Ensayo La Celestina

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CONTROVERSIAS, TEMAS Y

PERSONAJES DE LA
CELESTINA
ENSAYO

ALEJANDRO CONDREY SÁNCHEZ


INTRODUCCIÓN A LA LITERATURA
Alejandro Condrey Sánchez
Introducción a la literatura

ÍNDICE
1. Cuerpo ensayístico ............................................................................................... 2
2. Bibliografía .........................................................................................................10

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Alejandro Condrey Sánchez
Introducción a la literatura

1. Cuerpo ensayístico

En medio de un cruce de épocas y en una encrucijada entre dos siglos, emerge La


Celestina y con ella una de las obras más destacadas de la literatura universal. Su éxito
fue inmediato y su impacto perdurará a lo largo del tiempo en la literatura posterior. Su
extraordinaria calidad literaria la ha convertido en un mito indiscutible de todos los
tiempos. Menéndez Pelayo (2016) afirmaba que, de no existir "Don Quijote", La
Celestina ocuparía el primer lugar entre las obras literarias españolas. Incluso Cervantes
la consideraba un libro divino, si tan solo ocultara más lo humano. Sin embargo, el
reproche basado en criterios morales de no encubrir lo humano no disminuye en absoluto
la grandeza de la obra. Por el contrario, la forma abierta en la que se manifiesta en La
Celestina la pasión humana por la riqueza y el sexo contribuye a su grandeza y vigencia
al expresar la condición humana.

La Celestina confirma la regla de que toda obra es producto de su tiempo. En ella


convergen de manera admirable influencias muy diversas, algunas procedentes del final
de la Edad Media y otras del emergente Renacimiento. Valores renacentistas como el
individualismo, el egoísmo y la obsesión por el dinero se entrelazan con elementos
medievales como la crítica a la mujer vista desde la tradición misógina cristiana, el tema
del paso del tiempo, la inutilidad de cualquier disfrute y la muerte, que llega a todos y los
iguala. El anhelo desenfrenado de disfrute es renacentista, pero el desastroso final al que
conduce el placer es medieval. Sin embargo, esta fusión de influencias no solo no impide,
sino que contribuye a que la obra alcance una riqueza artística.

La Celestina, junto con el Libro de Buen Amor, ha sido objeto de numerosas


controversias a lo largo de la historia. En este ensayo, nos enfocaremos en el problema
de las ediciones, el género literario, la autoría y la intención con la que fue escrita.

Uno de los principales problemas relacionados con La Celestina radica en la variedad de


ediciones y versiones existentes. La considerada primera edición fue impresa en Burgos
en 1499 y constaba de solo 16 actos. Al año siguiente, se publicó una segunda edición en
Toledo que añadía una Carta del autor a un su amigo y once octavas acrósticas revelando
el nombre del autor, Fernando de Rojas, quien afirmaba haber encontrado el primer acto
ya escrito y haber continuado la obra. Estas ediciones llevaban el título de "Comedia de

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Calisto y Melibea" y se componían de 16 actos. Posteriormente, surgió una nueva versión


con cambios importantes: ahora constaba de 21 actos y llevaba el título de "Tragicomedia
de Calisto y Melibea". Los cinco actos adicionales, conocidos como "Tratado de
Centurio", se añadieron al final del acto XIV de la versión de 16 actos debido a la petición
de algunos lectores de prolongar el deleite de los amantes. Estas ediciones presentaban
un explicito en el que se declaraba el propósito de la obra.

El segundo problema está relacionado con el género literario de La Celestina. En el siglo


XVI, la obra fue considerada como un drama. La discusión giraba en torno a la
denominación de "comedia", ya que resultaba inadmisible para el Renacimiento que una
comedia tuviera un final feliz. Tampoco podía ser llamada tragedia debido a los
personajes de baja condición social que aparecían en La Celestina. Por esta razón, Rojas,
para superar estas objeciones, finalmente tituló su obra como "tragicomedia", haciendo
uso de un término empleado por Plauto. En el siglo XVIII, al no encajar en las
convenciones clasicistas y debido a su extensa longitud que la hacía difícil de representar,
dejó de considerarse teatro para ser vista como una "novela dialogada".

En el siglo XIX, Menéndez Pelayo (2016) se opuso a llamarla novela y defendió su


carácter teatral. Este autor argumentó que tanto las situaciones como los personajes tenían
un carácter dramático, y señaló la ausencia del narrador propio de la novela. Mª Rosa
Lida también rechazó el término novela y defendió su consideración como teatro. Según
ella, Rojas no escribió la obra pensando en su representación, sino en su lectura
dramatizada. Es decir, La Celestina fue concebida para ser leída en voz alta, siguiendo la
tradición de las comedias humanísticas en Italia. Además, presenta características propias
de estas obras, como un desarrollo lento, la mezcla de personajes de diferentes estatus
sociales, diálogos variados, sentencias y refranes, y citas cultas. Sin embargo, La
Celestina va más allá de este modelo debido al mayor desarrollo de los personajes, los
ambientes y el protagonismo trágico atribuido al amor.

Algunos críticos, como Deyermond, admiten que en su origen hubo un intento de adaptar
la comedia humanística italiana, pero a medida que se desarrolla, esa idea se desborda y
se acerca más a los géneros novelísticos. Deyermond incluso la denomina la primera
novela española. Por otro lado, Stephen Gilman (1974) llegó a la conclusión de que la
obra es agenérica, es decir, algo distinto y anterior a la cristalización de la comedia y la
novela como géneros literarios.

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Desde mi punto de vista, la variedad de ediciones y versiones de La Celestina plantea un


desafío a la hora de determinar cuál es la versión "definitiva" de la obra. Las diferencias
entre las primeras ediciones y las posteriores, incluyendo los cambios textuales y la
adición de actos, muestran cómo la obra evolucionó a lo largo del tiempo. Esta diversidad
puede generar discusiones sobre cuál es la versión más auténtica y cuál refleja mejor las
intenciones originales del autor.

Asimismo, la reflexión sobre la autoría de La Celestina también es un tema bastante


interesante para ser abordado. El hecho de que Fernando de Rojas afirmara haber
encontrado el primer acto ya escrito y haber continuado la obra añade una capa de misterio
sobre quién realmente fue el autor y qué grado de contribución tuvo en la obra. Sin
embargo, en el siglo XIX, surgió la duda sobre la existencia misma de Rojas como autor,
hasta que se presentaron documentos que demostraron su autoría. A pesar de esto, la
declaración de ser solo el continuador de una obra ya iniciada no fue aceptada por todos
los críticos.

Menéndez Pelayo (2016) defendió la idea de que existía un solo autor y justificó la
declaración de Rojas alegando su condición de judío converso y su temor a la Inquisición.
Parecía poco probable que una obra tan singular pudiera ser creada por dos autores. Sin
embargo, los estudios estilísticos y de fuentes demuestran la presencia de dos autores en
La Celestina. Esta última teoría fue respaldada por Menéndez Pidal (1969) y, desde
entonces, pocos críticos han opinado diferente.

En lo que concierne a quién fue el autor original, Fernando de Rojas menciona los
nombres de Rodrigo de Cota o Juan de Mena. La atribución a Mena no parece probable,
mientras que la conexión de Cota con La Celestina resulta más verosímil, especialmente
considerando su obra "Diálogo entre el Amor y un Viejo", que guarda ciertas similitudes
con La Celestina. Sin embargo, Miguel Marciales (1985) sostiene que Cota podría ser el
autor del primer acto, aunque no existen pruebas concluyentes al respecto.Aunque hay
distintas teorías y opiniones al respecto, la autoría sigue siendo un tema abierto a
interpretación.

También resulta relevante analizar la intención con la que fue escrita la obra. Diversas
posturas han surgido en torno a este asunto, ocasionando debates entre los literatos.

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Américo Castro (1965) y Stephen Gilman (1974) defienden lo que se conoce como la
tesis existencialista, negando la intención moralizante de Fernando de Rojas. Esta visión
pesimista de la obra se fundamenta en su visión sombría del mundo, la cual Castro
atribuye a la condición de judío converso del autor y a la profunda crisis de la época en
la que vivió. El mundo retratado en La Celestina refleja el pesimismo fatalista medieval,
donde los personajes principales, como Calisto, Melibea, Celestina, Sempronio y
Pármeno, encuentran un trágico destino. A pesar de las diferencias sociales, todos ellos
comparten el mismo desenlace fatal. La muerte, al igual que en las Danzas de la Muerte,
iguala a amos y criados, y los personajes, sin darse cuenta, contribuyen a su propia
perdición. Expresiones aparentemente triviales adquieren un sentido trágico oculto, como
cuando Calisto exclama: "Jamás querría, señora, que amaneciese", cumpliendo así su
deseo de no volver a ver amanecer.

En contraposición a esta tesis, Bataillon (1961) defiende la intención moralizadora de la


obra. Considera a La Celestina como una fábula moral, otorgando un valor determinante
al íncipit: "Fecha en aviso de los engaños de las alcahuetas e malos e lisonjeros
sirvientes". Las situaciones inmorales que se presentan llevan a los personajes a su
desastre, cumpliendo así una clara finalidad moralizadora. Según la confesión de Rojas,
La Celestina fue escrita para advertir a los enamorados sobre los peligros del amor. Por
lo tanto, la lucha y el enfrentamiento son constantes entre los personajes.

María Rosa Lida (1977), por su parte, respaldada por la tradición literaria en la que se
enmarca la obra, defiende su carácter artístico. Para Lida, esta obra es, ante todo, una obra
de arte. Se opone a la tesis moralizante de Bataillon, ya que considera que, si fuese una
obra moralizadora, no presentaría personajes, sino personificaciones ejemplares.
Además, rechaza las teorías de Américo Castro que relacionan la intención de la obra con
la ascendencia judía de Rojas.

En resumen, las interpretaciones de la intención de La Celestina abarcan desde la visión


existencialista y pesimista, pasando por la perspectiva moralizadora hasta el enfoque
centrado en su carácter artístico. Estas posturas divergentes reflejan la complejidad y
riqueza de la obra, invitando a los lectores a reflexionar y debatir sobre su significado y
propósito subyacente.

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También resulta relevante analizar el tema principal de La Celestina—el amor— como


eje estructural de la obra. La forma en que se presenta el amor en la obra es compleja y a
veces va en contra de la tradición establecida. En la literatura amorosa tradicional, se
atribuía a la clase alta un refinamiento amoroso que se negaba a las clases bajas. En el
teatro clásico español, por ejemplo, se idealizaban los amores entre caballeros y damas,
mientras que se retrataban de manera más realista los amores entre criados y criadas. No
obstante, La Celestina cuestiona esta distinción.

Podemos identificar tres concepciones de amor diferente en esta obra. En primer lugar,
como parodia del amor cortés, pues según la doctrina del amor cortés, el amante se
convertía en vasallo de la dama, mantenía en secreto la relación, encontraba placer en el
sufrimiento amoroso y excluía el aspecto sexual. Los lectores de La Celestina,
familiarizados con estas ideas, debían darse cuenta de que los personajes de Calisto y la
doncella eran figuras paródicas y, por lo tanto, ridículas del amor cortés. Calisto carece
de la mesura del amante cortesano, busca el placer carnal y no guarda el secreto de sus
relaciones amorosas. Además, la alcahueta y los elementos mágicos en la trama no
encajan en el código del amor cortés.

En segundo lugar, el amor como locura. En La Celestina también encontramos la doctrina


del "loco amor" del Arcipreste de Hita. Este tipo de amor apasionado, indistinguible de
la lujuria, era considerado una manifestación de la locura. Tratados médicos de la época
incluso clasificaban el "loco amor" como un tipo de demencia. Por lo tanto, Calisto no es
un loco metafórico, sino un verdadero demente: sus acciones y palabras reflejan las
características de una persona enajenada. Melibea, por su parte, una vez contagiada por
la pasión, también se comporta como una loca y no duda en arriesgar su reputación y la
de su familia al permitir que su amante ingrese furtivamente a su huerto.

En último lugar, el amor como sexualidad. Como podemos observar a lo largo de la obra,
para Celestina, el amor y el sexo son términos intercambiables. Ignora la doctrina
ortodoxa de que el acto sexual solo era permitido dentro del matrimonio. Además, para
Celestina, la sexualidad no es un asunto privado. Por ejemplo, la vieja alcahueta desea
presenciar el acto sexual entre Pármeno y Areusa, y Melibea, en su frenesí amoroso, no
impide que su criada Lucrecia esté presente en el huerto mientras se entrega al amor con
Calisto. Las trágicas consecuencias de este amor concebido como sexualidad parecen
confirmar la interpretación moral de la obra.

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En síntesis, La Celestina presenta una visión compleja y polifacética del amor, desafiando
las concepciones tradicionales y explorando sus aspectos paródicos, enloquecedores y
sexuales. Esta representación del amor contribuye a la riqueza y profundidad de la obra,
así como a su potencial interpretativo desde distintas perspectivas.

Por último, analizaremos los personajes que aparecen en la obra y los mensajes que estos
transmiten a la sociedad.

Los personajes de La Celestina son seres individuales, pero también representantes de


diferentes clases sociales. Por un lado, encontramos el mundo de los señores, conformado
por personajes como Calisto, Melibea, Alisa y Pleberio, y, por otro lado, el mundo de los
criados. A diferencia del teatro clásico español, las relaciones entre estas dos clases no
están idealizadas. Los criados en La Celestina obedecen a sus amos, pero también los
odian, les son infieles y buscan su propio beneficio. Esto refleja el conflicto existente
entre las clases sociales, como ha sido destacado por Maravall (1981) en su destacado
estudio sobre el mundo social de La Celestina. Sin embargo, a pesar de sus diferencias
sociales, ambas clases están sometidas a las mismas pasiones humanas.

Las relaciones entre los personajes están cuidadosamente estructuradas. Cada personaje
presenta paralelismos u oposiciones con otros, y cada retrato individual se complementa
y enriquece mediante el contraste con las figuras que los rodean. Así, se establecen una
serie de parejas: Calisto y Melibea, Areusa y Elicia, Pármeno y Areusa.

Celestina, uno de los personajes más destacados de la literatura española y mundial, ha


llegado a convertirse en un símbolo. A pesar de su carácter simbólico, es un personaje
complejo y redondo, con numerosos rasgos que le otorgan individualidad. Entre sus
características más destacadas se encuentran la codicia, el egoísmo, la astucia y el
cinismo. Estos rasgos negativos podrían haber sido utilizados para contrastar con
personajes que representaran un mundo moralmente positivo, siguiendo el esquema
convencional de buenos y malos. Sin embargo, la visión negativa y pesimista de la obra
no permite establecer diferencias morales claras entre los personajes.

Celestina también es un ser marginado por la sociedad honrada a la que sirve para
satisfacer sus vicios. Además, representa el conocimiento de las debilidades humanas, lo
cual le permite manipular las voluntades a su conveniencia mediante su prodigiosa
habilidad verbal. Esto la convierte en lo que Mª Rosa Lida denomina "el arte de la

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seducción". Paradójicamente, Celestina acaba siendo víctima de las pasiones e intereses


que ha contribuido a generar.

Por otro lado, Calisto se presenta como un joven despreocupado, derrochador de su


fortuna, de voluntad débil (siendo manipulado por los criados) y dominado por la pasión
amorosa. A esto se suma su egoísmo. En cuanto se enamora, pierde la conciencia de la
realidad, olvida la moral y su obsesión por el amor desenfrenado lo lleva a descuidar su
dignidad y todo lo demás.

Melibea, por su parte, es presentada como una doncella de noble linaje. Presenciamos la
evolución de su personaje desde el rechazo inicial hasta una aceptación decidida y
apasionada, sin importarle el qué dirán. Según Mª Rosa Lida (1979), frente a la
inseguridad de Calisto, Melibea se caracteriza por su seguridad, energía y determinación.
Algunos la consideran como un precedente de la mujer liberada.

En cuanto a los criados, durante la Edad Media y hasta bien entrado el siglo XVIII, se
creía que la jerarquía social correspondía a una jerarquía ética, donde la nobleza
representaba las virtudes morales, mientras que el pueblo encarnaba comportamientos
viciosos. Sin embargo, esta visión es fuertemente desmentida en La Celestina, ya que
tanto Calisto como Melibea se comportan de manera inapropiada para su clase social.

Los criados en La Celestina se presentan como personajes individualizados, a diferencia


de los criados estereotipados del teatro clásico que cumplen roles predefinidos (como el
gracioso). Estos criados, en cambio, se ajustan a la figura común en el teatro de los Siglos
de Oro del criado confidente de su amo. Sempronio encarna al sirviente traidor,
mostrando codicia, egoísmo y cobardía. Por otro lado, Pármeno comienza como un criado
honrado y leal, pero acaba cayendo en un nivel aún más bajo. Las criadas también rompen
con el estereotipo de personajes anteriores de la literatura. Respecto a Centurio, Lida de
Malkiel (1977) lo relaciona con el miles gloriosus, el fanfarrón de la comedia romana de
Plauto o Terencio. Rojas retrata a Centurio como una caricatura divertida, sin la
complejidad psicológica de los otros personajes.

En cuanto al padre, Pleberio, según Russell (1978), su tolerancia y humanidad podrían


haberlo convertido en una figura despreciable para los lectores del siglo XV. Sin
embargo, en la actualidad, resulta admirable. Pleberio no representa al típico padre
protector de la honra del teatro clásico español, sino que respeta la independencia de

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Melibea, confiesa su debilidad por su hija y muestra un profundo dolor cuando se entera
de su muerte. Algunos han interpretado a Pleberio como un alter ego de Rojas.

En conclusión, a influencia duradera de La Celestina, al igual que otras grandes obras de


la literatura universal, se extiende a lo largo del tiempo. Al igual que sucedió con El
Lazarillo de Tormes y Don Quijote, La Celestina tuvo segundas y hasta terceras partes.
Incluso se creó un género celestinesco, como señaló Menéndez Pelayo. Además de las
numerosas continuaciones e imitaciones, su influencia se manifestó en muchas otras
obras, ya sea en la picaresca, como La lozana andaluza, o en el teatro clásico español,
especialmente en las obras de Lope de Vega. El renovado interés por esta obra ha dado
lugar a adaptaciones teatrales, versiones cinematográficas y recreaciones pictóricas, como
la representación de Celestina por Picasso. La importancia de la protagonista, Celestina,
la sitúa junto a Don Quijote y Don Juan como parte de la trilogía de los mitos universales
aportados por nuestra literatura.

De esta forma, la fluidez y perfección de los diálogos, la belleza y riqueza del lenguaje,
la complejidad y profundidad de los personajes, la fuerza de las situaciones, la visión
pesimista del mundo y la vigencia de los grandes temas hacen de La Celestina un clásico
entre los clásicos. Es una obra en la que el paso del tiempo no hace más que engrandecerla.

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2. Bibliografía

• Bataillon, M. (1961). La Célestine selon Temando de Rojas. Paris: Librairie


Marcel Didier.
• Castro, A. (1965). La Celestina como contienda literaria. Madrid: Rev. de
Occidente.
• Gilman, S. (1974). La Celestina. Arte estructura. Madrid: Taurus.
• Gurza, E. (1977). Lectura existencialista de La Celestina. Madrid: Gredos.
• Lida de Malkíel, M. R. (1977). La originalidad artística de La Celestina. Buenos
Aires, Argentina.
• Marciales, M. (Ed.). (1985). Celestina: Tragicomedia de Calisto y Melibea
[Celestina: Tragicomedy of Calisto and Melibea]. In F. de Rojas (Author), B.
Dutton & J. T. Snow (Eds.), (2 vols.). Urbana and Chicago, IL: University of
Illinois Press.
• Menéndez Pelayo, M. (2016). La Celestina, ensayo (Anotado) [Versión Kindle].
• Menéndez Pidal, R. (1969). Antología de prosistas españoles [Anthology of
Spanish Prose Writers]. Madrid, Spain: Espasa-Calpe. (Original work published
1940).

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