Leccion5 5
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Esta clase corresponde a la unidad temática 3 e inicia el tratamiento de algunos aspectos referidos la
industria y los empresarios con inversiones en ese sector.
A su vez, en esta segunda etapa se encuentra una unidad de análisis diferenciada que corresponde al
particular desempeño del sector industrial durante el transcurso de la Primera Guerra Mundial. El
objetivo de las dos clases previstas consiste en identificar las características principales que adquiere
el sector industrial en estas etapas y los factores (económicos, políticos y sociales) que impulsaron y/
o trabaron su crecimiento. Adicionalmente se pretende reconocer las características del comercio
exterior y los instrumentos y políticas estatales que afectan la dinámica del crecimiento industrial.
Con este propósito es posible establecer algunos ejes o dimensiones de análisis principales para
abordar la temática: en primer lugar está la dimensión estructural o macroeconómica
(cuantitativa), que abarca la participación del sector industrial en el conjunto de la economía
nacional, su tasa de crecimiento, la estructura del producto bruto industrial (principales ramas o
actividades dinámicas) y la localización espacial (distribución regional). En segundo lugar existe una
dimensión microeconómica (cualitativa) que atañe a las características de las empresas industriales,
el tamaño de las firmas, la existencia de grupos económicos, la incorporación de la tecnología, su
rentabilidad, mercados y estrategias, el aprovisionamiento de materias primas y mano de obra, etc.
Un tercer nivel corresponde a los aspectos socio-políticos, esto es a las características de los
empresarios y de los trabajadores industriales y en cuarto lugar, a la dimensión estatal: las
definiciones de política económica que afectan al desempeño manufacturero, la política fiscal y
arancelaria, los debates y la legislación vinculada al sector.
Desde ya, es necesario destacar los debates historiográficos que han recorrido estas dimensiones,
girando en torno a problemáticas tales como: la naturaleza de la clase dominante en la Argentina y
los determinantes de las políticas económicas, el debate entre el impacto del shock externo y la
teoría del bien primario exportador, la versión “olímpica” del desarrollo industrial (que incluye la
“teoría de la demora”) versus el crecimiento gradual del sector, etc. Como se advierte, el estudio del
sector industrial en el período requiere de un análisis integrador y complejo que aquí sólo puede
abordarse acotadamente. En esta primera lección entonces se enfatizaran algunas de las dimensiones
señaladas al tiempo que se hará referencia a los debates historiográficos más importantes.
Los estudios sobre el sector industrial durante la vigencia del denominado modelo agroexportador
estuvieron por años condicionados por la percepción de la existencia de una clase dominante
identificada con el poder de los terratenientes. Como se analizó en las clases anteriores, esa imagen
fue deteriorándose a partir de una serie de trabajos en los últimos años. La relación entre
terratenientes e industriales y los determinantes de las políticas económicas serán analizados
básicamente en la próxima lección. En esta clase nos detendremos en el análisis de las características
y desempeño del sector industrial en el período agroexportador y fundamentalmente hasta 1914.
Desde fines de los años sesenta los estudios sobre le proceso de industrialización en la Argentina
pretendieron presentarse como una revisión de las interpretaciones a esa altura consideradas
“clásicas”. Esas interpretaciones habían sido influenciadas fundamentalmente por las concepciones
de la Cepal sobre el desarrollo económico en América Latina.
La interpretación tradicional sostenía que la gran depresión había constituido una divisoria de aguas
en la evolución de la industria en la Argentina, y había marcado el tránsito desde la economía
primario exportadora a la industrialización por sustitución de importaciones. Esta perspectiva
relativizaba el crecimiento industrial anterior a la crisis –considerándolo poco importante- y suponía
que el predominio agrario había impedido el impulso del sector manufacturero. Obviamente, en esta
interpretación, el manejo del estado por parte de los terratenientes habría imposibilitado que los
industriales en su mayoría extranjeros y propietarios de pequeños talleres participaran en la
definición de políticas económicas que pudieran favorecer a ese sector productivo. La oposición
entre terratenientes e industriales era enfatizada en esta visión.
Aunque la obra de Dorfman (1942:1970) debe considerarse sin duda el hito principal en las
investigaciones sobre el origen de la industria antes de 1930, una de las síntesis interpretativas más
expresivas de la visión clásica se halla en un temprano artículo de Roberto Cortés Conde,
“Problemas del crecimiento industrial de la Argentina, 1870-1914 ” - publicado por primera vez en
1963- que presentaba al mismo tiempo algunos ingredientes de otra interpretación que cristalizaría
años después (y que puede denominarse “neoclásica”). Por un lado, el autor señala los importantes
problemas que tenía el sector en esos años, principalmente por las características que adquirieron las
corrientes de capital (orientación, fluctuaciones, etc.) y porque la especialización agropecuaria
generaba “una falta de asignación suficiente al sector de las industrias” (p. 65), que no fue
compensada con una adecuada política de créditos aptos para el sector manufacturero. Además, la
propia estructura del comercio exterior argentino terminó por imponer una lógica donde los
exportadores veían como necesario mantener un alto nivel de importaciones para poder exportar.
Según Cortés Conde, la política oficial en materia de aduanas “cuando no fue puramente fiscalista
sostuvo un proteccionismo al revés”, gravando más la importación de materia prima necesaria para
fabricar el producto en el país, que el artículo terminado” (p. 68).La “debilidad” de los industriales
para presionar en favor de una mayor protección arancelaria habría operado en el mismo sentido.
Así, la “falta de un grupo dinámico, con suficiente poder, que tomara en sus manos la dirección del
proceso industrial” socavó las posibilidades de un mayor y más armónico crecimiento del sector.
Si bien, hasta aquí la interpretación de Cortés Conde señala límites importantes para el desarrollo de
las manufacturas y un bajo crecimiento del sector (que se correspondería con una interpretación
“clásica”) también destaca que un importante segmento (la agro industria) surgió como una
“prolongación de la actividad agropecuaria principal”, un hecho que explicaría por qué en este sector
“los intereses de ambos grupos, en vez de contraponerse, se confundían” (p. 70), acercándose de este
modo a un aspecto que retomará la visión neoclásica, y alejándose de la interpretación tradicional
que suponía un enfrentamiento entre esos sectores sociales. De este modo, la tradicional percepción
de industriales desplazados del poder era parcialmente cuestionada. No obstante, según Cortés
Conde, por fuera de esas actividades predominaban pequeños talleres controlados por extranjeros
que efectivamente carecerían de influencia política para torcer el rumbo de una política económica
pro exportadora-importadora.
Algunos de estos ingredientes serían retomados años después en una nueva interpretación, propuesta
por Ezequiel Gallo en " La expansión agraria y el desarrollo industrial en Argentina (1880-1930)" ,
un trabajo publicado originariamente en el exterior en 1970. Este autor, junto con otros, inició una
tradición historiográfica que propuso una imagen más gradual del desarrollo industrial de la
Argentina antes de 1930 y también más optimista, al revalorizar los eslabonamiento productivos
generados por el auge agroexportador y destacar un importante crecimiento del sector. Ciertamente,
si por un lado las interpretaciones inspiradas en la teoría del bien primario exportable y en el
pensamiento neoclásico destacaron las escasas fricciones existentes entre terratenientes e industriales
un aspecto ya presente en el análisis de Cortés Conde, por otro, notaron los efectos benéficos para el
conjunto de la economía argentina de la expansión agraria, estableciendo un grado de correlación
entre crecimiento de las exportaciones, apertura económica y desempeño manufacturero. En
términos generales los autores de la denominada reacción neoclásica señalan que el período de
mayor crecimiento de la economía argentina coincide con el de menor intervención estatal y mayor
apertura, durante la vigencia del modelo agroexportador. En los trabajos de esta corriente predomina
una visión gradual del proceso de industrialización –ajustada a la lógica de lo razonablemente
posible en esas condiciones de mercado- que puede ser interpretada en parte como una revisión del
modelo rupturista de Rostow (solo en la medida en que se apartaba del molde “clásico”) y rechazan
la originaria periodización del estructuralismo, que señalaba como unto de partida de ese proceso el
agotamiento de la economía primario exportadora hacia los años treinta.
A partir de los años setenta se fue consolidando por una parte la idea de un crecimiento industrial
importante antes de la década del treinta; y por otra, se puso en duda que el desarrollo de la industria
estuviese necesariamente vinculado a su protección arancelaria. En particular el trabajo de Javier
Villanueva (1972) tuvo gran impacto al destacar los cambios en el sector industrial en los años
veinte y su importante crecimiento principalmente producto de una oleada de inversiones
americanas, aunque el propio Dorfman ya había señalado la relevancia de ese sector en el contexto
del modelo agroexportador; también otros aspectos como la importante participación de empresas
creadas antes de 1930 en el total del PBI del sector –en 1935 o 1946- ya habían sido señalados por
autores marxistas en la primera mitad de los años sesenta.
Ezequiel Gallo en el trabajo citado cuestiona lo que denomina dos enfoques vinculados a
interpretación “clásica”: aquel que abreva en el control absoluto del poder económico y político por
parte de los terratenientes y aquel que sostiene que los sectores sociales vinculados al impulso
manufacturero eran “débiles” por distintas razones, donde estaría incluido el trabajo de Cortés
Conde antes mencionado. Para Gallo, ambas interpretaciones implican cierto conflicto entre
terratenientes e industriales que debe discutirse. Para ello, en primer lugar señala la importancia de la
industria y su notable tasa de crecimiento, especialmente en la década de 1880, con la introducción
de grandes plantas en el sector de alimentos (molinos, ingenios y frigoríficos) y en la primera década
del siglo XX. De este modo, “el crecimiento de la industria coincidió en términos generales con el
boom agroexportador” (p. 17) y con el período de supuesta mayor apertura de la economía.
Esta idea choca fuertemente con la visión tradicional estructuralista que sostenía que el escaso
proteccionismo había impedido el crecimiento industrial y que el sector había logrado impulso
cuando shocks externos desfavorables protegieron “de hecho” a las manufacturas locales (por
ejemplo, durante la primera guerra o con la crisis de 1930). De este modo no sólo se cuestionaba la
“versión olímpica” del crecimiento industrial, esto es aquella interpretación que recalaba en que el
crecimiento manufacturero se había dado después de 1930 por efecto del impacto negativo de la
crisis mundial (lo que constituiría luego el centro del estudio de Villanueva) sino también la “teoría
de la demora” de Guido Di Tella y Manuel Zymelman (que retomaremos en la clase siguiente) al
destacar el importante crecimiento del sector en los años veinte.