Ficción Literaria y Educación. Lo Fantástico Medieval en La Narrativa Juvenil
Ficción Literaria y Educación. Lo Fantástico Medieval en La Narrativa Juvenil
Ficción Literaria y Educación. Lo Fantástico Medieval en La Narrativa Juvenil
Lo fantástico
medieval en la narrativa juvenil
Nieves MARTÍN ROGERO
RESUMEN
La Edad Media constituye una época en que las referencias históricas se mezclan con las
ficticias para constituir un tipo especial de imaginario. Este es el período en el que
comienza la historia de la literatura escrita en lengua romance, de ahí que su conocimiento
sea ineludible en la formación de los jóvenes lectores. Aparte del intento de simplificación
que constituyen las adaptaciones, en la literatura juvenil los autores optan a veces por hacer
llamadas de atención sobre obras clásicas con ánimo de propagar su conocimiento. Así en
algunas novelas de carácter histórico, en las cuales se centra el estudio, se percibe una rica
red intertextual que no sólo participa de discursos de carácter historiográfico sino ficcional.
El análisis detalla la huella de lo fantástico y el significado adquirido en relación con la
tradición literaria medieval. Finalmente, este tipo de narrativa se sitúa en el marco general
de la literatura fantástica con objeto de determinar su incidencia en la educación literaria de
los lectores en formación.
Palabras clave: Literatura juvenil. Historia. Literatura medieval. Literatura fantástica.
Educación literaria.
ABSTRACT
The Middle Ages are a historical period in which real references go side by side with
fictional ones in order to build a special type of imaginary. This is the time when the history
of literature written in Romance languages begins, and, in consequence, it is unavoidable
for young readers to have some knowledge of it. Apart from adaptations, as an attempt at
simplification, within young adult literature, authors sometimes opt for drawing the readers`
attention to classic works so that those works can be better known. In this way, in some
history novels –the focal point of this study– we can perceive a rich intertextual network
participating in both historiographical and fictional discourses. The analysis is centered on
the trace of fantastic elements and the meaning acquired by them in relation to medieval
literary tradition. Finally this type of narrative is connect with general fantasy to fix their
impact on literary education of young readers.
Key words: Young adult literature. History. Medieval literature. Fantastic literature.
Literary education.
RÉSUMÉ
Le Moyen Âge constitue une époque où les références historiques se fusionnent aux fictives
pour constituer un type spécial d’imaginaire. C’est en cette période que commence
l’histoire de la littérature écrite en langue romane. Sa connaissance devient inévitable dans
la formation des jeunes lecteurs. Mis à part les essais de simplification que constituent les
adaptations, dans la littérature de jeunesse, les auteurs choisissent d’attirer l’attention sur
les œuvres classiques pour propager leur connaissance. Ainsi, dans quelques romans
historiques, que nous allons analyser, on trouve un riche réseau d’intertextualité qui
participe non seulement des discours historiographiques, mais aussi des discours fictifs.
Notre analyse signale les traces du fantastique et de sa signification par rapport à la
tradition littéraire médiévale. Finalement, nous allons situer ce type de narrative dans le
cadre général de la littérature fantastique afin de déterminer son incidence dans l’éducation
littéraire des lecteurs en formation.
Mots-clés: Littérature de jeunesse. Histoire. Littérature médiéval. Littérature fantastique.
Éducation littéraire.
1. INTRODUCCIÓN
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quedando así situado, por la duda existente entre una explicación natural o
sobrenatural, entre otros subgéneros afines como lo maravilloso y lo extraño
(Todorov, 1972, 33-53). Y desde una postura más abarcadora la literatura fantástica
integra las obras que tanto por su temática, situaciones, atmósfera y el propio
lenguaje introducen en un mundo distinto al de la percepción común (Held, 1987,
22). En todo caso se trata de una cuestión de representación, de proyección
simbólica que implica directamente al lector, al aceptar el pacto de la ficción. Pero
si nos remitimos al universo medieval, con objeto de contrastar el pasado, se
constata que lo extraordinario se da como algo objetivo ─considerándose más un
estado de cosas que una categoría─, entronca con lo sagrado y forma parte de una
suprarrealidad. Por ello los límites entre historia, mitos y leyendas suelen quedar
difuminados, ya que la importancia de lo escrito, la auctoritas, llega a legitimar la
veracidad de un acontecimiento. Algunas de estas peculiaridades han sido
observadas por Jacques Le Goff, quien propone los adjetivos mirabilis, magicus y
miraculosus para explicar el ámbito de lo sobrenatural en el imaginario medieval
(Le Goff, 1985, 13). Y esta misma clasificación va a ser aplicada a la narrativa
juvenil, en un intento de mostrar un posible itinerario para la construcción de la
competencia cultural y literaria en torno a un período clave de la historia, período
que, envuelto generalmente en la bruma del tiempo y el romanticismo legendario,
constituye el escenario de buena parte de las ficciones fantásticas.
señor debe haberlo situado al oriente por el curso de las luminarias celestes, así “el
oriente es el principio de la vida para los hombres, y Dios significa el futuro: la
resurrección de los muertos” (Patch, 1983, 151). Y con respecto al hemisferio sur,
en la Edad Media se consideraba un misterio; para muchos estaba poblado por los
antípodas, seres con los pies hacia el hemisferio norte por encontrarse en la parte
opuesta de la tierra, según se constata en Mandeville. Adonde sí llega Gilberto es a
una ciudad perdida –el autor de la novela establece en el Apéndice final que este
motivo aparece recogido en Las mil y una noches, y también alude a las ruinas de
antiguas civilizaciones, como Susa, Persépolis o Babilonia–, ciudad que entronca
con el Paraíso. El caballero habita en un palacio de mármol, rodeado de mujeres
hermosas goza del amor de su reina, y como en todos los paraísos el tiempo parece
detenido, ya que al volver al mundo real –expulsado tras haber cometido una
transgresión– se da cuenta de que se ha convertido en un anciano.
Los motivos de la ciudad perdida y la abolición de tiempo –a los que se suma el
de la fuente de la juventud4– también se encuentran presentes en la novela juvenil
Amarintia, de Fernando Martínez Gil. En ella otro cruzado, Annón de Waldburg,
después de internarse en un peligroso bosque poblado por fantasmas y espíritus,
escucha de los labios de una anciana la historia de Amarintia. Este enclave era un
modelo de perfección: destacaba por sus jardines, la riqueza de sus casas, así como
por la prudencia de sus gobernantes y la calidad de sus sabios y artistas: “Amarintia
vivía su edad de oro” (Martínez Gil, 1990, 40). El mito relativo a un período idílico
en que el hombre vivía en armonía con la naturaleza es característico de la cultura
grecolatina, donde el Paraíso está representado por los Campos Elíseos –su
descripción ya aparece en la Odisea–, lugar al que iban a parar los espíritus y
mujeres virtuosos. Esta idea de perfección también remite a la Atlántida, modelo de
utopías recogido en el Critias de Platón. Amarintia, al igual que esta civilización
perdida llego al cenit de su esplendor, pero del mismo modo sucumbió por las
ansias de poder de sus dirigentes.
La imagen del Paraíso engañoso o efímero está documentada en los libros de
Marco Polo, Odorico y Antoine de La Sale y muestra lo cercanos que se encuentran
los espacios extremos del cielo y el infierno. En la descripción del primero se
menciona un jardín hermoso en el que se podía encontrar toda clase de frutas,
palacios de oro, ríos de vino, leche, miel y agua, doncellas bellísimas..., poniéndose
en relación con el edén descrito por Mahoma. Este espacio idílico suele asociarse con
la opulencia y la lujuria de los sentidos, de ahí que los viajeros, al encontrarse con
lugares en los que la naturaleza se manifiesta en todo su esplendor, piensen en su
proximidad. Resulta curioso comprobar que en otra novela juvenil ambientada en la
Edad Media, El mensajero del rey de Toti Martínez de Lezea, cuando el rey Sancho
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H. R. Patch remite a un relato italiano del siglo XIV en el que unos monjes encuentran
la fuente de la juventud en el Paraíso (Patch, 1983, 173-174).
Los itinerarios seguidos por los caballeros andantes también ocupaban un lugar
importante dentro del imaginario y la sensibilidad medievales. En este caso se trata
de recorridos completamente ficticios que responden al “esquema de la búsqueda
como destino de la aventura”, en palabras de Carlos García Gual (1997, 40). Este
autor relaciona las empresas llenas de obstáculos emprendidas por los protagonistas
de las narraciones poético-novelescas medievales con viajes míticos, como el
llevado a cabo por Jasón y los Argonautas en pos del Vellocino de oro, o con la
estructura de búsqueda presente en relatos maravillosos de origen folklórico, en los
cuales el triunfo del héroe se concreta en el encuentro con un “espléndido tesoro,
un mítico talismán, una princesa hija de un soberbio rey o guardada por un gigante,
o varias cosas a la vez” (García Gual, 1997, 41). Para Le Goff en los siglos XII y
XIII se produce una irrupción de lo maravilloso en la cultura erudita a través de la
literatura cortesana. La pequeña y la mediana nobleza, la caballería, desea
reivindicar su estatus frente a la cultura eclesiástica vinculada a la aristocracia, y
ello provoca que lo maravilloso se integre en “esa búsqueda de la identidad
individual y colectiva del caballero idealizado”; este autor añade, apoyándose en
Erich Köhler (1991), que “la aventura misma, que consiste en esa proeza, en esa
busca de la identidad del caballero en el mundo cortesano es, en definitiva, ella
misma una maravilla” (Le Goff, 1985, 12).
Sin embargo, con el tiempo el simbolismo cristiano comienza a estar presente
en las empresas de los caballeros. Por ello los héroes terrestres van dejando paso a
los celestes o espirituales y la aventura mundana se va tiñendo de trascendencia y
significado alegórico-simbólico. Prueba de esta conversión son las narraciones que
giran en torno a la búsqueda del Grial, pertenecientes a la llamada materia de
Bretaña, de las cuales encontramos muestras en la novela juvenil La aventura de
sir Karel de Nortumbria, de Manuel Alfonseca.
La exaltación del mítico universo del rey Arturo responde, por un lado, al deseo
de revalorizar la pujanza bretona frente al poder de los sajones, y este es el ánimo que
empuja a Geoffrey de Monmouth a incluirlo en su Historia Regum Britanniae
(1135). Del texto se hicieron pronto traducciones francesas, y la más importante fue
la versión de Wace, titulada Roman de Brut, quien introduce la famosa Tabla
Redonda, alrededor de la cual se sentaban los mejores caballeros del mundo. El
siguiente hito en la materia lo constituyen las novelas escritas en verso –en verso
también se encontraba la traducción de Wace–, ya dentro del espíritu de la literatura
cortés, de Chrétien de Troyes; entre las cuales interesa especialmente Li contes del
graal –El cuento del Grial (1188)–. Y ya en el siglo XIII idéntica temática aparece
en una novela en prosa anónima, La Queste du Saint Graal –La búsqueda del Santo
Grial–, perteneciente al denominado “Ciclo del Lanzarote-Grial” o “Ciclo de la
Vulgata”. La novela de La búsqueda del Santo Grial tuvo un gran éxito en Francia y
sus huellas son reconocibles también en la Península; Carlos Alvar señala tres textos
relacionados con el tema: la Storia del Sant Grasal, en catalán, de finales del siglo
XIV; A Demanda do Santo Graal, en portugués (copiada entre 1400 y 1438) y La
demanda del Sancto Grial con los maravillosos fechos de Lançarote y de Galaz su
hijo (Toledo, 1515, y Sevilla, 1535) (Alvar, 1997, 11). Pero la versión que más
interesa es la llevada a cabo por sir Thomas Malory, quien realiza en la Morte
Darthur (impresa en 1485) –La muerte de Arturo–, una recopilación de la materia de
Bretaña, en la que incluye, por supuesto, la aventura del Grial. Y la razón no es otra
que la de constituir el texto base en el que se apoya Manuel Alfonseca para escribir
su novela La aventura de sir Karel de Nortumbria.
Como consideraciones generales, habría que avanzar la mayor trabazón que este
autor consigue dar a las aventuras de los caballeros participantes en la búsqueda del
Santo Grial, de acuerdo con una concepción más moderna de la novela. Alfonseca
selecciona unos cuantos capítulos de los libros que en el texto original de Malory
se dedican a relatar la aventura del Grial. Llama la atención el hecho de que se
supriman todos aquellos referentes a las tentaciones que sufren esforzados
caballeros, como Perceval y Boors, por parte de bellas damas –en realidad
manifestaciones demoníacas– para probar su castidad y su renuncia a los placeres
mundanos. Y también la eliminación del gran contenido alegórico-simbólico en
torno a la religión cristiana que presenta La muerte de Arturo. Pero el detalle más
significativo es la elección del joven protagonista proveniente de un tiempo futuro
–la época actual– como hilo conductor que, en su calidad de participante y narrador
de las aventuras, consigue dar coherencia al ramillete de episodios protagonizados
por diferentes caballeros y dejados en suspenso en la obra de Malory, para luego
ser retomados en capítulos posteriores. Manuel Alfonseca se ha tomado la libertad
de reducir o ampliar algunas aventuras. Por otra parte, hay que indicar que en el
texto medieval se insiste más en la condición de salvador de Galahad, de la estirpe
de José de Arimatea –encargado de recoger la sangre de Jesucristo en la mítica
vasija–, y en su participación indispensable para llevar a cabo la aventura del Grial.
Pero el cambio más original se produce cuando, en el episodio del escudo
destinado a este héroe, la figura del escudero del rey Baudemagus se troca en el
personaje de Carlos, quien será armado caballero por el propio Galahad. Y el joven
tendrá oportunidad de protagonizar una hazaña titulada “El castillo de las
doncellas”, llevada a cabo en la obra de Malory por el caballero celeste.
El ámbito de lo maravilloso actúa en esta novela en dos planos distintos: por un
lado, participa de la condición sobrenatural codificada de la materia de Bretaña y,
por otro, remite al mundo actual en cuanto se plantea la posibilidad de realizar un
viaje en el tiempo –tema también presente en textos precedentes que en ocasiones
entroncan con el género de la ciencia ficción–.
Los itinerarios protagonizados por caballeros andantes se encuentran también en
la novela juvenil La espada de Liuva, de Juan Farias, ya que, curiosamente, su
narrador es el escudero del célebre Amadís de Gaula. En esta narración situada en
una época incierta, “en tiempos de Maricastaña, cuando aún se hablaba de dragones
y encantamientos” (Farias, 1990, 9), también se hacen patentes los objetivos que
movían a los caballeros a emprender camino: enfrentarse al peligro y a todo tipo de
malvados y encantamientos, aparte claro está de defender a los más débiles. Así
Amadís se enfrenta dos veces en combate para defender al siervo Liuva de la
opresión de los poderosos.
Sobre la autoría y la fecha de composición del Amadís existen discrepancias;
parece que las primeras menciones sobre el libro aparecen en el siglo XIV, aunque
la edición más antigua conservada es obra de Garci Rodríguez de Montalvo y fue
impresa en Zaragoza en 1508. Amezcua atestigua que “los peninsulares de la Baja
Edad Media leen las obras del ciclo bretón que renovó el francés Chrétien de
Troyes” (Amezcua, 1973, 15); de ahí que la profusión de traducciones y
adaptaciones –ya hemos aludido a algunas de ellas a propósito de la temática del
Grial– constituya la semilla de lo que luego serían nuestros libros de caballerías.
En cualquier caso, las peripecias de los caballeros andantes por los caminos, sea
cual fuere el motivo que les llevaba a esa vida andariega, constituyen un modelo de
aventura –tal vez habría que hablar de sarta de aventuras– tipificada y seriada que
impulsa a emprender un viaje, lleno de peligros y desengaños, a uno de los
personajes más famosos de la literatura española; aunque a don Quijote, aparte de
su delirio caballeresco, según Sofía M. Carrizo Rueda (1997, 169), también lo
lanzase al camino su deseo de conocer mundo, deseo que, en el fondo, late en el
corazón de cualquier viajero. Su esfuerzo consiste entonces en convertir las
peripecias de los caminos reales de la España de su época en aventuras
extraordinarias, bajo las cuales se percibe el afán por encontrar maravillas que
movía a muchos viajeros en la Edad Media.
3. LA IRRUPCIÓN DE LO MÁGICO
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