Etica 01 Antologia s1-4 Socrates

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NUEVO LEÓN

FACULTAD DE INGENIERÍA MECÁNICA Y ELÉCTRICA

ÉTICA, SOCIEDAD Y
PROFESIÓN
MATERIAL DE ESTUDIO

M.D. MARÍA DE LOURDES IBARRA CERDA


MATERIAL DE ESTUDIO – ÉTICA, SOCIEDAD Y PROFESIÓN

MATERIAL DE ESTUDIO – ÉTICA, SOCIEDAD Y PROFESIÓN


FICHA DE IDENTIFICACIÓN
Nombre. Matrícula.
Carrera. Grupo. Horario.
Materia. Ética, sociedad y profesión
Semana. 1 Lectura. Fecha.
Evidencia.
Instrucciones.
1. Investiga quién es el autor, cuándo y dónde fueron publicados los textos. Toma nota
en tu material de estudio.
2. Realiza la lectura crítica de los textos asignados a esta semana:
a. La primera vez que leas los textos encierra las palabras de las cuales
desconoces el significado
b. Al terminar la lectura coloca el significado de las palabras subrayadas en el
margen del texto
c. Al realizar la segunda lectura subraya las ideas principales
3. Con base en los textos, reflexiona y responde las siguientes preguntas:
a. Qué nos dice sobre la ciencia y su enseñanza
b. Qué nos dice sobre el papel de la ciencia en la sociedad
c. Cuáles son las características de la ciencia
d. Explica la diferencia entre ciencia y tecnología
e. Explica cuál es la responsabilidad que tiene un profesional de la ingeniería
ante la sociedad y los ciudadanos

PRODUCTOS A ENTREGAR: En físico y en digitalización: todos los puntos


ASPECTOS A EVALUAR: Lectura crítica y Reflexión crítica
RECURSOS DE APOYO: Revisar en Teams
Ciencia y sociedad
La ciencia y la sociedad mexicana
Manuel Rojas Garcidueñas*

La sociedad urbana de México vive ro- pocos hombres de ciencia. La cien- está muy seguro de su sentido
deada de automóviles, aparatos eléc- cia es el gran ausente en la vida de práctico”(p 59).3 Algo debe andar mal
tricos y electrónicos, alimentos indus- México y por ello el científico carece en la educación para que esto siga
trializados, etc., que utiliza en el ho- de status social. siendo verdad después de tantos años.
gar, el trabajo y el tiempo libre. Algu- Dice Bünning (p12)2, en páginas Sin duda las escuelas transmiten co-
nos aparatos están hechos en el país autobiográficas, que hacia 1930 los nocimientos de ciencia y sin duda las
conforme a técnicas extranjeras, pero profesores universitarios alemanes universidades producen profesionales
ninguno ha sido creado o desarrolla- tenían salarios muy raquíticos y, sin de la ciencia competentes. Pero sin
do por mexicanos. Utilizamos tecno- embargo, la investigación y la docen- duda también la masa popular, aún
logía extranjera, pero no creamos la cia superior eran muy perseguidas, los que han cursado la secundaria,
propia y esta continua adaptación a pues los académicos tenían un sta- no tienen idea de lo que es el espíritu
productos foráneos nos va haciendo tus social por encima “de los que po- científico. Y esto es lo importante
perder nuestra identidad. seían un Rolls Royce o un Merceds pues, como se ha dicho, la educa-
El mexicano común disfruta las Benz”. Esto explica en buena parte ción es lo que queda cuando lo que se
ventajas de la tecnología, pero en el que en dos ocasiones Alemania se haya sabía se ha olvidado y esto es lo que la
fondo no la entiende. El Dr. Mazuri, recuperado en pocos años de la pos- escuela no transmite: la ciencia como
africano en la universidad de Nueva tración de dos terribles derrotas, vol- una manera de ver la vida, de enten-
York, dice de sus compatriotas: “nos viendo a ser una potencia industrial. der al mundo; una manera de ser.
gustan los artículos occidentales, pero Tenía el material idóneo para ello: el Pérez Tamayo afirma que “el me-
nos desconciertan sus talleres... he- material humano. jor regalo de la ciencia no está en los
mos aprendido a desfilar con brillan- Un suelo estéril no produce cose- resultados prácticos ni en los grandes
tez, pero no a ejercitarnos con disci- cha; después de tres cuartos de siglo esquemas conceptuales... El mayor
plina”.1 Del mismo modo, pocos mexi- de paz social, México está aún en el regalo es el método científico que es
canos han entendido que tras la in- subdesarrollo. Una sociedad que no confrontar sistemática y rigurosamen-
dustria está la tecnología y tras ésta aprecie la ciencia, que no tenga la te los modelos teóricos con los fenó-
la ciencia: Sin física no hay ingenie- comprensión íntima de la cadena menos de la naturaleza” (p 20).4 Así
ría y sin ella no hay fábricas. ciencia-tecnología-industria, no pue- entendida, la ciencia nos dará verda-
En México la ciencia no es nego- de tener verdadero desarrollo. deros técnicos, pues “para ser exitosa
cio: los empresarios juzgan preferible Para que la ciencia florezca es la tecnología requiere seguidores con
comprar tecnología extranjera, a veces preciso reeducar al mexicano. real rigor científico... con conocimien-
quizá obsoleta, a desarrollar la propia. tos básicos que la sustentan.”5 Inclu-
La ciencia no es cultura: en sus La educación científica so para gozar realmente de las venta-
secciones culturales la prensa trata de jas tecnológicas es preciso entender
arte, de literatura y tal vez de filoso- Hace setenta años Ramos escribió: “El
fía. La ciencia no es historia: en los mexicano considera que las ideas no
textos se relatan los hechos heroicos tienen sentido y las llama despectiva-
* Profesor Emérito del Instituto Tecnológico y de
de militares y logros de políticos, pero mente “teorías”; juzga inútil el cono- Estudios Superiores de Monterrey. Miembro de la
jamás se cita a alguno de nuestros cimiento de los principios científicos... Academia Mexicana de Ciencias.

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LA CIENCIA Y LA SOCIEDAD MEXICANA
Foto: Francisco Barragán Codina

la ciencia. Fourastié y Vimont afirman la concibe sujeta a un azar, y la con- cia indaga la causa de una enferme-
que “la verdadera riqueza es la cien- sidera una lotería sobre la cual no tie- dad determinada, pero no el porqué
cia experimental y las concepciones ne control. “La vida mexicana da la existe la enfermedad en generalización
del mundo vinculadas a ella... (las impresión, en conjunto, de una acti- abstracta; la vida después de la muerte
sociedades africanas) no entrarán al vidad irreflexiva, sin plan”.3 es un problema importante para todo
progreso, si no han asimilado el espí- La ciencia es crítica: “En esencia hombre, pero no es objeto de la cien-
ritu de un Galileo o un Newton... sólo el pensamiento científico consiste en cia sino de la filosofía o de la teolo-
así gozarán de las ventajas de la téc- examinar los problemas desde distin- gía. Por esta limitación la ciencia no
nica” (p. 53-54).6 Y entiéndase bien: tas perspectivas y buscar explicacio- pretende erigirse en el único valor de
no los conocimientos de Galileo o nes a los fenómenos naturales y so- una sociedad; hacerlo así no es cien-
Newton sino su espíritu; esto es lo que ciales sometiéndolos a análisis críti- tífico, es cientificista.
necesita el ciudadano común, sea cos”.7 Esta actitud nos hace oponer- Por sus características, la ciencia
cualquiera su actividad. nos a la aceptación ciega de concep- es fría. Si un niño muere por una en-
tos que nos han llegado por tradición fermedad, el médico podrá explicar
Qué es la ciencia familiar o social. El criticismo ha dado cómo la contrajo, cómo progresó y por
a la cultura occidental su flexibilidad qué fue al final inevitable la muerte;
Para plantear una educación en el característica y su progreso frente a esta explicación no será nada conso-
espíritu científico habrá que exponer la rígida inmovilidad de otras cultu- ladora para la madre: la ciencia no
sus componentes básicos (algunos ras, entre ellas la de muchas de nues- tiene palabras de consuelo, tiene pa-
están expuestos con mayor amplitud tras etnias. labras de verdad. Por su frialdad la
en Pérez Tamayo p. 27-33)4. La ciencia es factual: crea mode- ciencia se mira con prevención en
La ciencia es objetiva; esto se opo- los teóricos, pero en cuanto es posi- muchas culturas o estratos sociales:
ne a nuestra idiosincrasia, pues en ble, los compara con los hechos y los el hechicero maligno de los cuentos
México toda discusión, aun artística, reconstruye conforme a la observación se transforma en el Dr. Frankenstein.
toma un cariz exaltado: “La pasión es y el experimento. A diferencia de la Pero, al final, es la ciencia lo que nos
la nota dominante de la vida de Méxi- tecnología, la ciencia no tiene conte- ha dado la defensa contra las enfer-
co” (p117).3 Al ser objetivos limamos nido ético: conocer las propiedades medades y contra los agentes natura-
nuestra emotividad, pues la ciencia del cloro no es bueno ni malo; apli- les y las innumerables comodidades,
no nos dice lo que nos gusta o lo que carlas para hacer un gas asfixiante que diferencian la vida en una ciu-
nos disgusta; nos dice lo que en la puede ser bueno, si se utiliza contra dad moderna de la vida en una aldea
realidad, objetivamente, es cierto. ratas portadoras de la peste, o malo, primitiva.
La ciencia es lógica: busca y en- si se emplea contra presos políticos
cuentra leyes naturales y, al conocer- en un campo de concentración. Hacia una ciencia propia
las, se hace predictiva: nos capacita La ciencia es limitada: no se pro-
para hacer predicciones conforme a pone preguntas que no puede con- Los conceptos y métodos de la cien-
la lógica. Quien concibe su vida se- testar con sus métodos, ni explica con cia son universales, pero cada socie-
gún expectativas racionales, la toma argumentos incomprobables al menos dad debe integrarla conforme a sus
en sus manos; contrariamente a quien de manera teórica. Así es que la cien- necesidades, trabándola con valores

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M ANUEL R OJAS G ARCIDUEÑAS

Foto: Francisco Barragán Codina


éticos, estéticos, filosóficos, etc., para que enseñar ciencia no es simplemen- 3- S. Ramos. Perfil del hombre y la
formar una estructura en la que afir- te hacer que los alumnos aprendan cultura en México. Espasa-Calpe.
me su vida. Muchas sociedades de las partes de la célula y memoricen (Col. Austral) México 1972 (orig.
escaso desarrollo conocen el progre- las leyes de Newton, sino que “son 1931).
so técnico –automóviles, radios, elec- necesarias nuevas relaciones ciencia- 4- R. Pérez Tamayo. Acerca de
tricidad–, pero usan mal las máqui- sociedad para resolver los problemas Minerva. Fondo de Cultura Eco-
nas y son poco productivas, porque de pobreza, del ambiente, del creci- nómica. (Col. La ciencia desde
“su cultura técnica es irracional por- miento demográfico...” (p 49).7 Es México), 1987.
que no la integran en su concepción gratificante que la Academia Mexica- 5- M. Pérez de la Mora. Los grandes
del mundo” (p 37-39).6 En muchos na de Ciencias haya presentado al problemas nacionales. Ciencia
estratos sociales de México hay una actual presidente de la República un (AMC), Vol. 51 núm. 3, (septiem-
profunda contradicción entre el deseo escrito donde se expone que “es ne- bre 2000), p. 3.
de bienes tecnológicos y la no-acepta- cesario elaborar programas y políticas 6- J. Fourastié y C. Vimont. Histoire
ción de las condiciones para tenerlos. de comunicación para estimular el de Demain. Presses Universitaires
Bien afirma White (p. 72)8 que los interés de los jóvenes y de la socie- de France. Paris, 1960.
científicos deben atender a la com- dad en conjunto, valorando temas 7- A. M. Cetto. Ciencia para el siglo
plejidad de las relaciones de la cien- científicos como componentes funda- XXI. Declaración sobre la ciencia
cia con el contexto total, pues puede mentales de la cultura nacional.”9 y el uso del saber científico. ICSU
haber corrientes dominantes peligro- Ojalá sea así y ojalá haya respues- (Consejo Internac. Ciencia) y
sas. La Revolución Verde elevó la pro- ta positiva de la sociedad para que no UNESCO. Conferencia mundial.
ductividad del campo al causar un solamente el profesional en alguna Budapest. Junio 26-julio 1. 1999,
cambio técnico y mental en muchos rama científica o tecnológica, sino tam- Ciencia (AMC), Vol. 51 núm. 3,
agricultores que elevaron su nivel de bién el ciudadano común que sólo haya (septiembre 2000), p 49-53.
vida, pero muchos otros campesinos alcanzado la educación media, posea 8- L. White jr. Science, scientists and
carentes de apoyos económicos y, el espíritu científico como uno de los politics. En: Science and Society-
sobre todo, incapaces de acceder a valores que normen su vida. Selected Essays. Edit. A. Valvoulis
una nueva cultura que chocaba con y A.W.Colver. Holden-Day, San
sus hábitos de trabajo y su visión de Referencias Francisco, 1966.
la vida, quedaron en peor situación 9- AMC. Estrategias para el desarro-
que antes. Si se quieren evitar cho- llo de la ciencia y la tecnología en
ques culturales y desgarramientos in- 1- R. M. Sapolsky. Requiem for an México en los umbrales del siglo
ternos debe entenderse qué es cien- overachiever. The Sciences (New XXI. Texto presentado por la Aca-
cia, qué es tecnología, qué se puede York Acad. Sci.) Jan-Febr 1997 demia Mexicana de Ciencias al Sr.
esperar de ellas y qué lugar deben p. 15-19 Vicente Fox, en noviembre 10 de
tener entre los valores que conforman 2- E. Bünning. Fifty years of research 2000. Carta Informativa de la Aca-
la vida social. in the wake of Wilhelm Pfeffer. demia Mexicana de Ciencias, 28
Afortunadamente, parece que al Annual Review of Plant Physiology (noviembre-diciembre de 2000).
fin empezamos a darnos cuenta de 1977. 28: 1-22 (1978).

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Opinión
Ciencia y valores sociales
Manuel Rojas Garcidueñas*

Hace varios años tuve oportunidad


de charlar con un grupo de profeso-
res de secundaria para presentar un
libro de texto. Introduje un cuestio-
namiento: considerando que la gran
mayoría de egresados de la secun-
daria no seguiran estudios profesio-
nales, ¿qué utilidad deben dejar los
cursos de ciencias a quienes serán
artesanos, choferes, empleados de
comercio, etc.? Porque si no van a
dejarles algo, sería mejor cambiarlos
por cursos de comportamiento cívico
o social. La impresión que tuve (qui-
zá errónea o no aplicable a todos los
egresados de normal superior) es que
no habían reflexionado sobre el tópi-
co pues se concretaron a discutir so-
bre los objetivos de aprendizaje mar-
cados en el libro. Al parecer había
confusión entre instruir y educar, pero
la diferencia entre ambos es impor-
tante.
lantropía, etc.) son fundamentales de la vida, etc. Muchos los contestan
para el funcionamiento de toda so- conforme a una autoridad y un dog-
Necesidad de valores
ciedad. Existen valores éticos supe- ma prestablecido, otros quieren pen-
riores, conocidos por los militares sarlos por sí mismos. Dice Russell5
Los valores son conceptos que
pero no sólo por ellos, que pueden que la filosofía oscila entre la ciencia
norman nuestra vida personal y so-
llegar a ser heroicos, si no es una pa- y la teología: como teología especula
cial. Son tan necesarios que, de he-
labra ridícula en estos tiempos, como sobre tópicos en los que no hay co-
cho, siempre existen. El punto es,
la lealtad, la disciplina, el autosacri- nocimiento definitivo pero como cien-
¿son congruentes entre sí?, ¿condu-
ficio. Hay valores estéticos que de- cia se apoya en la razón y no en la
cen a una sociedad justa?, ¿a una
ben ejercitarse para disfrutar de for- autoridad tradicional o revelada. Un
vida de serena satisfacción?
mas elaboradas del arte. buen ejemplo es la vida despues de
No se nace con valores; los niños
Hay valores religiosos o filosófi-
son profundamente egoístas, injus-
cos que llevan a la reflexión sobre
tos y caprichosos y deben ser educa-
problemas que el hombre se ha plan- * Miembro de la Academia Mexicana de Cien-
dos para actuar en sociedad. Los va-
teado siempre: la muerte, el sentido cias.
lores éticos (honestidad, justicia, fi-

28 CIENCIA UANL / VOL. VI, No. 1, ENERO-MARZO 2003


M ANUEL R OJAS GARCIDUEÑAS

la muerte, imposible de sujetarse al útiles; por ejemplo, en biología con- Los valores científicos se propu-
método experimental y sobre la que ceptos sobre la enfermedad y la hi- sieron en el siglo XVII con Bacon,
existen diversas opiniones religiosas giene, sobre el organismo humano y Descartes y Galileo, en quien “halla-
o filosóficas. su cuidado, sobre ecología y conser- mos por primera vez la convergencia
Existen también, de manera muy vación del ambiente. de la tradición práctica de los artesa-
importante en nuestra cultura, valo- Pero la enseñanza debe compren- nos y técnicos con la gran tradición
res científicos. Se pensará que para der tambien una educación científi- teórica y metodológica (Rossi4). So-
poseerlos se necesitan dotes de las ca que comunique una manera de bre ellos se ha desarrollado la cien-
que algunos carecen, pero esto es pensar y de explicar el mundo y sus cia durante quinientos años para
cierto para todos los valores pues fenómenos. Los valores característi- crear el mundo moderno. Con gran
cada individuo es un complejo de sus cos de la ciencia son: a) la visión razón dice Pérez Tamayo2 que el
genes, su educación y su medio. To- objetiva que hace ver las cosas y fe- mejor regalo de la ciencia no está en
dos conocemos personas impermea- nómenos en su propia realidad y no los resultados prácticos ni en los gran-
bles a la cultura artística: han acudi- conforme al gusto o prejuicios del des esquemas conceptuales sino en
do a conciertos y pinacotecas sin observador; b) el pensamiento lógico el método científico, que es confron-
asimilar las artes; hay personas cu- que exige explicaciones de las cau- tar sistemática y rigurosamente los
yos egoísmo y deshonestidad preva- sas de los fenómenos que sean razo- modelos teóricos con los fenómenos
lecen sobre consejos y castigos fa- nables y verificables, excluyendo cau- de la naturaleza. Este es el regalo que
miliares y sociales; a muchas perso- sas imposibles de comprobar. c) El la enseñanza de la ciencia niega al
nas los problemas filosóficos les pa- pensamiento crítico, comparando las dar solamente instrucción y no edu-
recen locuras que no deberían pre- construcciones teóricas con los he- cación.
ocupar al “hombre práctico” o cuya chos observados (Rojas Garcidue-
respuesta se deja a la teología. Sin ñas3) Status de la enseñanza
embargo, la sociedad en general exi- Algunos han querido crear con- científica
ge la existencia de valores, incluyen- flicto entre los valores científicos y los
do los científicos, y por fortuna la religiosos pero crearlos es artificio- En la vida personal y social los valo-
mayoría de los hombres poseemos en so: la ciencia se ocupa de estudiar res de la ciencia se suman a otros,
mayor o menor grado las dotes perso- fenómenos verificables sobre todo no los sutituyen; por sí mismo el co-
nales necesarias para acceder a ellos. conforme al método experimental; las nocimiento no tiene contenido ético,
explicaciones metafísicas correspon- puede usarse para bien o para mal.
Valores científicos den a la teología o a la filosofía. La La ciencia no me dice que está mal
naturaleza se conduce conforme a robar a un banco; tampoco me dice
La enseñanza de la ciencia compren- leyes y ello es comprobable científi- que una sinfonía de Beethoven tiene
de una instrucción que comunica camente; si esas leyes fueron dadas mayor calidad estética que un corri-
conocimientos, la cual se contempla por un Creador y cómo conceptuali- do grupero. Creer que la ciencia cu-
en los objetivos de cada tópico o uni- zamos a dicho Creador es tema de la bre todo el espectro de valores y que-
dad y que, juzgando con optimismo filosofía o de la teología pues no es rer derivar de ella reglas de moral o
quizá ingénuo, deja conocimientos cognocible por el método científico.

CIENCIA UANL / VOL. VI, No. 1, ENERO-MARZO 2003 29


C IENCIA Y VALORES SOCIALES

principios metafísicos es una trans- cómo funciona la ciencia y no sola- que por no ser la razón suficiente tam-
posición científicista que ha dado mente sus descubrimientos...enseñar poco es necesaria”. La Academia
orígen a doctrinas tan falsas como la ciencia no como hechos inconexos Mexicana de Ciencias ha pedido que
eugenesia. Mas no por ello deja de sino como un método diseñado para se elaboren programas educativos
ser cierto que la visión científica con- interpretar los fenómenos” que “valoren temas científicos como
tiene valores básicos en la cultura En México, como bien sabemos, componentes fundamentales de la
occidental. la enseñanza media y media supe- cultura”, es decir como valores so-
No es fácil comunicar con éxito rior en ciencias está bastante maltre- ciales. Así como se presiona a los
una educación científica y sus logros cha. El consumo masivo de alimen- alumnos a no estudiar simplemente
no son los deseables aun en países tos chatarra, la carencia de higiene y para pasar el examen sino para real-
con alto presupuesto educativo. En la rapidez con que los sitios de re- mente obtener conocimientos, se de-
un artículo desconsolador Schermer6 creo son convertidos en muladares bería concientizar al profesor de no
presenta datos publicados por la confirman los desastrosos resultados ceñirse a explicar los objetivos de
National Science Foundation en su de los exámenes rendidos por los aprendizaje sino a comunicar los va-
Reporte Bienal de abril de 2002. En egresados de secundaria y prepara- lores del método científico: objetivi-
los Estados Unidos 30% creen en los toria y atestiguan que la instrucción dad, lógica y crítica en la enseñanza
ovnis, 60% creen en la parapsicolo- en temas biológicos no ha dejado de los cursos de ciencia.
gía, 40% creen que la astrología es huella perceptible en la vida diaria.
científica, 32% creen que hay “nú- El impacto de la ciencia en cuan- Referencias
meros de la suerte” y 70% aceptan to educación o comunicación de va-
la teoría magnética (talismanes cu- lores es prácticamente nulo. El mexi- 1. Jacobo, F. 1982. El juego de lo
rativos, imposición de manos por cano común, que en muchos casos posible. Grijalbo. Barcelona.
“psíquicos”, etc). De los graduados ha terminado secundaria, vive con- 2. Pérez Tamayo, R. 1987. Acerca
en College con 9 o más cursos de forme a conceptos tradicionales, cree de Minerva. Fondo de Cultura
ciencias solamente 53% entienden en el poder del “mal de ojo” y en las Económica (Col. La Ciencia des-
el método experimental definido como “limpias”; considera que los fenóme- de México). México.
comprobación de hipótesis. De los nos naturales ocurren de modo ca- 3. Rojas Garcidueñas, M. 2000. La
graduados en High School con 6 a 8 prichoso y no conforme a la existen- ciencia y la sociedad mexicana.
cursos de ciencias solamente el 38% cia de leyes naturales y; así conside- Ciencia UANL 4: 127-129.
lo entienden; en general en la pobla- ra su propia vida como sujeta a un 4. Rossi, P. 1967. Los filósofos y las
ción de Estados Unidos 70% no en- azar sobre el cual no tiene poder. máquinas 1400-1700. Labor.
tienden el método científico. La ciencia es razón y sigue sien- Barcelona.
Schermer6 concluye que: “Aparen- do verdad el juicio de Jacob1: “El si- 5. Russell, B. 1969. La perspectiva
temente los estudiantes son incapa- glo de las luces y el XIX tuvieron la científica. Ariel. Barcelona.
ces de aplicar criterios científicos a locura de pensar que la razón es su- 6. Schermer, M. 2002. Smart people
los argumentos pseudocientíficos”; y ficiente para resolver todos los pro- believe weird things. Scientific
para remediar esta triste situación blemas. En la actualidad sería mayor American Vol. 287; núm. 3
porpone que “...La clave es enseñar locura decidir, como quieren algunos, (september)p. 19.

30 CIENCIA UANL / VOL. VI, No. 1, ENERO-MARZO 2003


MATERIAL DE ESTUDIO – ÉTICA, SOCIEDAD Y PROFESIÓN

SÓCRATES: VIDA Y OBRA

MATERIAL DE ESTUDIO – ÉTICA, SOCIEDAD Y PROFESIÓN


FICHA DE IDENTIFICACIÓN
Nombre. Matrícula.
Carrera. Grupo. Horario.
Materia. Ética, sociedad y profesión
Semana. 2 Lectura. Vida y obra Fecha.
Evidencia. Medio Curso, parte 1
Instrucciones.
1. A cada equipo le corresponde estudiar a un grupo de filósofos, acuerda con tu
equipo qué filósofo estudiará cada integrante del equipo, revisa con tu equipo tu
asignación (verifica más instrucciones en Teams).
2. Realiza la lectura crítica de los textos asignados a esta semana:
a. Primera lectura: marca palabras desconocidas.
b. Al terminar escribe el significado de las palabras en el margen de la lectura
c. Segunda lectura: subraya las ideas principales
3. Con base en los textos, desarrolla un esquema de llaves que incluya los siguientes
elementos:

PRODUCTOS A ENTREGAR: En físico y en digitalización: todos los puntos


ASPECTOS A EVALUAR: Lectura crítica y esquema de llaves
RECURSOS DE APOYO: Revisar en Teams
Platón Diálogos I: Apología, Critón, Eutifrón, Ion, Lisis, Carménides, Hipias menor,
Hipias mayor, Laques, Protágoras. Introducción general por Emilio Lledó Iñigo.
Traducción J. Calonge Ruiz, E Lledo Iñigo, C. García Gual, pp. 149-186
Platón Diálogos I: Apologíade Sócrates. APOLOGÍA DE SÓCRATES 149
Introducción general por Emilio Lledó
sería adecuado, a e ta edad mía, presentarme ante vos•
Iñigo. Traducción J. Calonge Ruiz, E Lledo otros como un jovenzuelo que modela sus discursos.
Además y muy seriamente, atenienses, os aplico y pido
Iñigo, C. García Gual, pp. 149-186 que si m oís hacer mi defensa con las mismas expre­
siones que acostumbro a usar, bien en et ágora, encima
de las mesas de los cambistas, donde muchos de vos­
otros me habéis oído, bien en otras partes, que no os
APOLOG1A DE SOCRATES cause extrañeza, ni protestéis por ello. En efecto, la d
situación es ésta. Ahora, por primera vez, comparezco
ante un tribunal a mis setenta año . Simplemente, soy
SÓCRATES ajeno al modo de expresarse aquí. D I mismo modo que
si, en realidad, fuera extranjero me consentiríais, por
11a No sé, atenienses, la sensación que habéis experi- supuesto, que ha'blara con el acento y manera en los que
mentado por las palabras de mis acusadores. Cierta. me hubiera educado, también ahora os pido como algo 18a
justo, según me parece a mí, que me permitáis mima­
mente, bajo su efecto, incluso yo mismo he estado a
pu·nto de no reconocerme; tan persuasivamente habla­ nera de exprnsarme -quizá. podría ser peor, quizá
ban. Sin embargo, por así decirlo, no han dicho nada mejor- y consideréis y pongáis atención solamente a
verdadero. De las muchas mentiras que han urdido, si digo cosas justas o no. Éste es el deber del juez, el
una me causó especial extrafteza, aquella en la que de­ del orador, decir la verdad.
cían que teníais que precaveros de ser engañados por Ciertamente, atenienses, es justo que yo me defienda,
b mi porque, dicen ellos, soy hábil para hablar. En efec­ en rimer lugar, frente a las primeras acusaciones falsas
p
to, no sentir vergüenza de que inmediatamente les voy contra mí y a los primeros acusadores; después, frente
a contradecir con la realidad cuando de ningún modo a las últimas, y a los últimos 1• En efecto, desde antiguo b
me muestre hábil para hablar, eso me ha parecido en y durante ya muchos años, han surgido ante vosotros
ellos lo más falto de vergüenza, si no es que acaso éstos muchos acu adores míos, sin decir verdad alguna, a
llaman hábil para hablar al que dice la verdad. Pues, quienes temo yo más que a Ánito y lo suyos, aun siendo
si es eso lo que dicen, yo estaría de acuerdo en que soy también ésto temibles. Pero lo son más, atenienses,
orador, pero no al modo de ellos. En efecto, como digo, los que tomándoos a muchos de vosotros desde niños
éstos hao dicho poco o nada verdadero. En cambio, os persuadían me acusaban mentirosamente, diciendo
vosotro vais a oír de mi toda la verdad; ciertament , que hay un cierto Sócrates, sabio, que ocupa de las
por Zeus, atenienses, no oir is bellas frases, como las cosas celestes, que investiga todo lo que hay bajo la
de éstos, adornadas cuidadosamente con expresiones y
e vocablos, sino que vais a oír frases dichas al azar con ·1 Sócrates pretexta una razón cronólogica para hablar, pri­
meramente, sobre los que han creado en la ciudad una imagen
las palabras que me vengan a la boca; porque estoy en la que se apoyan sus acusadores reales. Esta distinción entre
seguro de que es justo lo que digo, y ninguno de vos­ primeros acusadores, que legalmente no existen, y últimos acu­
otros espere otra cosa. P.ues, por supuesto, tampoco sadores articula la primera parte de Ju Apo/ogia.
ISO DI ÁLOGOS APOLOGíA DE sOCRATES 151

tie r ra y que hace más fuerte el a rgumento más dé bil. Recoj amos, pu es. desde el comienzo cuá l es la acusa-
e astes, atenien ses, los q ue ha n exte nd ido es ta fa ma , son ción 2 a part ir de la que ha nacido esa opi nión sobre
los tem ib les acusadores m íos. pu es los oyentes consí- mí, por la que Meleto. dándol e c réd ito ta mbién, ha b
deran que los q ue investigan eso no creen en los d ioses. presentado es ta ac usación púb lica . Veamos, ¿con qué
En efec to. es tos ac usa dores so n m uc hos y me ha n acu- palab ras me calu m niaban los t er giversadores ? Como si,
sado du rante ya muchos a ños , y además hablaban a nte en efecto. se t rata ra de acusadores legal es, hay que da r
voso tros en la edad en la que más podí ai s darles cré- lec tura a su acus ación jurada l. «Sócrates comete delito
dit o, po rque algunos de vosotros e ra is ni ños o jóve nes y se m ete en lo que no debe al investigar las cosas sub-
y po rq ue acusaba n in absentia, si n defensor presente. lerráneas y celestes. al hacer más fuert e el argumento
Lo más a bs ur do de tod o es qu e ni siqu iera es pos ible más déb il y al enseñar estas mismas cosas a otro s». Es e
d conoce r y decir sus no mb res . si no es precisamen te el asi , poco m ás o menos. En efecto, t a mbi én en la comed ia
de cierto co med iógra fo . Los que , s ir vi éndose de la e n- de Ari st ófa nes ver íais vosotro s a cie r to Sócrates que era
vidia y la t er giver sación , trat ab an de pe rsuadiros y los lle vado de un lado a otro afirma nd o que volaba y di cien-
qu e, con venci dos ello s mi smos, in tenta ban conv ence r a do otras m uchas necedades so bre las que yo no ent iendo
ot ro s son los que me producen la mayor dificultad. En ni mucho n i po co. Y no habl o con la intención de menos-
efe cto , ni siqu iera es po sibl e hacer subir aqu í y poner preci ar es te tipo de conocimientos, s i algu ien es sabio
en evidenc ia a n inguno de ellos, sino que es nec esa rio acerca de tules cosas, no sea que Mclcto me en tab le
q ue yo me defienda s in med ios, como si combatiera pro ceso con es ta acu sación, sino que yo no tengo nada
sombras, y que argumente 1 in que nadie me respon da . qu e ve r con t ales cosas. atenien ses. Presento como te s- d
En efec to, adm itid tambtén vosot ros. como yo digo, que tigos a la ma yo r pa r l e de vosotros y os pido que cuan-
ha hab ido dos cla ses ' de ac usadores m íos : u no s, los tos me ha béis oído dialogar alguna vez os informéis
qu e me ha n ac usado rec ienteme nte . otro s. a los q ue unos a o tros y os lo deis a conocer; mu chos de vosotros
a ho ra me refiero. q ue me han acusado desde hace est á is en esta s it uación. En efec to. informaos unos con
e m ucho. y creed que es p reciso q ue yo me defienda fren te otros de si a lgu no de vosotros me. oye jamás d ialogar
a éstos en primer lu gar. Pues tambié n voso tros les poco o m ucho acerca de estos te mas. De aquí conoce-
hab éis oído ac usarme anteriormente y m ucho más que
a estos ú lt im o s.
Dicho esto . hay que hacer ya la defensa. ateniense s. 2 La lla ma acusación , comparándol a con la acusecrcn legal.
Tampoco el con tenido de es ta última puede ser referido a la
e inte ntar arrancar de voso tros. en tan poco tiempo . verda dera personalidad de Sócrates, según él mismo ha ind icado
19a esa ma la opinión que vosot ro s ha béi s adqu iri do durante en sus p rimeras p alabras ante los j ueces .
un tiempo ta n la rgo. Quisie ra que esto resultara así . } Sócrates re su me los conceptos ve n idos sob re él durant e
s i es mejor pa ra vosotros y pa ra mí, y consegu ir algo muchos a ños y les da la fonna de u na acusac ión. Se trata de
con mi defe ns a , pero pienso que es d ifícil y de ningú n bu rd a s Idea s, que cala n b ien en tre los igno ran tes , en la s q ue se
modo me pasa in advertid a esta di ficultad. Sin embargo, mezclan conce p tos a tr ibu ib les a los filó sofos de la na t uraleza
con los p rop ios de los sofis tas, en todo caso poco pi ado sos . Con
que va ya esto po r donde a l di os le sea grat o, debo obe- estas ideas aparece Sócrates r ep resent ado en las Nub es de Ari s-
decer a la ley y hacer mi def en sa. t ófanes.
152 DIÁL OGOS APOLOGíA DE SÓCRATES 153

réis que también son de l mismo mod o las demás cosas me he enterado de que se hall a en nuest r a ciudad . Me
qu e acerca de mí la mayoría dice. en cont ré casualment e al hombre que ha pagado a los
Pe ro no hay nada de esto, y si habéis oí do a algui en sofist as más dinero que t odos los otros juntos, Calias 6,
dec ir que yo intento educar a los hombres y que cobro el hijo de Hípó níco. A ést e le pregunté - pu es ti ene
e dinero 4, t am p oco esto es verdad. Pues también a mí dos hijos-: ..Calías, le dije, si t us dos hijos fue ran
me pa rece que es hermoso que alguien sea capaz de pot ros o becerros, tendríamos que tomar un cuidador
educar a los hom bres como Gorgias de Leontinos, Pro- de ellos y pagarle; éste debería hacerlos ap tos y buenos b
dico de Ceos e Hipias de a líde s. Cada uno de éstos, ate- en la condición natural que les es propia, y sería un
nien ses, yendo de una ciudad a otra, persuaden a los con ocedor de los ca ballo s o un ag ricultor. Pero , puesto
jóvenes - a quiene s les es posib le r ecibir lecciones gra- que so n homb res, ¿qué cu idador t ienes la intención de
tuitamente del que quieran de sus eonciudadanos- a t om a r ? ¿Quién es conocedor de esta clase de; perfección,
20a que abandonen las lecciones de és tos y reciban las suyas de la huma na y política? Pu es p ienso que tú lo ti enes
pagándoles d inero y debiéndoles agradecimiento. Por averiguado por tener dos hijos ». «¿Hay alguno o no?»,
otra parte, está aquí otro sa bio, na tural de Paros, que dij e yo. «Claro que s í», dijo él. «¿Quién, de dó nde es,
por cuánto enseña?", di je yo . "Oh Sócrat es - dijo él-,-
4 Esta afirmación es ta mb ién importante para distinguir a Eveno 7, de Paros, por cinco minas». Y yo consideré
Sóc rates de los sofistas. No profesa la ens eñanz a ni cobra por
dejarse oír, lo que sí hacen aq uéllos . feliz a Eveno, si verdaderamente posee ese arte yen-
5 E n la Apo logía procura Platón ser muy escrupuloso en seña tan convenientemente. En cuanto a mí , p resumí- e
cuanto a las re ferencias de personas qu e, con certeza , aún vivían ría y me jactaría, si supiera est as cosas, pero no las
en la fecha del proceso. Al cit ar a quí a tres famosos sofistas, sé , atenienses.
omite el no mb re del creador y gran impulsor de la sofíst ica: Quizá alguno de vosotros ob jetaría: «Pero, Sócrates,
Protágoras de Abdera, que había muer to en 415. -Gorgias de
Leon ti nos era e l represen tant e del Occiden te gr iego en la soñs- ¿cuál es tu situación, de dónde ha n nacido esas te rgi-
tíca . Es , sin, du da, el sofista más calificado después de Protágoras. versaciones ? Pues, sin duda, no ocupándote tú en cosa
Alcanzó una gran longevidad, pues deb ía de ser unos quince más notable que los de más, no hubiera surgido seguid a-
años mayor qu e Sócra tes y murió algunos año s des pués que él. mente tal fama 8 y renombre, a no ser que hicieras algo
Es un pe rsonaje muy interesante en otros muchos aspectos de l
pensamiento, pe ro sobre todo lo es por la manifiesta influencia distinto de lo que hace la mayor ía. Dínos. pues, qué es
de su estilo desde finales del siglo v. Esta influencia fu e decis iva ello, a fin de que nosotros no juzquemos a la Iígera .e
en la retórica y en la prosa artística. Su más ca racter izado dis- Pien so que el que hable así dice palabras j ustas y yo d
cípulo fue Isécrates. - Pródico era jon io, de Yúlide de Cecs . vaya in tent ar dar a conocer qué es , realmente, lo que
Distinguido discípulo de Protágoras. Era hombre de poca salud
y escasa voz. según lo presenta Platón en el Protágoras. Prac- me ha hecho este renombre y esta fama . Oíd, pu es . Tal
ticó sobre todo las distinciones léxicas, especialmen te la sino-
nimia. Poco más jove n que Sócrates , vivía aún, como los tres 6 Rico at en ien se, veinte años más joven que Sócrates, cuya
citados, a la mu erte de éste. - Hipias de セ ャゥ、 」 es el más joven liberalidad para con los sofistas muestra Platón en el Prot ágoras.
de los tres cit a dos. Aunq ue no es comparable en méritos con 7 Eveno de Paros era poe t a y sofista. Citado también po r
Protágoras y Gc rgías, es u na personalidad muy in teresante. Pla tón en el Fedón y en el Fedro.
Pla tón ha escrito dos diá logos en que Hfpias es interlocutor de 8 Fam a , en el sentido de u na opi nió n genera lizada Que no
Sócrates. Es di scutida la au tenticid ad del Hípías Mayor. res ponde a la rea lidad.
154 DI ÁLOGOS APO LOGíA OE sᅮc rセtes 155

vez va a parecer a alguno de voso tros que bromeo. Sin t ras oír yo estas p alabras reflexionaba así: «¿Q ué dice
embargo, sabed bien que os voy a decir toda la verdad. realment e el di os y qué indica en enigma? Yo tengo
En efecto, atenienses, yo no he ad quirido este re nombre conciencia de que no soy sabio, ni poco ni mucho. ¿Qué
por otra razón que por cierta sabiduría. ¿Qué sabiduría es lo que realmente dice al afirmar que yo soy m uy
es esa ? La que, ta l vez, es sabiduría propia de l ho mb re; sab io? Sin duda, no miente; no le es Iícito.» Y durante
pues en realidad es p robable que yo sea sabio respecto mucho t iempo es tuve yo confuso sobre lo q ue en verdad
a ésta. nstos, de los que hablaba ha ce un momento, quería decir . Más tarde, a rega ñadientes me incliné a
e quizá sean sabios r esp ect o a una sabiduría mayor que una investigación del oráculo de l modo siguiente. Me
la p ropia de un hombre o no sé cómo calificarla. Hablo dirigí a uno de los que parecían ser sabios, en la idea
así, porque yo no conozco esa sabid uría, y el que lo de que, si en alguna parte era posible, allí refutaría el e
afirme miente y ha bla en favor de mi falsa reputación. vat icinio y demost rar ía al oráculo: «nste es más sabio
Atenienses, no protestéis ni aunque parezca que digo que yo y tú decías que lo era yo.» Ahora b ien , al exami-
algo presuntuoso; las palabras que voy a decir no son nar a éste - p ues no necesito citarlo con su nombre,
mías. sino que voy a remitir al que las dijo, digno de era un p olítico aquel con el que estuve in dagan do y dia- '
crédito para vo sot ro s. De mi sabiduría, si hay alguna legando-e- experimenté lo siguiente, atenienses: me
y cuál es , os vay a presentar como t es tigo al di os que pareció que otras muchas personas creían que ese
está en Delfos. En ef ecto, conocíais sin duda a Quere- hombre era sa b io y, especialmente, lo creía él m ismo,
2la fonte 9. Éste era amigo mío desde la juventud y adepto pero que no lo era. A continuación int en taba yo demos-
al partido democrático, fue al destierro y regresó con trarle que él creía ser sabio, pero que no lo era. A
vosotros. Y ya sabéis cómo era Querefonte, qué vehe- consecuenci a de ello, me gané la enemistad de él y de d
mente para lo que emprendía. Pues b ien, una vez fue a muchos de los presentes . Al retirarme de allí razonaba
Delfos 10 y tu vo la audacia de preguntar al oráculo esto a solas que yo era más sabio que aquel hombre. Es
-pero como he dicho, no protesté is, atenienses-, pre- probable que ni uno ni otro sepamos nada que tenga
guntó si ha b ía alguien más sabio que yo. La Pitia le valor, pero este hombre cree saber algo y no lo sabe,
respondió que na die era más sabio. Acerca de es to os en cambio yo , así como, en efecto, no sé, tampoco creo
dará testimonio aquí este hermano suyo, puesto que saber . Parece, pues, que al menos soy más sabio que
él ha muerto. él en esta m isma pequeñez, en que lo que no sé tampoco
b Pen sad por qué digo estas cosas; vaya mostraros creo saberlo. A continuación me encaminé hacia otro
de dónde ha salido esta falsa opinión sobre mí. Así pues, de los que pa recí an ser más sabios que aquél y saqué
la misma im p resión , y también allí me gané la enemís- e
9 Querefonte, cu ya relación con Sócrates queda descrita , tad de él y de muchos de los presentes.
admiraba a éste profundamente. Aristófanes , en las Nubes, hace Después de esto, iba ya uno tras ot ro, sintiéndome
figurar el nombre de amb os al frente del Pensatorio. disgustado y t emi endo que me ganaba enemistades,
10 El famoso sa ntuario de Apolo, de prestigio pa nhc1énico pero, sin embargo, me parecía necesario dar la mayor
y, también, entre los no griegos. La pitonisa. Pythía, que tenía
un papel secundario en la jerarquía délfica, pronunciaba en importancia al dios. Debía yo, en efecto, encaminarme,
t rance frases inconexas que eran interpretadas por los sacerdotes. indagan do qué quería decir el oráculo, hacia todos los
I

156 DIÁLOGOS APOLOGfA DE SÓCRATES 157

22a q ue parecieran sabe r algo. Y, por el perro, atenienses e n cambio estaba seguro de que encontrarla a és tos con d
- pues es preci so decir la verdad a nte vosotros-e, que muchos y bellos conocim ient os. Y en es to no me equi-
tuve la siguiente impresión. Me p areció que los de mayor voq ué . pues sab ían cosas que yo no sab ía y, en ello,
reputación estaban casi carentes de lo más im por ta nte e ra n más sab ios que yo . Pero. a ten ienses, me pareció
pa ra el que investiga según el d ios ; e n cambio. otros a mí que ta m bién los buenos artesanos incurrían e n el
que parecían inferiores estaba n mejor dotados para el mi smo e rro r que los poetas: por el hecho de que realiza-
buen juicio. Sin duda. es necesario que os ha ga ver m i ban adecuadamente su a r te, cada uno de ellos esti maba
camino e rrante, como condenado a ciertos t ra bajos JI , que era muy sabio también respecto a las demás cosas,
a fin de qu e el orácu lo fu era ir refutable para mí. E n incl us o las más im por t ant es, y ese e r ro r velaba su sa bi-
efecto , t ras los políticos m e encaminé hacia los poetas, duría. De modo que me pregu ntab a yo mismo, en nom- e
b los de tragedias, los de dit iramb os y los demás, en la bre del oráculo. s i preferiría es tar así , como es toy , no
idea de que allí me encontraría ma nifiesta men te más s iendo sabio en la sa biduría de aque llos n i ignorante e n
ignorant e qu e aquéllos. Asi pue s, tomando los poemas su ignorancia o tener es tas dos cosas q ue ellos ti ene n.
suyos que me parecían mejor realizados. les iba pre- Así pues, me contes té a mí mi smo y al oráculo que era
gu nta ndo qué qu erían decir, para , al mismo tiempo, ventajoso para mí esta r como es toy,
aprender yo t ambién al go de ello s. Pu es bi en , me resisto A causa de esta investigación, atenienses. m e he
por vergüenza a deciros la verdad, atenienses. Sin e m- c reado muchas enemistades, muy duras y pesadas, de 23a
bargo, hay que decirla. Por as í decir. ca si todo s los ta l modo que de ellas h an surgido muchas tergiversa-
presentes podía n hablar mejor que ellos sobre los poe- ciones y el renombre éste de q ue soy sa bio. En efecto.
mas que ello s habían compuesto. Así pues, ta m bién en cada ocasi ón los presentes c ree n que yo soy sabio
respecto a lo s poetas me di cuenta, en poco t iem po , de respecto a aquello qu e refu t o u a otro. Es probable,
e que no hacían por sabiduría lo que hacían , sino por a tenienses, que el di os se a en realidad sab io y que, en
cie r tas do tes naturales y en estado de inspiraci ón como es te oráculo, di ga que la sabidurí a humana es digna de
los adivin os y los que r eci t an los orácu los. E n efecto, poco o de nada . Y parece que és te hab la de Sócrates u
también éstos dicen m uc has cosa s hermosas. pero no - se sirve de m i nombre poniéndome como ejemplo,
saben nada de lo que dicen. Una inspiración se mej an te como s i dijera: e Es el más sab io, el que. de entre vos- b
m e pa reció a mí que experim e ntaban también los po e- o tros, homb res, conoce, co mo Sócrates. q ue en ve rd ad
tas. y al m ismo tiempo me di cuenta de que ellos. a es di gn o de nada respecto a la sab idurí a.• Así pues.
causa de la poesía, creían ta m bié n se r sabios respecto incl us o ahora. voy de un lado a otro investigando y
a las demás cosas sob re las qu e no lo eran. Así p ues, aver iguando en el se nt ido del dios, si creo que alguno
me alejé tambi én de allí creyendo que les superab a e n de los ciudadanos o de los forasteros es sabio. Y cuando
lo m ismo que a los políticos. me parece que no lo es, prestando mi auxilio al dios , le
En último lugar, me encaminé hacia lo s artesanos. demuestro qu e no es sabio. Por esta ocupación no he
Era consciente de que yo , por así deci rlo, no sabía nada,
u Sócrates desea aclarar la d iferencia entre conocer la verdad
11 Pone su esfuerzo en comparación con los «Doce t rabajos y conocer 10 que no es verdad.
de Heracles•. u SI: con serva en la trad ucción el anaco lu to del texto griego.
158 DIÁ LOGOS APOLOGí A DE SÓCRATES 159

te nido tiemp o de reali zar ningún asunto de la ciudad lo cual es t ambién un a p rueba de qu e d igo la verdad,
digno de ci tar ni tampoco mío particular. sin o que me y que es ésta la mala fama mía y que éstas son sus
e encuentro e n gran po breza a ca us a del servici o del causas. Si invest igáis esto ahora o en otra ocasión, co n- b
dios. firmaréis que es así.
Se añade. a esto, qu e los jóvenes que me acompañan
esp ontáneamente - los que dísponen de más tiem po, Acerca de las acusaciones que me hicie ron los pri-
los hi jos de los más ricos- se di vier ten oyén dom e meros acusadores H sea ésta suficiente dcfcnsa ante
examinar a Jos homb res y. con f recue ncia. me imitan e vosot ros. Contra Melero, el honrado y el a mante de la
intentan examinar a otros, y. naturalmente, encuentran, ciu dad. se gú n él d ice. y contra los acusadores recien tes
creo yo , gran canti dad de hombres qu e creen saber algo vaya inten ta r defenderme a continuaci ón. To memos,
pero que saben poco o nada. En consecuencia, los exa- pu es, a su vez, la acusación jurada de éstos, dado que
minados por ellos se irritan conmigo, y no consigo mis- son otros acusadores. Es así: «Só crates delinque co-
d mos, y dicen que un tal Sócrates es malvado y corrompe rrompiendo a los jóvenes y no cre yendo en los dioses
a los jóvenes. Cuando alguien les pregunta qué hace y en los qu e la ciudad cree, sino en otras divinidades
qué enseña , no pueden decir nada, lo ignoran; pero, n uevas.• Tal es la acusa ción . Examinémosla punto por e
pa ra no dar la impresión de que están confusos, dicen pun to.
lo que es usual con tra todos los que filosofan. es decir: Dice , en efecto, que yo delinco corrom piendo a los
Olla s cosas d el ciel o y lo que está bajo la tierra.., eno jóven es. Yo, por mi parte, afirmo que M elero delinque
creer en los d ioses . y «hacer más fuerte el argumento ーッイアセ ・ bromea en asunto serio, someti endo a juicio
más débil... Pues c reo que no desearían deci r la ve rdad, con ligereza a la s pe rsona s y simulando esforzarse e
a sa be r. que resulta evide nte que es tán simu lando saber inquiet a rse por cosas que j amás le han preocupado.
s in saber na da . Y como son , pienso yo , susceptibles y Vay a intentar mo st raros que esto es así.
e vehe mentes y numerosos, y como, además. hablan de . - Ven aq uí 15, Me teto. y d ime: ¿No es cierto que con-
mí a pasio nada y pe rsuasivamente, os han llenado los s ideras de la mayor importancia q ue los jóvenes sean
oídos calumniándome violentamente desde hace m ucho lo mejor posible ? d
ti empo. Como consecuenci a d e esto me han acusado -Yo sí.
Meleto, Ani to y Licón; Mele to, irritad o en nombre de -c-Eu, di enton ces a és tos quién los hace mejores.
los poetas; An ito, en el de los de m iurgos y de Jos polí- Pues es e vidente que 10 sabes , puesto que te preocupa.
24a t ícos. y Líc ón. en el de los oradores. De manera que.
como decí a yo al principio, me causaría extrañeza que H Termi na aqul Sócrates la parte ded icada a explica r las
ca uses de la faba opinión q ue la gente tie ne de ti!. A t odos Jos
yo fue ra capaz de arrancar de vosotros, en tan escaso qu e la ha n creado, bien dan do origen a ella. bien difundiéndola
ti empo, esta falsa imagen que ha tomado tant o cuer po. in tencionada o lnin t enclonadamen te , los llama - prtmeros acusa-
Ahí tené is, atenienses, la verdad y os es toy hablando dores », para distingui r los de los q ue rea lmente presentaron la
sin ocultar nada, ni grande ni pequeño, y sin torna r acusación, cuyo texto se cita a continuación.
. 15 El acus ado podia in terrogar al ac usador y p resent a r tes-
precauciones en lo que di go. Sin em b argo, sé casi con エ ャ セ o s N Du rant e la Intervención de éstos no con taba el tiempo
ce r teza qu e con estas palabras me consigo enemistades, asignado a l acusado para su def en sa .
160 DIÁLOG OS APOLOGíA DE SÓCRATES 161

En efecto, has descu bier to al que los corrompe, a mí, - Muy firmemente digo eso.
según dices, y m e traes ante estos jueces y me acusas. - Me a tribuyes , sin duda, un gran desacierto. Con -
-Vamos , di y revela quién es el que los hace mejores. téstame. ¿Te parece a ti que es tamb ién así respecto a
¿Estás vien do , Meleto, que callas y no puedes decirlo? los caballos? ¿Son todos los hombres los que los hacen
Sin embargo, ¿UD te parece que esto es vergonzoso y me jores y uno sólo el que los resabia? ¿O, todo lo con- b
testimonio suficiente de lo que yo digo, de que este trario, alguien sólo o muy pocos, los cuidadores de
asunto n o h a sido en nada objeto de tu preocupación ? caballos, son capaces de h acerlos mejores, y la mayoría,
Pe ro dilo, amigo, ¿quién los ha ce mejores? si t ra tan con los caballos y los utilizan, los echan a
- Las leyes. perder ? ¿No es así. Meleto, con respecto a los caballos
e -Pero no te pregunto eso, excelente Mcleto, sino y a todos los otros animales? Sin ninguna du da, digáis
qué hombre. el cual ante todo debe conocer esto mismo, que si o digáis que no tú y Anito. Seria, en efecto, una
la s leyes. gr an suerte para los jóvenes si uno solo los corromp e
- E stos, Sócra tes, los jueces Ió. y los demás les ayudan. Pues bien, Meleto, has mostrado e
- ¿Qué dices. Melero , és tos son capaces de educar a suficien temente que jamás te has interesado por los
los jóvenes y d e hacerlos mejores ? jóvenes y has descubi erto de modo claro tu despreocu-
-Sí, esp ecialment e. pación , esto es, que no te has cu idado de nada de es to
- ¿Todos, o unos sí y otros no ? po r lo que tú me traes aquí.
- Todo s. Dino s aún, Me1eto, por Zeus, si es m ejor vivir entre
- Hab las bien, por Hera, y p resentas u na gran abun- ciudadanos honrados o malvados . Contesta , amigo. No
dancia de b ienhechores. ¿Qué, pues? ¿Los que nos es- te pregunto nada difícil. ¿No es cierto que los malvados
25a euch an los hacen también mejores, o no? ha cen daño a los que están siempre a su lado, y que
-También éstos. los buenos hacen bien?
- ¿Y los miembros de l Consejo? -Sin duda.
-c-Ta m bi én los miembros del Consejo. - ¿Hay alguien que prefiera recibir daño de los que d
- Pero, entonces, Mele to , ¿acaso los que asisten a están con él a recibir ayuda? Contesta, amigo. Pues la
la Asam bl ea, los as amb leístas corrompen a los jóvenes? ley ordena responder. ¿Hay alguien que quiera recibir
l O también aquéllos, en su totalidad , los hacen me- daño ?
jores? - No, sin duda.
-Tamb ién aquéllos. - Ea , pues. ¿Me tr aes aquí en la idea de que corrom-
-Luego, según parece, todos los atenien ses los hacen po a los jóvenes y los hago peores voluntaria o involun-
buenos y honrado s excep to yo, y sólo yo los corrompo. tariamente?
¿Es eso lo q ue dices? - Volu ntari amen te , sin duda.
- ¿Qué suc ede entonces, Meleto ? ¿Eres tú h asta ta l
16 Los juece s lo era n por sorteo entre los ciudadanos. Lo
mismo sucedía con los miembros del Consejo. Los asis tentes a punto más sabio que yo, siendo yo de esta edad y tú
la Asamblea eran todos los ciudadanos en plen itud de sus de- tan joven, que tú conoces que los ma los hacen siempre
rechos . algún mal a los má s próximos a ellos, y los buenos
37. - 11
162 DI ÁI.OGOS APOLOGí A DE SÓCRATES 163

e bien; en camb io yo , por lo visto, he llegado a tal grado - Oh sorprendente Meleto. ¿para qué dices esas d
de ignorancia, que desconozco, incluso, que si llego a cosas ? ¿Luego tampo co creo, como los demás ho mbres,
hacer malvado a alguien de los que están a mi lado que el sol y la luna son dioses?
COITO p eligro de recibir daño de él y este mal tan grande - No, por Zcus, jueces, puesto que afirma que el sol
lo h ago voluntariamente, según tú dices? Esto no te es una piedra y la lu na, t ier r a.
lo cre o yo, Melero, y pienso que ningún otro hombre. - ¿Crees que es tás acusando a Anaxágoras 17, queri-
En efecto, o no los corrompo, o si los corrompo, lo hago do Melcto? ¿Y desprecias a és tos y consid eras que son
involuntariamente, de manera que tú en uno u otro desconocedores de las letr as h asta el punto de no saber
26a caso m ient es . Y si los corrompo involuntariamente, por q ue los libros de Anaxágoras de Clazómenas es tán llenos
es ta clase de faltas la ley no ordena hacer comparecer de estos te mas? Y, además, ¿ap renden de m í los j óve-
a uno aquí, sino tomarle privadamente y enseñarle y nes lo que de vez en cuando pueden adquirir en la or-
reprenderle. Pues es evidente qu e, si aprendo, cesaré ques tra HI, p or un dracma como m uc ho , y reírse de e
de hacer lo que hago involunt ar iamen te. Tú has evitado Sócra te s si pretende que son suyas estas ideas, especial-
y no has querido trata r conmigo ni enseñarme; en cam- mente al ser tan extrañas? Pe ro, oh Me leto, ¿t e p arece
bio, me traes aquí, do nde es ley t raer a los que necesitan a ti que soy así, que no creo que exista ningún dios?
castigo y no enseñanza. -c-Cier ta ment e qu e no, por Zeus, de ningún modo.
Pues bien, atenienses, ya es evidente lo que yo decía, - No eres digno de crédito, Meleto, incluso, según
b que Meíeto n o se ha preocupado jamás por estas cosas, creo, para ti mismo. Me parece que este hombre, ate-
ni poco ni mucho. Veamos, sin embargo; dinos cómo nienses, es descarado e int em p era nte y que, sin más,
dices que yo corrompo a los jóvenes. ¿No es e vidente ha p resentado esta acusaci ón con cierta insolenci a, in-
que, según la acusación que presentaste, enseñándoles t emperancia y temeridad juvenil . Par ece qu e trama una
a creer no en los dioses en los qu e cree la ciudad, sino es pecie de enigma para t antear. «¿Se dará cuenta ese 27a
en otros espíritus nuevos? ¿ No dices que los corrompo sab io de Sócrates de que estoy bromeando y contra-
enseñándoles esto? diciéndome, o le engañaré a él y a los demás oyent es ?»
- En efecto , eso digo muy firmemente. Y digo es to porque es claro que és te se con tradice en
la ac usación; es como si dijera: «Sócrates delinque
-Por esos mismos dioses, Meleto, de los que trata-
n o creyendo en los dioses, pe ro creyendo en los dio-
mos, h ébla nc s aún más claramente a m í y a estos hom-
ses ». Es to es propio de una per son a que juega.
e bres. En efecto , yo n o puedo llegar a saber si dices que
yo enseño a c reer que existen algunos dioses -y en- 17 La fama de Anaxágoras debía de ser grande, puesto que ,
tonces yo mismo creo que h ay dioses y no soy entera- por estas fechas, hacía ya 29 años que habla muerto en Lámpsa-
mente ateo ni delinco en eso--, pero no los que la co . Había vívido muc hos años en Atenas en el circulo de Perícl cs.
Aunqu e Sócrates, en sus comienzos, se había interesado por el
ciudad cree, sino otros, y es esto 10 que me inculpas, pensamiento de Anaxágoras, cuyas ideas le eran perfe ctamente
que otros, o bien afirm as que yo m ismo no creo :en conocidas, aprov echa esta ocasió n pa ra precisar que su pensa -
absoluto en los dioses y enseño esto a los demás. mien to no tiene relación con el de los filósofos de la naturaleza.
18 Probablemente un lugar en el ágora en el que se ejercía
-Digo eso, que no crees en los dioses en absoluto.
el comercio de libros. No se trata de la orquestra del teatro.
164 DIÁLOGOS APOLOGíA DE s6cRATES 165

Examinad, pues, aten ienses por qué me parece que hay hijos de d ioses y que no hay dioses? Sería, en efec-
dice eso. Tú. Meleto. cont éstamc. Vosotros, como os to. ta n absurdo co mo s i algu ien creyera que hay hijos e
b rogué al empezar, tened presente no protestar si cons- de caballos y burros. Jos mul os. pero no creyera que
t ruyo las frases en m i modo h abitual. hay caballos y burros. No es posible, Mel eto, que hayas
-¿ Hay algu ien , Melet o . que crea que exis ten cos as presentado est a acu sación sin el pro pósito de ponernos
hu manas, y q ue no crea que ex isten hombres? Que con- a prueb a, o bie n por carecer de una imputación real
tes te, jueces. y que no proteste un a y otra vez. ¿Hay de la que ac usarme. No hay ninguna po sibilidad de que
alguien que n o crea que existe n caballos y que crea que tú pe rsuadas a alguien. aunque sea de poca inteligen ci a.
exis te n cosas p ro pias de caballos? ¿O que no existen de que u na mi sma persona crea que hay cosas re la ti vas
flauti st as. y sí co sa s re la ti vas a l toque de la flauta ? No a las d ivin idades y a los dioses y. por otra parte. que 28a
exist e esa p ersona, q ueri do Meleto ; si tú no quieres esa persona no crea en di vinidades, dioses ni héroes.
re sponder . te lo digo yo a ti y a estos ot ros. Pero, res- Pues b ien. a tenienses, me parece que no requiere
pon de, al me nos, a lo que sigue. mucha de fensa de mostrar que yo no soy culpab le r es-
- ¿Hay quien crea que hay cosas propias de divini- pecto a la acusación de Meleto, y que ya es suficien te
e dades, y qu e no crea que hay divinida de s? 10 que ha di ch o 19 .
- No hay nadie.
- ¡Qué serv icio me hace s al cont est ar , aunque sea Lo que yo decí a antes, a sabe r, que se h a producido
a regañadien tes, obligad o po r és tos! Así pues, afirmas gran ene mis t ad hacia mí por parte de mu cho s, sa be d
que yo creo y en se ño cosa s re lativas a di vinidad es, sean bi en que es verda d. Y es est o lo que m e va a condenar .
nue vas o an tig uas; por tanto , según tu afirmación , y s i. me conde na. no Melcto ni Anito s ino la calumn ia y
además lo jura ste eso en tu escri to de acusación , creo la envid ia de muchos. Es lo qu e ya ha condenado a
en lo relativo a divinida des. Si creo en cosas rel ativas o tros muchos homb res buenos y Jos segu irá condenan-
a div inidades, es sin du da de gran necesidad que yo do . No hay que es pe rar que se detenga en mí. b
crea que hay divinidades . ¿ No es as i? Si 10 es. Supongo Quizá alguien diga: «¿ No te da vergüenza. Sócrates,
que es tás d e acuerdo, pu est o que no conte stas. ¿ No haberte ded icado a una ocupación t al por la que ahora
d creemos qu e las di vinidad es so n dioses o hijos de dio- corres p eligro de mo r-ir-Pe A és te yo. a mi vez. le diría
ses? ¿Lo afirmas o lo niegas? unas pa labras justas : «No ti ene s razó n , ami go, si crees
- Lo afirmo . que un hombre que sea de algún provech o h a de tener
-luego s i creo en las d ivinidades, según tú afirmas. en cue n ta el riesgo de vivir o mo ri r. sino el examinar
y s i las div in idades son en algú n mod o dioses, es to sería so lame n te. al obrar, si hace cosas just as o injustas y
lo que yo di go que presentas co mo enigma y en lo q ue ac tos propios de un hombre bueno o de un hombre
bromeas. al afirmar que yo no creo en los dioses y q ue .
19 Con estas pala bras, da por t er minada Sócra tes su defensa
por otra parte, creo en los dioses, pu esto qu e creo en fre n te a la acusación re al p resentada con tra él. El r esto del
las div inidades. Si , a su vez, las div inidades son hijos t iempo conc ed ido p ara la defens a lo va a dedicar a j us tificar su
de los dios es, bastardos nacidos de ninfas o de otras forma de vida y a demostrar que es b eneficiosa p ara la ciudad
mu jeres, segú n se suele decir, ¿qué hombre creerla que y digna de ser seg uida por tod os los hombr es .
166 DIÁLO GOS APOLOGíA DE SÓCRATBS 167

e malo. De poco valo r serian , según tu idea, cuan tos semi- según he creído y aceptado, que debo vivir filosofan-
di oses muri eron en Troya y, especialm ente. el hijo de do y examinándome a mí mismo y a los demás, a bando-
'I etl s w, el cual, ante la idea de aceptar algo deshonroso. nara m i puesto por t emor a la muerte o a cualqu ier ot ra
des preció el peli gro hast a el punto de q ue, cu ando, an- cosa. Sería ind igno y re alm en te algu ien podrí a con jus- 29a
sioso de matar a Héctor, su madre, que ero diosa, le ricia tra er me ante el t ri bunal diciendo que no creo que
dijo , según c reo, algo así como : s H ijo, s i vengas la muer- hay d ioses, por desobedecer al orác ulo, temer la muerte
te d e t u co mpañe ro Pet roclo y ma tas a Héctor, tú mi smo y cree rme sa bio s in ser lo. En efecto, aten ienses, temer
morirás . pues el destino es tá dispuesto para ti in me- la muerte no es ot ra cosa que creer se r sab io s in se rl o,
diat ament e después de Héctor»: él, tra s oírlo, desdeñó pues es creer que uno sabe lo que no sabe . Pu es nadie
d la mu ert e y e l peligro, temiendo mucho más vivir s iendo conoce la mue r te, ni siqu iera s i es. pre cisamente, el
cobarde si n venga r a los a migos. y dijo : cQu e muera mayor de todos los bienes para el hom bre, pero la t emen
yo en seguid a después de haber hecho justicia al cul- como s i su pieran con certeza que es el mayor de los
pab le. a fin d e que no quede yo aqu í ju nto a las cón- ma les . Sin em bargo, ¿cómo no va a se r la más reprocha- b
ca vas naves, siendo oh je to de risa. inútil peso de la ble ign orancia la de creer saber lo q ue no se sabe ? Yo,
tier ra.e ¿Crees que pensó en la m uerte y en el peligro ? aten ien ses, también quizá me diferencio en esto de la
Pues la verdad es lo que vay a deci r, aten ien ses. mayor parte de los hombres, y, por cons iguiente, si
En el puest o en el qu e uno se co loca porque considera dij era que soy más sab io que alguien en algo, seria en
que es el mejor , o en el que es co locado por u n superior, esto , en que no sab ien do suficienteme nte sobre las cosas
allí debe, según creo, pe r manec er y arriesgarse sin de l Ha des n, tamb ién reconozco no saberl o. Pero si sé
tener en cue n ta n i la muerte ni cosa a lguna. más qu e la que es mal o y vergonzoso comete r injust icia y desobe-
deshonra. En efec to, a tenienses, obraría yo indigna- decer al q ue es mejor, sea d ios u hombre . En compara-
ment e, s i, al asig narme un pues to los jefes que vos- ción con lo s males q ue sé que son males, ja más temeré
otros elegis teis pa ra man da rme en Potid ea 21, en Anfípo- ni ev itaré lo que no sé si es incluso u n b ien , De ma nera e
lis y en Delion, decid í perma necer como otro cualq uiera que si ahora vosotros me dejarais lib re no haciendo
a llí donde ellos me co locaron y corn, en to nces, el ri esgo cas o a An ito, el cual d ice qu e o bien era absolutamente
e de mori r, y en cambio ahora, al ordena r me el dios, necesa rio que yo no hubi era compare cido aquí o que,
puesto que he compa recido, no es posible no co ndenar-
3l Aqu iles , qu e conociendo q ue deb ía mo r ir inmed iatamente me a mu erte, explicándoos que, si fu era ab suelto , vues-
des pués de Héctor , ob ró como se in dica a co nt inuaci ón. Las tros hi jos, poniendo inmed ia t amente en prácti ca las
palab ra s de Tetís y de Aqu iles , citada s en la A pología res ponden cosas que Sóc rates en seña, se.corrompertan tod os total-
r esum ida y ap r oxi mada me nte a Ilí ad a XVII I %.104. Los héroes
hom éricos ten ían valor de eje mplar idad entre los gr iegos . men te, y s i, ade más , me dijerais : «Ahora , Sócrates, no
2t Potídea , Anflpolis y Del ion son batallas en las que luch ó vamos a h acer caso a Anito, sino que t e de jamo s libre,
Sócr a tes como h oplita y q ue tu vieron luga r, respectivamen te, a con dición, sin embargo, de que no gaste s ya más tlem-
en 429, 422 Y 424. Aunq ue par a su presencia en Poti dca y Delio
ha y otros test imo n io s, la r eferenci a a Anfí polis se e ncuentra sólo
aqu í. Sócr at es t cn fu u gala no haber abandon ad o Atenas má s 22 Aqul, a dif er encia de 4Oe, donde ti ene el sentido de mo ra da
que en servicio de la pa t r ia . de los muer to s, expr esa lo q ue sigu e a la muerte.
MATERIAL DE ESTUDIO – ÉTICA, SOCIEDAD Y PROFESIÓN

SEMANA 3
FICHA DE IDENTIFICACIÓN
Nombre. Matrícula.
Carrera. Grupo. Horario.
Materia. Ética, sociedad y profesión
Semana. 3 Lectura. Fecha.
Evidencia.
Instrucciones. Tipo de entrega: INDIVIDUAL
1. Realiza la lectura crítica de los textos asignados a esta semana:
a. La primera vez que leas los textos encierra las palabras de las cuales
desconoces el significado
b. Al terminar la lectura coloca el significado de las palabras subrayadas en el
margen del texto
c. Al realizar la segunda lectura subraya las ideas principales
2. Con base en los textos, desarrolla un organizador gráfico 8de tu elección) donde
incluyas todos los elementos de la teoría filosófica del autor estudiado. Tu trabajo
debe incluir: conceptos principales, teorías o autores previos en los que se basa para
desarrollar su propia teoría, los libros que escribió, entre otros aspectos.

PRODUCTOS A ENTREGAR: En físico y en digitalización: todos los puntos


ASPECTOS A EVALUAR: Lectura crítica y análisis de la información
RECURSOS DE APOYO: Revisar en Teams
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LOS SOFISTAS Y SÓCRATES

Entre el V y el IV se sitúa el Siglo de Oro de la filosofía griega. Es el período


ateniense, que producirá, además de a Sócrates, a las dos figuras quizá más grandes de la
filosofía de todos los tiempos: Platón y Aristóteles. Una característica fundamental señala
el límite de su comienzo: el espíritu reflexiona sobre sí mismo, y abandona, por el
momento, el estudio del mundo exterior. ¿Para qué conocer el mundo —se pregunta
Sócrates— si no me conozco a mí mismo? ¿Qué soy yo mismo y qué mi razón, ese
instrumento de que me valgo para conocer? Tal es el problema para este período, que se
ha llamado humanístico, de la filosofía griega.
En la iniciación de esta nueva época hay que destacar un fenómeno de carácter
social, que es lo que se conoce en la historia con el nombre de sofística. Sofista no
quiere decir en sí más que sabio o maestro de sabiduría, y así era empleada esta palabra
en aquella época. El sentido peyorativo y hasta injurioso que hoy tiene (hábil falsario en
el discurso) procede de lo que realmente llegaron a ser los sofistas.
Grecia no tuvo unidad política hasta los tiempos de Alejandro, que son los de su
decadencia. Se gobernaba por ciudades (polis) independientes, y en forma democrática,
con la espontánea democracia de los pequeños grupos sociales. En el ágora se
administraba justicia públicamente, y cada ciudadano defendía su propia causa. En estas
condiciones puede comprenderse la inmensa importancia que para todos tenía el saber
exponer brillantemente y convencer a los jueces. Pues bien, los sofistas fueron
precisamente maestros dedicados a la enseñanza de retórica y dialéctica, esto es, del arte
de exponer, defender y persuadir públicamente. Lo que hasta esa época había sido el
libre y desinteresado ejercicio de la más noble dedicación, convirtióse entonces en una
actividad mercantil; este fue el primer sentido peyorativo que, en la época, adquirió la
palabra sofista: el que cobra por enseñar o, mejor aún, enseña por cobrar.
Pero es otro y más profundamente peyorativo el sentido que la palabra adquirió a lo
largo de la historia, y ello se deriva del vicio intelectual en que fueron a dar los sofistas
con el ejercicio de su función. A fuerza de enseñar a defender todas las causas, y aun de
lograr que sus alumnos triunfasen a veces con causas injustas, casi indefendibles, se
extendió entre ellos un espíritu escéptico, irónico hacia el concepto de verdad, y una fe
ciega en el poder humano de convicción y en su habilidad dialéctica. Uno de los sofistas
que registra la historia, Protágoras (485-411), expresó esta convicción en su conocido
principio «el hombre es la medida de todas las cosas». Lo que vale tanto como decir que
el conocimiento es algo del sujeto, algo que se da en su mente, por lo que el hombre
puede crearlo y presentarlo como mejor le acomode; es cuestión de habilidad.
Este movimiento social fue la ocasión de que el espíritu griego se apartase de los

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temas objetivos —metafísicos o cosmológicos— para polarizarse en la contemplación de
lo interior, del hombre mismo y su intelecto. ¿Qué es la verdad, eso que los sofistas
ponen en entredicho? ¿Qué es la razón, eso que nos sirve para el descubrimiento de la
verdad?
En el seno del movimiento sofístico surge una figura que conmovió profundamente
aquel ambiente, y que habrá de ser inspiradora y maestra de los más grandes filósofos
griegos de la Edad de Oro: Sócrates (469-399). Este filósofo no escribió nada, ni tuvo
tampoco un círculo permanente donde expusiera y sistematizara su pensamiento; él
negaba su inclusión entre los sofistas «porque no cobraba por enseñar». Sócrates habló
únicamente; habló con sus amigos, con sus conciudadanos, libremente, con la
espontaneidad del diálogo. Por ello de su personalidad y de su pensamiento sabemos
muy poco de modo concluyente. Además, los discípulos que de él nos hablan —
Jenofonte y Platón— son, cada uno por su estilo, malos biógrafos. El uno por defecto y
el otro por exceso. Jenofonte no ve en Sócrates más que al ciudadano honorable y justo
—una especie de burgués ejemplar—, que fue condenado injustamente por la ciudad y
que aceptó la muerte con insuperable entereza. Platón, en cambio, ve la profundidad de
la posición del maestro, pero en sus Diálogos, de los que Sócrates es protagonista,
mezcla su propio pensamiento con el de su maestro, sin que resulte fácil delimitar lo que
corresponde a uno y a otro.
Dijimos al principio que según algunos «el pueblo griego descubrió la razón». Pues
bien, esta significación de los griegos se encarna propiamente en la figura de Sócrates.
Sócrates afirmó la razón como medio adecuado para penetrar la realidad. Y hubo de
sostener esta afirmación frente a dos clases de contradictores. Primeramente, contra los
sofistas; la razón bien dirigida sirve para alumbrar la realidad, no es una linterna mágica
que forja visiones a capricho sin relación con lo que es. Después, contra los
irracionalistas, contra los filisteos de la cultura: mucha gente en Atenas, como en todas
partes, pasaba por especialista o profesional en una materia sin que una verdadera
comprensión de la misma cimentase aquel conjunto de conocimientos. Sabían cosas
porque se las habían enseñado, pero a poco que se escarbase en su saber se descubría
enseguida que estaba montado en el aire. En el fondo, todos estos, como los pueblos
orientales y los bárbaros, sabían de un modo irracional, basado en la revelación o en el
mito.
Sócrates paseaba por las calles de Atenas y tropezaba, por ejemplo, con un militar o
con un retórico. Les hace una pregunta sobre cualquier extremo relacionado con su
profesión. Ellos dan una respuesta más o menos acertada; entonces Sócrates les pide una
aclaración sobre los fundamentos en que ello se basa, preguntándoles, simplemente, ¿por
qué? Las más de las veces, los interrogados no resisten dos de estas preguntas y
comienzan a divagar o a dar respuestas huecas. No hay en ellos verdadera ciencia porque
no la han adquirido mediante el ejercicio de la razón, sino por autoridad o por la
memoria.
A esta experiencia llega Sócrates valiéndose del primer aspecto de su método, que se
ha llamado ironía. Para la segunda experiencia se valdrá de la mayéutica, nombre que

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proviene del oficio de su madre, que era partera; esto es, «arte de dar a luz». Sócrates
interroga a un esclavo —el hombre más ignorante—, y mediante preguntas graduadas
que le obligan a discurrir por sí mismo, va a alumbrando la verdad y llegando a
resultados muy superiores a los que obtuvo con los hombres más cultos.
La nesciencia (ignorancia) es, pues, el punto de partida en nuestra búsqueda de la
verdad. «Solo sé que no sé nada, pero aún supero a la generalidad de los hombres que
no saben esto tampoco». Después, la búsqueda misma ha de realizarse con la propia vis
intelectual de cada uno, con la razón, que es el instrumento de penetrar en la realidad. El
resultado de esta búsqueda racional es el hallazgo de la verdad —verdad diáfana,
evidente, cimentada—. Esta verdad no es creación de la mente ni de su habilidad
dialéctica, sino descubrimiento (alecéia). Este hallazgo es una aventura de la mente que,
lejos de admitir falsos y extraños ídolos, debe seguir su propio impulso (genio o demonio
—daimon— interior). De aquí el lema que Sócrates adoptó para su pensamiento, tomado
del frontispicio del templo de Apolo en Delfos: «Conócete a ti mismo».
Mayores sombras aún que las que envuelven su obra y personalidad cubren las
causas de su muerte. Sabemos que fue condenado por el tribunal de Atenas a beber un
vaso de cicuta, que los motivos oficiales fueron impiedad y corrupción de la juventud.
Mártir, según unos, de la claridad interna y de la lucha racional contra el mito,
introductor, según otros, de formas refinadas de sexualidad, es lo cierto que, con su
ironía metódica, no debió de tener muy propicias a las clases cultas y a los valores
consagrados socialmente. El acto final de su vida en el que rehúsa la escapatoria de la
cárcel —y de la muerte— que le ofrecían sus discípulos, y su famoso «discurso de las
Leyes» en el que explica esta su decisión, nos aclaran algo sobre el sentido de su muerte:
él muere en defensa de las Leyes, es decir, del orden político y religioso de Atenas bajo
cuyo cobijo ha vivido y vivieron sus padres. Si, huyendo, diera público testimonio de
desobediencia al Tribunal de Atenas, se haría merecedor de la sentencia dictada. Lejos de
aparecer como un rebelde o un enemigo de las leyes, da su vida por defender a estas
contra sus verdaderos enemigos: de una parte, contra aquellos que con su pereza mental
las convierten en rutina y decadencia; de otra, contra los impíos que extinguen sus
fundamentos morales y religiosos (en este caso, los sofistas).
Pudieron servir de epitafio a Sócrates sus propias y conocidas palabras: «Dios me
puso sobre la ciudad como al tábano sobre el caballo, para que no se duerma ni
amodorre».
La influencia histórica que Sócrates dejó tras de sí fue extensa y variada, como
varias pudieron ser las interpretaciones de su magisterio y de su testimonio personal.
Entre las llamadas «escuelas socráticas menores», cabe aludir a los cirenaicos y a
los cínicos. Aristipo de Cirene acentuó en la enseñanza de Sócrates su imperativo de
independencia personal y de búsqueda del bien. Pero el bien fue concebido por esta
escuela como el placer o el refinamiento en el placer, objetivo para una vida guiada por
la razón. Es esta la primera escuela hedonista (hedoné, placer), que influiría un siglo más
tarde en las teorías de Epicuro de Samos.
Antístenes interpretó, en cambio, que ese bien u objetivo último de una vida serena

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y racional era la virtud, es decir, el dominio de las propias pasiones y apetencias. El
sabio debe vivir ateniéndose a lo indispensable, despreciando todo lo superfluo como
fuente de esclavitud moral. Los cínicos prescindían así de todas las convenciones
sociales y hacían gala de sinceridad y aun de desfachatez en sus juicios y respuestas. De
aquí el concepto de «cínico» que ha llegado hasta nuestros días. En lo demás, se
sometían a una vida mísera y ascética como imperativo de la virtud. El nombre de la
escuela deriva de Cinosargos, de donde era su fundador, pero coincide también con el
nombre del perro (kuwn, can), cuyas cualidades elogiaban como modelo de vida; su
sobriedad, salud, alegría, impudicia y fidelidad. Los cínicos serán precedente de la
escuela estoica, en el siglo siguiente.
Se consideran «escuelas socráticas mayores» las de Platón y Aristóteles.

40
TOMO
AMOR A LA SABIDURÍA
II
CURSO INTEGRAL DE FILOSOFÍA DESDE AMÉRICA LATINA
Josef Estermann

TOMO II
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA I

1ra. Edición en Perú: Editorial Salesiana, Av. Brasil 210,


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1ra. Edición en Ecuador: Ediciones Abya-Yala


HISTORIA 2001 Av. 12 de octubre 14-30 y Wilson
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primera parte E-mail: [email protected]
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Autoedición: Abya-Yala Editing


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ISBN: 9978-04-692-5

Impresión: Producciones digitales Abya-Yala


Quito-Ecuador

curso integral de filosofía desde América Latina

Josef Estermann
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA. PRIMERA PARTE 27

1.3. La filosofía antigua clásica que Sócrates fue una personalidad excepcional y con-
trovertida; esto podemos sacar de las fuentes que relatan
El período entre 430 y 320 a.C. puede ser llama-
los acontecimientos.
do el Siglo de Oro de la cultura griega. En este tiempo,
Como no tenemos nada escrito por el mismo Só-
la democracia ateniense llega a su punto culminante, el
crates, tenemos que sacar toda la información de fuen-
arte y la literatura producen las obras magníficas que
tes secundarias. Estas fuentes discrepan en puntos im-
podemos apreciar hasta hoy día y la filosofía llega a su
portantes, y no resulta fácil extraer la misma filosofía so-
expresión más madura y decisiva para el futuro. De ahí
crática. La fuente más importante es la obra de su discí-
que se puede llamar a esta época la filosofía clásica en
pulo más famoso, Platón, en especial la Apología y los
el sentido de que ha formulado las pautas para el futuro
diálogos Critón, Eustifrón y Fedón. Pero no se puede de-
y diseñado, a grandes rasgos, soluciones ‘clásicas’ para
cidir con toda seguridad lo que es de Sócrates, y lo que
los interrogantes permanentes de la filosofía. Encontra-
es agregado por Platón. Después tenemos la informa-
mos en este período los dos grandes sistemas de la anti-
ción de Jenofonte con sus Memorables, en donde Sócra-
güedad: el platonismo y el aristotelismo, antecedidos
tes aparece como un ciudadano virtuoso y probo que
por la figura carismática de Sócrates.
sufre una muerte injusta. Aristófanes, en la obra Las Nu-
Con el período clásico la preocupación filosófica
bes, diseña una imagen muy crítica y negativa de Sócra-
toma otro rumbo y se aleja de la especulación cosmoló-
tes, y la identifica con los peores sofistas. Y por fin tene-
gica y enfoca con rigor sistemático al hombre, su pensa-
mos algunos pasajes de Aristóteles, quien califica a Só-
miento y su quehacer. Este giro antropológico, a la vez,
crates como un filósofo de la naturaleza ilustrado y ateo,
da inicio a un pensamiento desde y hacia la razón co-
como también un sofista que enseña a los jóvenes a
mo criterio, medio y fin del filosofar. El período clásico
convertir la justicia en derecho.
es la Ilustración antigua, con un afán de fundamentar la
Sócrates (470-399 a.C.) era hijo del cantero Sofro-
realidad por medios razonables, sin necesidad de recu-
nisco y de la comadrona Fenaretes; se casó con Jantipa,
rrir a una interpretación mitológica, religiosa o tradicio-
que le dio tres hijos. Participó en diferentes batallas y
nal. El racionalismo nace con Sócrates y determina bá-
era miembro del consejo político. En 399 fue acusado
sicamente el rumbo de la filosofía occidental, que más
de corromper a la juventud, de no reconocer a los dio-
bien se convierte en ‘filo-logía’, es decir, en ‘amor al lo-
ses del culto estatal y de introducir divinidades nuevas y
gos’, en ‘amor a la aventura racional’.
fue condenado a muerte mediante la bebida de una co-
1.3.1 Sócrates y sus escuelas pa de cicuta. Su muerte siempre ha sido interpretada co-
mo el triunfo de la razón y de la integridad personal so-
El lugar de Sócrates en la historia de la filosofía bre una tradición irracional y la corrupción moral y po-
occidental es tan decisivo que sin él no se entendería ni lítica. Seguramente Sócrates no era ‘ateo’ en un sentido
a Platón ni a Aristóteles. Pero además, Sócrates encarna moderno, sino en el mismo sentido como los primeros
la figura del ‘filósofo’ no como profesión, sino como vo- cristianos fueron acusados de ser ‘ateos’ por rehusarse a
cación y hasta misión. Muchos ven en él al sabio autén- venerar a las deidades oficiales. Sócrates murió en nom-
tico y comprometido, quien convence más por su ejem- bre de la Razón Jesús, en nombre del Amor; los dos cri-
plo que por su mensaje racional. ticaron una tradición anti-humana e hipócrita.

1.3.1.1 La persona de Sócrates 1.3.1.2. La filosofía de Sócrates

Sócrates ha sido comparado frecuentemente con La filosofía socrática ya no es cosmología ni me-


Jesús, porque comparte muchas características con el tafísica en general, sino sobre todo antropología y ética,
fundador de la religión cristiana. El Cristo pagano Sócra- pero no en un sentido muy teórico y abstracto, sino con
tes ha dado testimonio de su mensaje por su propia vi- un objetivo práctico y concreto. Sócrates es un filósofo
da, hasta la muerte; él mismo no ha escrito nada, y su de una auténtica unidad entre doctrina filosófica y vida;
lugar de prédica predilecto era el mercado y la plaza pú- su preocupación por la justicia y la verdad le costó has-
blica. El motivo para su muerte y las circunstancias tie- ta la vida. Su pensamiento es un producto de numerosos
nen mucho en común con la muerte de Jesús. Es cierto diálogos en la plaza principal o en el mercado de la po-
28 CURSO INTEGRAL DE FILOSOFÍA

lis con gente de diferentes lugares, clases y naciones; La pregunta clave de Sócrates es: ¿Qué es x?, en
por eso su filosofía no es sistemática. El carácter dialógi- busca de definiciones importantes. Por ejemplo: ¿Qué
co indica que se trata de una búsqueda de la verdad, es el bien? - ¿Qué es virtud? - ¿Qué es honestidad? -
más que una verdad ya establecida Platón retomaría ¿Qué es verdad?... Al preguntar así, uno está obligado a
más tarde este medio estilístico para desarrollar su pro- revisar los conocimientos aparentes y dejarse llevar más
pio pensamiento. De ahí podemos resumir el método allá de costumbres y tradiciones. Según Aristóteles, Só-
socrático: crates es el padre de la definición; cuando otros sola-
1. El diálogo: La verdad se establece dialécticamen- mente aportan ejemplos de ‘virtud’, ‘honestidad’, etc.,
te en el debate entre diferentes personas, al tratar Sócrates insiste en el significado esencial del término
de refutar los argumentos y mejorar la base del ra- buscado, que se puede determinar solamente por abs-
zonar. La conversación socrática es un examen tracción. Así llegamos poco a poco a conceptos genera-
de la vida; una vida que no se cuestiona a sí mis- les y a una ética universal más allá de factores coyuntu-
ma es una vida que no merece vivirse. rales y situacionales.
Con Sócrates también empieza la interiorización
2. La mayéutica: El arte de ‘dar a luz’ en sentido fi-
de la verdad y de las normas éticas. La verdad se en-
gurado trata de sacar la verdad y el conocimien-
cuentra ‘adentro’, en la profundidad de la personalidad;
to del hombre mismo. Mediante preguntas gra-
así la búsqueda filosófica es un camino hacia adentro.
duadas que obligan a discurrir por sí mismo, la
En esta búsqueda hay un guía que Sócrates llama dai-
verdad va salir a la luz del día y se llega a resul-
tados asombrosos con personas que no tienen monion, es decir, un genio interior, una voz interna que
ninguna formación. más tarde llamaría ‘conciencia moral’. Para Sócrates es
a la vez la voz de Dios. De aquí el lema socrático, to-
3. La ironía: Sócrates intenta llevar las opiniones del mado del frontispicio del templo de Apolo en Delfi:
interlocutor a contradicciones abiertas mediante «Conócete a ti mismo». Con Sócrates, entonces, esta-
preguntas muy precisas, aceptándolas aparente-
mos ante un giro subjetivista de la filosofía, al revertir el
mente. La ironía del resultado (en la lógica se ha-
enfoque desde la naturaleza objetiva (presocráticos) ha-
bla de la ‘reducción a lo absurdo’) es por sí mis-
cia la intimidad del sujeto. Este mismo ’giro’ vamos a
ma la refutación de las falsas ideas.
poderlo apreciar -bajo otras circunstancias- en los ini-
4. La nesciencia : El punto de partida para el queha- cios de la filosofía moderna.
cer filosófico es para Sócrates el reconocimiento
de que uno no sabe nada. Hasta este punto quie- 1.3.1.3. Las escuelas socráticas
re llevar a sus interlocutores, para poder empezar La influencia de la persona y del pensamiento de
sin prejuicios y verdades aparentes la búsqueda Sócrates ha sido inmensa a pesar de que él mismo nun-
de la verdad. Esto dice su famoso lema: Solo sé
ca ha fundado un círculo de discípulos o una ‘escuela’
que no sé nada, pero aún superó a la generalidad
de adeptos. Se suele llamar a la filosofía de Platón y
de los hombres que no saben esto tampoco.
Aristóteles las escuelas socráticas mayores. Pero tam-
Se entiende que por su método de cuestiona- bién se conoce una corriente diferente de las dos gran-
miento Sócrates no tuvo solamente amigos. El último des figuras, que tienen como padre espiritual a Sócrates.
criterio para juzgar una idea u opinión es la razón; con Esta corriente se llama escuelas socráticas menores, con
Sócrates empieza una larga tradición del racionalismo. los dos grupos de los cirenaicos y los cínicos.
Esto también rige para la ética, porque según Sócrates el Los cirenaicos (Aristipo de Cirene) acentuaron la
bien y la razón no pueden ser opuestos. Él no acepta las independencia personal y la búsqueda del bien a través
normas autoritarias de la religión y la tradición griegas, de un equilibrio entre placer y sufrimiento. Así el placer
sino quiere fundamentar la ética sobre cimientos más (hedoné) es un fin en sí, y la felicidad es la suma de to-
sólidos y universales. La virtud (como el arte) es un en- das las vivencias de placer. Aquí tenemos entonces la
tender sobre algo, es la práctica de una vida lograda y primera escuela hedonista que influiría un siglo más tar-
feliz. de en la teorías de Epicuro de Samos.
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA. PRIMERA PARTE 29

Los cínicos (Antístenes) conciben la libertad hu- servada para su discípulo Aristóteles. Además tenemos
mana en la dirección opuesta: no es la vivencia del pla- fuentes mucho más confiables que aquellas de los preso-
cer y de la vida exterior que aumenta la libertad, sino la cráticos y del mismo Sócrates. Platón nos ha dejado una
independencia de lo exterior. Así los cínicos (de kynas: obra muy extensa (unos 27 diálogos, disertaciones, car-
’perro’) vivieron deliberadamente en condiciones muy tas, poemas, etc.), que no siempre es coherente y consis-
pobres y con un minuto de necesidades. Muchas veces tente. Esto se debe al hecho de que el mismo pensamien-
despreciaron las obras del espíritu humano como la es- to de Platón se desarrolló (interpretación genética). Sin
tructura política, el arte y las clases sociales. De ahí vie- embargo, podemos sacar algunos momentos importan-
ne la expresión moderna del ‘cinismo’. Existían muchas tes de su filosofía en general, y aplicar así una interpre-
leyendas sobre los cínicos; de Diógenes de Sinope se di- tación sistemática’ (más que biográfica o genética).
ce que había vivido como un perro (kynas) en un barril,
1.3.2.1. La persona de Platón
insultando a la gente por su autoestima inflada. La filo-
sofía de los cínicos iría a ser recogida más tarde por la El filósofo Platón (427-347 a.C.) nació en Atenas
Estoa y su ideal de la apatheia. de una familia aristocrática que desempeñaba diferentes
funciones políticas en la democracia ateniense. Toda su
1.3.2.Platón
formación era clásica: música, gramática, pintura, mate-
Ningún filósofo occidental ha tenido una influen- máticas y literatura. Estaba predestinado desde un inicio
cia tan grande como Platón; esto, sobre todo, a través de para la carrera política. El encuentro con Sócrates en
canales casi inconscientes y a veces en contra de su pro- 407 fue decisivo tanto para su vida como para su filo-
pia intención. Hay filósofos modernos que son de la sofía. Cuando los espartanos suprimieron la democracia
idea de que ‘toda la filosofía occidental es nada más que en Atenas (404) e introdujeron la oligarquía con el go-
una nota de pie muy extensa de la obra platónica’ (Whi- bierno de los Treinta Tiranos, Platón tenía esperanzas de
tehead). La historia del cristianismo no se puede enten- que crearían condiciones más justas. Pero se desengañó;
der a fondo sin tomar en cuenta el impacto incalculable y al restablecerse la democracia, pensaba otra vez en la
de Platón sobre el desarrollo de la teología occidental. carrera política. Esta vez fue la muerte de su maestro Só-
Muchas veces ni nos damos cuenta de los elementos crates (399) lo que le hizo apartarse por completo de la
platónicos en la dogmática cristiana, sobre todo en su política activa.
aplicación popular (por ejemplo, el dualismo alma- Sin embargo, podemos notar que su afinidad y
cuerpo, cielo-tierra, etc.) predestinación política han tenido un impacto fuerte en
Hasta el siglo XI d.C. Platón fue el filósofo de au- su filosofía. Hasta podemos decir que en el fondo toda
toridad para los teólogos y filósofos cristianos; porque su filosofía tiende hacia un ordenamiento político justo,
de Aristóteles se conocían en Occidente sólo sus obras bajo verdades eternas y normas universales. La muerte
lógicas, hasta que por medio de los árabes llegaron las de Sócrates también fue el motivo de que abandonara
obras metafísicas y ética a las manos de los intelectuales Atenas; Platón emprendió tres viajes a Italia meridional
cristianos. Así todo un milenio de esfuerzo teológico y y Sicilia. En esas oportunidades trató de poner en prác-
filosófico fue determinado en gran parte por el pensa- tica su teoría política en Siracusa, que terminó en un
miento platónico (San Juan, Clemente, San Agustín, completo fracaso. Por fin regresó a Atenas y fundó allí la
Pseudo-Dionisio, Abelardo, San Anselmo). Después del Academia, su escuela con la forma jurídica de una aso-
intermedio aristotélico (1100-1450), el pensamiento pla- ciación religiosa, en un santuario dedicado al héroe He-
tónico vivió una resurrección muy importante por la rea- cádemos. En ese círculo desarrollaba su filosofía y deba-
pertura de la Academia Platónica en Florencia (1459), lo tía los asuntos polémicos con sus discípulos, en especial
que inspiró el Renacimiento y el humanismo europeos. con el joven Aristóteles.
Con Platón encontramos por primera vez todo un Platón era un espíritu muy vivo, que buscaba la
sistema filosófico, que abarca casi la totalidad de ramas verdad y la sabiduría con mucho entusiasmo, siguiendo
y disciplinas, desde la gnoseología, metafísica y antropo- el camino de su gran maestro Sócrates. Sin embargo, fue
logía, hasta la ética y la política. Sólo la lógica sería re- decepcionado en muchos de sus anhelos. Sócrates su-
Bertrand Russell

HISTORIADE LA FILOSOFÍA OCCIDENTAL

Título original: History of Western Philosophy

Bertrand Russell, 1946

Traducción: Julio Gómez de la Serna & Antonio Dorta

Espasa Libros, S.L.

ISBN: 978-84-239-6632-5
CAPÍTULO XI.
Sócrates

Sócrates es un tema muy difícil para el historiador. Hay muchos hombres de


quienes es seguro que se sabe muy poco y otros de los cuales es seguro que se sabe
mucho; pero en el caso de Sócrates la duda está en si sabemos muy poco o
muchísimo. Indiscutiblemente fue un ciudadano ateniense de poca fortuna que se
pasó el tiempo en disputas, enseñando filosofía a los jóvenes, pero no por dinero,
como los sofistas. Es seguro que fue procesado, condenado a muerte y ejecutado en
el año 399 a. C., cuando tenía cerca de setenta años. Era indudablemente muy
conocido en Atenas, puesto que Aristófanes le caricaturizó en Las nubes. Pero fuera
de este punto nos vemos envueltos en controversias. Dos de sus discípulos,
Jenofonte y Platón, escribieron sobre él ampliamente, pero decían cosas muy
distintas. Incluso donde concuerdan cree Burnet que Jenofonte copia a Platón.
Donde no están de acuerdo hay quien presta fe a uno, hay quien la presta al otro o a
ninguno. En una disputa tan peligrosa no me atrevo a tomar partido, pero expondré
brevemente los distintos puntos de vista.

Empecemos con Jenofonte, militar, no muy generosamente dotado de


inteligencia y, en conjunto, convencional en sus miras. Jenofonte se lamenta de que
Sócrates haya sido acusado de impiedad y corrupción de la juventud; dice que, por
el contrario, Sócrates era eminentemente piadoso, y ejercía una influencia muy sana
sobre los que se sometían a sus enseñanzas. Sus ideas, según parece, lejos de ser
subversivas, eran bastante moderadas y de sentido común. Esta defensa va
demasiado lejos, porque deja sin aclarar la hostilidad que provocó Sócrates. Como
dice Burnet (De Tales a Platón, pág. 149): «La defensa de Sócrates, de Jenofonte, está
demasiado lograda. Nunca hubiese sido condenado a muerte si hubiera sido de este
modo».

Se ha propendido a creer que todo lo que Jenofonte expone tiene que ser
cierto, porque carecía de talento suficiente para pensar algo que no correspondiese
a la realidad. Es un argumento muy flojo. El relato de un tonto sobre las ideas de un
hombre inteligente nunca es acertado, porque inconscientemente traduce lo que
oye en algo accesible a su entendimiento. Prefiero que hable de mí mi más
enconado enemigo, entre los filósofos, que un amigo ignorante de la filosofía. Por lo
tanto, no podemos aceptar lo que Jenofonte dice de cualquier punto difícil de la
filosofía o de un argumento que debe probar que Sócrates fue condenado
injustamente.

Sin embargo, algunas de las referencias de Jenofonte son muy convincentes.


Dice (y también Platón) cómo Sócrates se preocupaba continuamente del problema
de nombrar hombres competentes en los puestos de mando. Solía preguntar: «Si
quiero que me remienden los zapatos, ¿a quién debo acudir?». A lo cual algún joven
ingenuo contestaría: «A un zapatero, ¡oh Sócrates!». Después preguntaba lo mismo
respecto a los ebanistas, herreros, etc., y finalmente preguntaba: «¿Quién debe
remendar la nave del Estado?». Cuando se enemistó con los Treinta, Critias, su
caudillo, que conocía su manera de ser porque había estudiado con él, le prohibió
seguir instruyendo a los jóvenes, añadiendo: «Más te valdría ocuparte de tus
zapateros, ebanistas y herreros. Tus zapatos estarán bien estropeados por el tacón,
teniendo en cuenta su mucho uso» (Jenofonte, Memorabilia, lib. I, cap. II). Esto
ocurrió durante el breve Gobierno oligárquico establecido por los espartanos al
final de la guerra del Peloponeso. Pero en la mayor parte del tiempo, Atenas fue
democrática, tanto que incluso los generales eran elegidos por la suerte. Sócrates se
encontró con un joven que quiso ser general y le convenció de que le sería útil
conocer el arte marcial. Así, el joven siguió un corto curso de estrategia. Cuando
volvió, Sócrates, después de una alabanza satírica, le envió a que siguiera
estudiando. (Ibíd., lib. III, cap. I.). Otro joven fue estimulado por él a aprender los
principios de las finanzas. Lo mismo quiso hacer con mucha gente, incluso con el
ministro de la Guerra. Pero se acordó que era más fácil hacerle callar por la cicuta
que sanar los males que él señaló.

Respecto al relato de Platón sobre Sócrates, la dificultad es muy distinta de la


del caso de Jenofonte: es muy arduo juzgar hasta qué punto Platón quería retratar al
Sócrates histórico, o hasta dónde llega su propósito de hacerle portavoz de sus
propias ideas en la figura del Sócrates de sus diálogos. Platón, además de filósofo, es
un escritor lleno de imaginación, genial y encantador. Nadie supone, ni él lo
pretende, que las conversaciones de sus diálogos hayan ocurrido tal como las
refiere. Sin embargo, al menos en los diálogos primeros, la conversación es
enteramente natural y los caracteres muy convincentes. Es precisamente la calidad
de Platón como escritor de fantasía lo que nos hace dudar de él como historiador.
Su Sócrates es una figura sólida y extraordinariamente interesante, más allá de la
capacidad que suelen tener otros poetas. Pero creo que Platón pudo haberle
inventado. Si realmente lo hizo es otra cuestión.

El diálogo que se considera más histórico es la Apología. Pretende ser el


discurso que Sócrates hizo en su propia defensa en el pleito; naturalmente, no es un
relato taquigráfico, sino lo que retuvo la memoria de Platón varios años después del
acontecimiento, elaborado literariamente. Platón estaba presente en el proceso, y
ciertamente parece muy claro que lo que está escrito es algo de aquello que Platón
recordó haber oído a Sócrates, y que el propósito es —hablando en sentido
general— histórico. Con todas sus limitaciones, es lo suficiente para dar un retrato
bastante fiel del carácter de Sócrates.

Los hechos principales del proceso de Sócrates no ofrecen duda. La


persecución se basaba en el cargo de que «Sócrates es un malhechor y persona
extraña, que indaga las cosas terrenas y sobrenaturales haciendo parecer lo malo
causa buena; enseñando todo esto a los demás». La verdadera razón de la
hostilidad era probablemente que se le creía en connivencia con el partido
aristocrático.

La mayoría de sus discípulos pertenecían a este grupo y algunos en puestos


oficiales habían resultado perniciosos. Pero este motivo no podía evidenciarse a
causa de la amnistía. Fue declarado culpable por mayoría, y después se le concedió,
según la ley ateniense, que solicitara una pena menor que la de muerte. Los jueces
tenían que elegir, si encontraban culpable al acusado, entre el castigo pedido por los
acusadores y el de la defensa. Era, pues, de interés para Sócrates un castigo material
que el tribunal podía haber aceptado como adecuado. Sin embargo, propuso una
caución de treinta minas, que algunos de sus amigos (entre ellos Platón) estaban
dispuestos a entregar. Era un castigo tan pequeño que el tribunal se indignó y le
condenó a muerte por una mayoría aún más considerable que la que le había
declarado culpable. Sin duda, Sócrates preveía el resultado. Es evidente que no
quiso evitar el castigo de la muerte haciendo concesiones que pudieran parecer que
reconocía su culpabilidad.

Los acusadores eran Ánito, político demócrata; Meleto, poeta trágico, «joven
y desconocido, de poco pelo, barba corta y nariz ganchuda», y Likón, retórico
oscuro (véase Burnet, De Tales a Platón, pág. 180). Sostuvieron que Sócrates era
culpable de no adorar a los dioses venerados por el Estado, sino de introducir otras
divinidades nuevas, y además de haber corrompido a los jóvenes por medio de sus
enseñanzas.

Sin preocuparnos de la cuestión insoluble del Sócrates platónico y su


relación con el hombre verdadero, veamos lo que Platón le hace contestar a la
acusación.
Sócrates comienza por acusar de elocuencia a sus acusadores y niega ser
culpable de esta misma falta. Dice que la única elocuencia de la cual es capaz es la
de la verdad. Y que no deben indisponerse con él si habla en la manera
acostumbrada, no en «oración compuesta, convenientemente adornada de palabras
y frases».50 Tiene más de setenta años y jamás había aparecido ante un Tribunal de
Justicia hasta ahora; por eso ruega que le perdonen su modo poco jurídico de
expresarse.

Continúa diciendo que además de sus acusadores legales existe un gran


número de acusadores irregulares quienes, desde que los jueces eran niños habían
ido «hablando por ahí de un Sócrates, un sabio que especulaba sobre los cielos e
indagaba lo de debajo de la tierra, haciendo aparecer lo malo bueno». Se dice que
estos hombres no creen en la existencia de los dioses. Esta antigua acusación de la
opinión pública es más peligrosa que la legal, tanto más cuanto que no sabe cuáles
son las personas de las que proceden tales acusaciones, excepto en el caso de
Aristófanes.51 Señala, en respuesta a estas razones antiguas de la enemistad, que no
es hombre de ciencia —«nada tengo que ver con las especulaciones físicas»—, que
no es maestro y que no cobra nada por enseñar. Continúa luego burlándose de los
sofistas y negando los conocimientos que ellos pretenden tener. ¿Cuál es, pues, «la
razón por la cual se me llama sabio y por qué tengo tan mala fama»?

Parece que el oráculo de Delfos fue consultado una vez sobre si había un
hombre más sabio que Sócrates y replicó que no. Sócrates declara haberse quedado
completamente desconcertado, pues sabía que no sabía nada y, sin embargo, un
dios no puede mentir. Por eso anduvo entre los sabios para ver si podía convencer
al dios de su error. Primero acudió a un político que «era considerado sabio por
muchos y aún más sabio por él mismo». Pronto se dio cuenta de que el hombre no
era sabio y se lo explicó amablemente, pero con firmeza, «y la consecuencia fue que
me odió». Después se dirigió a los poetas y les rogó que le explicaran pasajes de sus
escritos, pero fueron incapaces. «Entonces supe que los poetas no escriben por
sabiduría, sino por una especie de genio e inspiración». Después fue a los artesanos,
pero los encontró también desilusionantes. Se hizo —dijo— muchos enemigos
peligrosos así. Finalmente dijo: «Sólo Dios es sabio», y con su respuesta quiere
mostrar que la sabiduría de los hombres no vale nada, o poco; no habla de Sócrates,
sólo usa su nombre a guisa de ilustración, como si dijese: «¡Oh, hombres!, es el más
sabio aquel que, como Sócrates, sabe que su sabiduría verdaderamente no vale
nada». La tarea de educar a los pretendientes a la sabiduría le ha ocupado el tiempo
y le ha dejado en extrema pobreza, pero siente que es su deber vindicar el oráculo.

Hombres jóvenes de las clases ricas, dijo, que no tienen mucho que hacer,
disfrutan escuchando sus explicaciones sobre la gente y siguen su ejemplo, y de esta
manera aumenta el número de sus enemigos. «Porque no quieren confesar que su
pretensión de ser sabios ha sido descubierta».

Esto para la primera clase de acusadores.

Sócrates procede después a examinar a su acusador Meleto: «aquel hombre


bueno y verdadero amante de su patria, como se llama a sí mismo». Pregunta
quiénes son las gentes que perfeccionan mejor a los jóvenes. Meleto menciona
primero a los jueces; después, presionado, se le lleva paso a paso a decir que todo
ateniense, excepto Sócrates, educa bien a los jóvenes; sobre lo cual Sócrates felicita a
la ciudad por su buena suerte. Después señala que los buenos deben vivir mejor
entre ellos que entre los malos, y, por lo tanto, no puede ser tan insensato como para
corromper a sus conciudadanos intencionadamente; no teniendo mala intención,
Meleto debía instruirle en vez de perseguirle.

La acusación había dicho que Sócrates no solamente negaba los dioses del
Estado sino que introducía otros dioses propios; Meleto, sin embargo, proclama que
Sócrates es completamente ateo, añadiendo: «Dice que el Sol es una piedra y la
Luna tierra». Sócrates replica que Meleto parece creer que está acusando a
Anaxágoras, cuyas ideas se pueden escuchar en el teatro por un dracma
(probablemente en las obras de Eurípides). Sócrates señala que esta nueva
acusación de ateísmo está en contradicción con las anteriores, y después prosigue
en consideraciones de tipo general.

El resto de la Apología tiene un tono esencialmente religioso. Había sido


soldado y permanecido en su puesto como le fue ordenado. Ahora «Dios me ordena
cumplir la misión de filósofo en búsqueda de mí mismo y de los demás hombres», y
sería tan vergonzoso abandonar su puesto ahora como en el momento de la batalla.
El temor a la muerte no es sabiduría, puesto que nadie sabe si la muerte no sería
bien mayor. Si se le ofreciese la vida a cambio de cesar de especular como ha hecho
hasta ahora, respondería: «Hombres de Atenas, os honro y os quiero; pero antes
obedeceré a Dios que a vosotros,52 y mientras tenga vida y fuerzas nunca cesaré de
practicar y enseñar filosofía, exhortando a todo el que encuentre..., por saber que
esto es el mandato de Dios; y creo que jamás hubo mejor cosa en el Estado que mi
servicio a Dios». Después continúa: «Algo más tengo que decir, de lo cual vosotros
quizá protestaréis, pero creo que el escucharme será un bien para vosotros, y por
eso ruego que no me interrumpáis; quiero que sepáis que si matáis a una persona
como yo, os haréis más daño a vosotros mismos que a mí. Nada me afligirá, ni
Meleto ni Ánito pueden hacerme daño, pues una persona mala no puede herir a
otra mejor que ella. No niego que Ánito, pueda matar o desterrar o privar de los
derechos civiles, y pueda figurarse que inflige un gran daño a ese hombre bueno;
pero no estoy de acuerdo. Porque el mal de actuar como él obra, el crimen de quitar
la vida a otro hombre injustamente, es mucho mayor.

»Es por los jueces, no por mí, por lo que me defiendo —dijo Sócrates—. Soy
un tábano enviado por Dios al Estado, y difícil será encontrar otro como yo. Diría
que os podéis sentir molestos (como alguien que de pronto es despertado del
sueño), y pensáis que es fácil matarme como pide Ánito y dormir después por el
resto de vuestra vida, a menos que Dios, en su providencia, os mande otro tábano».

¿Por qué hablaba solamente de cosas personales y no públicas? «Me habéis


oído hablar en varios momentos, en diversos lugares, de un oráculo o signo que me
inspira, y ésta es la divinidad precisamente que Meleto pone en ridículo en su
acusación. Este signo, una especie de voz, empezó cuando niño; siempre me
prohíbe, pero nunca me manda algo de lo que voy a hacer. Y esto me impide ser
político». Sigue diciendo que en la política ningún hombre honrado puede vivir
mucho tiempo. Da dos ejemplos de cuando se ocupaba inevitablemente de
cuestiones políticas: primeramente se opuso a la democracia, y después a los
Treinta Tiranos, siempre que las autoridades procedían ilegalmente.

Señala que entre los presentes se encuentran muchos de sus anteriores


discípulos y padres y hermanos de ellos; ninguno ha sido inducido por la acusación
a prestar testimonio de que haya corrompido a los jóvenes. (Éste es casi el único
argumento en la Apología que un abogado sancionaría para la defensa). Rehúsa la
costumbre de presentar ante el tribunal a sus hijos llorando para ablandar el
corazón de los jueces; estas escenas, dijo, ponen en ridículo tanto al acusado como a
la ciudad. Debe convencer a los jueces, pero no pedirles favor.

Después del veredicto, y cuando se le niega permutar el castigo por treinta


minas (es cuando Sócrates cita a Platón como uno de los fiadores y presente en el
Tribunal) pronuncia su discurso último:

«Y ahora, oh hombres que me habéis condenado, os haré profecías, porque


voy a morir, y en la hora de la muerte los hombres tienen un poder especial de
predicción. Os profetizo, a vosotros que sois mis asesinos, que inmediatamente
después de que os abandone, os espera un castigo mucho más grave que el que me
habéis infligido... Si creéis que asesinando a los hombres podéis evitar que se os
censure por vuestras maldades, estáis en un error; éste no es el modo posible ni
honrado de evadirse; la manera más noble y fácil no es eliminar a los demás, sino
ser mejores vosotros mismos».

Después se vuelve a los jueces que habían votado por su liberación y les dice
que en todo lo que ha hecho en ese día, su oráculo nunca le ha contradicho, aunque
en otras ocasiones le haya detenido en medio del discurso. «Es la señal de que lo
que acontece es bueno, y que los que piensan que la muerte es algo malo, se
equivocan». O bien «la muerte es un sueño sin ensueños», lo cual está
perfectamente, o «el alma emigra a otro mundo», y «¿qué no daría un hombre por
hablar con Orfeo y Museo, Hesíodo y Homero? Si eso es cierto, pues, dejad que me
muera muchas muertes». En el otro mundo hablará con otros que han sufrido una
muerte injusta y, ante todo, continuará su búsqueda de conocimiento. «En el otro
mundo no matan al hombre porque plantea problemas, ¡seguro que no!, porque
además de que son más felices que nosotros, son inmortales, si lo que se dijo es
verdad...».

«La hora de partir ha llegado, y seguimos nuestro camino..., yo a morir, y


vosotros a vivir. Cuál es mejor, ¡sólo Dios lo sabe!».

La Apología da un retrato perfecto de un hombre de determinado tipo: una


persona muy segura de sí misma, de espíritu elevado, indiferente al éxito mundano,
que creía ser guiado por una voz divina y persuadido de que el pensamiento claro
es el requisito más importante para una vida recta. Excepto en este último punto, se
parece a un mártir cristiano o a un puritano. En el pasaje final, donde considera lo
que después de la muerte ocurre, es imposible no sentir que cree firmemente en la
inmortalidad, y que su incertidumbre profesada es solamente fingida. No está
turbado, como los cristianos, por temores del tormento eterno, no duda que su vida
en el otro mundo será feliz. En el Fedón, el Sócrates de Platón da razones de su fe en
la inmortalidad; si éstas fueron las razones que influyeron en el Sócrates histórico es
cosa imposible de decir.

No hay duda de que el Sócrates histórico pretendió ser guiado por un


oráculo o daimon. Si esto era análogo a lo que el cristiano llamaría la voz de la
conciencia, o si le pareció ser una voz verdadera, tampoco se puede saber. Juana de
Arco fue inspirada por voces, síntoma corriente de locura. Sócrates probablemente
sufría trances catalépticos; al menos ésta parece ser la explicación natural de un
incidente que ocurrió cuando estaba en el servicio militar:

«Una mañana estaba meditando sobre algo que no podía resolver; no quiso
ceder, sino que continuó pensando en ello desde la mañana hasta mediodía; estaba
absorto, rígido en sus pensamientos, y por la tarde llamó ya la atención y corrió el
rumor por la asombrada multitud de que Sócrates había estado inmóvil y pensando
sobre algo desde el amanecer. Por fin, a la noche, después de cenar, algunos jonios
sacaron sus esteras y durmieron al aire libre, por curiosidad, para poder observarle
y ver si Sócrates permanecía en pie toda la noche (claro que esto ocurrió en el
verano). Allí estuvo hasta la mañana siguiente, y cuando volvió la luz del día,
ofrendó una oración al Sol y se marchó» (Simposio, 220).

Cosas como éstas, en menor escala, ocurrían frecuentemente a Sócrates. Al


principio del Simposio, Sócrates y Aristodemo van juntos al banquete, pero el
primero queda atrás, abstraído. Cuando llega Aristodemo, Agatón, el anfitrión, dice:
«¿Qué has hecho de Sócrates?», y Aristodemo se asombra de que Sócrates no esté
con él; se manda un esclavo a buscarle y se le encuentra en el pórtico de una casa
vecina. «Allí está rígido, dice el esclavo cuando vuelve, y aunque le he llamado no
se mueve». Los que le conocen bien explican que «su costumbre es pararse en
cualquier parte y extraviarse sin razón». Le dejan, y entra cuando la fiesta ya está a
la mitad.

Todo el mundo estaba de acuerdo en que Sócrates era muy feo; tenía una
nariz chata y mucho vientre; era «más feo que todos los silenos del drama satírico»
(Jenofonte, Simposio). Siempre estaba vestido con viejos trajes raídos, y además iba
descalzo a todas partes. Su indiferencia frente al calor y al frío, al hambre y a la sed
asombraba a todo el mundo. Alcibíades, en el Simposio, al describir a Sócrates
cumpliendo el servicio militar, dice:

«Su resistencia era sencillamente admirable cuando, privados de los víveres,


estábamos obligados a marchar sin alimento; en estas ocasiones, frecuentes en
tiempos de guerra, era superior a mí y a todos, nadie se podía comparar con él. Su
fortaleza en soportar el frío era asombrosa. Había hielo riguroso, porque el invierno
en esa región es realmente tremendo, y todos quedaban en casa o, si salían, se
ponían muchísima ropa y tenían buen calzado, teniendo envueltos los pies en felpa
y pieles. En medio de ello, Sócrates, descalzo en el hielo y con su traje corriente,
marchaba mejor que los otros soldados que tenían zapatos y le miraban con odio
porque parecía despreciarlos».

Su dominio sobre todas las pasiones del cuerpo se evidencia continuamente.


Raras veces bebía vino, pero cuando bebía superaba a todos; nadie le había visto
nunca borracho. En el amor, aun en las más grandes tentaciones, permaneció
platónico, si Platón dice la verdad. Era un perfecto santo órfico: en el dualismo entre
el alma celestial y el cuerpo terrenal había conseguido el más perfecto dominio del
alma sobre el cuerpo. Su indiferencia frente a la muerte, por fin, es la última prueba
de este dominio. Al mismo tiempo no es un órfico ortodoxo, sólo acepta las
doctrinas fundamentales, no las supersticiones ni las ceremonias de purificación.

El Sócrates platónico se anticipa a los estoicos y a los cínicos. Los primeros


sostenían que el bien supremo es la virtud y que un hombre no puede perder la
virtud por causas externas; esta doctrina está implícita en las manifestaciones de
Sócrates de que sus jueces no pueden ocasionarle perjuicio. Los cínicos
despreciaron los bienes del mundo y demostraron su desprecio rechazando los
adelantos de la civilización. Es el mismo punto de vista que indujo a Sócrates a ir
descalzo y mal vestido.

Parece evidente que las preocupaciones de Sócrates eran más éticas que
científicas. En la Apología, como vimos, dice: «No tengo nada que ver con las
especulaciones físicas».

Los primeros diálogos de Platón, considerados generalmente como los más


socráticos, tratan principalmente de la búsqueda de definiciones de términos éticos.
El Carmides trata de la definición de la templanza o moderación; el Lisis, de la
amistad; el Laches, del valor. En ellos no se llegó a ninguna conclusión, pero Sócrates
explica que es importante examinar tales cuestiones. El Sócrates platónico sostiene
con insistencia que nada sabe, y solamente es más sabio que otros por saber que
nada sabe, pero no cree que la ciencia sea inaccesible. Al contrario, cree de
extraordinaria importancia la búsqueda de la sabiduría. Mantiene que nadie peca a
sabiendas y, por lo tanto, sólo se necesita sabiduría para que todos los hombres sean
muy virtuosos.

La estrecha relación entre la virtud y el saber es característica de Sócrates y


Platón. Hasta cierto grado, existe en toda la filosofía griega, en contraposición al
cristianismo. En la ética cristiana, un corazón puro es esencial, y puede encontrarse
tanto entre los ignorantes como entre los cultos. Esta diferencia entre la ética griega
y la cristiana persiste hasta hoy.

La dialéctica, es decir, el método de buscar un conocimiento por preguntas y


respuestas, no lo inventó Sócrates. Parece haber sido practicado primero
sistemáticamente por Zenón, discípulo de Parménides; en el diálogo de Platón,
Parménides, Zenón somete a Sócrates al mismo trato al que, en otro pasaje de Platón,
somete Sócrates a los demás. Pero hay razones para creer que Sócrates practicó y
desarrolló el método. Como vimos, cuando Sócrates es condenado a muerte, piensa,
sintiéndose feliz, que en el otro mundo puede seguir haciendo preguntas siempre, y
allá no puede ser asesinado por ello, puesto que será inmortal. Ciertamente, si
practicó la dialéctica del modo descrito en la Apología, se explica fácilmente la
hostilidad que contra él existió: todos los tontos de Atenas se unirían contra él.

El método dialéctico es adecuado para algunas cuestiones, pero para otras no.
Quizá contribuyó a determinar el carácter de las preguntas de Platón que fueron, en
su mayor parte, de una índole que permitía tratarlas de esta manera. Y por la
influencia de Platón, la mayor parte de la filosofía subsiguiente ha estado sujeta a
limitaciones que resultan de su método.

Algunos temas son evidentemente inadecuados para semejante método, por


ejemplo, la ciencia empírica. Cierto es que Galileo empleaba diálogos para defender
sus teorías, pero solamente para vencer los prejuicios; las bases positivas de sus
descubrimientos no se podían dialogar sin incurrir en artificio. Sócrates, en las
obras de Platón, pretende siempre que solamente desentraña la sabiduría que ya
posee el hombre al que está interrogando; se compara por eso con una comadrona.
Cuando en el Fedón y en el Menón aplica su método a los problemas geométricos,
tiene que formular preguntas capciosas que todos los jueces prohibirían. El método
está en armonía con la doctrina de la reminiscencia, según la cual nosotros
aprendemos, recordando lo que ya supimos en una existencia anterior. Contra este
punto de vista considérese cualquier descubrimiento hecho por medio del
microscopio, por ejemplo, la propagación de las enfermedades por las bacterias; a
duras penas se podría sostener que esta ciencia podía desentrañarse por una
persona previamente ignorante por el método de pregunta y respuesta.

Los temas adecuados para el método socrático son aquellos de los que ya
poseemos bastantes conocimientos para llegar a una conclusión justa, pero que no
hemos logrado por confusión del pensamiento o por falta de análisis, sacar buen
provecho de ello. La pregunta «¿qué es la justicia?» es muy adecuada para una
discusión en un diálogo platónico. Todos empleamos libremente las palabras justo e
injusto, y examinando cómo las empleamos podemos llegar por inducción a la
definición que mejor nos convenga. Lo que hace falta es saber cómo se emplean las
palabras en cuestión. Pero cuando nuestra búsqueda termina, hemos hecho
solamente un descubrimiento lingüístico, no ético.

Sin embargo, podemos aplicar el método con provecho a un tipo más amplio
de casos. Cuando lo que se discute es más lógico que efectivo, la discusión es un
método bueno para descubrir la verdad. Supongamos que alguien sostiene, por
ejemplo, que la democracia es buena, pero que personas de ciertas ideas no debían
tener derecho a votar. Le convenceremos de esta incompatibilidad probándole que
al menos una de las dos afirmaciones debe ser más o menos errónea. Los errores
lógicos son, creo, de mayor importancia práctica de lo que mucha gente cree. Las
personas que los cometen pueden adaptar sus opiniones a todo tema discutido.
Toda doctrina de lógica cohesión será en parte contraria a los prejuicios corrientes.
El método dialéctico o, más generalmente, la costumbre de una discusión sin trabas,
tiende a buscar la compatibilidad lógica y es, en este sentido, útil. Pero no sirve
cuando se trata de descubrir hechos nuevos. Quizá la filosofía pueda ser definida
como la suma total de estas indagaciones que se pueden averiguar por los métodos
de Platón. Pero si esta definición es adecuada se debe a la influencia de Platón sobre
los filósofos posteriores.
168 DIALOGOS APOLOGíA DE SÓCRATES 169

po en esta búsqueda y de que no filosofes, y si eres de que no voy a hacer otra cosa, aunque h ubiera de e
d sorprendi do haciendo a ún esto, moríráse: si . en efecto. morir muchas veces.e
como dije, me dej arais libre con esta condición. yo os No protest éis, a tenienses, sino manteneos en aquello
di ría: eYo, ateniense s, os apre cio y os quiero, pero voy que os sup liqué , que no protestéis por lo que di go , sino
a obedecer al dios más que a vosotros y. mientras alien- que escuchéis. Pu es, incluso, vais a sacar p rovecho es-
te y sea capaz, es se guro que no dejaré de filosofar, de cuc hando, se gún creo. Ciertamente, os vay a decir algu-
exhorta ros y de hacer manifestaciones al que de vos- nas otras cosas por la s que quizá gritar éis. Pero no
otros vaya encontrando, diciéndole lo que aco stumbro: hagáis eso de ningún modo. Sabed bien que si me con-
'Mi buen amigo. siendo a teniense. de la ciudad más de ná is a muerte, siendo yo cual digo que soy. no me
grande y más prestigiada en s a biduría y poder, ¿ no te dañaréis a mí más que a vosotros mi smos. En efec to.
avergüenzas de preocuparte de có mo te ndrás las mayo- a mí no me causarían ningún daño ni Mele to ni Anilo;
res riquezas y la mayor fama y los mayores ho nores, cierto que tampoco podrían, p orque no creo que n a-
B y, en ca m bio no te preocupas ni interesas por la inte - turalmente esté permitido que u n hombre bueno reciba d
lig encia. la ve rda d y por cómo tu alma va a ser lo mejor daño de otro malo. Ciertamente, podría quizá matarlo
posíble?'.» Y si alguno de vosotros discute y dice que u desterrarle o quitarle los derechos ciudadanos. aste
se preocupa, n o pienso dejarlo al momento y m arch ar. y algún otro creen, quizá, que estas cosas so n grandes
me, sin o que le voy a interrogar, a examinar y a refutar, males; en cambio yo no 10 creo así, pero sí creo qu e
y, si me parece que n o ha adquirido la virtud y dice es un mal m ucho mayor hacer lo que és te ha ce ahora :
30a qu e sí, le reprocharé que tiene en menos lo digno de int ent ar condenar a muerte a un hom bre injustamente.
más y ti ene en m ucho lo que vale poco. H aré esto co n Ahora, atenienses. no t rato de h acer la defensa en
el que m e encuentre, joven o viejo, foras te ro o ciuda da- mi favor. como algu ien podría creer , s in o en el vu est ro,
no, y más con los ciudadanos p or cua nto más próximos no sea que al condenarme cometáis un e rror respecto
estáis a mí por origen. Pu es, es to io manda el di os, a la dádiva del dios para vosotros. En efec to, si me e
sabedlo bien. y yo creo que todavía no os ha surgido conde ná is a muerte, no encontra réis fácilmente, a unque
mayor bien en la ciuda d que mi se rv icio al dios. E n sea un tanto ri dículo decirlo. a otro se mejante colocado
efecto, voy por todas partes sin hacer otra cosa que e n la ciudad por el di os de l mismo modo que, junto a
b in tentar persu adiro s, a jóvenes y viejos, a no ocuparos un caballo grande y noble pero un poco lento por su
ni de los cuerpos ni de los bienes ant es que del alma tam año, y que necesita se r aguijoneado por una especie
ni con tanto afán, a fin de que ésta sea lo m ej or posible. de tábano, según c reo, el dios me ha co locado junto
di ciéndoo s: eNo sale de las riquezas la virtud para los a la ciudad para una función semejante, y como tal.
hombres, sino de la virtud, la s riquezas y todos los otros despertándoos, pe rsuadiéndoos y rep rochándoos uno a
bienes, t anto los privados como los públicos. Si co- uno, no cesaré durante todo el d ía de po sarme en todas
rrompo a los j óvenes al deci r tales palabras, éstas se rían partes. No llegaréis a tener fácil men te otro semejante, 31a
dañ inas. Pero si alguien afirma que yo digo otras cosas, atenienses , y si me hacéis caso, me dej a réis vivir. Pero ,
no di ce ve rda d . A esto yo a ña dir ía: ..Ate nienses, haced qu izá, irritados, como los que son de spertados cuando
caso o no a Anito, de jadme o no en libertad, e n la idea cabecean somnolientos, dando un manotazo m e conde-
170 DIÁLOGOS APOLOGíA DB S6CRATBS 171

Daréis a muerte a la ligera, hacien do caso a Anito. Des- po lítica, y me parece que se o"'pone muy acertadamente.
pués, pasaríais el resto de la vida durmiendo, a no ser En ef ecto, sabed bien, atenienses, que si yo hubiera in-
que el dios, cuidándose de vosotros, os enviara otro. t ent ado anteriormente realizar actos políticos, habría
Comprenderéis, por lo que sigue , que yo soy precisa- m uer to hace ti empo y no os habría sido útil a vosotros
m ente el hombre adecuado para se r ofrecido por el ni a mí mismo. Y no os irritéis conmigo porque digo e
b dios a la ciudad . En efecto, no parece humano que yo la verdad. En efecto, no hay hombre que pueda con-
tenga descuidados todos mis asuntos y que, durante servar la vida, si se opone noblemente a vosotros o a
tantos años, sopor te que mis bienes familiares estén cualquier otro pue blo y si trata de im pedir que sucedan
en abandono, y, en camb io, esté siemp re ocupándome e n la ciudad muchas cosas in ju st as e ilegales; por el
de lo vues tro, acercándo me a cada uno privadamente, contrar io, es necesario que el que, en realida d , lucha 32a
como un p a dre o un hermano mayor, in ten tando con- por la justicia, si prete nde vivir un poco de t iempo,
ven cerle de que se preocupe por la virtud. Y s i de est o actúe privada y no públicamente.
obtuviera provecho o cobrara un sala r io al haceros Y, de esto, os voy a presentar pruebas importantes,
estas recomendaciones, tendría alguna ju stificación. Pero no p alabras, sino lo que vo sotros estimáis, he chos. Oíd
la verdad es que, incluso vosotro s mismos lo veis, aun- lo que me ha sucedido, pa ra que sepáis que no cedería
que los acusadores han h echo otras acusaciones tan an te nada cont ra lo justo por te mor a la mu erte, y al
de svergonzadamente, no han sido capaces, presentando no ceder, al punto estaría dispuesto a morir. Os vay a
e un testigo, de llevar su desvergüenza a afirmar que yo de cir cosas vulga res y leguleyas, pero verdaderas. En
alguna vez cobré o pedí a alguien una remunerac i ón. ef ecto, a tenienses, yo no ejercí ninguna otra magistra-
Cier t amente yo presento, me parece, un testigo sufi- tura en la ciudad , pero fui miembro del Consejo 24. b
cie nte de que di go la verdad: m i pobreza . Casualmente ej ercía la pritanía nuestra tribu, la An-
Quizá pueda p arecer extra ño que yo privadamente, tióq uide, cuando vosotros decidistei s, injustamente,
yendo de una a otra p arte, dé es to s consejos y me meta com o despué s todos recon oci steis , juzgar en un solo
en muchas cosas , y no me atreva en público a subir a j uicio a los di ez generales que no habían r ecogido a los
la t ribuna d el pueb lo y dar consej os a la dudad. La náufragos del com b a te naval >. E n aque lla ocasión yo
cau sa de est o es lo que vosot ros me habéis oído decir
muchas vece s, e n muchos lu gares, a saber, que hay 24 El Consejo (llamado «Conse jo de los Ouíníen tos») es taba
d junto a mi a lgo divino y demónico 23; esto t amb ién lo constitui do por cincuenta miembro s de cada una de las d iez
incluye en la acusa ción Meleto burlándose. Está con- t ri bus . Se dividía el a ño en diez perio dos, en cada un o de los
migo desde n iño, toma forma de voz y, cuando se mani- cuales ejercía el gobierno y presidía el Consejo cada un a de
las t ribus (tribu en pritania ). Los clncuen ta miembr os de la t ribu
fiesta, siem pre m e disuade de lo que va y a hacer, jamás en funciones se llamaban prttanes. En esta época, los cargos
me incita. Es esto lo que se opone a que yo ejerza la que ejercían los prítanes, alguno s por un solo día, se asignaban
por sor teo; también se había efectu ado sortee para nombrar a
los cinc uenta represent antes de cada tribu.
2J Sócr ates justifica por qué ha eje rcido privadame nte su as La batalla naval de las islas Arginusas en el añ o 406 ter-
labor en beneficio de Atenas y no lo ha hecho desde la actividad minó con la victoria de los generales a ten ienses sobre los espa r-
política. I ntroduce la presencia de un espíri tu disuasor. tanos. Una tormenta impi dió recog er a los ná ufr agos propios.
112 DIÁLOGOS APOI.OGiA DE SÓCRATES 173
solo ent re lo s prftanes me enfrenté a vosotros para que ho nrado. hubiera prestado ayu da a las cosas justas y
no se hiciera n ada contra las leyes y voté en contra. conside rado esto lo más importante. como es debido?
y es tando dispuestos los oradores a enj u iciarme y de- Está m uy lej os de ser así. Ni tampoco ningún ot ro
t enerme, y animándoles vosot ro s a ello y dando gritos, hombre. En cuanto a mi, a lo largo de toda mi vida. 33a
e creí que debía afrontar el riesgo con la ley y la justicia s i a lguna vez he realizado alguna acción pública. me he
antes de, por temor a la cárcel o a la muer te, u nirme most rado de esta condición. y también privadamente.
a vosotros que est abai s decidiendo cosas injustas. Y s in transigir e n nada con nadie cont ra la justici a n i
esto, c uando la ciudad a ún te nía régimen . democrático. tampoco con ninguno de los que, creando fal sa imagen
Pero cuando vino la oligarqufa, los Treinta 216 me hicie- de mi. dicen que son di scípulos mios. Yo no he s ido
ron llamar al Tolo. junto con otros cuatro, y me orde- j amás maest ro de nadie. Si cuando yo estaba hablando
naron traer de Sal amina a León el s ala minio p ara darle y me ocupaba de mis cosas. alguien. joven o viejo.
muerte; pues ellos ordenaban muchas co sa s de este deseaba escucha rme, j amás se lo impedí a nadie. Tam-
ti po también a otras pe rsonas, porque querían cargar poco dialogo cuando recib o dinero y dejo de d ialoga r sí
de culpas al mayor núme ro posib le. Sin emba rgo. yo no lo recibo. a ntes b ien m e ofrezco. para que me pre- b
most ré también en esta ocasión , no con p al ab ras, sino gu nten, tanto al rico como al pobre, y lo mismo si al-
d con hechos. que a mí la muerte, si no resulta un poco gui en prefiere responder y escucha r mis preguntas. Si
rudo decirlo . m e im porta u n bledo. pero que. en cam- alguno de éstos es luego un hombre h on rado o no lo
bio. me preocupa absolutamente no realizar nada in- es. no podría yo, en ju sti cia. in currir en cul p a : a nín-
justo e im pío. E n efecto. aquel gob ierno. aun s iendo guno de ellos les ofrecí nunca ense ñanza alguna ni les
tan violento , no me a temorizó como para llevar a cabo instruí. Y si alguien afirm a que en alguna ocasión a pren·
un acto inj usto. sino que, después de salir d el To lo. dió u oyó de mi en privado a lgo q ue no oyeran también
los otros cuatro fu eron a Sal amina y trajeron a León. todos los de más, sa bed bien que no d ice la verdad.
y yo salí y m e fui a casa. Y quizá habría perdido la vida ¿ Por q ué. realm ente, gu stan algunos de pa sar la rgo
por esto. s i e l régime n no hubiera sido derribado rápida- tiempo a mi lado? lo habéis oído ya, a te nienses; os he e
e mente. De esto. tendréi s muchos testigos . d icho toda la verdad. Porque les gust a o írm e e xaminar
¿Acaso cr eéis q ue yo habría llegado a vivir tantos a los que c reen se r sa bios y no lo son. En verdad. es
años. s i me hubiera ocupa do de los asuntos públicos Y. ag radable. Como digo. realizar este trabajo me ha s ido
al ocuparme de ellos como corresponde a un h om bre encomendad o por el dios por medio de oráculos. de
s ueños y de todo s los demás medi os con los que alguna
A esta circun stancia se un ieron in trigas polí ticas que detennina- vez algu ie n, de con dición divina. ordenó a un hombre
ron la instrucción de un proceso y la condena a muerte de los hacer algo. Es to, atenienses. es verdad y fá cil de co mo
genera les victoriosos . Er a ilegal juzgar los en un solo juicio. Só- p robar. Ciertamen te, si yo corrompo a unos jóvenes
cra tes, con evide nte peligro, fue el ünl co de los pr ttanes que se
opu so. (JEN., H e!. 1 6.) ahora y a otros los he corrompido ya , algunos de ellos. d
26 4ILos Tr-einta » es el nombre dado al duro gobierno de c reo yo, al hacerse mayores, se da rí an cuenta de que,
tr einta oligarcas a ten ienses impuesto po r Esparta poco después cuando eran jóvenes. yo les aconsejé en alguna oca sión
de la rendición de Atenas en 404. Se reunían en el Tolo. al go malo, y se ría necesar io que sub ieran ahora a la
174 DIÁLOGOS APOLOGí A DE SÓCRAl ES 175

t ribuna, me a cusara n y se vengaran. Si ellos no quieren, no cor ro m pidos, hombres ya mayores, los parientes de
alguno de sus fa miliares, padres, hermanos u. otros pa- éstos no tienen otra razón para ayudarme que la recta
ri en tes ; si sus fa miliares r ecibieron de mí al gún daño, y la justa, a saber, que tienen conciencia de que Meleto
t en drían que recordarlo a hora y ven garse. Por todas miente y de que yo di go la verdad .
pa r tes es tán presen tes aquí muchos de ellos a los que Sea, pues, atenienses ; poco m ás o menos, son éstas
estoy vien do. E n primer lugar, este Critón TI, de mi mis- y, qu izá , otras semejantes las cosas que podría alegar
ma edad y demo, p adre de Crítobulo, también presente; en mi defensa 25. Quizá alguno de vosotros se irrite, acor-
e de spués, Lisan ias de Bsfetc, padre de E squine s, que dándose de s í mismo, si él, some tido a u n juicio de e
está aquí; luego Antifón de Cefisia , padre de Epígenes; menor im por tanc ia que éste, rogó y suplic ó a los jueces
además, están p re sentes otros cuyos hermanos han esta- con muchas lá grimas, t rayendo a sus h ijos para pro-
do en es ta ocupación, Nic óst rato, el hijo de Teozótides ducir la mayor compasión posible y, también, a muchos
y hermano de Teódot o - Teódot o ha m uerto, así que no de sus familiares y amigos 29, y, en cam bio, yo no hago
podría roga rle que no me acusara-; Par-ali ó, hijo de nada de eso, aunque corro el máximo pelig ro, según
Dem ódoco, c uyo he rmano era Té ages; Adim ant o, hijo p arece. Tal vez alguno, al pensar esto, se comporte más
34a de Ari stón, c uy o hermano es Platón, que está aquí; duramente con migo e, irritado p or estas mis mas pala-
Ayan todor o, c uyo he rmano, aquí presente, es Apolodoro. bras, dé su voto con ira. Pues bien, si alguno de vos - d
Pue do nom b raras a otros mu chos, a alguno de los cua- otros es así - cie r tament e yo no lo creo, pero si , no
les Meleto de bía haber presentado especialmente como ob stante, es así- , me parece que le di ría la s palabras
testigo en su dis curso. Si se olvidó entonces , que lo adecuada s, al decirle: «También yo, amigo, tengo pa-
presente ahor a - yo s e lo permito- y que diga si dis- ri en tes. Y, en efec to, me sucede lo mismo que dice
pone de alguno de éstos. Pero vai s a en contrar todo lo H omero, tampoco yo h e nacido de 'una encina ni de
cont ra ri o, a tenien ses, t odos están dispuestos a ayudar- una roca', sino de hombres, de manera que también yo
me a m í, al q ue corrompe, al qu e h ace m al a sus fami- tengo parientes y p or cierto, a teniens es, tres hijos, uno
b liare s, como dicen Mele to y Anito. Los propios corrom - ya adolescente y dos n íños.» Sin embargo, no voy a
pidos tendrían quizá mo tivo pa ra a yu da r m e, p ero los hacer su bir aquí a ni nguno de ellos y supli caros que
m e absolváis. ¿Por qué no voy a hacer nada de esto?
n Las perso nas citadas eran amigos fieles de Sócra tes . Critón No por arrogancia, atenienses, ni por desprecio a vos-
est á configur ad o en el diálogo que lleva su nombre. Esquines
de Esfeto estuvo también prese nte en la muerte de Sócrates.
Tras la mue rte del maest ro se trasladó a Sícílta, dond e residió 23 Las últimas palabras de Sócr ates antes de votar los jueces
muchos año s an tes de regre sa r a Atenas. Epígenes , del demo tienen una creciente tensión dr amática. Así como Anito había
de Cefisia, estuvo tamb ién presente en la muer te de Sócrates. dicho que no se debía haber procesa do a Sócrates, o que, una
Nicóstrato no nos es conocido por otras referencias . T éa ges, vez procesado, era neces ario condena rlo a mu er te, así también
a teniense, hij o de Demód oco, está nombrad o ya como fa llecido Sócra tes sabía que tenfa que renunciar a toda su labor pa sad a
en la fecha del proceso. Es interlocutor de Sócra tes en el diálogo adoptando un a act it ud suplicante o mantenerse firm e, con el
apó crifo de su nomb re. Adimanto, el hermano mayor de Platón, casi seguro rie sgo de ser condenado a muerte.
es int erlocutor de Sócrates en la Rep ública. Apolo doro aparece 29 Se trata de prácticas qu e eran frec uentes en juicios en
también en el Banquet e 172b, y en el Fedón 59a y 117d. los que la sen tencia podía ser la pena capital
176 DIALOGOS APOl.OG1A DE SÓCRATES 177
e otros. Si yo estoy confiarlo con respecto a la muerte o que no son buenos, justos ni piadosos, especialmente, d
n o lo est oy, eso es otra cuestión. Pero en lo que toca a por Zcus, al estar acusado de impiedad por este Meleto.
la rep utación , la mía, la vu estra y la de toda la ciudad, Pues, evidentemente, si os convenciera y os forzara con
no me p arece bien, tan to por mi e dad como por el re- m is súplicas, a pesar de que habéis jurado, os estaría
nombre que tengo, se a verdadero o fals o. que yo haga enseñando a no creer que hay dioses y simplemente, al
nada de esto , pero es opinión general que Sóc rates se int entar defenderme, m e estaría acusando de que no
35a disti ngue de la mayoría de los hombres. Si aquellos de creo en los dioses. Pero está muy lejos de se r así; por-
vosotros que parecen di sti nguirse por su sabiduría, que creo, atenienses , como ninguno de mis acusadores;
valor ti otra virtud cualquiera se comportaran de es te y dejo a vosotros y al dios que juzgu éis sobre mí del
modo, sería vergonzoso. A al gu nos que parecen tener modo que vaya a ser mejor para mí y para vosotros.
algún valor los he visto muchas veces comportar se así
cuando son juzgarlos. h acie ndo cosas increíbles porqu e
creían que i ba n a soportar algo terrible si e ran conde- Al hecho de que no me irrite, atenienses, ante 10 su- e
nados a muerte, como si ya fu eran a ser inmortales si cedido, es decir, ante que m e hayáis condenado, con- 36a
vosot ros no lo s condenarais . Me parece que ést os llenan tribuyen muchas cosas y, especialmente, que lo sucedido
de vergüenza a la ciudad, de modo que un extranjero no ha sido inesperado p ara m í, si bien me extraña mucho
b podría suponer que los a te n ien ses destacados en m é- más el número de votos resultante de una y otra parte.
rito, a los que su s ciudadanos prefieren en la elección En efect o, no creía que iba a ser por tan poco, sino por
de magistraturas y otros hono res, ésos en n ad a se dis- mucho. La realidad es que, según parece, si sólo treín-
tinguen de las mujeres. Ciertamente, a tenie nses, ni vos- t a'" votos hubieran caído de la otra parte, habría sido
otros, los que destacáis en alguna cosa, de bé is hacer absuelto. En todo caso, según m e parece, incluso ahora
es t o, ni, si lo hacemos nosotros , debéis pe rmitirlo, sino he sido absuelto respecto a Meleto, y no sólo absuelto,
dejar bien claro que condenaréis al que introduce es tas sino que es evidente para todos que, si no hubieran
esce nas miserables y pone en r idículo a la ciudad, mucho comparecido Ani to y Licón para acusarme, quedaría
más que al que cons erva la calm a. él conden ado incluso a pagar mil dracmas p or no h ab er b
Aparte de la reput aci ón, atenienses, tampoco me pare- alcanzado la qui nta parte de los votos.
ce justo suplica r a los jueces y quedar absuelto por Así pues, pr opone p ara mí este hombre la pena de
e haber suplicad o, sino que lo justo es informarlos y m u erte. Bien , l Y yo qué os propon dré a mi vez 31, ate-
persuadi r los. Pues no está sentado el juez para conceder
por favor lo justo, sino para juzga r; además, ha jurado
no. h ace r favor a los que le parezca, sino juzgar con JI) Sócrates ha sid o declarado culpable de la acu sación. Para
los datos numéricos, ver la I nt rod ucción. Si el acusador no con-
ar reglo a las leyes. Po r tanto, es necesario que nosotros seguía la quinta parte de los votos de los jueces, debía pagar
no os acostumbremos a jurar en fal so y que vo so tros mil dracmas.
no os acostumbréi s, pues ni unos n i otros obraríamos 31 Meleto ha propuesto la pen a de muerte. El tribunal no
piadosament e. Por cons igu ie nte, no esti méis, a tenie nses, puede más que elegir entre las dos propuestas. En las circuns-
tancias del momento, Sócrates tenía que admitir una culpabili-
que yo debo hacer ante vosotros actos que considero dad o exponerse a que el tribunal tuviera que elegir la pena de
37,- 12
178 DIÁLOGOS APOLOG1A DE SÓCRATES 179

nienses? ¿Hay alguna duda de que propondré lo que es p reciso que yo proponga lo merecido con arreglo a
merezco? ¿Qué es eso entonces? ¿Qué merezco sufrir lo justo, propongo esto: la manu tención en el Prítaneo. 37a
o pagar porque en mi vida no he teni do sosiego, y he Quizá, al hablar así, os parezca que es toy hablando
abandonado las cosas de las que la mayoría se pre- lleno de arrogan cia, como cuando antes hablaba de
ocupa: los ne gocios, la hacienda familiar, los mandos lam entaciones y súplicas, No es así, atenienses, sino más
militares, los discursos en la asamblea, cualquier ma- bien , de est e otro modo, Yo estoy persuadido de que
gistratura, las alianzas y luchas de partidos qu e se pro- no hago daño a ningún h om bre voluntariamente, pero
ducen en la ciudad, por considerar que en realidad soy no con sigo convenc eros a vosotros de ello, porque hemos
e demasiado honrado como para conservar la vida si me d ialogado durante poco ti empo. Puesto que, si tuvieráis
en caminaba a es tas cos as? No iba do nde no fuera de una ley, co mo la ti enen otros homb res, que ordenara
u tilidad para vosotros o para mí, sino que me dirigía a no decidir sobre una pena de muerte en u n solo día,
h acer el mayor bien a cada uno en particular. según yo sino en muchos , os convenceríais. Per o, ahora, en poco b
digo; iba allí, intentando convencer a cada uno de vos- ticmpo no es fáci l liberar se de grandes calumnias, Pero
otros de que no se preocupara de ninguna de sus cosas suadído, como estoy; de que no hago dalia a nadie, m e
antes de preocuparse de ser él m is mo lo m ejor y lo más hallo muy lej os de hacerme da lia a mí mismo, de decir
sensato posible, ni que tampoco se preocupara de los cont ra mí qu e soy merecedor de algún dañ o y de pro-
asuntos de la ciudad antes que de la ci udad misma y poner para mí algo semejante . ¿Por qué te mor iba a
d de las demás cosas según es ta misma idea. Por con- hacerlo? ¿Acaso por el de no sufrir 10 que ha propuesto
sigu iente, ¿q ué merezco que m e pase por ser de este Meleto y que yo afirmo que no sé si es un bien o un
modo? Algo bueno , atenienses, si hay que p roponer en mal ? ¿Para evitar esto, debo elegir algo que sé con cer-
verdad según el merecimien to . Y, además, un bien que toza que es un mal y proponerlo para mí? ¿ Tal vez, la
sea adecuado para mí. Así, pues, ¿qué conviene a un prisión ? ¿Y por qué he de vivir yo en la cárcel siendo o
hombre pobre, benefactor y que necesit a tener oci o e sclavo de los magistrados que, su cesivam en te, ej erz an
para exhortaros a vosotros? No hay cosa que le con- su cargo en ella, los Once? ¿Quizá, una multa y estar
venga más, atenienses, que el ser alimenta do en el Pri- en p risión hasta que la p agu e? Pero esto sería lo m ismo
taneo 32 con más razón que si alguno de vosot ros en las qu e lo an te rior, pues no tengo dinero para pagar, ¿En-
Olimp iadas ha alcanzado la victoria en las carreras de ton ces propondría el destier ro ? Quizá vosotros acepta-
caballos, de bigas o de cuadrigas. Pues éste os hace ría is esto. ¿No ten dría yo, ciertamente, much o amor a
parecer felices, y yo os hago felices, y és te en nada la vida, si fuera tan insensato como para no poder re-
e necesita el alimento, y yo sí lo n ecesit o. Así, pues, si flexionar que voso tros, que sois conciu dadanos míos,
no habéis sido capaces de soportar mis conversaciones
y r azon am ien tos, sino que os han resultado lo bastante d
muerte. La decisión, que Sócrates seguramente tenía prevista pesados y molesto s como para que ahora inten téis libra-
desde antes del juicio, fue la de no aceptar la culpabilidad.
ro s de ellos, y que acaso otros los soportarán fácilme n-
32 En el Pritaneo, establecido en el Tolo , podían comer las
personas a las que la ciudad ju zgaba com o sus ben efactores , te? Está muy lejos de ser as í, atenienses . [Sería, en
Este honor era. muy estimado. efecto , una hermosa vida para un hombre de mi edad
180 DIÁ LOGOS APOLOGíA DE SÓCRATES 181

sa lir de mi ci udad y vivir yendo expulsado de un a ciu- Asf pues, propongo esa cantidad. Estos se rán para vo s-
dad a o tra! Sé con certeza que, donde vaya, los jóvenes otros fiadores dignos de crédito.
escuc ha rán mis pa labras, como aquí. Si los rechazo,
ellos me expulsarán convencie ndo a Jos mayores. Si
e no los rec hazo. me expu lsa rán sus padres y fa m ilia res Por no esperar un t iempo no largo, atenienses, vais e
po r causa de ellos. a tener la fama y la culpa. po r parte d e los qu e quie ren
Quizá di ga a lguno: «¿ Pe ro no serás capaz de vivir difa ma r a la ciudad, de haber metado > a Sócrates, un
alejado de nosotros e n sile ncio y lleva ndo una vida t ran- sa bio. Pu es afirmarán que soy sabio, a unque no Jo soy,
quila ?.. Pe rsuadir de es to a algunos de vosotros es lo Jos qu e quieren injuriaros. En efecto. s i hubierais es-
más difíci l. En efecto. s i d igo que eso es de sobedecer pe ra do un poco de t iempo. esto habría suced ido por si
al d ios y que, po r ello. es im posible llevar una vida mi smo. Veis. sin duda, que mi edad es tá ya muy a van-
38a tranquila, no me cree réi s p en san do que hablo irón ica- ze da en e l curso de la vida y próxima a la mu erte. No
ment e. Si , por otra parte, digo que el mayor bien para digo estas pal abras a todos vo sotros, sino a los que me d
un homb re es p reci same nte éste. tener conversaciones han condenado a muerte. Pero también les digo a ellos
cada d ía acerca de la vir tud y de los otros temas de lo siguiente. Qui zá c reéi s, a t enienses, que yo he sido
los que vosotros me habé is o ído dialogar cuando me condenado por fal tarme las pal abras adecuada s para
examinaba a m i mi smo y a ot ro s, y si digo que una haberos convencido, si yo hubiera creído que era pre-
vida sin examen no ti en e objeto vivirla para el hombre, ci so hacer y decir todo, con tal de evitar la condena.
me c reeréis a ú n menos. Si n e mb argo, la verdad es as í. Está muy lejos de se r así. Pu es bien, he sido co ndenado
como yo d igo , aten ienses, pero no es fácil convenceros. por fa lta no cier ta m en te de pala bras, si no de osadía y
Ade más. no es toy acost um brado a considerarme mere- desve rgüenza lS . y por no querer deci ros lo que os habría
b cedor de ni ngún cast igo. Ciertamente. si t uviera d in ero. s ido más agradable oír: lamenta rme, llorar o ha cer y
propondrta la ca ntidad qu e estuvie ra en condi ciones de decir otras m uchas cosas in di gnas de mi , como di go , y e:
pa gar; el d inero no se r ta ni ngú n daño. Pero la ve rdad qu e vosotros tenéis costumbre de oír a otros. Pe ro ni
es que no lo tengo, a no se r que quis ierais aceptar lo a ntes c reí que e ra necesar io ha cer nada innobl e po r
que yo podría pagar. Quizá po dría pagaros una mina causa del peligro. ni ahora me a rrepiento de haberme
de pla ta>. Propongo , por ta nto, esa cant ida d. Ahí Pla-
tón , a tenie nses, Critón, Cr itobulo y Apolodoro me piden 34 En nueva votación , el tri bunal ha co ndenado a mu er te a
qu e proponga t reinta mi na s y q ue ellos sa len fiadores . Sócra tes. Casi oche nt a jueces han ca mbiado d e opinión y han
、セッ su voto adverso a Sócra tes. El juicio ha terminado, pero
m ien tras los magistrados t erminan sus diligencia s pa ra con du-
ci rlo a la pris ión , Sócrates ha podido brevemen te hab la r con
3J Sus amigo s en el público a dvír't icr on en seguida que la los jueces. Platón re coge es tas p alabr as separa ndo las di rigida s
oferta de u na mina conducía directamente a que el tri bunal a los que le han condenado, de las que dedi ca a los qu e han
aceptara la p ropuesta de Mele to. Sócrates aceptó p ro poner la s vota do su p rop uesta .
treinta mina s. No hay razón para pensar q ue es ta ofer ta no se jセ Es tas Ideas exp r esadas a qu í son las qu e, al parecer, h an
p ro dujo. guiado el comportamiento de Sócrates durant e el juicio. En
nin gún luga r expresa estos puntos de vista con ma yor clat-idnd .
..
._------ - - ......, - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

182 Dd.LOGOS APOLOGíA DE SÓCRATES 183

defendido así. si no que prefiero con m ucho morir ha- trans ige ntes por cuanto son más jóvenes, y vosotros os
biéndome defendido de este modo. a vivir habiéndolo irritaréis más. Pues, s i pensáis qu e matando a la gente
h ech o de ese otro modo. En efe cto, ni ante la justicia vais a im pe dir que se os reproche que no vivís recta-
ni en la gu e rra, ni yo ni nin gún otro deben m aquina r mente, no pe nsáis bien . Este medio de evitarlo ni es
394 có mo evitar la mu erte a cu alquier precio. Pues también muy eficaz, ni es honrado. E l más honrado y el más
e n los combates muchas veces es evidente que se evi- sencillo no es reprimir a los demás, s ino prepararse
taría la muerte a bandonando las armas y volviéndose a para ser lo mejor posible. Hechas estas predi cci ones a
suplicar a los pe rseguidores. Hay muchos medios, e n quienes me han condenado les digo adiós.
cada ocasión de peligro, de evitar la muerte, s i se tiene Con los que habéis votado mi a bsolución me gusta- e
la osad ía de hacer y de ci r cualquier cosa. Pe ro no es ría conversar sobre este hec ho que acaba de sucede r,
difícil, atenienses, evitar la m uerte, es mucho más di - mientras los magistrados están ocupados y aún no voy
fícil evitar la maldad; en efecto. co rre más deprisa que adonde yo debo morir. Quedaos, pues, conmigo, amigos,
b la muerte. Ahora yo , como soy lent o y viejo. he sido es te tiempo, pues nada impide conversar entre nos-
alcanzado por la más le nta de las dos. En cambio, mis otros mientras sea posible. Como sois amigos, quiero 40a
acusadores, como son temib les y ágiles, han sido alcan- haceros ver qué significa, realment e, lo q ue me ha suce-
zados por la más rápida. la maldad. Ahora yo voy a sal ir dido ahora. En efecto, jueces -pues llamándoos jueces
de aqu í condenado a muerte por vosotros, y éstos, con- os llamo correctamente-, me ha sucedido algo extra-
denados por la verdad, culpables de perve rsidad e in- ño . La advertencia habitual pa ra mi, la del espíritu
justicia. Yo me atengo a mi es timación y éstos, a la divino, en todo el tiempo anterior era siempre muy
suya. Qu izá era necesario que es to fu era así y creo que frecuente, oponiéndose aun a cosas muy pequeñas. si
está adecuadamente. yo iba a obrar de fo rma no recta. Aho ra me h a sucedido
e Deseo predeciros a vosotros, mis condenadores, lo lo que vosotros vei s, lo que se podría creer que es, y en
q ue va a seguir a esto. En efecto, estoy yo ya e n ese opinión general es , el mayor de los males. Pues bien,
momentc » e n el que los ho mbres tie nen capacida d de la señal del dios no se me ha opuesto ni al salir de b
profeti zar, cuando van ya a mo rir. Yo os aseguro, hom- casa por la mañana , ni c uando subí aquí al t ribunal,
bres que me habéis condenado, q ue inmedia tame nte ni en n ingún momento durante la defensa cuando iba
después de m i muerte os va a venir un castigo m ucho a decir al go . Sin em bargo, en otras ocasiones me re-
más d uro, por Zeus, que el de m i condena a m uerte . En tenía, con f recuenci a, mien tras hablab a. En cambio,
efec to, a hora ha béis hecho es to creyendo que os ibais a hora, en es te asunto no se me ha opue sto en n ingún
a lib rar de dar cue n ta de vuestro modo de vid a, pero, momento a nte ningún acto o pala bra. ¿ Cuál pienso que
como digo, os va a sa lir muy a l cont rari o. Van a se r es la causa? Voy a decíroslo. Es probab le que esto que
d más lo s que os pidan cue nt as, ésos a los que yo ahora me h a sucedido sea u n bien, pero no es posible que lo
contenía sin q ue vosotros lo percibierai s. Serán más in- com prenda mos rectamente los que c reemos que la m uer-
te es un mal. Ha h ab ido pa ra mí una gran prueba de e
ello. En efec to, es imposible que la se ñal habit ual no se
J6 Era creencia común que , a la hora de la mu er te, los hom-
bres a dquirían cualida des proféticas.
184 DIÁLOGOS APOLOGfA DE SÓCRATBS 185

me hubiera opuesto, a n o ser que me fuera a ocurrir Además , ¿cuánto daría alguno de vosotros por estar
algo bueno. jun to a Orleo, Museo, Hesíodo y Homero? Yo estoy dis-
Reflexionemos tamb ién que hay gran esperanza de puesto a morir muchas veces, si esto es verdad, y seria
que esto sea un bien. La muerte es una de estas dos un entretenimi en to maravilloso, sobre todo para mi, b
cosas: o bi en el que está muerto no es nada ni tiene cu ando me encuentre alli con Palamedes 19, con Ayante,
sens aci ón de nada, o b ien, segú n se dice, la muerte es el hijo de Telamón , y con algún otro de los antiguos
precisamen te una t ransformaci ón, un cambio de morada que haya muerto a causa de un juicio injusto, comparar
para el alma de este luga r de aquí a otro lu gar. Si es mis sufrimi entos con los de ellos; esto no sería desagra-
d una au sencia de sensación y un sueño, como cuando se dable, según creo. Y lo más importante, pasar el ti empo
,
due rme sin so ñar, la muerte sería una ganancia mara- examinando e investigando a los de allí, como ahora a
"
villosa. Pues, si alguien, tomando la no che en la que ha los de aquí, p ara ver quién de ellos es sabio, y quién
do rmido de tal manera que no ha visto nada en sueños cree serlo y n o lo es. ¿Cuánto se daría, jueces, por exa-
y comparando con esta noche las demás noches y días minar al que llevó a Troya aquel gran ejércit o, o bien a e
de su vida, tuviera que re flexionar y decir cuántos días a
Odi sea «J o a Sísifo o otros infinitos hombres y mujeres
y noches ha vivido en su vid a mejor y más agradable- que se podrían citar? Dialogar allí con ellos, estar en
mente que esta noche, creo que no ya u n ho mbre cual- su comp añ ía y examinarlos sería el colmo de la felici-
quiera, sino que incluso el Gran Rey " encont raría fácil- dad. En todo caso, los de allí no conde nan a muerte por
e mente contables estas noches comparándolas con los esto. Por ot ras razones son los de allí más felice s que
otros días y n oches. Si, en efecto, la muerte es algo así, los de aquí, especialmente porque ya el r esto del ti empo
digo que es una ganancia, pues la totalidad del tiempo son inmortales, si es verdad lo qu e se dice.
no resulta ser más que un a sola no che. Si, por otra Es preci so que también voso tros, jueces, estéis llenos
parte, la muerte es como emigrar de aquí a otro lugar de esperanza con resp ecto a la muerte y tengáis en el
y es verdad, co mo se dice, que allí están todos los que ánimo esta sola verdad, que no existe mal alguno para
han muerto, ¿qué bien habría mayor qu e éste, jueces ? el hombre bueno, ni cuando vive ni después de muerto, d
41a Pues si, llegado uno al Hades , libre ya de éstos que y que los dioses no se desentienden de sus dificu ltades.
dicen que son jueces, va a encontrar a los verdaderos Tampoco lo que ahora me ha sucedido ha sido por ca su a-
jueces, los que se dic e que hacen justicia allí : Mínos e, lidad , si no que tengo la evidencia de que ya era mejor
Radamanto, セ。」 ッ y Triptólemo, y a cuantos semídíoses para mí morir y librarme de trabajos. Por esta razón,
fueron just o.'> en su s vida s, ¿s ería acaso malo el viaje? en n ingún momento la señal divina me h a detenido y,
por eso, no me irrito mucho con los que m e han co n-
sr Es la manera corriente de llama r al rey de los persas, cuya
riqueza y luj o eran proverbiales. 39 Palamedes y Ayante fueron , como Sócrates , víctima s de
38 En el Gorgias 523e, cita Plat ón a Minos, aaco y Rada- un j uicio injusto, ambos a causa de Odtseo.
manto , pero no a Trlptólemo. En el libro XI de la Odisea, el «J El nombre de Odisea viene atraído como pareja con Aga-
ju ez es Minos. Orfeo, Museo, Hes íodo y Homcro están nombra- menen : el de S ísífo, como pareja de Odiseo, por urdidor de en-
dos como seres extraordinarios con los que todo ser humano gaños. No tendría sen tido nombrar aq ui el castigo de Sísifo, ya
desearía hablar . conocido en Odisea XI 59.3 .
186 DIÁLOGOS

denado ni con los acusadores . No obstante, ellos no me


condenaren ni acusaron con esta idea, sino creyendo
que me h ad an dafio. Es justo que se les haga este re-
e proche. Sin em bargo, les pido un a sola cosa. Cuan do
mis hijos sean mayores, atenienses, castigadlos causán-
do les las mismas molestias que yo a vosotros, si os
parece que se preocupan del dinero o de otra cosa cual-
quiera antes que de la virtud, y si creen que son alg o
sin serlo, reprochadles, como yo a vosotros, que no se
, preocupan de lo que es necesario y que creen ser algo
sin ser dignos de nada. Si hacéis esto, mis hi jos y yo
,I
42a hab remos recibido un justo pago de vosotros. Pero es
ya hora de marcharnos, yo a morir y vosotros a vivir.
Quié n de nosotros se dirige a u na situación mejor es
algo oculto para todos, excepto para el dios.
CRIT6N
MATERIAL DE ESTUDIO – ÉTICA, SOCIEDAD Y PROFESIÓN

SEMANA 4
FICHA DE IDENTIFICACIÓN
Nombre. Matrícula.
Carrera. Grupo. Horario.
Materia. Ética, sociedad y profesión
Semana. 4 Lectura. SÓCRATES: IDEAS ÉTICAS Fecha.
Evidencia.
Instrucciones. Tipo de entrega: INDIVIDUAL
1. Realiza la lectura crítica de los textos asignados a esta semana:
a. La primera vez que leas los textos encierra las palabras de las cuales
desconoces el significado
b. Al terminar la lectura coloca el significado de las palabras subrayadas en el
margen del texto
c. Al realizar la segunda lectura subraya las ideas principales
2. Identifica en e autor o la corriente asignada, la definición que dan a los siguientes
conceptos y, si es posible, en qué libro lo escribieron.
a. Persona
b. ¿Existe el bien y el mal? Si existen, ¿qué son?
c. Libertad
d. Justicia
e. Voluntad
f. Felicidad
g. Conciencia
h. Deber
i. Responsabilidad
j. Virtud
k. Los valores
l. El deseo
m. Las pasiones
n. Cómo se toman las decisiones
o. Qué son los dilemas éticos o dilemas morales

NOTA: toma en cuenta dos cosas, primero no debes externar tu opinión lo que debes
hacer es encontrar las definiciones o formas de pensar del autor sobre esos temas; y,
recuerda que quizás hay autores que por la antigüedad de su trabajo no abordaron
todos los temas, pero sí la mayoría de ellos, así que no encontrar una definición no es
excusa para solo presentar una o dos de ellas.

PRODUCTOS A ENTREGAR: En físico y en digitalización: todos los puntos


ASPECTOS A EVALUAR: Lectura crítica y análisis de la información
RECURSOS DE APOYO: Revisar en Teams
Primera edición: 1968
Undécima edición: 1978

RAÚL GUTIÉRREZ SÁENZ


D c ic d io s ( c s c j v.til( i'i

(<')
R a ú l G u t i í .iu u /. S
Cerro Gordo, i
México 21, D. F.

ÉTICA
Toda» la» característica» de
esta edición son propiedad
del editor. Prohibida la re
producción total o parcial,
de este libro, sin autoriza
ción escrita del editor.

IMPR FS O IN MÍXKo
Capítulo XIX
SÓCRATES, FUNDADOR DE LA ÉTICA
Después de haber estudiado la libertad y el valor, revisare­
mos ahora las principales ideas que han dado los filósofos en
torno al problema moral. Muchas de ellas difieren radical­
mente respecto a la posición que aquí hemos adoptado. Sin
embargo, lejos de conducir esto al escepticismo, el fruto posi­
tivo puede ser considerable, si se toman en cuenta estas dos
razones:
a) El conocimiento de pensamientos diferentes al propio
ensancha la capacidad para comprender a las demás personas;
viene a ser como un surco que ahonda la propia capacidad in­
telectual. El comprender a otros, aun cuando no se esté de
acuerdo con ellos, es la base del diálogo y de la tolerancia
Cerrarse, en cambio, es señal de estrechez de criterio.
b) El esclarecimiento del error fortifica la verdad. La opo­
sición y contraste que ofrecen tantas doctrinas nos va indicando
la verdad. Nunca ha destacado tanto el brillo del pensamiento
correcto como cuando se compara con lo incorrecto.
1. E l método de Sócrates. La Filosofía, tal como la en­
tendemos en todo su rigor, ntóió en Grecia, cinco o seis siglos
antes de Jesucristo. Y, entre los filósofos que inician el período
de esplendor griego dentro del pensamiento, se encuentra Só­
crates.
Sócrates vivió del 470 al 4Q0 a. J. C. Fue maestro de Platón
y no escribió ningún libro. Murió condenado a muerte, acusado
de corromper a la juventud y de no creer en los dioses de la
ciudad.9
[ii9]
1/0 INTRODUCCION A I A ÉTICA

I'a í,iinoso por su método tic enseñanza llamado mayéutica


(paito de los espíritus), a base de preguntas que obligaban a
sus discípulos a pensar por cuenta propia y encontrar la solu-
(ión a los problemas, principalmente de índole moral, que les
planteaba en las plazas públicas. Comenzaba afirmando "sólo
sé que no sé nada", para luego burlarse irónicamente del inter­
locutor que presumía saber todo. Con sus preguntas lograba
primero hacer caer en contradicciones a su discípulo, y ense­
guida, de un modo positivo, lo iba conduciendo, siempre a base
de preguntas, por el camino de la verdad.
Se considera como el fundador de la Ética, debido a su
insistencia en temas como: ¿cuál es la esencia de la virtud, de
la bondad, de la santidad, de la justicia? Tenía como lema la
frase del oráculo de Delfos: "Conócete a ti mismo", y llamó
poderosamente la atención sobre la importancia del conoci­
miento personal en contraposición al conocimiento del mundo
externo, que era el tema principal de los filósofos anteriores
a él.
El concepto universal ha sido una de sus principales con­
tribuciones al mundo de la Filosofía. En efecto, con sus pre­
guntas inducía a su interlocutor al encuentro de una esencia
universal (de virtud, por ejemplo), válida para todas las vir­
tudes; no se contentaba con una mera descripción externa de
lo que podría llamarse los accidentes de la virtud. De esta
manera, con la universalidad del concepto, en cuanto que se
aplica a todos los seres de la misma especie, y también en
cuanto que es inteligible para todas las personas con uso de
razón, da un serio golpe al relativismo de los sofistas, del cual
nos ocuparemos en el capítulo que sigue.
Dentro del pensamiento moral socrático vale la pena insis­
tir en dos tesis importantes:
2. La teoría acerca de la virtih ). La virtud se identi­
fica con la ciencia del bien. De tal manera, que el vicioso lo
es por ignorancia, por no conocer el bien que podría haber
hecho suyo con su conducta.
Fsta tesis es sumamente curiosa, no deja de tener ciertos
visos de verdad; de hecho se lia interpretado de varios modos;
pem si se toma en todo su rigor, no puede aceptarse.
SÓCRATES, FUNDADOR DE LA ETICA 121
En efecto, continuamente se clan casos de personas que
conocen perfectamente el bien concreto que lian de seguir y,
sin embargo, no se determinan a realizarlo; escogen libremente
otro camino, cuyo bien no es el que en ese mnmenlo conviene
a su naturaleza y circunstancias. Eligen mal, coi uniendo su
propio bien.
Pero, además y sobre todo, el hombre con su libre a lb e d río
tiene siempre la posibilidad de escoger entre varios b ien es q u e
efectivamente conoce, y no todos ellos son igualmente con ve
nientes a su naturaleza. Por lo tanto, no basta conocer el bien
para seguirlo; es necesario el uso recto de la libertad para q u e
elija el que efectivamente sea honesto para el hombre en sus
circunstancias concretas.
Tal parece que Sócrates no tomó en cuenta el papel de la
libertad. Su tesis envuelve un cierto deterninismo intelectual.
Pero hasta los santos se han quejado de la ineficacia de su
querer enfrente del bien conocido. ¡Qué más quisiera un in­
telectual, que su conocimiento fuera suficiente para alcanzar
la virtud! Los hechos, sin embargo, son muy diferentes: hay
sabios en Ética y en Teología Moral que no han alcanzado las
virtudes; y, por otro lado, también hay grandes ignorantes en
estas ciencias, pero virtuosos en su conducta práctica.3
3. La cadena de injusticias . La otra tesis que importa
desde el punto de vista moral es la siguiente: "Más vale sufrir
una injusticia que cometerla."
Este pensamiento es de un valor moral altísimo. Sócrates
lo predicó en vida y, además, selló su verdad con su misma
muerte. No aceptó las proposiciones de sus amistades para
fugarse de la cárcel y eludir así la pena capital inminente. En
su modo de pensar, eso equivalía a cometer una injusticia con­
tra la ciudad, contra sus leyes y sus magistrados. "Si yo he
predicado todo el tiempo el respeto a las leyes civiles, ¿cómo
voy a presentarme ante el pueblo después de haberlas eludido
yo mismo?", y bebió la cicuta en actitud estoica.
Independientemente del juicio que se haga sobre Sócrates
(pues, en opinión de algunos, sí podía haberse fugado sin
vu INTRODUCCIÓN A LA ÉTICA

(i)inrl(T injusticia),1 lo importante aquí es la tesis que siempre


se puede mantener libre de ataques. Se puede comprobar ra-
( innal mente que es una verdad de gran valor.
En efecto, todo consiste en tomar en cuenta la jerarquía
de valores.2
Cuando yo cometo una injusticia, quedo disminuido en los
valores morales (3a. categoría). En cambio, si sufro una in­
justicia, sólo podré quedar disminuido en valores infrahuma­
nos (salud, placer) o en valores humanos inframorales (rique­
za, ciencia, arte); pero no en valores morales, que (como
hemos visto) dependen del libre albedrío. Ahora bien, más
vale un menoscabo en los valores inferiores que no en los va­
lores morales. Luego más vale sufrir una injusticia que come­
terla.
Obsérvese el valor de este lema en contraposición con el
que usualmente se realiza, la famosa ley del talión: "Ojo por
ojo, diente por diente". Adviértase también, para evitar con­
fusiones, que la tesis socrática no prohíbe la propia y legítima
defensa. Lo que prohibiría, en todo caso, es la defensa a base
de nuevas injusticias. En la vida práctica, la realización de este
principio es sumamente difícil. La mente logra aceptarlo en
su verdad, pero el cuerpo entero tiembla ante una posible con­
tingencia que lo colocara'dentro de una elección de esta natu­
raleza.
En el cristianismo, este mismo principio se ha predicado
con otras palabras: "No devuelvas un mal con otro mal, sino
corresponde al mal con un bien; perdona a tus enemigos y
hazles el bien que puedas." Podemos subrayar la importancia
y la necesidad de estos principios haciendo notar que no hay
otra manera de cortar la cadena de males e injusticias que
continuamente se cometen en el mundo. Sólo el uso del libre
albedrío en sentido contrario al de toda la corriente será capaz
de elevar las relaciones humanas a un nivel netamente huma­
no, evitando así la- realización de aquella famosa frase de
Hobbes: "El hombre es un lobo para el hombre" (Homo, ho-
mim lupus).
1 Cír.G ómez Rodi.edo, A., S á cra ivi y e l so cra tism o , pág. 185.
Repásese lo que hemos estutliailo en el capítulo XVI.
SÓCRATES, FUNDADOR DE LA ÉTICA 123

Nótese, por último, que si desde Sócrates se ha dado in­


telectualmente el remedio a esto, pues la mente ha captado el
bien que corresponde, y éste no se lia realizado ordinariamente,
tenemos aquí un nuevo mentís contra la primera tesis socrática
que identificó la ciencia con la virtud, o sea, es una prueba
más de la diferencia que hay entre el conocimiento del bien y
su realización práctica.
En último caso, se explica que un hombre de la talla de
Sócrates haya creído en una tesis de esa naturaleza. Para él,
en efecto, lo mismo fue ver el bien que trae evitar la nueva
injusticia, y realizarlo en un último acto libre, consciente de
que esto le acarrearía la muerte.
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Rivero Weber, Paulina, autor.

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Ética: un curso universitario / Paulina Rivero Weber. — Primera edición.

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224 páginas. — (Colección heterodoxos).

ISBN 978-607-02-4943-3 (Colección).


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Heidegger

Ética
Un curso universitario
Paulina Rivero Weber

Primera edición: 26 de junio de 2015

D. R. © 2015, Universidad Nacional Autónoma de México


Ciudad Universitaria, Delegación Coyoacán, 04510, México, D. F.
Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial

ISBN: 978-607-02-4943-3 (colección)


ISBN: 978-607-

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n Aristóteles Spinoza Kant Nietzsche Heráclito Heidegger Sócrates Platón Aristóteles Spinoza Kant Nietzsche Heidegger
Impreso y hecho en México
Sócrates

El problema Sócrates. Un hombre vivió charlando con sus conocidos, nunca


escribió nada, fue condenado a morir y aceptó la condena. Han pasado veinticinco
siglos y nosotros seguimos hablando de él y discutiendo en torno a la significa-
ción e importancia de su legado. ¿Quién fue Sócrates y cuál fue su “legado”?, ¿qué
hizo para haber pasado a la posteridad sin haber escrito una sola palabra? La
respuesta a esta pregunta exige que nos detengamos ante lo que se conoce como
el “problema Sócrates”. Éste no es un problema que Sócrates haya analizado, tam-
poco uno que haya enfrentado en su vida. Es el problema que enfrentamos noso-
tros, quienes lo pretendemos estudiar y es muy sencillo de explicar: no sabemos
nada de Sócrates por vía directa. Al no haber dejado nada por escrito, todo lo que
sabemos depende de lo que otros que le conocieron escribieron sobre él.
A esto hemos de agregar que la información que tenemos acerca de él, si
bien coincide en lo general, no coincide en ciertas particularidades filosóficas.
Esto es, sabemos a ciencia cierta que Sócrates existió, que fue maestro, entre
muchos otros, de Platón, y que murió en 399 a. C., después de un juicio que dejó
huella en la historia de Atenas y en la memoria de la humanidad. Pero en cuan-
to a sus ideas filosóficas, uno es el Sócrates que aparece en los Diálogos de Pla-
tón, otro es el que aparece en la obra de Jenofonte y otro es el que encontramos
en muchas interpretaciones de quienes han continuado escribiendo sobre él.
En la obra de Platón, conocida como Diálogos, Sócrates aparece como el
interlocutor principal de una serie de diálogos que son una muestra del queha-
cer filosófico propuesto por Sócrates: la filosofía como una forma de vida. Pero
este personaje aparece como el creador de una serie de teorías que dan inicio a
lo que después Nietzsche llamará “el racionalismo filosófico”, a saber, la preten-
sión de conocer el mundo por medio de la razón. De manera contrastante, en la
obra de Jenofonte que llegó a manos de la posteridad aparece una imagen diferente

72
Segunda parte

de Sócrates. Más que un filósofo creador de diversas teorías, Jenofonte presenta


a un gran moralista, a un hombre sabio poseedor de una gran intuición moral
y una fuerte capacidad para pensar cuestiones relacionadas con la ética.
Werner Jaeger, uno de los más grandes estudiosos no sólo de Platón sino de
Grecia, en su célebre Paideia, hizo notar algo importante: a raíz del pensamiento
de Nietzsche y su conflictiva concepción de Sócrates, en la primera mitad del
siglo xx se volvieron a “condensar” esas dos posturas ante la figura de Sócrates:
la de Platón y la de Jenofonte. Estas dos posturas fueron representadas por
un lado por la escuela escocesa, con Burnet y Taylor a la cabeza y, por otro lado,
por los estudios realizados por H. Maier. Este último, de manera cercana a Jeno-
fonte, acentúa el aspecto humano de Sócrates y lo ve como el creador de una
actitud humana que culmina con la liberación moral del hombre por sí mismo:
Sócrates proclama el evangelio de la autarquía de la personalidad moral. Este
Sócrates es una especie de gran moralista. Por su parte, la escuela escocesa, con
las obras de Taylor y Burnet, insiste en que Sócrates era realmente tal y como lo
pinta Platón: el creador de la teoría de las ideas, de la teoría de la reminiscencia
y de la teoría de la inmortalidad del alma, así como del Estado ideal.
Jaeger hace notar que tanto la interpretación nietzscheana sobre Sócrates
como las anteriores a ésta encuentran su base en el Sócrates aristotélico, que
asume la misma posición de Burnet y Taylor: Sócrates es tal y como lo pinta
Platón. Para Aristóteles son dos los logros que deben atribuirse a Sócrates: la
determinación de los conceptos generales y el método inductivo de investiga-
ción. Tenemos así a un Sócrates fundador de una serie de teorías filosóficas y
sobre todo, de la filosofía conceptual, durante mucho tiempo ésta fue la tintura
del paradigma socrático. Contra esta figura van dirigidos los ataques de Nietzsche,
quien ve en Sócrates al padre del racionalismo.
Por todo lo anterior debemos tener mucha cautela ante las críticas a la figura
de Sócrates como un racionalista: son críticas al Sócrates aristotélico o incluso
al platónico pero… ¿son estas críticas justas para con el Sócrates real? Ese es el
“problema Sócrates”: ¿quién es ese supuesto “Sócrates real”? No podemos
saberlo, pues lo conocemos únicamente por medio de lo que otros nos han
dicho de él.

73
Ética. Un curso universitario

La respuesta de Eduardo Nicol. A mi modo de ver, es Eduardo Nicol, en la


primera versión de su libro La idea del hombre, quien apoyándose en los trabajos
de Werner Jaeger y de los grandes filólogos de la época da una respuesta cabal a
esta cuestión. Nicol comienza su argumentación de la siguiente manera: debe-
mos partir del hecho de que los aspectos lógicos y metodológicos en Sócrates no
valen por sí mismos, ya que “el método socrático es un camino de vida y no una
lógica”. Es verdad, aceptará Nicol, que no contamos con testimonios directos
para hablar de la personalidad de Sócrates, de ahí que todos los estudios sobre
la vida y filosofía de Sócrates se basen principalmente en Platón y Jenofonte.
Pero Nicol considera que todo lo que las finuras de la erudición y la crítica han
logrado comprobar aparecía ya con claridad reveladora a la meditación a que
invita siempre la personalidad de Sócrates. De esta manera, Nicol llama nuestra
atención sobre el único testimonio que llega directamente desde el mismo Só-
crates y retrotrae nuestra mirada sobre el quid de la cuestión: El hecho capital es
que no escribiera nada. La atención de los estudiosos se ha centrado en lo que
dijeron los demás acerca de Sócrates, pasando por alto —dice Nicol— precisa-
mente el único testimonio indudable y auténtico con el cual contamos. El hecho
mismo de que no dejara testimonio escrito, como si fuera un rasgo caprichoso
del hombre menos caprichoso que ha existido nunca.
Nicol se pregunta si un filósofo cuya vida se dedica a buscar el sentido de la
existencia y cuya muerte otorga cerrazón y sentido a su vida puede haber dejado
al “capricho momentáneo” el hecho de escribir o no escribir, esto es: ¿Podemos
pensar que la falta de escritura en Sócrates sea un hecho anecdótico? Nicol
considera que los datos fundamentales de la existencia en un individuo como
Sócrates no pueden ser meras cuestiones anecdóticas, sino que responden a
una coherencia de vida.
Para respaldar esto recordemos antes de continuar con el análisis de Nicol
que en la época de Sócrates era bastante usual para un filósofo o poeta el escribir
sus ideas, sus pensamientos o poemas. De modo que no podemos pensar que
Sócrates no escribiera porque sus circunstancias históricas fueran diferentes a
las nuestras, lo eran, pero ya involucraban el hecho de escribir. Contamos por
ello con escritos de pensadores más antiguos que él y sabemos de autores de

74
Segunda parte

muchos escritos con los que no contamos porque se perdieron en incendios o


sucesos con el paso del tiempo. Pero sabemos que escribieron libros.
Regresemos a Nicol, para él lo que en otros filósofos es coherencia lógica de
los pensamientos, enunciada en un sistema filosófico, en Sócrates es la coheren-
cia vital del individuo entre su vida y pensamiento. No haber escrito no puede
ser un rasgo caprichoso, debe existir una razón para ello en la vida de Sócrates.
La clave la encuentra Nicol en la necesidad de llevar a cabo una lectura filosófi-
ca del hecho de que Sócrates jamás haya escrito. Este es un dato filosófico y no
biográfico: ésta nos muestra que Sócrates no escribió porque le era necesario
justamente el contacto con la vida misma, como un requerimiento indispen­
sable para la filosofía. Sólo en el diálogo en vivo le era posible llevar a cabo su
labor, justamente porque para Sócrates la filosofía no era un conjunto de ideas
a expresarse en el papel, sino una forma de vida. En ese sentido es que dice Nicol:
“La vida de Sócrates es su filosofía misma”.
Por esto, “filosofar” en Sócrates no implica el uso de la razón divorciada
de la vida. Para él, dice Nicol, la razón se ilumina cuando sale de su fuente, que
es la vida diaria: la filosofía para Sócrates es algo inherente a la vida humana; es
la forma superior de la vida humana. Si en él, el hombre es el ser filósofo y la
filosofía es la forma de vida propiamente humana es porque ella es el único
camino por el cual es posible alcanzar la plena humanidad. Ella nos permite,
nos dirá Nicol, “obtener de su fondo, donde ellas se encuentran, todas las po-
tencialidades que es un deber sacar a luz”.
Sócrates vivió la vida del filósofo que consigue dar a luz la vida latente que
lleva en su alma por medio del autoconocimiento, del autocuestionamiento. La
mayéutica socrática es justamente este acto de “dar a luz” en el cual el conocimiento
no viene desde fuera, sino que “se pare” desde la interioridad, es necesario que
el conocimiento atraviese al individuo, que salga de él; en ese sentido, podemos
decir que la mayéutica socrática, más que un conocimiento puramente racio-
nal, es un conocimiento que nace desde la experiencia interna del individuo y
su finalidad última es el autoconocimiento.

75
Ética. Un curso universitario

Una nueva idea del hombre. Werner Jaeger ha dicho que Sócrates representa
para Grecia y para la humanidad una nueva idea del hombre para la cual el
concepto de “psique” es primordial. Sócrates, dice Jaeger, pone en este concepto
un nuevo tono, en él esta palabra es casi una promesa: el ser humano es su psi-
que, no su cuerpo. Porque el individuo socrático valora ante todo la capacidad
de pensar y cuestionar las normas impuestas. El filósofo socrático no pretende
conocer para dominar a los demás, sino conocerse para dominarse a sí mismo.
Sin embargo, hay que decirlo, ese dominio de sí y ese cuidado de la psique en
Sócrates no se traducen en el descuido del cuerpo. El dominio y cuidado de la
psique puede ir asociado a la idea del desprecio del cuerpo para nosotros, que
tras dos mil años de cristianismo nos parece evidente este dualismo. Sin embar-
go, la idea socrática de la psique no significa la separación de ésta del cuerpo:
Sócrates no descuidaba su propio cuerpo ni alababa a quienes lo hacían. El as-
cetismo socrático es la educación que prepara al individuo en el dominio de sí
mismo, con miras a lograr ser un hombre virtuoso. Aquel que sabe dominarse
a sí mismo no es esclavo de sus caprichos momentáneos. El “dominio sobre sí
mismo” trae al individuo más que el imperio de la razón sobre los instintos, la
armonía entre razón e instintos, la unidad entre cuerpo y alma.

¿Una refutación? En particular un diálogo platónico podría refutar lo recién


dicho: Fedón, o de la psique. En él se argumenta en pro de un dualismo que como
en su momento veremos, Platón matizó en diálogos posteriores. Esto nos da pie
a aclarar nuestra perspectiva de “el problema Sócrates” y en esto sigo, entre otros, a
Eduardo Nicol. El Sócrates que aparece en los diálogos de juventud platónicos,
concretamente en La Apología, es lo más cercano que podemos tener al “Sócrates
real”, al que realmente existió. El Sócrates de un diálogo como Fedón es ya Platón
mismo que ha evolucionado hacia nuevas ideas. En La Apología, Sócrates no
habla de dualismo alguno; el tema fundamental de esa obra es el de la libertad: a
partir de Sócrates surge la posibilidad de considerar libre no al ciudadano libre,
como lo consideraban los griegos, sino a cualquier hombre que no vive esclavo
de sus propios apetitos. La lucha ética tiene como fin que el individuo no viva
esclavo de sus propias pasiones, sino que sea capaz de mandar sobre sí mismo.

76
Segunda parte

Sócrates considera que para ello es necesario un cierto tipo de saber que
parece diferir bastante del racionalismo criticado por Nietzsche, pues para él
filosofía y vida humana son exactamente lo mismo; se identifican porque la fi-
losofía es una forma de vivir, no sólo de pensar. Y esa forma de vida consiste en
charlar con quienes se interesen en hacerlo; charlar en el mercado, en el ágora,
en el gimnasio, a eso se dedica Sócrates. Y lo hace desde una postura de ignorancia
que ha sido llamada la docta ignorantia: la ignorancia permite al dialogante no
partir de un prejuicio, sino aceptar que no se sabe y que desde ahí se parte en la
búsqueda del saber. Pero esa docta ignorancia no es únicamente un método,
también es un acto de humildad real que nos enfrenta a la imposibilidad de
hablar de aquello que no podemos conocer, como lo es la muerte. Ante lo que
no podemos conocer, diría Sócrates, es mejor callar... pero de ética, agregaría
inmediatamente, sí que podemos conocer mucho y por lo mismo, de ella sí es
posible y necesario hablar.

El Sócrates de La apología. Hemos dicho que es en La apología en donde vemos


con más nitidez la personalidad de Sócrates y ahora llevaremos a cabo una bre-
ve lectura guiada de las ideas éticas más sobresalientes de esa obra. Sócrates
enfrenta dos acusaciones, aunque ambas estarán permeadas por la primera de
ellas: él es visto como un sofista, no como un filósofo. Esa acusación, dice, data
de años atrás y ha sido insidiosa y permanente a lo largo de su vida, de modo
que es la más vieja y es la que Sócrates presiente que más va a pesar en este jui-
cio. Será difícil, considera, convencer en poco tiempo a los jueces de que algo
que han escuchado desde niños no es verdad.
Las acusaciones directas contra las que tratará de defenderse dicen que Sócra-
tes se dedica al estudio de lo celeste y lo subterráneo, que tiene extrañas creencias
sobre genios o demonios —de donde se sigue que es un ateo (18a)— y que
convierte en fuerte el argumento débil, esto es, es un sofista que corrompe a la
juventud con sus enseñanzas, por las cuales cobra. Contra estas acusaciones se
va a defender primero. La primera acusación es sumamente grave: estudiar
lo celeste y subterráneo y creer en dioses ajenos a la pólis implicaba ser acusado
de impiedad. Pero faltar a la religión de la pólis para los antiguos griegos era

77
Ética. Un curso universitario

básicamente una acusación política. Atenas se cohesionaba por medio de su reli-


gión; quien faltara a ella provocaba la disolución del elemento cohesionante.
Por eso es que el juicio de Sócrates lo debe presidir una persona de prestigio: el
arconte rey. En otras palabras, el juicio de Sócrates es eminentemente político.
Para defenderse, Sócrates se niega a aceptar que enseñe algo a los jóvenes,
ya que de hecho no hay algo que él sepa (19d) y menos acepta que sea cierto que
cobre dinero por ello. Si Sócrates reconoce no saber nada y por lo mismo con-
sidera imposible enseñar algo y encima de eso cobrar, ¿cómo es entonces que lo
confunden con lo que no es: un sofista? Eso es así porque él, en efecto, tiene
cierta sabiduría de lo humano, pero no de nada sobrehumano. El oráculo de
Delfos, dice, lo declaró como el más sabio de los hombres. Pero esto lo dejó tan
intrigado que decidió comprobar que no era así: interrogó a sus compatriotas,
a los políticos, los poetas y los artesanos, buscando a aquel que comprobara ser
más sabio que él. Lo que encontró fue que si bien la mayoría de los hombres son
sabios en ciertas cosas, creen saber mucho más de lo que en verdad saben.
Comprobó entonces que aquellos no sabían lo que él tampoco sabía, pero
creían saberlo. Así, comprendió que el oráculo tenía razón: él era más sabio
porque al menos no creía saber aquello que en verdad no sabía.
Al defenderse ante Meleto de la acusación de corromper a la juventud, Só-
crates asegura que, de hecho, Meleto jamás se ha preocupado por la juventud ni
su educación, como pretende aparentar al acusarle de corromper a la juventud.
Esta defensa muestra un método típico en Sócrates: la aplicación de la ironía y
la reducción al absurdo de los argumentos del contrincante. Sócrates interroga
a Meleto: ya que él es acusado de corromper a los jóvenes, ¿quién les hace me-
jores? Meleto no sabe responder y finalmente, tratando de ser político, dice que
las leyes. Pero eso responde la pregunta acerca de qué hace mejores a los jóve-
nes, no de quién los hace mejores. También políticamente, Meleto responde que
son los jueces. ¿Todos los jueces? Sí, responde Meleto, todos. ¿Y los oyentes?
También ellos, dice Meleto, y también los miembros del consejo y los que asisten
a la Asamblea popular y el resto de los ciudadanos, en resumen, todos, todos los
atenienses menos Sócrates. Meleto tiene el descaro de reconocer esa afirma­
ción como verdadera, la cual va a ser ironizada y analizada por Sócrates: ¡Qué

78
Segunda parte

afortunados son los jóvenes si las cosas son así! ¡Todos los ciudadanos son buenas
influencias! Para mostrar lo absurdo de esa idea, Sócrates preguntará: ¿Sucede
lo mismo con los caballos y demás animales?, ¿no acaso son pocos los adiestra-
dores que los saben educar y la mayoría puede más bien echarlos a perder?
Meleto queda en evidencia de su negligencia, no se ha ocupado jamás del asun-
to al cual se refiere su denuncia.
Ahora bien, ¿por qué Meleto dice que corrompe a los jóvenes? Porque en-
seña a creer en otros dioses diferentes de los de la ciudad, sino en extraños
asuntos de genios. Acá cabe hacer una aclaración: los genios, los dáimones grie-
gos eran hijos de los dioses. ¿Cómo no creer en los dioses pero sí creer en sus
hijos? Nuevamente por reducción al absurdo Meleto queda expuesto como un
tonto y como un irresponsable.
Conviene ahora poner atención en los fragmentos que abarcan desde 28a
hasta 34b, pues ahí encontramos la puesta en claro del valor que Sócrates otorga
a su misión. Sócrates insiste en que si es condenado no lo es por Meleto ni Anito,
insiste en la idea de que quienes lo condenan son los atenienses en su animosi-
dad, gracias a las viejas calumnias. Pero él no se avergüenza de encontrarse en
peligro, ya que un hombre que vale no actúa con base en su seguridad, sino
considera solamente si lo que hace es o no es justo. No hay que temer a la muer-
te y si se le ofreciera vivir dejando de filosofar, no lo aceptaría: porque su misión
tiene un origen divino, él sigue el mandato de un dios: “Mientras tenga aliento
y pueda, no dejaré de filosofar” (29e), ya que “la vida sin tal género de examen
no merece ser vivida”(38c).
Hemos de hacer una pausa ante esa afirmación: la vida sin tal género de
examen no merece ser vivida. Son expresiones como ésta las que llevaron a
Nietzsche a tachar a Sócrates de racionalista extremo. Si la vida sin examen no
merece ser vivida, pareciera que lo que hace al ser humano merecedor de vivir
es su capacidad de analizar un problema o situación. Pero lo anterior se lleva a
cabo gracias al uso de la razón, de modo que Sócrates pareciera afirmar que en
efecto, el ser humano tiene como valor fundamental la razón y la capacidad de
razonar. ¿Podríamos estar de acuerdo con esa premisa? El ser humano cuenta
con muchas otras capacidades más allá de la razón que permite el análisis de la

79
Ética. Un curso universitario

vida. Lo que le faltó a Sócrates fue decir: considero que mi vida, en lo personal, sin
tal género de examen, no vale la pena vivirla. Pero no “la” vida, pues no para cual-
quiera la vida cobra sentido a través de la filosofía. Decir que la vida en general
no vale la pena si no se somete a un análisis, es llevar a cabo una generalización de
corte racionalista. Un jardinero bien puede ser feliz sin necesidad de llevar a cabo
exámenes exhaustivos de su propia existencia y, a pesar de ello, puede considerar
su vida tan valiosa y digna de ser vivida como la de cualquier filósofo.
Pero la clave está en el origen que Sócrates considera que tiene su misión, el
origen divino: una voz desde la infancia, dice, le ha ordenado hacer música y,
como aparece en el Fedón, de ellas la más sublime es la filosofía. Aclaremos que
la música para el griego involucraba todas las artes de las musas y no solamente lo
que nosotros ahora comprendemos por “música”. Sócrates considera que filo-
sofar es la más sublime de las artes porque al dialogar logra que el otro no se
afane por cosas vanas, como la riqueza, la fama y los honores, sino por la sabi-
duría, la verdad y porque su psique sea lo mejor posible. Vemos con claridad el
enfrentamiento de dos culturas: la cultura griega presocrática y la cultura grie-
ga postsocrática. Sócrates enseña a los griegos el valor de la psique y de sus ca-
pacidades racionales, mientras que la Atenas anterior a él valoraba otras
capacidades como el respeto a las normas establecidas para la cohesión política.
Se trata de los viejos valores frente a los nuevos, la valoración socrática de la
psique era inaudita en Grecia. En su estudio sobre Sócrates y los sofistas, inclui-
do en su conocida obra Paideia, Werner Jaeger hace una comparación entre este
ideal socrático y el ideal habitual de la Grecia de la época, expresado en una
canción báquica antigua:

El bien supremo del mortal es la salud;


el segundo, la hermosura de su cuerpo;
el tercero, una fortuna adquirida sin mácula;
el cuarto, disfrutar entre amigos el esplendor de su juventud.

La salud, la belleza corporal, los amigos y el dinero, esos eran los valores anteriores
a Sócrates. Su pensamiento trae algo nuevo al mundo: el valor de la capacidad

80
Segunda parte

de pensar y analizar la vida. Por eso, dice Jaeger en su Paideia, antes de Sócrates
“ninguna boca griega había pronunciado esa palabra” y tiene razón. Para él, de
nada le sirve al ser humano ganar el mundo entero si es en deterioro de su per-
sona, de su psique o psyché. Porque Sócrates coloca la identidad humana en la
psique: el ser humano es su psique. Sin embargo, esto no parece incluir la idea
de una separación mente-cuerpo o alma-cuerpo. La idea de la supervivencia
del alma en el Fedón, es platónica, no socrática, como lo evidencia la misma
Apología, cuando al final Sócrates insiste en que de la muerte no sabemos abso-
lutamente nada.
Conviene considerar el final de esta obra. Era usual en un juicio suplicar
clemencia, Sócrates decide no hacerlo, pues considera que los jueces no están
para conceder favores sino para juzgar: que lo hagan. El veredicto fue de 220 a
favor frente a 281 en contra. De acuerdo a las costumbres griegas, después de
un veredicto desfavorable, el condenado tiene que hacer una contrapropuesta,
en la cual pida que en lugar del castigo asignado, se le aplique otro menor: el
exilio, por ejemplo, o el abstenerse de repetir la acción que le condujo al juicio.
Sócrates debe decir entonces qué es lo que él considera que merece por lo que
ha hecho. Evidentemente, los jueces esperaban que propusiera una pena menor
para conmutar la sentencia de muerte. Pero Sócrates opta por decir en verdad
lo que él cree que merece: “una manutención en el Pritaneo”. El Pritaneo era el
lugar en donde se les otorgaba manutención a los héroes de guerra o a los gran-
des hombres. Esto debió indignar a los jueces, que le condenaron finalmente a
muerte por 360 votos a favor y sólo 141 acordaron con Sócrates que merecía, en
efecto, una manutención en el Pritaneo. Este acto puede ser visto como falta de
prudencia, pero no creo que eso sea lo correcto. Sócrates está siendo coherente,
si su vida ha sido su filosofía —pues, como vimos, no escribía nada— entonces
su vida tiene que ser coherente. La coherencia buscada por él es entre lo dicho
y lo vivido. Su muerte es el punto final de un escrito coherente.
Cabe hacer notar que a los que le condenaron les advierte que matándolo
no lograrán la paz, vendrán otros más jóvenes y severos, que él ha tenido con-
tenidos y los juzgarán: “no podéis escapar a la censura condenando a muerte a
la gente, sino reformando vuestras vidas”. Y aclara que él hubiera podido escapar

81
Ética. Un curso universitario

a la muerte, cosa que no era tan difícil; lo verdaderamente difícil es escapar a la


maldad que corre más deprisa que la muerte, el mal nos alcanza antes que
la muerte. Sócrates prefirió ser alcanzado por la muerte antes que corromperse
por la maldad.
A los que aceptaron su manutención en el Pritaneo les habla diferente: con
ellos dialoga al final y sólo a ellos llama “jueces”. Les dice, al retirarse, que él debe
morir, pero la muerte sólo puede ser dos cosas: o un dormir carente de sueños o
la migración del alma. Pero no sabemos nada con certeza al respecto; lo que sí es
de esperarse es que a un hombre justo nunca lo abandonan los dioses. Al final,
les dice con sencillez, que es hora de partir, él debe morir y ellos deben vivir:
¿quién está en mejor situación? Eso, dice, sólo lo sabe la divinidad.

82
I

LOS SOFISTAS Y SÓCRATES.


LAS PRIMERAS PREGUNTAS

La reflexión sobre la moral empieza propiamente con los


sofistas que protagonizan los diálogos socráticos de Platón.
Estamos en el siglo v a. C., la época del máximo esplendor
de Atenas, esplendor no sólo político y económico, sino cul-
tural. Una época gloriosa para la sociedad, la literatura, el
arte y la filosofía. En ella vivieron Pericles, Fidias, Sófocles,
Anaxágoras y los grandes sofistas: Protágoras, Pródico, Hi-
pias, Gorgias y, finalmente, Sócrates. Dice Hegel que «los
sofistas fueron los hombres cultos de la Grecia de entonces y
los propagadores de la cultura». De ahí que la sofística se
haya vinculado con la Ilustración griega, con el afán de acu-
dir a la razón para resolver las preguntas más importantes
que asaltan a la mente humana. Los libros de filosofía expli-
can que ésta significa el paso del mito al lógos, de la explica-
ción mágica y fantasiosa a la argumentación racional. De
hecho, sin embargo, el mito no desaparece, los filósofos si-
guen acudiendo a la mitología para argumentar sus teorías y
hacer más viva su enseñanza. Lo que ocurre es que la expli-
cación mítica se utiliza ahora sólo como recurso, el recurso
a la ficción para exponer una idea, pues, por sí solo, el mito
ya es insuficiente para responder a los grandes interrogantes.
Como son insuficientes los oráculos, porque hace falta no
sólo tener unas máximas o guías de conducta, sino también
inquirir en el porqué de las costumbres y en la razón de ser
de las leyes. Hay que «estrujarse» la mente, pensar, extraer
15
16 BREVE HISTORIA DE LA nICA

del lenguaje todo el potencial que atesora para plantear pre-


guntas y persuadir de la verdad de los valores que se van
descubriendo. Ya no es legítimo aceptar dócilmente lo que
viene dado, hay que discutirlo y enmendarlo si es preciso. En
una palabra, lo que la filosofía pretende es hacer hombres
cultos, que significa hombres críticos y reflexivos, no com-
placientes sin más con la realidad.
La filosofía llevaba ya más de un siglo de andadura, con
los filósofos presocráticos. El pensamiento reflexivo tenía ya
un notable desarrollo. Pero el tema de los presocráticos ha-
bía sido sobre todo la naturaleza y sólo excepcionalmente el
ser humano o la sociedad. El giro hacia la práctica lo dan los
sofistas. Cultivan la retórica y se autodenominan «maestros
de virtud», porque enseñan el saber moral como un saber
útil que puede ayudar a los hombres a vivir bien y a tener
éxito en el gobierno de la ciudad. En la transmisión de ese
saber es fundamental el dominio del lenguaje; de ahí el fer-
vor por la elocuencia y las figuras de la retórica.
La sofística tuvo mala prensa porque no todos los sofistas
fueron honrados, también los hubo manipuladores y sin es-
crúpulos. Platón se encargó de denigrarlos a todos por igual,
concienzudamente, presentándolos en continua polémica con
Sócrates, quien, pese a mantener una posición ambivalente
frente a la sofística, siempre acababa saliendo el más airo-
so de la contienda. La autoadjudicación del nombre de «sa-
bios» (sofistatl, y no modestos «amantes de la sabiduría» (phi-
losophoi), jui:ito al oficio de maestros de virtud a cambio de
unos estipendios, al parecer no siempre módicos, les acarreó la
reputación de mercaderes del conocimiento y, peor aún, de
algo tan etéreo y discutible como el conocimiento moral.
Más aún cuando esos sabios que pretendían enseñar la vir-
tud hacían gala de un escepticismo que sólo producía des-
concierto y teñía el conocimiento moral de un relativismo
que provocaba en los interlocutores más dudas que certezas.
LOS SOFISTAS Y SÓCRATES. LAS PRIMERAS PREGUNTAS 17

Todo muy propio de un pensamiento ilustrado -lo sabemos


hoy-, pero difícil de asimilar como tal en su momento. Los
sofistas supieron aprovecharse de una sociedad en la que la
religión no era un vehículo de cultura, no contenía enseñan-
za alguna, no había una clase sacerdotal administradora de
unos libros sagrados que cerraran el paso a la reflexión per-
sonal. Era, además, una sociedad que acababa de inventarse
la democracia, donde todos los hombres libres tenían dere-
cho a hablar, a cultivar el conocimiento y a participar acti-
vamente en el gobierno de la ciudad. Una sociedad, final-
mente, en la que se notaba la influencia de las invasiones
persas, el incremento del comercio y de los viajes que enfren-
taba a la gente con diferentes culturas poniendo de manifies-
to que lo que era bueno en Persia no lo era en Atenas y lo
que valía en Egipto no valía en Megara. Muchos fueron los
factores que propiciaron el vuelco intelectual que se produce
con los sofistas y que pone en primer lugar al hombre como
objeto de reflexión, y a la palabra como instrumento de per-
suasión.

SER BUENO, SER EL MEJOR, SER VIRTUOSO

Agathós («bueno») es el concepto ético por antonomasia. La


ética es la reflexión sobre lo bueno, sobre la mejor manera
de vivir, lo que hoy llamamos «excelencia» y los griegos lla-
maron areté (•virtud»). En sus orígenes, la ética es el pensa-
miento sobre la vida excelente o vida virtuosa.
Muchos libros de ética empiezan refiriéndose a los poe-
mas homéricos como el lugar donde encontramos los prime-
ros ejemplos de virtud o de vida buena. Sin duda, el mundo
que relata Homero poseía ya un éthos, una manera de ser
moral. Lo que no había entonces era filosofía, reflexión so-
bre la moral. No había preguntas ni dudas sobre si los hé-
18 BREVE HISTORIA DE LA tnCA

roes de la llíada merecían ser reconocidos como «los mejo-


res» (aristoi), cuando la medida de la virtud era el valor que
se mostraba, mejor que en ningún otro escenario, en la guerra.
Nadie lo dudaba, porque la guerra era la situación natural
del hombre: como había dicho Heráclito, la guerra es «el
padre de todas las cosas».
Pero lo que determinaba el significado de lo bueno no era
sólo la realidad incuestionada de la guerra. Es que ser bueno
o no poder llegar a serlo era algo que derivaba de la natura-
leza de cada uno en una época en la que no se discutía la
existencia de una aristocracia natural. Era aristós -«el me-
jor»- el que nacía para serlo, no el que se lo proponía, entre
otras razones porque nadie que no tuviera un origen singu-
lar podía proponerse mejorar. La excelencia y la virtud, en
consecuencia, eran patrimonio de unos pocos, las castas más
nobles, de las que salían los guerreros. La virtud fundamen-
tal era el valor, entendido, por supuesto, como valor físico,
capacidad de vencer en el combate. Una virtud eminente-
mente masculina, como no podía ser de otra manera. Ser
bueno era, así, ser útil y listo (para la guerra), ser valiente,
ser astuto y tener éxito en los combates. Decir de alguien que
era agathós no era hacer un juicio moral, sino describir una
posición social y unas capacidades personales unidas a la
buena fortuna. Como lo era también llamar a alguien kakós,
«malo», a saber, de origen humilde y bajo. Dice Héctor en la
1/íada: « ¡Que al menos no perezca sin esfuerzo y sin gloria,
sino tras una proeza cuya fama llegue a los hombres fu-
turos!». 1 Lo que uno es capaz de hacer, en virtud de una
condición social que le ha tocado en suerte y no ha elegido,
es lo que le depara lo más alto a lo que uno pueda aspirar: la
memoria y el reconocimiento social.
La restrictiva identificación del agathós con el guerrero y
el valiente marca una pauta que estará siempre presente en
el significado de la moralidad. Con una diferencia: ese valor
LOS SOFISTAS Y SÓCRATES. LAS PRIME.RAS PREGUNTAS 19

que, en principio, es físico y tiene que ver con la fuerza, con


la agresividad y con la formación técnica del guerrero, se
convertirá más adelante en valor psíquico, capacidad de au-
todominio, valor como esfuerzo para vencer los deseos y las
pasiones inconvenientes con vistas a la excelencia a la que
hay que aspirar. Por otra parte, la equiparación del mejor
con el héroe soslaya una de las cuestiones más discutidas
luego por los filósofos del período socrático: si la virtud es
una o múltiple. Dicho de forma más simple: si poseer una
virtud implica poseerlas todas, pues, de enuada, se hace di-
fícil aceptar que el valiente, sólo por serlo, sea a la vez el
compendio de todas las virtudes. Pero el mundo homérico
reduce todas las virtudes a una sola, y ser bueno significa
estar en posesión de todas las cualidades valoradas en la so-
ciedad griega: coraje bélico y habilidad en la guerra, así
como éxito en la misma. 1
El éthos homérico es muy simple. Es dudoso que a los
personajes homéricos se les pueda atribuir algo parecido a la
responsabilidad. Desempeñan la función que el destino les
ha otorgado: el rey, la función de gobernar; el padre de fami-
lia, la de proteger a los suyos, y la mujer, la de ser discreta,
casta y fiel. En ningún caso puede hablarse propiamente de
un agente moral que decide qué debe hacer, porque uno vive
condicionado por su suerte al nacer, una suerte imposible de
cambiar. Un hijo sordo o mudo no es un hijo real, dice He-
ródoto. Si un ciudadano maltrata a una anciana o a un niño,
hay que recriminarle su cobardía o su arrogancia, no que no
otorgue el respeto y la consideración debidos a las ancianas
y a los niños. De ahí que no se pueda hablar de responsabi-
lidad, porque no la hay si uno hace lo que le corresponde, no
lo que elige. Lo que hay que saber es la función que compete
a cada uno y adecuar el carácter a la misma. Esa fijación de
los roles de cada uno, reconocidos como tales por la socie-
dad, ha llevado a entender la cultura homérica como una tí-
z.o BREVE HISTORIA DE LA é.TICA

pica «cultura de la vergüenza», en contraposición a la «cul-


tura de la culpa», posterior, más elaborada y donde sí entrará
en juego la responsabilidad individual.J El héroe griego bus-
ca, por encima de cualquier otra cosa, el reconocimiento so-
cial, el aplauso de los demás cuando cumple su cometido a
la perfección.

PROTÁGORAS: EL ORIGEN DE LA MORALIDAD

La sofística viene a subvertir todas esas nociones cuyo signi-


ficado había sido fijado por una ley natural incuestionable
que colocaba a cada uno en su lugar, e introduce escepticis-
mo y relativismo en el pensamiento. Los sofistas tuvieron
donde aprender porque, como se ha dicho hace un momen-
to, las guerras, las colonizaciones y el comercio llevaban a
cuestionar la rigidez de los conceptos. Con la acuñación de
la moneda, Teognis observa la confusión que se vierte sobre
lo que debe ser considerado bueno y virtuoso: «Para la ma-
yoría de los hombres, sólo hay una virtud: ser rico». Por su
parte, Tucídides y Hesíodo escriben textos memorables so-
bre la evolución del lenguaje y la transformación del signifi-
cado de las palabras por causa de los acontecimientos y la
mezcla de culturas. Tucídides registra la corrupción del len-
guaje a raíz de la revolución de Corfú con estas palabras
profusamente recordadas durante milenios:

El significado de las palabras ya no tiene la misma relación con


las cosas[ ... ] El obrar temerariamente es considerado valor leal;
la espera prudente, cobardía; la moderación es el disfraz de la
debilidad; saberlo todo es no hacer nada.•

En Los trabajos y los días, también Teognis lamenta no po-


der seguir llamando «justos» a quienes lo son de verdad por-
LOS SOFISTAS Y SÓCRATES. LAS PRIMERAS PREGUNTAS 2.I

que «es malo ser justo si el injusto logra convertirse en el


mejor». Los sofistas buscan una salida al desconcierto mo-
ral, y lo hacen planteando una pregunta que va a dar filosó-
ficamente mucho juego: ¿las leyes morales son physis o nó-
mos?, ¿son naturales o convencionales?
Los dos sofistas más conocidos y respetados en su época,
Protágoras y Gorgias, hicieron gala de la relatividad de cual-
quier forma de conocimiento así como del poder del len-
guaje para justificar cualquier opinión o punto de vista. Pro-
tágoras (c. 485 a.C.-c. 411 a.C.) era originario de Abdera
y viajó por toda Grecia difundiendo sus enseñanzas. Según
Diógenes Laercio, su tratado de retórica y dialéctica se pro-
ponía mostrar que cualquier tesis podía defenderse si el argu-
mento era hábil. Todo lo que los sofistas enseñaban pertenecía
al ámbito de la dóxa, de la opinión, y no de la verdad: «Cuan-
do sopla el viento, unos tiemblan y otros no; no podemos,
pues, afirmar que este viento sea en sí mismo frío». Con res-
pecto a la religión, no dudó en declararse agnóstico con la
sentencia, harto conocida: «Acerca de los dioses no sabré
decir si los hay o no los hay, pues son muchas las cosas que
prohíben el saberlo, ya la oscuridad del asunto, ya la breve-
dad de la vida del hombre». Pero la afirmación que sintetiza
el escepticismo y el carácter convencional que reviste el cono-
cimiento, la sentencia que ha hecho famoso a Protágoras, es
la tantas veces citada: «El hombre es la medida de todas las
cosas, de las que existen, como existentes; de las que no exis-
ten, como no existentes».,
Es una sentencia equívoca, que ha merecido numerosas
interpretaciones y comentarios y que, se entienda como se
entienda, resulta crucial para el giro que está emprendiendo
la ética. ¿Quién es «el hombre» que se proclama como la
medida de todas las cosas? ¿Es el hombre genérico -la hu-
manidad- o el individuo, con sus intereses y pasiones parti-
culares? Seguramente, más el segundo que el primero, pues,
2.2. BREVE HISTORIA DE LA tTICA

como explicó Hegel, con los sofistas, el protagonismo del


pensamiento lo tiene la conciencia, otro signo de que esta-
mos ante un pensar ilustrado. Es el punto de vista del que
babia el que determina qué es cada cosa. Más aún cuando de
lo que se habla no es de entes naturales que pueden ser veri-
ficados, sino de símbolos y valores, como la justicia o el pu-
dor. En el diálogo platónico dedicado a Protágoras se en-
cuentra un texto fundacional para la ética: aquel en el que el
sofista trata de convencer a Sócrates de la convencionalidad
de la política y la moral echando mano de un mito de todos
conocido, el mito de Prometeo.
En la versión que da Protágoras, el relato es, más o me-
nos, como sigue. Una vez que Zeus creara la tierra y la po-
blara de seres vivientes, se dio cuenta de que éstos necesita-
ban recursos varios para defenderse de las adversidades y
poder sobrevivir. A tal fin envió a Epimeteo a la tierra para
que dotara a las distintas especies de lo más apropiado en
cada caso para desenvolverse. Pero Epimeteo no era muy
listo y calculó mal el reparto de los dones de que disponía, de
forma que agotó todos los recursos en los animales y dejó al
hombre desnudo y desprotegido. Es entonces cuando Zeus
envía a Prometeo a la tierra para que otorgue al hombre un
elemento imprescindible: el fuego. Prometeo así lo hace y los
humanos adquieren las habilidades necesarias para proteger-
se del frío, defenderse de los animales, procurarse la alimen-
tación que el cuerpo requiere. Con el fuego, el hombre ad-
quiere la técnica para sobrevivir. Pero la técnica se muestra
en seguida insuficiente: al hombre le falta aJgo más, le falta
el sentido de la convivencia. Zeus observa alarmado que los
hombres se pelean y amenazan con destruirse unos a otros.
Para evitarlo, recurre a Hermes y lo envía también a la tierra
con un mandato: que distribuya entre los humanos «el senti-
do moral y la justicia» (aidós y diké). Ante la pregunta de
Hermes en busca de precisión: ¿cómo debo hacer el repa.no?
LOS SOFISTAS Y SÓCRATES. LAS PRIMERAS PREGUNTAS 2.3

¿Debo dar ambas virtudes a todos por igual o las virtudes


morales se reparten como están repartidos los conocimien-
tos: unos son médicos; otros, agricultores; otros, militares? La
respuesta de Zeus, en el relato platónico, es inequívoca:

A todos, dijo Zeus, y que todos sean partícipes. Pues no habría


ciudades, si sólo algunos de ellos participaran, como de los
otros conocimientos. Además, impón una ley de mi parte: que
al incapaz de participar del honor y la justicia lo eliminen como
a una enfermedad de la ciudad.'

Son muchas las ideas y los interrogantes que plantea la dis-


quisición del sofista Protágoras. La primera es que los hu-
manos se constituyen como tales bajo un determinado orden
social. Antes de que exista este orden, se presupone un hom-
bre natural, presocial, un estado de naturaleza, que debe ser
corregido para bien de la humanidad. Hay aquí el germen de
lo que luego se llamará «contrato social»: el constructo ra-
cional, la hipótesis por la que nos explicamos el porqué de
las leyes y el Estado, así como la obligación de sometemos a
ellas. La idea de contrato justifica la necesidad de las con-
venciones morales y políticas para vivir en la ciudad, ya que
sin ellas la estabilidad se destruye y todo está en peligro de
desmoronarse. Esas convenciones morales imprescindibles
vienen resumidas en el mito por las dos virtudes menciona-
das: aidós y diké. Pero, a diferencia de las leyes de la natura-
leza, que son physei, las leyes políticas y las normas morales
son nómos, convenciones, en definitiva, opinables, que caen
en el ámbito de la dóxa. Lo que no obsta para señalar que la
naturaleza crea una familiaridad entre los semejantes, existe
una cierta igualdad natural que permite aspirar a una mora-
lidad común. La idea la expresa muy bien Hipias, cuando
tercia en la discusión entre Protágoras y Sócrates incitándo-
los a un entendimiento mutuo:
BREVE. HISTORIA DE. LA ÉTICA

Amigos presentes, considero yo que vosotros sois parientes y


familiares y ciudadanos, todos, por naturaleza, no por conven-
ción legal. Pues lo semejante es pariente de su semejante por
naturaleza. Pero la ley, que es el tirano de los hombres, les fuer-
za a muchas cosas en contra de lo natural. Para nosotros, pues,
sería vergonzoso conocer la naturaleza de las cosas, siendo los
más sabios de los griegos y estando, por tal motivo, congrega-
dos ahora en el pritaneo mismo de la sabiduría de Grecia, y en
esta casa, la más grande y próspera de esta ciudad, y no mos-
trar, en cambio, nada digno de tal reputación, sino enfrentar-
nos unos a otros como hombres vulgarísimos. Así que yo os
suplico y aconsejo, Protágoras y Sócrates, que hagáis un pacto
coincidiendo uno y otro en el punto medio, a instancias nues-
tras, como si nosotros fuéramos una especie de árbitros.?

El segundo interrogante que plantea el mito de Prometeo


como explicación del origen de la moralidad entre los hom-
bres es la universalidad de los valores morales. Zeus le orde-
na a Hermes que no exceptúe a nadie en el repano de las
vinudes, pues la vinud deben adquirirla todos por igual si
pretenden formar pane de la ciudad y ser incluso reconoci-
dos como humanos. ¿Cómo se compagina esta teoría con la
tesis de Protágoras de que «el hombre es la medida de todas
las cosas»? ¿Es la medida también de la moralidad? Sería lo
más lógico si, además, hemos aceptado que la moral no es
«natural», sino convencional, fruto de un contrato o de un
pacto, en este caso, con los dioses. Estamos ante otro de los
temas inagotables de la filosofía moral: ¿los valores morales
son universales o son valores culturales? En nuestros días,
seguimos sin tener una respuesta unívoca y a gusto de todos
para tal pregunta. No obstante, lo que se desprende del Pro-
tágoras parece claro: las bases de la moral son universales,
pues se reducen a esas dos vinudes -sentido moral y justi-
cia-, que todos deben adquirir. Ello no obsta para que, al
adquirirlas y desarrollarlas, se interpreten de forma diversa,
LOS SOFISTAS Y SÓCRATES. LAS PRIMERAS PREGUNTAS 2.5

de acuerdo con las peculiaridades de los tiempos y los luga-


res. Estamos ante una cuestión altamente ilustrada: la de la
igualdad básica de los seres humanos y los límites de la mis-
ma. ¿Hasta dónde es posible hacer concesiones a lo cultural
sin que se resienta la igualdad de todos los humanos? ¿Cómo
hacer compatibles y no contrarias la universalidad que se le
supone al sentido moral y la relatividad de las costumbres?
¿Cómo hacer que podamos seguir dándole un sentido unívoco
a la justicia, como reclamaba Teognis? Protágoras expresa
ya ese problema y parece resolverlo apelando a una conven-
cionalidad con un fundamento universal, un cierto oxímo-
ron, sin duda, que sólo refleja las contradicciones de la pro-
pia condición humana.
Pero lo nuevo ahora, con vistas a lo que fue el éthos ho-
mérico, tan anclado en la posición social de cada uno, es el
empeño en distinguir lo físico y natural de lo que es obra de
los humanos. La base de la convencionalidad del n6mos es
ese escepticismo gnoseológico del que parte y a la vez trata
de liberarse la buena filosofía. Gorgias (48 5 a. C.-380 a. C.),
coetáneo de Protágoras, oriundo de Sicilia, expresa aún con
más desenfado la tesis escéptica en un escrito titulado Acer-
ca del no ser, y que dice así: «No existe nada. Si algo existie-
se, no podríamos conocerlo. Si existiese algo cognoscible,
sería indemostrable a los demás». Pero a Gorgias lo que de
veras le interesa es el arte de la retórica, la capacidad de per-
suasión que tienen el lenguaje y los buenos argumentos. En
eso es un maestro, y su tesis sobre el no ser sólo busca atacar
las supuestas verdades filosóficas poniendo de relieve las apo-
rías que contienen.
Gracias a esa ruptura con la fijación natural de las leyes,
gracias sobre todo al contexto democrático establecido en
Atenas, en virtud de las reformas políticas y administrativas
llevadas a cabo por grandes estadistas como Solón y Clíste-
nes, los argumentos de Protágoras aportan una perspectiva
2.6 BREVE HISTORIA DE LA ITICA

nueva e insólita para una sociedad estamental como la refle-


jada en la literatura homérica. Con la idea de un pacto mo-
ral entre los humanos para convivir en la ciudad, se afianza
la igualdad, la igual competencia política de todos los ciuda-
danos. Hay que decir «ciudadanos» ya que, como es sabido,
no todos los habitantes de la pólis tenían derecho a serlo. La
mayoría quedaba fuera de esa condición, y harían falta mu-
chos siglos de desarrollo moral y político para corregir la
aberración ética de que los esclavos, las mujeres, los trabaja-
dores no estuvieran en condiciones de adquirir las virtudes
propias del ciudadano libre. No obstante, algo se ha avanza-
do: la virtud ya no es patrimonio de los que por naturaleza
son nobles y pueden llegar a héroes, sino algo que todos
-todos los ciudadanos- pueden adquirir si se esfuerzan en
ello. Hermes reparte el sentido de la moralidad y la justicia,
pero ese sentido hay que seguir cultivándolo para que pro-
duzca efecto y forme el carácter. La moral no es innata, no
viene dada, sino que exige voluntad y esfuerzo. Por eso hay
que vincularla a la paideia, a la educación.

¿LA MORAL SE PUEDE ENSEÑAR?

La tercera pregunta, de hecho, la pregunta que abre la discu-


sión planteada en el Protágoras es ésta: ¿es posible enseñar
la virtud? Los sofistas son oficialmente «maestros de vir-
tud», su oficio consiste en ir por las ciudades enseñando re-
tórica como el mejor instrumento para dirimir las cuestiones
teóricas y prácticas que preocupan a los humanos. Al co-
mienzo del diálogo que estamos analizando, Sócrates acude
a casa de Protágoras, donde lo encuentra acompañado de
sofistas «paseándose y cautivando a quienes lo escuchan,
como Orfeo, con la música de sus palabras». Le confiesa que
Hipócrates, que lo acompaña, desea apuntarse a su magiste-
LOS SOFISTAS Y SÓCRATES. LAS PRIMERAS PREGUNTAS 2.7

rio, pues quiere llegar a ser «ilustre en la ciudad», por lo que


Protágoras se siente halagado y no duda en dar buena cuen-
ta del ane que cultiva. Desafiando a las malas lenguas que,
por temor o por envidia, recelan de la sofística, Protágoras
no duda en mostrar sus cartas: «Soy un sofista y me propon-
go instruir el espíritu de los hombres»:

Yo, desde luego, afirmo que el arte de los sofistas es antiguo, si


bien los que lo manejaban entre los varones de antaño, temero-
sos de los rencores que suscita, se fabricaron un disfraz y lo
ocultaron, los unos con la poesía, como Homero, Hesíodo y
Simónides, y otros, en cambio, con ritos religiosos y oráculos,
como los discípulos de Orfeo y Museo. Algunos otros, como
leo el Tarentino y el que ahora es un sofista no inferior a nin-
guno, Heródico de Selimbria, en otros tiempos ciudadano de
Megara. Y con la música hizo su disfraz vuestro Agatocles, que
era un gran sofista, y, asimismo, Pitoclides de Ceos, y otros
muchos.•

Así pues, los sofistas trasladan al pensamiento y a la argu-


mentación lo que antes y de otra forma hicieran la poesía, la
música, incluso la gimnasia: el cultivo del espíritu o la edu-
cación de los jóvenes. Pero eso es lo que Sócrates empezará
de inmediato a cuestionarle, una vez hechas las presentacio-
nes oportunas. Con la ironía que le es propia y que conver-
tirá en su manera de filosofar, no duda en salir al paso de la
autocomplacencia del sofista con esta frase: « ¡Qué hermoso
objeto científico te has apropiado, Protágoras, si es que lo
tienes dominado! Porque yo eso, Protágoras, no creía que
fuera enseñable, y, al decirlo tú ahora, no sé cómo descon-
fiar». El dardo está en el aire y contiene un cúmulo de dudas
no por inexplícitas menos adivinables: ¿no peca de arrogan-
te quien se atribuye el título de «maestro de virtud•? ¿Quién
posee el saber suficiente para poder enseñar a comportarse
adecuadamente? Es más, ¿no es contradictorio con el escep-
2.8 BREVE HISTORIA DE LA fTICA

ticismo y el relativismo de la sofística el erigirse en maestro


de moral en cualquier lugar en el que uno se encuentre?
¿Cómo un originario de Abdera -Protágoras- se atreve a
decirles a los atenienses cuáles deben ser sus virtudes y si
deben o no cumplir sus leyes si al mismo tiempo se hace
profesión de relativismo?
Precisamente, el mito de Prometeo es el recurso con el
que Protágoras pretende acabar convenciendo a Sócrates y
al resto de los contertulios del valor y la viabilidad del come-
tido al que se ha entregado. La virtud es enseñable y debe
haber maestros que lo hagan, porque así se desprende del
mandato de Zeus a Hermes: todos los ciudadanos deben ad-
quirir la virtud porque, de no hacerlo, no podrán seguir vi-
viendo en la ciudad. Pero Sócrates no está tan convencido.
Por una parte, si todos deben poseer esas virtudes, ¿por qué
unos pocos deben considerarse más excelentes que el resto
en el conocimiento de la virtud? ¿Quién los ha hecho exper-
tos en moral? En lo que a la virtud concierne, ¿no debería
estar en condiciones de opinar cualquiera?
La tesis de Protágoras, en principio, es inequívoca: en
efecto, todos deben conocer y practicar la justicia, pues ésa
es la virtud fundamental, pero es un hecho que no todos lo
hacen, y a ésos hay que enseñarles y castigarlos a fin de que
acaben haciendo lo que deben. Es curioso -apostilla Protá-
goras-que «los hombres de bien enseñan las demás cosas a
sus hijos, pero ésta no, observa qué extrañas resultan las
personas de bien». La observación nos suena todavía hoy:
de la enseñanza de la moral nadie quiere hacerse cargo; no
obstante, tiene que haber alguien encargado de esa misión
imprescindible para la comunidad. Pero volvamos al diálogo
platónico. La discusión es larga y, como siempre, se pierde
en menudencias que parecen apartarnos del tema esencial
que, sin embargo, se recupera al final del diálogo. Sócrates
ha ido derivando hacia la tesis de que la virtud es una cien-
LOS SOFISTAS Y SÓCRATES. LAS PRIMERAS PREGUNTAS 2.9

da, ya que el virtuoso -el justo, el decente-- lo es porque


conoce qué es la justicia. No discute que la virtud pueda
aprenderse, sino que deba haber maestros que la enseñen.
Porque, a su juicio, el conocimiento de la virtud, en realidad,
ya está en nosotros. La teoría de que la virtud es conoci-
miento es una de las teorías socráticas más firmes ... y más
falsas, lo veremos luego. Contra esa idea, Protágoras se nie-
ga a considerar que la virtud sea una ciencia, que pueda ser
conocida como las demás ciencias, pues tal afirmación se
contradice con lo esencial de la sofística. Por tales derrote-
ros se ha llegado a una conclusión paradójica: si la virtud es
ciencia (o conocimiento) -tesis de Sócrates-, será enseña-
ble, como lo es cualquier ciencia; si la virtud no es ciencia
-tesis de Protágoras-, difícilmente podrá enseñarla nadie.
El propio Sócrates se recrimina con asombro el absurdo al
que han llegado con su prolija discusión.
Como ocurre con todos los diálogos de Platón, éste acaba
sin conclusiones, abierto a que el debate continúe otro día:
«Otra vez, si quieres, nos ocuparemos de eso,., dice un resig-
nado Protágoras al despedirse. Se ha seguido discutiendo, en
efecto, pero ni Sócrates ni Platón ni nadie hasta hoy ha dado
en la clave de lo que debe ser la enseñanza de la moral. En el
siglo XXI nos lo seguimos preguntando.

LA VIRTUD ES CONOCIMIENTO

Sócrates, sin embargo, tiene la respuesta. Su tesis es que el


conocimiento de la virtud es posible y que quien llega a co-
nocerla la practica, mientras que el no virtuoso actúa mal
por ignorancia. Es curioso que sea precisamente Sócrates
quien defienda con total convicción la teoría de que basta
conocer el bien para ser buena persona. Es curioso que lo
diga el filósofo que, a su vez, detesta la arrogancia del sabio
30 BREVE HISTORIA DE LA blCA

y hace reiterada profesión de ignorancia, reaccionando con-


tra quienes le proclaman sabio con la célebre respuesta:
«Sólo sé que no sé nada». Pero es que hay que entender en
qué consiste «conocer» para Sócrates.
Siendo en principio uno de los sofistas, Sócrates se distan-
ciaba de la sofística, en primer lugar, porque no cobraba por
sus enseñanzas. Pero, sobre t9do, le separaba de ellos una
actitud modesta por la que hacía gala no sólo de no ser sa-
bio, sino de aprender de los demás, de buscar el saber en
lugar de ofrecerlo, y de buscarlo a través del diálogo y, muy
especialmente, de la reflexión sobre uno mismo o del auto-
conocimiento. Como es sabido, Sócrates fue ágrafo, no es-
cribió ningún libro. Conocemos sus ideas a través de lo que
sus contemporáneos han contado de ellas. Unos, como Pla-
tón o Jenofonte, lo elevaron al pedestal de los grandes filó-
sofos; otros, como Aristófanes en Las nubes, lo retrataron
como un auténtico sofista en el sentido más peyorativo del
término. Es difícil hacerse una idea cabal de cuál fue exacta-
mente el pensamiento de Sócrates sin confundirlo con el de
quienes se dispusieron a reproducirlo o a criticarlo. Sabemos
que nació en Atenas, hacia el 470 a. C., donde vivió el es-
plendor y la decadencia de la ciudad, con la guerra del Pelo-
poneso y el gobierno de los Treinta Ttranos. Dijera lo que
dijera sobre sí mismo, era considerado un maestro que fre-
cuentaba los gimnasios y estaba dispuesto a discutir de cual-
quier tema con el primero que le saliera al paso. Se definía a
sí mismo como el aguijón del tábano que se clava en la piel
y no deja tranquilo. La vida hay que examinarla, de lo con-
trario no merece ser vivida, una sentencia que repetía y que
se aplicó a sí mismo con la esperanza de que los demás si-
guieran su ejemplo.
Las cuestiones éticas que preocupan a Sócrates son las
mismas sobre las que reflexionan los sofistas. Pero él las
aborda con otro método, el de las preguntas desconcertan-
LOS SOFISTAS Y SÓCRATES. LAS PRIMERAS PREGUNTAS 31

res, con el fin de poner en evidencia la ignorancia de sus in-


terlocutores haciendo ver que nadie sabe en el fondo lo que
cree saber. Lo hace con ironía, como hemos visto en el en-
cuentro con Protágoras citado hace un momento. Al sofista
seguro de sí mismo, que se dispone a disertar sobre la ense-
ñanza de la virtud, Sócrates le corta nada más empezar:
«¡Qué hermoso objeto científico te has apropiado, Protágo-
ras, si es que lo tienes dominado! Porque yo eso, Protágoras,
no creía que fuera enseñable, y, al decirlo tú ahora, no sé
cómo desconfiar,.. Sin abandonar la adulación, marca la dis-
tancia y lo lleva a su terreno, que es el de la perplejidad, el
cuestionamiento y la duda. Es lo mismo que hará al comien-
zo de la República, cuando se promete una disertación sobre
la justicia. ¿Es que alguien sabe qué es la justicia? Sólo el
intento de definirla ocupará todo el diálogo. Intento que
acabará sin éxito, con meras aproximaciones a la definición
buscada, porque el objetivo del filósofo no es buscar res-
puestas, sino mostrar que el otro las desconoce y que el co-
nocimiento es algo muy complejo.
El método propiamente socrático, el que nos explica
cómo entiende el conocimiento, es la mayéutica que, según
nos dice, aprendió de su madre, que era comadrona. Si la
comadrona ayuda a alumbrar niños, el filósofo debe ayudar
a alumbrar pensamientos para llegar a ideas generales a par-
tir de los casos particulares. Y sin temer las aporías, contra-
dicciones o paradojas, pues la misión de la filosofía es pro-
ducir dudas y confusión, no partir de la claridad, porque lo
que está claro no necesita reflexión alguna. A través del diá-
logo con los que inquieren y se interesan por lo mismo que
nosotros, sin dejar de hacer preguntas y de sugerir respues-
tas, nos acercamos a la verdad. Pensar, razonar es más una
búsqueda que otra cosa. Sócrates no pretende definir nada
ni dar por concluida ninguna discusión, con lo que da a en-
tender que, si la virtud es conocimiento, éste nunca se alean-
32. BREVE lflSTORIA DE LA ITICA

za del todo, es un proceso que no acaba, que es inagotable


sobre todo en las discusiones filosóficas.
Lo que no comparte Sócrates es la complacencia con la
dóxa que muestran los sofistas. Por eso no basta con domi-
nar la retórica, que es una técnica, porque hay que aspirar a
la epistéme, a encontrar la verdad, aunque no se alcance. El
conocimiento moral requiere una búsqueda común, la que
propicia el diálogo, pero sobre todo requiere el esfuerzo del
«conócete a ti mismo», el camino para conocer el bien del
alma por encima de los bienes corporales. Así se logra la
excelencia del ser humano. Sócrates se sitúa en las antípodas
de Protágoras sobre la enseñanza de la virtud porque está
convencido de que ésta no viene de fuera, no la enseña nin-
gún maestro, sino que la encuentra cada cual en sí mismo, en
su propio espíritu, en lo que Sócrates denomina el dáimón,
el demonio interior. A diferencia de lo que ocurre con los
saberes técnicos, uno aprende a ser zapatero, a tocar la flau-
ta, a ser atleta, pero no aprende nunca del todo a ser buena
persona. Es un conocimiento que se adquiere por autorre-
flexión y ésta sólo finaliza cuando acaba la propia vida.
La muerte de Sócrates es el mejor ejemplo de su concep-
ción del conocimiento moral. El individualismo y la inde-
pendencia de Sócrates incomodan al Estado ateniense, que lo
acusa formalmente de no honrar a los dioses patrios y de
pervertir a la juventud. Lo condenan a muerte y Sócrates
acepta la condena, porque, según dice, el dáimón le inspira
la aceptación de esa decisión final. Antepone la obediencia a
la ley a la defensa de sus convicciones, no porque no esté
seguro de ellas o porque no crea que sus acusadores se equi-
vocan y levantan contra él falsos testimonios, sino porque
cree que la autoridad de la ley está por encima de las creen-
cias de cualquier ciudadano. En el diálogo que mantiene en
la prisión con su amigo Critón, quien trata de convencerlo
de que eluda la ley, tenemos una excelente muestra del exa-
LOS SOFISTAS Y SÓCRATES. LAS PRIMERAS PREGUNTAS 33

men al que se debe el filósofo., Pone en boca de «las leyes»


la defensa de sí mismas, que él, como buen ciudadano, cree
que debe hacer suya. «Hay que permanecer fiel a las senten-
cias que dicta la ciudad» por injustas que parezcan, porque
desobedecerlas es ir contra la voluntad de la ciudad a la que
uno pertenece. Vivir como ciudadano es obedecer las leyes o
utilizar la persuasión para que cambien si las consideramos
equivocadas.
La determinación de Sócrates pone de relieve su valentía
ante la muerte, que no hay razones para el miedo, y el deber
cívico de respetar la sentencia. No acepta las acusaciones y
asegura que su muerte será un escándalo para la democra-
cia, una muestra de lo lejana que está la justicia real del
ideal: «Sabed bien que si me condenáis a muerte, siendo yo
cual digo que soy, no me dañaréis a mí más que a vosotros
mismos». 1 º En definitiva, no son las leyes las que lo conde-
nan, sino los hombres que las hacen. Ante la debilidad y la
contingencia de la democracia, se percibe el valor de la filo-
sofía. Lo dice muy bien un notable helenista: «¿Qué mejor
acicate podía legar el filósofo a sus discípulos que el mos-
trarles cómo un jurado democrático decidía, por votación, el
aniquilamiento de un hombre justo que, fundamentalmente,
había querido ser una llamada a la reflexión sobre la vida
auténtica? Desde este punto de vista, el gesto arrogante del
acatamiento de la última pena es un estupendo colofón a la
tarea de toda una vida,. . 11
El desconcierto de los discípulos de Sócrates ante su deci-
sión de morir se hace palpable en los dos diálogos que rela-
tan el episodio: la Apología de Sócrates y el Gritón. El mis-
mo que había defendido la independencia del espíritu y la
libertad para elegir enarbola el principio de la lealtad al Es-
tado como único argumento. El destino de Sócrates -dirá
Hegel- «representa la tragedia del espíritu griego». Con su
decisión paradójica, en realidad Sócrates destruye la «etici-
34 BREVE HISTORIA DE LA tnCA

dad» del pueblo griego en nombre de una justicia superior


que acabará manifestándose:

Tal es siempre la posición y el destino de los héroes de la histo-


ria universal: que hacen nacer un mundo nuevo cuyo principio
se halla en contradicción con el mundo anterior y lo desintegra:
los héroes aparecen, pues, como la violencia que infringe la ley.
Perecen en lo individual, pero perece solamente el individuo,
no el principio en él encamado, que la pena impuesta a aquél
no alcanza a destruir...

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