sólo eso, una vez que la Legión
es una realidad y él es ascendido a teniente coronel y puesto al mando, va a
reivindicar como propio el proyecto: él habría sido el primero en sentir su nece-
sidad y el primero en plantearla en medios militares. Millán Astray se esfuerza,
además, en dotar a la Legión de un estilo propio, bronco y aguerrido, que tras-
cienda la mentalidad africanista, ultraconservadora y militarista, que concibe la
guerra, en un mundo supuestamente siempre en conflicto, como escuela para

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222 José L. Rodríguez Jiménez

la vida, algo vital y heroico 4 . Al propósito de que la Legión se distinga del resto
de unidades de infantería responden el nombre original, Tercio de Extranjeros,
en recuerdo de los tercios, que fueron la base del sistema militar español del
siglo XVI, el uniforme verde grisáceo, la camisa de cuello abierto, el gorro con
borla, el himno (La canción del legionario), las canciones (La Madelón, El novio
de la muerte), los gritos (¡Viva la muerte!), los guiones de las banderas (nombre
que reciben los batallones), las mascotas, el régimen disciplinario, de extrema
dureza en los castigos, a menudo físicos, y lo que Millán Astray concibe como
liturgia legionaria. Una liturgia conformada por un conjunto de poses, gestos y
una retórica, resumida en el Credo legionario, con la que pretende transmitir a
los voluntarios un sentimiento tribal, de pertenencia a una colectividad guerrera
capaz de vivir con intensidad el compañerismo, el sufrimiento, el deseo de su-
peración y la proximidad de la muerte. Uno de los espíritus del Credo legionario
plantea el culto a la muerte, el cual será consustancial a la Legión:
«El espíritu de la muerte. El morir en el combate es el mayor honor. No se muere
más que una vez. La muerte llega sin dolor y el morir no es tan horrible como parece.
Lo más horrible es vivir siendo un cobarde».
Millán Astray se referirá de forma reiterada a la posibilidad de la muerte de
los legionarios en combate, que resulta ser casi una exigencia en sus arengas:
«La Legión os pide sin escrúpulos y sin miramientos que muráis por una causa
que ella defiende y en virtud del compromiso que habéis firmado». Rinde así
culto no sólo al valor y al sacrificio por la patria, sino también a esa especial
circunstancia de la vida que es la muerte, la cual cumpliría el papel de igualar
a todos los mercenarios y, lo más importante, diluir el hecho de que se trata
de mercenarios. La muerte, tras igualar a todos, abre las puertas a la redención:
quedan redimidos de un pasado turbio y lleno de amarguras los que entregan
su vida por la patria española, que, entre tanto, a la espera de ese momento,
ya los acoge. Este culto a la muerte, asumido por el conjunto de la oficialidad
legionaria, es propio de la época en la que nos encontramos, cuando destaca-
dos filósofos e intelectuales europeos hacen bandera del irracionalismo y de la
primacía de la fuerza, el instinto y las pasiones sobre la razón. Es además algo
muy presente en el ideario de algunas de las organizaciones de ex combatientes
de la guerra mundial y muy especialmente, en el plano de los discursos y de
la simbología (la calavera y las tibias), en los arditi, precursores de las primeras
escuadras fascistas en Italia, y en los freikorps que colaboran en la derrota de la
revolución espartaquista en Alemania y procuran después desestabilizar la Re-
pública de Weimar, al igual que lo estará en varias de las secciones del Partido
Nazi, hasta llegar al anillo Totenkopf, o de la calavera, reservado a los veteranos
de las Escuadras de Seguridad o SS; la calavera, compañía inseparable de los

4. Sobre las relaciones entre el ideario de la Legión y la derecha antiliberal y la extrema derecha véa-
se GALEY, J. H., «Bridegrooms of Death. A Profile Study of the Spanish Foreign Legión», Journal of
Contemporary History, vol. 4, n.° 2 (abril 1969), pp. 47-64; y RODRÍGUEZ, José Luis, ¡A mí la Legión!
De Millán Astray a las misiones de faz, Barcelona, 2005.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 219-240


Una unidad militar en los orígenes del fascismo en España: la Legión 223

miembros de estas milicias políticas, simboliza la obediencia, la hermandad, la


camaradería y la voluntad de entregar la vida en cualquier momento por el bien
de la nación, el pueblo o la raza.

La Legión en los medios de comunicación de la derecha autoritaria.


Franco, el hombre de los colonialistas
Lo ocurrido en Annual, al este de Melilla, en el verano de 1921, la derrota y
la masacre de las tropas que manda el general Fernández Silvestre a manos de
las harkas rifeñas, con el resultado de más de 8.000 españoles muertos, supone
una nueva catástrofe militar que añadir a la reciente historia española. Cuando
tiene lugar el desastre de Annual y el desmoronamiento del dispositivo militar
de la zona oriental del protectorado, las tropas legionarias acaban de salir del
período de instrucción y participan en sus primeros combates en la zona occi-
dental del protectorado. Se trata para entonces de una unidad militar descono-
cida para los españoles. Sin embargo, las noticias llegadas a la península sobre
la derrota sufrida en tierras africanas, sitúan a la Legión en el primer plano de
la actualidad. La Legión aporta una buena carta de presentación: sus contin-
gentes figuran entre los primeros refuerzos recibidos por la ciudad de Melilla,
los cuales consiguen levantar la moral de unas gentes presas del pánico, y
durante los meses siguientes, las banderas legionarias ocupan la vanguardia de
las operaciones puestas en marcha para la recuperación del territorio perdido.
Además, la opinión pública, y sobre todo la oposición republicana y socialista,
exige responsabilidades por lo ocurrido. A los mandos militares les llueven las
críticas, por el grave error cometido por Fernández Silvestre en la planificación
de las operaciones, sin que el alto comisario en Marruecos, general Dámaso Be-
renguer, imponga la autoridad que se le supone en la dirección de la campaña,
y por otras cosas que se van sabiendo, que incluyen un alto grado de corrupción
en la comandancia. De la quema se salvan pocas unidades, y dado que una
parte de los Regulares se han pasado a Abd-el-Krim, la imagen de la Legión sale
muy favorecida. Conforme van llegando noticias del desastre se habla más del
Tercio, al que una parte de los medios de comunicación atribuyen el papel de
vengador de las crueldades cometidas por los rífenos con los soldados españoles
que se han rendido en Monte Arruit, Zeluán y otras posiciones. Si de lo que se
trata, se nos dice, es de derrotar al cabecilla rifeño e infringir a las tribus que le
siguen un duro castigo, para ello nada mejor que una fuerza de primera línea
formada por mercenarios sin miedo a la muerte, como decía la propaganda le-
gionaria. De hecho así va a ser. La infantería de choque, la Legión y Regulares,
asumen las tareas de mayor riesgo, en vanguardia cuando se avanza para la
ocupación de posiciones, después de lo cual se procede a la eliminación de los
prisioneros y a la destrucción de los poblados del enemigo, y en la retaguardia
cuando es preciso cubrir el repliegue de otras unidades.
Así las cosas, ante la necesidad de crear héroes militares para los relatos con
los que se intenta convencer a la opinión de la necesidad de la campaña militar,
la prensa monárquica y los semanarios de actualidad gráfica destinados al en-

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 219-240


224 José L. Rodríguez Jiménez

tretenimiento de las clases medias traen a la Legión a sus páginas como noticia,
y también como resorte para la recuperación del orgullo nacional herido, y
pronto lo harán, asimismo, una serie de novelas. Muy especialmente lo hacen
aquellos medios favorables a la explotación colonial del territorio marroquí y
tentados por las propuestas de la emergente derecha autoritaria, aquella que
reniega del conservadurismo liberal y apuesta por fórmulas de gobierno basa-
das en un ejecutivo fuerte y cámaras de representación corporativa. Uno de los
jefes legionarios, el comandante de la I bandera, Franco, recibe una atención
especial. Que Franco haya sido elegido como imagen de un proyecto militar, la
campaña de Maruecos, que lo es a su vez económico y político, tiene que ver
con las circunstancias de la guerra. Millán Astray resulta herido de gravedad, de
un disparo en el pecho, a mediados de septiembre de 1921, al poco de ponerse
en marcha las operaciones que tienen Melilla como punto de partida. Franco
queda entonces como jefe interino en el preciso momento en que se recuperan
las posiciones perdidas; y aunque el jefe del Tercio regresa al frente dos meses
después, una nueva herida, ahora en la pierna derecha, y el hecho de que se le
reabra la herida en el pecho, obliga a su traslado a Madrid en enero de 1922, no
regresando al teatro de operaciones hasta el mes siguiente, cuando las opera-
ciones de reconquista del territorio del entorno de Melilla casi han terminado;
entretanto Franco se forja una muy buena imagen entre sus compañeros africa-
nistas y es citado muy elogiosamente en los diarios de operaciones. También
con el hecho de que Franco no ha cursado estudios de Estado Mayor, posee una
escasa formación cultural, ofrece una imagen de joven y tímido jefe militar y
se le ve como a alguien a quien se puede manejar con facilidad. A comienzos
de 1922 el nombre de Franco salta de la prensa ceutí y melillense a la de Ma-
drid, nada menos que a las páginas salidas de los talleres de Prensa Española,
el grupo editor de ABC, el de mayor tirada del país, y el semanario Blanco y
Negro, que lo presenta como «El as de la Legión»5. Se trata del grupo que, junto
a la prensa maurista, más presión ejerce sobre el Gobierno, dividido a este res-
pecto, para que se decida a imponer un duro castigo a los rífenos y a hacer del
protectorado una realidad. En todos los lugares de España proliferan en estas
fechas los agasajos a los oficiales heridos en la campaña o que disfrutan de unos
días de permiso. Pero a Franco, en el papel de ídolo de los colonialistas, se le
dedican muchísimas más noticias que a otros comandantes, y de bastante más
extensión, y aparece muchas más veces que coroneles o generales que también
tienen destino en el protectorado.
Durante varias semanas de febrero-marzo de 1922 Franco, con permiso para
viajar a Galicia y Asturias, para pasar unos días junto a su madre y su novia,
es objeto de continuada atención desde ABC, sobre todo cuando se detiene en
Madrid, donde se le ofrece un homenaje en el hotel Ritz. En la presidencia de la
mesa Franco está acompañado de varios jefes y oficiales y de dos ex ministros.
Uno de ellos es Antonio Goicoechea, cabeza visible de la derecha maurista. Y

5. Artículo de CORROCHANO, Gregorio, ABC, 22 de febrero de 1922.

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Una unidad militar en los orígenes del fascismo en España: la Legión 225

entre las adhesiones recibidas figura la de Alvaro de Figueroa, conde de Roma-


nones, dirigente del partido liberal y, como su hermano Gonzalo, con presencia
de capital en la Compañía Española de Minas del Rif y otras empresas mineras
que han comprado concesiones en el entorno de Melilla. Muy próximos a Fran-
co también aparecen el periodista de ABC Gregorio Corrochano, quien cubre
las crónicas sobre la guerra de Marruecos y es quien, muy posiblemente 6 , se ha
encargado de escribir el libro Marruecos. Diario de una bandera, que aparece a fi-
nales de año con la firma de Comandante Franco, y el periodista y escritor Víctor
Ruiz Albéniz, autor de varios textos sobre la campaña militar que satisfacen los
intereses del conde de Romanones 7 . Franco también es llevado a las páginas de
las revistas gráficas Nuevo Mundo, Mundo Gráfico y Blanco y Negro. Este tipo de
homenajes se repetirán meses después, por dos veces en los salones del hotel
Palace, es decir, siempre en los escenarios más lujosos de la capital, lo que lleva
a Franco a la portada de ABC, además de ser recibido por el rey Alfonso XIII,
quien le nombrará gentilhombre de cámara. El nombre de Franco también lo
encontramos, repetidas veces y citado siempre de forma muy elogiosa, en las
páginas de El Debate, órgano de Acción Católica Nacional de Propagandistas
(ACNP) y muy favorable a Maura 8 y, en mayor medida, en La Acción, el porta-
voz del movimiento maurista en Madrid.
Sin embargo, durante los meses siguientes los portavoces de la derecha
autoritaria, en concreto del maurismo, van a desplazar su atención desde
Franco a Millán Astray, el jefe de la Legión, ya recuperado de sus heridas y
quien dispone de mayor disponibilidad para viajar y desplazarse a la capital del
Estado y sobre todo de una más amplia red de relaciones y de una capacidad
para cuestiones de propaganda de las que carece su subordinado. Así, Millán
Astray, con el grado de teniente coronel, ni siquiera general, actúa como punta
de lanza de los intereses de la derecha ultranacionalista y colonialista, logrando
colocar al Gobierno bajo presión. Quienes exigen la continuidad de la campa-
ña militar apuntan en concreto la ocupación de Alhucemas, operación que se
considera necesaria en términos militares, políticos y económicos. En términos
militares supondría, según se dice, asegurar el control de toda la costa norte del
protectorado y someter a las tribus que más se han significado por su rechazo
a la presencia extranjera. En términos políticos permitiría mostrar al mundo
que España es capaz de desarrollar una acción colonial y recuperar el honor, lo
que exige, antes que nada, «imponer un castigo ejemplar para que no se olvide
que impunemente no puede realizarse contra hermanos nuestros una felonía

6. RODRÍGUEZ, José Luis, Franco. Historia de un conspirador, Madrid, 2005, pp. 63-66.
7. Véase su dedicatoria «Al Excmo. Señor Conde de Romanones» contenida en España en el Rif,
Madrid, 1921.
8. Con fecha de 25 de octubre de 1922 los editores declaran que El Debate «no es órgano oficioso
del señor Maura» pero siente por él una especial veneración y está «identificado con el ilustre
estadista en muchos puntos fundamentales» y le considera «el político con más aptitud para
presidir un gobierno».

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 219-240


226 José L. Rodríguez Jiménez

como la de Monte Arruit»9. En contraste con la profusión de textos dedicados


a la rentabilidad militar y política de la ocupación del territorio adjudicado a
España en los tratados suscritos con Francia y Gran Bretaña, es curioso que casi
nunca los políticos españoles hagan referencia a lo que, en su opinión, podría
proporcionar el protectorado en términos económicos, y eso que la campaña
militar está suponiendo cuantiosos gastos que lastran las cuentas del Estado. De
entre quienes se muestran favorables a dar continuidad a la campaña, el político
que con mayor claridad se refiere al tema económico es Goicoechea. Lo hace en
varias ocasiones para apuntar que España debe obtener «ayudas que sirvan para
indemnizar los gastos que se hacen hoy en beneficio del pueblo marroquí y a
costa exclusiva de España». Dando por veraces, por mera conveniencia, los rela-
tos sobre la riqueza del territorio debidos a viajeros y aventureros que décadas
atrás pasaron por estas tierras, Goicoechea escribe que, aparte de la existencia
de tierras fértiles en el interior,
«la región de Beni-Urriaguel, punto natural de enlace de los ferrocarriles de Tetuán
a Ceuta y de Melilla a Tistutin y Drius, encierra inmensas riquezas mineras inexplo-
tadas. Todos los viajeros, desde Roland Trejus, que visitó África en el siglo XVII, a
los más recientes exploradores, como el vizconde de Toucauld y Moulieras, hacen
alusión a la riqueza ferruginosa, análoga a la de Beni-bu-Ifrur, del suelo de la región
central. Moulieras llega a hablar de la existencia allí de un nuevo Transvaal»10.

LA LEGIÓN Y LA DERECHA AUTORITARIA NACIONALISTA


El contexto político nacional e internacional
Retrocedamos unos años para entender la estrategia de los mauristas en esta
coyuntura. A finales del XIX el régimen de la Restauración ha entrado en crisis y
los dos partidos dinásticos que son la base del sistema político se adentran en lo
que será un largo proceso de desintegración. A esta situación, y a las propuestas
regeneracionistas animadas por la intelectualidad conservadora y progresista,
hay que sumar el desafío al sistema de los movimientos socialista y anarquista.
La crisis abierta afecta no sólo al sistema de partidos sino también a la propia
monarquía, aunque ésta sufre por el momento daños limitados porque los sec-
tores reformistas moderan sus críticas justamente para no provocar una ruptura
definitiva del sistema. No obstante, las distintas corrientes regeneracionistas
ganan terreno y movilizan, de forma limitada, a sectores de las clases medias.
Este discurso incorpora en ocasiones llamadas a un Gobierno fuerte, autoritario,
imprescindible, se dice, para poner fin al fraude de una vida política viciada por
los partidos establecidos. En este contexto se sitúa la figura de Antonio Maura,

9. «El problema de Marruecos», ABC, 15 de febrero de 1922. Un año después, el 4 de febrero de


1923: «no puede quedar sin venganza inmediata, rápida y ejemplar, la villanía, la barbarie, la
crueldad, la codicia de una morisma salvaje que se ha gozado en la tortura de nuestros hermanos
indefensos».
10. GOICOECHEA, Antonio, «El problema de Marruecos. Alhucemas y la implantación del protecto-
rado», La Acción, 3 de noviembre de 1922.

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Una unidad militar en los orígenes del fascismo en España: la Legión 227

quien alienta la renovación tanto del partido conservador, del que es uno de los
principales dirigentes, como del conjunto de la vida política. Hasta entonces los
conservadores, y lo mismo cabe decir de la mayor parte de los liberales, apenas
habían demostrado interés por presentar una alternativa a la crisis. Maura, en
cambio, expresó su predisposición a la reforma, estando dispuesto a enfrentar-
se al sistema existente «desde una óptica de derecha»11. Fue el primer político
conservador de relieve que se decidió a «predicar una moderna forma de hacer
política, apelando a las masas», y no cabe duda de que el componente más du-
radero de su propaganda fue «la apelación a la movilización de la ciudadanía»12,
entendiendo ésta de forma limitada, pues no contemplaba la incorporación a
la vida política del proletariado urbano y campesino. Y aunque los deseos de
Maura de una revolución desde arriba no cristalizaron y su imagen de gobernan-
te quedó arruinada por la represión de la Semana Trágica en 1909, surgió un
movimiento alrededor de su persona, el maurismo, el cual dejó su impronta en
la aparición de dos nuevas manifestaciones de la derecha que se van a esforzar
en reconquistar el terreno perdido: un catolicismo social renovado, que encarna
Ángel Osorio, y un nacionalismo autoritario bajo la batuta de Goicoechea.
El maurismo, en tanto que corriente organizada, desde finales de 1913, tiene
su origen en la rebelión interna producida en el seno de la Juventud Conserva-
dora, que cambia su nombre por el de Juventud Maurista cuando Maura dimite
como jefe del partido conservador. Maura pretendía con este paso expresar su
repulsa al hecho de que la oposición de los liberales, reformistas, republicanos
y socialistas a la posibilidad de que él regrese a la jefatura del Gobierno hubiese
decidido al rey, en su búsqueda de una alternativa, a confiar el Gobierno a los
liberales y después al conservador Eduardo Dato, y que éste hubiese aceptado.
En 1914 se produjo la división definitiva del partido conservador. Los mauristas
crearon una estructura organizativa, se dotaron de medios de prensa, dieron
vida a varios centros obreros, y compitieron en las elecciones a Cortes y a una
serie de Ayuntamientos, en varios de ellos con éxito, como es el caso de Ma-
drid. Además, el maurismo, nacionalista, católico confesional, intervencionista
en el ámbito económico e influido por los pensadores de la derecha francesa
que conciben la sociedad como un organismo obligado a coordinar su defensa
frente a la subversión izquierdista, introdujo nuevas formas de actuación en
política, como eran sus despliegues de propaganda, los mítines y los centros
de carácter formativo y didáctico para militantes. También ayudó a renovar el
léxico de la derecha española, enriqueciéndolo con referencias a la explotación
de los trabajadores por el capitalismo, y expresiones y términos como gesto de
rebeldía, deber, sacrificio y revolución, asignando a este último un sentido positi-
vo, en la línea de la nueva derecha autoritaria y el fascismo. Paulatinamente
los mauristas fueron radicalizando sus posiciones, en sentido autoritario, en

11. TUSEIX, J. y AVILES, ]., La derecha española contemporánea. Sus orígenes: el maurismo, Madrid, 1986,
p. 11.
12. TUSELL, }., Antonio Maura. Una biografía política, Madrid, 1994, p. 53.

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228 José L. Rodríguez Jiménez

respuesta a la crisis del sistema político, y alentaron un Gobierno dictatorial,


con Maura o sin Maura, que supondría la marginación del parlamento y de los
partidos, alegando la imposibilidad de regenerar el país dentro del orden cons-
titucional. Goicoechea, presidente de la Juventud Maurista de Madrid, ministro
de la Gobernación en 1919 (en el penúltimo Gobierno de Maura) y jefe de las
filas mauristas tras la salida de Osorio en 1922 para fundar el Partido Social
Popular, propone en sus discursos y escritos una «democracia conservadora» y
orgánica13, eufemismo retomado por el franquismo, régimen en el que tendrá un
importante papel el propio Goicoechea.
Precisamente la Juventud Maurista celebra su tercera, y última, asamblea
entre el 20 y el 30 de octubre de 1922, muy pocos días antes por tanto de los
hechos a los que nos vamos a referir. En los días previos a la asamblea maurista
otra organización representativa de la derecha antiliberal, y muy vinculada a
la jerarquía eclesiástica, la ACNP, acaba de repetir su llamada a una «unión de
los grupos derechistas», entendiendo por tales no los partidos dinásticos sino a
los tradicionalistas (antidinásticos), mauristas y populares, denominación esta
última que hace referencia al proyecto lanzado por Ossorio: «Divididos, jamás
seremos un factor de peso en la política; unidos, podremos ser acaso en pocos
años los arbitros de los destinos de España»14. Pues bien, el manifiesto que la
comisión organizadora de la asamblea maurista hace llegar a las organizaciones
provinciales incluye una propuesta de debate en torno a los siguientes temas:
las repercusiones en España de la «hora grave y solemne en que Europa se de-
tiene atónita ante el caos» (referencia al triunfo de la revolución comunista en
Rusia y al avance de los partidos comunistas y socialistas en Europa occidental),
«el ansia de transformación política que aletea alrededor de nuestro propio par-
tido», la conveniencia «de encargar la dirección del partido a una sola persona»,
que será Goicoechea, y el maurismo como «base de la necesaria unión de las
fuerzas sociales derechistas para formar un gran partido político».
Debe apuntarse también que la crisis a la que a continuación nos vamos
a referir, provocada por quienes pretenden configurar un partido capaz de
representar a todos los sectores de la derecha antiliberal, tiene lugar inmedia-
tamente después de que el líder fascista Benito Mussolini acceda a la jefatura
del Gobierno de Italia. Y de esto se habla, y mucho, en los círculos políticos
españoles. Los portavoces de la derecha autoritaria se muestran favorables a
la adopción de algunos de los rasgos definitorios del fascismo, sobre todo, en
mayor medida que los referidos a los contenidos doctrinales, aquellos que se
refieren a su estrategia de acceso al poder y a las prácticas utilizadas para des-
truir a las organizaciones de la izquierda. Obviamente, esta última cuestión ha
sido planteada con anterioridad en medios de la derecha, principalmente por los
sindicatos católicos, los mauristas y figuras del empresariado: en el contexto de
la crisis de 1917 el marqués de Comillas, tras intervenir en la reorganización del

13. GOICOECHEA, Antonio, Hacia la democracia conservadora, Madrid, 1914.


14. «La condición del éxito», editorial de El Debate, 6 de octubre de 1922.

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Una unidad militar en los orígenes del fascismo en España: la Legión 229

somatén en Barcelona, patrocina en Madrid la denominada Defensa Ciudadana


de la Villa y Corte de Madrid, una fuerza voluntaria dotada de armas y vehícu-
los blindados con los que proteger edificios e instalaciones si la izquierda obrera
convocase una huelga general o desatase un movimiento insurreccional15. El
portavoz de la ACNP, El Debate, pone reparos a los procedimientos utilizados
por el fascismo antes de la toma del poder, apuntando algunos excesos, dado
que la violencia fascista también la sufren los miembros del Partido Popular,
el partido católico, núcleo todavía del Gobierno italiano, pero esos reparos
desaparecen, en su mayor parte, cuando los fascistas acceden al Gobierno y se
centran en el ejercicio del poder político, la exaltación nacionalista y la defensa
de la monarquía y la religión católica. Esas mismas consideraciones aparecen
en las páginas del principal diario monárquico, ABC. En cambio, los reparos son
mínimos en las páginas de La Acción, diario de la noche en Madrid y principal
portavoz del maurismo. Su director, Manuel Delgado Barreto, quien escribe
bajo el seudónimo de Duque de G, va a promover «un fascismo a la española»
capaz de poner fin a los usos de la vieja política. Piezas de esta estrategia son una
serie de editoriales que contienen duras críticas a la clase política gobernante, y
una llamada a agitar la calle según los parámetros del fascismo, definido como
«revolución adecentadora y reconstructora»: dado que no ha sido posible la re-
volución desde arriba preconizada por Maura, debe abrirse paso el «maurismo
callejero», es decir, la Juventud Maurista, armada de garrotes y bastones, ha de
proceder a una obra «de agitación y de estruendo»16; a algo muy distinto, por
tanto, de la labor de vigilancia armada en torno a los edificios religiosos y pú-
blicos de la capital iniciada años atrás por los integrantes de Defensa Ciudadana
en previsión de una rebelión de la izquierda, pues de lo que ahora se trata es
de que el voluntariado civil adopte el estilo de las milicias fascistas en el sen-
tido de forzar la claudicación de las autoridades y un cambio de régimen. Por
su parte Goicoechea se encarga de incidir en el supuesto paralelismo entre las
situaciones vividas en la Italia prefascista y España, y en la necesidad de abrir las
puertas a un régimen que guarde estrechas similitudes con el fascismo. En Es-
paña, escribe Goicoechea, el fascismo «podría denominarse de unión española
y aún de unión sagrada de todos los españoles de buena voluntad»; así la salida
de la crisis, y el fortalecimiento de la monarquía (la monarquía helena acaba
de ser derribada por su responsabilidad en un desastre colonial), pasa por el
empleo de la violencia, una violencia que se entiende ha de salir de la sociedad
civil dado que, a diferencia de otras coyunturas, no hay una invocación directa
a la intervención de las fuerzas armadas, que deberían limitarse a dejar hacer,
como en Italia:

15. GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo, epígrafe «La defensa social contra la revolución en Madrid», en El
máuser y el sufragio. Orden público, subversión y violencia política en la crisis de la Restauración ('1917-
193-1), Madrid, 1999, pp. 88-103.
16. «La significación fascista y el anhelo español», La Acción, 30 de octubre de 1922.

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230 José L. Rodríguez Jiménez

«Es doloroso llegar a la consecuencia de que sólo por violentas sacudidas es posi-
ble poner a España en condiciones de vivir y de prosperar, limpia de la roña política
que la corroe y que la avergüenza.
En Italia, después de los días de conmoción que ha producido el avance fascista,
renace la tranquilidad y el país se siente libre de la pesadilla intolerable de su vieja y
desorganizada política.
Que así sea en España, y que todos los que tienen la obligación de ayudar con
su actividad o con su discreta inhibición tal movimiento, cumplan esas obligaciones
patrióticas, para honra del nombre nacional y para consolidación de las instituciones
fundamentales»17.

Millán Astray pide la baja en el ejército


La actuación política de Millán Astray resulta posible por la debilidad de los
gobiernos de la época, en plena crisis del sistema de la Restauración, cuando
el turno de partidos entre conservadores y liberales forma parte del pasado
y, desde seis años atrás al menos, se ha hecho evidente que ninguno de los
dirigentes de las formaciones dinásticas es capaz de imponer disciplina en sus
propias filas, por lo que, en ocasiones, se acude a la fórmula de gobiernos de
concentración nacional, de los que forman parte las principales figuras de los
dos partidos dinásticos. Por lo que a los conservadores se refiere, tras el ase-
sinato de Dato por terroristas anarquistas en 1921, el partido quedó escindido
en tres fracciones: el maurismo y los grupos tutelados por Juan de la Cierva y
José Sánchez Guerra. En marzo de 1922 este último reemplaza en la jefatura
del Gobierno a Maura.
En el otoño de ese año se vive un nuevo episodio del largo conflicto18 entre
oficiales africanistas y junteros. La repercusión mediática del mismo es utilizada
como detonante por la derecha autoritaria para provocar una crisis política que
pretende, tal vez, forzar la vuelta de Maura a la jefatura del Gobierno, y, con
seguridad, impedir que en el parlamento llegue a debatirse en torno a las res-
ponsabilidades por el desastre de Annual, lo que dañaría la imagen del ejército
y los intereses colonialistas, así como crear el clima adecuado para que el rey
se decida a nombrar o aceptar un Gobierno que gobierne sin el parlamento y
dé continuidad de forma exitosa a la campaña militar en Marruecos. Con fecha
de 15 de septiembre 19 el jefe de la Legión se dirige por escrito al jefe del Go-
bierno y ministro de la Guerra, Sánchez Guerra: le dice que después de mucho
reflexionar ha llegado a la conclusión de que «la nación se encuentra divorciada
de su Ejército y que no lo aprecia» (léase que la sociedad civil debe acomodarse
al modelo de los militaristas), que el arma de infantería se halla dividida y la

17. «Significación del triunfo fascista», La Acción, 31 de octubre de 1922.


18. Puede seguirse en MADRID, E, El ruidosísimo pleito de las Juntas de Defensa y Millán Astray, Barce
lona, s.a. (1922).
19. Los movimientos de Millán Astray durante estos días serán dados a conocer por el propio jefe
de la Legión, obviamente la versión que a él le interesa, en el mes de noviembre. ABC, 10 de
noviembre de 1922.

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Una unidad militar en los orígenes del fascismo en España: la Legión 231

intranquilidad espiritual se ha apoderado de los oficiales. En octubre varios


diarios, entre ellos Heraldo de Madrid, El Sol y La Acción, informan de una re-
unión mantenida por los directivos de las Juntas entre cuyos acuerdos figura la
adopción de medidas discriminatorias para con los jefes y oficiales del Tercio,
y también de la aparición de divergencias internas en el seno de la citada orga-
nización; la mayor parte de la prensa se muestra muy crítica con las Juntas y el
Gobierno comienza a valorar su disolución con el argumento de que perturban
la imagen y la necesaria unidad del ejército. Millán Astray se dirige entonces por
segunda vez al jefe del ejecutivo, al que transmite el sentir de los africanistas: «el
presidente de la Junta de Infantería ha decretado nuestra persecución y extermi-
nio», «el estado del espíritu del Ejército requiere un cambio radical del sistema
moral por estar influido por la derrota, por la falta de aptitud con que llegó el
Ejército de socorro a Melilla, por la extensión y dificultades de la guerra de Ma-
rruecos, por permanecer aún los prisioneros sin rescatar, por el triste concepto
internacional que de España se tiene». Además, Millán Astray solícita y obtiene
permiso para viajar a Madrid, donde asiste a una serie de actos sociales invitado
por los promotores de los africanistas en la capital del Estado20.
El 17 de octubre los ¡unteros boicotean el homenaje que en la caseta del Cír-
culo de Labradores de Sevilla se celebra en honor de González Carrasco, jefe
de los Regulares de Larache, nacido en esa ciudad. Al homenaje asiste el jefe
del Gobierno, el general Sanjurjo, que ha mandado las columnas que operan
en la comandancia de Melilla, y otros oficiales venidos desde el protectorado,
pero faltan muchos de los oficiales con destino en las guarniciones próximas.
No obstante, lo más destacado de ese evento termina siendo el hecho de que el
jefe del Gobierno prohiba que se dé lectura a un telegrama de adhesión enviado
por Millán Astray, señalando que entra en temas que no son de su competencia.
Antes del brindis, y en un ambiente de tensión, el jefe del ejecutivo dirige unas
palabras a los allí reunidos: lamenta las ausencias, exige disciplina al ejército en
su conjunto, señalando que se trata de un deber militar, como el de morir por
la patria, y declara que él renuncia a los efectos teatrales que tanto gustan a
algunos, en clara alusión a Millán Astray.
Este no ha asistido al citado homenaje, pero ya sabemos que se encuentra
en Madrid. Quienes alientan su afán de protagonismo también se encargan de
que la prensa publique que el 18 ha visitado al rey en palacio. Ante los mu-
chos periodistas que le esperan a las puertas del palacio de Oriente, un efecto
buscado, Millán Astray manifiesta haber acudido a ofrecer sus respetos a sus
majestades antes de regresar a su destino y para hablar con el monarca de un
acto impulsado por la oficialidad legionaria, que habría de celebrarse al mes
siguiente en Madrid: una parada militar con la participación de legionarios a
punto de licenciarse y la entrega por la reina Victoria de una bandera a la Le-

20. La Acción, que recoge muchos datos sobre las idas y venidas de Millán Astray, dice el día 14
de octubre que ha asistido a una comida en Chinchón y a una cacería en otro lugar próximo a
Madrid.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 219-240


232 José L. Rodríguez Jiménez

gión, concedida en premio a su labor en la campaña y homenaje a sus muertos.


Esa visita no gustó nada al Gobierno y ante los rumores puestos en circulación,
el subsecretario del Ministerio de la Guerra se verá obligado a convocar a los
periodistas para decirles que, en contra de lo publicado en algunos medios, el
Gobierno no había ordenado al teniente coronel Millán Astray abandonar Ma-
drid, que el jefe de la Legión no ha rectificado «porque la disciplina no consiste
en rectificar» (no aclara lo que debía ser rectificado), y, respecto a un posible
enfrentamiento entre el jefe del Gobierno y el jefe de la Legión, quien a la fuer-
za tiene que haber estado respaldado por jefes de mayor graduación, que «se
exagera más de lo debido»21.

La derecha autoritaria encumbra a Millán Astray


El 1 de noviembre Millán Astray, ahora desde Melilla, vuelve a dirigirse por
carta al jefe del Gobierno. Le dice que al llegarle rumores a través de la prensa
de que va a ser ascendido a coronel (no hemos localizado ese rumor), e inter-
pretando que se le quiere apartar del mando del Tercio, ha escrito al ministro
de la Guerra, general Barrera. En esa carta, supuestamente, le habría dicho: «mi
deseo es todo lo contrarío», rechazando así un ascenso que no parece que estu-
viera en marcha. Dice expresarse así porque le ha molestado enormemente que
el alto mando haya dispuesto, en un reciente plan de operaciones, la asignación
de cada una de las tres banderas legionarias con destino en la zona de Melilla a
una columna diferente, con lo que él ha tenido que ejercer de jefe no de las tres
sino de una sola; esta situación ya se había dado meses atrás, con José Sanjurjo
como jefe de las columnas, y Millán Astray no había elevado ninguna protesta
al respecto ni tenía derecho a ello. Asimismo se queja de que el alto comisario
le ha comunicado la orden del Gobierno de suspender la entrega de la bandera
que la reina había donado a los legionarios, con la excusa de que el país no vive
el mejor momento para que los contingentes que habrían de dar escolta a la
bandera en Madrid sean retirados del frente, aunque al parecer estaba prevista
la participación de aquellos legionarios que cumplen su contrato en noviembre;
añadía que había tenido acceso al despacho cifrado remitido por el ministro
sobre esta cuestión: «Soy desde luego absolutamente contrario a la propuesta
del jefe del Tercio Extranjero y considero injustificada y perjudicial esta pre-
sentación teatral en Madrid de los 586 legionarios que habrán de licenciarse,
prohibiendo, por tanto, en absoluto, tal expedición». A partir de estas conside-
raciones Millán Astray demandaba del jefe de Gobierno una valoración sobre
si debía pedir, o no, la baja en el ejército. Evidentemente le estaba presionando,
enviándole el mensaje de que los africanistas estaban con él, y que veían en su
acción un sacrificio, uno más, por la patria:
«le suplico, señor, haga llegar a mí el conocimiento suficiente para saber sí es
llegado el momento de -con el mayor respeto y el más cruel de los dolores- pedir la

21. El Debatí, 18, 19 y 20 de octubre de 1922; y ABC y La Acción.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 219-240


Una unidad militar en los orígenes del fascismo en España: la Legión 233

separación del Ejército, por juzgar ya mi situación insostenible en las circunstancias


actuales».
Si hubo respuesta del jefe del Gobierno Millán Astray optó por no dar
publicidad a la respuesta. Y en cualquier caso el contenido de la misiva no
habría sido, no lo podía ser, suficientemente satisfactorio como para hacerle
cambiar de parecer. Es entonces cuando varios oficiales de la Legión difunden
rumores de que la oficialidad de esta unidad y de Regulares, en su totalidad, va
a solicitar cambio de destino, y de hecho un comandante legionario cursa esa
petición y otro solicita un año de permiso en el exterior22. Mientras tanto, la
prensa vinculada al maurismo hace todo lo posible para enrarecer el ambiente.
El Debate se hace eco de la división entre la oficialidad de infantería respecto a
los ascensos, tema que es de sobra conocido, y apunta que los dirigentes de las
Juntas han solicitado y obtenido del ministro de la Guerra la suspensión del acto
de entrega de la citada bandera al Tercio. También apunta el recorte impuesto
desde el ministerio a la autonomía que hasta el momento ha disfrutado Millán
Astray para escoger a sus oficiales, dado que en el momento de la fundación
de la Legión pudo llamar a los oficiales que él quiso y a continuación, y hasta
este momento, proponer el nombramiento de quienes habrían de ocupar las
vacantes, que ahora se cubren de manera automática. Esto habría dado lugar
a un descontento traducido, al parecer, en solicitar la baja en el servicio con la
excusa de enfermedades inventadas:
«Consecuencia de estos hechos se dice que son las licencias que por enfermedad
han solicitado el teniente coronel Millán y el comandante Franco. Otros muchos
oficiales piden el traslado y abandonan disgustados el Tercio»23.
Por su parte Ea Acción sostiene que los cambios de destino realmente solicita-
dos y aquellos sobre los que existen rumores serían en realidad cambios de des-
tino impuestos desde el ministerio por la presión de las Juntas24, lo que es falso.
Inmediatamente después Millán Astray viaja de nuevo a Madrid, con licencia
por enfermedad, y el alto comisario, ante las preguntas de los periodistas, se
ve obligado a declarar que el interesado ha viajado para curarse una fístula.
No parece que sea así, pues Millán Astray se deja ver en la Gran Peña y en los
cafés del centro de Madrid y, en plan provocador, desairando al ministro de la
Guerra y al jefe del ejecutivo, declara a los periodistas (lo recoge El Debate), y
asilo extienden sus allegados, que nunca se ha sentido tan bien como entonces.
Lo que es evidente es que Millán Astray quiere estar en la capital para difundir
a la prensa un manifiesto en el que dice verse obligado a solicitar el pase a la
situación de retirado, al no poder aguantar más las injusticias que él y el conjun-
to de la Legión sufren a manos de los junteros, con el permiso del Gobierno,
y después esperar acontecimientos; el contenido del texto y su difusión a la

22. ABC, 5 de noviembre de 1922.


23. El Debate, 9 de noviembre de 1922.
24. La Acción, 6 de noviembre de 1922.

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234 José L. Rodríguez Jiménez

prensa, que lo recoge el 10 de noviembre, supone saltarse todos los conductos


reglamentarios para tratar temas militares. Pero podrá darse por satisfecho:
consigue que los medios le presten una notable atención, en especial la prensa
que alienta el colonialismo, de forma muy destacada la vinculada al maurismo.
El Debate y La Acción se vuelcan a la hora de exaltar la figura de Millán Astray.
En el primero leemos, el día 10, en un editorial titulado «La disyuntiva: Millán
se ha visto obligado a separarse del ejército»:
«España entera contemplará con simpatía y admiración a este bravo caudillo
que, en tiempos tan faltos de verdadero espíritu militar y patriótico, ha sabido ser el
genuino representante de las gloriosas tradiciones de la Infantería española».
Una vez cubierta esta etapa, que forma parte de un plan más ambicioso de
lo que a simple vista puede parecer, los dirigentes mauristas movilizan a sus
bases, y con ellas a varios miles de estudiantes universitarios en diversos puntos
de España. Con ello alientan un movimiento de protesta que parte de los mis-
mos argumentos utilizados por el jefe de la Legión. Y lo hacen en el preciso mo-
mento en que las Cortes están a punto de reanudar sus sesiones, y debatir sobre
las responsabilidades por el desastre de Annual a partir del expediente Picasso
tan sólo unos días después de la llegada de los fascistas al poder en Italia, con
el aplauso entusiasmado de la derecha autoritaria española. De hecho el autor
del manifiesto se presenta como un militar sacrificado, dispuesto a abandonar
su carrera (¿para dedicarse a la política?) por el egoísmo e ineptitud de la mayor
parte de la clase política, y también de parte de los militares, es decir por los
mismos motivos que según La Acción justificarían la violencia fascista. Millán
Astray escribe lo siguiente:
«Pido mi retiro porque no quiero ni puedo continuar en el Ejército actuando en él
dos poderes: uno legal, el del Gobierno, y otro subversivo, el de las Juntas de Defen-
sa; yo sólo reconozco el Poder del Gobierno y rechazo y me opongo al poder de las
Juntas, y después de haber pedido mi retiro en una instancia que dice así.
"La bandera nacional que los legionarios esperaban recibir de las augustas manos
de S. M la Reina, para adornar el santo emblema de la Patria con la medalla militar
que ellos ganaron (...) no la recibirán por ahora; ni podrá acompañarles ya el que fue
su teniente coronel.
Después de lo dicho, ya está explicada mi conducta ante la nación; ahora que
todos me juzguen, propios y extraños, y hagan justicia»».
Como decíamos, una vez causado el efecto apetecido, y tras varias semanas
clamando por la agitación de la calle y justificando el empleo de la violencia
para llevar a cabo una revolución conservadora como la que alienta el fascismo, la
derecha autoritaria, representada por Acción Católica y la Juventud Maurista,
con el respaldo mediático de sus medios y de ABC, organiza una serie de mani-
festaciones, primero en Madrid, y a continuación en diferentes puntos del país.
El motivo declarado es respaldar la figura de Millán Astray y exigir la supresión
de las Juntas de Defensa. El objetivo real es el de desatar una crisis que, con el
triunfo de la marcha sobre Roma y la designación de Benito Mussolini como jefe
de Gobierno por el rey de Italia como trasfondo, decida al rey Alfonso XIII, na-

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 219-240


Una unidad militar en los orígenes del fascismo en España: la Legión 235

da entusiasta del parlamentarismo, a confiar la jefatura del Gobierno a alguien,


preferentemente Maura o un general, que ejerza su función con plenos poderes.
A media mañana del día 10, el mismo día en que la prensa recoge esbozos o el
texto completo del escrito de Millán Astray, estudiantes universitarios convo-
cados por la Confederación de Estudiantes Católicos y la Juventud Maurista se
concentran ante el domicilio de los padres de Millán Astray, donde éste reside
cuando viaja a la capital. Como está previsto, tras escuchar las aclamaciones
que le dirigen, el militar sale al balcón y les lanza una arenga, fiel a su estilo.
Después los estudiantes se dirigen hacia el edificio de presidencia del Gobierno,
donde lanzan gritos a favor de Millán Astray y la Legión y contra las Juntas y
el Gobierno. Por la tarde unos 400 estudiantes (datos de ABC) se concentran
en la Puerta del Sol, con las mismas intenciones. El Gobierno ordena entonces
a la policía cortar de raíz las concentraciones. Ante la presión policial los ma-
nifestantes marchan por las principales arterias del centro de Madrid hasta el
Círculo del Ejército y la Armada, en la calle de Alcalá, donde se organiza un
nuevo tumulto, y fuerzas de la policía a caballo disuelven a los manifestantes.
Éstos se dirigen entonces, por segunda vez, a la casa de Millán Astray, pero no
pueden acceder a sus inmediaciones por estar cercada por efectivos policiales.
Quien sí ha estado en el domicilio ha sido Goicoechea, de quien la prensa que
le es adicta dice que ha dirigido unas palabras a los oficiales reunidos en casa
de Millán: «La actual situación no puede durar una hora más. Es hora ya de que
se distingan los buenos de los malos y se dé una batalla decisiva. Creo que el
Gobierno no puede tardar ya un minuto más en acabar con las Juntas»25. Para
entonces, como en semanas anteriores, circulan varios rumores sobre los pro-
pósitos y maniobras de Millán Astray y de las medidas del Gobierno para neu-
tralizar a este adversario, que en realidad son muy tímidas por el temor de los
gobernantes a tomar decisiones frente a los militares díscolos o insubordinados
sin contar con el beneplácito del monarca, algo que casi nunca llega. Se dice que
Millán Astray ha hablado con el rey, cuando lo cierto es que lo ha hecho con
uno de los ayudantes del monarca, y que ha sido detenido, lo que no es cierto,
pero sí lo es que se le han instruido diligencias, para apreciar si se ha producido
extralimitación de las ordenanzas militares que prohiben a los militares hacer
declaraciones a la prensa ajenas a su condición, y que ha sido citado para prestar
declaración en el cuartel de la Montaña.
En la primera página de su edición correspondiente a la noche del 10 La
Acción sitúa una foto de Millán Astray en la que éste aparece riéndose, y la
junta directiva de la Juventud Maurista anuncia la convocatoria en Madrid de
«una gran manifestación cívica». Al día siguiente el militar, más serio, ocupa
la portada de ABC y en el interior del diario Corrochano le dedica el artículo,
«Adhesiones y protestas», con un epígrafe titulado «El odio a los Héroes». El
11 se movilizan los estudiantes vinculados a las organizaciones católicas. En
Madrid acuden a la Universidad Central, pero, en contra de los planteamientos

25. El Debate, 11 de noviembre de 1922.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 219-240


236 José L. Rodríguez Jiménez

que en otras ocasiones han defendido, buena parte de ellos desisten de acudir
a las clases y se concentran en torno a la estatua de Colón, a donde también
llegan dirigentes de la Juventud Maurista, como Goicoiechea, Santos Ecay y el
concejal por Madrid y diputado a Cortes, Alfredo Serrano Jover. La intervención
policial obliga a los manifestantes a disolverse con rapidez. Unas horas después
una comisión de la Confederación Nacional de Estudiantes Católicos, que ha
conseguido que la mayoría de estudiantes apruebe una convocatoria de huelga
por tres días, del 13 al 15, acude a casa de Millán Astray, donde según El Debate,
se han reunido varios oficiales legionarios, lo que resulta extraño e improbable
dado que tienen otros destinos, y el periodista Ruiz Albéniz.

La Legión como referente de los promotores del fascismo en España


La manifestación maurista, que debía celebrarse el domingo día 12 en la
madrileña plaza de Colón, no fue autorizada por el Gobierno. Sin embargo, allí
se concentran, haciendo uso de la calle, como en Italia, varios cientos de sim-
patizantes de esta derecha autoritaria y deslumbrada por la conquista del poder
por el fascismo a la que nos venimos refiriendo. Tras ser disueltos por la policía
los manifestantes se dirigen hacia el centro, donde los agentes se emplean a
fondo y detienen al menos a veinte personas; varios estudiantes resultan heri-
dos: según ABC cinco han sido alcanzados por disparos de la policía. El 13 se
producen más incidentes, ahora en la zona de la Universidad, donde grupos de
estudiantes se concentran para protestar por la actuación de las fuerzas de segu-
ridad, acostumbradas a cargar contra militantes de la izquierda o protagonistas
de protestas sociales relacionadas con las malas condiciones de vida de los tra-
bajadores manuales y clase media baja. Ante la presión policial los estudiantes
se refugian en la Facultad de Medicina, en la calle de Atocha, y arrojan piedras y
ladrillos desde ventanas y balcones. La policía hizo visibles sus armas de fuego,
sin llegar a utilizarlas, y procedió a detener a 28 estudiantes, que serán puestos
en libertad tras prestar declaración. Otras algaradas se suceden en la zona de la
Castellana y el centro urbano, y un estudiante resulta herido de un sablazo en
la cabeza26. La Acción se apresta a justificar la acción de los estudiantes, ejemplo
de la violencia que, como en Italia, es necesaria en España:
«Dada la forma en que los guardias se comportaban, obedeciendo sin duda
órdenes superiores, los estudiantes subieron al tejado de la Facultad e iniciaron una
verdadera lluvia de tejas».
El día 14 ABC publica el texto del telegrama remitido por el comandante
Franco a Millán Astray, el cual transmite el apoyo de la oficialidad de la Legión
a su jefe: «Oficiales de estas banderas le acompañan todo momento identifica-
dos». En Madrid y otras capitales se suceden las protestas contra las Juntas en
las calles, o por lo menos ésa es la imagen que pretenden difundir los partidarios
de la guerra y la empresa colonial: «Manifestaciones y alborotos en las calles»,

26. El Debate, 14 de noviembre de 1922.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 219-240


Una unidad militar en los orígenes del fascismo en España: la Legión 237

leemos en el citado diario, en referencia a la protesta estudiantil en Valencia,


Cádiz, Salamanca, Zaragoza y Oviedo, además de Madrid. En la capital tienen
lugar los incidentes más graves: el 15 un guardia hace fuego contra un grupo
de estudiantes en los aledaños de la Facultad de Medicina y seis resultan heri-
dos y, como protesta, las autoridades académicas deciden mantener cerrada la
Universidad durante varios días. Los medios próximos al maurismo hablan de
1.500 manifestantes dando gritos ante la casa del jefe del Gobierno el día 12, y
de 3.000 manifestantes en el centro de la capital el día 13, de las cargas de los
guardias a caballo, de los detenidos y se inventan un estudiante muerto como
resultado de la represión policial27. El Gobierno pretende calmar la situación
con una solución salomónica: a mediados de noviembre pasa a Millán Astray
a la situación de disponible y presenta en las Cortes un proyecto de ley que
disuelve las Juntas de Defensa y prohibe a los militares formar parte de aso-
ciaciones que tengan fines relacionados con el servicio, obteniendo, como era
sabido, un amplio respaldo en la cámara y en los medios de comunicación. Pero
la derecha maurista prosigue agitando la calle.
Pese a que es evidente que se busca exagerar la magnitud de la protesta, no
hay duda de su impacto, y de la sorpresa que causa en medios de la izquierda.
Así se percibe en las páginas de El Socialista. Este diario presenta a los estu-
diantes, sin distinciones, como señoritos favorables al militarismo: «Apenas
comenzado el curso, los estudiantes han dado ya pruebas de su fastidio por las
aulas universitarias. La ocasión era propicia para un alarde de patrioterismo»28.
Además, apunta la acción de «excitadores de las algaradas estudiantiles» y de-
nuncia, una vez desaparecidas las Juntas, la aparición de
«otro poder militar que hace lo que le da la gana sin respeto a la disciplina, y se
permite al jefe del Tercio hacer una alocución a los alcaldes y a los ciudadanos to-
dos para levantar la opinión y entonces empieza a agitarse la vida política en torno
a ideas confusas, y se ejerce una acción meditada, organizada, sobre las masas de
estudiantes».
Por su parte el dirigente socialista Julián Besteiro, profesor en la Universidad
Central, interviene en las Cortes y se refiere al tema que tratamos. Su discurso,
en el que leemos que «han sido los mauristas los que han convocado a la juven-
tud para una manifestación pública», traduce la sorpresa que existe en medios
de la izquierda por el recurso a la calle por un sector de la derecha, y el recono-
cimiento de que la movilización ha sido notable, así como la nula influencia de
los socialistas, y de la izquierda en general, sobre las organizaciones estudianti-
les. Después incide sobre el por qué de lo que está ocurriendo:
«Aquí de lo que se trataba no era de la disolución de las Juntas, ni siquiera de
los homenajes al Tercio; aquí de lo que se trataba era de crear dificultades políticas
por las cuales no se pudiera abrir el Parlamento ¿Por qué? Porque el problema actual,

27. La Acción, 13 de noviembre de 1922; el 17 tuvo que reconocer que ese estudiante había fallecido
a causa de un accidente de motocicleta.
28. El Socialista, 10 de noviembre de 1922.

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238 José L. Rodríguez Jiménez

señor conde de Romanones, no es el de las Juntas: es el expediente Picasso, y todo


lo que se haga para enturbiar las aguas de la política en el momento actual no puede
tener otra significación que procurar que se entierren en el olvido las responsabilida-
des graves y de altura que del expediente Picasso se derivan»29.
Especialmente agudo en su análisis se muestra Miguel de Unamuno en uno
de los artículos que entonces publica en las páginas del diario socialista. Una-
muno traduce fascio (haz, gavilla) por fajo, de forma que el movimiento fascista
en España debería recibir el nombre de fajismo, y se muestra convencido de
que este movimiento ya está en marcha. Lo encuentra en la Juventud Maurista
en alianza con los mandos de la Legión, con dos personajes a su frente, Goi-
coechea y Millán Astray, y si el primero fuera el encargado de agitar la calle y
desestabilizar definitivamente la vida política, el segundo podría encargarse de
proporcionar la fuerza militar necesaria para garantizar el triunfo de la dicta-
dura, sin que aparentemente, como en Italia, fuera preciso que un golpe militar
se hiciera visible: «Los despechugados de Millán Astray son los camisas negras
de Mussolini»30. Se trata evidentemente de símbolos para explicar la crisis a la
que venimos refiriéndonos. En realidad, la derecha autoritaria carece en España
de fuerza suficiente como para ocupar las calles según el patrón del fascismo
italiano, lo que explica el recurso al ejército, ahora y en la década siguiente.
No obstante, se apunta un éxito menor, y sin que los méritos sean sólo suyos:
la dimisión en diciembre de Sánchez Guerra, arrastrado por la presentada por
dos ministros que formaron parte del gobierno del desastre, y su sustitución por
un Gobierno de concentración liberal que encabeza Manuel García Prieto. Será
otro Gobierno carente de respaldos sociales, dada la corrupción del sistema ca-
ciquil y la existencia de un parlamentarismo sin democracia. Además, es sabido
que el rey está evaluando la posibilidad de encabezar un Gobierno dictatorial
y, lo que es lo mismo, en la prensa se airean cada vez más rumores de un golpe
militar.
Pero la metáfora es de alguna forma válida. Millán Astray ha asumido un
protagonismo que algunos califican de teatral pero que no ha dejado de ser efec-
tivo y le ha dado una gran visibilidad pública, algo que el personaje busca, tal
vez viendo en sí mismo, antes de sufrir las graves mutilaciones que le causarán
dos heridas en el frente, el Mussolini español que un sector de la derecha ansia.
Los mauristas, con Goicoechea en el papel estelar, también se han sentido pro-
tagonistas, y han intentado reconvertir el movimiento maurista en un fascismo
a la española; aunque no sólo los mauristas trabajan en esa dirección31. El 16 de
diciembre aparece, editada en Madrid, La Camisa Negra, que, además de reivin-
dicar el color de la camisa de las escuadras fascistas, aboga por un «brazo de

29. El Socialista, 18 de noviembre de 1922.


30. «El fajismo en el reino de España», El Socialista, 28 de noviembre de 1922.
31. Sobre, en el ámbito catalán, La Traza, Juventud Nacionalista Española y la Peña Ibérica, véase
CULLA I CLARA, J. B., «L'extrema dreta a Catalunya durant la República. El ultres d'abans de la
guerra», E'Avene, n.° 6 (octubre 1977), pp. 48-50; CASTILLO, J. del y ÁLVAREZ, S., Barcelona, objetivo
cubierto, Barcelona, 1958, p. 115; y el ya citado artículo de Enric Ucelay Da Cal.

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Una unidad militar en los orígenes del fascismo en España: la Legión 239

hierro que levante muy en lo alto el estandarte nacional e imponga y haga cum-
plir a todos un programa de economía, trabajo y disciplina». Esta publicación
es fruto de la labor desarrollada por el maurista Santos Ecay, con financiación a
cargo de la Confederación Patronal Española, cuyo portavoz, El Eco Patronal, ha
reclamado ya un «Mussolini español». Mayor continuidad tiene el esfuerzo he-
cho desde las páginas de La Acción, que, una vez que los estudiantes afiliados a
la Federación de Estudiantes Católicos regresan a las aulas, anima a sus lectores
a avanzar «por la senda del fascismo».
Para los mauristas «jamás ha habido un ambiente como el de ahora para
una obra patriótica de moralización y engrandecimiento». En consecuencia,
para aprovechar esta coyuntura, en la que el jefe y oficiales de la Legión han
sido presentados por los medios interesados en ello como un referente de vi-
gor nacional y de valentía, capaces de gritar ¡Viva la muerte!, un grito aplicable
a la vida civil, La Acción hace una nueva tentativa de captación, sustituyendo
las denominaciones Juventud Maurista y fascismo a la española por la de Legión
nacional, fórmula con la que se busca disimular la imitación de un modelo ex-
tranjero (años después se utilizará la denominación Falange Española), si bien
se reconoce que «a una legión así se ha llamado en Italia fascismo»32. Pero ese
fascismo apenas obtiene apoyos, como evidencia la aparición de un solo núme-
ro de La Camisa Negra y la muy escasa proyección de La Traza, publicación
filofascista editada en Barcelona. Las declaraciones, reiteradas, de Goicoechea,
pensando en sí mismo, en las que afirma que «hombres de la derecha y de la
izquierda hacen votos para que surja en España un Mussolini», no encuentran
el eco buscado. Pues, aparte de la competencia por el liderazgo en la derecha
antiliberal, el fascismo a la española apenas despierta interés entre la clase políti-
ca, ni siquiera en el entorno del conservadurismo, que ha evolucionado ya hacia
el antiparlamentarismo siguiendo las directrices francesas pero que opta por el
militarismo frente al fascismo. Los mauristas se verán obligados a reconocer su
limitada capacidad para movilizar a las clases medias españolas, grupo social li-
mitado en términos numéricos en relación a la amplitud del proletariado obrero
y campesino, y además dividido políticamente. Tendrán que limitarse a esperar
a que en septiembre del año siguiente tenga lugar un pronunciamiento militar
que liquida el parlamentarismo y da protagonismo político a una parte de sus
huestes. Obviamente, el triunfo del golpe de Primo de Pavera y la continuidad
del régimen dictatorial durante seis años cercena, por el momento, las posibili-
dades del fascismo a la española.

EPÍLOGO
No hay en los textos publicados por los jefes legionarios, ni en Diario de una
bandera, ni en La Legión, a cargo de Millán-Astray en 1923, opiniones a favor de
una organización o corriente política concreta, no pudiendo valorarse como tal

32. Editoriales del Duque de G, La Acción, «La Legión nacioral» (16-11-1922) y «La legión nacional.
El estímulo de un gran ejemplo» (18-11-1922).

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 219-240


240 José L. Rodríguez Jiménez

la exaltación del credo legionario. Tampoco parece haberlas en sus declaraciones


a la prensa, si nos atenemos al hecho de que Millán Astray no entra en valo-
raciones ni del maurismo ni del fascismo. Sin embargo, su proceder y algunas
de sus declaraciones a los periodistas reflejan su rechazo a los procedimientos
del parlamentarismo, y no hay duda de que existe una sintonía ideológica y de
intereses entre el maurismo y el conjunto de la derecha antiliberal y los jefes
de la Legión (Franco lo será en junio de 1923). Y desde luego, en determinados
ámbitos de la derecha, la que promueve una organización fascista, la Legión
aparece como un referente. Es decir, y éste terminará siendo el elemento más
trascendente, lo que encarna la Legión en tanto que fuerza de choque (escuadras
de combate, fuerzas de asalto, en la terminología del fascismo) va a ser muy valo-
rado en los años siguientes por un sector de la derecha33, con especial intensidad
por quienes han de asumir el fracaso del primer fascismo español (1922-1923),
y también de la segunda oleada fascista (1930-1936). Ya no sólo como represen-
tación del modelo apetecido para una milicia civil, sino en términos de unidad
militar victoriosa en Marruecos, y, en 1934, en Asturias. Al mismo tiempo el
papel desempeñado por el ejército de África en la sublevación militar de julio
de 1936 y en el transcurso de los primeros meses de la contienda, y el hecho
de que el general vencedor en la guerra haya sido comandante de la I bandera
y jefe de la Legión hace que esta unidad se convierta en uno de los símbolos
iconográficos del régimen de Franco. Pero no sólo por lo que Franco representa,
también porque existe una identidad nacida tres lustros atrás y, aunque de for-
ma intermitente, alimentada por la derecha antiliberal.

33. BALFOUR, Sebastián, Abrazo mortal. De la guerra colonial a la Guerra Civil en España y Marruecos
('1909-1939), Barcelona, 2002, y NERI'N, Gustau, La guerra que vino de África, Barcelona, 2005, y
RODRÍGUEZ, José Luis, ¡A mí la Legión!..., op>. cit.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 219-240


«MORIR DE HAMBRE».
AUTARQUÍA, ESCASEZ Y ENFERMEDAD EN LA
ESPAÑA DEL PRIMER FRANQUISMO'

Miguel Ángel del Arco Blanco

«Para ganar la voluntad del pueblo que gobiernas,


entre otras has de hacer dos cosas: la una, ser bien criado
con todos [...]; y la otra, procurar la abundancia de los
mantenimientos, que no hay cosa que más fatigue el
corazón de los pobres que el hambre y la carestía»
Carta de D. Quijote a Sancho Panza, II, L.

INTRODUCCIÓN
La década de los cuarenta, con la guerra civil, es uno de los momentos más
comprometidos y difíciles para la sociedad española de todo el siglo XX. No só-
lo por ser una sociedad dividida, marcada por la dramática brecha del conflicto
bélico, el exilio y la represión; también por la situación de miseria en que vivió
sumida gran parte de la población.
Los largos años cuarenta han quedado grabados en la memoria colectiva
como momentos de escasez, de penuria y, en definitiva, de miseria generaliza-
da. Pero, ¿hasta qué extremos llegó la tragedia? Es cierto que la documentación
oficial franquista nos daría noticias de esta triste España; a la vista de la de-
sastrosa situación, era imposible no hacerlo. Pero aún así, ¿podemos conceder
plena credibilidad a lo que un régimen dictatorial decía de su propia gestión?
Pensamos que no.

* Este artículo hubiera sido imposible sin los investigadores del Cañada Blanch Centre de la London
School of Economics and Political Science de Londres, que posibilitaron mi estancia en dicho
centro. Mi agradecimiento a los profesores Sebastián Balfour y Paul Prestan; también a Alejandro
Quiroga y Gerald Blaney. Los consejos de Miguel Gómez Oliver contribuyeron a la redacción
final.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 241-258


242 Miguel Ángel del Arco Blanco

Con el fin de ofrecer fotografías más precisas y espontáneas de la gris Espa-


ña de posguerra, hemos recurrido a una fuente alternativa: la documentación
de la diplomacia británica en España durante los años cuarenta. Realizamos una
labor de investigación en la sección del Foreign Office de los National Archives
(Kew, Londres, Reino Unido). Manejamos los informes de la embajada en Ma-
drid, pero también las notas, telegramas, oficios o memorias de los consulados
y viceconsulados británicos de España.
Son años vitales para la diplomacia inglesa. La II Guerra Mundial y la posible
entrada de España en la misma motivan su interés por el régimen de Franco
y por lo relacionado con nuestro país. Prestan especial atención a la situación
socioeconómica, dado que comprenden que es una pieza fundamental de cara
a la participación de España junto a las potencias del Eje. A nuestro juicio, la
objetividad de las fuentes diplomáticas británicas estarían, desde luego, mucho
más acordes con la realidad que la ofrecida por la documentación franquista.
No tendría sentido que una burocracia altamente profesionalizada y destacada
como la británica describiese a su propio Gobierno la realidad de forma defor-
mada, máxime en un contexto bélico internacional.
Pretendemos analizar la realidad socioeconómica del primer franquismo a
través de una lente más transparente. Comenzaremos caracterizando y anali-
zando la política económica autárquica, causa principal del tremendo estanca-
miento económico español. Posteriormente ahondaremos en dos aspectos de
las trágicas condiciones de vida: el hambre y las enfermedades. Descubriremos,
a través de testimonios fiables y con una plasticidad sobrecogedora, que la si-
tuación que vivieron las clases más humildes fue más extrema de lo que hemos
pensado hasta ahora.

1. LA CAUSA DEL DESASTRE: LA POLÍTICA AUTÁRQUICA


Desde la muerte del general Franco la historiografía ha acabado con mu-
chos, no todos, de los mitos levantados por el régimen franquista. Uno de los
más destacados ha sido las causas de la larga posguerra, uno de los momentos
económicos más críticos de la Historia de España. Un nutrido número de histo-
riadores ha demostrado que la principal causa de la situación socioeconómica
fue la política económica del régimen: la autarquía 1 .

1. Entre otros: BARCIELA, Carlos, «Los costes del franquismo en el sector agrario: la ruptura del
proceso de transformaciones», en GARRABOU, Ramón; BARCIELA, Carlos; y JIMÉNEZ BLANCO, José
Ignacio, Historia agraria de la España Contemporánea, vol. Si, Barcelona, 1986; BARCIELA, Carlos,
«La España del estraperlo», en GARCÍA DELGADO, José Luis, El primer franquismo. España durante
la Segunda Guerra Mundial, Madrid, 1989; BARCIELA, Carlos y LÓPEZ ORTIZ, M.a Inmaculada,
«El fracaso de la política agraria del primer franquismo, 1939-1959. Veinte años perdidos para
la agricultura española», en BARCIELA, Carlos (ed.), Autarquía y mercado negro. El fracaso económico
del primer franquismo, •I92>9-'I959, Barcelona, 2003; CARRERAS, Albert, «La producción industrial
española, 1842-1981: construcción de un índice anual», en Revista de Historia Económica, año II,
n.° 1 (1984); COMÍN, Francisco y MARTÍN ACEÑA, Pablo, «La política autárquica y el INI», en
SÁNCHEZ RECIO, Glicerio y TASCÓN, Julio (eds.), Los empresarios de Franco. Política y economía en
España, 1936-1957, Barcelona, 2003.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 241-258


«Morir de hambre». Autarquía, escasez y enfermedad en la España del primer... 243

El modelo económico autárquico aspiraba al autoabastecimiento del país, a


través de la sustitución de importaciones por la producción nacional logrando
así una balanza de pagos favorable; con estos capitales y con el fomento directo
de la economía por parte del Estado, el fin último no era sólo la independencia
económica, sino la industrialización de la nación. Sin embargo, la política au-
tárquica fue un absoluto fracaso, y el régimen no comenzó a liberalizar tímida-
mente su política económica hasta comienzos de los años cincuenta.
El franquismo siempre recurrió a dos explicaciones para justificar como algo
inevitable la adopción de la política económica autárquica: la II Guerra Mundial
y las consecuencias de la Guerra Civil. Sin embargo, la autarquía no fue la única
alternativa ante la cerrazón de los mercados internacionales durante la II Guerra
Mundial, e incluso al posicionarse España con las potencias del Eje no sacó par-
tido de la neutralidad, malogrando una oportunidad para el desarrollo industrial
español2. Además, las destrucciones de la guerra civil fueron más limitadas de lo
que reconocería el régimen, no pudiendo explicar en ningún caso, por sí solas,
la negativa evolución económica de años anteriores3.
En definitiva, ha quedado demostrado que la irracional política económica
autárquica fue la principal responsable del estancamiento económico y de la lar-
ga crisis de subsistencia. Algún historiador ha ido aún más allá, afirmando que
la autarquía económica formó parte de los planes del régimen para controlar y
someter a la población4.
En las fuentes diplomáticas del Public Record Office quedan reflejados los
perniciosos efectos de la política autárquica. Reproduce, quizá de forma más
esperpéntica, las típicas imágenes consecuencia de la aplicación de la política
económica: desabastecimiento, hambre, desnutrición, precios exorbitantes,
racionamiento, largas colas y, por supuesto, estraperlo y corrupción.
A finales de 1939 desde el consulado de Málaga se informaba que produc-
tos como el arroz, harina, azúcar u otros alimentos básicos eran imposibles de
obtener; las patatas y la carne habían «desaparecido de los mercados»; y los pre-
cios se habían incrementado de forma exponencial. Y por supuesto, las colas: la
escasez de pan era la «principal preocupación» de las multitudes que dependían
de él para sobrevivir, y por ello formaban «colas esperando toda la noche a las
puertas de las panaderías»5.
Pero la autarquía dibujó un mundo de contrastes. Mientras que amplias
clases humildes estuvieron sometidas a los avatares de la perenne escasez de
los años cuarenta, unos pocos nadaron en la abundancia. En 1940 un ingeniero
de minas inglés se hospedó por unos días en el cortijo de un gran propietario
alménense de la zona del Cabo de Gata. Aquí está su testimonio: «mientras

2. CATALÁN, Jordi, La economía española y la II Guerra Mundial, Barcelona, Ariel, 1995, p. 281.
3. BARCIELA, Carlos; LÓPEZ, M.a Inmaculada; MELGAREJO Joaquín y MIRANDA José Antonio, La
España de Franco (19¡9-'I975)- Economía, Madrid, 2001, p. 20.
4. RICHARDS, Michael, Un tiempo de silencio. La guerra civil y la cultura de la represión en la España de
Franco, 1956-1945, Barcelona, 1999, pp. 22-23.
5. Public Record Office (PRO), Foreign Office (FO) 371/24507, pp. 319-320. Informe 22-12-1939.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 241-258


244 Miguel Ángel del Arco Blanco

que estuvimos en la casa de Pepe, había abundancia de todo, pero me pregunto


a qué precio. En los pueblos hay gente que no ha comido pan desde hace tres
meses, mientras alguna gente tiene tanto dinero como para comprar coches y
disfrutar de cualquier diversión que les apetezca»6.
Contrastes y paradojas de un modelo económico subordinado a la política.
Mientras que el pueblo se moría de hambre y se le pedía un sacrificio por la au-
tosuficiencia que garantizaría el engrandecimiento de la nación, se exportaban
productos agrarios a la Alemania nazi en pago por su ayuda en la Guerra Civil.
El embajador Yecklan informaba de ello a lord Halifax el 1 de julio de 1940. Y
no dejaba de mostrar su sorpresa: aunque «las perspectivas de alimentos para el
invierno parecían siniestras», «la totalidad de la cosecha de patatas de la zona
de Valencia habían sido enviadas a Alemania y ahora estaban siendo enviadas
también a Francia. Tomates y frutas en grandes cantidades estaban también
en camino». Así, la contribución de España a la causa alemana podía significar
«casi la inanición de su pueblo»7.
La falta de combustible fue una constante en estos años. Paradójicamente,
un sistema económico que aspiraba a la industrialización del país, convivía con
escenas como las de las calles de Barcelona, donde en octubre de 1940 no cir-
culaban «coches en las calles»8. Algo que no ocurría en Málaga, donde aunque
la carencia de gasolina y su excesivo coste hacía imposible que los propietarios
privados usasen sus coches, circulaban «gran número de coches conducidos por
funcionarios o miembros de sus familias»9. El favoritismo y el privilegio tam-
bién fueron una característica de la política económica autárquica.
Las capas más bajas vivían al borde de la subsistencia. El racionamiento
era insuficiente, los productos más básicos escaseaban o estaban sometidos al
mercado negro. El Gobierno era incapaz de alimentar a la población mediante
su política de abastecimientos. En teoría, intervenía y hacía entregar la mayor
parte de la producción agrícola, la almacenaba y la repartía entre el pueblo. En
la práctica, no sólo se incurrió en el favoritismo hacia algunos sectores de la
población sino que, en muchas ocasiones fue incapaz de distribuir los alimentos
porque, o bien desaparecían y pasaban al mercado negro o, sencillamente, no
estaban en condiciones para ser consumidos. Veamos algunas muestras.
El personal político y la burocracia franquista jugaron un papel principal
en la introducción de grandes cantidades de productos en el mercado negro.
Lo descubrimos una y otra vez. Desde pequeños almacenistas, a funcionarios
del Servicio Nacional del Trigo, de la Comisaría General de Abastecimientos
y Transportes, agentes del orden público y... gobernadores civiles. En junio
de 1945 se informaba desde Mallorca del cese de Manuel Veglison Jornet, que
causó «mucho interés, indignación y comentarios». Junto a dos funcionarios de
la Comisaría General de Abastecimientos y Transportes indujeron al Ministe-

6. PRO/FO371/24507, pp. 17-20.


7. PRO/FO371/24508, pp. 87-89.
8. PRO/FO371/24509, pp. 1-11. Informe 29-10-1940.
9. PRO/FO371/24508, pp. 256-265, 1940.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 241-258


«Morir de hambre». Autarquía, escasez y enfermedad en la España del primer... 245

rio de Comercio a «suministrar grandes cantidades de azúcar para una fábrica


ficticia de leche condensada, y procedieron a vender el azúcar en el mercado
negro». Pese a que el régimen había intervenido debido a incesantes denuncias,
no lo hizo por igual: los dos funcionarios estaban en prisión, pero Veglison ha-
bía dejado la isla «como hombre libre»10.
La gestión del abastecimiento revelaba también la incapacidad del sistema
y de quien lo gestionaba. En 1940 nada menos que 50.000 toneladas de arroz y
una considerable cantidad de bacalao fueron lanzadas al mar en Málaga debido
a su avanzado estado de descomposición11. Mientras, el «Nuevo Estado» hacía
soñar a unos hambrientos españoles con tiempos mejores y con almacenes
repletos de trigo, harina o aceite.
El personal político y burocrático del régimen tuvo una responsabilidad
principal no ya en el fracaso de la política económica autárquica (que, de par-
tida, estaba condenada al fracaso), sino en continuar aplicándola durante más
de una década. No sólo gran parte de él fue ineficaz y corrupto sino que, debi-
do a intereses de lucro personal, a la posición de privilegio que ostentaban o,
simplemente, dado que su carrera profesional dependía de la pervivencia de un
organismo de intervención, continuaron apoyando y presionando para prose-
guir con una política intervencionista, irracional y, sobre todo, tremendamente
injusta12.
El inteligente embajador inglés sir Samuel Hoare descubriría la irracionali-
dad del sistema económico en tempranas fechas. En octubre de 1941 culpaba
de la situación a «los ridículos, incluso criminales, errores cometidos por los
ignorantes administradores» del régimen. Contemplaba la escasez como algo
forzado, y veía el estraperlo como un fenómeno económicamente racional:
«El precio por el que un ganadero debe vender su leche es de 1,90 pesetas el
litro. Cuando el comerciante ha pagado el coste del transporte por traer la leche, por
ejemplo, a Madrid, debe vender esa leche a algo más de 2 pesetas por litro para tener
una legítima ganancia. Sin embargo, el precio oficial al que debe ser vendida la leche
en Madrid es de 1,10 pesetas por litro. Entonces, ¿cómo puede ser vendida leche en
Madrid? La respuesta es que es vendida en contrabando [estraperlo] al mayor precio
posible o es aguada tanto que un litro pueda ser vendido a 1,10 pesetas»13.
La España de los años cuarenta roza el esperpento. Lo paradójico, si no fuese
por los sufrimientos y muertes de gran parte de la población, tendría tintes de
cómico. En 1943 en Santillana del Mar (Cantabria), «donde hay más vacas que
habitantes (5.800 vacas y 5.000 seres humanos), y donde camiones cargados de
leche marchan diariamente a las fábricas, es imposible comprar un vaso de leche en

10. PRO/F0214/58. Informe de marzo de 1945.


11. PRO/FO371/24508, pp. 256-265. Informe 6-12-1940.
12. Sobre corrupción del personal y sus presiones para la continuación de la política agraria, ver:
BARCIELA, Carlos, «Franquismo y corrupción económica», en Historia Social, n.° 30 (1998), pp.
83-96; y del mismo autor: «El lobby agrario en la España franquista», en SÁNCHEZ RECIO, Glicerio
y TASCÓN Julio, Los empresarios..., pp. 111-120.
13. PRO/F0371/26899, pp. 16-19.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 241-258


246 Miguel Ángel del Arco Blanco

ninguna tienda o posada». Pero el absurdo, como en la literatura, estaba cercano


a la existencia, a la muerte: al mismo tiempo, «los trabajadores agrícolas esta-
ban muñéndose de hambre, mientras todas sus cosechas son tomadas por las
autoridades tan pronto como están listas»14.
Tras pasar unos días en Madrid, un empresario inglés informaba al Foreign
Office. Ante la crítica situación que contempló, concluía que el régimen «está
más preocupado de imponer sus propias teorías económicas sobre la población
que alimentarla, y más interesado en la política internacional [...] que en aten-
der las abrumadoras necesidades de reconstrucción dentro del país»15.
Y así sería durante largo tiempo. Los primeros síntomas de liberalización
económica comenzarían a partir de 1951 y, de forma decidida, con el Gobierno
de 1957 y el Plan de Estabilización Económica de 1959. Sin embargo, el régimen
franquista lo intentó hasta el final. En 1950 España negociaba de forma desespe-
rada la importación de grandes cantidades de trigo con otros países. Tanto que,
no sólo tenía conversaciones con Pakistán, sino que existían intermediarios en
El Cairo y Teherán para negociar la compra de trigo a la Unión Soviética16. Al
final el modelo económico autárquico, o mejor, los «intereses creados» de los
grupos de presión17, estuvieron por encima del ideario político18.

2. HAMBRE
El estudio de las condiciones de vida de los españoles durante el primer
franquismo ha preocupado a la historiografía. Diversos historiadores se han
interesado por el análisis de estos trágicos años, ahondando en las verdaderas
condiciones económico-sociales que atenazaron a la mayoría de los españoles,
y que un tardofranquismo económicamente triunfante había querido borrar de
la Historia.
El abastecimiento no fue eficiente. El racionamiento resultó insuficiente
para garantizar las necesidades mínimas de la población, donde el pan era
«negro y escaso» y llegaba de forma desigual a vencedores o vencidos. Condi-
ciones higiénico-sanitarias muy deficientes dieron lugar a un incremento de la
mortalidad, sobre todo infantil. El déficit de viviendas y su estado lamentable
se convirtió en un verdadero problema nacional. El nivel productivo de la agri-
cultura española tardó tiempo en alcanzar los niveles de preguerra. Apareció el

14. PRO/F0371/34788, pp. 66-68. Informe Creswell tras su visita a Santander, 20-7-1943.
15. PRO/F0371/26891, pp. 99-103, 1941.
16. PRO/F0371/89583, Informe confidencial de 1950. España compraría cereales a la URSS a cam-
bio de aceite de oliva y wolframio. El intercambio no llegó a realizarse. Por telegrama desde El
Cairo con fecha de 21 de marzo de 1950, sir Ronald Campbell comunicaba que su «contacto» le
había informado de que «finalmente ha decidido no ofrecer trigo ruso a los españoles (aunque
ellos estarían muy dispuestos a aceptarlo), ya que temía que estas transacciones con la URSS le
pudiesen traer complicaciones en el futuro».
17. MORENO FONSERET, Roque, «El régimen y la sociedad. Grupos de presión y concreción de inte-
reses», en Ayer, n.° 33, (1999), pp. 87-113.
18. ElROA, Matilde, Las relaciones de. Franco con Europa Centro-Oriental (Í9¡9-'I955), Barcelona, 2001,
p. 163.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 241-258


«Morir de hambre». Autarquía, escasez y enfermedad en la España del primer... 247

estraperlo y sus precios inalcanzables para las clases populares. El control de


los salarios por el régimen trajo consigo una reducción de los salarios reales y,
en definitiva, el empobrecimiento de la mayoría. Esta situación o el destacado
número de parados no fue un problema para un Estado paternalista que intervi-
no férreamente en las relaciones laborales y en el control social, anulando toda
forma de protesta social19. En efecto, el triste paisaje cotidiano de la España de
los años cuarenta estuvo tamizado por las más variadas formas de represión,
por una violencia institucionalizada y una coacción cotidiana20.
El análisis de la pobreza y de las clases sociales menos favorecidas plantea
problemas metodológicos. Es difícil cuantificar y calificar a la pobreza, puesto
que nos falta lo fundamental: «la voz escrita de sus protagonistas». Así, en la
mayoría de las ocasiones las investigaciones recurren a lo que dicen de ellas
categorías sociales alejadas de su realidad o incluso confrontadas con el objeto
de análisis. El franquismo puede ser un buen ejemplo de ello donde, como en
todas las fuentes oficiales, además encontraremos un desfase entre las cifras
oficiales y reales21. Sin embargo, si utilizamos la documentación británica salva-
mos algunos de estos escollos, no todos, y obtendremos una información más
transparente y objetiva.
¿Cómo vio el personal diplomático británico esta España desoladora? Sin
estar sometidos a la censura y parcialidad de la documentación franquista,
informaron al Foreign Office sobre la penosa España que existía fuera de los
muros de embajadas y consulados.
Sin duda, las dificultades económicas de los españoles durante los años
cuarenta y, en definitiva, el hambre, será el asunto que más preocupe - y sor-

19. MOLINERO, Carme e YSÁS Pere, «El malestar popular por las condiciones de vida. ¿Un problema
político para el régimen franquista?», Ayer, n.° 52 (2003) pp. 255-280; MOLINERO, Carme e YSÁS,
Pere, Patria, Justicia y Pan. Nivell de vida i condicions de treball a Catalunya, 1939-1'954, Barcelona,
1985; ORTEGA LÓPEZ, Teresa M. a , Del silencio a la protesta. Explotación, pobreza y conflictividad
en una provincia andaluza, Granada -/?3é--/?7Z- Granada, 2003, pp. 63-94; SERRALLONGA, Joan,
«Subordinación, abastos y mortalidad. La Montaña catalana, 1939-1945», Historia Social, n.° 34
(1999), pp. 45-66; GlNARD i FERÓN, David, «Las condiciones de vida durante el primer franquis-
mo. El caso de las Islas Baleares», Hispania, n.° 212 (2002), pp. 1099-1128; COBO ROMERO, Fran-
cisco y ORTEGA LÓPEZ, Teresa, «Hambre, desempleo y emigración. Las consecuencias sociales
de la política agraria autárquica en Andalucía oriental, 1939-1975», Hispania, LXIV/3 (2004),
pp. 1079-1112; REHER, David S., «Perfiles demográficos en España, 1940-1960», en BARCIELA,
Carlos (ed.), Autarquía y mercado negro..., pp. 11-18; BARCIELA, Carlos y LÓPEZ, M.a Inmaculada,
«El fracaso de la política agraria del primer franquismo, 1939-1959», en BARCIELA, Carlos (ed.)
Autarquía y mercado negro..., pp. 55-93; BABIANO, José, «¿Un aparato fundamental para el control
de la mano de obra? (reconsideraciones sobre el sindicato vertical franquista)», Historia Social,
n.° 30 (1998), p. 38.
20. CASANOVA, Julián; ESPINOSA, Francisco; MlR, Conxita y MORENO, Francisco, Morir, matar,
sobrevivir. La violencia en la dictadura de Franco, Barcelona, 2002; CENARRO, Angela, «Muerte y
subordinación en la España franquista: el imperio de la violencia como base del «Nuevo Estado»,
Historia Social, n.° 30 (1998), pp. 5-22; MlR, Conxita, Vivir es sobrevivir. Justicia, orden y marginación
en la Cataluña rural de posguerra, Lérida., 2000.
21. MAZA, Elena, Pobreza y beneficencia en la España contemporánea (1808-19Í6), Barcelona, 1999,
pp. 14-15.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 241-258


248 Miguel Ángel del Arco Blanco

prenda- al personal británico. Dibujan una situación aún más catastrófica de lo


que comúnmente la historiografía del franquismo ha reflejado22.
Los informes no dejan de reflejar la carencia absoluta de alimentos. El emba-
jador inglés informaba desde San Sebastián en agosto de 1939 que la situación
era cada día peor, siendo imposible obtener harina, arroz o patatas, mientras
que el azúcar y la carne eran escasos y sólo se podía obtener pan una vez cada
cinco días23.
Por ese tiempo un industrial vinícola de Jerez de la Frontera (Cádiz) definía
la cuestión alimentaria como «muy seria», tanto que les afectaba incluso a las
clases acomodadas: «si nosotros estamos continuamente hambrientos, puede
imaginar cómo lo deben estar los obreros»24.
La población española estaba, literalmente, muriendo de hambre. Pero el
descontento se extendía. Alan Hillgarth, comandante de la Royal Navy infor-
maba de ello en noviembre de 1939: «el descontento se está extendiendo por
todas partes. La falta de comida, su coste cuando está disponible y la mala dis-
tribución de los alimentos disponibles están colocando a la gente en un estado
cercano a la desesperación. Un cuarto de la población de España está prácticamente
muñéndose de hambre» (la cursiva es nuestra). La situación era límite; tanto que
se auguraban disturbios en las grandes ciudades si la situación no cambiaba25.
Informes de este tipo se repetirán constantemente: empezamos a encontrar
otro motivo además del político para el empleo indiscriminado de la represión
por parte del régimen. Los estómagos hambrientos y desesperados serían tran-
quilizados con el miedo y el terror.
Mientras tanto, las reacciones desde la cúpula del «Nuevo Estado» eran
variadas. Serrano Súñer inauguraba la tradición del régimen para justificar la
escasez, achacándola a «la criminal prolongación de la guerra por parte de los
«rojos»» y a las destrucciones de la contienda26.
El propio general Franco no aceptaba ni esa justificación. Debatiendo sobre
la situación económica durante un Consejo de ministros, afirmó que «las cosas
no pueden estar tan mal desde el momento en que a todos los sitios a los que
voy se me ofrecen banquetes y encuentro caras sonrientes»27.
Los informes de la embajada sobre la situación son constantes, tanto que
ellos mismos asumen que «las reiteraciones sobre las abrumadoras condiciones
de España son monótonas». Cada nota o telegrama nos hace ver que la situa-
ción no puede ser peor y que la sociedad está al borde del colapso; sin embargo,

22. Las investigaciones realizadas sobre el período en esta provincia no son tan explícitas como
los testimonios que ofrecemos a continuación; pensamos que las fuentes históricas empleadas
son la clave. ElROA, Matilde, Viva Franco. Hambre, racionamiento, falangismo. Málaga, 1939-1942,
Málaga, 1995, pp. 104-118 y BARRANQUERO, Encarnación, Málaga entre la guerra y la posguerra.
El franquismo. Málaga, 1994.
23. PRO/F0371/23168, pp. 85-92, informe 9-10-1939.
24. PRO/F0371/23168.
25. PRO/F0371/23168, pp. 192-194. Memorándum, 17-11-1939.
26. PRO/F0371/23168, pp. 132-135. Informe noviembre de 1939.
27. PRO/F0371/23168, pp. 186-187. Telegrama 17-11-1939.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 241-258


«Morir de hambre». Autarquía, escasez y enfermedad en la España del primer... 249

siempre encontramos alguna aún más dramática y, las revueltas, son siempre
inexistentes. Un marinero británico atracado en Algeciras informaba estremeci-
do que la población «hace casi cualquier cosa por una rebanada de nuestro pan
blanco», y en cuanto al vestido, hacía notar que «todos parecían harapientos»28.
En efecto, en la zona de Gibraltar la situación era tan desesperada que «los
españoles se llevan las bolsas de comida, y a veces incluso los desechos de los
soldados británicos»29.
La embajada británica recopilaba testimonios de viajeros horrorizados:
«para saber lo que es verdaderamente apretarse el cinturón uno tiene que estar
en España». La situación era tan dantesca que un informante inglés de Huelva
dudaba si la embajada creería lo que veía: «me pregunto si se creerá que la gente
está comiendo nada más que bellotas y castañas, e incluso estas son muy esca-
sas y caras». Otro viajero de Lisboa se refería a la «verdaderamente espantosa y
catastrófica hambruna de España». El hambre era tal que «un burro cayó muerto
en Campillo [Huelva] el otro día, y la gente comenzó a pelear para conseguir
una pieza». Y por supuesto, las clases bajas sufrían las peores consecuencias:
«en algunas localidades los famélicos pobres están comiendo perros y gatos,
que roban cuando tienen la oportunidad». En definitiva, la fotografía de España
a ojos de los viajeros era estremecedora: «España era horrible, tan pobre y tan
hundida, la gente parecía azul y hambrienta» 30 . Insistimos: la situación llegó a
ser mucho peor de lo que habíamos creído hasta ahora.
En noviembre de 1940 la situación se veía agravada en Barcelona: se acu-
saba una mayor escasez - a ú n - de alimentos; pero a la vez, el régimen estaba
persiguiendo el estraperlo, vía básica por la que se complementaban los pobres
racionamientos ofrecidos. De esta forma, era «imposible obtener lo básico
para vivir». Mientras tanto, el ejército era tratado preferentemente, recibiendo
alimentos incluso en los tres días en que no se suministró racionamiento a la
población31. El régimen franquista sabía gestionar el problema del abasteci-
miento, repartiendo el hambre de forma discriminada entre sus apoyos sociales.
Mientras tanto, miraba hacia otro lado, achacaba la situación económica a las
destrucciones de las «hordas marxistas», a la coyuntura internacional y, nove-
dad, a las desgraciadas epidemias. En efecto, un británico llegado de España
a Tánger hacía saber que la «epidemia de tifus está siendo exagerada por las
autoridades españolas para ocultar la verdad»: que los españoles pobres estaban
muriendo de hambre 32 .
La desnutrición dejaba secuelas en la población. Estampas tan tristes como
la descrita por un corresponsal de la embajada en Huelva: «pagamos a una mu-
jer por limpiar el gallinero todos los días, pero la pobre alma difícilmente puede
caminar, no ya trabajar, por la falta de comida. Algunos hombres apenas pueden

28. PRO/FO371/24509. Informe 29-10-1940.


29. PRO/FO371/24509. Informe 18-11-1940.
30. PRO/FO371/26890, pp. 40-50. Informe sobre las condiciones económicas de España, 1941.
31. PRO/FO371/24509, pp. 15-29. Informe 5-11-1940.
32. PRO/F0371/26891, pp. 85-86. Telegrama, 22-9-1941.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 241-258


250 Miguel Ángel del Arco Blanco

sostenerse en pie... y deben ir a trabajar o no conseguirán dinero... aquí no hay-


caridad ni asistencia social»33. En esa misma provincia se daba noticia de que los
«hombres abandonan el trabajo por debilidad y se alimentan a base de tomates
para guardar el pan para sus hijos»34. El director de las Minas de San Miguel
(Almería) revelaba en 1941 que la extracción de mineral se había reducido a
muy pequeña escala debido a la falta de carbón y «a debilidad de los hombres
debido a la malnutrición». Desde Mahón el vicecónsul inglés comunicaba que
«la clase trabajadora tiene serias dificultades para continuar trabajando»35. Los
obreros de los muelles de Sevilla también se veían afectados: la carga y descarga
de los barcos no podía «ser efectuada con la misma rapidez que antes»36. Con
una sociedad en estas condiciones, no tiene sentido que nos preguntemos por
la oposición al régimen. Era imposible.
La peor secuela del hambre era la muerte. La historiografía ha hecho refe-
rencia a este fenómeno, la mayoría de las veces recurriendo a la memoria co-
lectiva37. Sin embargo, en las fuentes del Foreign Office no es difícil encontrar
referencias explícitas a los fallecimientos por inanición. Otra prueba de que la
situación era más crítica de lo que el franquismo reconocería.
En 1940 el vicecónsul de Almería afirmaba que «la inanición en esta ciudad
es una realidad de la que soy testigo todos los días»38. Un teniente-coronel
británico que visitó las comunidades inglesas del sur de España, advertía sobre
el problema de la comida y sobre las «numerosas muertes por inanición»39. En
1941, un viajero portugués lo hacía extensivo a toda España: «grandes grupos de
población se están muriendo de hambre o al borde de la inanición»40. En Sevilla
«un gran número de muertes» tenían lugar en los hospitales por malnutrición e
inanición; pero también había «casos certificados de personas muriendo en las
calles por hambre»41.
Descubrimos la verdadera situación del franquismo en sus primeros años.
Pero no fueron los únicos: en 1946 la situación en Madrid y Barcelona había
mejorado relativamente; no así en zonas del sur, donde todavía persistían los
«signos de desnutrición entre la población pobre», mientras que en Málaga

33. PRO/FO371/24509. Informe 26-12-1940. La caridad, representada por el Auxilio Social ha sido
interpretada como una herramienta de control social: JARNE, Antonieta, «Niños «vergonzantes»
y «pequeños rojos». La población marginal infantil en la Cataluña interior del primer franquis-
mo», Hispania Nova, n.° 4 (2004) y CARASA SOTO, Pedro, «La revolución nacional-asistencial
durante el primer franquismo», en Historia Contemporánea, n.° 16 (1997), pp. 98-140.
34. PRO/FO371/24508, pp. 192-193. Memorándum 9-9-1940.
35. PRO/FO371/26890. Informe sobre la escasez en España, 1941.
36. PRO/FO371/26890, pp. 71-72. Informe 8-2-1941.
37. Los jornaleros cordobeses recordarían los años del hambre: «en todos los pueblos cuentan de los
cadáveres inflados recogidos en las calles». MARTÍNEZ ALIER, Juan, La estabilidad del latifundismo,
París, 1968, p. 98.
38. PRO/FO371/24508. Informe 6-12-1940.
39. PRO/FO371/24509, pp. 93-97. Telegrama 20-9-1940.
40. PRO/FO371/26890, pp. 40-50.
41. PRO/FO371/26890, pp. 71-72. Informe sobre las condiciones en el distrito de Sevilla,
8-2-1941.

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«Morir de hambre». Autarquía, escasez y enfermedad en la España del primer... 251

todavía encontramos «muertes por inanición en algunas zonas». Pero a pesar


de todo y del duro invierno el pueblo español «ha conseguido de alguna forma
reunir con esfuerzo la suficiente comida para sobrevivir»42.
Todos los testimonios coinciden en afirmar que los más afectados eran las
capas populares, mientras que las clases altas y las autoridades se lucraban con
el estraperlo y la escasez ajena. Ante un régimen dictatorial, que controlaba y
gestionaba el siempre insuficiente abastecimiento de alimentos, pero también
la persecución del pequeño estraperlo, única y forzada salida a la muerte por
inanición, la oposición era imposible.
Los informes sobre el problema alimentario están centrados sobre todo a
comienzo de los años cuarenta. Como sabemos, ese período coincide con el
momento en que la represión fue más feroz y brutal. En la segunda mitad de
la década, pese a que hubo años de tremenda penuria económica, la situación
alimenticia no fue tan extrema como en los primeros años del régimen. No por
ello, desde luego, podemos calificarla como satisfactoria. Veamos rápidamente
algunos casos.
En 19461a distribución de las raciones, siempre insuficientes, era irregular, y
en algunas pequeñas ciudades del país no habían recibido ninguna ración desde
hacía seis semanas 43 ; en Cataluña eran «casi inexistentes», y la ración de aceite
de diciembre no fue distribuida44. Pero en el sur la situación era siempre peor:
en la zona de Málaga la escasez de trigo llegó a ser tan acusada que se estaban
importando «semillas para pájaros desde el norte de África para su uso como
impureza en la elaboración de la harina»45.
En marzo de 1948 la embajada británica en Madrid tenía acceso a un infor-
me confidencial del secretario del Consejo Superior de la Cámara de Comer-
cio sobre la alimentación nacional. Se calculaba que la alimentación mínima
requerida por un español estaría en torno a 2.000 calorías al día; teniendo en
cuenta las raciones oficiales y la compra de otros productos en el mercado ne-
gro, existió un déficit de calorías que iba del 20 por 100 en febrero a más del
15 por 100 en agosto de 1947. En 1948 se calculaba que la media de calorías
consumidas por los españoles no sobrepasaba las 1.650. Sin embargo, en 1946
la situación había sido aún peor, ya que la media estaba alrededor de las 1.430
calorías, lo que significaba un déficit en cuanto a lo mínimo requerido de un
28,5 por 10046
Al final de la década la situación continuaba. Un ingeniero de minas britá-
nico informaba en 1949 que «en España la situación parece ser cada vez peor».
Su descripción de Málaga presenta el panorama desolador de todo el período:
«Conozco Málaga desde 1932. Nunca he visto tantos mendigos y no he visto
sus transportes, tranvías, autobuses y taxis en tan mal estado. El pan es escaso

42. PRO/FO371/60377. Informe 4-6-1946.


43. PRO/FO371/60411. Informe 1-1-1946.
44. PRO/FO371/60411. Informe 16-1-1946.
45. PRO/FO371/60411. Informe 13-2-1946.
46. PRO/F0371/73342. Informe 8-3-1948.

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252 Miguel Ángel del Arco Blanco

y de malísima calidad. En Torremolinos hablé con muchos pobres. Era siempre


la misma historia de hambre y paro»47.
Pero la tragedia tenía que comenzar a llegar a su fin. En 1950 encontramos
las primeras noticias de una mejora en la situación. Aunque todavía se apre-
ciaban «considerables dificultades y malnutríción entre las clase más pobres,
[...] en ninguna parte del país, salvo en ciertas localidades de Andalucía, se ha
observado una extendida desnutrición». Las clases más humildes eran las más
afectadas, ocupando las provincias andaluzas un papel protagonista. Lo peor
había pasado; aún en esa situación, no se percibían indicios que pusiesen «en
peligro al régimen»48.
Paulatinamente se fueron recuperando los niveles agrícolas de preguerra. En
1952 desaparecen las cartillas de racionamiento. Pero hasta el final de sus días,
el régimen jugó con el hambre como un elemento de control sobre la población.
En noviembre de 1951, con motivo de las elecciones municipales, por prensa y
radio se anunció que el que no participase en la votación no le sería renovada
la cartilla de racionamiento 49 . Hambre y represión fueron unidas. Pero también,
paradójicamente, el hambre y la estabilidad del régimen del general Franco.
En conclusión, percibimos a una España famélica, desnutrida, desesperada.
O al menos las clases populares. Los adictos al régimen disponían de mecanis-
mos para sortear las desgracias con más facilidad. Ante esta crítica situación,
¿por qué permaneció estable - y se consolidó- el franquismo durante los años
cuarenta? La brutal represión, los apoyos sociales del régimen, los jugosos be-
neficios de las clases más acomodadas mediante el estraperlo o la arbitrariedad
del sistema económico, o la eficaz propaganda de un régimen que hacía sem-
piterno el recuerdo de la guerra civil, quizá puedan responder a ello. Pero, en
todo ello, puede ser también ilustrativo reflexionar sobre el estado de ánimo
de la población, sobre todo de los más descontentos, las clases desfavorecidas.
Disponemos de una descripción del Madrid de 1940:
«Lo que me deprime más es el aspecto de la gente pobre... ahora todo ha cam-
biado. La guerra parece haber roto el corazón de la gente. Hay una atmósfera de
resentido sufrimiento, pero en mi opinión, esto es sobre todo debido a la falta de
comida. Es muy común ver hombres, mujeres e incluso niños caerse en las calles
desmayados por falta de comida. En algunos lugares uno se queda marcado por
escenas de niños muriendo de hambre. [...] No puedo entender por qué no hay una
forma mejor de distribuir la comida [•..] Las cartillas de racionamiento no aseguran
al pobre lo necesario para mantener juntos cuerpo y alma»50.
En este contexto desoiador, desarticulada cualquier posibilidad de asocia-
ción, callado el disenso con las armas, las torturas, la coacción -pero también
el hambre-, la mera intención de oposición al franquismo era una quimera

47. PRO/F0371/79721. Informes 5 y 21 de agosto de 1949.


48. PRO/FO371/89480. Informe de enero de 1950.
49. PRO/F0371/96154. Resumen mensual de noviembre de 1951.
50. PRO/FO371/24509, pp. 72-88. Memorándum del profesor Starkey. Noviembre de 1940.

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«Morir de hambre». Autarquía, escasez y enfermedad en la España del primer... 253

inalcanzable. El régimen comprendió desde el principio que en su aparente


debilidad contextúa!, la desesperada situación económica de las clases más
desfavorecidas, estaba su verdadera fuerza. Tan sólo le bastó con gestionar el
abastecimiento de la población, sometiéndola a su control directo y acercándola
a la frontera entre la vida y la muerte.

3. ENFERMEDADES
El problema de la vivienda, el hacinamiento de parte de la población en
cuevas o la extensión del chabolismo, dará lugar a una falta de higiene. Paralela-
mente, la carencia de medicinas o de los más elementales medios médicos será
casi total. Además, la tremenda escasez de alimentos descrita y la incapacidad
del «Nuevo Estado» para alimentar a su población, no hará más que potenciar
al máximo la situación. Una población desnutrida y exhausta hará frente, con
poco éxito, al frío, la falta de higiene y a la más absoluta carencia de medica-
mentos. Las enfermedades harán su aparición.
Un buen botón de muestra es la situación de Extremadura en el verano de
194151. Un informe confidencial de las comisiones médicas de la Dirección
General de Sanidad reflejaba las condiciones en las provincias de Badajoz y
Cáceres. Gran número de personas estaban afectadas por la «pelagra» y por
el «edema del hambre». Además, se habían localizado 75 casos de una nueva
enfermedad en la ciudad de Castuera (Badajoz), que afectaba a jóvenes de am-
bos sexos de entre 18 y 25 años y paralizaba sus extremidades inferiores sin
ninguna posibilidad de posterior curación.
La población era pasto de las enfermedades por su debilitamiento y desnu-
trición. En Trujillo y otras localidades de Cáceres la gente llegó a tal grado de
desesperación que, durante meses enteros, sólo comieron hierba cocinada con
sal. La falta de proteínas, grasas y otras sustancias básicas en la dieta provoca-
ban el debilitamiento. Así, muchas veces las muertes eran resultado no de las
enfermedades en sí mismas, sino de la baja resistencia de los pacientes a otras
infecciones.
Los relatos ofrecidos son sobrecogedores. Y en ello, el tifus será el elemento
estrella. Destaca por encima de todos el año de 1941. El 2 de abril, el emba-
jador sir Samuel Hoare informaba de la aparición de una virulenta epidemia
de tifus en Madrid, causando gran preocupación al Gobierno debido a la total
carencia de medios para combatirla: «los desinfectantes de cualquier clase están
escaseando, incluso los suministros de jabón están acabándose y las fábricas de
jabón cierran debido a la falta de materia prima». Constataba la existencia de
1.800 casos, con un incremento diario de 23. La tasa de mortalidad es «excep-
cionalmente alta»52.
La fuente diplomática se manifiesta, otra vez, excepcional. Días después,
Hoare visita personalmente a un alto cargo responsable de la situación sanitaria.

51. PRO/F0371/26891, pp. 69-71.


52. PRO/FO371/26890, pp. 111-116.

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254 Miguel Ángel del Arco Blanco

Y constata que la epidemia de tifus no se constriñe a la capital53. Se extendía


como la pólvora: se contabilizan ya alrededor de 500 casos para toda España.
En un mapa sembrado por banderas pudo comprobar que, aparte de Madrid,
todos los casos estaban concentrados en Andalucía y el Levante-sur, aunque
también había una aislada infección en Lugo. En cuanto a Madrid, lógicamente,
los barrios más pobres y humildes eran los más infectados.
Meses después, la situación no se atenuaba. El consulado de Málaga informa
el 10 de julio sobre la alarma por la epidemia de tifus que «no muestra signos de
disminuir»54. La higiene era la primera defensa contra la enfermedad, pero en la
España de la autarquía, lo trágico caminaba de la mano de lo histriónico: no es
que se careciese de medicinas, sino de jabón. En efecto, «la carencia de jabón
nunca ha sido más acusada que en el presente, a pesar del hecho de que hay
grandes cantidades de aceite disponibles en el país». Las propias autoridades
parecían no hacerse eco de lo crítico de la situación: pese al peligro de contagio
en una población famélica, «las corridas de toros todavía están teniendo lugar y
no se han dado pasos para cerrar cines u otros lugares donde las multitudes se
reúnen». ¿Circo sin pan? Desde luego, la información consular trasluce, por lo
menos, una llamativa despreocupación de las autoridades por la situación y por
el destino de los más humildes.
Y prueba de todo ello sería el desarrollo de la enfermedad en los meses si-
guientes. Sir Samuel Hoare informa personalmente a Londres55. La situación es
crítica. Aunque se suponía que la epidemia terminaría bajo el calor del verano,
se había incrementado su extensión, notificándose nuevos casos en esos meses.
Hasta entonces en Málaga se habían contabilizado 4.000 casos, aumentando
la cifra en 100 casos más por semana. La enfermedad reaparecía en ciudades
en las que parecía erradicada: volvía a incidir con más dureza en Extremadura,
Andalucía y el Levante-sur.
El peligro no tocaba a su fin. Las predicciones auguraban que, con la llegada
del otoño y del invierno, la epidemia alcanzaría «proporciones internacionales».
Internamente, Hoare consideraba imposible frenar la situación: «en España hay
poca o ninguna organización para actuar contra una epidemia de este tipo»;
es más, «los mismos españoles no son compasivos con los sufrimientos de los
demás»; la tremenda fractura social de la guerra civil se ratificaba y se ahondaba
en los momentos más penosos de la posguerra. Todo ello le hacía afirmar que
cualquier esquema de actuación era «impracticable en las presentes condiciones
de España».
El gran déficit higiénico y sanitario contribuyó al brutal desarrollo de la
enfermedad. Pero la desnutrición también era una causa principal. La Misión
Rockefeller había realizado detalladas investigaciones sobre las condiciones de
centenares de familias pobres españolas. Los resultados fueron abrumadores:

53. PRO/FO371/26890, pp. 140-141. Casos: Madrid, 310; Murcia, 40; Sevilla, 28; y Almería, 21.
54. PRO/F0371/26891, pp. 5-9.
55. PRO/F0371/26891, pp. 47-52. Año 1941.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 241-258


«Morir de hambre». Autarquía, escasez y enfermedad en la España del primer... 255

los adultos sólo disponían de entre un tercio y un cuarto de las calorías diarias
necesarias; y los niños, de un quinto. Según sus conclusiones, las clases más
desfavorecidas eran «carne de cañón» ante el tifus. El desentendimiento o
incapacidad de las autoridades del régimen para atajar la situación nos hacen
cuestionarnos si no sería acertado incluir la variable de las epidemias entre un
elemento más de la represión franquista de posguerra.
La lamentable situación, la incapacidad del régimen y la delicada situación
del Reino Unido en la II Guerra Mundial en el verano de 1941, hizo que el
propio sir Samuel Hoare propusiese a sus superiores tomar cartas en el asunto.
La situación era tan alarmante que proponía, incluso para un país pro-eje como
España, autorizar la importación de jabón y vacunas. Desde luego, las dimen-
siones de la tragedia superan la visión que el régimen franquista daría de la
misma. Tanto que podía llegar a constituir una factor más que importante en el
desarrollo de la Guerra Mundial.
Hoare era consciente que cuanto peor fuese la situación en España, existirían
menos posibilidades de su entrada en la guerra y, también, de que Alemania
enviase su ejército al país. Pero, a la vez, no veía deseable una «explosión sin
precedentes de tifus que empezase en España y que se extendiese a Portugal y
de éste a otros países».
La situación era extrema. Y el propio ministro de Economía de guerra se
dirige al subsecretario de Estado del Foreign Office, autorizando la concesión
«de vacunas y navicerts automáticamente sin límite de cantidad». También se
acordaba importar a España «25.000 toneladas de materiales para fabricar ja-
bón, a pesar de que España está exportando considerables cantidades de aceite
de oliva al enemigo»56.
No pensamos que tras la ayuda británica se escondiese la esperanza de ganar
a España para sus intereses en la II Guerra Mundial. Como sabemos, durante
1940 y 1941 se producen las negociaciones entre las potencias del Eje y España
para la entrada de ésta en la guerra57. En esa coyuntura, tampoco nos inclina-
mos a pensar que la ayuda fuese debida a fines humanitarios. Más bien no
complicar aún más el escenario en el que se desarrollaba la II Guerra Mundial
con la explosión de una epidemia de tifus a nivel europeo.
Por otro lado, el Ministerio de Guerra británico confirma que el régimen de
Franco exportaba aceite a Alemania. A la vez, era testigo del azote de la epide-
mia entre los más pobres. Este cruce de factores refleja una opción deliberada
del «Nuevo Estado» por ayudar a las potencias del eje en lugar de asegurar, no
ya el desarrollo o bienestar mínimo de su pueblo, sino la mera supervivencia.
En definitiva, esta deliberada opción muestra también una represión del ré-
gimen hacia las capas más desfavorecidas de la población, llevándolas hasta

56. PRO/F0371/26891, pp. 83-84. Año 1941. Además se fijaba una ración de 500 Tm. de jabón por
trimestre para España.
57. PRESTON, Paul, Franco. Caudillo de España, Barcelona, 1994, capítulo 16; y HEIBERG, Morten,
Emperadores del Mediterráneo: Franco, Mussolini y la guerra civil española. Barcelona, 2003, capítulo
14.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 241-258


256 Miguel Ángel del Arco Blanco

el límite de la subsistencia. Las dimensiones de la tragedia pueden escapar


fácilmente de la imaginación: no nos referimos a la represión hacia un extenso
número de personas con una actuación o ideología política determinada que no
era, desde luego, poco; estamos hablando que las numerosas capas más pobres
del país, sin distinción de región o provincia, estaban en el punto de mira de las
epidemias y, por tanto, de la muerte. Así, asomadas al precipicio de la vida o
la muerte, cuestionar al régimen o manifestar algún tipo de disenso, no tendría
sentido alguno.

4. CONCLUSIÓN
El «Nuevo Estado» aspiraba a fortalecer, elevar y engrandecer a España,
para lo que se plegarían «inexorablemente los intereses de los individuos, de
los grupos y de las clases»58. Para ello, subordinaría «la economía a su política»,
poniendo en marcha el modelo económico autárquíco 59 . Por tanto, según el es-
píritu de leyes, decretos y discursos del régimen, el interés individual quedaba
desterrado y supeditado al interés de la «Nación». Evidentemente, no fue así.
La política autárquica fue un fracaso por dos motivos: el primero, porque
económicamente fue un desastre, no alcanzó sus objetivos y sumió al país en
un gravísimo estancamiento económico; y el segundo, porque no cumplió las
expectativas que inspiraron al régimen (subordinar el interés individual al na-
cional). Pero, ¿debemos confiar en lo que el franquismo decía de sí mismo, en
cuanto a sus aspiraciones y objetivos? Quizá sea demasiado inocente desde el
punto de vista de la interpretación histórica.
La «misión histórica» por la que surgió el franquismo, al igual que otros
fascismos, fue estabilizar y fortalecer las relaciones de propiedad capitalistas y
asegurar el dominio social y económico de unas determinadas clases sociales
que, durante el período republicano, se sentían amenazadas 60 . Desde este punto
de vista, la política autárquica fue un éxito total. Estudiando el modelo autár-
quico en función de su «eficacia de clase» y no por su «eficacia económica»61,
comprendemos que fue una pieza más, fundamental, en la misión social del
régimen franquista y en la creación y mantenimiento de los apoyos sociales que
lo perpetuaron durante los críticos años de posguerra62. La racionalidad política,
al final, estuvo por encima de la racionalidad económica.

58. Punto 1 del Decreto de Unificación de Partidos, de 19 de abril de 1937 (BOE 20/4/1937).
59. Fuero del Trabajo, preámbulo.
60. CASANOVA, Julián, «La sombra del franquismo: ignorar la historia y huir del pasado», en CASA-
NOVA, Julián (et alií), El pasado oculto. Fascismo y violencia en Aragón (1936-1939), Madrid, 1992,
pp. 24-25.
61. Este análisis ha sido sugerido por GARRABOU, Ramón, «Políticas agrarias y desarrollo de la
agricultura española contemporánea: unos apuntes», Papeles de Economía Española, n.° 73 (1997),
pp. 146-147.
62. DEL ARCO BLANCO, Miguel Ángel, Las alas del ave fénix. La política agraria del primer franquismo
(1936-1959), Granada, 2005, p. 298.

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«Morir de hambre». Autarquía, escasez y enfermedad en la España del primer... 257

Y en efecto, así fue. Mientras que un grupo de españoles se enriqueció


notablemente y a veces con una publicidad notoria63, la mayoría de la pobla-
ción se vio sujeta a unas penurias económicas sin precedentes en el siglo XX.
Pero las nuevas fuentes analizadas nos hacen sugerir diversas conclusiones
finales en cuanto a la situación económico-social de las clases bajas del primer
franquismo.
En primer lugar, pensamos que la situación fue mucho más trágica de lo que
el franquismo nos ha dejado ver hasta ahora. Los informes diplomáticos están
constantemente salpicados de comentarios estremecedores sobre la desnutri-
ción de la población, al acecho de las enfermedades y, por supuesto, a muertes
por inanición.
En segundo lugar, aunque el régimen era perfectamente consciente de lo que
sucedía, no sólo no varió su política económica, sino que centró su atención en
temas como la política internacional o la mera imposición de sus ideas econó-
micas. Alimentar a los españoles pareció ser algo secundario.
Y en tercer lugar, en los testimonios británicos se deja sentir la opinión de
las clases más bajas hacia el régimen y su política. Como no podía ser de otro
modo, detestan los mecanismos intervencionistas, las exportaciones de alimen-
tos a Alemania o los privilegios de unos grupos sociales. El descontento es un
hecho.
Ante este estado de cosas, ¿por qué no existió una oposición «desde abajo» al
régimen de Franco? La población consideraba injusta la política autárquica; pero
a la vez, vivía momentos extremos, estaba exhausta. Paralelamente, se veía ate-
nazada por una represión y un control social extremo. ¿Cuál fue la salida?
Explicar el comportamiento humano no es fácil, y menos el de unas clases
sociales tan castigadas. El modelo del comportamiento humano está más próxi-
mo a un sistema de estímulo-respuestas que a una elección entre alternativas.
La racionalidad humana opera dentro de los límites de su medio ambiente psi-
cológico: en el caso del franquismo, el hambre, la represión y el terror. Y es este
medio ambiente el que impone al individuo una selección de los factores sobre
los que debe basar sus decisiones64.
Así, el régimen franquista modeló y controló el medio ambiente económico
y social que permitió, no sólo dirigir la elección de los más oprimidos, sino
también socializarla. Y la opción estuvo clara: sobrevivir. Es absurdo pensar
en metas o fines lejanos. Las elecciones del ser humano vienen determinadas
por una racionalidad limitada, que está condicionada, pero que a la vez busca
satisfacer necesidades a priori, y no a largo plazo 65 .
Ante una situación adversa, se toman opciones de adaptación, que aunque
nos pueden parecer faltas de sentido, están llenas de él: la oposición al régi-

63. Un ejemplo extremo en SÁNCHEZ SOLER, Mariano, Los banqueros de franco, Barcelona, 2005. Los
casos de los ministros Canceller y Arburúa son sobresalientes.
64. SlMON, Herbert A., El comportamiento administrativo. Estudio de los procesos decisorios en la organiza-
ción administrativa, Buenos Aires, 1982, p. 104.
65. SlMON, Herbert A., Naturaleza y límites de la razón humana, México, 1989, pp. 49-50 y 97-101.

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258 Miguel Ángel del Arco Blanco

men de las clases más modestas pasó fundamentalmente por una «resistencia
cotidiana» y silenciosa frente a la política autárquica, entrando a participar
en el mercado negro y adoptando otra serie de prácticas que posibilitasen su
supervivencia66.
Desde el momento que gran parte de la población más castigada y desfavo-
recida por la situación socio-económica optó por esta elección racional, inten-
tar sobrevivir, la estabilidad del régimen franquista estaba asegurada. De este
modo, y de forma paradójica, las críticas condiciones socio-económicas vividas
durante el primer franquismo, fueron un elemento más que contribuyeron a la
solidez y continuidad del régimen franquista.

. SCOTT, James, Everyday forms ofpeasant resistance, New Haven, 1984; y «Everyday forms of pea-
sant resistance», The Journal ofPeasant Studies, vol. 13, n.° 2 (1986), pp. 5-35.

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JOAQUÍN RUIZ-GIMÉNEZ O EL CATÓLICO TOTAL
(APUNTES PARA UNA BIOGRAFÍA POLÍTICA E
INTELECTUAL HASTA 1963)

Javier Muñoz Soro

En palabras de Javier Tusell, en su obra clásica Franco y los católicos, Ruiz-


Giménez fue «un ejemplo arquetípico del entusiasmo de la posguerra» y eso,
junto a su juventud y capacidad de trabajo, «hacían que quizá nadie como él
expresara la voluntad del catolicismo español de la reconstrucción de un orden
ideal cristiano». Su fascismo católico o clerical fue la norma en la posguerra
española entre los católicos de su generación, profundamente marcados por la
experiencia de la guerra y, en realidad, lo que le distinguía de los demás era pre-
cisamente ese entusiasmo, que encerraba en sí «el germen de futuros conflictos
con un régimen tan prosaico como el franquista»1.
En ese sentido su trayectoria fue paralela a la del grupo de intelectuales
falangistas totalitarios reunidos desde 1940 en torno a la revista Escorial, en
especial Dionisio Ridruejo, Antonio Tovar y, más caracterizados por su ca-
tolicismo, Laín Entralgo o Aranguren. Ruiz-Giménez siempre se sintió muy
cercano a ellos y durante su etapa como ministro, entre 1951 y 1956, los llamó
para sacar adelante su proyecto integrador, aunque al final sólo consiguieron
ganarse la animadversión de falangistas, militares, franquistas e, incluso, de la
jerarquía eclesiástica, de los católicos opusdeístas y de sus propios compañeros
propagandistas, en medio del silencio ensordecedor de su mentor Herrera Oria.
El fracaso condujo a esos intelectuales falangistas y católicos a distanciarse del
régimen, en una evolución que primero fue personal, íntima y de conciencia, y

1. TUSELL, J., Franco y los católicos. La política interior española entre 1945 y 1957, Madrid, Alianza, 1984,
p. 44. En 1947 su mentor, Herrera Oria, afirmaba que «Dios y el César aparecen lógicamente
unidos en beneficio del pueblo, que es a la vez del César y de Dios», cit. en ALFONSÍ, A., «La re-
catolización de los obreros en Málaga, 1937-1966. El nacional-catolicismo de los obispos Santos
Olivera y Herrera Oria», Historia Social, 35 (1999), p. 126.

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sólo después pública. Ruiz-Giménez siguió siendo procurador en Cortes toda-


vía casi diez años.
La paradoja de los intelectuales falangistas es bien conocida: el mismo afán
totalizador que les había llevado a colaborar de manera entusiasta con el fran-
quismo, acabó luego llevándoles a romper con él. No se trataba por tanto de
un «falangismo liberal», como lo interpretaron a posteriori sus protagonistas a
la luz de su propia evolución política, sino de un «proyecto de fascistización»
y asimilación de la España derrotada, «el más avanzado de los que nunca se
plantearon en España», que Santos Julia ha comparado con el impulsado por
Gentile en Italia2. Esos intelectuales, formados en una tradición liberal que ha-
bía alcanzado el máximo esplendor durante el período republicano, buscaban
todavía en ella su legitimación y respetabilidad cultural. Además, es probable
que no pudieran permanecer indiferentes ante una represión cultural sin prece-
dentes, ni ante la insistencia del régimen por hacer «imposible cualquier forma
de la antigua «traición de los intelectuales»», la iniciada por la generación del 98
y continuada por la denostada «República de los profesores». Incluso ellos aca-
baron siendo víctimas de la ofensiva, según escribía Ridruejo en 1953, «contra la
inteligencia misma como forma de distinción humana» 3 . Esos pocos falangistas
y católicos, los «comprensivos» los llamaría Ridruejo, al final «identificaron en
el fondo de su misma fiebre el origen del arrepentimiento», en palabras de Jordi
Gracia4.
Respecto a sus compañeros en la élite del catolicismo político, representada
por la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP), Ruiz-Giménez
no siguió los pasos de unos pocos que evolucionaron pronto hacia el catolicismo
liberal o una democracia cristiana más o menos homologable a las europeas, co-
mo Gil-Robles, Francisco de Luis, Geminiano Carrascal o Giménez Fernández.
Pero su posición tampoco puede identificarse sin más con la absolutamente
mayoritaria, es decir, la que vio en el Nuevo Estado la consecuencia natural
de la guerra, el mejor instrumento para defender los intereses de la Iglesia y
el único capaz de restaurar los privilegios arrebatados por la República. El de
Ruiz-Giménez fue un proyecto totalizador que trataba de aunar reformismo so-
cial-católico y lenguaje revolucionario nacional-sindicalista, ordenación política
basada en la institucionalización del Estado, según principios representativos
orgánicos y corporativos, y una ambiciosa integración cultural y nacional. Un
proyecto claramente inspirado por Ángel Herrera Oria y el grupo aglutinado
antes de la guerra en torno al diario y la escuela de El Debate, pero que fue
perdiendo por el camino a sus principales valedores, desde Martín Artajo en los
cuarenta al propio Herrera, ya cardenal, en los cincuenta.

2. JULIA, S., «¿Falange liberal o intelectuales fascistas?», Claves de la Razón Práctica, 121 (abril 2002),
pp. 4-13.
3. Ecdesia, l-V-1941; RIDRUEJO, D., «La culpa a los intelectuales», Revista, 65 (1953).
4. GRACIA, ]., La resistencia silenciosa. Fascismo y cultura en España, Barcelona, Anagrama, 2004, p.
14.

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Para el Ruiz-Giménez de los años cuarenta no había contradicción alguna


en afirmar que «la Universidad española ha de ser católica y política», o que
«es preciso que la exposición de las diversas disciplinas se ajuste a la más pura
ortodoxia dogmática y al más absoluto sentido nacional sindicalista». Ni tam-
poco que la existencia de sindicatos católicos carecía de sentido, porque «los
sindicatos oficiales tienen verdadera inspiración cristiana» e implantar la liber-
tad sindical «equivaldría a abrir una puerta al enemigo marxista»5. La vida era
servicio y jerarquía, pues «ya no es el clamor de juventud el «libertad, libertad»
de los días de decadencia. Hoy se pide servicio», y al proclamar que «la vida es
milicia», José Antonio enlazaba nada menos que con las Sagradas Escrituras
«por uno de esos enlaces providenciales, que revelan en la Historia la mano del
Señor». Todavía en 1960 ofrecía un retrato no ya ignaciano, sino cristológico
del fundador de Falange, quien «prefirió morir inmolándose, víctima de la in-
justicia, pero acatando las formas jurídicas de un tribunal y una ley, para que un
día todos los hombres de España pudieran gozar de la verdadera justicia y de la
libertad del espíritu, bajo el imperio de una nueva norma, en un orden jurídico
humano y estable»6.
Ruiz-Giménez llamaba la atención «sobre el carácter peculiar, cardinalmente
cristiano - y por ende exaltador de los valores eternos que el hombre lleva en su
sagrario interior-, que define la esencia del Alzamiento Nacional de España y
del Nuevo Estado que ha hecho surgir». Lo hacía en su libro La concepción institu-
cional del Derecho, de 1944, «tesis doctoral de un soldado de la Iglesia y de Espa-
ña, que aprendió más en los campos de combate que en el sosegado recinto de
las bibliotecas». Un totalitarismo cristiano puesto al servicio del «bien común»
y de Dios, porque «como no nos asustan las palabras, nos decidimos a emplear
el título de «totalitarios», pero queriendo dar a entender con él la sumisión de
todos los individuos y de todas las fuerzas políticas al bien común de la Patria
que a su vez se ordena al bien común de la Humanidad» 7 .
Su pensamiento no se apartaba del neotomismo organicista entonces domi-
nante, en virtud del cual todo quedaba subordinado a una «mística del orden,
la ley del bien común, fundamento del orden jurídico entero», que «ansiosa de
unidad y de armonía» incorporaba «las partes -personas humanas e institucio-
nes- en un sistema trabado y orgánico». De hecho, gran parte de los males de
la sociedad moderna tenían su origen en la ruptura del orden medieval tomista,
ocurrida cinco siglos antes, ruptura del «concierto de los pueblos, entre sí y res-
pecto a una realidad trascendente a todos ellos, desencajada la criatura racional

5. Discurso en el IV Congreso Nacional del SEU, enero 1940, en RODRÍGUEZ PUÉRTOLAS, J., Literatura
fascista española, Madrid, Akal, 1986, vol. 1, p. 714; carta a Alberto Martín Artajo, enero 1949,
en TUSELL, J., Franco y los católicos..., cit., p. 212; carta de J. Ruiz-Giménez al diario Pueblo (23-111-
1971), respuesta a unas declaraciones de David Jato en Arriba (14-111-1971).
6. RUIZ-GIMÉNEZ, }., «Universidad y pueblo en José Antonio», en Del ser de España, Madrid, Aguilar,
1963, pp. 254-255 (el texto original había sido publicado en la obra colectiva ¡osé Antonio, Madrid,
Delegación Nacional de Organizaciones del Movimiento, 20-XI-1961).
7. RUIZ-GIMÉNEZ, J., La concepción institucional del Derecho, Madrid, Instituto de Estudios Políticos,
1944, pp. 9-22.

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de su puesto y misión en la trabada jerarquía del Cosmos». Aquí y ahora la mi-


sión inaplazable consistía en «la instauración del orden social cristiano, exigido
por el dolor de nuestra época, anunciado por el Padre Santo y en aras del cual
la mejor juventud cristiana y española ha ofrecido ya y seguirá ofreciendo sus
ilusiones y su sangre».
El enemigo común era «un régimen contractualista, mentidamente «igua-
litario», en que los seres humanos eran números abstractos y mecánico el
esquema de sus relaciones; en que el destino universal de la Patria se jugaba
cada atardecer, a cara o cruz, en el trágico envite de los egoísmos individuales
o de «clase»»: es decir, la democracia republicana y parlamentaria ya derrotada
en los campos de batalla. En el plano de las ideas, la lucha se entablaba contra
«una concepción del Derecho -individualista y utilitaria- que cae en pedazos,
incapaz de recoger y encauzar el movimiento impetuoso de la vida», y contra
«las falsas ideologías del absolutismo individualista o colectivista»8. O sea, el
contrato social de Rousseau, el positivismo de Compte, el idealismo de Nietzs-
che y el materialismo de Marx.
Afirmaciones empapadas de retórica nacional-católica que le serán recor-
dadas en multitud de ocasiones a la vista de su posterior evolución política,
curiosamente no tanto por la izquierda como por una derecha que se sentirá
«traicionada» por uno de los suyos.

SOLDADO, EMBAJADOR Y MINISTRO DE FRANCO


Joaquín Ruiz-Giménez Cortés había nacido el 2 de agosto de 1913 en Hoyo
del Manzanares, cerca de Madrid, en una familia de la alta burguesía. Su padre
era un monárquico liberal, cacique de la provincia de Jaén, periodista y abo-
gado, que había sido gobernador civil, diputado, senador vitalicio, dos veces
ministro con Romanones -de Instrucción Pública en 1913 y Gobernación en
1916- y alcalde de Madrid en cuatro ocasiones, la última en 1931, cuando se
proclamó la República9. Con los años esta herencia paterna iba a adquirir un
curioso significado, como si la evolución política posterior de Ruiz-Giménez no
hubiera sido más que un regreso a sus orígenes. «Siempre con arreglo a las ideas
de su padre «liberal»», comentaba Franco en 1965, o «de casta le viene al galgo»,
afirmaban también por entonces los libelos de la extrema derecha:
«Joaquinito es hijo del político liberal Ruiz Jiménez [sic]. Su padre perteneció
siempre a la facción del famoso conde de Romanones, Alvaro Figueroa Torres, la más
extrema por su anticlericalismo, por su anticatolicismo, eslabón de engarce con la
masonería indígena, separatista, republicana, socialista, anarquista; toda ella, como
el conde, anti-cristiana»10.

8. ídem, pp. 5-22 y 474.


9. BLEIBERG, G., «Joaquín Ruiz Giménez», Diccionario de Historia de España, Madrid, Alianza Editorial,
1979, p. 522.
10. FRANCO SALGADO-ARAUJO, E, Mis conversaciones privadas con Franco, Barcelona, Planeta, 1978, p.
434; El «caso» Joaquín Ruiz-Jiménez Cortés (1966).

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En 1930 se matriculó en la facultad de Derecho de la Universidad Central,


en la que enseñaban, entre otros, Fernando de los Ríos, Julián Besteiro, Jiménez
de Asúa, Sánchez Román, Adolfo Posada y Yanguas Messía. Al año siguiente
entró en la primera promoción del Centro de Estudios Universitarios (CEU)
de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP) -en 1952 sería
nombrado rector honorario- y allí conoció a Ángel Herrera Oria, mientras
empezaba a colaborar con Acción Católica (AC) como vocal de Apostolado
Universitario del Consejo Superior de Jóvenes. Después de licenciarse, en 1934
entró como profesor ayudante en la cátedra de Yanguas Messía -su predecesor
tiempo después en la embajada ante la Santa Sede- y se matriculó en la facultad
de Filosofía y Letras, con Ortega y Gasset, Xavier Zubiri, José Gaos y García
Morente como profesores. Inscrito en Acción Popular (AP), donde siguió con
especial interés el reformismo social cristiano de Manuel Giménez Fernández,
llegó a ser secretario general de la Confederación de Estudiantes Católicos11.
Tras la sublevación militar de julio de 1936 fue detenido junto a sus dos
hermanos y conducido a una checa hasta que, gracias a la mediación del alcalde
Pedro Rico, buen amigo de su padre, fue trasladado a la cárcel Modelo. Pronto
quedó claro que tampoco ése era un lugar seguro en el Madrid amenazado por
las columnas de Franco. En noviembre de 1936, pocos días antes de los fusila-
mientos de Paracuellos, su madre pidió ayuda a otro amigo paterno, el ministro
de Gobernación, Ángel Galarza, quien consiguió sacar a los hermanos de la
cárcel y les proporcionó un salvoconducto para refugiarse en la embajada de
Panamá. En ella permanecieron hasta julio de 1937, cuando el embajador Lasso
de la Vega les condujo hasta Valencia para embarcar con rumbo a Marsella.
Una vez en zona rebelde, Joaquín se alistó como oficial de complemento
y con el Regimiento de Transmisiones de El Pardo, unidad en la que había
hecho las milicias en 1934, participó en las operaciones de Segovia, Teruel y el
Maestrazgo a las órdenes del general Muñoz Grandes, futuro compañero en el
Consejo de ministros. Ni siquiera durante esos meses en el frente abandonó su
vocación por el apostolado, participando en los llamados «círculos de vanguar-
dia» junto a Manolo Aparici, Emilio Benavent y Maximino Romero de Lema12.
Tras la ocupación de Madrid fue nombrado concejal del Ayuntamiento, con
Alberto Alcocer como alcalde. Sin duda, la experiencia de la guerra marcó pro-
fundamente a Ruiz-Giménez al igual que a muchos de sus compañeros de mi-
litancia católica que pasaron por trances semejantes, si bien conservó siempre
una deuda de gratitud hacia quienes le ayudaron por encima de su condición

11. Los conflictos entre estudiantes católicos y falangistas durante la República darán lugar, casi
cuarenta años después, a una polémica en la prensa: «Ruiz-Giménez replica a David Jato Mi-
randa: de «injuria y hasta calumnia» califica las palabras del que fue uno de los fundadores del
SEU», El Correo Catalán y Tele/Exfres, 24-111-1971; contrarréplicas de Jato en Arriba, 25-111-1971,
y Ruiz-Giménez en Pueblo, 2-IV-1971.
12. Con los años Aparici fundará Signo, revista de los Jóvenes de Acción Católica Española (JACE),
Benavent llegará a ser obispo auxiliar de Málaga, junto a Herrera Oria, y Romero de Lema obis-
po auxiliar de Madrid, titular de Avila y arzobispo en Roma, conocido por su talante liberal y
siempre en contacto con Ruiz-Giménez.

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de enemigo. Así, en los años de embajador en Roma entablará relación epistolar


con Ángel Galarza, exiliado en Francia, le ayudará económicamente durante su
enfermedad, y tras su muerte en 1966 escribirá en Cuadernos para el Diálogo una
emotiva defensa frente a quienes le acusaban de haber instigado la represión en
el Madrid republicano13.
En mayo de 1939 el cardenal Goma propuso a Ruiz-Giménez como repre-
sentante de los estudiantes españoles en el II Congreso de la Confederación Ibe-
roamericana de Estudiantes Católicos (CIDEC) que se iba a celebrar en Lima,
junto a Maximino Romero y Emilio Bellón, futuro director de Ecclesia. Desde
allí emprendió un viaje por América Latina que duró hasta el verano, cuando
con Alberto Martín Artajo y el canónigo Pedro Altabella asistió en Washington
y Nueva York al XVIII congreso de la asociación Pax Romana, de cuya rama del
Movimiento Internacional de Estudiantes Católicos (MIEC) fue elegido presi-
dente mundial. Tenía entonces veintiséis años y ese cargo le encumbraba a la
élite del laicado católico mundial, algo que no dejará de ser aprovechado por el
régimen en la difícil coyuntura que comenzaba esos mismos días al declararse
la guerra. Durante su viaje de regreso se presentó a Pío XII en la residencia de
Castelgandolfo, y allí, por primera vez, pudo hablar al pontífice de las «verdade-
ras intenciones» de Franco, «un hombre cristiano», para tratar de contrarrestar
lo que consideraba perniciosa influencia de algunos religiosos vascos y catala-
nes presentes en el Vaticano14.
De vuelta a Madrid, en 1940, trabajó como profesor ayudante de Mariano
Puiglloders -director general de Asuntos Eclesiásticos entre 1938 y 1962- y, tras
doctorarse en 1943, ganó las oposiciones de catedrático de Filosofía del Dere-
cho y Derecho Natural con plaza en la Universidad de Sevilla. Durante esos
meses colaboró en la disolución de la Confederación de Estudiantes Católicos
dentro del Sindicato Español Universitario (SEU), una tarea a la que se sumó
con su habitual entusiasmo y sin contradicción aparente con su cargo en Pax
Romana (en sus viajes no pudo dejar de constatar que en la Francia de Vichy,
la Italia fascista e incluso la Alemania nazi la integración de los católicos en las
organizaciones del Estado totalitario había resultado más difícil que en España).
Sus crecientes responsabilidades políticas sí le apartaron de su actividad en Ec-
clesia, órgano de Acción Católica fundado en 1941, del que fue director adjunto
hasta abril de ese año y subdirector hasta enero de 194215.
Con el final de la guerra, la crisis de 1945 y la entrada en el Gobierno de su
amigo Alberto Martín Artajo, hasta entonces presidente de Acción Católica,
como ministro de Asuntos Exteriores, sus buenas relaciones dentro del cato-
licismo internacional adquirieron un valor inestimable. Ese mismo año viajó a

13. Cuadernos para el Diálogo, 35-36 (agosto-septiembre 1966), p. 2.


14. RUIZ-GlMÉNEZ, J., «¿Hubo una estrategia de cambio en la Iglesia?», en Los Católicos en la lucha por
la democracia, XX Siglos, 16 (1993), pp. 146-147.
15. Entrevista a Ruiz-Giménez en Ecclesia (5 al 12-1-1991), p. 59, cit. en VERDERA, F., Conflictos entre
la Iglesia y el Estado en España. La revista «Ecclesia» entre 1941 y 1945, Pamplona, Eunsa, 1995, p.
25.

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Londres, América Latina y EE. UU. con una delegación de Pax Romana, junto
a Víctor García Hoz, José M. Aguilar Otemín y Mercedes Aguilar Otemín (con
quien había contraído matrimonio en 1942), un periplo realizado bajo la directa
supervisión de Martín Artajo y cubierto con un notable despliegue informativo
en la prensa española. A finales de año volvió otra vez a Roma para defender
la labor cultural y social del régimen, esta vez acompañado por el presidente de
los Jóvenes de Acción Católica, José M. Mohedano Hernández (años después
colaborador de Cuadernos para el Diálogo, al igual que su hijo José M. Mohedano
Fuertes, militante comunista) 16 .
El prestigio internacional de Ruiz-Giménez también dio al régimen una de
las pocas ocasiones de apertura al exterior durante los duros años del aislamien-
to: la celebración del XIX congreso mundial de Pax Romana en Salamanca y El
Escorial, en julio de 1946, con la asistencia de más de trescientos delegados pro-
cedentes de treinta y dos países. Su éxito personal fue refrendado con el voto de
gratitud del congreso por una gestión llevada a cabo «con extraordinario tacto,
corrección y verdadero espíritu cristiano [...] considerando las excepcionales
dificultades y malos entendidos que ha debido encontrar», a causa de la com-
prensible resistencia de algunos sectores del catolicismo internacional a dejarse
instrumentalizar por el franquismo17.
En septiembre, Martín Artajo llamó a Ruiz-Giménez para dirigir el recién
creado Instituto de Cultura Hispánica (ICH) que sustituía al Consejo de la
Hispanidad, de connotaciones demasiado imperialistas, con la misión principal
de viajar por América Latina para contrarrestar la iniciativa de las instituciones
republicanas restablecidas en el exilio. Desde México, la revista Las Estañas
comentaba entonces que «el Sr. Ruiz-Giménez ha desovado aquí. Pocos han
visto, tras sus finas maneras, el peligro; peligro no sólo para España, sino para la
libertad de los pueblos, que su Hispanidad considera maduros ya para el futuro
coloniaje ideológico, premisa indispensable para el coloniaje total»18. En el Ins-
tituto de Cultura Hispánica tuvo como colaboradores a otras jóvenes promesas
del propagandismo católico como Manuel Jiménez Quílez, Alfredo Sánchez Be-
lla y Manuel Fraga Iribarne, además del entonces comandante Francisco Sintes
Obrador, compañero de Pax Romana y uno de los fundadores de Cuadernos.
Al mismo tiempo trabajaba en el Instituto de Estudios Políticos (IEP) y allí,
por indicación de Martín Artajo y el cardenal primado Pía y Deniel, participó
en la redacción del Fuero de los Españoles y la Ley de Sucesión. En teoría estas
dos Leyes Fundamentales suponían el punto de partida del proyecto reformista
inspirado por Herrera Oria, que perseguía la instítucionalización del régimen
con la disolución de Falange y del Movimiento en las instituciones del Estado,

16. El País, 28-XII-2001.


17. Actas del XIX Congreso Mundial de Pax Romana (1946); www.filosofia.org.
18. Editorial, «Un Instituto Hispánico A.M.D.G.», Las Españas, 10 (septiembre 1948), p. 12, cit. en
VALENDER, J. y ROJO, G., Las Estañas. Historia de una revista del exilio (1946-1963), México D.E, El
Colegio de México, 1999, p. 150. También DELGADO GÓMEZ, L., Imperio de papel. Acción cultural
y política exterior durante el primer franquismo, Madrid, CSÍC, 1992, pp. 431-432.

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la evolución hacia una auténtica «democracia orgánica» y un nuevo estatuto


de prensa, entre otras cosas. Sólo en última instancia se contemplaba la res-
tauración monárquica, pues en palabras de Ruiz-Giménez «ahora nos importa
mucho más reformar el contenido de nuestro Estado con todas aquellas ins-
tituciones orgánicas y con aquellas normas jurídicas que dan cauce al aliento
de nuestra generación»19. En realidad, ambas leyes marcaron los límites de ese
proyecto hasta el extremo de hacerlo inviable, aunque pasarán bastantes años
hasta que Ruiz-Giménez sea plenamente consciente de ello.
A la vista de la nueva coyuntura internacional Ruiz-Giménez llegará a consi-
derar incluso la posibilidad de un partido demócrata cristiano español, a imagen
y semejanza del italiano, por supuesto en el respeto a la legalidad vigente, al
espíritu del 18 de julio y la confesionalidad del Estado. Así lo expuso en 1945 a
Manuel Giménez Fernández, con quien había retomado contacto en la Univer-
sidad de Sevilla y que, a su vez, respondió con una carta publicada en algunos
medios del exilio. En ella el catedrático sevillano rechazaba tal posibilidad como
algo «absolutamente incompatible con toda transigencia, por leve que sea, con
los antecedentes doctrinales y las realizaciones prácticas» del franquismo, que
consideraba contrarios a la doctrina cristiana20. Dos años más tarde, el nombra-
miento de Ruiz-Giménez como embajador ante la Santa Sede provocará entre
ambos un largo período de ruptura personal.
Cuando, el 12 de diciembre de 1948, Ruiz-Giménez presentó sus creden-
ciales ante el Papa, su discurso seguía insistiendo en el perfeccionamiento del
sistema español en la línea marcada por la doctrina social de la Iglesia, aunque
no pasara de ser una declaración de intenciones mezclada con las salutaciones
protocolarias y la inevitable retórica nacional-católica:
«España ve llegar el décimo aniversario de su pacificación interior con horizontes
claros para el futuro, pues mientras en el escenario internacional se desmorona con
rapidez, por la misma fuerza de la verdad y la lección elocuente de los aconteci-
mientos, la conjura de incomprensiones que se levantó contra ella; fronteras adentro
se perfeccionan las instituciones políticas en la línea de las formas tradicionales; se
trabaja constructivamente por conseguir una profunda reforma social de signo cris-
tiano; se ponen, bajo el imperio de la ley moral, los cauces jurídicos para una amplia
y cordial convivencia de todos los ciudadanos, y un aliento espiritual, soplando
como regalo de Dios, produce un fecundo crecimiento de los hogares, una notable
floración de vocaciones religiosas y del apostolado seglar y un empuje vigoroso y
creador en todos los campos de la cultura humana»21.

19. Carta a Martín Artajo, 1950, en TÜSELL, ]., Franco y los católicos..., cit. p. 187. Junto a Martín Ar-
tajo hizo de emisario ante Juan de Borbón en 1945, apenas publicado el Manifiesto de Lausana,
para intentar atraerlo hacia el régimen y advertirle de que la Iglesia, el Ejército y la mayoría
de los monárquicos seguían siendo leales a Franco; en PRESTON, P.; Franco, Caudillo de España,
Barcelona, Grijalbo-Mondadori, 1994, p. 655.
20. Carta del 19-11-1946, en BRAOJOS, A. y ÁLVAREZ REY, L., Manuel Giménez Fernández (1896-1968).
Epistolario político, Ayuntamiento de Sevilla, 2000, pp. 241-245.
21. Eccksia, 383 (18-XII-1948), p. 6.

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Pero lo más importante es que Ruiz-Giménez se proponía no sólo «pasar al


ataque, informando, tenaz y ágilmente, a la Santa Sede de todas las excelencias
y obras del régimen», sino también la «posibilidad, a base de todo esto, de llegar
a la solemne firma de un nuevo Concordato». Con buen sentido entendió que
las circunstancias internacionales propiciaban una aproximación entre Roma
y Madrid, porque «cuanto más se mueven y -aparente o realmente- triunfan
en Europa las fuerzas anticristianas, más rotunda se perfila en este ambiente la
verdad de nuestra postura»22. Los comunistas habían pasado a la oposición en
Francia e Italia, donde la Democrazia Cristiana (DC) había obtenido el 48,5%
de los votos en las elecciones de abril, tras una intensa campaña que había visto
la decidida intervención de obispos y párrocos (junto a numerosas apariciones
por toda la península italiana)23. En 1948 la Congregación del Santo Oficio pro-
hibió las reuniones entre católicos y no católicos, y al año siguiente condenó el
comunismo, mientras su secretario, el cardenal Ottaviani, calificaba de modéli-
co el régimen franquista24.
Sin embargo, al mismo tiempo, Italia debió de provocar en Ruiz-Giménez la
misma impresión que se encuentra en el testimonio de otros muchos españoles
de la época, de dinamismo social y político tan diferente de la paz de los cemen-
terios de la España franquista. Pudo conversar a menudo con Dionisio Ridruejo,
entonces corresponsal del diario Arriba y cada vez más distanciado del régimen,
o con Ramón Sugranyes de Franch, un seglar catalán a quien conocía de su etapa
en Pax Romana y que criticaba el franquismo desde una perspectiva cristiana25.
Allí conoció «una versión exterior del catolicismo europeo, distinta de la nues-
tra», y hasta se entrevistó en la embajada francesa conjacques Maritain, «bestia
negra» del nacional-catolicismo hispano: para Ruiz-Giménez simbolizaba la
renuncia liberal a construir una sociedad totalmente cristiana y, frente al «hu-
manismo integral» del filósofo francés, él oponía un «catolicismo integral» que
identificara los intereses del Estado y la Iglesia, fundiendo política y religión2*.
La experiencia italiana debió de hacerle reflexionar sobre lo que, también por
entonces, le escribía el ex ministro republicano Ángel Galarza desde su exilio
francés, que «España necesita una total transformación de su derecha y ella sólo
puede hacerse sobre la base de un gran Partido católico, profundamente social
y tolerante»27. Un convencimiento de muchos exiliados moderados, pero que
tardará aún varias décadas en llegar a sus destinatarios naturales.
La presencia de Ruiz-Giménez en la Santa Sede era muy beneficiosa para el
régimen, gracias a su amistad con los obispos Montini y Tedeschini, a su labor

22. Carta de Ruiz-Giménez a Martín Artajo, 17-XII-1948, en TUSELL, ]., Franco y los católicos..., cit,
p. 235.
23. PlRETTI, M. S., Le. elezioni politiche in Italia dal I848 a oggi, Roma-Bari, Laterza, 1996, p. 362.
24. Cfr. Ecclesia, 1948 y 1949.
25. BATLLORI, M., Records de quasi un segle, Barcelona, Quadems Crema, 2000, p. 232.
26. Cita en GONZÁLEZ BALADO, J. L., Ruiz-Giménez, talante y figura. Trayectoria de un hombre discutido,
Madrid, Ediciones Paulinas, 1989; TUSELL, ]., El personalismo en España, Madrid, Fundación Hu-
manismo y Democracia, 1985, p. 8.
27. Carta del 27-1-1949, en TUSELL, ]., Franco y los católicos..., cit., p. 448.

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268 Javier Muñoz Soro

entre la influyente curia romana y a sus buenas relaciones con las asociaciones
italianas de apostolado seglar, en especial la Federazione Universitaria Cattoli-
ca Italiana (FUCI), por más que suscitara recelos entre los falangistas (algo así
como un «embajador del Vaticano ante el Vaticano»). Su primer éxito fue la
organización de las peregrinaciones del Año Santo de 1950, a las que acudieron
numerosos jerarcas del régimen, además de la esposa e hija de Franco para
asistir a la canonización del padre Claret28. Pero su mayor éxito fue, sin duda,
el Concordato de 1953.
Según Javier Tusell, la apertura de negociaciones para el Concordato debe
atribuirse en exclusiva a Ruiz-Giménez, «quien con su entusiasmo juvenil, lo
convirtió en programa de su gestión ante el Vaticano, frente a un Herrera es-
céptico sobre su viabilidad y un Martín Artajo que no lo juzgaba preciso»29. Su
primer borrador era muy diferente del acuerdo firmado al final, debido a la gran
autonomía que concedía a la Iglesia, de ahí que fuera calificado de «entreguista»
por los ministros falangistas, y hasta Martín Artajo pensaba que se había cedido
demasiado, sobre todo en el derecho de presentación de obispos. Sin embargo,
Ruiz-Giménez no tuvo ocasión de concluir las negociaciones, dado que el 18
de julio de 1951 fue nombrado ministro de Educación Nacional. Sabemos que
le costó mucho abandonar un puesto que deseaba más que ningún otro, en un
momento crítico para la firma del Concordato que con tanto empeño había per-
seguido30. Su sucesor en la embajada, Fernando María Castiella, era otro desta-
cado miembro de la ACNP, pero también estaba estrechamente ligado a Falange
y en las negociaciones se mostró más firme ante las exigencias vaticanas. De
hecho, el Concordato de 1953 vino a confirmar la situación preexistente, más
que a configurar otra nueva31.
Con Ruiz-Giménez el Ministerio de Educación Nacional seguía vinculado a
la «familia católica» (en realidad más que con su predecesor, Ibáñez Martín, un
franquista antes que nada), si bien perdía las competencias sobre prensa que
pasaban al nuevo Ministerio de Información y Turismo 32 . Al ministerio llevó
consigo algo muy parecido a un programa de actuación política, que seguía
fielmente algunas ideas de «alta política» de Herrera Oria y retomaba el plan-
teado seis años antes por Martín Artajo, en el cual tan poco se había avanzado.
Preveía «abrir unos moderados y prudentes cauces legales al diálogo y al razo-
namiento (a través de las mismas Cortes actuales y de un Estatuto de prensa,

28. GONZÁLEZ BALADO, J. L., Padre Líanos. Un jesuíta en el suburbio, Madrid, Temas de Hoy, 1991;
RUIZ-GIMÉNEZ, J., «¿Hubo una estrategia de cambio en la Iglesia?», cit., pp. 150-151.
29. TUSELL, ]., Franco y los católicos..., cit., pp. 241-244 y 279-280.
30. VlLAR, S., Protagonistas de la España democrática, París, Librería Española, 1969, p. 451.
31. HERMET, G., LOS católicos en la España franquista, Madrid, CIS-Siglo XXI, 1986, vol. II, p. 384;
y MlRET MAGDALENA, E., «Hacia la libertad religiosa: el Vaticano II», en La fuerza del diálogo.
Homenaje a Joaquín Ruiz-Giménez, Madrid, Alianza, 1997, pp. 67-73.
32. Con el nombramiento de Gabriel Arias-Salgado, el Ministerio de Información y Turismo (MIT)
pasaba a ser controlado directamente por Carrero Blanco desde Presidencia del Gobierno y por
el propio Franco, según CHULIÁ, E., El poder y la palabra. Prensa y poder político en las dictaduras. El
régimen de Franco ante la prensa y el periodismo, Madrid, UNED-Biblioteca Nueva, 2001, p. 108.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 259-288


Joaquín Ruiz-Giménez o el católico total (Apuntes para una biografía política... 269

todo lo severo que sea preciso)», seguir desmontando el aparato de partido


único mediante «la «incorporación» más plena de Movimiento, Sindicatos y
Auxilio Social» al Estado, y renovar los «departamentos y las líneas de su políti-
ca», porque sólo «así, y con más ayuda económica americana, saldríamos de la
tormenta y podríamos navegar hacia más lejanos puertos»33. Para ello se rodeó
de un equipo de colaboradores con católicos propagandistas y falangistas casi
a partes iguales: Eduardo Canto Rancaño, Manuel Jiménez Quílez, Francisco
Sintes Obrador y José M. Sánchez de Muniain entre los primeros; Joaquín Pérez
Villanueva, Carlos M. Rodríguez de Valcárcel, Segismundo Royo Villanova, Án-
gel A. Lago Carballo, Pedro Laín Entralgo, Antonio Tovar y Torcuato Fernández
Miranda entre los segundos. Claro que entonces la distinción entre católicos y
falangistas «no se planteaba como un enfrentamiento», como recuerda Manuel
Fraga Iribarne, él mismo falangista y miembro de la ACNP, secretario general
técnico del ministerio desde 195534.
Entre esos nombres destacaban los de algunos intelectuales del falangismo
histórico, procedentes del grupo formado durante la inmediata posguerra en
torno a la revista Escorial, como Laín y Tovar -Dionisio Ridruejo rechazó el
ofrecimiento- «que mantenían un cierto distanciamiento con el momento de
estancamiento que vivía el régimen»35. Pero ni con ellos ni con sus repetidas
declaraciones de fe falangista logró Ruiz-Giménez superar la hostilidad, conver-
tida luego en oposición declarada, de la mayor parte de FET, del ejército y de los
sectores más reaccionarios del sistema, herederos de una secular tradición anti
intelectual. Los problemas le llegaron también de la parte que menos podía es-
perar, con motivo de la reforma de las Enseñanzas Medias frente a la casi com-
pleta autonomía que la ley de 1938 concedía a las órdenes religiosas. La nueva
ley fue duramente criticada por la Comisión Episcopal de Enseñanza y Ruiz-
Giménez tuvo que dar «la seguridad de que tanto en materia de ordenación de
la Enseñanza Media, como en la de las demás cuestiones docentes, procederá
siempre el Gobierno en diálogo y previo acuerdo -cuando sea necesario- con
la jerarquía eclesiástica competente» 36 . De hecho, sólo pudo ser aprobada en
febrero de 1953 y eso gracias a su vinculación con las negociaciones paralelas
del Concordato, firmado seis meses después. Al presentarla ante las Cortes,
Ruiz-Giménez seguía insistiendo pese a todo en que «el ideal en una sociedad
cristiana no es nunca la separación entre la Iglesia y el Estado -condenada ex-
presamente por S.S. Pío IX en el Syllabus- sino su colaboración fecunda»37.

33. Carta a Martín Artajo del 17-V-1951, cuando no sabían aún que la crisis de gobierno se resolve-
ría de manera diferente a la prevista, en TUSELL, ]., Franco y los católicos..., cit., pp. 222-223.
34. MlLLÁN MESTRE, M., Fraga Iribarne. Retrato en tres tiempos, Barcelona, Dirosa, 1975, pp. 64-65.
35. RUIZ CARNICER, M. A. y GRACIA, ]., La España de Franco (19Í9--I975). Cultura y vida cotidiana,
Madrid, Síntesis, 2001, p. 214.
36. Carta de Ruiz-Giménez a Pía y Deniel del 31-XII-1951, en TUSELL, ]., Franco y los católicos..., cit.,
p. 304.
37. «Discurso ante las Cortes en la presentación del Proyecto de Ley de Enseñanzas Medias», 28-11-
1953, en RUIZ-GIMÉNEZ, }., Diez discursos, Madrid, Publicaciones de Educación Nacional, 1954,
pp. 132-134.

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270 Javier Muñoz Soro

Lo ocurrido puso en evidencia las dificultades para llevar a la práctica esa


comunidad ideal de objetivos e intereses entre Iglesia y Estado, mientras que
la situación de Ruiz-Giménez llegaba a ser paradójica y, sin duda alguna, dolo-
rosa en lo personal. Si por un lado contribuía al éxito del Congreso Eucarístico
Internacional de Barcelona, celebrado en mayo de 1952, por otro tenía que
desmentir los rumores sobre la supresión de la enseñanza religiosa obligatoria
en las universidades, motivo de agresivas cartas pastorales38. En su tradicional
discurso de fin de año, Franco alertó contra «las prisas imprudentes, contra las
nobles, pero equivocadas impaciencias», en referencia diáfana a Ruiz-Giménez.
Así lo entendió éste al comparar poco después y con bastante atrevimiento su
impaciencia a la del Caudillo, «que le empujó a salvar el Alcázar de Toledo,
cuando tal vez cálculos prudentes podían haber aconsejado otras vías de mar-
cha hacia Madrid»39. Su propio director de Enseñanzas Medias, Sánchez de
Muniain, le escribía entonces:
«Te supongo amargado y entristecido ante la oposición, realmente enconada
e incomprensiva de nuestros amigos religiosos, aún después de haber llegado por
cauces tan abiertos y conciliadores a un acuerdo con la Iglesia»40.
Semejante constatación tuvo por fuerza que repercutir en su futura evo-
lución política, especialmente cuando otra polémica le enfrente con dureza
inesperada a los mismos protagonistas, aunque algunos de ellos situados en
posiciones distintas, y esta vez pueda contar con unos apoyos reales o morales
mucho más reducidos.

EXCLUYENTES Y COMPRENSIVOS
Es difícil minimizar la importancia de la polémica cultural desatada por la
gestión de Ruiz-Giménez como ministro de Educación Nacional dentro de la
historia del franquismo y, por supuesto, en su propia biografía. Por primera
vez aparecían no ya las diferencias entre las distintas «familias políticas» del
régimen, sino dos bloques contrapuestos que no respetaban los habituales
confines de separación entre dichas familias. Los conflictos entre falangistas,
monárquicos, tradicionalistas y católicos perdurarían hasta el final, pero per-
dieron importancia ante sus respectivas divisiones internas, derivadas del grado
de adhesión al franquismo. Si bien el debate tuvo lugar en los únicos términos
posibles entonces, los del pensamiento y la cultura, éstos simbolizaban un
conflicto más general, el que enfrentaba a partidarios y detractores de una re-
forma desde dentro del sistema. La aparente resolución de la crisis dará paso a

38. «Discurso en la sesión inaugural del Instituto de Estudios Jienenses», 27-IV-1952, en RUIZ-GlMÉ-
NEZ, }., Diez discursos, cit., p. 68. También LAÍN ENTRALGO, P., Descargo de conciencia (4930--l9é0),
Barcelona, Barral, 1976, p. 392.
39. «Discurso ante las Cortes en la presentación del Proyecto de Ley de Enseñanzas Medias», 28-
11-1953, cit.
40. Carta de Sánchez de Muniain a Ruiz-Giménez, 27-VIII-1952, en TüSELL, }., Franco y los católi-
cos..., cit., p. 306.

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Joaquín Ruiz-Giménez o el católico total (Apuntes para una biografía política... 271

una lenta extensión de la disidencia entre sectores sociales más amplios, hasta
entonces integrados en el sistema, y favorecerá su maduración en términos po-
líticos. Como ha escrito Elias Díaz, «puede decirse que es a partir de entonces
cuando comienza, en efecto, a configurarse una actitud de oposición intelectual
y política, y después de escisión más profunda, entre hombres procedentes del
propio sistema y, sobre todo, entre jóvenes educados en él»41.
Ruiz-Giménez escribía ya en 1945 que un «espíritu comprensivo asimilador
debe reinar en la Filosofía jurídica que construyamos al calor de los principios
permanentes», es decir, del tomismo victorioso sobre el «subjetivismo de la
libertad, que naciera de las simientes cartesianas y kantianas», y que aun así
«abre su mirada comprensiva para todo lo que en ellas haya de cierto»42. Hoy
no parece mucho, visto que no suponía «perderse en cómodos eclecticismos»
ni menos aún renunciar a «la pasión de verdad absoluta», pero en aquella época
expresaba al menos una actitud que volveremos a encontrar, ya mejor definida,
en su discurso de juramento como ministro:
«No renunciamos al legado que representa, auténticamente, fuera ya de todo
artificioso comentario, Marcelino Menéndez y Pelayo, pero tampoco renunciamos
a todo lo que de valioso y auténtico hay en el pensamiento de Miguel de Unamuno
o de José Ortega y Gasset. España está necesitada de integración, de todo lo que sea
valioso, intelectual o afectivamente, en la vida nacional»43.
Un discurso que enlazaba con el proyecto lanzado a principios de los años
cuarenta desde la revista Escorial, punto de encuentro de la vanguardia intelec-
tual falangista, pero del que también participaba el reformismo social-católico
más avanzado, representado aún por Herrera Oria. En 1946 éste había escrito
que «tal vez no coinciden con nosotros en su ideología; tal vez en la parte
fundamental religiosa tienen la desgracia de no ser de los nuestros. Pero son
españoles; algunos, por añadidura, llenos de méritos para con la Patria; han
contribuido a elevar la cultura general y el progreso de las ciencias o a elevar su
profesión; han hecho magníficas obras sociales o técnicas; han servido al bien
común»44. El equipo ministerial de Ruiz-Giménez propició la convergencia
de ambos sectores: los «comprensivos» los llamó Ridruejo, en oposición a los
«excluyentes», quienes «en lugar de nuestra lúcida y ambiciosa adopción de
todo el pasado, para discriminar en su seno lo valioso de lo nocivo y lo inane,
optaron por fingir un pretérito inconsistente y espectral [y] trataron de presen-
tarse a sí mismos como Adanes de la cultura religiosa y profana, sin pensar ni
saber que en la cultura no es posible el adanismo»45. Laín Entralgo se refería con

41. DÍAZ, E., Pensamiento español en la era de Franco (1939-1975), Madrid, Tecnos, 1983, p. 85.
42. RuiZ-GlMÉNEZ, }., Introducción elemental a la filosofía jurídica cristiana, Madrid, Epesa, 1945, p.
133.
43. GARCÍA ESCUDERO, J. M., LOS españoles de la conciliación, Madrid, Espasa-Calpe, 1987, p. 250.
44. Boletín de la ACNP, 1-11-1946, en MONTERO, M., Cultura y comunicación al servicio de un régimen.
Historia de la ACN de P entre 1945 y 1959, Pamplona, Eunsa, 2001, p. 39.
45. RIDRUEJO, D., «Excluyentes y comprensivos», Revista (abril de 1952); LAÍN ENTRALGO, P., Reflexio-
nes sobre la vida espiritual de España (1953), en Id., Descargo de conciencia..., cit., pp. 409-410.

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272 Javier Muñoz Soro

estas palabras a los intelectuales católicos integristas, ahora identificados con


el neoautoritarismo del Opus Dei, como Rafael Calvo Serer y Florentino Pérez
Embid, atrincherados en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas
(CSIC) y su revista Arbot46.
La Iglesia no tardó en condenar cualquier tentación de integrar la obra o la
biografía intelectual de personas como Ortega y Gasset y Unamuno, menos aún
de «encumbrar a la cima del magisterio, ejemplaridades e influencias a escrito-
res confesionalmente anticatólicos, como guías de jóvenes aún no maduros»47.
A propósito de la polémica provocada en 1953 por un homenaje a Miguel de
Unamuno, «hereje y maestro de herejías» como lo calificaba monseñor Pildain
en una pastoral reproducida en Ecdesia, el diario argentino La Razón destacaba
el hecho de «que, por primera vez desde la guerra civil, liberales y falangistas
hayan formado una especie de frente común de protesta contra esa interven-
ción de la Iglesia»48. La polémica empezaba a reflejar una división en el seno
del mundo católico español que no dejará de acentuarse en los años siguientes.
Por entonces aparecieron las primeras manifestaciones de un talante religio-
so distinto del cerril nacional-catolicismo, más abierto al mundo, desde las
conversaciones de San Sebastián y Gredos, organizadas respectivamente por
Carlos Santamaría y Alfonso Querejazu, a las reflexiones de Aranguren sobre
el protestantismo o la revista El Ciervo, fundada en Barcelona por los hermanos
Gomis 49 .
Con el tiempo llegaría a ser inevitable la ruptura dentro de la propia ACNP,
donde Martín-Sánchez Julia interpretaba la política «comprensiva» únicamente
como una amenaza para la estabilidad de la construcción católica del Estado,
ganada con sangre en los campos de batalla. Los católicos propagandistas no
tardarían en dejar en evidencia los límites excesivos de su aperturismo cultural,
temerosos de cuanto pudiera alterar los difíciles equilibrios del sistema. Ante
las críticas de la Iglesia, Herrera Oria - y con él, también el diario Ya- se fue dis-
tanciando discretamente del proyecto político de su otrora pupilo predilecto. La
dirección de la ACNP dejó clara su posición al respecto en 1954, con un número
extraordinario del Boletín que recogía los textos de la ortodoxia católica contra
Unamuno y Ortega. Dos años más tardó la AC en hacer lo mismo a través de

46. Ver PASAMAR, G., 40 años de Arbor: un análisis autocrítico, Madrid, CSIC, 1985. También JULIA, S,
Historias de las dos Estañas, Madrid, Taurus, 2004, pp. 355-396.
47. ¿Política anticatólica en las universidades «católicas»?, Archivo Histórico de la Universidad de Navarra
(AHUN), Fondo Lago Carballo.
48. La Razón, Buenos Aires, 9-XI-1953. El vespertino Paris-Presse escribía «que la reciente enérgica
intervención de la Iglesia católica en relación con Unamuno se debe a la firma en agosto pasado
del Concordato, que oficialmente consolida la situación de aquélla en España»; Paris-Presse,
2-XII-1953.
49. ARANGUREN, J. L. L., Catolicismo y protestantismo como formas de existencia (1952), El protestantis-
mo y la moral (1954) y Catolicismo, día tras día (1955); QUEREJAZU, A., Conversaciones católicas de
Gredos, Madrid, Edica, 1977; GONZÁLEZ CASANOVA, J. A. (ed.), La revista «El Ciervo». Historia y
teoría de cuarenta años, Barcelona, Península, 1992. Ver MONTERO, E, «Los intelectuales católicos,
del colaboracionismo al antifranquismo (1951-1969), en MUÑOZ, J. (ed.), Intelectuales y segundo
franquismo, Historia del Presente, 5 (2005), pp. 45-80.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 259-288


Joaquín Ruiz-Giménez o el católico total (Apuntes para una biografía política... 273

su consiliario general, monseñor Zacarías de Vizcarra, al publicar en Ecclesia un


duro artículo titulado «Mentalidad laica y hedor masónico: espíritu de la Institu-
ción Libre de Enseñanza». Semejante título retomaba unas palabras del Caudillo
en su discurso de fin de año, poco propicias para cualquier tentativa, por tímida
que fuera, de recuperar tradiciones liberales50.
El año 1954 marcó una inflexión en la política ministerial de Ruiz-Giménez
y supuso el principio del fin de su proyecto reformista, un desencanto que ten-
drá consecuencias decisivas en su trayectoria personal, como él mismo recor-
daría años después51. Aparte de la oposición frontal de la jerarquía eclesiástica,
del ejército y de la derecha reaccionaria, hasta su llegada bien representada en
el Ministerio de Educación por Ibáñez Martín, comenzó a perder el apoyo ini-
cial del sector de Falange representado por las revistas universitarias del SEU,
como Alcalá en Madrid y Laye en Barcelona, e incluso de su secretario general.
En efecto, durante un lapso de tiempo Raimundo Fernández Cuesta pareció
llegar a creerse que «todo lo que tienda a excluir, a reducir, a recortar, a sembrar
recelos, a entontecer a los españoles, no es falangista», como había proclamado
Tovar en un famoso discurso52. Durante esos meses empezaron a circular nu-
merosos libelos -bastantes acabaron en manos de Franco- contra el equipo y
la política de Ruiz-Giménez, cada vez más aislado en el Consejo de ministros,
y los testimonios de su situación llegaron a ser crueles53. En esas condiciones
resultaba casi imposible que saliera adelante alguna de sus propuestas, en espe-
cial una nueva Ley de Ordenación Universitaria que sustituyera la de 1943. Al
final, la única medida que logró ver aprobada fue el Reglamento de Disciplina
Escolar, respuesta a los primeros conflictos estudiantiles, que desde hacía tiem-
po exigía el sector más duro representado por el ministro de Gobernación, Blas
Pérez. El Reglamento sería utilizado una década más tarde para expedientar y
expulsar de la Universidad a varios catedráticos, obligando así a Ruiz-Giménez
a justificarse por ello54.

50. «Los resabios liberales que, en la vida de relación, de vez en cuando se acusan, que, cual sepul-
cros blanqueados, no les falta brillantez y encanto; pero que al acercarse a ellos, se aprecia aquel
tufillo o hedor masónico que caracterizó a nuestros años tristes», en Ecclesia, 758 (21-1-1956),
pp. 9-11.
51. «Empecé mi propia autocrítica y la del Régimen durante los años del Ministerio de Educación,
a partir de 1954», en RODRÍGUEZ DE LECEA, T. y GlMBERNAT ORDEIG, J. A., «Entrevista a Ruiz-
Giménez», en RUIZ-GIMÉNEZ, J., El camino hacía la democracia. Escritos en Cuadernos para el Diálogo
(1963-1976), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1985, p. 405.
52. TOVAR, A., Lo que a la Falange debe el Estado, s/d, abril 1953. Ver GRACIA, }., Crónica de una deser-
ción. Ideología y literatura en la prensa universitaria del franquismo (1940-1960). Antología, Barcelona,
Promociones y Publicaciones Universitarias, 1994, y MARSAL, J. E, Pensar bajo el franquismo.
Intelectuales y política en la generación de los años aracuenta, Barcelona, Península, 1979, p. 182.
53. GARRIGO, A., «Entrevista con Joaquín Ruiz-Giménez (1951-1956)», Caceta Universitaria, 1-V-
1968. Por ejemplo, Nicolás Franco le llamaba «Sor Intrépida», en alusión a su entusiasmo y
vaticanismo, y el propio Franco afirmaba en enero de 1956 que «el ministro de Educación,
Ruiz-Giménez, es buen muchacho, pero que lo mangonea todo el mundo», en FRANCO SALGA-
DO-ARAUJO, E, op. cit, pp. 159-160.
54. RUIZ-GIMÉNEZ, ]., «Sobre el reglamento de disciplina escolar», Cuadernos para el Diálogo, extraor-
dinario V La universidad (mayo 1967), p. 78.

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274 Javier Muñoz Soro

A finales de 1954 surgió la idea de un Congreso Universitario de Escritores


Jóvenes, bajo el patronazgo de la Universidad y la delegación del SEU en Ma-
drid, suspendido cuando Serrano Montalvo sustituyó a Jordana de Pozas en la
dirección del SEU y el Ministerio de Educación se percató de la infiltración de
«elementos subversivos»55. La muerte de Ortega y Gasset el 18 de octubre de
1955 añadió más motivos de tensión, sobre todo después de que Ruiz-Giménez
publicara en Ya un artículo en defensa del que había sido su profesor y de sus
herederos intelectuales, algunos de los cuales formaban parte de su equipo. En
la Universidad de Madrid se celebró un acto en memoria del «filósofo liberal
de la juventud española», con una marcha hasta el cementerio, y un homenaje
organizado en el aula magna de la facultad de Filosofía y Letras, seguido con
gran preocupación desde El Pardo56. La contestación en la Universidad, tras
la convocatoria de un Congreso Nacional de Estudiantes, en claro desafío al
SEU, y la negativa a aplicar las medidas represivas propuestas por el ministro
de Gobernación hicieron crítica la posición de Ruiz-Giménez desde el mes
de enero de 1956. Francisco Franco Salgado-Araujo, Pacón, primo y secretario
particular del dictador, anotaba esos días en su diario que «a Franco, repito, le
noto preocupado, no sólo por la política marroquí, sino también por la interior,
y especialmente por el asunto de los estudiantes que lleva con tan poca fortuna
el ministro de Educación, Ruiz-Giménez, persona buenísima a mi juicio, pero
de fondo muy liberal y poco enérgico»57.
El ministerio actuaba ya sólo a la defensiva, intentando justificar su gestión
frente a los múltiples ataques recibidos, no obstante se lograrán algunos éxitos
concretos, como el doctorado honoris causa concedido por las universidades es-
tatal y pontificia de Salamanca a Franco (una de las pocas ocasiones en que se
le pudo ver emocionado en público). Ruiz-Giménez sugirió entonces a Martín
Artajo la posibilidad de dimitir, pues «ya no es un problema de paciencia», sino
que «me acucian razones de conciencia»58. Mientras tanto quemaba sus últimos
cartuchos defendiendo una vez más su «línea integradora de todo lo que consi-
deramos valioso en el plano espiritual, científico y pedagógico de nuestra patria
[...] una integración que arranca de nuestra fe cristiana, de nuestra concepción
católica de la vida y de nuestra adhesión a todo lo que hay de valioso en los
principios del Alzamiento nacional y que nos une a cuantos nos pusimos en pie
el 18 de julio de 1936»59.
Los incidentes de febrero en Madrid, con el oscuro episodio del disparo
a un militante falangista, precipitaron la situación: se cerró la universidad, se

55. RUIZ CARNICER, M. A., El Sindicato Español Universitario (SEU), 1'939-1'965. La socialización política
de la juventud universitaria en el franquismo, Madrid, Siglo XXI, 1996.
56. Cfr. LlZCANO, F., La generación del 56. La universidad contra Franco, Barcelona, Grijalbo, 1981; LAÍN
ENTRALGO, ?., Descargo..., cit, p. 413.
57. FRANCO SALGADO-ARAUJO, E, op>. cit., pp. 159-160.
58. TUSELL, ]., Franco y los católicos..., cit., pp. 373-376.
59. Discurso ante el Consejo Nacional de Educación; Ya, 31-1-1956, en MONTERO, M., op>. cit., p.
224.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 259-288


Joaquín Ruiz-Giménez o el católico total (Apuntes para una biografía política,,. 275

suspendieron varios artículos del Fuero de los Españoles y se detuvo a Gabriel


Elorriaga, jefe de la delegación del SEU en Madrid, a Dionisio Ridruejo y a
varias decenas de estudiantes y licenciados, muchos de los cuales se movían
en la órbita del PCE. Temiendo por su integridad física, Laín Entralgo pasó
la noche en casa de Ruiz-Giménez y cuando éste regresó precipitadamente a
Madrid, Girón le dijo que había gente «imbuida de odio» contra él (se atribuye
al ministro Blas Pérez la frase «por fin voy a poder cargarme a ese meapilas»)60.
El día 16 se hizo público su cese junto al de Fernández Cuesta, una decisión
que encajaba perfectamente en la especial sensibilidad hacia los equilibrios que
Franco demostraba en tales ocasiones. En su discurso de despedida, Ruiz-Gi-
ménez alternó su habitual lenguaje religioso y profético con afirmaciones de fe
falangista:
«El hecho de que hayan aparecido al mismo tiempo el relevo del ministro se-
cretario general del Movimiento y del ministro de Educación pudiera desorientar a
gentes que no conocieran la realidad y la complejidad de los problemas. Tengo que
decir que con la camisa azul recorrí los campos de guerra de España y que me siento
fidelísimo hacia lo que entraña»61.
La crisis de 1956 puso fin a lo que, años después, Aranguren calificaría como
«la única genuina esperanza de apertura brindada por el sistema» y puso en evi-
dencia «la contradicción interna, el callejón sin salida del «falangismo liberal» y
la necesidad de una nueva opción radical»62. El fracaso de esa «tentativa liberal»,
como la llamó también Ridruejo, marcó definitivamente el rumbo del régimen
en las dos décadas siguientes, aun a costa de perder una parte muy importante
de sus apoyos sociales. Entre ellos los intelectuales falangistas y católicos más
activos, y los universitarios defraudados por el conformismo del SEU, incluidos
los hijos de algunos ilustres vencedores de 1939. Fue entonces cuando surgieron
organizaciones políticas de oposición al franquismo en el interior distintas de
las históricas, en las que el protagonismo de la «generación del 36» dio paso
a los jóvenes que de la guerra civil sólo tenían recuerdos de infancia, y que
estaban recorriendo el camino desde el falangismo y el catolicismo de sus pa-
dres y hermanos mayores hacia el comunismo, el socialismo o la democracia
cristiana.

LOS AÑOS DE LA AUTOCRÍTICA


Ruiz-Giménez había sentido su cese como algo «lacerante» por la actitud
de personas y grupos que suponía cercanos, y durante los meses siguientes se
refugió en una actitud de retraimiento, aunque ello no suponía en ningún caso
una ruptura con el régimen:

60. LlZCANO, P., op>. cit., p. 147; TUSELL, }., Franco y tos católicos..., cit., p. 382; GIRÓN VELASCO, J. A.,
Si la memoria no me falla, Barcelona, Planeta, 1994, p. 163; MESA, R., Jaraneros y alborotadores.
Documentos sobre los sucesos de febrero de 495(>, Madrid, UCM, 1986.
61. Ya, 17-11-1956.
62. ARANGUREN, J. L. L., Memorias y esperanzas españolas, Madrid, Taurus, 1969, pp. 62 y 96.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 259-288


276 Javier Muñoz Soro

«No hay en mí el menor sentimiento de [...] despegue, de «purificación», que


sería estúpido y desleal. Estoy en la nave, en nuestra nave del 18 de julio por agujeros
que tenga [...] Pero sí creo que no se puede enmarañar los hilos y quebrar sin más
algunos criterios limpios»53.
Se reintegró a su plaza de catedrático en la Universidad de Salamanca, que
había permutado por la de Sevilla, y allí coincidió, entre otros profesores, con
Ignacio de la Concha, Jesús Prados Arrarte y Enrique Tierno Galván, y con
estudiantes que permanecerán ligados a él tanto en el departamento como en
la futura empresa de Cuadernos, entre ellos Elias Díaz y Fernando Ledesma. En
noviembre de 1955 Tierno Galván había fundado la Asociación para la Unidad
Funcional de Europa, y publicaba el Boletín informativo de la cátedra de Derecho
Político con la colaboración de algunos alumnos, como Raúl Morodo y Fermín
Solana, detenidos en 1957. Pero las relaciones entre Tierno Galván y Ruiz-
Giménez nunca serán fáciles, «se recelaban mutuamente, aunque guardaban
cordialmente las formas»64. La provincia le permitió un período de reflexión,
porque «Madrid obliga infinitamente más que Salamanca a estar tomando posi-
ción y como definiéndose a cada minuto» 65 . De unos coloquios públicos «sobre
los problemas de la Iglesia y del mundo», celebrados en el convento dominico
de San Esteban durante esos meses, surgió la idea de fundar una revista66.
Sin embargo, el apartamiento de la vida política de Madrid duró poco y, en
octubre de 1957, recibió una llamada del ministro y secretario general del Mo-
vimiento, José Solís, para comunicarle que Franco deseaba nombrarle consejero
nacional por designación directa (uno de los «cuarenta de Ayete»), cargo que
conllevaba el de procurador en Cortes. Regresó a Madrid tras ganar por opo-
sición la plaza de catedrático de Filosofía del Derecho en el curso académico
1960-1961. En su departamento convergieron antiguos alumnos procedentes
de Salamanca, en particular Elias Díaz, Raúl Morodo y Fernando Ledesma, con
otros nuevos como Gregorio Peces-Barba, Leopoldo Torres Boursault, Liborio
Hierro, Tomás de la Quadra Salcedo, Julio Rodríguez Aramberri o el falangista
Fernando Suárez. Entre los catedráticos de otras materias estaban Mariano
Aguilar Navarro, Eduardo García de Enterría y Jesús Prados Arrarte, junto a
profesores más jóvenes como Jorge de Esteban, Enrique Gimbernat o Jerónimo
Saavedra, mientras que delegados de facultad fueron Román Oria, José María
Mohedano, José Manuel Elizalde o Enrique Ruano 67 .
Ruiz-Giménez compaginaba las clases en la Universidad y el Instituto Social
León XIII, fundado por Herrera Oria, con su actividad en la ACNP y su trabajo

63. Carta a Martín Artajo del 26-11-1956, en TUSELL, }., Franco y los católicos..., cit., pp. 389-390.
64. DÍAZ, E., «Autobiografía intelectual», cit., p. 12. También MORODO, R., «De memorias salman-
tinas: Ruiz-Giménez, Tierno y el «feroz espía» Elias Díaz», en La fuerza..., cit., pp. 129-132, y
TIERNO GALVÁN, E., Cabos sueltos, Barcelona, Bruguera, 1981.
65. Cartas a Sánchez Bella del 18-11-1961 y 16-VIII-1962; AHUN, Fondo Sánchez Bella (FSB).
66. RUIZ-GIMÉNEZ, ]., «La revista en el arranque del camino», extraordinario VII (febrero 1968), p.
6.
67. DÍAZ, E., «Autobiografía intelectual», en Anthropos, 62 (1986), p. 14.

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Joaquín Ruiz-Giménez o el católico total (Apuntes para una biografía política... 277

privado en el despacho (cada vez más necesario para sacar adelante una familia
de once hijos)68. Presidía o formaba parte de los consejos de administración de
las compañías de seguros La Equitativa y Compañía Ibérica de Reaseguros, de
Construcciones Ansol, de Perkins Hispania, del Banco Occidental y de Tabaca-
lera69. Algo que le creará problemas personales conforme sus posiciones sobre
temas socioeconómicos se vayan haciendo más radicales, además de ser utili-
zado en su contra no tanto desde la izquierda, curiosamente, como desde la de-
recha. Sus contactos con las organizaciones internacionales católicas siguieron
siendo importantes. Participó activamente en el II Congreso Internacional de
Apostolado Seglar de octubre de 1957, en un momento crucial de la evolución
de AC, de autocrítica del paternalismo social y de paso de una organización
parroquial a otra especializada, cuando parecía escapar por primera vez del
control de la ACNP.
Volver a Madrid supuso implicarse de nuevo en los asuntos de política inte-
rior, precisamente en un momento en el que la ACNP veía con preocupación el
ascenso de los tecnócratas del Opus Dei bajo la protección de Carrero Blanco.
En 1961 Alfredo Sánchez Bella escribía a Ruiz-Giménez sobre la necesidad de
«maniobrar o hacer alguna cosa porque es evidente que no podemos quedar-
nos cruzados de brazos y sin actuar mientras las otras clientelas se mueven y
actúan a su antojo. Si en la política interior no es posible hacer nada, hay que
aprovechar el tiempo para actuar al máximo en la exterior, que hoy cada vez
va resultando más importante y decisiva, incluso por las repercusiones internas
que tiene»70. A la altura de 1960 el grupo dirigente de la ACNP, clave para el
franquismo en la coyuntura de 1945, había dejado de serlo por mucho que
conservara importantes parcelas de poder, y lo que es más importante, estaba
comenzado a perfilarse una línea de división interna mucho más nítida que las
diferencias entre esas varias «clientelas» políticas: la trazada por la fidelidad a
Franco y a los valores del 18 de julio entendida como rechazo a cualquier aper-
tura política del sistema. Ya lo intuía Alfredo Sánchez Bella en 1962, al escribir
a Ruiz-Giménez que «no son diferencias «tácticas» las que ahora tenemos en
el modo de encarar los problemas sino algo mucho más hondo» 71 . De modo
que, en la década que comenzaba, las evoluciones personales en el vértice del
catolicismo político serían opuestas: la mayoría, los Martín-Sánchez Julia, Al-
fredo López, Antonio María Oriol, Sánchez Bella, Silva Muñoz o el ya cardenal
Herrera Oria seguirían identificándose plenamente con el régimen.
En realidad, la polémica entre «excluyentes» y «comprensivos» aún no se
había extinguido, hasta el punto de que ambas categorías seguían siendo fun-
damentales para entender esas evoluciones divergentes. Sánchez Bella estaba
entre los primeros cuando escribía a Ruiz-Giménez que «el comunismo sigue

68. Carta de Ruiz-Giménez a Sánchez Bella del 18-11-1961; AHUN-FSB.


69. JEREZ MlR, M., Élites políticas y centros de extracción en España, -1938-1975, Madrid, CIS, 1982, p.
393.
70. Carta del 11-11-1961; AHUN-FSB.
71. Carta de Sánchez Bella a Ruiz-Giménez del 24-VIII-1962; AHUN-FSB.

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278 Javier Muñoz Soro

avanzando en forma cada vez más seria y cualquier concesión que se le ha-
ga aun en nombre de los más puros principios y las más limpias esencias no
contribuyen más que a debilitar la autoridad del Estado y a favorecer la revo-
lución». O, a propósito de Ridruejo, que «se puede discrepar en esto o aquello
pero esto sólo es honesto hacerlo desde dentro, desde la aceptación fervorosa
de un mínimo repertorio de verdades, entre las cuales ha de estar, en muy pri-
mer lugar, la conciencia de la guerra justa y guerra necesaria, la que nosotros
hicimos, sin pretender colocar en el mismo plano a amigos y enemigos, como
ahora tan aviesa y torcidamente intenta hacerse». La respuesta de Ruiz-Gimé-
nez, por el contrario, seguía fielmente la actitud «comprensiva» de «conquistar
metas, arrebatar banderas que no tienen porqué estar en manos ajenas, y abrir
esperanzas», puesto que «la lucha contra el comunismo no se logra sólo, ni
principalmente, con medidas represivas»72.
Ruiz-Giménez no había dejado de confiar en la potencialidad evolutiva e
integradora del sistema y pensaba que podría contribuir a ella de acuerdo con
una «línea inquebrantable», que definía como «ni deserción ni inmovilismo,
sino evolución desde dentro en la línea de la firmeza, pero también de la au-
tenticidad en el contacto entre los principales sectores e instituciones sociales y
del Gobierno»73. Sólo así puede entenderse su silencio ante los requerimientos
de sus amigos políticos, quienes le reprochaban «esta sistemática inhibición de
actividades públicas» porque «es perjudicial y nada beneficiosa para nadie»74.
Pero ese silencio era producto más de la anomia que de la inhibición, es decir,
de la pérdida de unos referentes políticos, ideológicos y religiosos todavía no
sustituidos por otros nuevos. Su «actitud de lealtad incómoda», como él mismo
la calificaba, tuvo que superar la prueba más difícil cuando pocos días después
del relevo ministerial de julio de 1962, el ministro de Asuntos Exteriores, José
María Castiella, le ofreció por indicación personal de Franco la embajada de
España en Italia75. Rechazar un puesto para él tan grato y en un momento histó-
rico, con la apertura de las sesiones del Concilio Vaticano II, aparte de tener que
explicar en persona su decisión a Franco, tuvo que marcar un punto sin retorno
en su trayectoria política. Sugirió el nombre de Sánchez Bella, en quien recayó
finalmente el nombramiento 7 *.
Durante los meses siguientes Ruiz-Giménez estuvo sometido a fuertes
tensiones en sus cargos de consejero nacional y procurador en Cortes. En el
Consejo Nacional del Movimiento sólo intervino una vez para defender una
ponencia, pero bastó que sugiriera la necesidad de democratizar esa institución

72. Cartas de Sánchez Bella del 11-11-19(51 y 8-V-1961, y de Ruiz-Giménez del 18-11-1961 y 30-V-
1961; AHUN-FSB.
73. Carta a Sánchez Bella del 18-11-1961; AHUN-FSB.
74. Cartas de Sánchez Bella a Ruiz-Giménez del 22-1 y 16-VII-1962; AHUN-FSB; SILVA MUÑOZ, E,
Memorias ¡políticas, Barcelona, Planeta, 1993.
75. Carta de Ruiz-Giménez a Sánchez Bella del 16-VIII-1962; AHUN-FSB.
76. Carta de Ruiz-Giménez a Sánchez Bella del 8-X-1962; AHUN-FSB. No parece, por tanto, que
Castiella fracasara en su intento de ver confirmado por Franco el nombramiento de Ruiz-Gimé-
nez, como afirma HERMET, G., op. cit., vol. II, p. 384.

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Joaquín Ruiz-Giménez o el católico total (Apuntes para una biografía política... 279

para que algunos consejeros, sobre todo un general, le dirigieran comentarios


injuriosos77. En las Cortes se había opuesto a la aprobación, el 18 de abril de
1961, de un proyecto presentado por Carrero Blanco para el juramento obliga-
torio de los funcionarios a los Principios Fundamentales del Movimiento. Al día
siguiente escribió al presidente de las Cortes, Esteban Bilbao, para exponer los
defectos de un proyecto que juzgaba «contrario a principios muy fundamenta-
les de la concepción ética y jurídico-cristiana», y le sugería la conveniencia de
que su carta llegara hasta Franco «con la reiteración de mi personal lealtad y
cariño a cuanto él es y representa», pues «si no sintiera ambas cosas guardaría
silencio, el silencio de quienes han perdido la fe y la esperanza; como conservo
una y otra, me duele que ocurran estas anomalías y quisiera bien modestamen-
te contribuir a superarlas»78.
Su posición se hizo más difícil cuando el 8 de noviembre de 1963 fue el
único procurador que presentó una enmienda a la totalidad al proyecto de ley
para la creación del Juzgado y Tribunal de Orden Público (TOP), pese a que
días antes sus amigos le habían desaconsejado intervenir. Citando la Decla-
ración Universal de los Derechos del Hombre, la Pacem in tenis y el Fuero de
los Españoles, advirtió del riesgo de quebrantamiento de principios jurídicos
naturales como la presunción de inocencia o la posibilidad de recurso ante tri-
bunales superiores. Su intervención debió de ser apasionada, tanto que mereció
una larga respuesta del ponente de la ley, Herrero Tejedor; fue comentada con
desaprobación por Franco, como hemos visto, y provocó la airada reacción de
algunos procuradores, que acusaron a Ruiz-Giménez de favorecer a las «organi-
zaciones de subversión, que se aprovechan de los tontos útiles». Al final, acabó
desistiendo de someter su enmienda a votación79.
Los motivos de división no dejaron de aumentar cuando las huelgas en
Asturias, la conferencia de Munich o la ejecución de Grimau desmientan muy
pronto las tímidas presunciones liberalizadoras del nuevo Gobierno formado en
1962. La participación de militantes de la Hermandad Obrera de Acción Cató-
lica (HOAC) y de la Juventud Obrera Católica (JOC) en las huelgas asturianas
de esa primavera dio lugar a fuertes tensiones entre el régimen y la jerarquía
eclesiástica. Para Ruiz-Giménez era evidente que «lo de Asturias tuvo un origen
clara y nítidamente laboral», y defendía como «perfectamente comprensible
que los párrocos de Asturias estuvieran junto a los mineros y a sus familias y
no enfrente». Por otra parte, estaba en desacuerdo con la campaña de consignas
en la prensa y con la política represiva llevada a cabo por el ministro de Gober-
nación, Camilo Alonso Vega, que a punto había estado de provocar un grave

77. VILAR, S., Protagonistas..., cit, p. 454.


78. Carta de Ruiz-Giménez a Esteban Bilbao del 19-IV-1961; AHUN-FSB.
79. DEL ÁGUILA, J. J., «El Tribunal de Orden Público, 1963-1976. Trece años de represión política en
España», en TUSELL, J; ALTED, A. y MATEOS, A., La oposición al régimen de Franco, Madrid, UNED,
1990, pp. 427-440; id., El TOP. La represión de la libertad 0963-1977), Barcelona, Planeta, 2001,
pp. 203-221.

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280 Javier Muñoz Soro

enfrentamiento con la Iglesia, sólo superado gracias a «mediadores inteligentes»


como Alberto Martín Artajo y Ángel Herrera Oria80.
Ese mismo año el IV Congreso del Movimiento Europeo celebrado en Mu-
nich, el famoso «contubernio», en el que no participó aunque algunas fuentes
oficiales afirmaron erróneamente lo contrario, debió de causarle un hondo efec-
to por la amistad que le unía a muchos de los participantes, como Ridruejo, José
María Gil-Robles, Joaquín Satrústegui, Jaime Miralles o Jesús Prados Arrarte,
sea por su ya pleno convencimiento de que la reconciliación entre los españoles
era la única vía para sentar las bases de una convivencia pacífica81. Para Ruiz-
Giménez y para muchos de su generación ese proceso colectivo era paralelo a
otro individual de examen de conciencia, pues «toda auténtica conversión en la
vida humana, la conversión a Dios, implica siempre el conmovido y doliente
reconocimiento de las culpas personales, la generosa confesión de las propias
flaquezas. Y lo mismo ocurre en la vida colectiva»82.
El resurgir de la oposición interior y la extensión del conflicto social, con la
consiguiente respuesta represiva del régimen, van a concentrar en adelante la
atención Ruiz-Giménez en la defensa de los derechos humanos y la reconcilia-
ción nacional. En enero de 1961, pocos días antes del juicio a Tierno Galván,
todavía se alineó en defensa de las posiciones gubernamentales junto a Fernán-
dez Cuesta, Manuel Fraga y Antonio Hernández Gil durante una junta ordinaria
del Colegio de Abogados de Madrid, evitando que se sometiera a discusión el
decreto de 1960 que ampliaba las competencias de la jurisdicción militar83. Sin
embargo, en los meses siguientes asumió la defensa de varios jóvenes universi-
tarios detenidos por la policía o refugiados en embajadas, como el caso de los
hermanos Salas Castellanos, para quienes llegó a solicitar a las autoridades el
reconocimiento del derecho de asilo, «institución netamente hispánica y a la
que debemos la vida en el Madrid rojo muchos españoles del Alzamiento» 84 .
En 1962 intercedió a favor del militante libertario Jorge Conill Valls, cuya con-
dena a muerte fue conmutada sobre todo gracias a la intervención del cardenal
Montini; y poco después lo hizo a favor del dirigente comunista Julián Grimau,
condenado por presuntos delitos cometidos durante la guerra civil y ejecutado
el 20 de abril de 1963, pese a las numerosas solicitudes de perdón llegadas de
todo el mundo 85 .

80. Carta de Ruiz-Giménez a Sánchez Bella del 16-VIII-1962; AHUN-FSB.


81. SATRÚSTEGUI, J. y otros, Cuando la transición se hizo posible: el «contubernio de Munich», Madrid,
Tecnos, 1993.
82. Editorial, «La fuerza del perdón», Cuadernos para el Diálogo, 2 (noviembre 1963), p. 3.
83. ÁLVAREZ DE MIRANDA, E, Del «contubernio» al consenso, Barcelona, Planeta, 1985, p. 56.
84. Carta de Ruiz-Giménez a Sánchez Bella del 16-VIII-1962; AHUN-FSB.
85. ALBEROLA, O., El anarquismo español y la acción revolucionaria, 1961-1974, París, Ruedo Ibérico,
1975, p. 77; MARTÍNEZ, J. y FERNÁNDEZ DE CASTRO, I., España, hoy, París, Ruedo Ibérico, 1975, p.
394; RODRÍGUEZ, A. y NOVÁIS, J. A., ¿Quién mató a Julián Grimau?, Madrid, Ediciones 99, 1975.

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Joaquín Ruiz-Giménez o el católico total (Apuntes para una biografía política... 281

LA EVOLUCIÓN DE SU PENSAMIENTO POLÍTICO


El período comprendido entre 1956 y 1963 fue importante en la evolución
del pensamiento político de Ruiz-Giménez y trazará sus líneas fundamentales,
al menos hasta cuando publique el llamado «Manifiesto de Palamós» en 1967.
Si en los cincuenta todavía defendía la «primacía del bien común, el sentido de
la ordenación social» sobre la «primacía de la persona humana, de los derechos
del hombre», o recurría a Jaime Balmes para definir el concepto de libertad, diez
años después los términos casi se habían invertido, para acabar erigiéndose «en
uno de los máximos exponentes del proceso de restauración democrática de
nuestra filosofía del derecho y, desde luego, en el más expresivo de cómo la
renovación católica repercutió en ella»86.
Nunca abandonará, a pesar de ello, su sentido de la armonía cósmica y su
iusnaturalismo católico, que se hará cada vez más racional y humanista. En
cuanto a su pensamiento político, como hemos visto, el punto de partida era
una concepción tomista basada en la jerarquía orgánica87. Muy lejos, por tanto,
de asumir la defensa de los derechos humanos, tal como los entiende la filo-
sofía liberal y democrática, o la necesidad de los partidos políticos que, en su
opinión, no eran «grupos naturales de convivencia» en cuanto susceptibles de
quebrantar «el principio mínimo de unidad y de concordia social indispensables
para la conservación y el progreso de la comunidad política». Que la partici-
pación política fuera un derecho y deber natural no significaba que sus cauces
concretos pudieran establecerse a priori con carácter general, pues dependían
de factores sociológicos:
«Lo que aquí se plantea -nótese bien- no es el enconado problema de las «liber-
tades públicas», sino algo más radical y determinante. Un sistema de «libertades» o
garantías del individuo «frente» al Estado, puede dejar al hombre -al hombre entero,
cargado de valores y fines- maltrecho y ajeno a la vida profunda de la comunidad.
Insertarle en esta vida, orgánica y funcionalmente, es la condición sine qua non de
todas las «libertades» verdaderas y derechos políticos concretos»88.
En consecuencia, rechazaba tanto el liberalismo como el totalitarismo, por-
que el primero convertía «en relativo lo absoluto» y el segundo «en absoluto lo
relativo», confundiendo «los linderos del dogma y de la opinión»: su ideal políti-
co estaba en armonizar, conforme a la doctrina social de la Iglesia, «el principio
de autoridad y el principio de libertad»89. El Estado debía promover «con todos
los medios lícitos a su alcance, el bien común», lo cual no anulaba sino, al con-

86. «Discurso de clausura del curso académico de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo
(UIMP)», Santander, 5-IX-1951, en RUIZ-GIMÉNEZ, ]., Diez discursos, cit.. p. 15; id., Balmes y el
sentido de la libertad, Vich, Portavella, 1961; GARCÍA MANRIQUE, R., La filosofía de los derechos
humanos durante el franquismo, Madrid, CEC, 1996, p. 386; RuiZ-GlMÉNEZ, ]., El Concilio Vaticano
II y los derechos del hombre, Madrid, Edicusa, 1968.
87. RUIZ-GIMÉNEZ, ]., «La política, deber y derecho del hombre», Revista de Estudios Políticos, 94
(1957), pp. 5-29, publicado luego por Epesa, Madrid, 1958.
88. ídem, p. 25.
89. «Discurso de clausura del curso académico de la UIMP», cit.

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282 Javier Muñoz Soro

trario, hacía posible el perfeccionamiento de «la personalidad individual y de los


grupos sociales intermedios», dado que esa intervención estatal era «de estímu-
lo, de complemento y de coordinación». De hecho, los aspectos más avanzados
de su ideario político seguían derivando de su mentalidad «comprensiva», como
cuando citaba la carta de Platón a los siracusanos recomendando «grandeza de
alma y voluntad de integración de los vencidos»90.
Ruiz-Giménez era deudor de la reflexión regeneracionista y esencialista
sobre España propia de su generación y formación intelectual, evidente ya
desde el título en su libro recopilatorio Del ser de España (1963). En sus páginas
aparecían citados Maeztu, García Morente, Ledesma Ramos, Primo de Rivera,
pero también Menéndez Pidal, Ortega, Américo Castro o Sánchez Albornoz,
y se perfilaba una concepción de la política como «forma superior a la ética» y
«necesidad vital del hombre», porque «tampoco de solo buena administración
viven los pueblos» (el contraste con el pragmatismo tecnocrático opusdeísta era
evidente). Por otra parte, insistía en lo que será una constante durante toda su
vida, punto de engarce de una evolución ideológica en apariencia contradicto-
ria: el papel de los «cristianos auténticos, militantes, que sienten una honda vo-
cación política creadora» en el cumplimiento de varias exigencias, la primera de
ellas una «acción en profundidad sobre las estructuras psicológíco-colectivas»
que fomentara el «espíritu de diálogo» y la reconciliación.
Otras exigencias eran un «reajuste de las estructuras políticas» destinado a
«asegurar una representación orgánica, no individualista», una «recta fiscaliza-
ción de la obra de gobierno», «la incorporación del mayor número posible de
ciudadanos al ejercicio consciente de sus deberes políticos y de sus responsabi-
lidades humanas», «una asunción integradora de todos los valores nacionales»
-siempre su proyecto comprensivo- y una «reordenación de las estructuras
económico-sociales». Esta última idea derivaba del énfasis en la cuestión social
tanto del falangismo como del catolicismo de la posguerra y se convertirá en
elemento característico de su discurso. Al igual que muchos de sus contemporá-
neos, no dudaba que la historia marchaba en el sentido de una subordinación de
la propiedad privada al bien común, justificada por la nueva doctrina pontificia,
algo que veía extenderse por todo el mundo, desde las democracias occidenta-
les a las socialistas. Sólo de manera muy eufemística reconocía que el régimen
vigente en España no era «propicio a la afirmación y despliegue de la personali-
dad de cada hombre en cuanto al gobierno de la comunidad y hay demasiados
caminos cerrados a la ilusión y a la esperanza»91. En cuanto a la política exterior
española, su idea de Hispanidad se había liberado de las connotaciones más im-
perialistas, pero la concebía todavía como una «empresa» cultural, económica

90. «Discurso en la XII reunión plenaria del CSIC», 24-IV-1952, en RUIZ-GIMÉNEZ, J., Diez discursos,
cit., p. 49.
91. RUIZ-GIMÉNEZ, J., La propiedad, sus problemas y su función social, Salamanca-Madrid, Anaya,
1961.

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Joaquín Ruiz-Giménez o el católico total (Apuntes para una biografía política... 283

y política, incluso poniéndola por delante de la integración en Europa92. Como


puede verse, su pensamiento atravesaba una fase de transición, evidente en la
ambigüedad y falta de concreción, si bien es cierto que siempre se caracterizó
por un acusado sincretismo ideológico.
Un cambio importante se había producido en su manera de entender lo que
suponía una «relación armónica entre el Estado y la Iglesia, sin distanciamientos
suicidas ni confusiones o intromisiones recíprocas», con renuncia explícita al
Estado confesional, al menos en los términos establecidos por el Concordato
de 1953. La crisis política de Ruiz-Giménez se acompañó de una crisis personal,
una «metanoia» la ha definido Marzal, determinada por el enorme impacto que
el Concilio Vaticano II tuvo en su compromiso ético con la fe93. A comienzos
de 1963 recibió la invitación de Juan XXIII para asistir en calidad de consultor
a los trabajos preparatorios, sumándose a otros dos españoles, Pilar Belosillo
y Ramón Sugranyes de Franch94. En abril fue recibido por el Papa, apenas
un mes antes de su muerte, a quien entregó un volumen de comentarios a la
encíclica Mater et magistra elaborado por un grupo de profesores del Instituto
Social de Empresa, vinculado a la ACNP. En ese momento Ruiz-Giménez le
prometió «una entrega sin pausa en la medida de mis posibilidades a la tarea
de difundir y aplicar sus enseñanzas en todos los ambientes del mundo y, muy
en concreto, en España»95. Confirmado por Pablo VI, asistió a casi todas las
sesiones conciliares -excepto a la última en 1965- como experto en cuestiones
sociales, jurídicas y políticas adscrito a la Comisión de Apostolado Seglar y a
la comisión mixta encargada de la elaboración del famoso Esquema XIII sobre
«La Iglesia y el mundo contemporáneo», origen de la futura pastoral Gaudium et
Spes. Además, fue uno de los ponentes seglares en los capítulos sobre la familia
y la comunidad política, que afirmaban el vínculo entre democracia y derechos
humanos 96 .
No hay que olvidar que el gran tema del Concilio fue la reconciliación de la
Iglesia con el mundo moderno, cambiando de manera radical su actitud respec-
to a cuestiones como la libertad religiosa, la relación con los no católicos, la se-
cularización de la sociedad, el respeto a la conciencia individual y los derechos
colectivos. Todo ello suponía una ruptura con el catolicismo cesarista que había
inspirado el Concordato de 1953, y abría una nueva perspectiva respecto a los

92. «España, país americano», Panorama español contemporáneo. XXVaños de paz, Madrid, ICH, 1964,
pp. 9-20.
93. MARZAL, A., «Un cristiano del Concilio», en La fuerza..., cit, pp. 63-66.
94. BARDAVÍO,}., «Joaquín Ruiz-Giménez», en Políticos para una crisis, 11, Madrid, Sedmay Ediciones,
1975, p. 219.
95. Comentarios a la «Mater et magistra», Madrid, BAC, 1962; SANTOS, E, «Conversación con Ruiz-Gi-
ménez», Las raíces de la democracia. Cuadernos para el Diálogo. 25 aniversario (1963-1988), Madrid,
Asociación de la Prensa, 6-XII-1988, pp. 6-18; RUIZ-GIMÉNEZ, }., «La revista en el arranque del
camino», cit., p. 6.
96. DÍEZ ALEGRÍA, J. M., «Recuerdos del Concilio Vaticano II en homenaje a Joaquín Ruiz-Gimé-
nez», en La fuerza..., cit., p. 75; RODRÍGUEZ DE LECEA, T. y GlMBERNAT, J. A., «Entrevista a Ruiz-
Giménez», cit, p. 403.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 259-288


284 Javier Muñoz Soro

dos enemigos seculares de la Iglesia: la democracia liberal y el socialismo mar-


xista. Pero fue sobre todo la encíclica Pacem in tenis la que tuvo una influencia
inmensa en Ruiz-Giménez y la que él mismo definió como «generación de Juan
XXIII»97. Hasta los jerarcas franquistas fueron conscientes de la trascendencia,
en este caso negativa, que tendría para ellos:
«Por entonces un grupo de generales y de almirantes decrépitos, asustados por
Juan XXIII, por el Concilio, y no tranquilizados por el advenimiento de Pablo VI, se
dirigieron a Franco, le obligaron a interrumpir sus funciones de abuelo en El Pardo,
y a ir al Palacio de Oriente: «¿qué sentido tiene nuestra Santa Cruzada», dijeron en
substancia, «si los principios de la odiada república de los profesores, contra la que
en 1936 nos rebelamos en nombre de Dios, y que creíamos haber enterrado, vuelven
contrabandeados no por los liberales, por los masones y por los socialistas sino por
algunos obispos?»»98.
Por eso, cuando Ruiz-Giménez regresó de Roma a finales de abril de 1963
mantuvo una larga entrevista con el general Muñoz Grandes, vicepresidente del
Gobierno, quien le preguntó preocupado si las estructuras españolas eran acor-
des con la nueva doctrina pontificia, y que ante su respuesta -«mi general, no se
parece en nada. Esto hay que cambiarlo y cambiarlo en profundidad, con senti-
do común. Hay que cambiarlo gradualmente»- encargó un estudio comparativo
al secretario general del Movimiento. Todo quedó en agua de borrajas porque,
en cualquier caso, a Franco la encíclica no parecía plantearle ningún dilema,
convencido como estaba de que «S.S. el Papa Juan XXIII no quiso defender la
libertad tal como la interpretan Ruiz-Giménez y otros políticos»99.
En su completo estudio sobre la Pacem in tenis, que seguirá desarrollando en
los años siguientes a través de numerosos artículos, libros y conferencias, Ruiz-
Giménez extrajo conclusiones que no podían dejar de provocar una revolución
copernicana en su pensamiento y consiguiente acción política100. La encíclica
consideraba como derechos y deberes fundamentales del hombre «tomar par-
te en la vida pública»; la «libre búsqueda de la verdad y defender las propias
ideas», según la propia conciencia «aunque por error invencible profese otra
religión distinta a la verdadera»; la «legitimidad en el fundamento de los Pode-
res públicos», cuya razón última está en Dios pero cuya fuente más inmediata
reside en el pueblo; y la «legitimidad de ejercicio», que consiste esencialmente
en la búsqueda del «bien común». Había un «bien común universal» que debía
ser garantizado por una autoridad pública mundial, formada entre todas las na-

97. COMPTE GRAU, X, «LOS tres primeros años de «Cuadernos para el Diálogo»», en CASTAÑEDA, P.
y COCINA, M. (eds.), Iglesia y Poder público. Actas del Vil Simposio de Historia de la Iglesia en España
y América, Córdoba, Caja Sur, 1997, pp. 237-256.
98. BENEDETTI, Arrigo, «Fermentos intelectuales en la España de hoy. Los católicos liberales de Ruiz-
Giménez», // Corriere della Sera, Milán, 6-XI-1968.
99. RODRÍGUEZ DE LECEA, T., «Entrevista con Joaquín Ruiz-Giménez», en La fuerza..., cit., p. 306;
BARDAVÍO, J., op. cit, pp. 217-218; FRANCO SALGADO-ARAUJO, E, op. cit, pp. 398-399.
100. JUAN XXIII, Encíclica «Pacem in tenis» (Presentación, sinopsis y notas de Joaquín Ruiz-Gimé-
nez), Madrid, Epesa, 1963; RUIZ-GIMÉNEZ, ]., El Concilio y tos derechos del hombre, Madrid, Edi-
cusa, 1968; id., «X aniversario de la Pacem in tenis», 117 (junio 1973), p. 35.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 259-288


Joaquín Ruiz-Giménez o el católico total (Apuntes para una biografía política... 285

dones, porque «ha sonado la hora de que la protección de las libertades funda-
mentales se considere excluida de la llamada «jurisdicción interna o doméstica
de cada Estado»»101.
En cuanto al tema de la organización jurídico-política, sin duda el más pro-
blemático para el caso español, aunque «la Encíclica reconoce la imposibilidad
de una determinación apriorística y con validez general para todas las naciones,
dado el distinto grado de desarrollo de cada una de ellas», sostenía la división
clásica de poderes como requisito necesario para un reconocimiento efectivo
de la dignidad humana y del derecho a la libertad de conciencia e informa-
ción. «Como condición, pues, de legitimidad de cualquier régimen político
queda perfilada a la luz del pensamiento cristiano una estructura de Estado de
Derecho, no en un anacrónico sentido individualista, sino en un sentido pro-
fundamente social», sin que por eso su actitud respecto al tema de los partidos
políticos dejara de ser posibilista.
Por una parte, escribía, «aunque la Pacem in tenis no toca de modo expreso el
punto de la existencia o no de «partidos políticos», es indudable que sus crite-
rios sobre derechos fundamentales de reunión y de asociación, sin interferencia
de los poderes públicos, y de participación activa en la obra de gobierno, impli-
can una inclinación favorable a una organización pluralista de la vida política».
Por otra, esa participación «podrá ser en forma de varios «partidos políticos»,
sometidos a un «estatuto constitucional» que frene las pugnas desintegradoras;
o a través de los grupos naturales de convivencia (familia, asociaciones profe-
sionales, sindicatos, Universidades, Municipios, etc.), pero con las necesarias
garantías para que la representación se constituya auténticamente, de abajo a
arriba y mediante una intervención directa de todos los ciudadanos, a través
de elecciones periódicas, sinceras y libres». Es decir, «en un sistema de partido
político único, como en España, la representación popular debe ser hecha radi-
calmente auténtica y efectiva sino ha de ser condenada a desaparecer más tarde
o más temprano» 102 .
A través de su interpretación de la encíclica dejaba clara su opción por una
reforma «desde dentro», pacífica y gradual del régimen español -«en las insti-
tuciones humanas nada se lleva a un mejoramiento sino obrando desde dentro,
paso a paso»- y su énfasis en lo social, todavía muy ligado al comunitarismo
católico y a las utopías socializantes del falangismo, en su búsqueda de una
tercera vía entre el «capitalismo egoísta» y el «materialismo marxista».
Por último, la Pacem in tenis contribuyó a la evolución de Ruiz-Giménez
desde el iusnaturalismo católico, que privilegia la idea de orden, hacia un ius-
naturalismo de fundamento más racional -Liborio Hierro ha hablado de un

101. FRAILE, E, «Recensión a Presentación, sinopsis y notas a la Encíclica Pacem in tenis de S.S. Juan
XXIII de Joaquín Ruiz-Giménez», en Revista de Estudios Políticos, 133 (enero-febrero, 1964), pp.
173-177.
102. DÍAZ, E., Pensamiento español..., cit., p. 120; La Gaceta, México, 5-XI-1963.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 259-288


286 Javier Muñoz Soro

«iusnaturalismo moderno» o «protestante» 103 - en el que la primacía correspon-


de a los derechos humanos. Pese a ello nunca abandonaría su sólida confianza
en la virtud del Derecho y el progreso de la humanidad, ni una concepción de
la sociedad «llamativamente armonizadora y empapada de un gran optimismo
sobre las capacidades de la razón moral», si bien poco atenta a la historicidad de
los conflictos humanos 104 . Cuadernos para el Diálogo no fue en sus orígenes otra
cosa que la materialización de ese impulso ético surgido bajo el imperativo de la
fe, de acuerdo con el nuevo compromiso entre lo temporal y lo espiritual conte-
nido en el texto pontificio: «todas las páginas editoriales de Cuadernos y muchas
de las otras, incluso de las que pueden parecer más profanas o problemáticas,
tienen una última referencia -expresa o implícita- a las palabras vivificadoras
del «buen Papa Juan»»105.
La acción política de Ruiz-Giménez quedaba además reforzada por el valor
testimonial de su propia biografía, lo que dio a su imagen pública un enorme
potencial deslegitimador contra el franquismo. Hasta en la muy moderada re-
vista Blanco y Negro se podía leer lo siguiente:
«Su propia evolución entre su cargo de ministro y su cualidad actual de diri-
gente de la discrepancia, ilustra perfectamente la magnitud del cambio adoptado
por la Iglesia a través del Concilio. La rectitud y la sinceridad de conducta son en
el señor Ruiz-Jiménez [sic] títulos que no pueden ser honradamente discutidos. Y a
ellos debe gran parte de su autoridad personal en la vida pública española de estos
tiempos»106.
Ello tuvo su parte positiva, pues le sirvió de protección tanto a él como
luego a su revista, Cuadernos para el Diálogo, pero al mismo tiempo le convirtió
en objetivo preferente de los ataques procedentes de lo que empezaba a ser
nombrado por aquel entonces con neologismos como «nacional-catolicismo»
y «anticlericalismo de derechas». Esa autoridad ampliamente reconocida y su
consiguiente potencial deslegitimador derivaban de la combinación de dos fac-
tores sólo en apariencia contradictorios. Por un lado, un compromiso radical,
aunque moderado en las formas, con la misión de la Iglesia en el mundo tal y
como quedaba delineada por la doctrina conciliar, que otorgaba una importan-
cia nunca antes reconocida a la función de los seglares. En palabras de Arangu-
ren, la Pacem in tenis era «en el más noble sentido de la palabra, una encíclica
política» y así lo entendió Ruiz-Giménez, «que aquello era un gran programa
de acción para los cristianos y para los no cristianos pero que quisieran de

103. HIERRO, L., «Nota demasiado breve sobre lo que la Filosofía del Derecho española debe al
profesor Ruiz-Giménez», y DÍAZ, E., «A pesar del iusnaturalismo», en La fuerza..., cit., pp.
117-118 y 92-93.
104. TORNOS, A., «Aspectos teológicos», en El camino hacia la democracia..., cit, pp. 359-360.
105. Editorial «Pacem in tenis*, Cuadernos para el Diálogo, 7 (abril 1964), pp. 3-4.
106. «Don Joaquín Ruiz-Jiménez Cortés», Blanco y Negro, 9-XU-1967.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 259-288


Joaquín Ruiz-Giménez o el católico total (Apuntes para una biografía política... 287

verdad en España avanzar hacia una democracia»107. Por otro, un catolicismo


caracterizado por su notable vinculación jerárquica (mucho más con el papado
que con el episcopado español), por el abundante recurso a citas pontificias, que
«rezuman a menudo admiración, respeto, adhesión religiosa», y por una visión
de la fe muy simple, respetuosa con la ortodoxia y poco dada a reflexiones
teológicas108. «Pocas figuras, incluso eclesiásticas, incluso jerárquicas, cargan
su imagen popular de tanto «vaticanismo»», ha escrito Javier Martínez Cortés,
y es precisamente ese énfasis en los aspectos ético-políticos de su religiosidad,
y no en los dogmáticos, lo que dará gran eficacia a su denuncia del régimen
franquista109.

CONCLUSIÓN
Para Ruiz-Giménez la historia del franquismo no era otra cosa que la his-
toria de los católicos españoles, a partir de la justificación de la guerra y la
legitimación originaria del régimen, hasta la defensa de su necesaria reforma en
consonancia con la nueva doctrina pontificia:
«En su origen [el franquismo], fue un movimiento de los católicos que rechaza-
ban el laicismo ateo y perseguidor de la Iglesia. Después de la guerra, la vida de la
nación fue organizada aplicando los principios del catolicismo de una forma que era
válida entre los españoles en aquella época, hace veinticinco años. Quiero decir con
esto que el fenómeno a que hoy asistimos en España no es más que una revisión,
por parte de los laicos católicos españoles, de sus posiciones sociales y políticas. De
esa revisión debe nacer la evolución del régimen político y es el presagio, el presen-
timiento y la preparación del futuro»110.
José R. Recalde ha descrito las tres fases sucesivas que solían llevar desde
el pensamiento religioso al compromiso político: la primera, la que pretendía
la renovación de ese mismo pensamiento religioso (desde un cristianismo «on-
tológico-cultista» a otro «ético-profético», como lo describió Diez Alegría); la
segunda, la que reflexionaba sobre el necesario compromiso de los cristianos en
la acción política; la tercera, la que planteaba ya de manera concreta la relación
entre cristianismo y marxismo. Pero los cambios en la identidad católica y la
ruptura con la jerarquía eclesiástica durante los años sesenta hicieron que esas
tres fases se sucedieran con gran rapidez. Su culminación, la doble militancia en
las organizaciones de apostolado y las clandestinas del antifranquismo, pronto

107. ARANGUREN, J. L. L., «Meditación para España de la Encíclica Pacem in tenis», en AGUILAR NA-
VARRO, M. y otros, Comentarios civiles a la encíclica «Pacem in tenis», Madrid, Taurus, 1963, pp.
54-55; SANTOS, E, «Conversación con Ruiz-Giménez», cit., p. 8.
108. TORNOS, A., op. cit, p. 358.
109. MARTÍNEZ CORTÉS, }., «El factor religioso y la política de Ruiz-Giménez», en El camino hacia la
democracia..., cit., p. 389.
110. GUTIÉRREZ OVEJERO, D., «Después de Franco, el diluvio», Orizzonti, 25-IV-1965.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 259-288


288 Javier Muñoz Soro

dejó paso a una militancia política estricta dentro de la izquierda y, en no pocos


casos, a un abandono de la fe, o al menos de la práctica religiosa111.
Joaquín Ruiz-Giménez cumplió ese itinerario aunque no hubo autocrítica
religiosa en su caso, sino denuncia de la incoherente confesionalidad del ré-
gimen franquista, ni por supuesto su final más extremo, la apostasía. De su
fracaso político en 1956 partió el «camino de Damasco» que le condujo, bajo
el imperativo moral y de fe contenido en la Pacem in tenis, al lenguaje de la
reconciliación y la democracia, de la «política de comprensión» o asimilación
del vencido de sus años nacional-católicos, a la «política de diálogo», al diálogo
con «el otro»: con el obrero, el marxista o el ateo. De ese humus surgirá, en
1963, la revista Cuadernos para el Diálogo. Una parábola que se cerraría, ya en
los primeros años setenta, cuando en la mesa redonda para el número 100 de
la revista, declare que «estoy absolutamente de acuerdo en la necesidad de un
claro deslinde entre la profesión de fe religiosa y las actitudes sociales, cultura-
les y políticas»112. Era el punto de llegada de una evolución personal de treinta
años y esa renuncia, por la nitidez de su formulación y por venir de quien venía
-presidente ya entonces de Izquierda Demócrata Cristiana (IDC)- no dejaba ya
lugar a dudas sobre la secularización del discurso político que iba a caracterizar
contra todo pronóstico a la España democrática.

111. RECALDE, J. R., Pe de vida, Barcelona, Tusquets, 2004, p. 78; DÍEZ ALEGRÍA, J. M., Yo creo en la
esperanza, Bilbao, Desclée de Brouwer, 1972, p. 27. Ver también SÁINZ MARTÍNEZ, J. C , «De
FECUM a FECUN: política y religión entre los Congregantes Marianos (1965-1977)», en Política
y Sociedad, 22 (mayo-agosto 1996), pp. 103-121.
112. «Juicio crítico a Cuadernos para el Diálogo», 100 (enero 1972), p. 31.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 259-288


EL PROTAGONISMO FEMENINO EN LAS
ASOCIACIONES VECINALES DE ALICANTE DURANTE
LOS AÑOS SESENTA

Beatriz Bustos Mendoza

1. INTRODUCCIÓN
A partir de los años sesenta, las mujeres se organizaron y denunciaron
situaciones injustas, al tiempo que se recuperaba paulatinamente la memoria
histórica de las mujeres que, durante mucho tiempo, habían sido silenciadas.
Mediante sus organizaciones y manifestaciones públicas exigieron que la
sociedad, los movimientos sociales y los partidos políticos asumieran en sus
programas la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.
En España, la gestación del movimiento de mujeres se remonta a la última
década de la dictadura y no puede separarse del proceso de modernización,
industrialización y urbanización vividos a partir de los años sesenta1. Tampoco
puede desligarse de los problemas específicos de la «condición femenina» du-
rante esos años, ni entenderse fuera de los espacios políticos desde los que se
planteó la lucha por la democracia, es decir, los partidos de izquierda, ni fuera
de los espacios sociales donde se articularon los movimientos vecinales. Mu-
chas mujeres en su condición de obreras, esposas y madres de obreros, fueron
partícipes en las movilizaciones y luchas colectivas relacionadas con los proble-
mas laborales y sociales motivados por las diferencias de género y la división
sexual del trabajo2.
El asociacionismo es un proceso vivo, dinámico, y como tal, se va gestando
y configurando en contacto con la realidad cotidiana. Estudiar este fenómeno
es de gran importancia porque supone «rescatar» los modos de organización

1. LARUMBE GORRAITZ, M.a Ángeles, Las que dijeron no: palabra y acción del feminismo en la Transición,
Zaragoza, 2004 y ver también LARUMBE GORRAITZ, M.a Angeles, Una inmensa minoría: influencia y
feminismo en la transición, Zaragoza, 2002.
2. NASH, Mary, Rojas: las mujeres republicanas en la Guerra Civil, Madrid, 1999, pp. 69-71.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 289-294


290 Beatriz Bustos Mendoza

del inconformismo y la rebeldía de las mujeres y así detectar los aportes y las
innovaciones para su desarrollo personal y la sociedad en la que viven. Nos
encontramos ante un fenómeno de «grupalidad voluntaria»3 que implica, por
tanto, una autoorganización consciente en torno a finalidades específicas. La
voluntad de cambio social se basa en el incentivo de una identidad socialmente
construida que se convierte en el eje de la acción colectiva, de su presencia so-
cial y sus demandas. Las mujeres perciben la tarea asociativa como un medio de
hacer frente a sus necesidades afectivas, comunicativas, relaciónales, intelectua-
les y económicas4, pero esta tarea supone necesariamente una infraestructura y
un soporte económico.

2. DEL CAMPO A LA CIUDAD


En los años sesenta se da una emigración masiva del campo a la ciudad.
Emigran familias enteras abandonando hábitos de vida que se habían transmi-
tido de generación en generación, para llegar a la ciudad, alojándose algunas
de ellas en chabolas y casas bajas que se construyen de noche sin planificación
urbana alguna, sin infraestructura (sin agua, sin luz, sin canalización de agua,
sin alcantarillas, sin pavimentación y sin los servicios sanitarios indispensa-
bles)5. Las mujeres que llegan a Alicante de muy diversos puntos de la geografía
española (especialmente de Castilla-La Mancha y Andalucía) se instalan junto
con sus familias en los barrios, enfrentándose a los problemas de la ciudad y
a dificultades que entraña la supervivencia en un medio hostil y desconocido6.
De forma paulatina, empiezan a desencadenarse en los barrios constantes mo-
vilizaciones en demanda de unas mejores condiciones de vida. La lucha vecinal
será, sin duda, la pionera de posteriores movilizaciones por parte de otros
colectivos sociales. En muchos casos las reivindicaciones ciudadanas servirían
para emprender luchas antifranquistas y a favor de la democracia, participando
activamente muchas mujeres.7
Los objetivos tratados en estas asociaciones eran muy diversos, desde la
cooperación para el tercer mundo hasta temas relacionados con el sindicalismo,
pero para esta comunicación nos centraremos únicamente en las asociaciones
de vecinos y en el papel que ejercía la mujer en éstas, dedicándole especial
atención al barrio alicantino de Virgen del Remedio.

3. ORTEGA LÓPEZ, Margarita, Las mujeres de Madrid como agentes de cambio social, Madrid, 1995, p.
163.
4. Ibidem, p. 297.
5. Ibidem, pp. 222-223.
6. SÁNCHEZ RECIO, Glicerio, Estudios sobre el franquismo en la provincia de Alicante: Personal político,
actitudes económicas y opinión, Alicante, Universidad de Alicante, 1995 y ver también MORENO
SÁEZ, Francisco, Historia de la ciudad de Alicante, Alicante, 1990.
7. BERRERÍA, Lourdes, Mujer, economía y patriarcado durante España franquista, Barcelona, 1977, pp.
224-226.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 289-294


El protagonismo femenino en las asociaciones vecinales de Alicante durante los... 291

3. EL BARRIO VIRGEN DEL REMEDIO DE ALICANTE


Este es un ejemplo más de urbanización periférica de tipo modesto, obrero,
creado a finales de los años sesenta. Un barrio de inmigrantes empujados por
el éxodo rural8.
Las mujeres que vivían en él empiezan, de forma paulatina, a confiar más
entre ellas. A partir de finales de los años sesenta se va observando un gran va-
cío en la iglesia del barrio. Cada vez eran menos las mujeres que acudían a misa
los domingos o encendían alguna vela a la Virgen del Remedio por algún tipo
de promesa, por agradecimiento o por fe. Entre sacerdotes y mujeres hay cada
vez un mayor distanciamiento, lo cual denota la secularización que se estaba
produciendo en el país.
La figura del párroco del barrio como amigo y confesor empieza a decaer,
pasando a un segundo plano y siendo reemplazado por otra mujer. En el barrio,
las mujeres salían de sus hogares sin sus maridos para reunirse en la plaza de
Argel a conversar con las vecinas, intercambiando ideas y opiniones de todo
tipo. También se creó un colectivo de mujeres, de baja cultura todas ellas,
excepto una que era maestra, que se reunían una vez por semana en casas
distintas para conversar. En estas reuniones se exponían todos los problemas
de cada una de ellas y entre todas intentaban buscar posibles soluciones. Si el
problema perduraba, recurrían a ayudas de especialistas en el tema (psicólogas,
enfermeras, etc.), pero todas ellas siempre eran mujeres. De estas charlas salían
posteriormente muchos temas para las reuniones de la AA. W . , como temas
laborales, sexualidad y obesidad, todos ellos relacionados con la mujer9. Dos
eran los temas tabú de las mujeres a principios de los años setenta en el barrio:
el aborto y los malos tratos.

4. LA ASOCIACIÓN DE VECINOS DE VIRGEN DEL REMEDIO


Las AA.W. constituyen una de las realidades asociativas más importantes
desde el punto de vista político durante la transición, dando un nuevo con-
tenido al concepto de movimiento ciudadano, un hecho nuevo en la España
pre-democrática.
Las AA.W. son un movimiento urbano de defensa del interés vecinal frente
a la Administración. Están compuestas por vecinos, ya que su ámbito territorial
ordinario es el barrio y, como prácticamente todo movimiento social urbano,
surge en defensa de la población10. Las AA.W., por definición, son la organi-
zación natural surgida de los vecinos que por unos problemas, unos intereses y
unas inquietudes comunes, acoge a todos sin distinción, superando diferencias

8. PlLLET CAPDEPON, Félix, «El barrio Virgen del Remedio (Alicante: inmigración y nuevo urbanis-
mo)», Boletín de la Real Sociedad Geográfica, tomo CXI, núms 1-12 (1975), p. 231.
9. Archivo privado de Antoní Quinto Tomasetti. Documentación interna de la AA. W . de Virgen
del Remedio relacionada con los temas que se trataban en distintas reuniones, 1977-1981 y entre-
vista con M.a Carmen Diez Navarro, 20-VI-2004, nacida en Alicante y Antoni Quinto Tomasetti,
20-VI-2004, nacido en Alicante.
10. BERRIATÚA SAN SEBASTIÁN, Javier M. a , Las Asociaciones de Vecinos, Madrid, 1977, pp. 58-60.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 289-294


292 Beatriz Bustos Mendoza

ideológicas, políticas y económicas, con un solo objetivo común: mejorar las


condiciones de vida, mediante el desarrollo de la actividad reivindicativa y la
promoción y organización de la vida colectiva y cotidiana en el terreno recrea-
tivo, en lo cultural, en la educación cívica y social y en el ocio.
No se puede entender el nacimiento del movimiento ciudadano en Alicante
si no se explican las circunstancias humanas e ideológicas que configuraron y
dieron vida a la AA.W. pionera: la del barrio Virgen del Remedio. A pesar de
que fue registrada en septiembre de 1976, esta asociación llevaba funcionando
desde mediados de los años sesenta11. El cargo de la presidencia lo ocupó en
primer lugar un hombre, pero después fueron todo mujeres quienes estaban al
frente, incluso en las diferentes vocalías. Con el paso del tiempo era cada vez
mayor el número de socios que se iban sumando a las reivindicaciones y a todo
tipo de actos y así se fueron sentando las bases de una futura AA.W. cuyo ob-
jetivo final era la implantación de una sociedad más igualitaria12.
A partir de la constitución de la Asociación de Virgen del Remedio, otros
grupos fueron añadiéndose a la tarea de concienciación y acción de los vecinos,
primero el Club Pavirre13, cuyos integrantes fueron a vivir al barrio, y después
militantes de organizaciones obreras: PCPV, MCPV, PSOE, CNT, USO, etc.
Todos ellos compartían planes, ideas y discusiones con la AA.W. de Virgen del
Remedio, ya que la idea común era que ésta fuera una organización unitaria,
pluralista y de participación popular.
Legalizados ya los partidos políticos, la gran mayoría de mujeres del barrio
eran miembros del PCE. Por lo general, las mujeres casadas pertenecían al
mismo partido que el marido y las chicas jóvenes solteras eran miembros de
la JOC. Un dato importante a tener en cuenta es el alto número de votos que
depositaban las mujeres en las urnas, siendo muy pocas las mujeres que no ejer-
cían su derecho al voto. Era un barrio muy participativo y dinámico en todos
los aspectos, incluido el político.
A partir de mediados de los sesenta, se observa un claro acercamiento de las
mujeres a la lectura. Existían casos en los que mujeres que sabían leer y escribir,
que eran muy pocas en el barrio, leían libros y periódicos en la plaza de Argel
en voz alta con el fin de que otras vecinas analfabetas pudiesen informarse
también de lo que estaba sucediendo en el mundo.
La AA.W. del barrio, de la mano de la vocalía de cultura, organizaba unas
clases gratuitas para todas aquellas mujeres del barrio que no sabían leer ni es-
cribir. El horario era nocturno, de 9 a 10 de la noche de lunes a viernes y se im-
partían en el mismo local de la AA.W. Con esta iniciativa la AA.W. intentaba
hacer llegar la cultura a todas aquellas mujeres del barrio, socias de la AA.W. y

11. STRADA, Óscar, El asoáacionismo en Alicante, Alicante, 1992, pp. 21-95.


12. QUINTO TOMASETTI, Antoni, «El origen de la asociación de vecinos del barrio Virgen del Reme-
dio», en 20 aniversario del ÍES Virgen del Remedio 4979/1980--I999/2000, (2000), p.41.
13. Club de jóvenes, la mayoría eran chicas entre quince y veinte años, con un planteamiento muy
innovador. Estaba formado por grupos cristianos de base y pequeñas comunidades de frailes
capuchinos de Requena y de jesuitas.

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El protagonismo femenino en las asociaciones vecinales de Alicante durante los... 293

que por sus condiciones económicas o sociales no habían podido ir a la escuela.


El horario de estas clases gratuitas era nocturno con el fin de que las mujeres no
desatendiesen sus quehaceres en la casa y pudiesen cuidar de sus hijos.
Además a partir de 1977, la AA.W. empezó a organizar una campaña de
promoción cultural llevando libros a la calle. Esta biblioteca se fue formando
con las aportaciones de diferentes instituciones alicantinas como la Diputación,
las Cajas de Ahorros y el propio Ayuntamiento. La mayoría de los volúmenes
eran libros de texto que se utilizaban para las clases nocturnas de las mujeres
del barrio, además de libros de divulgación, deportivos, novelas y cuentos 14 .
Estas iniciativas culturales por parte de la AA.W. tuvieron consecuencias muy
satisfactorias y gratificantes sobre todo para las mujeres del barrio que eran las
principales usuarias. El poder adquisitivo del barrio era muy bajo, por lo que el
mero hecho de poder disponer de libros sin necesidad de comprarlos y recibir
clases de alfabetización a las mujeres les daba una gran oportunidad de apren-
der y sirvió también como vínculo y temática de las conversaciones entre las
mujeres del barrio.
Uno de los procesos del cambio social que se realizó durante la transición
política a la democracia y que afecta específicamente a las mujeres fue la pro-
gresiva participación de éstas en el mercado de trabajo. Los factores estructura-
les que favorecieron esta progresión, fueron el fuerte aumento del nivel educa-
tivo y los decrecientes niveles de fecundidad. Las mujeres empezaron a acceder,
de forma paulatina, a estudios superiores y la media de número de hijos por
familia pasó de familia numerosa (de cuatro a cinco) a dos. A partir de finales
de los años sesenta, algunas mujeres del barrio objeto de estudio empiezan a
salir de sus hogares y a introducirse en el mercado laboral. Este hecho contri-
buyó a que las mujeres empezasen a reivindicar derechos laborales, con el fin
de conseguir igualdad de condiciones con respecto a los hombres, como igual
trabajo por igual salario, el derecho a un puesto de trabajo digno y la creación de
guarderías. La educación fue un factor importantísimo entre las mujeres de este
barrio, contribuyó al desarrollo personal y profesional de éstas y desencadenó
toda una serie de movilizaciones femeninas posteriores.

5. CONCLUSIONES
El proceso político que se dio durante el período de la transición posibilitó
la emergencia de los movimientos sociales y del movimiento feminista. Me-
diante las AA. W , las mujeres participaron en la vida política, manifestando la
necesidad de que se recogiesen sus derechos, denunciando las injusticias que les
afectaban y saliendo de la esfera de la domesticidad para introducirse en el es-
pacio público y político. Las organizaciones de mujeres tuvieron una incidencia
directa en el proceso de la transición política hacia la democracia.
Virgen del Remedio era un barrio obrero muy dinámico que luchó, durante
varias décadas, por tener una calidad de vida digna y justa. Las mujeres desarro-

14. Información, 24-V-77.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 289-294


294 Beatriz Bustos Mendoza

liaron sus actividades en la AA. W . desde donde concienciaron a otras mujeres


de su marginación social y opresión. Ante las carencias de infraestructuras en
el barrio, lucharon por unas condiciones de vida dignas, pero también por la
conquista de las libertades políticas. Algunas de estas mujeres que estaban
vinculadas, de un modo u otro, al movimiento asociativo del barrio, después
pasaron a formar parte de la política municipal.
Casi todas las mujeres del barrio eran analfabetas, pero todas ellas tenían un
objetivo primordial: aprender, ya no sólo a leer y escribir, sino también apren-
der a vivir en una sociedad justa, donde ellas también fuesen escuchadas y sus
opiniones tenidas en cuenta. Con la legalización de los partidos políticos y la
convocatoria de elecciones democráticas, los movimientos de mujeres les hicie-
ron llegar a éstos sus propuestas de cambio con el fin de que se reconociesen la
necesidad de dichas reformas.
En suma, el barrio Virgen del Remedio fue un escenario de aprendizaje cul-
tural y democrático. A sus asociaciones llegaron mujeres de distintos puntos de
la geografía española y, tras un proceso de alfabetización, muchas consiguieron
alcanzar la confianza necesaria en sí mismas para llevar a cabo reivindicaciones
a favor de una mejor calidad de vida en el barrio y una igualdad de oportunida-
des entre hombres y mujeres.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 289-294


Notas de libros
y noticias
LIBROS

MARTÍNEZ ESTEBAN, Andrés, Aceptar el social y político, o del Movimiento


poder constituido: Los católicos españo- Católico.
les y la Santa Sede en la Restauración Decíamos que debía mantenerse
(1890-19'14), Madrid, Publicacio- vigente dicho interés porque, aunque
nes de la Facultad de Teología de esa historia ya se ha trazado en buena
San Dámaso, 2006, 767 págs. medida a través de obras ya clásicas,
como la de José Andrés-Gallego, La
El libro reseñado gira en torno al política religiosa en España, 1889-1913
ámbito de las negociaciones que los (Madrid, Editora Nacional, 1975), que
distintos gobiernos españoles mantu- abarca el mismo periodo cronológico
vieron con la Santa Sede en el periodo abordado por Martínez Esteban, aho-
que transcurre entre la última década ra puede aportarse nueva información
del siglo XIX y el final del Pontifi- a través de nuevos fondos documen-
cado de Pío X (1914). El presente tales. El libro tiene como soporte prin-
libro de Andrés Martínez Esteban cipal los fondos de la Nunciatura de
viene a demostrar que el interés por Madrid, de la Secretaria de Estado y
el estudio de la historia eclesiástica de Asuntos Eclesiásticos Extraordina-
o político-religiosa, es decir, aquella rios del Archivo Secreto del Vaticano.
que se centra principalmente en el La obra se halla estructurada en 5
estudio de las relaciones Iglesia-Esta- capítulos, a través de los cuales Martí-
do, todavía se mantiene vigente en la nez Esteban pretende responder a una
historiografía española, y pensamos serie de preguntas sobre la posición
que debe mantenerse en esa tónica. de los católicos ante el Estado Liberal,
Resulta evidente que en los últimos en lo que atañe a la participación de
años los estudios político-religiosos éstos en las Instituciones. Entre otras
están pasando a un segundo plano, y cuestiones se debate si ¿los católicos
han empezado a dominar los nuevos podían participar en la política de
enfoques de la nueva historia social los Estados liberales?, ¿cómo debía
religiosa, importados de la historio- ser esa participación? o si ¿se podía
grafía francesa e italiana. Estos en- ser liberal y católico al mismo tiem-
foques se aprecian, sobre todo, en el po? En ese debate los católicos se
terreno de la historia del catolicismo posicionaron en dos posturas enfren-

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 297-316


298 Reseñas de libros

tadas: por una parte, la de aquellos esos momentos los continuos llama-
católicos que podríamos denominar mientos de la Santa Sede para que los
«liberales» o «mestizos», para quienes católicos españoles acataran el poder
la Constitución de 1876 no era una constituido no calaban entre aquellos
negación del principio católico, sino obispos y católicos que culpaban de
que una ventaja para abrir nuevas los desastres nacionales no sólo a los
vías de penetración en un mundo en liberales sino también a los católicos
cambio constante; por otra parte, la que hacían concesiones. La escisión
de aquellos católicos «netos» -carlistas en el seno del catolicismo se ampliará
e integristas-, quienes identificaron cuando lleguen al poder los liberales y
la religión con sus ideales políticos y comiencen una política contraria a las
plantearon la alternativa entre la paz leyes eclesiásticas.
en la unidad católica o la guerra con- El segundo bloque abarca los ca-
tra el liberalismo. El mantenimiento pítulos 3 -Los católicos y el nuevo
de estas posturas durante el periodo reinado de Alfonso XIII-, 4 -Católi-
estudiado frustrará cualquier iniciativa cos y antiliberales- y 5 -A favor de
de organización católica mediante la la libertad- que, cronológicamente,
formación de un partido propio que coinciden con el pontificado de Pío
defendiera los intereses religiosos y X (1903-1914). Según Martínez Este-
restaurara la influencia de la Iglesia en ban, durante este período retornarán
la vida pública. aquellas viejas posturas olvidadas tras
Esos cinco capítulos se podrían los primeros años de la Regencia de
agrupar en dos bloques: El primero María Cristina, cuando la política de
abarca los capítulos 1 -Defender el León XIII procuró una actitud conci-
principio monárquico- y 2 -Los cató- liadora de los católicos españoles ante
licos en «la crisis de fin de siglo»- y se la Dinastía, arrancando a integristas y
inserta en un periodo de colaboración carlistas la bandera de la legitimidad
entre la Regencia de María Cristina y católica. Los acontecimientos de la
la Santa Sede, gracias a la política a Semana Trágica de Barcelona y los
favor de la legalidad mantenida por hechos posteriores, como la llegada
el Papa León XIII y el Secretario de al poder de Canalejas y el inicio de
Estado Rampolla. Una concordia que una política regalista, que incluía la
se prolonga hasta el fallecimiento de libertad de cultos, la secularización de
León XIII el 20 de julio de 1903, pese la enseñanza, del matrimonio, de los
a que durante todo este tiempo carlis- cementerios, leyes de asociación, etc.,
tas e integristas, que habían quedado marcarán el cambio de los católicos
fuera del juego político, buscaron la hacia una posición netamente antili-
forma de desestabilizar el régimen beral y demostrarán que la imposibi-
constitucional y aparecer como de- lidad de integrar a los católicos en las
fensores de la verdad católica. Este instituciones. Ahora los tradicionalis-
procedimiento se acentúa, sobre todo, tas se apropiarán de nuevo del título
durante «la crisis de fin de siglo», que católico.
jugaba a favor de aquellos que en Tras fracasar los anteriores intentos
los desastres sufridos veían la opor- de organización católica, surgirá ahora
tunidad de hacerse con el poder. En una nueva forma de intervención de

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 297-316


Reseñas de libros 299

los católicos en la vida política que se de la revolución. Entre estos últimos,


topará muy pronto con la oposición podríamos incluir a los carlistas, inte-
de los integristas, y no tendrá una gristas, católicos independientes, que
verdadera aplicación práctica. Se trata contaron además con la participación
de la opción por el mal menor, que es de la Asociación Católica Nacional
definida por el autor como el principio de Jóvenes Propagandistas. Como de-
según el cual ante dos males necesa- cíamos esta última opción, la de una
rios, o sea cuando el uno o el otro es organización con exclusión de los par-
inevitable, se debe elegir el menor. tidos de turno, fue la que empezó a
Así pues, los católicos debían unirse a tomar fuerza con el apoyo del Nuncio
aquellos candidatos liberales siempre Vico. Los hechos venían a demostrar
que el bien social lo justificase. que la unión electoral de los católicos
Ante la imposibilidad de llevar era imposible.
a cabo la formación de un partido El autor incluye en el capítulo V
católico, el autor detalla las nuevas un resumen del extenso análisis que
forma de presencia de los católicos Ángel Herrea envió a Vico sobre la po-
en la vida pública. Por un lado, las sición de los católicos españoles ante
Ligas Católicas, que las contempla el reinado de Alfonso XIII. Según éste
con escasa fuerza y muy utilizadas la había que separar la causa dinástica
mayoría de las veces por los carlistas e y la cuestión religiosa. Los católicos
integristas para sus intereses. Por otro se podían organizar para defender
lado, el Movimiento Social Católico, los derechos de la Iglesia, pero si esta
que resurge con fuerza a partir de la unión se vinculaba a la defensa de la
publicación por parte del Cardenal actual monarquía muchos católicos se
Aguirre de las Normas para la Acción mantendrían fuera. En conclusión, la
Social Católica (1 de enero de 1910), política más sabia sería la de alentar a
multiplicándose las obras sociales des- los católicos para que se organizaran
de entonces. Se trata en ambos casos con independencia de los partidos de
de una acción independiente de la turno, atrayéndose al elemento popu-
política que permitía la unión de los lar. Lo que importa de este informe es
católicos sin renunciar a sus propias que vemos aquí los precedentes de la
ideas políticas. política que para los católicos perse-
Martínez Esteban sitúa en las ma- guirá durante la II República el direc-
nifestaciones católicas contra Canale- tor de El Debate, caracterizada por la
jas de octubre de 1910 el momento de obediencia al poder constituido y la
consolidación del cambio dentro del distinción entre «poder constituido» y
catolicismo español. En este instante «legislación». Un interesante estudio
se aumenta la distancia que separaba sobre Ángel Herrera Oria y la posición
a los católicos, entre aquellos que, de los católicos durante la II República
dentro de los partidos del turno, es- lo encontramos en el libro de Julián
pecialmente conservadores, querían Vara Martín, Un episodio en la historia
sostener a la Monarquía apoyando a de España. La lealtad de los católicos al
Canalejas, y aquellos que optaron por poder (Valencia, Edicep, 2004).
un programa antiliberal para salvar A partir de 1914, como plantea
la religión y la patria de los peligros Martínez Esteban, la división de los

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 297-316


300 Reseñas de libros

partidos dinásticos será la que deter- lla antinapoleónica (su legendaria fe-
mine la posición de los católicos. La rocidad quedó vinculada a la «encina
escisión de los mauristas unirá a los de los franceses», presunto patíbulo en
católicos en la derecha. El mal menor las cercanías de la casa p>airal) confir-
y la unión per accidens ganarán fuerza mó su liberalismo radical en sucesivas
y demostrarán que este es el camino conspiraciones antíabsolutistas que le
para la concordia de la nación. valieron trece años de exilio. Su hijo
Termina el libro con la conclusión Lorenzo, militar progresista amigo de
titulada -Por el camino de la legali- Prim, representa a la perfección el
dad- donde el autor señala la recti- confuso pretorianismo decimonónico:
ficación que supuso el pontificado de participó en la conspiración anties-
Benedicto XV, reanudando el camino parterista de 1843 y sufrió con estoi-
comenzado por León XIII a favor de cismo el acoso profesional durante
la aceptación de la legalidad y su mo- la década moderada antes de pasar
dificación desde la misma legalidad, por la aventura mexicana, retornar al
entrando en alianzas con todos los progresismo con el duque de Reus en
hombres honestos para conseguir ese 1852 y participar de forma destacada
objetivo y huyendo del mal mayor. en el pronunciamiento de Villarejo de
Salvanés y en la gloriosa revolución»
Andrés González Segura
de septiembre de 1868, que le valió el
Universidad de Alicante
ascenso a teniente general «en aten-
ción a los servicios a la causa de la
CARDONA, Gabriel, Los Milans del Bos- libertad».
ch, una familia de armas tomar. Entre Si Lorenzo vivió la conservaduriza-
la revolución liberal y el franquis- ción de la oficialidad del Ejército tras
mo, Barcelona, Edhasa, 2005, 448 las convulsiones del año 1873, y acabó
págs. acatando al «rey soldado» Alfonso XII,
su sobrino Joaquín, a quien protegió
Los Milans del Bosch es una familia al inicio de su carrera, es un fiel expo-
de origen catalán cuya trayectoria, si nente del militarismo subyacente al
no decisiva, ha sido difícilmente sos- régimen de la Restauración. Prototipo
layable en la historia política y militar de militar palaciego, su trayectoria
de la España de los últimos dos siglos, profesional quedó marcada por un
hasta el punto de poder simbolizar las monarquismo ultraconservador que
virtudes y los defectos del Ejército es- no hizo ascos a soluciones autorita-
pañol contemporáneo, desde su inicial rias, como demuestra su ejecutoria en
adhesión al liberalismo a su fidelidad la Capitanía General de Cataluña de
al autoritarismo franquista. septiembre de 1918 a febrero de 1920.
Perfecto conocedor del carácter pa- Allí, con el auxilio del movimiento
radigmático de esta singular familia, «juntero», de las «fuerzas vivas de Bar-
Cardona nos propone un recorrido celona y del propio rey, instauró un
por cuatro generaciones de Milans. modelo autoritario de gestión de los
En primer lugar Francisco, propietario asuntos sociales que tuvo amplio eco
agrícola acomodado que tras luchar en en la España de los años veinte. No
la «Guerra del Francés» y en la guerri- es de extrañar que, en septiembre de

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 297-316


Reseñas de libros 301

1923, Puig i Cadafalch se despidiese ciones (las de Francisco con el capitán


de Primo de Rivera solicitándole que general Luis Lacy, de Lorenzo con el
fuese «un Milans del Bosch para todo general Prim, de Joaquín con Fernan-
el país». do Primo de Rivera o de Jaime con
Esta deriva reactiva de la familia el rey Juan Carlos), pero lastrada por
se confirmó durante la Dictadura (Joa- una persistente tentación al interven-
quín fue nombrado gobernador civil cionismo político que llevó al exilio a
de Barcelona en 1924), se agudizó Francisco y a Lorenzo, al asesinato de
durante la República (cuatro de sus Joaquín y a la cárcel a Jaime.
hijos se acogieron al retiro estableci- En la masía de Sant Vicenc, de
do por la «Ley Azaña») y alcanzó su Montalt, que se divisa siempre al fon-
paroxismo en los años de la guerra do de la historia, había hasta épocas
civil, en la que Joaquín fue fusilado recientes una pieza de artillería que
mientras su nieto Jaime luchaba en apuntaba el camino de acceso, y que
el Alcázar de Toledo, donde hoy está los Milans empleaban en «juegos»
enterrado. Legionario, divisionario en como atrapar al vuelo una bala dis-
Rusia y luchador ocasional contra el parada con escasa carga de pólvora.
maquis, este último teniente general Hoy en día esta combativa familia de
de una familia repleta de entorchados payeses reconvertidos en guerreros de
quedó vinculado para siempre a su Caballería ha dejado de ser predomi-
gestión personalista al mando de la nantemente militar, pero los «Milanos
División Acorazada Brúñete (donde del Bosque» siguen cultivando esta le-
ya amenazó con «sacar las tropas a yenda de extrema combatividad: una
la calle» tras la legalización de PCE) y familia al pie del cañón.
su implicación directa en el golpe de
Eduardo González Calleja
Estado de 1981, acontecimiento disec-
CSIC
cionado con pericia por Cardona, que
tiene un amplio conocimiento de los
entresijos administrativos, políticos y MOSSE, George L., La nacionalización de
psicológicos del ejército español de las masas. Simbolismo político y movi-
aquella época. mientos de masas en Alemania desde
De esta saga familiar que casi com- las Guerras Napoleónicas al Tercer
pendia la historia del ejército español Reich, Madrid, Marcial Pons, 2005,
contemporáneo se pueden extraer va- 286 págs.; GENTILE, Emilio, Fascis-
rios puntos de coincidencia, donde mo. Historia e interpretación, Madrid,
destaca una fuerte presencia de la tra- Alianza Editorial, 2004, 325 págs.;
dición castrense trufada de heroísmo EVANS, Richard ]., La llegada del
cuando las circunstancias lo requerían, Tercer Reich. El ascenso de los nazis al
y ello a pesar de haber formado parte poder, Barcelona, Península, 2005,
de tan denostado «Ejército de Madrid» 669 págs.
alejado de las campañas coloniales.
Quizás por esa circunstancia, volunta- El amplio interés público que sus-
riamente escogida, los Milans mostra- cita el fascismo genera sin cesar una
ron desde primera hora una ambición ingente bibliografía, que suele llegar a
personal lubricada por las buenas rela- España de forma tardía y fragmenta-

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 297-316


302 Reseñas de libros

ría. De ahí la importancia de traducir desarrollo de una estética clasicista,


obras que, como la de Mosse, ha sido el gusto por el monumentalismo de
enormemente influyente entre los es- simbología germánica romántica, los
pecialistas anglosajones, italianos o festejos públicos que se arrogaron el
alemanes dedicados a la historia de monopolio de lo sagrado, o las insti-
entreguerras, impregnados de con- tuciones que fueron decisivas para la
ceptos suyos como «brutalización», preservación y el enriquecimiento de
«trivialización» de la experiencia de esta nueva religión secular, como las
guerra (véase su obra Fallen Soldiers, asociaciones patrióticas, gimnásticas,
1990) o «nacionalización de masas». juveniles, musicales, paramilitares y
A este último asunto responde la obreras. La conjunción de monumen-
presente recopilación de ensayos, edi- tos nacionales y festejos públicos pro-
tada originalmente en 1975, y que en porcionó los mitos y símbolos de una
su momento supuso un giro radical liturgia nacional que Hitler no inventó,
del trabajo del autor hacia una histo- sino que aprovechó, depuró y estilizó
ria cultural menos atenta a las ideas en su provecho, imponiendo el gusto
políticas que - a las representaciones por la impresión y el ceremonial de un
colectivas. En esta obra de referencia, espacio colectivo cuya sacralidad do-
que contó con el asesoramiento nada minaba sobre su funcionalidad. Esta
menos que de Albert Speer, Mosse indagación en las raíces simbólicas del
desarrolló el concepto de «religión se- nacionalismo, racismo y antisemitis-
cular» para designar los actos políticos mo nazi resulta, además, muy revela-
que los fascismos convirtieron en la dora en la actualidad, donde los usos
dramatización de los mitos y cultos políticos del espacio público siguen
de una nueva creencia colectiva. En generando polémica con el monumen-
su opinión, la conjunción de la idea to al Holocausto inaugurado junto al
rousseauniana de «voluntad general» antiguo Reichstag berlinés.
y de la moderna conciencia nacional Uno de los historiadores que ha
generó un ritual sincrético que se utilizado con mayor rigor el concepto
tornó en una religión secularizada con de «religión secular» es Emilio Genti-
el desarrollo de una liturgia nacional- le, probablemente el más destacado
popular cuyo origen hace arrancar de especialista italiano actual sobre la his-
la Revolución Francesa. En esa línea toria del fascismo. Si bien el presente
de interpretación, el movimiento na- ensayo recopilatorio podría ser visto
cionalista alemán ya había adoptado como una obra menor en su abundan-
la fisonomía de una religión secular te bibliografía, centrada en la ideología
mucho antes de que las convulsiones fascista (Le origini dell'ideología fascista,
morales de la Gran Guerra dejaran 1975), las relaciones entre partido y
expedito el camino a un culto de la Estado (Storia del partito fascista, 1989;
comunidad nacional-racial que alcan- La via italiana al totalitarismo, 1995) o
zó su paroxismo durante el Tercer la sacralización de la política (II culto
Reich. Con esa predisposición relati- del littorio, 1993; Le religioni della poli-
vista, y anticipándose a los hallazgos tica, 2001), su ambición resulta muy
de los «lugares de memoria» de Pierre notable, ya que ella se propone definir
Nora, Mosse repasa asuntos como el uno de los conceptos políticos más

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 297-316


Reseñas de libros 303

trascendentales, pero a la vez más La obra de Evans sobre los ante-


imprecisos de los generados en el cedentes históricos de la llegada al
siglo XX. Gentile combate sin tregua poder del nazismo sigue la misma
las corrientes intelectuales proclives a senda de alta divulgación propues-
la «desfascistización», entendida co- ta por Gentile para el caso italiano.
mo «deshistorización» del régimen Este profesor de la Universidad de
mussoliniano, que asevera el presunto Cambridge, que con Ian Kershaw
carácter epifenoménico de un movi- y Michael Burleigh forma el grupo
miento que, en la particular visión de más selecto de especialistas británicos
esta tendencia revisionista, no fue sino sobre el régimen nazi, nos propone
la secuela contingente y extrema de el primer tomo de una monumental
procesos más definidos, como el anti- trilogía sobre los 75 años que van de
proletarismo burgués, el nacionalismo la proclamación del Segundo Reich
extremo, la crisis moral de entregue- a la caída del Tercero. Tarea ingente,
rras o los problemas suscitados por la si tenemos en cuanta que hasta el
irrupción de la sociedad de masas y el año 2000 se evalúan en 37.000 los
avance del proceso de modernización. títulos aparecidos sobre historia del
Por el contrario, Gentile restituye al nazismo, lo que transforma cualquier
fascismo su individualidad histórica pretensión de síntesis en una aventu-
como fenómeno político rabiosamente ra titánica pero no menos necesaria.
moderno, nacionalista, revolucionario, Este volumen inicial, que arranca de
totalitario, racista, imperialista y antili- la victoria de 1870 y finaliza con la
beral, y para ello articula su argumento Gleichschaltung (la coordinación so-
en dos grandes bloques temáticos. cioinstitucional forzosa impuesta por
La primera parte es una introducción los nazis) de 1933, Evans plantea un
a la historia y a las interpretaciones enfoque alternativo al biográfico de
del fascismo, rematada con una pro- Kershaw y el moral de Burleigh. Aquí
puesta muy concreta de definición del predomina el tono testimonial, que
fenómeno desde su triple dimensión trata de reproducir el modo en que los
organizativa, cultural e institucional. alemanes percibieron las situaciones
El segundo bloque de ensayos aborda a las que se enfrentaron. Es preciso
cuestiones puntuales como el carácter advertir que el autor comparte la
revolucionario y modernista del fascis- tesis de la continuidad de la historia
mo, su ideología, su carácter totalitario germana contemporánea (ya expuesta
o su plasmación como religión política por Fritz Fischer a inicios de los sesen-
a través de mitos como la exaltación ta al estudiar los objetivos belicistas
de la figura de Mussolini o la aspira- de la Alemania guillermina), centrada
ción a construir un «hombre nuevo». en las ocasiones perdidas por el li-
Todo ello hace de la obra de Gentile beralismo ante el autoritarismo bis-
una excelente introducción al tema, marckiano y el militarismo prusiano.
quizás la mejor disponible en este De esta suerte, el «descenso al caos»
momento en castellano, al apostar por de la posguerra mundial no hizo sino
un estudio más realista y complejo de agudizar las tendencias profundas de
la naturaleza del fascismo como fenó- la cultura política germana, donde
meno eminentemente histórico. el nacionalismo radical dominante

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 297-316


304 Reseñas de libros

permitió conectar los resentimientos los de las ciencias sociales, que des-
de la «generación del frente» con las pués explícito de forma sistemática
frustraciones de las nuevas genera- Julio Aróstegui.
ciones. Y todo ello, como se observa La soledad de la República es un
en la segunda parte del libro, en un libro de tesis que está expresamente
contexto democrático crecientemente formulada en el subtítulo, el abandono
debilitado, que fue incapaz de frenar de las democracias y el viraje hacia la
el ascenso de un movimiento que Unión Soviética en los primeros meses
respondía a la sensibilidad ultrana- de la guerra civil, que es el lapso de
cionalista y antisemita de muchos tiempo analizado con profundidad en
alemanes. Tras una disección de las esta obra, aunque a la vez se ha de
principales personalidades del partido decir que el autor la presenta como
nazi y de las actitudes de su mili- la primera parte de una trilogía en la
tancia (basadas en la compilación de que hallarán su espacio las complejas
testimonios realizada en 1934 por el relaciones internacionales entre los
sociólogo americano Theodore Abel países que se implicaron a lo largo del
y luego utilizada por Peter H. Merkl), conflicto. Pero como libro de tesis hay
Evans concluye que la llegada de Hi- en él no sólo documentación, análisis
tler al poder consumó una auténtica y mucha reflexión sino también deba-
«revolución de la destrucción», por la te: con los revisionistas, es decir, con
naturaleza ilegal y violenta de la toma aquéllos que, con gran éxito editorial,
del poder, y por el carácter de utopía han traducido al lenguaje actual los
racial destructiva que tuvo su práctica viejos textos propagandistas del fran-
política. quismo, como la Historia de la Cruzada
de Joaquín Arrarás, y los más moder-
Eduardo González Calleja
nos de Ricardo de la Cierva y Stanley
CSIC
G. Paine, a los que fundamentalmente
niega el valor documental en los que
VIÑAS, Ángel, La soledad de la Repúbli- se apoyan; y con otros historiadores
ca. El abandono de las democracias y y analistas con los que, a pesar de
el viraje hacia la Unión Soviética, Bar- aplicar un estricto rigor intelectual en
celona, Crítica, 2006, 551 págs. sus trabajos, no coincide en sus apre-
ciaciones y valoraciones, como suce-
Este libro es de los que contribu- de con Pablo Martín Aceña, Antonio
yen a afianzar a uno en el ejercicio Elorza y Marta Bizcarrondo y Enrique
de su profesión, la de historiador, y Moradiellos.
cuya lectura ayuda alejarse de la idea A medida que se avanza en la lec-
o la sensación muy extendidas desde tura de este libro sorprende el acervo
hace años de la llamada «crisis de la documental en el que se apoya, que
historia». En este caso vale la reco- procede de los archivos ingleses, fran-
mendación que en su día dio Santos ceses, de la propia República, sobre
Julia, cuando dijo que para salir de todo los de Juan Negrín, y muy es-
la crisis lo mejor era negarla y seguir pecialmente de los de la URSS. Estos
trabajando con los materiales y los últimos eran inéditos en su mayoría,
métodos que le son propios, es decir, y de ellos no sólo se ha obtenido

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 297-316


Reseñas de libros 305

información sino que también han técnico comercial y economista del


servido para desmontar las patrañas Estado, y diplomático al servicio de la
construidas sobre la intervención so- Comisión Europea desde hace muchos
viética en la guerra civil a partir de las años, ha puesto todo su saber y expe-
declaraciones de ex agentes soviéticos riencia en la base de su investigación
que se pasaron a la zona occidental histórica, que en lo que se refiere al
durante la guerra fría. En muchas de tema que nos ocupa se remonta hasta
las páginas de La soledad de la Repúbli- mediados de los años setenta, cuando
ca es preciso hacer una doble lectura publicó La Alemania nazi y el i8 de julio
paralela: la del texto elaborado por (1974), seguido poco después de El oro
el autor, que constituye el discurso español en la guerra civil (1976) y de El
historiográfico expositivo, argumen- oro de Moscú: alfa y omega de un mito
tativo o dialéctico de cada uno de los franquista (1979). Cuestiones que en
capítulos, y la de las notas a pié de ningún momento ha dejado de lado
página, en donde constan las referen- este historiador, tal como lo demostró
cias documentales, los extractos de con el libro Franco, Hitler y el estallido de
algunos textos, las manipulaciones, la guerra civil: antecedentes y consecuen-
tergiversaciones y mutilaciones efec- cias (2001) y ahora con La soledad de
tuadas sobre ellos, y los agentes de la República. Ángel Viñas, por lo tanto,
tales actos. Todo lo cual contribuye a no es un historiador novel ni alguien
enriquecer el texto principal y hacer que se acerca por primera vez a estos
más sugerente su lectura. Una forma temas sino que se trata de un auténtico
de calibrar el trabajo que se encierra experto, que ha estudiado y meditado
en estas páginas es el simple repaso mucho la cuestión y que expone sus
de las noventa y ocho instituciones, ideas con el convicción que da el saber
organismos y cargos públicos cuyas y la valentía que le lleva a establecer
siglas transitan por el texto, y de las la línea divisoria entre la certeza y
doscientas treinta y siete llamadas por el error. Pero Ángel Viñas, además,
el autor «dramatis personae», de las es un historiador honesto, consciente
que ciento una eran españoles, vein- de los límites a los que ha llegado el
tidós ingleses, veintinueve franceses, conocimiento historiográfico actual;
cuarenta y seis soviéticos, cinco mexi- por lo que en ningún caso extiende
canos, nueve alemanes, diez y seis ita- sus argumentaciones más allá de lo
lianos y nueve norteamericanos, que que permiten las fuentes conocidas
forman un conjunto bastante difícil de pero deja planteadas las cuestiones y
mover y que en todo caso necesitan ofrece generosas sugerencias para la
un escenario de amplias dimensiones investigación posterior.
en el que cada uno encuentre su lugar La obra está dividida en tres partes:
y que el autor ha acertado a montar la primera tiene como título «¿Quién
en este libro. echa una mano a la República?», para
El autor, Ángel Viñas, es un histo- resaltar el desconcierto, la debilidad
riador dotado de grandes capacidades y, en último término, la soledad en la
y que dispone de un abundante baga- que se encontraría el Gobierno de la
je intelectual y profesional. Políglota, República ante la rebelión militar a lo
catedrático de Economía Aplicada, largo de esta etapa, que el autor deli-

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306 Reseñas de libros

mita entre el 19 de julio y los primeros difundidas en aquellos países sobre la


días de septiembre de 1936. En aque- inminente revolución comunista que
llas seis semanas el Gobierno republi- estallaría en la España republicana. En
cano constata la retracción de Francia medio de aquella soledad desesperada
y la enemistad británica (La perfidia de el Gobierno republicano acudirá a los
Albión, de la que trató E. Moradiellos traficantes internacionales de armas y
en 1996), que proponen y encabezan solicitará ayuda a la Unión Soviética.
el Comité de No Intervención, a pesar En la segunda parte «Ayudas y
de que los servicios secretos británicos autoayuda», el autor trata de la for-
detectaban la ayuda que los gobiernos mación del primer gobierno de Largo
de Italia y Alemania estaban prestan- Caballero, gobierno de concentración
do a las fuerzas rebeldes. En cambio, republicana, que iniciará el proceso
a la República se le cierran aquellos de recuperación del poder central del
mercados y se ponen todo tipo de Estado y de reconstrucción del ejército
inconvenientes al Gobierno mexicano republicano, en el que estará represen-
que se ofrecía a actuar de intermedia- tado el Partido Comunista y en el que
rio para proporcionarle ayuda militar. el socialista Juan Negrín se hará cargo
Las razones que explican estas actua- de la cartera de Hacienda. Asimismo
ciones, y que Ángel Viñas analiza con trata del cambio de estrategia de la
precisión, son el acendrado conserva- Unión Soviética hacia la República es-
durismo de la sociedad inglesa y en pañola y del traslado del oro del Banco
particular del Partido Conservador, de España a los depósitos militares
entonces en el Gobierno, que conside- de Cartagena. Para situar adecuada-
raba muy peligrosas para sus intereses mente la relación que establecerá la
las reformas socioeconómicas puestas República con la URSS se ha de tener
en marcha por el gobierno republica- en cuenta que entre ambos países no
no, la intensa división de la sociedad existían relaciones diplomáticas de
francesa, cuya derecha y extrema de- manera que las primeras peticiones
recha veían a la República española de ayuda se realizaron a través de la
como enemigo inminente y el miedo embajada en París, que el embajador
a las represalias alemanas ante el po- de la Unión Soviética llegó a Madrid
sible pacto entre los dos gobiernos a finales de agosto y que el embajador
republicanos. Pero la No Intervención español presentó sus cartas credencia-
en España equivalía a reconocer de les en Moscú el 9 de octubre. La ayuda
hecho la categoría de beligerante a la soviética a la República española de
facción rebelde del ejército (Junta de forma clara se debió, a juicio de Ángel
Defensa Nacional) y colocarla en el Viñas, a razones geopolíticas, tratando
mismo plano que al gobierno legítimo de impedir la expansión del fascismo
y con mayor nivel de tolerancia. Fran- en el suroeste europeo ya que la URSS
cia e Inglaterra, en definitiva, por mie- estaba preocupada prioritariamente
do a Italia y Alemania, contribuyeron por la estabilidad de las relaciones
a aumentar el poder de éstas por su internacionales, y a razones ideológi-
actitud ante la guerra civil española. cas porque veía a la CNT y al POUM
El autor, además, desmonta docu- como afines a los trotskistas, a los que
mentalmente las patrañas e insidias Stalin estaba persiguiendo con saña.

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Reseñas de libras 307

Pero, aparte de esto, los diplomáticos URSS, Ángel Viñas critica a los auto-
soviéticos hicieron una seria adver- res que han planteado la posibilidad
tencia en el Comité de No Interven- de llevarlo a París, Londres o a alguna
ción, en los primeros días de octubre, institución financiera norteamericana,
principalmente a los representantes utilizando una especie de reducción
de Francia y del Reino Unido, de que al absurdo, preguntándose qué habría
la URSS se sentiría liberada de sus sucedido en aquellos centros con el
compromisos si no se interrumpía la oro si antes habían puesto tantas difi-
ayuda que Alemania e Italia prestaban cultades a la compra de material, a la
a los militares rebeldes. Así pues, fue actuación de países intermediarios y
la soledad en la que se situó al Go- al movimiento de divisas de titulari-
bierno de la República lo que impulsó dad republicana.
a éste a solicitar ayuda a una potencia La soledad de la República, por lo
con la que no había tenido una rela- tanto, es un libro bien documentado y
ción especial en los años anteriores. construido, que sitúa en un nivel muy
Ángel Viñas analiza con detenimiento alto el conocimiento historiográfico
este proceso de cambio de estrategias, sobre las implicaciones internaciona-
marcando con precisión los vacíos que les en la guerra civil española y que
no permite cubrir todavía la documen- va a dejar a los lectores y estudio-
tación conocida, a pesar de la impor- sos muy bien dispuestos esperando
tante información que han aportado los dos libros restantes de la trilogía
los archivos soviéticos. anunciada.
Por último, en la tercera parte, «Pa-
Glicerio Sánchez Recio
ra la defensa de la República», trata el
Universidad de Alicante
autor de la llegada de la ayuda militar
soviética a la República, de la forma-
ción de las Brigadas Internacionales y PABLO, Santiago de, Tierra sin paz.
de la salida del oro de los depósitos Guerra Civil, cine y propaganda tn
de Cartagena hacia la URSS. Con el el País Vasco, Madrid, Biblioteca
armamento y la aviación soviética, Nueva, 2006, 352 págs.
dice Ángel Viñas, se equilibraba el
potencial militar de la República con Enmarcados en un contexto en el
el que disponían los rebeldes, aun- que la historiografía cinematográfica
que aquélla lo recibía con excesivo española está comenzando a dibu-
retraso y los perjuicios sufridos serían jar una nueva realidad, el libro de
ya difícilmente superables; pero con Santiago de Pablo supone un nueva
aquel material y la ayuda de las Briga- pieza para la configuración de ésta.
das Internacionales la República pudo En los comienzos del género se ten-
contener al ejército franquista en las dió a crear magnas obras de carácter
proximidades de Madrid, y con el oro, general que, si bien pudieron dibujar
pagar el material adquirido, al contado un panorama básico de la evolución
y a altos precios, porque la República del cine en España, dejaron en su ca-
había perdido todo el crédito en los mino un reguero de lagunas y errores
mercados financieros internacionales. que urgía solventar. Es por ello que
A propósito del oro depositado en la en los últimos tiempos han comen-

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308 Reseñas de libros

zado a proliferar estudios concretos mera, más somera y explicativa, pre-


sobre diferentes parcelas de nuestra tende ubicar al lector en el contexto
historia cinematográfica, que desde que se analiza; esto es plantear el pa-
nuevas bases documentales tratan de pel de las provincias vascas y Navarra
completar esas lagunas y dar mayor durante la Guerra, sus peculiaridades
consistencia al estudio de la evolución sociales y políticas, así como la im-
histórica del cine español. Una de portancia del uso de la información y
esas parcelas es la que se refiere a la la propaganda durante la contienda. Y
producción cinematográfica durante es que factores como la fuerte influen-
la Guerra Civil. Un tema que durante cia carlista, católica y el alineamiento
años ha quedado únicamente sos- del PNV al bando republicano, van a
tenido por los pioneros estudios de agregar al conflicto en tierras vascas
Román Gubern 1 , y que necesitaba una unos condicionantes que marcarán
urgente profundización. Esta ha llega- la producción cinematográfica. Abre
do a partir de minuciosos análisis por entonces el autor una doble vertiente
regiones geográficas que pretenden, a analítica entre los dos bandos cuya
partir de cada realidad local, ofrecer producción, de carácter mayoritaria-
un completo panorama del mundo mente documental y propagandístico
de la gran pantalla durante este tras- es desmenuzado convenientemente.
cendental período. Así, los trabajos De esta forma, el segundo bloque
de investigadores como José María de la obra, dedicado al cine en el ban-
Claver, Víctor Manuel Amar o José do nacional, ofrece una pormenoriza-
Cabeza, suponen el antecedente más da panorámica de los documentales
directo a la obra que nos ocupa2. Con realizados, su rodaje, producción e
ellos se ha clarificado la producción intencionalidad. En este aspecto resul-
cinematográfica durante la Guerra en ta clave la observación que Santiago
Andalucía, Aragón y Madrid. Era pues de Pablo realiza acerca de la duali-
el turno de hacer lo propio en un ám- dad ideológica del cine nacional en
bito tan peculiar, dificultoso y trascen- esos momentos. La influencia carlista,
dente como el vasco. mucho más cercana a tendencias vas-
El autor ha planteado su estudio en quistas, va a chocar con el marcado
cuatro parcelas bien definidas. La pri- españolismo de Falange, cuyo princi-
pal objetivo era presentar a las vas-
congadas como un territorio español
1. Véase GUBERN, Román, '1936-1939- La Guerra víctima de la «locura rojo-separatis-
de España en la pantalla, Madrid, Filmoteca
Española, 1986.
ta». A pesar de ello, estas diferencias
2. Véanse las obras ClAVER, José María, El cine quedaban camufladas bajo un manto
a en Aragón durante la Guerra Civil, Ayun- de nacionalcatolicismo español. Estos
tamiento de Zaragoza, 1997 y, del mismo matices se apreciaban también en la
autor, El cine en Andalucía durante la Guerra
Civil, Sevilla, Fundación Blas Infante, 2000;
realización del Noticiario Español, cuyo
AMAR, Víctor Manuel, El cine en Cádiz durante estudio es otra de las grandes aporta-
la Guerra Civil Española, GkÁvz., Universidad ciones del autor en esta obra, junto
de Cádiz/Quorum Libros, 1999; y CABEZA, con la mención a los Celuloides Cómi-
José, El descanso del guerrero. El cine en Madrid
durante la Guerra Civil española (1936-1939),
cos que, basados mayoritariamente en
Madrid, Rialp, 2005. textos de Jardíel Poncela, suponen un

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Reseñas de libros 309

excepcional y original documento de reflejar también aquellas producciones


la producción fílmica nacional en esos que existieron pero de las cuales no
momentos. contamos hoy con evidencias visuales,
En cuanto al cine republicano, ejerce de conclusión de un destacable
abordado en el tercer bloque del li- trabajo de investigación que aporta
bro, destaca el minucioso estudio del una renovada y completa visión de lo
engranaje que el Gobierno Vasco va que supuso la labor cinematográfica en
a crear a través de su Gabinete Cine- el País Vasco durante el período 1936-
matográfico y del trabajo de impor- 1939. Así, Tierra sin paz. Guerra, cine y
tantes profesionales. Así nacen los propaganda en el País Vasco, representa
llamados documentales vascos, que De una pieza más en la revisión historio-
Pablo estudia en profundidad y que gráfica de la historia cinematográfica
mezclan convenientemente el factor española y consolida a Santiago de
político-propagandístico con el cultu- Pablo como nombre de referencia para
ral y tradicional. Por su puesto, uno la historia del cine vasco.
de los puntos fuertes del capítulo es
Carlos Aragüez Rubio
el amplio estudio sobre el nacimiento
Universidad de Alicante
del film Gernika, sus claves y la com-
paración entre la visión republicana y
la nacional de este célebre bombardeo REQUENA GALLEGO, Manuel y SEPÚL-
en la gran pantalla3. VEDA LOSA, Rosa M a . (coord.), La
Finalmente, el cuarto y último ca- sanidad en las Brigadas Internaciona-
pítulo, trata de cerrar la visión de la les, CEDOBI/Universidad de Casti-
Guerra Civil en el País Vasco a través lla-La Mancha, Cuenca, 2006".
del cine, con la imagen que ofrece de
ésta el resto del mundo occidental. La En las últimas décadas la Guerra
conclusión general es que, a pesar de Civil Española ha sido uno de los
la neutralidad de la mayoría de paí- temas favoritos del historiador con-
ses, la visión ofrecida será sutilmente temporáneo. Desde el momento de
favorable al bando nacional. Sutileza la llegada de la democracia, la posi-
que desaparece en los noticiarios y bilidad de indagar y reflexionar sobre
documentales alemanes e italianos, el tema cimentó un gran número de
claramente orientados a un bando. estudios que se han prodigado desde
Resulta aquí encomiable la labor in- entonces. Dicha contienda ofrece al
vestigadora del autor que nos ofrece investigador una gran variedad de
una completa relación de todas las parcelas de estudio, muchas de las
referencias informativas en Europa cuales permanecen, todavía en la ac-
sobre el País Vasco en la guerra. tualidad, insuficientemente estudia-
Un rico anexo final titulado «las das. Entre ellas, decir que el papel de
películas inexistentes», que trata de las Brigadas Internacionales no ha sido
profundamente estudiado no respon-
dería a la realidad, si bien la comple-
3. Sobre este tema véase PABLO, Santiago de jidad del fenómeno da para análisis
(ed.), Gernika y el cine, Centro de Docu-
mentación sobre el Bombardeo de Gernika de mayor especialización. Es cierto
(CBDG), Ayuntamiento de Gernika, 2003. que contamos con recientes trabajos

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310 Reseñas de libros

de importancia como los de Francisco ban los hospitales encargados de aten-


Aracil, Fernando Rodríguez de la To- der a los heridos de los frentes donde
rre o la Asociación de Historia Con- operaban algunas de las famosas Bri-
temporánea 4 . Pero la vida diaria de gadas. De ella se extrae tanto avances
este contingente extranjero que vino y soluciones médico-sanitarias, como
a defender la legitimidad de la II Re- la experiencia social de unas relacio-
pública Española, ofrece la posibilidad nes interpersonales entre gentes de
de otros análisis que van más allá del distinta nacionalidad pero movidos
meramente histórico. Precisamente el por un mismo objetivo. Tampoco se
libro del que tratamos ofrece al lector descuida el rigor historiográfico, con-
otra imagen del discurrir de las Briga- tando la obra con interesantes anexos
das Internacionales en España. Una documentales sobre variadas cuestio-
imagen vinculada al mundo sanitario nes como datos biográficos de médi-
de la guerra que, si ya puede resultar cos y enfermeras, partes de defunción,
interesante en un plano genérico, lo número de atendidos por hospital o
es más si cabe al introducir la variante tipos de afecciones tratadas.
de la convivencia de europeos de di- Podemos decir que la primera par-
versas nacionalidades con médicos y te del libro, que circunscribimos a los
enfermeras españoles, así como con dos capítulos inicíales, se basa en la
ciudadanos de diferentes poblaciones memoria personal de dos médicos que
de la retaguardia republicana. vivieron, de primera mano y con un
Lo que Manuel Requena y Rosa destacado papel, la contienda en el se-
María Sepúlveda plantean con este no de las Brigadas Internacionales. Se
trabajo, no es una historia de médicos, trata de dos profesionales de prestigio
ni una historia militar5. Se trata de un como son José María Massons y Moi-
compendio de artículos que tratan de sés Broggi, ambos pertenecientes a la
acercar al lector a la vida que genera- Real Academia de Medicina de Cata-
luña, y que relatan sus experiencias en
aquellos hospitales. De ellas se extrae
4. Ver ARACIL, Francisco, Bibliografía de las la peculiar, por poco habitual, visión
Brigadas Internacionales y de la participación de que un médico tuvo desde el hospital
extranjeros a favor de la República (4936-4939),
Barcelona, Edifíl, 2002; ASOCIACIÓN DE de campaña de episodios bélicos tan
HISTÓRICA CONTEMPORÁNEA, Las Bri- recordados como los de Brúñete o
gadas Internacionales, Madrid, Marcial Pons, Belchite. Unos recuerdos que aportan
2005; RODRÍGUEZ DE LA TORRE, Fernando, tanto un buen número de anécdotas y
Bibliografía de las Brigadas Internacionales y
de la participación de extranjeros a favor de la soluciones médicas a problemas con-
República, Albacete, Instituto de Estudios Al- cretos, como un punto de vista entra-
bacetenses «Don Juan Manuel» de la Excma. ñable y humano, que es el que deriva
Diputación de Albacete, 2006. de las relaciones de convivencia entre
5. Este no es el primer trabajo de los autores
sobre las Brigadas Internacionales. Antes
militares y personal sanitario.
podemos acudir a REQUENA GALLEGO, Ma- Una vez encuadrado el lector en
nuel y SEPÚLVEDA LOSA, Rosa M a . (Coord.), el contexto sanitario de los frentes
Las Brigadas Internacionales: el contexto inter-
nacional, los medios de propaganda, literatura y
donde actuaba las Brigadas Internacio-
memorias, Cuenca, Universidad de Castilla-La nales, el siguiente capítulo, a cargo de
Macha, 2003. Cándido Polo, relata una cuestión po-

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Reseñas de libros 311

co conocida como es la participación El tercer bloque de la obra, repre-


activa desde el punto de vista médico sentado por los artículos quinto y
de un discípulo directo de Sigmund sexto, responde a estudios concretos
Freud en el frente republicano. De acerca del trabajo y peculiaridades
nombre Max Hodann, la participación de dos hospitales concretos de las
voluntaria de este alemán, sirve a Polo Brigadas Internacionales. Por un lado
de pretexto para analizar la impor- Guillermo Casan plantea un riguroso
tancia de la psicología en un contexto análisis de lo acontecido en la ciu-
bélico, así como los debates a los que dad de Benicássim, uno de los centro
dio pie durante el conflicto. El título operativos más importantes desde el
del artículo, La controversia de Babel, punto de vista sanitarios, en el que
deja ya intuir el papel preponderante destaca la gran documentación que
que en esos debates tendrá el factor maneja el autor, lo que le permite
relacionado con la gran amalgama un pormenorizado estudio del citado
cultural que supone las Brigadas Inter- hospital, que concluye con un intere-
nacionales y que diferencia la posible sante apéndice de los brigadistas allí
actividad psiquiátrica en ellas, de la de fallecidos y enterrados. Por toro lado,
cualquier otro frente de la contienda. tenemos el trabajo de Ángel Beneito,
Todo ello acabaría reflejado en la en este caso enfocado a la importancia
prensa sanitaria del momento, con pu- de la ayuda escandinava, sus causas
blicaciones como La voz de la sanidad, y características, ejemplificadas en el
donde expertos como el citado Ho- hospital sueco-noruego que funcionó
dann debatieron intensamente todas en la ciudad de Alcoi. Inaugurado el
aquellas cuestiones relacionada con la 25 de abril de 1937, funcionó durante
psicología tanto de los contendientes varios meses con exclusiva dirección
como del personal de retaguardia. escandinava, pasando posteriormente
De esas discusiones quizás la que a control de las autoridades republi-
plantea un especial atractivo es la que canas. El análisis de su nacimiento y
el autor bautiza como «psicoterapia evolución resulta muy interesante, no
para una derrota» y que reflexiona sólo desde el punto de vista médico o
sobre el tratamiento psicológico de los humano (destacando el gran recuerdo
perdedores. Todas estas cuestiones, que en la ciudad dejó el personal sa-
psicología, publicaciones y motiva- nitario sueco-noruego), si no también
ción, pueden enlazar perfectamente desde el del propio edificio hospitala-
con el último artículo del libro, escrito rio, el cual terminó funcionando en los
por Mirta Núñez, en el que analiza el primeros años de posguerra como cár-
papel de las letras en aquel contexto cel franquista para presos políticos.
sanitario-militar. En concreto analiza Llegados a este punto de la obra, y
publicaciones como la ya mencionada con una gran variedad enfoques y ma-
La voz de la sanidad u otras como la tices sobre un mismo tema, el último
revista de retaguardia AMI, portavoz artículo que resta por analizar cierra
oficial de ayuda médica internacional, definitivamente el círculo. Tenemos
o la menos conocida Nuestro Frente, por un lado las memorias del personal
portavoz del Centro Sanitario de las médico, las publicaciones por otro y
Brigadas Internacionales. el análisis sobre el funcionamiento

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312 Reseñas de libros

de los hospitales. Sólo queda, pues, mus, estudiosa de la resistencia anti-


para completar la visión sanitaria en franquista, que es quien documenta
torno a las Brigadas Internacionales, el y contextualiza históricamente el nú-
testimonio en primera persona de un cleo central de la obra: las 96 cartas
brigadista atendido en estos centros que Carmen Gómez y Luis Campos
y por aquel personal. El encargado se intercambiaron entre el 6 de abril
de ello es el austríaco Hans Landauer, de 1948 y el 10 de marzo de 1949,
quien relata su estancia en dos hospi- mientras ambos estuvieron presos en
tales concretos: el de Benicássim y el la cárcel de Sevilla, antes que Luis
de Vals, así como su historia personal fuera puesto contra las tapias del ce-
y las causas que le llevaron a formar menterio sevillano. Cuidadosamente
parte de las Brigadas Internaciona- editado y con un excelente estudio
les en su particular lucha contra el preliminar, este libro de memoria y
fascismo. homenaje, constituye un recurso his-
En conclusión, podemos decir que toriográfico de indudable interés, por
La sanidad en las Brigadas Internaciona- una expresividad de gran cualidad
les es un variado trabajo alrededor del literaria, mediante la cual esta pareja
mundo sanitario que subyace tras la de presos políticos consiguió sublimar
participación de las Brigadas Interna- el dolor a través de la exaltación del
cionales en la Guerra Civil Española. amor. El valor documental de estas
La obra deja una serie de datos, viven- cartas, así como el del diario de los úl-
cias y curiosidades de interés, no sólo timos días, legado por Luis Campos, y
para médicos o personal sanitario, de su testamento, viene reforzado con
sino también para historiadores pre- el testimonio de la propia Carmen,
ocupados en la búsqueda de testimo- imprescindible para poder adentrarse,
nios peculiares de la vida en el frente como así se hace en el libro, en el
republicano. complejo mundo de la cotidianidad y
de los sentimientos más íntimos, de la
Carlos Aragüez Rubio
«emoción», una variable renuente, co-
Universidad di Alicante
mo bien señala Encarna Lemus, a los
ojos de los historiadores -de quienes
GÓMEZ RUIZ, Carmen y CAMPOS OSA- se implicaron, hasta poner en peligro
BA, Luis, Cárcel de amor. Una historia sus vidas, en una lucha sin tregua con-
real en la dictadura franquista. Docu- tra la dictadura-.
mentación, Introducción y Estudio Sólo en el ámbito de la correspon-
Preliminar a cargo de Encarnación dencia desde la prisión, las recopila-
Lemus. Prólogo a cargo de Santia- ciones de cartas a las que acudir no
go Carrillo, Sevilla, Fundación El son pocas. En su estudio preliminar
Monte, 2005, 330 págs. Encarna Lemus no deja de referirse,
por ejemplo, a las cartas de Julián Bes-
Cárcel de amor, constituye, como teiro a su esposa Dolores Cebrián o a
bien señala Santiago Carrillo en su las habidas entre Miguel Hernández
prólogo, «una historia de amor y de y Josefina, bien conocidas por los his-
lucha». Un libro bello e insólito que toriadores que paulatinamente vamos
nos llega de la mano de Encarna Le- acudiendo a este de material, como

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Reseñas de libros 313

hace, por citar un ejemplo, David En el libro se dan abundantes re-


Ginard en su biografía sobre otra co- ferencias al compromiso vital y a las
nocida luchadora comunista, muerta trayectorias personales de ambos lu-
trágicamente en la cárcel de Palma de chadores. El madrileño Luis Campos
Mallorca en 1942, Matide Landa, con Osaba, practicante en un sanatorio
las cartas que envió a su hija, sin olvi- médico-quirúrgico y estudiante de
dar el valor que están teniendo para medicina, fue juzgado en el mismo
muchos estudiosos colecciones menos proceso en el que, también se conde-
conocidas como la que nos ofrece An- nó a muerte a José Mayo Fernández
tonio Ontañon, en su obra Rescatados y Manuel López Castro, todos miem-
del Olvido, editada por el mismo en bros del Partido Comunista. Cayeron
Santander en 2003, en la que reúne en Sevilla, el 6 de febrero de 1948,
abundantes escritos de republicanos en una redada que arrastró a más de
cántabros condenados a muerte a sus cuarenta militantes de la organización
familiares más allegados. andaluza. Los tres habían pertenecido
Sea como fuere, la correspondencia al Comité Regional andaluz que ha-
intercambiada por los protagonistas de bían ayudado a refundar, y juntos fue-
esta Cárcel de amor tiene el valor añadi- ron fusilados el 12 de marzo de 1949,
do de constituir un relato inmediato e dos días después que Luis escribiera
ininterrumpido de un año de encierro su última carta a Carmen. Habían
en clave de vivencias personales. Un participado en la lucha antifranquista,
pequeño hilo, que desde la dirección intensificada en los años finales de
de la prisión se les permitió estirar, que la Segunda Guerra Mundial, cuando
acabó convertido, como bien señala muchos creyeron posible unir la suer-
la profesora Lemus, en «un torrente te de España a la de los aliados. Fiel a
de comunicación», interrumpido con la estrategia de resistencia del Partido
la ejecución del esposo. Las propias Comunista, a pesar del fracaso habido
restricciones carcelarias impondrían la en la invasión del Valle de Aran, en
creación de un mundo propio, her- octubre de 1944, y del desenlace final
moso e infranqueable, en el que solo de la guerra mundial, Luis Campos
cabían expresiones amorosas, escritas Osaba llegó a Andalucía en 1946, pro-
por dos personas jóvenes y cultas a tra- cedente de Francia y después de haber
vés de las cuales se intuye todo aquello pasado por la escuela de entrenamien-
que no pueden formular, especialmen- to clandestino de Toulouse, con el ob-
te la inexorabilidad del final trágico jetivo de conectar con la organización
de su historia. Un universo armónico de las fuerzas resistentes del interior,
hecho sólo de palabras, que Carmen concretamente con la guerrilla que
ha preservado hasta hoy, seguramente actuaba en Málaga, cuya actividad
persuadida del bien que puede hacer a ayudó a reforzar. Allí conoció a la «en-
las nuevas generaciones de españoles lace» Carmen Gómez, una malagueña
dar a conocer la generosidad, espíritu con conocimientos de secretariado
de sacrificio y capacidad de estima que y estudios avanzados de piano que,
demostraron tantos luchadores anti- al estallar la guerra, colaboró activa-
franquistas, denigrados por el régimen mente con el Partido Comunista en
como vulgares bandoleros. su ciudad natal, donde militaba desde

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314 Reseñas de libros

que siendo muy joven se afilió a las por la democracia. Sólo después de
Juventudes Socialistas. Huida a África, setenta años desde el estallido de la
a través de Gibraltar, fue en Tánger guerra civil se ha podido comenzar a
donde comenzó su actividad como hablar en España de políticas públicas
enlace, obteniendo y trasmitiendo la de memoria, venidas, como sucedió
información que conseguía sobre el en otros países vecinos, de la mano
Marruecos español. Trasladada a Ma- de organismos y instituciones que la
drid en 1940, se integró en las redes de sociedad civil alentó y sostuvo con el
información del partido en la capital fin de dar a conocer historias de vida
hasta ser apresada en la primavera de y de lucha como la de Luis y Carmen,
1941. Con una sentencia de 6 años, pertenecientes a una generación, de
pasó de Madrid a Ceuta, y de aquí a la «patriotas, demócratas, progresistas»
cárcel de Málaga donde, a través de la -en palabras del propio Luis- que la
ayuda que prestó a mujeres de huidos, guerra y la posterior dictadura echa-
entró en contacto con el maquis y con ron a peder. No hay ninguna duda,
Luis Campos, con quien se compro- que son libros como este los que me-
metió después de conseguir, en 1946, jor contribuyen a valorar qué es lo que
la libertad condicional. Vivió con él en realmente se perdió con la derrota.
Sevilla hasta ser descubiertos, desa-
Conxita Mir
rrollando una importante labor clan-
Universidad de Lleida
destina, extendiendo la organización
comunista entre las mujeres, una reali-
dad aún poco conocida. Juzgada junto MUÑOZ SORO, Javier, Cuadernos para
a Luis, el 22 de febrero de 1949, se le el Diálogo (4963,-4976). Una histo-
impuso otra condena de seis años y un ria cultural del segundo franquismo,
día, que cumplió hasta 1952, año en el Madrid, Marcial Pons, 2005, 401
que salió en libertad condicional. Des- págs.
pués vivió en Málaga y Madrid desde
donde se trasladó a Londres, después La presente obra es fruto de una
a París y finalmente a Rusia, país en el tesis doctoral leída en el Departamen-
que vivió una hermana suya hasta su to de Historia Contemporánea de la
regreso tras la aprobación de la ley de Universidad Nacional Española a Dis-
amnistía de 1977. tancia (UNED). En ella, se aborda una
Hasta el 21 de diciembre de 2002, panorámica general de un período fun-
cuando pudo dejar unas flores en damental de nuestra reciente historia,
un monumento simbólico sobre una (el segundo franquismo) rechazando
fosa común del cementerio sevillano, de pleno la exclusividad de la teoría
Carmen no vio cumplido su deseo económica de la democracia, según la
de homenajear a su esposo. Y aún cual las transformaciones socioeconó-
gracias a la Asociación de Expresos micas del desarrollismo tecnocrátíco
y Represaliados Políticos Resistentes permitirían, por sí solas, explicar el
Antifascitas de Sevilla, que desde me- retorno de la democracia en España.
diados de los noventa comenzaron a Ahora bien, sin llegar a negar en ab-
trabajar para recuperar la memoria de soluto la importancia del desarrollo
quienes lucharon en aquellas tierras económico y social, el autor aboga por

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Reseñas de libros 315

estudiar el proceso de cambio cultural el autor, que la revista se gesta inicial-


que tuvo lugar a lo largo de los años 60 mente como proyecto político refor-
y primeros 70 en nuestro país, previo e mador del régimen, para, poco más
indispensable para el advenimiento del tarde, ir evolucionando hasta posturas
proceso de transición política dado a democráticas cada vez más radicali-
partir de mediados de los años 70. Y lo zadas, siempre sin perder su esencia
hace -como el título indica- a partir de pluralista. Un proyecto político en
una de las plataformas de difusión de origen -distinto en ello al de Triunfo,
ideas de vanguardia más plurales y de por ejemplo, eminentemente cultural
mayor impacto de su época, la revista en su génesis- al que concurrirán ele-
Cuadernos para el Diálogo, en los años mentos de al menos tres generaciones
en que fue de carácter mensual, aunque distintas, aglutinando entre sí un gran
sin dejar de establecer los antecedentes abanico de propuestas ideológicas, en
y sus repercusiones posteriores. un marco de diálogo y contraste de
Sería necesario apuntar que el es- pareceres nunca visto hasta entonces
tudio de los años sesenta a través de dentro de la dictadura.
la prensa de vanguardia ha sido casi La revista se nos presenta en el
siempre abordado desde el campo estudio desde una triple óptica: co-
de la politología, el periodismo y la mo proyecto político, como empre-
filología. Sin desmerecer en absoluto sa económica y como plataforma de
estos trabajos, no debemos olvidar en oposición al régimen, a la vez que se
ningún momento lo que la disciplina aborda su estudio desde tres líneas
histórica puede aportar a la mayor de investigación distintas y a la vez
comprensión del tema. Y este libro es complementarias, siempre de forma
buen ejemplo de ello. diacrónica. Tres líneas que tratan de
Los años 60 en España son el perío- responder, entre otras cosas, a las
do de auge del proceso de instituciona- siguientes cuestiones fundamentales:
lización del régimen y del desarrollis- quiénes fueron sus integrantes y cola-
mo tecnocrático, con cuyas transfor- boradores, cuáles eran sus contenidos
maciones socioeconómicas se buscaba y la forma de su discurso, y de qué
adaptarse a los nuevos tiempos sin forma se articulaban sus relaciones
cambiar en lo esencial, tratando de con el régimen y con el resto de fuer-
liberalizar la economía sin conceder zas de oposición al mismo.
libertades políticas. En ese contexto, y Todo ello, desarrollado a lo largo
en el de una política de apertura cultu- de seis amplios e interesantes capítu-
ral de márgenes muy estrechos, se fun- los, establecidos de forma temática y
da Cuadernos para el Diálogo, de manos a la vez cronológica.
del ex-ministro Joaquín Ruiz-Giménez El primero de los cuales, bajo el
y su pequeño grupo de colaboradores, título «Joaquín Ruiz-Giménez y la
desde los presupuestos de la militancia fundación de Cuadernos para el Diá-
cristiana y del Concilio Ecuménico Va- logo», presenta al prestigioso exmi-
ticano II, algo perfectamente coherente nistro como fundador y eterno alma
con su proyecto fracasado de apertura mater de la revista, y desarrolla las pre-
cultural de la década anterior. En este misas principales en las que basó su
punto, es necesario aclarar, como hace proyecto (donde el concepto de «diá-

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 297-316


316 Reseñas de libros

logo» resultó de importancia crucial) brevemente de su conversión a se-


y cómo éstas fueron evolucionando y manario, y se especifica, a grandes
cambiando en el tiempo. rasgos, cuál fue el papel de la misma
En el segundo capítulo, «Los pro- durante la transición a la democracia
tagonistas: una biografía colectiva», y su definitiva consolidación, y de qué
como su nombre índica, el autor lleva forma participaron en el proceso sus
a cabo un exhaustivo estudio proso- integrantes y colaboradores.
pográfico del gran elenco de integran- Así, en palabras del autor en el
tes y colaboradores del proyecto, a apartado donde se establecen sus con-
modo de biografía colectiva, haciendo clusiones, «La aportación de Cuadernos
hincapié en las bases ideológicas de para el Diálogo al restablecimiento de
cada uno y su evolución. la democracia no fue tanto formar una
El tercer capítulo, «Los conteni- clase política (...) como (re)construir
dos: del consenso al compromiso», un pasado perdido, una cultura de-
desarrolla fundamentalmente diver- mocrática y una ética del compromiso
sos contenidos de la revista, sobre personal» (p. 372).
asuntos de gran calado, analizando Está claro que el antifranquismo
además el tratamiento de los mismos no logró acabar con la dictadura en
a lo largo del tiempo, y su repercusión vida de Franco, pero sí evitó la per-
tanto dentro como fuera de nuestras duración de la misma más allá de la
fronteras. vida del dictador. Y a ello contribuyó
En cuanto al cuarto capítulo, «La sin duda el mundo editorial de van-
empresa y la censura: una revista guardia, considerado verdadero «par-
incompatible», es uno de los aparta- lamento de papel» durante los años
dos más interesantes e innovadores, del tardofranquismo y la transición
situándose el enfoque desde el prisma democrática.
censorial y la represión cultural de que La obra está prologada por el pro-
fue objeto en numerosas ocasiones, fesor Elias Díaz, lo cual le otorga un
a la vez que se describe el funciona- valor añadido a la misma, no sólo por
miento del proyecto desde el punto de su gran prestigio en el mundo aca-
vista empresarial. démico, sino también por tratarse de
El quinto capítulo, «El encanto de uno de los protagonistas principales
la revolución» trataría por su parte, y de este fundamental proyecto al que
en esencia, de cómo las circunstancias tanto debe el actual régimen de liber-
excepcionales sufridas en España per- tades en el que vivimos.
mitían que la lucha por la democracia En resumidas cuentas, se trata de
fuera al mismo tiempo compatible una excelente obra historiográfica,
por la lucha a favor del socialismo y la de obligatoria lectura tanto para los
revolución, profundizándose a la vez estudiosos del franquismo como pa-
en los contenidos de la revista, y en la ra quienes investigan el período de
biografía colectiva. nuestra más reciente transición a la
Y es en el sexto y último capítulo, democracia.
bajo el título «España en la encruci-
jada», donde se abordan los últimos Francisco Rojas Claros
contenidos de la revista, se habla Universidad de Alicante

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 297-316


LA II REPÚBLICA Y LA GUERRA CIVIL DESDE LA
PERSPECTIVA ACTUAL

Durante los días 17 a 21 de Julio político actual, derivó hacia un análisis


de 2006 se celebró en Alicante el curso de la polarización hacia la derecha que
titulado La II República y la Guerra Civil había sufrido el tema, y la necesidad
desde la perspectiva actual, dentro del de una reintegración completa a todos
marco de los Cursos de Verano Rafael los efectos de los perdedores y una
Altamira, organizados por el Vicerrec- reacción eficaz de la izquierda. En la
torado de Extensión Universitaria de sesión de tarde, el profesor Pedro Paya
la Universidad de Alicante. Dirigidas López, de la Universidad de Alican-
por el catedrático de historia contem- te, hizo un interesantísimo recorrido
poránea Glicerio Sánchez Recio, el tanto en palabras como en imáge-
objetivo de las jornadas fue el analizar nes acerca de la representación de la
y debatir el significado histórico de Guerra Civil en el cine español. Con
aquellos dos importantes fenómenos el título de Imágenes de una guerra, la
que marcaron para siempre el aconte- conferencia-proyección se estructuró
cer histórico y social de nuestro país, en tres bloques definidos que partían
desde una perspectiva actual, centrán- del primer cine de propaganda fran-
dose especialmente en aquellos aspec- quista, comparando por el camino los
tos que más preocupan a la opinión puntos de vista de uno y otro bando,
pública de hoy en día. Además servía y terminando con el actual intento de
para recordar la doble efeméride del recuperación de la memoria, ejem-
75 aniversario de la proclamación de plificado en el film de David Trueba
la II República y del 70 del comienzo Soldados de Salamina.
de la Guerra Civil. El segundo día de las jornadas co-
La primera intervención, que su- menzó con la conferencia El consenso
puso la apertura del curso, fue la del en la implantación de los regímenes demo-
conocido periodista y comentarista cráticos: desde el de 1921 al de 1978, del
político Eduardo Sotíllos Palet, quien profesor Glicerio Sánchez Recio, de la
demostró con varios ejemplos la vi- Universidad de Alicante, en la que pro-
gencia de estos acontecimientos en la ponía un seguimiento y comparación
prensa actual. Su conferencia, titulada del tratamiento de los hechos entre la
La II República y la guerra en el debate II República, la Transición Democráti-

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 317-319


318 Carlos Aragüez Rubio

ca y la actualidad, a través de la prensa. y la historia, la instrumentalización


Este esquema le sirvió para demostrar social del primero de su conocimiento
ciertas coincidencias históricas que se objetivo, que lleve a los historiadores
repiten a lo largo del tiempo a la hora a un responsable «uso público de la
de abordar algunos temas. historia» en la construcción de la iden-
A continuación, el curso contó con tidad y la memoria sociales.
la presencia del ex Secretario de Esta- Cerraría la sesión la profesora Mó-
do de Universidades e Investigación, nica Moreno Seco, de la Universidad
Salvador Ordóñez Delgado, quien de Alicante, con una reflexión sobre
presentó una conferencia titulada El El recuerdo actual del papel de las muje-
laicismo republicano y las reformas edu- res en el período republicano y la Guerra
cativas actuales. En ella planteó una Civil. En ella analizó, desde una pa-
panorámica general acerca de la tra- norámica de género, algunas cuestio-
yectoria del laicismo en la educación nes tradicionalmente olvidadas por la
española desde la II República, para historiografía, así como los diferentes
concluir con una reflexión sobre la roles que desempeñó la mujer durante
situación de la educación actual y el la República y la Guerra, desde las
papel preponderante que el laicismo milicianas a las amas de casa, pasando
debe jugar en ella. por la importancia de las mujeres de la
Posteriormente, y como colofón a retaguardia.
la segunda jornada, el profesor Gabriel El cuarto día de curso lo abrió el
Cardona Escanero, de la Universidad teólogo Juan José Tamayo Acosta, de
de Barcelona, ofreció a los asistentes la Universidad Carlos III de Madrid,
una visión de los hechos desde el pun- con una intervención titulada La po-
to de vista militar. Su intervención La sición de la jerarquía eclesiástica actual
reforma militar de Azaña y las reformas ante la experiencia política y religiosa de
de Narcís Sena, se convirtió en una la II República y la Guerra Civil. Lo que
reflexión crítica acerca del papel del en ella se planteó fue una reflexión
ejército en la reciente historia españo- crítica sobre el punto de vista de la
la, estableciendo un flexible margen Iglesia, comparando ciertas actitudes
cronológico que abarcaba desde la II dadas durante la República, la Guerra
República hasta los primeros gobier- e incluso la Transición, y sus posicio-
nos socialistas. nes actuales.
La sesión del día 19 comenzó con Seguidamente, tomó la palabra el
la presencia del profesor Francisco profesor Julio Aróstegui Sánchez, de
Sevillano Calero, de la Universidad de la Universidad Complutense de Ma-
Alicante, quien, con su conferencia El drid, para analizar La doble cara de la
revisionismo historiográfico sobre el pasadorepresión desde la perspectiva actual. En
reciente de España, planteó una panorá- su intervención, y tras una serie de
mica general sobre el revisionismo en precisiones conceptuales, reflexionó
nuestro país, centrándose en el aná- sobre la variedad de puntos de vista
lisis de la figura de Pío Moa y el im- que encierra el estudio de la represión
pacto de su libro Los mitos de la Guerra en la actualidad.
Civil, abogando como conclusión en La quinta y última sesión comenzó
la necesidad de diferenciar el pasado con la intervención del profesor Fran-

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 317-319


La II República y la Guerra Civil desde la perspectiva actual 319

cisco Espinosa Maestre, de la Univer- ción Cívica para la Recuperación de


sidad de Sevilla, quien, bajo el título la Memoria Histórica de Alicante, y
de La represión en la Segunda División el profesor Miguel Ors Montenegro,
Orgánica: la columna de la muerte, ana- profesor de la Universidad Cardenal
lizó las dificultades que entraña el Herrera-CEU de Elche y de la Univer-
estudio de la represión por, entre otras sidad de Alicante. En ella se abordó
razones, la dificultad en la interpre- en profundidad la cuestión de la me-
tación de las fuentes. Como ejemplo moria histórica, de su importancia y
reflexionó acerca de la investigación su estado actual. De las numerosas
desde una fotografía de la represión intervenciones, quizás destacó aquella
en Extremadura usada por los dos en la que el profesor Julio Aróste-
bandos y ubicaba en distintos lugares gui abogaba por la necesidad de un
de la geografía española. cambio de estrategia, que no pasaba
A continuación la palabra fue para tanto por cambiar nombres de calles
el profesor Julián Chaves Palacios, de y plazas, como por entrar en las aulas
la Universidad de Extremadura, quien y reflexionar abierta y profundamente
profundizó en el tema de la represión, sobre la cuestión. De esta manera
sus dificultades y las diferentes inter- el desconocimiento existente en la
pretaciones de un mismo hecho. Todo juventud, así como la influencia nega-
ello centrado, según indicaba el título tiva que ha supuesto el revisionismo
de su conferencia, en La represión en más reciente, se convirtieron en el
Badajoz. tema central del debate con el que se
Tras ellos, y como colofón a la cerraron las jornadas.
sesión y al curso, se abrió una mesa
redonda a la que se sumaron Francisco Carlos Aragüez Rubio
Moreno Sáez, miembro de la Asocia- Universidad de Alicante

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 317-319


RESÚMENES
N o todo fue igual. Cambios en las relaciones laborales, trabajo y nivel
de vida de los españoles: 1958-1975
Alvaro Soto Carmona
El franquismo evolucionó, y algunas de sus bases fundacionales no resis-
tieron su propio desarrollo. El objetivo del presente artículo es mostrar los
cambios habidos en las relaciones laborales, las formas de trabajo y el nivel de
vida de los españoles desde finales de los años cincuenta hasta la muerte del
dictador. Dichos cambios originaron actitudes diferentes ante el sindicato ver-
tical, las políticas empresariales, en las formas de hacer oposición o en la vida
cotidiana de los ciudadanos. Por último hemos intentado combinar el uso de la
bibliografía existente con la utilización de fuentes primarias, lo que nos permite
avanzar en el conocimiento de nuestro pasado.
Palabras clave: España, franquismo, convenios colectivos, comisiones obreras,
huelgas, trabajo, salarios y sindicatos verticales.

Franquismo: ¿Estado de Derecho? Notas sobre la renovación del


lenguajes político de la dictadura durante los años sesenta
Nicolás Sesma Landrin
El régimen franquista fue renovando su lenguaje político como parte de su
permanente proceso de adaptación a las circunstancias internacionales. En este
sentido, desde finales de los años cincuenta comenzó a servirse del concepto
de «Estado de Derecho» para definir la naturaleza de su ordenamiento jurídico-
político. El presente artículo analiza las reacciones que dicha utilización, que
contaba con algunos antecedentes en la cultura política católica y falangista,
provocó en el seno de la comunidad internacional. En concreto, centramos
nuestra atención en el informe que sobre El Imperio de la Ley en España elaboró la
Comisión Internacional de Juristas, organismo consultivo de las Naciones Uni-
das, así como en la correspondiente respuesta oficial del franquismo, redactada
por el Instituto de Estudios Políticos.
Palabras clave: España, franquismo, Estado de Derecho, Comisión Internacional
de Juristas, Instituto de Estudios Políticos.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 321-326


322 Resúmenes

Poder, disidencia editorial y cambio cultural durante los años sesenta


Francisco Rojas Claros
De forma paralela a las importantes transformaciones socioeconómicas
ocurridas en España desde finales de los años cincuenta, se estaba operando
en España un importante proceso de cambio cultural, cuya vanguardia estuvo
integrada en parte por editoriales de nuevo cuño y naturaleza crítica con los
postulados de la dictadura, y en las que primaba el objetivo político y cultural
frente al económico. Las pruebas documentales evidencian que las reformas
impulsadas por Fraga y su equipo ministerial nunca tuvieron por objetivo esta-
blecer una apertura real del sistema, siendo sus efectos positivos un mero efecto
colateral. Por tanto, no se puede entender el cambio cultural experimentado
durante los años 60, sin tener en cuenta el enorme esfuerzo de estas editoriales,
el sacrificio de los personajes que las impulsaron y, naturalmente, el contenido
y la repercusión de su producción bibliográfica.
Palabras clave: España, franquismo, cultura, editoriales, Ministerio de Informa-
ción y Turismo.

La nova cango catalana: génesis, desarrollo y trascendencia de un


fenómeno cultural en el segundo franquismo
Carlos Aragüez Rubio
El presente artículo trata de explicar en que consiste el fenómeno cultural de
la nova caneó catalana, así como su importancia en el panorama cultural de los
años sesenta y primeros setenta. Para ello nos centramos en su nacimiento, las
causas que lo motivan y su posterior desarrollo como movimiento influyente en
la canción española, generando un nuevo modelo de cantautor que se extenderá
por todo el país. Además se analiza el significado político que la caneó va adqui-
rir desde 1968, debido a la negativa de Joan Manuel Serrat de cantar en castella-
no en Eurovisión, algo que pondrá de manifiesto el seguimiento de la actividad
de la censura ante las canciones catalanas. Por último, el texto reflexiona sobre
el papel del movimiento en el cambio cultural de la España del momento.
Palabras clave: España, franquismo, nova caneó, disidencia cultural.

Nueva actitud obrera redesafío en los años sesenta en la provincia de


Murcia: conflictividad industrial y agraria
Gloria Bayona Fernández
El movimiento huelguístico obrero iniciado a principios de la década de los
sesenta y consolidado en los setenta constituye un fenómeno de máxima rele-
vancia en la crisis del régimen franquista, y si bien hubieron pluralidad de for-
mas de acción colectiva y también variedad de participantes, lo cierto es que, de
entre esas diversas acciones colectivas, las huelgas de los trabajadores fueron las
más llamativas tanto por el alto número de participantes como por su repercu-
sión en la vida económica. En este ambiente huelguístico de creciente malestar,

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 321-326


Resúmenes 323

hay que destacar el conflicto iniciado y desarrollado en la minería asturiana a


partir de 1962 que ejerció una importante influencia en todo el país, señalando
entre otros entornos geográficos la conflictividad generada en la zona minera y
la empresa de construcción naval de Bazán en Cartagena, produciéndose desde
aquí una auténtica reactivación del movimiento obrero en el ámbito laboral-
industrial y agrario en la provincia de Murcia.
Palabras clave: España, franquismo, conflictividad laboral, Murcia.

«Este banco me debe dinero». Protesta, identidades y oportunidades


en el sector de la banca albacetense en los años sesenta
Óscar Martín García
Este artículo intenta profundizar en la naturaleza y los repertorios de la
protesta protagonizada por los empleados del sector de la banca en el Albacete
de la parte final del franquismo. Objetivo que lleva consigo el análisis de la
interacción entre la acción colectiva y la estructura de oportunidades políticas,
así como de los esfuerzos de los líderes de este sector por crear diversos marcos
de significado que contribuyeron a comprender los agravios, identificar a los
responsables y explicitar las estrategias a seguir. Sin olvidar los mecanismos
mediante los que se intentó construir una identidad colectiva que dotase de
significado y legitimación a la propia movilización. Para ello en esta aportación
se intenta conjugar la historia social con las aportaciones sociológicas de los
teóricos de la movilización de recursos, del proceso político y de la construcción
de las identidades.
Palabras clave: España, franquismo, acción colectiva, banca, cuellos blancos,
oportunidades políticas.

Movimiento estudiantil antifranquista, cultura política y transición a la


democracia
Alberto Carrillo-Linares
Papel del movimiento estudiantil antifranquista nacido durante los años
sesenta en la configuración, asunción y extensión de una cultura política par-
ticipativa, piedra de toque de la transición política iniciada tras la muerte de
Franco. La tesis básica se centra en la afirmación de que en las Universidades se
gestó el más importante movimiento social de cara a la transición, tanto por el
número de activistas como por la «cualidad» de los mismos. Su acción fue com-
plementaria a la desarrollada por otros colectivos (obreros, etc.). La «generación
de 1950» fue la protagonista, aportando tanto ideas novedosas como grupos
marginados (mujeres).
Palabras clave: España, franquismo, movimiento estudiantil, oposición
antifranquismo.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 321-326


324 Resúmenes

£1 filólogo Pedro Martínez López: un libelista liberal imaginativo


Aliñe Vauchelle-Hacquet
En 1830, el filólogo Pedro Martínez López tuvo que exiliarse a Francia por
motivos políticos. En 1832, sacó a luz en Burdeos una Representación a Fernando
VII, rey de España, panfleto en el que espetaba toda una sarta de acusaciones
contra el tirano. A finales del año siguiente, publicó La España en i833, al expirar
Fernando VII, otro libelo en que responsabilizaba al despotismo de la desastrosa
situación de su país y afirmaba que sólo se podrían remediar tantos atropellos e
injusticias con el restablecimiento de la Constitución gaditana de 1812. En 1834,
don Pedro desistió de anatematizar a sus enemigos políticos, cambió de estrate-
gia y, valiéndose de su imaginación, redactó una especie de fábula, titulada Una
noche en el infierno, vista entre sueños. Relataba con mucho humor e mordacidad
cómo, abrazando la «sagrada» causa del liberalismo, todos los demonios del
Reino de las Tinieblas se ensañaban con el difunto Fernando y con sus secuaces
que todavía se mantenían en el poder. A todas luces, la obra tuvo éxito, pues
salió de nuevo a luz en 1836. En 1835, desengañado por el régimen liberal tibio
y conservador del Estatuto Real, nuestro autor ideó otro cuento, Las Brujas en
Zugarramurdi, en el que otras criaturas satánicas, esta vez unas magas, se hacían
cargo de derrotar el moderantismo e imponían un régimen progresista. A con-
tinuación, Martínez López dejó de publicar panfletos o parábolas políticas y se
dedicó a sus trabajos de erudicón, dando a luz en París distintos diccionarios y
gramáticas que se reeditaron varias veces.
Palabras clave: Siglo XIX, liberalismo, emigración política española, Francia.

El corporativismo en España: desde los orígenes a la década de 1930


Miguel Ángel Perfecto
El articulo plantea un estudio sobre los orígenes y desarrollo del modelo
social y político corporativista en Europa y su expansión en España, sobre todo
a partir del último tercio del siglo XIX hasta los años de 1930. Entendemos el
corporativismo como un movimiento social y político que pone el acento en
una estructuración social basada en los «cuerpos intermedios» dentro de una
sociedad jerarquizada, como medio para evitar los conflictos sociales propios
de una sociedad individualista. En España contamos con tres modelos corpo-
rativos: el católico, obsesionado por la vuelta al Antiguo Régimen; el krausista,
reformador que busca la armonía social y el equilibrio, y el conservador, que lo
utiliza, tanto por influencia católico, como medio defensivo frente a los avances
del sufragio universal. La última parte del artículo se centra en la Dictadura de
Primo de Rivera y en su modelo corporativo de tipo social al que contribuyó el
propio sindicato socialista UGT.
Palabras clave: España, corporativismo, dictadura de Primo de Rivera.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 321-326


Resúmenes 325

Una unidad militar en los orígenes del fascismo en España: la Legión


José L. Rodríguez Jiménez
Una reflexión sobre la convergencia de intereses entre la oficialidad de una
nueva unidad militar, la Legión, y grupos de intereses políticos y económicos,
con el trasfondo de la derrota militar en Annual en el verano de 1921. Las ca-
racterísticas de esa unidad de infantería de choque (forma de combate y mística
legionaria) conduce a un sector de la derecha autoritaria (el maurismo), deslum-
brada por la conquista del poder por el fascismo y la forma en que ha aniquilado
a las organizaciones de la izquierda en Italia, a idealizar a la Legión y a sus jefes,
Millán Astray y Franco. Esa unidad es presentada como el modelo necesario
para culminar con éxito la campaña en Marruecos y proceder a la explotación
económica del territorio. También como modelo (unidad aguerrida que rinde
culto a la muerte) para las milicias civiles con las que se pretende la conquista
de la calle y forzar al gobierno, con la pasividad del ejército, a un cambio de
régimen en sentido autoritario.

Palabras clave: España, maurismo, derecha autoritaria, fascismo, Legión, Millán


Astray, campaña de Marruecos.

«Morir de hambre». Autarquía, escasez y enfermedad en la España del


primer franquismo
Miguel Ángel del Arco Blanco
La década de los cuarenta, con la guerra civil, es uno de los momentos más
comprometidos y difíciles para la sociedad española de todo el siglo XX. No
sólo por ser una sociedad dividida, marcada por la dramática brecha del con-
flicto bélico, el exilio y la represión; también por la situación de miseria en que
vivió sumida gran parte de la población. Los largos años cuarenta han quedado
grabados en la memoria colectiva como momentos de escasez, de penuria y, en
definitiva, de miseria generalizada. Pero, ¿hasta qué extremos llegó la tragedia?
Estudiamos las condiciones socio-económicas del periodo autárquico a partir de
una documentación alternativa a la ofrecida por el régimen franquista. Para ello
empleamos los informes y memorias de la diplomacia británica referidos a los
años cuarenta. Así, intentamos ofrecer fotografías más precisas de la realidad
socioeconómica del primer franquismo a través de una lente más transparente.
Tras caracterizar y analizar la política económica autárquica, ahondamos en
dos aspectos de las trágicas condiciones de vida: el hambre y las enfermedades.
Descubriremos, a través de testimonios fiables y con una plasticidad sobreco-
gedora, que la situación que vivieron las clases más humildes fue más extrema
de lo que hemos pensado hasta ahora. Ese paisaje no les dejaría otra opción
que abandonar cualquier intento de oposición al régimen, y optar por intentar
sobrevivir. En definitiva, la crítica situación económica, la represión socioeco-
nómica y la desmovilización política derivadas de los efectos de la economía
autárquica, se convirtieron finalmente en factores decisivos en la solidez y
continuidad del régimen franquista.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 321-326


326 Resúmenes

Palabras clave: España, franquismo, historia social, condiciones de vida, autar-


quía, pobreza.

Joaquín Ruiz-Giménez o el católico total (Apuntes para una biografía


política e intelectual hasta 1963)
Javier Muñoz Soro
La biografía de Joaquín Ruiz-Giménez representa casi de manera paradig-
mática dos fenómenos históricos que caracterizaron las dos últimas décadas del
franquismo y sentaron, en buena medida las bases de la futura democracia: por
un lado, el alejamiento de los intelectuales católicos y falangistas respecto al ré-
gimen que habían contribuido a levantar con entusiasmo tras la guerra civil; por
otro, la secularización de su pensamiento y práctica política. Ruiz-Giménez,
embajador y ministro de Franco, fue una excepción entre los seglares católicos
que colaboraron con la dictadura desempeñando altas responsabilidades de go-
bierno y, pese a todas las cautelas de su evolución personal, simbolizó para bas-
tantes compañeros de su generación, así como para muchos jóvenes alumnos
de las nuevas generaciones, la renuncia definitiva a toda legitimación del poder
basada en la victoria de las armas o en el iusnaturalismo católico y la adopción
irreversible del lenguaje de los derechos humanos y la democracia.
Palabras clave: España, franquismo, catolicismo, Joaquín Ruiz-Giménez, Minis-
terio de Educación Nacional, secularización, antifranquismo.

El protagonismo femenino en las asociaciones vecinales de Alicante


durante los años sesenta
Beatriz Bustos Mendoza
A partir de los años sesenta, las mujeres se organizaron y denunciaron
situaciones injustas, al tiempo que se recuperaba paulatinamente la memoria
histórica de las mujeres que, durante mucho tiempo, habían sido silenciadas. En
España, la gestación del movimiento de mujeres se remonta a la última década
de la dictadura y no puede separarse del proceso de modernización, industria-
lización y urbanización vivido a partir de los años sesenta, ni entenderse fuera
de los espacios políticos desde los que se planteó la lucha por la democracia, ni
fuera de los espacios sociales donde se articularon los movimientos vecinales.
Muchas mujeres en su condición de obreras, esposas y madres de obreros,
fueron partícipes en las movilizaciones y luchas colectivas relacionadas con
los problemas laborales y sociales motivadas por las diferencias de género y la
división sexual del trabajo. Estudiar el fenómeno de asociacionismo es de gran
importancia porque supone «rescatar» los modos de organización del inconfor-
mismo y la rebeldía de las mujeres y así detectar los aportes y las innovaciones
para su desarrollo personal y la sociedad en la que viven. Las mujeres perciben
la tarea asociativa como un medio de hacer frente a sus necesidades afectivas,
comunicativas, relaciónales, intelectuales y económicas, pero esta tarea supone
necesariamente una infraestructura y un soporte económico.
Palabras clave: España, franquismo, mujer, acción social, movimiento vecinal.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 321-326


ABSTRACTS
Not Everything Stayed the Same. Changes in Labour Relations,
Working Conditions and the Standard of Living of Spaniards:
1958-1975
Alvaro Soto Carmona
The Franco regime evolved and some of its essential elements failed to
survive their own development. The object of this article is to examine the
changes in labour relations, modes of work and the standard of living of Span-
iards from the end of the 1950s up to the death of the dictator. These changes
brought about new attitudes vis-á-vis the vertically organized trade unión,
industrial policies, forms of opposition and aspects of everyday life. Lastly, we
have sought to combine the use of the existing bibliography with that of pri-
mary sources in order to obtain a greater insight into our past.
Keywords: Spain, Franco regime, collective agreements, comisiones obreras,
strikes, working conditions, salaries, vertically organized trade unions.

The Franco Regime: a State subject to the Rule of Law? Notes on the
Evolution of the Dictatorship's Political Language during the 1960s
Nicolás Sesma Landrin
The Franco regime continually modified its political language in order to
adapt to changing international circumstances. To this end, towards the end of
the 1950s it began to use the term Estado de Derecho (a state subject to the rule
of law) to define the nature of its legal-political system. This article examines
the reaction that this use, not unprecedented in Catholic and Falangist policy,
was to cause at the core of the international community. Specifically, we focus
our attention on the report on The Rule ofLaw in Spain prepared by the Interna-
tional Committee of Jurists, a consultative body of the United Nations, as well
as on the official response from the Franco regime, prepared by the Institute of
Political Studies.
Keywords: Spain, Franco regime, Estado de Derecho, International Committee of
Jurists, Institute of Political Studies.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 327-332


328 Abstracts

Power, Editorial Dissent and Cultural Change during the 1960s


Francisco Rojas Claros
In parallel with the major socio-economic changes which took place in
Spain from the end of the 1950s, an important process oí cultural change was
also underway, whose vanguard was partly led by a new breed of publishing
houses which were critical of the regime's policies, and which were driven
primarily by political and cultural as opposed to economíc aims. Documentary
evidence shows that the reforms introduced by Fraga and his team were never
intended to bring about a true opening-up of the system, their positive effects
being merely collateral in nature. Thus, the cultural change experienced during
the 1960s cannot be fully understood without taking into consideration the
enormous effort of these publishing houses, the sacrifices made by the publish-
ers themselves and, of course, the content and impact of their publications.
Keywords: Spain, Franco regime, culture, publishing houses, Ministry of Infor-
mation and Tourism.

The Catalán Nova Canqo: Origin, Evolution and Significance of a


Cultural Phenomenon of the Second Part of the Franco Regime
Carlos Aragüez Rubio
This article seeks to explain the cultural phenomenon of the Catalán nova
caneó, as well as its importance in the cultural scene of the 1960s and early
1970s. To this end, we focus our attention on its origin, the factors which gave
rise to it, and how it later became such an influential movement in the world of
Spanish music, creating a new model of singer-songwriter which would spread
throughout the country. Furthermore, we examine the political significance
that the caneó would acquíre after 1968, as a result of Joan Manuel Serrat's
refusal to sing in Spanish in the Eurovision Song Contest, which in turn would
highlight the continuation of the regime's censorship of Catalán songs. Lastly,
this paper explores the role of this movement in promoting cultural change in
Spain during the 1960s and 1970s.
Keywords: Spain, Franco regime, nova caneó, cultural dissent.

The N e w l y Defíant Working-Class Attitude in the Province of Murcia


during the 1960s: Industrial Disputes and Rural Unrest
Gloria Bayona Fernández
The wave of workers' strikes that began at the start of the 1960s and grew
in importance during the 1970s may in itself be regarded as a highly significant
feature of the crisis of the Franco regime, and if there were many different
forms of collective action as well a variety of participants, it must be stressed
that of all these means of collective action, the workers' strikes were the most
conspicuous both in terms of the large number of participants and their impact
on economíc life. In this climate of strikes and growing unrest, the dispute that

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 327-332


Abstraéis 329

began in the Asturian mining industry in 1962 should be emphasized, since it


had a major influence throughout Spain, an example of which would be the in-
dustrial disputes that broke out in the mining área and in the Bazán naval con-
struction company in Cartagena, which led to a genuine revival of the workers'
movement in the industrial and agricultural sectors in the province of Murcia.
Keywords: Spain, Franco regime, industrial disputes, Murcia.

«This Bank Owes Me Money». Protest, Identities and Opportunities in


the Banking Sector in Albacete during the 1960s
Óscar Martín Garda
This article aims to explore the nature and shape of the protest staged by
banking sector employees in Albacete towards the end of the Franco period. To
this end, we examine the interplay between forms of collective action and the
structure of political opportunities, as well as the efforts made by leaders of this
sector to créate different public spheres for protest in order to reach a greater
understanding of their employees' grievances, identify those responsible and
lay down the strategies to be followed. We also consider the mechanisms
brought into play in order to construct a collective identity which would give
expression and legitimacy to the protest. This paper therefore seeks to combine
social history with sociological contributions by theorists of the mobilization
of resources, the political process and the construction of identities.
Keywords: Spain, Franco regime, collective action, banking sector, white collar
workers, political opportunities.

The Anti-Franco Student Opposition Movement, Political Culture and


the Transition to Democracy
Alberto Carrillo-Linares
This article examines the role of the anti-Franco student opposition move-
ment (which emerged during the 1960s) in the shaping, acceptance and subse-
quent spread of a culture of political participation, touchstone of the political
transition which would begin after the death of Franco. Its basic argument is
that the universities produced the most important social movement vis-á-vis
the transition, due both to the number of activists and their «quality». While
their action was complementar/ to that taken by other collectives (workers,
etc), the «generation of 1950» undoubtedly played a leading role, providing
both novel ideas and marginalized groups (women).
Keywords: Spain, Franco regime, student opposition to Franco.

The Philologist Pedro Martínez López: an Imaginative Liberal Lampoonist


Aliñe Vauchelle-Hacauet
In 1830, the philologist Pedro Martínez López was forced to go into exile
in France for political reasons. In 1832, he published Representación a Ferdnando

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 327-332


330 Abstracts

VII, rey de España, a lampoon in which he made a whole string of accusations


against the tyrant. At the end of the following year, he published España en
1833, al expirar Fernando VII, another lampoon in which he blamed the king's
despotic reign for the country's disastrous situation and asserted that such
abuses and injustices could only be remedied by re-estabiishing the Constitu-
tion of Cádiz of 1812. In 1834, he ceased to rail against his political enemies,
changed strategy, and using his considerable imagination, wrote a kind of fable
entitled Una noche en el infierno, vista entre sueños. With a mixture of humour and
acid wit, it told of how all the devils in the Kíngdom of Darkness, embracing
the «sacred» cause of liberalism, vented their anger on the deceased Ferdinand
and his followers, who were still in power. It would appear that the work was
a success, since it was republished in 1836. In 1835, disillusioned with the tepid
and conservative liberal regime of the Estatuto Real, Martínez López wrote an-
other story, Las Brujas en Zugarramurdi, in which different satanic creatures, this
time sorceresses, take it upon themselves to defeat moderantismo and establish
a progressive regime. After this, he ceased to publish lampoons and political
parables and devoted himself to producing learned works, bringing out various
dictionaries and grammars which were republished several times.
Keywords: twentieth century, liberalism, Spanish political emigration, France.

Corporatism in Spain: firom its Origins up to the 1930s


Miguel Ángel Perfecto
This arricie seeks to examine the origins and evolution of the corporatist
social and political model in Europe and its spread in Spain, especially from the
last third the nineteenth century up to the 1930s. By corporatism we mean a
social and political model that emphasizes a social structure based on «inter-
medíate bodies» within a social hierarchy as a means of avoiding the conflicts
typical of an individualistic society. Spain has had three corporatist models: the
Catholic model, obsessed by the idea of returning to the ancien regime; the
Krausist model, reformist in character and aspiring to achíeve social equilib-
rium; and the conservative model, which through Catholic influence was used
as a means of defence against the advances of universal suffrage. The last part
of the arricie focuses on the dictatorship of Primo de Rivera and its socially
based corporatist model supported by the socialist trade unión, UGT.
Keywords: Spain, corporatism, dictatorship of Primo de Rivera.

A Militaiy Unit at the Origins of Fascism in Spain: the Legión


José L. Rodríguez Jiménez
This arricie reflects on the convergence of interests between the officers of a
new military unit, the Legión, and political and economic interest groups, in the
context of the military defeat at Annual in the summer of 1921. The particular
characteristics of this infantry assault unit (combat methods and legionary
mystique) moved a sector of the authoritarian right (maurismo), dazzled by the

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 327-332


Abstracts 331

conquest of power by Fascism and the way in which it had crushed the left-
wing organizations in Italy, to idealize the Legión and its commanders, Millán
Astray and Franco. This unit was represented as the necessary means to bring
the Moroccan campaign to a successful conclusión and to proceed with the eco-
nomic exploitation of the territory. The Legión was also proffered as a model (a
battle-hardened, death-worshiping unit) for the civil militias, with which they
aimed to gain control of the streets and to forcé the government, given the pas-
sivity of the army, to become more authoritarian.
Keywords: Spain, maurismo, authoritarian right, Fascism, Legión, Millán Astray,
Moroccan campaign.

«Dying of Hunger». Autarky, Hardship and Disease in the Early Years


of the Franco Regime
Miguel Ángel del Arco Blanco
The 1940s, together with the civil war years, may be regarded as one of
the most difficult and challenging periods for Spanish society in the whole of
the twentieth century. Not only because it was a divided society, marked by
the deep rift occasioned by war, exile and repression, but also because of the
poverty in which a large part of the population lived. The long years of the
1940s have remained ingrained in the collective memory as a time of shortage,
hardship and generalized poverty. But just how diré was this tragic period? This
arricie examines the socio-economic conditions of the period of autarky, using
an alternative source of information from that offered by the Franco regime:
reports by British diplomats referring to the 1940s. In this way, we seek to
present a more accurate picture of the socio-economic reality of the early years
of the Franco regime. After describing and analysing the economic policy of
autarky, we focus on two aspects of the tragic living conditions: hunger and
disease. Through reliable and disturbingly vivid accounts, we discover that the
hardships experienced by the poorer classes were more extreme than previ-
ously believed. Precisely because of this desperate situation, such people would
be constrained to pursue their own survival rather than attempt to oppose the
regime. In short, the critical economic situation, socio-economic repression and
political demobilization arising from the effects of the autarkic economy, were
ultimately to become determining factors in the solidity and continuity of the
Franco regime.
Keywords: Spain, Franco regime, social history, living conditions, autarky,
poverty.

Joaquín Ruiz-Giménez: the Catholic Exemplar (Notes for a Political


and Intellectual Biography up to 1963)
Javier Muñoz Soro
The biography of Joaquín Ruiz-Giménez is a virtual paradigm of two his-
torical phenomena which distinguished the last two decades of the Franco

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 327-332


332 Abstracts

regime and, to a large extent, paved the way for the future democracy: on the
one hand, the rift between Catholic and Falangist intellectuals and the regime
which they had enthusiastically helped to establish after the civil war; and
on the other, the secularization of its political thinking and practice. Ruíz-
Giménez, ambassador and minister under Franco, was an exception among
the Catholic laity that collaborated with the dictatorship, in that he held high
government positions and, despite all the reservations concerning his personal
development, for many of his peers as well as many aspiring figures of the com-
ing generations, he symbolized the definitive renunciation of all legitimacy of
power based on victory in battle or on Catholic natural law, and the definitive
adoption of the language of human rights and democracy.
Keywords: Spain, Franco regime, Catholicism, Joaquín Ruiz-Giménez, Minis-
try of National Educatíon, secularization, opposition to Franco.

Female Protagonism in the Neighbourhood Associatíons of Alicante


during the 1960s
Beatriz Bustos Mendoza
From the 1960s onwards, women began to organized themselves and de-
nounce situations of ínjustice, while at the same time, the historical memory
of women, who had been silenced for a long time, was gradually recovered. In
Spain, the birth of the women's movement may be traced to the final decade
of the dictatorship and it cannot be separated from the processes of mod-
erniza tion, industrialization and urbaniza tion which began in the 1960s, ñor
understood outside the political setting in which the struggle for democracy
was launched, or outside the social environment in which the neighbourhood
movements carne into beíng. Many women, as workers, wives and mothers of
workers, took part in organized protests and demonstrations about work-re-
lated issues and social problems sparked by gender differences and the sexually
based división of work. It is essential to study the phenomenon of association
since it means «discovering» the ways in which women's non-conformism and
defiance were organized, enabling us to bring to light the contributions and in-
novations both for their own personal development and for socíety in general.
Women regarded association as a means of addressing their emotional, com-
municative, intellectual and economic needs, but this endeavour presupposed
an infrastructure and economic support.
Keywords: Spain, Franco regime, women, social action, neighbourhood
movement.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 327-332


AUTORES

ALVARO SOTO CARMONA, es Profesor Titular de la Universidad Autónoma


de Madrid. Premio Extraordinario de licenciatura y de doctorado. Finalista del
Premio Nacional de Historia del 2006. Ha sido profesor invitado de New York
University, Universidad de Buenos Aires y Pontificia Universidad Católica de
Chile. Ha publicado, entre otros libros, los siguientes: El trabajo industrial en la
España contemporánea 1874--1936 (Barcelona, 1989); De la crisis del sistema gremial
a la flexibilización. El trabajo en España (Madrid, 2003); ¿Atado y bien Atado? Ins-
titucionalización y crisis del franquismo: 1957-1975 (Madrid, 2005); y Transición y
cambio en España: 1'9775-'i'996 (Madrid, 2005). Ha participado en el tomo XLII de
la Historia de España de Menéndez Pidal y, por último, ha publicado en numerosas
revistas españolas y extranjeras {Revista Española de Derecho del Trabajo, Revista
Internacional de Sociología, Revista de Trabajo y Seguridad Social, Historia Social,
Review, Ayer, Análise Social, Revista de Occidente...).

NICOLÁS SESMA LANDRIN, es Investigador del Instituto Universitario Europeo


de Florencia. Licenciado en Historia por la Universidad de Zaragoza en 1999,
fue becario del Ayuntamiento de Madrid en la Residencia de Estudiantes entre
los años 2001 y 2003, e igualmente becario de la Fundación Caja Madrid (2002)
y de la Fundación Ortega y Gasset (2003), así como investigador visitante en
la Universidad de Madison-Wisconsin (2006). En 2003, recibió el V Premio de
Investigación para Jóvenes Historiadores de la Asociación de Historia Contem-
poránea. Autor de la obra En busca del Bien Común. Biografía política deJoséEarraz
Eópez (1904-1973), Zaragoza, 2006.

FRANCISCO ROJAS CLAROS, Licenciado en Historia por la Universidad de Ali-


cante, es doctorando del Departamento de Humanidades Contemporáneas de
la misma Universidad, desarrollando una tesis doctoral sobre el cambio cultural
en España durante los años sesenta y el mundo editorial de vanguardia, gracias
a una beca FPU de la Universidad de Alicante. Ha publicado algunos artículos
sobre tal tema de investigación en revistas como Historia del Presente.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 333-335


334 Autores

CARLOS ARAGÜEZ RUBIO, Licenciado en Historia por la Universidad de Ali-


cante, es Becario de Investigación del Ministerio de Educación y Cultura en el
Departamento de Humanidades Contemporáneas de la misma Universidad.
Actualmente realiza su tesis doctoral sobre la percepción de los cambios desde
la cultura (cine y canción) durante el segundo franquismo. Ha publicado algu-
nos artículos sobre intelectuales en el cine y política cinematográfica en revistas
como Historia del Presente o Sociedad y Utopía.

GLORIA BAYONA FERNÁNDEZ, Doctora en Historia, es profesora de Historia


Contemporánea de la Universidad de Alicante y ha centrado su investigación
en el estudio del franquismo durante la década de los sesenta y transición po-
lítica tanto en su tesis doctoral como en diversas publicaciones, destacando el
libro Conflictividad y oposición política en la crisis del Franquismo en Murcia. 1960-
1970 (Murcia, 2003).

ÓSCAR MARTÍN GARCÍA, Doctor en Historia Contemporánea por la Univer-


sidad de Castilla-la Mancha, es profesor asociado en la Escuela Universitaria
de Trabajo Social de Cuenca. Ha publicado el libro Albacete en transición. El
ayuntamiento y el cambio político, 1970-1979- Asimismo, ha colaborado en obras
colectivas como la coordinada por el profesor Manuel Ortiz Heras Movimientos
sociales en Castilla-La Mancha, 1969-1979 (en prensa). Ha publicado artículos
en revistas científicas como Historia Actual Online. Además de participar como
comunicante y ponente en diversos congresos y seminarios sobre el franquismo
y la transición ha realizado estancias en calidad de investigador visitante en
el Cañada Blanch Centre de la London School of Economics y en el Instituto
Universitario Europeo de Florencia.

ALBERTO CARRILLO-LINARES, Licenciado en Historia Contemporánea por la


Universidad de Sevilla, es profesor asociado de la Universidad de Huelva. En
la actualidad se encuentra concluyendo su tesis doctoral sobre el movimiento
estudiantil en la universidad Hispalense durante los años 60 y 70. Es autor de
diversos artículos en revistas especializadas (como Revista de Historia Contempo-
ránea o ANABAD), y de diferentes contribuciones sobre el tema de su investi-
gación en varias obras colectivas.

ALIÑE VALÍCHELLE-HACQUET, es profesora de Civilización española en la


Universidad de Ruán (Normandía) y es autora de Les Ouvrages en langue es-
pagnole publiés en Trance entre 1814 et 1833 (Presses de l'Université de Provence,
1985) y Les Ouvrages en langue espagnole publiés en France au temps de la Premiére
Guerre Carliste, 1834-1840 (Presses de l'Université de Provence, 2003). Ha pu-
blicado, en diversas revistas científicas españolas y francesas, artículos sobre la
emigración a Francia del clero liberal español a principios del siglo XIX, sobre
distintos refugiados políticos españoles residentes en Francia en aquella época
y así como sobre sus escritos.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 333-335


Autores 335

MIGUEL ÁNGEL PERFECTO CUADRADO, es Profesor Titular de Historia Con-


temporánea en la Universidad de Salamanca, adscrito a la Facultad de Ciencias
Sociales. Doctor en Filosofía y Letras (Sección de Historia) con la tesis Orígenes
y Evolución de la idea corporativa en Europa. Su influencia en el esquema corporativo
de la Dictadura de Primo de Rivera. Desde entonces, ha continuado tal línea de
investigación, además de sus estudios sobre la Universidad y la propia ciudad
de Salamanca, y acerca de los movimientos nacionalistas europeos y en Espa-
ña, con diversos artículos publicados en revistas especializadas (como Studia
Histórica. Historia Contemporánea, Studia Zamorensia, Revista Salamanca, Revista
Scientia), además de varias contribuciones editadas en obras colectivas.

JOSÉ L. RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, Doctor en Historia por la Universidad Com-


plutense de Madrid, es Profesor Titular de Historia Contemporánea en la
Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Rey Juan Carlos.
Ha dedicado buena parte de su labor investigadora al estudio del fascismo y la
extrema derecha. Más recientemente se ha centrado en el estudio de la historia
contemporánea de España, en especial el siglo XX (la guerra civil, el régimen
franquista y la transición política a la democracia), constituyendo la temática
militar el principal objetivo de su interés en la actualidad. Es miembro asociado
de la Unidad de Documentación y Análisis sobre Terrorismo de la Universidad
Rey Juan Carlos. Entre sus últimas publicaciones figuran Los esclavos españoles
de Hitler (Barcelona, 2002), ¡A mí la Legión! De Millán Astray a las misiones de paz
(Barcelona, 2005) y Franco. Historia de un conspirador (Madrid, 2005) y De héroes
e indeseables. La División Azul (Madrid, 2007).

MIGUEL ÁNGEL DEL ARCO BLANCO, es Doctor en Historia. Ha centrado su


investigación en el periodo del primer franquismo. Entre sus publicaciones des-
taca Las Alas del Ave Fénix. La política agraria del primer franquismo (1936--1959)
(Granada, 2005).

JAVIER MUÑOZ SORO, licenciado en Historia por la Universidad de Zaragoza


y doctor por la UNED, es autor de varios artículos sobre franquismo y del libro
Cuadernos para el Diálogo (/19ó3-'i976). Una historia cultural del segundo franquismo
(Madrid, 2006), además de coeditor del volumen colectivo Culturas y políticas de
la violencia. España siglo XX (Madrid, 2005). Es secretario de la revista Historia
del Presente, para la que coordinó un monográfico sobre Intelectuales y segundo
franquismo (2005). Ha trabajado en la Universidad de Cagliari (Italia) y, en la
actualidad, enseña en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Uni-
versidad Complutense de Madrid.

BEATRIZ BUSTOS MENDOZA, es Licenciada en Historia por la Universidad de


Alicante. Tras realizar los cursos de doctorado en el Departamento de Humani-
dades Contemporáneas, defendió la suficiencia investigadora sobre el protago-
nismo femenino en los años sesenta en el barrio Virgen del Remedio de Alican-
te, con la calificación de sobresaliente. En la actualidad, trabaja en el Archivo de
la Democracia, sito en el Archivo General de la Universidad de Alicante.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 333-335


Pasado y Memoria pretende extender el cauce de comunicación
entre los historiadores e investigadores dedicados al análisis e in-
terpretación de los sucesos y procesos históricos contemporáneos.
Es precisamente aquí, en la delimitación del campo de estudio,
donde el título de la revista encuentra su significado: el pasado es
el ámbito de estudio de la historia y la memoria es uno de los fac-
tores que configura nuestro conocimiento del pasado próximo.

NORMAS PARA LA PRESENTACIÓN DE ORIGINALES


El Consejo de redacción de Pasado y Memoria establece las siguientes normas
para el envío de trabajos originales:

Presentación- Los artículos de investigación deberán ser inéditos, enviándose


tres copias en papel, impresas a doble espacio y en una sola cara, con una
extensión máxima de 7.000 palabras, acompañando soporte informático. Se
añadirá un resumen del contenido del trabajo en español y en inglés, con
una extensión máxima de 150 palabras, especificándose unas palabras clave
en español y en inglés, además de una breve nota curricular de la formación
académica, situación profesional y labor investigadora del autor.

Los originales deberán enviarse a Pasado y Memoria. Revista de Historia Con-


temporánea, Departamento de Humanidades Contemporáneas, Universidad
de Alicante, Ap. de Correos 99, E-03080 Alicante.

Referencias bibliográficas.- Las citas bibliográficas se colocarán en notas a pie


de página. Todas las referencias bibliográficas se atendrán a la siguiente se-
cuencia: apellido/apellidos del autor o autores, que se pondrán en versalitas,
el nombre completo del autor o autores, que irá en minúscula, seguido de
coma; luego, en cursiva, el título de la obra, seguido de coma; a continua-
ción, el lugar de edición, seguido de coma, y la fecha de publicación, tam-
bién seguida de coma; por último, la p./pp. de referencia.

Ej.: HOBSBAWM, Eric ]., Historia del siglo xx, Barcelona, 1995, pp. 29-30.

Si una obra ha de ser citada varias veces, se utilizará la abreviación op>. cit.
En caso de que se haya citado más de una obra del mismo autor, la primera
mención será íntegra y las siguientes abreviadas:
Ej.: HOBSBAWM, Eric }., Historia del siglo xx..., pp. 42-53.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 337-338


En caso de cita consecutiva:
Ej.: Ibidem, p. 275.

Cuando se trate de artículos de revistas: apellido/apellidos del autor o auto-


res, que se pondrán en versalitas; el nombre completo del autor o autores,
que irá en minúscula, seguido de coma; luego, entre comillas, título, seguido
de coma; título de la revista en cursiva, seguido de coma; tomo o volumen
correspondiente; número de la revista; año, entre paréntesis; finalmente,
p./pp. de referencia.

Ej.: REDERO SAN ROMÁN, Manuel y GARCÍA GONZÁLEZ, Gloria M., "Prensa y
opinión en la transición política", Anales de la Universidad de Alicante. Historia
Contemporánea, n.° 8-9 (1991-92), pp. 85-119.

Cuadros y gráficos.- Los cuadros y gráficos deberán aparecer insertados en su


lugar correspondiente en el texto, siendo claramente numerados e identifica-
dos (Cuadro 1, Gráfico 1), además de facilitar su copia impresa aparte para
una correcta reproducción.

Notas bibliográficas y reseñas de libros.- Las notas sobre el estado de la cues-


tión de un tema referido al período contemporáneo tendrán una extensión
máxima de 4.000 palabras, acompañándose una bibliografía final según las
normas especificadas.

Las reseñas de libros tendrán una extensión máxima de 1.500 palabras,


especificándose el autor, título, lugar de publicación, editorial, fecha de
publicación y número de páginas, así como el nombre y apellidos de quien
realiza la crítica.

Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 5, 2006, pp. 337-338


Universitat d'Alacant
Universidad de Alicante

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