Pasado y Memoria Revista de Historia Contemporanea Num 5 Espana en Los Anos Sesenta 930364
Pasado y Memoria Revista de Historia Contemporanea Num 5 Espana en Los Anos Sesenta 930364
Pasado y Memoria Revista de Historia Contemporanea Num 5 Espana en Los Anos Sesenta 930364
°5 2006
Consejo de redacción: Salvador Forner Muñoz, Rosa Ana Gutiérrez Lloret, Emilio La Farra López, Roque Moreno
Fonseret, Mónica Moreno Seco, José Miguel Santacreu Soler y Rafael Zurita Aldeguer, Universidad de Alicante
Consejo asesor:
Presentación 9
ESTUDIOS
El filólogo Pedro Martínez'Lóp&z.:un libelista liberal imaginativo 173
Aliñe Vauckelle-Haquet
El corporativismo en España: desde los orígenes a la década de 1930 185
Miguel Ángel Perfecto
Una unidad militar en los orígenes del fascismo en España: la Legión 219
José L. Rodríguez Jiménez
«Morir de hambre». Autarquía, escasez y enfermedad en la España del
primer franquismo 241
Miguel Ángel del Arco Blanco
Joaquín Ruiz-Giménez o el católico total (Apuntes para una biografía
política e intelectual hasta 1963) 259
Javier Muñoz Soro
El protagonismo femenino en las asociaciones vecinales de Alicante
durante los años sesenta 289
Beatriz Bustos Mendoza
Resúmenes/Abstracts 321
Autores 333
Normas para la presentación de originales 337
PRESENTACIÓN
El análisis historiográfico de los años sesenta en España ha suscitado el interés
de los investigadores desde hace algún tiempo por razones distintas: primero,
para desentrañar el proceso que condujo a la modernización de la economía y de
la sociedad españolas, a pesar del inmovilismo político que se mantuvo; de ahí
que sean ya numerosos los estudios sobre el crecimiento económico y el cam-
bio social, los costes financieros, demográficos y ambientales del proceso, las
aportaciones del sector turístico, la dependencia del exterior, las remesas de los
emigrantes, etc. Segundo, para remontarse a los antecedentes de la transición y
consolidación de la democracia en España, y los años sesenta, con el crecimien-
to económico y el cambio social, constituyen un claro referente porque fueron
el principio de la modernización y, al mismo tiempo, aceleraron la marcha de
importantes grupos sociales hacia posiciones contrarias al régimen franquista
que se hallaba anclado en el más estricto inmovilismo. Ya a finales de los años
cincuenta algunos corifeos muy significativos del régimen habían advertido que
la tendencia liberal de la política económica del gobierno no debía confundirse
con ningún tipo de deriva hacia una política liberal. Advertencia que el régimen
no tardó en aseverar con la creación del Tribunal de Orden Público, ante el que
pasó una buena parte de la disidencia interior al franquismo hasta la muerte del
dictador. Por lo tanto, la modernización social y, por ende, cultural y el inmo-
vilismo político actuaron como dos polos contrarios e incompatibles que sólo
podrían superarse con la implantación de la normalidad política existente en los
países democráticos del entorno europeo. Lo que no significa en absoluto que el
proceso no fuera difícil y exento de conflictos. Por último, se incorpora al análi-
sis la actitud de los agentes de los cambios -la percepción-; es decir, el significado
que otorgaban a sus actos y la orientación que les daban en la perspectiva del
corto o medio plazo, en orden a la recuperación de las libertades públicas y de
la apertura cultural.
En este monográfico sobre España en los años sesenta. La percepción de los cam-
bios* se han recogido varios aspectos de los cambios que se produjeron en aque-
llos años, tanto por su propio significado respecto al estado en que se hallaban
* Elaborado dentro del ámbito del proyecto de investigación BHA2002-01787, subvencionado por el
Ministerio de Ciencia y Tecnología. Subdirección General de Proyectos de Investigaciones.
10
en la etapa anterior del régimen como por su repercusión sobre la actitud de los
grupos sociales protagonistas de los cambios, y que afectaría a capas más ex-
tensas de la sociedad, impulsándolos a proseguir el proceso de modernización
social, política y cultural. Se ha obviado aquí la cuestión de la fundamentación
teórica del «cambio sociocultural como factor de la transformación social» ele-
vándola a la categoría de aserto; dando paso, en consecuencia, a los sucesivos
artículos, entre los que predominan, como puede observarse, los referidos al
cambio cultural y político, menos aparentes que los económicos y sociales,
aunque estrechamente ligados a éstos, pero quizá más nocivos para el régimen
franquista, como sus exegetas advirtieron a comienzos del proceso.
Comienza el monográfico con un artículo del Profesor A. Soto Carmona
sobre la política laboral del régimen a partir de la promulgación de la ley de
contratos colectivos, de 1958, que fue una de las claves de los cambios poste-
riores al implicar a los trabajadores en el aumento de la productividad y, por lo
tanto, en la competitividad de las empresas. N. Sesma Landrín se hace cargo de
una de las cuestiones obsesivas tratadas por los analistas y exegetas del régimen
franquista que se propusieron, si bien con poco convencimiento, de elevarlo a la
categoría de Estado de derecho, lo que motivó algún debate de ámbito internacio-
nal. Esta obsesión se intensificaría después de la aprobación de la Ley Orgánica
del Estado, de 1966. Con estos dos artículos se cierra el apartado dedicado a las
iniciativas del régimen para promover el crecimiento económico y el cambio
social y aparentar una normalización política inviable, dado el inmovilismo en
el que el Estado franquista había anclado.
La apertura cultural fue un objetivo muy demandado, primero, por sectores
minoritarios de la sociedad que se acrecentaron después por el aumento del
nivel cultural y del número de estudiantes universitarios y de titulados superio-
res a medida que avanzaban los años sesenta. Estas cuestiones se tratan en dos
artículos: F. Rojas Claros analiza y relaciona de forma excelente tres elementos:
poder político, disidencia editorial y cambio cultural. Este último promueve, en-
frentándose a grandes dificultades, la disidencia editorial, ideológica y política,
frente al poder franquista que amagaba cambios en el sector pero que no dejó
de utilizar la censura ni el intervensionismo cultural. Asimismo, C. Aragüez
Rubio estudia el fenómeno cultural de la «nova cangó» resaltando el aspecto de
utilizarla como nuevo código para transmitir ideas y sentimientos que iban en
contra o no cabían en los estrechos márgenes tolerados por la ortodoxia fran-
quista. En ambos artículos los autores ponen de relieve la insuficiencia de la pre-
tendida apertura de la política cultural del Ministro Fraga Iribarne. En relación
con estos artículos debe mencionarse el escrito por el Profesor A. Carrillo-Lina-
res, en el que conjuga tres elementos: el movimiento estudiantil antifranquista
que se gesta en las universidades españolas, la cultura política que aflora y de-
sarrolla en aquellos medios como nueva forma de concebir la actividad pública
y de trabajar por implantarla, y la transición política a la democracia, en donde
los dos elementos anteriores encuentran su justificación completa.
Por último, el estrecho marco en el que se desarrollaban las relaciones labo-
rales, el cambio social y la nueva cultura política que se extendía promovieron
11
fuertes oleadas de protesta sociolaboral que, como bien formuló A. Soto Car-
mona hace unos años refiriéndose a las huelgas durante el régimen franquista,
tenían causas económicas y consecuencias políticas. Aquí se han incluido dos
artículos sobre esta cuestión que pueden considerarse fenómenos de entidad
menor pero representativos, al fin, de la expansión que adquirieron a partir de
los años sesenta los movimientos de protesta contra el régimen franquista. La
Profesora G. Bayona Fernández analiza la expansión del fenómeno en la Región
de Murcia que afectó sucesivamente a los trabajadores de los sectores minero,
industrial y agrario; y el Profesor O. Martín García estudia un caso más llama-
tivo aún, la movilización de los empleados de la banca en Albacete, ciudad en
la que no se daban las condiciones más favorables para este tipo de actividades
pero que por lo mismo ayuda a comprender la intensidad alcanzada por las
actitudes antifranquistas.
A través de los artículos incluidos en el aparatado «Estudios» Pasado y Memo-
ria confirma la que hasta ahora ha sido su trayectoria, ser una Revista de Historia
Contemporánea dedicada preferentemente a los estudios relacionados con el
Siglo XX y que ha sido vehículo al mismo tiempo de trabajos sobre el primer
liberalismo español. Así, en este número, los lectores hallarán un artículo so-
bre un «libelista liberal», seguido de otros que configuran un cierto muestrario
sobre el siglo XX español: el corporativismo, de entronque decimonónico y
largas ramificaciones que cubren a las dos dictaduras del siglo; la Legión y sus
relaciones con la implantación del fascismo en España; las estrecheces de la vida
cotidiana en los años de la política autárquica; la trayectoria personal y políti-
ca de Joaquín Ruiz-Giménez que, manteniendo su compromiso de militante
católico, pasa de ser defensor y colaborador del régimen franquista a adoptar
posiciones ideológicas y políticas de carácter democrático y de defensa de los
derechos humanos; y el protagonismo femenino en las asociaciones vecinales
de Alicante en los umbrales de la transición democrática. Los autores de estos
trabajos, de acuerdo con el criterio que estamos siguiendo, pertenecen al grupo
de historiadores de trayectoria profesional reconocida o son investigadores
jóvenes que están desarrollando sus proyectos con solvencia e irrumpiendo en
la historiografía con seguridad.
Y para concluir la Presentación de este monográfico sólo falta expresar
nuestro agradecimiento a los autores, lectores e instituciones que nos ayudan a
continuar con el proyecto de Pasado y Memoria.
1. FONTANA, Josep, «Reflexiones sobre la naturaleza y las consecuencias del franquismo», en FON-
TANA, Josep (ed.), España bajo el franquismo, Barcelona, 1986, p. 9.
2. Como lucidamente puso de manifiesto Javier TUSELL en el «Prólogo» de mi libro ¿Atado y bien
atado?Institucionalización y crisis del franquismo, Madrid, 2005, pp. 13 y 14.
3. TORTEIXA, Gabriel, El desarrollo de la España contemporánea. Historia económica de los siglos XIX y
XX, Madrid, 1994, p. 204.
4. El concepto «apertura» se utiliza sobre todo en Ciencia Política (O'Donnell, Hohlen o Moruno)
y supone un cambio en el régimen autoritario, no es un cambio de régimen. Creo que se puede
aplicar en el campo de las relaciones laborales con un sentido similar, se trataría de un cambio
hacia una mayor democratización de las relaciones laborales, aunque no supone la democrati-
zación de las mismas.
5. Decreto Ley 10/1959 del 21 de julio («Decreto de Ordenación Económica»).
6. Como señalaba Mariano NAVARRO RUBIO: «En primer lugar, el tópico de que la economía estaba
subordinada a la política. (...) El segundo prejuicio, en cierto modo derivado del anterior, consistía
en el caprichoso argumento de que no hay desarrollo sin inflación, sobre todo en un país que
no puede contar con ayudas exteriores. (...) El tercer enemigo era el orgullo que se sentía por la
obra realizada con tanto sacrificio. Se confundía el esfuerzo con el éxito. (...) La cuarta dificultad
que asimismo existía era una desconfianza alérgica hacia cualquier relación con los organismos
internacionales. Se les presentía siempre movidos por torpes designios políticos.», en Mis memo-
rias, Madrid, 1991, p. 108.
7. Consejo de Economía Nacional, Consejo Superior Bancario, Confederación Española de Cajas de
Ahorros, Banco de España, Consejo Superior de Cámaras de Comercio, Organización Sindical
Española, Instituto de Estudios Políticos, Instituto Nacional de Industria, Instituto de Estudios
Agrosociales, Facultad de Ciencias Económicas y Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
Dicha documentación se halla publicada en Contestación al cuestionario económico del Gobierno. Do-
cumentación económica, n.° 5, Oficina de programación y coordinación económica, Madrid, 1959.
8. GONZÁLEZ, Manuel-Jesús, La economía política del franquismo (19^0-1970), Madrid, 1979, p. 179.
9. FUENTES QUINTANA, Enrique, «El Plan de Estabilización económica de 1959, veinticinco años
después», Información Comercial Española, n.° 612-613 (agosto-septiembre 1984), p. 35.
10. Las cifras de paro se incrementaron, así en el cuarto trimestre de 1959 había 91.000 personas
en paro; y en el mismo trimestre de 1960 se elevaban a 132.000. Aunque las cifras eran bajas,
la respuesta de las autoridades fue establecer en 1961 un sistema de aseguramiento general y
obligatorio de las situaciones de paro forzoso mediante la Ley 62/1961, de 22 de julio, por la que
se creaba el denominado Seguro de Desempleo. Véase ARANGO, Jesús, La protección por desempleo
en España, Madrid, 1999, pp. 69-76.
11. Citado por CARRERAS, Albert, «España en las tipologías de la industrialización», en CARRERAS,
Albert, Industrialización española: estudios de historia cuantitativa, Madrid, 1990, p. 103.
14. MATEOS, Abdón, La denuncia del sindicato vertical. Las relaciones entre España y la Organización
Internacional del Trabajo (19Í9--I969), vol. II (1. a Parte), Madrid, 1997, pp. 80-86.
15. Ley de 24 de abril. Fue desarrollada y completada con dos disposiciones de similar importancia:
el Reglamento aprobado por la Orden Ministerial de 22 de julio, y las llamadas Normas Sindi-
cales, dictadas por la Organización Sindical el 23 de julio, también de 1958. Dicha Ley fue su-
friendo diversas modificaciones, siendo la más importante la Ley 38/1973, de 19 de diciembre,
sobre Convenios Colectivos Sindicales de Trabajo, y sus normas de aplicación, aprobadas por la
Orden Ministerial de 21 de enero de 1974, y la Resolución Sindical de 31 de enero de 1974.
16. BORRAJO DACRUZ, Efrén, Introducción al Derecho Español del Trabajo, Madrid, 1978 (reimpresión
de la cuarta edición de 1975), p. 373.
17. GARCÍA OVIEDO, Carlos, Tratado elemental de Derecho social, Madrid, 1946, p. 283.
18. El sindicalismo de sumisión» se «caracteriza por supeditar -o confundir- los intereses de los
trabajadores a los intereses del Estado, siendo precisamente la configuración del Estado la que
marca la del Sindicato», en SAGARDOY, José Antonio, Relaciones de trabajo y estructuras políticas,
Madrid, 1984, p. 51.
bajo el signo de una mayor productividad y con el objetivo de que todo aumento en
el coste de la mano de obra fuera absorbido por mejoras introducidas en la estructura
de la empresa y en los procedimientos de explotación.»24
Pero pese a dicho cambio, seguían existiendo impedimentos para el desarro-
llo de una auténtica negociación colectiva, siendo el más importante la ausencia
de libertad sindical. Ligado a esto último se planteó la «constitucionalidad» de
la nueva norma 25 , resolviendo parcialmente la misma ley el tema de forma un
tanto forzada. Aunque como es natural, en un Estado con Derecho, como es el
franquismo, el tema de la «constitucionalidad» no era el central en la mente de
los gobernantes, sino el tratar de resolver una situación, donde la legislación
fundacional suponía un obstáculo al crecimiento económico, siendo este último
imprescindible para la búsqueda de la «legitimidad por la eficacia»26, objetivo
perseguido por los tecnócratas del Gobierno.
Un porcentaje importante de los empresarios no veía inconveniente en la
nueva regulación laboral: el 33 por ciento de los mismos era favorable a la exis-
tencia de convenios colectivos, el 32 por ciento seguía estando a favor de las
reglamentaciones y un 22 por ciento prefería los acuerdos individuales27. Esta
opinión fue vertida a principios de 1961, lo que nos hace pensar que cuanto más
se desarrolla la «negociación colectiva tutelada» más apoyo tiene.
Es sabido que el empresariado tuvo «un comportamiento adaptativo a las
nuevas condiciones del entorno en el que se desenvolvió su actividad a partir de
la guerra civil»28, la búsqueda del máximo beneficio y la paz social se convirtie-
ron en los ejes prioritarios de su actividad. Dichas prioridades seguían estando
presentes a finales de los años cincuenta, por lo que apoyaron los cambios en
la política económica, que con el tiempo se mostrarán adecuados para la ob-
tención del primero de los objetivos, la búsqueda del máximo beneficio; pero
no del segundo, ya que el nuevo marco de relaciones laborales favoreció la
29. Nicolás Martínez Esturo, en Vizcaya; Francisco Román, en Málaga; Juan Gómez Egido, en Ma-
drid; Basilio Rodríguez, en Santander;... A pesar de la resolución de agosto de 1960, miembros
de la UGT se presentaron y fueron elegidos como representantes sindicales.
30. «Sólo nuestro R ha orientado a los trabajadores en el sentido de que participasen activamente en
las elecciones, presentándolas como una importante batalla revolucionaria. Las jerarquías (sic)
católicas, los dirigentes socialistas y anarquistas (y en algunos casos viejos obreros, incluso ca-
maradas, que no han superado aún su sectarismo) o no han dicho una palabra o han aconsejado
la abstención electoral.», en Datos conocidos sobre los resultados de las elecciones sindicales, sin fecha
(1966?), en Archivo del Partido Comunista de España (en adelante APCE), fondo Movimiento
Obrero, caja 89, carpeta 4, p. 2.
La posición del PCE de trabajar en el interior de los sindicatos franquistas es de 1941: «(...) es
conveniente utilizar los Sindicatos para plantear las reivindicaciones de los trabajadores, utili-
zando formas y métodos distintos, un lenguaje diferente en consonancia con las posibilidades
que estos ofrecen, utilizando a los trabajadores menos conscientes y más atrasados, para que
sean ellos los que intervengan en forma más activa en su seno», en FUNDACIÓN NACIONAL FRAN-
CISCO FRANCO, Documentos Inéditos fiara la Historia del Generalísimo Franco, t. II-2, documento n.°
174, p. 170.
en primer lugar, que las partes con capacidad para contratar eran exclusiva-
mente los representantes legales de los trabajadores y los empresarios, que se
encontraban insertos en el Sindicato Vertical; segundo, que la iniciativa para que
se produjera la negociación era una competencia exclusiva de la Organización
Sindical Española (OSE); y en tercer lugar, que el convenio acordado sólo era
eficaz si lo aprobaba el Ministerio de Trabajo. La intervención del Estado era pues
una constante. El objetivo fijado en el preámbulo y el articulado de la ley que
regulaba los convenios colectivos sindicales se movía entre el recuerdo del viejo
lenguaje nacional-sindicalista y el de la nueva racionalidad capitalista, así mien-
tras hablaba de la «colaboración armónica en el campo sindical» y de «fomentar
el espíritu de justicia social y el sentido de unidad de producción y comunidad
de trabajo», introducía que las «normas contractuales» debían de nacer del «libre
juego de las partes interesadas» y de la «elevación de la productividad», concep-
tos difíciles de encajar con los anteriores.
La iniciativa de la negociación se establecía a través de la obligación de
comunicar a la autoridad laboral la propuesta inicial realizada por el Sindica-
to. Aunque a partir de 196231 se contemplaba un nuevo sistema para iniciar
la negociación, así el artículo 3.° del Decreto sobre regulación de conflictos
colectivos establecía que en «una situación de conflicto colectivo, cuando no
exista convenio inicial, la autoridad laboral podrá decretar inmediatamente, a
instancia de cualquiera de las partes y previo intento de conciliación sindical, la
constitución de la Comisión negociadora del convenio, precediéndose seguida-
mente en la forma prevista en la Ley de Convenios». Esta nueva fórmula fue de
nuevo contemplada en otro Decreto de 197032.
Durante la negociación, la intervención del Estado estaba permanentemente
presente, como hemos visto, ya que para que un convenio tuviera eficacia ju-
rídica era imprescindible que fuese aprobado por la autoridad laboral, ya fuese
el Delegado Provincial de Trabajo o el Director General de Trabajo en el caso de los
convenios interprovinciales. Por último, la intervención más contundente, que
anulaba la libertad de las partes, era sin duda la capacidad por parte del Minis-
terio de Trabajo de dictar normas de obligado cumplimiento, en el caso de que los
empresarios y trabajadores no llegasen a un acuerdo, o no coincidiesen con el
criterio de la autoridad laboral.
A ello hay que sumar dos características más: la negociación se hacía en el
seno del sindicato vertical y las huelgas estaban prohibidas. Ahora bien, ambas
características suponen un obstáculo a la propia negociación y una remora para
la parte obrera. No obstante, la decisión de parte de la oposición de participar
en las elecciones sindicales, implicó un fortalecimiento de la misma y una quie-
bra del modelo de relaciones laborales, ya que ocupó los escalones represen-
tativos del sindicato y, a la vez, procedió a la movilización. Ambas decisiones
31. Como consecuencia de la aprobación del Decreto de 20 de septiembre de 1962 sobre la regula-
ción de conflictos colectivos.
32. Decreto de 22 de mayo de 1970.
33. Sobre la cuestión de la Oposición Sindical Obrera, Madrid, diciembre 1963, en APCE, fondo Movi-
miento Obrero, caja 89, carpeta 4, p. 1.
34. Sirva de ejemplo el caso de Paco Cabral (líder campesino en el Marco de Jerez) «que fue presi-
dente de la «sección social» del Sindicato Vertical durante veinticinco años, desde 1952», ingre-
sando en 1968 en el PCE, en FOWERAKER, Joe, La Democracia Española, Madrid, 1990, p. 48.
Elaboración propia. Nota: (1) Normas de Obligado Cumplimiento. Desde 1973, Decisiones Arbi-
trales Obligatorias. Fuente: ORGANIZACIÓN SINDICAL (Oficina Central de Convenios Colectivos),
Convenios Colectivos Vigentes, años respectivos.
con algo más del 70 por ciento de las empresas y casi el 60 por ciento de la po-
blación total trabajadora, a continuación, si tomamos como criterio el número
de trabajadores afectados, se situaban los convenios de ámbito interprovincial,
y por último, los referidos a las empresas.
La distribución geográfica en este período muestra un desfase entre el núme-
ro de los convenios y la población ocupada. Es cierto que Madrid, Barcelona y
Valencia sobrepasaban el 35 por ciento de los mismos y el 41 por ciento de los
trabajadores afectados. Pero en el caso de Valencia obedecía al enorme número
de convenios agrícolas, al igual que ocurría con Málaga o Salamanca. De hecho
la atomización de las actividades agrícolas producía un número muy elevado de
convenios, que no se correspondían con el número de trabajadores afectados.
Éste fue el caso de Orense y Soria, donde había 29 convenios para algo más de
dieciocho mil trabajadores.
Sectorialmente, entre 1958 y 1967, fue la Hermandad Sindical de Labradores,
la que negoció más convenios que además afectaban al mayor número de tra-
bajadores. Este dato no se ha tenido en cuenta habitualmente, ya que la imagen
de la rápida industrialización que se estaba llevando a cabo, se trasladaba a la
negociación colectiva de forma mimética, cuando la realidad era bien distinta.
A continuación se situaba el Sindicato del Metal, con algo más de un millar
de convenios que afectaban al 14 por ciento de las empresas y al 19 por ciento
de los trabajadores. Ahora bien, la importancia del metal se visualizaba, no sólo
por ser un sector en plena expansión, a diferencia de la agricultura, sino por la
fuerte conflictividad que generaba, ya que en él se encontraban las vanguardias
más activas de la oposición obrera. Por ello, fue en el metal donde se aplicaron
con mayor frecuencia las normas de obligado cumplimiento, dada la dificultad de
llegar a acuerdos entre las partes.
Otros sindicatos que presentaban un peso considerable fueron los de la
construcción, vidrio y cerámica, que sobrepasaban el millón de trabajadores con
convenios, seguidos de cerca por el textil.
La consecuencia más importante, desde el punto de vista económico, de la
negociación colectiva hasta 1967 fue la modificación de la rígida estructura del
sistema salarial36. La negociación colectiva se centró en temas salariales, con es-
pecial incidencia en las retribuciones pactadas en función de los rendimientos.
Se avanzó de forma importante en el incremento de la productividad, así como
en la introducción de maquinaria, lo que permitió la reducción del tiempo de
trabajo, mientras aumentaba la producción y se creaban pocos puestos de tra-
bajo. Por ello, la consideración más sobresaliente fue mejorar la competitividad,
renovando el capital fijo, sin tener en cuenta la existencia del abundante factor
de producción trabajo, que debido a la emigración y al alza generalizada del
nivel de vida, tenía una capacidad limitada de presión desde una perspectiva
económica, aunque no política.
36. Un estudio pormenorizado sobre dichas modificaciones en SERRANO, Ángel y MALO DE MOLI-
NA, José Luis, Salarios y mercados..., op>. cit., pp. 85-140.
37. Es interesante el informe realizado por Ignacio Morilla (procurador en Cortes) en el que afir-
ma: «la necesidad de que se conozca en toda su realidad las actividades de las «Comisiones
Obreras» y destaca su peligrosidad, no solamente en el campo laboral, sino también (sic) en el
terreno político, ya que dado su matiz y dependencia comunista, sus actividades en lo laboral es
simple escalón para alcanzar objetivos más trascendentales, cuales son la invasión de la propia
extructura (sic) sindical española y el derrocamiento del Régimen vigente.», en Informe sobre las
llamadas Comisiones Obreras, mayo 1967, enAFCE, fondo Movimiento Obrero, caja 87, carpeta
l,p.l.
38. Los datos provienen de los siguientes informes: ORGANIZACIÓN SINDICAL (Oficina Central
de Convenios Colectivos), Convenios Colectivos Sindicales. Información interna para los órganos
sindicales destinatarios (Primer Trimestre), 1, 1973; ORGANIZACIÓN SINDICAL (Oficina Central de
Convenios Colectivos), Convenios Colectivos Sindicales. Información interna para los órganos sindica-
les destinatarios (Segundo Trimestre), 2, 1973; ORGANIZACIÓN SINDICAL (Oficina Central de Con-
venios Colectivos), Convenios Colectivos Sindicales. Información interna para los órganos sindicales
destinatarios (Tercer Trimestre), 3, 1973; y, ORGANIZACIÓN SINDICAL (Oficina Central de Convenios
Colectivos), Convenios Colectivos Sindicales. Información interna para ios órganos sindicales destinata-
rios (CuartoTrimestre), 4, 1973.
39. Mientras que los convenios de rama engloban los convenios de ámbito interprovincial de rama,
provincial, comarcal y local, los convenios de empresa engloban los convenios de ámbito inter-
provincial de empresa, grupo de empresa y empresa.
42. BABIANO, José, Patemalismo industrial y disciplina fabril tn España (1938-1958), Madrid, 1998, p.
61.
43. SANZ ORRIO, Fermín, Discurso presentado en el acto de clausura del III Consejo Asesor de Obras Sin-
dicales, Madrid, 1950, pp. 10 y 11.
44. SÁNCHEZ, Rosario y NICOLÁS, M.a Encarna, «Sindicalismo vertical franquista: la instituciona-
lización de una antinomia», en RUIZ, David (dir.), Historia de Comisiones Obreras (1958-1988),
Madrid, 1993, p. 3.
45. ROMERO, Emilio, Tragicomedia de España (Unas Memorias sin contemplaciones), Barcelona, 1985,
pp. 92 y 93.
46. LÓPEZ RODÓ, Laureano, Memorias: años decisivos, vol. II, Barcelona, 1991, p. 387.
la ley por ellos propuesta. No hay día en que no surja la conminación, cada vez más
insolente, al Gobierno para que remita la Ley a Cortes.»47
Dicho conflicto terminará con la salida de Solís del Gobierno en octubre de
1969. La posterior aprobación de la Ley Sindical no afectará a la situación here-
dada, ya que el nuevo responsable de la OSE no tenía el mismo poder político
que Solís, por lo que dada la naturaleza del régimen político, lo importante no
era la letra de la ley sino sus apoyos. En conclusión la OSE no se movió de «su
lugar»48.
Por lo que respecta a lo segundo, la representatividad, el tema fue especial-
mente complejo, dado que para que la misma fuera real era imprescindible la
presencia de la oposición sindical, que se encontraba prohibida y fuera de los
límites políticos aceptados por la dictadura.
La falta de representatividad del Sindicato había sido denunciada de forma
reiterada desde la oposición, la Iglesia49 y la OIT50. De hecho el propio Solís
era consciente de dicha carencia, por lo que trató de negociar con Marcelino
Camacho la integración de «comisiones obreras» en el Sindicato51, cosa que no
consiguió, aunque tuvo mejor suerte con un grupo de «cenetistas»52.
La representatividad se medía a través de las elecciones sindicales, que desde
1944 y con numerosos altibajos se venían celebrando. Tanto las organizaciones
católicas como los comunistas decidieron utilizar dicha vía por «el carácter uti-
litario (...) que podían ofrecer dichas estructuras»53, hecho que se confirmó en
las elecciones de 1950 sobre todo en Cataluña54, y que sirvió para impulsar las
movilizaciones habidas en torno al boicot de los tranvías de 1951.
Con la ley de convenios colectivos sindicales, las elecciones adquirían una
mayor importancia, ya que los enlaces sindicales y los vocales de los jurados de
47. Memorándum de Carrero Blanco a Franco titulado: Consideraciones sobre la situación política, con
fecha de 7 de mayo de 1969, recogido en Ibidetn, p. 423. (El subrayado es nuestro).
48. MARTÍNEZ CUADRADO, Miguel, Anuario Político Español 1970, Madrid, 1971, p. 697.
49. Existen numerosos ejemplos pero basta mencionar: 1.°.-Declaración del Episcopado español sobre
los principios de la doctrina social de la Iglesia que deben de informar el «futuro sindicalismo», 25 de julio
de 1968; 2.°.- «Declaraciones de Monseñor Montero a El Noticiero de Zaragoza», reproducido por
el Boletín Oficial del Arzobispado, año CVIII, n.° 11 (noviembre 1969), pp. 717 y ss.; y 3.°.- De-
claración de los Consiliarios de Vanguardias Obreras, Madrid, 9 de enero de 1969, en Fondo María
Luisa Suárez (Archivo Histórico de Comisiones Obreras-Fundación I o de Mayo) (en adelante
AHCO-FPM), carpeta 67-15, p. 2.
50. Punto 1.244 del «Informe OIT», en España Perspectiva, 1970, Madrid, 1970, pp. 342 y 343. Un
análisis pormenorizado sobre el Informe de la OIT en MARTÍNEZ QUINTEIRO, Esther, ha denuncia
del sindicato vertical. Las relaciones entre España y la Organización Internacional del Trabajo (1969-
1975), vol. II (2.a parte), Madrid, 1997, pp. 37-181.
51. CAMACHO, Marcelino, Confieso que he luchado. Memorias, Madrid, 1990, pp. 176-179.
52. BULNES, Ramón, «Del sindicalismo de represión al sindicalismo de integración», Horizonte español
1966, II, París, 1966, pp. 285-325; y RAMOS, Carlos, ««El Cincopuntismo en la CNT», 1965-1966.
(Investigación sobre el proceso de discusión mantenida entre un grupo de militantes libertarios
y representantes del Sindicato Vertical. Abril 1965-abril 1966)», en TUSELL, Javier y otros, La
oposición al Régimen de Franco, t. 1, vol. 2, Madrid, 1990, pp. 137-155.
53. SARTORIUS, Nicolás, El resurgir del movimiento obrero, Barcelona, 1975, p. 25.
54. LUDEVTD, Manuel, El movimiento obrero en Cataluña bajo el franquismo, Barcelona, 1977, p. 11.
73. Véanse las Actas del Jurado de Empresa 122 (20 de abril de 1966) y 125 (12 de mayo de 1966),
Actas del Jurado de Empresa de Perkins, (AHCO-FPM), carpetas 2/30 y 2/32.
74. «Acta 133 (24 de agosto de 1966)», Actas delJurado de Empresa de Perkins, (AHCO-FPM), carpeta
2/41, p. 1.
75. «Informe del Secretario General al IV Congreso Sindical de la OSE», Tarragona, 1968, p. 12.
76. ESTMLL, Jordi y DE LA Hoz, Josep M., La cultura política deis treballadors a Catalunya (Estudi sobre
lesEleccions Sindicáis, -1944-1987), Barcelona, 1988, pp. 54-55.
77. Existen numerosos ejemplos, como el sucedido en la huelga de Barreiros de diciembre de 1970,
donde se procedió a la «detención y encarcelamiento de los hombres que han sido designados
legalmente como jurados y enlaces que son,...», en COMISIÓN OBRERA DE CHRYSLER (BARREI-
ROS), «Carta informativa de los trabajadores de Barreiros a la opinión pública», en APCE, fondo
Movimiento Obrero, caja 84, carpeta 3/35.
78. BASCO, José M., «23.000 enlaces cesados», GDS, 22 (marzo 1973), p. 15.
79. «Sr. Presidente de la Organización Internacional del Trabajo». Escrito firmado por la Represen-
tación Social de FASA-RENAULT de Sevilla (cargos en activo), enero de 1974, en APCE, fondo
Movimiento Obrero, caja 88, carpeta, 80.
80. LAS COMISIONES OBRERAS DE BAZÁN, «Declaración de CC.OO. La solución más democrática
para la firma del Convenio», El Ferrol, lde septiembre de 1970, en APCE, fondo Movimiento
Obrero, caja 86, carpeta, 6.
las Empresas.»81 Por último, una minoría optaron por negociar directamente
con CC.OO. 82 con el fin de evitar los conflictos.
La población activa creció entre 1955 y 1975 un 11,7 por ciento y la ocupada
un 7 por ciento. Esto supuso un aumento de las tasas de paro, sobre todo en los
últimos años, pero de forma especial en 1975, aunque dicha tasa seguía siendo
baja, un 3,8 por ciento. El hecho que explica porqué el paro no fue preocupante
hasta mediados de la década de los setenta, fue sin duda la emigración de la
fuerza de trabajo hacia Europa, que se inició a finales de los años cincuenta,
convirtiéndose en masiva en la década siguiente y concluyendo bruscamente a
mediados de los setenta89.
La tasa de actividad se mantuvo muy estable con una leve tendencia al cre-
cimiento. La misma pasó de un 50,9 en 1964 a un 51,3 por ciento en 1975. La
de los varones descendió de un 83,2 a un 76,7 por ciento, mientras que la de la
mujer se elevó, pasando de un 22,8 a un 28,1 por ciento.
El mercado de trabajo se vio sometido a una fuerte presión por la entrada de
numerosos jóvenes, no obstante el propio mercado respondió creando empleo
o facilitando la salida de mano de obra al exterior. Entre 1965 y 1974 «la econo-
mía española creó una media de 142.000 puestos de trabajo anuales, a través de
fue un claro incremento de la productividad. Véase BAIGE, Josep; MOLINAS, César y SEBASTIÁN,
Miguel, La economía española '1964-1985: datos, fuentes y análisis, Madrid, 1987, pp. 26 y 57.
88. FUENTES QUINTANA, Enrique, «La crisis económica española», Papeles de Economía Española, 1
(1980), p. 99.
89. FERNÁNDEZ ASFERILLA, Ana, «La emigración como exportación de mano de obra: el fenómeno
migratorio a Europa durante el franquismo», Historia Social, 30 (1998), pp. 65-66.
un ciclo cuyo punto más bajo se encuentra en 1970 y los más altos en el boom
de 1972 y 1973»90.
Uno de los rasgos más sobresalientes de este período fue el fuerte aumento
del empleo asalariado. En 1955 dicho empleo suponía el 54,2 por ciento, en
1975 el 71,1 por ciento. En la industria los asalariados pasaron, para el mismo
período de tiempo, de un 73,1 a un 89,9 por ciento. En los servicios, de un 60,7
a un 75 por ciento. Este incremento tuvo un comportamiento cíclico, ya que en
los años de mayor crecimiento del sector servicios aumentaba más el empleo no
asalariado, mientras que en los años de menor crecimiento ocurría lo contrario.
En cuanto a la construcción, sufría fuertes oscilaciones por su naturaleza coyun-
tural, siendo la presencia de asalariados muy elevada, en 1965 algo más del 89
por ciento. Pero cuando se comenzaron a sentir los primeros síntomas de crisis,
se puso en marcha una paulatina pero constante sustitución de asalariados por
trabajadores autónomos, lo que servía a los patronos para evadir las rigideces
del mercado de trabajo.
El sector agrario representaba en 1955 el 46,1 por ciento del total de la
población activa, en 1975 había descendido al 23 por ciento. El total de pérdi-
das en términos absolutos fue de casi dos millones y medio de efectivos. Este
descenso, a diferencia de lo ocurrido en los demás sectores, no hizo variar el
porcentaje de asalariados, que se movía en torno al 35 por ciento, aunque sí el
de los pequeños agricultores y ganaderos. El éxodo rural provocó un envejeci-
miento de la población activa agraria.91
Tanto la industria como la construcción y los servicios vieron aumentar el
número de trabajadores, especialmente este último sector que se incrementó
en más de dos millones de activos. De hecho va a ser el sector servicios el que
porcentualmente tenga un mayor peso en 1975, el 39,2 por ciento, mientras
veinte años antes representaba sólo un 25,9 por ciento.
A la hora de analizar la evolución de las diversas categorías ocupacionales
entre 1964 y 1976 se aprecian con claridad dos grupos. Por un lado, los que
pierden efectivos, los que se encuentran en retroceso: los pequeños propietarios
agrícolas (-8,9 por ciento), obreros sin especializar (-5,4 por ciento), obreros
agrícolas (-3,4 por ciento), autónomos en la industria y en los servicios (-0,6 por
ciento) y, por último, el de los empresarios con asalariados (-0,4 por ciento). Por
otro lado, las ocupaciones que aumentan sus efectivos: personal administrativo,
comercial y técnico (+7,8 por ciento), personal de servicios (+2,9 por ciento) y
los gerentes, directivos y encargados (+1,2 por ciento).
Estos cambios en la estructura ocupacional van a tener una notable influen-
cia en la estructura de las clases sociales92, a la vez que ponen en evidencia la
90. ALBARRACÍN, Jesús, Las tendencias básicas de la población, el empleo y el paro en el período -1964 a
•1980, Madrid, 1982, p. 25.
91. LEGUINA, Joaquín y NAREDO, José M., «Éxodo rural y envejecimiento de la población activa
agraria», Información Comercial Española, 496 (diciembre 1974), pp. 84-90.
92. Como afirma José Félix TEZANOS, los cambios habidos en la estructura ocupacional ponen de
manifiesto el proceso de modernización de la sociedad española, la quiebra del viejo sistema
similitud del proceso español con el habido en otros países de la Europa Oc-
cidental, aunque es cierto que en la mayor parte de los casos nuestro proceso
fue tardío93.
La incapacidad estructural de la economía española para absorber su oferta
de mano de obra, y la demanda de trabajadores de algunos países de Europa
occidental dio lugar a una intensa corriente emigratoria externa paralela a la
interna. La salida de mano de obra adulta fuera de nuestras fronteras no sólo
supuso un respiro para nuestro mercado de trabajo94, sino la llegada de impor-
tantes cantidades de remesas, que junto a la inversión extranjera y las divisas
que dejaba el turismo, constituyeron la base necesaria para el crecimiento eco-
nómico y el mantenimiento del equilibrio presupuestario.
En 1956 se creó el Instituto Nacional de Emigración para encauzar y facilitar la
emigración, a la vez que daba una cierta garantía a los emigrantes con la firma
de convenios con otros países como fue el caso de Alemania, Suiza y Francia.
También existía el deseo por parte de las autoridades españolas de allanar «el
camino a la integración del país en Europa»95. Entre 1961 y 1975 emigraron a
Europa más de dos millones y medio de españoles96, de los cuales el 56,5 por
ciento eran emigrantes de temporada cuya estancia era inferior a los tres meses.
Francia y la República Federal de Alemania fueron los principales países recep-
tores. A partir de 1974 la emigración exterior sufrió un «frenazo»97, debido a los
primeros síntomas de la crisis económica.
En conclusión, durante los años analizados se produjo un descenso consi-
derable del sector agrario, la consolidación y el crecimiento de la industria y el
proceso de terciarización. Dichos cambios se completan con el incremento de la
población en edad de trabajar y una intensa emigración, que absorbió una parte
sustancial de la mano de obra que la economía española era incapaz de emplear.
A ello se añadiría una cada vez más numerosa población dependiente, hecho
de clases y su sustitución por uno nuevo, que responde plenamente a la estratificación propia
de las modernas sociedades capitalistas. Este nuevo sistema, estaría condicionado por la cre-
ciente desruralización, el proceso de industrialización y terciarización, el incremento del número de
asalariados y la mesocratízación de la sociedad. Existiendo cada vez más una identificación de la
población con las clases medias. Véase de dicho autor: Estructura de clases en la España actual,
Madrid, 1975; y «Clases sociales», en GlNER, Salvador (dir.), España. Sociedad y política, Madrid,
1990, pp. 109-141.
93. AMBROSIUS, Gerold y HUBBARD, William H., Historia social y económica de Europa en el siglo XX,
Madrid, 1992, pp. 80-87.
94. Las tasas de paro nominales que se registraban en España a mediados de los años sesenta se si-
tuaban en torno al 3 por ciento, dicho porcentaje se elevaría casi al llpor ciento si se computase
la mano de obra que emigró hacia Europa.
95. SERMET, Jean, «La Nouvelle Emigration Espagnole», Revue Geographiaue des Pyrénées et du Sud-
Oueste, XXXI (septiembre 1960), p. 297.
96. La cifra exacta de emigración asistida fue de 2.565.832, pero habría que añadir la emigración
no controlada por las autoridades. Los datos provienen del cuadro 2.19 del libro coordinado
por CARRERAS, Albert y TAFUNELL, Xavier, Estadísticas históricas de España. Siglos XIX-XX, Bilbao,
2005, p. 141.
97. Parra, Francisco, La emigración española en Francia 1962-1977, Madrid, 1981, p. 44.
que tiene que ver con el aumento de la escolarización, y una mayor presencia
de la mujer en los mercados de trabajo.
98. MINISTERIO DE ECONOMÍA Y COMERCIO, Análisis estructural de los Convenios Colectivos i 980-1981,
Madrid, 1982, p. 18.
99. PÉREZ, José A., Los años del acero..., p. 123.
100. Los datos proceden del BANCO DE BILBAO, Renta Nacional de España y su distribución provincial
(Serie homogénea (-1955-1975), Bilbao, 1978, p. 89 (tabla R-29).
101. SÁEZ FERNÁNDEZ, Felipe, «Salarios y segmentación del mercado de trabajo en España», en SE-
CRETARÍA GENERAL TÉCNICA, El mercado de trabajo en España, Madrid, 1982, p. 99.
102. SERVICIO SINDICAL DE ESTADÍSTICA, Aproximación a un índice de evolución del nivel de vida para el
periodo -I950-'I975, Madrid, 1977.
103. Ibidem, p. 144.
104. «(...) los salarios establecidos se verán incrementados automáticamente con el porcentaje que
determine el Instituto Nacional de Estadística, como índice de aumento del coste de vida para
establecieron los salarios mínimos por zonas, y en 1963 se creó el salario mínimo
interyrofesional garantizado.
107. CARITAS ESPAÑOLA, Plan de Promoción Social, Asistencia Social y Beneficencia de la Iglesia en España,
I, Madrid, 1965, p. 120.
108. CASTEIXS, Manuel, «La crisis urbana de Madrid», en AYUNTAMIENTO DE MADRID, Madrid:
Cuarenta años de desarrollo urbano -1940-1980, Madrid, 1981, p. 170.
109. GARCÍA-DURAN DE LARA, José y PuiG BASTARD, Pedro, La calidad de vida en España, Madrid,
1980, p. 293.
110. CARITAS ESPAÑOLA, Plan de Promoción..., of. cit., p. 93.
111. ALCAIDE, Julio, «Así se distribuye la riqueza y la renta en la sociedad española», Revista Sindical
de Estadística, 4.° trimestre de 1974.
112. ALBI, Emilio, «La distribución personal de la renta en España (1964-1967-1970)», Hacienda
Pública Española, 32 (1975), p. 66.
113. INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA, La Renta Nacional en 4975 y su distribución, Madrid, 1976,
p. 208.
114. CARITAS ESPAÑOLA, Plan de Promoción..., op>. cit., p. 155.
115. RODRÍGUEZ CABRERIZO, Gregorio, El Estado del bienestar en España: debates, desarrollo y retos,
Madrid, 2004, p. 131; y también Papeles de Economía Española, 37 (1988).
INTRODUCCIÓN
La mayoría de estudios generales sobre el franquismo han señalado el cam-
bio de Gobierno de 1957 como un importante punto de inflexión en la trayec-
toria del régimen1. A partir de ese momento, el definitivo fracaso del proyecto
de institucionalización falangista y la sustitución del modelo autárquico por un
nuevo programa de reforma económica marcaron la transición hacia el conoci-
do como tardofranquismo, caracterizado por el predominio del sector político
tecnocrático y opusdeísta, situado bajo la batuta del almirante Carrero Blanco.
La entrada de este nuevo equipo en el gabinete y en los puestos clave del
aparato del Estado trajo consigo una renovación del personal político de la
dictadura, con la relativa postergación de las tradicionales canteras de coopta-
ción del régimen, como la del catolicismo colaboracionista y la de FET y de las
JONS2. Paralelamente a este proceso, se produjo igualmente una progresiva mo-
dificación de las referencias legitimadoras de la dictadura3, que tendrá su punto
culminante con las celebraciones de los XXV Años de Paz, que marcaron el paso
desde la «legitimidad de origen» a la «legitimidad de ejercicio», como puso de
manifiesto el estudio de Paloma Aguilar Fernández 4 . Este cambio tenía como
1. PAYNE, Stanley G., El régimen de Franco. 1936-1975, Madrid, 1987; MoRADIELLOS, Enrique, la
España de Franco (1939-1975). Política y Sociedad, Madrid, 2000; SOTO CARMONA, Alvaro, ¿Atado y
bien atado? institucionalización y crisis del franquismo, Madrid, 2005.
2. GENIEYS, William, Les élites espagnoles face a l'État. Changements de régimes politiques et dynamiques
centre-périphéries, Paris, 1997; CAMPUZANO, Francisco, L'elite franauiste et la sortie de la diaature,
París, 1997.
3. ROCA, José M., «Fuentes de legitimidad del régimen franquista», en Tiempos De Silencio. Actas del
IVEncuentro de Investigadores del Franquismo, Valencia, 1999, pp. 696-698.
4. AGUILAR FERNÁNDEZ, Paloma, Memoria y olvido de la Guerra Civil española, Madrid, 1996.
5. MORENO JUSTE, Antonio, franquismo y construcción europea (195t-'l96Z): anhelo, necesidad y realidad
de la aproximación a Europa, Madrid, 1998.
6. GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro Carlos, «Gonzalo Fernández de la Mora y la «legitimación» del fran-
quismo», Sistema, 91 (1989), pp. 83-105; El fin de las ideologías: sobre el agotamiento de las ideas po-
líticas en los años cincuenta (presentación y coordinación de la edición española, Joaquín ABELLÁN),
Madrid, 1992.
7. YSÁS, Pere, Disidencia y subversión. La lucha del régimen franquista por su supervivencia, 1960-1975,
Barcelona, 2004, p. XII.
Klemperer 8 - fue su corrupción del lenguaje9, con una modificación del sentido
de buena parte de los conceptos de los que se servían tanto en su propaganda
como en su praxis legislativa. Como ha remarcado Benjamín Rivaya a propósito
de la legislación del nacionalsocialismo: «El dato que primeramente descubría
el intento transformador de los nazis se encontraba en el lenguaje. Antes que
nada la revolución jurídica fascista fue una revolución lingüística, y no sólo por
el uso constante de términos como «pueblo», «espíritu», «vida», «orgánico» y
otros semejantes, sino también porque las palabras jurídicas habituales fueron
arrinconadas en beneficio de otras nuevas que [...] correspondían a realidades
y conceptos distintos»10. De la misma forma, en una obra ya clásica, Emilio
Gentile advertía de la importancia de esta modificación terminológica para el
proceso de «sacralizzazione della politica» ocurrido en la Italia del fascismo11.
Esta transformación se había producido igualmente en España tras el triun-
fo de las tropas nacionalistas en la guerra civil. En consonancia con el carácter
ecléctico de la coalición reaccionaria del franquismo, carente de una tradición
ideológica unitaria, los juristas del régimen no se lanzaron a la creación de un
nuevo léxico jurídico basado en los postulados fascistas-falangistas, sino que
optaron por una simbólica vuelta historicista a términos propios del Antiguo
Régimen, sobre los que existía un mínimo consenso en cuanto a la apelación
a su herencia doctrinal. De esta forma, las sucesivas pseudoconstituciones del
régimen recibieron el nombre, de regusto tradicionalista, de Fueros; por su par-
te, el antiguo parlamento sería denominado, desde su re-creación corporativa
de 1943, como Cortes Españolas, mientras que sus miembros pasaban de ser
diputados a Procuradores, nombre inspirado en los antiguos componentes de las
Cortes de Castilla y recuperado para evitar el uso de una palabra de reminiscen-
cias liberales. El mensaje que se pretendía transmitir era que la conformación
institucional del Nuevo Estado suponía el retorno de «una concepción política
y una estructura estatal que por ser legítimas de origen y por estar insertas bio-
lógicamente en las entrañas de la tradición y ser conformes con los imperativos
de nuestro tiempo, cristaliza desde el primer instante en un sistema político-
social de derecho, españolamente original, superador, sin lastres ni taras, con
un sentido de continuidad histórica»12, así como una liquidación definitiva del
liberalismo político decimonónico.
A la luz de esta interpretación, la renovación del lenguaje político de la
dictadura en Jos años sesenta ejemplificaba la apelación a las nuevas fuentes
de la «legitimidad de ejercicio», con la utilización exhaustiva de términos co-
mo «desarrollo», «bienestar», «paz», o la articulación de nuevas construcciones
jurídicas como la de «Constitución Abierta», presentes en las declaraciones y
8. KLEMPERER, Victor, La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo, Barcelona, 2001.
9. WlNCKELER, Lutz, La función social del lenguaje fascista, Barcelona, 1979.
10. RlVAYA, Benjamín, «La reacción contra el fascismo (La recepción en España del pensamiento
jurídico nazi)», Revista de Estudios Políticos (Nueva Época), 100 (1998), p. 162, nota.
11. GENTILE, Emilio, // culto del littorio: la sacralizzazione della politica nell'halia fascista, Roma, 1993.
12. FRANCO, Francisco, Pensamiento político de Franco, tomo I, Madrid, 1975, p. 85.
discursos tanto del Gobierno y sus miembros 13 como del propio Franco14. En
este sentido, quizá por sus implicaciones a nivel internacional, se hizo espe-
cial recurso del concepto de «Estado de Derecho», que incluso figuraba en la
declaración programática del nuevo Gobierno de 1957, en la que se formulaba
la aspiración de «completar el cuadro de las instituciones jurídicas y políticas
propias del Estado de Derecho»15. Con su apropiación, el régimen franquista
pretendía emparentarse con los sistemas democráticos, y trataba de demostrar
que su ordenamiento jurídico, a pesar de sus particularidades nacionales, era
perfectamente homologable al del resto de países de Europa occidental.
13. El 15 de julio de 1962, Camilo Alonso Vega proclamaba la superioridad de la democracia es-
pañola, ya que un régimen «será tanto más democrático y tendrá mayor legitimidad según los
buenos servicios rendidos al pueblo, según sus esfuerzos y resultados para lograr un orden justo,
un Estado de Derecho, una Seguridad Jurídica como los forjados por el Régimen de Franco»,
YSÁS (2004), p. 128.
14. FRANCO, Francisco, Pensamiento político de Franco, tomo II, Madrid, 1975.
15. «Declaración programática del Gobierno de 1957», 27 de febrero de 1957.
16. RUIZ CARNICER, Miguel Ángel, «La idea de Europa en la cultura franquista 1939-1962», Hispania,
199 (1998), p. 681.
17. SERRANO SÚÑER, Ramón, De la victoria y la postguerra (Discursos), Madrid, 1941, p. 100.
18. SERRANO SLJÑER, Ramón, Entre Hendaya y Gibraltar, Barcelona, 1973, p. 230; Entre el silencio y la
propaganda, la Historia como fue. Memorias, Barcelona, 1978, p. 158.
19. THOMÁS, Joan Maria, La Falange de Franco. Fascismo y fascistización en el régimen franquista (1937-
1945), Barcelona, 2001.
20. LEGAZ LACAMBRA, Luis, El Estado de Derecho en la actualidad, Madrid, 1934; Introducción a la Teo-
ría del Estado Nacional-Sindicalista, Barcelona, 1940; «Estado de Derecho e idea de la legalidad»,
Revista de Administración Pública, 6 (1951).
21. LÓPEZ GARCÍA, José Antonio, Estado y derecho en el franquismo. El nacionalsindicalismo: F. J. Conde
y Luis Legaz Lacambra, Madrid, 1996.
22. TÚSELE, Javier, Franco y los católicos. La política interior española entre 1945 y 1957, Madrid, 1984.
23. Boletín de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, 365 (1946), pp. 1-7.
24. GRACIA, Jordi, «La idea del Estado en la Revista de Estudios Políticos (1945-1958)», TUSELL, Javier
et alia (eds.), El régimen de Franco (1936-1975)- Política y Relaciones Exteriores, Madrid, 1993, tomo
I, pp. 581-592.
28. Archivo General de la Administración, Sección Presidencia, Secretaría General del Movimiento,
caja n.° 18540, Carta del Ministro de Justicia a José Solís Ruiz, Ministro Secretario General del
Movimiento, 21 de marzo de 1961.
29. Archivo del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, «Memoria del IEP (1939-1964)».
30. El Imperio de la Ley en España, Ginebra, Comisión Internacional de Juristas, 1962.
31. Ibidem, p. 37. «En otros países de la Europa occidental los tribunales militares desempeñan en
época de paz una función meramente secundaria que se limita al enjuiciamiento de los delitos
exclusivamente militares [...] En España la situación es totalmente distinta. Los tribunales
militares constituyen uno de los pilares del régimen actual, instituido en primer lugar por un
levantamiento armado. Su jurisdicción es muy amplia en causas penales ordinarias y todavía
lo es más en relación con causas penales de carácter político. El Gobierno ha utilizado procedi-
mientos poco ordinarios para comprender en la jurisdicción de los tribunales militares materias
que por lo común les son completamente ajenas. Disposiciones especiales, en particular el
Decreto de 21 de septiembre de 1960, han asimilado a los delitos de carácter militar algunos
delitos comunes y delitos políticos cometidos por civiles».
El Informe concluía que «La España moderna se basa en los cimientos sen-
tados durante la guerra civil», a lo que añadía declaraciones como la siguiente:
«Abrigamos la viva esperanza de que el Gobierno español haga pronto patente
su respeto por la dignidad y los derechos del individuo». Las declaraciones que
parecen reconocer alguna libertad a la prensa serán palabras vacías de sentido
si, como hasta ahora, el Gobierno puede seguir nombrando y destituyendo a
los directores de periódicos y fiscalizar totalmente tanto la expresión de opinio-
nes por medio de la prensa como el contenido y la presentación tipográfica de
las informaciones, al tiempo que afirmaba desear que el «heroico y denodado
pueblo español [...] avance hacia la libertad y la prosperidad en el seno de la
colectividad europea». Sin duda, el Informe suponía un auténtico jarro de agua
fría a la altura de noviembre de 1962, apenas 9 meses después de la solicitud de
apertura de negociaciones para la integración en la CEE.
El Gobierno de Franco encargó nuevamente al IEP la redacción de una res-
puesta para su publicación y difusión internacional. El resultado de este trabajo
apareció editado por el Servicio Informativo Español en 1964, bajo el título:
España, Estado de Derecho. Réplica a un informe de la Comisión Internacional de Juris-
tas32, y fue ampliamente distribuido en medios de prensa y diplomáticos, tanto
en España como en el extranjero.
La obra calificaba al Informe de la Comisión de mero «panfleto de propa-
ganda contra el orden político establecido en España». Para demostrarlo, el
texto acudía a la práctica totalidad del repertorio de construcciones con las que
el régimen trató de legitimarse a lo largo de toda su historia. De esta forma, se
combinaban tanto elementos de la «legitimidad de origen» como de la nueva
legitimidad desarrollista y tecnocrática. Junto a estas referencias doctrinales,
se recurría igualmente a la comparación con la legislación de Francia o Gran
Bretaña sobre determinadas materias y a la apoyatura en frecuentes citas de
autores españoles de prestigio internacional, generalmente considerados como
críticos del régimen, como el catedrático de Derecho Político y académico de
Ciencias Morales, Nicolás Pérez Serrano, e incluso de opositores como Salvador
de Madariaga.
En opinión de sus redactores, el informe de la CIJ ignoraba palmariamente
los fundamentos del ordenamiento español, entre los que se hacía mención al
Derecho Natural, el Derecho público cristiano y, ante todo, al enlace con la «tra-
dición de la Jurisprudencia española», cuyas creaciones doctrinales formaban
«parte esencial de la civilización del mundo libre» y que habían sido convenien-
temente actualizadas para responder «a las nuevas realidades del presente»33.
En alusión a la calificación como «rebelión militar» del golpe del 18 de julio, los
redactores del IEP refutaban esta consideración en virtud de una de las primeras
32. España, Estado de Derecho. Réplica a un informe de la Comisión Internacional de Juristas, Madrid,
1964.
33. Ibidem, p. 34.
34. Francisco Franco (1975), tomo I, p. 366: «Una nación en pie de guerra es un referéndum inapela-
ble, un voto que no se puede comprar, una adhesión que se rubrica con la ofrenda de la propia
vida. Por eso creo que jamás hubo en España un Estado más legítimo, más popular y más repre-
sentativo que el que empezamos a forjar hace casi un cuarto de siglo».
35. España, Estado de Derecho, p. 18.
36. MARTORELL, Miguel, «De ciencias sociales y ángeles custodios: la Real Academia de Ciencias
Morales y Políticas bajo la guerra y la autarquía», Historia y Política, 8 (2002), pp. 229-252.
37. España, Estado de Derecho, pp. 24-25.
38. Ibidem, p. 34.
39. FERNÁNDEZ CARVAJAL, Rodrigo, La Constitución española, Madrid, 1969.
40. España, Estado de Derecho, p. 35.
les similar a la que puede exhibir cualquier otra constitución moderna». La argu-
mentación no podía ir más allá, puesto que el resto de referencias tenían como
base únicamente distintos proyectos legislativos. En este sentido, se anticipaba
la próxima aparición de legislación específica sobre la libertad de expresión,
proyecto capitaneado por Fraga desde su nombramiento para el Ministerio de
Información y Turismo, que desembocaron en la Ley de Prensa e Imprenta de
1966; o sobre la libertad religiosa, propuesta por Fernando María Castiella en
1964 siguiendo las orientaciones del Concilio Vaticano II, pero cuya aprobación
definitiva fue bloqueada por Carrero Blanco hasta el 28 de junio de 1967.
En materia judicial, se equiparaba la Ley de Responsabilidades Políticas de
1939 con las Ordenanzas del Gobierno provisional francés de 1943 sobre depu-
ración administrativa de funcionarios41. Por su parte, sobre uno de los ejes del
Informe de la CIJ, las atribuciones a la jurisdicción militar, el texto de respuesta
remitía a la nueva Ley de Orden Público y a la creación del Tribunal de Orden
Público, que suponía un reforzamiento de la jurisdicción civil42. Este proceso se
comentaba de la siguiente forma: «La Ley española de Orden Público ocupa una
posición de gran moderación en el panorama de la legislación comparada [...]
notablemente más benigna que la reciente Ley francesa de Seguridad Interior
del Estado o que la legislación británica de Defensa en situaciones de emergen-
cia»43. Dicho análisis obviaba deliberadamente que la fecha de constitución de
dicho Tribunal era posterior a la propia emisión del dictamen de la CIJ. Por si
esto fuera poco, la relativa flexibilización derivada de esta nueva legislación
terminaría con el decreto-ley de 18 de agosto de 1968, que ante el auge el terro-
rismo vasco devolvía a la Justicia militar la competencia sobre las consideradas
actividades subversivas, lo que también incluía un amplio abanico de actitudes
pacíficas de disidencia y oposición política44.
Con todo, el aspecto central de la réplica al Informe de la CIJ era la valo-
ración de una de las construcciones jurídicas más completas del régimen fran-
quista en toda su historia, el Estado de Derecho Administrativo implementado
desde mediados de los años cincuenta45, «aspecto en el que el panorama de
nuestro país es notablemente superior a la mayoría de los demás países», como
se afirmaba ufanamente en la obra46. Dicha legislación había sido elaborada en
gran medida desde el IEP, concretamente desde su Sección de Reforma de la
Administración, dirigida por Eduardo García de Enterría, y el grupo reunido en
torno a la Revista de Administración Pública, a lo largo de un complejo proceso no
exento de choques con Laureano López Rodó y los sectores políticos del Opus
Dei. Finalmente, se había establecido lo que la teoría del Derecho Constitucio-
nal catalogaba como «control jurídico de la esfera de la acción diaria de la ad-
CONCLUSIONES
El intento del régimen franquista por atribuirse una nueva legitimidad a
través de la transformación de su lenguaje político durante los años sesenta se
enfrentaba a una serie insalvable de dificultades. Por encima de la imposibilidad
de articular una verdadera teoría del Estado propia, dada la heterogeneidad de
sus bases y apoyos ideológico-sociales, la dictadura fue contestada en su uti-
lización del término «Estado de Derecho» tanto desde el exterior como en el
interior.
En el plano internacional, el Informe de la Comisión Internacional de
Juristas, un organismo reconocido por Naciones Unidas como centro de con-
sulta de primer rango, supuso un duro golpe a las aspiraciones franquistas de
reconocimiento como Estado homologable a las democracias occidentales, al
tiempo que significaba una muestra más de que el proceso de convergencia con
la Europa unida no tendría verdaderamente lugar hasta que la dictadura fuera
sustituida por un verdadero Estado democrático de Derecho.
En el plano interno, la polémica sobre el Estado de Derecho pondría de ma-
nifiesto el creciente disenso intelectual que el régimen habría de sufrir durante
toda la década de los años sesenta, proceso protagonizado paradójicamente por
las nuevas generaciones intelectuales y universitarias formadas ya enteramente
bajo el sistema educativo y los distintos aparatos de socialización de la dicta-
dura. Para el caso concreto que nos ocupa, justamente el modelo señalado por
el franquismo como renovación del concepto, el Estado Social de Derecho, fue
articulado desde el seno del IEP en un sentido doctrinal contrario a los intereses
del régimen por parte de autores como Pablo Lucas Verdú51 o, especialmente,
Elias Díaz, cuyos artículos sobre el Estado de Derecho en la misma Revista de
Estudios Políticos se permitían refutar la propia concepción del régimen sobre el
concepto, al afirmar en fecha tan temprana como 1963, que «No todo Estado
es Estado de Derecho». Por supuesto, es cierto que todo Estado crea y utiliza
un Derecho, que todo Estado funciona con un sistema normativo y jurídico.
Difícilmente cabría pensar hoy un Estado sin Derecho, un Estado sin un sistema
de legalidad. Y sin embargo, decimos, no todo Estado es Estado de Derecho;
la existencia de un orden jurídico, de un sistema de legalidad, no autoriza a
5 1 . VERDÚ, Pablo Lucas, Estado liberal de Derecho y Estado Social de Derecho, Salamanca, 1955.
hablar sin más de Estado de Derecho. Designar como tal a todo Estado, por el
simple hecho de que se sirve de un sistema normativo jurídico, constituye una
imprecisión conceptual y real que sólo lleva -a veces intencionadamente- al
confusionismo»52.
52. DÍAZ, Elias, «Teoría general del Estado de Derecho», REP, 131 (1963), pp. 21-48.
* Sin ánimo obviamente de agotar el tema, en este trabajo se adelantan algunos avances de la
tesis doctoral dentro del proyecto que lleva por título El Cambio Cultural y las Actitudes Políticas en
España durante los Años Sesenta, que actualmente está desarrollando el autor, gracias a una beca
de formación de Personal Docente e Investigador de la Universidad de Alicante. Dicha tesis está
dirigida por el profesor Glicerio Sánchez Recio y adscrita al proyecto de investigación mucho más
amplio que él dirige, referencia BHA2002-01787, subvencionado por el Ministerio de Ciencia y
Tecnología.
1. Sobre la dinámica de la censura del libro durante el franquismo, el estado de la cuestión más com-
pleto que podemos encontrar hasta la fecha es sin duda BLAS, J. Andrés de, «El libro y la censura
durante el franquismo: un estado de la cuestión y otras consideraciones», Espacio, Tiempo y Forma,
Historia Contemporánea, t. 12 (1999), Madrid, UNED, pp. 281-301, con reflexiones sugerentes muy
en la línea de la psicoanalítica obra de NEUSCHÁPER, Hans-Jórg, Adiós a la España Eterna: La dialéctica
de la censura. Novela, teatro y cine bajo el franquismo, Barcelona, Anthropos, 1994, siendo el último es-
tudio publicado sobre el tema (aunque referido únicamente a los primeros 6 años), RUIZ BAUTISTA,
Eduardo, Los señores del libro: propagandistas, censores y bibliotecarios en el primer franquismo, Asturias,
Trea, 2005; por otra parte, resultan de obligada lectura los trabajos de Manuel Luis Abellán, en espe-
cial su obra ya clásica, Censura y creación literaria en España (19Í9-1976), Barcelona, Península, 1980,
así como Censura y literaturas peninsulares, Amsterdam, Rodopi, 1987; si bien es digna de destacar,
aunque sólo sea por su valor testimonial, la obra de ClSQUELLA, G.; ERVITI, J. L. y SOROLLA, J. A., La
represión cultural en el franquismo. Diez años de censura de libros durante la Ley de Prensa (1966-1976),
Madrid, Anagrama, 2002, sin olvidarnos de MORET, Xabier, Tiempo de editores, Barcelona, Destino,
2003, interesante como punto de partida aunque plagada de errores y excesivamente superficial.
2. Llamado hasta octubre de 1962 «Sección de Inspección de Libros» y «Sección de Ordenación
Editorial» a partir de enero de 1968.
3. Entendiendo por tales «los libros, folletos, hojas sueltas, carteles y otros impresos análogos»,
en contraposición a las publicaciones periódicas, según CEDAN PAZOS, Edición y comercio del libro
español (1900-1972), Madrid, Editora Nacional, 1973, p. 20.
según las cuales, a grandes rasgos, los censores debían juzgar con mucha ma-
yor benevolencia los libros «de minorías», es decir, aquellos cuya complejidad
de lectura y elevado precio restringiesen su acceso a una minoría intelectual
económicamente solvente4. En esta misma categoría estarían incluidas obras de
marxismo no proselitista, libros sobre España que no cuestionasen «las esen-
cias» del Régimen, y algunas obras incluidas hasta entonces en el Index librorum
prohibitorum. La labor de la censura se especificará desde ahora como «eminen-
temente política»5, en contraposición a la época del integrista Arias Salgado, en
la que primaban los valores morales y religiosos sobre todo lo demás.
Por otra parte, habrá una tendencia a la permisibilídad para la importación
de libros hasta entonces prohibidos, especialmente en tiradas muy reducidas,
lo que permitirá que muchos de los autores que luego se publiquen, ya fueran
conocidos con anterioridad, al menos en círculos restringidos.
Otro de los pilares fundamentales del sistema ideado por Fraga lo constituía
la recién reorganizada Sección de Inspección de Librerías, Estafetas y Aduanas,
cuyos integrantes constituían una verdadera policía a las órdenes del Ministro.
Divididos piramidalmente en Centrales, Regionales y Locales, su misión era vi-
gilar que ningún tipo de impreso no periódico incumpliese las disposiciones en
vigencia, complementando así el trabajo de los censores. Su labor, no obstante,
tenía que ir más allá de lo meramente represivo, realizando constantes sondeos
de mercado, y buscando en todo momento el colaboracionismo y la implica-
ción de libreros y editores, a base fundamentalmente de «imbuir [en ellos] un
gran sentido de responsabilidad», en tono claramente paternalista, tan propio,
como sabemos, de los agentes del Régimen6.
Tanto el Servicio de Orientación Bibliográfica como la Sección de Inspección
de Librerías, Estafetas y Aduanas serviría a los fines del poder en esa doble
vertiente citada: controlar el flujo de información dirigida a los ciudadanos, por
medio de la censura y la represión cultural, y dar a conocer al poder diversos
aspectos de la realidad del país, relacionados sobre todo con la disidencia po-
lítica y cultural, a través de numerosos informes, tanto periódicos como por
encargo.
Pero para que el sistema fuera perfecto, para que fuera realmente útil al
poder, era necesario disponer de un organismo con competencias interminis-
teriales que garantizase el flujo de la información y la canalizase por los con-
ductos adecuados. Y para ello, Fraga creó la Oficina de Enlace, un organismo
dependiente directamente del Ministro de Información y Turismo, «destinada a
4. Razón por la cual no habrá problema en admitir a depósito, por ejemplo, una edición de lujo de
los tomos I y II de El Capital de Marx publicada por Edafen 1967, mientras que, por otra parte,
las ediciones abreviadas y baratas de la misma obra publicadas por Equipo Editorial y por Halcón,
fueron retiradas del mercado por las autoridades y puestas a disposición del Tribunal de Orden
Público en 1968.
5. Todo ello, según las «Instrucciones provisionales sobre Censura» de 13-XII-1962, en AGA, SC,
caja 49092.
6. Información contenida en «Estructuración y funcionamiento de la Inspección de librerías, estafe-
tas y aduanas», de 29-V-1962, AGA, SC, caja 21662.
coordinar aspectos concretos de la información política, que tanto este Ministerio como
otros Departamentos de la Administración o Entidades extranjeras puedan recibir»7.
Naturalmente, la función última y principal de la Oficina de Enlace (que sólo
a fines de los 70 pasará a denominarse Gabinete de Enlace) era el control de la
oposición al Régimen, viniera de donde viniera.
De ese modo, con todas las piezas de la maquinaria bien engarzadas, el
último paso sería impulsar definitivamente una Ley de Prensa e Imprenta más
acorde con los nuevos tiempos, quedando reservado para el régimen un medio
de comunicación de masas tan formidable como la televisión, el arma de pro-
paganda y desmovilización sociopolítica más moderna de su tiempo.
Sin embargo, la Ley de Prensa e Imprenta de 19668 (en adelante, LPI) tuvo un
carácter extremadamente restrictivo. Sobre las editoriales propiamente dichas,
sus sistemas de control fueron dos, en esencia. El primer sistema, consistía en
la creación de un «Registro de Empresas Editoriales» de obligatoria inscripción,
cuyos requisitos previos de admisión otorgaban total discrecionalidad al Mi-
nisterio9. El segundo sistema, permitía a los editores acogerse a la fórmula de
«consulta voluntaria», por la cual los censores aplicaban, en definitiva, la misma
dinámica de la Censura Previa y que, como decíamos, nunca hubo voluntad de
suprimir. Sí se elegía la opción de presentar directamente la obra a Depósito, se
corría el riesgo de que la obra fuera denunciada al recién creado Tribunal de Or-
den Público y, lo que es peor, víctima de un «Secuestro Previo Administrativo».
Una medida extrema que suponía un serio quebranto económico a la editorial
afectada. Existía, no obstante, una fórmula intermedia conocida como «Silencio
Administrativo», que significaba que el editor corría con todos los riesgos.
A ello se añadía la ambigüedad y la imprecisión de las restricciones im-
puestas (reflejadas en el célebre artículo 2.°), la gran cantidad de facultades
sancionadoras que concedía a la Administración, y otras disposiciones dictadas
sucesivamente por el Gobierno, como fueron la inmediata reforma parcial del
código penal, que elevaba a la categoría de delito las limitaciones del artículo 2°
a la libertad de expresión, o la Ley de Secretos Oficiales, de abril de 1968.
Más interesante para nosotros y mucho menos estudiado resultan los nue-
vos criterios censoriales10, que se añadían a los anteriores. Por un lado, la de-
negación de la obra cuando el tema abordado no se correspondiese con el plan
editorial presentado y, por otro lado, el criterio de tipo «coyuntural», es decir,
previsto para toda obra que, sin violar ningún precepto legal, «pueda suponer una
perturbación grave por razones de tiempo y lugar».
Pero en principio, y para dar credibilidad al proceso de apertura del Minis-
terio, la fórmula denegatoria tenía que aplicarse lo menos posible. Al igual que
se consideraba el Secuestro Previo Administrativo una medida extrema, de ex-
cepcional alcance y alto riesgo, dado el alto precio político que podía suponer,
para la Administración, cada Secuestro sin visos de prosperar en un proceso
judicial. De ahí que los censores debieran atender en todos los casos «más a lo
que se dice que a lo que parece que se quiere decir». Es importante observar que se
trata de un criterio lógico, en tanto en cuanto van a ser los Tribunales quienes
fiscalicen, en última instancia, qué obras transgredían o no supuestamente las
Leyes del Movimiento. Y fijémonos bien, porque en la fórmula de atender más
a las formas que al contenido de un texto, se encuentra una de las claves, una
fisura dentro del sistema, que va a permitir la definitiva transformación del libro
en una poderosa arma de combate contra la dictadura, en tanto en cuanto se
vaya perfeccionando el método de «escritura entre líneas», especialmente cul-
tivado desde el principio por las diversas publicaciones de carácter progresista
que fueron apareciendo a lo largo de la década, como Triunfo o Cuadernos para
el Diálogo, cuyo desarrollo será indisociable del mundo editorial.
Del mismo modo, la consideración del Secuestro y la Denegación como
medidas de «último recurso», implicaba necesariamente la apertura de un muy
limitado margen de maniobra negociadora y de una mínima posibilidad de
diálogo, impensables hasta entonces.
10. Plasmadas, por ejemplo, en una circular dirigida a las Delegaciones Provinciales que daba cuenta
de las instrucciones iniciales de carácter general correspondientes a la aplicación de la Ley de
Prensa, extensibles a las publicaciones unitarias. AGA, SC, caja 65136, 23-111-1966.
11. Heterogeneidad como reflejo evidente de los distintos frentes de «resistencia interior» al fran-
quismo, tanto preexistentes como de nuevo cuño, que se van a ir abriendo y ampliando a lo
largo de toda la década. En este sentido, resulta interesante el clásico FERNÁNDEZ VARGAS, Va-
lentina, La resistencia interior en la España de Franco, Madrid, Istmo, 1981.
a una formación del público al que iban dirigidas, alternativa a la promovida por
el régimen. En otras circunstancias, estos elementos podrían ser perfectamente
independientes; sin embargo, en este momento, en ausencia de un régimen de
libertades, van a adquirir una relación prácticamente indisociable, donde cada
editorial se va a ver influida en su trayectoria (o desde su origen) por al menos
tres de esos cinco elementos. Las motivaciones políticas (sean o no de carácter
militante) se traducen principalmente en una decidida oposición al régimen que
se acrecienta y radicaliza con el tiempo. Las religiosas, aparecen de la mano
del desarrollo de un cristianismo progresista, al socaire del Concilio Vaticano
II, de trascendencia fundamental. En cuanto a las motivaciones académicas o
intelectuales, responden a la necesidad de una renovación del pensamiento
académico, sobre todo en el ámbito de las Ciencias Sociales, aunque no de
manera exclusiva. Y por lo que respecta a las motivaciones nacionalistas, se
dan fundamentalmente en el entorno de las «nacionalidades históricas», frente
al anhelo de la recuperación de la lengua y la cultura autóctona de las mismas.
Lo que parece evidente es que, independientemente de cual sea su origen, el
resultado acaba siendo la pluralidad, la heterogeneidad, el diálogo, y la editorial
acaba por servir de altavoz para que todas las voces, todas las opciones -cons-
treñidas o directamente silenciadas- puedan alzar su protesta. Por tal motivo,
las trayectorias van a converger en el devenir de la década, hasta ser práctica-
mente coincidentes. Las editoriales se convierten en escuelas de pluralidad y
de democracia. Estos medios de comunicación y de difusión alternativos van a
ir influyendo en la configuración de una cultura de vanguardia de izquierdas,
progresista, de la que van a ser ellas mismas partícipes, ejerciendo así de ver-
daderos «free spaces»12 o «espacios de libertad», en tanto en cuanto se trata de
plataformas desde donde se genera e impulsa parte de ese proceso de cambio
cultural, previo e indispensable al de Transición Política iniciado desde media-
dos de la década siguiente.
De ahí que estas empresas editoriales, surgidas de forma voluntaria por ini-
ciativa privada, vayan a formar, tanto en su conjunto como cada una por separa-
do, un proyecto pedagógico de naturaleza política, lo cual implicaba contribuir
de forma decisiva a la renovación del pensamiento y de las Ciencias Sociales
a todos los niveles, algo que por fuerza habría de traducirse en la definitiva
desmitificación de la imagen de España (pasada, presente y futura) ofrecida por
el Régimen, totalmente distorsionada y alejada de la realidad. Como afirmaba
Jesús Munárriz, en su prólogo a Cándido, de Voltaire {Ciencia Nueva, 1967), «(...)
explicar lo ignorado, marca forzosamente nuevas formas de conducta hacia el futuro
\2. El sugerente concepto «free spaces» procede de la historiografía norteamericana, siendo la obra
donde su desarrollo y aplicación ha sido más destacable EVANS, Sara y C. BoYTE, Harry, Free
Spaces: The Sources of Democratic Change in America, Nueva York, Harper and Row, 1986, si bien
su introducción en España corresponde a Sevillano Calero, como demuestran sus artículos:
SEVILLANO CALERO, Francisco, «Cultura y disidencia en el franquismo, aspectos historiográfi-
cos», Pasado y Memoria, n.° 2 (2003), Universidad de Alicante, pp. 307-312 y «Acotaciones a un
debate», Historia del Presente, n.° 5 (2005), Madrid, UNED.
13. Véase especialmente el capítulo VI de HABERMAS, J, Historia crítica de la opinión pública. La trans-
formación estructural de la vida pública, Barcelona, Ediciones G. Gilí, 2002, pp. 209-248.
14. ÍRADERA, Javier, «Apagones en la Galaxia Gutenberg», Claves de la razón práctica, n.° 8 (diciembre
1990), Madrid, pp. 75-78.
15. Datos sobre matriculaciones extraídos de FUNDACIÓN FOESSA, Estudios sociológicos sobre la situa-
ción social de España -1975, Madrid, Editorial Suramérica, 1975.
16. Nos referimos sobre todo a la triple vertiente en que, según Chartier esencialmente, es impor-
tante afrontar el estudio de un libro desde la Historia de la Cultura: crítica textual, análisis del
soporte material que lo contiene, y estudio de las prácticas de lectura condicionadas por la obra,
especialmente en CHARTIER, Roger, El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y
representación, Barcelona, Gedisa Editorial, 1996.
17. Según Adelaida Román, colaboradora durante un tiempo de la editorial ZYX. Entrevista perso-
nal, Madrid, 8-XII-2004.
18. Véase si no el informe «Obras de la editorial ZYX de España en Bruselas», de 30/01/1970, en
AGA, SC, caja 40985.
19. Sobre Nova Terra véase MARÍN, Dolors y RAMÍREZ, Agnés, Editorial Nova Terra '1958-1978. Un
referent, Barcelona, Editorial Mediterránia, 2004.
20. De la revista Cuadernos para el Diálogo es importante resaltar, entre otros trabajos, la obra de
RENAUDET, Isabelle, Un Parkment de papier. La presse d'opposition au franquisme durant la demiire
décennie de la dictaturt et la transition démocratique, Madrid, Casa de Velázquez, 2003. Aunque
más interesante para nosotros ha resultado la tesis de Javier Muñoz Soro, a quien agradecemos
desde estas páginas su confianza al habernos facilitado un ejemplar de la misma poco después
de su lectura. Dicha tesis ha dado como fruto la obra publicada recientemente, MUÑOZ SORO,
Javier, Cuadernos para el Diálogo (1965-1976). Una historia cultural del segundo franquismo, Madrid,
Marcial Pons, 2005.
21. Como puede apreciarse en la correspondencia incluida en AGA, SC, expediente 4415-65.
22. Afirmaciones como ésta pueden leerse no sólo en el prólogo, si no también en las solapas de
la obra.
23. AGA, SC, expediente 4249-67.
24. Sin ir más lejos, el segundo de los originales presentados a censura previa, una obra colectiva
titulada El trabajo, fue denegada sin contemplaciones, lo cual obligaría a la editorial a extremar
al máximo sus precauciones. AGA, SC, expediente 4450-65.
25. Véase el EDITORIAL, «Con censura o sin ella», Cuadernos p>ara el Diálogo, n.° 30 (1966), Madrid,
pp. 1-3.
motivo por el cual el TOP sobreseyó el caso26. La estrategia había salido bien,
Fraga había caído en su propia trampa, se había fijado más en el contenido que
en las formas, el MIT había sufrido un duro golpe frente a la opinión pública27,
y el suceso había proporcionado una cobertura mediática y una publicidad a
la obra que la editorial nunca hubiera soñado. De ahí que fueran capaces de
publicar obras como Una democracia para España, de Modesto Espinar (1967),
pues si los informes de los censores apuntaban a la necesidad de su secuestro,
la experiencia reciente del libro de Elias Díaz aconsejó a Robles Piquer a dejar
circular los 5.000 ejemplares de la edición bajo Silencio Administrativo, tras un
minucioso examen personal del libro realizado por el propio Ministro 28 .
Una de las principales pruebas del nivel de crítica alcanzado por la editorial
lo constituye un hecho significativo: cuando en 1972 se presente a depósito el
catálogo completo de Edicusa, los censores se verán obligados a comprobar en
sus ficheros si muchos de los libros estaban en realidad autorizados a circular
legalmente29.
Pero si hemos de hablar de una editorial realmente innovadora, es necesario
referirnos a Ciencia Nueva, editorial pionera en cuanto a publicación de libros de
corte marcadamente político e ideología disidente con los postulados tradicio-
nales del Régimen30. Verdadero símbolo del cambio generacional característico
de la época, ejercerá una notable influencia en la recuperación de las armas
ideológicas y políticas anteriores a la Guerra Civil, y supondrá la creación de
una plataforma para la difusión de las ideas más vanguardistas procedentes
de dentro y fuera de nuestras fronteras. Todo lo que permitiera, en definitiva,
socavar los cimientos del régimen franquista. Fue una editorial modesta, arte-
sanal, podríamos decir, de «humildes orígenes», pero muy dinámica, capaz de
aprovechar la convulsa coyuntura del momento. Sería fundada en Madrid por
un grupo de doce jóvenes universitarios, estudiantes de Filosofía y Letras en su
mayoría, militando algunos de ellos en el PCE. De modo que ahí tenemos una
primera novedad frente a las anteriores: el partir de una situación de clandesti-
26. Puede verse un profundo estudio de la obra en BAÑULS SOTO, Fernando, La reconstrucción de la
razón. Elias Díaz, entre la ética y la política, Alicante, Universidad de Alicante, 2004, pp. 175-207,
si bien resulta fundamental el correspondiente expediente de censura, en AGA, SC, 6996-66.
27. Para conocer el alcance del golpe, basta con examinar la carta remitida por el Jefe del Servicio de
Orientación Bibliográfica al Director General de Información, donde se decía, entre otras cosas:
«La lectura de las notas remitidas por la Fiscalía del Tribunal Supremo, explicativas del sobreseimiento del
sumario (...) produce primero perplejidad y luego indignación. (...) ¿Qué se pretende con esta peregrina
jurisprudencia?¿Qué una Ley (...) a la que con tanto esfuerzo se ha llegado, quede desprestigiada o des-
virtuada a los pocos meses de su entrada en vigor? (...) La libertad de expresión sólo podrá seguir adelante
por un cauce ordenado, estimulante y constructivo, si las infracciones son desde el principio severamente
castigadas. (...) Tal vez esta sorpresa y preocupación debieran ser conocidas por el pleno del Consejo de
Ministros» (28-XI-1966), en AGA, SC, expediente 60-67.
28. AGA, SC, expediente 7811-67.
29. AGA, SC, expediente 6743-72.
30. Puede verse una panorámica general de las actividades de esta editorial, realizada por el autor
de estas páginas en ROJAS CLAROS, Francisco, «Ciencia Nueva, una editorial para los nuevos
tiempos», Historia del Presente, n.° 5 (2005), Madrid, UNED.
nidad. Como afirma el propio Jesús Munárriz, personaje sobre el cual recayó la
dirección de la empresa, «-Ciencia Nueva fue un intento de abrir brecha, incordiar al
régimen, hacer lo que no se podía hacer, ensanchar las grietas que veíamos que existían
y ver si podíamos reformar y forzar un poco la cosa, Y supongo que algo hicimos»31.
La principal orientación de Ciencia Nueva, plasmada en su célebre colección
homónima, estuvo en la introducción en nuestro país de las principales aporta-
ciones del marxismo en el plano internacional, en especial las del heterogéneo
grupo conocido como «los marxistas ingleses de los años treinta», a los que se
sumaba el pensamiento de Ernst Bloch, del italiano Galvano della Volpe, de
Paul M. Sweezy, de Althusser, de Ernst Fischer,... Un total de 23 títulos cuya
repercusión fue muy profunda en determinados círculos intelectuales, si bien
el proyecto quedó muy sesgado e incompleto, a consecuencia de la actua-
ción ministerial. No se pudo publicar nada de autores como Cristopher Hill,
John Eaton, Marcuse o John Reed, por sólo poner algunos ejemplos. A decir
verdad, a grandes rasgos sólo pudo publicarse lo más abstruso o genérico de
los autores citados, aquello que, a juicio de los censores, fuera de más difícil
comprensión.
El segundo de los frentes estuvo centrado en la divulgación de la ensayística
de producción autóctona, recogida en la colección «Los complementarios», di-
rigida por Jaime Ballesteros, figura clave del PCE en la Universidad, quien orga-
nizaría la colección como plasmación práctica de la doctrina de la reconciliación
nacional, propuesta por el partido. Naturalmente, también aquí encontramos
obras de envergadura, de autores básicos, como Manuel Sacristán, Rafael Pérez
de la Dehesa, Valeriano Bozal, Manuel Ballestero, Roberto Mesa, Joan Fuster,
Gustavo Bueno, César Santos Fontela, José Ramón Recalde y Juan Antonio
Lacomba, entre otros, sin olvidarnos de Max Aub y su obra Pruebas (1967),
única conexión de la editorial con el exilio.
Otro de los mayores logros de Ciencia Nueva vendría de la mano de la co-
lección «Los Clásicos», de singular trascendencia. Se trataba de recuperar textos
proscritos desde al menos 1939, cuyo nexo común estaba en la crítica del autor
a los problemas de su tiempo. Aquí se publicó el lado más político de Flórez Es-
trada, de Larra, de León de Arroyal, de Diderot o de Voltaire. Incluso textos del
revolucionario Robespierre hallaron su espacio dentro de la colección, siempre
prologados por jóvenes expertos en la materia. Y aquí figurarían, por supuesto,
obras fundamentales de Marx y Engels, como fueron Formaciones económicas
precapitalistas, Las luchas de clases en Francia, el famoso Anti-Düring y Sobre arte
y literatura32. Como también Pensamiento social, de Pi i Margall (1969), uno de
31. Entrevista personal con Jesús María Munárriz Peralta, Madrid, 16/6/03.
32. Para conocer el alcance y la difusión de las obras marxistas en España, desde sus inicios hasta
el final de la Guerra Civil, resultan de especial importancia los trabajos de Pedro Ribas, en
especial RIBAS, Pedro, La introducción del marxismo en España (1869-4939), Madrid, Ediciones de
la Torre, 1981, y Aproximación a la Historia del Marxismo Español (1869-1939), Madrid, Ediciones
Edymion, 1990.
los primeros textos recuperados del -aún hoy- polémico pensador, junto a Las
Nacionalidades (Edicusa, 1968).
Otra de las colecciones fue la efímera «Las luchas de nuestros días», dirigi-
da por Roberto Mesa, y orientada a revelar las realidades del tercer mundo y
los problemas derivados por descolonización del mismo, esencialmente, con
especial atención a lo acontecido durante la guerra del Vietnam. Pero no gozó
de demasiado éxito, y sólo fue posible publicar tres títulos en la misma antes
del cierre.
Pero sin duda, la colección que más roces generaría con la Administración
fue «Cuadernos Ciencia Nueva», planteada inicialmente como «Cuadernos del
Club de Amigos de la Unesco». Constaba de pequeños libritos de muy bajo
precio y temas muy diversos y polémicos, entre los que destaca el Diario de
Bolivia, de Ernesto Guevara, Los bakuninistas en acción, de Engels, y La alienación
de la mujer, de Castilla del Pino, entre otros quince títulos.
Naturalmente, en todas las colecciones en general 33 se echan de menos
algunos autores. A decir verdad, examinando a fondo el catálogo de publica-
ciones, podría argumentarse incluso que no todos los títulos publicados fueron
por fuerza los más representativos de cada autor. Pero es que sólo consultando
de forma sistemática los títulos denegados, podemos apreciar la magnitud de
los logros. Se puede considerar por tanto el catálogo de la editorial como «los
límites de lo editable», al menos en cuanto a la estrategia planeada, que no era
otra que presentar a consulta voluntaria el mayor número posible de títulos,
con la esperanza de que algunos lograsen pasar la criba censorial. Una estrategia
que venía dada por la situación de precariedad financiera endémica en la que
se veía sumida la editorial desde su fundación, paliada en parte con la apertura
constante de la sociedad al ingreso de nuevos socios con sus aportaciones (en-
tre los que se contaría la propia Edicusa). En tal coyuntura, un único Secuestro
hubiera resultado fatal.
De modo que, de un total aproximado de 200 títulos presentados a consulta
voluntaria (sin contar obras de poesía) desde 1965 hasta su segundo y definitivo
cierre en 1970, encontramos nada menos que 46 denegaciones, como también
descubrimos que 34 de las obras publicadas sufrieron mutilaciones de diversa
consideración.
De ahí que, para realizar una panorámica completa del mundo editorial de
vanguardia, sea indispensable analizar no sólo la producción bibliográfica de
las editoriales, sino también qué obras no se pudieron publicar -bien por dene-
gación o por secuestro-, como también es preciso conocer qué obras sufrieron
mutilación, en qué grado, y el porqué de todo ello. Sólo así podrán compren-
derse las dificultades, y valorarse los logros.
33. Hubo una sexta colección, anterior, que no viene al caso desarrollar, cuando la editorial pasó a
hacerse cargo de «EL BARDO» Creada por José Batlló, esta serie constituyó una de las coleccio-
nes de poesía más prestigiosas de su tiempo, y fue pasando por diversas editoriales a lo largo de
toda la década. Sobre las dificultades que tuvo Ciencia Nueva para la publicación de sus obras,
véase ABELLÁN, Manuel Luis, Censura y creación literaria..., pp. 226-227.
Por otra parte, es digno de señalar la creación de una editorial como Semina-
rios y Ediciones S.A. (SESA), fundada en origen como tapadera del «Comité Espa-
ñol del Congreso para la Libertad de la Cultura»34, una organización clandestina
de naturaleza política, cultural y pedagógica, integrada en su mayor parte por
intelectuales de gran parte del espectro político de la disidencia, siendo algunos
de ellos editores o colaboradores de otras editoriales a las que estamos haciendo
mención.
Vista una panorámica general del mundo editorial de los sesenta en sus
inicios, hemos constatado dos tipos de estrategias a modo de ejemplo con
las que se trataron de superar las restricciones ministeriales. Estrategias que
podríamos denominar como «consulta voluntaria masiva» y de «depósito di-
recto». La primera, como hemos visto, consistiría en la presentación a consulta
voluntaria de gran cantidad de obras, con la esperanza que algunas sorteasen
el dispositivo censorial, pero sin dejar de utilizar en las negociaciones con los
censores las obras denegadas como moneda de cambio para la publicación de
otros textos considerados menos combativos. Fue la estrategia seguida eminen-
temente por Ciencia Nueva, e implicaba necesariamente asumir la mutilación o
modificación de algunos textos que, de otra forma, jamás hubieran visto la luz
cuando lo hicieron. La otra estrategia, fue presentar directamente a depósito
todas las obras sin excepción, considerando cada denuncia y secuestro como
fórmula para llamar la atención y debilitar la credibilidad de la Administración.
Naturalmente, esta segunda estrategia implicaba que el verdadero contenido de
la obra estuviera suficientemente camuflado, escrito entre líneas, y fue seguido
principalmente por Edicusa, pero también por otras como ZYX y Nova Terra,
pese a no disponer ninguna de ellas del número de registro, lo que les acabará
acarreando serios problemas con la Administración al término de la década,
como veremos. Pero lo esencial es que esta segunda estrategia se valía directa
o indirectamente de la cobertura mediática de la prensa escrita, a cuya evolu-
ción, repetimos, estuvo fuertemente vinculada la propia evolución del mundo
editorial de vanguardia.
Dicha vinculación entre prensa escrita y mundo editorial de vanguardia,
aparece plasmada en varios elementos. En primer lugar, muchos de los libros
que se publiquen estarán integrados por artículos publicados anteriormente en
prensa escrita. En segundo lugar, por la labor tutelar y publicitaria desempeñada
por ciertas revistas y periódicos, con la publicación de recensiones y reseñas,
clarificadoras y bien elaboradas, de obras recién publicadas. Y en tercer lugar,
como decimos, por la cobertura mediática dada a los conflictos de autores y
editoriales con la Administración, en prensa de todo signo político. Y es que,
como afirma José Ángel Ezcurra, el régimen toleraba las noticias relacionadas
con secuestros y denuncias de obras, siempre y cuando se limitasen estricta-
34. De ello habla José María Castellet en su obra Los escenarios de la memoria, Barcelona, Anagra-
ma, 1988, pp. 174 y 193-194, si bien hay una descripción más completa en MANGINI, Shirley,
Rojos y rebeldes. La cultura de la disidencia durante el franquismo, Barcelona, Anthropos, 1987, pp.
177-180.
38. Responsable esta última, entre otras cosas, de la publicación en 1960 de un libro como Revolu-
ción en España, recopilatorio de textos de Marx y Engels, y en cuyo prólogo Manuel Sacristán
manifestaba nada menos que dichos artículos hacían referencia a un periodo histórico «(...) más
alejado en los calendarios que en el tiempo social del país».
39. Todo ello figura en la correspondencia mantenida entre Carlos Robles Piquer con Fraga y el
propio Orfila, en AGA, SC, caja 48798, 4-9-XI-1969.
40. FECALDE, José Ramón, Fe de Vida, Barcelona, Tusquets Editores, 2004, p. 211.
41. Una orden de 23 de abril de 1968, dirigido a EDIMA de Barcelona, firmada por Robles Piquer
decía lo siguiente: «Comunico a Vd. que no puede accederse a la tramitación del depósito de la obra (...)
ya que esta editorial carece de capacidad legal para ejercer nuevas actividades hasta tanto quede formali-
zada su inscripción en el Registro de Empresas Editoriales, considerándose, a todos los efectos, clandestin
e ilegal la difusión de las citadas obras, todos cuyos ejemplares deben quedar constituidos en depósito en
sus propios locales y bajo su responsabilidad», en AGA, SC, expediente 4895-68.
al ver que se están editando y vendiendo en España libros comunistas y socialistas y otros
que, en plan reportaje, no son otra cosa que una propaganda «velada» de tales pesti-
lentes doctrinas (...)»42- No en vano, la identificación del libro progresista como
elemento que socavaba los cimientos de la dictadura, va a ser una constante
desde entonces, motivo por el cual comenzarán a darse actos de terrorismo
contra editoriales y librerías de pensamiento disidente, agudizados sobre todo
a partir de los primeros setenta 43 .
42. Sobre todo a partir del estado de excepción de 1969, era frecuente que la sección «Cartas al
Director» contuviese denuncias de este tipo, de supuestos ciudadanos anónimos. Ésta procede
de Fuerza Nueva, n.° 111, 22-11-1969.
43. Resulta esclarecedor en este sentido el artículo de MARTÍ GÓMEZ, José, «Libreros españoles: 66
atentados a cuestas», Cuadernos para el Diálogo, 3-9-IV-1976.
44. Según Le Monde, París, 28-111-19(59.
45. La lista completa de libros retirados puede verse por ejemplo en ClSQUELLA, Georgina, Obra
citada, pp. 79-81.
tro del MIT, miembro de la ACNP, pero también verdadero adalid de la política
dura de Carrero Blanco. El nuevo Ministro trabajará codo con codo con el fiscal
del Tribunal Supremo, Fernando Herrera Tejedor, en un intento de llevar a cabo
una política de feroz retroceso, estudiando incluso la posibilidad de prohibir
obras que ya hubieran sido aprobadas con anterioridad. Sin embargo, la LPI
resistió la maniobra reaccionaria e inmovilista. La inquietante conclusión de ese
estudio fue que algo así sólo podría hacerse mediante un estado de excepción
permanente 46 , cuyo precio político sería evidentemente demasiado alto.
Edicusa resistió a duras penas la crisis, pero logró conseguir, por un lado, el
ansiado número de registro en julio de 1970, con el que obtenía reconocimiento
legal, y por otra parte, pasó a formar parte integrante del «Grupo de Enlace de
Distribuciones» ese mismo año, con lo que lograba extender territorialmente su
radio de divulgación; ZYX renació bajo el poco disimulado sello de Zero/ZYX47;
Ricardo Aguilera pudo seguir editando, aunque en principio sólo sus habituales
libros de ajedrez; Ciencia Nueva logró publicar sus últimos títulos, sin lograr
evitar sufrir un segundo y definitivo cierre administrativo en 1970.
De esa forma, tras un breve paréntesis muy crítico, la vida cultural del país
volvió de nuevo a la relativa normalidad, con fuerzas renovadas y un radica-
lismo más acusado, y otras editoriales vinieron a llenar el hueco dejado por las
que perecieron.
Desde su llegada al poder, Sánchez Bella se dedicó a sondear el pulso de
la sociedad a través de los informes de la Oficina de Enlace, topándose con
una realidad realmente desoladora para el bunker franquista48: la batalla por la
cultura parecía, más que nunca, definitivamente perdida para el franquismo, si
bien la postura del régimen sería extremadamente beligerante hasta el último
momento.
De hecho, el informe que Carrero Blanco iba a presentar ante el Consejo
de Ministros el día en que fue asesinado, decía así: «Máxima propaganda de
nuestra ideología y prohibición absoluta de toda propaganda de las ideologías
contrarias»49. Con su muerte, ya no habrá vuelta atrás. Y aunque la censura y
la represión cultural se mantuvieron hasta al menos 1979, es evidente que el
cambio cultural era ya irreversible.
CONCLUSIONES
Las importantes transformaciones socioeconómicas ocurridas en España
crearon un caldo de cultivo esencial para la formación de una serie de platafor-
46. Todo ello, según «Nota sobre las posibles medidas para impedir la circulación de determinadas
publicaciones unitarias», AGA, SC, caja 49093, s/f.
47. Caso similar al experimentado más tarde por la editorial Estela, cerrada administrativamente en
mayo de 1971, y que sin embargo pudo seguir editando bajo el sello de Lata.
48. Véase el apéndice documental de YsÁS, Pere, Disidencia y subversión, Barcelona, Crítica, 2004,
sobre todo el informe «Tendencias conflictivas en cultura popular», de 1972.
49. Según TUSEIX, Javier, Carrero: la eminencia gris del régimen de franco, Madrid, Temas de Hoy,
1993, p. 430.
mas de difusión cultural y política acorde con la nueva realidad del país. Bastó
el inicio de un tímido proceso de apertura (más aparente que real) para desen-
cadenar un proceso imparable de cambio cultural. Resulta más que evidente
que las reformas impulsadas por Fraga durante los años 60 nunca tuvieron por
objetivo establecer una apertura mínimamente real del sistema. Sus medidas,
tanto legales como «extralegales» estuvieron siempre encaminadas a ser forma
de control sobre la oposición interior y exterior, ofreciendo a su vez una preten-
dida imagen aperturista del régimen, en la que, precisamente la publicación de
ciertas obras de naturaleza cultural y política, jugaría un papel esencial.
Sin embargo, los resultados de ese proceso saltan a la vista: habrá una im-
portante difusión de una serie de obras de naturaleza cultural, social y política
de importancia fundamental, entre unos sectores mucho más amplios de la
sociedad de los que el régimen tenía previsto, en una fase claramente ascen-
dente de reivindicaciones estudiantiles y obreras. Las librerías (las librerías «pro-
gresistas») se llenaron de títulos hasta entonces impensables: basta con echar
un vistazo a los catálogos de estas editoriales de vanguardia, con importantes
obras publicadas en sucesivas ediciones y de cuantiosa tirada (de entre 3.000 y
15.000 ejemplares como media). Obras de autores de primera fila internacional
y calidad incuestionable, obras, en suma, destinadas a facilitar al ciudadano la
reflexión crítica sobre la realidad, sin caer en simples proselitismos.
La LPI de 1966, contribuyó a ello. Es indudable, pero sólo colateralmente,
siendo el Ministerio de Información y Turismo el primero dispuesto a vulnerar
su propia Ley. Ahora bien, si como afirma el profesor Glicerio Sánchez Recio,
la percepción del cambio puede suponer en sí mismo un factor de impulso al
cambio en sí50, la LPI y sus prolegómenos permitió, a ciertos elementos de la
sociedad, percibir las posibilidades reales de cambio en que se podría mate-
rializar la nueva realidad jurídica. Hablamos, fundamentalmente, de círculos
próximos a la Universidad, y también de algunos de los sectores próximos a la
Iglesia, más progresistas.
La vanguardia del proceso estuvo integrada por editoriales de nuevo cuño,
en las que primaba el objetivo político y cultural frente al económico, integra-
das fundamentalmente a partir de colaboradores voluntarios, siendo ésta una
de las razones principales de su fuerza (aunque también, por otra parte, de su
debilidad).
De esa forma, estas editoriales, lejos de plegarse a la voluntad del sistema,
pero sin salirse nunca de los cauces legales, plantaron cara al poder y se negaron
a colaborar, a pesar de los anunciados riesgos. Frente a lo cual, el poder, que sólo
contaba con el papel disuasorio de las medidas administrativas y judiciales, no
tuvo más armas en definitiva que el empleo de medidas extralegales, y la burda
represión, con un coste político cada vez más difícil de soportar. El proceso,
no obstante, sería largo, con evidentes luces y sombras, y los frutos no serían
50. SÁNCHEZ RECIO, Glicerio, «La percepción de los cambios en los años 60», Studia Histórica. Historia
Contemporánea, n.° 21 (2003), Universidad de Salamanca, pp. 213-229.
recogidos hasta fechas relativamente tardías. Así por ejemplo, los textos de
Marx y Engels no verían la luz de forma sistemática hasta mediados de 1967
en adelante.
No se puede entender por tanto el cambio cultural experimentado durante
los años 60, sin tener en cuenta el enorme esfuerzo de estas editoriales y, ló-
gicamente, de los personajes que las impulsaron, cuya procedencia política e
ideológica podía ser dispar, pero no así sus objetivos: socavar los cimientos del
régimen.
Es cierto que algunas de estas editoriales fueron cerradas por la Administra-
ción al término de la década, pero no antes de que abriesen una trayectoria que
se mostrará imparable a lo largo de la década siguiente.
Como afirma Pedro Altares, «la cultura fue el Caballo de Troya de la lucha contra
el Régimen»51.
51. Entrevista personal con Pedro Altares Talayera, Madrid, 28-IX-2005; véase también MORET,
Xabier, op>. cit., p. 295.
1. MORER ALCÁNTARA, Fernando, «¿Qué es la Nova Caneó Catalana?», Fonorama, n.° 14 (1965), pp.
10-11.
2. Es en 1958 cuando se editan los primeros discos en catalán. El sello La Voz su Amo publica el
45 r.p.m. titulado Hermanas Serrano cantan en catalán los éxitos internacionales y Regal publica algo
similar enjosé Guardiola canta en catalán los éxitos internacionales.
NACIMIENTO Y FORMACIÓN
Las raíces del nacimiento de la Nova Caneó hay que buscarlas sin ninguna
duda en los años cincuenta. A comienzos de la década, en el seno de la pequeña
burguesía barcelonesa, existe un reducido grupo de jóvenes que comienza a
interesarse por el estado de la cultura en lengua catalana y a profundizar en sus
raíces y manifestaciones. Dos de ellos, Miquel Porter y Eulalia Amorós, empie-
zan a organizar reuniones en los claustros de la Facultad de Filosofía y Letras
de Barcelona para debatir sobre estos temas. A partir de 1953, estas reuniones
se establecen los jueves por la noche y en ellas, no sólo se empiezan a cantar y
escribir letras en catalán, sino que también se realizan traducciones y adapta-
ciones de poemas y canciones internacionales.
Poco a poco se van a ir incorporando a las actividades algunos de los nom-
bres claves en la gestación del movimiento. Ya en 1958, se celebran periódica-
mente pequeños conciertos en casa de Josep Porter en los que participan Lluís
Serrahima, Miquel Porter, Remei Margarit y Josep Maria Espinas, entre otros.
Ellos serán los que, años después, comiencen a actuar por Cataluña con el nom-
bre de Els Setzejutges.
Es precisamente ese año cuando se editan los primeros discos con cancio-
nes en catalán que, si bien son meras traducciones de éxitos internacionales,
suponen un punto de partida importante para el nacimiento de una canción
catalana.
Pero probablemente el año clave es 1959. Como más tarde escribirían
Joaquim Molas y Josep Maria Castellet en el marco de la historia literaria, se
trata de un momento crucial en el que «la vida de catacumba se relaja», los es-
critores salen de sus estudios entrando en contacto con otros y, sobre todo, «el
panorama se airea al entrar en juego unas nuevas generaciones que pugnan por
fijar unos esquemas de conducta»4. Es precisamente uno de esos jóvenes, Lluís
Serrahima, quien en enero de ese año publica en la catalana revista Germinabit
5. SERAHIMA, Lluís, «Ens calen cancons d'ara», Germinaba, n.° 58 (1959), Barcelona, p. 15.
6. Los seis temas son: «Les floristes de la Rambla», «La caneó de la taverna», «Mester d'amor-Divi-
sa», «Noia que camines», «Jo i el meu gat» y «Anant peí món». Ver PORTER-MOIX, Josep, «Breve
cronología de la canción catalana», en VÁZQUEZ MONTALBÁN, Manuel, Antología de la Nova Canr.ó,
Barcelona, Ediciones de Cultura Popular, 1968, pp. 275-289.
7. Centro de Influencia Católica Femenina.
8. LLOPIS, Arturo, «Con José María Espinas, ganador del Premio «Sant Jordi»», Destino, n.° 1271
(1961), Barcelona, p. 113.
9. Es en esta publicación en la que se habla por primera vez de «nova cangó catalana». Ver «Entre-
vista a Miquel Porter», Cataluña Exprés, n.° 8 (1961), Barcelona, p. 7.
10. GARCÍA DE DUEÑAS, Jesús, «En busca de la canción perdida. V Festival de la canción Mediterrá-
nea», Triunfo, n.° 69 (1963), Madrid, pp. 26-33.
11. SOLDEVÍLA IBALART, Llorenc, La Nova Can¡ó (1958-1987). Batane d'una acetó cultural, Argentona,
L'Aixernador Edicions, 1993, p. 31.
12. PORTER-MOIX, Josep, op. cit, 1968, p. 276.
bien por el Folk norteamericano que en los sesenta está en plena ebullición. Por
ejemplo, en algunos foros musicales del momento se llega a bautizar a Raimon
como «El Bob Dylan español»13.
Es evidente que lo que enunciamos son las influencias comunes que marcan
la primera época del movimiento, pero, y de ahí la heterogeneidad del fenóme-
no, cada intérprete o grupo asimilará éstas de forma distinta según su personali-
dad. A partir de un determinado momento en el que la Nova Cangó toma vuelo
y entidad de fenómeno cultural a media escala, se van a percibir con claridad
las diferentes tendencias por las que cada representante va a ir derivando. Por
ejemplo, la acidez textual y el vanguardismo estético de personajes como Enric
Barbat o Pau Riba, se irá distanciando de la expresividad y sobriedad poética de
otros intérpretes como Ovidi Montllor o el propio Raimon. Estas distintas ten-
dencias de las que hablamos van a ir planteándose a lo largo de los años, pues
la trayectoria de la Nova Caneó, según la mayoría de estudios realizados, tiene
un amplio recorrido cronológico que se ha venido a datar desde 1958 a 1987,
aunque en estas líneas sólo nos fijemos en, aproximadamente, los primeros
quince años de vida del movimiento.
Evidentemente, tan larga trayectoria se puede dividir en distintos bloques
cronológicos según diversos condicionantes de los que nos haremos eco. Una
razonable división cronológica parece la que plantea Llorenc. Soldevila en su
tesis doctoral. En ella se secciona cronológicamente a la Nova Caneó en tres
períodos diferenciados: El primero transcurre de 1958, fecha simbólica de
nacimiento, a 1968, momento en el que el movimiento parece atravesar una
cierta crisis de identidad que supone un punto de inflexión en su trayectoria
social y cultural. El segundo se establece desde 1969 a 1975, años en los que
la «cangó» se vuelve más política y que finalizan con la muerte del dictador. Y
el tercero, de 1976 a 1987, comienza con el período de transición democrática
y concluye con la consolidación de ésta y la pérdida de fuerza e interés por la
«caneó catalana»14.
Precisamente ese primer bloque cronológico, además de marcar el despegue
cultural del movimiento, va a ser en el que se creen las distintas tendencias en
el seno de la Nova Cangó. Unas tendencias que son inevitables si pensamos en
que el fenómeno, que comienza como algo absolutamente minoritario, va a ir
cogiendo relevancia y tamaño añadiendo a él representantes de toda la franja
geográfica catalano-parlante. El ejemplo de Els Setzejutges, uno de los símbolos
del movimiento, es revelador. El grupo, que comienza con cuatro miembros, irá
a lo largo de los años añadiendo nuevos representantes a su seno hasta llegar
a dieciséis en marzo de 1967, con la entrada de los dos últimos: Lluís Llach y
Rafael Subirachs. Resulta lógico pensar que, entre dieciséis personas, cada uno
vaya forjando su propio estilo y, aunque siempre dentro de unas pautas gene-
13. Véase como ejemplo una nota informativa de RADIA1 PRESS, «Raimon, el Bob Dylan español,
siempre es noticia», Fans, n.° 60 (1966), Madrid, p. 19.
14. SOLDEVILA I BALART, Llorenc, La Nova Caneó, 'I958-'I9S7: 30 anys d'un fenomen cultural modern,
Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona, 1992, pp. 2-4.
15. La revista Fans, de ámbito nacional, le dedica entonces un amplio reportaje en el que se da fe
del gran éxito que ha cosechado en poco tiempo gracias a temas como «Caneó de marinada».
Ver CRESPO, Ramón, «Juan Manuel Serrat. Escribe, compone y canta sus canciones», Fans, n.°
73 (1966), Madrid, pp. 15-18.
16. Todas estas afirmaciones las realizó Raimon en una entrevista concedida a Manuel Vázquez
Montalbán en 1968 y publicada en el libro VÁZQUEZ MONTALBÁN, Manuel, Antología de la Nova
Can$ó Catalana, Barcelona, Ediciones de Cultura Popular, 1968, pp. 45-49.
La Nova Cangó que Vázquez Montalbán publica en 1968, otro de los miembros
del movimiento, Enric Barbat, dice que «son exclusivos y excluyentes. Son el
«Clan Sinatra» de la Nova Caneó»17. Para Guillermina Motta, sin embargo, la
cosa va más allá. No cita nombres pero es muy explícita acerca de las causas de
la división: «La «cangó» comenzó a escindirse el día que un señor, o quizás dos,
empezaron a sentir envidia al ver cuanto dinero ganaba Serrat»18.
Cuestión monetaria o no, lo cierto es que la división estaba a la orden del
día. Y no sólo en cuanto a la actitud personal de cada intérprete, sino también a
nivel discográfico y empresarial. En este caso la escisión se concretó con la se-
paración de Ermengol Passola, fundador de la discográfica que puso en marcha
la Nova Cangó (EDIGSA), que abandonó el proyecto «por criterios de elección
y selección de cantantes»19, creando un nuevo sello discográfico de nombre
Concéntric y con un dragón como emblema. Este dragón también se convertiría
en el símbolo de un local de Barcelona que, desde ese momento, pasaba a ser
el lugar de referencia de la Nova Cangó: La Cova delDrac.
Passola no fue el único que abandonó Edigsa, pues Raimon y Pi de la Serra
también se sumaron a la escisión por cuestiones económicas y por considerar
que la discográfica ya no mantenía la unidad de criterios con la que había
nacido.
El movimiento atravesaba por lo que Jordi García-Soler ha venido a deno-
minar «crisis de crecimiento»20. El fenómeno había adquirido tal magnitud que
era inevitable una ruptura con la cohesión primera. Pero esto, lejos de debilitar
a la Nova Cangó, la convirtió en un género más rico y vivo cuyos representan-
tes cada vez estaban más en los gustos de muchos jóvenes, no sólo catalanes,
sino de todo el territorio español. Como escribiría Luis Carandell en el verano
de 1969, a pesar de la supuesta «crisis», todas las noches la Cova delDrac volvía
a convertirse en escenario de canciones, encuentros y reuniones 21 de un movi-
miento cuya importancia, no sólo seguía muy vigente, sino que todavía iba a
crecer más.
17. Ver entrevista a Enric Barbat en VÁZQUEZ MONTALBÁN, Manuel, op. cit., 1968, pp. 31-35.
18. Ver entrevista a Guillermina Motta en Ibidem, pp. 41-45.
19. SOLDEVILA I BALART, Lloren?, op>. cit., 1993, p. 32.
20. GARCÍA-SOLER, Jordi, Crónica apasionada de la Nova Caneó, Barcelona, Flor del Viento Ediciones,
1996, p. 39.
21. CARANDELL, Luis, «La crisis de la nova caneó», Triunfo, n.° 369 (1969), Madrid, pp. 15-21.
22. MORER ALCÁNTARA, Fernando, «Eurovisión 68. Serrat representará a España», Fonorama, n.° 43
(1968), Madrid, pp. 25-26.
23. Artículo editorial «El caso Serrat», Fonorama, n.° 45 (1968), Madrid, p. 24.
24. GARCÍA-SOLER, Jordi:, of>. al, 1996, pp. 42-43.
25. Instancia n.° 138, 10 de octubre 1967. A.G.A., Sección Cultura, caja 45850.
26. Instancia n.° 85, 3 de marzo 1967. A.G.A., Sección Cultura, caja 45858.
27. Instancia n.° 654, 8 de noviembre 1968. A.G.A., Sección Cultura, caja 49994.
28. Instancia n.° 315, 4 de junio 1968. A.G.A., Sección Cultura, caja 49994.
29. Instancia n.° 126, 9 de abril 1968. A.G.A., Sección Cultura, caja 49998.
30. Instancia n.° 805, 5 de noviembre 1969. A.G.A., Sección Cultura, caja 50003.
31. Instancia n.° 395, 17 de junio 1969. A.G.A., Sección Cultura, caja 50018.
32. Instancia n.° 115, 21 de junio 1971. A.G.A., Sección Cultura, caja 50032.
33. VÁZQUEZ MONTALBÁN, Manuel, «Enric Barbat. Un cantante maldito», Triunfo, n.° 412 (1970),
Madrid, pp. 25-26. Examinando los expedientes de censura se comprueba esta persecución. Un
ejemplo son las enormes dificultades para la grabación de un disco en 1968, donde el single y
tema estrella «Amic Enric» es prohibido tajantemente por la censura. Ver Instancia n.° 213, 3 de
junio 1968. A.G.A., Sección Cultura, caja 49994.
34. No sólo eso, sino que la mayoría de sus temas son prohibidos por la censura como «La cas-
tranca», «Vade retro corpus tentations» o «Maria Verge». Ver instancias n.° 30 (9/1/1969), n.° 771
(28/10/1969), n.° 122 (12/2/69), respectivamente. A.G.A., Sección Cultura, caja 50003.
35. VÁZQUEZ MONTALBÁN, Manuel, «El silencio de Raimon», Triunfo, a." 408 (1970), Madrid, pp.
30-32.
36. CRESPO, Ramón, «Raimon habla claro», Fans, n.° 54 (1966), Madrid, pp. 8-9.
37. SIERRA I FABRA, Jordi, «La vuelta de un prohibido Lluís Llach», Disco Exprés, n.° 185 (1972),
Pamplona, p. 6.
del movimiento, pero sí iban llegando algunos intérpretes, de los que España
empezaba a fijarse en Raimon. En 1964, Julio Acérete, desde las páginas de la
revista índice, advierte a los lectores acerca, de Raimon, un gran poeta catalán
de una fuerza interpretativa muy destacable, y le augura un gran éxito en todo
el territorio español38. Y no estaba equivocado. «Al vent» comienza a sonar por
todo el país y se convierte en un tema conocido del gran público, con lo que
éste comienza a interesarse por la figura del joven valenciano de Játiva. Otras
publicaciones culturales empiezan también a fijarse en Raimon 39 y, por fin,
las revistas musicales se preguntan, como hacía Fonomma, «¿Qué es la nova
cangó?»40.
En 1965 las mismas revistas comienzan a llenar sus secciones de opinión
de los lectores de reclamaciones, desde todos los puntos de España, de una
mayor cobertura informativa sobre la Nova Caneó41. Las revistas empiezan a
complacer a sus seguidores y la cobertura informativa a nivel nacional adquiere
un nivel considerable.
Es el momento de la irrupción de Serrat y, con él, no sólo se disparan las ven-
tas de la canción en catalán, sino que la Nova Cangó adquiere un nivel de popu-
laridad grandísimo uniendo a la figura de Raimon la del nuevo ídolo catalán.
Ésta es la sucesión cronológica de cómo el fenómeno traspasa las fronteras
de Cataluña pero, ¿dónde reside realmente el impacto social y cultural de la
Nova Cangó?
En primer lugar, lo primero que debemos destacar del fenómeno es la gran-
dísima importancia que, en ese momento histórico, tuvo el hecho de acercar la
cultura catalana representada por canciones en catalán y sobre la vida catalana,
al resto de un país que trataba de despertar del letargo cultural de un represivo
primer franquismo. El calado que tuvo esa forma cultural regional sobre una
sociedad «castellanizada» resulta, además de sorprendente, prácticamente sufi-
ciente para justificar la importancia del fenómeno. Pero ésta va más allá.
La Nova Cangó, no sólo fue algo que gustó a un gran número de españoles
del momento, sino que también significó un ejemplo de reivindicación cultural
que se siguió en otros lugares. Prácticamente el modelo catalán fue seguido en
regiones como el País Vasco o Galicia, donde a fines de los sesenta se empieza
a hablar de Nueva Canción Vasca y Gallega respectivamente 42 . Desde luego que
38. ACÉRETE, Julio C , «Raimon: un poeta que canta en catalán», índice, n.° 183 (1964), Madrid, pp.
16-18.
39. En la revista Reseña aparece un interesante trabajo sobre Raimon y sus canciones. Ver PUIGJANER,
José María, «Raimon, poeta de la canción catalana», Reseña, n.° 8 (1965), Madrid, pp. 233-237.
40. MORER ALCÁNTARA, Fernando, «¿Qué es la Nova Cangó Catalana?», Fonorama, n.° 14 (1965),
pp. 10-11.
41. Como ejemplo, la revista Fans, en sus números del 42 al 50, publica una decena de cartas recla-
mando mayor atención a la Nova Caneó.
42. Estos fenómenos van a coger bastante fuerza a finales de los sesenta. El ejemplo es que la
censura va a empezar a fijarse en hechos como las letras gallegas de Celso Emilio Ferreiro en
Galicia o los temas en euskera de Mikel Laboa, por citar algunos ejemplos. Ver A.G.A., Sección
Cultura, caja 49994.
CONCLUSIÓN
A lo largo de estas líneas hemos pretendido ofrecer algunas claves que expli-
quen en qué consiste el fenómeno cultural de la «Nova Caneó» y su importancia
en el panorama español del segundo franquismo. No se ha pretendido realizar
un análisis profundo del movimiento y sus repercusiones sino, más concreta-
mente, tratar de acercar el lector al nacimiento, evolución y relevancia del mis-
mo en un momento histórico de cambio social y cultural en el seno de la España
de Franco. De esas premisas, se pueden extraer algunas conclusiones.
Para comenzar, la «Nova Caneó Catalana» es un fenómeno cultural que nace
a fines de los cincuenta en el seno de la burguesía barcelonesa con el objetivo
de reivindicar y fortalecer una cultura catalana resentida desde la conclusión
de la Guerra Civil por la represión posbélica y la monocultura establecida por
43. La cultura catalana y española del momento se hizo pronto eco de los grandes triunfos de la
Nova Canc;ó en el extranjero. Sirva de ejemplo el artículo que la revista Sena D'or dedicó a la
primera actuación de Raimon en París. Ver BERTRÁN, Teresa P, «París descobreix Raimon. Rai-
mon a la Sorbona», Sena D'or, n.° 6 (1966), Barcelona, pp. 29-31.
1. SÁNCHEZ RECIO, Glicerio, «Inmovilismo político y cambio social en los años sesenta», Historia
Contemporánea, n.° 26 (2003, I), pp. 1-33, considera que el denominado «milagro español» como
tal no fue sino una versión compulsiva, desordenada y marcada por los desequilibrios, eso sí
convenientemente difundida y adornada por los medios del propio régimen, régimen autoritario,
en un intento por buscar el reconocimiento internacional.
2. Así nos lo indica DOMENECH, Xavier, que trata de analizar los cambios producidos en la morfo-
logía del conflicto obrero relacionados con el desarrollo económico, partiendo de dos espacios
centrales para la evolución de las nuevas actitudes obreras, el barrio y la fábrica, intentando
significar aquellos cambios, que a pesar de su aparente inviabilidad establecieron la base desde
la cual se pudo articular una nueva forma de acción colectiva bajo el franquismo en «La otra cara
del milagro español. Clase obrera y movimiento obrero en los años del desarrollismo», Historia
Contemporánea..., pp. 91-112.
El tema de la conflictividad ha sido muy trabajado por los historiadores, que han utilizado no
sólo fuentes de la oposición obrera (prensa, archivos, testimonios orales...) sino también fuentes
generadas por los diversos aparatos del poder franquista (policía, sindicatos oficiales, tribunales,
Ministerio de Trabajo y Exteriores...). A nivel local hay que destacar entre otros para Vizcaya
(fosé Antonio Pérez); Granada (Teresa Ortega); Barcelona 0avier Tébar y Javier Doménech);
Asturias, (Ramón García Piñeiro y Rubén Vega); Madrid (fosé Babiano); Valencia (Ramiro Reig);
Galicia (José Gómez Alen) y Murcia (Gloria Bayona), así nos lo señala MATEOS, Abdón en «Vieja
y nueva oposición contra Franco», Historia Contemporánea..., pp. 77-89.
MOLINERO, Carme e YSÁS, Pere publicaron conjuntamente una obra de carácter general, Produc-
tores disciplinados y minorías subversivas. Clase obrera y conflictividad laboral en la España franquista,
Madrid, siglo XXI, 1998. Recientemente y para conocer la reacción oficial de la dictadura con-
tra las minorías subversivas, los conflictos obreros y su repercusión internacional, YSÁS, Pere,
Disidencia y subversión. La lucha del régimen franquista por su supervivencia. 4 960-1'975, Barcelona,
Crítica, 2004.
3. Entre otros muchos investigadores que analizan la relación convenios laborales-conflictividad
hay que señalar a JULIA, Santos, «La Sociedad», en GARCÍA DELGADO, José Luis, Franquismo. El
juicio de la Historia, Madrid, Temas de Hoy, 2000, p. 105. Este autor considera que la negociación
colectiva favoreció un cambio de cultura política y práctica sindical obrera que tendrá como
objetivo prioritario las reivindicaciones económicas, aunque para ello hubiera que llegar a la
confrontación.
SOTO, Alvaro, «Diversas interpretaciones sobre las causas y consecuencias de las huelgas en
el Franquismo (1963-1975)», / Encuentro de Investigadores del Franquismo, Barcelona, Universidad
Autónoma, 1992, pp. 150-152, índica igualmente que el proceso de negociación colectiva es
una de las causas de carácter laboral más decisiva para explicar el surgimiento por primera vez
en la España de la postguerra de una conflictividad laboral continuada. Este autor señala que la
reivindicación de salarios más elevados se constituye en una de las principales causas a la hora
de iniciar un conflicto laboral, por lo que se puede establecer una relación entre el hecho de que
los convenios favorecen la posición negociadora de los trabajadores que complementa la misma
con la posibilidad de presionar a través de la huelga. Desde 1964 el salario real aumentó siendo
los años de mayor incremento aquellos que coinciden con una mayor conflictividad.
4. BALFOUR, Santiago, La Dictadura, los trabajadores y la ciudad. El movimiento en el área metropolitana de
Barcelona (4939-4988), Valencia, Edicions Alfons el Magnánim, 1994, p. 90.
5. MOLINERO, Carme e YsÁS, Pere, señalan que el protagonismo lo tuvieron las plantillas de 100 a
500 trabajadores en Productores disciplinados y minorías subversivas..., p. 131.
6. MOSCOSO, Leopoldo, «Ciclo en política y economía: una introducción», Zona abierta, n.° 56
(1991), pp. 1-25. Su tesis es que existe una clara correlación entre los ciclos económicos y los con-
flictos sociales, estando siempre presente en el origen de las movilizaciones, la necesidad de los
obreros de mejorar sus condiciones de vida; SOTO, Alvaro, «Huelgas en el franquismo: causas la-
bórales-consecuencias políticas», Historia Social, n.° 30 (1998), pp. 39-61, considera que las causas
de las huelgas fueron económicas pero con consecuencias políticas; YsÁS, Pere, «Huelga laboral y
huelga política. España 1939-1975», Ayer, n.° 4 (1991), analiza que hasta 1971 las huelgas tuvieron
un carácter eminentemente laboral pero que a partir de ahí se intensificaron las confrontaciones
de carácter abiertamente político.
7. Son numerosos los investigadores que han tratado el tema de la conflictividad de la minería as-
turiana. En el verano del 2002 en Gijón tuvo lugar un congreso coordinado por Rubén VEGA para
reflexionar sobre el tema asturiano y su influencia en las huelgas habidas en el resto de España.
Fruto de este análisis fue la publicación de dos importantes obras Las huelgas de 7962 en Asturias
y las huelgas de '1962 en España y su repercusión internacional, Gijón, Trea, 2002.
8. Archivo del PCE, Madrid, 1962.
9. Así lo indica MARROYO, Fernando en «Las Comisiones obreras en Extremadura: tardía presencia
y problemática consolidación (1969-1978)», en RuiZ, David, Historia de Comisiones Obreras (1958-
•1988), Madrid, Siglo XXI, 1993, pp. 391-427.
10. COBO, Francisco y ORTEGA, M.a Teresa, «La protesta de sólo unos pocos. El débil y tardío sur-
gimiento de la protesta laboral y la oposición democrática al régimen franquista en Andalucía
Oriental, 1951-1976», Historia Contemporánea..., pp. 113-160.
11. COLINO SUEIRA, José (dir.), Estructura económica de la Región de Murcia, Madrid, Civitas, 1993, p.
63, indica que el 44'8% de la mano de obra estaba ocupada en la agricultura. BAYONA FERNAN-
DEZ, Gloria, «Tipología de la conflictividad laboral en Murcia en los años 60», // Encuentro de
Investigadores de! Franquismo, t. II, Alicante, Juan Gil-Albert, 1995.
17. Informe del Delegado Provincial de Sindicatos al Presidente Nacional del Sindicato del Metal
en Madrid (20-3-61), dando cuenta del ambiente de tensión vivido en la Empresa Nacional de
Bazán en Cartagena. AGA, Sección de Sindicatos (4796), 1953-1961.
18. La cantidad descontada (de 4.100 obreros) ascendía a 8 millones (31-5-61). La dirección reco-
noció el descuento en dichas cantidades desviando la responsabilidad a error administrativo
del personal encargado que había descuidado dar cumplimiento del decreto de 21 de marzo de
1958 que disponía que las primas y demás incentivos por rendimiento del personal no cotizara
a Seguros Sociales.
19. Escrito de Soler Bans al Presidente del Consejo de Administración de la Empresa Nacional Ba-
zán, Jesús M.a Rotaeche Rodríguez, aconsejando la aplicación a la industria siderometalúrgica
de Cartagena de las mejoras que implicaba el pase a zona 1.a (23 de marzo de 1961). En los
mismos términos se dirigió al Presidente del Sindicato Nacional del Metal (Amador Villa Marín)
y al Delegado Provincial de Sindicatos (Carlos Iglesias Selgas).
20. Nota informativa sobre gestiones realizadas por el Jurado de la Empresa Nacional Bazán en
relación con el régimen de horas extraordinarias (9-8-61). El Delegado Provincial de Sindicatos
alertaba al Gobernador de la conflictividad. El informe policial daba cuenta de la confrontación
obrera habida entre los dispuestos a secundar la orden de la empresa acusados de esquiroles:
Pedro Carmona Raja, Fernando Tomaseti Muñoz entre otros y los que no lo estaban.
23. El alcalde de Cartagena hizo manifestaciones amenazantes que en el caso de que el conflicto
se radicalizase tenía dos compañías de Infantería de Marina preparadas para «limpiar taller por
taller la factoría de rojos»... (Manifestaciones recogidas por el Servicio de Información de Policía
de Cartagena, 6 de febrero de 1962). Se producía así el aislamiento en cuanto a la ausencia total
de apoyo a las reivindicaciones laborales de Bazán por parte de instituciones provinciales y
representantes locales, siendo como era las presiones de carácter gestual y simbólico, carentes
de cualquier manifestación violenta.
24. Cuantiosas multas fueron impuestas a Luis Garrido Domingo, Francisco Martín Sáez, Antonio
Abellán González y Antonio Leal Rodríguez entre otras sanciones como mecanismos utilizados
de neutralización en la unidad de acción obrera. Informe al Gobernador Civil (22-5-62), éste a
su vez lo hará al M.° de la Gobernación, Acta n.° 696 (24-5-62).
25. Informe gubernativo del 9-4-62, n.° 187.
forma clara el temor por parte de las instituciones provinciales de que comen-
zaran a aparecer conflictividades en cadena.
En febrero ya la policía armada había disuelto una concentración de peritos
que se negaban a ausentarse de la puerta principal de Bazán en apoyo de los
trabajadores y que al ser desalojados irrumpieron con ovaciones y gritos de
ánimo 26 . La respuesta institucional se materializó en numerosas investigaciones
con informes exhaustivos de los considerados cabecillas27 los cuales se pusieron
a disposición del Tribunal de Orden Público.
Desde la élite política la visión y conexión generalizada de los aconteci-
mientos desencadenados estaba clara. Se trataba de sectores marxistas y ma-
sones perfectamente dirigidos, organizados y ocultados tras la pantalla de las
organizaciones de Acción Católica a fin de llevar a feliz término sus propósitos
revolucionarios con acusaciones concretas de «minar la moral obrera y el con-
siguiente desprestigio en el sindicato y Delegación de Trabajo» (esfuerzo de
desnuclearizar el conflicto).
A partir de entonces el Gobernador pidió al obispo la toma de medidas
precisas contra consiliarios, militantes de HOAC y la JOC y sacerdotes pa-
rroquiales, contando en todo momento con la colaboración de la diócesis en
arrestos domiciliarios, traslados y prohibición del ejercicio pastoral (trasbordo
del proceso represivo civil al eclesial).
Todas estas persecuciones y sanciones gubernativas o eclesiales confirman
el incremento del papel en el mundo laboral de estas organizaciones en Murcia
sobre todo en el campo industrial y el temor por el alza y desarrollo en la pro-
vincia de la conflictividad desde la trayectoria y dinámica reivindicativa inicial
de la empresa naval de Bazán en Cartagena.
Los ejercicios de desviacionismo de la protesta (acusación de intoxicación
y dirigismo político con inculpación directa a sectores de la iglesia militante en
apoyo al mundo obrero) y el propio control eclesial-ínstitucional no evitó que
las organizaciones cristianas HOAC-JOC y sus consiliarios dieran respaldo a los
diversos colectivos de trabajadores en distintas empresas iniciándose en Carta-
gena en primer lugar en Bazán y desde allí a otras industrias.
El 15 de septiembre de 1961 en el templo de Santa M. a la Vieja, y presidido
por el sacerdote Andrés Valero, consiliario de HOAC y antiguo aprendiz de
Bazán, había tenido lugar la primera reunión de obreros de la empresa naval
(en un total de 45) que expusieron sus problemáticas: supresión de horas ex-
traordinarias, agravios comparativos, falta de representatividad, el tema sobre
28. Informe político-social sobre la Empresa Nacional Bazán de Cartagena (7-2-62), conteniendo
en él opiniones sobre procedimientos de desgaste del Régimen (formación de un Gobierno
social-demócrata cristiano amparado en la encíclica Mater et Magistra defendida por socialistas,
republicanos, comunistas y un sector de la iglesia murciana en clara referencia a HOAC).
29. Informe del Capitán Jefe de la 3. a circunscripción, 33. a Bandera de Cartagena (5-2-62); Informe
desde el M.° de la Gobernación sobre Bazán (7-2-62).
30. Informe de 11 de mayo de 1962 de la Dirección General de Seguridad al M.° de la
Gobernación.
31. Informe del Delegado Provincial de Sindicatos, Carlos Iglesias Selgas, (5 mayo 1962). El secreta-
rio provincial, Juan Parejo de la Cámara, informaba del desplazamiento del Inspector de Trabajo
(sólo figura el apellido Arnao) a la factoría.
32. Acusación a la empresa de incumplimiento del art. 20 de la Orden de 8 de mayo de 1961 y
de las resoluciones de la Dirección General de Ordenación del Trabajo de 22 de enero y 14 de
febrero de 1962 que establecían que formaba parte de la jornada laboral a efectos de percepción
del salario, el correspondiente a la interrupción de la labor para efectuar la comida al realizar
jornada continuada.
33. Memoria G. Civil 1962, en relación a los «conflictos laborales» y las imputaciones a miembros
de la organización apostólica HOAC.
36. La sustitución del capataz por Fulgencio Angosto Jiménez no evitó la confrontación obrera,
negándose a entrar en el trabajo si no se rebajaba la cantidad de mineral exigido (18 vagones)
extraídos con anterioridad (Inf. de 28 de agosto de 1962 de R. Luis Pascual de Riquelme, Presi-
dente de la Diputación al Gobernador Civil en relación a la actitud de los obreros en la empresa
de José Pelegrín Roig en el Llano del Beal en Cartagena).
37. Inf. Comandancia de la Guardia Civil y del Ayuntamiento al Gobernador (18 mayo 1962) con
expediente disciplinario a varios obreros entre los que figuran Enrique Jesús Muñoz Duran
acusándole de incitador del conflicto; a un vocal jurado de empresa facultativo se le suspendió
de empleo y sueldo y otros dos de los pozos «María» y «El Copo» fueron represaliados (J.S.F.
del puesto de capataz fue pasado a barrendero).
38. 72 obreros en Mazarrón fueron despedidos en mina «La Galera, S.A.» (26 junio 1962). En esta
localidad y durante este mismo año cerró en su totalidad el grupo minero «Santa Ana».
39. El 21 de Enero de 1959 en el B.O.E. se publicaba una Orden de Presidencia de Gobierno, por la
que se dictaban normas de prevención contra la silicosis en las minas de la rama del plomo. A
raíz de ello se puso en marcha desde la Dirección General de Sanidad y el Patronato de lucha
contra la silicosis medidas preventivas contra esta enfermedad laboral. El Secretario Técnico
del mencionado Patronato visitaba Cartagena (Dr. Hernández-Pacheco) para poner en marcha
la campaña de profilaxis sanitaria minera (Inf. del Director General de Sanidad al Gobernador
Civil, febrero 1959). La situación y condiciones infrahumanas continuaron denunciándose por
sacerdotes de la HOAC como Andrés Martínez Valero y Pedro Castaño en 1962, posteriormen-
te lo seguiría haciendo Antonio Sicilia junto a otros.
40. A.G.A., 568, 1969.
41. A.G.A., Sección Sindicatos, L-23, 1958-77. Murcia, Asuntos Generales y expedientes conserve-
ros. Anteproyectos «Acción Concertada» Hernández Pérez (3245-3247).
42. A.G.A., Sección Sindicatos, L-28, 1958- 70. Patronato «Juan de la Cierva». Comunicación sobre
«Análisis de Conservas del tomate y pimiento».
43. Hojas tituladas de la Moda «NODO», al pie había un sello en tinta violeta que se leía Juventud
Masculina de Acción Católica. Molina de Segura.
44. BAYONA FERNÁNDEZ, Gloria, «Un ejemplo de trabajo de la mujer durante el franquismo: la
industria conservera de los años 60 en Murcia», en Historia de la familia. Una nueva perspectiva
sobre la sociedad Europea, Murcia, Universidad de Murcia, 1997, pp. 413-424 y «Utilización del
documento escrito-administrativo como marco metodológico de la fuente oral: reconstrucción
de la memoria histórica de la industria conservera en Murcia en los años 60», en IV'Jornadas
Historia y Fuentes orales. Historia y memoria del franquismo, 1936-1978, Avila, Fundación Cultural
Santa Teresa, 1997. pp. 259-274.
trece años de edad en trabajos sólo aptos para personas mayores; condiciones poco
dignas para los trabajadores procedentes de la inmigración...»47.
Por todo ello las demandas laborales siguieron produciéndose en un período
dilatado de tiempo incidiendo directa e indirectamente en la economía local.
Entre los numerosos ejemplos hay que destacar la fábrica «Cobarro», en Alcan-
tarilla, por la no aplicación del salario mínimo con plante de los obreros que
abandonaron el trabajo o en Molina de Segura donde se produjeron tensiones y
conflictos relacionados directa e indirectamente con la industria conservera.
Todavía en los años 70 se hacían promesas de normalización del cumpli-
miento de la normas laborales y de seguridad social en determinados sectores,
muy especialmente en la conserva vegetal que afectaba a unos 30.000 trabaja-
dores en su mayoría mujeres cuyo salario seguía siendo un 25% inferior al de
sus compañeros.
La mujer a la altura de 1975 seguirá siendo objeto de discriminación y de
hecho incluso se encontraban formulaciones legales sobre las que apoyarse. La
reivindicación «a trabajo igual, salario igual» venía limitada por las Ordenanzas
laborales sobre coeficientes reductores y las diferentes categorías profesionales
entre hombres y mujeres sancionadas por los reglamentos interiores de las
empresas 48 .
En definitiva toda esta problemática vivida en los años sesenta en el sector
conservero murciano, se convirtió en la base reivindicativa y conflíctiva en la
década posterior de los setenta donde la situación laboral no se había modifica-
do sustancialmente, materializándose en numerosos conflictos49.
47. Pastoral del obispo coadjutor y administrador apostólico, Miguel Roca Cabanellas. (1 de julio de
1968). Estas declaraciones escandalizaron a empresarios conserveros y responsables políticos.
48. A.G.A., G.E,. 640.
49. IGLESIAS PAGEO, M. a Jesús, Historia de Molina en letra pequeña, Molina de Segura, Ayuntamiento
de Molina de Segura, 1994. En la localidad de Molina de Segura, cercana a la capital, tuvo lugar
una importante huelga en 1976.
50. LUCAS PICAZO, Miguel, «La conflictividad en el proceso modernizador de la Huerta de Murcia»,
Áreas, n.° 1 (1981) pp. 53-62; CALVO GARCÍA-TORNEL, Francisco, Continuidad y cambio en la Huerta
de Murcia, Murcia, Academia Alfonso X el Sabio, 1975.
55. En el término de Villanueva, en una finca denominada «La Loma» del Duque de Huete hubo
una importante conflictividad por la negativa de abandonar las tierras que habían sido cedidas
verbalmente a los braceros. El conflicto comienza a finales de 1955. Informe del alcalde al Go-
bernador sobre los incidentes el 10 de octubre de 1955 (A.G.C.).
56. La familia Chico de Guzmán señores de la comarca del Noroeste tenían un elevado porcentaje
de tierras concentradas en sus manos por herencias y matrimonios de épocas anteriores.
jornales que oscilaban entre 70-75 pesetas existiendo un riguroso control de los
trabajadores por el encargado-administrador.
El grupo de terrajeros que explotaban la finca, lo hacían en una superficie
superior a 10 Has. (23'07%) e inferior a 10 Has. (76'92%) deduciéndose de ello
que el mediano y gran cultivador indirecto era el menos numeroso aunque
explotaba aproximadamente el 85% de la superficie mientras el pequeño apar-
cero era el grupo más numeroso con explotación reducida, aproximadamente
del 15%.
La relación de las personas que habían sido despedidas de las tierras de la-
bor de los Moralejos, con expresión de los familiares que con ellas convivían y
fanegas que labraban fue enviada al Gobernador Civil57.
La alteración del orden público hizo que se desplazaran representantes
sindicales de la Delegación Provincial y técnicos, pero no tuvieron actuaciones
concretas de emprender iniciativas que pudieran dañar los intereses establecí-
dos, según se desprende de los informes enviados al Gobernador Civil desde
sus respectivas esferas competenciales08.
Una vez puesto en marcha el desalojo de forma mayoritaria de aparceros, la
selección del personal que podría no abandonar las fincas nuevamente contra-
tado (asalariado temporal) sería realizada por el administrador que seguiría un
criterio subjetivo entre los menos rebeldes, como por ejemplo el llevado a cabo
con los hijos de una aparcera fallecida, alegando que la muerte de la «titular»
rescindía el contrato.
Los herederos de la Duquesa de Reparaz tenían previsto llevar a efecto las
mismas actuaciones de lanzamiento en sus tierras de los trabajadores aparceros
y la reconversión.
Este proceso no era exclusivo de esta región. La mecanización-capitalización
del campo supuso una auténtica mutación en las relaciones socio-laborales,
cambios en el modo de explotación y en los cultivos, con retrocesos de cereales
y preferencia de viñedos como en Andalucía59.
Las consecuencias sociales de la regresión en aparcería o el arrendamiento
como forma contractual-laboral dio lugar en las nuevas relaciones a una forma
de trabajo en precario (jornaleros a tiempo parcial) con progresivo abandono
57. Informe del encargado José Corbalán Sánchez dando cuenta de situaciones graves vividas en
esta zona. Entre las pautas más generalizadas en la resolución final estuvieron: indemnizaciones
sin interés, hacer a algunos obreros fijos y servicio doméstico (las mujeres), pero la mayoría
tuvieron que marchar en busca de trabajo a otras poblaciones, provincias o países.
58. Vicesecretaría de Ordenación Económica (Nicolás Ortega Lorca); Secretaría de la Obra Sindical
de Colonización (Nicolás López); Sindicato Vertical (Carlos Iglesias Selgas) que justificaba los
«necesarios sacrificios sociales al bien común...» (enero 1962). La primera autoridad provincial
utilizaba un doble lenguaje. Por un lado admitía la situación de desamparo en que quedaban los
aparceros y por otra la imposibilidad legal de resolver el problema de forma favorable.
59. MORALES RUIZ, Rafael y BERNAL, Antonio M., «Del Marco de Jerez al Congreso de Sevilla», en
Historia de Comisiones Obreras (-I958-1978)..., pp. 215-257. Destacan la mecanización y amplia-
ción de zonas regables en Andalucía (Jaén, Córdoba y Sevilla) además del cambio de cultivos y
relaciones socio-laborales en el Marco de Jerez.
masivo del campo, que en el caso de Murcia tendría un carácter gradual y esca-
lonado pero imparable, bien hacia la industria provincial o hacia regiones como
Cataluña o al extranjero60.
60. Informe del Jefe Provincial del Movimiento y Presidente del Consejo Económico Sindical al
Comisario del Plan de Desarrollo (5-2-63).
Siempre las zonas más deprimidas serían las más afectadas por el éxodo rural. Desde Caraya-
ca, el cura párroco D. José Lafuente Navarro, había conseguido que algunos aparceros trabajaran
en la conserva en la localidad de Molina de Segura donde anteriormente había estado como
coadjutor.
61. Hay que señalar el trabajo domiciliario realizado mayoritariamente por mujeres como forma
de amortiguar los efectos del hambre en época de crisis o como complemento adicional de
ingresos monetarios familiares como capachos para industrias vinícolas o aceiteras, cosido de
alpargatas, alfombras...
62. Ley de octubre de 1939, «Ley de protección a las industrias de interés nacional», y la Ley de 24
de noviembre de 1939, «Ordenación y defensa de la industria nacional», demuestran en base al
esparto el proteccionismo estatal al considerarla «fibra nacional».
63. FERNÁNDEZ PALAZÓN, Gloria, El esparto: una página económica en la vida del municipio de Abarán,
Abarán, Ayuntamiento de Abarán, 1994.
64. Convocatoria de manifestación contra el coste de la vida y bajos salarios de campesinos, huer-
tanos, recolectores de esparto y fabricantes... (5 de mayo de 1958) Se requisó la propaganda y
se detuvo a sus distribuidores, según consta en el informe policial enviado al Gobernador Civil
(A.G.A.).
65. Junta Rectora de la Cooperativa de Manufacturas del Esparto «Cieza Industrial» suscrita por
Ricardo Lozano Pérez, tras su constitución como continuadora de «Industrias de Hilados José
García Silvestre»; Entrevista a Bartolomé Martínez Bernal el 18 de junio de 1994 sobre la situa-
ción de este municipio en relación al esparto y para el análisis de la problemática espartera en
Abarán, entrevista realizada el 12 de junio de 1994 a Teófilo Gómez Ruiz.
69. Por este Decreto de ordenamiento de nuevos regadíos los límites de la huerta habían avanzado
de manera importante viéndose consolidado de forma legal, además de nuevos perímetros re-
gables ganados a los secanos. En principio estos riegos tuvieron lugar en las márgenes próximas
del río Segura extendiéndose más adelante la ampliación a la Vega Alta, Campo de Cartagena y
Valle del Guadalentín. Para el estudio del río Segura en la cuenca baja, CALVO GARCÍA-TORNEL,
Francisco, «Ciudad y río en la cuenca baja del Segura», Áreas, n.° 17 (1997), pp. 145-153.
70." Informe realizado por el ingeniero José Vidal quien consideró que las aguas extraídas procedían
de filtraciones del río Segura. En Cieza paralelamente otros informes lo desmentían a cargo
de Agustín Marín y Bertrán de Lis, ingeniero de minas, José Doval, de caminos, y Targhetta,
representante del Instituto Geológico. Esta problemática se desarrolló estando de ministro de
Obras Públicas, Jorge Vigón (62-65), Laureano López Rodó, posteriormente ministro del Plan de
Desarrollo que ocupaba por entonces (1963) la Subsecretaría de Obras Públicas.
71. Informe del Delegado Provincial Sindical de 25 de febrero de 1961 ante la petición de los re-
gantes de la Vega Baja de suspensión de los recursos que Francisco Jiménez Castellanos y la
Comunidad de Regantes del pozo de S. Juan en Cieza habían iniciado contra la Administración
(Comisaría de aguas de la Cuenca del Segura), al ordenar esta última el precinto de sus pozos
más tarde con fallo a favor del T. Supremo. Sin embargo, el recurso contencioso-administrativo
entablado por la propia Hermandad Sindical representada por Jesús González Pérez contra la
Administración General y en su nombre el abogado del Estado con quien coadyuvaba el Juzga-
do de aguas de la villa de Rojales (juzgado privativo de aguas del azud de Alfeitimi y Sindicato
de la Comunidad de Regantes de la Villa de Catral) defendido por Ramón Serrano Súñer, sería
desestimado el 7 de julio de 1961 (A.G.C.).
72. Informe de Trinidad Almela Pujante, alcalde de Cieza al Gobernador Civil analizando el pano-
rama que presentaba el municipio en cuanto a la problemática del cierre de pozos (18-2-64); el
Gobernador Civil a su vez lo hará al Presidente de la Hermandad Sindical Nacional de Labra-
dores y Ganaderos, al Ministro Secretario General del Movimiento, José Solís con el ruego que
interviniera en el asunto, dado que el Ministro de Obras Públicas a quien en reiteradas ocasiones
se había dirigido no había dado ningún tipo de respuesta (19-2-64).
73. Informe del Presidente del Grupo Sindical de Colonización (18 marzo 1964) dando cuenta del
pozo de Jesús Camacho Camacho enclavado en el paraje «La Parra» del incumplimiento de
escritura de suministro de agua a agricultores que nada tenían que ver jurídicamente con el
proceso en marcha y que quedarían en la ruina total por el perjuicio creado.
74. Petición de la Delegación Sindical Comarcal de Cieza y del Alcalde al Gobernador de forma
insistente, tanto para dar soluciones como de solicitud de refuerzos policiales por la alteración
de orden público (5-3-64). La Dirección General de Seguridad lo hacía a su vez informando del
peligroso ambiente socio-político que se vivía en la localidad.
75. La desesperada situación de los trabajadores agrarios trajo consigo momentos de gran dureza.
El alcalde y el delegado comarcal de Cieza solicitaron al Gobernador Civil, refuerzos policiales
(6-3-64).
ganismo dejó en su día pese a tener guardia y policías de agua que sacaran del
río de forma ilegal cantidades de líquido dirigida hacia los riegos de la propia
Confederación.
La misma problemática de precintos de pozos de aguas subterráneas se dio
igualmente en otras localidades murcianas: Corvera, Fuente Álamo, Aljorra,
Torre Pacheco, San Javier, San Pedro, la Costera de la Sierra de Carrasco, Torres
de Cotillas, Cehegín,... mostrando un malestar casi generalizado. Además por
el bajo nivel de precipitaciones anuales y los escasos recursos hídricos propios
disponibles, provocó en los agricultores de Lorca la lógica incertidumbre en
cuanto a la seguridad de riego, impulsando la utilización de los recursos subte-
rráneos, lo que llevó a una grave sobreexplotación del acuífero del Guadalentín.
De forma adicional a esta problemática hay que añadir que los pozos de Lorca
en la zona lateral y en las cabeceras del Valle (Pulpi y Puerto Lumbreras), los
niveles comenzaron a bajar de forma progresiva arruinando poco a poco los
acuíferos por la salinidad.
Las tradicionales subastas en el Alporchón eran siempre motivo de protestas
masivas de los regantes, al tener que adquirir el agua a precios desorbitados, y
en varias ocasiones tuvo que intervenir la policía76.
76. Polémica importante fue la suscitada a raíz de la crítica en el diario Pueblo realizada por José
Robles Lillo, empleado de Banca, hijo de un afectado con réplica desabrida y autoritaria de Lu-
ciano de la Calzada, Presidente de la Confederación Hidrográfica que pidió su procesamiento.
Los pequeños agricultores respaldaron a Robles Lillo (15 octubre 1962), A.G.C.
1. INTRODUCCIÓN
Franco murió en la cama el 20 de noviembre de 1975. La defunción del dic-
tador no fue seguida automáticamente, contradiciendo el vaticinio largamente
sostenido por la oposición política, por el derrumbamiento del régimen. No
hubo ruptura ni interregno revolucionario alguno, el cambio político fue el
resultado de una reforma nacida de la propia legalidad franquista, controlada
y en buena manera protagonizada por los sectores provenientes del antiguo
régimen1. El epicentro definitivo y final del proceso no estuvo en la calle, pasó
a los despachos en los que dominaron, en clave electoralista, las tácticas de los
diferentes líderes políticos2.
A estas alturas resultaría ocioso incidir en el decisivo papel protagonizado
por las negociaciones cupulares que tuvieron lugar principalmente a partir de
1977, si bien es preciso señalar que únicamente representan «la culminación de
un proceso más largo y más general que precisamente es la fundación necesaria
de los términos en los que se desarrollan estas negociaciones»3. La visión del
* Este trabajo forma parte de la investigación desarrollada en el marco del proyecto de investiga-
ción del Ministerio de Educación y Ciencia BHA2002-03897 «Sociabilidad y movimientos sociales en
Castilla-la Mancha (1959-4986)».
1. MARTÍN VILLA, R., Al servicio del Estado, Barcelona, Planeta, 1985, pp. 50-53.
2. PAGNUCCO, R., «The comparative Study of Social Movements and Democratization», Research in
Social Movements, Conflíct and Change, n.° 18, 1995, pp. 159-161.
3. TARROW, S., «Mass Mobilization and Régimen Change: Pacts, Reform and Popular Power in
Italy (1918-1922) and Spain (1975-1978)», en GUNTHER, R., The politics ofDemocratic Consolidation,
Baltimore, John Hopkins Press, 1985, pp. 207-208.
4. BALFOUR, S., La dictadura, los trabajadores y la ciudad. El movimiento obrero en el área metropolitana de
Barcelona (1939-'¡9S8), Valencia, Alfons el Magnánim, 1994, pp. 169-171.
5. Entrevista con José Herreros, 5-7-2005. Todas los testimonios orales citados en este trabajo han
sido depositados en el Centro de Estudios de Castilla-La Mancha (CECLM) de la Facultad de
Humanidades de Albacete (UCLM).
6. Entrevista con José Herreros.
7. Entrevista con Blas González (I), 14-7-2005.
8. Entrevista con Telesforo Carrión, 26-10-2005.
9. BABIANO, ]., Emigrantes, cronómetros y huelgas, Madrid, Siglo XXI, 1995, p. 97.
te comunión con los tradicionales intereses del obrero fabril, sino de todo lo
contrario, de la reacción contra las condiciones laborales que menoscababan
una determinada posición de clases medias. Las primeras reivindicaciones de
los empleados de la banca, concentradas en la Central Contable a inicios de los
sesenta, respondían al intento de mantener una posición sociolaboral privilegia-
da, a la movilización contra las condiciones laborales que les aproximaban al
proletariado de «monos azules». Los empleados de la banca habían desarrollado
cierta sensación de diferenciación sociolaboral, pues éste era «un empleo privi-
legiado, donde no se producía nunca un despido, donde tenías el trabajo ase-
gurado y donde tenías un sueldo que entonces parecía importante». Situación
que fue percibida bajo amenaza cuando «se pasaron en el poder que ejercían los
dirigentes de la Central Contable». Por ello, las reivindicaciones planteadas en
aquel entonces representaban la reacción contra las «injusticias manifiestas que
no podíamos consentir» desde la autopercepción de trabajadores privilegiados y
pertenecientes a las clases medias 10 . Fueron unas protestas limitadas a un deter-
minado centro de trabajo en el que sus empleados se movilizaron ante la nece-
sidad de salvaguardar cierto aristocratismo laboral, no en base a una solidaridad
de clase o a una ideología obrerista, ya que «nuestra posición no fue nunca una
posición obrerista porque no nos considerábamos obreros»11. Curiosamente
esta movilización, que pretendía evitar el empeoramiento de unas condiciones
laborales que socavaban la posición de clases medias, desarrolló cierto mime-
tismo con las iniciales formas de organización obrera: las bases comenzaron a
autooorganizarse de forma espontánea e informal ante los abusos nacidos de
la práctica laboral cotidiana en las oficinas bancadas, utilizando los limitados
cauces proporcionados por la legislación laboral franquista (peticiones, cartas
colectivas, etc.).
acortando» entre las condiciones de vida del obrero y del empleado de banca,
ya que éste «está sometido a una presión y conforme se va equiparando a los
demás va estando en más consonancia con los otros sectores». El Sindicato Ver-
tical propició las estructuras de contacto entre empleados de banca y de otros
sectores en los que se fue tejiendo una incipiente comunidad de intereses: «La
solidaridad con los trabajadores se fue fomentando poco a poco en la medida
en que ibas teniendo contactos con otros ramos en el Vertical». Aunque, como
luego veremos, la acción emprendida desde la banca tuvo unos objetivos muy
semejantes a los del resto de la clase trabajadora, las formas no fueron iguales,
se diferenciaron precisamente en función de su situación en la frontera de clase.
B. González adquirió una identidad obrera porque «entré en el banco limpian-
do escupideras, yo entré en el banco y nos dijeron entre el día y la noche no hay
pared [...] trabajábamos los domingos gratis, y hacíamos montones de horas» y
sobre todo por «el estudio en las JOC [...] Nosotros cogíamos un hecho [...] y
empezábamos a trabajar [...] y ese mensaje [el del compromiso social cristiano]
lo traducimos ahí». La situación objetiva en el trabajo se fusionaba con una in-
terpretación de ésta en términos de clase: a las «experiencias comunes» de E. P.
Thompson se le unían los «lenguajes de clase» de Stedman Jones13, para lo cual
fueron muy importantes los contactos trabados en el seno de las JOC con curas
obreros que estaban realizando una importante labor social en las barriadas
obreras de la periferia14.
La adquisición de una identidad obrera estuvo estrechamente vinculada a
la toma de conciencia sobre la explotación sufrida. Ésta se basaba en la confir-
mación de que el «duro que se ganaba» por el banco no era repartido entre los
trabajadores «como debía de ser» y por ello «nos sentíamos explotados». Las
ganancias obtenidas por la parte empresarial fueron enmarcadas como injustas,
el desigual reparto de los beneficios les hacía sentirse «injustamente tratados»,
y «por eso peleábamos»15. Asimismo T. Carrión consideraba que los beneficios
del banco «eran muy disparatados, siempre han sido muy disparatados [...] El
beneficio de los grandes bancos [...] era excesivo en relación a los salarios que
se tenían [...] No me gustaban esas diferencias tan grandes en los beneficios
porque consideraba que se debía participar un poco más en los beneficios de
las empresas [...] Te sentías un poco explotado».
No hay que olvidar que únicamente fueron unos cuantos, una minoría em-
barcada en los movimientos cristianos, los que desarrollaron un compromiso
obrero y combativo ante la autosatisfacción de las clases medias generalizada
entre la mayoría de los empleados de banca16. Fue desde este grupo de operarios
13. Ambos citados en PÉREZ LEDESMA, M., «La formación de la clase obrera: una creación cultural»,
en CRUZ, R. y PÉREZ LEDESMA, M., Cultura y movilización en la España contemporánea, Madrid,
Alianza, 1997, p. 213.
14. Entrevista con Blas González, (I).
15. Entrevista con Blas González (I).
16. TEZANOS, F. et al., Las nuevas clases medias. Conflicto y conciencia de clase entre los empleados de banca,
Madrid, Cuadernos para el diálogo, 1973, p. 169.
inquietos de donde nacieron los diferentes esfuerzos por extender una identi-
dad obrera entre los empleados del sector, intentos que estuvieron dirigidos a
crear una determinada interpretación de la situación sociolaboral que motivase
para la acción. Es importante apuntar que los primeros esfuerzos en esta direc-
ción en el Albacete de los sesenta no provinieron de los obreros fabriles o del
contacto cotidiano con la miseria, el impulso inicial nació de un pequeño núcleo
de empleados de banca que progresivamente adquirieron cierta cualificación y
cuyos salarios eran algo superiores. Parte de su compromiso nacía de la reacción
ante el empeoramiento de las condiciones laborales en la banca durante el desa-
rrollismo, que podía dificultar sus aspiraciones de movilidad laboral, si bien la
gran mayoría de ellos se promocionaron en sus trabajos. Como dice T. Carrión,
el malestar nacía de que «entre tu forma de pensar y la realidad de la vida hay
una diferencia muy grande y eso te lleva a sentirte un poco diezmado en tus
posibilidades o en tus concepciones de lo que vas persiguiendo». Sin olvidar
que por su formación, participación en los movimientos cristianos y actividad
en organismos oficiales desarrollaron mayores capacidades cognoscitivas que el
resto de asalariados17. Este limitado grupo se embarcó en un proceso de elabo-
ración de marcos, cuyo principal objetivo fue la creación de una identidad obre-
ra que legitimase la reivindicación, a la cual se superpusieron posteriormente
elementos antifranquistas y democráticos.
Los esfuerzos enmarcadores desarrollados por los líderes del movimiento
encontraron su base en un creciente sentimiento de privación relativa que se
articuló en torno a la percepción de una desigual distribución social de los de-
rechos y privilegios. A partir de ahí se generó un marco de injusticia en el que
causas y responsables aparecieron perfectamente identificados: «Nosotros»,
trabajadores de la banca, somos víctimas de una injusticia causada por «ellos»,
la parte empresarial. Si bien cabe destacar, como luego veremos, que dichos
momentos de creación de una identidad colectiva quedaron casi siempre limi-
tados a las situaciones de lucha. Así los empleados del Banco Central remitían
a sus compañeros de otras sucursales el siguiente escrito en los días previos a la
decisión del laudo que dirimió el conflictivo convenio colectivo interprovincial
de 1969: «Mientras nosotros recibamos un salario que nos impone muchas ve-
ces privaciones, obligándonos a la práctica del pluriempleo, el capital bancario
viene consiguiendo un grado tal de acumulación de riqueza, que en opinión
de los especialistas y técnicos en la materia está causando graves perjuicios
a los intereses generales del país, frenando su desarrollo económico y social.
Evidentemente, las bajas retribuciones de los empleados de Banca, constituyen
uno de los factores que hacen posible el incesante enriquecimiento de los pro-
pietarios del capital bancario, lo que significa que a los trabajadores se nos niega
una justa participación en la riqueza que con nuestro esfuerzo contribuimos a
crear». Un elemento importante que denotaba la progresiva adquisición de una
identidad obrera era precisamente la dirección indicada por el dedo acusador,
éste no se dirigía a los obreros fabriles, cuya lucha y triunfos durante los años
sesenta representaban una progresiva disolución de los límites de clase, sino
que el enemigo era el empresario.
Tampoco faltaron las referencias encaminadas a legitimar la propia acción,
ésta era enmarcada como la mejor herramienta de presión y de consecución de
mejoras18. No era otra la intención de los miembros de la sección social cuando
hicieron circular entre los trabajadores el acta de una de sus reuniones en la que
un vocal interpelaba a la presidencia sobre las razones por las cuales existían
desigualdades en los horarios de varias sucursales de las Cajas de Ahorro. Tras
un debate se llegó a la conclusión de que precisamente los diferentes horarios
estaban relacionados con los diversos niveles de combatividad existentes en ca-
da oficina, y por lo tanto «muchas de estas variaciones son mejoras que se con-
siguen de las empresas»19. El mensaje no ofrecía dudas: las plantillas más activas
solían disponer de unas condiciones laborales más favorables producto de la
lucha, mientras que aquellos que permanecían sumisos no obtenían mejoras.
El momento privilegiado de construcción y extensión de la identidad fue
el propio conflicto. Como hemos visto con anterioridad, el enfrentamiento en
torno al difícil convenio de 1969 activó la utilización de unos determinados re-
cursos culturales, en este caso la injusta distribución desigual de los beneficios
obtenidos de la actividad bancaria. Se puede hablar de una cultura del conflic-
to, pues como señala Rafael Cruz «las herramientas culturales que posibilitan
la participación de la gente en las movilizaciones son seleccionadas en medio
de la acción colectiva que deriva del propio conflicto»20. Asimismo en la dura
negociación que presidió otros convenios los trabajadores de banca incidieron
en la denuncia de la actitud de cierta prensa que trataba de desprestigiar sus
reivindicaciones asignándoles la etiqueta de empleados privilegiados. En torno
al convenio de 1971 la sección social hizo hincapié en la identificación entre sus
demandas y las del resto de trabajadores, y manifestaba el malestar «producido
entre los trabajadores de banca privada, como consecuencia de los artículos
aparecidos en los diarios Pueblo e Informaciones [...] ante las manifestaciones
contenidas en dichos artículos puesto que [...] pueden crear un clima tenden-
cioso en contra de las aspiraciones de los trabajadores de esta actividad».21 En
la vertiente simbólica del conflicto los dirigentes del movimiento utilizaron la
autorreflexividad como actores sociales que habían adquirido conciencia de
su identidad, y exigieron el reconocimiento social por parte de sus oponentes.
El conflicto provino del intento de afirmar una identidad que era negada por
18. GAMSON, W., «Constructing Social Protest», en JOHNSTON, H. y KLANDERMANS, B., Social Move-
ments and Culture, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1995, p. 95.
19. AHPOS, Sindicato de Banca, caja 2670.
20. CRUZ, R., «La cultura regresa al primer plano», en CRUZ, R. y PÉREZ LEDESMA, M., op>. ctt., p.
33.
21. AHP, Libros de la O.S de Albacete, Actas del Sindicato de la Banca, libro 443.
otros 22 . Así la UTT de la banca avisaba de que «combatiremos con todas nues-
tras fuerzas las campañas del capital, por medio de la prensa y otros medios de
difusión, encaminados a la opinión pública para tratar de que se nos considere
trabajadores privilegiados, cuando es lo cierto que nuestras necesidades van
paralelas a las de la mayoría de los de otros sectores de la producción»23. Las
situaciones conflictivas, especialmente durante la negociación colectiva, se
convirtieron en campos de batalla en la atribución de significados que trataban
de deslegitimar las aspiraciones del oponente 24 . En estos momentos de pugna
simbólica por la asignación identítaría los empleados de banca resaltaban su
adscripción a la clase obrera mientras que empresarios y medios de comunica-
ción afines aludían al radicalismo economicista de aquellos que disfrutaban de
unas condiciones laborales más favorables que el resto de la clase trabajadora.
Así la parte empresarial pretendía quebrar la identificación entre empleados
de banca y obreros que evitase la puesta en funcionamiento de procesos de
solidaridad entre trabajadores. El poder patronal hizo hincapié en una imagen
muy extendida socialmente y contra la que los empleados de banca más con-
cienciados tuvieron que luchar. Como dice B. González «hay que reconocer que
el banco era uno de los sitios posiblemente menos peligrosos y mejor mirado»
pero había que pelear mucho para «poder vivir un poco mejor», pues «éramos
todos obreros». «Teníamos los mismos problemas, lo que pasa es que vestía
mucho: cuando yo me hice novio con mí mujer decían, y era ordenanza, ay que
suerte va a tener tu hija que se va a casar con uno del banco. Empecé ganando 121
pesetas, ¿qué podía hacer mi madre con 121 pesetas? [...] Si dicen es que vosotros
estabais menos explotados, también es verdad [...] pero se creían que nosotros
éramos banqueros y tuvimos que decirles que éramos bancarios». En la misma
línea, T. Carrión apunta que el sueldo en la banca «tenía fama de eso, la dife-
rencia no era tanta como se decía [...] Eramos los señoritos de los trabajadores,
por eso también cuando salimos con el movimiento sindical, que surgió un
poco espontáneamente, a la gente le costaba trabajo darle crédito a eso, a que
nosotros persiguiésemos algo en favor de los demás [...] Porque la creencia que
había es que éramos los mejor pagados de los trabajadores». Con la finalidad
de romper esta percepción generalizada intentaron tender vínculos con sectores
manuales y buscaron contactar e implicar en la lucha a los obreros que asistían
a los cursos del PPO25.
En ocasiones los líderes del movimiento de banca hicieron uso de recursos
culturales que se encontraban disponibles en el imaginario colectivo. La refe-
rencia a la marginación y al subdesarrollo, al arraigado sentimiento de periferia,
22. MELUCCI, A., «The Process of Collective Identity», en JOHNSTON, H. y KLANDERMANS, B., op>.
cit., pp. 46-49.
23. AHPOS, Sindicato de la Banca, caja 2670.
24. KLANDERMANS, B., «The Formation and Mobilization of Consensus», en KLANDERMANS, B.;
KRIESI, H. y TARROW, S., From Structure to Action. Comparing Social Movetnent Research Across Cul-
ture. International SocialMovement Research, Greenwich, Jai Press, 1988, vol. 1, pp. 173-178.
25. Entrevista con José Herreros, CECLM.
lo normal es que se hubiera hecho una huelga, pero como eso era ponerse en
la calle...».
La constante utilización por parte de los organizadores del movimiento de
recursos culturales e identitarios evidenciaba la importancia de los elementos
simbólicos que tejieron una identidad colectiva que bajo la bandera del antifran-
quismo y de la lucha por la democracia consiguió erosionar al régimen26.
26. LARAÑA, E., La construcción de los movimientos sociales, Madrid, Alianza, 1999, p. 319.
27. MONTERO, E, «El giro social de la Acción Católica española (1957-1959)», en V Encuentro de
Investigadores del Franquismo, Albacete, noviembre 2003, CD.
28. Entrevista con Telesforo Carrión.
32. AHP, Libros de la O.S de Albacete, Actas del Sindicato de la Banca, libro 443.
«querían hacer algo y no sabían qué, y cuando se les abrió una ventana a esa
ventana se acogían y sobre todo cuando la ventana tenía menos riesgos que la
clandestinidad»35.
Alberto Carrillo-Linares
INTRODUCCIÓN
Resulta paradójico que exista un consenso más o menos generalizado sobre
la importancia del movimiento estudiantil en la lucha contra la dictadura fran-
quista y en la transición política a la democracia, pero que, por otro lado, no se
hayan realizado apenas reflexiones en profundidad sobre tal relación efectuán-
dose más bien enunciados axiomáticos que acaban por convertirse en afirma-
ciones tautológicas, en ocasiones creo que no del todo bien resueltas1. El rela-
tivo olvido de la lucha contra Franco en la Universidad está siendo solventado
en los últimos años con el desarrollo de investigaciones centradas en la materia,
generalmente de ámbito local aunque con frecuencia escasean las reflexiones
teóricas2. Quiero decir, existen meritorios estudios sobre el movimiento estu-
1. Y esto es así tanto entre los historiadores como entre la opinión pública general. Sobre el primer
colectivo baste con consultar cualquier obra actual centrada en la historia del franquismo; en re-
lación con el segundo, véase, por ejemplo, el resultado de la encuesta realizada con motivo de los
25 años del inicio de la transición política a la democracia, base del artículo de AVILES FARRÉ, Juan,
«Veinticinco años después: la memoria de la transición», Historia del Presente, n.° 1, (2002), pp.
88-97, en particular, p. 91, donde se hace referencia a la contribución del movimiento estudiantil
en el éxito de la transición; en orden de importancia queda relegado a la 5.a posición, tras el rey,
los ciudadanos en general, el movimiento obrero y los medios de comunicación. En el mismo
número de dicha revista, Ramón García se refería a la «omisión» del movimiento estudiantil en
la historiografía, junto con el movimiento campesino, aunque reconocía que «quizás por razones
sentimentales, el movimiento estudiantil ha merecido una mayor atención», pese a que distaba «de ser
satisfactoria la atención prestada». GARCÍA PINERO, Ramón, «El obrero ya no tiene quien le escriba.
La movilización social en el «tardofranquismo» a través de la historiografía más reciente», pp.
104-115 (las citas en pp. 112 y 115).
2. La bibliografía sobre el tema, incluyendo las crecientes comunicaciones en congresos -de muy
variable calidad-está notando un buen reflujo. Desde la pionera obra de FARGA, Manuel Juan,
Universidad y democracia en España (30 años de lucha estudiantil), México, 1969, pasando por el
clásico estudio de MARAVALL, José María, Dictadura y disentimiento político. Obreros y estudiantes bajo
el franquismo, Madrid, 1978 y el de GlNER, Salvador, «Libertad y poder político en la Universidad
española: el movimiento democrático bajo el franquismo», en PRESTON, Paul, España en crisis: evo-
lución y decadencia del régimen de Franco, México, 1978, pp. 303-355, hasta la actualidad, se ha de-
tectado una evolución positiva en el número de títulos, especialmente en los dos últimos lustros,
una circunstancia que merecería algún estudio de cuantificación. Una característica es común a
la mayoría (no todos) de los autores que se han centrado en el tema (ya desde la publicación
de los números 1 y 2 de la revista Materiales en 1977): vivieron en primera persona, casi todos
como militantes, el fenómeno que describen. Sin ánimo de ser exhaustivo - y pido disculpas
por esta extensa nota-, existen investigaciones para Canarias (DÉNIZ RAMÍREZ, Francisco A., La
protesta estudiantil: estudio sociológico e histórico de su evolución en Canarias, Madrid, [1999]), Valencia
(SANZ DÍAZ, Benito y RODRÍGUEZ BELLO, Ramón Ignacio (eds.), Memoria del antifranquismo. La
Universidad de Valencia bajo d franquismo. 1939-1975, Valencia, 1999 y SANZ DÍAZ, Benito, Rojos
y demócratas. La oposición al franquismo en la Universidad de Valencia, 1939-1975, Valencia, 2002),
Cataluña (COLOMER I CALSINA, Josep M., Els estudiants de Barcelona sota el franquisme, Barcelona,
1978, 2 vols.), Madrid (VALDELVIRA GONZÁLEZ, Gregorio, El movimiento estudiantil en la crisis del
franquismo. La Universidad Complutense (i973-1976), Madrid, 1992 y ÁLVAREZ COBELAS, José, En-
venenados de cuerpo y alma. La oposición universitaria al franquismo en Madrid (1939-1970), Madrid,
2004), Valencia (tesis doctoral de RODRÍGUEZ TEJADA, Sergio, Dictadura franquista y movimiento
estudiantil en la Universidad de Valencia, 2005) o Sevilla (RUBIO MAYORAL Juan Luis, Disciplina y
rebeldía. Los estudiantes en la Universidad de Sevilla, (1939-1970), Sevilla, Universidad, 2005), y mis
propias investigaciones. A ello habría que sumarle las comunicaciones en diversos congresos
y obras de carácter más general que aluden al tema, que se han referido a ámbitos locales del
movimiento estudiantil (Cádiz, Cataluña, Galicia, Granada, Madrid, Málaga, Murcia, Sevilla, País
Vasco, Valencia, Valladolid, etc.) o aspectos parciales (organizaciones, huelgas, fechas simbólicas,
represión, sociología, etc.). Muy pocos autores han intentado realizar una historia general del
movimiento estudiantil durante el franquismo (PALAZUELOS, Enrique, Movimiento estudiantil y
democratización de la Universidad, Madrid, 1978; VALDELVIRA [GONZÁLEZ], Gregorio, La oposición
estudiantil al franquismo, Madrid, 2006). Pese a las alusiones que, en éstos, se hacen a algunos
distritos que no fueran Madrid y Barcelona, siguen siendo historias de dichas universidades y las
conclusiones están muy condicionadas por la dinámica interna en las mismas. Así las cosas, creo
que sigue quedando pendiente esta tarea a riesgo de acabar confundiendo la historia general del
movimiento estudiantil español con la de los distritos madrileño y catalán.
3. Cfr. PÉREZ LEDESMA, Manuel, ««Cuando lleguen los días de la cólera»: movimientos sociales, teo-
ría e historia», en W . AA. Problemas actuales de la historia (Terceras Jornadas de Estudios Históricos),
Salamanca, 1993, pp. 141-187, [publicado posteriormente en Zona Abierta, n.° 69, (1994), pp. 51-
120]; y del mismo autor: «Los nuevos movimientos sociales y la Historia del Tiempo Presente»,
en DÍAZ BARRADO, Mario P. (coord.), Historia del Tiempo Presente. Teoría y metodología, Badajoz,
1998, pp. 63-77; así como ««Nuevos» y «viejos» movimientos sociales en la transición», en MOLI-
NERO, Carme (ed.), La transición, treinta años después, Barcelona, 2006, pp. 117-151.
4. Cito dos casos a modo de ejemplo que son suficientemente significativos: Consuelo Laiz parece
entender que ETA conformaba un partido político semejante al PTE, LCR, ORT, etc., al incluirlo
como tal en La Lucha final. Los partidos de la izquierda radical ámame la transición española, Madrid,
1995. DEL ÁGUILA, Juan José, en El TOE La represión de la libertad (•1963-4977), Barcelona, 2001, aca-
ba otorgando teóricamente -por no desagregar los datos- la misma categoría analítica a los miem-
bros de las organizaciones terroristas procesados por el TOP que a los militantes de CC. OO.,
UGT, PCE, PSOE, activistas estudiantiles, manifestantes, etc., en su defensa de la libertad. El título
de la obra y los epígrafes de la misma inducen inconscientemente a tal situación psicológica.
5. Evidentemente, esta afirmación, que pretende hacerlas veces de titular periodístico, precisa de mu-
chas matizaciones, comenzando porque habría que situarla en su justo término, lo que significa
concretar la relación de fuerzas con otros movimientos sociales sin los que tampoco se concibe
la transición, como el obrero, el vecinal, etc. Como en cualquier sistema complejo, ninguno se
puede excluir para comprender el fenómeno resultante.
6. Para referirnos a la fase abierta tras la muerte de Franco prefiero emplear la expresión transición polí-
tica a la democracia. Por razones de brevedad, utilizaré el término transición a secas aunque teniendo
siempre presente la tesis de que la transición en sentido general no comenzó el 20 de noviembre
de 1975, fecha que marca, eso sí, un punto de inflexión en el marco de oportunidades políticas.
LA RUPTURA GENERACIONAL
Es un lugar común considerar el factor generacional como uno de los puntos
destacados en la disidencia. Tan aceptada está la idea que han empezado a sur-
gir algunas voces que consideran este hecho como resabido y que por lo tanto
hay que buscar nuevas explicaciones. Opino que, por más que se diga, fue éste
un hecho determinante y por lo tanto no puede el investigador abstraerse del
mismo, por muy antigua que sea la idea. Se puede afirmar que, en términos ge-
nerales, hubo una verdadera ruptura generacional en dos sentidos: por la edad
y desde el punto de vista cultural, lo que acabó adoptando un matiz político de
carácter subversivo; ambos son condicionantes de primer orden.
Cuando analizamos la oposición a la dictadura en general -y, obviamente la
estudiantil-, se percibe con claridad que el mayor porcentaje de los participantes
habían nacido después de la guerra civil, una contienda, por consiguiente, que
conocían de oídas, pese a que hubieran podido padecer sus consecuencias. Para la
Universidad, los márgenes cronológicos se podrían establecer entre 1945 y 1955
(1960, si incluimos la muy importante de bachillerato), pudiéndose hablar, con
cierta propiedad de una especie de Generación de 1950, aún asumiendo los proble-
mas que cualquier definición generacional entraña; es la zona de fechas de la que
hablaba Ortega y Gasset. Se trata de una generación que se enfrenta a la anterior,
marcada por un hecho (el franquismo) y que además desarrolló unos códigos de
comunicación alternativos, incluido el lenguaje, construyendo un léxico que se
acabó convirtiendo en un verdadero hit motiv de toda la generación. Volveré sobre
este punto. Por otro lado, como en el concepto de generación literaria, la de la
oposición universitaria estuvo sometida a una formación intelectual semejante
que se tradujo en una verdadera crisis generacional; la configuración de todo el
sistema de pensamiento (y de militancia) se apoyaba en una compleja red de
relaciones personales (familiares, amorosas, contactos del barrio, el instituto o la
universidad, centros culturales, etc.), de donde deriva la necesidad metodológica
de análisis microhistóricos y reconstrucción de marcos de micromovilización, etc.
Fue también frecuente la participación en actos colectivos propios, etc.
La importancia del hecho estriba en que con la pérdida de esta generación se
hizo imposible la continuidad sociológica e histórica de la dictadura: la juven-
tud representaba la continuidad y se perdió por el camino. Los supuestos pro-
yectos despolitizadores elaborados por los capitostes del franquismo de cara a
la desmovilización política de este sector social fracasaron de Heno: en realidad
no se trataba de una despolitización, como se ha dicho, sino sencillamente de
una politización en un sentido determinado, aquel que denigraba el libre juego
parlamentario, considerado como esencialmente perverso7. Pero la juventud,
7, La concepción peyorativa de la política se mantuvo hasta los últimos días de la dictadura: "Los
partidos políticos, para mí, son el opio del pueblo, y los políticos sus vampiros», sentenció el general
García Rebull. Entrevista en Nuevo Diario, suplemento de 28-IV-1974. RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, José
Luis, Reaccionarios y golfistas. La extrema derecha en España: del tardofranquísmo a la consolidación de
la democracia (1967-198Z), Madrid, 1994, pp. 169-170.
8. Sobre este punto es de obligada consulta RüIZ CARNICER, Miguel Ángel, El Sindicato Español
Universitario (SEU), 'I9í9-'I9ÓS. La socialización política de la juventud universitaria en el franquismo,
Madrid, 1996.
9. LÓPEZ MEDEL, Jesús, Ejército y Universidad, Madrid, 1963, pp. 106-107, Y tampoco faltaba la cita
del Caudillo: «Porque creo en la juventud, estoy al frente de España-.•-.
10. LÓPEZ MEDEL, Jesús, Política de juventud en la España futura, Madrid, 1963, pp. 22-23. Los subra-
yados son del original.
11. Fue impulsado por orden de Carrero tras los sucesos del mayo francés, temeroso de que el fenó-
meno se contagiara en España. Sobre ello, vid. SAN MARTÍN, José Ignacio, A las órdenes de Carrero
Blanco (de Castellana a El Aaiún), Barcelona, 1983, pp. 21, 27 y 46. Ya era significativo que el
servicio estuviera adscrito y sirviera en principio al Ministerio de Educación y Ciencia. Véase
también DÍAZ FERNÁNDEZ, Antonio M., Los servicios de inteligencia españoles. Desde la guerra civil
hasta el 11 M. Historia de una transición, Madrid, 2005, pp. 138-179.
12. Archivo General de la Administración (AGA), Presidencia, Secretaría General del Movimiento,
Secretaría Técnica, caja 18.595, p. 20.
13. A lo que Infantes añadió que tales palabras apuntaban «a toda la profunda dimensión del problema
universitario». El discurso de Girón había sido pronunciado el 29 de octubre de 1972 y unos días
más tarde citado por el prelado. Cfr. El Correo de Andalucía, 18-11-1972, p. 18.
14. Sobre los vínculos entre música underground y ruptura política, puede verse el excelente do-
cumental sobre el grupo Smash, que incluyó entrevistas a diversos personajes, algunos de los
cuales con proyección política durante la transición. IGLESIAS, Gervasio (dir.), Underground, la
Ciudad del Arco Iris, LZ Producciones, 2003.
15. Se ha señalado reiteradamente la importancia del turismo en esta apertura. Sin negar esta posi-
bilidad, creo que se ha minusvalorado el papel de los medios de comunicación de masas en una
sociedad ávida de información. Está por estudiar en profundidad esta relación.
16. Me refiero, lógicamente a ALMOND, Gabriel A. y VERBA, Sidney, La cultura cívica. Estudio sobre
la participación política democrática en cinco naciones, Madrid, 1970 (The cívíc culture, 1.a ed., 1963).
Las cinco naciones eran Alemania, EE. UU., Gran Bretaña, Italia y México. Cualquier defini-
ción de cultura política integra en su seno muy diferentes aspectos: «actitudes, normas y creencias,
compartidas más o menos ampliamente por los miembros de una determinada unidad social y que tienen
como objeto fenómenos sociales», formando parte de ellos los «conocimientos», las «orientaciones», las
«normas», el «lenguaje y los símbolos» (SANI, Giacomo, «Cultura política», en BOBBIO, Norberto;
MATTEUCCI, Íncola y PASQUINO, Gianfranco (dir.), Diccionario de política, Madrid, 1982, p. 415). O
concebirla como «un sistema de referencias en el que se reconocen los miembros de unafamiliapolítica,
recuerdos históricos comunes, héroes consagrados, textos, símbolos, fiestas, vocabulario codificado», según
BERNSTEIN, Serge, «L'Historien et la culture politique», Vingtiéme Siécle, n.° 35, (1992), pp. 67 y
ss. Del mismo autor puede consultarse: BERNSTEIN, Serge, Les cultures politiques en Trance, Paris,
1999.
17. En esta línea de trabajo se introducirían los análisis de los llamados procesos enmarcadores para
comprender las acciones colectivas en forma de movimientos sociales. Sobre ello, cfr. McADAM,
Doug; McCARTHY, John D. y ZALD, Mayer N. (eds.), Movimientos sociales: perspectivas comparadas,
Madrid, 1999, especialmente la última parte de la obra (pp. 369-496). Desde una perspectiva
M 18-20
UTD 21-25
ü 26-30
17,76' ^ 31-35
B 36^40
[H 41-45
H 46-50
I10,H
M 51-55
H 56-60
,29%
• Más de 60
l~l No consta
Elaboración propia.
Fuente: ÁGUILA, Juan José. El TOP..., p. 262.
sociológica, también se ha analizado estos «procesos simbólicos y cognitivos internos, que generan
cambios en los marcos de acción colectiva y los modelos organizativos de los movimientos y en los cuales se
construye el sentido de la participación». LARAÑA, Enrique, La construcción de los movimientos sociales,
Madrid, 1999, pp. 21-22. En la misma vertiente de la construcción de la identidad: LARAÑA,
Enrique y GUSFIELD, Joseph (eds.), Los nuevos movimientos sociales. De la ideología a la identidad,
Madrid, 1994. También pueden consultarse diferentes capítulos de la obra colectiva IBARRA,
Pedro y TEJERINA, Benjamín (eds.), Los movimientos sociales. Transformaciones políticas y cambio
cultural, Madrid, 1998, en particular el segundo bloque (pp. 111-215). Desde un ámbito teórico
y metodológico: CASQUETE, Jesús, Política, cultura y movimientos sociales, Bilbao, 1998. El enfoque
cultural de la protesta, en MANGINI, Shirley, Rojos y rebeldes, La cultura de la disidencia durante el
franquismo, Barcelona, 1987.
18. Sobre este concepto y su proyección cíclica, vid. BRAND, Karl-Werner, «Aspectos cíclicos de los
nuevos movimientos sociales: fase de crítica cultural y ciclos de movilización del nuevo radi-
calismo de clases medias», en DALTON, Russell J. y KUECHLER, Manfred, Los nuevos movimientos
sociales, Valencia, 1992, pp. 45-69. El estudio de los «ciclos de protesta», centrado en la estructura
de movilización y sus vínculos con las oportunidades políticas (aunque con alguna referencia
a los marcos), puede verse en TARROW, Sidney, El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la
acción colectiva y la política, Madrid, 1997, en concreto pp. 263-286.
19. Entre otras investigaciones: SOTO CARMONA, Alvaro, Diversas interpretaciones sobre las causas y
consecuencias de las huelgas en el franquismo ('1963-1975), Barcelona, 1992; MOLINERO, Carme;
YsÁS, Pere, Productores disciplinados y minorías subversivas. Clase obrera y conflictividad laboral en
la España franquista, Madrid, 1998. Una óptica más amplia de los factores y formas de la des-
composición de la dictadura en YSÁS, Pere, «La crisis de la dictadura franquista», en MOLINERO,
Carme (ed.), op. cit,, pp. 27-58 e YsÁS, Pere, Disidencia y subversión. La lucha del régimen franquista
por su supervivencia, 1960-1975, Barcelona, 2004. Una panorámica general, y ya clásica, sobre la
conflictividad en los años sesenta: FUSI AIZPURÚA, Juan Pablo, «La reaparición de la conflictivi-
dad en la España de los sesenta», en FONTANA, Josep (ed.), España bajo el franquismo, Barcelona,
1986, pp. 160-169.
20. Escribo compañeros en cursiva por una razón: salvo casos excepcionales, durante las casi cuatro
décadas que se mantuvo operativo el franquismo, estudiantes y obreros fueron colaboradores
en un sentido genérico puesto que la solidaridad fue casi siempre unidireccional, de los estu-
diantes hacia los trabajadores y raramente a la inversa. La razón es obvia y tiene que ver con
lo que apuntamos, amén de que puedan existir otras explicaciones circunscritas a la valoración
profunda que ambos movimientos se tenían. Queda por hacer un estudio riguroso sobre las arti-
culaciones reales y simbólicas entre estos dos movimientos, al margen de posibles afirmaciones
generales sobre los objetivos compartidos.
21. Las alteraciones en las élites es una de las variables empleadas por los teóricos de los movimien-
tos sociales (especialmente aquellos que tratan las oportunidades políticas) para comprobar su
efecto en las transformaciones políticas. Cfr. MCADAM, Dough; McCARTHY, John D. y ZALD,
Mayer N., «Oportunidades, estructuras de movilización y procesos enmarcadores: hacia una
perspectiva sintética y comparada de los movimientos sociales», pp. 32-33; McADAM, Dough,
«Orígenes terminológicos, problemas actuales, futuras líneas de investigación», pp. 52-55 y
passim; TARROW, Sidney, «Estado y oportunidades: la estructuración política de los movimientos
sociales», pp. 71-99. Todas las referencias en McADAM, Dough; McCARTHY, John D. y ZALD,
Mayer N. (eds.), op. cit.
22. Esta circunstancia fue mucho menos frecuente en las Juntas de Gobierno, compuestas a partir
de un sistema de filtrado más exquisito, lo cual no significa que no hubiera casos. La necesidad
urgente de disponer de nuevos profesores, ante la avalancha de matriculados, hizo que resultara
Las críticas cruzadas de unas autoridades a otras, alerta del grado de des-
composición orgánica en el que se encontraba la dictadura, incapaz de activar
un frente unido en la gestión o en la defensa de sus intereses. La reacción de la
comunidad universitaria a las medidas de big stick adoptadas por el ministro de
Educación, Julio Rodríguez, precipitaron los acontecimientos. El error juliano,
con calendario académico incluido, dejó en evidencia los diversos intereses y
perspectivas de la Universidad y los de las esferas políticas23. Por otro lado, la
falla en las élites se detectó en ámbitos menos visibles pero de un calado in-
cuestionable y afectaron nada menos que a la responsabilidad última sobre la
movilización estudiantil. En una nota interna de la Brigada Social de Sevilla, se
escribía:
«Los padres de los alumnos integrantes de esa llamada «mayoría silenciosa» no
logran comprender por qué es tan difícil el problema de la Universidad y, en visión
simplista, se preguntan cómo no son detenidos los instigadores de los desórdenes,
imposible la depuración por razones ideológicas, de ahí que fuera en las Juntas de Facultad don-
de se notaran los más importantes debates y, por consiguiente, las mayores fricciones.
23. La política de Julio Rodríguez, mano derecha de Carrero Blanco en la Universidad, se basaba
fundamentalmente en actos de fuerza que dejaran constancia de quien tenía el poder: a la mano
dura contra los agitadores profesionales sumó su desconcertante calendario académico con el que
hacía comenzar el curso en enero. El asesinato de Carrero relegó al olvido al peculiar ministro.
Su visión de las cosas - y defensa a ultranza de sus posiciones- quedó reflejada en RODRÍGUEZ
MARTÍNEZ, Julio, Impresiones de un ministro de Carrero Blanco, Barcelona, 1974.
& 43,90%
139,12%
m 9,08%
12,82%
12,74% 112,35%
ül Estudiantes
jij Obreros
Hf Prof. Liberal/Servicios
ü Sector primario
Ül Religiosos
H Otros
Elaboración propia.
Fuente: Boletín Informativo, Extraordinario, fascículo XI, 20-5-1969, pp. 445-446, 478-481.
24. Archivo General de la Jefatura Superior de Policía de Andalucía Occidental, leg. 2016, exp. 7.
«Situación de la Universidad de Sevilla», 2.a BRIS, n.° 600.1, 27-11-1975. En similares términos
recriminatorios se expresaba el Gobernador Civil de Sevilla. Cfr. Archivo General del Ministerio
del Interior, sig. 4040. Memoria del Gobierno Civil de Sevilla 1975, fol. 3.
Elaboración propia.
Fuente: Boletín Informativo, Extraordinario, fascículo XI, 20-5-1969, pp. 445-446, 478-481.
fecha (cuando se inició la década de los 60, eran unos 180.000 en toda España)25.
Estas cifras ponderadoras dan una idea más exacta y proporcional de lo que el
fenómeno del movimiento estudiantil, supuso en la lucha contra la dictadura.
Con todo, para la policía el movimiento obrero seguía siendo su gran bestia
negra y no desaprovechaba ninguna oportunidad para proceder a su represión.
Los datos de los detenidos en España como consecuencia del Estado de ex-
cepción de 1969, cuyo detonante fue la agitación universitaria, son elocuentes
sobre ello: aunque el objetivo primero era la contención del movimiento estu-
diantil, el obrero se llevó un buen zarpazo 26 .
Como se comprueba en el gráfico n.° 4, el mayor impacto del Estado de ex-
cepción de 1969 se notó en Madrid, Vizcaya (represión del nacionalismo) y Bar-
celona, seguido a cierta distancia de Sevilla, Oviedo y Guipúzcoa 27 . Incluso en
25. Cfr. las estadísticas del Centro Económico y Social (CES), publicadas por TAMAMES, Ramón, La
economía española, 1975-1'995, Madrid, 1995, pp. 548-549; INE, Anuario de Estadística Universitaria
•1993/1994-
26. En el gráfico n.° 3 no se incluyen los detenidos que fueron puestos inmediatamente en
libertad.
27. En Madrid, el 46,3% de los detenidos fueron estudiantes, seguido del 35,5% de militantes de
CC.OO. (la clasificación es de la Brigada General de Investigación Social). Allí donde no había
una agitación especialmente grave la policía se centró con grupos marginales, como en Alicante
(27 detenidos) donde se cebaron con los Testigos de Jehová: los 20 apresados a nivel nacional,
lo fueron en esta provincia.
28. El 43,4% de los detenidos fueron estudiantes; el 48,9%, trabajadores (incluidos empleados,
administrativos, etc.); el 1,9% abogados; el 1,6% sacerdotes; el 1,3%, funcionarios públicos y
el 2,9%, otros.
29. Sólo tardíamente, una vez comprobado el efecto de atracción que ciertos temas podían tener
de cara a la militancia, los partidos y sindicatos los incorporaron a sus programas y estructuras
(igualdad de género, medio ambiente, etc.).
30. No quiero decir con ello que los sistemas democráticos sean los propios y exclusivos de los
países con altos índices de alfabetización, pero la proposición contraria me parece evidente:
allá donde no hay una base de alfabetización suficiente, la democracia encuentra muchos más
escollos en su consolidación. De esto fue consciente la II República, que trató de resolver el
problema por los pies pero con la cabeza.
31. Sobre este universo radical, vid. LAIZ, Consuelo, op. cit.; HEINE, Harmut, «La contribución de la
«nueva izquierda» al resurgir de la democracia española, 1957-1976», en FONTANA, Josep (ed.),
op. cit., pp. 142-159; PORTUONDO, Ernesto, «Forja de rebeldes. Una aproximación a los orígenes
de las vanguardias militantes del radicalismo de izquierdas en la segunda mitad de los sesenta:
el movimiento estudiantil (1964-1970)»; ROCA, José Manuel. «Una aproximación sociológica,
política e ideológica a la izquierda comunista revolucionaria en España», y de este último,
«Reconstrucción histórica del nacimiento, evolución y declive de la izquierda comunista revolu-
cionaria», los tres en ROCA, José Manuel (ed.), El proyecto radical. Auge y declive de la izquierda re-
volucionaria en España (1964-4992), Madrid, 1994, pp. 33-68, 69-89 y 91-122, respectivamente.
32. Los datos elaborados por mí para la Universidad de Sevilla (sobre la base de un millar de
militantes, exactamente implicaban en torno a un 3,7%) coinciden con los confeccionados
por la Dirección General de Seguridad a nivel estatal, aunque con una puntualización. De los
251.000 estudiantes matriculados en toda España, calculaban que «sólo unos -10.000 forman parte
como activistas y simpatizantes de las diferentes organizaciones clandestinas que operan dentro de la
Universidad, lo que representa aproximadamente el 4% de la totalidad». Mis valoraciones se refieren
exclusivamente a militantes, de manera que si incorporamos a los simpatizantes y compañeros
de viaje el porcentaje aumentaría, aunque el concepto de simpatizante resulta un tanto difuso.
Y si sumamos las personas que participaban en acciones puntuales (manifestaciones, huelgas,
etc.), los datos aumentan sensiblemente. El interés del cuerpo de seguridad por reducir el im-
pacto de la militancia era más o menos lógico y previsible. Cfr. Boletín Informativo de Actividades
Estudiantiles, n.° 4, 2-4-1976, p. 1. Justo dos años antes, cuando se estaba preparando el decreto
de participación, la Secretaría Técnica de la Secretaría General del Movimiento, había elevado
a un 5% el porcentaje de organizados en toda la Universidad, a los que agregaba otro 5% de
«inquietos revolucionarios independientes», AGA, Presidencia, SGM, carp. «Estudiantes», subearp.
«Proyecto de Decreto por el que se regula provisionalmente la participación estudiantil a nivel
universitario», caja 18.791, «Informe sobre la participación universitaria», ff. [2-3],
las organizaciones. 3 - Aquellos que se suman a las acciones colectivas sin pre-
ocuparse por los posibles organizadores, asisten a manifestaciones, asambleas,
actos culturales, concentraciones, etc. Éste es un espectro muy heterogéneo
pues en el mismo se encontraban estudiantes con clara conciencia política y
otros carentes de ella que, en cierta medida, se integraba y refugiaba en las
acciones masivas. Incluso es posible detectar alumnos que rechazan cualquier
imbricación de los partidos (falangistas disidentes, etc.). Las fronteras entre el
grupo 2 y 3 pueden llegar a ser muy difusas. Es importante tener en cuenta esta
clasificación porque en función de en qué grupo centremos nuestro estudio, la
investigación sobre el movimiento estudiantil podría llevarnos a conclusiones
muy diferentes, confundiendo el todo con la parte. Aunque sea factible la des-
composición y análisis por aislado, en la práctica se dieron en una interacción
constante; sólo considerándolo así se puede comprender en toda su dimensión
dicho movimiento y sus particularidades.
33. Tanto es así que los primeros alumnos que se identificaron con Marcuse, muchos vinculados al
PCE (I) -luego PTE-, no dudaron en proletarizarse para sentirse verdaderamente como los traba-
jadores, única realidad material que les podría llevar a pensar como ellos. No hay que descuidar
que este curioso fenómeno respondía a la necesidad que tenían ciertos partidos obreros, nutri-
dos de universitarios, de contar en sus filas con trabajadores y, a ser posible, manuales.
34. De unas sesenta entrevistas realizadas a estudiantes que participaron en el movimiento estu-
diantil, aproximadamente el 90% procedían de clases medias-altas, en ocasiones con cargos
dentro del mismo régimen, e identificadas con la dictadura. Generalmente las fuentes orales
son condescendientes con sus progenitores y los clasifican como franquistas sociológicos, rara vez
como franquistas a secas. En este sentido se expresó un entrevistado cuyo padre había remitido
en los años setenta una carta al rectorado para evitar el expediente a su hijo, incluyendo su
curriculum personal en el que hacía constar su «patriotismo» y algunos de sus méritos entre los que
destacaba el haber tomado parte activa «en la represión de los sucesos de octubre de 1934", su partici-
pación directa desde el principio de la «Cruzada Nacional-», el haber ingresado posteriormente en
la División Azul, «siendo distinguido con algunas cruces y propuesto para la Cruz de Hierro del Ejército
MI Obreros/Trabajadores
ü Empresarios/Comerciantes
B Otros
B No consta
Elaboración propia.
Fuente: Base de Datos del Congreso de los Diputados.
Alemán», etc. Evidentemente, como todas las fuentes, las orales también hay que filtrarlas, en
ningún caso evitarlas.
35. Habría que realizar muchas matizaciones sobre la integración del movimiento estudiantil
dentro de los nuevos movimientos sociales (NMS), pues en numerosos aspectos se separa ra-
dicalmente de lo que se entiende por tales, especialmente en el núcleo de militantes asociado
a los partidos políticos y las consecuencias que ello trae (jerarauización, institucionalización del
movimiento, burocratización, etc.). Sobre los NMS, vid. DALTON, Russell J. y KUECHLER, Man-
fred, op. cit.¡ OFFE, Claus, Partidos ¡políticos y nuevos movimientos sociales, M a d r i d , 1992; LARAÑA,
Enrique y GUSFIELD, Joseph (eds.), op. cit.; DURAN MUÑOZ, Rafael, «La literatura sobre los nuevos
movimientos sociales. Una revisión», Revista de Estudios Políticos, n.° 89, (julio-septiembre 1995),
pp. 369-401. Algunas críticas a la inclusión del movimiento estudiantil en los NMS pueden verse
en las referencias bibliográficas de PÉREZ LEDESMA citadas más arriba; para la defensa, cfr. ARAN-
estudiantes era distinta, lo que explica las numerosas muestras de apoyo que
recibieron desde los años 60.
En otro orden de cosas, la Universidad educó y formó en sentido profesional
y humano a los cuadros técnicos y políticos que abanderaron, desde los despa-
chos, la transición: su formación universitaria -adquirida en unos centros donde
la actividad política se había elevado a la categoría de normal y donde se habían
normalizado algunos valores considerados por los sectores más ligados al pasado
como subversivos-, no pudo ser un factor aislado del resto de la realidad que
les circunscribía. De facto, fueron uno de los vasos comunicantes que dotaron
de contenido social a la transición: por ejemplo, la incorporación de la mujer a
la política se produjo por la vía universitaria. La fuerte movilización en la Uni-
versidad dejó huellas que marcarían el decurso del cambio político; el peso del
perfil universitario en las diversas Cortes de la transición refuerza esta idea36.
El segundo intento democrático en el siglo XX español contaba con unos pro-
tagonistas en las instituciones y una sociedad con unos perfiles muy diferentes
a los de cuarenta años atrás37.
En definitiva, en la Universidad se crea o difunde una cultura alternativa
que llenó de contenido algunos espacios fundamentales en la construcción del
nuevo régimen político cuyo funcionamiento no se basa sólo en los mecanis-
mos formales (elecciones, partidos, etc.), sino en un conjunto de valores. La
construcción de este universo paralelo conllevó la formulación de un lenguaje
alternativo que debería reflejar la nueva existencia en tanto que el lenguaje es
una representación del mundo, si se quiere, un mapa de la realidad (isomorfismo).
De este modo los habitantes de ese mundo se sentían integrados e identificados
en un proyecto colectivo que, en ocasiones, adquirió formas disruptivas. De ahí
el empleo sistemático de términos que aluden a ideas asociadas a la democracia,
participación, derechos y deberes, responsabilidad, etc. Fue frecuente la utiliza-
ción de acrónimos y siglas (SDEU, RCP, RGU, PNN, etc.) que junto con las de
los partidos políticos otorgaban una particular fisonomía a las universidades38.
Todo aquello no fue más que una escuela de aprendizaje político y de valores
DA SÁNCHEZ, José María, «El movimiento estudiantil y la teoría de los movimientos sociales»,
Convergencia. Revista de Ciencias Sociales, n.° 21, (enero-abril 2000), pp. 225-250.
36. Por «Universitarios» se entiende aquellos que pasaron y se formaron en la Universidad, indepen-
dientemente del lugar en el que desarrollaran su actividad profesional, es decir, los que tenían
formación universitaria. Estos datos representan los mínimos puesto que hay casos dudosos que
no se han integrado y se optó por incluirlos en obreros/trabajadores (periodistas, etc.).
37. Sobre la conexión entre las variables juventud-actitud democrática y niveles de formación-
actitud democrática, vid. MARAVAIX, José M. a y SANTAMARÍA, Julián, «Crisis del franquismo,
transición política y consolidación de la democracia en España», Sistema, n.° 68-69, (1985), pp.
79-129, en particular, las gráficas elaboradas a partir de datos del CIS (p. 90).
38. Además, la creación de este lenguaje particular y codificado, sirvió para dar idea de continuidad
y organización al movimiento al reconocerse simbólicamente órganos, reuniones, plataformas,
organizaciones, etc.: desde las Reuniones Coordinadoras Nacionales (RCN), que ya fueron
numeradas por los estudiantes, hasta la recuperación 10 años después del Sindicato Democrá-
tico en 1976 (SDEU), pasando por las Reuniones Coordinadoras y Preparatorias del Congreso
Democrático de Estudiantes (RCP del CDE) (años 1966-1968), etc. El que hemos llamado núcleo
cívicos que los más jóvenes proyectaron sobre el conjunto de la sociedad, in-
cluidos los hermanos menores 39 .
Aquel caldo de cultivo del que se alimentó la transición estaba condicionado
por las influencias que procedían del exterior. Desde los años 60 el franquismo
no pudo levantar tabiques de contención de los vientos que venían de fuera:
el desarrollo económico, las posibilidades de salir al exterior, el contacto con
el turismo, el consumo de los mass media, los contactos orgánicos de algunos
partidos y asociaciones, etc. fueron también minando poco a poco al flebítico
régimen político; un efecto perverso -como lo fue la participación en el SEU y
otros tantos casos- que hizo inviable la continuidad de la dictadura40. Sí nos
ceñimos al movimiento estudiantil, las relaciones con el exterior fueron de di-
versos tipos, pero fundamentalmente dos: viajes y vínculos personales con estu-
diantes de otras universidades, y contactos orgánicos41. En este sentido, resulta
obligado insertar al movimiento estudiantil español en el marco de las protestas
juveniles de los años 6042. De estas influencias no sólo se tomaban formas de
acción de protesta (estructuras de la movilización) sino también ideas y formas
duro siempre tuvo tendencia hacia la institucionalización del movimiento, mientras que el sector
más heterogéneo tendía hacia las formas flexibles.
39. Fue un lugar común, según he podido comprobar, que la politización se heredara de hermanos
mayores a los más pequeños con lo que la red de conciencia política se extendía aún más. Mu-
chas veces, en el proceso de creación de la identidad, los más jóvenes asumieron posiciones más
radicales que sus hermanos mayores.
40. Sobre el concepto de efectos perversos, cfr. BOUDON, Raymond, The Unintended consequences of
socialaction, Londres, 1982. Su aportación a la idea de efectos perversos o no deseados se enmarcaba
en las consecuencias no previstas (destrucción de oportunidades políticas) en relación con la
actividad de los movimientos sociales. Lo definía como «aquellas situaciones en que un agregado
de acciones individuales produce resultados colectivos que ninguno de los participantes había propuesto o
se había imaginado».
41. Del interés que existía en esta materia da cuenta la creación, ya en 1966, dentro del Sindicato
Democrático, de un Departamento de Prensa y Relaciones Internacionales. Entrevista a Mariona
Petit Vilá (1-8-2006). Archivo privado Rafael Senra Biedma y Mariona Petit Vilá. Anteriormente
hubo contactos con los dos grandes sindicatos internacionales, la UIE (Praga) y la CIÉ (Leiden),
o nacionales, como la UNEF (Francia). Por esta vía se tuvo conocimiento directo, por ejemplo,
del mayo francés. De estos acontecimientos se dispusieron de textos casi simultáneamente a que
se distribuyeran en el país galo. Prueba de ello es la edición que realizó el Departamento de
Información la Facultad de CCPPEE del Sindicato Democrático de la Universidad de Madrid
del artículo de la Unión Nacional de Estudiantes Franceses (UNEF); Movimiento 22 de Marzo;
Comité de Acción de los Liceos (CAL), «¿Por qué luchamos?», aparecido en Acción, n.° 1, París,
7-V-1968. Puede consultarse, entre otros sitios, en el Archivo Central del Ministerio de Educa-
ción y Cultura, leg. 93.507.
42. Algunas obras de época se refirieron ya a los movimientos estudiantiles a nivel mundial en
aquellos años. Entre otras, podrían señalarse: NIETO, Alejandro, La ideología revolucionaria de los
estudiantes europeos, Barcelona, 1972; GÓMEZ PÉREZ, Rafael, La generación de la protesta: sentido
y evolución de la crisis universitaria, Madrid, [1969]; GARRIGÓ, Andrés, La rebeldía universitaria,
Madrid, 1970.
Imagen 2. Las diferencias entre dos generaciones a través del humor gráfico. El Correo de Andalucía,
9-2-1975.
CONCLUSIONES
El movimiento estudiantil, junto con otros movimientos sociales, especial-
mente el obrero, llevó a cabo un fuerte desgaste de la dictadura. En parte por
la acción de los partidos políticos con presencia en la Universidad y en parte
por la dinámica propia, la politización absoluta de la misma hizo que fuera un
espacio incontrolable para las autoridades. La existencia de un falaz sistema
de representación despertó pronto la conciencia política de los estudiantes y la
incapacidad del franquismo para satisfacer las reivindicaciones planteadas y su
tendencia a la represión configuró un panorama desalentador para los alumnos.
El sórdido clima cultural y social que proponía la dictadura a unos jóvenes an-
siosos de descubrir, hizo el resto: vital o existencialmente se estaba contra el
franquismo. El paso político era inevitable y la Universidad se convirtió en un
muy importante conejo de indias de la democracia44. Factores generacionales y
culturales, reforzados políticamente, dibujaron un mapa que resultaba indoma-
ble para los más bunkerizados que hubieron de ver cómo los jóvenes, muchos
43. Sobre los préstamos de los movimientos sociales y los análisis transnacionales de éstos, vid.
MARKOFF, John, Olas de democracia. Movimientos sociales v cambio político, Madrid, 1998, pp.
52-58.
44. En estos mismos términos se expresó ya un editorial de Gaceta Universitaria: «La Universidad,
conejo de Indias de la libertad», Caceta Universitaria, n.° 74, (15-2-1967), p. 3.
Aliñe Vauchelle-Haquet
CRIAC - Universidad de Rouen
1. Pólice Genérale: Espagnols refugies. Dossíers individuéis; -I822-183S; Archivo Nacional de Francia (en
adelante ANF), dossier F 7 12096; PAIAU Y DULCET, Antonio, Manual del librero hispanoamericano,
2.a edición, Barcelona, 1948.
2. ANF: F 7 12096, n.° 1237
3. Ibid.
4. Ibid.
5. Ibíd.
6. Ibid.
7. MARTÍNEZ LÓPEZ, Pedro, Representación a Femando VII, rey de España, Burdeos, Imprenta de Car-
los Lawalle Sobrino, 1832, 68 p., Signatura Biblioteca Nacional de Francia (en adelante BNF):
Oc-1018.
8. Ibid., ¿Sobre qué títulos apoya V. M. el derecho de su reinado?¿Será sobre la violencia con que V. M. celebró
su inauguración, arrancando el cetro de la mano paternal y amenazando los días del mismo que le dio el ser?
En tal caso, no es de extrañar que V. M., fiel a este bárbaro principio, haya seguido con el puñal levantado
sobre el pueblo español, Ibid., pp. 8-9.
9. Ibid, pp. 14 & 19-20.
10. Ibid, pp. 45-46.
IX.Ibid, p. 24.
12. Ibid., p. 25.
13. Ibid, pp. 26-27.
19. MARTÍNEZ LÓPEZ, Pedro, España en -1833, al expirar Fernando VII, con la traducción de los interesantí-
simos artículos publicados en El Memorial Bórdeles por el ilustre girondino Mr. Henri Fonfréde, sobre las
causas de los males aue ha sufrido y los medios de hacerlos desaparecer de una vez. Dedicada a su patria
por Don -, Burdeos, Imprenta de Pedro Lavigne Joven, 1833, 70 p., Signatura BNF: Oc-1068.
20. Ibid., p. 64.
21. Ibid.,p. 67.
22. Ibid, pp. 69-70.
23. VAUCHELLE, Aliñe, «El Dardo, périodique brúlot lancé par le colonel liberal Nicolás Santiago y
Rotalde, 1831», El Argonauta español, n.° 2 (2005), http:argonauta.imageson.org/document.48
html; «España y América en progreso, una publicación republicana editada en París, 1834-1835»,
en prensa.
24. MARTÍNEZ LÓPEZ, Pedro, Una noche en el infierno, vista entre sueños, Burdeos, Imprenta de Pele-
tingeas, 1834, 71 p., Signatura BNF: 8-YÚ1-65657; Ibid., Burdeos, Imprenta de la Sa Va Laplace y
Beaume, 1836, 212 p., Signatura BNF: Y2- 49468.
25. Ibid., pp. 27-28.
Por lo tanto, si Plutón deja que se prolongue esa guerra, La Mansión de los
Reprobos perderá su crédito y su potencia. Del mismo modo, continuará la de-
cadencia si Su Majestad Demoníaca consiente que don Carlos se adueñe de la
corona. Como digno hermano de su hermano, ensangrentará al país, encenderá
las hogueras de la Inquisición para sacrificar doncellas y mujeres recatadas, así
como hombres honrados y virtuosos, en una palabra, unas personas que se Ue-
Efectivamente, para ser diablo, es menester saber mucho, ser travieso y te-
ner talentos a toda prueba. De momento, los españoles ni siquiera son bastante
astutos para servir de porteros o de barrenderos del Infierno. Por eso, Asmodeo
ruega a Plutón que provoque la reunión de las Cortes, que exhorte al pueblo a
vengarse de todos los ultrajes que ha sufrido y que le señale los responsables de
sus males. Entonces, triunfará el Reino de las Tinieblas, pues llegarán al menos
unos 200.000 frailes, un sinnúmero de curas y de canónigos repantigados, va-
rios ministros y consejeros, o sea todos aquellos que se han alistado en nuestras
banderas desde hace mucho tiempo ya39. El Infierno sacará entonces inmensos
bienes:
«Nuestras FURIAS, apoderándose de esos ejércitos de FRAILES y de esos ministros del
despotismo, nos adobarían carne para muchos meses... El plato más exquisito, y el que más
preferiría V. M. sería una anca, una chuleta de FRAILE..., el más fresco que la holganza y
la molicie produjeron jamás... Y ¡cuánta grasa no nos darían estos hombres, Señor!... Grasa
para refrescar los resortes y goznes de nuestras infernales máquinas...; grasa amasada y
petrificada entre la pereza, el placer y el descanso»*0.
con todos los honores al Olimpo, donde ya residen y están colmados de ben-
diciones por sus altas hazañas. Además, tendrán la dicha de comprobar que no
se han sacrificado en vano, porque España estará regenerada43. En lo que atañe
a Cea Bermúdez y a Javier de Burgos, volverán a sus cargos respectivos, para
que estalle cuanto antes la revolución que están promoviendo con sus maqui-
naciones criminales44.
De pronto, Martínez López interrumpe su cuento socarrón, pues, al desper-
tar, se entera de que las columnas que Plutón envió a España han actuado con
una habilidad verdaderamente diabólica: Cea acaba de ser destituido, las Cortes
van a reunirse y la Regente ha entregado las riendas del poder a Martínez de
la Rosa45.
El fin del absolutismo suponía, por cierto, una victoria que presagiaba un
cambio decisivo para España. No obstante, don Pedro no podía quedar satisfe-
cho con el liberalismo tibio instaurado por el nuevo gabinete, con esta política
de «justo medio» que tenía por objeto seducir a los absolutistas «templados».
Por ende, no soltó prenda y, en 1835, publicó Las Brujas en Zugarramurdi, otro
relato en el que zahería el conservadurismo del régimen instituido por el Esta-
tuto Real46.
Cultivando resueltamente su inclinación hacia las paradojas y manifestando
una marcada afición a las criaturas satánicas, esta vez nuestro autor encomien-
da la defensa de la justa causa a unas brujas47. O quizá llegase a pensar que el
liberalismo, tal como él lo concebía, sólo podría triunfar en España por arte de
magia.
Después de enfurecerse con la creación de la cámara alta y de exigir la
reposición del sufragio universal48, Martínez López es llevado por su gato,
repentinamente convertido en demonio, a un anexo del Infierno. Se trata de la
cueva de Zugarramurdi, este pueblo de Navarra, rodeado de grutas, y en el que,
según las leyendas, todas las hechiceras de la comarca solían celebrar bacana-
les y aquelarres, lo que desencadenó una férrea represión del Santo Oficio, a
principios del siglo XVII. Al narrador le acogen la tía Rosenda, la bruja en jefe,
y unas cien comadres suyas. Rosenda, quien le sirve de portavoz a don Pedro,
acusa al Gobierno de Martínez de la Rosa, del que se esperaba la regeneración
de España, de precipitarla, al revés, hacia la ruina, por no hacer nada para atajar
la contienda civil. Por consiguiente sólo una revolución general podrá acabar
con esa guerra49. De hecho, afirma la maga:
«No son las armas las que restablecerán la paz, no: el germen de destrucción, de sangre y
de discordia no ha de buscarse entre las hordas de Zumalacárregui; ¡está en los conventos, está
en las iglesias, está en las catedrales! Se elabora y se fortifica en fin en el santuario que debiera
solamente servir de asilo y de sustento a la paz y ala clemencia... El clero está corrompido
y pútrido; su dolencia es sumamente contagiosa, ningún remedio es capaz ya de mejorar su
condición; por consiguiente, o el pueblo español va a ser víctima de aquel miembro, o forzoso
es, si salvarse quiere, amputar sin tardanza la parte maleada y contagiosa. ¿Se piensa en este
remedio? Al contrario, el gobierno quiere conservar a toda costa este miembro roedor y corrosivo
y aún le llama a deliberar en los negocios públicos, para que más a salvo pueda extender el
mortífero veneno que en su seno alimenta y vivifica»®.
Luego, durante los muchos años en que residió en Francia, don Pedro volvió
a dedicarse a sus trabajos de erudición. Publicó en París en 1840 unos Principios
de la lengua castellana, o prueba contra todos los que asienta Don Vicente Salva en su
gramática59, en el que, conforme reza el título, polemizaba con el afamado librero
y filólogo Vicente Salva60. Al año siguiente, en colaboración con Francois Mau-
rel, elaboró un Dictionnaire francais-espagnol et espagnol-franqais, del que salieron
a la luz nada menos de cinco ediciones hasta 186661. Don Pedro asimismo com-
puso en 1844 un Dictionnaire francais-espagnol et espagnol-francais, rédígé d'apres
la derniere édítion du Dictionnaire de l'Académie Francaise et celle du Dictionnaire de
l'Académie Esp>agnole, que se reimprimió cuatro veces en París hasta Í86662. En
1847 y todavía en la capital gala, publicó una Gramática de la lengua castellana,
que conoció tres reediciones hasta Í85663. Y, entre sus numerosos trabajos de
lingüista -de los que sólo mencionamos los principales-, aún cabe citar un
Valbuena reformado. Diccionario latino-español que lleva además un vocabulario espa-
ñol-latino, que se puso en prensa cuatro veces hasta Í86564. Por lo demás, siendo
un espíritu ecléctico, Martínez López poseía amplios conocimientos en materia
de agronomía y redactó en 1861 un manual titulado El granero de los labradores,
en el que exponía el funcionamiento de distintas máquinas de su invención,
destinadas a facilitar y mejorar la siembra y la cosecha de los cereales65.
1. GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro C , Historia de las Derechas españolas. De la Ilustración a nuestros días,
Madrid, 2000, pp. 188.
2. BALDWIN, Peter, La política de Solidaridad Social. Bases sociales del Estado de Bienestar europeo 1875-
•1975, Madrid, 1992, pp. 21 y ss.
3. Existen numerosos estados de la cuestión sobre el neocorporativismo, citaré solamente algunos:
POLLAK, Michael y RuFFAT, Michéle, «Le Neocorporatísme: Ruptores et Continuités», Bulletin de
¡'Instituí d'Hístoire du Temp Present, n." 29-30, Paris, 1987; SOLÉ, Carlota (ed.), «Neocorporatísme»,
Revista Papers, n.° 24, Barcelona, 1983; GlNER, S. y PÉREZ, M. (eds.), «Corporatismo», Revista Espa-
ñola de Investigaciones Sociológicas, n.° 31 (1985); SANZ MENÉNDEZ, L. (ed.), «Representación de in-
tereses y políticas públicas: ¿Corporatismo o Pluralismo?», Revista Zona Abierta, n.° 67-68 (1994).
4. Sobre este mismo tema publiqué un artículo en 1984, PERFECTO, M. A., «Panorama de la idea
corporativa en Europa hasta los años 30 del siglo XX», Revista Studia Histórica. Historia Contempo-
ránea, vol. II, n.° 4 (1984), pp. 157-169.
5. En castellano contamos con las obras de MÜLLER, Adam, Elementos de Política, Madrid, 1977 (la
primera edición española es de 1935); MOSER, Justus, Escritos escogidos, Madrid, 1984; BONALD,
Louis de, Teoría del poder político y religioso, Madrid, 1988; MAISTRE, Joseph de, Consideraciones
sobre Francia, Madrid, 1955; y del mismo autor Las Veladas de San Petersburgo, Madrid, 1966. Un
ensayo interesante sobre Bonald es el de PALACIOS, L. E., «Bonald o la constitución natural de las
sociedades», Revista de Estudios Políticos, n.° 25 (1949); CORTE, M., La filosofía política de Bonald,
Arbor, n.° 20, Madrid, 1951, pp. 191-211. Igualmente es de destacar TRUYOL, A., «Dos analistas
críticos clásicos de la Revolución Francesa: Burke y De Maistre», Revista Anales de la Real Academia
de Ciencias Morales y Políticas, 42 (1990), pp. 111-122.
6. En castellano disponemos de dos obras de Burke, Reflexiones sobre la Revolución Francesa, con
traducción y prólogo de Enrique Tierno Galván, Madrid, 1978 y Textos Políticos, México, 1984.
Además de una pequeña, pero útil biografía de Burke, la de MACPHERSON, C. B., Burke, Madrid,
1980.
7. Algunas obras clásicas sobre el romanticismo político alemán son las de DROZ, ]., L'Allemagne et
la Revolution Francaise, Paris, 1949; Le romantisme potinque en Atletnagne, Paris, 1963; Le romantisme
allemand et l'Etat, Paris, 1966. Igualmente siguen siendo útiles los libros de AYRAULT, R., La genese
du romantisme allemand, Paris, 1970; SPENLE, J. E., La pensée allemande de Luther d Nietzsche, Paris,
1967. Sobre la recepción de la Revolución francesa en Alemania contamos con una obra más
reciente, GíLLI, Manta (ed), La réceptíon de la Revolution Francaise dans le p>ays de langue allemande,
Paris, 1986. Un buen resumen en español sobre el romanticismo político y la contrarrevolución,
el de ABELLÁN, } . , «Reacciones ante la Revolución Francesa (Edmund Burke, los pensadores
alemanes y De Maistre y De Bonald)», en VALLESPÍN, E (ed), Historia de la Teoría Política, vol. 5,
Madrid, 1993, pp. 14-81.
de esencia superior que encarna la nación y es la fuente de toda ley, dirigido por
el rey, cabeza e imagen viva de la nación.
La filosofía romántica confiere al Estado una existencia propia, natural, or-
gánica, independiente de la voluntad de los individuos.
Desde este punto de vista, el Estado-Nación se convierte en un ser vivo, un
organismo similar al biológico, que evoluciona según sus leyes propias, marca-
das por el espíritu «nacional».
En consecuencia, la reelaboración de la concepción estamental del Antiguo
Régimen es patente en la estructuración social corporativa defendida por el
pensamiento romántico.
En el romanticismo alemán encontramos por lo tanto, una doctrina sobre
el Estado que se identifica con la Sociedad8; También una doctrina social que
concibe a ésta como un organismo vivo forjado a lo largo del tiempo por la
solidaridad de las distintas generaciones y basado en una jerarquización social
a través de las llamadas agrupaciones naturales, y una doctrina sobre la Nación
como una comunidad histórica asentada por una serie de elementos (territorio
limitado, tradiciones y costumbres determinadas y una lengua, religión y raza
forjadas a lo largo de los siglos)9.
De la fusión de estos tres elementos ideológico-políticos nacerán las bases
del pensamiento conservador europeo 10 . Pensamiento inicialmente antiliberal y
contrarrevolucionario que, a lo largo del siglo XIX, se actualizará a partir de la
aceptación de determinadas tesis liberales.
Entre los autores que impulsaron la noción del Estado «orgánico» se halla-
ron, como hemos comentado, filósofos tan destacados como Fichte, Schelling
o el propio Hegel.
Así, si para Schelling el Estado es un producto de la naturaleza organizada
donde cada parte sólo existe relacionada con el Todo, lo cual genera el equili-
brio del sistema; igualmente, son de destacar por su importancia, las reflexio-
nes sobre el Estado «orgánico», jerarquizado y antiigualitarío del gran filósofo
del romanticismo organicista, el prusiano Adam Müller, amigo de Frederic de
Gentz. Adam Müller ha pasado a la historia como un gran autor contrarrevolu-
cionario, teórico de la organización tradicional de la sociedad y de los intereses
de la aristocracia terrateniente.
8. HEGEL, G., Filosofía de la Historia, Madrid, 1953, pp. 91 y ss.: «El Estado es la realidad en la cual
el individuo tiene y goza su libertad... El Estado es, por tanto, el centro de los restantes aspectos
concretos: derecho, arte costumbres... El Estado es la vida moral realizada. Pues el Estado es la
unidad de la voluntad universal y esencial con la subjetiva y esto es la moralidad...».
9. FlCHTE, Í. G., Discursos a la Nación alemana, Madrid, 1985, p. 235: «En primer lugar, y ante todo,
digamos que las fronteras primeras, originarias y realmente naturales de los Estados son, sin duda
alguna, sus fronteras internas. Quienes habíanla misma lengua están unidos entre sí por una serie
de lazos invisibles, simplemente por naturaleza, y mucho antes de cualquier artificio humano...
pertenecen al conjunto y constituyen por naturaleza un todo único e inseparable...».
10. Son de utilidad entre otras las obras de KlRK, Russel, La mentalidad conservadora en Inglaterra
y Estados Unidos, Madrid, 1956; HoNDERICH, Ted, El conservadurismo, un análisis de la tradición
anglosajona, Barcelona, 1993; NlSBET, Robert, Conservadurismo, Madrid, 1995.
La teoría estatal de Müller parte del carácter social del ser humano, forjado
a lo largo del tiempo a través de la solidaridad generacional. El Estado identi-
ficado con la Sociedad es la suma de los intereses humanos fusionados en un
Todo orgánico11. Este Estado «orgánico», antiigualitario y jerarquizado, une las
diferentes categorías sociales, desde la célula base, la familia, promoviendo la
armonía social.
En el pensamiento de Müller encontramos los principales elementos del
pensamiento corporativo: la noción de la sociedad como un organismo que na-
ce, se desarrolla y puede morir; la subordinación del individuo a la colectividad
expresada por el Estado, y el carácter jerárquico de la sociedad, organizada en
agrupaciones inferiores como la familia12.
En realidad, el corporativismo se planteó como una respuesta defensiva a la
desaparición de la vieja sociedad del Antiguo Régimen, pero fue también una de
las respuestas a las inquietudes del pensamiento político y sociológico del siglo
XIX sobre las condiciones del «orden social» y el mantenimiento del necesario
equilibrio en una sociedad en evolución y cambio constante.
Desde este punto de vista, el pensamiento corporativo se inscribe en el
campo de la reflexión de las relaciones entre el Estado y la Sociedad Civil, cu-
yos polos extremos estarían formados, por un lado, por la doctrina anarquista
que pretende la desaparición del Estado, y por otro, por la noción del Estado
autoritario o totalitario, como máxima expresión de la eficacia social, técnica
y económica.
El triunfo de modelo liberal, más o menos moderado, pero siempre indivi-
dualista, a partir de los años 30 del siglo XIX, eclipsó los planteamientos orga-
nicistas y corporativos del romanticismo político alemán. Los elementos que
favorecieron ese cambio fueron:
En primer lugar, la transformación económica generada por el gran capita-
lismo con una importante mejoría en las economías de los grandes Estados y la
difusión de la política económica proteccionista.
En segundo lugar, el crecimiento de la contestación obrera nucleada en torno
a partidos y sindicatos socialistas y anarquistas que se convierten en referentes
de un sistema de valores radicalmente antiliberal.
En tercer lugar, los inicios de una cultura de masas posibilitada tanto por
la difusión de los medios de comunicación, como por la extensión del sistema
educativo y la alfabetización universal.
11. MÜLLER, Adam, Elementos de Política..., pp. 43 y ss.: «El Estado no es una institución artificial...
sino que es el Todo de esa misma vida, necesaria en cuanto se dan hombres, ineludible, fundada
en la naturaleza del hombre... no es posible pensar al hombre fuera del Estado... nada humano
existe fuera del Estado».
12. Ibidem., pp. 66 y ss.: «La alianza eterna de los hombres entre sí que designamos como Sociedad
o Estado es... de carácter doble: una alianza de los hombres que gozan de la tierra en la misma
época... una alianza de las generaciones pasadas con las presentes y las que siguen».
13. GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro C , Historia de las Derechas españolas. De la Ilustración a nuestros días,
Madrid, 2000, p. 188.
14. HUGHES, H. Stuart, Conciencia y Sociedad. La reorientación del pensamiento social europeo 1890-1930,
Madrid, 1958, pp. 26 y ss. Véase también STERN, Fritz, Politiaue etdésespoir. Les ressentiments contre
la modernité dans l'Allemagne prehitlerienne, París, 1990.
después, toda una batería de medidas sociales que significaron el inicio del
reformismo de Estado y el fin del viejo modelo estatal liberal15.
A partir de aquí, la recuperación del corporativismo como alternativa a los
conflictos sociales crecientes encontró eco en un Estado cada vez más interven-
cionista que había abandonado el dogma liberal del abstencionismo económico
y social.
Por otra parte, asistimos igualmente al nacimiento del catolicismo social que
aspiraba a recuperar espacios públicos que el viejo liberalismo y la enemistad de
las ideologías obreras le habían negado; y junto a él, a la reelaboración de pro-
puestas políticas nacionalistas y autoritarias que defienden un sistema político
basado en «los intereses» y no en los planteamientos liberales clásicos.
15. Para el caso español, hay un estado de la cuestión de MONTERO, Feliciano, «De la beneficencia
a la reforma social. Los orígenes de la política social del Estado: estado de la cuestión, fuentes y
archivos», Revista Espacio, Tiempo y Forma-Historia Contemporánea, t. 7, serie V (1994). Además de
excelentes estudios, entre ellos destacamos desde el estudio inicial de IGLESIAS, M. a Carmen y
ELORZA, Antonio, Burgueses y proletarios. Clase obrera y reforma social en la Restauración, Barcelona,
1973, hasta los de MONTERO, Feliciano, «La polémica sobre el intervencionismo y la primera
legislación obrera en España, 1890-1900», Revista de Trabajo, n.° 59-60, y 61-62 (1980), pp.
121-165, y una parte de su tesis sobre El primer catolicismo social y la Rerum Novarum en España,
Madrid, 1983; DE LA CALLE VELASCO, M. D., La Comisión de Reformas Sociales, 'I883--I903. Polí-
tica social y conflicto de intereses en la España de la Restauración, Madrid, 1989. PALACIO MORENA,
J. I., La institucionalización de la reforma social en España (4883-492,4). La Comisión y el Instituto de
Reformas Sociales, Madrid, 1988. El mismo autor editó sendos volúmenes en el Centenario del
Instituto de Reformas Sociales titulados: La construcción del Estado Social. En el Centenario del
Instituto de Reformas Sociales, Madrid, 2004, y La Reforma Social en España. En el Centenario del
Instituto de Reformas Sociales, Madrid, 2004. GUILLEN, A., El origen del Estado de Bienestar en España
(1876-1923), Madrid, 1990. Desde el campo del Derecho conviene resaltarlas aportaciones de
PALOMEQUE, Manuel C , Derecho del trabajo e ideología. Medio siglo de formación ideológica del De-
recho español del trabajo, '1873-1923, Madrid, 1980; MONTOYA, Alfredo, Ideología y lenguaje en las
primeras leyes laborales de España, Madrid, 1975.
16. Sobre la relación de la burguesía intelectual española, la política y el reformismo social puede
consultarse VHXACORTA BAÑOS, Francisco, Burguesía y cultura. Los intelectuales españoles en la
Sociedad Liberal, Madrid, 1980, en especial, las páginas 80 y ss.
17. Sobre el grupo krausista de la Comisión de Reformas Sociales puede consultarse tanto el artículo
de la profesora DE LA CALLE VELASCO, Dolores, «La Comisión de Reformas Sociales: De la re-
presión al análisis de la conflictividad social», Revista Studia Historica-Historia Contemporánea, vol.
II, n.° 4, pp. 13-41, Universidad de Salamanca, Salamanca, 1984, como su libro sobre el mismo
tema, La Comisión de Reformas Sociales..., Madrid, 1989. Según la autora: «El objetivo del grupo
es rectificar los abusos del capitalismo con reformas insuficientes. Pretenden un cambio de va-
lores en la sociedad, sin tocar las estructuras, desde la posición intermedia de unos intereses tan
dispares como los de la oligarquía y el mundo obrero propiciadora de una armonía imposible
o utópica», Ibídem, p. 32.
18. DE LA CALLE VELASCO, Dolores, «Sobre los orígenes del Estado Social en España», Ayer, n.° 25
(1997), p. 149.
19. Una obra reciente sobre Krause, QUEROL FERNÁNDEZ, E, La filosofía del derecho de K. Ch. Krause,
Madrid, 2000.
20. A la filosofía social krausista se la define como «racionalismo armónico» y pretendía conciliar
«la analítica de Kant, las aspiraciones reformadoras y humanitarias de Fichte, el panteísmo de
Schelling y el sistema de nociones universales -categorías- de Hegel», en LÓPEZ MORILLAS, J. J.,
El Krausismo español, México, 1956, p. 31. Sobre este movimiento reformador español pueden
leerse los libros de GIL CREMADES, J. ]., El reformismo español. Krausismo, escuela histórica, neoto-
mismo, Barcelona, 19ó~9 y del mismo autor Krausistas y Liberales, Madrid, 1975; DÍAZ, Elias, La
filosofía social del krausismo español, Madrid, 1973 así como el de GÓMEZ MOLLEDA, M. a Dolores,
Los reformadores de la España Contemporánea, Madrid, 1966.
21. La obra de Pérez Pujol ha sido estudiada por ROMEU ALFARO, S., Eduardo Pérez Pujol. Vida y obra,
Valencia, 1979 (reedición de 15 trabajos y prólogos de Pérez Pujol). Puede verse igualmente, mi
artículo PERFECTO, M. A., «Introducción al pensamiento político y económico-social de Eduar-
do Pérez Pujol», Revista Provincia de. Salamanca, n.° 3 (mayo-junio, 1982), pp. 27-47. Desde una
órbita muy conservadora justificadora de la dictadura franquista, el libro de FERNÁNDEZ DE LA
MORA, Gonzalo, Los teóricos izquierdistas de la Democracia orgánica, Barcelona, 1985, pp. 71 y ss.
22. «El Estado, decía Pérez Pujol, es el órgano de relaciones del individuo con la sociedad como
de las instituciones sociales entre sí... la sociedad ha de ser siempre producto de la asociación
voluntaria... El Estado, tutor al presente de la sociedad en limitados órdenes, no debe olvidar
que su poder es transitorio», en «La Sociología y la fórmula del Derecho», Discurso leído en el
Ateneo de Valencia en 1875, en ROMEU ALFARO, S., Eduardo Pérez Pujol..., pp. 176 y ss.
23. «La representación nacional, decía Pérez Pujol, no debe sustentarse sobre bases de movediza
arena (como el régimen individualista del sufragio), sino sobre elecciones por gremios y cla-
ses...», en «El régimen electoral. Elecciones por gremios y por clases», Revista de España, Madrid,
1877, citado por ROMEU AlFARO, S., Eduardo Pérez Pujol..., pp. 186 y ss.
24. Véase el folleto de Eduardo Aunós «La política social de la Dictadura», Madrid, 1944, pp. 59 y
ss., donde lo presenta como el precursor de la doctrina corporativa española. Sobre la política
social corporativa en la España de los años 20 puede leerse mi ensayo PERFECTO, Miguel Án-
gel, «Regeneracionismo y Corporativismo en la Dictadura de Primo de Rivera», en TÚSELE, ].;
MONTERO, F. y MARÍN, J, M.a (eds), Las Derechas en la España Contemporánea, Barcelona, 1997,
pp. 177-197.
25. MONTERO, E, «Rerum Novarum». Escriture, contenue et reception d'une Encyclique, École Frangaíse de
Roma, 1997, p. 431.
26. Puede verse el artículo de MONTERO, E, «Conservadurismo y cuestión social», en TUSELL, ].;
MONTERO, E y MARÍN, J. M.a (eds.), Las Derechas en la España Contemporánea, Barcelona, 1997,
pp. 59-77.
27. MONTERO, E, «Conservadurismo y cuestión social» en TUSELL, }.; MONTERO, E y MARÍN, J. M. a
(eds.), Las Derechas en la España Contemporánea..., p. 61.
28. Véase el artículo de PORTERO, Florentino, «El regeneracionismo conservador. El ideario político
de Francisco Silvela», en TUSELL, ].; MONTERO, E y MARÍN, J. M. a (eds.), Las Derechas en la España
Contemporánea..., pp. 45-58.
29. CÁNOVAS DEL CASTILLO, Antonio, «Por mi parte, opino que será más ventajoso a la larga, el
concierto entre patronos y obreros, con o sin intervención del Estado, pero llegando a éste
siempre que haga falta...», «De los resultados de la Conferencia de Berlín y del estado social de
la cuestión obrera», en Problemas Contemporáneos, tomo III, Madrid, 1890, pp. 525 y ss., citado
por GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro C , Historia de las Derechas españolas..., pp. 182 y ss.
30. MONTERO, E, «La polémica sobre el intervencionismo y la primera legislación obrera en España,
1890-1900. El debate académico», Revista de Trabajo, n.° 59 y 60, p. 155, Madrid, 1980. Véase
también, del mismo autor, «Conservadurismo y cuestión social», en TUSELL, I.; MONTERO, E y
MARÍN, J. M.a (eds.), Las Derechas en la España Contemporánea..., pp. 59 y ss.
31. Sobre Eduardo Dato, ministro de la Gobernación con Francisco Silvela, y más tarde, a co-
mienzos del siglo XX, él mismo Presidente de Gobierno, pueden leerse los trabajos de SECO
SERRANO, Carlos, «Perfil político y humano de un estadista de la Restauración» (Discurso de
recepción en la R. Academia de la Historia), Madrid, 1978; «Eduardo Dato y el catolicismo
social», en SECO SERRANO, Carlos y otros, La cuestión social en la Iglesia Española Contemporánea,
Zamora, 1981, pp. 75-93; MONTERO, E, «Conservadurismo y cuestión social», en Las Derechas
en la España Contemporánea..., pp. 59-77. Sobre Antonio Maura y el maurismo: TÚSELE, Javier y
AVILES FARRÉ, Juan, La Derecha española contemporánea. Sus orígenes. El maurismo, Madrid, 1986;
GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, M. a Jesús, «Regeneracionismo, reformismo y democracia en Antonio
Maura», en TUSELL, J.; MONTERO, E y MARÍN, J. M.a, (eds.), Las Derechas en la España Contempo-
ránea..., pp. 91-115.
32. SUÁREZ CORTINA, Manuel, La España Liberal (1868-1917), Madrid, 2006, pp. 154 y ss.
Por otra parte, su estrecha vinculación con la ideología católica les impedía
el avance y la comprensión de un mundo en trance de secularización, mientras
el miedo al crecimiento del movimiento obrero les hacía mantener un sentido
represivo del orden público.
Los intentos de reformas políticas sobre todo en la Administración Local y
en el régimen electoral que llevaron a cabo los políticos citados anteriormente,
el programa de descentralización administrativa que defendieron, y el intento
de introducir, lo que se llamó la «representación de los intereses», es decir, el
sufragio corporativo, fueron los elementos más destacados de este conjunto de
reformadores conservadores a fines del siglo XIX y a comienzos del siglo XX.
Sobre el sufragio corporativo, como alternativa al sufragio universal, decía
Francisco Silvela: «Con el sufragio universal, se gobierna, pero con el sufragio
universal no se administra..., el ciudadano tiende a no valorar su derecho de
voto y con facilidad lo vende por nada. En cambio, un mandato de un círculo,
corporación o centro supone para el mandatario una mayor obligación, un se-
guro contra el fraude... utilizar para la construcción de los municipios, dentro
del sistema electoral, el elemento colectivo, los gremios...» 33 .
Así el sufragio corporativo constituiría un valladar frente a la falsificación del
sufragio en una sociedad con una opinión pública demasiado débil para evitarla
corrupción política; sin embargo, como acertadamente afirma Florentino Porte-
ro: «un liberal como Silvela recurría a sistemas no liberales con tal de avanzar, si
bien peligrosamente, por el camino de una mayor representación...» 34 .
En cuanto a las reformas sociales que pusieron en marcha como gobernantes
fueron el resultado del trabajo previo desarrollado por intelectuales krausistas
y en menor medida por católicos sociales, conservadores y liberales, con una
presencia reducida, no hay que olvidarlo, de sus verdaderos protagonistas, los
obreros y los patronos 35 .
Dicho trabajo se encauzó a través de la Comisión de Reformas Sociales, y el
Instituto de Reformas Sociales creado en 1903, un organismo que dependía del
Ministerio de la Gobernación, lo cual demuestra que en el fondo lo que subya-
cía en el reformismo social español era paternalismo, beneficencia y miedo a
los grupos obreros36.
En la política de reformas sociales podemos señalar tres fases: la primera
entre 1883 y 1903, caracterizada por el análisis y debates sobre el hecho y las
causas de la cuestión social, estuvo dirigida por la Comisión de Reformas So-
ciales; la segunda fase entre 1903 y 1917 se inicia con la creación del Instituto
33. SILVELA, E, «La organización municipal en las grandes ciudades» (conferencia de 30 de noviem-
bre de 1895), citado por PORTERO, Florentino, «El regeneracionismo conservador: El ideario
político de Francisco Silvela», en TüSELL, J; MONTERO, F. y MARÍN, J. M.a (eds.), Las Derechas en
la España Contemporánea..., pp. 55.
34. PORTERO, E, «El regeneracionismo conservador: El ideario político de Francisco Silvela», en Tu-
SELL, J; MONTERO, F. y MARÍN, J. M. a (eds.), Las Derechas en la España Contemporánea..., p. 55.
35. DE LA CALLE VELASCO, M. a Dolores, «Sobre los orígenes del Estado Social en España»..., pp.
138 y ss.
36. Véanse las obras de J. I. PALACIO MORENA sobre el tema, citadas anteriormente.
37. Sobre los Seguros Sociales en España contamos con GÓMEZ MOLLEDA, M.a Dolores (dir.), Los
Seguros Sociales en España, Madrid, 1988, 3 vols.: MONTERO, F. y MARTÍNEZ QUINTEIRO, E., Oríge-
nes y antecedentes de la Previsión Social, vol. I; CUESTA BUSTILLO, Josefina, Hacia los Seguros Sociales
obligatorios. La Crisis de la Restauración, vol. II; SAMANIEGO BONEU, Mercedes, La unificación de los
Seguros Sociales a debate. La Segunda República, vol. III.
38. Véase mi artículo «Corporativismo y catolicismo social en la Dictadura de Primo de Rivera»,
en TÚSELE, J; MONTERO, F. y MARÍN, J. M.a (eds.), Las Derechas en la España Contemporánea...,
sobre todo las páginas 186 y ss.: «Lo esencial del entramado corporativo español es el papel
omnipresente del Estado... tanto sobre las corporaciones, como sobre los sindicatos, ya que
las corporaciones son organismos de derecho público por delegación del Estado, que a su vez
mantiene funciones fiscalizadoras sobre los sindicatos...».
39. PALOMEQUE LÓPEZ, M. C , «La intervención normativa del Estado en la «cuestión social»», Ayer,
n.° 25, Madrid, 1997, p. 126 y continúa diciendo «la falta de recursos presupuestarios, la actitud
poco sensible a este propósito de las autoridades locales, y la propia desconfianza de los traba-
jadores destinatarios de las medidas normativas explican de suyo la insuficiente observancia de
la legislación obrera.», Ibidem, p. 126.
40. Un estado de la cuestión sobre el catolicismo social español en MONTERO, E, «El catolicismo
social en España. Balance historiográfico», en L'Histoire religieuse en Frunce et en Espagne, Madrid,
Casa de Velázquez, 2004, pp. 389-409. Una obra reciente, CUENCA TORIBIO, J. M., Catolicismo
social y político en la España Contemporánea. 'I870-Z000, Madrid. 2003.
41. La España Católica, 2 de enero de 1875, citado por BENAVIDES, D., Democracia y cristianismo en la
España de la Restauración, 1875-1931, Madrid, 1978, p. 13.
42. «Su programa político-religioso intransigente casi teocrático, afirma Domingo Benavides, des-
pertaba fácilmente las simpatías del clero. Era una especie de demagogia religiosa... que supuso
un grave obstáculo para la participación de los católicos en la política de la nación... Y en esta
labor obstruccionista contó siempre con el apoyo del hermano menor, el partido carlista...»,
en BENAVIDES, D., Democracia y Cristianismo en la España de la Restauración..., p. 143. Sobre el
integrismo, puede consultarse CUENCA ToRIBIO, José Manuel, «Integrismo», en Diccionario de
Historia Eclesiástica, Madrid, 1972.
43. «El enfrentamiento entre la línea promovida por Roma (partidaria de aceptar como mal menor
el régimen liberal vigente) con los integristas, afirma Feliciano Montero, obstaculizó en muchos
momentos la marcha de las sesiones...», en Reformismo conservador y catolicismo social en La España
de la Restauración, -I889-'I902, Madrid, 1983, p.406.
44. SANZ DE DIEGO, Rafael M.a, «La Iglesia española y el reto de la industrialización», en GARCÍA
VlLLOSLADA, Ricardo, Historia de la Iglesia en España, t. V, La Iglesia en la España Contemporánea,
Madrid, 1979, pp. 624 y ss. Puede leerse también CUENCA TORIBIO, José Manuel, Estudios sobre
la Iglesia española del siglo XIX, Madrid, 1973, en especial, las pp. 177-205; URIGÜEN, Begoña,
Orígenes y evolución de la Derecha española: El Neo-catolicismo, Madrid, 1986.
El objetivo del catolicismo era más bien religioso que social (evangelización,
reeducación cristiana de las clases populares para alejarlas de la propaganda
socialista y anarquista y el ejercicio de la caridad por los patronos) 45 .
Como señala uno de sus más destacados especialistas, el profesor Montero,
«el catolicismo social es en una gran medida una prolongación de la lucha con-
tra el liberalismo. La verdadera clave de la superación del conflicto social está
en la doctrina de la Iglesia. Reforma social y reconquista cristiana... son tareas
coincidentes»46.
Las coordenadas teóricas del catolicismo español del momento se movían
en torno a tres parámetros esenciales: la consideración de la propiedad como
derecho natural; la afirmación de la desigualdad humana y la nostalgia de los
gremios medievales.
Sobre el derecho absoluto de propiedad de origen divino, atemperado por
la caridad, ya se había pronunciado uno de los principales pensadores católicos
del siglo XIX, Jaime Balmes en 1843, y este mismo análisis se mantiene en los
años 8047.
En cuanto a la noción de desigualdad natural también es presentada por la
Iglesia como una cuestión de derecho divino, «Es un hecho la desigualdad y
hay que aceptarla como algo querido por Dios, desde y para siempre», se decía
en sermones de la época48. La aceptación de esa existencia «natural» de ricos
y pobres lleva a dos cuestiones importantes defendidas por los católicos espa-
ñoles, cuya finalidad era limar el escándalo social de los ricos, en primer lugar,
el rechazo del afán desmedido de las riquezas y la importancia de la caridad
cristiana, punto de partida de la llamada función social de la propiedad, y en
segundo lugar, la defensa teórica de la pobreza.
En este sentido, Antonio M. a Claret, un sacerdote de enorme prestigio en la
corte española señalaba en 1886" que «la vida del pobre es incomparablemente
45. El obispo de Madrid, Narciso Martínez Izquierdo, publicó un discurso en 1889 que refleja todo
lo anterior: «Hoy, decía, existe una terrible escisión entre ricos y pobres; un abismo insondable
los separa y ¿sabéis cuál es la causa?... Todo eso responde a los continuos esfuerzos del espíritu
del mal que ha arrancado del corazón del pobre la paciencia... El único remedio para estos
males es devolver a la caridad su carácter y filiación divinas y así es como nos la presenta la
Iglesia, madre de los pobres y menesterosos», en MARTÍNEZ IZQUIERDO, N., Pastorales, circulares
y discursos, Madrid, 1889, citado por PORTERO, J. Antonio, Pulpito e Ideología en la España del siglo
XIX, Zaragoza, 1978, p. 228.
46. MONTERO, E, «Los católicos sociales y los orígenes de la política social», Studia Historica-Historia
Contemporánea, vol. II, n.° 4 (1984), p. 58.
47. Jaime Balmes decía en 1843: «Sean las que fueran las teorías con que las diferentes escuelas
pretendan explicar el derecho de propiedad... lo cierto es que este derecho existe, que es
inviolable, sagrado... fundado en la ley natural, sancionado por la divina...», en BALMES, } . ,
Obras Completas, Madrid, 1949, vol. V, pp. 949 y ss. Es interesante leer al respecto, el artículo
de MARTÍ, Casimir, «Datos sobre la sensibilidad social de la Iglesia durante los primeros 30
años del movimiento obrero en España», en Aproximación a la Historia Social de la Iglesia española
contemporánea, Madrid, 1978, pp. 129 y ss.
48. PORTERO, J. A., Pulpito e ideología en la España del siglo XIX..., pp. 176 y ss.
más tranquila que la del rico... la pobreza hace dulce la muerte, no porque
cause desesperación, sino porque no crea lazos en la tierra...» 49 .
En cuanto a la nostalgia de los Gremios medievales se mantenía como una
constante en los planteamientos eclesiásticos sobre la llamada «cuestión social».
Ya en 1872, el obispo de Salamanca, Dr Lluch, comentaba que «los gremios
asociaban como en una misma familia al amo y al dependiente, al propietario
y al proletario... la asociación era santificada por el principio y el sentimiento
religiosos. El derecho del amo era tan sagrado para el jornalero como para el
amo... nadie pensaba en trocar los papeles y el reparto de bienes...» 50 .
El gran problema del catolicismo político y social español del siglo XIX y
comienzos del siglo XX fue, por consiguiente, enfrentarse a las consecuencias
sociales y económicas de la industrialización y a los nuevos desafíos derivados
del laicismo, la democratización política, el incremento de la secularización, el
auge del intervencionismo estatal, etc., a partir de unos presupuestos teóricos
fosilizados que les impedían comprender las nuevas realidades sociales, políti-
cas y culturales.
En consecuencia, muchos católicos con sensibilidad social se encontraron
por un lado, coartados por las presiones conservadoras de la jerarquía eclesiás-
tica, y por otro, sometidos a un pensamiento integrista que lastraba un mejor
acercamiento a las nuevas realidades sociales y culturales.
49. CLARET, Antonio M.a, Prácticas Dominicales, Madrid, 1886, citado por PORTERO, J. Antonio, Pul-
pito e ideología en la España contemporánea..., p. 219.
50. LLUCH GARRIGA, ]., La Internacional, Salamanca, 1872, citado por JUTGLAR, Antoni, Ideología y
clases en la España contemporánea, Madrid, 1969, pp. 126. Y continuaba diciendo «los verdaderos
remedios del mal que aqueja a los obreros no son ni los jurados mixtos... ni la participación de
los obreros en la propiedad de las empresas por medio de acciones, ni la disminución de horas
de trabajo, ni el paulatino aumento del salario. La solución es educar al pueblo en la religión
cristiana, haciéndolo justo, laborioso y sufrido...», p. 138.
51. Sobre la acción social y el sindicalismo católico pueden consultarse: LLORENS, M., «El P. Antonio
Vicent (1837-1912): Notas sobre el desarrollo de la acción social católica en España», Estudios de
Historia Moderna, n.° 4 (1954), pp. 396-435; CUENCA ToRIBIO, José Manuel, Escritos del P. Vicent.
Socialismo y anarquismo, Madrid, 1972; Del mismo autor, «El P. Antonio Vicent y los orígenes
del catolicismo social en España», en Estudios sobre la Iglesia española del XIX, Madrid, 1973, pp.
265-287; Sindicatos y partidos políticos católicos en España, ¿fracaso o frustración?, 1870-1977, Madrid,
2001; ANDRÉS GALLEGO, ]., Pensamiento y acción social de la Iglesia en España, Madrid, 1984; GAR-
CÍA NIETO, J. N., El sindicalismo cristiano en España, Bilbao, 1960; CASTILLO, J. José, El sindicalismo
amarillo en España. Aportación al estudio del catolicismo social español, Madrid, 1977; CUESTA BUSTI-
LLO, Josefina, Sindicalismo católico-agrario en España, Madrid, 1978.
que presididos por el obispo del lugar, junto con un presidente elegido por 3
años, ejercerían la labor de vigilar, supervisar y coordinar todas las asociaciones
obreras. En la cúpula se hallaba el Consejo Nacional integrado por todos los
presidentes de los consejos diocesanos.
El primer Consejo Nacional elegido en dicha reunión estuvo formado, entre
otros integrantes, por el arzobispo de Valencia y el marqués de Comillas como
Presidentes honorarios, junto al obispo de Segorbe, y como Presidente efectivo
el P. Antonio Vicent.
Tres años después, en 1896, se elige un nuevo Consejo Nacional en una
asamblea celebrada en la capital de España que estaba compuesto entre otros
por el Nuncio de Su Santidad y los arzobispos de Valencia y Madrid, junto con
el marqués de Comillas como Presidentes honorarios, y como presidente efec-
tivo el duque de Sotomayor asesorado por el consiliario general, P. Vicent.
Como puede comprobarse por los nombres de los dirigentes del Consejo
Nacional de Corporaciones católico-obreras, éste resultó ser un organismo
controlado por la aristocracia y la alta burguesía española, junto al episcopado,
donde los obreros tutelados eran considerados menores de edad.
En 1901, un católico social, Maximiliano Arboleya, canónigo de la catedral
de Oviedo, que defenderá el sindicalismo cristiano puro, afirmaba lo siguiente
sobre las corporaciones católico-obreras: «Diríase que esos centros no tiene más
objeto que ilustrar al obrero en cuestiones religiosas, darle una instrucción más
completa en su arte, hacerle más sufrido y resignado con las injusticias de que
es objeto...»53.
Según los datos ofrecidos por el propio Consejo Nacional de Corporaciones
Católico-Obreras de España, en 1900 estaban integradas en él 264 agrupaciones
desde Círculos a Gremios, o Cajas de Ahorros, que representaban a más de
76.000 asociados54.
A pesar de estas cifras, el crecimiento de las organizaciones socialistas en
España a comienzos del siglo XX y la constitución más adelante del sindicato
anarquista CNT, revelaron la insuficiencia de la alternativa católica, lo cual llevó
a su propio creador, el P. Vicent, a subrayar en 1904 el fracaso de los Círculos
con las siguientes palabras: «En la práctica, ¿qué hemos obtenido en tantos cír-
culos católicos...? En realidad, ha sido muy poca cosa... los patronos han recla-
mado siempre la absoluta libertad de contratación, y los obreros, han rechazado
unirse con los patronos para conseguir el gremio cristiano...»55.
53. ARBOLEYA MARTÍNEZ, Maximiliano, Liberales, socialistas y católicos ante la cuestión social, Valladolid,
1901, pp. 61-63, citado por BENAVIDES GÓMEZ, Domingo, Democracia y Cristianismo en la España
de la Restauración, •1875-1931.••, p. 224 y continuaba diciendo: «A los obreros de nuestros círculos
se les habla de religión, de moralidad, de resignación, de sus obligaciones... pero casi nunca se
les habla de sus legítimos derechos...».
54. Datos recogidos por BENAVIDES, Domingo, Democracia y cristianismo en la España de la Restaura-
ción, 1875-1931..., p. 222.
55. VICENTE, A., en Boletín del Consejo Nacional de las Corporaciones Católico-Obreras, Madrid, 1904,
p. 14, citado por BENAVIDES, Domingo, Democracia y Cristianismo en la España de la Restauración,
1875-1931..., pp. 225 y ss.
dotada de una dirección moral, junto con un nuevo tipo de Estado coordinador
y director de la economía y la vida social.
En definitiva, la dictadura de Primo de Rivera supuso un experimento polí-
tico nuevo, ante los problemas derivados del colapso del sistema liberal de la
Restauración que aun incorporando determinados elementos del pensamiento
tradicíonalista y católico español (antiparlamentarismo, defensa de la familia y
de la religión, rechazo de la lucha de clases y de las ideologías obreras, consi-
deradas disolventes de la sociedad), introduce conceptos modernizantes como
el papel del Estado autoritario, coordinador y regulador de las actividades eco-
nómicas y sociales60.
La dictadura destruyó el sistema político liberal, impidiendo la estabiliza-
ción política y social en un sentido democrático e inició una propuesta corpo-
rativa y autoritaria que superase el viejo modelo liberal oligárquico, pero, como
dijo su ministro de Trabajo, Aunós: «En aquella España de 1926 una estructura
corporativa totalitaria hubieses chocado contra los prejuicios liberaloides de la
burguesía... y de las clases obreras desorganizadas y sometidas al vasallaje de
ideologías antinacionales...» 61 .
El corporativismo primorriverista fue obra de Eduardo Aunós, subsecretario
y más tarde, ministro de Trabajo, un hombre miembro de una familia conser-
vadora acomodada de Lérida, de formación krausista, que había sido secretario
de Cambó. Aunós recibe la doctrina organicista a través de una triple fuente,
el krausismo, el nacionalismo catalán y el catolicismo social francés y español,
además su observación sobre los mecanismos paritarios para la resolución de
los conflictos sociales, experimentados en Cataluña, tras su puesta en marcha
por el Instituto de Reformas Sociales le prepara para encarar uno de los grandes
problemas de las élites gobernantes: la resolución del conflicto social mediante
fórmulas de armonía social que reduzcan los efectos del problema social y des-
activen al movimiento obrero organizado.
Por otra parte, Aunós fue un gran estudioso de todas las fórmulas autorita-
rias y totalitarias que se extendían en la Europa de entreguerras, sus relaciones
personales con el gran teórico del corporativismo italiano Bottai lo prueban,
igual que sus lecturas, e influencias de la Carta de Carnaro, obra del poeta
60. Esta tesis la hemos sostenido desde 1982 en la tesis doctoral, y en diversos artículos, entre ellos,
«Bases ideológicas de la Política Social de la Dictadura», Síudia Zamorensia Histórica, vol. VII,
1986, pp. 513-522; y en nuestro ensayo «Regeneracionismo y Corporativismo en la Dictadura
de Primo de Rivera», en TUSELL, ].; MONTERO, F. y MARÍN, J. M.a (eds.), Las Derechas en la España
Contemporánea..., pp. 177-196. En esta misma perspectiva, GIL PECHARROMÁN, Julio, Conserva-
dores subversivos. La derecha autoritaria alfonsina, 19'lí-i9í6, Madrid, 1994: «Su modelo de Estado
corporativo... le apartaba de los esquemas del catolicismo social y del tradicionalismo español
representado entonces por figuras como Vázquez de Mella y Gafo, para introducir un elemen-
to de modernidad totalitaria, que afectaría luego a corrientes de la extrema derecha como el
falangismo y el neotradicionalismo alfonsino...», p. 51. En la misma línea, el libro reciente de
GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo, La España de Primo de Rivera. La modernización autoritaria, 1923-
-1930, Madrid, 2005.
61. AUNÓS, Eduardo, La reforma corporativa del Estado, Madrid, 1935, pp. 136 y ss.
el moderno Estado Social tiende a superar los supuestos del Estado Liberal y
abstencionista... »63.
El modelo de Estado Corporativo de Aunós partía de la idea de la estructu-
ración del país como una organización de «productores» por parte de un Estado
fuerte que armoniza intereses y controla todas las actividades humanas «desde
las más espirituales hasta las más predominantemente manuales»64.
Dicho Estado se caracterizaría por el sentido de la disciplina, impuesta por
un Gobierno fuerte; el sentido de la jerarquía, entendida como estructuración
social de la ciudadanía, y la ordenación funcional, es decir, la sujeción de
todos los organismos al Estado que coordinaría y planificaría la vida econó-
mica y social, atendiendo al predominio de los intereses colectivos sobre los
individuales65.
Todo lo cual refleja un tipo de Estado intervencionista y organicista donde
«nada de lo que tenga trascendencia en la vida social y afecte al interés colectivo
quede al margen (del Estado)»66.
En la esencia misma del experimento corporativo dictatorial se encuentra
una nueva teoría del Estado «que no quiere darlo todo al individuo, ni recono-
cerlo como único factor capaz de decidir sobre sus destinos... pretende que el
individuo actúe centrando su actividad dentro de los cuerpos especializados y
representativos de su categoría de trabajo, y que estos cuerpos vayan a confluir
en la organización y ordenación del Estado.. .»67.
El armazón del corporativismo social de Aunós partía del Comité Paritario,
organismo de derecho público con funciones delegadas del Estado estructu-
rado como una asociación mixta de patronos y obreros, con un Presidente y
un Secretario designados por el Ministerio de Trabajo. Sin embargo, no había
dependencia entre las instituciones paritarias y las agrupaciones sindicales y pa-
tronales. Estas se limitaban por ley a elegir a sus miembros en dichos Comités
que los investían, después, como funcionarios públicos.
Entre las razones de esta peculiar estructura se encontraba el carácter mar-
ginal del sindicalismo en el modelo corporativo de Aunós, como éste subrayó
repetidamente, y la inexistencia de unos sindicatos del régimen. Por eso se
insistió en la superación del sindicalismo, «residuo del liberalismo» en el marco
del nuevo Estado Corporativo, en consecuencia, sería éste quien asumiría la
defensa de los obreros, armonizando sus intereses con el interés general del
Estado.
63. AUNÓS, E., Estudios de Derecho Corporativo, Madrid, 1930, pp. 48 y ss. y continuaba diciendo «Este
contenido realista de la voluntad ética del Estado, que se traduce en el sistema y orden de las
tareas objetivas que constituyen en su propia base las corporaciones autónomas del trabajo, ha
de ser integrado... con la idea de autoridad...».
64. AUNÓS, Eduardo, El Estado Corporativo, Madrid, 1929, pp. 14 y ss.
65. Eduardo Aunós decía al respecto: «Nuestra época, es esencialmente orgánica e intervencionista.
La aspiración de los Estados es que nada de lo que tenga trascendencia en la vida social ya afecte
al interés colectivo quede al margen...», en Estudios de Derecho Corporativo, Madrid, 1930, p. 49.
66. AUNÓS, E., Estudios de Derecho Corporativo..., pp. 47 y ss.
67. AUNÓS, E., Eas Corporaciones de Trabajo en el Estado Moderno, Madrid, 1928, p. 143.
NEOCORPORATIVISMO
La historia del nacimiento y construcción de una teoría neocorporativa a
partir de los años 60 del siglo XX, tiene que ver con una doble constatación: la
extensión de regímenes políticos de carácter socialdemócrata en la mayor parte
de los países europeos, y la consideración de que el viejo sistema de represen-
tación pluralista liberal pasaba por una grave crisis.
El sistema pluralista, formulado en Estados Unidos en la década de los 50 y
60 se basaba en la existencia de un mercado político donde cada grupo reclu-
taba a sus miembros y proponía medios de acción que suscitaban el sostén de
la población.
De la interacción entre los grupos entre sí, con el Estado como arbitro, surgi-
rían políticas tendentes a desarrollar el denominado «mínimo social óptimo»77.
75. Véase las opiniones de Largo Caballero en diferentes artículos publicados en El Socialista: «La
organización corporativa paritaria y la organización obrera (4, 8 al 15 de marzo de 1927); «La
organización corporativa, decía, es un aspecto de la democracia económica que permitirá librar
de grandes trastornos a la economía nacional... La función de los comités paritarios podrá
satisfacer los anhelos de pacificación social o de humanización de las relaciones entre capital y
trabajo...» o las palabras favorables del socialista Albert Thomas, Presidente de la Organización
Internacional de Trabajo a la obra de Aunós prologando libros de éste sobre la organización
corporativa española.
76. PÉREZ LEDESMA, M., «Partido y Sindicato: Unas relaciones no siempre fáciles», en JULIA, Santos
(ed.), El Socialismo en España..., pp. 213 y ss.
77. Sobre estos planteamientos, existe una vasta bibliografía, centrada sobre todo en el campo so-
ciológico, con escasas aportaciones de historiadores, entre otros, puede consultarse: SCHMITTER,
Ph. C , «Neocorporativismo y Estado», REISS, n.° 31 (1985), pp. 40-63; BERGER, S. (ed.), La orga-
nización de los grupos de intereses en Europa Occidental, Madrid, 1988; LEMBRUCH, G., «Democracia
consociacional, lucha de clases y nuevo corporativismo», Papeles de Economía Española, n.° 22
(1985); GlNER, S. y PÉREZ YRUELA, M., La sociedad corporativa, Madrid, 1979; GlNER, S. y PÉREZ
YRUELA, M. (eds.), El Corporatismo en España, Madrid, 1988; GlNER, S. y SARASA, S. (ed.), Buen
Gobierno y Política Social, Madrid, 1997; ESPINA, A., «Armonización de intereses versus lucha de
clases», en SANZ MENÉNDEZ, L. (ed), Representación de intereses y políticas públicas: ¿Corpo-
ratismo o Pluralismo?», Zona Abierta, n.° 67/68 (1994); MARTÍNEZ AlIER, }., «Viejas ideologías y
nuevas realidades corporativistas», REISS, n.° 31 (1985), pp. 119-142; PICÓ, ]., Teorías sobre el
Estas tesis han sido atacadas por otros sociólogos para quienes el proceso de
formación de grupos de intereses, reduce el carácter representativo del sistema,
al favorecer la estructuración y jerarquización social.
De hecho, la denominada teoría pluralista, germen de las posiciones neocor-
porativas, pone el acento en la intervención de los grupos sociales de intereses,
sobre la intervención directa de los ciudadanos que reclamaba el liberalismo
clásico.
El pensamiento neocorporatista plantea la necesidad de una integración pro-
gresiva de los distintos grupos sociales de intereses en el proceso de elaboración
y puesta en práctica de las políticas públicas. Dicha integración se lograría me-
diante la institucionalización de los grupos de intereses y la práctica sistemática
de políticas de negociación y compromiso. Esto implicaría el reforzamiento de
los sindicatos y organizaciones empresariales como agentes de desarrollo de
políticas públicas, compartiendo las responsabilidades con el Gobierno.
En realidad, las propuestas neocorporatistas representan, por una parte,
la continuidad de la tradición corporativa social del siglo XIX, alejada, obvia-
mente, de su carácter político autoritario, y la búsqueda de nuevas fórmulas
políticas y sociales que resuelvan los problemas del liberalismo político clásico
sobre la base de un modelo de democracia de consenso, alejado del modelo
representativo y partidario tradicional.
Estado del Bienestar, Madrid, 1987; ZARAGOZA, A. y VÁRELA, J. «Pactos sociales y corporatismo
en España», en ZARAGOZA, A. (ed.), Pactos sociales, sindicatos y patronal en España, Madrid, 1988,
pp. 43-75; WlLSON, F. L., «Neocorporativismo y auge de los movimientos sociales», en DALTON,
R. J. y KUECHLER, M. (eds.), Los Nuevos Movimientos Sociales, Valencia, 1992, pp. 101-123.
INTRODUCCIÓN
En el verano de 1921, inmediatamente después de la derrota en Annual, un
sector del conservadurismo español, el más identificado con la nueva derecha
autoritaria y nacionalista que irrumpe con fuerza en el escenario europeo, inicia
una campaña de exaltación de una unidad militar de reciente creación y desti-
nada a la guerra en Marruecos, el Tercio de Extranjeros o Legión. Sin embargo,
en noviembre de 1922 el jefe de la Legión, teniente coronel José Millán Astray,
presenta la dimisión y solicita el pase a la situación de retirado. Esta iniciativa,
auténtica provocación al Gobierno, forma parte de una estrategia diseñada por
esa derecha, en cuyas filas figuran varios de los promotores del colonialismo
español, que exigen que se dé continuidad a la campaña en Marruecos hasta la
victoria definitiva sobre las fuerzas indígenas que manda Abd-el-Krim. Sólo así,
argumentan, sería posible recuperar el orgullo nacional y proceder a la explota-
ción económica de ese territorio, cuestión que ha ganado en importancia desde
el momento en que, una vez finalizada la guerra en Europa, ha disminuido
drásticamente el volumen de negocios al que han tenido acceso las empresas
españolas1. Para ello sería preciso liquidar la influencia de las Juntas de Defen-
sa2, asociación del arma de Infantería nacida en el contexto de la crisis de 1917
para exigir la renovación de la vida política pero también, cada vez más, para
canalizar sus reivindicaciones corporativas, relacionadas con el mantenimiento
1. Sobre las empresas españolas con intereses en las minas del Rif y el conjunto del protectorado,
véase MORALES LEZCANO, Víctor., El colonialismo hispanofrancés en Marruecos (1898--I927), Madrid,
1976, especialmente los caps. 2 y 3; y MADARIAGA, M.a Rosa de, España y el Rif. Crónica de una
historia casi olvidada, Melilla, 2000, pp. 125-147.
2. En realidad, en enero de 1922 Maura, como jefe de Gobierno, y La Cierva, ministro de la Guerra
(antes favorable a los junteros), consiguen la reconversión de las juntas en comisiones informati-
vas integradas en el Ministerio de la Guerra y sometidas por tanto al código de justicia militar.
3. Recogemos así un debate apuntado por UCELAY DA CAL, Enric, «Los orígenes del fascismo en
España: El militarismo», en FONTANA, ],, Historia i projecte social. Reconáxetnent a una trajectbria,
Barcelona, 2004, pp. 1380-1410.
económicos, y también entre los oficiales y jefes del ejército, pues una nueva
campaña supondría la posibilidad de combatir de nuevo, alcanzar una victoria
en el campo de batalla, ascensos y honores y acallar las duras críticas recibidas
por la derrota del 98; además, el muy joven e inexperto rey Alfonso XIII, coro-
nado en 1902 con 16 años, es muy favorable a la empresa colonial.
Pese a que se combate frente a fuerzas carentes de instrucción militar y de
armamento pesado, que rechazan la autoridad del sultán y la presencia extran-
jera en su país, la evolución de las operaciones militares es muy poco satisfac-
toria para España. Esto obliga a una reflexión sobre la capacidad de un ejército
basado en el servicio militar obligatorio, pero del que se libran los hijos de las
familias que más patriotas se declaran, es decir, las que disponen del dinero
necesario para pagar la sustitución o redención a metálico. Precisamente la mala
marcha de la guerra y la desigualdad del servicio en filas dan lugar a sucesivas
campañas de protesta que, impulsadas por socialistas y republicanos, cuentan
con un amplio apoyo entre la población, no circunscrita a la izquierda política.
Se plantea entonces la necesidad de contar con un ejército colonial nutrido de
voluntarios, al estilo del que poseen Gran Bretaña, Francia y otros países. Nacen
así, en 1911, las fuerzas de Regulares Indígenas. Pero las fuerzas indígenas son
de momento escasas en número, por lo que apenas se atenúa el problema de
las bajas españolas, y en muy escasa medida se progresa en la ocupación del te-
rritorio. Además, en 1912 se modifica el sistema de reclutamiento y se suprime
la redención mediante el pago de una cantidad de dinero. De forma que ahora
existe la posibilidad de que los hijos de las familias con mayores recursos sean
destinados a Marruecos. Por ello los partidos dinásticos van a poner en marcha
otras iniciativas para que el servicio en Marruecos sea cubierto con voluntarios.
Una vez fracasado el sistema de soldado-colono, el de los voluntarios con premio,
a base de un incentivo con tierras una vez cumplido el servicio, en 1918 el Esta-
do Mayor Central comienza a trabajar en la organización de una nueva unidad
de infantería, según el modelo de la Legión Extranjera Francesa. Y en enero de
1920 un real decreto establece el llamado Tercio de Extranjeros, al que sus jefes
y oficiales denominan Legión.
El espíritu legionario
El teniente coronel Millán Astray figura entre los militares que más empeño
ha puesto en reivindicar la necesidad de una unidad de infantería de choque a
base de voluntarios extranjeros y españoles para ser empleada en el norte de
África. Con este propósito ha visitado el Ministerio de la Guerra y se ha ofreci-
do para organizar y mandar a la nueva tropa. No sólo eso, una vez que la Legión
es una realidad y él es ascendido a teniente coronel y puesto al mando, va a
reivindicar como propio el proyecto: él habría sido el primero en sentir su nece-
sidad y el primero en plantearla en medios militares. Millán Astray se esfuerza,
además, en dotar a la Legión de un estilo propio, bronco y aguerrido, que tras-
cienda la mentalidad africanista, ultraconservadora y militarista, que concibe la
guerra, en un mundo supuestamente siempre en conflicto, como escuela para
la vida, algo vital y heroico 4 . Al propósito de que la Legión se distinga del resto
de unidades de infantería responden el nombre original, Tercio de Extranjeros,
en recuerdo de los tercios, que fueron la base del sistema militar español del
siglo XVI, el uniforme verde grisáceo, la camisa de cuello abierto, el gorro con
borla, el himno (La canción del legionario), las canciones (La Madelón, El novio
de la muerte), los gritos (¡Viva la muerte!), los guiones de las banderas (nombre
que reciben los batallones), las mascotas, el régimen disciplinario, de extrema
dureza en los castigos, a menudo físicos, y lo que Millán Astray concibe como
liturgia legionaria. Una liturgia conformada por un conjunto de poses, gestos y
una retórica, resumida en el Credo legionario, con la que pretende transmitir a
los voluntarios un sentimiento tribal, de pertenencia a una colectividad guerrera
capaz de vivir con intensidad el compañerismo, el sufrimiento, el deseo de su-
peración y la proximidad de la muerte. Uno de los espíritus del Credo legionario
plantea el culto a la muerte, el cual será consustancial a la Legión:
«El espíritu de la muerte. El morir en el combate es el mayor honor. No se muere
más que una vez. La muerte llega sin dolor y el morir no es tan horrible como parece.
Lo más horrible es vivir siendo un cobarde».
Millán Astray se referirá de forma reiterada a la posibilidad de la muerte de
los legionarios en combate, que resulta ser casi una exigencia en sus arengas:
«La Legión os pide sin escrúpulos y sin miramientos que muráis por una causa
que ella defiende y en virtud del compromiso que habéis firmado». Rinde así
culto no sólo al valor y al sacrificio por la patria, sino también a esa especial
circunstancia de la vida que es la muerte, la cual cumpliría el papel de igualar
a todos los mercenarios y, lo más importante, diluir el hecho de que se trata
de mercenarios. La muerte, tras igualar a todos, abre las puertas a la redención:
quedan redimidos de un pasado turbio y lleno de amarguras los que entregan
su vida por la patria española, que, entre tanto, a la espera de ese momento,
ya los acoge. Este culto a la muerte, asumido por el conjunto de la oficialidad
legionaria, es propio de la época en la que nos encontramos, cuando destaca-
dos filósofos e intelectuales europeos hacen bandera del irracionalismo y de la
primacía de la fuerza, el instinto y las pasiones sobre la razón. Es además algo
muy presente en el ideario de algunas de las organizaciones de ex combatientes
de la guerra mundial y muy especialmente, en el plano de los discursos y de
la simbología (la calavera y las tibias), en los arditi, precursores de las primeras
escuadras fascistas en Italia, y en los freikorps que colaboran en la derrota de la
revolución espartaquista en Alemania y procuran después desestabilizar la Re-
pública de Weimar, al igual que lo estará en varias de las secciones del Partido
Nazi, hasta llegar al anillo Totenkopf, o de la calavera, reservado a los veteranos
de las Escuadras de Seguridad o SS; la calavera, compañía inseparable de los
4. Sobre las relaciones entre el ideario de la Legión y la derecha antiliberal y la extrema derecha véa-
se GALEY, J. H., «Bridegrooms of Death. A Profile Study of the Spanish Foreign Legión», Journal of
Contemporary History, vol. 4, n.° 2 (abril 1969), pp. 47-64; y RODRÍGUEZ, José Luis, ¡A mí la Legión!
De Millán Astray a las misiones de faz, Barcelona, 2005.
tretenimiento de las clases medias traen a la Legión a sus páginas como noticia,
y también como resorte para la recuperación del orgullo nacional herido, y
pronto lo harán, asimismo, una serie de novelas. Muy especialmente lo hacen
aquellos medios favorables a la explotación colonial del territorio marroquí y
tentados por las propuestas de la emergente derecha autoritaria, aquella que
reniega del conservadurismo liberal y apuesta por fórmulas de gobierno basa-
das en un ejecutivo fuerte y cámaras de representación corporativa. Uno de los
jefes legionarios, el comandante de la I bandera, Franco, recibe una atención
especial. Que Franco haya sido elegido como imagen de un proyecto militar, la
campaña de Maruecos, que lo es a su vez económico y político, tiene que ver
con las circunstancias de la guerra. Millán Astray resulta herido de gravedad, de
un disparo en el pecho, a mediados de septiembre de 1921, al poco de ponerse
en marcha las operaciones que tienen Melilla como punto de partida. Franco
queda entonces como jefe interino en el preciso momento en que se recuperan
las posiciones perdidas; y aunque el jefe del Tercio regresa al frente dos meses
después, una nueva herida, ahora en la pierna derecha, y el hecho de que se le
reabra la herida en el pecho, obliga a su traslado a Madrid en enero de 1922, no
regresando al teatro de operaciones hasta el mes siguiente, cuando las opera-
ciones de reconquista del territorio del entorno de Melilla casi han terminado;
entretanto Franco se forja una muy buena imagen entre sus compañeros africa-
nistas y es citado muy elogiosamente en los diarios de operaciones. También
con el hecho de que Franco no ha cursado estudios de Estado Mayor, posee una
escasa formación cultural, ofrece una imagen de joven y tímido jefe militar y
se le ve como a alguien a quien se puede manejar con facilidad. A comienzos
de 1922 el nombre de Franco salta de la prensa ceutí y melillense a la de Ma-
drid, nada menos que a las páginas salidas de los talleres de Prensa Española,
el grupo editor de ABC, el de mayor tirada del país, y el semanario Blanco y
Negro, que lo presenta como «El as de la Legión»5. Se trata del grupo que, junto
a la prensa maurista, más presión ejerce sobre el Gobierno, dividido a este res-
pecto, para que se decida a imponer un duro castigo a los rífenos y a hacer del
protectorado una realidad. En todos los lugares de España proliferan en estas
fechas los agasajos a los oficiales heridos en la campaña o que disfrutan de unos
días de permiso. Pero a Franco, en el papel de ídolo de los colonialistas, se le
dedican muchísimas más noticias que a otros comandantes, y de bastante más
extensión, y aparece muchas más veces que coroneles o generales que también
tienen destino en el protectorado.
Durante varias semanas de febrero-marzo de 1922 Franco, con permiso para
viajar a Galicia y Asturias, para pasar unos días junto a su madre y su novia,
es objeto de continuada atención desde ABC, sobre todo cuando se detiene en
Madrid, donde se le ofrece un homenaje en el hotel Ritz. En la presidencia de la
mesa Franco está acompañado de varios jefes y oficiales y de dos ex ministros.
Uno de ellos es Antonio Goicoechea, cabeza visible de la derecha maurista. Y
6. RODRÍGUEZ, José Luis, Franco. Historia de un conspirador, Madrid, 2005, pp. 63-66.
7. Véase su dedicatoria «Al Excmo. Señor Conde de Romanones» contenida en España en el Rif,
Madrid, 1921.
8. Con fecha de 25 de octubre de 1922 los editores declaran que El Debate «no es órgano oficioso
del señor Maura» pero siente por él una especial veneración y está «identificado con el ilustre
estadista en muchos puntos fundamentales» y le considera «el político con más aptitud para
presidir un gobierno».
quien alienta la renovación tanto del partido conservador, del que es uno de los
principales dirigentes, como del conjunto de la vida política. Hasta entonces los
conservadores, y lo mismo cabe decir de la mayor parte de los liberales, apenas
habían demostrado interés por presentar una alternativa a la crisis. Maura, en
cambio, expresó su predisposición a la reforma, estando dispuesto a enfrentar-
se al sistema existente «desde una óptica de derecha»11. Fue el primer político
conservador de relieve que se decidió a «predicar una moderna forma de hacer
política, apelando a las masas», y no cabe duda de que el componente más du-
radero de su propaganda fue «la apelación a la movilización de la ciudadanía»12,
entendiendo ésta de forma limitada, pues no contemplaba la incorporación a
la vida política del proletariado urbano y campesino. Y aunque los deseos de
Maura de una revolución desde arriba no cristalizaron y su imagen de gobernan-
te quedó arruinada por la represión de la Semana Trágica en 1909, surgió un
movimiento alrededor de su persona, el maurismo, el cual dejó su impronta en
la aparición de dos nuevas manifestaciones de la derecha que se van a esforzar
en reconquistar el terreno perdido: un catolicismo social renovado, que encarna
Ángel Osorio, y un nacionalismo autoritario bajo la batuta de Goicoechea.
El maurismo, en tanto que corriente organizada, desde finales de 1913, tiene
su origen en la rebelión interna producida en el seno de la Juventud Conserva-
dora, que cambia su nombre por el de Juventud Maurista cuando Maura dimite
como jefe del partido conservador. Maura pretendía con este paso expresar su
repulsa al hecho de que la oposición de los liberales, reformistas, republicanos
y socialistas a la posibilidad de que él regrese a la jefatura del Gobierno hubiese
decidido al rey, en su búsqueda de una alternativa, a confiar el Gobierno a los
liberales y después al conservador Eduardo Dato, y que éste hubiese aceptado.
En 1914 se produjo la división definitiva del partido conservador. Los mauristas
crearon una estructura organizativa, se dotaron de medios de prensa, dieron
vida a varios centros obreros, y compitieron en las elecciones a Cortes y a una
serie de Ayuntamientos, en varios de ellos con éxito, como es el caso de Ma-
drid. Además, el maurismo, nacionalista, católico confesional, intervencionista
en el ámbito económico e influido por los pensadores de la derecha francesa
que conciben la sociedad como un organismo obligado a coordinar su defensa
frente a la subversión izquierdista, introdujo nuevas formas de actuación en
política, como eran sus despliegues de propaganda, los mítines y los centros
de carácter formativo y didáctico para militantes. También ayudó a renovar el
léxico de la derecha española, enriqueciéndolo con referencias a la explotación
de los trabajadores por el capitalismo, y expresiones y términos como gesto de
rebeldía, deber, sacrificio y revolución, asignando a este último un sentido positi-
vo, en la línea de la nueva derecha autoritaria y el fascismo. Paulatinamente
los mauristas fueron radicalizando sus posiciones, en sentido autoritario, en
11. TUSEIX, J. y AVILES, ]., La derecha española contemporánea. Sus orígenes: el maurismo, Madrid, 1986,
p. 11.
12. TUSELL, }., Antonio Maura. Una biografía política, Madrid, 1994, p. 53.
15. GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo, epígrafe «La defensa social contra la revolución en Madrid», en El
máuser y el sufragio. Orden público, subversión y violencia política en la crisis de la Restauración ('1917-
193-1), Madrid, 1999, pp. 88-103.
16. «La significación fascista y el anhelo español», La Acción, 30 de octubre de 1922.
«Es doloroso llegar a la consecuencia de que sólo por violentas sacudidas es posi-
ble poner a España en condiciones de vivir y de prosperar, limpia de la roña política
que la corroe y que la avergüenza.
En Italia, después de los días de conmoción que ha producido el avance fascista,
renace la tranquilidad y el país se siente libre de la pesadilla intolerable de su vieja y
desorganizada política.
Que así sea en España, y que todos los que tienen la obligación de ayudar con
su actividad o con su discreta inhibición tal movimiento, cumplan esas obligaciones
patrióticas, para honra del nombre nacional y para consolidación de las instituciones
fundamentales»17.
20. La Acción, que recoge muchos datos sobre las idas y venidas de Millán Astray, dice el día 14
de octubre que ha asistido a una comida en Chinchón y a una cacería en otro lugar próximo a
Madrid.
que en otras ocasiones han defendido, buena parte de ellos desisten de acudir
a las clases y se concentran en torno a la estatua de Colón, a donde también
llegan dirigentes de la Juventud Maurista, como Goicoiechea, Santos Ecay y el
concejal por Madrid y diputado a Cortes, Alfredo Serrano Jover. La intervención
policial obliga a los manifestantes a disolverse con rapidez. Unas horas después
una comisión de la Confederación Nacional de Estudiantes Católicos, que ha
conseguido que la mayoría de estudiantes apruebe una convocatoria de huelga
por tres días, del 13 al 15, acude a casa de Millán Astray, donde según El Debate,
se han reunido varios oficiales legionarios, lo que resulta extraño e improbable
dado que tienen otros destinos, y el periodista Ruiz Albéniz.
27. La Acción, 13 de noviembre de 1922; el 17 tuvo que reconocer que ese estudiante había fallecido
a causa de un accidente de motocicleta.
28. El Socialista, 10 de noviembre de 1922.
hierro que levante muy en lo alto el estandarte nacional e imponga y haga cum-
plir a todos un programa de economía, trabajo y disciplina». Esta publicación
es fruto de la labor desarrollada por el maurista Santos Ecay, con financiación a
cargo de la Confederación Patronal Española, cuyo portavoz, El Eco Patronal, ha
reclamado ya un «Mussolini español». Mayor continuidad tiene el esfuerzo he-
cho desde las páginas de La Acción, que, una vez que los estudiantes afiliados a
la Federación de Estudiantes Católicos regresan a las aulas, anima a sus lectores
a avanzar «por la senda del fascismo».
Para los mauristas «jamás ha habido un ambiente como el de ahora para
una obra patriótica de moralización y engrandecimiento». En consecuencia,
para aprovechar esta coyuntura, en la que el jefe y oficiales de la Legión han
sido presentados por los medios interesados en ello como un referente de vi-
gor nacional y de valentía, capaces de gritar ¡Viva la muerte!, un grito aplicable
a la vida civil, La Acción hace una nueva tentativa de captación, sustituyendo
las denominaciones Juventud Maurista y fascismo a la española por la de Legión
nacional, fórmula con la que se busca disimular la imitación de un modelo ex-
tranjero (años después se utilizará la denominación Falange Española), si bien
se reconoce que «a una legión así se ha llamado en Italia fascismo»32. Pero ese
fascismo apenas obtiene apoyos, como evidencia la aparición de un solo núme-
ro de La Camisa Negra y la muy escasa proyección de La Traza, publicación
filofascista editada en Barcelona. Las declaraciones, reiteradas, de Goicoechea,
pensando en sí mismo, en las que afirma que «hombres de la derecha y de la
izquierda hacen votos para que surja en España un Mussolini», no encuentran
el eco buscado. Pues, aparte de la competencia por el liderazgo en la derecha
antiliberal, el fascismo a la española apenas despierta interés entre la clase políti-
ca, ni siquiera en el entorno del conservadurismo, que ha evolucionado ya hacia
el antiparlamentarismo siguiendo las directrices francesas pero que opta por el
militarismo frente al fascismo. Los mauristas se verán obligados a reconocer su
limitada capacidad para movilizar a las clases medias españolas, grupo social li-
mitado en términos numéricos en relación a la amplitud del proletariado obrero
y campesino, y además dividido políticamente. Tendrán que limitarse a esperar
a que en septiembre del año siguiente tenga lugar un pronunciamiento militar
que liquida el parlamentarismo y da protagonismo político a una parte de sus
huestes. Obviamente, el triunfo del golpe de Primo de Pavera y la continuidad
del régimen dictatorial durante seis años cercena, por el momento, las posibili-
dades del fascismo a la española.
EPÍLOGO
No hay en los textos publicados por los jefes legionarios, ni en Diario de una
bandera, ni en La Legión, a cargo de Millán-Astray en 1923, opiniones a favor de
una organización o corriente política concreta, no pudiendo valorarse como tal
32. Editoriales del Duque de G, La Acción, «La Legión nacioral» (16-11-1922) y «La legión nacional.
El estímulo de un gran ejemplo» (18-11-1922).
33. BALFOUR, Sebastián, Abrazo mortal. De la guerra colonial a la Guerra Civil en España y Marruecos
('1909-1939), Barcelona, 2002, y NERI'N, Gustau, La guerra que vino de África, Barcelona, 2005, y
RODRÍGUEZ, José Luis, ¡A mí la Legión!..., op>. cit.
INTRODUCCIÓN
La década de los cuarenta, con la guerra civil, es uno de los momentos más
comprometidos y difíciles para la sociedad española de todo el siglo XX. No só-
lo por ser una sociedad dividida, marcada por la dramática brecha del conflicto
bélico, el exilio y la represión; también por la situación de miseria en que vivió
sumida gran parte de la población.
Los largos años cuarenta han quedado grabados en la memoria colectiva
como momentos de escasez, de penuria y, en definitiva, de miseria generaliza-
da. Pero, ¿hasta qué extremos llegó la tragedia? Es cierto que la documentación
oficial franquista nos daría noticias de esta triste España; a la vista de la de-
sastrosa situación, era imposible no hacerlo. Pero aún así, ¿podemos conceder
plena credibilidad a lo que un régimen dictatorial decía de su propia gestión?
Pensamos que no.
* Este artículo hubiera sido imposible sin los investigadores del Cañada Blanch Centre de la London
School of Economics and Political Science de Londres, que posibilitaron mi estancia en dicho
centro. Mi agradecimiento a los profesores Sebastián Balfour y Paul Prestan; también a Alejandro
Quiroga y Gerald Blaney. Los consejos de Miguel Gómez Oliver contribuyeron a la redacción
final.
1. Entre otros: BARCIELA, Carlos, «Los costes del franquismo en el sector agrario: la ruptura del
proceso de transformaciones», en GARRABOU, Ramón; BARCIELA, Carlos; y JIMÉNEZ BLANCO, José
Ignacio, Historia agraria de la España Contemporánea, vol. Si, Barcelona, 1986; BARCIELA, Carlos,
«La España del estraperlo», en GARCÍA DELGADO, José Luis, El primer franquismo. España durante
la Segunda Guerra Mundial, Madrid, 1989; BARCIELA, Carlos y LÓPEZ ORTIZ, M.a Inmaculada,
«El fracaso de la política agraria del primer franquismo, 1939-1959. Veinte años perdidos para
la agricultura española», en BARCIELA, Carlos (ed.), Autarquía y mercado negro. El fracaso económico
del primer franquismo, •I92>9-'I959, Barcelona, 2003; CARRERAS, Albert, «La producción industrial
española, 1842-1981: construcción de un índice anual», en Revista de Historia Económica, año II,
n.° 1 (1984); COMÍN, Francisco y MARTÍN ACEÑA, Pablo, «La política autárquica y el INI», en
SÁNCHEZ RECIO, Glicerio y TASCÓN, Julio (eds.), Los empresarios de Franco. Política y economía en
España, 1936-1957, Barcelona, 2003.
2. CATALÁN, Jordi, La economía española y la II Guerra Mundial, Barcelona, Ariel, 1995, p. 281.
3. BARCIELA, Carlos; LÓPEZ, M.a Inmaculada; MELGAREJO Joaquín y MIRANDA José Antonio, La
España de Franco (19¡9-'I975)- Economía, Madrid, 2001, p. 20.
4. RICHARDS, Michael, Un tiempo de silencio. La guerra civil y la cultura de la represión en la España de
Franco, 1956-1945, Barcelona, 1999, pp. 22-23.
5. Public Record Office (PRO), Foreign Office (FO) 371/24507, pp. 319-320. Informe 22-12-1939.
2. HAMBRE
El estudio de las condiciones de vida de los españoles durante el primer
franquismo ha preocupado a la historiografía. Diversos historiadores se han
interesado por el análisis de estos trágicos años, ahondando en las verdaderas
condiciones económico-sociales que atenazaron a la mayoría de los españoles,
y que un tardofranquismo económicamente triunfante había querido borrar de
la Historia.
El abastecimiento no fue eficiente. El racionamiento resultó insuficiente
para garantizar las necesidades mínimas de la población, donde el pan era
«negro y escaso» y llegaba de forma desigual a vencedores o vencidos. Condi-
ciones higiénico-sanitarias muy deficientes dieron lugar a un incremento de la
mortalidad, sobre todo infantil. El déficit de viviendas y su estado lamentable
se convirtió en un verdadero problema nacional. El nivel productivo de la agri-
cultura española tardó tiempo en alcanzar los niveles de preguerra. Apareció el
14. PRO/F0371/34788, pp. 66-68. Informe Creswell tras su visita a Santander, 20-7-1943.
15. PRO/F0371/26891, pp. 99-103, 1941.
16. PRO/F0371/89583, Informe confidencial de 1950. España compraría cereales a la URSS a cam-
bio de aceite de oliva y wolframio. El intercambio no llegó a realizarse. Por telegrama desde El
Cairo con fecha de 21 de marzo de 1950, sir Ronald Campbell comunicaba que su «contacto» le
había informado de que «finalmente ha decidido no ofrecer trigo ruso a los españoles (aunque
ellos estarían muy dispuestos a aceptarlo), ya que temía que estas transacciones con la URSS le
pudiesen traer complicaciones en el futuro».
17. MORENO FONSERET, Roque, «El régimen y la sociedad. Grupos de presión y concreción de inte-
reses», en Ayer, n.° 33, (1999), pp. 87-113.
18. ElROA, Matilde, Las relaciones de. Franco con Europa Centro-Oriental (Í9¡9-'I955), Barcelona, 2001,
p. 163.
19. MOLINERO, Carme e YSÁS Pere, «El malestar popular por las condiciones de vida. ¿Un problema
político para el régimen franquista?», Ayer, n.° 52 (2003) pp. 255-280; MOLINERO, Carme e YSÁS,
Pere, Patria, Justicia y Pan. Nivell de vida i condicions de treball a Catalunya, 1939-1'954, Barcelona,
1985; ORTEGA LÓPEZ, Teresa M. a , Del silencio a la protesta. Explotación, pobreza y conflictividad
en una provincia andaluza, Granada -/?3é--/?7Z- Granada, 2003, pp. 63-94; SERRALLONGA, Joan,
«Subordinación, abastos y mortalidad. La Montaña catalana, 1939-1945», Historia Social, n.° 34
(1999), pp. 45-66; GlNARD i FERÓN, David, «Las condiciones de vida durante el primer franquis-
mo. El caso de las Islas Baleares», Hispania, n.° 212 (2002), pp. 1099-1128; COBO ROMERO, Fran-
cisco y ORTEGA LÓPEZ, Teresa, «Hambre, desempleo y emigración. Las consecuencias sociales
de la política agraria autárquica en Andalucía oriental, 1939-1975», Hispania, LXIV/3 (2004),
pp. 1079-1112; REHER, David S., «Perfiles demográficos en España, 1940-1960», en BARCIELA,
Carlos (ed.), Autarquía y mercado negro..., pp. 11-18; BARCIELA, Carlos y LÓPEZ, M.a Inmaculada,
«El fracaso de la política agraria del primer franquismo, 1939-1959», en BARCIELA, Carlos (ed.)
Autarquía y mercado negro..., pp. 55-93; BABIANO, José, «¿Un aparato fundamental para el control
de la mano de obra? (reconsideraciones sobre el sindicato vertical franquista)», Historia Social,
n.° 30 (1998), p. 38.
20. CASANOVA, Julián; ESPINOSA, Francisco; MlR, Conxita y MORENO, Francisco, Morir, matar,
sobrevivir. La violencia en la dictadura de Franco, Barcelona, 2002; CENARRO, Angela, «Muerte y
subordinación en la España franquista: el imperio de la violencia como base del «Nuevo Estado»,
Historia Social, n.° 30 (1998), pp. 5-22; MlR, Conxita, Vivir es sobrevivir. Justicia, orden y marginación
en la Cataluña rural de posguerra, Lérida., 2000.
21. MAZA, Elena, Pobreza y beneficencia en la España contemporánea (1808-19Í6), Barcelona, 1999,
pp. 14-15.
22. Las investigaciones realizadas sobre el período en esta provincia no son tan explícitas como
los testimonios que ofrecemos a continuación; pensamos que las fuentes históricas empleadas
son la clave. ElROA, Matilde, Viva Franco. Hambre, racionamiento, falangismo. Málaga, 1939-1942,
Málaga, 1995, pp. 104-118 y BARRANQUERO, Encarnación, Málaga entre la guerra y la posguerra.
El franquismo. Málaga, 1994.
23. PRO/F0371/23168, pp. 85-92, informe 9-10-1939.
24. PRO/F0371/23168.
25. PRO/F0371/23168, pp. 192-194. Memorándum, 17-11-1939.
26. PRO/F0371/23168, pp. 132-135. Informe noviembre de 1939.
27. PRO/F0371/23168, pp. 186-187. Telegrama 17-11-1939.
siempre encontramos alguna aún más dramática y, las revueltas, son siempre
inexistentes. Un marinero británico atracado en Algeciras informaba estremeci-
do que la población «hace casi cualquier cosa por una rebanada de nuestro pan
blanco», y en cuanto al vestido, hacía notar que «todos parecían harapientos»28.
En efecto, en la zona de Gibraltar la situación era tan desesperada que «los
españoles se llevan las bolsas de comida, y a veces incluso los desechos de los
soldados británicos»29.
La embajada británica recopilaba testimonios de viajeros horrorizados:
«para saber lo que es verdaderamente apretarse el cinturón uno tiene que estar
en España». La situación era tan dantesca que un informante inglés de Huelva
dudaba si la embajada creería lo que veía: «me pregunto si se creerá que la gente
está comiendo nada más que bellotas y castañas, e incluso estas son muy esca-
sas y caras». Otro viajero de Lisboa se refería a la «verdaderamente espantosa y
catastrófica hambruna de España». El hambre era tal que «un burro cayó muerto
en Campillo [Huelva] el otro día, y la gente comenzó a pelear para conseguir
una pieza». Y por supuesto, las clases bajas sufrían las peores consecuencias:
«en algunas localidades los famélicos pobres están comiendo perros y gatos,
que roban cuando tienen la oportunidad». En definitiva, la fotografía de España
a ojos de los viajeros era estremecedora: «España era horrible, tan pobre y tan
hundida, la gente parecía azul y hambrienta» 30 . Insistimos: la situación llegó a
ser mucho peor de lo que habíamos creído hasta ahora.
En noviembre de 1940 la situación se veía agravada en Barcelona: se acu-
saba una mayor escasez - a ú n - de alimentos; pero a la vez, el régimen estaba
persiguiendo el estraperlo, vía básica por la que se complementaban los pobres
racionamientos ofrecidos. De esta forma, era «imposible obtener lo básico
para vivir». Mientras tanto, el ejército era tratado preferentemente, recibiendo
alimentos incluso en los tres días en que no se suministró racionamiento a la
población31. El régimen franquista sabía gestionar el problema del abasteci-
miento, repartiendo el hambre de forma discriminada entre sus apoyos sociales.
Mientras tanto, miraba hacia otro lado, achacaba la situación económica a las
destrucciones de las «hordas marxistas», a la coyuntura internacional y, nove-
dad, a las desgraciadas epidemias. En efecto, un británico llegado de España
a Tánger hacía saber que la «epidemia de tifus está siendo exagerada por las
autoridades españolas para ocultar la verdad»: que los españoles pobres estaban
muriendo de hambre 32 .
La desnutrición dejaba secuelas en la población. Estampas tan tristes como
la descrita por un corresponsal de la embajada en Huelva: «pagamos a una mu-
jer por limpiar el gallinero todos los días, pero la pobre alma difícilmente puede
caminar, no ya trabajar, por la falta de comida. Algunos hombres apenas pueden
33. PRO/FO371/24509. Informe 26-12-1940. La caridad, representada por el Auxilio Social ha sido
interpretada como una herramienta de control social: JARNE, Antonieta, «Niños «vergonzantes»
y «pequeños rojos». La población marginal infantil en la Cataluña interior del primer franquis-
mo», Hispania Nova, n.° 4 (2004) y CARASA SOTO, Pedro, «La revolución nacional-asistencial
durante el primer franquismo», en Historia Contemporánea, n.° 16 (1997), pp. 98-140.
34. PRO/FO371/24508, pp. 192-193. Memorándum 9-9-1940.
35. PRO/FO371/26890. Informe sobre la escasez en España, 1941.
36. PRO/FO371/26890, pp. 71-72. Informe 8-2-1941.
37. Los jornaleros cordobeses recordarían los años del hambre: «en todos los pueblos cuentan de los
cadáveres inflados recogidos en las calles». MARTÍNEZ ALIER, Juan, La estabilidad del latifundismo,
París, 1968, p. 98.
38. PRO/FO371/24508. Informe 6-12-1940.
39. PRO/FO371/24509, pp. 93-97. Telegrama 20-9-1940.
40. PRO/FO371/26890, pp. 40-50.
41. PRO/FO371/26890, pp. 71-72. Informe sobre las condiciones en el distrito de Sevilla,
8-2-1941.
3. ENFERMEDADES
El problema de la vivienda, el hacinamiento de parte de la población en
cuevas o la extensión del chabolismo, dará lugar a una falta de higiene. Paralela-
mente, la carencia de medicinas o de los más elementales medios médicos será
casi total. Además, la tremenda escasez de alimentos descrita y la incapacidad
del «Nuevo Estado» para alimentar a su población, no hará más que potenciar
al máximo la situación. Una población desnutrida y exhausta hará frente, con
poco éxito, al frío, la falta de higiene y a la más absoluta carencia de medica-
mentos. Las enfermedades harán su aparición.
Un buen botón de muestra es la situación de Extremadura en el verano de
194151. Un informe confidencial de las comisiones médicas de la Dirección
General de Sanidad reflejaba las condiciones en las provincias de Badajoz y
Cáceres. Gran número de personas estaban afectadas por la «pelagra» y por
el «edema del hambre». Además, se habían localizado 75 casos de una nueva
enfermedad en la ciudad de Castuera (Badajoz), que afectaba a jóvenes de am-
bos sexos de entre 18 y 25 años y paralizaba sus extremidades inferiores sin
ninguna posibilidad de posterior curación.
La población era pasto de las enfermedades por su debilitamiento y desnu-
trición. En Trujillo y otras localidades de Cáceres la gente llegó a tal grado de
desesperación que, durante meses enteros, sólo comieron hierba cocinada con
sal. La falta de proteínas, grasas y otras sustancias básicas en la dieta provoca-
ban el debilitamiento. Así, muchas veces las muertes eran resultado no de las
enfermedades en sí mismas, sino de la baja resistencia de los pacientes a otras
infecciones.
Los relatos ofrecidos son sobrecogedores. Y en ello, el tifus será el elemento
estrella. Destaca por encima de todos el año de 1941. El 2 de abril, el emba-
jador sir Samuel Hoare informaba de la aparición de una virulenta epidemia
de tifus en Madrid, causando gran preocupación al Gobierno debido a la total
carencia de medios para combatirla: «los desinfectantes de cualquier clase están
escaseando, incluso los suministros de jabón están acabándose y las fábricas de
jabón cierran debido a la falta de materia prima». Constataba la existencia de
1.800 casos, con un incremento diario de 23. La tasa de mortalidad es «excep-
cionalmente alta»52.
La fuente diplomática se manifiesta, otra vez, excepcional. Días después,
Hoare visita personalmente a un alto cargo responsable de la situación sanitaria.
53. PRO/FO371/26890, pp. 140-141. Casos: Madrid, 310; Murcia, 40; Sevilla, 28; y Almería, 21.
54. PRO/F0371/26891, pp. 5-9.
55. PRO/F0371/26891, pp. 47-52. Año 1941.
los adultos sólo disponían de entre un tercio y un cuarto de las calorías diarias
necesarias; y los niños, de un quinto. Según sus conclusiones, las clases más
desfavorecidas eran «carne de cañón» ante el tifus. El desentendimiento o
incapacidad de las autoridades del régimen para atajar la situación nos hacen
cuestionarnos si no sería acertado incluir la variable de las epidemias entre un
elemento más de la represión franquista de posguerra.
La lamentable situación, la incapacidad del régimen y la delicada situación
del Reino Unido en la II Guerra Mundial en el verano de 1941, hizo que el
propio sir Samuel Hoare propusiese a sus superiores tomar cartas en el asunto.
La situación era tan alarmante que proponía, incluso para un país pro-eje como
España, autorizar la importación de jabón y vacunas. Desde luego, las dimen-
siones de la tragedia superan la visión que el régimen franquista daría de la
misma. Tanto que podía llegar a constituir una factor más que importante en el
desarrollo de la Guerra Mundial.
Hoare era consciente que cuanto peor fuese la situación en España, existirían
menos posibilidades de su entrada en la guerra y, también, de que Alemania
enviase su ejército al país. Pero, a la vez, no veía deseable una «explosión sin
precedentes de tifus que empezase en España y que se extendiese a Portugal y
de éste a otros países».
La situación era extrema. Y el propio ministro de Economía de guerra se
dirige al subsecretario de Estado del Foreign Office, autorizando la concesión
«de vacunas y navicerts automáticamente sin límite de cantidad». También se
acordaba importar a España «25.000 toneladas de materiales para fabricar ja-
bón, a pesar de que España está exportando considerables cantidades de aceite
de oliva al enemigo»56.
No pensamos que tras la ayuda británica se escondiese la esperanza de ganar
a España para sus intereses en la II Guerra Mundial. Como sabemos, durante
1940 y 1941 se producen las negociaciones entre las potencias del Eje y España
para la entrada de ésta en la guerra57. En esa coyuntura, tampoco nos inclina-
mos a pensar que la ayuda fuese debida a fines humanitarios. Más bien no
complicar aún más el escenario en el que se desarrollaba la II Guerra Mundial
con la explosión de una epidemia de tifus a nivel europeo.
Por otro lado, el Ministerio de Guerra británico confirma que el régimen de
Franco exportaba aceite a Alemania. A la vez, era testigo del azote de la epide-
mia entre los más pobres. Este cruce de factores refleja una opción deliberada
del «Nuevo Estado» por ayudar a las potencias del eje en lugar de asegurar, no
ya el desarrollo o bienestar mínimo de su pueblo, sino la mera supervivencia.
En definitiva, esta deliberada opción muestra también una represión del ré-
gimen hacia las capas más desfavorecidas de la población, llevándolas hasta
56. PRO/F0371/26891, pp. 83-84. Año 1941. Además se fijaba una ración de 500 Tm. de jabón por
trimestre para España.
57. PRESTON, Paul, Franco. Caudillo de España, Barcelona, 1994, capítulo 16; y HEIBERG, Morten,
Emperadores del Mediterráneo: Franco, Mussolini y la guerra civil española. Barcelona, 2003, capítulo
14.
4. CONCLUSIÓN
El «Nuevo Estado» aspiraba a fortalecer, elevar y engrandecer a España,
para lo que se plegarían «inexorablemente los intereses de los individuos, de
los grupos y de las clases»58. Para ello, subordinaría «la economía a su política»,
poniendo en marcha el modelo económico autárquíco 59 . Por tanto, según el es-
píritu de leyes, decretos y discursos del régimen, el interés individual quedaba
desterrado y supeditado al interés de la «Nación». Evidentemente, no fue así.
La política autárquica fue un fracaso por dos motivos: el primero, porque
económicamente fue un desastre, no alcanzó sus objetivos y sumió al país en
un gravísimo estancamiento económico; y el segundo, porque no cumplió las
expectativas que inspiraron al régimen (subordinar el interés individual al na-
cional). Pero, ¿debemos confiar en lo que el franquismo decía de sí mismo, en
cuanto a sus aspiraciones y objetivos? Quizá sea demasiado inocente desde el
punto de vista de la interpretación histórica.
La «misión histórica» por la que surgió el franquismo, al igual que otros
fascismos, fue estabilizar y fortalecer las relaciones de propiedad capitalistas y
asegurar el dominio social y económico de unas determinadas clases sociales
que, durante el período republicano, se sentían amenazadas 60 . Desde este punto
de vista, la política autárquica fue un éxito total. Estudiando el modelo autár-
quico en función de su «eficacia de clase» y no por su «eficacia económica»61,
comprendemos que fue una pieza más, fundamental, en la misión social del
régimen franquista y en la creación y mantenimiento de los apoyos sociales que
lo perpetuaron durante los críticos años de posguerra62. La racionalidad política,
al final, estuvo por encima de la racionalidad económica.
58. Punto 1 del Decreto de Unificación de Partidos, de 19 de abril de 1937 (BOE 20/4/1937).
59. Fuero del Trabajo, preámbulo.
60. CASANOVA, Julián, «La sombra del franquismo: ignorar la historia y huir del pasado», en CASA-
NOVA, Julián (et alií), El pasado oculto. Fascismo y violencia en Aragón (1936-1939), Madrid, 1992,
pp. 24-25.
61. Este análisis ha sido sugerido por GARRABOU, Ramón, «Políticas agrarias y desarrollo de la
agricultura española contemporánea: unos apuntes», Papeles de Economía Española, n.° 73 (1997),
pp. 146-147.
62. DEL ARCO BLANCO, Miguel Ángel, Las alas del ave fénix. La política agraria del primer franquismo
(1936-1959), Granada, 2005, p. 298.
63. Un ejemplo extremo en SÁNCHEZ SOLER, Mariano, Los banqueros de franco, Barcelona, 2005. Los
casos de los ministros Canceller y Arburúa son sobresalientes.
64. SlMON, Herbert A., El comportamiento administrativo. Estudio de los procesos decisorios en la organiza-
ción administrativa, Buenos Aires, 1982, p. 104.
65. SlMON, Herbert A., Naturaleza y límites de la razón humana, México, 1989, pp. 49-50 y 97-101.
men de las clases más modestas pasó fundamentalmente por una «resistencia
cotidiana» y silenciosa frente a la política autárquica, entrando a participar
en el mercado negro y adoptando otra serie de prácticas que posibilitasen su
supervivencia66.
Desde el momento que gran parte de la población más castigada y desfavo-
recida por la situación socio-económica optó por esta elección racional, inten-
tar sobrevivir, la estabilidad del régimen franquista estaba asegurada. De este
modo, y de forma paradójica, las críticas condiciones socio-económicas vividas
durante el primer franquismo, fueron un elemento más que contribuyeron a la
solidez y continuidad del régimen franquista.
. SCOTT, James, Everyday forms ofpeasant resistance, New Haven, 1984; y «Everyday forms of pea-
sant resistance», The Journal ofPeasant Studies, vol. 13, n.° 2 (1986), pp. 5-35.
1. TUSELL, J., Franco y los católicos. La política interior española entre 1945 y 1957, Madrid, Alianza, 1984,
p. 44. En 1947 su mentor, Herrera Oria, afirmaba que «Dios y el César aparecen lógicamente
unidos en beneficio del pueblo, que es a la vez del César y de Dios», cit. en ALFONSÍ, A., «La re-
catolización de los obreros en Málaga, 1937-1966. El nacional-catolicismo de los obispos Santos
Olivera y Herrera Oria», Historia Social, 35 (1999), p. 126.
2. JULIA, S., «¿Falange liberal o intelectuales fascistas?», Claves de la Razón Práctica, 121 (abril 2002),
pp. 4-13.
3. Ecdesia, l-V-1941; RIDRUEJO, D., «La culpa a los intelectuales», Revista, 65 (1953).
4. GRACIA, ]., La resistencia silenciosa. Fascismo y cultura en España, Barcelona, Anagrama, 2004, p.
14.
5. Discurso en el IV Congreso Nacional del SEU, enero 1940, en RODRÍGUEZ PUÉRTOLAS, J., Literatura
fascista española, Madrid, Akal, 1986, vol. 1, p. 714; carta a Alberto Martín Artajo, enero 1949,
en TUSELL, J., Franco y los católicos..., cit., p. 212; carta de J. Ruiz-Giménez al diario Pueblo (23-111-
1971), respuesta a unas declaraciones de David Jato en Arriba (14-111-1971).
6. RUIZ-GIMÉNEZ, }., «Universidad y pueblo en José Antonio», en Del ser de España, Madrid, Aguilar,
1963, pp. 254-255 (el texto original había sido publicado en la obra colectiva ¡osé Antonio, Madrid,
Delegación Nacional de Organizaciones del Movimiento, 20-XI-1961).
7. RUIZ-GIMÉNEZ, J., La concepción institucional del Derecho, Madrid, Instituto de Estudios Políticos,
1944, pp. 9-22.
11. Los conflictos entre estudiantes católicos y falangistas durante la República darán lugar, casi
cuarenta años después, a una polémica en la prensa: «Ruiz-Giménez replica a David Jato Mi-
randa: de «injuria y hasta calumnia» califica las palabras del que fue uno de los fundadores del
SEU», El Correo Catalán y Tele/Exfres, 24-111-1971; contrarréplicas de Jato en Arriba, 25-111-1971,
y Ruiz-Giménez en Pueblo, 2-IV-1971.
12. Con los años Aparici fundará Signo, revista de los Jóvenes de Acción Católica Española (JACE),
Benavent llegará a ser obispo auxiliar de Málaga, junto a Herrera Oria, y Romero de Lema obis-
po auxiliar de Madrid, titular de Avila y arzobispo en Roma, conocido por su talante liberal y
siempre en contacto con Ruiz-Giménez.
Londres, América Latina y EE. UU. con una delegación de Pax Romana, junto
a Víctor García Hoz, José M. Aguilar Otemín y Mercedes Aguilar Otemín (con
quien había contraído matrimonio en 1942), un periplo realizado bajo la directa
supervisión de Martín Artajo y cubierto con un notable despliegue informativo
en la prensa española. A finales de año volvió otra vez a Roma para defender
la labor cultural y social del régimen, esta vez acompañado por el presidente de
los Jóvenes de Acción Católica, José M. Mohedano Hernández (años después
colaborador de Cuadernos para el Diálogo, al igual que su hijo José M. Mohedano
Fuertes, militante comunista) 16 .
El prestigio internacional de Ruiz-Giménez también dio al régimen una de
las pocas ocasiones de apertura al exterior durante los duros años del aislamien-
to: la celebración del XIX congreso mundial de Pax Romana en Salamanca y El
Escorial, en julio de 1946, con la asistencia de más de trescientos delegados pro-
cedentes de treinta y dos países. Su éxito personal fue refrendado con el voto de
gratitud del congreso por una gestión llevada a cabo «con extraordinario tacto,
corrección y verdadero espíritu cristiano [...] considerando las excepcionales
dificultades y malos entendidos que ha debido encontrar», a causa de la com-
prensible resistencia de algunos sectores del catolicismo internacional a dejarse
instrumentalizar por el franquismo17.
En septiembre, Martín Artajo llamó a Ruiz-Giménez para dirigir el recién
creado Instituto de Cultura Hispánica (ICH) que sustituía al Consejo de la
Hispanidad, de connotaciones demasiado imperialistas, con la misión principal
de viajar por América Latina para contrarrestar la iniciativa de las instituciones
republicanas restablecidas en el exilio. Desde México, la revista Las Estañas
comentaba entonces que «el Sr. Ruiz-Giménez ha desovado aquí. Pocos han
visto, tras sus finas maneras, el peligro; peligro no sólo para España, sino para la
libertad de los pueblos, que su Hispanidad considera maduros ya para el futuro
coloniaje ideológico, premisa indispensable para el coloniaje total»18. En el Ins-
tituto de Cultura Hispánica tuvo como colaboradores a otras jóvenes promesas
del propagandismo católico como Manuel Jiménez Quílez, Alfredo Sánchez Be-
lla y Manuel Fraga Iribarne, además del entonces comandante Francisco Sintes
Obrador, compañero de Pax Romana y uno de los fundadores de Cuadernos.
Al mismo tiempo trabajaba en el Instituto de Estudios Políticos (IEP) y allí,
por indicación de Martín Artajo y el cardenal primado Pía y Deniel, participó
en la redacción del Fuero de los Españoles y la Ley de Sucesión. En teoría estas
dos Leyes Fundamentales suponían el punto de partida del proyecto reformista
inspirado por Herrera Oria, que perseguía la instítucionalización del régimen
con la disolución de Falange y del Movimiento en las instituciones del Estado,
19. Carta a Martín Artajo, 1950, en TÜSELL, ]., Franco y los católicos..., cit. p. 187. Junto a Martín Ar-
tajo hizo de emisario ante Juan de Borbón en 1945, apenas publicado el Manifiesto de Lausana,
para intentar atraerlo hacia el régimen y advertirle de que la Iglesia, el Ejército y la mayoría
de los monárquicos seguían siendo leales a Franco; en PRESTON, P.; Franco, Caudillo de España,
Barcelona, Grijalbo-Mondadori, 1994, p. 655.
20. Carta del 19-11-1946, en BRAOJOS, A. y ÁLVAREZ REY, L., Manuel Giménez Fernández (1896-1968).
Epistolario político, Ayuntamiento de Sevilla, 2000, pp. 241-245.
21. Eccksia, 383 (18-XII-1948), p. 6.
22. Carta de Ruiz-Giménez a Martín Artajo, 17-XII-1948, en TUSELL, ]., Franco y los católicos..., cit,
p. 235.
23. PlRETTI, M. S., Le. elezioni politiche in Italia dal I848 a oggi, Roma-Bari, Laterza, 1996, p. 362.
24. Cfr. Ecclesia, 1948 y 1949.
25. BATLLORI, M., Records de quasi un segle, Barcelona, Quadems Crema, 2000, p. 232.
26. Cita en GONZÁLEZ BALADO, J. L., Ruiz-Giménez, talante y figura. Trayectoria de un hombre discutido,
Madrid, Ediciones Paulinas, 1989; TUSELL, ]., El personalismo en España, Madrid, Fundación Hu-
manismo y Democracia, 1985, p. 8.
27. Carta del 27-1-1949, en TUSELL, ]., Franco y los católicos..., cit., p. 448.
entre la influyente curia romana y a sus buenas relaciones con las asociaciones
italianas de apostolado seglar, en especial la Federazione Universitaria Cattoli-
ca Italiana (FUCI), por más que suscitara recelos entre los falangistas (algo así
como un «embajador del Vaticano ante el Vaticano»). Su primer éxito fue la
organización de las peregrinaciones del Año Santo de 1950, a las que acudieron
numerosos jerarcas del régimen, además de la esposa e hija de Franco para
asistir a la canonización del padre Claret28. Pero su mayor éxito fue, sin duda,
el Concordato de 1953.
Según Javier Tusell, la apertura de negociaciones para el Concordato debe
atribuirse en exclusiva a Ruiz-Giménez, «quien con su entusiasmo juvenil, lo
convirtió en programa de su gestión ante el Vaticano, frente a un Herrera es-
céptico sobre su viabilidad y un Martín Artajo que no lo juzgaba preciso»29. Su
primer borrador era muy diferente del acuerdo firmado al final, debido a la gran
autonomía que concedía a la Iglesia, de ahí que fuera calificado de «entreguista»
por los ministros falangistas, y hasta Martín Artajo pensaba que se había cedido
demasiado, sobre todo en el derecho de presentación de obispos. Sin embargo,
Ruiz-Giménez no tuvo ocasión de concluir las negociaciones, dado que el 18
de julio de 1951 fue nombrado ministro de Educación Nacional. Sabemos que
le costó mucho abandonar un puesto que deseaba más que ningún otro, en un
momento crítico para la firma del Concordato que con tanto empeño había per-
seguido30. Su sucesor en la embajada, Fernando María Castiella, era otro desta-
cado miembro de la ACNP, pero también estaba estrechamente ligado a Falange
y en las negociaciones se mostró más firme ante las exigencias vaticanas. De
hecho, el Concordato de 1953 vino a confirmar la situación preexistente, más
que a configurar otra nueva31.
Con Ruiz-Giménez el Ministerio de Educación Nacional seguía vinculado a
la «familia católica» (en realidad más que con su predecesor, Ibáñez Martín, un
franquista antes que nada), si bien perdía las competencias sobre prensa que
pasaban al nuevo Ministerio de Información y Turismo 32 . Al ministerio llevó
consigo algo muy parecido a un programa de actuación política, que seguía
fielmente algunas ideas de «alta política» de Herrera Oria y retomaba el plan-
teado seis años antes por Martín Artajo, en el cual tan poco se había avanzado.
Preveía «abrir unos moderados y prudentes cauces legales al diálogo y al razo-
namiento (a través de las mismas Cortes actuales y de un Estatuto de prensa,
28. GONZÁLEZ BALADO, J. L., Padre Líanos. Un jesuíta en el suburbio, Madrid, Temas de Hoy, 1991;
RUIZ-GIMÉNEZ, J., «¿Hubo una estrategia de cambio en la Iglesia?», cit., pp. 150-151.
29. TUSELL, ]., Franco y los católicos..., cit., pp. 241-244 y 279-280.
30. VlLAR, S., Protagonistas de la España democrática, París, Librería Española, 1969, p. 451.
31. HERMET, G., LOS católicos en la España franquista, Madrid, CIS-Siglo XXI, 1986, vol. II, p. 384;
y MlRET MAGDALENA, E., «Hacia la libertad religiosa: el Vaticano II», en La fuerza del diálogo.
Homenaje a Joaquín Ruiz-Giménez, Madrid, Alianza, 1997, pp. 67-73.
32. Con el nombramiento de Gabriel Arias-Salgado, el Ministerio de Información y Turismo (MIT)
pasaba a ser controlado directamente por Carrero Blanco desde Presidencia del Gobierno y por
el propio Franco, según CHULIÁ, E., El poder y la palabra. Prensa y poder político en las dictaduras. El
régimen de Franco ante la prensa y el periodismo, Madrid, UNED-Biblioteca Nueva, 2001, p. 108.
33. Carta a Martín Artajo del 17-V-1951, cuando no sabían aún que la crisis de gobierno se resolve-
ría de manera diferente a la prevista, en TUSELL, ]., Franco y los católicos..., cit., pp. 222-223.
34. MlLLÁN MESTRE, M., Fraga Iribarne. Retrato en tres tiempos, Barcelona, Dirosa, 1975, pp. 64-65.
35. RUIZ CARNICER, M. A. y GRACIA, ]., La España de Franco (19Í9--I975). Cultura y vida cotidiana,
Madrid, Síntesis, 2001, p. 214.
36. Carta de Ruiz-Giménez a Pía y Deniel del 31-XII-1951, en TUSELL, ]., Franco y los católicos..., cit.,
p. 304.
37. «Discurso ante las Cortes en la presentación del Proyecto de Ley de Enseñanzas Medias», 28-11-
1953, en RUIZ-GIMÉNEZ, }., Diez discursos, Madrid, Publicaciones de Educación Nacional, 1954,
pp. 132-134.
EXCLUYENTES Y COMPRENSIVOS
Es difícil minimizar la importancia de la polémica cultural desatada por la
gestión de Ruiz-Giménez como ministro de Educación Nacional dentro de la
historia del franquismo y, por supuesto, en su propia biografía. Por primera
vez aparecían no ya las diferencias entre las distintas «familias políticas» del
régimen, sino dos bloques contrapuestos que no respetaban los habituales
confines de separación entre dichas familias. Los conflictos entre falangistas,
monárquicos, tradicionalistas y católicos perdurarían hasta el final, pero per-
dieron importancia ante sus respectivas divisiones internas, derivadas del grado
de adhesión al franquismo. Si bien el debate tuvo lugar en los únicos términos
posibles entonces, los del pensamiento y la cultura, éstos simbolizaban un
conflicto más general, el que enfrentaba a partidarios y detractores de una re-
forma desde dentro del sistema. La aparente resolución de la crisis dará paso a
38. «Discurso en la sesión inaugural del Instituto de Estudios Jienenses», 27-IV-1952, en RUIZ-GlMÉ-
NEZ, }., Diez discursos, cit., p. 68. También LAÍN ENTRALGO, P., Descargo de conciencia (4930--l9é0),
Barcelona, Barral, 1976, p. 392.
39. «Discurso ante las Cortes en la presentación del Proyecto de Ley de Enseñanzas Medias», 28-
11-1953, cit.
40. Carta de Sánchez de Muniain a Ruiz-Giménez, 27-VIII-1952, en TüSELL, }., Franco y los católi-
cos..., cit., p. 306.
una lenta extensión de la disidencia entre sectores sociales más amplios, hasta
entonces integrados en el sistema, y favorecerá su maduración en términos po-
líticos. Como ha escrito Elias Díaz, «puede decirse que es a partir de entonces
cuando comienza, en efecto, a configurarse una actitud de oposición intelectual
y política, y después de escisión más profunda, entre hombres procedentes del
propio sistema y, sobre todo, entre jóvenes educados en él»41.
Ruiz-Giménez escribía ya en 1945 que un «espíritu comprensivo asimilador
debe reinar en la Filosofía jurídica que construyamos al calor de los principios
permanentes», es decir, del tomismo victorioso sobre el «subjetivismo de la
libertad, que naciera de las simientes cartesianas y kantianas», y que aun así
«abre su mirada comprensiva para todo lo que en ellas haya de cierto»42. Hoy
no parece mucho, visto que no suponía «perderse en cómodos eclecticismos»
ni menos aún renunciar a «la pasión de verdad absoluta», pero en aquella época
expresaba al menos una actitud que volveremos a encontrar, ya mejor definida,
en su discurso de juramento como ministro:
«No renunciamos al legado que representa, auténticamente, fuera ya de todo
artificioso comentario, Marcelino Menéndez y Pelayo, pero tampoco renunciamos
a todo lo que de valioso y auténtico hay en el pensamiento de Miguel de Unamuno
o de José Ortega y Gasset. España está necesitada de integración, de todo lo que sea
valioso, intelectual o afectivamente, en la vida nacional»43.
Un discurso que enlazaba con el proyecto lanzado a principios de los años
cuarenta desde la revista Escorial, punto de encuentro de la vanguardia intelec-
tual falangista, pero del que también participaba el reformismo social-católico
más avanzado, representado aún por Herrera Oria. En 1946 éste había escrito
que «tal vez no coinciden con nosotros en su ideología; tal vez en la parte
fundamental religiosa tienen la desgracia de no ser de los nuestros. Pero son
españoles; algunos, por añadidura, llenos de méritos para con la Patria; han
contribuido a elevar la cultura general y el progreso de las ciencias o a elevar su
profesión; han hecho magníficas obras sociales o técnicas; han servido al bien
común»44. El equipo ministerial de Ruiz-Giménez propició la convergencia
de ambos sectores: los «comprensivos» los llamó Ridruejo, en oposición a los
«excluyentes», quienes «en lugar de nuestra lúcida y ambiciosa adopción de
todo el pasado, para discriminar en su seno lo valioso de lo nocivo y lo inane,
optaron por fingir un pretérito inconsistente y espectral [y] trataron de presen-
tarse a sí mismos como Adanes de la cultura religiosa y profana, sin pensar ni
saber que en la cultura no es posible el adanismo»45. Laín Entralgo se refería con
41. DÍAZ, E., Pensamiento español en la era de Franco (1939-1975), Madrid, Tecnos, 1983, p. 85.
42. RuiZ-GlMÉNEZ, }., Introducción elemental a la filosofía jurídica cristiana, Madrid, Epesa, 1945, p.
133.
43. GARCÍA ESCUDERO, J. M., LOS españoles de la conciliación, Madrid, Espasa-Calpe, 1987, p. 250.
44. Boletín de la ACNP, 1-11-1946, en MONTERO, M., Cultura y comunicación al servicio de un régimen.
Historia de la ACN de P entre 1945 y 1959, Pamplona, Eunsa, 2001, p. 39.
45. RIDRUEJO, D., «Excluyentes y comprensivos», Revista (abril de 1952); LAÍN ENTRALGO, P., Reflexio-
nes sobre la vida espiritual de España (1953), en Id., Descargo de conciencia..., cit., pp. 409-410.
46. Ver PASAMAR, G., 40 años de Arbor: un análisis autocrítico, Madrid, CSIC, 1985. También JULIA, S,
Historias de las dos Estañas, Madrid, Taurus, 2004, pp. 355-396.
47. ¿Política anticatólica en las universidades «católicas»?, Archivo Histórico de la Universidad de Navarra
(AHUN), Fondo Lago Carballo.
48. La Razón, Buenos Aires, 9-XI-1953. El vespertino Paris-Presse escribía «que la reciente enérgica
intervención de la Iglesia católica en relación con Unamuno se debe a la firma en agosto pasado
del Concordato, que oficialmente consolida la situación de aquélla en España»; Paris-Presse,
2-XII-1953.
49. ARANGUREN, J. L. L., Catolicismo y protestantismo como formas de existencia (1952), El protestantis-
mo y la moral (1954) y Catolicismo, día tras día (1955); QUEREJAZU, A., Conversaciones católicas de
Gredos, Madrid, Edica, 1977; GONZÁLEZ CASANOVA, J. A. (ed.), La revista «El Ciervo». Historia y
teoría de cuarenta años, Barcelona, Península, 1992. Ver MONTERO, E, «Los intelectuales católicos,
del colaboracionismo al antifranquismo (1951-1969), en MUÑOZ, J. (ed.), Intelectuales y segundo
franquismo, Historia del Presente, 5 (2005), pp. 45-80.
50. «Los resabios liberales que, en la vida de relación, de vez en cuando se acusan, que, cual sepul-
cros blanqueados, no les falta brillantez y encanto; pero que al acercarse a ellos, se aprecia aquel
tufillo o hedor masónico que caracterizó a nuestros años tristes», en Ecclesia, 758 (21-1-1956),
pp. 9-11.
51. «Empecé mi propia autocrítica y la del Régimen durante los años del Ministerio de Educación,
a partir de 1954», en RODRÍGUEZ DE LECEA, T. y GlMBERNAT ORDEIG, J. A., «Entrevista a Ruiz-
Giménez», en RUIZ-GIMÉNEZ, J., El camino hacía la democracia. Escritos en Cuadernos para el Diálogo
(1963-1976), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1985, p. 405.
52. TOVAR, A., Lo que a la Falange debe el Estado, s/d, abril 1953. Ver GRACIA, }., Crónica de una deser-
ción. Ideología y literatura en la prensa universitaria del franquismo (1940-1960). Antología, Barcelona,
Promociones y Publicaciones Universitarias, 1994, y MARSAL, J. E, Pensar bajo el franquismo.
Intelectuales y política en la generación de los años aracuenta, Barcelona, Península, 1979, p. 182.
53. GARRIGO, A., «Entrevista con Joaquín Ruiz-Giménez (1951-1956)», Caceta Universitaria, 1-V-
1968. Por ejemplo, Nicolás Franco le llamaba «Sor Intrépida», en alusión a su entusiasmo y
vaticanismo, y el propio Franco afirmaba en enero de 1956 que «el ministro de Educación,
Ruiz-Giménez, es buen muchacho, pero que lo mangonea todo el mundo», en FRANCO SALGA-
DO-ARAUJO, E, op. cit, pp. 159-160.
54. RUIZ-GIMÉNEZ, ]., «Sobre el reglamento de disciplina escolar», Cuadernos para el Diálogo, extraor-
dinario V La universidad (mayo 1967), p. 78.
55. RUIZ CARNICER, M. A., El Sindicato Español Universitario (SEU), 1'939-1'965. La socialización política
de la juventud universitaria en el franquismo, Madrid, Siglo XXI, 1996.
56. Cfr. LlZCANO, F., La generación del 56. La universidad contra Franco, Barcelona, Grijalbo, 1981; LAÍN
ENTRALGO, ?., Descargo..., cit, p. 413.
57. FRANCO SALGADO-ARAUJO, E, op>. cit., pp. 159-160.
58. TUSELL, ]., Franco y los católicos..., cit., pp. 373-376.
59. Discurso ante el Consejo Nacional de Educación; Ya, 31-1-1956, en MONTERO, M., op>. cit., p.
224.
60. LlZCANO, P., op>. cit., p. 147; TUSELL, }., Franco y tos católicos..., cit., p. 382; GIRÓN VELASCO, J. A.,
Si la memoria no me falla, Barcelona, Planeta, 1994, p. 163; MESA, R., Jaraneros y alborotadores.
Documentos sobre los sucesos de febrero de 495(>, Madrid, UCM, 1986.
61. Ya, 17-11-1956.
62. ARANGUREN, J. L. L., Memorias y esperanzas españolas, Madrid, Taurus, 1969, pp. 62 y 96.
63. Carta a Martín Artajo del 26-11-1956, en TUSELL, }., Franco y los católicos..., cit., pp. 389-390.
64. DÍAZ, E., «Autobiografía intelectual», cit., p. 12. También MORODO, R., «De memorias salman-
tinas: Ruiz-Giménez, Tierno y el «feroz espía» Elias Díaz», en La fuerza..., cit., pp. 129-132, y
TIERNO GALVÁN, E., Cabos sueltos, Barcelona, Bruguera, 1981.
65. Cartas a Sánchez Bella del 18-11-1961 y 16-VIII-1962; AHUN, Fondo Sánchez Bella (FSB).
66. RUIZ-GIMÉNEZ, ]., «La revista en el arranque del camino», extraordinario VII (febrero 1968), p.
6.
67. DÍAZ, E., «Autobiografía intelectual», en Anthropos, 62 (1986), p. 14.
privado en el despacho (cada vez más necesario para sacar adelante una familia
de once hijos)68. Presidía o formaba parte de los consejos de administración de
las compañías de seguros La Equitativa y Compañía Ibérica de Reaseguros, de
Construcciones Ansol, de Perkins Hispania, del Banco Occidental y de Tabaca-
lera69. Algo que le creará problemas personales conforme sus posiciones sobre
temas socioeconómicos se vayan haciendo más radicales, además de ser utili-
zado en su contra no tanto desde la izquierda, curiosamente, como desde la de-
recha. Sus contactos con las organizaciones internacionales católicas siguieron
siendo importantes. Participó activamente en el II Congreso Internacional de
Apostolado Seglar de octubre de 1957, en un momento crucial de la evolución
de AC, de autocrítica del paternalismo social y de paso de una organización
parroquial a otra especializada, cuando parecía escapar por primera vez del
control de la ACNP.
Volver a Madrid supuso implicarse de nuevo en los asuntos de política inte-
rior, precisamente en un momento en el que la ACNP veía con preocupación el
ascenso de los tecnócratas del Opus Dei bajo la protección de Carrero Blanco.
En 1961 Alfredo Sánchez Bella escribía a Ruiz-Giménez sobre la necesidad de
«maniobrar o hacer alguna cosa porque es evidente que no podemos quedar-
nos cruzados de brazos y sin actuar mientras las otras clientelas se mueven y
actúan a su antojo. Si en la política interior no es posible hacer nada, hay que
aprovechar el tiempo para actuar al máximo en la exterior, que hoy cada vez
va resultando más importante y decisiva, incluso por las repercusiones internas
que tiene»70. A la altura de 1960 el grupo dirigente de la ACNP, clave para el
franquismo en la coyuntura de 1945, había dejado de serlo por mucho que
conservara importantes parcelas de poder, y lo que es más importante, estaba
comenzado a perfilarse una línea de división interna mucho más nítida que las
diferencias entre esas varias «clientelas» políticas: la trazada por la fidelidad a
Franco y a los valores del 18 de julio entendida como rechazo a cualquier aper-
tura política del sistema. Ya lo intuía Alfredo Sánchez Bella en 1962, al escribir
a Ruiz-Giménez que «no son diferencias «tácticas» las que ahora tenemos en
el modo de encarar los problemas sino algo mucho más hondo» 71 . De modo
que, en la década que comenzaba, las evoluciones personales en el vértice del
catolicismo político serían opuestas: la mayoría, los Martín-Sánchez Julia, Al-
fredo López, Antonio María Oriol, Sánchez Bella, Silva Muñoz o el ya cardenal
Herrera Oria seguirían identificándose plenamente con el régimen.
En realidad, la polémica entre «excluyentes» y «comprensivos» aún no se
había extinguido, hasta el punto de que ambas categorías seguían siendo fun-
damentales para entender esas evoluciones divergentes. Sánchez Bella estaba
entre los primeros cuando escribía a Ruiz-Giménez que «el comunismo sigue
avanzando en forma cada vez más seria y cualquier concesión que se le ha-
ga aun en nombre de los más puros principios y las más limpias esencias no
contribuyen más que a debilitar la autoridad del Estado y a favorecer la revo-
lución». O, a propósito de Ridruejo, que «se puede discrepar en esto o aquello
pero esto sólo es honesto hacerlo desde dentro, desde la aceptación fervorosa
de un mínimo repertorio de verdades, entre las cuales ha de estar, en muy pri-
mer lugar, la conciencia de la guerra justa y guerra necesaria, la que nosotros
hicimos, sin pretender colocar en el mismo plano a amigos y enemigos, como
ahora tan aviesa y torcidamente intenta hacerse». La respuesta de Ruiz-Gimé-
nez, por el contrario, seguía fielmente la actitud «comprensiva» de «conquistar
metas, arrebatar banderas que no tienen porqué estar en manos ajenas, y abrir
esperanzas», puesto que «la lucha contra el comunismo no se logra sólo, ni
principalmente, con medidas represivas»72.
Ruiz-Giménez no había dejado de confiar en la potencialidad evolutiva e
integradora del sistema y pensaba que podría contribuir a ella de acuerdo con
una «línea inquebrantable», que definía como «ni deserción ni inmovilismo,
sino evolución desde dentro en la línea de la firmeza, pero también de la au-
tenticidad en el contacto entre los principales sectores e instituciones sociales y
del Gobierno»73. Sólo así puede entenderse su silencio ante los requerimientos
de sus amigos políticos, quienes le reprochaban «esta sistemática inhibición de
actividades públicas» porque «es perjudicial y nada beneficiosa para nadie»74.
Pero ese silencio era producto más de la anomia que de la inhibición, es decir,
de la pérdida de unos referentes políticos, ideológicos y religiosos todavía no
sustituidos por otros nuevos. Su «actitud de lealtad incómoda», como él mismo
la calificaba, tuvo que superar la prueba más difícil cuando pocos días después
del relevo ministerial de julio de 1962, el ministro de Asuntos Exteriores, José
María Castiella, le ofreció por indicación personal de Franco la embajada de
España en Italia75. Rechazar un puesto para él tan grato y en un momento histó-
rico, con la apertura de las sesiones del Concilio Vaticano II, aparte de tener que
explicar en persona su decisión a Franco, tuvo que marcar un punto sin retorno
en su trayectoria política. Sugirió el nombre de Sánchez Bella, en quien recayó
finalmente el nombramiento 7 *.
Durante los meses siguientes Ruiz-Giménez estuvo sometido a fuertes
tensiones en sus cargos de consejero nacional y procurador en Cortes. En el
Consejo Nacional del Movimiento sólo intervino una vez para defender una
ponencia, pero bastó que sugiriera la necesidad de democratizar esa institución
72. Cartas de Sánchez Bella del 11-11-19(51 y 8-V-1961, y de Ruiz-Giménez del 18-11-1961 y 30-V-
1961; AHUN-FSB.
73. Carta a Sánchez Bella del 18-11-1961; AHUN-FSB.
74. Cartas de Sánchez Bella a Ruiz-Giménez del 22-1 y 16-VII-1962; AHUN-FSB; SILVA MUÑOZ, E,
Memorias ¡políticas, Barcelona, Planeta, 1993.
75. Carta de Ruiz-Giménez a Sánchez Bella del 16-VIII-1962; AHUN-FSB.
76. Carta de Ruiz-Giménez a Sánchez Bella del 8-X-1962; AHUN-FSB. No parece, por tanto, que
Castiella fracasara en su intento de ver confirmado por Franco el nombramiento de Ruiz-Gimé-
nez, como afirma HERMET, G., op. cit., vol. II, p. 384.
86. «Discurso de clausura del curso académico de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo
(UIMP)», Santander, 5-IX-1951, en RUIZ-GIMÉNEZ, ]., Diez discursos, cit.. p. 15; id., Balmes y el
sentido de la libertad, Vich, Portavella, 1961; GARCÍA MANRIQUE, R., La filosofía de los derechos
humanos durante el franquismo, Madrid, CEC, 1996, p. 386; RuiZ-GlMÉNEZ, ]., El Concilio Vaticano
II y los derechos del hombre, Madrid, Edicusa, 1968.
87. RUIZ-GIMÉNEZ, ]., «La política, deber y derecho del hombre», Revista de Estudios Políticos, 94
(1957), pp. 5-29, publicado luego por Epesa, Madrid, 1958.
88. ídem, p. 25.
89. «Discurso de clausura del curso académico de la UIMP», cit.
90. «Discurso en la XII reunión plenaria del CSIC», 24-IV-1952, en RUIZ-GIMÉNEZ, J., Diez discursos,
cit., p. 49.
91. RUIZ-GIMÉNEZ, J., La propiedad, sus problemas y su función social, Salamanca-Madrid, Anaya,
1961.
92. «España, país americano», Panorama español contemporáneo. XXVaños de paz, Madrid, ICH, 1964,
pp. 9-20.
93. MARZAL, A., «Un cristiano del Concilio», en La fuerza..., cit, pp. 63-66.
94. BARDAVÍO,}., «Joaquín Ruiz-Giménez», en Políticos para una crisis, 11, Madrid, Sedmay Ediciones,
1975, p. 219.
95. Comentarios a la «Mater et magistra», Madrid, BAC, 1962; SANTOS, E, «Conversación con Ruiz-Gi-
ménez», Las raíces de la democracia. Cuadernos para el Diálogo. 25 aniversario (1963-1988), Madrid,
Asociación de la Prensa, 6-XII-1988, pp. 6-18; RUIZ-GIMÉNEZ, }., «La revista en el arranque del
camino», cit., p. 6.
96. DÍEZ ALEGRÍA, J. M., «Recuerdos del Concilio Vaticano II en homenaje a Joaquín Ruiz-Gimé-
nez», en La fuerza..., cit., p. 75; RODRÍGUEZ DE LECEA, T. y GlMBERNAT, J. A., «Entrevista a Ruiz-
Giménez», cit, p. 403.
97. COMPTE GRAU, X, «LOS tres primeros años de «Cuadernos para el Diálogo»», en CASTAÑEDA, P.
y COCINA, M. (eds.), Iglesia y Poder público. Actas del Vil Simposio de Historia de la Iglesia en España
y América, Córdoba, Caja Sur, 1997, pp. 237-256.
98. BENEDETTI, Arrigo, «Fermentos intelectuales en la España de hoy. Los católicos liberales de Ruiz-
Giménez», // Corriere della Sera, Milán, 6-XI-1968.
99. RODRÍGUEZ DE LECEA, T., «Entrevista con Joaquín Ruiz-Giménez», en La fuerza..., cit., p. 306;
BARDAVÍO, J., op. cit, pp. 217-218; FRANCO SALGADO-ARAUJO, E, op. cit, pp. 398-399.
100. JUAN XXIII, Encíclica «Pacem in tenis» (Presentación, sinopsis y notas de Joaquín Ruiz-Gimé-
nez), Madrid, Epesa, 1963; RUIZ-GIMÉNEZ, ]., El Concilio y tos derechos del hombre, Madrid, Edi-
cusa, 1968; id., «X aniversario de la Pacem in tenis», 117 (junio 1973), p. 35.
dones, porque «ha sonado la hora de que la protección de las libertades funda-
mentales se considere excluida de la llamada «jurisdicción interna o doméstica
de cada Estado»»101.
En cuanto al tema de la organización jurídico-política, sin duda el más pro-
blemático para el caso español, aunque «la Encíclica reconoce la imposibilidad
de una determinación apriorística y con validez general para todas las naciones,
dado el distinto grado de desarrollo de cada una de ellas», sostenía la división
clásica de poderes como requisito necesario para un reconocimiento efectivo
de la dignidad humana y del derecho a la libertad de conciencia e informa-
ción. «Como condición, pues, de legitimidad de cualquier régimen político
queda perfilada a la luz del pensamiento cristiano una estructura de Estado de
Derecho, no en un anacrónico sentido individualista, sino en un sentido pro-
fundamente social», sin que por eso su actitud respecto al tema de los partidos
políticos dejara de ser posibilista.
Por una parte, escribía, «aunque la Pacem in tenis no toca de modo expreso el
punto de la existencia o no de «partidos políticos», es indudable que sus crite-
rios sobre derechos fundamentales de reunión y de asociación, sin interferencia
de los poderes públicos, y de participación activa en la obra de gobierno, impli-
can una inclinación favorable a una organización pluralista de la vida política».
Por otra, esa participación «podrá ser en forma de varios «partidos políticos»,
sometidos a un «estatuto constitucional» que frene las pugnas desintegradoras;
o a través de los grupos naturales de convivencia (familia, asociaciones profe-
sionales, sindicatos, Universidades, Municipios, etc.), pero con las necesarias
garantías para que la representación se constituya auténticamente, de abajo a
arriba y mediante una intervención directa de todos los ciudadanos, a través
de elecciones periódicas, sinceras y libres». Es decir, «en un sistema de partido
político único, como en España, la representación popular debe ser hecha radi-
calmente auténtica y efectiva sino ha de ser condenada a desaparecer más tarde
o más temprano» 102 .
A través de su interpretación de la encíclica dejaba clara su opción por una
reforma «desde dentro», pacífica y gradual del régimen español -«en las insti-
tuciones humanas nada se lleva a un mejoramiento sino obrando desde dentro,
paso a paso»- y su énfasis en lo social, todavía muy ligado al comunitarismo
católico y a las utopías socializantes del falangismo, en su búsqueda de una
tercera vía entre el «capitalismo egoísta» y el «materialismo marxista».
Por último, la Pacem in tenis contribuyó a la evolución de Ruiz-Giménez
desde el iusnaturalismo católico, que privilegia la idea de orden, hacia un ius-
naturalismo de fundamento más racional -Liborio Hierro ha hablado de un
101. FRAILE, E, «Recensión a Presentación, sinopsis y notas a la Encíclica Pacem in tenis de S.S. Juan
XXIII de Joaquín Ruiz-Giménez», en Revista de Estudios Políticos, 133 (enero-febrero, 1964), pp.
173-177.
102. DÍAZ, E., Pensamiento español..., cit., p. 120; La Gaceta, México, 5-XI-1963.
103. HIERRO, L., «Nota demasiado breve sobre lo que la Filosofía del Derecho española debe al
profesor Ruiz-Giménez», y DÍAZ, E., «A pesar del iusnaturalismo», en La fuerza..., cit., pp.
117-118 y 92-93.
104. TORNOS, A., «Aspectos teológicos», en El camino hacia la democracia..., cit, pp. 359-360.
105. Editorial «Pacem in tenis*, Cuadernos para el Diálogo, 7 (abril 1964), pp. 3-4.
106. «Don Joaquín Ruiz-Jiménez Cortés», Blanco y Negro, 9-XU-1967.
CONCLUSIÓN
Para Ruiz-Giménez la historia del franquismo no era otra cosa que la his-
toria de los católicos españoles, a partir de la justificación de la guerra y la
legitimación originaria del régimen, hasta la defensa de su necesaria reforma en
consonancia con la nueva doctrina pontificia:
«En su origen [el franquismo], fue un movimiento de los católicos que rechaza-
ban el laicismo ateo y perseguidor de la Iglesia. Después de la guerra, la vida de la
nación fue organizada aplicando los principios del catolicismo de una forma que era
válida entre los españoles en aquella época, hace veinticinco años. Quiero decir con
esto que el fenómeno a que hoy asistimos en España no es más que una revisión,
por parte de los laicos católicos españoles, de sus posiciones sociales y políticas. De
esa revisión debe nacer la evolución del régimen político y es el presagio, el presen-
timiento y la preparación del futuro»110.
José R. Recalde ha descrito las tres fases sucesivas que solían llevar desde
el pensamiento religioso al compromiso político: la primera, la que pretendía
la renovación de ese mismo pensamiento religioso (desde un cristianismo «on-
tológico-cultista» a otro «ético-profético», como lo describió Diez Alegría); la
segunda, la que reflexionaba sobre el necesario compromiso de los cristianos en
la acción política; la tercera, la que planteaba ya de manera concreta la relación
entre cristianismo y marxismo. Pero los cambios en la identidad católica y la
ruptura con la jerarquía eclesiástica durante los años sesenta hicieron que esas
tres fases se sucedieran con gran rapidez. Su culminación, la doble militancia en
las organizaciones de apostolado y las clandestinas del antifranquismo, pronto
107. ARANGUREN, J. L. L., «Meditación para España de la Encíclica Pacem in tenis», en AGUILAR NA-
VARRO, M. y otros, Comentarios civiles a la encíclica «Pacem in tenis», Madrid, Taurus, 1963, pp.
54-55; SANTOS, E, «Conversación con Ruiz-Giménez», cit., p. 8.
108. TORNOS, A., op. cit, p. 358.
109. MARTÍNEZ CORTÉS, }., «El factor religioso y la política de Ruiz-Giménez», en El camino hacia la
democracia..., cit., p. 389.
110. GUTIÉRREZ OVEJERO, D., «Después de Franco, el diluvio», Orizzonti, 25-IV-1965.
111. RECALDE, J. R., Pe de vida, Barcelona, Tusquets, 2004, p. 78; DÍEZ ALEGRÍA, J. M., Yo creo en la
esperanza, Bilbao, Desclée de Brouwer, 1972, p. 27. Ver también SÁINZ MARTÍNEZ, J. C , «De
FECUM a FECUN: política y religión entre los Congregantes Marianos (1965-1977)», en Política
y Sociedad, 22 (mayo-agosto 1996), pp. 103-121.
112. «Juicio crítico a Cuadernos para el Diálogo», 100 (enero 1972), p. 31.
1. INTRODUCCIÓN
A partir de los años sesenta, las mujeres se organizaron y denunciaron
situaciones injustas, al tiempo que se recuperaba paulatinamente la memoria
histórica de las mujeres que, durante mucho tiempo, habían sido silenciadas.
Mediante sus organizaciones y manifestaciones públicas exigieron que la
sociedad, los movimientos sociales y los partidos políticos asumieran en sus
programas la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.
En España, la gestación del movimiento de mujeres se remonta a la última
década de la dictadura y no puede separarse del proceso de modernización,
industrialización y urbanización vividos a partir de los años sesenta1. Tampoco
puede desligarse de los problemas específicos de la «condición femenina» du-
rante esos años, ni entenderse fuera de los espacios políticos desde los que se
planteó la lucha por la democracia, es decir, los partidos de izquierda, ni fuera
de los espacios sociales donde se articularon los movimientos vecinales. Mu-
chas mujeres en su condición de obreras, esposas y madres de obreros, fueron
partícipes en las movilizaciones y luchas colectivas relacionadas con los proble-
mas laborales y sociales motivados por las diferencias de género y la división
sexual del trabajo2.
El asociacionismo es un proceso vivo, dinámico, y como tal, se va gestando
y configurando en contacto con la realidad cotidiana. Estudiar este fenómeno
es de gran importancia porque supone «rescatar» los modos de organización
1. LARUMBE GORRAITZ, M.a Ángeles, Las que dijeron no: palabra y acción del feminismo en la Transición,
Zaragoza, 2004 y ver también LARUMBE GORRAITZ, M.a Angeles, Una inmensa minoría: influencia y
feminismo en la transición, Zaragoza, 2002.
2. NASH, Mary, Rojas: las mujeres republicanas en la Guerra Civil, Madrid, 1999, pp. 69-71.
del inconformismo y la rebeldía de las mujeres y así detectar los aportes y las
innovaciones para su desarrollo personal y la sociedad en la que viven. Nos
encontramos ante un fenómeno de «grupalidad voluntaria»3 que implica, por
tanto, una autoorganización consciente en torno a finalidades específicas. La
voluntad de cambio social se basa en el incentivo de una identidad socialmente
construida que se convierte en el eje de la acción colectiva, de su presencia so-
cial y sus demandas. Las mujeres perciben la tarea asociativa como un medio de
hacer frente a sus necesidades afectivas, comunicativas, relaciónales, intelectua-
les y económicas4, pero esta tarea supone necesariamente una infraestructura y
un soporte económico.
3. ORTEGA LÓPEZ, Margarita, Las mujeres de Madrid como agentes de cambio social, Madrid, 1995, p.
163.
4. Ibidem, p. 297.
5. Ibidem, pp. 222-223.
6. SÁNCHEZ RECIO, Glicerio, Estudios sobre el franquismo en la provincia de Alicante: Personal político,
actitudes económicas y opinión, Alicante, Universidad de Alicante, 1995 y ver también MORENO
SÁEZ, Francisco, Historia de la ciudad de Alicante, Alicante, 1990.
7. BERRERÍA, Lourdes, Mujer, economía y patriarcado durante España franquista, Barcelona, 1977, pp.
224-226.
8. PlLLET CAPDEPON, Félix, «El barrio Virgen del Remedio (Alicante: inmigración y nuevo urbanis-
mo)», Boletín de la Real Sociedad Geográfica, tomo CXI, núms 1-12 (1975), p. 231.
9. Archivo privado de Antoní Quinto Tomasetti. Documentación interna de la AA. W . de Virgen
del Remedio relacionada con los temas que se trataban en distintas reuniones, 1977-1981 y entre-
vista con M.a Carmen Diez Navarro, 20-VI-2004, nacida en Alicante y Antoni Quinto Tomasetti,
20-VI-2004, nacido en Alicante.
10. BERRIATÚA SAN SEBASTIÁN, Javier M. a , Las Asociaciones de Vecinos, Madrid, 1977, pp. 58-60.
5. CONCLUSIONES
El proceso político que se dio durante el período de la transición posibilitó
la emergencia de los movimientos sociales y del movimiento feminista. Me-
diante las AA. W , las mujeres participaron en la vida política, manifestando la
necesidad de que se recogiesen sus derechos, denunciando las injusticias que les
afectaban y saliendo de la esfera de la domesticidad para introducirse en el es-
pacio público y político. Las organizaciones de mujeres tuvieron una incidencia
directa en el proceso de la transición política hacia la democracia.
Virgen del Remedio era un barrio obrero muy dinámico que luchó, durante
varias décadas, por tener una calidad de vida digna y justa. Las mujeres desarro-
tadas: por una parte, la de aquellos esos momentos los continuos llama-
católicos que podríamos denominar mientos de la Santa Sede para que los
«liberales» o «mestizos», para quienes católicos españoles acataran el poder
la Constitución de 1876 no era una constituido no calaban entre aquellos
negación del principio católico, sino obispos y católicos que culpaban de
que una ventaja para abrir nuevas los desastres nacionales no sólo a los
vías de penetración en un mundo en liberales sino también a los católicos
cambio constante; por otra parte, la que hacían concesiones. La escisión
de aquellos católicos «netos» -carlistas en el seno del catolicismo se ampliará
e integristas-, quienes identificaron cuando lleguen al poder los liberales y
la religión con sus ideales políticos y comiencen una política contraria a las
plantearon la alternativa entre la paz leyes eclesiásticas.
en la unidad católica o la guerra con- El segundo bloque abarca los ca-
tra el liberalismo. El mantenimiento pítulos 3 -Los católicos y el nuevo
de estas posturas durante el periodo reinado de Alfonso XIII-, 4 -Católi-
estudiado frustrará cualquier iniciativa cos y antiliberales- y 5 -A favor de
de organización católica mediante la la libertad- que, cronológicamente,
formación de un partido propio que coinciden con el pontificado de Pío
defendiera los intereses religiosos y X (1903-1914). Según Martínez Este-
restaurara la influencia de la Iglesia en ban, durante este período retornarán
la vida pública. aquellas viejas posturas olvidadas tras
Esos cinco capítulos se podrían los primeros años de la Regencia de
agrupar en dos bloques: El primero María Cristina, cuando la política de
abarca los capítulos 1 -Defender el León XIII procuró una actitud conci-
principio monárquico- y 2 -Los cató- liadora de los católicos españoles ante
licos en «la crisis de fin de siglo»- y se la Dinastía, arrancando a integristas y
inserta en un periodo de colaboración carlistas la bandera de la legitimidad
entre la Regencia de María Cristina y católica. Los acontecimientos de la
la Santa Sede, gracias a la política a Semana Trágica de Barcelona y los
favor de la legalidad mantenida por hechos posteriores, como la llegada
el Papa León XIII y el Secretario de al poder de Canalejas y el inicio de
Estado Rampolla. Una concordia que una política regalista, que incluía la
se prolonga hasta el fallecimiento de libertad de cultos, la secularización de
León XIII el 20 de julio de 1903, pese la enseñanza, del matrimonio, de los
a que durante todo este tiempo carlis- cementerios, leyes de asociación, etc.,
tas e integristas, que habían quedado marcarán el cambio de los católicos
fuera del juego político, buscaron la hacia una posición netamente antili-
forma de desestabilizar el régimen beral y demostrarán que la imposibi-
constitucional y aparecer como de- lidad de integrar a los católicos en las
fensores de la verdad católica. Este instituciones. Ahora los tradicionalis-
procedimiento se acentúa, sobre todo, tas se apropiarán de nuevo del título
durante «la crisis de fin de siglo», que católico.
jugaba a favor de aquellos que en Tras fracasar los anteriores intentos
los desastres sufridos veían la opor- de organización católica, surgirá ahora
tunidad de hacerse con el poder. En una nueva forma de intervención de
partidos dinásticos será la que deter- lla antinapoleónica (su legendaria fe-
mine la posición de los católicos. La rocidad quedó vinculada a la «encina
escisión de los mauristas unirá a los de los franceses», presunto patíbulo en
católicos en la derecha. El mal menor las cercanías de la casa p>airal) confir-
y la unión per accidens ganarán fuerza mó su liberalismo radical en sucesivas
y demostrarán que este es el camino conspiraciones antíabsolutistas que le
para la concordia de la nación. valieron trece años de exilio. Su hijo
Termina el libro con la conclusión Lorenzo, militar progresista amigo de
titulada -Por el camino de la legali- Prim, representa a la perfección el
dad- donde el autor señala la recti- confuso pretorianismo decimonónico:
ficación que supuso el pontificado de participó en la conspiración anties-
Benedicto XV, reanudando el camino parterista de 1843 y sufrió con estoi-
comenzado por León XIII a favor de cismo el acoso profesional durante
la aceptación de la legalidad y su mo- la década moderada antes de pasar
dificación desde la misma legalidad, por la aventura mexicana, retornar al
entrando en alianzas con todos los progresismo con el duque de Reus en
hombres honestos para conseguir ese 1852 y participar de forma destacada
objetivo y huyendo del mal mayor. en el pronunciamiento de Villarejo de
Salvanés y en la gloriosa revolución»
Andrés González Segura
de septiembre de 1868, que le valió el
Universidad de Alicante
ascenso a teniente general «en aten-
ción a los servicios a la causa de la
CARDONA, Gabriel, Los Milans del Bos- libertad».
ch, una familia de armas tomar. Entre Si Lorenzo vivió la conservaduriza-
la revolución liberal y el franquis- ción de la oficialidad del Ejército tras
mo, Barcelona, Edhasa, 2005, 448 las convulsiones del año 1873, y acabó
págs. acatando al «rey soldado» Alfonso XII,
su sobrino Joaquín, a quien protegió
Los Milans del Bosch es una familia al inicio de su carrera, es un fiel expo-
de origen catalán cuya trayectoria, si nente del militarismo subyacente al
no decisiva, ha sido difícilmente sos- régimen de la Restauración. Prototipo
layable en la historia política y militar de militar palaciego, su trayectoria
de la España de los últimos dos siglos, profesional quedó marcada por un
hasta el punto de poder simbolizar las monarquismo ultraconservador que
virtudes y los defectos del Ejército es- no hizo ascos a soluciones autorita-
pañol contemporáneo, desde su inicial rias, como demuestra su ejecutoria en
adhesión al liberalismo a su fidelidad la Capitanía General de Cataluña de
al autoritarismo franquista. septiembre de 1918 a febrero de 1920.
Perfecto conocedor del carácter pa- Allí, con el auxilio del movimiento
radigmático de esta singular familia, «juntero», de las «fuerzas vivas de Bar-
Cardona nos propone un recorrido celona y del propio rey, instauró un
por cuatro generaciones de Milans. modelo autoritario de gestión de los
En primer lugar Francisco, propietario asuntos sociales que tuvo amplio eco
agrícola acomodado que tras luchar en en la España de los años veinte. No
la «Guerra del Francés» y en la guerri- es de extrañar que, en septiembre de
permitió conectar los resentimientos los de las ciencias sociales, que des-
de la «generación del frente» con las pués explícito de forma sistemática
frustraciones de las nuevas genera- Julio Aróstegui.
ciones. Y todo ello, como se observa La soledad de la República es un
en la segunda parte del libro, en un libro de tesis que está expresamente
contexto democrático crecientemente formulada en el subtítulo, el abandono
debilitado, que fue incapaz de frenar de las democracias y el viraje hacia la
el ascenso de un movimiento que Unión Soviética en los primeros meses
respondía a la sensibilidad ultrana- de la guerra civil, que es el lapso de
cionalista y antisemita de muchos tiempo analizado con profundidad en
alemanes. Tras una disección de las esta obra, aunque a la vez se ha de
principales personalidades del partido decir que el autor la presenta como
nazi y de las actitudes de su mili- la primera parte de una trilogía en la
tancia (basadas en la compilación de que hallarán su espacio las complejas
testimonios realizada en 1934 por el relaciones internacionales entre los
sociólogo americano Theodore Abel países que se implicaron a lo largo del
y luego utilizada por Peter H. Merkl), conflicto. Pero como libro de tesis hay
Evans concluye que la llegada de Hi- en él no sólo documentación, análisis
tler al poder consumó una auténtica y mucha reflexión sino también deba-
«revolución de la destrucción», por la te: con los revisionistas, es decir, con
naturaleza ilegal y violenta de la toma aquéllos que, con gran éxito editorial,
del poder, y por el carácter de utopía han traducido al lenguaje actual los
racial destructiva que tuvo su práctica viejos textos propagandistas del fran-
política. quismo, como la Historia de la Cruzada
de Joaquín Arrarás, y los más moder-
Eduardo González Calleja
nos de Ricardo de la Cierva y Stanley
CSIC
G. Paine, a los que fundamentalmente
niega el valor documental en los que
VIÑAS, Ángel, La soledad de la Repúbli- se apoyan; y con otros historiadores
ca. El abandono de las democracias y y analistas con los que, a pesar de
el viraje hacia la Unión Soviética, Bar- aplicar un estricto rigor intelectual en
celona, Crítica, 2006, 551 págs. sus trabajos, no coincide en sus apre-
ciaciones y valoraciones, como suce-
Este libro es de los que contribu- de con Pablo Martín Aceña, Antonio
yen a afianzar a uno en el ejercicio Elorza y Marta Bizcarrondo y Enrique
de su profesión, la de historiador, y Moradiellos.
cuya lectura ayuda alejarse de la idea A medida que se avanza en la lec-
o la sensación muy extendidas desde tura de este libro sorprende el acervo
hace años de la llamada «crisis de la documental en el que se apoya, que
historia». En este caso vale la reco- procede de los archivos ingleses, fran-
mendación que en su día dio Santos ceses, de la propia República, sobre
Julia, cuando dijo que para salir de todo los de Juan Negrín, y muy es-
la crisis lo mejor era negarla y seguir pecialmente de los de la URSS. Estos
trabajando con los materiales y los últimos eran inéditos en su mayoría,
métodos que le son propios, es decir, y de ellos no sólo se ha obtenido
Pero, aparte de esto, los diplomáticos URSS, Ángel Viñas critica a los auto-
soviéticos hicieron una seria adver- res que han planteado la posibilidad
tencia en el Comité de No Interven- de llevarlo a París, Londres o a alguna
ción, en los primeros días de octubre, institución financiera norteamericana,
principalmente a los representantes utilizando una especie de reducción
de Francia y del Reino Unido, de que al absurdo, preguntándose qué habría
la URSS se sentiría liberada de sus sucedido en aquellos centros con el
compromisos si no se interrumpía la oro si antes habían puesto tantas difi-
ayuda que Alemania e Italia prestaban cultades a la compra de material, a la
a los militares rebeldes. Así pues, fue actuación de países intermediarios y
la soledad en la que se situó al Go- al movimiento de divisas de titulari-
bierno de la República lo que impulsó dad republicana.
a éste a solicitar ayuda a una potencia La soledad de la República, por lo
con la que no había tenido una rela- tanto, es un libro bien documentado y
ción especial en los años anteriores. construido, que sitúa en un nivel muy
Ángel Viñas analiza con detenimiento alto el conocimiento historiográfico
este proceso de cambio de estrategias, sobre las implicaciones internaciona-
marcando con precisión los vacíos que les en la guerra civil española y que
no permite cubrir todavía la documen- va a dejar a los lectores y estudio-
tación conocida, a pesar de la impor- sos muy bien dispuestos esperando
tante información que han aportado los dos libros restantes de la trilogía
los archivos soviéticos. anunciada.
Por último, en la tercera parte, «Pa-
Glicerio Sánchez Recio
ra la defensa de la República», trata el
Universidad de Alicante
autor de la llegada de la ayuda militar
soviética a la República, de la forma-
ción de las Brigadas Internacionales y PABLO, Santiago de, Tierra sin paz.
de la salida del oro de los depósitos Guerra Civil, cine y propaganda tn
de Cartagena hacia la URSS. Con el el País Vasco, Madrid, Biblioteca
armamento y la aviación soviética, Nueva, 2006, 352 págs.
dice Ángel Viñas, se equilibraba el
potencial militar de la República con Enmarcados en un contexto en el
el que disponían los rebeldes, aun- que la historiografía cinematográfica
que aquélla lo recibía con excesivo española está comenzando a dibu-
retraso y los perjuicios sufridos serían jar una nueva realidad, el libro de
ya difícilmente superables; pero con Santiago de Pablo supone un nueva
aquel material y la ayuda de las Briga- pieza para la configuración de ésta.
das Internacionales la República pudo En los comienzos del género se ten-
contener al ejército franquista en las dió a crear magnas obras de carácter
proximidades de Madrid, y con el oro, general que, si bien pudieron dibujar
pagar el material adquirido, al contado un panorama básico de la evolución
y a altos precios, porque la República del cine en España, dejaron en su ca-
había perdido todo el crédito en los mino un reguero de lagunas y errores
mercados financieros internacionales. que urgía solventar. Es por ello que
A propósito del oro depositado en la en los últimos tiempos han comen-
que siendo muy joven se afilió a las por la democracia. Sólo después de
Juventudes Socialistas. Huida a África, setenta años desde el estallido de la
a través de Gibraltar, fue en Tánger guerra civil se ha podido comenzar a
donde comenzó su actividad como hablar en España de políticas públicas
enlace, obteniendo y trasmitiendo la de memoria, venidas, como sucedió
información que conseguía sobre el en otros países vecinos, de la mano
Marruecos español. Trasladada a Ma- de organismos y instituciones que la
drid en 1940, se integró en las redes de sociedad civil alentó y sostuvo con el
información del partido en la capital fin de dar a conocer historias de vida
hasta ser apresada en la primavera de y de lucha como la de Luis y Carmen,
1941. Con una sentencia de 6 años, pertenecientes a una generación, de
pasó de Madrid a Ceuta, y de aquí a la «patriotas, demócratas, progresistas»
cárcel de Málaga donde, a través de la -en palabras del propio Luis- que la
ayuda que prestó a mujeres de huidos, guerra y la posterior dictadura echa-
entró en contacto con el maquis y con ron a peder. No hay ninguna duda,
Luis Campos, con quien se compro- que son libros como este los que me-
metió después de conseguir, en 1946, jor contribuyen a valorar qué es lo que
la libertad condicional. Vivió con él en realmente se perdió con la derrota.
Sevilla hasta ser descubiertos, desa-
Conxita Mir
rrollando una importante labor clan-
Universidad de Lleida
destina, extendiendo la organización
comunista entre las mujeres, una reali-
dad aún poco conocida. Juzgada junto MUÑOZ SORO, Javier, Cuadernos para
a Luis, el 22 de febrero de 1949, se le el Diálogo (4963,-4976). Una histo-
impuso otra condena de seis años y un ria cultural del segundo franquismo,
día, que cumplió hasta 1952, año en el Madrid, Marcial Pons, 2005, 401
que salió en libertad condicional. Des- págs.
pués vivió en Málaga y Madrid desde
donde se trasladó a Londres, después La presente obra es fruto de una
a París y finalmente a Rusia, país en el tesis doctoral leída en el Departamen-
que vivió una hermana suya hasta su to de Historia Contemporánea de la
regreso tras la aprobación de la ley de Universidad Nacional Española a Dis-
amnistía de 1977. tancia (UNED). En ella, se aborda una
Hasta el 21 de diciembre de 2002, panorámica general de un período fun-
cuando pudo dejar unas flores en damental de nuestra reciente historia,
un monumento simbólico sobre una (el segundo franquismo) rechazando
fosa común del cementerio sevillano, de pleno la exclusividad de la teoría
Carmen no vio cumplido su deseo económica de la democracia, según la
de homenajear a su esposo. Y aún cual las transformaciones socioeconó-
gracias a la Asociación de Expresos micas del desarrollismo tecnocrátíco
y Represaliados Políticos Resistentes permitirían, por sí solas, explicar el
Antifascitas de Sevilla, que desde me- retorno de la democracia en España.
diados de los noventa comenzaron a Ahora bien, sin llegar a negar en ab-
trabajar para recuperar la memoria de soluto la importancia del desarrollo
quienes lucharon en aquellas tierras económico y social, el autor aboga por
The Franco Regime: a State subject to the Rule of Law? Notes on the
Evolution of the Dictatorship's Political Language during the 1960s
Nicolás Sesma Landrin
The Franco regime continually modified its political language in order to
adapt to changing international circumstances. To this end, towards the end of
the 1950s it began to use the term Estado de Derecho (a state subject to the rule
of law) to define the nature of its legal-political system. This article examines
the reaction that this use, not unprecedented in Catholic and Falangist policy,
was to cause at the core of the international community. Specifically, we focus
our attention on the report on The Rule ofLaw in Spain prepared by the Interna-
tional Committee of Jurists, a consultative body of the United Nations, as well
as on the official response from the Franco regime, prepared by the Institute of
Political Studies.
Keywords: Spain, Franco regime, Estado de Derecho, International Committee of
Jurists, Institute of Political Studies.
conquest of power by Fascism and the way in which it had crushed the left-
wing organizations in Italy, to idealize the Legión and its commanders, Millán
Astray and Franco. This unit was represented as the necessary means to bring
the Moroccan campaign to a successful conclusión and to proceed with the eco-
nomic exploitation of the territory. The Legión was also proffered as a model (a
battle-hardened, death-worshiping unit) for the civil militias, with which they
aimed to gain control of the streets and to forcé the government, given the pas-
sivity of the army, to become more authoritarian.
Keywords: Spain, maurismo, authoritarian right, Fascism, Legión, Millán Astray,
Moroccan campaign.
regime and, to a large extent, paved the way for the future democracy: on the
one hand, the rift between Catholic and Falangist intellectuals and the regime
which they had enthusiastically helped to establish after the civil war; and
on the other, the secularization of its political thinking and practice. Ruíz-
Giménez, ambassador and minister under Franco, was an exception among
the Catholic laity that collaborated with the dictatorship, in that he held high
government positions and, despite all the reservations concerning his personal
development, for many of his peers as well as many aspiring figures of the com-
ing generations, he symbolized the definitive renunciation of all legitimacy of
power based on victory in battle or on Catholic natural law, and the definitive
adoption of the language of human rights and democracy.
Keywords: Spain, Franco regime, Catholicism, Joaquín Ruiz-Giménez, Minis-
try of National Educatíon, secularization, opposition to Franco.
Ej.: HOBSBAWM, Eric ]., Historia del siglo xx, Barcelona, 1995, pp. 29-30.
Si una obra ha de ser citada varias veces, se utilizará la abreviación op>. cit.
En caso de que se haya citado más de una obra del mismo autor, la primera
mención será íntegra y las siguientes abreviadas:
Ej.: HOBSBAWM, Eric }., Historia del siglo xx..., pp. 42-53.
Ej.: REDERO SAN ROMÁN, Manuel y GARCÍA GONZÁLEZ, Gloria M., "Prensa y
opinión en la transición política", Anales de la Universidad de Alicante. Historia
Contemporánea, n.° 8-9 (1991-92), pp. 85-119.