Ndioro Sow II Encuentro Hispanistas Africanos 2021

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LA PRESENCIA DE LA CULTURA AFRICANA EN LA

LITERATURA EN ESPAÑOL: DE LOS ORÍGENES HISTÓRICOS A


LA ACTUALIDAD

Ndioro Sow
Universidad Gaston Berger (Saint Louis, Senegal)

RESUME
La présence de l’Afrique dans la littérature en espagnol est diverse et remonte à très loin
dans le temps. Premièrement, il s’agit des relations entre l’Espagne et l’Afrique, c’est-à-
dire entre l’Espagne et l’Africain, notamment le Noir et sa culture.
Ensuite vient la présence du Noir (de l’Afrique) dans la littérature du Siècle d’Or, du
roman courtois et des récits de captivité (Doña María de Zayas y Sotomayor, Diego
Jiménez de Enciso, Cervantes, Mariana de Carvajal, etc.)
En troisième position se trouve la présence du Noir dans la littérature coloniale (hispano-
américaine et africaine), sans oublier les thématiques, les contextes et les enjeux. En
dernière position est abordée la présence de l’Afrique dans la littérature postcoloniale et
contemporaine autour de deux axes majeurs.
D’une part, l’espagnol n’est plus uniquement la langue des Espagnols: D’autres peuples
se l’approprient et en font leur médium linguistique, un moyen d’expression de leurs
littératures (L’Amérique hispanique, l’Afrique, etc.). Une littérature noire voit alors le
jour, notamment dans les Caraïbes et dans d’autres aires géographiques noires et/ou de
l’afro-descendance.
D’autre part, l’Espagne et l’Amérique hispanique s’intéressent de nouveau à l’Afrique:
Des écrivains espagnols tels que Manuel Villar Raso, Javier Reverte, Albert Sánchez
Piñol, etc., des écrivains hispano-américains tels qu’Alejo Carpentier, Mario Vargas
Llosa, Abel Posse, etc. Nous n’oublions pas enfin la littérature très actuelle sur le thème
de l’émigration vers l’Espagne.
Mots clés: Littérature, Afrique, Espagne, Amérique hispanique, culture, langue et
histoire.

ABSTRACT
The presence of Africa in Spanish literature is diverse and goes back a long way. Firstly,
it is about the relationship between Spain and Africa, that is, between Spain and the
African, especially the Black man and his culture.
Secondly, there is the presence of the Black man (of Africa) in the literature of the Golden
Age, in the courtly novel and in the stories of captivity (Doña María de Zayas y
Sotomayor, Diego Jiménez de Enciso, Cervantes, Mariano de Carvajal, etc.).
Ndioro Sow
La presencia de la cultura africana en la literatura en español: de los orígenes históricos a la actualidad

In third place is the presence of the Black man in colonial literature (Hispanic-American
and African), without forgetting the themes, contexts and issues. Lastly, the presence of
Africa in post-colonial and contemporary literature is discussed along two major lines.
On the one hand, Spanish is no longer only the language of the Spanish: other peoples
appropriate it and make it their linguistic medium, a means of expressing their literature
(Hispanic America, Africa, etc.). A black literature was born, especially in the Caribbean
and in other black and/or Afro-descendant geographical areas.
On the other hand, Spain and Hispanic America are again taking an interest in Africa:
Spanish writers such as Manuel Villar Raso, Javier Reverte, Albert Sánchez Piñol, etc.,
Hispanic-American writers such as Alejo Carpentier, Mario Vargas Llosa, Abel Posse,
etc. Finally, we should not forget the very current literature on the theme of emigration
to Spain.
Key words: Literature, Africa, Spain, Hispanic America, culture, language and history.

INTRODUCCIÓN
Contemplamos estudiar el tema de la presencia de la cultura africana en la literatura en
español1. Como bien lo notamos, se trata de un tema bastante amplio que establece un
enlace entre dos áreas culturales diversas. Por una parte está España y la Hispanidad y,
por otra parte está África, pero esta no es vista solo como un continente sino en la
diversidad de su cultura presente en varias partes del mundo. Desde luego, esta
formulación interpela el sentido que se concede a la cultura:

Definiremos la cultura como todo lo que yo detengo en propio de mis padres,


mi comunidad, mi país, y que me confiere una personalidad específica,
identificable y no enajenable respecto a ajeno. Son esos elementos que
modelan mi comportamiento y le dan su sello tan natural como auténtico
(Betina, 2003:3-4)

El escritor español Juan Goytisolo, muy consciente de la amplitud del concepto de cultura,
lo sitúa bajo el ángulo de una pasarela entre pueblos al considerar que «una cultura es la
suma de influencias que recibe (un pueblo) a lo largo de su historia»2. En otras palabras,
volviendo a nuestro tema, se plantea la presencia, en el hispanismo, de una diversidad
llamada cultura y que toca temas de carácter histórico, racial, social –entre sociología y
antropología–, político, económico, etc.

1
Este ha sido el tema elegido para la conferencia introductoria del II Encuentro de Hispanistas África-
España «La huella africana en el español», celebrado del 16 al 18 de noviembre de 2021.
2
Véase: https://www.eldia.es/cultura/2011-09-23/19-Goytisolo-creo-libros-sagrados-mil-noches-todo-es-
dudoso.htm.

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La presencia de la cultura africana en la literatura en español: de los orígenes históricos a la actualidad

Tratando de lo que se ha llamado «la literatura en español», precisémoslo, corresponde


más exactamente hablar de varias literaturas, de todas aquellas escritas en español y que,
por lo tanto, refieren amplia y sucesivamente a la literatura española, que está sometida a
una diversidad interna, de la que seleccionamos la clásica y la moderna, centrándonos
más en la contemporánea; la hispanoamericana, con una diversidad muy importante a la
que se agrega la geográfica entre una parte del Norte del referido continente, del Centro,
de las Antillas, del Caribe y del Sur; o la africana, también diversa entre la ecuatoguineana
y la de la otra parte de África (hay una literatura de expresión española fuera de las áreas
geográficas en las que se habla oficialmente español). ¿Y por qué no mencionar el
continente asiático, particularmente las Islas Filipinas que forman parte de aquel inmenso
imperio áureo del que se decía que el sol nunca se ponía?

Frente a este abanico literario muy abierto, cuya quintaesencia acabamos de esbozar y en
la cual hemos de buscar las huellas de la cultura africana, vamos a aplicar el siguiente
enfoque para una estructuración de nuestro estudio. Partiremos de los orígenes fundadores
de las relaciones entre España y África hacia el contenido cultural de estas relaciones a
través de las literaturas de expresión española. Por lo tanto, en la primera parte veremos
las relaciones entre España y África, entre España y el ser africano, particularmente el
negro y su cultura (se trata también de las diferentes entradas o encuentros que
contribuyeron a forjar una imagen del negro-africano, aunque África no se limita a este).
La segunda parte tocará a la presencia del negro (de África) en la literatura del Siglo de
Oro –Doña María de Zayas y Sotomayor, Diego Jiménez de Enciso, Cervantes, Mariana
de Carvajal, etc.–, generalmente en la novela cortesana cervantina y posterior con, por
ejemplo, los relatos de cautiverio. De estos ejemplos seleccionaremos algunos. En la
tercera parte estudiaremos la presencia de África en la literatura colonial
hispanoamericana y africana, sin olvidar la temática (y las preocupaciones) que cambia
de una época a otra según los contextos. La cuarta parte se centrará en la presencia de
África en la literatura poscolonial y contemporánea, y se articulará en torno a dos ejes
mayores que paso a enunciar. Por una parte, veremos que el español ya no es únicamente
la lengua de los españoles; otros se han apropiado de él y lo usan como su medium
lingüístico, es decir, el medio de expresión de sus literaturas en espacios como
Hispanoamérica y África. Además puntualizaremos la emergencia de una literatura negra,
sobre todo en el Caribe y otras áreas geográficas negras y/o afrodescendientes. Por otra

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La presencia de la cultura africana en la literatura en español: de los orígenes históricos a la actualidad

parte, pondremos el foco en un fenómeno interesante y estimulador para la hispanidad


como es el interés de algunos escritores españoles y latinoamericanos por África, sus
pueblos, su cultura y su diáspora. Se trata de españoles como Manuel Villar Raso, Javier
Reverte, Albert Sánchez Piñol, etc.; y de hispanoamericanos como Alejo Carpentier,
Mario Vargas Llosa o Abel Posse, entre otros. Este apartado se cierra con la temática muy
reciente de la emigración en unas obras que iremos citando.

1. LAS RELACIONES ENTRE ESPAÑA Y ÁFRICA (EL AFRICANO Y SU


CULTURA)
Empezamos por una contextualización histórica de las relaciones entre España y África,
de la que va a aparecer la relación entre España y el africano. Al respecto podemos
destacar dos etapas determinantes que son de índole política y estratégica, una es distante
y relativa a derechos territoriales, otra es física y relativa a la política colonial española.

El primer contacto se remonta al siglo XVI y es determinado por dos aspectos: una visión
reductora de África a su parte Norte, particularmente a Marruecos, y la adquisición de
derechos territoriales en este espacio. El segundo contacto fechado primero a finales del
siglo XVIII, unas relaciones con el Sahara y el Rif, y luego a partir del Siglo XIX con el
Golfo de Guinea. Lo precisa el profesor Mbaré Ngom, en su artículo «Rutas de imperio:
visiones literarias de África en el discurso colonial español»:

Si bien la presencia española en África se remonta al siglo XVI, o incluso al


siglo XIV, si nos apuran, los derechos territoriales de la corona se limitaban al
norte del continente. Sin embargo, la presencia física española en esta parte
del continente no empezaría hasta el último tercio siglo XIX con la fundación
del asentamiento de Villa Cisneros en 1884. Por razones estratégicas,
militares y geopolíticas, África siempre ha estado presente en el imaginario
español. Cuando Joaquín Costa afirmaba que, para los españoles, África
comienza en la planta de los pies y termina en el pelo de la cabeza, para
muchos españoles África se reducía a Marruecos, y más concretamente, al
norte de Marruecos y a Ifni. Esa visión reduccionista de África había
contaminado la percepción y representación de la realidad de la opinión
pública española de entonces y, asimismo, guiaba la política del reino (Ngom,
2000: 376).

La entrada progresiva de España en el espacio subsahariano, precisamente en el Golfo de


Guinea, fue posibilitada por dos tratados de una extrema trascendencia histórica, primero
el de la Granja, en 1777, y luego el del Pardo a partir del cual el reino de Portugal procede

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a una cesión a la Corona española de las tierras de la Isla de Fernando Pó3. Este tratado
va a reorientar de una manera determinante la política española en África al abrir unas
perspectivas económicas, sobre todo, y de actividades comerciales en el Golfo de Guinea
y en lo relativo al comercio de esclavos. Otra consecuencia es la entrada de España,
aunque con menos envergadura, en el grupo de los países europeos colonizadores del
continente africano, particularmente a partir de la Conferencia de Berlín de 1885 que
marca el reparto del continente en colonias.

La plasmación de este contexto histórico de apertura de España a África nos permite


enfocar la presencia de esta en su literatura africanista, es decir, en un discurso
deconstructivo y despreciativo del ser africano, de conformidad con los intereses del
proyecto africanista español. Entra en ello una aprehensión del término «negro» a partir
de un ángulo «genérico, usado para categorizar y neutralizar a todos los grupos que
habitan el espacio» (Ngom, 2000: 378). En pleno territorio africano, el negro es objeto
de marginación y ninguneo por ser considerado como desprovisto de historia y de cultura.
Además de en la obra de Bartolomé Soler La selva humillada (1951) sobre el espacio
poco acogedor de África, esta visión está presente en En el país de los bubis (1919), de
José Más, en la que se exalta el primitivismo de los bubis y la ausencia entre ellos de una
lengua, siendo considerada la suya como una jerga. La misma visión negativa se
encuentra en Fang-Everja (1950), de German Batista.

En suma, de estos primeros contactos de España con África destacamos una mentalidad
general marcada por el desconocimiento de la geografía de este continente y, lo que
consideramos como las primeras «huellas», un discurso literario precolonial y colonial
marcado por los prejuicios raciales y objetos de alienación cultural4.

Además de lo dicho, conviene enriquecer la contextualización histórica para facilitar una


mejor comprensión de la historia de las relaciones entre España y África y, por lo tanto,
de la presencia de África en las literaturas de expresión española. Hemos notado lo
antiguas que son estas relaciones, aunque bajo otro ángulo más histórico estas van más

3
El tratado ha sido citado por Agustín Miranda Junco en Leyes coloniales: legislación de los territorios
españoles del Golfo de Guinea, p. 15.
4
Los textos historiográficos coinciden con el mismo discurso: Morales Lezcano, 1986; Mariano Castro y
Donato Ndongo Bidyogo (España en Guinea, 1998); John Noyes, 1990; Ricardo Beltrán y Rozpide, (La
Guinea española, 1881); Edward Said, 1978; Manuel Iradier y Bulfi, (África, 1994) o Florencio Ceruti,
(África la virgen, 1928).

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lejos. Asimismo, podemos convenir que es innegable la conquista de España por los
árabes en los inicios del siglo VIII, más precisamente en el 711, y que esta se hizo a partir
del norte del continente africano, donde también la religión es mayoritariamente
musulmana, con una presencia muy fuerte de la cultura árabe y berebere. Recuerda Juan
Goytisolo la influencia de ello en él: «Me han dicho que soy el primer escritor español
que conoce el árabe dialectal desde el Arcipreste de Hita. Claro que ¿por qué ese
desinterés por África?... Ahora me gustaría hablar el bereber, aunque el elogio del saber
no es rentable», lamentó con ironía5.

Así, recordamos que la invasión del 711 constituye directa o indirectamente uno de los
primeros contactos. Entonces, de la visión de África como tierra de origen de los moros
de la conquista española llegamos a lo que es su consecuencia, es decir, la visión de África
como tierra de origen del esclavo, cuya presencia veremos en la literatura del Siglo de
Oro en la próxima parte. Una tercera visión de África surgirá de la colonización de
América y de la contribución africana mediante la deportación de sus hijos y la
constitución más tarde de los llamados países afroamericanos en cuya literatura, desde
luego, se manifiesta una presencia permanente de África y de la afrodescendencia.

En resumidas cuentas, las tres visiones de África –la de invasión, la del cautiverio y la de
la colonización– remiten principalmente a dos entradas históricas que son la conquista de
España y la colonización, no solo de América (Hispanoamérica) sino también de África
(Guinea Ecuatorial, el Sáhara, etc.). A consecuencia de ello hubiéramos podido hablar de
literatura morisca, sahariana y, ¿por qué no?, del espacio de las Islas Canarias, que
geográficamente es africano aunque políticamente español y europeo.

2. LA PRESENCIA DEL NEGRO (DE ÁFRICA) EN LA LITERATURA DEL SIGLO


DE ORO
Sobre la presencia del negro en la literatura del Siglo de Oro español, dice Baltasar Fra
Molinero (2014: 7): «La esclavitud en el Renacimiento español es el cuento que no se
cuenta». Según esta afirmación, a pesar de la importancia de la literatura de este Siglo de
Oro, por lo menos desde el punto de vista del número de publicaciones, ha habido mucho

5
Véase: https://www.eldia.es/cultura/2011-09-23/19-Goytisolo-creo-libros-sagrados-mil-noches-todo-es-
dudoso.htm.

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silencio sobre la condición del negro. El protagonismo negro ha sido mayor en el teatro,
donde por ejemplo, podemos mencionar obras como El prodigio de Etiopía, El santo
negro Rosambuco o El negro del mejor amo, de Lope de Vega; Juan Latino, de Diego
Jiménez de Enciso, o El valiente negro en Flandes, de Andrés de Claramonte. A estas
obras se suman obras de Miguel de Cervantes como Los baños de Argel, El gallardo
español, La historia del cautivo (en el Quijote), La gran sultana y El trato de Argel. En
todas estas obras el negro tiene protagonismo, como lo confirma Giuseppe Bellini (1976)
en su artículo «Relaciones entre la cultura africana y la literatura de América Latina: la
poesía de habla castellana en las Antillas»:

El tema “negro” había entrado ya en la poesía y el teatro del Siglo de Oro


español. Se trataba de un motivo folklórico. Lope, se sabe, lo introdujo con
frecuencia en sus comedias religiosas, en las «Letras para canto y baile».
Véase El Capellán de la Virgen, y La limpieza no manchada. Un Entremés
de negros escribió Simón Aguado; Góngora introdujo diálogos de negros en
sus Nascimientos. Personajes femeninos negros se encuentran en Los
engaños y en Eufemia, de Lope de Rueda; Luis Quiñones de Benavente
escribió El negrito hablador y Sin color anda la niña; Quevedo tampoco dejó
de mencionar al negro en su poesía.

Como lo reconoce Bellini, la presencia negra en la comedia de los siglos XVI y XVII ha
servido sobre todo para divertir, hacer reír, a través de una serie de comportamientos y
acciones como la manera de hablar, de pronunciar las palabras, muy distintos en
comparación con la mayoría. Sin embargo, más allá de este aspecto cómico, la imagen
del negro fue muy negativa en aquella sociedad, particularmente en los temas que tocan
a los valores éticos, culturales, religiosos, en una palabra con respecto a los paradigmas
existenciales españoles. Pero vamos a centrarnos un poco en dos obras en las cuales, a
través del protagonismo negro, se desarrolla una visión bastante particular, aunque muy
interesante, por representar un contrapunto a la afirmación de Baltasar Fra Molinero. Es
decir que esta vez en lugar del «cuento que no se cuenta », precisamente «es el cuento
que se cuenta». La primera se refiere al universo dramático y es Juan Latino, de Diego
Jiménez de Enciso. Esta comedia histórica puntualiza, como si fuera un desafío a la
sociedad áurea, la posibilidad de una ascensión social del negro a partir de sus aptitudes
intelectuales (volveremos sobre esta visión). Antes de ver el segundo ejemplo sobre la
novela del Siglo de Oro y la presencia de la figura del negro, veamos lo que dice Djidiack
Faye (2017: 302) sobre los géneros:

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Si en el teatro la entrada en escena del esclavo ha cobrado a veces relevancia,


en la novelística áurea la actuación del negro es de poca monta. Las veces que
él aparece como personaje novelesco, su actuación es modulada por su
estatuto de esclavo que está al servicio de su amo.

En este ámbito novelesco, el personaje negro es de mucha menor frecuencia en


comparación con el teatro. Con lo cual notamos una adecuación entre la presencia social
y la representación novelesca. El negro se queda pues en la servidumbre como personaje
que menos aparece, objeto de un ninguneo social igual que en la vida cortesana del Siglo
de Oro. Es precisamente en este contexto nada favorable para el negro en el que aparece
lo que se puede considerar «revolucionario» en El prevenido engañado, de María de
Zayas y Sotomayor. En esta novela parece romperse el ya evocado «ninguneo social» e
incluso el tabú del esclavo negro objeto de una atracción femenina. Desde luego, aparece
como un sujeto social a través de un protagonismo fundado en su virilidad sexual.
Entonces se rompen unos paradigmas identitarios de la sociedad áurea, el del amor en la
novela cortesana, el del honor, la mujer, la limpieza de sangre, etc. Los personajes son
doña Beatriz y su esclavo Antonio, de quien se enamora, en perjuicio de don Fadrique,
blanco y cortesano de lo más alto. La ruptura del esquema social aparece también en Juan
Latino, de Jiménez de Enciso, porque el esclavo negro Juan Latino se casa con doña Ana,
una mujer blanca y noble, en detrimento de otro pretendiente, el morisco Fernando del
Valor.

El anticonformismo de ambos autores se aprecia a partir de la imagen social del negro en


el Siglo de Oro, según recuerda el personaje de Villanueva en Juan Latino: «Los esclavos
no son hombres; /son nada, son cuerpos muertos…» (Jiménez de Enciso, 1951: 270).

A raíz de esta descripción destacamos que el entorno sentimental y las transgresiones de


los paradigmas sociales cuestionan ficcionalmente pero no llegan a romper la imagen
muy difundida de la consideración del negro como una propiedad del blanco. Lo cual
vemos incluso en El prevenido engañado, porque Antonio es una propiedad de Beatriz,
quien quiere aprovecharse de su sexualidad hasta en los últimos suspiros del negro
agonizante.

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Asimismo, según recuerda Djidiack Faye (2017: 313), la noción de propiedad, de bien
personal y objeto de interés está presente en el Lazarillo de Tormes en boca del Lázaro6.
Se trata precisamente de otra transgresión social que se manifiesta cuando el negro, en
compensación de su servicio, es decir «leña, pan, y carne», conquista el corazón de la
madre de Lázaro hasta darle a este un hermano mestizo.

En suma, el estatuto del negro en estas obras de la literatura del Siglo de Oro resulta de
una doble transgresión, a nivel de la autoría y de los personajes. Es decir que, al relatar,
los escritores «descubren» algo comúnmente «encubierto». En ello, novela y teatro erigen
respectivamente como modelos a los negros Antonio y Juan Latino.

3. LA PRESENCIA DE ÁFRICA EN LA LITERATURA COLONIAL


HISPANOAMERICANA
Como en la segunda parte, centramos nuestro análisis en un corpus bastante preciso y
limitado que presenta bastantes señales de representatividad de nuestra temática. Aquí se
trata particularmente de una parte de la obra de Sor Juana Inés de la Cruz y del contenido
dieciochesco del Martín Fierro, de José Hernández.

De paso, mencionemos a Silvestre de Balboa, autor de Espejo de paciencia (1608),


considerado el primer poemario de época colonial en Hispanoamérica, particularmente
en Cuba, y con un protagonismo asumido por un negro, que abrió paso a otros cubanos
como Domingo del Monte (1804-1853) y Juan Francisco Manzano (1797-1857), también
autores de poemarios con tema negro. Sin embargo, se relativiza este fenómeno literario:
«Si se considera la efectiva integración del negro, desde los siglos coloniales, a la vida
total hispanoamericana, su incorporación a la literatura no es sino una forma más del
americanismo literario iniciado por Bello con sus ‘Silvas’» (Madrigal, 1976: 24).

Pese a ello, en la literatura de Sor Juana, desde México, en la misma época colonial que
ya es evocadora la visión del otro de cultura y origen diferente, se manifiesta una
presencia negra que apreciamos bajo el ángulo de un doble compromiso. Este reside
primero en la dedicación de la escritora al Cristo y su religión, en lo cual se fundamenta
una ética de justicia e igualdad que trasciende el color de la piel. El segundo aspecto del

6
Evocan a su padrastro Zaide: «Yo al principio de su entrada, pesábame con él y habíale miedo, viendo el
color y mal gesto que tenía; mas de que vi que con su venida mejoraba el comer, fuile queriendo bien,
porque siempre traía pan, pedazos de carne, y en invierno leños, a que nos calentábamos».

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compromiso, un corolario del primero, se encuentra en las aportaciones ricas y específicas


de la cultura y del folklore africano a la poesía. La africanidad aparece en una parte de la
poesía de Sor Juana Inés, particularmente en sus villancicos:

La marginación atribuida a este género literario la aprovechó la monja para,


desde su personalidad conflictiva, defender de modo indirecto a las clases
desprotegidas de la sociedad de su tiempo: los negros, los indios, la mujer, y
para hacer aparecer personajes masculinos del mundo clerical (Garganigo et
al., 2002: 152).

Giuseppe Bellini localiza los villancicos dedicados a los negros en «el octavo
“Villancico” y sucesivamente en su tercer “Nocturno” y su “Juego” en honor a la
Concepción (1676)» (Bellini, 1976). Se destaca el elemento cultural en el ritmo del
poema. Se trata precisamente de un lenguaje hecho de negrismos y onomatopeyas, base
de musicalidad de un lenguaje poético, una visión que encontraremos más tarde en la
literatura antillana del Caribe del Siglo XX, particularmente en poetas como el cubano
Nicolás Guillén. Volviendo a los valores éticos, Sor Juana justifica personalmente su
inclinación hacia las clases humildes: «No hay criatura, por baja que sea, en que no se
conozca el me fecit Deus, no hay alguna que no pasme el entendimiento, si se considera
como se debe.» (Ibidem.: 161).

Asimismo, en un espíritu todavía dieciochesco tardío y colonial, el Martín Fierro, de José


Hernández, no se aleja mucho de esta percepción romántica igualitaria. Lo cual justifica
Bellini refiriéndose al tratamiento ético de las relaciones entre blanco y negro que no le
parece muy discriminatorio, sino que despeja, según él, una diferencia asumida a partir
de unas funciones dedicadas a cada protagonista. Esta diferencia traduce la realidad de la
configuración demográfica argentina del siglo XIX, aunque un poco posterior a la época
colonial cuya mentalidad sigue persistente en el poema. Es decir que la representatividad
del negro es tan insignificante como lo es en la población real: «Los negros, desde luego
estaban en minoría numérica en ese momento de los hechos narrados por el poema,
contemporáneos de las fechas de composición del mismo 1872-1879» (De la Puebla: 52).
Sin embargo, quisiéramos relativizar esta percepción «igualitaria» de la figura del negro
en Martín Fierro según Bellini, ya que las relaciones entre el protagonista gaucho y los
pocos negros del relato demuestran a veces lo contrario. Al respecto nos fundamos en
que, en un momento del relato, una negra sufre una provocación y menosprecio por parte
del Martín Fierro quien luego comete un crimen: «En el canto VII de la primera parte, en

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donde el Martín Fierro después de burlarse de una mujer de color, pelea con el negro que
la acompaña y lo mata.» (Ibid.: 51). En suma, no se puede decir que la presencia del negro
en la obra es negativa porque, de manera general, a pesar de ser la representación de
carácter decorativo, afirma De la Puebla que «de él nos queda una imagen positiva,
humana y artísticamente intensa e interesante» (Ibid.: 68).

Asimismo, la contribución del negro en las luchas de independencia en América Latina


va a alimentar luego este papel histórico, lo que se encuentra por ejemplo en Bartolomé
Mitre, escritor y estadista argentino7.

4. LA PRESENCIA DE ÁFRICA EN LA LITERATURA POSTCOLONIAL Y


CONTEMPORÁNEA
La amplitud del contenido de esta parte nos somete a una selectividad que queremos
fundamentar en un criterio de representatividad incluyendo unos aspectos temáticos y
contextuales. En ello no podemos prevalernos de ninguna exhaustividad ya que nuestro
objetivo sigue siendo poner de relieve la presencia de África en las literaturas de
expresión española a partir de un corpus determinado. De paso, algo que vale la pena
señalar es que unos escritores del área española peninsular se reintegran en nuestro corpus
por compartir con otros escritores de América y África temas tocantes a aventuras y
viajes, descubrimientos y migraciones. Más allá de la transversalidad de los contenidos,
notamos que la lengua española ya no es exclusivamente la de los españoles, es también
de otros muchos individuos y pueblos, a veces unidos a la lengua por un destino histórico
a menudo político, a veces por unos deseos o circunstancias de carácter personal no muy
fáciles de explicar.

En la estructuración de esta cuarta parte destacaremos tres ejes en las visiones de África
con el uso del español como medio de expresión literaria: una visión de África desde
África (Guinea Ecuatorial); otra desde España (unos españoles que cuestionan África y
hacen de ella su problemática literaria); y una tercera desde Hispanoamérica en su
diversidad cultural y geográfica (por una parte una percepción de África desde fuera y,

7
Hemos reducido el corpus ilustrativo de la presencia negra en esta literatura colonial interesándonos
principalmente en la poesía, en una época de poca narrativa determinante pero compensada, aunque no
sobre temas africanos, por una intensa productividad dramática (Teatro misionero, didáctico y criollo). La
presencia negra en la narrativa se ha afirmado sobre todo en el siglo XIX marcada por las independencias.

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por otra parte otra percepción desde dentro, por considerarse de cultura entera o
parcialmente negra).

4.1. UNA VISIÓN DE ÁFRICA DESDE DENTRO


Aquí África se interesa por su destino en su propia literatura que es ecuatoguineana, a
partir de tres voces narrativas distintas, bastante representativas de sus contextos
generacionales y literarios: Jones Mathama en Una lanza por el boabí (1962), Leoncio
Evita en Cuando los combes luchaban (1953) y Donato Ndongo-Bidyogo en Los
tambores de la tempestad (1997) y Las tinieblas de tu memoria negra (1987).

4.1.1. Mentalidad colonial y alienación cultural


La figura representativa es la de Jones Mathama en Una lanza por el Boabí. Presenta una
honda apología de la ideología colonial, precisamente el discurso del colonizador español.
Sus personajes son creados a partir del paradigma de lo más perfecto del negro civilizado
por el contacto con los colonizadores. A título ilustrativo, tanto Gue como su padre,
Boabí, niegan su propia cultura para adoptar el estilo español. El desprecio a lo suyo y la
valoración de lo ajeno se evidencian con la estancia en tierras europeas. Al respecto, el
viaje de Gue a España ha sido determinante en su transformación8. El discurso reproduce
los estereotipos racistas de la ideología colonial. Se hacen blancos mediante el rechazo
de todo lo asociado con lo negro9. La descripción de la naturaleza africana es muy
comparable con aquella, despreciativa, hecha por Bartolomé Soler, en La selva
humillada, y Germán Batista en Fang-Everja (1950). Es marcada por una pretendida falta
de cultura y de higiene de sus habitantes salvajes: «La selva es el albergue de las fieras y
a nadie le extraña encontrar en ella leones, gorilas, elefantes y toda clase de animales
bípedos mucho más perjudiciales que sus selváticos hermanos» (Mathama, Una lanza por
el Boabí). Mathama hace una honda reflexión sobre el negro y la utilización de la élite
africana como vehículo del discurso imperialista y colonial.

8
Véase la crítica de J. P. Sartre, en el prólogo de Les damnés de la terre, de F. Fanon, sobre la fabricación
de una mentalidad colonial del colonizado (2002: 23).
9
Álvarez Méndez al respecto asevera: «En este sentido sobresale en el panorama literario guineo-
ecuatoriano la novela de Daniel Jones Mathama (…) Una lanza por el boabí. En ella se refleja una completa
apología de la ideología imperial hasta el punto de que se encuadra en lo que se ha designado como literatura
de asentimiento. El proceso de apropiación de la representación del guineo ecuatoriano y su consecuente
imposición en la mente del colonizado alcanza su máximo nivel de éxito en el texto de Jones Mathama, que
reclama el derecho para sí de llegar a parecerse al colonizador español» (2010: 80-81).

12
Ndioro Sow
La presencia de la cultura africana en la literatura en español: de los orígenes históricos a la actualidad

4.1.2. Una transición entre la literatura colonial y postcolonial


La obra de Leoncio Evita Cuando los combes luchaban se sitúa a media distancia entre
la ideología colonial y la poscolonial a pesar de tener unas características comunes con la
obra de Jones Mathama, El discurso colonial se evidencia y se refleja a través del
menosprecio al negro y a lo negro, pero salta a la vista la existencia de una velada
resistencia a la penetración colonial y, sobre todo, un afán de rescatar a través de la
escritura las prácticas y costumbres de su propia tribu en lo tocante a las divinidades y a
los ancestros. Evita hace patente la discriminación que sufrió el guineano, representando
la mentalidad europea, pero al mismo tiempo echa unas pinceladas sutiles de subversión
de ese discurso basado en estereotipos sin ningún fundamento. Por ejemplo, se sirve de
la rica cultura de su país para reivindicar las tradiciones de su tribu frente a la recién
llegada cultura occidental introducida en el país con la colonización española.

En suma, la obra de Leoncio Evita es indudablemente una novela de transición entre la


literatura colonial y la contemporánea, ya que esta última, a pesar de cultivar también el
contenido histórico y social, sigue desarrollando de modo destacado la vertiente
costumbrista.

4.1.3. Post-colonialismo y compromiso político


De no ser por el criterio de selectividad, al lado de Donato Ndongo-Bidyogo, hubiéramos
ampliado el corpus de esta literatura guineana actual a varios escritores como Justo
Bolekia Boleka, Marcelo Ensema Nsang, Raquel Ilombe, María Nsué Angüe, Juan Tomas
Ávila Laurel, Maximiliano Nkogo Esono, etc. como representantes de las voces narrativas
guineanas actuales.

La presencia de África tiene aquí dos caras respectivamente en Las tinieblas de tu


memoria negra y Los poderes de la tempestad. En el primer relato se plantea el dilema
del biculturalismo con el que están enfrentados los pueblos africanos en contacto con la
cultura y la religión occidentales. ¿Cómo se manifiesta? El protagonista, un niño
innominado, es elegido simultáneamente para dos misiones antagónicas: perpetuar la
tradición de sus ancestros y representar la religión del invasor. Aprovechando la oralidad
africana en la narración de una historia iniciática, Ndongo-Bidyogo puntualiza unos temas
como la discriminación y la mentalidad europea. A través de la escritura se intentan

13
Ndioro Sow
La presencia de la cultura africana en la literatura en español: de los orígenes históricos a la actualidad

rescatar las prácticas y costumbres en una tribu arraigada en sus tradiciones ancestrales
(culto a las divinidades y a los ancestros).

En la segunda narración, Los poderes de la tempestad, Guinea decide asumir su destino


en el joven abogado que vuelve a su tierra para implicarse en la labor de reconstrucción
nacional. Este descubre con asombro las pocas garantías que le reserva un país donde
imperan la corrupción, la aversión hacia todo lo diferente, la envidia y, sobre todo, el
terror en que está envuelto el pueblo por la crueldad de la autoridad política. El relato
informa sobre el régimen totalitario y sanguinario de Francisco Macías Nguema.

En conclusión, la presencia de África que se destaca oscila entre la alienación cultural, la


emancipación y el compromiso político. Precisemos que hasta hoy sigue el
cuestionamiento sobre emancipación y compromiso político.

4.2. UNA VISIÓN DE ÁFRICA DESDE ESPAÑA


Algunos escritores españoles como Manuel Villar Raso, Javier Reverte, Xavier Aldekoa
o Albert Sánchez Piñol dedican los temas de sus literaturas al continente africano. Más
allá del interés común por África, estamos ante una diversidad de parámetros según los
autores y sus obras.

Manuel Villar Raso presenta una serie de relatos: Las Españas perdidas (1984), Donde
ríen las arenas (1994) y El color de los sueños (1998). En comparación con varios relatos
de los que hablaremos a continuación, no se trata de una literatura de viajes, sino del
planteamiento de una representación de África como tema contemporáneo y universal, es
decir, por encima de los límites territoriales del continente. Este acoge a unos españoles
que deciden vivir allí. Prueba de ello es el protagonismo asumido por diversos personajes
como el pintor Manuel y su hija Marina, José y Asiata, etc., que asumen varios destinos
cruzados en tierra africana.

En suma, en Manuel Villar Raso, la expresión de la relación entre África y España se


hace a través de unas temáticas africanas, en un espacio africano pero con personajes de
las dos áreas geográficas. Se pone de realce el sentimiento de soledad y nostalgia de los
personajes occidentales que se regeneran en tierra africana. Al mismo tiempo, estos
descubren un espacio nuevo subsahariano: los santuarios de Tombuctú, ríos como el
Níger, ciudades como Bamako, Djenne o Sanga, donde Marina termina por encontrar a

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Ndioro Sow
La presencia de la cultura africana en la literatura en español: de los orígenes históricos a la actualidad

su padre quien considera el nuevo espacio como su casa eterna, una representación del
simbolismo del centro teorizado por Mircea Eliade10.

La presencia de África se prolonga en otros relatos de Villar Raso, particularmente en La


mujer de Burkina Faso (2007) y África en silencio (2005), sin eludir el planteamiento
crítico de unos aspectos culturales locales como el sistema patriarcal y la ablación de los
órganos sexuales de la mujer, entre otros asuntos.

De Villar Raso, pasamos a Javier Reverte y la narrativa contemporánea de viajes por el


continente africano. La alta consideración de que goza este autor se debe a la calidad de
sus relatos, particularmente de su trilogía sobre África: El sueño de
África (1996), Vagabundo en África (2000) y Los caminos perdidos de África (2002).

El sueño de África versa sobre historias y tradiciones africanas, viajes por África oriental,
Uganda, Tanzania, Kenia, el lago Victoria, etc. Por su parte, Vagabundo en África
describe el segundo viaje de Reverte. El largo itinerario lo lleva por Sudáfrica, Zimbabue,
Tanzania, Ruanda y Congo. Se destaca el famoso tema del genocidio ruandés de 1994,
particularmente el de la etnia tutsi por parte de los utu. También está planteado el tema
del Congo bajo Leopoldo II de Bélgica. Dice Reverte sobre este país:

El Congo es un país fatigoso, que abruma y deprime. Pero aquellos que amen
África, deben pasar por el Congo, sufrir el impacto de su hermosura y también
de su dureza. Sin ir al Congo, nadie puede decir de una manera justa que
conoce África (Reverte, 2000: 348).

Como comprobaremos a continuación, el tema del Congo está muy novelizado en las
letras hispánicas sobre África. Además de Reverte, lo encontramos en otro español, el
barcelonés Albert Sánchez Piñol, en su libro Pandora en el Congo (2005). Este otro
escritor de novelas de viajes, a partir de una perspectiva más ficcional, sitúa a los
hermanos Graver en plena selva congoleña y los enfrenta con los pigmeos de los poblados
locales. El Congo aparece pues como una representación de África y de sus adentros que,
más allá de cierta búsqueda de autenticidad del paisaje y de las costumbres, plantea el
tema de la violencia y de unas paradojas históricas tocantes a la increíble inercia ante su
extensión geográfica. En el prólogo de esta obra el autor afirma: «El Congo. Imaginemos
una superficie tan grande como Inglaterra, Francia y España juntas. Imaginemos, ahora,

10
Le mythe de l’éternel retour (1949).

15
Ndioro Sow
La presencia de la cultura africana en la literatura en español: de los orígenes históricos a la actualidad

toda esa superficie cubierta por arboles de entre seis y sesenta metros de altura. Y, bajo
los árboles, nada» (Sánchez Piñol, 2005: 9).

Evoca el mismo tema Javier Reverte: «El Congo conquistado por Stanley pasó a formar
parte del patrimonio personal de Leopoldo II y el Parlamento bielga aceptó la coronación
de su rey como soberano del Estado Libre.» (Reverte, 2000, 351-352) Veremos la misma
crítica hecha por Mario Vargas Llosa. De paso, consultando la obra de Javier Reverte El
sueño de África hemos topado con una expresión bastante interesante que aparece como
un subtítulo: «En busca de los mitos blancos del continente negro». A lo mejor es debido
a que los pasajes de explicación histórica se dedican en especial a los europeos, pioneros
en la exploración del África oriental y su colonización.

La tercera etapa de los viajes de Reverte está descrita en la última obra de la trilogía
citada, Los caminos perdidos de África. Se refiere a la parte Noreste de África,
particularmente Etiopía, Sudán y Egipto. Pero la trilogía no cierra la narrativa de Reverte
sobre el continente africano, ya que diez años después de publicarse la tercera obra,
aparece otra que recoge «nuevos viajes por África», titulada Colinas que arden, lagos de
fuego (2013). Esta traduce la constancia de la pasión de Reverte por el continente y por
los espacios orientales de Kenia, Tanzania (el Tanganika) y Zambia. Por el mismo espacio
africano se interesa otro escritor español, Xavier Aldekoa, también de Barcelona pero que
vive en Johannesburgo (Sudáfrica) desde 2009. Buen conocedor del continente, publica
Océano África (2014). En su técnica descriptiva se aproxima más a Javier Reverte, pero
bajo el ángulo de la verosimilitud del contenido no se aleja de su colega barcelonés. Desde
una perspectiva más globalizante, abarca el espacio bastante amplio de Mali (Tombuctú),
del Congo, de Sudáfrica o de Angola, es decir, una gran parte del continente sometido a
un destino muy extraño hecho de guerras, pobreza, bailes y fiestas.

4.3. UNA VISIÓN DE ÁFRICA DESDE HISPANOAMÉRICA


Los escritores a los que me referiré son el cubano Alejo Carpentier, el peruano Mario
Vargas Llosa y el argentino Abel Posse. Representan África a partir de dos países que son
Haití y el Congo.

En un estudio sobre el tema de esclavitud y resistencia, yo decía de El reino de este


mundo, de Carpentier:

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Ndioro Sow
La presencia de la cultura africana en la literatura en español: de los orígenes históricos a la actualidad

El mundo haitiano está presentado […] través de una visión oscura de la


primera República negra independiente. Oscuridad y pesimismo se mueven
en el ámbito del círculo cerrado de una existencia que parece no tener salida
alguna, un mundo encerrado en la dialéctica del poder político, es decir de
quienes tienen este poder y lo conservan, de quienes no lo tienen y lo buscan
o de quienes sufren la tiranía de aquellos y luchan por liberarse (Sow, 2015b:
2).

El escritor cubano revela esta existencia en un viaje por los tiempos –el de la esclavitud,
el de la colonización y el de la independencia–, con una diversidad de ciclos que se abren
y se cierran unos en otros. África aparece en los recuerdos de los esclavos y guías,
Mackandal y Bookman, y en las luchas contra el colonizador francés.

Precisamente, la presencia de África se manifiesta detrás del universo haitiano y de aquel


invocado por los esclavos «La gesta de Kankan Muza, el fiero Muza, hacedor del
invencible imperio de los mandingas» (Carpentier, 1979:12).

Los relatos de Abel Posse en Los cuadernos de Praga (1998) y Vargas Llosa en El sueño
del celta (2010) son como un contrapunto a la referencialidad cultural positiva
desarrollada en Carpentier sobre África y sus figuras históricas. Al respecto, Posse se
sitúa en una postura intermedia en su relato, que presenta África bajo dos aspectos. El
primero es positivo por ser la selva africana, y particularmente la congolesa, una fuente
de energías protectoras muy necesarias para el revolucionario Ernesto Guevara:
«Expongo el pecho y grito para que disparen. Soy inmortal, tengo una infinita y desafiante
confianza. He tomado el Dawa. Es sabido que el brujo muganga de los ruandeses me lo
deslizó en mi termo de té» (Posse, 1998: 43). Pero la fuerza generosa del verdor
exuberante de la extensísima selva discrepa del espíritu poco revolucionario de los líderes
políticos del Congo sumergidos en una indolencia provocada por lo que Guevara
considera como una «malaria cerebral». La referencialidad negativa de esta enfermedad,
causa del fracaso de la misión africana del combatiente argentino, se centra en un conjunto
de lacras y vicios que se manifestarán más tarde en el acción revolucionaria congoleña
encabezada por Laurent Desiré Kabila, en los años 1997-2001 después de poner fin al
régimen de Mobutu.

La negatividad de la referencia a África se prolonga en El sueño del celta, de Vargas


Llosa, porque el centro de interés es el drama que afecta al Congo y a sus hijos sometidos
a la explotación extremadamente asesina del caucho: «La plaga que había volatilizado a

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La presencia de la cultura africana en la literatura en español: de los orígenes históricos a la actualidad

buena parte de los congoleses del Medio y Alto Congo eran la codicia, la crueldad, el
caucho, la inhumanidad de un sistema, la implacable explotación de los africanos por los
colonos europeos» (Vargas Llosa, 2010: 81). La imagen del Congo interpela a la potencia
dominadora que es Bélgica, a cuyo rey parodia Vargas Llosa considerándolo el
«Presidente del Estado Independiente del Congo» y lamentando el destino de un Congo
que se ha dejado ocupar por una Bélgica ochenta y cinco veces más pequeña que él
(Ibidem: 39). Ya hemos destacado la misma critica hecha por Javier Reverte quien, a la
inmensidad de la selva y de los arboles del Congo ha opuesto implícitamente una letargia
culpable de los actores políticos.

Antes de cerrar este apartado, conviene preguntarse por qué hay tanta representación de
África por el Congo, ya que el continente no se reduce a este. En realidad, el término
«Congo» designa más que el país que lleva este nombre. Encontramos esta ampliación
del sentido en el poema al que el escritor senegalés Leopold Sedar Senghor dedica la
misma apelación en su poemario Ethiopiques. Más allá del río y de la tierra –como si se
combinaran los dos para dar vida–, el Congo remite pues a la mujer, es decir a la mujer
mater, una visión muy lorquiana de la feminidad procreadora y madre del mundo. Es,
según la etnia sereer a la que pertenece Senghor, «la Tierra» (con mayúscula), es decir
«el cuerpo de una mujer viva, deseable y fecunda. Le han dado un nombre femenino de
Kumba Ndiaay, y la lluvia es la semilla que le permite dar fruta»11. Encontramos otro
sentido del término «congo» en otro poeta del movimiento negrista12 del cubano Nicolás
Guillén, particularmente en «Canto negro», en el verso «repica el congo solongo». Aquí,
se define como una de las «naciones en la Cuba colonial llamadas «cabildos», que
agrupaban a los esclavos oriundos de un mismo país africano. Al final, la imprecisión de
la palabra «nación» basta para una apertura semántica del término «congo». De ello,
deducimos que la palabra podría aplicarse a todos los países del África negra, sin olvidar,
desde luego, el río que lleva su nombre y cruza una buena parte del África central en una
distancia 4.700 kilómetros.

11
«Le corps d’une femme vivante, désirable et féconde. Ils lui ont donné un nom féminin, Kumba Ndiaye,
et la pluie est la semence qui lui permet de donner son fruit.» (La traducción es nuestra)
12
Mientras que L. S. Senghor usa el concepto de «negritud», Nicolás Guillén usa el de «negrismo».

18
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La presencia de la cultura africana en la literatura en español: de los orígenes históricos a la actualidad

4.4 EL TEMA DE LA EMIGRACIÓN: OTRA REPRESENTACIÓN DE ÁFRICA

El tema de la emigración desde África es un tema que está en el centro de lo que se va


llamando la narrativa de la emigración. A título ilustrativo, lo encontramos en obras como
Contra el viento, de Ángeles Caso (2009); Yo, Mohamed, de Rafael Torres (1995); Las
voces del estrecho, de Andrés Sorel (2000); Un gran jardín, cuento de Alicia Giménez
Barlett (2000); Al calor del día, de Miguel Naveros (2001) o El metro, de Donato Ndong
Bidyogo (2007), etc13.

Hay que precisar que, a pesar de constituir la inmigración de africanos hacia España un
tema muy representativo de la presencia de África en las literaturas en español,
particularmente en los comienzos del siglo XXI, esto dista mucho de significar que esta
emigración es de mayor importancia en comparación con la emigración de manera
general:

Monserrat Iglesias, directora del grupo de investigación “Imagologías” de la


Universidad Carlos III de Madrid, afirma que la representación de la
inmigración en la literatura y el cine es panoles no refleja la realidad
sociológica de este segmento social ya que dicha representación artística es,
según ella, no solo “africanizada” (dado que se concentra en el origen
subsahariano del inmigrante, mientras que este no representa ni siquiera el
5% de los inmigrantes) sino que también estaa asociada a la pobreza y la
marginación (imagen del inmigrante) (Sankhé, 2016: 124).

Entonces, a pesar de las advertencias de Montserrat Iglesias, las obras citadas ilustran con
creces la realidad de una narrativa de la emigración desde África. Las procedencias, los
protagonismos y los enfoques, desde luego, son diversos. En Contra el viento el personaje
de Sao es de Cabo Verde, aunque Angola entra en su testimonio como tierra de su ex
pareja; los dos espacios proyectan sus dramas existenciales (guerras, miserias, catástrofes
naturales, etc.) al lado de varias representaciones estereotípicas en una España de
migrantes. Rafael Torres, a través de su protagonista Mohamed, de origen norteafricano,
relativiza el drama de la migración, recordando el pasado bastante reciente y casi
voluntariamente olvidado de una España de emigrantes hacia el Norte de Europa. Andrés
Sorel, como para contestar a Ndongo-Bidyogo en El metro, se hace el portavoz de los que
no tienen voz, enfocando los motivos de la emigración. En un Mediterráneo hecho

13
Sobre el mismo tema, pero en francés, tenemos Les clandestins (Los clandestinos), de Youssouf Amine
Elalamy (2000).

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La presencia de la cultura africana en la literatura en español: de los orígenes históricos a la actualidad

cementerio de ilusiones perdidas, se hace el proceso de unos políticos africanos culpables


de expatriaciones sin remedio de sus conciudadanos. En Al calor del día, Miguel Naveros,
desde una ciudad de Almería cuyo nombre calla y que revelan sus invernaderos y su
clima, describe la marginación de inmigrantes africanos, negros y árabes, víctimas. de
racismo y de excesiva explotación agrícola cuyos rigores extremos engendran
prostitución y violencias callejeras. En los mundos periféricos de la inmigración surgen,
como lo notamos, imágenes múltiples de un microcosmos africano en pleno territorio
español. El relato de Ndongo Bidyogo encaja perfectamente en la problemática de esta
emigración hacia España, siendo Madrid el final del viaje sinuoso del camerunés Fang
Lambert Obama Ondo quien, desde su terruño Mbalmayo pasa por Yaundé, Duala, Dakar,
Casablanca, El Aaiún, Arrecife y Murcia. Desde luego, el tema de la emigración, a través
de las desdichas del protagonista, cuestiona la responsabilidad de los regímenes políticos
africanos en alguna de sus causas como la pobreza, la confiscación de libertades en
dictaduras, la inadecuación de las políticas de los líderes y, de paso, unas tradiciones
obsoletas que imposibilitan el desarrollo personal y el despegue económico.

4.5 LA POESÍA NEGRA EN EL CARIBE


La apertura de este apartado se debe a su carácter problemático suscitado por su ubicación
geográfica y su contenido cultural. Como podemos notar, si en dos apartados anteriores
tenemos una representación de África desde dentro y desde fuera, desde España e
Hispanoamérica respectivamente. No cabe duda de que el Caribe forma parte de
Hispanoamérica y, por lo tanto, corresponde al espacio evocado desde fuera. Sin
embargo, sería inexacto identificarlo así, porque desde el punto de vista de su
autenticidad, la representación de África se hace desde dentro, es decir que el África
referida ya está en el mismo Caribe afroamericano. A título ilustrativo, en los siguientes
versos de Nicolás Guillén se yuxtaponen ambos mundos:

África de selvas húmedas


y de gordos gongos sordos
— ¡Me muero!
(Dice mi abuelo negro)
Aguaprieta de caimanes,
Verdes mañanas de cocos
— ¡Me canso!
(Dice mi abuelo blanco)
«Balada de los dos abuelos»

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La presencia de la cultura africana en la literatura en español: de los orígenes históricos a la actualidad

La evocación de los dos espacios se hace desde el Caribe cubano. El espacio africano se
identifica al de las «selvas húmedas» y el antillano al de «aguaprieta de caimanes». El
espacio poético, a través de su duplicidad, remite a una representación de la identidad
desgarrada de la afrodescendencia.

Esta poesía negra contemporánea aparece en las Antillas hacia 1930 y se inspira en los
rasgos étnicos y culturales del mestizaje racial y espiritual en Cuba y Puerto Rico, del
riquísimo folklore con elementos africanos y españoles. La encontramos en el
portorriqueño Francisco Paoli Matos, particularmente en sus cantos –Canto a Puerto Rico
(1952), Luz de los héroes (1954) y Canto a la locura (1962)– en los que Puerto Rico
reanuda con sus orígenes africanos sin salir de su propio espacio. Encontramos la misma
perspectiva poética en la segunda tendencia de los poemarios del cubano Emilio Ballagas,
precisamente en su poesía lirica popular que lo acerca a Guillén, por ejemplo en Canción
para dormir a un negrito (1934). A través del poema resucita la muy popular canción de
cuna, del folklore muy cubano y afroamericano. La tercera figura poética es Nicolás
Guillén, quien traduce con mucha más trascendencia la emergencia de una poesía negra
en el Caribe, partiendo de su propia identidad mestiza que transpone a la idiosincrasia
cubana y afroantillana. En él la representación de África empieza por una rehabilitación
de lo negro que llama «africanía» y que considera imprescindible para alcanzar la plenitud
de la identidad mestiza o mulata que caracteriza el segundo concepto identitario llamado
«cubanía». Ambos conceptos figuran en el centro de su poética caracterizada por el
lenguaje popular ya anunciado por Sor Juana Inés de la Cruz y compuesto de negrismos,
jitanjáforas y onomatopeyas. Estos están más presentes en Motivos de son (1930),
Sóngoro Cosongo (1931), dos poemarios en los que Guillén denuncia las difíciles
condiciones de vida de los «macheteros» en la dictadura de Gerardo Machado. El
mestizaje se asume en West Indies Ltd. (1935). A la poesía negra y mulata se agrega la
revolucionaria en la que expresa sus convicciones izquierdistas y luego universales: sobre
Cuba, Latinoamérica, España, etc. En suma, como figura más representativa de la poesía
negra en las Antillas14, Guillén ha contribuido a dar más visibilidad a esta con Paoli Matos
y Ballagas, y con otros escritores de otras áreas geográficas15.

14
«Se cataloga a Nicolas Guillén Guillén como representante de la llamada poesia negra» (Madrigal, 1976:
22).
15
Ibidem, p. 23.

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Ndioro Sow
La presencia de la cultura africana en la literatura en español: de los orígenes históricos a la actualidad

Antes de cerrar, queremos precisar que este panorama literario puede completarse con
muy importantes contribuciones de coloquios, antologías, reflexiones personales, etc.
tocantes al tema de la afrodescendencia. Destacamos particularmente los estudios de Juan
Enrique Pozada Piñeda sobre «Globalización, mestizaje y migraciones en América
Latina», Marie Ramos Rosado en «Los personajes femeninos negros en las narraciones
portorriqueñas» o Kwama Amalan Elliane Prudence en «La imagen del negro: del
desprecio a la referencia positiva»16; Estudios afroperuanos, de Milagros Carazas17;
Afrodescendientes en América, de Jean-Arsène Yao18; «La génesis de la literatura
afrocolombiana en la poesía de Candelario Obeso y Jorge Artel», tesis de la Universidad
Nacional de Colombia de Yesema María Ortega Espitia (2012); Bibliografía del Caribe,
de Germán Arciniegas (1986); Lina Pochet R. en «América Latina y el Caribe:
sincretismo base para una nueva historia literaria»; René Depestre en «Mito e identidad
en la historia del Caribe» (1980)19, etc.

5. CONCLUSIÓN
Al llegar al final de nuestro estudio, podemos preguntarnos qué nos revela el largo
recorrido. Primero, según datos históricos, las relaciones entre España y África se
remontan a la Edad Media y se han venido concretando primero a partir de los siglos XV
y XVI en relación con el contexto histórico y político del descubrimiento de nuevos
horizontes ultramarinos y de conquista de nuevas tierras. En esto, por lo que respecta de
África, la acción de la corona portuguesa ha sido determinante a través de la
materialización del pacto del Pardo. Una vez aclarada esta etapa histórica, la literatura de
Siglo de Oro (siglos XVI y XVII) nos ha revelado una insospechada proximidad, por no
decir simbiosis, aunque fuera una realidad profundamente antagónica y discriminatoria,
entre una España cortesana y una África de cautiverio. Como si esto fuera un punto de
enlace hacia la época colonial, hemos reanudado con la poesía lírica de Sor Juana Inés
quien, tras anunciarlo, ha facilitado el paso al periodo poscolonial caracterizado por una

16
Actas del coloquio «Áfricas, Américas y Caribes: Representaciones Cruzadas (siglos XIX-XXI, A. Yao
(coord.). Universidad de Alcalá, 2020.
17
Carazas, 2011.
18
Yao, 2014.
19
Casa de las Américas, 118, Enero-febrero, 1980.

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La presencia de la cultura africana en la literatura en español: de los orígenes históricos a la actualidad

apropiación del español en Hispanoamérica y África, a partir del Caribe antillano y de la


Guinea ecuatorial. Paralelamente se da la emergencia de literaturas nacionales
progresivamente de reafirmación de la identidad en América (poesía negra y
afrodescendencia) y de rupturas progresivas en África (de la novela de alienación colonial
a la poscolonial de liberación) hacia unas formas de nacionalismos identitarios. La etapa
final se caracteriza por una diversidad de voces sobre África. Algunas narrativas desde
Hispanoamérica cuestionan aspectos culturales y contradicciones del siglo XX

(Carpentier, Vargas Llosa y Posse); desde España emergen dos tipos de narrativa: una de
viaje con dosis muy sensibles de un realismo a veces comprometido (Villar Raso y
Sánchez Piñol), aunque con unos toques superficiales de romanticismo y exotismo
(Reverte y Aldekoa); y otra preocupada por la emigración hacia España, en su forma
regular (Ángeles Caso y Rafael Torres), irregular y exclusivista (Sorel, Naveros y
Ndongo).

Antes de cerrar el estudio, que se nos permita, sacando las consecuencias de la larga
trayectoria de las relaciones dentro del hispanismo, invertir la perspectiva de la temática
desde África. Como ilustración de una realidad en que no hemos insistido bastante, este
continente se ha ido apropiando cada vez más del español y de su cultura desde finales
del siglo XX. Al respecto, muchos escritores, sean de países y zonas en los que el español
es lengua oficial o no, siguen aprovechando la lengua española en sus literaturas
nacionales y en las propias de ellos (narrativa, poesía, etc.). Es el caso de Guinea
Ecuatorial20, Camerún21, Senegal22, Benín23, Ceuta24, Tetuán,25 o el Sáhara Occidental26,
entre otros.

20
Juan M. Davies, 1948; Jose Eneme Oyono, 1954; Justo Bolekia Boleka, 1954; Ramei Sipi Mayo, 1952;
José Fernando Siale Diangany, 1961; Joaquin Mbombio Bacheno, 1956; Inocencio Engon, 1962; Eugenio
Nkogo Ondo, 1944; Gerardo Behori Sipi Botau, 1960; Ambrosio Sebastian Abeso-NdJeng Angono, 1961;
Cesar Mba Abogo, 1979.
21
Inongo Vi Makome; Robert Marie Johlio, 1959; Cecile Clemence Magnéché Ndé, 1967.
22
Sidi Seck, 1967; Mamadou Biteye Ndiaye, 1954; Mamadou Dia.
23
Agnes Agboton, 1960.
24
Mouhamed Larchiri, 1950.
25
Abderahman El Fathi, 1964.
26
Zahra El Hasnaui Ahmed.

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La presencia de la cultura africana en la literatura en español: de los orígenes históricos a la actualidad

6. BIBLIOGRAFÍA

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