ANA BELÉN PUÑAL Y ANA TAMARIT. La Construcción Mediática Del Estigma de Prostituta en España

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Dossier

–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––
Interseccionalidade, Comunicação
e Cultura: (Entre)Cruzamentos
de Matrizes de Opressão e Privilégio
LA CONSTRUCCIÓN MEDIÁTICA DEL ESTIGMA DE PROSTITUTA
EN ESPAÑA
Ana Belén Puñal Rama* e Ana Tamarit**

Resumen
Los medios construyen un discurso que simplifica la realidad de la prostitución y
estigmatiza a quien la ejerce. Este artículo parte de un análisis del discurso de la represen-
tación de la prostitución en los periódicos El País y ABC, desde la Transición española al
2012. A pesar de ser ideológicamente opuestos (conservador y católico el ABC, e identifi-
cado con la ideología de centroizquierda próxima al PSOE El País), en ambos está presente
el estigma. Es un estigma construido de forma diferente, ya que la imagen de la prostituta
está articulada en torno a la moral en ABC y alrededor del ideario progresista en El País,
pero que cuenta con un mismo punto de partida y una confluencia final. En ambos, la mujer
que se prostituye es prostituta antes que mujer y persona y ambos acabarán coincidiendo
en reducir la representación de la prostituta a la «hipervíctima» desde una perspectiva abo-
licionista.
Palabras clave: Prostitución, estigma, estudios feministas, Comunicación y Género

Resumo
A construção mediática do estigma da prostituta em Espanha
Os media constroem um discurso que simplifica a realidade da prostituição e estigma-
tiza quem a exerce. Este artigo parte de uma análise do discurso da representação da pros-
tituição nos jornais El País e ABC, desde a transição espanhola até 2012. Apesar de serem
ideologicamente opostos (conservador e católico o ABC e identificado com a ideologia de
esquerda do PSOE, o El País), em ambos está presente o estigma. É um estigma construído
de forma diferente, já que a imagem da prostituta é articulada em torno da moral no ABC
e em torno da ideologia progressista no El País, mas que tem o mesmo ponto de partida e
uma confluência final. Em ambos, a mulher que se prostitui é prostituta antes de ser mulher
e pessoa e ambos acabarão por coincidir na redução da representação da prostituta à de
«hipervítima» numa perspetiva abolicionista.
Palavras-chave: Prostituição, estigma, estudos feministas, Comunicação e Género

* Universidad Estatal de Milagro, Ecuador/Universidad de Santiago de Compostela, España.


Dirección postal: Universidad Estatal de Milagro. Cdla. Universitaria Km. 1.5 vía Milagro Km.
26. Edificio de Postgrado. Milagro. Ecuador.
Correo electrónico: [email protected]
** Universidad Estatal de Milagro, Ecuador
Dirección postal: Universidad Estatal de Milagro. Cdla. Universitaria Km. 1.5 vía Milagro Km.
26. Edificio de Postgrado. Milagro. Ecuador.
Correo electrónico: [email protected]

ex æquo, n.º 35, 2017, pp. 101-123. DOI: https://doi.org/10.22355/exaequo.2017.35.07


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Abstract
The Mediatized Construction of the Stigma against the Prostitute in Spain
The media construct a speech that simplifies the reality of prostitution and stigmatizes
those who exercise it. This article is based on an analysis of the discourse of the representa-
tion of prostitution in the newspapers El País and ABC, from the Spanish transition to 2012.
Despite being ideologically opposed (conservative and Catholic ABC, and identified with
the progressive ideology next to PSOE El País), in both the stigma is present. It is a stigma
constructed differently, since the image of the prostitute is articulated around the morality
in ABC and around the progressive ideas in El País, but with the same starting point and a
final confluence. In both, the woman who prostitutes herself is a prostitute before being a a
woman and a person and both will coincide in reducing the representation of the prostitute
to the «hypervictim» from an abolitionist perspective.

Keywords: Prostitution, stigma, feminist studies, Communication and Gender

Introducción. Las prostitutas como las Otras

El estigma es la marca con la que identificamos y excluimos al Otro, a quien


es o está en el mundo de forma diferente a Nosotros/as, a quien no forma parte
del colectivo en el que nos integramos. Las mujeres han sido y son marginadas
en una sociedad marcada por el patriarcado y el sexismo. Esta discriminación se
incrementa en el caso de las mujeres prostitutas que, en las últimas décadas, han
sido mayoritariamente inmigrantes en España. Sufren la interseccionalidad de dis-
criminaciones marcadas no sólo por el género, sino también por su clase social,
su condición de inmigrante, su origen étnico o nacional y el estigma que, histó-
ricamente, ha marcado a las mujeres que trabajan en la prostitución. Los medios
de comunicación, como veremos en este artículo, han jugado un papel clave en la
construcción de este estigma. De ahí que, en la investigación que ha servido de
base para el mismo, se haya decidido analizar la representación de las mujeres en
dos de los principales periódicos españoles.
El de las mujeres que ejercen la prostitución es uno de los colectivos sobre los
que recae mayor censura moral (Oselin 2009), una censura que sirve como grillete
para el ejercicio del control de la sexualidad femenina. El estigma de «puta», de
hecho, se aplica no sólo a las mujeres que trabajan en la prostitución sino a todas
aquellas que no se ciñen a los patrones convencionales patriarcales en las relacio-
nes sexuales y de pareja. En las sociedades patriarcales, una «puta» representa
no sólo a la mujer que vende sus servicios sexuales, sino también a todas aque-
llas que evidencian su deseo erótico y ejercen activamente su sexualidad, a todas
las que incumplen el contrato sexual previo al contrato social del que nos hablan
los pensadores ilustrados. Tal y como explica Caruncho, siguiendo a Pateman, «el
contrato sexual, el que firman los hombres entre sí para excluir a las mujeres, es
previo al contrato social y garantiza la exclusión de las mujeres de la convención

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de lo social […], de la esfera de lo público» (Caruncho 2010, 21).1 Los hombres no


hubiesen podido dominar y dedicarse en exclusiva al espacio público (contrato
social) si no hubiese quien cumpliese con las funciones de sustento y cuidado en
el hogar (contrato sexual).
El estigma es estratégico para la construcción identitaria del «Nosotros», en
oposición al «Otro». Las mujeres, tal y como señalan autoras como Juana Gallego
(2010), son representadas en los medios de comunicación como «las Otras» frente
al «Nosotros», como protagonista mayoritario masculino en los medios. Si las
mujeres son las Otras, las prostitutas son las «Otras de las Otras». En el imaginario
social y mediático sobre la prostitución, la construcción de la prostituta como la
Otra no sólo se basa en la oposición entre la mujer que sigue el ideario patriarcal en
el comportamiento sexual y la que no, sino también en oposiciones de clase social
(Rosembergv y Andrade 1999; Andrade 2004),2 étnicas o de procedencia nacional
(Pitman 2002; Janzen et al. 2013; Fong, Holroyd y Wong 2013; Stenvoll 2002; van
San y Bovenkerk 2013; Ribeiro et al. 2007).3
Esto nos lleva a una reflexión sobre el propio concepto de estigma y su natu-
raleza interseccional. El estigma es, para Goffman (2006), un atributo profunda-
mente desacreditado que relega a la persona al ostracismo social. Esta concepción,
que se nutre del interaccionismo simbólico, se basa en la interacción entre los indi-
viduos y la interpretación de estos procesos de comunicación y ha sido criticada
por no tener en cuenta las estructuras sociales que son causa de que las interaccio-
nes se desenvuelvan de determinado modo (Rizo 2011). Scambler (2007), en con-

1
Carole Pateman se incluye ideológicamente en el feminismo radical, que considera la prostitu-
ción como una manifestación de la violencia de género. Frente a esta concepción, surgen desde
el feminismo posiciones contrarias al ideario abolicionista y que defienden la legalización de la
prostitución (Ribeiro et al. 2007).
2
De su análisis de la cobertura mediática realizada por la Folha de São Paulo sobre la prostitución
infanto­‑juvenil en la década de los 1990, Andrade (2004) y Rosemberg y Andrade (1999) conclu-
yen que se esconde un discurso estigmatizador que marca a las niñas y adolescentes de la calle
con la prostitución, al igual que graba a los niños y adolescentes de la calle con la criminaliza-
ción.
3
Pitman (2002) y Janzen et al. (2013) hacen referencia a la estigmatización de la prostituta en la
prensa canadiense, no sólo por el ejercicio del trabajo sexual sino por su origen étnico, en el caso
de las mujeres indígenas que ejercen la prostitución. Fong, Holroyd y Wong (2013) detectan tam-
bién estigmatización en Hong Kong con las mujeres que se prostituyen procedentes de la China
continental. Stenvoll (2002) observa el refuerzo de la estigmatización, en función del origen étnico,
en la cobertura mediática de la prostitución de mujeres rusas en el norte de Noruega desde 1990
a 2001. Por su parte, van San y Bovenkerk (2013) aluden a la percepción del proxeneta hijo de
familias migradas como un peligro para la sociedad holandesa. Sacramento y Ribeiro (2014), en
referencia a la investigación en la que participan sobre la estigmatización de las mujeres que se
prostituyen en las regiones transfronterizas entre Portugal y España, mayoritariamente de Amé-
rica del Sur y más en concreto de Brasil (Ribeiro et al. 2007), señalan que en la construcción de
atributos estigmatizantes es evidente la interseccionalidad de las categorías de género, «raza» y
nacionalidad.

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secuencia, insiste en las relaciones de clase, estatus, orden, género y étnicas tras la
configuración del estigma. En esta interseccionalidad de las estructuras presentes
tras el estigma pone el foco Juliano (2005), quien señala que en la gran estigmatiza-
ción que padecen las trabajadoras sexuales confluyen prejuicios de base religiosa,
étnicos y condicionamientos de clase.
El estigma va, así mismo, de la mano del concepto de «pánico moral», enten-
dido este como el miedo a una persona o grupo considerado como amenaza (Tre-
viño 2009). Este miedo, como apunta Treviño (2009), tiene un carácter irracional,
es decir, responde a ansiedades generalizadas que son desplazadas a un grupo
social determinado, dejando así a un lado sus causas reales (Soderlund 2002). En
el caso de la prostitución, este pánico nace del sentimiento de amenaza al «Noso-
tros/as», tanto a los preceptos morales que fundamentan ese «Nosotros/as» como
a la construcción subjectiva de nuestro «yo» en oposición a lo que se considera
abyecto. Janzen y compañeras (2013) indican, al respecto, que el rechazo al Otro
nace, en realidad, del desprecio a lo que consideramos abyecto en nosotros/as mis-
mos, aquello que, desde pequeños/as, nos enseñan a rechazar de nosotros/as, para
construir nuestra identidad normalizada.
El pánico moral es, por lo tanto, construido y se alimenta de la gran distancia
entre la realidad y las exageraciones mediáticas que se produce en la represen-
tación de la prostitución.4 De este alejamiento entre la realidad y la construcción
mediática surge la aplicación, a este contexto, del concepto de mito, que entende-
mos aquí según lo comprende Barthes (1957), como un habla, un sistema de comu-
nicación y un mensaje despolitizado, que no surge de la naturaleza de las cosas
sino de su reconstrucción histórica. O´Neill et al. (2008) indican la existencia de tres
mitos dominantes en los que se basan las respuestas jurídicas contemporáneas a la
prostitución. Mitos que están estrechamente relacionados con la estigmatización
de la prostitución como desviación social (Benoit y Hallgrinsdottir 2011) surgida
del choque entre actores inscritos en distintas perspectivas morales (Sacramento
y Ribeiro 2014).

1) L
 a expansión de enfermedades de transmisión sexual (ETS). Que las per-
sonas que ejercen la prostitución estén bien informadas sobre las ETS no
disipa ese temor. Es más, el mito construye a la prostituta como amenaza
para la salud, pero no al cliente, que es quien demanda dichas prácticas
sexuales de riesgo.5

4
De la ruptura de la distancia con la que se mira surge un importante instrumento para la quiebra
de los estereotipos. Alexandra Oliveira (2011) intenta romper con los estereotipos que minan la
prostitución de calle mediante una investigación en la que ella misma convivirá, desde octubre
de 2002 hasta noviembre de 2007, con las personas que ejercen la prostitución en este espacio. Y
de la investigación extraerá conclusiones que se alejan de algunos de los mitos mediáticos con
los que se estigmatiza la prostitución, como la victimización o el presentarlas en exclusiva como
personas sin capacidad de agencia, de actuación.
5
Se indica en el artículo de O’Neill et al. (2008), contextualizado en el ejercicio de la prostitución

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2) L a identificación del trabajo sexual como un comportamiento antisocial


que rompe con las normas más básicas del civismo en el espacio público
(ruidos, basura, relaciones sexuales en público, profilácticos en la calle…).
En este caso, la sanción social recae de nuevo en la prostituta pero no en
quien compra sus servicios y alimenta el comercio sexual.
3) La prostitución como violencia de género, en el que intervienen agentes
(proxenetas, traficantes, compradores de sexo…) que infringen a las pros-
titutas daños físicos y psicológicos. Sin embargo, este discurso se contra-
dice con la existencia de otras prácticas de control que las criminalizan
(en algunos municipios españoles, multas que castigan el ejercicio de la
prostitución en la calle).

Los medios de comunicación son, pues, poderosos agentes en la construcción


de los mitos que refuerzan algunos de los principales estigmas que pesan sobre
quien ejerce la prostitución. La investigación de la que nace este artículo se elabora
desde el ámbito disciplinario de las Ciencias de la Comunicación y surge preci-
samente de la consideración de los medios como importantes agentes de sociali-
zación y de la confluencia de las teorías feministas y de género y las teorías de la
comunicación. Más en concreto, de aquellas teorías de la comunicación que nacen
de la consideración de los medios como activos constructores de la realidad social
y sustento de las relaciones de poder en las que se basa dicha construcción, además
de transmisores de ideología, también de ideología sexista.
Los medios, siguiendo la metáfora con la que Gaye Tuchman (1983)6 intro-
duce en las Ciencias de la Comunicación las teorías del framing surgidas del inte-
raccionismo simbólico de Goffman, son hoy en día las ventanas a través de las
cuales construimos nuestra visión del mundo. Una construcción que no es ajena
al poder en una sociedad en la que, según Teun A. van Dijk (2009), éste es funda-
mentalmente persuasivo y está en buena parte basado en el acceso preferencial al
control del discurso público por parte de las élites7. Élites representadas por lo que
Amparo Moreno denomina como «el arquetipo viril masculino», «varones adultos
de los grupos dominantes que representan papeles sociales vinculados al ejercicio

de calle en las ciudades británicas, que el hecho de que las trabajadoras sexuales acostumbren a
estar bien informadas sobre su salud, incluso con tasas relativamente bajas de ETS, no amortigua
las representaciones de los medios que las relacionan a ellas, y no a los clientes, con la realización
de prácticas sexuales de riesgo
6
Gaye Tuchman (1983) compara los contenidos que los medios elaboran con aquella imagen que
vislumbramos a través de una ventana. Lo que vemos por la ventana estará determinado por el
cristal, el propio marco que limita y delimita lo que conseguimos observar del exterior, e incluso
la posición de quien esté mirando.
7
Teun A. van Dijk (1990), no obstante, se aleja de una concepción omnímoda del poder y de la
ideología. Considera que su efecto en las personas, el efecto, por ejemplo, del discurso trans-
mitido por los grandes medios de comunicación, se ve matizado por los esquemas cognitivos
previos presentes en el receptor o receptora.

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del poder» (Moreno 1998, 32). Las prostitutas quedan, en los medios, relegadas
a los márgenes despoderados, márgenes en los que se encasilla en general a las
mujeres como las Otras, y de forma especialmente incisiva, a las prostitutas como
«las Otras de las Otras».

El contexto español

En las últimas cuatro décadas, la prostitución ha cambiado varias veces de


cara en España. De ser ejercida por mujeres mayoritariamente autóctonas, en la
década de los 1970, se asienta en la década de los 1980 el perfil de la mujer drogo-
dependiente y, ya en la de los 1990, se introducen de modo mayoritario las mujeres
inmigrantes. En los últimos años, sin embargo, a raíz de la crisis económica, se ha
incrementado el número de mujeres españolas que buscan una salida en la prosti-
tución (Puñal 2015).
La prostitución, por lo tanto, aparece siempre cruzada en España por la inter-
seccionalidad de márgenes varios como el género, la pobreza, las drogodependen-
cias, la orientación sexual o la inmigración. Encontrar datos fiables es complejo,
porque el ejercicio de la prostitución no está legalizado como trabajo y, además, la
condición de inmigrantes en situación irregular ha hecho que una parte importante
de las mujeres que trabajan en el sector lo hagan en la clandestinidad y huyendo
de los controles policiales.
En el II Plan Integral de Lucha contra la Trata de Mujeres y Niñas con Fines
de Explotación Sexual (2015-2018) se recogen datos aproximativos procedentes de
varias fuentes (Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad 2015). La pros-
titución supone en España el 0,35% del PIB, lo que equivale a unos 3700 millones
de euros, según cifras publicadas por la prensa española (El País 2014), apoyán-
dose en datos del Instituto Nacional de Estadística. El número de mujeres que tra-
bajan en la prostitución varía, así mismo, de modo notable según la fuente: desde
las 45 000 que estima el Centro de Inteligencia contra el Crimen Organizado hasta
las 400 000 que se calculan en el Informe sobre la situación de la prostitución en
España, del 2007, o las 600 000 de las que ha informado, en sus emisiones radiofó-
nicas, la cadena SER (Brufao 2011). De prostitución masculina y prostitución trans-
género, se sabe aún menos (Puñal 2015).
Dispares, hasta niveles extremos, son también los datos sobre el porcentaje de
mujeres víctimas de trata. Para la exdirectora del Instituto de la Mujer de España,
Laura Seara, lo son el 90% de las mujeres que se prostituyen (Puñal 2010). Estudios
realizados desde posturas pro legalización reducen notablemente este porcentaje.
En una investigación elaborada por la socióloga Laura Oso (2004), de las 45 muje-
res que se habían entrevistado, sólo dos habían llegado a España engañadas.
Los cambios en el rostro de la prostitución española están estrechamente uni-
dos a los flujos económicos y poblacionales neoliberales. La prostitución se con-
vierte en el destino de una parte de las mujeres que emigran a España huyendo de

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la situación de empobrecimiento de sus países de origen. El Informe de la Ponen-


cia sobre prostitución en España expone que «la oferta es de mujeres extranjeras
muchas de ellas en situación de inmigración ilegal» (Cortes Generales de Estado
2007, 41). En el II Plan Integral de Lucha contra la Trata de Mujeres y Niñas con
fines de Explotación Sexual (2015-2018), se reconoce que la feminización de la
pobreza y la explotación del deseo de migrar convierten a las mujeres en vícti-
mas más vulnerables (Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad 2015).
Clara Pérez (2003) habla, así mismo, de la feminización de los flujos migratorios
y contrasta la invisibilización de las mujeres inmigrantes en España, a la que vin-
cula fundamentalmente al sector de los servicios domésticos y del cuidado, con
la hipervisibilización mediática de aquellas inmigrantes que se dedican al trabajo
sexual. Y es que, en este flujo norte-sur, a las mujeres se les han adjudicado, en el
territorio español, los trabajos más precarios (como el servicio doméstico o la agri-
cultura) y más estigmatizados, como es el caso de la prostitución.8

Estado de la cuestión

Los estudios sobre Comunicación y Género han experimentado un impor-


tante auge en España desde el inicio del nuevo milenio. Sin embargo, un análisis
del estado de la cuestión de lo realizado en este campo muestra que falta ahon-
dar en la interseccionalidad de la discriminación de género con otros rostros de
la discriminación. De ese vacío, dada la escasez de estudios en esta línea, nace la
investigación de la que parte este artículo (Puñal 2015).
Las reflexiones sobre el tratamiento mediático de la prostitución que localiza-
mos en la fase exploratoria de esta investigación se caracterizaban por ser secun-
darias en estudios con otros objetivos prioritarios de análisis, como por ejemplo,
la inmigración.
Así mismo, la reflexión sobre los medios apareció de manera tangencial en
trabajos de carácter abolicionista y pro­‑legalización. Desde una perspectiva abo-
licionista, los medios de comunicación son criticados por transmitir la cultura de
la prostitución como realidad inevitable por hacer uso de conceptos como auto-
determinación y libertad sexual y promocionar a través de ellos la industria del
sexo (Alba 2006) y por actitudes como la publicación, en la prensa española, de
anuncios de sexo de pago, mientras en sus contenidos informativos se critica la

En el Estudio sobre la situación laboral de la mujer inmigrante en España (Iglesias et al. 2015),
8

se afirma la existencia de un amplio bloque social de precariedad, formado por el 88% de la


población femenina inmigrante, y caracterizado por el ejercicio de trabajos de cuidados y de
ocupaciones manuales de cualificación básica, con salarios inferiores a los mil euros mensuales.
No se hace referencia, en este estudio, a las mujeres que se dedican a la prostitución, pues ésta no
está reconocida como trabajo en España.

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explotación sexual y la trata y el tráfico de mujeres.9 Desde las posiciones a favor


de la legalización, se considera que los medios presentan a la prostitución como
mayoritariamente forzada y, desde preceptos abolicionistas (Solana Ruiz y Riope-
dre 2012), se denuncia de ellos el sensacionalismo con el que se insiste en construc-
ción de la prostituta como víctima tratada y sin agencia (Oso 2000) y se les critica
por invisibilizar la prostitución que se ejerce de manera voluntaria, así como la
magnificación del engaño de las mafias y redes a las mujeres que llegan a España
a prostituirse. Desde esta posición, se valoran de modo negativo los intentos que,
desde el Gobierno español, se realizaron para la desaparición de los anuncios de
sexo de pago de la prensa, pues se considera que la prostitución de piso (aquella
que se anuncia en la prensa) es precisamente la que se ejerce en condiciones menos
precarias y más autónomas.

Metodología

La investigación que da origen a este artículo está basada en la combinación


de las técnicas de análisis de contenido – en concreto, el análisis hemerográfico
diacrónico diseñado por Amparo Moreno (1998)10 y de análisis del discurso, con
base en las teorías de van Dijk (1990). Optamos, por lo tanto, por una estrate-
gia metodológica que se asienta en los métodos mixtos de investigación. De esta
forma, con su uso conjunto, quisimos sumar las fortalezas del análisis del conte-

9
Es preciso diferenciar la prostitución de la trata y el tráfico de mujeres con fines de explota-
ción sexual. Según la definición de la ONU, adoptada en el Plan Integral de Lucha contra la
trata de seres humanos con fines de explotación sexual, aprobado en 2008 en España, trata (en
inglés, trafficking in human beings) es el «reclutamiento, transporte, embarque o recepción de per-
sonas, por medio de amenaza, uso de la fuerza, coacción, fraude, engaño, abuso de poder o
de situaciones de vulnerabilidad, o mediando pago o beneficio económico en la obtención del
consentimiento de una persona para que ceda el control sobre otra con el propósito de su explo-
tación. La explotación incluye, como mínimo, la derivada de la prostitución y de otras formas de
explotación sexual, trabajos o servicios forzados, esclavitud o prácticas similares, servidumbre y
extracción de órganos». El tráfico (en inglés, smuggling of migrants) se entiende, también según la
ONU, como «el procedimiento para obtener, directa o indirectamente un beneficio económico de
entrada ilegal de una persona en un país del que no es nacional ni residente permanente».
10
Nos inspiramos en la variante de análisis de contenido propuesta por Moreno por dos motivos
clave. Por un lado, la propuesta metodológica pone el foco en las personas que protagonizan la
información, a través de la respuesta a cinco preguntas claves: ¿Quién enfoca? ¿A qué protago-
nistas? ¿Haciendo qué? ¿En qué escenarios? ¿Con qué fuentes? Esto le permite constatar la pre-
sencia mayoritaria en la prensa de lo que denomina como «arquetipo viril masculino» (Moreno
1998, 32). Por otro lado, el hecho de que los datos sean recogidos en su literalidad (es decir, se
transcriben tal y como son mencionados en la unidad redaccional analizada) facilita, además,
una lectura cualitativa. Pongamos un ejemplo: no sólo contabilizamos el número de mujeres
prostitutas que protagonizan la información sino que, además, recogemos cómo el medio las
nombra y las describe, así como los actos y las palabras que se les atribuyen.

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nido y del análisis del discurso y contrarrestar sus debilidades.11 Del análisis de
contenido obtuvimos datos cuantitativamente representativos que del análisis del
discurso en sí no podríamos conseguir. Por su parte, el análisis del discurso hizo
posible llegar a una profundización en el contenido, y en el discurso e ideología
ocultos tras ese contenido, que no nos permitía el análisis de contenido. Fue, pre-
cisamente, el análisis del discurso el que nos abrió el camino para el estudio en
profundidad de la construcción mediática del estigma.
Los datos y reflexiones que, a continuación, se aportan, son resultado de un
trabajo de campo en el que se analizaron todos los contenidos periodísticos – infor-
mativos, interpretativos y de opinión –, con la prostitución como tema central,
publicados por El País y ABC en los años 1977, 1987, 1997, 2007 y 2012. Nos inte-
resaba analizar la evolución del tratamiento de la prostitución desde el final de la
dictadura franquista. Es por ello que escogimos el año 1977, en los inicios de la
Transición democrática española y, a partir de ahí, decidimos analizar un año por
década hasta el momento en que finalizamos esta investigación, el 2012. Fueron en
total, casi un millar las unidades redaccionales estudiadas. En concreto, 957, de las
cuales 544 fueron publicadas por ABC y 413 en El País. A todas ellas se les aplicó,
conjuntamente, el análisis de contenido y el análisis del discurso.

La construcción del estigma en la prensa española: El País y ABC

El País y el ABC siguen caminos distintos para la construcción del estigma,


pero coinciden: a) en un punto de partida (el considerar a la mujer que se prostituye
antes prostituta que mujer o persona, en tanto que esa es la condición de ella que
se destaca en primer lugar), y b) una confluencia final, evidenciada en los últimos
años analizados: la construcción mediática del estigma de la «víctima perfecta».
El estigma se pega a la piel, como lo hacían, en la antigua Grecia, las marcas
con las que se grababan a los esclavos y esclavas, y de las que procede la palabra.
Y eso se observa en los medios, y en concreto, en los dos periódicos analizados,
cuando se refieren a la persona que se prostituye destacando en primer lugar su
condición laboral. Si una mujer es detenida o asesinada, el análisis del discurso
realizado nos muestra que es muy probable que sea identificada en los titulares
antes como prostituta que como mujer o persona con nombre y apellidos. Así lo
muestran ejemplos como los siguientes.

11
Vicente Mariño (2009) defiende, para las Ciencias de la Comunicación, la integración de estas


dos técnicas profusamente empleadas por las y los investigadores de este ámbito disciplinar,
aunque casi siempre por separado. Las razones argumentadas por Mariño coinciden en gran
medida con los motivos que basaron nuestra propuesta metodológica: la incapacidad del análi-
sis del contenido para abordar el sustrato ideológico que esconde el texto. Sin embargo, mientras
que para Mariño el análisis del discurso es un complemento a las debilidades del análisis del
contenido, este trabajo parte de la consideración de las dos técnicas al mismo nivel.

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110 Ana Belén Puñal Rama e Ana Tamari

«Detenido el presunto asesino de una prostituta» (El País, 15 de octubre de 1977);


«Una prostituta, detenida en relación con la muerte de un joven sacerdote jesuita» (El
País, 23 de septiembre de 1987);
«Identifican a una prostituta heroinómana como la decapitada de San Fernando de
Henares» (ABC, 28 de agosto de 1987);
«Intenta matar a una prostituta a causa de su impotencia» (ABC, 1987);
«Detenido el presunto asesino de una prostituta que se anunciaba en Internet» (El
País, 7 de febrero de 1997);
«Arranca el juicio por el asesinato de una prostituta en El Cerro» (ABC, 20 de febrero
de 2012);

Más allá de ese punto de partida común, la construcción del estigma en ABC
y El País, como se ha dicho en un inicio, está determinada por la línea ideológica
del medio. Para el conservador ABC, la prostitución y las prostitutas serán un mal
y una amenaza para un Nosotros identificado con los principios conservadores
y católicos. El estigma, desde la perspectiva presente en ABC y de la que El País
marca distancias, se construye pues como amenaza a: a) los preceptos morales que
consideran a las mujeres y el sexo como tentación y pecado; b) a las y los ciuda-
danos pertenecientes a clases sociales no desfavorecidas, por la delincuencia que
se asocia en el periódico a la prostitución y la disrupción en las normas de convi-
vencia cívica en el espacio público; c) a la salud de las y los ciudadanos que for-
man parte de ese «Nosotros» con el que el periódico se identifica (la insistencia en
la vinculación de la prostitución con enfermedades de transmisión sexual, y más
concreto con el SIDA); y d) a la población española por parte de «males» asociados
a la población inmigrante.

La prostitución como vicio y comportamiento inmoral


La estigmatización de la prostituta como vicio y mal moral está presente fun-
damentalmente en el discurso del periódico conservador (no en el de El País) de
las décadas de los 1970 y 1980. Su identificación como tal llega a ser explícita en el
propio discurso de la persona que elabora la información:

El tema que hoy trata el magistrado juez de Peligrosidad Social, don Manuel Rico
Lara, es el de la prostitución, así como el de la actuación, condenada por todos, de los
que explotan este vicio («La prostitución está ante nosotros», en ABC del 21 de mayo
de 1977).

La prostitución es identificada con anormalidad. Así ocurre en una de las car-


tas al director publicada en 1987. «Lo anormal seguirá siendo siempre anormal»,
dice la lectora, quien considera que las prostitutas están siendo un modelo para la
juventud, lo que de fondo encierra la estigmatización también de la idea de liber-
tad sexual y la identificación como «putas» de las mujeres que viven libremente
su sexualidad.

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LA CONSTRUCCIÓN MEDIÁTICA DEL ESTIGMA 111

Me ha llamado mucho la atención el programa de TV «En familia». En él se


trató esta vez el tema de la prostitución. Me hizo reflexionar sobre esta realidad tan
vieja como la vida misma. Estas señoras hablaron desde su frustración ellas que
son lo que hoy se presenta a la juventud como prototipo de libertad, no expresa-
ban realmente alegría, ni descaro y no lo hacían porque lo anormal seguirá siendo
siempre anormal, porque no se puede decir que comerciar con el cuerpo es la feli-
cidad («En familia», ABC, 1 de junio de 1987).

El considerar que la prostitución está fuera de la normalidad lleva a defender


la «reinserción social» como solución para recuperar dicha normalidad:

Askabide, camino de libertad, es el nombre que un grupo de religiosas ha dado al


centro de acogida creado por ellas para acoger a las prostitutas bilbaínas que quieran
intentar reinsertarse normalmente en la sociedad («Religiosas abren un centro de aco-
gida para prostitutas», publicada en ABC el 3 de agosto de 1987).

El País, que nace en 1976, recién finalizada la dictadura franquista, se aleja de


este estigma. No lo encontramos en sus páginas. Al contrario, introduce, tanto en
sus contenidos informativos como en los de opinión, un discurso que condena la
doble moral de la sociedad española respecto a la prostitución y da entrada a la
voz de las prostitutas y a la defensa de sus derechos. En sus contenidos de opinión,
condena la hipocresía de una sociedad que estigmatiza a la prostituta y censura
la libertad sexual aun siendo la prostitución una práctica de consumo masculino
generalizada. Porque, tal y como expresa en el periódico una de sus más prestigio-
sas firmas, Paco Umbral, «un sistema cerradamente puritano necesita la cloaca de
la prostitución como la belleza de Venecia necesita la podredumbre de sus cana-
les» («Las respetuosas», El País, 12 de marzo de 1977). En su discurso informativo,
les dará voz a las prostitutas cuando se manifiestan frente a la Ley de Peligrosi-
dad Social, aprobada en las postrimerías del franquismo, que hace que sobre ellas
penda permanentemente la amenaza de la cárcel. Un ejemplo claro es esta infor-
mación sobre una manifestación de prostitutas bilbaínas, en noviembre de 1977,
que no será cubierta por el ABC.

Más de cincuenta prostitutas se encerraron ayer por la tarde en un pabellón del Hos-
pital Civil de la capital vizcaína para pedir la abolición de la ley de Peligrosidad Social
y exigir que se aclaren las circunstancias que rodearon la muerte de su compañera
María Isabel Gutiérrez, que se prendió fuego a lo bonzo, la noche del pasado martes,
en su celda de la cárcel de Basauri (Vizcaya) («Manifestación de prostitutas bilbaínas
contra la ley de Peligrosidad Social», El País, 12 de noviembre de 1977).

Las divergencias con ABC en lo que respecta a moral sexual son notorias y
se ponen de manifiesto cuando, en 1997, el gobierno del PP incorpora de nuevo el
delito de corrupción de menores en el Código Penal, que había sido eliminado en

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112 Ana Belén Puñal Rama e Ana Tamari

su reforma del año 1995, en los últimos meses de la etapa del PSOE en el poder,
con Felipe González al frente. Mientras en ABC se defiende la medida, El País la
critica, argumentando que ya existen instrumentos normativos para castigar los
abusos sexuales a menores y que la recuperación de tal tipo penal podría servir
de excusa jurídica para censurar la libertad sexual. Así se pronuncia en uno de sus
editoriales:

La corrupción de menores, un delito indefinido que se ha utilizado en ocasiones para


sancionar prácticas sexuales que no atentaban contra la libertad sexual, no es el mejor
mecanismo para sancionar las conductas de unos adultos que, si se confirman los
indicios, han abusado sexualmente de niños de 12 años o menos, y los han prostituido
y utilizado para producir pornografía (editorial «Corrupción de mayores», El País, 1
de agosto de 1997).

Las diferencias entre ambos se seguirán manifestando, también en años pos-


teriores, en la cobertura de los conflictos vecinales con la prostitución de barrio.
ABC, posicionado del lado de las voces vecinales, recogerá los argumentos de los
vecinos relativos a la moral y el incivismo de las prácticas sexuales en la calle. El
País no insistirá en dichos argumentos y contrarrestará las voces de las vecinas y
vecinos de los barrios afectados con el testimonio de las personas que allí se pros-
tituyen.
En los últimos años, como ya hemos adelantado, estas aristas se liman para
construir la confluencia de ambos periódicos alrededor del discurso abolicionista
y de la victimización de las mujeres que ejercen la prostitución. Esta confluencia
tiene su correlato con la que se produce, en el ámbito político, entre el discurso de
derechas y de izquierdas. El discurso de derechas alrededor de la prostitución y su
condena desde una perspectiva moral acabará encontrándose en parte con el dis-
curso de izquierdas que promueve la abolición de la prostitución por considerarla
una manifestación más del sexismo y de la violencia contra las mujeres.

La prostitución como delincuencia y disrupción de la convivencia cívica


Este perfil estigmatizador está muy en relación con una de las constantes de
la representación de la prostitución en la prensa española, su tratamiento como
suceso. El abordaje como suceso está presente, en ABC, en el 34% de los contenidos
analizados, y en el 34% en El País. La representación de la prostituta como delin-
cuente se asocia no sólo a su criminalización como tal prostituta sino también a la
criminalización que se hace en general de la población que subsiste en los márge-
nes de la sociedad, tal es el caso de la inmigración y de las personas afectadas por
drogodependencias o enfermedades como el SIDA.

Al centro le puede el cáncer de la desesperanza. Prostitutas, travestidos, carteris-


tas, tironeros, «cogoteros», asaltadores, traficantes, chulos gamberros, vándalos,
«inmigrantes­‑ilegales­‑profesionales­‑del­‑delito». Y miedo […] Con la Ley en la mano,

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LA CONSTRUCCIÓN MEDIÁTICA DEL ESTIGMA 113

la Policía no puede hacer nada para evitar la prostitución y las fulanas ni se inmutan
ante su presencia. Todos señalan al submundo que se mueve en torno a este tráfico
como el gran mal. Chulos, como el que aparece en esta imagen con «su» prostituta,
sobre estas líneas reparten heroína y cocaína entre las protegidas («La delincuencia
mata la esperanza en el centro», en ABC del 19 de diciembre de 1997).

La presencia de las personas que ejercen la prostitución como fuente de con-


flicto con las y los otros vecinos del barrio será una constante en el ABC a lo largo
del período analizado. En dicho conflicto, el ABC se sitúa sistemáticamente del
lado del vecindario, a quienes con frecuencia da voz, frente a las prostitutas, de
las que desconocemos su experiencia, su testimonio y su mirada. Lo dicho se com-
prueba en esta investigación no solo mediante el análisis cualitativo del discurso
sino también a través de los datos cuantitativos obtenidos del análisis de conte-
nido. El marco interpretativo asociado a la prostitución como fuente de conflicto
en la convivencia ciudadana está presente en el 23,4% de los contenidos en el ABC
y se reduce a más de la mitad en El País, que presenta dicho marco interpretativo
en el 10,4% de las unidades redaccionales analizadas, y se diferencia del ABC en
que nos permite saber cuál es el punto de vista de las personas que se prostituyen.
En cuanto al discurso, mientras en ABC el vecindario aparece asociado a ver-
bos que muestran su acción en positivo y a actos de habla, todo lo contrario ocurre
con quienes ejercen la prostitución: «Los vecinos de Marconi logran que las prosti-
tutas dejen la zona de viviendas» (ABC, 6 de septiembre de 2007), «Los vecinos de
Marconi se mostraron satisfechos por el resultado de la reunión» (ABC, 7 de sep-
tiembre de 2007), «La barriada Paz y Amistad, cercada por grupos de gamberros y
por prostitutas» (ABC, 16 de junio de 2007).
Observamos, en el discurso mediático, una contradicción no menor, sobre
todo en los últimos años de la muestra, en los que se extiende el discurso de la
trata de mujeres. Y esta contradicción se reflejará tanto en los contenidos informa-
tivos de El País como en el ABC. Por una parte, se las trata como víctimas de las
mafias. Por otra, se las criminaliza al presentarlas como elemento disruptor de la
convivencia cívica en la calle y fuente de tensión con el vecindario de los barrios
en los que ejercen.
Esta contradicción entre la victimización y, al mismo tiempo, la criminaliza-
ción de la prostituta llega a manifestarse incluso en discursos divergentes entre lo
que el texto de la noticia dice sobre la prostituta y el modo en el que la fotogra-
fía la representa, lo que podemos ver en este ejemplo extraído del ABC. El texto
representa a las jóvenes como víctimas. La imagen las muestra según parámetros
icónicos propios de la representación del criminal que huye de su identificación.
Sus rostros aparecen ocultos, como si fuesen criminales protegiendo su identidad.

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Imagen 1
Ejemplo de criminalización en la imagen

Fuente: «Seis mafias se repartían los 14 millones del negocio de la prostitución china», ABC, 23 de febrero de 2007

Este discurso, del que la prensa se hace eco, tiene su origen en el discurso
político español vigente en ese momento y que se extiende hasta la actualidad.
Existe una contraposición entre la legislación y las políticas estatales y las norma-
tivas autonómicas y locales. El Código Penal español castiga a quien se beneficia
de la prostitución ajena, aunque ésta sea consentida, pero no a quien se prostituye.
Así mismo, las políticas estatales, con marco en el Plan Integral de Lucha contra la
Trata de Mujeres y Niñas con Fines de Explotación Sexual, inciden en la prostitu-
ción como mayoritariamente forzada y en la prostituta como víctima de las redes
de trata y tráfico, y contemplan medidas para que puedan denunciar a las mafias
que las explotan. Sin embargo, las políticas locales que se pusieron en marcha en
varios ayuntamientos y comunidades autónomas, como Cataluña, van en sentido
contrario y, en ciertos casos, llegan a multar a quien se prostituye y/o a quien com-
pra servicios sexuales en la calle.

La prostitución como amenaza a la salud


Ya habíamos visto en O´Neill et al. (2008) como, a la construcción del estigma,
contribuye la vinculación de la prostitución a las enfermedades de transmisión
sexual. Esta relación fue muy fuerte en el discurso mediático de la década de los
1980, en plena crisis del SIDA. Los datos cuantitativos así nos lo muestran. Tanto
en ABC como en El País, 1987 es el año en que publican más contenidos en los que
se relaciona prostitución con problemas de salud. Llegan a suponer hasta el 10,2%
de los analizados ese año en ABC, y el 14% en El País. Nunca, ni en los años ante-
riormente estudiados, ni en los posteriores, este vínculo fue tan fuerte.
No obstante, una cosa es la información sobre prostitución y enfermedades
de transmisión sexual, básicamente el VIH, y otra es la construcción del estigma.
Este estigma está muy presente en ABC, en el año 1987, en plena crisis del SIDA,
pero no en El País, que adopta una línea editorial por completo contraria. Mien-

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LA CONSTRUCCIÓN MEDIÁTICA DEL ESTIGMA 115

tras el ABC insiste en informaciones en las que la persona que se prostituye es


condenada como amenaza social por ser considerada agente transmisor de SIDA,
El País intenta desmontar este estigma e incluye contenidos en los que se pone de
manifiesto que no solo la persona que se prostituye, sino también, el cliente, es
responsable.
En ABC, la prostituta, sobre todo si es mujer transgénero, es considerada una
amenaza para la sociedad por su potencial de contagio (por ejemplo, en informa-
ciones como «La prostitución de travestidos, un peligro sanitario, según los veci-
nos de Vitruvio. En la zona existen un instituto y varias guarderías», ABC, 27 de
febrero de 1987). No se alude en ningún momento a base científica alguna para que
el VIH se ligue sobre todo a las, en aquel momento, etiquetadas como «travestis»,
de lo que se deduce una estigmatización implícita de toda sexualidad no hetero-
normativa basada en la construcción del mito. Es decir, en el alejamiento entre la
realidad y el discurso mediático que se construye. Nada se dice, en todo caso, de
la responsabilidad de los compradores de sexo en la transmisión de enfermedades
venéreas.
El discurso político parece ir, en ese momento, por detrás del discurso mediá-
tico. Ante la alarma social a la que contribuyen los medios, se anuncian medidas
políticas desde partidos e instituciones gubernamentales con propuestas como el
confinar a las personas que ejercen la prostitución en zonas específicas.
La persona que se prostituye y ha sido contagiada por VIH es, incluso, ani-
malizada en los contenidos: «Una prostituta con SIDA podría estar suelta en la ciu-
dad, ya que se marchó del hospital después de haberse realizado el diagnóstico»
(«Veinte extranjeros, expulsados de la República Federal de Alemania por tener el
virus del SIDA, ABC, 29 de marzo de 1987). Puede, además, ser presentada como
un ser macabro y malintencionado: «Cadena perpetua a un enfermo de SIDA que
estranguló a tres compañeros de orgía. Se vengaba del mal dando muerte a sus
clientes homosexuales» (ABC, 12 de julio de 1987).
El periódico traslada y amplía la alarma social por la transmisión del VIH no
sólo a su discurso informativo, sino también a contenidos de opinión de carácter
editorializante, tal es el caso de ZigZag, que incluye pequeños textos de opinión
sin firma (sueltos) que muestran la línea editorial del periódico:

A mediados de febrero, representantes de la Asociación Popular de Vecinos Altos del


Hipódromo de Madrid fueron recibidos por el doctor Nájera. Estos padres de familia
le expusieron la preocupación por el contagio de SIDA y hepatitis B que corre la pobla-
ción infantil en la zona de la calle Vitruvio, debido al posible contagio infantil con jerin-
guillas, preservativos y otros detritus que habitualmente deja la prostitución de traves-
tidos en aquella zona y en el interior de determinados colegios allí ubicados. Después
de escucharlos atentamente, el doctor Nájera fue breve y lacónico en su respuesta:
«Los niños – argumentó – no corren ningún peligro, ya que no son tan tontos como
para coger y jugar con jeringuillas del suelo.» Recientemente – y esto convendría que
lo supiese el doctor Nájera –, en el colegio público Maestro José Regidor, de Huelva,

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116 Ana Belén Puñal Rama e Ana Tamari

varios niños se contagiaron de hepatitis B por jugar, precisamente, con jeringuillas


usadas que se habían encontrado en la calle (ABC, «Rafael Nájera», 17 de abril de 1987).

El País muestra, en el mismo año, un discurso por completo opuesto. Se alude


a las responsabilidades de los compradores de sexo en la transmisión del SIDA,
se defiende a las prostitutas transgénero frente a su estigmatización y se adopta el
discurso de la defensa de los derechos de las mujeres que realizan trabajo sexual,
lo que se muestra, por ejemplo, en la entrevista que realizan a Pía Covre como
representante de las prostitutas italianas (había fundado, en 1982, el Comitato per
i diritti civili delle prostitute). El periódico da, así mismo, amplia cobertura a las
jornadas sobre prostitución que promueve ese año el ayuntamiento de Madrid,
gobernado por el PSOE, y que en el ABC llegan a ser ridiculizadas. Los ejemplos
siguientes evidencian la distancia entre los discursos opuestos de ABC y de El País
en la cobertura de dichas jornadas y, más en concreto, en la postura que en ellas se
adopta acerca de la importancia del compromiso del cliente en el uso del preserva-
tivo para evitar la extensión del VIH.

«Las prostitutas», dijo, «deberían exigir el uso de preservativos a los clientes, puesto
que ellas, al menos las que no se drogan, no tienen la enfermedad» (palabras de Pilar
Estébanez, directora del Centro de Promoción de la Salud del distrito de Centro (CPS)
a propósito de las jornadas sobre prostitución. «Mejorar la situación de las prostitutas,
objetivo del debate que se inicia hoy», El País, 7 de abril de 1987).12

Sobre este asunto de la prostitución, en este caso femenina, parece que se había dicho
casi todo; pero no es así. Ahora de lo que se trata es de realizar una campaña de soli-
daridad, según la doctora Pilar Estébanez […]. «Que no se quede una prostituta sin
usuario porque no lleve preservativo», dijo («Piden solidaridad para que los clientes
de las prostitutas usen preservativos. Juez Navarro: «Piden que dar la mano a estas
hermanas»», ABC, 4 de agosto de 1987).

El País mantiene una postura activa en la desestigmatización de quien ejerce


la prostitución como transmisor del VIH, hasta el punto de afirmar en un editorial,
en el que se manifiesta en contra de las propuestas de recluir a las prostitutas en
guetos, que «la presencia de portadores de anticuerpos del SIDA – si lo son – en las
calles no representa ningún riesgo» («Las prostitutas condenadas», El País, 14 de
agosto de 1987). La afirmación será puesta en cuestión en la carta al director escrita
días después por un médico adjunto de medicina interna.
En ambos casos, pues, tanto el afán estigmatizador como desestigmatizador,
en relación con la persona que se prostituye como agente de transmisión de VIH,
lleva a informaciones alejadas de la realidad.

12
Disponible en http://elpais.com/diario/1987/04/07/madrid/544793063_850215.html

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LA CONSTRUCCIÓN MEDIÁTICA DEL ESTIGMA 117

La inmigración como amenaza a la población nacional


La prostitución ejercida por personas inmigrantes se estigmatiza como ame-
naza para el «Nosotros» como colectivo nacional español, y se hace siguiendo un
esquema triangular en las representaciones mediáticas: 1) el hombre inmigrante
vinculado a la delincuencia; 2) la mujer inmigrante que ejerce la prostitución y
víctima del hombre inmigrante como proxeneta o parte de redes de trata, y 3) la
policía, que actúa de salvadora de la mujer inmigrante explotada y tratada. En los
últimos años analizados se incorpora, en los dos medios, el uso del verbo «liberar»
para referirse a la acción de la Policía.

Liberada en Almería una joven secuestrada en Rumanía y obligada a ejercer la prosti-


tución (El País, 15 de julio de 2007).

Liberación de mujeres. El objetivo, según Amato, es «combatir los grupos crimina-


les que organizan el tráfico y devolver la libertad a estas muchachas» («Más de 700
detenidos en Italia por tráfico de personas y prostitución», ABC, 25 de enero de 2007).
La representación mediática ofrece así una imagen en blancos y negros que
no tiene en cuenta los matices. Las operaciones policiales pueden no ser una «libe-
ración» para aquellas mujeres que se encuentran en el país en situación adminis-
trativa irregular y/o que han normalizado la explotación en la que viven y, en cierto
modo, han construido en ella su círculo de seguridad en un país que desconocen.
Este triángulo se consolida a lo largo del período analizado tanto en ABC
como en El País y cristaliza, en los últimos años objeto de estudio, en la creación de
un nuevo estigma: el de la «víctima perfecta», del que hablaremos de manera más
pormenorizada en el siguiente apartado.
No sólo a través de la victimización se produce la objetualización de la pros-
tituta inmigrante (como objeto de la acción de otros, que no tiene agencia, es decir
que no tiene capacidad de actuación) sino también por medio de otra estrategia,
en este caso gramatical: la substantivación del gentilicio, lo que, de manera subya-
cente, lleva a considerarlas antes inmigrantes que personas, y produce en el lector
o lectora una sensación de alejamiento que obstaculiza la empatía. Tal ocurre en los
siguientes ejemplos, que son sólo una pequeña muestra de las varias expresiones
de construcción similar localizadas a lo largo del período analizado:

El motivo ha radicado en la competencia desleal que, a juicio de las españolas, prac-


tican las portuguesas («Prostitutas madrileñas protestan por competencia desleal de
las portuguesas», El País, 1977)

Las búlgaras, que se alojaban en un piso de la calle de Camarena, entregaban todo el


dinero que recaudaban («Detenida una red que forzaba a mujeres búlgaras a prosti-
tuirse», El País, 1 de junio de 1997).

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La prostituta como la víctima perfecta


Sin embargo, las divergencias alrededor de la construcción del estigma men-
guarán en los últimos años analizados. Ambos medios acabarán por coincidir en
representar a la prostitución fundamentalmente como forzada, dejando a un mar-
gen la de carácter voluntario. En ABC, los estigmas que identifican a la mujer que
se prostituye como amenaza se suavizan: la prostituta deja de ser representada
fundamentalmente como amenaza para ser presentada como víctima. No hay tér-
minos medios. La única forma de no ser una «mala mujer» trabajando en la pros-
titución es que te fuercen a ejercerla.
Alrededor de las narrativas de la trata de personas con fines de explotación
sexual, se extiende el estigma de la «víctima perfecta». Pérez Freire y Casado Neira
identifican la «víctima perfecta» con «la hipervíctima tratada, mujer vulnerable y
vulnerada en sus derechos humanos de forma extrema (violentada) y rescatada
por parte de la sociedad personificada preferentemente por las fuerzas y cuerpos
de seguridad del estado (Guardia Civil y/o policía)» (Pérez Freire y Casado Neira
2015, 35). El discurso de la «víctima perfecta» se extiende con el asentamiento en
la prensa española del discurso abolicionista hegemónico en el discurso político
vigente en ese momento y aún ahora, en el momento de elaboración de este artí-
culo, y en el que coinciden los dos partidos políticos mayoritarios. Este discurso
se basa, precisamente, en la narrativa de la trata de mujeres y en la explotación
forzada.
Tanto el análisis cualitativo como el cuantitativo muestran la confluencia de
ambos medios en el estigma de la «víctima perfecta» en los últimos años ana-
lizados. En el caso de ABC, esta construcción, localizada en el 11% de las uni-
dades redaccionales analizadas en 1977, se incrementa hasta el 32% en el último
año observado, el 2012. En El País, el estigma de la víctima perfecta pasa de estar
presente en un 5,2% en el 1977 a un 42% en el 2012. El dato es coherente con la
elevada presencia de informaciones sobre trata de seres humanos con fines de
explotación sexual en los últimos años de la muestra. En ambos periódicos, la trata
apenas es abordada en las décadas de los 1970 y 1980. Sin embargo, su presencia
se incrementa notablemente a partir de la década de los 1990 y sobre todo con la
entrada del nuevo milenio, coincidiendo con la globalización de los flujos de la
prostitución (del sur empobrecido al norte rico) y la conversión de España en país
de recepción de prostitución. En el caso de ABC, los contenidos sobre trata llegan
al 9% en 2007 y al 18% en 2012. En cuanto a El País, supone un 19% en 2007 y un
12% en 2012.
La construcción del estigma de la «víctima perfecta» se refuerza cuando va
acompañado del estereotipo de «madre sufriente», como ocurre con la cobertura
de la lucha de la considerada «madre coraje», la argentina Susana Trimarco, tanto
por localizar a su hija, Marita Verón, secuestrada y prostituida, como por hacer
justicia con sus captores. O cuando, en el abordaje del juicio a Ioan Camplaru,
conocido como «Cabeza de Cerdo» y reconocido mediáticamente como uno de
los mayores capos en la trata de seres humanos con fines de explotación sexual,

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LA CONSTRUCCIÓN MEDIÁTICA DEL ESTIGMA 119

alguna de sus víctimas narra cómo fue obligada a abortar («Yo no quería abortar
pero Ioan me obligó a hacerlo» (El País, 1 de febrero de 2012).

Argentina, una vez más, está conmocionada. María de los Ángeles Verón, más cono-
cida como Marita, fue secuestrada, esclavizada y obligada a prostituirse hace diez
años. Desde entonces, su madre, Susana Trimarco, la busca y demanda justicia pero
no logra ninguna de las dos cosas («Sin justicia para la madre coraje argentina», ABC,
14 de diciembre de 2012)

Susana Trimarco reunió a sus 47 años el arrojo suficiente y buscar a su hija María
de los Ángeles, Marita, Verón en los prostíbulos de Argentina. Cruzando testimo-
nios por aquí y por allá fue informándose de que la chica había sido golpeada con la
culata de una pistola en las calles de San Miguel de Tucumán, introducida en un coche
rojo, vendida a una red de trata de blancas, drogada, violada, apuñalada y forzada a
tener un hijo en cautiverio con su proxeneta, José Fernando Gómez, alias el Chenga.
(«Susana Trimarco, ʻmadre coraje argentinaʼ: «Así como yo no tengo paz, tampoco
ellos la van a tener» (El País, 18 de marzo de 2012)13

Es decir, la prostituta se representa como víctima sin ambages, sin tener en


cuenta que la realidad de la prostitución está llena de grises, que no toda la prosti-
tución es forzada, que no todas las prostitutas se consideran a sí mismas víctimas
y que, aún en casos de trata, puede haber un grado de agencia y capacidad de
decisión de las mujeres, como ocurre cuando son engañadas sólo en parte: saben
que su destino en España es la prostitución pero ignoran las condiciones de preca-
riedad, violencia o incluso vulneración de los derechos humanos y laborales en las
que van a trabajar. O cuando, a pesar de las condiciones de explotación, encuen-
tran en esas rejas un cierto espacio de seguridad, en el que tejen sus relaciones
personales y afectivas y en el que encuentran un sustento económico, en un país
que desconocen y que no les ofrece mayores alternativas.
En esta evolución hacia el estigma de la víctima perfecta, el ABC llega a cambiar
de modo radical su discurso acerca de la prostitución de calle y las protestas que
ésta genera en el vecindario de las zonas en las que se ejerce. A lo largo de todo el
período analizado, excepto en el 2012, el periódico se pone sistemáticamente del lado
del vecindario y del argumentario por él utilizado (inseguridad, inmoralidad, mala
imagen…), ofreciendo así una representación culpabilizadora y criminalizadora de
la prostituta, a la que acostumbra no darle voz. Sin embargo, en el último año ana-
lizado, aunque ABC sigue defendiendo la eliminación de la prostitución en la calle,
los argumentos que recoge son totalmente distintos: es preciso acabar con la pros-
titución en la calle para luchar contra la explotación sexual de las mujeres. De este
modo, el estigma de la «víctima perfecta» se usa para reforzar los argumentos a favor

Disponible en http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/02/16/actualidad/1329419719_ 938148.


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de la desaparición de las prostitutas del espacio público, en una actitud paternalista,


según la cual se decide por ellas lo que es mejor para ellas pero sin consultarlas.

Conclusiones

El estigma se refuerza en el desconocimiento del «Otro», en este caso, de la


«Otra». En una sociedad en la que el acceso a la realidad está ampliamente media-
tizado, el estigma que rodea a la prostitución, y que se expande en la intersección
de las discriminaciones de género, étnicas, nacionales, de orientación sexual y de
clase social, encuentra aliado y refuerzo en los contenidos difundidos por la prensa
y por los medios de comunicación en general, tal y como nos permiten concluir los
datos de esta investigación.
En ABC y en El País, la construcción del estigma es divergente, porque el
«Nosotros» del que parten es distinto y está definido por líneas ideológicas dife-
rentes y, sólo hasta cierto punto, opuestas. El ABC traslada a la prostitución los
miedos y preconceptos que nacen del ideario conservador y católico del que bebe.
En ABC, la mujer que se prostituye es una amenaza para los principios morales
del catolicismo, y se concibe así mismo como amenaza para la propia integridad
(identitaria, nacional, sanitaria, física y de la propiedad). El País, sin embargo, se
aleja conscientemente de esta postura conservadora y moralista en lo sexual.
No obstante, aunque ese «Nosotros» del que parten ambos periódicos es
divergente tiene una característica común: la mirada heteropatriarcal. Para ambos,
la mujer que se prostituye es la «Otra», sea ésta más o menos estereotipada, y es,
por lo tanto, antes prostituta que mujer o persona. En ambos está presente una
mirada simplificadora que impide ver todas las aristas que rodean a la realidad de
la prostitución. Esa simplificación, unida al predominio del discurso abolicionista
en la política española de la última década (presente en los dos partidos mayorita-
rios en el período analizado, el PP y el PSOE), hace que ambos medios confluyan
en el estigma de la víctima perfecta.

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Ana Belén Puñal Rama. Profesora titular en Comunicación Social en la Universidad


Estatal de Milagro (UNEMI) en Ecuador y doctora por la Universidad de Santiago
de Compostela. Investigadora en Comunicación y Género, forma parte del grupo de
investigación «Comunicación, Ciudadanía y Cambio Social» de la UNEMI y dirige el
Observatorio de Comunicación Ciudadana de dicha universidad. Es integrante, así
mismo, de la Red Europa­‑América Latina de Comunicación y Desarrollo.
Ana Tamarit. Profesora titular de la Universidad Estatal de Milagro (Ecuador) y
doctora por la Universidad de Salamanca. Investigadora en medios comunitarios,
dirige el grupo de investigación «Comunicación, Ciudadanía y Cambio Social» y el
Máster en Comunicación, con mención en Medios Comunitarios, de la UNEMI. Codi-
rige, así mismo, el Observatorio de Comunicación Ciudadana de dicha universidad.
Forma parte de la Red Europa­‑América Latina de Comunicación y Desarrollo.

Artículo recibido el 16 de enero de 2017 y aceptado para publicación el 22 de febrero de 2017.

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