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El Costo Del Discipulado

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"A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré

delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de
los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos" (vv. 32,
33). | Mateo 10.24-42

La salvación es un regalo de Dios. Se obtiene por medio de la fe en Jesucristo, quien


hizo todo lo necesario para lograr nuestro perdón y la reconciliación con el Padre
celestial. No podemos añadir nada a esta transacción; nuestra parte es simplemente
creer.

Pero, a partir de ese momento, cada uno de nosotros debe tomar una decisión:
¿Seguir a Cristo o simplemente hacer lo que queramos? Si limitamos nuestro
cristianismo al simple hecho de sentarnos en la iglesia los domingos, nos perderemos
de la aventura más grande de nuestra vida. Ser discípulo de Cristo requiere que nos
involucremos activamente en nuestra relación con Él, y en el servicio a los demás.

El Señor nunca dijo que sería fácil seguirle. Dijo claramente que requeriría
abnegación, sacrificio y sufrimiento. Con esa descripción, no es de extrañar que tantos
creyentes hayan tratado de hacer del cristianismo un espectáculo deportivo. Seguir a
Cristo significa permitir que Él dirija nuestra vida. Renunciar a nuestro derecho de
hacer lo que queramos para someternos a su voluntad, aunque sea difícil o no se
ajuste a nuestras preferencias. Si no entendemos lo bueno, amoroso y sabio que es
nuestro Dios, andar en su voluntad puede atemorizarnos o incluso parecernos una
tontería.

Pero quienes se niegan a sí mismos para seguir a Cristo descubren que no pierden
nada y lo ganan todo. Aun cuando sus seguidores se encuentren en una temporada de
dolor y sufrimiento, el Señor les dará paz interior y gozo que trasciende las
circunstancias. ¿Está usted siguiendo a Cristo? Su estilo de vida, palabras y actitudes
revelan quién gobierna realmente su vida.

EL MENSAJE DE LA CRUZ

"Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo,


Gólgota; y allí le crucificaron" (vv. 17, 18). | Juan 19.1-27

Roma utilizaba la cruz como un método brutal de ejecución de criminales.


Pero, por medio del sacrificio de Jesús, el mensaje de la cruz se convirtió en
un mensaje de esperanza y vida.
La cruz significó cosas distintas para diferentes personas en el relato del
evangelio. Para Pilato, el gobernador de Judea, fue donde murió un hombre
inocente. Los fariseos y los saduceos, por el contrario, vieron la cruz como la
herramienta para eliminar un problema.

Cuando Judas se enteró de que Jesús fue condenado a morir, se angustió


mucho. Creo que el traidor había pensado que sus acciones iban a forzar a
Jesús a proclamar su reino; Judas pensaba que iba a tener una posición alta en
el nuevo gobierno. En vez de eso, su error de cálculo destrozó sus ambiciones
personales.

En aquella sociedad, la cruz representaba el castigo por un delito vergonzoso.


Por conocer la perfección de la vida de su hijo, y su identidad como el Hijo de
Dios, María sabía que Él no merecía la cruz. Tampoco tuvo dudas de que la
cruz era el cumplimiento de una profecía; pues, cuando Jesús tenía apenas
unos días de nacido, Simeón profetizó que algún día a ella una espada le
traspasaría el alma (Lc 2.34, 35). La cruz hizo que fuera así.

Para los discípulos de Jesús, la crucifixión fue el momento en que su amado


amigo y Mesías había muerto. Su estrecha relación con Jesús parecía haber
terminado, al igual que su sueño de ser liberados de la dominación romana.
¿Qué significa la cruz para usted? ¿El lugar donde un hombre bueno perdió la
vida, donde un rebelde fue eliminado, o donde el Hijo de Dios murió para
salvarle?

CRISTO, EL MEJOR AMIGO

"Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he
llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer"
(v. 15). | Juan 15.9-17

Hace muchos años, los maestros de la escuela dominical de mi iglesia enseñaban a los
niños un coro que incluía la frase: "Mi mejor amigo es Cristo". Cuando esos niños se
hicieron adultos, naturalmente dejaron de cantar canciones infantiles como esa. Pero,
lamentablemente, muchas veces nosotros parecemos haber abandonado también la
idea de que Jesucristo es nuestro amigo.

A medida que los creyentes aprendemos más acerca de Dios, lo exaltamos como el
Señor de nuestra vida y lo reconocemos como el Gobernante soberano del mundo. Es
más fácil pensar en Él como el Creador excelso y poderoso, Salvador y Señor, que
"rebajarlo" a la posición de amigo. Pero Jesús se esforzó por enseñar a sus discípulos
que Él era tanto la deidad trascendente, el Hijo de Dios, como el mejor de los amigos
(Jn 15.15).

Su oferta de amistad se extiende a los discípulos modernos, también. Al igual que los
doce apóstoles, tenemos el privilegio de decir que Cristo dio su vida por nosotros en
un acto supremo de amor y entrega (Jn 15.13). Además, su Espíritu revela la verdad
de la Palabra de Dios en nuestro corazón para que podamos conocer más a Dios y sus
caminos. En otras palabras, Jesús nos ha dado a conocer las cosas que escuchó de su
Padre. Un hombre no cuenta secretos a sus sirvientes, sino a sus amigos (Jn 15.15).
Enseñar a los niños a cantar sobre su amistad con Cristo es una buena idea. Pero me
pregunto cuándo aprenderán algunos creyentes adultos a cantar de nuevo sobre esa
relación especial con Él. Que nunca lleguemos a ser tan religiosos, piadosos o
maduros, que no podamos decir: "Mi mejor amigo es Cristo".

En la búsqueda de enfoque

Por Arnoldo Arana

Cuando está desenfocado, la vida se vuelve penosa y confusa. Sin enfoque


somos como un barco que navega a la deriva en un mar agitado, sin un timón
que guíe en una dirección específica; entonces cualquier puerto de destino es
bueno, sea conveniente o no. Sin enfoque la vida de vuelve improductiva, pero
también vacía, aburrida y sin propósito.

Ahora, vivir con enfoque demanda tener objetivos de vida claros: sueños y
metas alrededor de los cuales la vida se organice y direccione."La mente
humana es un gran poder dormido hasta que la despierta un deseo específico y
una determinación firme para hacer algo" (Edgar F. Roberts). Se necesita,
entonces, un porqué, una razón para. Bien lo decía Nietzsche: “¿Quién tiene un
porque vivir, encontrará un cómo”. O dicho en palabras del Dr. Stephen
Covey:”Desgraciado de aquel que no viera ningún sentido en su vida, ninguna
meta, ninguna intencionalidad y, por tanto, ninguna finalidad en vivirla, ése
estaría perdido. El hombre que se hace consciente de su responsabilidad ante
el ser humano que le espera con todo su afecto o ante una obra inconclusa, no
podrá nunca tirar su vida por la borda. Conoce el «porqué» de su existencia y
podrá soportar casi cualquier «cómo»”.

Sin enfoque carecemos de intencionalidad en lo que hacemos, por lo que


nuestros esfuerzos no son consistentes ni generan efectividad.

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