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Telarmachay

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TELARMACHAY

Cazadores y pastores
prehistéricos de los Andes

Bajo la dirección de Daniéle Lavallée


TELARMACHAY
cazadores y pastores
prehistóricos de los Andes

Daniéle LAVALLÉE
Michele JULIEN
Jane WHEELER
Claudine KARLIN

con la colaboración de
Georges Clément, Sonia Guillén, Jean Trichet,
Thomas Van der Hammen y G.W. Noldus, Patrick Vaughan

traducido al castellano por


Denise Pozzi-Escot

Tomo 1

1995
Instituto Francés de Estudios Andinos
SEGUNDA PARTE

DE LA CAZA A LA DOMESTICACIÓN
El número de huesos recuperados en los niveles precerámicos de Telarmachay
puede ser estimado en 400,000, de los cuales hasta la fecha se han podido analizar
137,985. Esta muestra no corresponde a una selección estadistica, sino resulta del estudio
progresivo del material a lo largo de los años, a medida que se avanzaba en las
excavaciones; por esta razón, falta analizar la mayoría de los huesos de los períodos
más antiguos. Por esto, las cifras presentadas en el Cuadro 2 corresponden a un metro
cuadrado de los niveles VII y VI; a 6 m? del V inf.2; a 19 m? del V inf.1. Las cifras para
los niveles V sup. y IV representan, por el contrario, la totalidad de los huesos recuperados
en los 25 m? de suelo in situ excavado.
Este análisis de la fauna está en constante evolución, y los datos del Cuadro 2 son
provisorios; los resultados de interpretaciones presentados aqui estarán pues sujetos a
revisión y deben ser aceptados con cierta prudencia. Una vez terminado, el estudio
arqueozoológico será objeto de un volumen separado en la serie de publicaciones del
proyecto de investigaciones.

Método de anilisis
Desde el inicio del análisis del material correspondiente a la primera etapa de
excavación (1975), se decidió efectuar un estudio de huesos tan completo y detallado
como fuera posible. Esta decisión se explica por dos razones: por una parte, la técnica
de excavación utilizada debía permitir la reconstitución detallada de los modos
prehistóricos de utilización de los animales en el yacimiento y, por otra parte, el análisis
del material proveniente del sondeo preliminar, realizado en 1974, había demostrado
que los huesos estaban extremadamente bien conservados (Wheeler Pires-Ferreira 1975).
Es por ello que, desde ese momento, se aplicó un procedimiento de análisis en cuatro
etapas, que expondremos brevemente.

Después de la limpieza de los huesos, la primera etapa de análisis del material


óseo animal consiste en pegar aquellos huesos que presentan quebraduras frescas, al
interior de cada unidad espacial (un metro cuadrado). El objetivo de esta operación es
eliminar, en lo posible, el conteo doble o múltiple de un mismo hueso, que podría
sesgar los totales. Al mismo tiempo, se reconstituyen también los huesos que presentan
fracturas antiguas, con el fin de poner en evidencia los modos de fragmentación
correspondientes a las técnicas de carniceria practicadas en la época prehistórica.
La segunda etapa corresponde a la identificación o clasificación de los huesos, a
partir de su comparación con esqueletos modernos. En el caso de restos de camélidos,
los huesos han sido identificados sólo a nivel del género, a excepción de los primeros
y segundos incisivos de la vicuña (Lama vicugna Molina 1782), de la alpaca (Lama pacos
Linnaeus 1758), y de la llama y/o guanaco (Lama glama Linnaeus 1758 y Lama guanicoe
Miiller 1776), cuyas características serán descritas luego. En este análisis preliminar, los
huesos de camélidos y cérvidos son también separados por clases de edad -adultos,
jóvenes y fetos/neonatos- en función de su estado de fusión y de su estructura. Los
fragmentos de huesos no identificables, pero suficientemente grandes, son separados
según la talla del mamifero (grande = camélido o cérvido, pequeño = perro, roedor, etc.); por
último, los huesos totalmente inidentificables son separados y descontados.

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La tercera etapa consiste en describir cada hueso según un código analítico
estandarizado para permitir su clasificación por computadora. El registro de información
incluye para cada hueso:
- la localización en la excavación
- la identificación del género o de la especie
- la identificación del elemento, su simetría, su modo de fractura
- la descripción anatómica exacta del hueso
- el grado de erupción y de desgaste de los dientes
- el estado de fusión de los huesos
- una descripción de eventuales modificaciones (huellas de incisión, de fuego, de
abrasión, etc.)
- la presencia de huesos articulados
por último, el cálculo del número mínimo de individuos presentes en cada unidad
espacial (NMI).

La cuarta etapa es la del análisis de los datos en computadora, con la finalidad


de determinar los modos de distribución espacial de los huesos y las áreas de carnicería,
y construir curvas de edad de los camélidos a partir, por ejemplo, de los estados de
fusión de los huesos, o de las erupciones de los dientes y su desgaste. El empleo de una
computadora es absolutamente necesario dado el tamaño de la muestra y la complejidad
de los datos obtenidos gracias al «décapage». Esta fase del análisis será realizada en el
laboratorio de Arqueozoología de la Universidad de Colorado, en Boulder (EEUU).

1. LA UTILIZACIÓN PREHISTÓRICA DE LA FAUNA, DEL VII AL IV


A lo largo de la ocupación precerámica de Telarmachay, los camélidos y los
cérvidos representan entre 97.85% y 99.15% del total de restos animales acumulados en
el abrigo. Estos grandes ungulados son los principales herbívoros del ecosistema de la
puna y constituyen, tanto bajo su forma salvaje como en su forma doméstica, el más
importante recurso carnico de los pobladores de la región. Una descripción detallada
de su ecología y de su comportamiento ha sido ya presentada en la Primera Parte.

La fase VII (ca. 9000 a 7200 BP)


Durante esta fase, 64.73% de los restos de fauna identificables corresponden a
camélidos, incluyendo vicuña y guanaco (ver más adelante), y 34.18% a cérvidos, teniendo
en cuenta 18 astas de huemul (taruca) (Hippocamelus antisensis D'Orbigny 1834), separadas
durante las excavaciones y que no provienen del metro cuadrado tomado como muestra,
para esta fase, en el Cuadro 2. Hasta el momento, ningún resto del cérvido extinto
Agalmaceros cf. blicki -presente en los depósitos aparentemente contemporáneos o un
poco anteriores de la cueva de Uchkumachay, cercana a Telarmachay pero situada a
4050 metros de altitud solamente (Wheeler Pires-Ferreira ef al. 1976:487)- ni de ninguna
otra especie extinguida, ha sido encontrado en Telarmachay. Es posible que la ausencia
de tales especies se deba a la altitud de Telarmachay, donde el retroceso de los glaciares
pudo ser, en consecuencia, un poco mas tardío. Las temperaturas moderadas y las
condiciones húmedas puestas en evidencia para esta fase, por T. Van der Hammen y
G. W. Noldus (ver Estudio Especializado N°1), corresponden a una vegetación herbácea
de puna, alimento preferido de la vicuña y del huemul, y la posible presencia de
bosquecillos podría asociarse a los restos menos numerosos de guanaco.

Los restos de fetos/neonatos de camélidos y cérvidos permiten situar la ocupación


del abrigo entre los meses de diciembre y abril, cuando nacen, a la vez, las crías de la
vicuña y del guanaco, y las de huemul, o entre noviembre y abril si se incluye el último

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mes de gestación. En esta estación, el aumento de la neblina y de las lluvias ocasiona
una ligera elevación de las temperaturas y hace de este período del año el momento
más favorable para la ocupación humana de la zona. Tal como será discutido
posteriormente, las proporciones relativas de los restos de camélidos adultos (47.19%),
jóvenes (15.73%) y fetos/neonatos (37.08%) durante la fase VII, pueden ser interpretadas
como indicativas de una actividad de caza; no obstante, el porcentaje anormalmente
elevado de fetos/neonatos de cérvidos (60.64%) debe ser probablemente imputado al
pequeño tamaño de la muestra. Tomando en cuenta nuestra experiencia anterior, podemos
pensar, mientras tanto, que los resultados presentados en el Cuadro 2, que corresponden
al contenido de un solo metro cuadrado, serán, de manera bastante precisa, representativos
del conjunto de la fauna recuperada en el nivel VII.

Las otras especies animales identificadas para esta fase son la vizcacha (Lagidium
peruanum Thomas 1907) y el zorrino (Conepatus rex Thomas 1898). Aunque la vizcacha
sea, después de los camélidos y cérvidos, el animal más frecuente en los niveles
precerámicos, su aporte en carne no es nada significativo, ya que el peso promedio de
un adulto es solamente de 2.1 a 3.4 kg (Pearson 1958:354). Estas dos especies totalizan
1.09% de los restos animales de la fase VII.

La fase VI (ca. 7200 a 6800 BP)


A lo largo de la fase VI, la caza de camélidos y cérvidos continúa representando
lo esencial de los recursos alimenticios de los ocupantes del abrigo: 98.74%. Una vez
más, la única especie de cérvidos identificada es el huemul, mientras que la vicuña y
el guanaco siguen estando representados. Pero la proporción de restos de cérvidos
disminuye de 34.18% a 20.90%, y la de los restos de camélidos aumenta de 64.73% a
77.84%. Parece que este cambio no debe ser interpretado como un cambio en la frecuencia
o distribución de las especies disponibles, sino más bien como una evolución de los
modos de caza; esta hipótesis es, por otra parte, corroborada por los datos de la palinología,
que atestiguan la persistencia de las condiciones húmedas y de las temperaturas
moderadas, características de la fase VII. La presencia conjunta de restos de feto/
neonatos de camélidos y de cérvidos (Cuadro 2) sugiere que el yacimiento continúa
siendo ocupado durante la estación menos fría de lluvias, entre diciembre y abril. Los
huesos de vizcachas, de zorrinos y de pájaros no contribuyen al total de la fauna del
VI sino en un porcentaje insignificante: 1.26%.

La fase V inferior (ca. 6800 a 5700 BP)

En este estudio, los restos de fauna del nivel V inf. han sido subdivididos en dos
series correspondientes, respectivamente, al «décapage» más profundo Vc (= serie V inf.2),
y al «décapage» anterior Vb, más superficial (= serie V inf.1). En efecto, aunque no haya
sido observada ninguna diferencia notable ni en el material lítico, ni en la organización
espacial de estos dos sub-niveles (ver Tercera y Sexta Parte), los restos de fauna revelan
un cambio muy significativo, con la aparición de camélidos domesticados en la serie V inf. 1.

En el V inf. 2 (entre 6800 y 6000 BP aproximadamente), la proporción de restos


de camélidos y cérvidos llega al 99.15% de los huesos identificables, con tasas respectivas
de 81.69% y 17.46%. En la muestra estudiada hasta aquí, las vicuñas y los guanacos
estan aún presentes, así como una sola especie de ciervo, el huemul. Esta repartición
es muy parecida a la del VI, y las proporciones de los restos de fetos/neonatos indican
todavía una ocupación del sitio durante la estación hámeda. La tasa global de los no-
ungulados -vizcachas, pequeños roedores y pájaros- llega solamente a 0.85% del total
de la fauna.

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En el V inf. 1 (entre 6000 y 5500 BP aproximadamente), los restos de camélidos
y cérvidos corresponden, respectivamente, al 85.94% y 12.88% del total. Por una parte,
el aumento notable de la proporción de los camélidos neonatos -que pasa de 35.28% en
el V inf. 2 al 56.75% en el V inf. 1- y, por otra parte, los cambios observados en la
morfología dental (presentados en detalle posteriormente), ponen en evidencia la aparición
de animales domésticos en esta época. Según los datos palinológicos, este proceso
comienza cuando se instala un clima más seco, al mismo tiempo que baja la temperatura.
Este cambio no debe haber afectado mucho los hábitos de pastoreo de las vicuñas, a
menos que hayanhabido períodos prolongados de sequia, pero una regresión de
bosquecillos de Compositae pudo haber obligado a los guanacos a abandonar la zona.
Al mismo tiempo que el desarrollo contínuo de una caza especializada de camélidos,
este cambio climático pudo contribuir a aumentar el control de los hombres sobre los
camélidos, a fin de asegurarse una mejor disponibilidad de recursos animales. Cualquiera
que sea la explicación, la ocupación continúa haciéndose durante la estación húmeda,
y es probable que la caza juegue un rol tan importante como en las fases anteriores, en
la medida en que se buscaba, sobre todo, aumentar al máximo el tamaño de los rebaños
domésticos; esto podría explicar, en parte, el hecho que no existan diferencias significativas
entre el equipo técnico, del inicio al final del V inf. Es también importante hacer notar
que, en el V inf. 1, huesos de depredadores -gato salvaje (Felis cf. colocolo) y otro camivoro
no identificado- hacen por primera vez su aparición en la secuencia de Telarmachay:
la caza de tales animales habría podido, en ese entonces, volverse importante con el fin
de proteger las manadas (Wheeler 1984a:197-198). Es igualmente del V inf. 1 que proviene
un único hueso de perro, observándose numerosas huellas de mordeduras de carnivoros
sobre los otros huesos. Este hallazgo debe corresponder, más o menos, a la edad de los
restos de perro descubiertos en el nivel 5 de la cueva de Uchkumachay, ya mencionada,
y de aquellos de los niveles 9 y 12 de la cueva de Pachamachay, ubicada a 40 km al
oeste-noroeste (Wheeler Pires-Ferreira et al. 1976:486).

Los otros restos comprenden la vizcacha, un pequeño roedor, zorrino, pájaros,


rana (Batrachophrynus sp.) y caracol de tierra; junto con los carnívoros, el porcentaje de
estos restos representa solamente 1.18% del conjunto de la fauna.

La fase V sup. (ca. 5700 a 5000 BP)

Si bien, durante esta fase, los porcentajes de restos de camélidos y cérvidos


-85.51% y 13.14% respectivamente- difieren poco de aquellos observados en la fase
V inf. 1 (85.94% y 12.88%), la tasa de huesos de camélidos neonatos, con relación al
conjunto de restos de camélidos, aumenta de manera significativa de 56.75% a 68.21%,
lo cual constituye una prueba suplementaria de la presencia de animales domésticos.
Por otro lado, al igual que desde el inicio de la secuencia, estas cifras continúan
atestiguando una ocupación del abrigo entre los meses de noviembre y abril. Solamente
1.35% de la fauna identificada corresponde a no-ungulados, entre los cuales tenemos
vizcacha, pequeños roedores, zorrinos, carnívoros no identificados, pájaros y ranas.

La fase IV (ca. 5000/4500 a 3800 BP)

El aumento contínuo de los restos de camélidos desde la fase VII alcanza, durante
la fase IV, un máximo de 88.64%. De la misma manera, el aumento de restos de camélidos
neonatos, constatado a partir de su domesticación en el V inf.1, llega en esta época a
la tasa máxima de 72.99% de todos los huesos de camélidos. La ocupación es siempre
claramente restringida a la estación menos fría del año, que corresponde a la época de
nacimiento de los ungulados, y durante la cual los pastos son más abundantes. Sin
embargo, el clima continúa siendo, de manera general, seco y frío. Los restos de cérvidos
representan solamente 9.21% de los huesos identificados, e incluyen un fragmento de
asta de venado de cola blanca (Odocoileus virginianus peruvianus Gray 1874), único resto

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de cérvido que no es de huemul (taruca) identificado hasta el presente en el conjunto
de la fauna. En los no-ungulados, los huesos de vizcacha, de pequeños y medianos
roedores, de zorrinos, de pájaros y de ranas, representan 2.09% del conjunto de la
fauna, y los huesos de puma (Felis concolor incarum Nelson y Goldman 1929), de félidos
y de un carnívoro no identificado -todos probables depredadores de las manadas de
camélidos- representan 0.06%. Al igual que en las fases precedentes, estas especies no
contribuyen de manera significativa a la alimentación de los ocupantes de Telarmachay.

2. DE LA CAZA AL PASTOREO

En 1976, J. Wheeler Pires-Ferreira, E. Pires-Ferreira y P. Kaulicke, a partir del


análisis de los restos de fauna de cinco yacimientos prehistóricos de la puna de Junín,
emitieron la hipótesis que esta región había sido uno de los centros de domesticación
de camélidos, antes de 4500 BP. Basado en una muestra relativamente reducida
-13,016 huesos provenientes de la cueva de Uchkumachay, 5,662 huesos de la cueva de
Panaulauca (ubicada 23 km hacia el oeste-suroeste), 3,026 huesos de la cueva de Pachama-
chay (40 km hacia el oeste-noroeste), 304 huesos del abrigo de Acomachay A (5 km
hacia el sur-suroeste), y 555 huesos del abrigo mismo de Telarmachay (sondeo efectuado
en 1974)- el análisis puso en evidencia, a lo largo de la secuencia precerámica, una
disminución progresiva de las proporciones de los restos de cérvidos, ligada a un
aumento contínuo de los restos de camélido. La reducción de los cérvidos fue interpretada
como una disminución de la caza de esta especie, pero la determinación del o de los
factores conducentes al fenómeno de la utilización intensiva de los camélidos, definida
como «..una utilización dependiente en más de 80% de los camélidos» (J. Wheeler
Pires-Ferreira et al. 1976: 488), sigue siendo coyuntural. Se propuso un modelo que
explicaba este fenómeno por la evolución de una caza indiscriminada de todas las
especies disponibles, hacia una caza especializada de camélidos, luego un control de
animales semidomésticos y, por último, la crianza de animales domesticados, incluyendo
todas las combinaciones posibles de estas actividades en un período determinado; pero
las únicas etapas para las cuales se poseían datos concretos eran la primera, entre
9000 y 7000 BP aproximadamante, y la última, entre 4500 y 3700 BP. La ilustración del
proceso de domesticación era difícil de delimitar debido, sobre todo, al reducido tamaño
de las muestras prehistóricas, y al problema de identificación específica de las especies
a partir de los fragmentos óseos y restos dentarios encontrados en los yacimientos.

En Telarmachay, la calidad excepcional de conservación de los huesos y la excavación


por «décapage» horizontal de gran parte del yacimiento, han permitido obtener nuevas
informaciones detalladas sobre el proceso de adaptación del hombre al ecosistema de
la puna. A partir del estudio de los modos de utilización de los animales, aplicados a
lo largo de la secuencia ininterrumpida de ocupación precerámica del yacimiento, es
posible ahora demostrar la existencia in situ del proceso de adaptación: entre 9000 y
7200 BP, aproximadamente, se practica la caza generalizada de todos los ungulados de
la puna, que evoluciona, entre 7200 y 6000 BP, hacia una caza especializada de guanacos
y vicuñas, hasta la aparición, entre 6000 y 5500 BP aproximadamente, de los primeros
animales domésticos y, por último, la crianza de animales plenamente domesticados
después de 5500 BP. Aunque quedan todavía numerosos detalles nebulosos por aclarar,
los datos de Telarmachay corresponden estrechamente al modelo propuesto en 1976, y
contradicen la tesis de J. Rick (1980: 224), que sostiene que la domesticación de los
camélidos no se realizó en la puna de Junín. Este autor postula, en efecto, que la puna
procuraba a sus primeros pobladores recursos en carne de vicuña tan abundantes y
seguros, que estos se volvieron cazadores sedentarios y no pasaron a la domesticación
sino después de 3500 BP («1600 BC» op. cit. 1980: 265).

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De una caza generalizada a una caza especializada
Si bien a lo largo de la secuencia precerámica, el porcentaje de camélidos y cérvidos
ha representado siempre entre 97.85% y 99.15% del total de restos de fauna identificada,
las proporciones relativas de las dos especies han variado de manera inversa en el
transcurso del tiempo. Entre la ocupación más antigua del sitio, correspondiente a la
fase VII, y que se inicia hacia 9000 BP, y la última ocupación precerámica de la fase IV,
que se termina hacia 3800 BP, se observa una diferencia acumulativa de -24.97% de
cérvidos frente a +23.91% de camélidos. Este cambio no ocurre abruptamente sino que
es, por el contrario, gradual y constante a lo largo de la secuencia; refieja probablemente
un proceso de adaptación contínua del hombre a la puna. Salvo una excepción, ya
señalada, todas las astas y fragmentos craneanos de cérvidos identificados hasta el
momento en los niveles precerámicos de Telarmachay, pertenecen al huemul (taruca)
cuyo habitat principal es la estepa abierta de la puna.
Hemos encontrado también, en el material precerámico de Telarmachay (en el
nivel IV), un fragmento de asta de otro cérvido, el venado de cola blanca (Odocoileus
virginianus peruvianus Gray 1874), cuyo habitat está restringido a las zonas boscosas
más bajas (Behrendt 1960). Las diferencias de habitat y distribución de estas dos especies
de cérvidos en los altos Andes (ver Primera Parte, Capítulo 1), muestran que los huesos
de huemul encontrados en Telarmachay son producto de una caza efectuada a proximidad
del sitio mismo, en la medida en que nada permite pensar que el clima era muy diferente
del actual. No hay, entonces, porque suponer que estos cérvidos eran cazados a una altitud
más baja para luego ser llevados al abrigo, como lo ha sugerido J. Rick (1980: 327).
La presencia de restos de fetos/neonatos entre los huesos de cérvidos de Telarmachay
(Cuadro 2) indica que el sitio estaba ocupado de diciembre a abril, al momento de
nacimiento de las crías (Pearson 1951:160; Merkt, comunicación personal), cuando los
huemules frecuentan las alturas más elevadas (Walker 1968:1397; Whitehead 1972: 60).
La extrema rareza de restos de venado de cola blanca sugiere, igualmente, que la caza
era, sobre todo, limitada a la puna y, por otra parte, que ningún cambio climático
importante tuvo lugar en esta zona desde 9000 BP. Es por esto que se puede interpretar
la disminución contínua de las proporciones de restos de cérvidos en la fauna de
Telarmachay, durante el precerámico, como una declinación de la actividad de caza de
cérvidos, antes que como una reducción del número de animales disponibles.
A lo largo de la secuencia precerámica, la cantidad de restos de camélidos aumenta
de manera inversamente proporcional a la de los restos de cérvidos. Los estudios efectuados
sobre la distribución actual de los dos camélidos salvajes americanos muestran que las
dos especies están presentes en la puna (Franklin 1982:465), y hemos podido observarlas
pastar, a menos de cien metros una de otra, en la reserva nacional de vicuñas de
Aguada Blanca (Departamento de Arequipa, Perú). Estas dos especies fueron utilizadas
por los primeros pobladores de Telarmachay. Su determinación se basa en las diferencias
morfológicas de los incisivos, en la medida en que muy poco, si acaso ningún carácter
específico de las especies, ha podido ser puesto en evidencia sobre el esqueleto post-
craneano de los camélidos de América del Sur (Wing 1972, 1977; Wheeler Pires-Ferreira
et al. 1976; Hesse 1982a; Miller 1979; Kent 1982): los incisivos de guanaco tienen una
forma espatulada, con el esmalte en las caras lengual y labial, y presentan una estructura
definida de la corona, del cuello y de la raíz; por el contrario, los de la vicuña no son
en forma de espátula, no tienen esmalte sino en la cara labial y no poseen raíz. La
diferencia es pues muy clara, y es imposible equivocarse o hacer una identificación
errónea de las muestras de los niveles más antiguos, donde no existen formas domésticas.

Durante las fases VII, VI y V inf. 2, el número de incisivos de guanaco con


relación a los de vicuña es, aproximadamente, 1 por 9, pero las muestras analizadas son
todavía muy reducidas para saber si estas proporciones cambian de una fase a otra, en
la medida que las proporciones de restos de camélidos aumentan en el transcurso de
este período de 64.73% a 77.84% y 81.69%. Según los numerosos estudios sobre el

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habitat y la distribución de las vicuñas, realizados estos últimos años (Franklin 1974, 1978,
1980, 1982, 1983), la preponderancia de los incisivos de vicuña en Telarmachay no es
sorprendente, ya que es la especie de camélido salvaje más común en la puna, en las
altitudes comprendidas entre los 4200 y 4800 msnm. La presencia de incisivos de guanaco
en el abrigo nos sirve, de hecho, para evidenciar la pobreza de nuestra información sobre
este animal. Según Franklin (1975, 1982: 465; 1983), la distribución actual del guanaco se
limita a zonas arboladas y de monte bajo, desde el nivel del mar hasta los 4250 metros de
altitud. No obstante, en 1913, E. Lónnberg describió una nueva sub-especie (L.g. cacsilensis)
que vivía entre 4500 y 4600 msnm, en la región de Caxcile, departamento de Puno. La
validez de esta sub-especie, aparentemente descrita sobre la base de un solo espécimen
(C. Edelstan, comunicación personal) no ha sido verificada nunca, y ningún estudio detallado
ha sido jamás llevado a cabo sobre el guanaco peruano, en vía de extinción. Es por esto
que los incisivos de Telarmachay brindan importante información sobre la existencia de
guanacos a más de 4400 metros de altura, entre 9000 y 6000 BP. Desgraciadamente, nuestra
capacidad de interpretación es todavía demasiado limitada para comprender la significación
de estos restos con relación a las otras especies utilizadas en el sitio.
Hasta el momento, no ha aparecido ningún elemento que permita sugerir la
presencia de animales domésticos en el transcurso de las tres primeras fases precerámicas
de Telarmachay; en consecuencia, podemos atribuir el aumento progresivo de los restos
de camélidos con relación a los restos de cérvidos, a una transferencia de la caza de
estos hacia la caza de guanacos y vicuñas. En el transcurso de la fase VII, los restos de
guanacos y de vicuñas alcanzan 64.73%, mientras que los ciervos representan 34.18%
de todos los huesos identificados. Estas cifras sugieren una caza de todos los ungulados
disponibles en la puna, más generalizada que en los dos períodos siguientes, VI y
V inf.2, donde las proporciones de restos de guanacos y de vicuñas llegan a 77.84% y
81.79%, mientras que aquellas de cérvidos descienden, respectivamente, a 20.90% y
17.46%. Esta tendencia hacia una caza cada vez más especializada conduce finalmente,
en el V inf.1, a la aparición de animales domésticos.

La aparición de animales domésticos

En el transcurso del V inf.1, entre 6000 y 5500 BP, las proporciones de los restos de
camélidos aumentan todavía hasta 85.94%, mientras que las de cérvidos no llegan sino a
12.88% del total de huesos identificados; de otra parte, los cambios en la morfología dental
de algunos especímenes indican la presencia de camélidos domésticos. El examen comparativo
de especímenes recientes de guanacos y de llamas, revela que sus incisivos no son distinguibles,
y resulta imposible determinar la frecuencia relativa de estas especies cuando ambas están
presentes en un sitio arqueológico. Los incisivos de alpaca, sin embargo, presentan una
forma intermedia entre los de guanaco/llama y los de vicuña (Wheeler 1982); no tienen
forma de espátula como los de vicuña, pero los primeros y segundos incisivos presentan
una sección horizontal rectangular, con un ancho bisel cortante, más parecida a la del
guanaco y de la llama que la sección horizontal cuadrada característica de la vicuña
(Fig. 8). Al igual que los incisivos de la vicuña, los incisivos de alpaca no poseen esmalte
sino en la cara labial, pero mientras que en la vicuña el esmalte llega hasta la base del
diente sin raíz, el esmalte de los incisivos de alpaca no cubre sino una parte de la cara
anterior y termina en U. En los incisivos de alpaca, el esmalte cubre, aproximadamente,
dos tercios de los dientes no usados, mientras que en los dé guanaco o de llama no cubre
sino la mitad; la formación de la raíz y su cierre no ocurre, en las alpacas, sino a una edad
más avanzada. Desgraciadamente, la validez de estos caracteres distintivos, que permiten
separar los incisivos de alpacas, no nos pareció convincente sino cuando ya habíamos
comenzado el estudio de la fauna de los niveles más antiguos de Telarmachay. Es por ello
que las proporciones respectivas de llamas o guanacos, de alpacas y vicuñas, no han sido
todavía calculadas para las fases V inf.1, V sup. y IV. A pesar de esta limitación, es posible
sin embargo hacer numerosas observaciones preliminares.

58
a ] i Scm

Fig. 8 - Primeros incisivos izquierdos de camélidos. a : vicuña ; b: alpaca ; c : llama.


Nótese la localización diferente del esmalte - (dibujos de W.-B. Zomlefer,
Florida State Museum, Gainesville, USA).

Hasta el momento, ningún incisivo de alpaca ha sido encontrado en las pequeñas


muestras de las fases más antiguas, VII, VI y V inf.2, para las cuales pensamos que el
principal recurso en carne era procurado por la caza de guanacos y vicuñas. Estos
comienzan a aparecer en los restos de fauna del V inf.1 y se vuelven predominantes en
el V sup. y IV, cuando los restos de camélido llegan a 85.51% y 88.64% del total de los
huesos identificados. Esta progresión revela la domesticación in situ de un animal con
incisivos del tipo alpaca, en el transcurso del V inf.1, entre 6000 y 5500 BP; esta hipótesis
es, además, confirmada por otros elementos.
En el transcurso del V inf.1, la proporción de restos de camélidos fetos/neonatos
llega a 56.75%. Esta cifra es significativamente más elevada que en los niveles más
antiguos (37.08% en el VII, 36.33% en el VI y 35.28% en el V inf.2), y sobrepasa la media
normal de 35% a 40%, señalada para poblaciones actuales de guanacos y vicuñas (Franklin,
comunicación personal; y Franklin 1978). Estas cifras pueden no ser suficientes en sí
mismas para probar la domesticación, ya que, entre otros elementos, no hay razón para
creer que los restos de fauna de Telarmachay sean reflejo de la estructura de la población
total de las manadas de donde provienen.

Mientras tanto, teniendo en cuenta el testimonio odontológico en favor de la


domesticación en el V inf.1, y el aumento contínuo de las proporciones de fetos/neonatos
-hasta 68.21% y 72.99% en las fases posteriores V sup. y IV- asociados al desarrollo de
los rebaños domésticos, la cifra de 56.75% del V inf.1 puede, razonablemente, ser
interpretada como testigo de una transición entre la caza y la domesticación, y como
probable resultado de una mortalidad acrecentada, asociada a un control ejercido sobre
los animales.

59
El desarrollo de la crianza de los camélidos
Las proporciones muy elevadas de restos de camélidos fetos/neonatos observadas
en las fases V sup. (68.21%) y 1V (72.99%), atestiguan, por si mismas, la presencia de
animales domésticos (Wing, en prensa; Novoa y Wheeler 1984; Hesse 1982b), puesto
que una caza o una masacre tan importante de animales recién nacidos es, a la vez,
tanto, absolutamente antieconómico, como históricamente desconocido. Si se considera
que, en promedio, el peso de la carne disponible es de 1.75 kg para un animal que pesa
al nacer 7 kg, y 23.1 kg para una alpaca adulta que pesa 60 kg (Wheeler 1981), trece
alpacas recién nacidas serían necesarias para obtener la misma cantidad de carne que
la que proporciona un animal adulto. Aparte de esta pobre producción de carne, la
muerte de los animales recién nacidos representa la pérdida de productos tales como
lana, pieles, tendones, excrementos y huesos largos para hacer artefactos, que procuran
generalmente los animales adultos. Aunque no se puede excluir la posibilidad de un
beneficio o masacre de animales jóvenes o hembras preñadas en algunos casos, parece
evidente que otros factores han contribuido a la muy alta mortalidad de los camélidos
fetos/neonatos en Telarmahay.

Las tasas de mortalidad neonatal de camélidos salvajes son relativamente bajas;


Raedecke (1979:199) señala una mortalidad de 4.49% para los machos y 4.39% para las
hembras entre guanacos recién nacidos de Tierra del Fuego; y Franklin (1978: 42), de
10 a 30% de mortalidad durante los cuatro primeros meses de vida en las vicuñas de
la Reserva Nacional de Pampa Galeras, en el Perú. Entre los guanacos, la muerte ocurre
principalmente por hambruna, mientras que la mayoría de las muertes de vicuñas se
debe a depredadores. Nada permite decir que la enfermedad contribuye a la mortalidad
en las dos especies, ni al aborto en los últimos meses de la gestación. Es entonces poco
probable que las acumulaciones de restos de fetos/neonatos en Telarmachay, sean conse-
cuencia de una recuperación, por los hombres, de carroña de guanacos y vicuñas jóvenes.

A la inversa de lo que se observa entre los camélidos salvajes, Fernández Baca


(1971: 29) afirma que existe una mortalidad promedio anual de 50% durante los primeros
cuarenta días de vida. La causa principal de las muertes es la enterotoxemia, diarrea
provocada por la bacteria Clostridium perferingens de tipos A y C (Moro y Guerrero
1971: 9-14). La naturaleza epidémica de esta enfermedad está directamente ligada al
desarrollo de los gérmenes patógenos en los cercos sucios y barrosos donde se guardan
los animales durante la noche. En los Andes, la enterotoxemia afecta casi exclusivamente
a los animales recién nacidos, y ocasiona una fuerte mortandad durante la estación de
lluvias, entre diciembre y fines de abril (Novoa y Wheeler 1984). Es muy posible que
esta enfermedad sea un derivado de la domesticación, ya que no es conocida entre las
especies salvajes en estado natural.
Aunque es imposible distinguir entre los restos de un feto de camélido cuando
ha llegado a las últimas semanas del período de gestación (que dura once meses y
medio), y los de un camélido recién nacido, es probable que la mayoría de los huesos
de camélido más jóvenes de los niveles V inf.1, V sup. y IV, sean huesos de recién
nacido. Este hecho puede ser deducido del mínimo grado de desgaste observado en los
incisivos y los premolares (Wheeler 1982) de numerosos individuos, y de la distribución
de sus huesos sobre los pisos de ocupación, lo cual indica que eran llevados enteros al
abrigo, donde eran descuartizados y comidos (Wheeler 1981; 1984b; Lavallée, Julien y
Wheeler 1982). El recuento del número mínimo de individuos, efectuado a partir de los
miembros anteriores, los posteriores y el cráneo con una parte de la columna vertebral,
es muy coherente, teniendo en cuenta, a la vez, el número total de los animales
representados y la presencia de todas las porciones de la carcaza en cada metro cuadrado.
Las huellas de cortes sobre los restos de animales muy jóvenes muestran que eran
tratados de la misma manera que los adultos. Muchos huesos han sido encontrados
aún articulados, indicando haber sido abandonados al momento en que eran todavía
mantenidos por la carne o los ligamentos, y muchos estaban quemados.

60
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61
Lámina 7 - Vista dorsal de las mandíbulas de un camélido neonato del nivel IV: los incisivos
son de tipo alpaca, y las facetas de desgaste son visibles sobre el cuarto premolar de leche.

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Lámina 8 - E\’we]em reconstituido de camélido neonato de gran talla encontrado en la fosa
A/B6 (nivel [V). El cráneo y los maxilares, provistos de incisivos de tipo llama/guanac o,
no figuran sobre Ja fotografía.

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Lámina 9 - Miembros anteriores reconstituidos de los camélidos de pequeña talla contenidos
en la fosa sellada A/B6 (nivel 1V). Según el número de partes distales del radio derecho,
10 animales están representados; notamos la escasez relativa de escápulas y de húmeros y la
elevada frecuencia de las partes inferiores de los miembros

64
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TR oee
Y

Lámina 10 - Miembros posteriores recanstituidos de los camélidos de pequeña talla


contenidos en la fosa sellada A/B6 (nivel [V). Según el número de partes proximales de tibia
izquierda, 10 animales están representados; notamos la escasez relativa de pelvis y de
fémures y la elevada frecuencia de las partes inferiores de los miembros.
En los depósitos de la fase IV, dos fosas cerradas por una laja contenían restos
semi-articulados de seis y once camélidos recién nacidos, respectivamente. En la segunda
fosa (Lámina 6), diez animales eran de pequeña talla y poseían incisivos del tipo de los
de alpaca (Lámina 7), mientras que el onceavo era 2/5 veces más grande y poseía
incisivos del tipo guanaco/llama (Lámina 8). Todos mostraban un leve desgaste de los
incisivos y los premolares, confirmando que se trataba de recién nacidos, todos más o
menos de la misma edad. Parece ser que los huesos han sido depositados luego de
extraer los mejores pedazos, ya que faltan algunas escápulas, húmeros, pelvis y fémures
(Láminas 9 y 10). No hay ninguna razón para pensar que esta fosa tenía alguna función
ritual, ya que su contenido no difiere en nada del resto de los huesos esparcidos sobre
la superficie de ocupación. Parece más bien que, en un momento dado, la mortalidad
neonatal procuraba a los pobladores del abrigo más carne de la que podían consumir
antes que se pudra, y como no era posible preparar charqui durante la estación de
lluvias (ver Quinta Parte, Cap. I) el exceso de carne y huesos era enterrado. Los pastores
actuales de llamas y alpacas de la puna comen los animales recién nacidos que mueren,
y nada permite pensar que este recurso habría sido ignorado por los pobladores
prehistóricos de Telarmachay. En realidad, parece probable que en esa época (fase IV),
la mayoría de los recursos cárnicos tenían este origen.

Esta fosa de la fase IV es importante porque ella proporciona la prueba certera


de una mortalidad masiva de los camélidos muy jóvenes. Es posible entonces que las
altas frecuencias de restos de neonatos registradas en las fases V sup. y 1V sean resultado
de la enterotoxemia, o una enfermedad epidémica similar, que habría aparecido al
mismo tiempo que la utilización de corrales y el desarrollo de un control absoluto del
hombre, sobre los animales ya plenamente domesticados. La presencia de dos especies
sugiere, además, la existencia probable de la llama y de la alpaca desde esa época, aún
incluso si sus apariencias y sus costumbres eran bastante diferentes de aquellas de los
animales que conocemos hoy en día.

Discusión

Aunque los restos de fauna de Telarmachay hayan permitido saber cómo y cuándo
apareció la domesticación de camélidos, queda por hacer la identificación absoluta de
las especies consideradas. El ancestro de los camélidos domesticados ha sido largo
tiempo objeto de debates entre los zoólogos. Herre (1952) y Otte y Venero (1979) llegaron
a la conclusión que la morfología craneana hacía del guanaco el ancestro común de la
llama y la alpaca. Hemmer (1975) está de acuerdo con ellos en lo que concierne a la
llama pero, considerando algunos rasgos de comportamiento, emite la hipótesis que la
alpaca proviene de un cruce entre la llama doméstica y la vicuña; de la misma manera,
Steinbacher (1953) se basa en el comportamiento para sostener que la alpaca es una
vicuña doméstica. Capurro y Silva (1960) concluyen igualmente, según un estudio de
la estructura de los ácidos amínicos de los camélidos, que la alpaca es una vicuña
doméstica. Por último, López Aranguren (1930) y Cabrera (1932) han descrito supuestos
ancestros salvajes de la llama y de la alpaca, cuyos fósiles se remontarían al Pleistoceno
medio o reciente; no obstante, esta posibilidad ha sido recientemente rechazada por
Tonni y Laza (1976).
A lo largo de las tres primeras fases, VII, VI e inicio de la V inf. (V inf2), se
encuentran en Telarmachay incisivos de guanaco y vicuña, y los de ésta son siempre
más numerosos. En el subnivel V inf.1, aparece un tercer tipo de incisivos, idéntico a
los de la alpaca moderna, y que se vuelve el más común en el material faunístico, a
partir del V sup. y del IV. Si los incisivos de este tipo corresponden a las primeras
alpacas domésticas, y si consideramos las otras pruebas de domesticación en el V inf.1,
esto modifica lo que se pensaba hasta ahora sobre la fecha de su aparición y sobre su
origen; no es hacia 2500 BP en la cuenca del Titicaca (Lumbreras 1967; Bird 1954), sino

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hacia 6000 BP, en la puna de Junín, que habrían aparecido, y se debe considerar seriamente
la posibilidad que la vicuña haya jugado un rol en la ascendencia, ya que la evolución
se hace de la predominancia de pequeños camélidos que poseen incisivos de tipo vicuña
a la de pequeños camélidos que poseen incisivos de tipo alpaca. Aunque los incisivos
de alpaca presentan caracteres intermedios entre los de llamas/guanacos y los de vicuñas,
esta posibilidad es reforzada por el hecho que parecen más cercanos de los de la vicuña,
por la localización del esmalte y la formación tardía de la raíz, y estos rasgos, propios
de la vicuña, dominan en el cruce conocido llama/vicuña. Así, aunque los datos de
Telarmachay parecen indicar que la alpaca es una vicuña doméstica, queda mucho por
hacer para confirmar esta hipótesis.
Desgraciadamente, no ha sido posible determinar si los animales de incisivo tipo
llama aparecen en el V inf.1, ya que estos no se distinguen de los de guanaco. No
obstante, su presencia ha podido ser deducida del contexto arqueológico de la fase IV,
pero la cantidad de camélidos grandes se mantiene débil a lo largo de la secuencia
precerámica.

Esta interpretación de los datos de Telarmachay sobre la domesticación precoz


de las alpacas parecería corresponder a las conclusiones de E. 5S. Wing (1977:181) que
se basan en el análisis de restos de camélidos provenientes de 11 sitios andinos: la
predominancia de formas más pequeñas en yacimientos ubicados al norte de Tarma, y
de formas mas grandes a partir de Ayacucho, hacia el sur, «...sugiere un desarrollo más
precoz de una raza más pequeña en la región septentrional de los Andes peruanos».
Debemos entonces esperar que la continuación del estudio de los 263,000 huesos restantes,
que provienen de los niveles precerámicos más antiguos de Telarmachay, ayudará a
resolver algunas de las preguntas aqui planteadas, y que un nuevo material comparativo,
proveniente de otros sitios precerámicos andinos de altura, ayudará a comprender
mejor el proceso de domesticación en esta región.

Agradecemos a R.S. MacNeish quien, siendo Director de la Robert S. Peabody Foundation


for Archeology, nos dio la posibilidad de efectuar largos períodos de estadía en el Perú para
realizar nuestra investigación. En Lima agradecemos sinceramente a todas las personas que, a
lo largo de los años, nos han ayudado en las tarcas, aparentemente interminables, de clasificación
¢ identificación de los huesos, y nos han dado, cada uno a su manera, la fuerza para continuar:
C.R. Cardoza y E. Padilla del Aguila, de la Universidad Nacional de San Marcos de Lima;
P. de la Vera Cruz Chávez, de la Universidad Católica Santa María de Arequipa;
D. Pozzi-Escot, de la Universidad de San Cristóbal de Huamanga de Ayacucho. Hemos apreciado
la ayuda de M. Montalván (Universidad de San Marcos) y M. López (Universidad de Santa
Mearía) en el Perú; de ]. Kramer (Sonoma State College, Rohnert Park, California) y, muy
especiamente, de E.S. Wing (Florida State Museum) en los Estados Unidos..

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