Revisando Los Estudios de Grupo Mínimo de Tajfel: Contexto

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Revisando los estudios de grupo mínimo de Tajfel

Russell Spears & Sabine Otten

CONTEXTO
Es apropiado que este capítulo vaya después de uno que analiza los famosos estudios de Sherif con
niños en campamentos (ver capítulo anterior de este libro). Después de los estudios de Sherif, la
investigación sobre otro grupo de muchachos se haría igualmente famosa. Los estudios en cuestión
fueron dirigidos por el psicólogo social británico Henri Tajfel, un judío nacido en Polonia cuya
experiencia de primera mano con el nazismo había alimentado un interés de por vida en temas de
prejuicio, conflicto y relaciones entre grupos. Ampliando el trabajo anterior de Sherif, sus estudios de
grupo mínimo fueron diseñados para reducir el grupo o la categoría a sus elementos más mínimos y
así averiguar en qué punto surgiría el conflicto y la discriminación entre los grupos. Resultó que la
discriminación intergrupal que surge de las típicas pandillas de muchachos que luchan por territorio y
recursos también aparecía cuando se eliminaban todos los factores obvios que podrían producir tal
conflicto (como una historia de antagonismo, o la escasez de recursos). De esta manera, los estudios
proporcionaron evidencia sorprendente de que los chicos (y más tarde los adultos) discriminaban a
favor de su propio grupo incluso en ausencia de signos visibles de los grupos en sí, un fenómeno que
suele llamarse sesgo de endogrupo mínimo.
En este capítulo primero vamos a esbozar el paradigma de grupo mínimo y el fenómeno del sesgo de
endogrupo mínimo junto con las motivaciones que los inspiraron, tal y como se presentan en los
estudios básicos originales de Tajfel (Tajfel et al., 1971). Luego examinaremos los primeros intentos
de explicación de los resultados del estudio, que acabarían generando el desarrollo de una nueva
teoría importante del comportamiento social: la teoría de la identidad social. Esta relación simbiótica
entre datos y teoría contribuyó al impacto de los estudios originales, que ha sido enorme. Como
veremos, en parte esta repercusión se debe a la controversia sobre los resultados de los estudios de
Tajfel. El fenómeno que estos revelan no está en disputa, pero sus estudios han generado diversas
explicaciones, y muchas de ellas son críticas con la formulación de la identidad social. En
consecuencia, encontrar la mejor explicación para el sesgo de endogrupo mínimo ha resultado ser un
poco como resolver un 'whodunit' de Agatha Christie, con muchos giros y vueltas en el camino.
Una pregunta interesante que podríamos hacernos sobre los estudios de grupo mínimo es por qué
Tajfel y sus colaboradores se pusieron a buscar algo que los investigadores habían asumido hasta
entonces que no existía. Siguiendo con la metáfora de Agatha Christie, este era un misterio de
asesinato sin cadáver. Los estudios clásicos de los Sherif en sus campamentos con niños habían
establecido ya la base realista del conflicto entre grupos: sus experimentos mostraron que surgen
tensiones entre los grupos cuando tienen que competir por recursos escasos. Pero, como puede verse
en el influyente artículo de 1971 en el que Tajfel y sus colegas presentaron los hallazgos de los
primeros estudios de grupo mínimo, dos cuestiones relacionadas parecen haber motivado el interés
de Tajfel por ir más allá de las ideas de Sherif. En primer lugar, en este artículo se enfatiza la
importancia del contexto social en el que se inserta el comportamiento y adquiere significado. En sus
propias palabras:
En el entorno social hay una red de categorizaciones intergrupales que es omnipresente:
pasa a formar parte de nuestra socialización y educación desde los 'equipos' y el 'espíritu
de equipo' en la educación primaria y secundaria, pasando por grupos de adolescentes de
todo tipo, hasta los grupos sociales, nacionales, raciales, étnicos o de edad. (Tajfel et al.•
1971: 153)
Un segundo motivo del interés de Tajfel por ir más allá de la explicación de Sherif está en su trabajo
anterior sobre los aspectos cognitivos del prejuicio (1969), en el que atribuía a la categorización social
un papel importante en la construcción de sentido. La cita anterior continúa así:
La articulación del mundo social del individuo por medio de su categorización en grupos
se convierte en una guía para su conducta en situaciones a las que puede aplicarse algún
criterio significativo de división intergrupal (aunque hay que tener en cuenta que
‘significativo’ no equivale necesariamente a 'racional'). Un entorno indiferenciado tiene
muy poco sentido y no proporciona pautas para la acción. Siempre que se pueda utilizar
alguna forma de categorización intergrupal, ésta pondrá orden y coherencia en la
situación social. Este es un aspecto de la conducta intergrupal que está presente en todas
las situaciones intergrupales. Nuestros experimentos están diseñados para demostrar
que este aspecto puede por sí solo determinar el comportamiento diferencial del grupo.
(Tajfel et al., 1971: 153)
Reproducimos estas ideas con cierto detalle porque, como veremos, el segundo motivo (es decir, la
idea de que las distinciones intergrupales pueden dar significado a las situaciones sociales) resulta ser
notablemente profético. Y, aunque estas ideas no proporcionan una respuesta totalmente
satisfactoria a la pregunta de por qué Tajfel se interesó por seguir investigando las condiciones
mínimas para el conflicto intergrupal, hay que agradecerle que lo hiciera. Porque el impacto de la
investigación que llevó a cabo ha sido cualquier cosa menos mínimo.
LOS ESTUDIOS DE GRUPO MÍNIMO
EL SESGO DE GRUPO MÍNIMO: UN FENÓMENO EN BUSCA DE UNA EXPLICACIÓN
Así pues, ¿cuáles son las condiciones mínimas para que surja el conflicto entre grupos? Tajfel y sus
colegas describieron seis factores de interés cuya influencia intentaban descartar (1971: 153-4). Esto
lo hicieron realizando unos estudios que tenían las siguientes características:
1. No había interacción cara a cara (ni dentro de cada grupo ni entre ambos grupos).
2. El anonimato era total.
3. No había relación entre los criterios de categorización en grupos y la naturaleza de las
respuestas solicitadas a los participantes.
4. Los participantes no debían obtener ningún valor utilitario para sí mismos de sus respuestas
(para descartar el interés propio).
5. Una estrategia diseñada para diferenciar entre grupos debía entrar en conflicto con los
principios racionales/utilitarios de obtener el máximo beneficio para todos. En concreto, el
beneficio para el propio grupo del participante (el endogrupo) debía compararse con una
estrategia en la que el endogrupo ganaba más que el otro grupo (el exogrupo).
6 Las respuestas debían resultar tan importantes y reales como fuera posible para los
participantes (es decir, debían conducir a recompensas concretas y no solo a una evaluación
genérica).

MÉTODO
El procedimiento de categorización social
La categorización social se estableció de dos maneras diferentes para los dos estudios (experimentos
1 y 2) que se han convertido en el paradigma clásico de procedimiento en este campo de investigación.
Sin embargo, el punto clave es que la asignación de los participantes a grupos se hacía de manera
completamente aleatoria en ambos.
En el experimento 1, los alumnos fueron categorizados mediante un procedimiento de estimación de
puntos: se les pedía que estimaran el número de puntos proyectados en una pantalla, presentados
durante una fracción de segundo. Sobre la base de 40 juicios de la cantidad de puntos, se les decía a
los niños que estaban en un grupo de subestimadores (es decir, un grupo que subestimaba el número
de puntos) o en un grupo de sobrestimadores. En realidad. sin embargo, eran asignados al azar a estas
categorías.
En el experimento 2 se utilizó la famosa preferencia por las pinturas de Klee vs. Landinsky. Aquí los
participantes indicaban sus preferencias estéticas para una serie de 12 cuadros (6 de cada pintor)
designados como A o B para cada par de opciones (aunque, de hecho, algunos pares contenían dos del
mismo pintor). Una vez más, la asignación real a las categorías era aleatoria.
Después de ser asignados a grupos de esta manera, se les dijo a los participantes que participarían en
una tarea de reparto de recompensas en dinero real (y también penalizaciones en el experimento 1) a
otras personas. No sabrían a quién estaban recompensando, y se enfatizó que nunca podrían
recompensarse o penalizarse a sí mismos. Luego se les llevó a un cubículo para completar esta tarea
cada uno por separado.
Las matrices de Tajfel
En la siguiente fase, los participantes completaban matrices de recompensas (una matriz por página)
diseñadas para examinar cómo preferían recompensar a los miembros de los dos grupos (su
endogrupo y el exogrupo). Las matrices fueron diseñadas para medir lo atractivas que resultaban
ciertas estrategias de recompensa cuando entran en conflicto con otras (ver Bourhis et al., 1994, para
una excelente descripción general de las matrices y el método de puntuación). En la Figura 10.1 se
presentan ejemplos de dos matrices tomadas del experimento 2.

Figura 10.1. Ejemplos de matrices diferenciales de Tajfel (adaptado de Tajfel et al., 1971)
Nota: A los participantes se les pedía que eligieran una opción de respuesta por matriz,
rodeando con un círculo un par vertical de números. En los ejemplos que se muestran aquí,
ambas elecciones implican dar más puntos al miembro del endogrupo que al miembro del
exogrupo –o sea, una estrategia de diferenciación (MD)

Aunque en los estudios originales algunas matrices requerían recompensar a dos miembros del
endogrupo y/o dos miembros del exogrupo, los casos más interesantes desde un punto de vista
teórico son aquellos que incluyen matrices 'diferenciales' que (como en los ejemplos mostrados)
requieren asignar puntos a un miembro del endogrupo frente a un miembro del exogrupo.
De acuerdo con las condiciones previas, los participantes nunca se recompensaban a sí mismos,
descartando de este modo el interés propio como factor en su conducta. Calcular las puntuaciones de
los sujetos en las distintas estrategias requería observar sus elecciones en más de una matriz, pero las
diferentes estrategias posibles se pueden ilustrar con las opciones de elección de las dos matrices de
ejemplo que se presentan en la Figura 10.1. Aquí, las elecciones hacia la izquierda de la matriz 1
representarían una combinación de dos estrategias: Beneficio máximo del endogrupo (MIP), que
implica dar la mayor cantidad de puntos posible al endogrupo, y Diferencia máxima a favor del
endogrupo (DM), que implica dar al miembro del endogrupo más puntos que al miembro del
exogrupo. Por otro lado, una elección hacia el extremo derecho de la matriz 1 implicaría una estrategia
de Máximo beneficio conjunto (MJP), en la que se maximiza la ganancia total para los miembros del
endogrupo y del exogrupo. En cuanto a la matriz 2, una elección hacia el extremo izquierdo revelaría
una preferencia por MD a costa de MIP y MJP, que convergen en las casillas más a la derecha. En ambos
ejemplos, las elecciones en torno a la mitad de la escala sugieren una estrategia de equidad o justicia
(F). Como es útil tener una comprensión clara de las diferentes estrategias, éstas se resumen en la
Tabla 10.1.
Estrategia Código Opción que representa Explicación
estrategia en ejemplo
Matriz 1 Matriz 2
Equidad/Justicia/Paridad F 17 13 Máxima similitud en puntos de
17 13 endogrupo y exogrupo
Diferencia máxima a favor del endogrupo DM 23 7 Mayor diferencia entre endogrupo
5 1 y exogrupo a favor del endogrupo
Máximo beneficio conjunto MJP 11 19 Mayor suma de puntos para
29 25 endogrupo y exogrupo
Beneficio máximo del endogrupo MIP 23 19 Mayor cantidad de puntos para
5 25 el endogrupo
Tabla 10.1. Diferentes estrategias de recompensa que se analizan usando las matrices de Tajfel

RESULTADOS
Los resultados del experimento 1 mostraron que, cuando las elecciones eran entre dos miembros del
endogrupo o entre dos miembros del exogrupo, los participantes mostraban una preferencia
abrumadora por una estrategia de equidad. Sin embargo, cuando se trataba de matrices diferenciales
que requerían recompensar a un miembro del endogrupo y a un miembro del exogrupo, sus
elecciones eran más discriminatorias a favor del endogrupo (aunque la elección modal seguía siendo
la de equidad o justicia). En otras palabras, estas matrices mostraron un sesgo endogrupal
significativo. Además, la tendencia de los participantes a esta estrategia favorable al endogrupo no
cambiaba si al procedimiento de categorización se le daba una connotación de valor que pudiera
justificar la discriminación (es decir, si se les había dicho en la fase anterior que el endogrupo era más
o menos preciso que el exogrupo al contar los puntos).
El experimento 2 se diseñó para distinguir aún más entre las diferentes estrategias de recompensa
que usaban los participantes. Concretamente, se puso en conflicto la estrategia de Máximo beneficio
conjunto (MJP) con la de Beneficio máximo del endogrupo (MIP) y/o la de Máxima diferenciación (MD)
(cuando MJP y MD coincidían, puede considerarse favoritismo endogrupal, mientras que, cuando MD
se pone en conflicto con MIP y MJP, esto refleja una estrategia de máxima diferenciación). El
resultado más llamativo era que MD ejercía una atracción significativa cuando se oponía a las otras
estrategias. Aunque MIP siempre se combinaba con MJP o MD (como se puede ver en la matriz 1; un
problema que ha persistido en investigaciones posteriores), también ejercía una atracción más fuerte
que MJP, pero menos que MD. En resumen, las matrices de diferenciación brindan evidencia
consistente de la preferencia por estrategias de favoritismo endogrupal y de máxima diferenciación (y
estos resultados se replicaron en un estudio piloto adicional). En otras palabras, los chicos de estos
estudios parecían querer favorecer a su endogrupo a costa del exogrupo, aunque el grupo en cuestión
tenía muy poco significado más allá del contexto mínimo que había creado Tajfel.
INTERPRETANDO LOS ESTUDIOS DE GRUPO MÍNIMO: LA APARICIÓN DE LA TEORÍA DE LA
IDENTIDAD SOCIAL
Primera interpretación: normas, exigencias y expectativas
Aunque también había fuerte evidencia de una estrategia de equidad en el primer experimento de
Tajfel y sus colegas, esto con frecuencia se olvida en los informes secundarios de los resultados de
este (y otros) estudios de grupo mínimo. Sin embargo, la preferencia constante por la estrategia MD
(en contraste con MJP y MIP) también proporciona evidencia de discriminación. Inicialmente, Tajfel y
sus colegas interpretaron esto como fruto de una norma social genérica para discriminar.
Hay que tener en cuenta que Tajfel y sus colegas se referían a MD como una estrategia de
diferenciación (aunque era una diferenciación que conllevaba discriminación), pero muchos relatos
posteriores la han interpretado como un ejemplo de devaluación del exogrupo (porque perjudica al
exogrupo al beneficiar al endogrupo). De hecho, las explicaciones de otros autores posteriores a Tajfel
han llegado con frecuencia a la conclusión de que el sesgo de endogrupo mínimo (y concretamente
MD) significa que la discriminación e incluso la humillación del exogrupo son una consecuencia
inevitable de la mera categorización social de las personas en grupos. Esto es una sobre-interpretación
(y una sobre-generalización). Uno de los problemas que ha perseguido al paradigma, y en particular a
las matrices utilizadas en él, es que en la estrategia de Máxima diferenciación (MD) se confunden la
diferenciación positiva del endogrupo y la devaluación del exogrupo, y este problema nunca se ha
abordado adecuadamente (de hecho, rara vez se comenta).
Al reflexionar más sobre sus resultados, Tajfel y sus colaboradores (1971) consideraron tres
interpretaciones alternativas: (a) las características de demanda (la idea de que los participantes
estaban respondiendo a señales sutiles que transmitían la hipótesis del experimentador), (b) las
expectativas de reciprocidad y (c) la anticipación de futuras interacciones. Es importante tener en
cuenta las características de la demanda en una situación tan artificial como la de estos experimentos,
y es una cuestión que se ha abordado en investigaciones posteriores. Por ejemplo, Lindsay St Claire y
John Turner (1982) encontraron que, si a los participantes se les pedía que representaran el papel de
miembros de los grupos en un role-playing (en lugar de categorizarlos a ellos mismos) y luego
completaban las matrices, no mostraban el mismo grado de sesgo endogrupal. (MD y MIP), sino que
tendían más a la equidad. Además, esto también parece contradecir una explicación normativa. La
gran cantidad de veces que se ha replicado el efecto de sesgo del endogrupo mínimo también parece
indicar que el fenómeno es real y no solo un simple efecto de las características de la demanda.
En el caso de las expectativas de reciprocidad, Tajfel y sus colegas admitieron que no tenían datos
sobre este aspecto y, por lo tanto, esta explicación no podía descartarse fácilmente. Como veremos, a
pesar de los intentos por eliminar esta modalidad de interés propio, en realidad nunca ha desaparecido
del todo. En cambio, la anticipación de futura interacción, que también podría haber sido un problema
(en el sentido de que los niños regresaban a la misma escuela), en opinión de Tajfel no era un factor
esencial: de hecho, la estrategia más racional en anticipación de futuras interacciones, dado que los
participantes no sabían quién estaba en 'su' grupo, hubiera sido optar por una estrategia de Máximo
beneficio conjunto (MJP). Y sin embargo, como hemos visto, esta estrategia era poco utilizada.
La explicación de la identidad social: los resultados del grupo mínimo inspiran una teoría
A pesar de ser la explicación inicial de Tajfel, la explicación de la norma genérica cayó rápidamente en
desgracia. Una preocupación era la circularidad potencial de una explicación normativa: si hay una
norma de competición intergrupal (por ejemplo, para los sujetos de países occidentales), ¿de dónde
viene y qué la explica? Además, la preferencia (más) fuerte por la equidad que era también evidente
desde el primer estudio podría respaldar una explicación igualmente plausible en términos de una
norma de equidad (ver también St. Claire y Turner, 1982). El reto, entonces, está en explicar qué norma
opera cuándo y, dado que una explicación normativa no puede explicar esto, se relegó pronto a un
segundo plano. Sin embargo, descartar del todo los procesos normativos podría ser prematuro. Por
ejemplo, Margaret Wetherell (1979) utilizó tiempo más tarde argumentos normativos para explicar
por qué los niños maoríes mostraban menos favoritismo endogrupal que los pakeha neozelandeses,
más occidentalizados.
Sin embargo, casi nada más publicar el artículo de 1971, la narrativa de Tajfel comenzó a cambiar
(Tajfel, 1972; véase Diehl, 1990). En concreto, en el proceso de descartar otras interpretaciones,
comenzó a aparecer una nueva explicación en términos de identidad social (Tajfel, 1974; Turner,
1975). Turner (1975) habló de ‘competición social' entre los grupos mínimos y la contrastó con la
noción de competición 'realista' de Sherif (1967): aquí ya había comenzado a cristalizar una explicación
de la diferenciación en grupos mínimos en términos de identidad social.
La idea central de la nueva explicación era que la categorización social en grupos y la pertenencia a
uno de estos grupos proporciona una base para anclar la concepción de uno mismo en el endogrupo.
Aquí Tajfel dio su famosa definición de la identidad social como ‘esa parte de nuestro autoconcepto
que se deriva de nuestra pertenencia a un grupo’ (1978: 63). Para convertirse en una identidad, sin
embargo, es necesario algún grado de identificación. La definición de identidad social de Tajfel, por
lo tanto, continúa ‘... junto con el valor y el significado emocional asociado a la pertenencia a ese
grupo’ (1978: 63).
Otro elemento era un proceso de comparación social: comprender el significado de nuestro grupo
implica una comparación con otros grupos relevantes de los que no somos miembros (cosa que facilita
el proceso de categorización social). Ver al endogrupo como 'nosotros' implica un contraste con 'ellos'.
Además, Tajfel y Turner también hipotetizaron un proceso motivacional mediante el cual los grupos
se esfuerzan por lograr una ‘diferenciación grupal positiva’, lo que implica diferenciar positivamente
su endogrupo del exogrupo de comparación relevante en dimensiones valoradas y, de este modo,
obtener una identidad social positiva.
Este era el proceso clave que ahora se postulaba para explicar la diferenciación positiva y
especialmente la estrategia MD en el paradigma del grupo mínimo. Además, este proceso se convirtió
en un elemento central en general de la teoría de la identidad social, que se elaboró para explicar los
procesos de cambio social en las jerarquías de estatus (Tajfel y Turner, 1979).
Lo que quizás no estaba claro de esta explicación del sesgo de endogrupo mínimo era si este proceso
motivacional de diferenciación comienza cuando uno ya tiene una identidad social clara, o si se usa
para crear o consolidar un sentido (distintivo) de identidad. Regresaremos a este tema hacia el final
de este capítulo, pero es útil volver a la idea del propio Tajfel (antes referida) de que la búsqueda de
significado y coherencia está ligada al proceso de categorización social (y más tarde al proceso de
identificación). Esa idea había recibido poca atención en la explicación de la norma genérica. En la
nueva explicación de la identidad social, probablemente también sea correcto decir que esta misma
idea (el empeño en crear significado y coherencia) también quedó relativamente relegada por el
énfasis en la búsqueda de una identidad social positiva. Como consecuencia, la diferenciación positiva
se vinculó más con la mejora del endogrupo y el aumento de la autoestima que con la creación de
una distinción (grupal) per se. A esto se le ha llamado la ‘hipótesis de la autoestima’, y pronto llegó a
convertirse en el elemento dominante en el enfoque de la identidad social como explicación de los
resultados de los estudios de grupo mínimo.
La hipótesis de la autoestima
El énfasis en la autoestima se remonta a los investigadores originales de la identidad social, Henri
Tajfel y John Turner, y su propuesta de que los individuos se esfuerzan por lograr o mantener una
identidad social positiva (Tajfel y Turner, 1979). Oakes y Turner (1980) fueron los primeros en probar
explícitamente esta idea. Demostraron que la oportunidad de discriminar en las matrices de Tajfel sí
elevaba las puntuaciones de los participantes en una medida de autoestima. Vale la pena señalar, sin
embargo, que revisiones posteriores han criticado el uso de medidas de autoestima global individual
en estos y otros estudios (ver Hewstone et al., 2002; Long and Spears, 1997; Rubin and Hewstone,
1998), dado que esto parece ir en contra del espíritu más grupal de la teoría de la identidad social.
Además, aunque gran parte de la investigación (tanto con grupos mínimos como con grupos reales)
se centró en poner a prueba la hipótesis de la autoestima, los resultados resultaron bastante variados
(Rubin y Hewstone, 1998). En cambio, hay más apoyo para esa hipótesis en investigaciones que
conciben la estima como una variable de estado en lugar de una variable de rasgo (o sea, específica
del contexto en lugar de fija) a nivel de grupo, y también dependiente del ámbito concreto en que
aparece el sesgo endogrupal. Por ejemplo, un estudio realizado por Jackie Hunter encontró evidencia
de una mayor estima colectiva en un ámbito importante para el endogrupo después de haber
manifestado favoritismo endogrupal en un entorno de grupo mínimo (Hunter et al., 1996). Las
revisiones de la literatura también indican un apoyo razonable para la hipótesis de la autoestima
cuando se cumplen esos criterios (ver las revisiones de Hewstone et al., 2002; Rubin y Hewstone,
1998).
Sin embargo, la mayor parte de esta evidencia ha surgido de la investigación sobre grupos naturales
de la vida real, y no sobre grupos mínimos. Por consiguiente, no está claro si la mejora de la identidad
y la estima del grupo es el único mecanismo, o siquiera el más importante, que provoca el sesgo del
endogrupo mínimo (específicamente la estrategia MD) en los estudios de grupo mínimo.
EL IMPACTO DE LOS ESTUDIOS DE GRUPO MÍNIMO
La influencia de los estudios de grupo mínimo es difícil de sobrestimar. Estimaciones conservadoras
indican que el artículo original de 1971 ha sido citado más de 900 veces (el artículo de investigación
más citado de Tajfel con diferencia), y los estudios de grupo mínimo rara vez se excluyen al abordar el
prejuicio, la discriminación y las relaciones intergrupales en los libros de texto de psicología social e
introducción a la psicología. Si estos estudios se presentan y explican con precisión es otra cuestión:
como hemos señalado antes, un problema frecuente es que a menudo se utilizan para justificar la
conclusión de que la discriminación es generalizada e inevitable.
La influencia de los estudios de grupo mínimo (y de la teoría de la identidad social en general) en otras
teorías dentro de la psicología social también es muy grande (aunque también aquí habría que
preguntarse si la descripción es siempre precisa). Por ejemplo, dentro de la teoría de la dominación
social, la evidencia de favoritismo endogrupal se usa para argumentar que la discriminación
intergrupal es una característica genérica de muchas relaciones intergrupales (Sidanius y Pratto,
1999). Del mismo modo, la evidencia de favoritismo endogrupal se usa dentro de la teoría de la
justificación del sistema (Jost y Banaji, 1994) para sugerir que los grupos (especialmente los de alto
estatus) a menudo buscan justificar su posición a través de muestras de parcialidad hacia los demás.
Quizá igual de influyente ha sido el impacto de los resultados del grupo mínimo fuera de la psicología
social: en la antropología, la psicología evolutiva y la economía del comportamiento. En concreto,
como veremos más adelante, el paradigma del grupo mínimo y sus hallazgos se han utilizado para
defender la tendencia evolutiva de los humanos a favorecer a los endogrupos y desconfiar de los
exogrupos (Dunbar et al., 2005). Planteamientos como éste van mucho más allá de la
fundamentación original de Tajfel de los estudios de endogrupo mínimo (y la evidencia de sesgo) en
la apreciación de las normas, el significado social y la búsqueda de una diferenciación positiva del
grupo. Sin embargo, ponen de manifiesto que el paradigma (y los hallazgos que generó) han sido tan
influyentes como para vivir una vida propia, mucho más allá de su alcance original.

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