PRINCIPIOS DEL DERECHO PENAL - Doc - 20240717 - 231634 - 0000
PRINCIPIOS DEL DERECHO PENAL - Doc - 20240717 - 231634 - 0000
PRINCIPIOS DEL DERECHO PENAL - Doc - 20240717 - 231634 - 0000
Derecho Penal I
ITAM.
INDÍCE.
PRINCIPIOS DEL DERECHO PENAL.
1. Introducción.
El ius puniendi o poder punitivo, es la facultad del Estado de establecer delitos y sanciones, así como
la potestad de imponer estas sanciones a los gobernados.
La legitimidad del Derecho Penal o del poder punitivo del Estado proviene de la Constitución, pero
junto a esta legitimación extrínseca hay también una legitimación intrínseca, representada en una
serie de principios específicos que inspiran y limitan su actuación.
2. Naturaleza.
La naturaleza de los principios del Derecho Penal, es política y jurídica, ya que proviene de
razonamientos de los juristas que han plasmado en la legislación los factores reales de poder.
3. Origen.
Normalmente, se señala como el origen de los principios del Derecho Penal la Revolución Francesa y
el pensamiento ilustrado del siglo XVIII, en el que por lo menos a nivel teórico, el poder del Estado
pasa a ser controlado y limitado, al estar legitimado por la voluntad del pueblo, así como por los
derechos fundamentales del hombre.
4. División Teórica.
Un sector de la Doctrina ha establecido que los principios del Derecho Penal pueden reducirse a la
vigencia formal y material de los principios de mínima intervención, legalidad y culpabilidad.
Por nuestra parte, con el propósito de desarrollar los diversos principios del Derecho Penal que ha
desarrollado la Doctrina, dividiremos los principios del derecho penal en relación a lo siguiente:
1. Principios relativos a la función protectora del Derecho Penal: son aquéllos que establecen
límites al legislador sobre el contenido de la norma penal.
b) Principio de Subsidiariedad.
2. Principios relativos a la forma y aplicación de la norma penal: son aquéllos que establecen
límites al Estado respecto de la forma en que se debe de plasmar la norma penal, y la forma en que
debe de aplicar esta.
a) Principio de Legalidad.
b) Principio de Principio de prohibición de retroactividad de la ley penal en perjuicio del reo y Principio
de Ultra actividad de la ley penal.
c) Principio de Especialidad.
3. Principios que se desprenden del concepto de Culpabilidad: son aquéllos que imponen al
legislador y al juzgador el deber de satisfacer las exigencias de la culpabilidad para poder imponer
una pena.
a) Principio de Culpabilidad.
e) Principio de imputabilidad.
En virtud del principio de mínima intervención, el Derecho Penal protege únicamente los bienes
jurídicos más importantes frente a las formas más graves de agresión.
Por bien jurídico entendemos todo bien, situación o relación deseados o protegidos por el Derecho.
En este sentido, las perturbaciones más leves a los bienes jurídicos son objeto de las otras ramas del
Derecho.
El carácter fragmentario del Derecho penal (protección de los bienes jurídicos más importantes frente
a las conductas más lesivas a los mismos), aparece en una triple forma:
2) tipificando sólo una parte de lo que en las demás ramas del Ordenamiento Jurídico se considera
antijurídico,
3) dejando sin castigo las acciones de naturaleza puramente civil.
d) Fundamento constitucional.
6. Principio de Subsidiariedad.
El Derecho Penal tiene una función eminentemente protectora de los bienes jurídicos, interviniendo
únicamente cuando fracasan las demás ramas del Derecho, es decir, cuando la protección otorgada
por las demás ramas del Derecho no satisface en su totalidad a las necesidades de prevención y
motivación de la política criminal.
En este sentido, deberá preferirse ante todo la utilización de medios desprovistos del carácter de
sanción, como una adecuada política social. Seguirán a continuación las sanciones no penales
(nulidad, pago de daños y perjuicios) y administrativas (multas, sanciones disciplinarias) , solo
cuando ninguno de los medios anteriores sea suficiente estará legitimada la intervención del Derecho
Penal.
Al respecto, la doctrina establece que el bien jurídico en el Derecho Penal debe ser:
1) necesitado de protección,
2) capaz de protección y
3) merecedor de protección.
c) Origen.
Este principio tiene su origen en la teoría de las normas de Binding, quien distingue entre norma y ley
penal, el delincuente infringe con su conducta la norma, pero cumple la ley penal que tiene una
función sancionatoria.
El que existan normas de conducta sociales previas a las propias leyes penales no implica que estas
sean subsidiarias de aquéllas, sino simplemente demuestra el sustrato social que las normas penales
tienen de ultima ratio.
Cabe señalar, que las leyes penales pueden coexistir, o coaplicarse sanciones penales con otro tipo
de sanciones, siempre y cuando tengan una finalidad y una función distinta a las penales.
Existe una unidad del ordenamiento jurídico en todas sus ramas y un concepto de antijuricidad válido
para todas ellas, lo único que varían son los efectos que prevén en una o en otra y que caso una
configura de acuerdo con sus necesidades y autónomamente.
Con el principio de intervención mínima se quiere decir que los bienes jurídicos no sólo deben ser
protegidos por el Derecho penal, sino también ante el derecho penal, es decir, si para el
restablecimiento del orden jurídico violado es suficiente con las medidas civiles o administrativas, son
éstas las que deben emplearse y no las penales.
e) Fundamento constitucional.
La doctrina dominante establece que la potestad administrativa sancionadora, junto con el Derecho
Penal forman parte del ius puniendi del Estado.
Goldschmidt creyó encontrar la diferencia ontológica en que el Derecho penal protege bienes
jurídicos individualizados, mientras que el Derecho administrativo debe proteger frente a la
desobediencia de los mandatos emitidos por la Administración, que no protegen bienes jurídicos ya
existentes, sino que están al servicio de los deberes de orden público y del bienestar y que por ello
no contienen un desvalor ético.
Sin embargo, esta diferencia no es posible sostenerla, pues no hay duda de que ambos injustos
lesionan bienes jurídicos. Por lo tanto, parece que en la actualidad no existe una diferencia ontológica
por su contenido, sino únicamente por la naturaleza de la sanción propuesta por cada una de ellos.
Según algunos autores la diferencia fundamental radica en el órgano competente para imponerla.
Consideran que sólo existe una posibilidad formal de encontrar un criterio que permita distinguir
entre injusto penal y administrativo: son penas las que la Ley considera como tales y son aplicadas
por el poder judicial. Se trata de una distinción cualitativa, ya que el único dato es el órgano del
Estado que las aplica.
Para este sector la sanción será administrativa si se impone en virtud de las facultades correctivas y
disciplinarias de la Administración. Y por el contrario, será una pena si se impone en virtud del ius
puniendi que corresponde al Estado y es aplicada por el poder judicial.
Roxin también sostiene que se trata de una diferencia de tipo cuantitativo y no cualitativo. Para él, no
se diferencian por la existencia o falta de una lesión a un bien jurídico. Por el contrario, el criterio
sustantivo de la delimitación entre ambos lo constituye el principio de subsidiaridad. El legislador
debe recurrir a la sanción administrativa, en lugar de la penal, cuando la perturbación social se pueda
subsanar mejor o de igual forma con una sanción administrativa que con una pena criminal.
De todo ello, se puede deducir que la delimitación entre un hecho delictivo y una infracción
administrativa, empleando el principio de subsidiaridad, depende en un amplio margen de la decisión
legislativa y no tiene un contenido legal obligatorio, pero que en el ámbito central de los hechos
delictivos graves, su punibilidad está marcada por criterios de contenido. En definitiva, la decisión la
toma el legislador. Dado que la estructura de la norma es idéntica, la adscripción jurídica sólo puede
deducirse de la denominación de la consecuencia jurídica.
Para un sector de la doctrina, la diferencia entre delito e infracción administrativa, sólo puede
encontrarse en consideraciones formales. Así se entiende por ilícito administrativo la infracción
castigada por órganos administrativos y en virtud de la facultad gubernativa de la Administración. Por
el contrario, estaríamos en presencia de un ilícito penal, si la infracción está castigada con una pena
de las previstas en el Código penal y aplicada por los Tribunales de Justicia en virtud del ius puniendi.
Sólo hay, pues, una distinción formal, ya que el único dato que permite distinguir entre una pena y
una sanción administrativa es el órgano del Estado que las aplica.
Por otra parte, señalan que, el legislador debe operar conforme al principio de subsidiaridad y recurrir
a la sanción administrativa, cuando la perturbación social se pueda subsanar de mejor o igual forma
con una sanción administrativa que con una pena.
Los criterios racionales para fundamentar la distinción entre injusto penal y administrativo, en base al
carácter fragmentario del Derecho Penal, son la importancia del bien jurídico y el grado de afección
del mismo, toda vez que, la tutela penal debe reservarse a los bienes jurídicos más importantes,
frente a las agresiones más lesivas a los mismos.
En cambio, la diferencia entre las infracciones penales y administrativas no puede consistir en el tipo
de consecuencia jurídica ha aplicar.
En primer lugar, se señala que tanto la multa, el decomiso, la disolución de personas jurídicas, son
sanciones que se utilizan indistintamente en el ámbito penal o en el administrativo. Inclusive, la
sanción privativa de libertad no es exclusiva del Derecho Penal, como lo demuestra la propia
Constitución Federal, que en la segunda parte del primer párrafo de su artículo 21, señala al arresto
como sanción administrativa, limitándolo a una duración de hasta 36 horas.
En este sentido, la sanción aplicable no puede ser fruto de una decisión fundada en la consecuencia
jurídica más idónea, sino en función del criterio de la necesidad o no de la intervención penal para la
protección de los bienes jurídicos en juego (prevención general de los ilícitos más graves). Acudir a la
sanción para calificar la naturaleza de sus presupuestos es invertir los términos del raciocinio, que
exige adecuar la consecuencia al presupuesto y no viceversa.
De lo anterior podemos concluir que, el ius puniendi del Estado se puede manifestar tanto en el
ordenamiento penal como en el ordenamiento administrativo, existiendo por consiguiente un solo
sistema sancionador o punitivo, en el que deben respetarse todos aquéllos principios fundamentales
inspiradores de todo Derecho punitivo como los principios de legalidad y la consiguiente
irretroactividad de las leyes, la exigencia de tipicidad de las infracciones y sanciones, la antijuricidad,
la imputabilidad dolosa o culpable, la prohibición de la analogía in malam partem, el principio de non
bis in ídem, y de culpabilidad.
Siendo el legislador guiado por los principios de proporcionalidad y subsidiariedad el que finalmente
determinará la opción penal o administrativa. Esta consideración, es consecuencia también del
principio de unidad del ordenamiento jurídico y de la prohibición de contradicciones que se deriva de
aquél, de tal manera que los mandatos y prohibiciones o conductas antijurídicas son válidas para
todo el sistema jurídico.
En este proceso de racionalización del poder sancionador del Estado considero que además de
propugnarse una asimilación de las garantías en todo el sistema punitivo, penal o administrativo
sancionador, debe seguirse propugnando la vigencia de un “núcleo duro” del Derecho Penal,
conformado por las conductas que signifiquen dañosidad social, lesividad y, a medida que las
conductas se alejen de ese núcleo duro, de acuerdo al principio de proporcionalidad y subsidiariedad
buscar la solución por otros instrumentos de control social. Entonces, el eje de lo penalmente
relevante debe encontrarse en los bienes jurídicos penales, entendidos como aquéllos que cumplan
los tres requisitos impuestos por Mayer: merecedor de protección, necesitado de protección, y capaz
de protección.
Por lo que, en razón de las ideas que se plantean, lo que corresponde es realizar todo un reacomodo
del sistema sancionatorio administrativo y penal, quedando en este último sólo los casos más graves
(bienes jurídicos más importantes, frente a sus lesiones más graves) y en el orden administrativo los
asuntos más leves, indistintamente que sean cometidos por personas físicas o jurídicas.
Doctrinalmente, la diferencia entre estos dos tipos de injustos se funda en la importancia del bien
jurídico y el grado de lesividad de la agresión a los mismos.
La pena que establezca el legislador al delito, deberá ser proporcional a la importancia social del
hecho.
b) Fundamento Constitucional.
8. Principio de legalidad.
El delito y la pena deben estar previstos en una ley, estricta, escrita, cierta y abstracta.
b) Origen.
El origen del Principio de Legalidad, debe buscarse en la Revolución Francesa y la Ilustración, cuando
el pueblo pasa de ser un instrumento y sujeto pasivo del poder absoluto del Estado, a controlar y
participar en ese poder, exigiendo garantías para su ejercicio.
Históricamente, la formulación de este principio se debe a Cesar Beccaria, en su obra De los delitos y
de las penas, que acusa la influencia de Monstesquieu y Rousseau, y también se debe a Feuerbach,
que lo desarrolla en función de su teoría de la pena como coacción psicológica, y al que se remonta
en su formulación latina nullum crimen, nulla poena sine lege.
En su sentido actual, el principio de legalidad se derivo de la teoría ilustrada del contrato social que
presuponía una organización política basada en la división de poderes, en la que la ley fuese
competencia exclusiva de los representantes del pueblo, el poder legislativo.
Beccaria al respecto escribía que solo las leyes dictadas por el poder legislativo pueden establecer los
delitos y las penas, en base al contrato social, ya que será el pueblo en un acto de auto limitación, al
determinar que conductas serán descritas como delito, y cuales serán las penas aplicables.
En este sentido, el principio de legalidad no es solo una exigencia de seguridad jurídica, sino una
garantía política, de que el ciudadano no podrá verse sometido a penas que no admita el pueblo a
través de sus representantes en el poder legislativo
3) Garantía jurisdiccional.- no podrá ejecutarse pena alguna sino en virtud de sentencia firme, en
un proceso seguido conforme a la ley.
Por ley en sentido formal, entendemos aquella que esta formulada por el poder legislativo.
En este sentido, si el delito y la pena no estuvieran previstos en su totalidad por una ley emanada del
poder legislativo, se violaría el principio de legalidad.
A continuación analizaremos diversas normas que integran nuestro ordenamiento jurídico en atención
a las exigencias del principio de legalidad:
a) Leyes: obviamente cumplen el principio de legalidad al ser emanadas del poder legislativo.
b) Reglamentos: no cumplen las exigencias del principio de legalidad, toda vez que, no tienen la
jerarquía de una ley, y en muchos casos son formulados por el poder ejecutivo.
d) Normas Oficiales Mexicanas: no cumplen las exigencias del principio de legalidad, toda vez que, no
tienen la jerarquía de una ley, y en muchos casos son formulados por el poder ejecutivo.
Por Ley en sentido material, entendemos que la ley deberá ser general y abstracta.
En este sentido, violan el principio de legalidad las normas penales dirigidas en contra de un grupo
de personas determinadas.
Asimismo se sostiene como que la ley debe ser previa, scripta (ley formal) y stricta (prohibición de la
aplicación analógica).
Por grande que fuera el casuismo el legislador nunca podría comprender la rica variedad de hechos
que ofrece la realidad, las figuras delictivas se forman por ello en virtud de un proceso de abstracción
a partir de los hechos reales. La descripción de estas figuras ha de ser lo suficientemente concreta
para que queden satisfechas las exigencias de la seguridad jurídica, es decir, que este debidamente
precisada la conducta.
A continuación analizaremos las diversas técnicas que utiliza el legislador para la formulación de la
norma penal:
a) Leyes Penales Concretas: son aquellas en las que la conducta esta debidamente determinada y en
el mismo precepto se contiene la sanción penal correspondiente.
Estas normas cumplen con el principio de legalidad, al haber sido formuladas por el poder legislativo
y al cumplir con las exigencias de la seguridad jurídica.
b) Les Penales Incompletas: son aquellas contenidas en un artículo que para su integración debemos
remitirnos a otro artículo contenido en la misma ley.
Estas normas cumplen con el principio de legalidad, al haber sido formuladas por el poder legislativo
y al cumplir con las exigencias de la seguridad jurídica.
c) Leyes penales en blanco: son aquéllas contenidas en un artículo que para su integración debemos
remitirnos a otro artículo contenido en una ley distinta.
Estas normas cumplen con el principio de legalidad, siempre y cuando estén tanto la ley penal como
la ley de remisión formuladas por el poder legislativo.
d) Los tipos penales abiertos: Estaremos ante un tipo penal abierto cuando la descripción de la
conducta sea indeterminada, es decir, demasiado amplia, vaga o difusa, al grado que no permita
reconocer que características ha de tener la conducta punible.
Los tipos penales abiertos violan el principio de legalidad, toda vez que, al no se lo suficientemente
concreta la descripción de la conducta, no satisfacen las exigencias de la seguridad jurídica.
Ejemplo: El artículo 664 del Código Penal Federal, que prevé el delito de Homicidio del Secuestrador,
es inconstitucional, porque establece un margen de pena de 3 días a 60 años de prisión.
f) Prohibición de la analogía.
La analogía extensiva es lícita. Ahora bien, el sentido de la ley tiene que haber hallado expresión,
aunque imperfecta, en su tenor literal. La interpretación ha de mantenerse dentro de los límites del
sentido literal posible del precepto.
En la analogía es preciso distinguir entre la analogía favorable y la perjudicial para el reo, siendo está
última, la única que contraria el principio de legalidad. Asimismo, es importante señalar, que tampoco
es posible la apreciación de eximentes por analogía.
g) Fundamento Constitucional.
El principio de irretroactividad de la ley penal prohíbe la aplicación de una ley vigente después de la
comisión de los hechos en perjuicio del reo.
b) Ratio Legis.
La razón de ser de este principio en Derecho Penal es la seguridad jurídica y no la teoría de los
derechos adquiridos como en las demás ramas del Derecho, toda vez que el delito no puede ser
considerado como un medio para adquirir un derecho a ser sancionado con arreglo a las leyes
vigentes en el momento de su realización.
Las leyes procesales no son objeto de este principio, toda vez que, los actos procesales se rigen por
las normas vigentes en el momento en que deben producirse tales actos procesales.
Excepción, las leyes procesales son objeto de este principio, cuando restrinjan el contenido de
derechos y garantías, en estos casos no pueden ser retroactivas.
1) En caso de que una reforma prohíba el beneficio de la libertad provisional a una persona, que al
momento de la realización del delito gozaría de este beneficio, se considera violatoria al principio de
prohibición de retroactividad en perjuicio del reo, ya que la libertad provisional bajo caución no
obstante ser una figura procesal, afecta directamente el derecho a la libertad personal.
2) Por otra parte, si una reforma prohíbe la extinción de la acción penal, que trae como consecuencia
la liberación del individuo, siendo que al momento de la realización del delito el delincuente podría
gozar de este beneficio, no se considera violatoria al principio de prohibición de retroactividad en
perjuicio del reo, ya que el perdón es una figura procesal, que afecta la libertad personal de manera
indirecta.
No obstante, lo anterior, en la práctica nuestros tribunales consideran que la reforma que prohíba el
perdón, cuando al momento de la realización del delito se admitía, es violatoria del principio en
estudio.
3) Las disposiciones que regulan la reparación del daño, pertenecen por su naturaleza al Derecho
Civil, no están sujetas a este principio penal, pero rige para ellas el precepto constitucional que
prohíbe la retroactividad restrictiva de derechos individuales.
4) La prescripción por extinguir la acción penal pertenece al Derecho Procesal, por lo que si una
reforma amplía el término de prescripción antes de que venza dicho término, no se violara el
principio en estudio, ya que no afecta directamente derechos individuales.
Sin embargo, si han transcurrido los plazos de prescripción no puede aplicarse retroactivamente la ley
posterior ya que infringiría la seguridad jurídica.
En este caso, la seguridad jurídica no se opone a la retroactividad de las leyes penales favorables,
toda vez que, sen beneficio del reo. Por otra parte, se considera, que en atención a las nuevas
exigencias sociales esta nueva pena es más justa, y la ley derogada es innecesaria.
El problema de la conformación del ordenamiento jurídico aplicable: En virtud del principio de ultra
actividad de la ley penal, se debe aplicar al reo la ley más benéfica vigente desde la comisión del
delito hasta la extinción de la pena. Sin embargo, se plantea el problema de cual será el conjunto de
normas aplicables cuando en una misma reforma existan preceptos que beneficien y perjudiquen al
reo, al efecto se han propuesto las soluciones siguientes:
1) Se forma un ordenamiento jurídico ideal, conformado por los preceptos más benéficos para el reo,
sin importar que nunca hayan concurrido en una misma época. Esta es la postura que siguen en la
práctica nuestros tribunales.
2) Se determina cual es la época del ordenamiento jurídico más benéfica (con sus normas en
beneficio y en perjuicio), y se aplica la totalidad del ordenamiento jurídico aplicable a esa época.
Esta postura sostiene que no es posible aplicar los preceptos más favorables de la ley posterior y de
la anterior, porque ello implicaría la creación de una tercera ley nueva, con la consiguiente arrogación
de funciones legislativas.
f) Fundamento Constitucional.
Es decir, cuando una misma materia aparezca regulada por diversas disposiciones, la especial
prevalecerá sobre la general.
En este sentido, cuando una misma conducta aparezca prevista por varios tipos penales, deberá
aplicarse el tipo penal estrictamente aplicable al caso.
b) Fundamento Constitucional.
a) Después de concluido un juicio, no podrá iniciarse otro en contra del mismo sujeto y por los
mismos hechos.
b) Si dentro de una misma conducta, se comete un delito (accesorio) como medio o instrumento
para cometer otro delito (principal), únicamente podrán sancionarme por el delito final o principal.
Ejemplo: Si para robar un estereo cometo daño en propiedad ajena (romper un vidrio), sólo podrán
sancionarme por el delito de robo y no también por el de daño en propiedad ajena.
Ejemplo: Falsificó un documento para cometer fraude, solo podrán sancionarme por fraude, ya que la
falsificación fue un instrumento para cometer fraude.
b) Ratio Legis.
La razón de ser de este principio es la seguridad jurídica, ya que la conducta abarca la selección de
los medios y su ejecución para cometer el delito.
c) Fundamento Constitucional.
12. Bases generales de los principios que derivan del concepto de Culpabilidad.
De la exigencia de la culpabilidad como elemento del delito, la doctrina ha elaborado los principios
siguientes:
e) Principio de imputabilidad.
b) nadie podrá ser sancionado por delitos ajenos (principio de prohibición de las penas
trascendentales),
c) no pueden castigarse personalidades, puesto que deben sancionarse solo conductas (principio de
Derecho Penal del acto).
d) Además es preciso que el hecho haya sido intencional o imprudencial (Principio de dolo o culpa)
e) y que el sujeto tenga la capacidad de comprender que su conducta fue antijurídica o que tenga la
capacidad de conducirse conforme a esa comprensión (Principio de imputabilidad).
f) Finalmente, la culpabilidad no puede presumirse, sino que tendrá que acreditarse plenamente
(principio de presunción de inocencia).
Todos los principios derivados de la idea general de culpabilidad se fundan en la dignidad humana. El
Estado tiene que admitir que la dignidad humana exige y ofrece al individuota posibilidad de evitar la
pena comportándose según el Derecho.
Ello guarda también relación con la seguridad jurídica: el ciudadano ha de poder confiar en que
dirigiendo su actuación en el sentido de la norma jurídica no va a ser castigado. Se opondría a estas
ideas poder castigar a un inocente, por un hecho de otro o por un hecho no querido ni imprudente.
La exigencia de igualdad real de todos los ciudadanos que también afecta a lo anterior, sirve de base
a la prohibición de castigar a un sujeto que no alcanza el nivel de motivación normal previsto por la
ley.
13 Principio de Culpabilidad.
No puede imponerse pena alguna sin culpabilidad, siendo esta el criterio para determinar la pena
correspondiente al hecho cometido.
La culpabilidad como medida de la pena, establece una función limitadora de la sanción, en atención
al reproche al actor por actuar en forma antijurídica y no haberse conducido motivado por la norma,
es decir, conforme a Derecho.
En este sentido, el juzgador deberá imponer dentro del margen de la pena (la pena mínima o la
máxima), aquélla que corresponda en mayor medida a la culpabilidad del sujeto.
d) Fundamento constitucional.
En este sentido, se distingue entre derecho penal del acto y del autor, ya que en virtud del primero
se prohíbe la responsabilidad objetiva del derecho penal, al sancionar estrictamente la comisión de
conductas.
b) Fundamento constitucional.
En virtud del principio de la personalidad de las penas se considera que, sólo en la medida en que se
pueda hacer realmente al sujeto reproche de haber participado en alguna forma culpable, activa o
pasiva, dolosa o imprudente, en el hecho delictivo se considera justa una responsabilidad penal.
b) Ratio Legis
La razón de ser de este principio radica en la seguridad jurídica.
c) Fundamento constitucional.
b) Fundamento legal.
Este principio se encuentra previsto en el artículo 3º del Nuevo Código Penal Para el D.F.
No podrá imponerse pena alguna al autor, cuando no alcance condiciones psíquicas que le permitan
comprender la prohibición infringida o conducirse conforme a dicha comprensión.
En este sentido, no podrá imponerse pena de prisión a los inimputables, es decir, a los menores de
edad, los que sufran alteraciones psíquicas o alteraciones en su percepción.
Este principio se apoya en la necesidad de que el hecho punible pertenezca a su autor no solo
material y subjetivamente, sino también como producto de una racionalidad normal, que permita
verlo como obra de un ser suficientemente responsable.
Se opondría a la igualdad imponer una pena, prevista para el que puede ser motivado normalmente
por la ley, a personas que no gozan capacidad de motivación normal. Si la llamada de la norma no
puede motivarles con la eficacia normalmente prevista a causa de una inferioridad personal o
situacional, no es lícito castigarles como si no poseyeran esta inferioridad.
b) Fundamento Legal.
Este principio se encuentra previsto en el artículo 5º del Nuevo Código Penal Para el D.F.
En el plano procesal en caso de duda debe absolverse al acusado y no debe aplicarse pena alguna
sino en virtud de sentencia ejecutoria.
La presunción de inocencia se ha considerado como uno de los pilares del ordenamiento jurídico de
todo estado democrático, al establecer la responsabilidad penal del individuo, únicamente cuando
este debidamente acreditada su culpabilidad.
b) Ratio Legis.
c) Fundamento constitucional.
El principio de presunción de inocencia se encuentra implícito en los artículos 14, 16, 19, 21 y 102
constitucionales.
Si bien en la actual Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, no se prevé expresamente
el principio de presunción de inocencia, se contiene implícitamente en sus artículos 14, párrafo
segundo, 16 primer párrafo, 19, párrafo primero, 21, párrafo primero, y 102 apartado A, párrafo
segundo
En ese tenor, debe estimarse que los principios constitucionales del debido proceso legal y el
acusatorio resguardan en forma implícita el diverso principio de presunción de inocencia, dando lugar
a que el gobernado no esté obligado a probar la licitud de su conducta cuando se le imputa la
comisión de un delito, en tanto que el acusado no tiene la carga de probar su inocencia, puesto que
el sistema previsto por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos le reconoce, a priori,
tal estado, al disponer expresamente que es al Ministerio Público a quien incumbe probar los
elementos constitutivos del delito y de la culpabilidad del imputado.
Así, con independencia de los tratados internacionales, que contienen la presunción de inocencia en
materia penal, lo cierto es que la propia Constitución Federal implícitamente reconoce tal principio.
Nuestro país, en relación con el tema de la presunción de inocencia, ha suscrito, entre otros, los
siguientes Tratados Internacionales:
‘Toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras que no se
pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que se hayan asegurado todas las
garantías necesarias para su defensa’
‘Toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se
pruebe su culpabilidad conforme a la ley’.
El principio in dubio pro reo, establece que no se aplicará pena alguna hasta que exista sentencia
ejecutoria, no obstante lo anterior, el artículo 18 constitucional establece la prisión preventiva, por
virtud de la cual, el reo estará en prisión durante el proceso, a menos que se le conceda la libertad
provisional bajo caución.
e) Aplicación procesal.
El principio de presunción de inocencia, consiste en el plano procesal en que toda persona acusada
de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia, mientras no se pruebe su culpabilidad en un
juicio en el que se respeten todos los derechos inherentes a la garantía de audiencia.
Si todo acusado se presume inocente hasta que sea condenado, lógicamente la presunción de
inocencia también ha de incidir en las reglas de distribución de la carga material de la prueba,
produciendo un desplazamiento de la misma hacia la parte acusadora.
Por lo anterior, este principio se traduce en que el inculpado no está obligado a probar la licitud de su
conducta cuando se le imputa la comisión de un delito, pues no tiene la carga de probar su inocencia,
lo anterior se traduce en lo siguiente:
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