Espiritualidad Centrada en Jesús
Espiritualidad Centrada en Jesús
Espiritualidad Centrada en Jesús
TEOLOGADO
Por:
Josué Isaías Hernández Robles
1. Síntesis
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apartemos de ti; “libranos del mal”, sácanos de la frustración. Por último, la iglesia, para que alcance el
Reino de Dios, deberá servir. Solo así alcanzará esta espiritualidad.
Jesús manifiesta al mismo Dios de los judío, solo que él lo vincula con la vida. A parte de los
sacrificios, la ley, el sábado, Jesús es impulsado por Dios a promover la vida; de ahí su interés por toda
persona, enfermos, la reconciliación, la amistad, el perdón. Es significativa la expresión de Jesús “vete
en paz”, detrás de una vida indigna y maltratada por las desgracias y la pobreza. Son a los últimos. A
ellos corresponde una vida más digna y liberada. La verdad es que en este Grupo Jesús lo lleva en su
corazón. Frente a las fuerzas del mal, Jesús manifiesta a Dios como la presencia buena que bendice la
vida; esas fuerzas del mal son los ídolos que gobiernan el mundo: los ídolos del dinero, los ídolos del
poder, los ídolos del placer. Pero el que vive desde el Espíritu lucha contra ellas. Así, la iglesia es un
espacio en el que el hombre debe entrar para defender la vida y hacerla mejor.
Desde la compasión se pude ver a Dios, y así lo manifiesta Jesús. “El Padre vive todo desde la
compasión”. Entra la analogía de santidad de Dios dada a los hombres para imitarla. Sin embargo, la
comprensión de imitar la santidad de Dios hizo un pueblo discriminador, excluyendo a otros pueblos,
considerándolos como impuros; no se diga de los que carecían de salud, bienes y ser mujer porque eran
impuros. Lo anterior no responde a la experiencia de un Dios compasivo y acogedor. Por esta razón,
Jesús hará de la compasión algo superior a la santidad, no negando la anterior. La compasión es la úni -
ca que mira la vida, ya que se interioriza el sufrimiento, después se convierte en acción y compromiso,
y por último se erradica el sufrimiento o alivia. Quizá el recuerdo de la mirada de compasión de Jesús
sea fundamental para el hecho de los desahuciados. De ahí la expresión de Metz de la “mística de ojos
abiertos”. Corresponde también a los que siguen a Jesús estar atentos al sufrimiento de las personas, y
que, al final, nos separa de toda tendencia y prejuicio; sin olvidar la vida interior, hay una gran eficacia
en ver al otro con compasión. Ejemplo de ello es la parábola del buen samaritano, que sin ninguna obli-
gación de una ley socorre al que está herido, procurando su bienestar. Por su parte, Jesús siempre hizo
el bien; apartado de cualquier poder terrenal, recorriendo los lugares de Galilea, abraza a los niños,
bendice a los enfermos, toca a los leprosos, cura rompiendo el sábado, acoge a los indeseables y come
con los pecadores; en otras palabras el bueno y el malo deben ser acogidos con misericordia. Tales ges -
tos señalan la dignidad de las personas y orientan al hombre a hacer el bien.
Aquí se enmarca el aspecto de una espiritualidad curadora, reconociendo que la obra de Jesús
señala los fundamentos de lo que deteriora al hombre. Es una gran contraposición con la predicación de
Juan el Bautista que llamaba a la conversión, de los cuales, al recibir el bautismo, no se producía la
liberación de sus males. Jesús se acercaba a los enfermos y los curaba de sus sufrimientos; quizá por
eso es importante el mensaje de Jesús a el Bautista: “los ciegos ven y los cojos andan…”. En último
término, Jesús anuncia a Dios y su salvación; aunque la iglesia se va más por el anuncio del pecado.
Los enfermos son los que están abajo en la sociedad; muchos de ellos sufren extremas precariedades:
incapacitados, ciegos, sordos, etc. Sin duda, la mayor tragedia es sentirse olvidados por Dios; de ahí
que también la sociedad y la religión los marginen. Pero Jesús, además de curarlos físicamente, los cura
en la totalidad de sus vidas, siempre en línea de restablecer su dignidad. Por esos abre el paso del deseo
del ser del que está enfermo: curarse, recrear su vida. Es de destacar que nunca se abrió el paso de la
supresión del sufrimiento de la enfermedad en el mundo; Jesús, más bien, indicó la dirección hacia el
reino de Dios, interponiéndose ante las verdaderas enfermedades: las que están dentro de la religión.
Por último habla a sus discípulos para mantener esta dinámica del Reino: “… id y curad”.
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2. Aplicación
Este artículo publicado por Pagola, J.A., es muy interesante; podría decir que mantiene una pra-
xis muy elemental de lo que es la espiritualidad pura de la Iglesia en Jesucristo. De manera breve, la
aplicación que se puede dar a este documento sería una empresa muy grande, no por manifestarla a los
fieles —que sería la parte más relativamente sencilla—, sino por vivirla: Jesús está en la Iglesia y está
con nosotros, pero, al no verle, nos sentimos tentados por encontrar algo que manifieste por lo menos la
verdadera actuación de él en el mundo, y eso solo se encuentra en el cristiano. El que se hace llamar
cristiano —uno verdadero— tendrá que demostrar con su vida que Jesús está en él, que es imagen de
Dios y vive su palabra, no solo en un sector predeterminado, sino con todos: enfermos, incrédulos, des-
esperanzados… ¡Con todos! Pero quizá empezar desde un principio podría funcionar: el saber que Je-
sús siempre me llama a la conversión para vivir en su Reino; que debo seguirle y confiar mis debilida-
des y sufrimientos y restaurarme por su misericordia; saberme poseedor de una gracia que solo viene de
Dios; y manifestar el rostro misericordioso de Jesús, que quiere salvarnos a todos. Otra cosa es hablar
de la Iglesia. Ella debe abandonar sus arcaicas concepciones espirituales, que más bien dan a los fieles
un prejuicio de inalcanzabilidad de la vida en la Iglesia… que también no dan paso a la plenitud del
hombre, sino que se ve desinteresada de la “materia”. Solo es acoger el verdadero camino propuesto
por Jesús: la compasión y la misericordia, en un interés por restaurar la dignidad perdida por los mis -
mos hombres. No en una Iglesia solo organizativa, sin dinámica, si espíritu, que solo se encuentra ence-
rrada y solo ahí gobierna a los fieles —para colmo deshumanamente—; sino una en donde el Espíritu
de Dios esté presente en toda su intensidad, y que no deje al margen al pobre y enfermo; en donde se
interese hasta por el más desecho por la sociedad y “religiones”.
Indignación profética
Los caminos del reino de Dios
Luchando contra los ídolos que dan muerte
La compasión como principio de actuación
Curar la vida