Jaime Nieto Resistencia Civil Comuna 9
Jaime Nieto Resistencia Civil Comuna 9
Jaime Nieto Resistencia Civil Comuna 9
Resistir obedeciendo
Para una etnografía de la resistencia civil
no armada en Medellín*
Jaime Nieto López*
Resumen
El artículo pretende mostrar que la población civil bajo dominio de
los actores armados no siempre hace de víctima pasiva de la violen-
cia y la agresión armada, ni que su actitud sea inevitablemente la de
la lealtad sumisa ante el dominio de los actores armados. Su propó-
sito es ilustrar cómo en contextos urbanos signados por el control, el
dominio y la violencia de los actores armados en conflicto como el
correspondiente a la ciudad de Medellín, las comunidades barriales
pobres han realizado múltiples y variadas experiencias de resistencia
civil no armada frente a ese dominio de los actores armados sobre
sus territorios y la comunidad. En otros términos, su objetivo es mos-
trar que el escenario y la dinámica social, política, económica y cultu-
ral de los territorios urbanos de la ciudad, no sólo han estado prota-
gonizados por los actores armados, sino también, por las comunida-
des barriales, que con sus liderazgos y acciones colectivas, realiza-
das muchas veces de manera clandestina, soterrada o simulada,
oponen resistencia a este dominio. Para ello, presenta como núcleo
central de este artículo el resumen de dos narrativas de líderes ba-
rriales de la Comuna 9 en las que se pretenden contar algunas de es-
tas experiencias comunitarias de resistencia civil no armada.
Palabras caves: Resistencia, conflicto, comunidades, Medellín, co-
muna, actores, fuga.
* Este artículo recoge algunos de los hallazgos del autor en los marcos de la investigación: Resis-
tencia civil no armada al conflicto armado y la exclusión social. Casos Comunas 8, 9 y 13 de Mede-
llín. 2002-2006, realizada con Mary Luz Alzate y Katherine Higuita (co-investigadoras) y Elizabeth
Velez y Nathalia García (auxiliares de investigación). El autor agradece especialmente el acompa-
ñamiento de Elizabeth Velez en el trabajo de campo.
** Universidad de Antioquia. Medellín, Colombia. E-mail: [email protected]
Resist Obeying
An Ethnography for Unarmed Civil Resistance
in Medellin
Abstract
This article intends to show that a civilian population dominated by
armed actors does not always become the passive victim of violence
and armed aggression, nor is its attitude inevitably that of submissive
loyalty in the face of domination by armed actors. The objective is to
illustrate how in urban contexts like the city of Medellin, marked by
the control, domination and violence of armed actors in conflict, poor
neighborhood communities have tried many and varied unarmed
civil resistance actions in the face of that domination by armed actors
over their territories and community. In other words, it aims to show
that in the scenario and the social, political, economic and cultural
dynamics of urban territories, the protagonists are not only armed
actors, but also neighborhood communities that oppose resistance
to this domination using their leadership and collective actions,
which are often illegal, secret or simulated. The core of this article is
the summary of two narratives by neighborhood leaders in
“Commune 9,” which claim to relate some of these community expe-
riences of unarmed civil resistance.
Caves words: Resistance, conflict, communities, Medellin, com-
mune, actors, flight.
Introducción
Una de las tendencias más marcadas de la confrontación armada en Co-
lombia a comienzos del siglo XXI, es su expansión territorial y urbanización
crecientes, que ha llevado a los actores armados a una disputa cerrada por el
territorio y la población1. Este “giro poblacional y territorial” implica una más
decidida inclusión de la población civil en las estrategias de guerra de los acto-
res armados, convirtiéndola en objetivo militar2. Por lo general, esta inclusión
3 Cfr. Kalivas, Stathis, “La violencia en medio de la guerra. Esbozo de una teo-
ría”. Análisis Político #42, IEPRI-UNAL, Enero/abril de 2001; Ortiz, Carlos Mi-
guel, “Actores armados, territorios y poblaciones”. Análisis Político #42, IE-
PRI-UNAL, Enero/abril de 2001.
4 Así lo subraya Mary Kaldor con el término, “nuevas guerras”. Kaldor, Mary. Las
Nuevas Guerras. Tusquets. Barcelona. 2001. Para una discusión de la pers-
pectiva de Kaldor, cfr. Pécaut, Daniel: “Conflictos armados, guerras civiles y
política: relación entre el conflicto colombiano y otras guerras internas con-
temporáneas”, en: Luis Carlos Castillo Gómez (Editor). Colombia a comien-
zos del nuevo milenio. 8 Coloquio Nacional de Sociología. Facultad de Cien-
cias Sociales y Económicas, Departamento de ciencias Sociales. Santiago de
Cali. Universidad del Valle. Cali. 2004. También: Marchan, Rolan y Christine
Messiant, “Las guerras civiles en la era de la globalización: nuevos conflictos y
nuevos paradigmas”. Análisis Político #50, IEPRI-UNAL, enero-abril de 2004.
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lento de la acción colectiva, sino ante todo del carácter de sus protagonistas y
del alcance de sus objetivos. Sus protagonistas son ciudadanos y no comba-
tientes, no son soldados miembros de ejércitos, ni gente que vive en función
de o para el oficio de la guerra. Son ciudadanos, que forzados a defender sus
derechos (civiles, políticos, sociales, culturales o nacionales) y su autonomía
contra cualquier régimen o actor político de dominación, pueden o no recurrir
a las armas en sus acciones colectivas, según las circunstancias sociales o polí-
ticas en las que se ven situados. Por consiguiente, vale la pena diferenciar, en-
tre el hecho real de experiencias recientes de resistencia civil no armada en Co-
lombia, y la prescripción -basada por lo general en estos mismos hechos rea-
les- según la cual la resistencia civil para ser civil tenga que ser siempre y nece-
sariamente no armada.
Lo antes dicho nos ha de permitir precisar los alcances del carácter no ar-
mado de la resistencia civil. De acuerdo con la perspectiva aquí adoptada, esta
dimensión “no armada” designa exclusivamente unas estrategias de acción y
un modo de actuar que se basa en los medios propios que caracterizan a las ac-
ciones colectivas de resistencia civil no armadas, como por ejemplo, las mani-
festaciones públicas, las tomas civiles de edificios públicos, la huelga, el boi-
cot, el éxodo voluntario, la desobediencia civil, la no colaboración, la obedien-
cia pasiva, la simulación, la fiesta, entre otros. Lo cual nos permite diferenciar-
las, no sólo de las formas de resistencia civil armadas, sino también del movi-
miento o la doctrina filosófica política de la no violencia, aun si muchos de sus
protagonistas se inspiran en esta última.
(JAC), cuyos líderes son intimidados y removidos de sus cargos, “luego se me-
ten con la JAC, empiezan a decirme cómo actuar, cómo pensar, entonces deci-
dimos parar, me reuní con su comandante y le propuse entregar la junta, noso-
tros no peleamos con ellos, pensamos que con el tiempo iban a desaparecer si
no le hacíamos oposición”.
En el 2002, las guerrillas del ELN son desalojadas por las AUC, tras una
previa incursión violenta efectuada por organismos de seguridad del Estado
(Policía, Ejército, Gaula y encapuchados) que causó mucho dolor y violación de
los DDHH entre sus moradores,
“ya para finales de los 90 el gobierno decide perseguir estos grupos y entra
una fuerza de policía, civiles, encapuchados a buscar a los muchachos, re-
corrían todo el barrio, los tiraban al piso boca abajo, el ejército hace esto
buscando a los muchachos, pero entonces castigan a todo el barrio…llega-
ron al punto que sacaban a todo el barrio a la carretera y contra el piso, nos
decían que éramos guerrilleros, mujeres embarazadas ultrajadas… y es así
como logran debilitar estas milicias…cuando (en 2002) se entran las auto-
defensas, los sacan a bala, luego entra el ejército, hace una recogida y los
debilitan, pero luego las autodefensas son las que dominan el territorio,
pero luego son ellas las que se enfrentan entre ellos, las AUC usan otra es-
trategia distinta, recogen todas estas bandas y las vinculan a las autodefen-
sas, los arman y se toman todos estos barrios, a finales de los años 90 estos
barrios son tomados por las autodefensas, el barrio La Sierra es tomada por
el Bloque Metro, en el Ocho de marzo pasa algo similar”.
En abril de 2003, finalmente, tras la derrota del BM a manos del BCN, el do-
minio de este último se consolida en el barrio Ocho de Marzo y en toda la Comuna
914. Durante su incursión y consolidación, el dominio de las AUC es ejercido
El dominio de este nuevo actor no cambia para nada las condiciones de se-
guridad y de zozobra en que vivía la comunidad, “durante esos dos años la
14 “El 1 de abril de 2003 fue la última batalla que tuvo el Cacique (BCN), una bala
le sacó un ojo a un nieto mío y ya hacía 4 años había herido a la mamá tam-
bién otra bala perdida. Secuelas de la guerra. Allí concluye la guerra entre el
Cacique y el Bloque Metro; el Cacique se apodera de La Sierra y el 8 de Marzo y
empieza a condicionar una cacería de brujas a los ayudantes de la guerrilla”.
Testimonio de líder comunitario en el Taller con líderes de la Comuna 9 reali-
zado en abril de 2008.
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civil no armada en medellín jaime nieto lópez 233
“Fue muy difícil ese tiempo porque ellos siempre tratan de ejercer dominio
sobre los líderes comunales…Un muchacho, que era el que organizaba les
dice a las AUC que él quiere seguir con ellos, pero al otro día lo matan por
ser un informante y así siguen cayendo muchachos”.
te que ahí estábamos, que seguíamos. Más adelante algunos líderes son ca-
talogados como miembros de la guerrilla”. Estos eventos permitían, ade-
más, socializar informaciones sobre el desarrollo de algunas actividades
barriales y gestiones ante organismos gubernamentales, “dábamos algún
mensaje, algún logro como el bachillerato nocturno, comentábamos lo
nuevo que habíamos logrado, hacíamos un recuento de la historia del ba-
rrio, eso lo hacíamos y lo seguimos haciendo. Después de las fiestas de ani-
versario las cosas volvían a la calma, ellos seguían con su dominio”.
AUC después, algunos líderes optaron por la adulación y el elogio fingido a los
actores armados o por la colaboración aparente por parte de sectores de la co-
munidad, sin que en uno u otro caso se reconociera autoridad moral alguna a
los actores armados, ejerciendo una suerte de “discurso público” o “actuado”
de los dominados, según lo ha analizado Scott15. Más allá de los efectos parali-
zantes del miedo generalizado, para estos líderes y sectores de la comunidad,
estaban en juego la defensa de la vida y la dignidad humanas, que se expresaba
en estas actitudes de resistencia, a través de la simulación de obediencia y de co-
laboración, sin ceder en los requerimientos de legitimidad de los dominadores.
Se trata de actitudes y de comportamientos de resistencia estratégicos, pero
muchas veces inconscientes, reactivos, espontáneos y arriesgados, incluso al
margen o en contradicción con las propias recomendaciones de los líderes.
Uno de los líderes del barrio Ocho de Marzo percibe estos comporta-
mientos como actitudes de resistencia, a pesar de su aparente connivencia con
el poder y los dominadores:
“que uno la marca aquí (en referencia al barrio Ocho de Marzo), le dice: ‘como
estás resplandeciendo…pareces un dios’, entonces le perdona la vida para
que fuera a atestiguar a Roma que era dios, como mecanismo de resistencia
o de defensa en este caso… Entonces la gente utilizaba esto en estas zonas
para proteger su vida, porque si no lo hacían los mataban; aunque los acto-
res casi no se metían con la población civil, si uno se equivocaba en el ma-
nejo del lenguaje con ellos ponía en riesgo su vida…Entonces vemos cómo
esta gente se ingeniaba un montón de cosas para hacerle resistencia al con-
flicto…entonces hay que mirar ese mecanismo de defensa, de resistencia,
de no oponernos a la idea de ellos…qué hacen ellos cuando cogieron el ba-
rrio, lo que hicieron era robárselo, lo volvieron nada, entonces la gente vie-
ron esto y tiene la oportunidad de meter en una balanza lo que hacen ellos y
lo que nosotros hacemos, porque a nosotros nos tocó una etapa muy boni-
ta, de la época de los convites hasta con 100 personas de los convites, para
hacer las calles, los acueductos…entonces eso nos mantenía muy unidos y
hay una identidad de barrio muy buena y hasta de liderazgo”16.
“Hasta hace poco teníamos un ícono del barrio que era un ‘kioskito’ y
allí nos reuníamos los viernes y sábados a jugar parqués, tomar guari-
to y hablar sobre el barrio, lastimosamente el dueño del local murió, le
decíamos ‘parranda’, ese fue el punto de encuentro…Hay otro sitio
que es de unos negritos que venden pescado y la gente del barrio se
reunía ahí a bailar, le terminamos diciendo ‘la setenta’, ese es otro íco-
no de encuentro del barrio. Había también un billarcito, la escuelita y
otras partes”.
16 Testimonio de líder comunitario del barrio Ocho de Marzo, en el Taller con lí-
deres de la Comuna 9 realizado en abril de 2008.
17 Dice J. Scott de los espacios sociales en los que se produce y recrea el discur-
so oculto de los dominados, que son aquellos en que “ya no es necesario ca-
llarse las réplicas, reprimir la cólera, morderse la lengua y, donde fuera de las
relaciones de dominación, se puede hablar con vehemencia, con todas las
palabras”. J. Scott. Op. Cit.
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Pese a estos oídos y miradas del poder, tales espacios no perdieron su vi-
talidad ni su función como espacios sociales de encuentro y de resistencia de la
comunidad. En estos lugares, como en las fiestas de aniversario, se recreaba la
vida, la trama y el vínculo social, que eran los nutrientes y, al mismo tiempo, la
expresión vivificante de la resistencia a los dominadores; condensaban el afec-
to, la alegría, el juego y la dicha del encuentro con el otro, en contraste con el
peligro, la zozobra y la muerte representada por la dominación armada ejerci-
da sobre comunidad y territorio. Pero, a diferencia de las fiestas, estos espacios
sociales no son “puestas en escenas” frente a los dominadores (ELN o AUC) en
los que el simulacro y la ambivalencia se mezclan con la comunicación y la ges-
tualidad sincera entre miembros que se reconocen partícipes del común, sino
espacios de encuentro, espontáneos y contingentes, de la comunidad y de los
18 Es verdad, como anota D. Pécaut, que “donde prevalecen las relaciones de po-
der no hay condiciones para que se mantenga lo que se podría llamar un espa-
cio público”, cfr. Pécaut, D. Violencia y política en Colombia. Hombre Nuevo.
2003; sin embargo, experiencias como las descritas muestran cómo las comu-
nidades pueden construir espacios públicos alternativos a los tradicionales.
19 La existencia de estos “niños parlantes” confirma, además, el involucramien-
to sistemático que los actores armados irregulares hacen de la población in-
fantil en su estrategia de guerra, una cuestión, que por lo demás, no es exclu-
siva de los actores armados en el barrio Ocho de Marzo ni tampoco de Mede-
llín, sino generalizada para todas la territorialidades del país (o del mundo) en
conflicto.
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“es algo así como ocurrió con Ucrania y Hittler, entonces nosotros decidi-
mos ceder por un tiempo para luego recuperarlo… Nosotros hacemos una
resistencia silenciosa y nos quedamos ahí, el barrio se convierte en una
guarida, se esconden guerrilleros, más adelante se atracan taxistas, llega-
ban a tomar sin pagar, se apoderan de la comunidad. Era como la esperan-
za de que todo iba a ser transitorio, lo teníamos como claro, que eso no iba a
durar mucho porque eso no tiene salida”.
“primero no había quién, por el temor, ahora hay mucha gente que quiere
participar, o sea que la situación sí ha ido mejorando en ese aspecto, y yo
creo que esto es de tiempo, no sé qué irá a pasar ahora, creo que la cultura
de nosotros es seguir conviviendo con ellos (AUC) toda la vida, siempre va a
existir los que piensen distintos, pero ahora este es un barrio que trasno-
cha, donde la gente sale, se ha recuperado ya en algo… Ya se puede hablar
con más libertad, sigue el temor, pero uno sabe cómo hacer“.
“Aparecen más grupos juveniles y también personas estudiadas que han le-
vantado el espíritu y ahora el barrio cuenta con alrededor de 15 muchachos
universitarios y otros ya graduados, entonces ya se está cambiando esa cul-
tura del temor, de la delincuencia, está creciendo una cultura que quiere es-
tudiar, que quiere salir adelante; 15 personas en la universidad ya son mu-
chos por ser un barrio tan pequeño, entonces esos son logros que se van
apoyando. Los jóvenes ya participan, conocen, discuten”.
realizadas por ella, algunas veces con el acompañamiento de otros líderes co-
munitarios y del Inder, no sólo se despliega una estrategia de resistencia con-
sistente en sustraer a la población infantil y joven de la dinámica de violencia,
como ya se ha indicado, sino también una estrategia de mediano plazo hacia la
rearticulación de la vida comunitaria. Es así como, a partir de estas experien-
cias, el espacio público del barrio El Ávila empieza a recuperarse y llenarse de
contenido. Estas actividades permiten que la comunidad progresivamente, sin
confrontar directamente a las bandas delincuenciales, se reapropien del espa-
cio público, lo disfruten y lo revitalicen, aunque luego de realizada cada activi-
dad sea sustraído de nuevo por los actores armados, para recomenzar cada fin
de semana o cada noche de programación cultural a favor de la comunidad.
En la promoción y proyección de esta experiencia de resistencia civil no arma-
da, cabe destacar, el papel jugado por las mujeres, el cual se podría explicar, por un
lado, por su especial sensibilidad frente al trabajo lúdico, recreativo y artístico con la
comunidad; y, por otro lado, por el temor más acentuado entre los líderes varones a
emprender acciones de proyección comunitaria, pese a que en el barrio El Ávila el
hostigamiento al trabajo comunitario y sus líderes no fue tan marcado como en
otros sectores. También es de destacar, la constante preocupación de las lideresas
por mejorar sus cualidades y capacidades de liderazgo, participando en actividades
de formación y capacitación ofrecidas por ongs o algunas secretarías del gobierno
municipal, como el Inder y la Secretaría de Gobierno, lo cual les posibilitó así mismo
encontrar apoyo y respaldo a sus actividades a través de estas entidades y vincular-
se a redes de trabajo comunitario como REDCOR (Red comunitaria de la comuna
centro-oriental), con sede en el barrio Buenos Aires.
Cuando, con el tiempo, el gobierno municipal promueve en la Comuna 9
las mesas barriales y se compromete con su apoyo, este trabajo de resistencia
civil no armada podía mostrar sus frutos y potencializarse. Por un lado, había
un largo trecho recorrido previo de sensibilización de la comunidad frente a la
violencia y a la necesidad de superar la confrontación armada, confrontación
que para la comunidad significaba, como se ha dicho, dominio y violencia de
uno u otro actor sobre el territorio, sus vidas, sus bienes, su autonomía y sus li-
bertades. Por otro lado, gracias a este trabajo previo, las mesas barriales de
convivencia gozaron desde un principio de amplia legitimidad entre la comuni-
dad, y los actores armados pudieron tener interlocutores comunitarios en las
mismas, aparte de las instancias gubernamentales.
mapas con un dolor trágico, donde no había nada bueno (violencia, desnu-
trición, desamparo). De ese equipo de trabajo surgieron las mesas y se dije-
ron: vamos a sacar a esta gente adelante”.
“Estuvimos en Loreto en una reunión con los jóvenes de las bandas; en ésta se
trató de limar las asperezas entre ellos. La comunidad planteaba la necesidad
de terminar la violencia tan fuerte…luego participaron de las mesas de trabajo
promovidas por Luis Pérez. Allí los jóvenes expresaron las cosas buenas para el
barrio. Con el proceso iniciado con las mesas de trabajo se pudieron conocer
la comunidad y las bandas. La comunidad se dio cuenta que los jóvenes no te-
nían la culpa, era una ignorancia, por eso los líderes reconocieron la importan-
cia de la recreación y del deporte…Al encuentro con los jóvenes se enteraron
de que el conflicto era por territorios, antes no lo entendían”.
Conclusiones
La presentación que acabamos de efectuar de estas dos experiencias de
la Comuna 9 de Medellín, nos permite establecer algunas conclusiones gene-
rales acerca de la resistencia civil no armada en contextos urbanos dominados
por actores irregulares armados o en confrontación permanente. En estos con-
textos, en los que los actores armados ejercen un control y un dominio casi ab-
soluto y totalitario sobre el territorio y la población, el observador superficial
está tentado a descartar de plano la ocurrencia de cualquier expresión colecti-
va de resistencia, espontánea o conciente. Por lo general, se presume, que la
actitud de las comunidades barriales de la Comuna 9 ante estos poderes ha
sido la de la “obediencia” o la de la “adaptación” o el “acatamiento”, con todas
las restricciones que ello implica para el ejercicio de las libertades y la autono-
mía de sus miembros.
Sin embargo, la exploración que se ha hecho de estas experiencias, nos
muestra que no es así. Por el contrario, nos ilustran que la actitud de las comuni-
dades urbanas frente a estos poderes no es siempre la de la obediencia, la adap-
tación y el acatamiento, sino que el desacato, la desobediencia y, en general,
múltiples formas de inconformidad y de resistencia al poder dominante, emer-
gen, se desarrollan y se expresan en estos escenarios y son parte constituyente
de primer orden en la formación de la vida colectiva de las comunidades barria-
les. Estas experiencias muestran, que no siempre obediencia, adaptación o aca-
tamiento han significado legitimación del poder o aceptación voluntaria del mis-
mo. Detrás de muchas actitudes aparentes de adaptación, de respeto y obedien-
resistir obedeciendo. para una etnografía de la resistencia
civil no armada en medellín jaime nieto lópez 247
21 Una idea parecida la sugiere Virno en: Virno, Paolo. Virtuosismo y revolución,
la acción política en la época del desencanto. Traficantes de sueño. Madrid.
2004.
22 Tales estrategias bordean lo que, en otro contexto, P. Virno, caracteriza bajo
la idea del éxodo, “como sustracción emprendedora”, en el que el conflicto no
se presenta ya como una protesta, sino como una defección, en el que nada
es menos pasivo que la fuga; el exit, dice Virno, modifica las condiciones en
que tiene lugar el conflicto, más que presuponerlas como un horizonte fijo.
Cfr. P. Virno. Virtuosismo y revolución, la acción política en la época del de-
sencanto. Traficantes de Sueños. 2003.
en foco: la agenda de la violencia en la contemporaneidad latinoamericana
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Textos.
sibles, aquellas que suelen ‘hacer historia’”. Zibechi, Raúl. América Latina:
periferias urbanas, territorios en resistencia. Desde Abajo. Bogotá. 2008:8-9.
25 Al respecto, vale la pena tener muy en cuenta la advertencia formulada por el
propio Scott: “Siempre que limitemos nuestra concepción de lo político a una
actividad explícitamente declarada, estaremos forzados a concluir que los gru-
pos subordinados carecen intrínsecamente de una vida política o que ésta se re-
duce a los momentos excepcionales de explosión popular. En este caso omitire-
mos el inmenso territorio político que existe entre la sumisión y la rebelión y que,
para bien o para mal, constituye el entorno político de las clases sometidas”. J.
Scott, Op. Cit., pp. 233-234.
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Siglas:
FARC: Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (guerrilla).
ELN: Ejército de Liberación Nacional (guerrilla)
AUC: Autodefensas Unidas de Colombia (paramilitar)
BCN: Bloque Cacique Nutibara de las AUC (paramilitar)
BM: Bloque Metro de las AUC (paramilitar)
FFAA: Fuerzas Armadas de Colombia (Estado)
SENA: Servicio Nacional de Aprendizaje (estatal)
EPS: Empresa Prestadora de Salud (pública o privada)
TCC: Transportadora Comercial de Colombia (privada)
EPM: Empresas Pública de Medellín (estatal municipal).
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