SENTENCIA 3401993, de 16 de Noviembre
SENTENCIA 3401993, de 16 de Noviembre
SENTENCIA 3401993, de 16 de Noviembre
• ECLI:ES:TC: 1993:340
la siguiente
SENTENCIA
I. Antecedentes
De ahí que en el concreto caso del art. 76.1 L.A.U. quepan dos tipos de conducta
que produzcan el efecto de anular el sentido de la presunción legal. Ante todo, la
acción probatoria en contrario que puede intentar la parte demandada,
demostrando, por ejemplo, que el arrendador dispone de otras viviendas por
cualquier título que hagan innecesaria la ocupación del objeto del arrendamiento.
Este intento es bien visible en el caso de autos por parte de los demandados. En
segundo lugar, por la renuncia explícita o implícita del propio arrendador que
pretende denegar la prórroga forzosa. Como norma de beneficio, puede libremente
renunciarse a sus efectos, proponiendo la prueba pertinente sobre la necesidad de
ocupación. Incluso éste es el supuesto más frecuente en la práctica, pues las
entidades a que se refiere el art. 76.1 tienden, por regla general, a proponer
pruebas ante el riesgo de que las pruebas contrarias puedan destruir la débil
presunción legal.
El Estado español, en los Acuerdos firmados en 1979 con la Santa Sede, establece
un régimen específico para la Iglesia Católica en varias materias (matrimonio,
eficacia de las Sentencias canónicas en este ámbito, esfera impositiva y fiscal,
educación, servicio militar, etc.), en las cuales existe una regulación distinta y
diferente de la normativa común, lo que no supone que ello incida en el contenido
del art. 14 C.E., porque tiene un fundamento justificado y racional. Tal fundamento
se razona de manera objetiva en el mismo Acuerdo y se encuentra en el art. 16.3
C.E., en cuanto obliga a los poderes públicos a tener en cuenta las creencias
religiosas de la sociedad española y a mantener las consecuentes relaciones de
cooperación. Este principio cooperativo, nacido de la naturaleza, extensión y
finalidad de la Iglesia Católica, justifica la concesión, en determinadas materias, de
un trato distinto y diferente. El Estado reconoce la singularidad de estos fines y su
trascendencia social, carácter específico y singular que fundamenta el trato distinto
que recibe la Iglesia respecto a las demás personas físicas y jurídicas. Por ello, el
privilegio procesal, en abstracto, no vulnera el art. 14 C.E. al no discriminar a los
demás arrendadores por basarse en la condición diferente de la Iglesia, que origina
un tratamiento distinto. Tampoco este privilegio, como tal, produce discriminación
respecto del arrendatario, ya que éste ocupa una situación diferente en el contrato
de arrendamiento.
El Fiscal General del Estado concluye su alegato interesando de este Tribunal que
dicte Sentencia en la que se declare que el art. 76.1 L.A.U. es inconstitucional y por
lo tanto nulo, por ser incompatible y opuesto al derecho fundamental a la tutela
judicial efectiva consagrado en el art. 24 C.E.
El art. 76.1 L.A.U. contiene una regla que el propio apartado 2 del artículo
conceptúa de "beneficio de exención de prueba". Dejando aparte a la Iglesia
Católica, el sentido del art. 76.1 es declarar a ciertas categorías de personas de
Derecho público exentas de, o no "obligadas" a, justificar la necesidad de ocupar
sus propias fincas cuando "tengan que" hacerlo para establecer sus oficinas o
servicios. Aclara asimismo el precepto que aquellas personas jurídico-públicas
deberán respetar lo dispuesto "sobre preaviso, indemnizaciones y plazos para
desalojar" las viviendas o locales cuyo arrendamiento cese de prorrogarse. Así, pues,
el art. 76.1 establece una excepción beneficiosa en un punto concreto, pero también
declara la plena sujeción a la Ley de Arrendamientos Urbanos, en otros varios
extremos, de las entidades beneficiadas. La jurisprudencia ha interpretado
restrictivamente el beneficio excepcional y extensivamente la cláusula de sujeción.
Si el beneficio de exención de prueba dispensa a las entidades del art. 76.1 de una
carga que otros arrendadores tienen, esa dispensa se halla limitada por razón del
fin (la entidad arrendadora debe destinar la finca que tenía arrendada a "establecer
sus oficinas o servicios", lo que, por ejemplo, impide invocar el art. 76.1 con el
objeto de hacer cesar el arrendamiento para así enajenar la finca como libre de
arrendatarios, para volverla a arrendar en mejores condiciones o para cualquier otra
explotación puramente patrimonial) y por la conexión necesaria entre ese fin y el
medio con que se pretende atenderlo (el art. 76.1 exige que se "tenga que ocupar"
la finca, no simplemente que se desee ocuparla, como decía el precepto antes de
su reforma en 1964).
Incluso si, a efectos polémicos, se concediera que el art. 76.1 L.A.U. podría ser
"leído" como regla especial o singular sobre carga de la prueba, no cabría tacharla
de arbitraria, excesiva o irrazonable. La "procedimentalización" del actuar
administrativo resulta de los arts. 105 c) C.E. y 1.1 y 40 de la Ley de Procedimiento
Administrativo. Puesto que la voluntad administrativa de declarar necesaria la
ocupación queda documentalmente plasmada en un expediente o actuaciones,
corresponderá en principio al arrendatario el ofrecer dentro del proceso las
alegaciones y pruebas precisas para desvirtuar cuanto resulte de la documentación
administrativa; pero como ésta no disfruta de eficacia probatoria prevalente o
preferente, podrá ser libremente apreciada por el Juez civil junto con la prueba
practicada a instancia de los arrendatarios demandados (cfr. STC 76/1990,
fundamento jurídico 8º -B). Nada irrazonable hay en esta distribución de la carga
probatoria.
Concluye el Abogado del Estado su escrito de alegaciones con la súplica de que se
dicte Sentencia desestimatoria de la cuestión planteada. Mediante otrosí, interesa
asimismo la acumulación de la presente cuestión a la núm. 1.658/88.
11. Por escrito con fecha del Registro de este Tribunal de 25 de junio de 1990, el
Presidente del Congreso de los Diputados dio traslado del Acuerdo de la Mesa de
la Cámara de no personarse en el procedimiento ni formular alegaciones, poniendo
a disposición del Tribunal las actuaciones que pudiera precisar, con remisión a la
Dirección de Estudios y Documentación de la Secretaría General.
13. Por providencia de 4 de junio de 1990, la Sección Tercera del Tribunal acordó:
1º. admitir a trámite la cuestión planteada, turnada con el núm. 1.270/90; 2º. dar
traslado de las actuaciones recibidas, conforme establece el art. 37.2 LOTC, al
Congreso de los Diputados y al Senado, por conducto de sus Presidentes, al
Gobierno, por conducto del Ministerio de Justicia, y al Fiscal General del Estado, al
objeto de que en el improrrogable plazo de quince días pudieran personarse en el
procedimiento y formular las alegaciones que estimasen convenientes; 3º. publicar
la incoación de la cuestión en el "Boletín Oficial del Estado" para general
conocimiento.
14. Mediante escrito registrado el 14 de junio siguiente, el Presidente del Senado
interesó que se tuviera por personada a dicha Cámara y por ofrecida su colaboración
a los efectos del art. 88.1 LOTC.
15. El Fiscal General del Estado presentó sus alegaciones el 16 de junio a través de
escrito en el que reitera la argumentación ofrecida en igual trámite con ocasión de
la cuestión de inconstitucionalidad núm. 1.658/88 y consignada supra, 5 B),
interesando asimismo la declaración de inconstitucionalidad y nulidad del precepto
cuestionado por ser incompatible y opuesto al derecho fundamental a la tutela
judicial efectiva consagrado en el art. 24 C.E.
16. El Abogado del Estado evacuó el trámite conferido mediante escrito registrado
el 21 de junio, en el que, tras reproducir las alegaciones formuladas en la cuestión
de inconstitucionalidad núm. 1.254/90, concluye también con la súplica de que se
dicte Sentencia desestimatoria de la cuestión planteada. Por medio de otrosí,
interesa asimismo la acumulación de la presente cuestión a la núm. 1.658/88.
17. Por escrito con fecha del Registro de este Tribunal de 25 de junio, el Presidente
del Congreso de los Diputados dio traslado del Acuerdo de la Mesa de la Cámara
de no personarse en el procedimiento ni formular alegaciones, poniendo a
disposición del Tribunal las actuaciones que pudiera precisar, con remisión a la
Dirección de Estudios y Documentación de la Secretaría General.
21. El Fiscal General del Estado presentó sus alegaciones el 16 de junio a través de
escrito en el que reitera la argumentación ofrecida en igual trámite con ocasión de
la cuestión de inconstitucionalidad núm. 1.658/88 y consignada supra, 5 B),
interesando asimismo la declaración de inconstitucionalidad y nulidad del precepto
cuestionado por ser incompatible y opuesto al derecho fundamental a la tutela
judicial efectiva consagrado en el art. 24 C.E.
23. Por escrito con fecha del Registro de este Tribunal de 25 de junio, el Presidente
del Congreso de los Diputados dio traslado del acuerdo de la Mesa de la Cámara
de no personarse en el procedimiento ni formular alegaciones, poniendo a
disposición del Tribunal las actuaciones que pudiera precisar, con remisión a la
Dirección de Estudios y Documentación de la Secretaría General.
La cuestión trae causa del recurso de apelación núm. 13-26/91, dimanante del
juicio de cognición núm. 461/90, procedente del Juzgado de Primera Instancia núm.
4 de La Coruña, sobre resolución de contratos de arrendamiento, seguido a
instancia de la Tesorería General de la Seguridad Social contra don Alberto Aller
Martínez y otros. En el Auto de planteamiento de la cuestión se dice que ésta "se
concreta en el art. 76 L.A.U., en tanto que en su párrafo 1º dispone que no vendrán
obligados a justificar la necesidad y en el segundo que gozan del beneficio de
exención de prueba bastando que la declaración de necesidad se haga por el
Ministro correspondiente; respecto al precepto constitucional que se supone
infringido, el art. 14 en tanto proclama el principio de igualdad ante la Ley y el art.
24 al recoger la tutela judicial efectiva, la proscripción de la indefensión y el derecho
a un proceso con todas las garantías pudiendo utilizar los medios de prueba
pertinentes para su defensa; y, justificándose en qué medida la decisión del proceso
depende de la validez de la norma en cuestión, porque de bastar la declaración
ministerial de necesidad, sería preceptiva la estimación de la demanda en cuanto a
la concurrencia de tal causa de denegación de prórroga, mientras que, en otro
supuesto, procedería el estudio y resolución concreto de si realmente en el caso
presente la Entidad Pública arrendadora precisa para su propio uso las viviendas
arrendadas".
28. El Abogado del Estado evacuó el trámite conferido por escrito registrado el 27
de enero, en el que, tras reproducir las alegaciones formuladas en la cuestión de
inconstitucionalidad núm. 1.254/90, concluye también con la súplica de que se
dicte Sentencia desestimatoria de la cuestión planteada. Por medio de otrosí,
interesa asimismo la acumulación de la presente cuestión a la núm. 1.658/88 y
demás acumuladas.
29. Por escrito con fecha del Registro de este Tribunal de 28 de enero, el Presidente
del Congreso de los Diputados dio traslado del acuerdo de la Mesa de la Cámara
de no personarse en el procedimiento ni formular alegaciones, poniendo a
disposición del Tribunal las actuaciones que pudiera precisar, con remisión a la
Dirección de Estudios y Documentación de la Secretaría General.
30. El Fiscal General del Estado presentó sus alegaciones el 31 de enero a través
de escrito en el que básicamente reitera la argumentación ofrecida en igual trámite
con ocasión de la cuestión de inconstitucionalidad núm. 1.658/88, interesando
asimismo la declaración de inconstitucionalidad y nulidad del art. 76.1 L.A.U. por
ser incompatible y opuesto al derecho fundamental a la tutela judicial efectiva
consagrado en el art. 24 C.E. Igualmente, el Fiscal consideró procedente la
acumulación de la cuestión planteada a las turnadas con los núms. 1.658/88,
1.254/90, 1.270/90 y 1.329/90.
2. Para que las Corporaciones de Derecho Público gocen del beneficio de exención
de prueba será requisito indispensable que tengan reconocido tal carácter por Ley
y además que la declaración de necesidad se haga por el Ministro correspondiente."
No cabe, sin embargo, compartir estos reparos, pues el objetante parte de una
determinada premisa interpretativa sobre el contenido y alcance del art. 76.1 L.A.U.
que, cualquiera que sea su razón jurídica, no puede elevarse ahora, sin hacer
supuesto de la cuestión, a un pronunciamiento de inadmisibilidad. Y con
independencia de que en los litigios a quo se hayan practicado diferentes pruebas
sobre la necesidad de la ocupación de las viviendas, es indudable que la
interpretación que rechaza el Abogado del Estado es la que mantienen los órganos
judiciales proponentes de las cuestiones objeto del presente proceso constitucional,
ya que en otro caso hubiera sido suficiente que los órganos judiciales se hubieran
atenido simplemente a las pruebas practicadas en los respectivos litigios, sin
necesidad de trasladar a este Tribunal la duda de inconstitucionalidad respecto al
art. 76.1 L.A.U. Los órganos judiciales han expresado, pues, un entendimiento del
precepto cuestionado y del mismo debemos partir, dado que les corresponde en
exclusiva tanto la facultad de seleccionar la norma jurídica aplicable al caso como la
de fijar su preciso significado; de manera que únicamente una interpretación
manifiestamente irrazonable del sentido de la norma cuestionada podría llevarnos
a rechazar la admisibilidad de las cuestiones propuestas (STC 4/1988, fundamento
jurídico 2º). Lo que aquí no es el caso dado el tenor literal del art. 76.1 L.A.U., al
establecer que tanto la Iglesia Católica como las Corporaciones de Derecho público
-en lo que interesa al presente proceso constitucional- "no vendrán obligadas a
justificar la necesidad" cuando tengan que ocupar sus propias fincas. Por
consiguiente, no cabe acoger las objeciones de admisibilidad suscitadas por el
Abogado del Estado, aunque este pronunciamiento, claro es, no entraña en modo
alguno ni convalidación de la interpretación sostenida por los órganos judiciales
promotores de las cuestiones ni tampoco excluye que, tras el examen de la
constitucionalidad del precepto aquí cuestionado, pueda concluirse que otra
interpretación alternativa resulta la única constitucionalmente aceptable.
De ello se desprende que los órganos judiciales que suscitan las cuestiones han
considerado que el precepto aquí impugnado de la Ley de Arrendamientos Urbanos
podría ser enjuiciado desde una doble perspectiva constitucional: la de los arts. 14
y 24.1 y 2 C.E. Dualidad de perspectivas que, con independencia de lo acertado de
su fundamentación, resulta explicable en atención a la doble dimensión jurídica que
ofrece el propio precepto cuestionado: en cuanto la justificación de la necesidad de
la ocupación supone un requisito para el ejercicio del derecho del arrendador a
denegar la prórroga, el art. 76.1 L.A.U., ciertamente establece un régimen jurídico
que es diferente del general de los arts. 63 y 70.1 L.A.U. en atención a la posición
como arrendador de ciertos Entes públicos. Existiendo así una diferenciación jurídica
respecto a situaciones objetivamente iguales -la posición de arrendadores en el
contrato arrendaticio- que puede vulnerar el art. 14 C.E., como se ha sostenido en
el planteamiento de la cuestión realizado por el Juzgado de Distrito núm. 1 de
Toledo. En cambio, si se consideran los efectos de esta diferenciación legal en el
proceso arrendaticio del régimen especial previsto en el art. 76.1 y 2 L.A.U., el
enjuiciamiento constitucional ha de hacerse desde la perspectiva del art. 24 C.E.
como se propone en las restantes cuestiones de inconstitucionalidad, pues el
precepto cuestionado puede afectar a la igualdad procesal entre el demandante-
arrendador y el demandado-arrendatario en lo que respecta a la prueba de la
necesidad de la ocupación y generar la indefensión del segundo. Si se quiere, dicho
en otros términos, el precepto aquí impugnado permite que sea considerado, prima
facie, desde la igualdad jurídica en sentido material, y, atendidos sus efectos en el
litigio arrendaticio, también desde la igualdad procesal de las partes. Conviene, pues
examinar separadamente cada una de estas dos perspectivas de enjuiciamiento, de
conformidad con el propio planteamiento de una y otras cuestiones de
inconstitucionalidad acumuladas en este proceso.
Por consiguiente, el enjuiciamiento del art. 76.1 L.A.U. desde la perspectiva del
principio constitucional de igualdad ante la Ley del art. 14 C.E. ha de concretarse,
exclusivamente, en la mención relativa a "la Iglesia Católica", tal y como se plantea
en la cuestión de inconstitucionalidad núm. 1.658/88 promovida por el Juzgado de
Distrito núm. 1 de Toledo, excluyendo el planteamiento hecho en la cuestión núm.
2.631/91, de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de La Coruña.
Pero admitido esto, no cabe olvidar que, según la doctrina constitucional antes
expuesta, al regular una materia el legislador puede configurar una diferenciación
favorable en beneficio de unos sujetos respecto de otros, siempre que pueda
apreciarse en esta diversificación normativa "una finalidad no contradictoria con la
Constitución y cuando, además, las normas de las que la diferencia nace muestran
una estructura coherente, en términos de razonable proporcionalidad, con el fin así
perseguido" (STC 209/1988, fundamento jurídico 6º). Por lo que es preciso
determinar en el presente caso si el distinto y más favorable régimen legal que la
norma cuestionada concede a la Iglesia Católica como arrendadora posee un
fundamento objetivo y razonable en relación con la finalidad que la disposición
persigue y con los efectos que la distinción genera. Juicio similar al que, conviene
también recordarlo, ya se ha llevado a cabo por este Tribunal en materia de
arrendamientos urbanos respecto a la preferencia establecida en el art. 64.1 L.A.U.
en favor de los pensionistas (ATC 265/1984, fundamento jurídico 4º) y, más
recientemente, en beneficio de los funcionarios jubilados (STC 176/1993,
fundamento jurídico 3º).
No obstante, como han sostenido el Abogado del Estado y el Fiscal del Estado, el
carácter preconstitucional del precepto impugnado no impide, sin más, que pueda
incardinarse y encontrar su justificación en una norma de la Constitución.
Alegándose por los mencionados intervinientes que así ocurre, precisamente,
respecto al art. 16.3 C.E., pues aunque allí inicialmente se proclame la no
confesionalidad del Estado, no se excluye sin embargo que los poderes públicos
mantengan "relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás
confesiones". Ahora bien, sin necesidad de entrar a considerar el fundamento y los
límites de estas relaciones de cooperación, tal justificación del precepto cuestionado
no puede ser acogida. En primer lugar, ha de tenerse en cuenta que los términos
empleados por el inciso inicial del art. 16.3 C.E. no sólo expresan el carácter no
confesional del Estado en atención al pluralismo de creencias existente en la
sociedad española y la garantía de la libertad religiosa de todos, reconocidas en los
apartados 1 y 2 de este precepto constitucional. Al determinar que "Ninguna
confesión tendrá carácter estatal", cabe estimar que el constituyente ha querido
expresar, además, que las confesiones religiosas en ningún caso pueden trascender
los fines que les son propios y ser equiparadas al Estado, ocupando una igual
posición jurídica; pues como se ha dicho en la STC 24/1982, fundamento jurídico
1º, el art. 16.3 C.E. "veda cualquier tipo de confusión entre funciones religiosas y
funciones estatales". Lo que es especialmente relevante en relación con el art. 76.1
L.A.U. dado que este precepto ha llevado a cabo precisamente -por las razones
históricas antes expuestas- una equiparación de la posición jurídica de la Iglesia con
el Estado y los otros entes de Derecho público en materia de arrendamientos
urbanos.
5. Pasando ahora al examen del precepto cuestionado desde la perspectiva del art.
24 C.E., ha de tenerse en cuenta, de un lado, que la supuesta vulneración de los
derechos fundamentales reconocidos en dicho precepto ha sido invocada en las
cuatro cuestiones planteadas, respectivamente, por el Juzgado de Primera Instancia
núm. 4 de San Sebastián (cuestiones de inconstitucionalidad 1.254/90, 1.270/90
y 1.329/90) y por la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de La Coruña; y,
de otro, que la eventual contradicción con los mencionados derechos fundamentales
sólo se cuestiona respecto a las "Corporaciones de Derecho público" mencionadas
en el art. 76.1 L.A.U.
A) Para situar los términos del juicio de constitucionalidad desde esta concreta
perspectiva, conviene recordar que en los Autos de planteamiento dictados por el
primero de los órganos judiciales antes mencionados -y tras referirse a la
jurisprudencia constitucional sobre los derechos reconocidos en el art. 24 C.E.
según la cual en todo proceso ha de respetarse el derecho de defensa contradictoria
entre las partes mediante la oportunidad dialéctica de alegar y justificar sus
derechos e intereses- se afirma que el art. 76.1 L.A.U. "supone un desequilibrio
favorable a la Administración Pública en la dinámica procesal probatoria, básica para
que el órgano judicial considere como dados unos hechos alegados y emita el
pronunciamiento correspondiente en función de la pretensión ejercitada,
incrementando el esfuerzo acreditativo de una de las partes procesales". Y dado
que ello puede conducir a la privación de la vivienda arrendada, con las
consecuencias sociales que ello entraña, en este caso ha de reforzarse todavía más
"los principios de bilateralidad, contradicción y reparto de la carga de la prueba". Y
en la parca motivación del Auto de planteamiento dictado por la Sección Segunda
de la Audiencia Provincial de la Coruña, también se invoca el art. 24 C.E. por
estimarse infringidos el derecho a "la tutela judicial efectiva, la proscripción de la
indefensión y el derecho a un proceso con todas las garantías pudiendo utilizar los
medios de prueba pertinentes para su defensa".
Esta línea argumental se sigue y desarrolla también por el Fiscal General del Estado,
para quien la exención probatoria del art. 76.1 L.A.U. "supone la ruptura de la
igualdad de las partes (en el proceso), el desconocimiento de los principios de
bilateralidad y contradicción y por lo tanto la quiebra del derecho fundamental a la
tutela judicial efectiva"; pues respecto al arrendatario demandado por un ente
público el proceso, a su juicio, pierde su concepto, naturaleza y finalidad,
convirtiéndose en una simple ratificación de la declaración de necesidad de la
ocupación hecha por el arrendador y quedando el arrendatario sin posibilidad de
alegar, ni proponer pruebas, ni justificar el fundamento de su oposición.
B) Para enjuiciar la constitucionalidad del art. 76.1 L.A.U. ha de partirse del dato de
que este precepto establece una regla -conceptuada como "beneficio de exención
de prueba" en su apartado 2- por la que se dispensa a los Entes públicos allí
mencionados de la obligación de justificar la necesidad de ocupar sus propias fincas
cuando tengan que hacerlo para establecer sus oficinas o servicios. Exención,
conviene señalarlo, que no se extiende más allá de este concreto ámbito, pues las
Administraciones públicas a que se refiere el art. 76.1 L.A.U., al igual que los
particulares que sean arrendadores de viviendas o locales de negocios, se hallan
obligados a cumplir con los demás requisitos y trámites que esta ordenación legal
establece para iniciar el procedimiento de denegación de la prórroga forzosa por
causa de necesidad, como son los relativos al preaviso, las indemnizaciones y los
plazos para el desalojo de la vivienda (art. 76.1, in fine, L.A.U.).
A este fin, una primera consideración es necesaria, dado que los Autos de
planteamiento de las cuestiones, aun partiendo del dato de que el arrendador de
las viviendas en los procesos a quo era una Administración Pública, han soslayado
ciertas consecuencias que necesariamente se derivan del mismo. Pues si la
Administración Pública sólo puede obrar con "sometimiento pleno a la Ley y al
Derecho" (art. 103 C.E.), no cabe prescindir de un aspecto del tema que, por ser
anterior al inicio del procedimiento arrendaticio ante el Juez civil, en nada queda
afectado por lo dispuesto en el art. 76.1 L.A.U.: el relativo a las exigencias que el
Derecho administrativo impone al obrar de la Administración -tanto si opera como
poder público en el ejercicio de sus potestades o, como aquí ocurre, en una simple
relación de Derecho privado- y las correlativas garantías que este ordenamiento
establece en favor de los particulares. Exigencias y garantías que se proyectan, en
lo que importa al presente caso, sobre el acto administrativo que declara la
necesidad de ocupación de la vivienda (art. 76.2 L.A.U.) y constituye el presupuesto
legal de la denegación de la prórroga del arrendamiento.
Admitido esto, sin que sea necesario entrar en un examen pormenorizado del obrar
de la Administración en tal supuesto, sí conviene señalar, al menos, dos extremos
relevantes a los fines del presente enjuiciamiento. De un lado, que instruido el
expediente que conduce a la declaración ministerial exigida por el art. 76.2 L.A.U.,
por tener un interés legítimo en cuanto afectado por la resolución del contrato
locativo, en dicho expediente ha de darse audiencia al arrendatario "inmediatamente
antes de redactar la propuesta de resolución" [art. 84 de la Ley 30/1992, de 26 de
noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del
procedimiento Administrativo Común, que ha desarrollado lo dispuesto en el art.
105 c) C.E.]. Lo que indudablemente permite la defensa de los derechos e intereses
del arrendatario, con pleno respeto de "los principios de contradicción y de igualdad
de los interesados en el procedimiento" (art. 85.3 L.R.J.A.P.). A lo que se agrega, de
otro lado, que el precepto impugnado no excluye la posibilidad para el arrendatario
de impugnar ante la jurisdicción contencioso-administrativa el acto declarando la
necesidad de la ocupación de la vivienda por parte de la Administración, en un
proceso en el que aquel puede contar con todas las garantías que el art. 24 C.E. le
reconoce. Sin que ello implique en modo alguno "el desplazamiento de la carga de
la prueba" en perjuicio del arrendador sino la simple carga para el particular de
recurrir dicho acto en sede judicial, dado que goza de la presunción de legalidad,
como este Tribunal ha declarado en la STC 76/1990, fundamento jurídico 8º B).
Fallo
Ha decidido
Votos particulares
Todo lo cual podría ser más o menos defendible si antes no se hubiera dicho [en el
mismo fundamento, apartado C), in fine] que el arrendatario tiene la "posibilidad de
impugnar ante la jurisdicción contencioso-administrativa el Auto declarando la
necesidad de la ocupación de la vivienda por parte de la Administración, en un
proceso en que aquel (el arrendatario) puede contar con todas las garantías del art.
24 C.E.
2. Voto particular que formula el Magistrado don José Gabaldón López respecto de
la Sentencia dictada en la cuestión de inconstitucionalidad núm. 1.658/88 y
acumuladas
Se trata, pues, de enervar la prórroga legal forzosa establecida por la Ley para el
arrendador y este "beneficio de exención de prueba" constituye una ventaja, un
privilegio de ciertos arrendadores cuya constitucionalidad ha sido puesta en duda
desde el punto de vista del principio de igualdad (art. 14) como consecuencia de la
diversidad de trato atribuída a unos arrendadores respecto de otros y también del
art. 24.2 de la Constitución al crear una diferencia de trato de una parte procesal
(ciertos arrendadores) respecto de la otra (arrendatario). Importa en todo caso
anteponer este segundo motivo referido a la diferenciación entre las posiciones
procesales de arrendador y arrendatario como demandante y demandado en el
proceo civil porque a él, a falta de acuerdo, abocará en todo caso la pretensión de
denegación de la prórroga forzosa, y es en ese proceso donde el referido beneficio
puede introducir una desigualdad entre las partes en cuanto al régimen de la prueba
que iría en contra del principio de igualdad de armas en el proceso, implícito en el
derecho a un proceso con todas las garantías
(SSTC 27/1985, 227/1991 y 14/1992). Desigualdad en relación con la cual este
Tribunal ha afirmado que la paridad de posición de las partes no es conciliable con
la concesión de trato de favor en la utilización de trámites comunes a no ser que
existan circunstancias singulares (STC 101/1989, fundamento jurídico 4º) y es
incompatible con la imposición de una irregular o indebida carga de la prueba
(STC 227/1991, fundamento jurídico 3º) y que asegura que ambas partes
dispongan "de las mismas posibilidades y cargas de alegación, prueba e
impugnación" (STC 66/1989, fundamento jurídico 12).
2º. El citado beneficio consiste, como antes digo, en "la exención de prueba" (párrafo
2º) o sea en que los entes a los que el precepto se refiere no "vengan obligados a
justificar la necesidad" de la ocupación del inmueble arrendado "para establecer sus
oficinas o servicios". Y ello en un proceso civil arrendaticio que se rige por los
principios dispositivo y de aportación de prueba según los cuales el actor ha de
probar los hechos constitutivos de su pretensión y el demandado los impeditivos,
extintivos o excluyentes. Aquellas prescripciones constituyen, como la propia norma
señala, "un beneficio de exención de prueba" en cuanto a la totalidad de los hechos
justificantes de la necesidad de la ocupación para instalar las propias oficinas. Ello,
aunque no impide que la otra parte aporte prueba en contrario, traslada sobre ella
la carga de demostrar la inexistencia de la necesidad de la ocupación o de sus
hechos básicos y esto repercute sobre su posición en el proceso, que ya no
responde a la paridad probatoria entre las partes: y aún más puesto que habrá de
demostrar la inexistencia de la necesidad, que no es solamente un hecho sino una
apreciación del arrendador.
3º. Por lo tanto, dicho beneficio va incluso más allá de una simple presunción iuris
tantum análoga a las que establece el art. 63, el cual, tras sentar que la necesidad
de la ocupación habrá de justificarse, articula varios casos en los cuales dicha
necesidad se presume; sin embargo, en ellos no se dispensa de la prueba de los
hechos básicos de cada presunción, puesto que ésta deberá deducirse de la
demostración de aquéllos. En el art. 76 en cambio se dispensa de toda prueba
sobre la necesidad, con lo cual lo que viene a establecerse es, como el propio
precepto indica, un "beneficio" que constituye un auténtico privilegio por virtud del
cual la declaración o la decisión de ocupar la finca para establecer las propias
oficinas releva de toda prueba sobre la misma necesidad, y ésta se entenderá
finalmente acreditada si la parte contraria, a la que se atribuye la carga de una
prueba negativa, no demuestra lo contrario. En realidad, a la Administración le basta
con decidir que necesita el inmueble a fin de instalar una oficina o servicio para
quedar relevado de toda otra prueba, mientras que el arrendatario deberá intentar
una prueba imposible si es previa (la inexistencia de la necesidad para ese fin),
puesto que se tratará simplemente de desmentir aquella afirmación; y sin que ni
siquiera esté prevista para el caso una fórmula de recuperación semajante a la del
art. 68 de la L.A.U.
4º. Trátase, pues, de un privilegio procesal que altera en cuanto a la prueba el
principio de igualdad de armas. Y este privilegio, atribuído a determinados entes
públicos (Estado, Provincia, Municipio) y extendido a las Corporaciones de Derecho
Público y a la Iglesia Católica tuvo su fundamento en las prerrogativas de Derecho
público atribuídas, por ser tales, a dichos entes. Una breve referencia a su origen lo
demuestra: así, el precepto tiene su origen en el Real-Decreto-Ley de 17 de
diciembre de 1924 (art. 5 F)) donde se permitió la denegación de la prórroga" en
los casos de expropiación forzosa por causa de utilidad pública y en los que el
Estado, Provincia o Municipio necesiten ocupar sus propios bienes para ejecutar
proyectos de interés general"; la Ley de Bases de Arrendamientos Urbanos (31 de
diciembre de 1946) suprimió el supuesto de "expropiación forzosa" y se agregaron
las Corporaciones de Derecho Público; se empleó ya la expresión "no vendrán
obligados a justificar la necesidad" que ha llegado a la Ley de Bases de 22 de
diciembre de 1955 y finalmente a los textos de 1956 y 1964. De hecho, el supuesto
de "expropiación forzosa del inmueble" ha permanecido en el art. 114.9, al márgen
del privilegio señalado, como una causa, no de denegación de prórroga, sino de
resolución del contrato arrendaticio, determinante incluso del desahucio
administrativo.
Por otra parte, ese mismo carácter de constatación de hechos, la aleja de una
posible analogía con los denominados actos separables, verdadero procedimiento
de preparación y conclusión por la Administración de un contrato privado y cuya
fiscalización contenciosa es capaz de determinar la invalidez de éste. Y tampoco
cabe analogía alguna respecto de lo previsto en los arts. 78 y 114.9 y 10 de la
propia L.A.U.; en cuanto al primero, porque al derribo de la finca determinante de
la causa segunda de excepción a la prórroga se llega mediante un procedimiento
administrativo en el cual se obtiene la autorización para derribar, previas ciertas
comprobaciones y compromisos y es esa autorización el acto recurrible
administrativamente, pues sólo cuando ha ganado firmeza es posible el desahucio.
Respecto de la expropiación, el supuesto es distinto en cuanto se refiere a la
propiedad del inmueble. Y en la ruina, se trata también de una resolución
administrativa cuyo objeto es solamente esa declaración y que, una vez firme,
constituye causa de resolución del contrato a esgrimir ante el Tribunal civil (salvo si
se manifiesta como inminente).
7º. Muéstrase, pues, como conclusión, la de que este beneficio es una prerrogativa
de Derecho público con efectos en un proceso de Derecho privado y contraviniendo
el principio de igualdad de armas en la prueba, incluído en el art. 24.2. de la
Constitución y procedía declararlo así en respuesta a la cuestión suscitada.