Canaveras 2014

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PREGON DE FIESTAS DE CAÑAVERAS 2014

Señor corregidor, como bien dirían nuestros antepasados, o bien, Festero


Mayor y edil de este bello pueblo, amigo Isaías Juan; Comisión de Fiestas,
donde mi amigo Jesús Fuentes se encuentra, culpable de que hoy esté yo aquí;
jóvenes y maduritos que en tiempo fuerais alumnos de este pobre siervo,
entrado en canas, buena ironía, pues ni siquiera canas puedo lucir; vecinos y
convecinos de aquí, dispuestos a alardear de buena fiesta; forasteros bien
hallados en este lugar; a vosotros también, compañeros de juergas y andanzas
por estos lares y, algunos hasta cuadrilleros en buenas capeas o fiestas de
“buen guardar” por discotecas de paso, Beneit en Villaconejos o el Farmacias
en Priego, a todos, familiares y amigos en general, habitantes de Cañaveras y
aledaños, un saludo efusivo desde mi corazón por haber querido que abra estas
fiestas de la Virgen del Pinar junto a vosotros, en este año 2014.

Hacer un Pregón a la usanza, algo que parece ser se está poniendo de


moda, no es tarea fácil si con él se pretende calar en el sentimiento de un
público que, más o menos cercano a uno mismo, espera oír algo que no sabe o
aquello que, dejado atrás por el tiempo, le aviva recuerdos nostálgicos y
cariñosos.

Yo, no soy de aquí, pero es verdad que siempre he tenido este lugar
como parte de mí desde que un buen año, -mucho ha pasado desde entonces-,
allá por la década de los setenta y tantos, siendo jovenzuelo, saltarín y con
buena melena, aquí viniera a hacer labores de magisterio, como mandaban los
cánones y encontrara entre vosotros, niños por entonces, y adultos de postín,
un hogar, una hospitalidad y una sincera amistad que nunca podré olvidar. Y
digo esto, porque para realizar un pregón a la usanza, que transmita emociones
a cada uno de vosotros, o uno es de aquí o, como yo, debe sentirse tan de
aquí como cualquiera. Esa será la carga emotiva que yo dé a cada una de mis
frases preparadas.

Todo Pregón que se precie no puede dejar de lado hablar de su pasado, de su


historia, de su identidad como pueblo. Por eso, el pasado de Cañaveras habría
que buscarlo en aquellos primeros pobladores que marcaron un origen incierto
y que a cuestas de Llanocastillo o en el alto del cerro de los Olleros dilucidarían
sus afrentas a fuerza del hacha de piedra, la flecha o la lanza, mientras el
romano no tardaría en llegar y ocupar viario para llegar a Ercávica como lugar
de fuerte peso en esa villae con ceca de moneda y todo. Eso dicen los viejos
del lugar, que por Los Aposentos, viejos íberos hubiera.

Pero este lugar alcanza su población y su jurisdicción cuando Alfonso VIII el


castellano llega y domina el territorio musulmán que por acá moldeaba sus
castillos alrededor de Wabda u Opta, la que ahora llamamos Huete. Cañaveras

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empieza como lugar poblado con concejo en el siglo XIII y a bien tiene poner
este nombre, por los muchos cañaverales que por aquí abundaban.

Es un buen término, amplio si cabe, donde numeroso caseríos o


despoblados abundan, pues podemos enumerar las aldeas de Somera, Panizar,
Cañada, Alaud y los molinos de Arriba y de Abajo.

Cierto es, que en tiempos hubo hasta cinco ermitas, tales como la de San
Cristóbal, San Sebastián, San Blas, Santa Ana y la de Nuestra Señora del Pinar,
la que advoca a toda la población en tiempos pasados y ahora, con mayor
arraigo, en tiempos presentes.

No quiero entrar en mucha historia, pero cierto es que convendría hablar


de cuándo este lugar, ya bien poblado, pasó a formar parte de D. Juan Alonso
Carrillo, valeroso capitán y tercer señor de Priego, concedido por Enrique II
después de las victorias batallas de Nájera y de Montiel. Éste hizo su casa
fuerte en la Peña del Castillo y tuvo además mansión palaciega en el caserón
que luego ocuparían las Casas de las Escuelas Viejas, ahora Centro Joven. Allí,
a la Peña, subía yo, tarde tras tarde, con mi perro Nelo a entretener mi mirada.

Lo cierto es que este lugar de Cañaveras pasó a ser lugar de realengo en


pronto tiempo, y aunque en el siglo XVIII, gran parte de sus posesiones de
montes figuraban dentro de la Mancomunidad de pastos y leñas de la Tierra de
Cuenca, sus habitantes no pechaban a ningún señor que no fuera al propio
municipio.

Es un término de buena tierra, aunque a veces sea necesaria la


roturación por tiempo. Pinares de antaño que ahora tuvieron que ser
repoblados y de eso bien sabe, Cecilio el forestal, padre de Tito. Manantiales
riegan el lugar y algún riachuelo confluye, como es el caso del Buciegas, el cual
recibe un arroyo cercano y luego lo lleva a desembocar al padre Guadiela.
Fuentes, como la de Fuenvieja, Fuente de la Vega de Abajo, la de la Miranda, la
del Pez, la de Juan Martínez o la Carraperales y otras permitieron disponer
antaño de dos molinos de aceite y cinco harineros. El caserío anejo de Perales
reconforma el censo de este lugar que nunca llegó a ser importante pero que
siempre tuvo fuerte resonancia por sus tradiciones. Se mantienen los restos de
su ermita a Santa Águeda.

Y es de tradiciones de lo que podríamos hablar. Lástima que se hayan


perdido muchas de ellas, pero San Antón, con su ermita, sus ricas
celebraciones, eran ejemplo de este lugar, tal vez aquel Carnaval que no hace
mucho se hacía con esos guncheros o payasos en colores ataviados y que
recogían la limosna para almonedar en la plaza; luego el baile de la bandera, la

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hermandad de Ánimas, “el llamado baile de la bandera para aquella moza
altanera”, la Semana Santa sacando al Cristo, o los enramados de flores de las
mujeres para la Virgen, o los ramos de buje en los balcones y ventanas, tal vez,
los puches y los melaos de noviembre –en lo que ha sido la mejor fiesta esa de
San Martín-, la entrada de moros con el conde Oliveros en su apuesta de
enfrentamiento, la hermandad de Ánimas y su capitán o la Santa Águeda del
barrio del Cantón que estaba en la aldea de Perales al lado de la Olmedilla, y no
se cuántas y cuántas más. Tradiciones de solera que han dado a este lugar
renombre: Los Mayos que siguen haciendo gala con música a vuestra Virgen,
donde aún resuenan esas estrofas que siguen voceando Antonio Moya, Pilar
Barrimón y los canticios de Victorina Chavarría, a la que desde aquí le mando
un buen saludo por estar imposibilitada y no poder escucharme de cerca.
Todas, voces de postín, que sonaban e intentan sonar, al son de la orquesta de
cuerda donde Lázaro Escalada con su laud y las guitarras de Domingo García,
Francisco Pérez, Kico Escalada y Álvaro Serrano, aún siguen sonando.

Pero, sin duda, es su devoción a la Virgen del Pinar, aquella que se


apareciese en 1.200 y se construyese bella ermita en lo alto del cerro donde se
hacen dos romerías, el último domingo de mayo y el primer fin de semana de
septiembre, la que marca la pauta y hoy celebramos. Son las mejores fiestas de
la comarca, dicen ellos y bien lo dicen.

Su parroquial dedicada a San Martín de Tours es un tremendo edificio,


posiblemente de los más grandes de la comarca y su advocación hacia el santo
francés le tilda de curiosidad. Los canteros Santos Picardo, Vaca y Mendizábal
hicieron un templo bello de traza renacentista, donde su interior es más bello
que el exterior, en traza y ornamentación. Los lienzos de la Inmaculada y los
dos del Cristo crucificado ensamblan un bello lugar del que se sienten
orgullosos. Ahora, su Cofradía, presidida por el joven Julián Espada intenta
mantener la tradición y crecer en el progreso con nuevo enfoque.

Claro está que desde aquellos años 60 cuando aquí censaban 1.100
habitantes y sus cinco escuelas, el tiempo ha pasado y la emigración forzosa de
los setenta dejó a este lugar mermado de gente y con menos niños, no en
vano, siguiendo fuerte con sus tradiciones y su solera. Fue entonces, cuando
aquí llegase un servidor, año 1977, y me tocase heredar un difícil cometido y
que no era otro que seguir las enseñanzas del mejor maestro que por aquí
pasase, D. David Escalada, el que por entonces fuera el alcalde del lugar.

Pero mi juventud y las gentes de este lugar –vosotros- me lo hicistéis


fácil, demasiado fácil, asumiendo ese riesgo con el mejor de los regalos, sus
alumnos, vosotros, algunos de los que aquí estáis y que bien me ayudásteis a
ser un buen maestro, seguramente el mejor.

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Mª Carmen Bachiller, Mª Ángeles Chacón, Hortensia Chacón, Mª Dolores
Serrano, Mª del Rosario González López, Charo, la hija de la María la Cacaca,
Mª Teresa Ramón Ayora, Rosa Carmen Chavarría Blanco y Raquel Cachero
García, ¡vaya equipazo¡, y los chicos, Pedro el de Cayetano, Kiko Morillas,
Fernando o Tito el del Forestal, Arturo y José Miguel Bachiller, los Canetes, los
del Bar, Daniel el hijo de Pajena, Miguel el hijo del caminero, Julián Espada,
Abel Chacón, Miguel Angel Chavaría, Jesús Ángel Juan, Pedro José Pérez y no
se si queda alguno en el tintero, con los que tanto me divertía jugando al fútbol
en San Blas, mientras con ellas, llegamos a ser las campeonas de Balonmano
de toda la provincia de Cuenca, en un alarde de orgullo y de valentía,
recorriendo en autobús, uno a uno, casi todos los pueblos de nuestra Cuenca.
¡Qué recuerdos tan bellos¡

Allí en nuestras Escuelas Viejas donde aprendimos, allí en su patio


haciendo recreo con tantos juegos o allí en aquellas casas de maestros donde
los más traviesos –sobre todo Tito y los Canos- hacían sus trastadas a doña
Humildad, tapándole la cerradura de su puerta con pegamento, a doña Antonia
Serna, la pequeña, a la que intentaban engañar con buena ironía, sobre todo
escondiéndole la ropa tendida, mientras don Inocencio intentaba vigilar con el
único ojo que el pobre tenía.

Recuerdo a mi perro Nelo, al que bien alimentaba con trozos de pollo


regalados por la Carmen, la madre de Saul, o algún hueso de la carnicería de la
Pili Morillas. Las barras de pan y magdalenas de los Moya y San Martín o los
botellines bien tomados en el bar de los carpinteros –los Fueros-, en el de
Malandrón donde buenos chistes contaba o en el de la Herminia llamado de las
cuatro esquinas, donde todos los días comía su propio menú.

A menudo, calle arriba y calle abajo. Por la calle del Generalísimo, la de


Primo de Rivera, el callejón Arrastraculos o la del Humilladero; luego, al teatro a
ensayar la obra en el Cine de Julián el Sastre y que ahora es el bar de los
Canos. Al acabar, por la calle del Cura o la de la Torre para llegar hasta mi casa
donde procuraba descansar un poco.

Y es que para hacer buen pregón hay que hablar de las anécdotas, de la
vida de antaño, de nuestros antepasados, de las costumbres de otros tiempos,
haciendo un pequeño homenaje a vuestros abuelos y a vuestras mujeres que
son las mejores.

Anécdotas podrían ser las de recordar a las gentes que hicieron grande
este lugar; anécdotas tal vez, la vida de antaño, ahora perdida, pero que ha
dado sentido a nuestra vida. En el recuerdo, Alvarito, el Cocotón, con sus
chascarrillos, o el cura don Aurelio Bermejo “que tiene dos patas que parece un
conejo” o Antonio, el guardia civil que había que llevarle a casa después de

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unos buenos vinos, mientras el hijo de Julián el sastre tocaba el acordeón o las
poesías de Francisco Escalada. Tal vez, en el recuerdo, algunos ya en el cielo,
como Don Luis Guaita con sus cuentecillos, o don Ángel Laparra el médico o el
practicante Agustín que no acertaba casi nunca con la jeringuilla en el mollete,
mientras Teófilo Cachero repartía las cartas por todo el pueblo.

Célebres fueron muchos y siguen en nuestro recuerdo: Jesús Malandrán


mientras tuvo el bar; Bautista Bachiller y Pedro Fuentes, ahora en el cielo y por
ahora, Córdoba que sigue siendo junto a Antonio Moya los más cancioneros
mientras doraban el pan para luego su venta.

Pero claro está, que ellos sin ellas no son nada ni nadie. Por eso, hacer pregón
sin aderezar el jardín sería hacer boda sin tarta y, es, a las mujeres, a todas las
de Cañaveras, aquellas que antaño trujieron sus avatares con el sudor de su
frente y las que después, fuisteis alma de la fiesta y ahora, seguís siendo la
parte más esencial de todo pueblo, quiero dedicaros este pregón, con el fiel
sentimiento de que sigáis dando luz a los que deben coger la antorcha del
futuro para hacer de este lugar, lo que siempre vosotras habéis deseado, el
mejor pueblo del mundo.

Por eso aquí están sus herederas, Lucía Pérez Guerrero como reina; Irene Leal,
Andrea Perales, Aida Ruano, Pilar Santana y María Moreno como Corte de
Honor.

Y ya no queda casi nada, dejemos por tanto este Tostón de Pregón y abramos
las fiestas. Atrás quedarán los recuerdos, las veces de empujasteis a mi R-8
para conseguir arrancarlo cuesta abajo o los tomates y pepinos regalados
diariamente en tiempo de cosecha –gracias por ello-; ahora, agradeceros
vuestra atención y la oportunidad dada para evocar aquellos años donde el
buen rollo y la armonía era lo que reinaba. Atrás quedan mis tardes de
botellines junto a Jesús la Sotita y Luis el de Mariano.

Quisiera, por último, agradecer la ayuda prestada para estas líneas leídas, la de
don David Escalada y la de Julián Espada, pero quisiera también que mis
palabras os hayan servido para evocar tiempos felices y que con ello, disculpéis
mi abuso de confianza al citar nombres y nombres, incluso algunos “motes” con
la sana intención de evocar la sonrisa y el respeto, pidiendo disculpas a quien
pueda haber herido con ello; por eso, a todos, sin excepción os hago
protagonistas de vuestras fiestas y que sea ella, Vuestra madre y Señora,
Virgen del Pinar, la que os colme de bondad, suerte y salud, pidiéndole desde
aquí que:

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¡Que haya alegría, amistad y paz!
¡Que olvidemos rencillas y rencores!
¡Que la fiesta empiece con ilusión!
¡Y que suene la música!
¡Viva la Virgen del P inar y el Cristo¡
¡Viva Cañaveras¡

M iguel R om ero Sáiz


5 septiem bre 2014

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