Analisis Artistica

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Universidad Pedagógica Nacional

Francisco Morazán
CATEDRÁTICO:
LIC. KATIA MATUTE

CARRERA:
ADMINISTRACIÓN Y GESTIÓN EDUCATIVA

ASIGNATURA:
APRECIACION ARTISTICA

ESTUDIANTE:
SAMANTHA JAQUELINE NUÑEZ REYES
1807-1998-01115

SECCIÓN:
“Y”

TRABAJO

ANALISIS DE EL ARTE DE LA COMUNICACIÓN

LUGAR Y FECHA: PUERTOMLEMPIRA


OCTUBRE 2023

ANALISIS DE EL ARTE DE LA COMUNICACIÓN


Para la observación, estudio y comprensión del arte, la
humanidad ha desarrollado herramientas teóricas que sustentan
su desarrollo teórico. Un ejemplo de ello es la "Teoría General de
los Sistemas Sociales" (TGSS), que analiza diferenciaciones
funcionales orientadas por atribuciones específicas de
comunicaciones especializadas. En otras palabras, no es
casualidad que los sistemas sociales, como el del arte, se centren
en actividades específicas, como el arte en sí, la educación en la
educación, y la economía en cuestiones económicas. Estos
sistemas responden a las demandas y estímulos de su entorno.

Es esencial comprender quién y qué está involucrado en la


comunicación y cuál es su función para entender cómo se lleva a
cabo la comunicación y en qué direcciones se desarrolla. Esto
implica que la comunicación cobra importancia y cumple
funciones específicas. Por ejemplo, cuando el Museo de Arte
Moderno de la Ciudad de México presenta una exposición como
"Toledo Duelo" (22-oct-2015/27-mar-2016), lo hace por razones
operativas. Este museo, como su nombre indica, se dedica a
exhibir un tipo de arte que no tendría cabida en un lugar como el
Palacio de Bellas Artes. Esto demuestra una diferenciación
funcional basada en atribuciones específicas de comunicaciones
especializadas, teniendo en cuenta quién y qué se comunica.

El arte, en su esencia, es un acto de comunicación. En otras palabras, no existe el arte


sin un proceso comunicativo, y este proceso es lo que define al arte en sí mismo. El
creador, ya sea de manera deliberada o no, se comunica con el espectador, lo
interpela, lo inspira, lo evoca y lo provoca. Estas interacciones generan impulsos
comunicativos que despiertan reacciones, crean dinamismo y provocan cambios en
el espectador. El espectador se encuentra en la necesidad de responder de manera
vivencial ante la obra, superando la pasividad. De hecho, podríamos afirmar de
manera metafórica que, sin la vivencia del espectador, la obra se vuelve inerte. Si el
espectador permanece impasible o indiferente, la obra se considera sin vida. En tal
caso, no podríamos hablar de arte ni de ningún tema a debatir.
Entonces, ¿dónde reside el arte? El arte se encuentra en el contenido comunicativo
que se esconde dentro de la obra y que surge y trasciende a través del individuo, en
su experiencia vital. Es aquí donde debemos buscar el ingrediente que transforma la
experiencia artística en un fenómeno distintivo, ya que, aunque el arte sea un acto
comunicativo, no todo acto comunicativo se convierte en arte.
El esquema fundamental de este proceso sería el siguiente: El creador y su
subjetividad se manifiestan a través del objeto creado, y luego, este objeto interactúa
con la subjetividad del espectador, quien lo interpreta y recrea de acuerdo a su
propia perspectiva.
Sin embargo, antes de analizar y profundizar en los elementos de este esquema, es
importante mencionar las reflexiones de otros autores que han cimentado este
principio.

La finalidad del arte debería centrarse en el enriquecimiento del individuo y la


sociedad a través de la educación libre y democrática, promoviendo la formación
integral y el pensamiento crítico en sus miembros, como Ruiz Molina (2017) señala.
La cultura, en este enfoque, se considera un proceso y no un medio para obtener
ganancias económicas inmediatas. Sin embargo, esta perspectiva plantea un debate
adicional.
Desde una perspectiva epistemológica, surge la pregunta de si la comunicabilidad es
un componente intrínseco al arte, como lo sugiere Romeu, o si la comunicación es lo
que realmente define al arte, independientemente de la relación entre creador y
consumidor/espectador.
Para establecer el axioma del arte como un acto comunicativo, es esencial examinar
las diversas teorías sobre la definición del arte, como destacado por S. Aburto, quien
utiliza argumentos de diversos autores para fundamentar la idea de que el arte es
una forma de comunicación. Aburto (2009) fusiona conceptos como la noción de que
el arte es una expresión, según W. Worringer, con la objetividad basada en la
experiencia pragmática de la realidad artística. En esencia, el arte es una experiencia
vivencial.
Este punto de vista también se relaciona con la idea de que las obras artísticas deben
ser vivificadas para ser apreciadas y valoradas. Cuando obras que han perdido su
vitalidad son recuperadas, restauradas y revividas, este trabajo es realizado por
restauradores de arte, gestores de patrimonio artístico y museos, entre otros.
La necesidad en la sociedad moderna de rehabilitar el arte antiguo y recuperar obras
olvidadas se centra en reintegrar estas obras en el flujo de comunicación y
distribución artística de la sociedad actual. Esto se alinea con las reflexiones de
Romeu (2007).
Es importante considerar cómo las teorías sobre la expresividad, la emocionalidad, lo
social, la psicología, la antropología y la filosofía han contribuido a definiciones
parciales del arte. Estas teorías convergen en leyes comunicacionales que aportan un
marco teórico sólido para todas ellas. Todas estas reflexiones aportan matices
importantes a la comprensión del arte como acto comunicativo, respaldando la
premisa defendida en este trabajo.
Sin embargo, algunas valoraciones y preceptos, especialmente aquellos provenientes
de la filosofía y la estética, han debatido sobre aspectos relacionados con la
definición del arte, como la noción de lo bello o feo, valoraciones éticas o morales y
el papel de lo mundano y lo transcendental. La confrontación de estas perspectivas
es una característica esencial en la definición del arte, ya que la comunicación se
nutre de la diversidad de opiniones y valoraciones.

Es esencial establecer parámetros críticos para liberar nuestra subjetividad de


prejuicios condicionantes, permitiendo que nuestra esencia más sensorial, emocional
y racional se manifieste libremente al generar respuestas. Aunque siempre persistirá
la pregunta de si realmente podemos alcanzar una total libertad sin estar
influenciados por condicionantes, la toma de decisiones y la profundidad de la
vivencia son, o al menos deberían ser, el resultado de una participación libre. Este
proceso ocurre cuando nos sentimos interpelados por la comunicación, como se
mencionó previamente.

Sin embargo, hay parámetros que no deben pasarse por alto. Por ejemplo, es
apropiado reconstruir el significado de una obra a lo largo de la historia, pero con la
consciencia de que esta reconstrucción será parcial. Esta parcialidad se debe a que
dicha reconstrucción se basa mayoritariamente en el significado generalmente
aceptado que ha evolucionado con el tiempo.
En ocasiones, cuando hablamos de arte, planteamos nuestras preguntas de manera
inversa. Primero, nos cuestionamos si una obra es arte, luego investigamos la historia
del autor para determinar si merece el título de artista, y finalmente retrocedemos
para afirmar que, definitivamente, es arte debido al prestigio del autor. Esta
mentalidad ha condicionado al espectador a confiar en las opiniones de galeristas,
historiadores, artistas y críticos de arte para formar su propia opinión sobre una
obra. Esto nos lleva a reconocer cómo la excesiva sublimación (la capacidad de
inventiva y visión) por parte de los críticos puede llevar a la sobrevaloración de una
obra o, por el contrario, a su infravaloración.

Hasta hace poco tiempo, parecía imperativo que el arte fuera etiquetado y
denominado por las élites que conceptualizan y teorizan sobre el arte. Esta noción
implicaba que las formas de expresión artística no reconocidas por estas élites se
veían relegadas a la categoría de pasatiempo, artesanía o entretenimiento. Surge la
pregunta: ¿necesitamos realmente la validación de un experto?
En este contexto, es fundamental reconocer que el arte como acto comunicativo
debería alejarse en la medida de lo posible de árbitros, instituciones y jueces más o
menos expertos que condicionan la denominación de arte. Esta perspectiva se alinea
con las ideas subyacentes en las teorías de pensadores como Danto.

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