U9 ProcesalPenal
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(En conjunto con la unidad, remitirse al CPPM a partir del art. 217 al 283 - Medios de prueba -, y a
los art. 371, 372, 397, 398, 407, 423.
1) La cuestión probatoria en el proceso penal.
En el proceso penal no rige el principio dispositivo característico del proceso civil en que las partes
son las que «muestran» las pruebas al Juez. Menos aún la posibilidad de declarar una causa penal
como de «puro derecho». En nuestra materia tampoco es vinculante para el Juez la admisión de
los hechos que eventualmente pueda formular el imputado, lo cual en el proceso civil tiene otra
connotación. Ello obedece a que en el proceso civil se habla de «verdad formal» donde el Juez
verifica los hechos proporcionados por las partes a través de los principios que rigen en aquel
ámbito. Siguiendo a LEDESMA, tenemos que el proceso penal sigue reconociendo, entre sus fines,
carácter prioritario a la búsqueda de la verdad, persiguiendo la aplicación de la ley sustantiva al
verdadero culpable, de ahí la diferencia central entre el proceso civil y el penal en la medida que el
objeto de prueba no lo constituye el “hecho controvertido”, sino el hecho “afirmado” por el
acusador, mediante el cual se pretende destruir el estado de inocencia del sujeto inculpado, de
modo tal que ni siquiera la confesión del imputado releva la prueba, más aun esa confesión solo
puede ser valorada con las demás probanzas producidas en el juicio. Teniendo en cuenta que el fin
inmediato y específico del proceso penal es el descubrimiento de la verdad (real, material o
histórica) con respecto al hecho incriminado, aquí opera el principio de «investigación integral» o
instrucción plena. Siguiendo en este punto a CLARIÁ OLMEDO, tenemos que el proceso penal
persigue la averiguación de la verdad como medio de fijar los hechos que materializan el objeto
procesal. Se trata de la verdad sobre lo acontecido, o sea de conocer el hecho imputado en lo
objetivo y subjetivo, con sus antecedentes y consecuencias; integración de la plataforma fáctica de
los pronunciamientos de mérito. Sobre esta verdad no pueden disponer las partes como
consecuencia de la regla de indisponibilidad.
EL PRINCIPIO DE LA INVESTIGACIÓN INTEGRAL O DE INSTRUCCIÓN PLENA se traduce en
las atribuciones del juez para obtener autónomamente en el proceso los elementos de convicción
que considere pertinentes y relevantes para llegar a la verdad de los hechos, sin más limitaciones
que las contempladas en la ley y las que se derivan del principio de congruencia. Se
complementará con un sistema valorativo sin tasación legal previa y con amplia libertad de la
prueba mientras se respete el contradictorio y la incoercibilidad del imputado. En ese marco, ya se
ha visto que la cuestión penal absorbe en su solución a la civil cuando ésta es introducida en el
proceso penal por lo que debe recordarse que, no obstante el carácter privado de la cuestión civil,
el poder autónomo de investigación del tribunal en esta materia (la procesal penal) se extiende a
ella mientras se mantenga en el proceso. Las partes pueden suministrar los materiales de prueba,
pero el tribunal debe hacerlo también sin restricciones o con las limitaciones que imponga el
contradictorio del juicio. En la instrucción las prohibiciones probatorias son excepcionales:
prohibición de declarar, de recibir juramento, etcétera. Durante la instrucción los poderes de
investigación autónoma del tribunal son amplísimos. Las partes no pueden interferir esa actividad
ni vincular al tribunal con ofrecimientos de pruebas, sin perjuicio de que pueda presentarlas. Las
leyes autorizan a las partes a “proponer” medidas sobre cuya práctica el tribunal resolverá: las
practicará si las considera pertinentes y útiles. Durante el juicio también tiene el tribunal
atribuciones autónomas de investigación, pero no en forma genérica. Son, sin embargo, tan
amplias, que anulan toda disposición de las partes al respecto. Puede cubrir lo que las partes no
ofrezcan de lo reunido en el sumario y las omisiones en que hubiere incurrido el instructor,
introducir cualquier elemento de prueba que aparezca manifiestamente útil, y hasta reabrir el
debate para ampliar las pruebas: medidas para mejor proveer. El período instructorio se muestra
más inquisitivo que el del juicio. Puede decirse que el principio de la investigación integral es el que
sustenta más enérgicamente el rasgo inquisitivo del proceso no obstante la forma acusatoria
predominante en el juicio. Como corolario del principio de investigación integral deriva la exclusión
en el proceso penal de la llamada teoría de la carga de la prueba. El Ministerio Fiscal debe probar
los extremos de la acusación para poder mantenerla, no como carga sino como imperativo de su
función específica; deber que se extiende aun para las pruebas de descargo. Su función
persecutoria no es unilateral; está orientada por un criterio de justicia. El imputado tiene el derecho
de acreditar su inocencia o atenuación de su responsabilidad, lo que no puede ser para él una
carga si se tiene en cuenta que el tribunal está en el deber de obtener toda la prueba de cargo y de
descargo para satisfacer el fin de verdad que el proceso persigue inmediatamente. De este
principio de investigación integral deriva una serie de reglas determinadoras de criterios para la
introducción de las pruebas.
Se refieren a la mayor amplitud en la libertad de la prueba en cuanto al objeto y al medio:
inmediación para recibirla, bajo la efectiva dirección del juez. Esta regla de la inmediación se
complementa con la identidad física del juzgador que impone dictar sentencia al mismo juez que
recibió las pruebas en los debates. El principio de investigación integral se complementa con dos
reglas que CLARIÁ OLMEDO llama de garantía, para las partes y para la colectividad. Estas reglas
son la del in dubio pro reo y la de la motivación de la sentencia. Con ello se demuestra la enorme
importancia que debe asignarse a la actividad probatoria, de la cual es imposible prescindir para
fijar los hechos de la causa. Una correcta aplicación del derecho sustantivo tiene como
presupuesto que se acredite a través del proceso el extremo material objetivo y subjetivo de la
imputación. Esto conduce a investigar y verificar la existencia o inexistencia de la materialidad del
objeto propuesto en lo que se refiere al hecho y a sus partícipes. En su búsqueda actúan todos los
sujetos procesales y sus colaboradores, en un esfuerzo coordinado que se integra con operaciones
prácticas y críticas que dominan casi enteramente el trámite procesal. El Principio de Investigación
Integral tolera algunas excepciones durante el juicio en el Código nacional y los que le siguen. Así
ocurre con la posibilidad de la incorporación de nuevas pruebas durante el juicio y la práctica de la
instrucción suplementaria. Concebida en su unidad, la actividad probatoria puede definirse como el
conjunto de declaraciones de voluntad, de conocimiento o intelectuales, reguladas legalmente y
producidas por los intervinientes en el proceso, con la finalidad de adquirir un conocimiento sobre
la materialidad del objeto procesal, y sobre sus consecuencias penales y eventualmente civiles.
Legalmente se manifiesta a través de la regulación de los medios de prueba en su proyección al
órgano, al elemento, al objeto y a la actividad.
Evolución histórica.
Siguiendo a VÁZQUEZ ROSSI tenemos que, en un principio, y acorde a la estructuración
rudimentaria del proceso, la implementación de la prueba tenía un sentido fundamentalmente
empírico, correspondiendo la demostración de sus asertos a quien los invocaba. Es en Grecia que
puede advertirse una primera reflexión racional sobre el tema, que de acuerdo con principios
acusatorios tenía un amplio sentido dispositivo para los litigantes. Como medios de prueba,
aparecen delimitados el testimonio y las constancias documentales. En lo que atañe a la
valoración, observa DEVIS ECHANDÍA que lo más notable fue que se dio una crítica lógica y
razonada de la prueba, sin que al parecer existieran tarifas legales que determinaran de antemano
su valor. En lo que respecta a Roma, es preciso distinguir distintos períodos. En un principio, el
órgano jurisdiccional actuaba como un tercero imparcial, guiado en el análisis de las constancias
aportadas por las partes (principalmente testimonios) por su libre convicción. Durante la República,
donde imperó el sistema de los juicios populares, los jueces resolvían a la manera de un jurado. En
tiempos del Imperio y para cierto tipo de delitos, comienza a perfilarse lo que luego sería el sistema
inquisitivo, acentuándose el papel de funcionario estatal del juez, dotado de autoridad para
investigar. Pero esta ampliación de facultades investigativas se dio con un paralelo proceso de
disminución en los márgenes apreciativos, perfilándose el sistema de las pruebas legales o
predeterminadas. En el Derecho germánico, al igual que en otras manifestaciones arcaicas, se
advierte una regulación diferente de la prueba, la que es entendida no como medio de convicción
en torno a la reconstrucción histórica de un suceso realmente acaecido, sino como demostrativa en
sí misma sobre la base de un valor formal y ritual preestablecido. Es el método de las llamadas
ordalías o juicios de Dios, consistentes en apelaciones a la divinidad, en duelos entre los
contendientes, o en determinadas experiencias, por lo general cruentas; el vencedor del
enfrentamiento o el que superaba la prueba, era tenido como poseedor de la verdad aducida.
Sobre la base del Derecho Romano, y las ideas del catolicismo oficial sustentadas por el poder
político de la Iglesia, va surgiendo en la Europa medieval el Derecho Canónico, que a su vez
influirá decisivamente sobre el sistema inquisitivo y el régimen de las pruebas legales. Se ordena
así una minuciosa regulación de los medios adquisitivos y valorativos de los elementos de
convicción judicial, propia del sistema inquisitivo. El juez o tribunal se convierte en verdadero
director del proceso, estando a su cargo todo lo atinente a la determinación del hecho,
estableciéndose condiciones de averiguación y de adquisición que van desarrollando diversas
etapas y graduaciones del conocimiento judicial. Los medios de prueba documentales,
testimoniales, indiciarios y, especialmente, lo relativo a la confesión, “reina de las pruebas”, como
así también el uso del tormento para exámenes coactivos de imputados y testigos renuentes, son
objeto de regulación y de un tratamiento doctrinario que aparecen como “prácticas” orientadoras de
su aplicación y método. A través de digestos como el “Ordenamiento de Alcalá”, “Leyes de Toro”,
“Fuero Juzgo” y “Partidas” en España y las ordenanzas alemana y francesa, va configurándose el
sistema de “las pruebas legales” consustancial del método inquisitivo, con el que se identifica
plenamente y que dejó profundas huellas en ordenamientos posteriores, que si bien modificaron
algunos aspectos (como la abolición del tormento judicial, la operatividad de las garantías
individuales, la desaparición de las diferenciaciones estamentales en el examen de los testigos,
una mayor flexibilización, etc.) en lo básico continuaron funcionando dentro de los mismos
paradigmas cognoscitivos.
Siguiendo a CAFFERATA NORES, se tiene que la prueba penal no ha evolucionado siempre
acompañando los adelantos de la civilización, sino que más bien, superados ciertos estadios de
primitivismo, ha seguido los vaivenes de los sistemas políticos vigentes en los distintos momentos
de la historia. Sin embargo, a muy grandes rasgos, es posible establecer dos momentos netamente
definidos. En el primero se ponía a cargo de la divinidad el señalamiento del culpable, y los
tribunales se limitaban a practicar los actos necesarios para que aquélla se manifestara (v.gr.,
juicios de Dios, ordalías, etc.) En el segundo se impuso a los jueces el deber de formarse por sí
mismos el convencimiento sobre la culpabilidad del acusado, mediante la utilización de su
capacidad intelectual: aquí apareció la prueba. El autor indica que todo el tema de la prueba se
halla íntimamente vinculado con el modelo de proceso penal que se acepte. Si está influido por el
paradigma inquisitivo, la prueba tiene una importancia relativa, pues como el modelo político
autoritario que lo sustenta presupone la culpabilidad del imputado por la apariencia de culpabilidad
que funda la imputación o que ésta ocasiona, el proceso se legitima como un castigo en sí mismo
(especialmente por medio de la estigmatización que genera o de la prisión preventiva), mientras
procura, sin verdadero interés, reconfirmar una culpabilidad que por ser presupuesta va siendo pre-
castigada. Si el modelo, en cambio, es como el que estatuye nuestro sistema constitucional, dado
que éste parte de un estado de inocencia, la prueba cobra relevancia sustancial, porque es la única
forma legalmente autorizada para destruirlo: no se admite otro modo de acreditar la culpabilidad.
La prueba es el medio más confiable para descubrir la verdad real, y, a la vez, la mayor garantía
contra la arbitrariedad de las decisiones judiciales. La búsqueda de la verdad sobre los hechos
contenidos en la hipótesis acusatoria (el llamado “fin inmediato del proceso”) debe desarrollarse
tendiendo a la reconstrucción conceptual de aquéllos. La prueba es el medio más seguro de lograr
esa reconstrucción de modo comprobable y demostrable, pues la inducirá de los rastros o huellas
que los hechos pudieron haber dejado en cosas o personas, o de los resultados de
experimentaciones o de inferencias sobre aquéllos. Además, conforme al sistema jurídico vigente,
en las resoluciones judiciales sólo se podrá admitir como ocurridos los hechos o circunstancias que
hayan sido acreditados mediante pruebas objetivas, lo cual impide que aquéllas sean fundadas en
elementos puramente subjetivos. La convicción de culpabilidad necesaria para condenar
únicamente puede derivar de los datos probatorios legalmente incorporados al proceso: son las
pruebas, no los jueces, las que condenan; ésta es la garantía. La prueba, por ser insustituible como
fundamento de una condena, es la mayor garantía frente a la arbitrariedad punitiva.
2) Prueba: concepto.
Prueba es todo aquel elemento que provoca conocimiento respecto de la imputación penal y de las
circunstancias que exige la ley. «…el conjunto de actos procesales, cumplidos con el auxilio de los
medios previstos o implícitamente autorizados por la ley, y encaminados a generar la convicción
judicial acerca de la existencia o inexistencia, la veracidad o la falsedad, de los hechos sobre los
cuales versa la imputación». CAFFERATA NORES señala que, en sentido amplio, prueba es lo
que confirma o desvirtúa una hipótesis, o afirmación, o negación precedentes. Así, indica que la
prueba puede significar lo que se quiere probar (objeto); la actividad destinada a ello (actividad
probatoria); el procedimiento fijado por la ley para introducir la prueba en el proceso (medio de
prueba); el dato capaz de contribuir al descubrimiento de la verdad (elemento de prueba); y el
resultado conviccional de su valoración (CAFFERATA NORES, José I.; “La prueba en el proceso
penal”; Ediciones Depalma). En oportunidad de desarrollar el concepto, CAFFERATA NORES
indica que el fenómeno de la prueba presenta cuatro aspectos: 1) El elemento de prueba; 2) El
órgano de prueba; 3) El medio de prueba; 4) El objeto de prueba.
A) ELEMENTO DE PRUEBA: O prueba propiamente dicha, es todo dato objetivo que se incorpora
legalmente al proceso, capaz de producir un conocimiento cierto o probable acerca de los extremos
de la imputación delictiva. En general, estos datos consisten en los rastros o huellas que el hecho
delictivo pueda haber dejado en las cosas (rotura, mancha, etc.) o en el cuerpo (lesión) o en la
psiquis (percepción) de las personas, y el resultado de experimentos u operaciones técnicas sobre
ellos (por ej. La pericia demostró que la mancha es de sangre). De este se desprenden los
siguientes caracteres: (objetividad, legalidad, relevancia, pertinencia). 1) Objetividad: El dato debe
provenir del mundo externo al proceso y no ser mero fruto del conocimiento privado del juez; 2)
Legalidad del elemento de prueba: requisito indispensable para su utilización en abono de un
convencimiento judicial válido. Su posible ilegalidad puede obedecer a su irregular obtención o su
irregular incorporación al proceso. a) Obtención ilegal: Las garantías constitucionalmente
reconocidas exigirán que cualquier dato probatorio que se obtenga en violación de ellas sea
considerado ilegal y carezca de valor para fundar la convicción del juez. Tal por ejemplo la prueba
recogida infringiendo la garantía de inviolabilidad del domicilio, la cual carece de aptitud probatoria.
La tacha de ilegalidad deberá alcanzar no sólo a las pruebas que constituyan en sí mismas la
violación de la garantía constitucional (por ejemplo la confesión obligada) sino también a las que
sean su consecuencia inmediata, por ejemplo el secuestro del cuerpo del delito del lugar indicado
en la confesión forzada, siempre y cuando a éstas no se las hubiese podido obtener igualmente sin
la vulneración de aquella. b) Del orden jurídico surge la prohibición de utilizar ciertos métodos para
la obtención de pruebas. Así, cabe considerar proscritas todas aquellas formas de coacción directa,
física o psíquica, sobre las personas, que puedan ser utilizadas para forzarlas a proporcionar datos
probatorios. c) La protección de algunos intereses considerados más importantes que el
descubrimiento de la verdad, que determina en ciertos casos la prevalencia de aquéllos sobre ésta.
Tal por ejemplo, cuando en aras de la cohesión familiar se prohíbe a los ascendientes o
descendientes del imputado declarar como testigos en su contra. Los datos probatorios obtenidos
en violación de esta prohibición serán ilegales y no podrán ser válidamente utilizados para formar
la convicción judicial. d) Por imperio de normas constitucionales y procesales, el imputado no
puede ser constreñido a producir pruebas en contra de su voluntad, pues aquéllas le reconocen la
condición de sujeto incoercible del proceso penal. Por ende, no sólo se prohíbe obligarlo a declarar
(art. 18 C.N.), sino que se proscribe igualmente imponerle su intervención en un careo o en una
reconstrucción del hecho, u obligarlo a realizar un cuerpo de escritura.
Incorporación irregular: 1) El ingreso del dato probatorio en el proceso deberá ser realizado
respetando el modo de hacerlo previsto en la ley. 2) Cuando la ley impusiera alguna formalidad
especial para su producción, relacionada con el derecho de defensa, la observancia de ella será
también condición necesaria para que la prueba que se obtenga pueda ser regularmente
incorporada. Por ejemplo si se trata de un acto definitivo o irreproducible, se deberá notificar
previamente a los defensores. 3) En virtud de los caracteres propios de la etapa del proceso que se
transita, se impone una forma de recepción determinada (por ejemplo, durante el juicio los
testimonios serán recibidos en forma oral), o se la condiciona a la observancia de ciertos requisitos
(ejemplo: a las actas judiciales sólo se las podrá incorporar al debate si fueron labradas conforme a
las normas de la instrucción). 4) La inobservancia de cualquiera de estas disposiciones impedirá
utilizar el dato conviccional, recibido sin resguardarlas, en la fundamentación de toda resolución. 5)
Relevancia: El elemento de prueba será tal no sólo cuando produzca certeza sobre la existencia o
inexistencia del hecho que con él se pretende acreditar, sino también cuando permita fundar sobre
éste un juicio de probabilidad (el requerido para un procesamiento). La idoneidad conviccional es
conocida como “relevancia” o “utilidad” de la prueba. 6) Pertinencia: El dato probatorio deberá
relacionarse con los extremos objetivo (existencia del hecho) y subjetivo (participación del
imputado) de la imputación delictiva, o con cualquier hecho o circunstancias jurídicamente
relevante del proceso (agravantes, atenuantes, etc.). La relación entre el hecho o circunstancia que
se quiere acreditar y el elemento de prueba que se pretende utilizar para ello es conocida como
“pertinencia” de la prueba.
B) ÓRGANO DE PRUEBA: Es el sujeto que porta un elemento de prueba y lo transmite al proceso.
Su función es la de intermediario entre la prueba y el juez. El dato conviccional que transmite
puede haberlo conocido accidentalmente (como ocurre con el testigo) o por encargo judicial (como
es el caso del perito). La ley regula su actuación al ocuparse de los medios de prueba (por ejemplo,
al reglamentar la testimonial establece las normas relativas al testigo) y admite la posibilidad de
que intervengan como tales tanto aquellas personas que no tienen interés en el proceso (un perito)
como las interesas en su resultado (por ejemplo el ofendido por el delito).
C) MEDIO DE PRUEBA: Es el procedimiento establecido por la ley tendiente a lograr el ingreso del
elemento de prueba en el proceso. Su regulación legal tiende a posibilitar que el dato probatorio
existente fuera del proceso penetre en él para ser conocido por el tribunal y las partes, con
respecto del derecho de defensa de éstas.
D) OBJETO DE LA PRUEBA: Es aquello que puede ser probado, aquello sobre lo cual debe o
puede recaer la prueba. El tema puede ser considerado en abstracto o en concreto. Desde un
punto de vista abstracto, se examinará qué es lo que puede ser probado en cualquier proceso
penal. Desde un enfoque en concreto, se considerará qué es lo que se debe probar en un proceso
determinado. 1) Consideración en abstracto: La prueba puede recaer sobre hechos naturales (la
caída de un rayo) o humanos, físicos (una lesión) o psíquicos (intención homicida). También sobre
la existencia y cualidades de personas (nacimiento, edad), cosas y lugares. No serán objeto de
prueba los hechos notorios (quién es el actual presidente de la Nación) ni los evidentes (que una
persona que camina y habla está viva). 2) Consideración en concreto: En un proceso penal
determinado, la prueba deberá versas sobre la existencia del hecho delictuoso y las circunstancias
que lo califiquen, agraven, atenúen o justifiquen, o influyan en la punibilidad y la extensión del daño
causado. Deberá dirigirse también a individualizar a sus autores, cómplices o instigadores,
verificando su edad, educación, costumbres, condiciones de vida, medios de subsistencia y
antecedentes; el estado y desarrollo de sus facultades mentales, las condiciones en que actuó, los
motivos que lo hubieran llevado a delinquir y demás circunstancias que revelen su mayor o menor
peligrosidad (art. 193 del Código Procesal Penal de la Nación).
Tomando como ejemplo la prueba testimonial, CAFFERATA NORES indica que es posible apreciar
por separado los aspectos desarrollados precedentemente: • MEDIO DE PRUEBA: la regulación
legal acerca del testimonio (obligación de atestiguar, citación y compulsión del testigo, forma de la
declaración, etc.); • ELEMENTO DE PRUEBA: el dicho del testigo, sus manifestaciones y
respuestas sobre lo que se le interroga, en los cuales trasmite el conocimiento que tiene al
respecto; • ÓRGANO DE PRUEBA: la persona del testigo que aporta el elemento de prueba, y lo
trasmite al proceso mediante sus dichos; • OBJETO DE LA PRUEBA: aquello que se investiga y
sobre lo cual se interroga al testigo para que diga lo que sepa al respecto.
Fin.
La finalidad de la prueba consiste en la determinación de todo lo relacionado con el hecho y su
autor, tratando, mediante los medios adecuados, de lograr una ajustada reconstrucción del suceso
postulado como realmente acontecido. En definitiva, se trata de una comprobación de las
circunstancias relevantes para hacer aplicable la norma pertinente. Desde la atribución delictiva
generadora de sospecha, hasta la sentencia como declaración de certeza, pasando por la
meritación de probabilidad del procesamiento, se recorre un camino hacia la obtención de
conocimientos regulados jurídicamente que se asientan sobre el material probatorio logrado
durante el proceso. Esta finalidad de la actividad probatoria se asienta y presupone en
determinados principios, que se encuentran implícitos en las regulaciones procesales. Indica
PALACIO que si bien, en definitiva, el interés público comprometido en la persecución penal
determina que las reglas procesales vigentes en ese sector favorezcan al logro de ese ideal en
mayor medida que la prevista en relación con otros tipos de proceso, la finalidad de la actividad
probatoria se halla circunscripta, en términos que abarcan a todas las ramas del Derecho, a
producir en el ánimo del juzgador la convicción, no lógica o matemática, sino psicológica, sobre la
existencia o inexistencia, la verdad o la falsedad, de los hechos de que se trata. RUBIANES
sostiene que el juez necesita conocer si las situaciones de hecho que se le presentan a su decisión
son ciertas o no, apareciendo entonces la finalidad de la prueba, cual es la de formar la convicción
del magistrado acerca de la existencia o inexistencia de los hechos sobre los cuales ha de juzgar.
En ese sentido, el autor señala que el juez procederá como un historiador, al tratar de reconstruir
hechos pasados, con otros presentes producidos ante sus sentidos, que son precisamente las
pruebas. Debe saber cómo ocurrieron los hechos y en ese camino transitará por diferentes estados
o grados de conocimiento: ignorancia, duda, probabilidad, certeza. Desde una consideración en
abstracto, todo se puede probar para lograr el fin del Proceso Penal, es decir la sentencia como
síntesis de la elaboración jurisdiccional de todo el conjunto de las pruebas. Ocurre que lo que
genéricamente es posible probar en abstracto con los diversos medios de prueba, no siempre
resulta necesario cuando se trata del hecho en concreto que se investiga en una causa, pues el
Proceso Penal tiene como objeto comprobar la verdad histórica del suceso criminoso que se
investiga y por lo tanto, los medios pertinentes y relevantes para ese caso han de ser los que
utilizará el Juez en la acreditación de los extremos del objeto penal.
Objeto.
El objeto de la prueba en el proceso penal está constituido por el material fáctico, incierto en cuanto
a su conocimiento y que como tal se debe y puede probar a fin de declarar la existencia o
inexistencia sobre la cuestión sometida a decisión. CLARIÁ OLMEDO señala que Objeto de prueba
es la materialidad sobre la cual recae la actividad, lo que se puede o debe probar. No se trata
propiamente del objeto procesal sino de los datos materiales que, introducidos como elementos de
convicción en el proceso, tienen capacidad de producir un conocimiento relacionado con la
conducta incriminada. No es objeto de prueba el homicidio sino la muerte de una persona por otra.
En ese sentido, el autor sostiene que, considerado en abstracto o sea con relación a cualquier
proceso penal, el objeto de prueba comprende todo acontecimiento o circunstancia fáctica referida
al hecho en sí en cuanto cambio del mundo exterior (muerte, apoderamiento, etc.), a las
manifestaciones psíquicas (inconsciencia, emoción, perversidad, etc.), a las cosas en cuanto
porción de la realidad, a las personas en su proyección física o biológica, a los lugares en cuanto
dimensiones espaciales y de ubicación, a los documentos escritos o grabados en su materialidad,
a otros datos inmateriales susceptibles de conocerlos por sus manifestaciones físicas (electricidad,
luz, calor, etc.), a los principios científicos o técnicos, a reglas de la experiencia en cuanto común
modo de ser y de obrar de personas o cosas, y a las normas jurídicas no vigentes en cuanto a su
existencia temporal o espacial. Desde el punto de vista del objeto es común distinguir la prueba en
directa o indirecta. ES DIRECTA cuando el dato exhibe el hecho mismo en que consiste el delito o
un elemento de él; ES INDIRECTA cuando el dato consiste en algo distinto al hecho mismo, pero
que hace posible inferirlo con auxilio del raciocinio. Indirecta es, pues, la prueba del indicio; hecho
indiciarlo, que es fuente de las presunciones hominis (se elaboran racionalmente a partir de hechos
indiciarios que por su número, gravedad y concordancia permitan formar convicción suficiente
acerca del suceso controvertido, según las reglas de la sana crítica).
En cuanto tema que debe probarse en un proceso penal determinado, el objeto de prueba tiene
límites concretos extraños a la voluntad de las partes. Debe ser pertinente y relevante. Es
pertinente el hecho referido a lo que debe probarse. Es impertinente el hecho totalmente ajeno a
aquel que corresponde probar, o sea al que se cuestiona en el proceso, en un incidente o en un
artículo. La relevancia se manifiesta como presunta utilidad del dato a obtener; se define por la
importancia con relación al fin probatorio propuesto; el elemento pertinente debe servir a ese fin.
De lo contrario, será irrelevante, y no merece que se lo tenga en cuenta. La superabundancia está
vinculada a la utilidad, pero proyectada con criterio objetivo. Indica exceso de elementos de
convicción referidos a un mismo dato, aunque independientemente fueren relevantes. Señala
PALACIO que el Objeto de la actividad probatoria, en el proceso penal, son todos aquellos hechos
provistos de relevancia para determinar la comisión o la imposibilidad de comisión de un hecho
reputado punible, la concurrencia de circunstancias eximentes, atenuantes o agravantes
susceptibles de modificar la supuesta responsabilidad criminal del imputado, y eventualmente los
daños y perjuicios generados por la comisión del delito. Escapan en cambio al objeto de la prueba
las normas jurídicas, las cuales se presumen conocidas y el juez debe aplicarlas con prescindencia
de su invocación por las partes. Hacen excepción las normas extranjeras, cuya existencia debe
probarse cuando deban ser aplicadas conforme a los preceptos del Derecho internacional privado
(v.gr. en casos de extradición), salvo que hayan sido incorporadas al ordenamiento jurídico
argentino en virtud de un tratado internacional.
El problema de la verdad.
La administración de la justicia es un área del sistema jurídico en la cual se plantea con una mayor
y más dramática evidencia el problema de la verdad y sus conexiones con el derecho. Ocurre en
todo tipo de proceso, ya sea civil, penal, administrativo o incluso constitucional, que la decisión
involucra la averiguación de los hechos que son relevantes para la aplicación del derecho. Es más,
en muchos casos, el verdadero y esencial problema que el juez debe resolver concierne —mucho
más que la interpretación de la norma que tiene que aplicar como regla de decisión— a los hechos
que determinaron el objeto del litigio para los que la norma tiene que ser aplicada. La cuestión
medular estriba en qué tipo de verdad se alcanza en un proceso judicial y para ello resulta
ilustrativa la reflexión formulada por este doctrinario de fuste al señalar “qué puede entenderse por
verdad de los hechos en el ámbito del proceso y cuando, en qué condiciones y mediante qué
medios aquella puede alcanzarse. Se trata, entonces, de un problema eminentemente
epistemológico”. En el marco del derecho procesal es clásica la distinción entre “verdad material” y
“verdad formal”. La primera es identificada con el proceso penal dado que el modelo inquisitivo
buscaba la verdad absoluta y para ello recurría a cualquier medio incluida la tortura del
sospechoso, lo cual posibilitaba que existieran confesiones falsas en un sistema en el que la
confesión era la reina de las pruebas. Señala FERRAJOLI que la verdad a la que aspira el modelo
sustancialista del derecho penal es la llamada verdad sustancial o material, es decir, una verdad
absoluta y omnicomprensiva en orden a las personas investigadas, carentes de límites y de
confines legales, alcanzable con cualquier medio más allá de rígidas reglas procedimentales.
Entretanto se habla de una verdad formal o procesal, más emparentada con el derecho privado, en
el que rige en mayor medida la autonomía de la voluntad de las partes. Esta verdad, según
FERRAJOLI no pretende ser la verdad; no es obtenible mediante indagaciones inquisitivas ajenas
al objeto procesal; está condicionada en sí misma por el respeto a los procedimientos y las
garantías de la defensa. Es, en suma, una verdad más controlada en cuanto al método de
adquisición, pero más reducida en cuanto al contenido informativo que cualquier hipotética “verdad
sustancial”. La verdad procesal se concibe como una verdad aproximada, lo más cercana posible
al ideal de la perfecta correspondencia; esa verdad es la que surge del proceso, de los elementos
incorporados válidamente a él. Esa es una de las finalidades que posee la investigación penal
preparatoria, que se encuentra a cargo del agente fiscal y en la que éste funcionario deberá
recabar elementos para fundar la requisitoria de citación a juicio, para lo cual se necesitará un
estado intelectual de probabilidad. Sobre esa base y tomando a VÁZQUEZ ROSSI, tenemos que
los autores de la materia repiten que la finalidad del proceso penal es la obtención de la “verdad
real” y que a ello tienden todos los mecanismos normativamente establecidos y las prácticas
investigativas, resolviendo en general la cuestión con la afirmación de que lo que se procura
determinar es lo acontecido y la responsabilidad del sujeto respecto del hecho que se le atribuye.
En ese marco, el autor indica que esta aseveración puede aceptarse, aunque más no fuere a título
provisional, como un rasgo distintivo del procedimiento penal en relación a una diferencia con el
civil, donde por el carácter dispositivo de la vinculación predominan soluciones fictas o formales
sobre las cuales el juzgador no avanza, teniendo por cierto lo que las partes, por acción u omisión,
aceptan o convienen como tal. Pero, notoriamente, esta mera diferenciación no nos da respuesta
profunda sobre el interrogante planteado y, más bien, parece haber conducido a determinados
diseños procedimentales y a usos de los medios probatorios con frecuencia afectantes de
garantías elementales.
El autor indica que podemos admitir que la idea de verdad que aparece implícita o presupuesta en
las elaboraciones jurídicas y que se define como una de las finalidades del proceso, responde en lo
básico a los criterios de conformidad o adecuación del concepto con la cosa; la “cosa” sería el
objeto procesal en cuanto situación de hecho de relevancia normativa y el concepto la decisión
jurisdiccional, a la que se arriba como conclusión de una serie de averiguaciones, comprobaciones
y discusiones en torno a la realidad de lo ocurrido y su encuadre jurídico. Ahora bien, siguiendo a
RUBIANES tenemos que, conforme a los límites en que el juez, en el proceso civil, ha de dictar su
decisión, que lo es sobre la base de los hechos controvertidos por las partes, se dice que en tal
proceso rige el principio de verdad formal o convencional. Ello no excluye sin embargo que dentro
de esa limitación el juez civil verifique la realidad de esos hechos, y en tal sentido los códigos
procesales civiles le reconocen amplias facultades para producir pruebas tendientes a ese objeto.
En el proceso penal, por el contrario, rige el principio de la verdad real, o de la investigación
integral, porque al estar en juego intereses públicos, se exige la justa actuación de la ley penal para
posibilitar la condena del culpable y absolución de quien no lo es, o, por lo menos, hay duda de que
lo sea. Porque para condenar es necesario que el juez penal tenga la certeza de que el acusado es
responsable de un hecho delictuoso. En este aspecto, el autor comparte la crítica que formula
CLARIÁ OLMEDO al binomio “verdad formal-proceso civil” y “verdad real-proceso penal” porque se
está frente a una de las tantas contradicciones jurídicas arraigadas por el uso, remarcando
entonces que en ambos procesos debe averiguarse la verdad real, material e histórica de los
hechos. Indica RUBIANES que lo que sucede es que en el proceso civil en base al principio
dispositivo que rige en aquel ámbito (Señala RUBIANES que, en virtud del principio dispositivo, la
iniciativa de las pruebas corresponde a las partes. “El juez no conoce, normalmente, otros hechos
que aquellos que han sido objeto de prueba por iniciativa de los litigantes”. En ese marco, indica
que el principio dispositivo tiene una excepción que está dada por las providencias para mejor
proveer y que el juez está facultado a ordenar las diligencias necesarias para esclarecer la verdad
de los hechos controvertidos, respetando el derecho de defensa de las partes), el juez debe
circunscribirse al trozo de la realidad, al ámbito fáctico que le presenten las partes. En cambio, el
juez penal no tiene tal limitación, sobre todo en la etapa del sumario. Aquí debemos reiterar lo
indicado al inicio de la Unidad acerca del PRINCIPIO DE INVESTIGACIÓN INTEGRAL que es una
de las notas distintivas del proceso penal frente a la verdad. Sostiene CAFFERATA NORES que la
verdad que se persigue en el proceso penal es, a diferencia de lo que sucede en sede civil, la
históricamente ocurrida, denominada verdad material, verdad correspondencia o verdad real. A
esos fines, indica que es conveniente buscar un concepto de “verdad”. Partiendo de las
definiciones clásicas, cabe decir que “verdad” es la adecuación entre la idea que se tiene de un
objeto y lo que ese objeto es en realidad. La verdad, como correspondencia entre el hecho delictivo
del pasado y lo que de él se haya podido conocer en el proceso, es una aspiración ideal, a la cual
no se llega en forma sencilla, tanto por las limitaciones propias de su naturaleza “histórica” (no se
la puede percibir por experiencia -como se podría hacer con la gravedad o la inercia-, sino que se
la debe reconstruir conceptualmente, por las huellas que aquel hecho haya dejado), los problemas,
rutinas y prejuicios que influyen en la percepción judicial y las necesidades de solución del caso,
como por las limitaciones impuestas por el orden jurídico, que subordina el logro de la verdad al
respeto de otros valores, generalmente relacionados con la dignidad humana (entre otras
limitaciones). A partir de estos condicionamientos, habrá que extremar los recaudos para que la
verdad que se obtenga en el proceso sea lo más correspondiente posible con la realidad de lo
ocurrido, al punto de que las pruebas de cargo en él obtenidas sean idóneas para provocar en los
jueces la firme convicción, demostrable, de que están en lo cierto (certeza) sobre la culpabilidad del
acusado, sin la cual no puede haber condena penal.
Asimismo, habrá que garantizar que la acusación pueda ser refutada, comprobada o desvirtuada
mediante procedimientos probatorios idóneos a tal fin; y que sólo se la admita como verdadera
cuando pueda apoyársela en pruebas de cargo, no enervadas por las de descargo, mediante la
valoración de todas ellas conforme a las reglas que orientan el recto pensamiento humano: la
lógica, los principios de las ciencias y la experiencia común, que son “reglas que permiten discernir
lo verdadero de lo falso”. Es bueno aclarar que la verdad que se procura en el proceso penal es la
verdad sobre la culpabilidad del imputado: su inocencia se tiene por verdadera hasta que se
pruebe lo contrario, lo cual no excluye el derecho de aquél a acreditarla, ni la obligación de los
órganos públicos de no ignorar (ni ocultar) pruebas de descargo y de atender las circunstancias
eximentes o atenuantes que hubiere invocado. En el marco del tema en tratamiento, debe
destacarse lo reiteradamente sostenido por la Corte Suprema de Justicia de la Nación acerca de
que: “…en el procedimiento penal tiene excepcional relevancia y debe ser siempre tutelado “el
interés público que reclama la determinación de la verdad en el juicio”, ya que aquél no es sino el
medio para alcanzar los valores más altos: la verdad y la justicia. Es por ello que una solución
diferente no implicaría un aseguramiento de la defensa en juicio, sino desconocer la verdad
material revelada en el proceso, toda vez que se trata de medios probatorios que no exhiben tacha
original alguna, más aún si se tiene en cuenta que el procesado al prestar declaración indagatoria
reconoció que en ocasión de ser detenido transportaba estupefacientes. En ese marco, no
debemos olvidar que la separación (verdad formal – verdad real) no viene a sostener dos objetos
diferentes, sino dos diferentes formas en que un determinado procedimiento llega a lo mismo: a la
verdad. Aquí cobra relevancia la observación efectuada por CARNELUTTI acerca de que “la
verdad es como el agua: o es pura o no es verdad”, agregando en ese sentido que “no se puede
buscar la verdad sólo en parte: o se la busca del todo, es decir se la busca hasta que se la
encuentra, o lo que se busca no es la verdad”.
Por lo que hace a la verdad formal o procesal y la verdad real o material, la distinción intenta
justificarse porque en el proceso judicial existen diversas normas jurídicas que regulan la figura de
la prueba –que es el medio de acceso a la verdad–, cuyo contenido condiciona de muchas
maneras la determinación de la verdad de las proposiciones referidas a los hechos; por ejemplo, en
ocasiones la norma jurídica procesal ordena finalizar el proceso judicial de búsqueda de la verdad
(clausura del periodo probatorio), independientemente de que se haya conocido o no. Retomando
a CLARIÁ OLMEDO, el autor indica que el proceso penal tiene por fin inmediato el descubrimiento
de la verdad. Le interesan todas las consecuencias del hecho incriminado, aunque éstas puedan
también repercutir en sede civil o disciplinaria. Esa finalidad absorbe la actividad de todos los
intervinientes en una enorme proporción. El hecho mostrado como posible debe convertirse en
realidad afirmativa o negativa en todas sus proyecciones objetivas y subjetivas, en sus
antecedentes y consecuencias jurídicamente relevantes. La premisa menor del silogismo judicial
debe integrarse completamente, a través de operaciones prácticas y críticas dirigidas a obtener la
verdad del acontecimiento juzgable. Debe revivirse el pasado en su reconstrucción y reproducción
a través de las actuales manifestaciones. Uno de los puntos en que insistió la doctrina teórica y
judicial de concepción inquisitiva fue el relativo a la finalidad de obtener la verdad material o real.
Como es sabido, el mismo nombre de “inquisición”, como sinónimo de indagación o averiguación,
es claramente demostrativo de lo señalado. De acuerdo con tal concepción, se entendía que todo
medio era idóneo si conseguía revelar lo oculto y permitía que se descubriese lo acontecido. Los
graves abusos derivados de procedimientos que alentaban la delación se adentraban en la
intimidad y coaccionaban mental y físicamente al imputado (y en ocasiones a los testigos) para
arrancarles la admisión de lo atribuido o datos concernientes a lo investigado, generaron una fuerte
reacción que fundamentalmente estuvo dirigida a poner límites a ese ejercicio de poder. Tales
límites aparecen definidos en el conjunto de garantías de las Constituciones y de los instrumentos
internacionales. Continúa indicando CLARIÁ OLMEDO que el tradicional énfasis respecto de la
obtención de la “verdad real” ha sido cuestionado, tanto desde un punto de vista teórico y
epistemológico como práctico; más bien parece ahora más aceptable hablar de una “verdad
Judicial”, es decir, un grado de conocimiento aceptado por el cumplimiento de determinadas reglas
legales, de experiencia y psicológicas y hasta por ciertos elementos consensuales, como en el
supuesto del juicio abreviado.
En ese marco, cobran relevancia los argumentos de MICHELE TARUFFO en cuanto sostiene que
en el contexto del proceso se admite la posibilidad de conseguir una determinación verídica de los
hechos relevantes para la decisión, a través del empleo de adecuados instrumentos probatorios.
En particular esto comporta que se rechace la también extendida opinión para la cual en el proceso
se descubriría sólo una verdad “formal” (o una mera “fijación formal” de los hechos), y de reconocer
por el contrario que –en la medida que se dispusiese de un sistema probatorio eficiente– se podría
averiguar la verdad real (“histórica”, “empírica”, “material”) de los hechos que están en la base de la
controversia. Naturalmente no se habla aquí de Verdad Absoluta, dado que la verdad con las
iniciales mayúsculas ha quedado patrimonio exclusivo de algunas metafísicas y religiones
integristas, sino simplemente de la verdad que puede ser descubierta en el mundo incierto y frágil
de las cosas humanas TARUFFO nos indica que la verdad de los enunciados relativos a los
hechos de la causa existe o no existe en función de cómo se hayan desarrollado los
acontecimientos en el mundo real, y no es objeto de negociación o de acuerdo entre las partes. La
no oposición no hace verdadero eso que es falso, y tampoco hace verdadero eso que ya es
verdadero por sí.
3) Medios de prueba. Análisis de los diferentes medios probatorios.
En primer lugar, debemos tener presente que los medios de prueba regulados en particular por la
legislación procesal son: Inspección judicial y reconstrucción del hecho, Inspección corporal y
mental, Identificación de cadáveres, Reconstrucción del hecho, Registro domiciliario y requisa
personal, Secuestro, Intercepción de correspondencia, Intervención de comunicaciones telefónicas,
Testigos, Peritos, Intérpretes, Reconocimientos, Careos. Este es el orden seguido por el legislador
en el Código Procesal Penal de la Nación, sin formularse distingos vinculados a si se trata de
medios ordinarios, auxiliares o extraordinarios. La indicación viene dada porque dependiendo del
autor que se siga, tendremos una enumeración de los medios auxiliares (tal el caso de
CAFFERATA NORES que nos habla de secuestro, allanamiento, requisa personal, clausura de
locales, interceptación de correspondencia, intervención de comunicaciones telefónicas y aquellos
medios extraordinarios de prueba: agente encubierto, informante, el imputado colaborador). Hecha
esta aclaración, seguimos en este punto a CLARIÁ OLMEDO, salvo expresa indicación en
contrario: Medios de prueba son los actos procesales destinados a introducir en el proceso los
elementos de convicción. Los códigos los regulan específicamente en todo su desarrollo,
caracterizando el órgano y el procedimiento para la recepción. No se trata de una enumeración
taxativa en cuanto al medio en sí, pero se impone uno u otro de los procedimientos regulados, por
cuanto con ellos se garantiza el contralor y eficacia de la prueba. Esto implica una limitación a la
libertad de la prueba en cuanto al medio. En efecto, el medio para introducir el objeto de prueba
puede ser cualquiera, pero ajustándose al procedimiento probatorio que más se adecué a su
naturaleza y extensión, de entre los expresamente previstos. A su vez, los códigos no pueden
regular medios de prueba contrarios a la garantía de defensa o repudiados por la Constitución.
Otra limitación expresa a la libertad del medio de prueba se refiere al estado civil de las personas.
Los códigos modernos la establecen en forma expresa. La integración y estabilidad de la familia
impone que esta prueba esté limitada a los medios previstos por el Código Civil.
El principio de adquisición procesal se proyecta al de comunidad de la prueba, en el sentido de que
la ordenada debe ser recibida, y valorada la decisiva, pudiendo utilizarla en su beneficio aun la
parte que no la ofreció. De aquí que no se puede renunciar a un medio de prueba que el tribunal
asumió al ordenar su recepción. El juez es el receptor del conocimiento producido por los
elementos de convicción, no pudiendo hablarse en el proceso penal de pruebas preconstituidas o
limitadas por la voluntad de las partes. El tribunal recibirá las pruebas generalmente con la
colaboración y contralor de las partes, extrayendo de cada medio los elementos de comprobación
que valorará para el fallo. Cuando el continente o sustentador de la prueba es la materia en sentido
amplio, el elemento de convicción se muestra en su naturalidad al recibirse la prueba. El tribunal lo
percibe inmediatamente, sin intermediación subjetiva alguna. A esos fines, el medio más adecuado
y amplio es la inspección judicial.
Cuando el transmitente del elemento es la persona en su intelectualidad, los datos llegan al
proceso conforme ella los aprecia y los relata oralmente o por escrito. La mera transmisión del
recuerdo o de lo acontecido constituye la confesión o el testimonio si es oral y el documento si es
escrito; si es resultado de un experimento, constituye la peritación. Hay casos en que estos medios
se combinan, a veces de manera inescindible por la unidad del elemento que introducen. Una cosa
puede contener un símbolo o seña. Un testigo puede expresarse como perito, o traducir, por
gestos, estados de ánimo mientras declara, o reconocer objetos. No obstante, es conveniente
analizarlos en función del elemento predominante que se tiende a introducir. Los medios que a
continuación analizaremos pueden encuadrarse en una u otra de estas tres categorías: 1)
comprobación judicial inmediata; 2) información a través de órganos de prueba, y 3) adquisición
combinada de conocimiento.
A) EL TESTIMONIO: La prueba testimonial se manifiesta en la declaración del testigo, quien
introduce su dicho como elemento de convicción. En lo penal se entiende por testimonio toda
declaración oral o escrita producida en el proceso por la que el testigo en sentido propio transmite
un conocimiento adquirido por los sentidos y destinado a dar fe sobre datos que interesan a la
investigación. Debe rendirse ante el juez de la causa: judicialidad, y su cumplimiento está impuesto
al testigo: imperatividad. Desde el punto de vista del dicho, queda excluido el testimonio de oídas o
indirecto, que pasa a ser fuente de comprobación. También se excluyen las expresiones
generalizantes o presuncionales, o apreciaciones de tipo subjetivo como las referidas a
condiciones morales o estados psicológicos. El testigo debe ser una persona física individual que
se supone ha percibido directamente los hechos a relatar, cuya declaración se provoca con fines
de prueba. Procesalmente, debe ser llamado a declarar, y quedan excluidos los sujetos esenciales
del proceso por razones de incompatibilidad. Se trata de un simple particular que, cuando es
requerido, cumple con el deber cívico de testimoniar, lo que tiene menores restricciones en el
proceso penal. Es insustituible, lo que conduce a la imperatividad para comparecer y deponer ante
el tribunal. Esta sujeción está impuesta por normas penales sustantivas y asegurada por normas
procesales. Pueden abstenerse de concurrir al llamamiento del tribunal penal: 1) los que tienen
derecho a deponer por informe; 2) los que por impedimento físico deben ser examinados en su
domicilio. El imperativo de comparecer tiene su límite en que lo sea ante el juez natural. Dentro de
ese límite, el tribunal puede asegurarla comparecencia con el acompañamiento por la fuerza
pública, y forzar la obtención del dicho aun con el arresto. A la verdad de la deposición se provee
con la admonición, el juramento y la orientación del interrogatorio. El testigo que comparece debe
permanecer a disposición del tribunal hasta que se le reciba declaración y después de recibida si
así se ordena ante la posibilidad de requerirse su presencia. Permanecerá en sala próxima a la de
audiencia, y si son varios se cuidará de que no se comuniquen entre ellos.
El acto en sí consiste en la deposición del testigo ante el tribunal de la causa, durante la
investigación instructoria o durante el juicio. A tales fines se fijará la audiencia del caso, sea que se
proceda por trámite verbal y actuado u oral. Las declaraciones recibidas por la Policía no
constituyen testimonios en sentido propio; son indagaciones sumarias que para el proceso
constituyen fuentes de prueba . De aquí que no sean juramentadas. Deben ratificarse judicialmente
para que se incorporen legítimamente al proceso como testimonios. El acto se estructura con una
serie de elementos establecidos por la ley: juramento, identificación e interrogatorio. El juramento
tiene importancia decisiva en el proceso penal como medio asegurativo de la obtención de verdad.
Es una solemne manifestación por la que el testigo asume el compromiso de declarar la verdad de
todo cuanto sepa y le sea preguntado invocando a Dios, sus creencias religiosas o su honor. La
falta de juramento anula el acto, salvo cuando la ley lo evita: menores, simples sospechosos y
condenados por el mismo hecho.
La individualización del testigo se hace primero en cuanto a su persona y después en cuanto a su
relación con las partes y el proceso en sí (generales de la ley). De aquí resultará si el testigo debe
o puede abstenerse de declarar, y se obtendrán elementos para valorar mejor su dicho o hacer
jugar las tachas previstas por los códigos antiguos. El interrogatorio sobre el hecho es el contenido
medular del testimonio. Se integra por las preguntas y las respuestas. Las primeras surgen como
consecuencia de las fuentes de prueba, o sea sobre los hechos que podría conocer el testigo
según las constancias de autos: proposición u ofrecimiento de las partes, denuncia, prevención
policial, citas del imputado, otros testimonios, etcétera. En el trámite escrito las formula el juez aun
a indicación de parte; en el oral, el director del acto, y con su venia, también directamente los otros
sujetos intervinientes: vocales del tribunal y partes. En las respuestas se contiene el elemento de
convicción, o sea el dicho. Éste se integra con las contestaciones del testigo a cada una de las
preguntas que integran el interrogatorio, que suelen escalonarse de lo genérico a lo específico.
Debe responderse de viva voz, y por excepción pueden consultarse notas y documentos. A los
fines de la seriedad del testimonio, están prohibidas las preguntas tendientes a engañar
(capciosas) al testigo o a insinuarle la respuesta (sugestivas). A su vez el director del acto debe
obtener del testigo a razón de su dicho, por ser esto lo que permite su adecuada valoración.
Cuando los testigos son varios, se impone el interrogatorio separado para que el dicho de uno de
ellos no influya negativamente en la sinceridad de los otros. Para conseguir y asegurar el
testimonio, el tribunal cuenta con medios coercitivos aptos a ese fin, que se coordinan con el
diligenciamiento de la prueba ordenada. Provee primero a la citación para el día y hora señalados,
y la desobediencia puede provocar el acompañamiento y aun la detención; en esto consiste el
apercibimiento que debe contener la citación. El testigo que comparece por citación o
espontáneamente debe quedar demorado mientras fuere necesario aun después de su deposición
en antesala próxima para evitar un acuerdo que perjudique la verdad. Su resistencia a declarar
autoriza el arresto por breve plazo, vencido el cual sin resultado favorable deberá abrirse causa
penal. Así se hará también si el testigo falsea la verdad. Exige observar todos los detalles para
proveer a su más exacta valoración. No debe limitarse a escuchar y en su caso transcribir el dicho
sino que ha de extenderse a una percepción profunda e integral que coordine las manifestaciones
verbales con las psicobiológicas, adecuándolas a las características del testigo y al contenido de su
exposición. Es de enorme importancia la intuición del juez y de los defensores.
B) LA PERITACIÓN: Señala CAFFERATA NORES que la pericia es el medio probatorio con el cual
se intenta obtener, para el proceso, un dictamen fundado en especiales conocimientos científicos,
técnicos o artísticos, útil para el descubrimiento o la valoración de un elemento de prueba. No se
trata, en consecuencia, de un medio para auxiliar al juez supliendo su deficiente formación sobre el
tema a peritar, pues no se podrá evitar su realización aun cuando aquél tenga los conocimientos
especializados necesarios. CLARIÁ OLMEDO nos indica que la prueba pericial es el procedimiento
regulado legalmente para obtener en el proceso conclusiones probatorias a través de peritos. Se
trata de una actividad compleja cuyos aspectos esenciales son la determinación de los puntos a
considerar y del dictamen que se emite sobre ellos. Adquiere estado procesal cuando se cumplen
todas las formalidades previstas por la ley. La peritación es medio de prueba porque se produce en
el proceso y para el proceso, introduciendo como elemento de convicción el dictamen con el debido
contralor de las partes, el que éstas y el tribunal valorarán para fijar los hechos. La pericia introduce
al proceso un juicio técnico o científico que permite comprender el objeto de prueba. No es medio
de obtención de ese objeto sino de su explicación. Órgano de la peritación es el perito que al
dictaminar introduce sus conclusiones técnicas en el proceso. Sustancialmente es el experto en un
arte, oficio, ciencia o técnica, y adquiere categoría procesal cuando es nombrado para que en un
proceso dictamine con fines de prueba. De aquí que deba ser imparcial aun cuando su
nombramiento provenga de propuesta de parte. Al perito se le requiere un dictamen técnico o
práctico relevante para obtener la verdad sobre lo que se investiga. A su examen se somete un
punto concreto en materia de su conocimiento como experto. Es un colaborador en la prueba,
cuyas conclusiones son el elemento de convicción que debe valorarse. Es un particular que
desempeña en el proceso un servicio público; es pasible de responsabilidad penal y civil, y
procesalmente controlado. De aquí que por regla deba ser titulado en la materia de que se trata, o
idóneo reconocido si la profesión en la materia no está reglamentada. Debe ser persona física,
capaz de asumir responsabilidad por falsedad y debidamente identificada. Además, es sustituible,
lo que lo diferencia del testigo. De éste se diferencia también por el contenido de su exposición: el
testigo transmite lo que percibe por sus sentidos; el perito concluye conforme a su ciencia.
Además, el testigo es unipersonal; en cambio el perito puede ser colegiado.
La función pericial es imperativa, tanto para acatar el llamamiento cuando se está nombrado, como
para expedirse con verdad. Sobre esto, a más de las conminaciones penales sustantivas, son
rigurosos los códigos procesales penales. Esta imperatividad se extiende a las citaciones
posteriores para ratificar, explicar o ampliar las conclusiones, fundamentalmente para concurrir al
debate. La distinción de los peritos por su especialización tiene mucha importancia en materia
penal para la organización de la Policía técnica o científica. Durante el proceso, es el primer
aspecto que debe tener en cuenta el tribunal para el nombramiento. Se determina por el título
habilitante o idoneidad, y en función de ella se forman las listas para designaciones de oficio. Por la
elección se distingue el perito nombrado de oficio por el tribunal o a propuesta de parte, conocido
este último por contraloreados Se conoce por perito tercero al nombrado de oficio cuando los
nombrados en primer término dictaminan contradictoriamente. Se llama perito oficial al que se
desempeña como funcionario nombrado in generi con cargo permanente para desempeñarse cada
vez que sea elegido en los casos concretos. Cualquiera sea el tipo de perito, debe ser introducido
legalmente en el proceso para que su dictamen sea válido. Comienza con el nombramiento del
elegido por el tribunal o por cualquiera de las partes privadas en su caso. El nombramiento debe
ser comunicado al perito, citándolo en el mismo acto para que acepte el cargo. Si no comparece
procede la compulsión. Puede alegar impedimento, sobre lo cual resolverá el tribunal. El cargo se
acepta por acta, comprometiéndose a desempeñarlo fiel y legalmente, bajo juramento. Los códigos
modernos eximen del juramento al perito oficial por ser suficiente el ya prestado al asumir la
función. Aceptado el cargo, queda el perito definitivamente sometido a la autoridad del tribunal y
debe producir el dictamen practicando previamente las operaciones sobre los puntos sometidos a
peritación.
Cumplida su labor, tiene derecho al reintegro de gastos y a que se le remunere el trabajo en base a
la regulación de sus honorarios. Éstos harán parte de las costas a cargo de quien resulte
condenado a su pago, aunque se tratare del propuesto por una de las partes. Al ordenar la
peritación, el tribunal debe determinar los puntos del dictamen, con lo cual se delimita su contenido.
Esto es garantía para las partes y orden para el trámite. Enseguida debe darse intervención a las
partes para el debido contralor de la prueba, bajo sanción de nulidad. Se excluye el caso de
urgencia absoluta o simplicidad del punto. Antes de comenzar las operaciones, las partes privadas
pueden proponer a los controladores. Las operaciones se practicarán bajo la dirección del juez, y
los peritos deliberarán en secreto. Una vez obtenidas las conclusiones, los peritos producirán el
dictamen ante el tribunal, en forma escrita u oral. Éste puede ser único o múltiple, y consiste en la
exposición predominantemente de ciencia por la que se pone en conocimiento de los sujetos
procesales, con las formalidades de la ley, las conclusiones obtenidas y sus fundamentos. Se trata
de una prueba que puede ser definitiva e irreproductible y que debe ser valorada conforme a la
sana crítica. De aquí que se asegure la intervención y que se rodee de formalidades al dictamen.
Éste debe contener los puntos a peritar y la descripción de los efectos (base), las operaciones
practicadas y su explicación (fundamento) y las conclusiones (elemento de convicción). El juzgador
debe valorar las conclusiones contenidas en el dictamen, por cuanto ellas no lo vinculan, pero
cuidando de no introducir en esa valoración elementos subjetivos extraños al proceso. Las
examinará primero desde el punto de vista formal, y después en atención al contenido del
dictamen. Verificará la exactitud de los puntos peritados, la corrección de la descripción de los
objetos y del relato de las operaciones, la suficiencia y rectitud de los razonamientos y la
congruencia de las conclusiones.
C) INSPECCIÓN JUDICIAL: PALACIO sostiene que la inspección o examen judicial consiste en la
percepción sensorial directa efectuada por el juez o tribunal sobre personas, lugares o cosas
relacionadas con el delito investigado, a fin de verificar su apariencia, cualidades, condiciones,
estado o características. En ese sentido, indica que es un típico caso de medio de prueba directo.
CLARIÁ OLMEDO indica que la inspección judicial recae sobre personas, cosas o lugares, y tiene
su más amplia eficacia en los primeros momentos de la investigación. Es un método de
investigación legalmente regulado, que permite el original y directo contacto del investigador con el
mundo físico vinculado al hecho, cuya percepción se introducirá documentalmente en el proceso.
En el acta se describe lo observado directamente. Las personas pueden ser inspeccionadas tanto
física como mentalmente, pero lo segundo comúnmente requiere la intervención de peritos. La
inspección física se asemeja a la de cosas, pero muestra aspectos específicos: Sirve tanto para
identificarla y caracterizarla, como para obtener huellas o rastros quedados en su cuerpo. Los
códigos prevén primero la inspección del imputado, y después la de otras personas, como la
víctima o un testigo. Si se tratare de éstos o de un extraño al proceso, la ley exige grave y fundada
sospecha o absoluta necesidad. Al acto sólo puede asistir una persona de confianza del
inspeccionado, y en lo posible se respetará su pudor. La cosa inspeccionada es toda corporalidad
física que no sea una persona, susceptible de percepción sensorial; pero metódicamente resultaría
adecuado excluir los inmuebles por su aproximación a la idea de lugar. La operación consiste en
describir los rastros dejados en la cosa por el hecho, y en lo posible recolectar o conservar todo
elemento de convicción. En cuanto a los lugares, deben estar determinados materialmente por un
ámbito espacial concreto, abierto o cerrado, que permita contener variedad de cosas. El juez debe
constituirse en el lugar y comprobar directamente las huellas o rastros dejados, lo que se asentará
en acta, pudiendo procederse a la clausura del local. Durante el acto de la inspección pueden
practicarse operaciones técnicas, levantarse planos, obtenerse fotografías, etcétera.
D) DOCUMENTOS: Es toda atestación por la que se expresa algo referente a un hecho o acto
capaz de producir efectos jurídicos. Su autor es el documentador, y se materializa en un cuerpo
idóneo generalmente escrito. Puede referirse al hecho mismo o a una circunstancia de él, o
contener en su materialidad rastros del delito, en cuyo caso actúa como objeto de otro medio, no
obstante ser en sí mismo un medio en su aspecto formal. En sentido estricto, sólo es tenido en
cuenta con relación a su contenido inmaterial: lo documentado. Comprende los instrumentos en
cuanto expresamente formados a los fines probatorios, y los simples documentos que
accidentalmente sirven de prueba. El proceso penal no sufre las restricciones que rigen en el civil
para la prueba documental. De aquí que los códigos modernos ni siquiera la regulen como medio
de prueba, a lo que ha contribuido el sistema oral. Se prevé tan sólo el modo de adquirir, conservar
y cotejar los documentos y se enumeran los que pueden leerse en el debate. La prueba
documental se recibe con la agregación del documento a los autos y noticia a las partes, con su
confección cuando es acta del proceso, o con su lectura en el debate oral. Pero con respecto a los
documentos privados (extraprocesales), si bien se agregan a autos, su contenido no ingresa como
elemento de convicción en el proceso hasta que no sean reconocidos o tenidos como auténticos, y
esto en definitiva traslada el caso a otro medio de prueba: testimonial, confesión o peritación; no
obstante, lo que se introduce al proceso es lo documentado. Para las actas labradas por los
oficiales de la Policía, los códigos más modernos dan prevalecencia al testimonio de éstos sobre
los hechos que con ellas se constatan cuando fueren citados al debate.
E) CAREO: El careo es un medio combinado de prueba que se utiliza con frecuencia en el proceso
penal. Consiste en el enfrentamiento de dos o más testigos, de éstos con el imputado, o de
imputados, cuando sus dichos discrepan. Externamente es prueba personal, pero simultáneamente
el tribunal obtiene datos directos al clarificar en la confrontación las divergencias introducidas ya al
proceso, lo que caracteriza al careo como prueba que, si bien puede ser regulada
independientemente, es subsidiaria y accesoria. El careo tiene como presupuesto: a) la existencia
en el proceso del dicho de los careados; b) que esos dichos sean dudosos, salvo que los
declarantes pidan o consientan el acto; c) la discrepancia entre los dichos cuya aclaración sea de
interés para el proceso. Lo común es que el careo se haga entre dos personas por razones
prácticas. Los testigos deben haber depuesto en el proceso, y el imputado no debe haberse
abstenido de declarar. En cuanto a éste, la medida funciona como medio de defensa, por lo cual no
le puede ser impuesta. Sin embargo, tanto en este caso como cuando se carea a dos imputados, el
medio no deja de ser probatorio desde el punto de vista real, es decir en cuanto a los elementos
que el tribunal obtiene directamente con la confrontación. Cuando en el careo interviene un
imputado, rigen para él todas las normas de garantías previstas para la indagatoria. Los testigos
deben prestar juramento, y después se leerán en alta voz las partes de las respectivas
declaraciones que se reputen contradictorias; se llamará la atención a los careados sobre las
divergencias advertidas, y se los invitará para que se reconvengan o traten de avenirse. El
resultado de esta invitación pondrá en el proceso el elemento de convicción. En el acta no podrá
hacerse referencia sobre las impresiones que produzcan las actitudes y estados psíquicos de los
careados. El objeto del careo es la discrepancia entre los dichos anteriores de los careados. La
finalidad es aclarar las dudas surgidas de esa discrepancia.
F) RECONOCIMIENTO: Por este medio de prueba un concreto órgano de prueba introduce el
conocimiento que tiene de una persona o cosa mediante una manifestación asertiva,
identificándola entre otras semejantes. Tiene también eficacia probatoria cuando es negativo su
resultado. No se trata del mero reconocimiento integrativo del dicho del testigo o imputado, ni de la
tarea identificadora de los particulares que intervienen en el proceso como partes u órganos de
prueba, sino de un medio independiente y combinado por el cual, a más de lo transmitido por el
órgano de prueba, hay una observación inmediata del objeto identificado y del identificador que
permite captar el elemento de convicción. Generalmente presupone una declaración anterior. Debe
colocarse ante el órgano de prueba a la persona o cosa a que antes se ha referido y entre otras
semejantes para que determine si es la misma. Así es como se favorece la fidelidad del dicho, lo
que es muy importante en el proceso penal. Generalmente se aplica para las personas, pero se
extiende también para las cosas. El juzgador dirige el acto y aprecia directamente su resultado.
Tanto el reconociente como el que ha de ser reconocido pueden serlo un testigo o el imputado. Se
trata de una actividad definitiva o irreproductible. Si lo que debe reconocerse es múltiple, la
diligencia puede cumplirse en un acto pero no así a la inversa. Como actividad preparatoria, el
deponente debe describir la persona o cosa que va a reconocer. En cuanto a las personas, los
códigos antiguos sólo regulan la llamada “rueda de presos”, limitada al reconocimiento del
imputado; los modernos la extienden a todos los casos posibles. El imputado no puede negarse a
integrar la rueda, porque en este caso sólo es objeto de comprobación. Son modalidades
especiales el reconocimiento de una persona ausente, el de cadáveres y el de cosas. Para el
primero se utiliza la fotografía; para los demás, no hace falta colocar el objeto entre otros
semejantes. En el reconocimiento de cadáveres no se requiere la descripción previa, por cuanto
sólo se trata de descubrir quién fue el occiso.
G) RECONOCIMIENTO DE VOZ: Señala CAFFERATA NORES que Muchas veces los testigos
manifiestan que no vieron al autor, pero que escucharon su voz y podrían reconocerla. Hay casos
en los cuales las personas están en condiciones de hacerlo ya sea por su memoria auditiva,
particularidad del habla o impresión dejada por las circunstancias. La ley procesal no regula
expresamente el reconocimiento de voz, pero en virtud del principio de libertad probatoria, ello es
viable (El art. 206 del C.P.P.N.: No regirán en la instrucción las limitaciones establecidas por las
leyes civiles respecto de la prueba, con excepción de las relativas al estado civil de las personas).
En cuanto al trámite, deberán aplicarse las reglas del reconocimiento en rueda de personas: se
notificará previamente a la defensa, el testigo tendrá que describir los sonidos que oyó indicando si
antes o después los había sentido, posteriormente se formará un muestreo de voces semejantes,
para que diga si entre las escuchadas está la descripta. El muestreo puede hacerse mediante
rueda o cuerpo de voces. En el primer caso (rueda), varias personas entre las que se encuentra el
pretendido autor, separadamente, van a emitir en forma directa los sonidos que le indique el
órgano judicial interviniente, según el caso (hablar, gritar, reír, etc.), en lo posible en un lugar que
no puedan ver al testigo que los escucha. En el segundo caso, el cuerpo de voces puede formarse
asentando los sonidos en un soporte (casete o disco compacto) para su posterior reproducción al
reconocente. Para la realización de la rueda de voces se necesitará el consentimiento del
imputado, porque su participación no se limita a tolerar pasivamente la prueba (como en el caso del
reconocimiento en rueda de personas), sino que se requiere una actividad (por ejemplo, hablar) a
la cual no se lo puede obligar por la protección que le otorga la garantía contra la
autoincriminación. Una de las pruebas más frecuentemente utilizadas para la investigación de los
delitos de secuestro extorsivo consiste en el reconocimiento, tanto a través de su modalidad básica
(rueda de personas), como de su versión subsidiaria (reconocimiento fotográfico). Por otro lado,
otra modalidad de reconocimiento que suele utilizarse en los casos de secuestros extorsivos, es el
reconocimiento por voz. En estos casos, es conveniente instrumentar las mismas formalidades que
prevé la figura genérica del artículo 270 del C.P.P.N.; con la particularidad de que se utiliza una
“rueda de voces” de distintas personas que son reproducidas al reconociente de manera conjunta
con el material indubitable, el que generalmente consiste en un cuerpo o plana de voz del
imputado.
H) RECONSTRUCCIÓN DEL HECHO: Es un procedimiento en función del cual el juzgador
observa directamente el obrar de las personas y la significación de las cosas en la producción del
artificial acontecimiento. Requiere que del expediente surja un hecho a reconstruir, y puede ser
acompañado de operaciones técnicas. El acto consiste en ubicar y hacer actuar en el lugar del
hecho a todas las personas y cosas que aparezcan como que han estado en el momento de
cometerse el delito, buscando reproducir las conductas cambios operados y simulando los
resultados. Actuarán imputados, testigos y peritos, y el juez consignará en acta lo que se vaya
obteniendo. Es un elemento de prueba autónomo integrado por elementos personales y reales
combinados en una actividad compleja. A su vez es suplementario porque supone la introducción
de elementos en el proceso que le sirven de base. Es un simulacro del delito, formalmente
regulado para su eficacia probatoria. Para los códigos modernos es un acto definitivo e
irreproductible. Procede cuando se lo requiera para comprobar si un hecho se ha producido o ha
podido producirse de un determinado modo. Los que comparecen como testigos o peritos deben
prestar juramento, y el imputado gozará de todas las garantías de defensa. Reunidos los
elementos necesarios, se procederá al cumplimiento del acto y se labrará el acta correspondiente.
I) INTERVENCIÓN DE COMUNICACIONES TELEFÓNICAS: La expresión “interceptación
telefónica” puede entenderse como toda “interferencia o intromisión realizada a través de varios
dispositivos posibles ofrecidos por la técnica, tendientes a escuchar (y eventualmente también a
registrar mediante análogos dispositivos) las comunicaciones verbales de otro”. Constituye una
actividad técnica que, aparte de los efectos puramente investigadores que puede generar, puede
dar lugar a la obtención de elementos de prueba a valorar por el juez. La significación probatoria no
ha de predicarse directamente de la medida –que es actividad técnica– sino del resultado obtenido,
o sea, de las grabaciones o transcripciones. Aun cuando el producto de las escuchas telefónicas
no sea prueba exclusiva ni excluyente, constituyen un medio idóneo de investigación como prueba
indirecta, siempre que las grabaciones sean traídas al juicio, su contenido sea cotejado por el
funcionario correspondiente y se haya dado la posibilidad de oírlas a las partes que así lo
exigieren. La escucha telefónica no constituye un medio de prueba autónomo sino una diligencia
accesoria de coerción real –medida conservatoria– para acceder a todo dato –elemento– que
posibilite adquirir certeza. En función de ello, la valoración de las escuchas telefónicas sólo puede
constituir un indicio que deberá ser evaluado con otras pruebas que permitan arribar a una
conclusión sobre la autoría y participación del o de los imputados. Sobre el particular se ha dicho
que la eficacia de la prueba de indicios depende de la valoración conjunta que de ellos se efectúe
teniendo en cuenta su diversidad, correlación y concordancia, pero en modo alguno su tratamiento
particular, pues por su misma naturaleza, cada uno de ellos no puede fundar aisladamente ningún
juicio convictivo, sino que éste deriva frecuentemente de su pluralidad.
Acordada Nº 17/2019 de la Corte Suprema de Justicia de la Nación: 1) Declarar que todos los
órganos judiciales, en los procesos y procedimiento involucrados en la interceptación y captación
de comunicaciones, deberán observar los siguientes Principios Rectores en la materia: I.
Instrumentalidad de las interceptaciones. La interceptación de comunicaciones es una herramienta
al servicio de la función jurisdiccional y, como tal, debe utilizarse exclusivamente para contribuir al
esclarecimiento de delitos y con el objetivo final de afianzar la justicia. II. Excepcionalidad y
proporcionalidad. La interceptación de comunicaciones es una medida judicial de investigación
excepcional. Será ordenada con criterio restrictivo atendiendo de forma especial a su razonabilidad
para el esclarecimiento y resolución del delito. III. Fundamentación. La orden judicial será fundada
y no podrá ser otorgada con base en términos genéricos. No podrá estar destinada a obtener
información indeterminada en pos de una necesidad genérica y abstracta de prevenir o descubrir
delitos. IV. Provisionalidad. La interceptación y captación son medidas esencialmente
provisionales. La intervención de comunicaciones se ordenará por un plazo razonable determinado,
pudiendo ser renovado expresando los motivos que justifican su extensión conforme a la
naturaleza y circunstancias del hecho investigado. Si los elementos de convicción tenidos en
consideración para ordenar la medida desaparecieren, hubiere transcurrido su plazo de duración o
ésta hubiera alcanzado su objeto, deberá ser interrumpida inmediatamente. Al finalizar el
procedimiento por sentencia o auto de sobreseimiento, los registros de sonido de las
comunicaciones y las transcripciones que se hubieren realizado serán puestos a resguardo del
acceso público. No podrá accederse a éste a ningún fin, sino por orden judicial y por razones
justificadas. V. Responsabilidad sistémica. La interceptación y captación de comunicaciones es un
eslabón de una cadena que comprende las subsiguientes etapas de (i) almacenamiento, (ji)
traslado, (iii) incorporación al proceso y (iv) destrucción en los supuestos previstos por la ley. Una
falla en cualquiera de las etapas afecta la confiabilidad de todo el sistema. Por ello, rigen para los
magistrados, funcionarios, agentes y empleados que tengan participación activa en la intervención
y/o responsabilidad sobre estos elementos probatorios el deber de confidencialidad y secreto
respecto de la información obtenida por estos medios. Quienes incumplan este deber incurrirán en
responsabilidad penal acorde a lo previsto en el derecho vigente. VI. Confidencialidad absoluta de
las comunicaciones entre abogado y cliente. La interceptación de las comunicaciones entre un
imputado y su abogado defensor constituye una grave violación a la garantía constitucional de
defensa en juicio. Sin la garantía de la defensa en juicio, toda la población ve comprometida la
vigencia del estado constitucional de derecho. VII. Impacto tecnológico. Todos los intervinientes en
el proceso de captación, como así también quienes están autorizados legalmente para utilizar los
contenidos como medios de prueba, deben asumir que las nuevas tecnologías permiten no sólo
interceptar y difundir comunicaciones de un modo ilegal sino también falsificarlas materialmente,
alterarlas y/o editarlas. Deberá capacitarse respecto de las medidas a adoptar para impedir estos
hechos a todos quienes participen del proceso de captación y a los autorizados legalmente para
utilizar los contenidos. VIII. Privacidad y forma republicana de gobierno. El respeto o la violación de
la privacidad es uno de los síntomas que permiten diferenciar a los sistemas democráticos de los
regímenes autoritarios y/o totalitarios. Debe concientizarse de ello a todos los intervinientes en el
proceso de captación, a quienes legalmente se encuentren autorizados para utilizar los contenidos
y a quienes los revelen y divulguen. IX. Control institucional judicial y parlamentario. El control
institucional por parte del Poder Judicial de todas las etapas del proceso de interceptación de toda
clase de comunicaciones, como así también de la utilización de los contenidos, es imprescindible e
insustituible. Ello sin perjuicio del control institucional parlamentario, por medio del cual los
representantes del pueblo supervisan el cumplimiento de las leyes que rigen la materia. X.
Inteligencia criminal e investigación criminal. La Dirección de Asistencia Judicial en Delitos
Complejos y Crimen organizado (DAJuDeCO) sólo presta servicios de investigación criminal a
requerimiento de magistrados judiciales o del Ministerio Público Fiscal -tal como señaló este
Tribunal al fijar sus objetivos y competencias mediante acordadas 2 y 30 del 2016- y, conforme a la
normativa que la regula, tiene absolutamente vedado el ejercicio de actividades de inteligencia. 2)
Instrumentar los siguientes cursos de acción a fin de maximizar el cumplimiento de los principios
rectores antedichos: A. Requerir al Consejo de la Magistratura de la Nación que, en ejercicio de
sus competencias constitucionales, formule un diagnóstico exhaustivo respecto del grado de
aplicación de los criterios restrictivos en materia de interceptación de comunicaciones en el marco
de las investigaciones penales. B. Solicitar al Honorable Congreso de la Nación el pronto
tratamiento del proyecto de ley (S-979/18) destinado a regular la cadena de custodia de las
interceptaciones. C. Solicitar a la Comisión Bicameral Permanente de Fiscalización de los
Organismos y Actividades de Inteligencia que certifique que la Agencia Federal de Inteligencia no
realiza tareas de investigación criminal ajenas a las expresa y específicamente solicitadas como
requerimiento de asistencia por los magistrados judiciales. D. Exhortar a los jueces con
competencia penal para que apliquen de forma restrictiva la norma que los faculta a requerir la
intervención a la Agencia Federal de Inteligencia (art. 4 inc. 1° de la ley 25.520, modificado por la
ley 27.126). E. Exhortar a los jueces con competencia penal para que, de conformidad con el
artículo 18 de la Constitución Nacional y las normas reglamentarias que así lo disponen, extremen
los recaudos necesarios para establecer límites objetivos en la incorporación de elementos
probatorios al expediente penal, excluyendo: (i) cualquier comunicación entre los abogados y sus
clientes (ley 23.187, arts. 6° y 7°); y (h) cualquier transcripción y/o audio en el que se registren
comunicaciones sobre temas de índole personal que resulten inconducentes a la investigación. F.
Exhortar a todos los actores del sistema de captación a que cumplan con la destrucción del
material correspondiente, en los términos de los arts. 16, sexies, inc. b); 20, y 43 de la Ley 25.520.
G. Poner en conocimiento de la presente a la Procuración General de la Nación y a la Defensoría
General de la Nación para que, en el marco de sus competencias constitucionales y legales,
dispongan lo necesario para salvaguardar la observancia de los criterios precedentes por parte de
los fiscales y defensores actuantes en el proceso penal.
MEDIOS AUXILIARES DE PRUEBA (CLARIÁ OLMEDO): Son medios auxiliares de prueba la
traducción, la interpretación y el informe probatorio. La exigencia del uso del idioma nacional en el
cumplimiento de los actos procesales impone que se vierta a él toda expresión en lengua
extranjera o en mímica. El medio es la traducción o la interpretación, cuyos órganos son el
traductor y el intérprete. Introducen elementos que hacen inteligibles o comprensibles los actos ya
cumplidos o mientras se cumplen. Hay interpretación cuando el idóneo vierte al idioma nacional
expresiones verbales producidas en otro idioma o expresiones mímicas y viceversa
(intercomunicación), mientras se cumple el acto, y hay traducción cuando se vierte al idioma
nacional la escritura en lengua extranjera. Ambas se aplican ampliamente frente al testimonio y al
documento, sin perjuicio de que se la utilice para otros casos como la declaración del imputado,
donde ya no actúa como medio auxiliar de prueba en sentido propio. Estos medios son, además,
personales, y se aproximan a la peritación por la exigencia del experto o idóneo en la especialidad.
Más genéricamente, son medios de intercomunicación procesal. El objeto de estas pruebas es la
versión a interpretar o traducir, y su importancia se advierte si se tiene en cuenta que sin esa
operación el elemento de prueba carece de validez. Se distinguen claramente de la pericia porque
sólo agregan el objeto sobre el cual versa su inteligibilidad sin fundamentación alguna, nada más
que para hacerlo accesible en el proceso y que pueda ser valorado como si se tratara de la versión
original. Aun podría darse el caso de interpretar o traducir un dictamen pericial. Lo común es que la
traducción sea escrita y la interpretación oral, pero es posible que ambas tengan la otra modalidad.
El órgano de prueba debe ser singular. En lo demás rigen las normas del testimonio y de la
peritación en cuanto fueren aplicables.
INFORMES: Señala JAUCHEN que a menudo es necesario para la eficacia de la investigación, la
obtención de ciertos datos que, encontrándose reservados, archivados, anotados o registrados de
cualquier modo en alguna institución de carácter público o privado, resulta dificultoso su
conocimiento mediante el testimonio de los encargados o representantes de la repartición y
también engorroso que el mismo juez se constituya a inspeccionar dicha documentación o solicite
la remisión del total de las misas. En estos supuestos, la vía probatoria más idónea es el pedido de
informe mediante el cual el juez requiere por oficio dirigido al representante de la institución pública
o privada, informe sobre concretos datos que supuestamente están contenidos en las
registraciones o archivos de la misma. Este método, ubicado por algunos autores como medio
auxiliar de prueba, es sin embargo, un medio autónomo e independiente. CLARIÁ OLMEDO
sostiene que es un medio auxiliar de prueba el informe probatorio. El órgano es el informante (ente
público), y el elemento de convicción, lo informado. Se incorpora al proceso con su agregación y
noticia a las partes, y al debate oral se introduce por la lectura, siempre que se den las condiciones
que hagan viable y legítima esa introducción. El informante no es propiamente un testigo en
sentido propio ni un perito. Se limita a contestar lo que se le pide (generalmente por un oficio)
sobre algo que está a su alcance por la observación de elementos que conserva o custodia en
razón de su actividad o funciones. El informe es aseveración acerca de la prueba del objeto que se
quisiera conocer, sin que deba agregarse apreciación personal alguna. En materia procesal penal
pueden citarse los siguientes casos de informes probatorios, algunos impropios: 1) Interpuesto el
babeas corpus, se requerirá informes a la autoridad de la detención para que la aclare y explique
en los elementos que hacen falta para decidir. 2) Para resolver sobre la procedencia o
improcedencia de la libertad condicional, las pruebas indispensables se adquirirán por informe a la
dirección del establecimiento donde se encuentra recluido el penado. 3) Para reunir los
antecedentes del imputado, debe requerirse informe al Registro de Reincidentes. 4) Suelen
aceptarse como pruebas los informes oficiales de los médicos de Policía y de otras reparticiones
públicas sobre datos que deben registrar en cumplimiento de sus atribuciones específicas.
MEDIOS EXTRAORDINARIOS DE PRUEBA: Siguiendo a CAFFERATA NORES, tenemos que en
los últimos tiempos han ido apareciendo, en la legislación argentina, los llamados “medios de
prueba extraordinarios”, los cuales, justificados originariamente por la necesidad de reforzar la
investigación de hechos delictivos también “extraordinarios” (no sólo por su inusitada gravedad,
sino también por los serios problemas que presentan para su investigación), encierran el grave
riesgo (o, lo que es peor, el propósito) de legitimar la ilegalidad en la averiguación penal, como
medio -no tan novedoso como explícito- de darle más eficacia respecto de aquellos ilícitos. Señala
que han surgido, así, nuevos protagonistas del proceso penal, como el “agente encubierto”, el
“informante”, el “arrepentido” o el “testigo de identidad protegida”, la mayoría de los cuales son a
criterio del autor inaceptables para nuestro sistema constitucional, y los pocos restantes podrían
tener una mínima y transitoria aceptación excepcional sólo cuando su auxilio fuere indispensable
para superar dificultades insalvables con los medios probatorios ordinarios en la investigación de
gravísimos delitos, y siempre que su actuación y el valor de su información se enmarcasen en una
rígida legalidad, respetuosa de los derechos fundamentales de los ciudadanos (condición cuyo
logro presupone jueces, fiscales y empleados judiciales y policiales cuyas cualidades personales y
funcionales estén verdaderamente acordes con su investidura). Agente encubierto (y
paraencubierto). El agente encubierto ha sido definido como un funcionario público que fingiendo
no serlo (simulando ser delincuente) se infiltra, por disposición judicial en una organización delictiva
(v.gr., de narcotraficantes), con el propósito de proporcionar “desde adentro” información que
permita el enjuiciamiento de sus integrantes y, como consecuencia, el desbaratamiento de esa
asociación ilícita. Se discute sobre si el agente encubierto puede tener, en su tarea, “licencia para
delinquir”, a modo de excusa absolutoria anticipada, derivada de su condición de tal, o si, fuera de
su participación simulada en la organización delictual, debe abstenerse de cometer delitos o
provocar su comisión por otras personas. Esta última sería la única posición aceptable (pero no es
la acogida por la legislación vigente sobre narcoactividad, que opta por la primera), ya que la no
punibilidad de sus acciones sólo podría derivar de las reglas generales del Código Penal, actuando
dentro, y no fuera, del encargo de la autoridad judicial, la cual sería, a su vez, responsable de
precisar y controlar tal misión. Además, debería, especialmente, prohibírsele vulnerar derechos
constitucionales en su tarea de colectar datos o información (cosa que tampoco hace la referida
legislación), y proscribirle expresa y rotundamente la utilización de los “frutos probatorios” de esas
irregularidades. Al lado del agente encubierto aparece el (en términos de CAFFERATA NORES)
inaceptable “paraencubierto” eufemísticamente llamado “informante”, sujeto que sin formar parte de
ninguna institución pública es inadmisiblemente encargado o autorizado por el Estado (por lo
general, mediante un precio) para cumplir tareas similares a las de aquél, o directamente para
realizar misiones de espionaje particular.
EL IMPUTADO COLABORADOR (“ARREPENTIDO”)- En los últimos tiempos ha resurgido la
posibilidad (que tiene orígenes remotos) de reducir la escala penal que le correspondería al
coimputado en caso de que colabore en la investigación de “delitos organizados” (organizaciones
delictivas) aportando datos que sean de importancia esencial para ella; se trata de lo que
CAFFERATA NORES indica el mal llamado “arrepentido”. No obstante, cabe advertir in limine que
es, en verdad, un simple coimputado delator-colaborador que entrega a sus cómplices no porque
se arrepienta de nada sino sólo para conseguir un alivio de su situación frente a la ley, en
búsqueda de lo cual muy probablemente no se detendrá en “detalles” (v.gr., ser veraz), ni mostrará
mayores escrúpulos que los evidenciados al cometer el delito en cuya investigación luego
“colabora”. Por eso es que aquí también resulta imprescindible establecer una serie de condiciones
infranqueables para que esta figura pueda ser tolerada jurídicamente, prever severos resguardos
para que no sea fuente de abusos, y evitar la “ingenuidad” en la valoración de los dichos del
“arrepentido”. Su aplicación sólo podría ser admitida como forma de obtener la colaboración de
miembros no representativos de poderosas organizaciones ilícitas o de partícipes secundarios de
gravísimos delitos, que permita la condena de sus copartícipes que sean líderes de aquéllas o de
los coautores, instigadores o cómplices necesarios de éstos (y no a la inversa).