El Viaje

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EL VIAJE.

¿Alguna vez te has preguntado cómo era viajar en un barco durante el siglo XVI o XVII?

La palabra más usual para describir las tripulaciones de los barcos


de los siglos XVI y XVII es abigarrada siendo un grupo social muy poco
estudiado hasta el momento. Sin embargo, es evidente que la mayoría de la
marinería pertenecía a las clases sociales más pobres.

El transporte: Durante el primer viaje de Colón, que zarpó en


1492 contó con tres carabelas y 87 hombres. Era el barco básico de los
viajes con un promedio de 100 toneladas en la que destaca por ser rápida y marinera.

Su duración dependía mucho del cuidado y el mantenimiento, que implicaba un laborioso y carenado a intervalos
determinados. Los barcos de madera se pudrían rápidamente en los climas húmedos y tropicales y la parte baja era atacada
por los gusanos toredo y el gran numero de parásitos marinos conocido por los españoles como brava.

Los oficios: Los barcos necesitaban hábiles artesanos. Carpinteros, toneleros para los barriles de vino y agua.
Herreros, fabricantes de velas y artilleros. Aunque escasos eran muy importantes e imprescindibles.

La vida en el mar: Era muy poco atractiva: era


sucia, peligrosa y muy insalubre. La comida y las
condiciones de vida horrendas, de forma que en los viajes
más largos los barcos que se retrasaban parecían
cementerios cuando atracaban.

El escorbuto, resultado de la falta de vitaminas y


una dieta inadecuada, aparecía casi inevitablemente tras o
tres semanas en el mar. La dieta básica de galleta de barco,
agusanaba, tocino salado de cerdo y agua salada tibia y algún que otro animal.

Los oficiales y pasajeros vivían sobre cubierta, durmiendo en los castilletes u otros pequeños habitáculos de la
cubierta superior.

A proa del palo mayor estaba el fogón, un hornillo de carbón vegetal que se sostenía sobre una superficie metálica,
alrededor del cual se amontonaban los hombres para recibir comida caliente.

El resto de hombres dormía en “patetas” entre las cubiertas, rodeados por barriles de los pasajeros, sus propias
provisiones, y armas.

El barco cabeceaba y se inclinaba continuamente, y cuando había tormenta el mar barría el barco, el agua salía entre
las cubiertas. Tanto los hombres como sus ropas permanecían mojados durante días.

Abajo estaban las odiadas bombas de achique (para quitar el agua estancada).

La bodega de carga estaba en el medio del barco. A menudo estaba cerrada y fuera del alcance de la tripulación.

Bibliografia: Bethell, Leslie, Historia de américa latina 2. América Latina colonial: Europa y América en los
siglos XVI, XVII y XVIII. Editorial Crítica, Barcelona 1990.

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