T 153 14
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Dado que, la adicción a sustancias psicoactivas es una enfermedad que afecta la salud
mental de las personas, la Constitución Política y la jurisprudencia constitucional han
reconocido que dentro del ámbito de protección del derecho a la salud, se debe incluir la
garantía de acceso a tratamientos integrales para los sujetos que padecen afectaciones
psicológicas, e incluso físicas, derivadas del consumo de este tipo de sustancias.
Adicionalmente, en el año 2012, el Legislador, a través de la Ley 1566, reconoció que el
consumo, abuso y adicción de estas sustancias “es un asunto de salud pública y bienestar
de la familia, la comunidad y los individuos y por lo tanto, el abuso y la adicción deberán
ser tratados como una enfermedad que requiere atención integral por parte del Estado. Es
claro entonces que los individuos que padecen de farmacodependencia tienen un sistema
de protección especial que se ve reforzado por su condición de manifiesta debilidad
psíquica, que obliga al Estado y a sus entidades a garantizar una protección y un
tratamiento integral para superar dicha patología.
I. ANTECEDENTES.
1. Demanda de tutela1.
1.2.1. Bryan Andrés Gómez Hernández, joven de 18 años, hijo del agente oficioso, presenta
una fuerte adicción a las drogas que lo ha llevado a desarrollar comportamientos que
atentan contra la integridad física y el patrimonio económico de sus allegados2.
1.2.2 En razón a esta circunstancia su padre, Jairo Rafael Gómez Castillo, recurrió a un
préstamo con el fondo de la empresa de la que es trabajador para recluirlo en el Centro de
1
Acción de tutela presentada el treinta y uno (31) de julio de 2013. (Folios 1 a 5).
2
Folio 1, cuaderno 2
2
Rehabilitación para drogadictos, Centro Terapéutico Re-encontrarse, ubicado en la ciudad
de Barranquilla3.
1.2.3 La cotización del Centro Terapéutico Re-encontrarse indicó que el señor Gómez
Castillo debía pagar un valor de $9.319.772 por el primer mes y $8.750.682 por los cinco
siguientes. Adicionalmente, debía pagar un valor mensual de $2.011.614 por el seguimiento
al paciente; erogación que debía ser cancelada durante cinco de los seis meses de
tratamiento5.
1.2.4. Si bien el joven Bryan Andrés Gómez Hernández recibió citas psiquiátricas en el
Centro Terapéutico Re-encontrarse, su padre se vio imposibilitado para asumir los gastos
del tratamiento prescrito por los especialistas, razón por la cual el día 31 de julio de 2013
presentó acción de tutela solicitando el apoyo de la E.P.S. Coomeva6.
1.2.5. Manifestó el señor Gómez Castillo que su hijo se encuentra afiliado a la E.P.S
Coomeva desde el 01 de diciembre de 1997, hasta la fecha actual, en forma continua e
ininterrumpida. Así mismo que, el joven cumple con los requisitos para acceder a servicios
especializados. En esa medida solicitó que la Entidad Prestadora de Servicios de Salud,
retome el tratamiento iniciado con los especialistas del Centro Terapéutico Re-encontrarse,
antes de que su hijo alcance un estado psicotrópico que agrave su salud y ponga en riesgo a
sus familiares y allegados.
Coomeva EPS no emitió pronunciamiento alguno sobre el asunto pese a los requerimientos
realizados por el juez de instancia y, posteriormente, por esta Corporación.
3.1. Sentencia del Juzgado Quince Civil Municipal de Barranquilla, del 15 de agosto
de 20137. Sin impugnación.
Se negó el amparo. El juez consideró que, de las pruebas aportadas en el proceso, no era
evidente una vulneración de los derechos fundamentales de Bryan Andrés Gómez
Hernández, por parte de Coomeva E.P.S.; pues no existe prueba de que, el accionante o su
hijo, hayan gestionado la solicitud del tratamiento ante la Entidad Promotora de Salud y, en
esa medida, Coomeva no se pudo pronunciar sobre el particular. Ahora bien, aclaró que, en
el caso en que el accionante o su hijo presenten la solicitud, la E.P.S se verá obligada a
brindar la atención requerida, aunque el servicio no figure dentro del POS.
II. CONSIDERACIONES.
1. Competencia.
3
Folio 1, cuaderno 2
4
Folio 26, cuaderno 2
5
Folio 37, cuaderno 2
6
Folios 1-3, cuaderno 2
7
Folios 38 a 44, cuaderno 2
3
La Corte Constitucional es competente para revisar la decisión judicial mencionada, con
base en la Constitución Política -artículos 86 y 241 numeral 9- y las disposiciones del
Decreto 2591 de 1991 -artículos 31 a 368.
2.2. Legitimación activa. El señor Jairo Rafael Gómez Castillo identificado con la C.C.
No. 8.732.727, obra en calidad de agente oficioso de su hijo, Bryan Andrés Gómez
Hernández, a su vez mayor de edad, identificado con la C.C. 1.1140.874.679.
“De acuerdo con lo dispuesto en esta norma (artículo 10 del Decreto 2591 de 1991) y
con la jurisprudencia de esta Corporación, en el agenciamiento de derechos ajenos,
debe estar debidamente demostrado que realmente el interesado no está en
condiciones de asumir la defensa de sus propios derechos. Esta exigencia no es
resultado de un capricho del legislador, ni corresponde a una mera formalidad,
encaminada a obstaculizar el acceso a la administración de justicia, especialmente
cuando se trata de la defensa de un derecho fundamental. No. Esta exigencia es
desarrollo estricto de la Constitución sobre el respeto a la autonomía personal (Art.
16). Una de las manifestaciones de esta autonomía se refleja en que las personas, por
sí mismas, decidan si hacen uso o no, y en qué momento, de las herramientas que la
Constitución y la ley ponen a su alcance, para la protección de sus derechos en
general, trátese de los fundamentales o de los simplemente legales.” 10
Manifestó la Corte sobre el tema que “En tal virtud, la acción humanitaria emprendida
por su progenitor, es legítima y se enmarca en el deber de solidaridad que recae sobre
todos los colombianos (Art. 95 de la CP), respecto de las personas que presentan
disminución física, sensorial y psíquica, donde claramente se encuentran los fármaco-
8
En Auto del catorce (14) de noviembre de 2013 la Sala de Selección de tutela Número Once de la Corte
Constitucional, se dispuso la revisión de la providencia en cuestión y se procedió a su reparto.
9
T-031A de 2011
10
T-503/98
4
dependientes, razón suficiente para concluir que ostenta la condición de agente
oficioso.”.11
En el caso que nos ocupa, aduce el señor Jairo Gómez Castillo, en su calidad de agente
oficioso, que su hijo actualmente padece de una fuerte adicción a sustancias psicoactivas,
específicamente al alcohol y a la marihuana, que “lo ha llevado a robar objetos personales
tanto en la casa, como a amigos y extraños, y se ha convertido en una persona agresiva y
violenta, presentando síntomas tales como: ansiedad, irritabilidad, insomnio, desasosiego
y hostilidad”12. También manifiesta que su hijo fue internado en la institución Centro
Terapéutico Re-Encontrarse de la ciudad de Barranquilla, para recibir tratamiento
psiquiátrico con motivo de su fármacodependencia, institución en la que fue determinado
que Bryan “requiere ingresar al tratamiento lo más pronto posible, para romper con la
rutina y las tentaciones habituales que desencadenan en el abuso de las drogas”13 ,
complementando y corroborando las afirmaciones presentadas por su padre.
2.3. Legitimación pasiva. Coomeva E.P.S es una entidad particular prestadora del servicio
público de salud a la que está afiliada la agenciada y, como tal, es demandable en proceso
de tutela.
2.4. Inmediatez. La acción de tutela fue presentada el 31 de julio de 2013, fecha en la cual
Bryan Andrés Gómez Hernández no había recibido la atención médica requerida para su
patología. En esa medida, el accionante cumple con el requisito de inmediatez, toda vez que
presentó la acción de tutela en vigencia de la presunta vulneración de los derechos de su
hijo.
2.5. Subsidiariedad.
El artículo 86 de la Carta Política establece que la acción de tutela “solo procederá cuando
el afectado no disponga de otro medio de defensa judicial, salvo que aquella se utilice
como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable”. Disposición
desarrollada por el artículo sexto del Decreto 2591 de 1991, que ratifica la procedencia de
la acción de tutela cuando las vías ordinarias no tengan cabida o cuando no resulten idóneas
para evitar el acaecimiento de un perjuicio irremediable.
Ahora bien, respecto al caso particular es menester resaltar que el derecho a la salud, como
derecho fundamental puede ser garantizado por medio de acción de tutela, especialmente
cuando de la conducta vulneratoria alegada se desprenda una afectación grave al titular de
los derechos. En esta medida la utilización del mecanismo constitucional se torna
procedente, toda vez que no existe un proceso en el ordenamiento jurídico encaminado a
garantizar de forma ágil y efectiva la prestación de estos servicios, especialmente para
sujetos revestidos de una protección especial, como es el caso de los fármaco dependientes.
3. Problema Jurídico.
11
T-497 de 2012
12
Folio 1, cuaderno 2
13
Folio 14, cuaderno 2
5
4. Derecho a la salud como derecho fundamental.
Del derecho a la salud se desprenden una serie de garantías, regidas por lo que se ha
denominado como el “principio de integralidad”15 del Sistema de Seguridad Social, que
“se refiere a la atención y el tratamiento completo a que tienen derecho los usuarios del
sistema de seguridad social en salud, según lo prescrito por el médico tratante”16. En esta
medida los pacientes tienen derecho a la prestación efectiva de los servicios requeridos,
independientemente de la fase del tratamiento, como el “suministro de medicamentos,
intervenciones quirúrgicas, prácticas de rehabilitación, exámenes para el diagnóstico y el
seguimiento, así como todo otro componente que el médico tratante valore como necesario
para el pleno restablecimiento de la salud del paciente”17.
Dado que, la adicción a sustancias psicoactivas es una enfermedad que afecta la salud
mental de las personas, la Constitución Política y la jurisprudencia constitucional han
reconocido que dentro del ámbito de protección del derecho a la salud, se debe incluir la
garantía de acceso a tratamientos integrales para los sujetos que padecen afectaciones
psicológicas, e incluso físicas, derivadas del consumo de este tipo de sustancias18.
Adicionalmente, en el año 2012, el Legislador, a través de la Ley 1566, reconoció que el
consumo, abuso y adicción de estas sustancias “es un asunto de salud pública y bienestar
de la familia, la comunidad y los individuos y por lo tanto, el abuso y la adicción deberán
ser tratados como una enfermedad que requiere atención integral por parte del Estado”19
Es claro entonces que los individuos que padecen de fármacodependencia tienen un sistema
de protección especial que se ve reforzado por su condición de manifiesta debilidad
psíquica, que obliga al Estado y a sus entidades a garantizar una protección y un
tratamiento integral para superar dicha patología. Sin embargo, cabe aclarar que el concepto
de drogadicción o fármacodependencia comprende diversos niveles, que varían el ámbito
de tutela. Sobre el particular vale la pena recordar lo dicho por la Corporación en sentencia
T-094 de 2011 según la cual:
14
Corte Constitucional, sentencia T-597 de 1993 (MP Eduardo Cifuentes Muñoz).
15
T-760 de 2008 (julio 31, M. P. Manuel José Cepeda Espinosa
16
Ibídem
17
Ibídem
18
T-796 de 2012
19
Ley 1566 de 2012
6
En otros eventos, en cambio, se trata simplemente de consumo ocasional. En los
casos de adicción severa, la dependencia producida por las drogas puede ser de dos
tipos:
- Dependencia física por la que el organismo se vuelve necesitado de las drogas, tal es
así que cuando se interrumpe el consumo sobrevienen fuertes trastornos fisiológicos,
lo que se conoce como síndrome de abstinencia.
- Dependencia psíquica o estado de euforia que se siente cuando se consume droga, y
que lleva a buscar nuevamente el consumo para evitar el malestar u obtener placer. El
individuo siente una imperiosa necesidad de consumir droga, y experimenta un
desplome emocional cuando no la consigue
Según estas consideraciones, debe entenderse que el espectro de protección al que se refiere
la constitución, la ley y la jurisprudencia está enmarcado por el diagnóstico de adicción
severa y que, si bien es deber del Estado promover campañas y programas tendientes a
controlar el consumo ocasional y evitar que dicho hábito posteriormente derive en una
adicción, no puede entenderse que los sujetos que esporádicamente acceden a este tipo de
sustancias de forma voluntaria, se encuentren bajo una esfera especial de protección
constitucional.
Ahora bien, no quiere decir lo anterior que no sea posible promover acciones tendientes a
garantizar el derecho a la salud de los sujetos enmarcados dentro de la fase de consumo
ocasional; sobre el particular es menester recordar que, como fue referido, el derecho a la
salud comprende la esfera de prevención. Sin embargo, en la medida en que no se evidencia
la existencia de una adicción severa no puede hablarse del cumplimiento de los requisitos
determinados para considerar a un ciudadano como sujeto de especial protección
constitucional.
Ahora bien, en respuesta a este mandato, no han sido pocos los pronunciamientos de las
E.P.S, donde manifiestan que no hay lugar a la atención de estos pacientes, toda vez que los
procedimientos requeridos para el tratamiento de estas patologías no se encuentran
consagrados en el Plan Obligatorio de Salud, POS. Sin embargo, cabe recordar que el
Acuerdo 029 de 2011 incluyó una serie de coberturas referentes a la atención de pacientes
con trastornos mentales o enfermedades psiquiátricas que, si bien no incluyen de forma
integral las terapias tendientes a tratar los problemas de adicción, sí amplían el ámbito de
cobertura de estos procedimientos.
20
T-684 de 2002
7
Respecto de lo no cubierto por estas disposiciones, se recuerda la Jurisprudencia de esta
Corte según la cual “tratándose de tratamientos que se encuentran excluidos del POS,
especialmente el tratamiento y rehabilitación de la fármacodependencia, es obligación de
las Entidades Promotoras de Salud brindar dichos tratamientos, si el médico tratante así lo
ordena, en razón al carácter fundamental que el derecho a la salud adquiere en estos casos
(…), y bajo ningún criterio es admisible que las consultas ante los Comités Técnicos
Científicos obstaculicen el acceso efectivo y oportuno a los mismos”21
Ahora bien, respecto al tratamiento indicado, no existe un consenso jurisprudencial que fije
los parámetros base que deben observar las entidades promotoras de salud y las
instituciones prestadoras de salud, para atender este tipo de casos. En esta medida es
imperativo que los especialistas, atendiendo a las circunstancias particulares de cada caso
prescriban un tratamiento integral que asegure la protección y reintegración de estos sujetos
a su ambiente cotidiano.
Identificado el marco teórico que define la protección de los derechos que le asisten a los
sujetos que padecen una situación de fármacodependencia, vale la pena ahondar en el
análisis de la colisión que puede presentarse entre los derechos a la autodeterminación y el
libre desarrollo de la personalidad de los sujetos adictos a sustancias psicoactivas, cuando
quien invoca la protección de sus derechos a la salud, vida y dignidad humana son sus
progenitores en calidad de agentes oficiosos.
En estos casos se evidencia un conflicto eminente entre las motivaciones que mueven la
interposición de la acción de tutela por parte de los padres del paciente y la voluntad real
del titular de los derechos en someterse a un tratamiento. Sobre este asunto esta
Corporación se ha pronunciado en diferentes ocasiones planteando diferentes posturas,
siendo menester realizar un breve recuento para efectos de determinar la regla prevalente.
El primer fallo que trato el tema, y que fijó de entrada una postura inequívoca sobre la
materia, fue la sentencia C-221 de 1994, que examinó la constitucionalidad del literal j) del
artículo 2º y el artículo 51 de la Ley 30 de 1986, referentes a la penalización de la dosis
personal. Para determinar el sentido del fallo la Corte analizó a profundidad el conflicto
anteriormente enunciado, concluyendo que “cada quien es libre de decidir si es o no el
caso de recuperar su salud. Ni siquiera bajo la vigencia de la Constitución anterior, menos
pródiga y celosa de la protección de los derechos fundamentales de la persona, se
consideraba que el Estado fuera el dueño de la vida de cada uno”.
En esta medida, considero el Alto Tribunal que debía prevalecer los derechos a la
autonomía personal y al libre desarrollo de la personalidad, especialmente respecto de la
realización del tratamiento de los sujetos fármaco dependientes, quienes sin haber cometido
una conducta penalizada por el ordenamiento punitivo, no podían ser obligados a recibir
tratamiento médico contra una "enfermedad" de la que no quieren curarse. En esa medida
se declaró la inexequibilidad de los artículos 51 y 87 de la Ley 30 de 1986 que penalizaban
el porte de la dosis personal, creando un fuerte precedente sobre la materia.
Ahora bien, vale la pena mencionar la postura sostenida en el salvamento de voto de dicha
sentencia, por los honorables magistrados, Vladimiro Naranjo, Fabio Morón Díaz,
Hernando Herrera Vergara y José Gregorio Hernández, que, contrario a lo manifestado por
el Ponente, pretendía darle prevalencia a los derechos de la familia y la sociedad, tratando
al drogadicto como un sujeto de especial protección que debía recibir tratamiento, incluso
en contra de su voluntad.
21
T-566 de 2010
8
Aducían los Magistrados que “en el caso concreto del drogadicto, objeto de las normas
declaradas inexequibles, es evidente que éste con su conducta no sólo se está causando
grave daño físico y mental a sí mismo, sino que con ella está afectando de manera grave su
entorno familiar y, en todo caso, su entorno social.(…). De ahí que no pueda reducirse de
manera tan simplista el problema de la drogadicción a un asunto que sólo tiene que ver
con el fuero interno o la intimidad de la persona, sino que, por el contrario, forzosamente
afecta a todo el entorno social.
Según estas consideraciones argüían que la familia era la primera afectada por los
comportamientos derivados del consumo de sustancias psicoactivas y, en virtud de la
especial protección constitucional que se le había otorgado a esta institución en el 91, no
tenía sentido que se pudiera invocar el libre desarrollo de la personalidad de uno de sus
miembros, en perjuicio de los demás, para efectos de rechazar el tratamiento médico
encaminado a superar dicha patología.
Debate que resulta a todas luces pertinente para efectos de dar solución al caso concreto,
donde se evidencia un conflicto entre los derechos de Bryan Andrés Gómez Hernández y su
familia, representada por su padre y accionante de la tutela, Jairo Rafael Gómez Castillo.
La sentencia T-057 de 2012 preservó esta misma línea, pero retomó el asunto del
consentimiento, entendiendo que los adictos a este tipo de sustancias son sujetos de especial
protección constitucional al ver limitada su autonomía y autodeterminación, pero que en
todo caso en la provisión e implementación de medidas de protección para los fármacos
dependientes, el Estado deberá preservar el consentimiento de las personas que se llegaren
a someter a las mismas, y de esta forma conjugar su deber de protección con la defensa de
la autonomía personal de sus asociados. (Subrayas fuera del texto)
Finalmente, cabe resaltar la sentencia T-497 de 2012, que reconoció los pronunciamientos
recientes de la Corte sobre la materia y ratificó la postura expuesta al inicio de esta
providencia en lo referente a la legitimación activa de los padres que actúan como agentes
oficiosos de sus hijos en casos de fármacodependencia. Sin embargo, intentando reforzar el
criterio de la autonomía expuso lo siguiente:
9
Atendiendo a esta diferenciación, reconoció esta Corporación que el paciente tenía derecho
a decidir la asunción o rechazo de los tratamientos médicos propuestos, como
manifestación expresa del derecho a la dignidad humana y la garantía que del mismo se
deriva, consistente en la posibilidad de diseñar un plan vital y determinarse según sus
características. Adicionalmente estableció que si bien “en el caso de las personas que
padecen de drogadicción crónica, sería en principio problemática la obtención del
consentimiento informado, dado que pueden encontrarse en un estado de inconciencia que
sencillamente no les permite discernir sobre la bondad de un tratamiento de rehabilitación
que esté encaminado a superar la adicción a las drogas, se debe entender que en aquellos
momentos de lucidez cognitiva, la persuasión médica se constituye en una herramienta
fundamental para que el fármaco dependiente comprenda las ventajas y riesgos que
implica aceptar un tratamiento médico,.
De esta forma se estipuló como regla que “el drogadicto es libre de decidir su propio
destino, incluyendo la opción de realizar o no el “tratamiento que sea dispuesto por el
médico tratante, siendo excepcionalísima la posibilidad de acudir a la figura del
consentimiento sustituto, la cual únicamente procedería como quedó anotado, cuando el
paciente se encuentre en grave riesgo de muerte.”
Decisión que resulta ilustrativa sobre la postura que debe asumir la Corte en el asunto
objeto de estudio, ya que conjuga armónicamente las dos posturas debatidas en 1994,
reconociendo la posibilidad de intervención por parte de la familia respecto de la protección
de los derechos de sus hijos afectados por el consumo de drogas y los derechos a la libertad
individual y el libre desarrollo de la personalidad del sujeto fármaco dependiente. En esta
medida, se permite la interposición de una acción de tutela, e incluso se admite la
posibilidad de ordenar el suministro del tratamiento de drogadicción aun cuando el
promotor actúe en calidad de agente oficioso; sin embargo se condiciona el desarrollo
efectivo del mismo a la emisión del consentimiento del titular de los derechos que se
pretenden proteger.
7. Caso concreto.
Planteadas estas consideraciones se deben analizar las circunstancias que rodean al caso
objeto de estudio, advirtiendo preliminarmente que la acción de tutela presentada por Jairo
Rafael Gómez Castillo, fue acompañada por el Registro civil de nacimiento de su hijo, la
historia clínica de consulta externa del Centro Terapéutico Re-Encontrarse, una
certificación de valoración psiquiátrica, una solicitud de justificación de servicios NO POS
de Coomeva EPS y posteriormente, en virtud de orden proferida a través de la admisión del
a acción de tutela por parte del juez de instancia, los pronunciamientos de la institución
Centro Terapéutico Re-Encontrarse. Enumeración que se torna fundamental para aclarar
que no es posible encontrar en el expediente la negativa de la E.P.S Coomeva respecto de la
realización del tratamiento del joven Bryan Andrés Gómez, ni el consentimiento del joven
titular de los derechos que se pretenden amparar bajo la presente acción quien, valga
mencionar, es mayor de edad.
22
Folios 11-26, cuaderno 1
10
Según los supuestos fácticos del caso, Bryan Andrés Gómez Hernández, es un sujeto mayor
de edad, circunstancia que en principio llevaría a concluir que se encuentra en capacidad
plena de propender por la garantía de sus derechos. Sin embargo, en virtud de lo expuesto
por su progenitor, Bryan Andrés Gómez Hernández, actualmente padece de una adicción a
la marihuana y al alcohol que, según el actor, “lo ha llevado a robar objetos personales
tanto en la casa, como a amigos y extraños, y se ha convertido en una persona agresiva y
violenta, presentando síntomas tales como: ansiedad, irritabilidad, insomnio, desasosiego
y hostilidad (…) colocando en inminente peligro a los que estamos a su lado23; así mismo,
refiere que el está estudiando en la Universidad Autónoma, Ingeniería Industrial, por
medio de un auxilio universitario que me da la empresa (…) pero está a punto de perderlo,
ya que este último periodo le fue muy mal y está utilizando sus estudios de excusa para
estar en la calle todo el tiempo y poder consumir drogas24.
En esa medida, y atendiendo a el diagnóstico proferido por los especialistas del Centro
Terapéutico Re-encontrarse, en el cual manifiestan que el joven “requiere ingresar al
tratamiento lo más pronto posible, para romper con la rutina25, su padre solicita que
Coomeva, la EPS a la cual ambos se encuentran afiliados, que realice el tratamiento
indicado por la institución de rehabilitación privada, para efectos de garantizar la
recuperación efectiva de su hijo. Al respecto, obra en el expediente un “Programa de
Tratamiento y Manejo de Adicciones, Modalidad: Intrahospitalario” que explica
detalladamente las fases por las que debe atravesar el paciente para efectos de conseguir la
rehabilitación. Adicionalmente se evidencia que la duración del programa es de 6 meses y
que tiene un costo de $9,319,742 por el primer mes y $8,750,682 por los cinco siguientes.
Ahora bien, no es posible encontrar pronunciamiento alguno de la EPS donde niegue los
servicios solicitados, sin embargo, contrario a lo manifestado por el juez de instancia, se
evidencia una “Solicitud Justificación de Servicios No Pos” de Coomeva, elaborada el 05
de julio de 2013, en la que el médico tratante, especialista en psiquiatría, diagnostica la
adicción a drogas estupefacientes y requiere de manera urgente a la EPS para el inicio de un
tratamiento intrahospitalario en el Centro Terapéutico Re-encontrarse.
23
Folio 1, cuaderno 2
24
Folio 2, cuaderno 2
25
Folio 14, cuaderno 2 Comunicación del 8 de agosto de 2013.
26
T-796 de 2012
11
Consideraciones que llevan a concluir que en el caso concreto le asistía un deber a la EPS
de brindar, sin condición alguna, el tratamiento requerido por Bryan Andrés y que, a su vez,
desvirtúa los argumentos esgrimidos por el juez de instancia respecto de la solicitud.
La solución estará encaminada entonces a garantizar los derechos a la salud, vida y vida
digna del actor a través de la tutela del derecho al diagnóstico, como garantía derivada del
derecho a la salud. De esta forma, y en razón a la falta de pronunciamiento por parte de la
EPS, y a la presunción en virtud de la cual evidencia una omisión de la accionada, se
requerirá a Coomeva para que realice un diagnóstico completo a Bryan Andrés Gómez
Hernández para efectos de verificar el grado de adicción, las sustancias a las cuales
supuestamente presenta dependencia.
8 Razón de la decisión.
Las E.P.S deben garantizar la atención efectiva de los sujetos fármaco dependientes,
incluso cuando el diagnóstico provenga de un especialista ajeno a la entidad, mediante la
emisión de un diagnóstico y la realización posterior de un tratamiento, siempre y cuando se
garanticen los derechos a la autodeterminación y libre desarrollo de la personalidad de estos
sujetos a través de la emisión previa del consentimiento informado. Desconocer esta
obligación, derivada de la condición de sujetos de especial protección constitucional que
detentan los fármaco dependientes, implica la vulneración de los derechos a la salud, vida y
vida en condiciones dignas que les asisten
III. DECISIÓN
12
RESUELVE
SEGUNDO.- ORDENAR a Coomeva EPS, que dentro de los cinco (5) días siguientes a la
notificación de esta sentencia, y siempre que el titular de los derechos invocados acceda, a
que por intermedio de un grupo multidisciplinario, conformado al menos por un psiquiatra,
un médico general, una psicóloga y un terapeuta ocupacional, proceda a realizar una
valoración a Bryan Andrés Gómez Hernández, emitiendo un diagnóstico específico
respecto de su adicción a sustancias psicoactivas.
13